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4 Jorge Ibarra no. 1: 4-14, enero-marzo de 1995. Jor Jor Jor Jor Jorge Ibarra ge Ibarra ge Ibarra ge Ibarra ge Ibarra Historiografa y R Historiografa y R Historiografa y R Historiografa y R Historiografa y Revolucin evolucin evolucin evolucin evolucin Historiador. Unin de Escritores y Artistas de Cuba. L a historiografa revolucionaria cubana tiene orgenes y manifestaciones diversas. De remitimos a la primera mitad del siglo en busca de sus fuentes tendramos que invocar una diversidad de obras que no tuvieron una proyeccin revolucionaria. Ahora bien, a los efectos de analizar la relacin entre historiografa y proceso revolucionario es preciso tener en cuenta, ante todo, las obras que marcaron un hito con relacin a la historiografa de orientacin positivista o hegeliana. De hecho el carÆcter precursor e innovador del movimiento historiogrÆfico revolucionario estarÆ signado desde su origen por la obra de Manuel Moreno Fraginals, Julio Le Riverend, Juan PØrez de la Riva y Raœl Cepero Bonilla. Los tres primeros iniciaron su formacin como historiadores en centros de altos estudios; el œltimo fue un autodidacto que revolucion los estudios histricos. La influencia de la nueva historia de Febvre y Bloch en el Colegio de MØxico, donde se formaron Moreno y Le Riverend, y en la Universidad de Grenoble, donde curs estudios PØrez de la Riva, definira en mÆs de un sentido la vocacin de estos maestros de la historiografa cubana. La ruptura mÆs radical con el positivismo y el idealismo historiogrÆfico de la primera mitad del siglo se produjo, sin duda, con la obra de Raœl Cepero Bonilla Azœcar y abolicin (1944). El cambio de perspectiva tuvo como fundamento: 1) la asuncin del marxismo como mØtodo de valoracin y ordenacin del material histrico; y 2) la investigacin de fuentes ignoradas por la historiografa tradicional, interesada slo en justificar el papel de las clases hegemnicas en la sociedad colonial. La crtica de Cepero cal hasta lo mÆs hondo en las motivaciones clasistas de los llamados «fundadores de la nacionalidad»: Arango, Saco, Del Monte, Alfonso y Montoro; o sea, revel los propsitos hegemnico s de los idelogo s de la clase plantacionista criolla. De ese modo, subvirti las bases del positivismo y de las historias de las ideas de corte hegeliano y cuestion seriamente el eclecticismo propio del pensamiento criollo, desde principios del XIX, cuidadoso siempre en conciliar tesis radicalmente opuestas. Sin embargo, Cepero no pudo sustraerse a la tentacin de hacer extensivos sus juicios sobre los idelogos de la plantacin occidental a los representantes de las haciendas ganaderas de las regiones

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  • 4Jorge Ibarra no. 1: 4-14, enero-marzo de 1995.

    JorJorJorJorJorge Ibarrage Ibarrage Ibarrage Ibarrage Ibarra

    Historiografa y RHistoriografa y RHistoriografa y RHistoriografa y RHistoriografa y Revolucinevolucinevolucinevolucinevolucin

    Historiador. Unin de Escritores y Artistas de Cuba.

    La historiografa revolucionaria cubana tiene orgenesy manifestaciones diversas. De remitimos a laprimera mitad del siglo en busca de sus fuentestendramos que invocar una diversidad de obras queno tuvieron una proyeccin revolucionaria. Ahorabien, a los efectos de analizar la relacin entrehistoriografa y proceso revolucionario es precisotener en cuenta, ante todo, las obras que marcaron unhito con relacin a la historiografa de orientacinpositivista o hegeliana. De hecho el carcter precursore innovador del movimiento historiogrficorevolucionario estar signado desde su origen por laobra de Manuel Moreno Fraginals, Julio Le Riverend,Juan Prez de la Riva y Ral Cepero Bonilla. Los tresprimeros iniciaron su formacin como historiadoresen centros de altos estudios; el ltimo fue unautodidacto que revolucion los estudios histricos.La influencia de la nueva historia de Febvre y Blochen el Colegio de Mxico, donde se formaron Morenoy Le Riverend, y en la Universidad de Grenoble,donde curs estudios Prez de la Riva, definira enms de un sentido la vocacin de estos maestros dela historiografa cubana.

