03 apuntes de clase sobre la inerrancia de la biblia
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LA INERRANCIA DE LA BIBLIA
Los ataques contra la inerrancia de la Biblia no son nuevos y parecen ser algo cíclicos. Sin
embargo, el debate contemporáneo parece ser interno; es decir, entre evangélicos, en vez de
entre los liberales y los conservadores. Tal vez esto lo hace aun más significativo, pues el
debate ha trazado líneas entre los evangélicos que era necesario que se delinearan. También
ha servido para agudizar las distinciones que rodean el concepto de la inerrancia.
I. LA IMPORTANCIA DE LA INERRANCIA
A. Su importancia afirmada
¿Puede uno ser evangélico y negar el concepto pleno de la inerrancia? La respuesta es sí,
simplemente porque algunos evangélicos lo hacen. Hablando estrictamente, un evangélico
es uno que cree el Evangelio. ¿Puede uno ser cristiano y no aceptar el concepto de la
inerrancia? Por supuesto, y sin duda muchos caen en esa categoría. Ser cristiano significa
estar relacionado correctamente con Cristo. ¿Puede uno ser bíblico y negar la inerrancia?
No, si es que la Biblia enseña su propia inerrancia.
Entonces, ¿cuán importante es esta doctrina? Si es una enseñanza bíblica, entonces el
negarla es negar parte de la veracidad de la Biblia. Pero considere esto: Si la Biblia
contiene algunos errores, ya sean pocos o muchos, ¿cómo puede uno estar seguro de que su
entendimiento de Cristo es correcto? Quizás uno de esos errores concierne a algo de la vida
de Cristo. No sería imposible que pudiera haber un error en un asunto tan crucial como Su
muerte y resurrección. ¿Qué, entonces, le ocurriría a la cristología de uno? Se cambiaría,
quizás, aun tan drásticamente que no habría fe cristiana alguna que aceptar.
O suponga que la enseñanza bíblica sobre el Espíritu Santo fuese incorrecta. Esto
pudiera afectar la doctrina cardinal de la Trinidad, lo cual a su vez pudiera también afectar
seriamente la cristología, la soteriología y la santificación. Aun si los errores son en asuntos
supuestamente “menores”, cualquier error expone la Biblia a sospecha en otros puntos que
puede que no sean tan “menores”. Si la inerrancia cae, otras doctrinas caerán también.
Cuando se niega la inerrancia, uno puede esperar algunas consecuencias tanto en las
áreas doctrinales como en las prácticas.
Algunos asuntos doctrinales que pueden ser afectados por negar la inerrancia, incluyen
los siguientes:
(1) Una negación de la caída histórica de Adán.
(2) Una negación de los hechos de las experiencias del profeta Jonás.
(3) Que se quiten algunos de los milagros tanto del Antiguo Testamento como del
Nuevo basándose en cualquier explicación.
(4) Una negación de la paternidad literaria mosaica del Pentateuco.
(5) Una creencia en dos o más autores para el libro de Isaías.
(6) Un flirtear con la teología de la liberación o aceptación de ella con su redefinición
del pecado (como social en vez de individual) y de la salvación (como política y temporal
en vez de espiritual y eterna).
Algunos errores de estilo de vida que pueden seguir a una negación de la inerrancia,
incluyen los siguientes.
(1) Un punto de vista licencioso sobre la seriedad del adulterio.
(2) Un punto de vista licencioso sobre la seriedad del homosexualismo.
(3) Un punto de vista licencioso sobre el divorcio y nuevo matrimonio.
(4) Una reinterpretación “cultural” de algunas de las enseñanzas de la Biblia (e.g., sobre
las mujeres, sobre la obediencia civil).
(5) Una tendencia a mirar la Biblia a través de una rejilla psicológica moderna.
La inerrancia es una doctrina importante, cuya negación o dilución puede resultar en
errores serios en doctrina y conducta.
B. Su importancia diluida
Todavía muchos insisten en que la inerrancia es insignificante, inaplicable o innecesaria
para la fe. Por lo tanto, todo el furor que se ha levantado sobre ésta es meramente una
tempestad en un vaso de agua, y aquellos que insisten en ella están perturbando la paz de la
iglesia.