    La ruptura ms radical con el positivismo y elidealismo historiogrfico de la primera mitad del siglose produjo, sin duda, con la obra de Ral Cepero BonillaAzcar y abolicin (1944). El cambio de perspectiva tuvocomo fundamento: 1) la asuncin del marxismo comomtodo de valoracin y ordenacin del materialhistrico; y 2) la investigacin de fuentes ignoradas porla historiografa tradicional, interesada slo en justificarel papel de las clases hegemnicas en la sociedadcolonial. La crtica de Cepero cal hasta lo ms hondoen las motivaciones clasistas de los llamadosfundadores de la nacionalidad: Arango, Saco, DelMonte, Alfonso y Montoro; o sea, revel los propsitoshegemnico s de los idelogo s de la clase plantacionistacriolla. De ese modo, subvirti las bases del positivismoy de las historias de las ideas de corte hegeliano ycuestion seriamente el eclecticismo propio delpensamiento criollo, desde principios del XIX,cuidadoso siempre en conciliar tesis radicalmenteopuestas. Sin embargo, Cepero no pudo sustraerse a latentacin de hacer extensivos sus juicios sobre losidelogos de la plantacin occidental a losrepresentantes de las haciendas ganaderas de las regiones

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    centro orientales de la Isla. De ah que no pudierapercatarse, en toda su hondura, de las dimensiones dela ruptura histrica de 1868, de la diferencia de gradosustancial entre Cspedes y Saco, Aguilera y Del Monte.

    La primera gran sntesis, de acuerdo con las nuevasorientaciones, sera elaborada por Julio Le Riverendpara la Historia de la nacin cubana. Aos ms tardeescribira un ejemplar estudio regional sobre la antiguaprovincia de La Habana. En la sntesis de Historiaeconmica prevalecera el propsito de reconstruir en susgrandes lneas generales la evolucin econmica delpas. Es por eso que el acento estar puesto en el trazadode conjunto, en la trayectoria del proceso, antes que enla exgesis de los puntos de inflexin. No faltan, sinembargo, interpretaciones de las causas que originanvirajes decisivos en el devenir histrico. En los ltimoscaptulos, referidos a la Repblica, a diferencia de losotros, en los cuales el autor realiz una investigacinacuciosa de fuentes primarias, se resumen los resultadosde otros estudios del perodo. No obstante, aqu seformulan las hiptesis centrales referidas a la crisisestructural del sistema neocolonial. En su biografa dela provincia de La Habana prevalece un enfoque integral,en el cual los aspectos sociales del proceso histricoconstituyen el tejido en el cual se insertan hechospolticos, econmicos y culturales. Un ejemplo de lavirtualidad del mtodo empleado por el autor loconstituye el hecho de que en ningn momento pretendaaplicar un esquema filosfico previo a la realidadhistrica y, al mismo tiempo, se gue por una serie dereglas enjundiosas en la explicacin del proceso histrico.

    El ingenio, de Manuel Moreno Fraginals, significun corte en la historiografa cubana. Desde principiosdel siglo XVIII la plantacin azucarera constituy elncleo en torno al cual se estructurara la sociedadesclavista cubana. Moreno comprendi que en lamedida en que la vinculacin de la economa insularal mercado mundial dependa de la produccinazucarera, las otras ramas de la economa tendan asubordinarse, de un modo u otro, a su expansin ydesarrollo. De hecho, el sentido de los cambioshistricos que tienen lugar en la sociedad colonialdesde la aparicin de la plantacin azucarera seencuentran determinj9os, en ltima instancia, por surelacin con el mercado mundial. Desde luego, sin laplantacin no se puede explicar la sociedad colonialcubana, pero aqulla no ser capaz de revelar ladinmica propia de determinados sectores de larealidad sociocultural y econmica. La elaboracin deseries estadsticas de produccin, exportacin y preciosdel azcar; el anlisis riguroso de la demografaesclavista; la periodizacin de las distintas etapas de laproduccin azucarera; la definicin de la manufacturaesclavista y de sus lmites objetivos; el papel de las

    instituciones esclavistas en la preservacin del sistema,constituyen algunos de los resultados ms importantesde este estudio que ha devenido un clsico de lahistoriografa cubana. No sin exageracin ha podidoaseverar Mario Sabattini que esta obra es El capitalde los estudios histricos y sociales del Caribe. Ciertosjuicios de Moreno, en los cuales coincidira con LeRiverend, sobre la crisis del sistema esclavista deplantaciones han sido cuestionados por otrosestudiosos de la esclavitud cubana como RebeccaScott y Laird Bergard. Por otra parte, las conclusionesa las que han llegado de manera independiente OscarZanetti y Alejandro Carda sobre el papel del ferrocarrilen el incremento de la rentabilidad de la plantacinesclavista, y el estudio monogrfico del autor de estaslneas sobre el movimiento hipotecario en la reginde La Habana, tienden a confirmar el hecho de queen las dcadas de 1860 y 1870 los plantadoresesclavistas se libraron en gran medida de las deudasque los ataban al capital comercial. Desde luego, larigurosa valoracin de Moreno sobre los lmitesobjetivos de orden tecnolgico y agrcola que frenabanel desarrollo de la industria azucarera y los ingresosde los plantadores ms all de ciertos lmites, siguenen pie. Lo que se le pudiera criticar a Moreno,entonces, sera que esas restricciones no habandesembocado en la segunda mitad del siglo XIX enuna crisis general del sistema esclavista de plantacionesde Occidente. En todo caso, la crisis no tendra lugaren las regiones de esclavitud plantacionista, sino en lasregiones en las que predominaba la hacienda seorialde ganado y la esclavitud patriarcal.

    Fue Juan Prez de la Riva quien imparti lasprincipales lecciones de mtodo a las nuevasgeneraciones de historiadores. Historiador, gegrafo ydemgrafo, Prez de la Riva cubri vados del procesohistrico ante los cuales se haban detenido otrosestudiosos. Su proyecto para una Historia de la gente sinhistoria, su brillante hiptesis sobre las dos Cubas (laCuba A y la Cuba B), su estudio monogrfico sobrelas migraciones del Caribe hacia la Isla y, por ltimo, suinvestigacin inconclusa de largo aliento sobre laconquista del espacio insular, revelaron la sutileza, rigory amplitud de la concepcin que animaba a susbsquedas en nuestro pasado. En el primero de estosproyectos cont con la colaboracin de uno de losmaestros de los estudios etnolgicos e histricoscubanos, Pedro Deschamps Chapeaux. Lareconstitucin, realizada por Deschamps, de latrayectoria vital y de las condiciones de vida dedestacadas personalidades de la comunidad de negrosy mulatos libres de la sociedad colonial, contribuy asentar las bases de la sntesis de la historia social queproyectaban llevar a cabo.

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    La significacin que tuvieron para la culturaplantacionista las volantas, el sistema de alumbrado degas, los ltimos avances de la moda europea, as comootros bienes de la civilizacin material, fue otra va porla cual Prez de la Riva accedi con frecuencia a lacomprensin del pasado. La valoracin con textualexacta de los precios y salarios, de las medidas y laspesas, en virtud de la crtica interna de la documentacin,le permita dibujar con precisin tendencias y hechosocultos por lo general al historiador presentista. Lareconstitucin del paisaje geogrfico y humano, elestudio de las regiones como espacios o totalidadesdemogrficas, econmicas, sociales, culturales y tnicas,le abri las perspectivas a una nueva dimensin de lahistoria nacional. La pasin obsesiva con la cual sepropuso reelaborar las estadsticas de la trata esclavista,le impidi formular con exactitud ciertos clculosdemogrficos, que algn da han de ser esclarecidospor los continuadores de su obra. La ltima leccinque leg a sus colegas y discpulos fue su amor por lahistoria, sentimiento sin el cual es imposible todoesfuerzo investigativo.

    Muchas de las cuestiones no resueltas que habrande enfrentar estos maestros de la historiografa cubanaen su propsito de construir una historia marxista habansido valoradas por Carlos Rafael Rodrguez en suensayo El marxismo y la historia de Cuba (1943). Lasvicisitudes y obstculos que deban sortear algunos delos historiadores marxistas ms representativos en suintento de aplicar estas apreciaciones al proceso histriconacional se ilustran a continuacin.