Pero esto simplemente no es el caso. La inerrancia es una cuestión crucial, pues si la
Biblia no está completamente libre de error, entonces tiene que contener por lo menos un
error. Ahora bien, si todos pudiéramos llegar a un acuerdo acerca dónde está ese error,
entonces es concebible que se pudiera tolerar el problema, pero si la literatura actual
sirviera de pauta, entonces existirían como veinte candidatos para ese solo error, y eso
significa que pudiera haber a lo menos veinte errores. Y si existieran unos veinte errores,
entonces la cuestión llega a ser: ¿Cómo puedo yo confiar en la Biblia después de todo? Así
que la inerrancia no es algo insignificante.
Comúnmente se ofrecen varias razones para concluir que la inerrancia no es una
doctrina esencial.
Aquellos que se oponen o que quieren restarle importancia a la inerrancia, declaran a
menudo: “Puesto que la Biblia no enseña la inerrancia claramente, tampoco podemos
nosotros hacerlo”. A lo menos esto coloca a los que insisten en la importancia de la
inerrancia en la posición de insistir en más de lo que insiste la Biblia. A lo más, implica o
afirma que la inerrancia no es una doctrina bíblica.
Pero para que la declaración sea verdadera requiere (a) que podamos demostrar que la
Biblia claramente no enseña la inerrancia, y (b) que si no la enseña (en el sentido de
proveer textos de comprobación), no podemos afirmar la inerrancia sobre la base de un
estudio inductivo de la evidencia. Examinemos estas declaraciones:
¿Enseña la Biblia la inerrancia claramente? La respuesta dependerá de lo que queramos
decir por claramente”. Si por claramente uno se refiere a textos de comprobación, tales
como los que están presentes en la Biblia para la expiación por sustitución, por ejemplo
(Mateo 20:28), entonces es verdad que no hay esa clase de evidencia “clara” para la
inerrancia. Pero los evangélicos aceptan muchas doctrinas como claramente enseñadas en
las Escrituras para las cuales no hay textos de comprobación. La doctrina de la Trinidad
provee el mejor ejemplo de esto. Es justo decir que la Biblia no enseña claramente la
doctrina de la Trinidad, si por claramente uno quiere decir que hay textos de comprobación
para la doctrina. De hecho, no hay siquiera un texto de comprobación, si por texto de
comprobación queremos decir un versículo o un pasaje que “claramente” declare que
solamente hay un Dios el cual existe en tres personas.
¿Cómo entonces llegamos a la doctrina clara de la Trinidad? Simplemente por aceptar
dos líneas de evidencia en la Biblia: (a) declaraciones claras que enseñan que solamente
hay un Dios; y (b) declaraciones igualmente claras de que hay Alguien llamado Jesús y
Alguien nombrado el Espíritu Santo quienes, además de Dios el Padre, alegaron ser Dios.
Semejante evidencia permite una de dos conclusiones: o Jesús y el Espíritu Santo no son
divinos, o Dios existe como una Triunidad. Los cristianos ortodoxos nunca se han alejado
apenados de la segunda conclusión, aunque la evidencia es de diferente nivel de claridad
que aquella que proveen los textos de comprobación.
Para dar otro ejemplo, muchos niegan que Jesús es Dios, porque, dicen ellos, no hay
evidencia “clara” de que El alguna vez afirmara ser divino. Robert S. Alley, en ese entonces
de la Universidad de Richmond, levantó un furor entre los Bautistas del Sur cuando afirmó
que Jesús “nunca en realidad dijo ser Dios ni estar relacionado con El” (“Some Theologians
Question Factual Truth of Gospels”, The Richmond News Leader, 17 de julio de 1978, p.
1). Aun cuando tenía la misma evidencia de la Biblia que aquellos que concluyen que Jesús
sí declaró ser Dios, él llegó a una conclusión completamente diferente. Semejante herejía
indigna a los creyentes ortodoxos, y con razón.
Aunque yo no he tratado todavía de la evidencia para la clara enseñanza de la Biblia
sobre su propia inerrancia, vamos a admitir por el momento que sí la enseña claramente,
aunque no necesariamente por medio de textos de comprobación. Si es así, ¿están los
errantistas pidiendo de la Biblia una norma más alta de claridad para comprobar la
inerrancia, que la que ellos requieren para comprobar la deidad de Cristo o la Trinidad? En
otras palabras, ¿no tienen ellos un criterio para comprobar claramente la doctrina de la
Trinidad y otro para la inerrancia?
Las ilustraciones anteriores comprueban el error de deducir que si algo no está
comprobado por medio de textos de comprobación en la Biblia, no podemos enseñar
claramente los resultados de un estudio inductivo o llegar a conclusiones lógicas obtenidas
de la evidencia que sí está allí. Si fuese así, yo nunca pudiera enseñar las doctrinas de la
Trinidad, la deidad de Cristo o la deidad del Espíritu Santo, o aun las formas de gobierno de
la iglesia.