    Los ensayos marxistas de interpretacin de SergioAguirre, Seis actitudes de la burguesa cubana (1943), y deOscar Pino Santos, Historia de Cuba (1963), se basaronfundamentalmente en fuentes secundarias. Ante lascrticas de que fue objeto su ensayo, Aguirre confesno haber trabajado nunca en los archivos y bibliotecascon fuentes primarias, por considerar que era msimportante valerse del enfoque marxista de la historia.Su primer ensayo de interpretacin haba tenido comopunto de partida la aplicacin del mtodo marxista ala documentacin que haban seleccionado previamente,e incorporado a sus sntesis, historiadores como RamiroGuerra.

    En Seis actitudes... Aguirre elabor una primerasntesis histrica, en la cual se propuso definir lascorrientes polticas e ideolgicas que atravesaban el sigloXIX cubano y el momento en el que haca su aparicinla nacionalidad cubana. Este estudio, en la medida enque constituy el primer anlisis marxista del procesode formacin nacional, devino referencia obligada paralos estudiosos de la nacionalidad. Las principalesobjeciones que se le han formulado a la sntesis deAguirre han sido que: 1) intent definir el surgimiento

    de la nacionalidad tan slo a partir de ciertos rasgosque supuso se haban precisado en la actitud de losidelogos de los terratenientes con respecto a Espaaa principios del siglo XIX, sin tener en cuenta que estasposiciones no haban cristalizado en la clase que definacomo terrateniente o en la sociedad en su conjunto; 2)al estudiar las actitudes de los idelogos las defini eidentific como las actitudes de la burguesa cubana enel siglo XIX, cuando de hecho esta clase no tom cuerpoy forma hasta la dcada de 1880, con la abolicin de laesclavitud. Por otra parte, se le critica no haber tenidoen cuenta que las actitudes de los idelogos nocoincidan siempre con las de la clase que representaban,por lo que dicha interpretacin resultaba reduccionista.Se le objeta tambin a este esquema haber definidocomo actitudes de la burguesa las tendenciasreformistas o anexionistas que se correspondan en laprimera mitad del siglo con las de la clase esclavista, obien, con la posicin independentista propia de lapequea burguesa en la dcada de 1820. De hecho, lamayor parte de los estudios cubanos sobre la primeramitad del siglo XIX no definen a los plantadoresazucareros o cafetaleros ni a los seoriales hateros delganado como burgueses, sino como esclavistas ofeudales.

    Independientemente de las diferencias conceptualesque pueden haber tenido algunos historiadores conAguirre, debe reconocerse que Seis actitudes... fue elprimer ensayo marxista coherente que se opuso a laconcepcin apologtica de la historiografa burguesa ysirvi de base a las consideraciones fundamentales quese formularon sus sucesores durante largo tiempo. EnEco de caminos, Aguirre rectific algunos de sus criteriossobre la aparicin de la nacionalidad, al situarla a partirde 1868. Otros trabajos suyos sobre la clase obreracubana esclarecieron cuestiones que no haban sidotratadas con suficiente rigor por sus predecesores.

    La Historia de Cuba de Oscar Pino Santos fueelaborada a partir de un ciclo de conferencias queimparti durante su estada como diplomtico en laRepblica Popular China. A veinte aos de laformulacin de las primeras tesis de Aguirre, PinoSantos cont a su favor con la labor pionera de Ceperoy Le Riverend, la cual desbroz su camino para elaborarun nuevo esquema marxista de la historia de Cuba.Nuestro colega eludi el esquema de las actitudespolticas de la presunta clase burguesa para definir a laclase terrateniente como una clase esclavista. Por otraparte, sostuvo el criterio de que la contradiccinprincipal de la primera mitad del siglo XIX era lacontradiccin entre los terratenientes esclavistas y susesclavos, la cual sera desplazada a partir de la dcadade 1860 por la contradiccin entre los citadosterratenientes y la metrpoli espaola. Esta nueva

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    perspectiva hizo posible una ruptura abierta con elesquema positivista de Guerra.

    La fecundidad del mtodo marxista deinterpretacin de la historia cuando se aplica a fuentessoslayadas por la historiografa tradicional se patentizde nuevo con la investigacin que realiz Pino Santossobre la penetracin del capital financiero en la Isla, Elasalto a Cuba por la oligarqua financiera yanqui (1973). Dela misma manera que Cepero revolucion los estudioshistricos coloniales, en virtud de un cambio deperspectiva y de fuentes, Pino Santos introdujo cambiosdecisivos en los estudios de la historia republicana.

    El aporte de otros maestros de la historiografacubana de la talla de Jos Luciano Franco, Luis FelipeLe Roy, Fernando Portuondo y Hortensia Pichardoconsisti en la develacin y recapitulacin de hechos ypasajes de la historia poltica. El culto a laspersonalidades relevantes de la cultura y la polticanacional fue alentado por la obra de estos maestros.Franco destac tambin las luchas de los esclavos y losnegros y mulatos libres, mientras que Portuondodescribi aspectos relacionados con la ideologa polticay social del patriciado del 68 y del 95. Desde su ctedrauniversitaria, Hortensia Pichardo fue la maestra de unageneracin de investigadores. Otros estudiosos de lamisma generacin continuaron su labor creadora o bienllevaron a cabo sus primeras investigaciones en elperodo revolucionario. Entre ellos se destacaron VioletaSerrano, Juan Jimnez Pastrana, Ladislao GonzlezCarvajal, Ral Roa, Enrique de la Osa y Manuel Riverode la Calle.

    El clima de libertad creativa existente en lacomunidad de historiadores y cientficos sociales sufri,a partir de 1970, los embates de una poltica orientadaa implantar el modelo sovitico de relaciones en elcampo cultural y cientfico. Los efectos ms deprimentesde la nueva orientacin se hicieron sentir en unadiversidad de instancias.

    Desde muy temprano, se puso de manifiesto en laEscuela de Historia de la Universidad de La Habana laorientacin ideolgica que caracterizara al perodo1970-1985. Es altamente significativo que, por unarazn u otra, slo uno de los maestros de lahistoriografa antes mencionados haya impartido clasesen sus aulas. El espritu que la caracteriz durante ciertotiempo fue el de una escuela de cuadros o cuando msel de una escuela de idelogos, en la cual se impartauna visin monoltica de la historia. A pesar de la polticade puertas cerradas que se practic con relacin a loshistoriadores durante el perodo en cuestin, algunosprofesores noveles empezaron a interesarse en lainvestigacin del pasado y se dedicaron a trabajar ensilencio. Algunas de las obras fundamentales realizadasdurante esos aos fueron producto de su entrega a la

    investigacin, en una poca en la que el esquema excluatoda bsqueda. Con el apoyo de la maestra de laenseanza de la historia, Hortensia Pichardo,comenzaron a cambiar las orientaciones de la Escuelaa principios de la dcada de 1980.

    Un hecho revelador de la concepcin que rigi conrespecto a las ciencias histricas y sociales fue ladesaparicin de la Escuela de Sociologa. Se considerque la sociologa era una ciencia burguesa que deba serproscrita. Algunos pensaban que la sociologa slopoda subsistir como disciplina de encontrarsesubordinada, en calidad de sierva, a la llamada filosofamarxista-leninista elaborada en el perodo stalinista. Lasciencias histricas se encontraban sometidas por losmismos vnculos de dependencia que la sociologa a laMadre Filosofa. Se trataba de la vieja concepcin, segnla cual los estudios de la sociedad constituan tan sloderivaciones del saber metafsico. En los planes deestudios se reflejaba esa dependencia de los estudioshistricos a las orientaciones emanadas de los manualesde filosofa zdhanovianos-suslovianos.

    De acuerdo con ciertas directivas expresadas enartculos y circulares, se ved el tratamiento dedeterminados temas por los historiadores y cientficossociales.

    En oposicin directa a concepciones delcomandante Ernesto Guevara, se crearon centros deinvestigacin histrica que bien pronto se convirtieronen centros de becarios sin resultados cientficos y sinpublicaciones. En El Socialismo y el hombre en Cuba, Cheplanteaba con claridad meridiana: No debemos crearasalariados dciles al pensamiento oficial, ni becariosque vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo unalibertad entre comillas. Ya vendrn los revolucionariosque entonen el canto del hombre nuevo con la autnticavoz del pueblo.

    Al cabo de 10, 15, 20, 30... aos de formar partede la plantilla de centros de investigacin histrica,ostentando categoras de investigadores titulares yauxiliares, hubo decenas de historiadores que nopublicaron un libro ni media docena de artculos duranteel perodo referido.