A menudo he oído a personas decir: “Yo solamente llego hasta el punto donde llegue la
Biblia”. Esto puede ser una buena norma, porque nosotros nunca le queremos agregar a lo
que enseña la Biblia. Pero tampoco queremos omitir algo que enseña, ya sea por medio de
textos de comprobación, deducción, inducción, implicación, lógica, o principios. La
alegación de que no se quiere ir más allá de lo que la Biblia enseña puede ser meramente
una excusa para no enfrentar las implicaciones de lo que sí enseña. Y temo que para
algunos esto ha sido su excusa por no querer enfrentar lo que la Biblia dice acerca de la
propia inerrancia.
La segunda excusa para diluir la importancia de la inerrancia es que, puesto que no
poseemos ninguno de los manuscritos originales de la Biblia, y puesto que la inerrancia está
relacionada solamente con los originales, la doctrina de la inerrancia solamente es teórica y,
por lo tanto, no es esencial. Nosotros no poseemos ninguno de los manuscritos originales
de la Biblia, y la doctrina de la inerrancia, como la de la inspiración, se le atribuye
solamente a los manuscritos originales, y no a ninguna de las copias. Las dos premisas
anteriores están correctas, pero esas premisas particulares no comprueban en ninguna
manera que la inerrancia sea una doctrina no esencial.
Obviamente, la inerrancia se puede afirmar solamente con relación a los manuscritos
originales, porque sólo ellos vinieron directamente de Dios bajo la inspiración. La primera
copia de una carta de Pablo, por ejemplo, fue en realidad solamente una copia, y no la
original que Pablo mismo escribió o dictó. Tanto la inspiración como la inerrancia se
atribuyen solamente a los originales. Pero ¿reclamaría un errantista que la inspiración es
una doctrina no esencial basándose en que no tiene los originales y que no le atribuye la
inspiración a las copias? Yo creo que no. Entonces, ¿por qué lo dice de la inerrancia?
Otro argumento es que la inerrancia es una doctrina reciente que no le preocupaba a la
iglesia anteriormente; por lo tanto, tampoco tenemos que preocuparnos de ella hoy en día.
El argumento de la historia de la iglesia parece asomar su cabeza casi cada vez que se
discute cualquier doctrina. Si la doctrina se enseñó en tiempos antiguos, esto supuestamente
la hace más aceptable. Si, por otro lado, no ha sido enseñada hasta los años más recientes,
entonces se cuestiona.
Por supuesto, el argumento mismo no es válido. La veracidad o no veracidad de
cualquier doctrina no depende de si fue enseñada en la historia de la iglesia o no. Su
veracidad depende solamente de si la Biblia la enseña o no. Ahora bien, admitimos que una
enseñanza que nunca se ha oído pudiera levantar sospecha; pero, la Biblia, no la historia de
la iglesia, es la norma por la cual todas las enseñanzas se tienen que medir.
Aun así, la excusa de la historia persiste con la doctrina de la inerrancia. Es reciente,
dicen ellos; por lo tanto, el debate debe cesar.
Algunos dicen que la inerrancia se originó con B.B. Warfield, en Princeton, hacia fines
del siglo diecinueve. Otros alegan que Turretin, un teólogo luterano, la inició justamente
después de la Reforma.
En realidad, ninguno de los dos hombres la inició. Nosotros creemos que Cristo enseñó
la inerrancia, y lo mismo hizo el apóstol Pablo. Además, Agustín, Tomás de Aquino, los
reformadores, y otros grandes hombres la sostuvieron a través de la historia de la iglesia.
Admitimos que tal evidencia de la historia no valida la doctrina (las enseñanzas de Cristo y
de Pablo sí lo hacen, y examinaremos esto más adelante), pero sí invalida la alegación de
que la inerrancia es un invento reciente.
Por ejemplo, Agustín (354–430) claramente declaró que “las consecuencias más
desastrosas tienen que seguir a nuestro creer que cualquier cosa falsa se encuentre en los
libros sagrados. Esto es decir que los hombres por medio de los cuales la Escritura nos ha
sido dada y a quienes se les encomendó escribirlas; pusieron en estos libros alguna cosa
falsa. Si usted una vez admite que haya en tan alto santuario de autoridad una declaración
falsa, no quedará ni una sola sentencia en esos libros, que, si pareciera a cualquiera difícil
de practicar o creer, no fuera, por la misma regla fatal, refutada como una declaración en la
cual el autor, intencionalmente, declaró lo que no era verdad” (Epistula, p. 28). Aquí, en
términos antiguos, está la teoría del dominó.
Además, Tomás de Aquino (1224–1274) dijo claramente que “nada falso puede estar
detrás del sentido literal de la Escritura” (Summa Teologica, I, 1, 10, ad 3). También,
Lutero declaró: “Las Escrituras nunca se han equivocado” (Works of Luther, XV: 1481).
Juan Wesley, el fundador del metodismo, escribió: “No, si hay algunos errores en la Biblia,
muy bien pudiera haber mil. Si hay una falsedad en ese Libro, no provino del Dios de la
verdad” (Journal VI, 117).
¿Cómo puede cualquiera decir, entonces, que la inerrancia es un invento reciente? Pero
aun si lo fuese, todavía pudiera ser una doctrina verdadera. Solamente la Biblia, no la
historia, nos lo puede decir.
II. EL SIGNIFICADO DE LA INERRANCIA
Definiciones para la inerrancia no abundan. Los errantistas consideran que “inerrancia”
equivale a infalibilidad y, entonces, limitan su alcance a asuntos de fe y práctica o
revelacionales o al mensaje de la salvación. Un ejemplo de esto: “La Biblia es infalible,
como yo defino el término, pero no „inerrante‟. Es decir, hay errores históricos y científicos
en la Biblia, pero no he encontrado ninguno en asuntos de fe y práctica” (Stephen T. Davis,
The Debate About the Bible [Philadelphia: Westminster Press, 1971]. A lo menos, esta es
una distinción sincera entre la infalibilidad y la inerrancia.
El Pacto de Lausana declaró a la Biblia “inerrante en todo lo que afirma”. Sin duda, la
frase es flexible; puesto que permite errores en áreas como la creación, donde, de acuerdo a
algunos intérpretes, la Biblia no está afirmando hechos históricos. Tanto los “inerrantistas”
como los “errantistas” pudieran subscribir esa declaración.
El Concilio Internacional sobre la Inerrancia Bíblica, en su declaración de Chicago,
afirmó la inerrancia en una breve declaración que establece que “la Escritura es sin error o
defecto en toda su enseñanza…” Entonces siguieron diecinueve artículos para describir y
explicar la inerrancia.
Esta breve declaración sería insatisfactoria para los errantistas. Si hubiera alguna duda
acerca de eso, ciertamente la elaboración de diecinueve artículos impediría que los
errantistas estuviesen de acuerdo con ella.
El diccionario define “inerrancia” como carecer de error. La mayoría de las definiciones
comparten esta descripción negativa. La pregunta que surge de esta definición es: ¿Qué
cosa es el error? ¿Puede la Biblia usar aproximaciones y aun así estar sin error? ¿Puede un
escritor del Nuevo Testamento citar libremente del Antiguo y afirmar que la cita resultante
carece de error? ¿Puede un escritor bíblico usar el lenguaje de la apariencia sin comunicar
el error? ¿Pueden existir narraciones diferentes del mismo evento, sin incluir error?
Es cierto que la información de la Escritura a menudo incluye aproximaciones, citas
libres, el lenguaje de las apariencias, y narraciones diferentes del mismo suceso. ¿Puede
esta información respaldar una definición de la inerrancia tal como “carecer de error”?
Obviamente, la información y la definición tienen que armonizar si esa es la definición
correcta de lo que la Biblia enseña en cuanto a su propia inerrancia.
Posiblemente la tensión desapareciera si definiéramos la inerrancia positivamente: La
inerrancia de la Biblia simplemente significa que la Biblia dice la verdad. La verdad puede
incluir e incluye aproximaciones, citas libres, el lenguaje de las apariencias, y narraciones
diferentes del mismo evento, mientras que éstos no se contradigan. Por ejemplo, si usted
me informara que una amigo nuestro tuvo ingresos de cien mil dólares el año pasado, yo
bien pudiera decir (especialmente si nunca había pensado que él fuera un hombre rico):
“¿Me estás diciendo la verdad?” Cuando usted respondiera: “Sí”, esa sería una respuesta
inerrante, aunque sus ingresos que él declaró a los oficiales de impuestos fuera $100.537.
Esa aproximación diría la verdad. O si yo le dijese: “La salida del sol sobre el Gran Cañón
es una de las vistas más espectaculares que jamás yo haya visto”. Y si usted respondiera:
“¡De veras! ¿Es verdad eso?” A lo cual yo diría: “Sí, eso es verdad”. Mi afirmación con el
uso propio del lenguaje de las apariencias diría la verdad, aunque el sol no sale literalmente
sobre el Gran Cañón.
¿Dice la Biblia que no mientas? Sí, dice que no mientas. ¿Es esta una declaración
verdadera? Por supuesto, aunque también es verdad (aunque no más verdadero) decir que la
Biblia dice: “No mintáis los unos a los otros”. Pero la cita libre es verdadera.
O también, mi esposa me contó que cuando ella vio el cambio de la guardia en el
Palacio de Buckingham, un soldado se desmayó y cayó al suelo. Pero el periódico reportó
que ese mismo día tres hombres se habían desmayado. Eso fue un informe verdadero. Si mi
esposa hubiese dicho que solamente un hombre se había desmayado, entonces su reporte
hubiera sido incorrecto. En realidad tres se desmayaron, pero ella enfocó su atención
solamente sobre el que estaba más cercano a donde ella estaba parada. Ella aun pudiera
haber notado que los otros se desmayaron, pero simplemente no lo reportó. Sin embargo, su
declaración fue verdadera.
Si 1 Corintios 10:8 dice que murieron 23.000 en un día, y Números 25:9 informa que
fueron 24.000 pero sin agregar la restricción “en un día”, entendemos que los dos están
diciendo la verdad (y probablemente ambas cifras son aproximaciones de la cantidad que
murió ese día en particular y el número de muertes adicionales después).
Si un escritor del Nuevo Testamento hace una cita libre del Antiguo Testamento, puesto
que él estaba escribiendo bajo la inspiración del Espíritu, esa cita libre se convierte en parte
del texto inspirado e “inerrante”. El Espíritu Santo, el autor tanto del Antiguo Testamento
como del Nuevo, sin duda tiene el derecho de citarse a Sí mismo como El desee y usar citas
con significados que nosotros como intérpretes no inspirados posiblemente nunca
hubiéramos visto.
El uso del lenguaje de las apariencias es una forma común de comunicar, a veces más
vívidamente que en el lenguaje científico.
Si Marcos y Lucas solamente hablan de un hombre ciego al cual se le da la vista en
Jericó, mientras Mateo dice que fueron dos, ambas declaraciones son verdaderas mientras
que Marcos y Lucas no digan que fue sólo un hombre.
La mayoría de los debates sobre la verdad y el error se desvían cuando se convierten en
filosóficos y no realistas. La mayoría de las personas comprenden clara y fácilmente que las
aproximaciones, etcétera, dicen la verdad. La Biblia es “inerrante” en el sentido de que ella
dice la verdad, y lo hace sin error en todas sus partes y con todas sus palabras.
Si no fuese así, entonces ¿cómo pudiera el Señor afirmar que el hombre vive de toda
palabra que procede de la boca de Dios (Mateo 4:4)?, especialmente si toda la Escritura es
espirada por Dios (2 Timoteo 3:16).
III. LA ENCARNACION Y LA INERRANCIA
La lógica de algunos todavía insiste en que cualquier cosa que incluya a la humanidad tiene
que dejar lugar para la posibilidad del pecado. Así que, mientras la Biblia sea un libro a la
vez divino y humano, la posibilidad y la realidad de los errores existen.
Examinemos esa premisa. ¿Es siempre inevitable que el pecado esté presente
dondequiera que esté la humanidad?
Si usted se sintió tentado a responder de modo afirmativo, probablemente llegó
enseguida a su mente una excepción. El título de esta sección le dio la pista. La excepción
es nuestro Señor Jesucristo. El fue el Dios-Hombre, y aun así Su humanidad no participó
del pecado. Así que El sirve como un ejemplo claro de una excepción a la lógica enfatizada
por los que creen en la errancia.
La doctrina genuina del Dios-Hombre declara que El poseía la completa y perfecta
naturaleza divina y la perfecta naturaleza humana, y que éstas se unieron en una persona
para siempre. Su deidad no fue disminuida en ningún detalle; Su humanidad no era en
alguna forma pecaminosa o irreal, aunque sin pecado; y en Su singular persona Sus
naturalezas estaban sin mezcla, cambio, división o separación.
De igual manera, la Biblia es un Libro divino-humano. Aunque se originó con Dios, fue
realmente escrito por el hombre. Es la Palabra de Dios, comunicada por el Espíritu Santo.
Hombres pecaminosos escribieron esa Palabra, pero lo hicieron sin error. Igual que en la
encarnación, Cristo tomó la humanidad, pero no fue manchado en ninguna manera con el
pecado; así la producción de la Biblia no fue manchada con error alguno.
Permítaseme llevar la analogía un poco más lejos. En la humanidad de Jesucristo había
algunas características que no eran opcionales. El tenía que ser judío. El no pudo haber sido
un gentil. El tenía que ser un hombre, no una mujer. El tenía que ser libre de pecado, no
pecaminoso. Pero sí había algunas características de su humanidad impecable que se
pudieran clasificar opcionales. Jesús pudiera haber poseído la humanidad perfecta dentro de
una variación de algunas pulgadas en su estatura al llegar a la madurez. Un enano o un
gigante hubiera sido imperfecto. El pudiera haber variado un poco en cuanto a su peso al
llegar a la madurez y todavía ser perfecto. Por cierto, la cantidad de pelos en su cuero
cabelludo dentro de límites pudiera haber sido una opción no pecaminosa. Sin embargo, fue
la humanidad que El exhibió la que fue, de hecho, humanidad perfecta.
Los escritores de la Biblia no fueron pasivos. Ellos escribieron al ser guiados por el
Espíritu, y en esas escrituras había algunas cosas que no se pudieran haber dicho en
ninguna otra manera. Pablo insistió en la forma singular en vez de plural de Gálatas 3:16.
Pero, se puede entender que había algunas otras opciones no pecaminosas como en la
declaración emocional de Pablo en Romanos 9:1–3. Aun así, la Biblia que tenemos es, de
hecho, el documento perfecto del mensaje de Dios a nosotros.
A todos nos cuesta entender la relación entre lo divino y los autores humanos de las
Escrituras. Lo divino no se puede enfatizar hasta llegar a destruir en todo sentido práctico lo
humano; y a lo humano no se le puede permitir ser tan humano como para permitir errores
en el texto.
Algo similar ocurrió en cuanto a la persona de Cristo en los primeros siglos de la
historia de la iglesia. El docetismo, una herejía del primer siglo, enseñó que Cristo no se
hizo carne realmente, sino que solamente apareció como un hombre; robándole de esta
manera Su humanidad genuina. El docetismo era, por supuesto, un error cristológico, pero
usted puede ver la analogía con la cuestión de la doble paternidad literaria de la Biblia.
Aquellos que creen que la Biblia contiene errores, dicen que la inerrancia sobreenfatiza la
paternidad literaria divina, descuidando así su “humanidad”. Así, la supervisión de la Biblia
por Dios hasta el punto de producir una Biblia sin error, se le clasifica como un punto de
vista docético en cuanto la inspiración. Karl Barth hizo esta misma acusación y, más
recientemente, también el teólogo holandés Berkhouwer y el profesor Paul Jewett, de la
Universidad de Fuller.
Pero si fuese verdad (lo cual no lo es) que aquellos que creen en la inerrancia total de la
Biblia se están adhiriendo a una herejía parecida al docetismo, entonces sería igualmente
cierto que aquellos que creen en cualquier clase de errancia respaldan una doctrina análoga
al ebionismo.
En el segundo siglo los ebionitas negaron la deidad de Cristo por negar Su nacimiento
virginal y Su preexistencia. Ellos consideraban a Jesús como el hijo natural de José y María
que fue elegido Hijo de Dios en Su bautismo, pero no como el eterno Hijo de Dios.
Pensaban que Jesús fue un gran profeta y más alto que los arcángeles, pero no divino.
Ahora bien, si la inerrancia es supuestamente una herejía como la docética, entonces la
errancia, aunque limitada, es obviamente una herejía parecida al ebionismo; puesto que la
humanidad de la Biblia tiene que permitir errores en la Biblia. De acuerdo al punto de vista
errantista, por el hecho de que hombres genuinos tuvieron participación, no se puede
garantizar que sus escritos estén libres de error, aunque el Espíritu Santo los dirigió y los
inspiró. Eso es un error parecido al ebionismo.
Hay una doctrina ortodoxa de la persona de Cristo y hay una doctrina ortodoxa de la
Biblia. Ambas incluyen a Dios y al hombre, y ambas resultan en un producto impecable.1
1 Charles Caldwell Ryrie, Teolog sica (Miami: Editorial Unilit, 2003), 87–96.