    En la dcada de los 60, el profesor universitarioSergio Benvenuto public un artculo en Cuba Socialistadonde expresaba el criterio de que los investigadoresnoveles de los entonces recin creados centros deinvestigacin histrica deban disponer de un plazomximo de cinco aos para publicar sus primeras obras.

    Durante el perodo 1970-1985 se elaboraron listasde autores que no podan publicar. Se hicieron pulpalibros que se encontraban en la ltima fase de elaboracineditorial. Hoy, estos libros, dado su contenido marxista,seran quemados, de ser presentados en una exposicin

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    en Flagler Street, por los grupos polticos cavernariosde Miami.

    Se dio el caso de que se enviara, en lugar de loshistoriadores que haban sido invitados a conferenciasen el exterior, a funcionarios designados ad hoc paraleer las ponencias de stos. Se neg el derecho a quedestacados profesores e historiadores participaran eneventos en pases capitalistas. Este era un privilegio decrculos muy reducidos. Tambin se les impidi adestacados historiadores el que hicieran sus candidaturaspara el doctorado en ciencias histricas. Sin embargo,ste se le otorg a su vez a personas que no tenan unaobra historiogrfica. Se dir que estas medidas represivasno alcanzaban a ms de una decena de estudiosos, perotuvieron un efecto intimidatorio sobre la comunidadde historiadores e indujeron a la formacin de unpensamiento uniforme.

    A pesar de haberse creado una Unin deHistoriadores, dejaron de celebrarse los congresos quese efectuaban anualmente bajo la direccin de EmilioRoig de Leuchsenring. Esta asociacin no tuvo siquieraun local, y durante quince aos de existencia slo efectuun esculido congreso en La Habana. Durante estosaos, no se cre una revista especializada en historia.

    Se cre la categora de vaca sagrada, autoridadinapelable del conocimiento histrico. No se publicaronartculos en las distintas revistas culturales en los cualesse expresaran discrepancias con los maestrosconsagrados. Los directores de algunas de estaspublicaciones preferan conservar sus cargos y evitaramonestaciones de sus superiores por el hecho deofender a un historiador oficial.

    Paralelamente, desapareci, en gran medida, la crticahistoriogrfica que se vena ejerciendo durante la dcadade 1960. Mientras Juan Marinello exhortaba, a fines dela dcada del 70, al ejercicio de la crtica artstica yliteraria, en el campo historiogrfico no se alz ningunavoz abogando porque se estimulara la crtica y ladiscusin. Desde luego, dadas las relaciones cautelaresvigentes, de haberse propiciado el intercambio de ideascrticas, ste hubiera tenido el carcter de una censuraunvoca a toda produccin historiogrfica que no seencontrara subordinada directamente a las exigenciasde la coyuntura poltica.

    Lo ms caracterstico de las relaciones tutelaresimpuestas al campo historiogrfico fue el propsitode desnacionalizar progresivamente la historia de Cuba.En este orden de cosas, el intento de suplantar laasignatura Historia de Cuba por la de Historia delMovimiento Obrero en el nivel preuniversitarioconstituy un peldao dentro de un plan ms amplio.En la mayor parte de las carreras universitarias seintrodujo la asignatura Historia del MovimientoObrero, como ltima etapa de los estudios de historia

    de Cuba que se impartan desde el nivel primario. Dehecho, en los textos sobre la clase obrera no se enseabapropiamente la historia de los obreros, sino la de algunasorganizaciones proletarias y sus luchas. De ese modo,la historia de la clase era sustituida, a su vez, por lahistoria de los activistas obreros.

    Las condiciones ya descritas contribuyeron alaislamiento de los estudiosos con respecto a lahistoriografa marxista contempornea y a los ltimosavances de los mtodos de investigacin histrica. Laobra del eminente historiador polaco Witold Kula eraconocida por unos pocos en Cuba. Se ignorabantambin las investigaciones del historiador marxista rusoBoris Porshenev. De Pierre Vilar, Eric Hobsbawn y E.P.Thompson apenas se conocan uno o dos textos. Losaportes y las discusiones que suscitaron la cliometraestadounidense y el estructuralismo francs fueron deldominio de un crculo muy reducido.

    Hoy da comienza a tomarse conciencia de quela historia no es una sierva de la poltica, sino su maestrams ilustre. La historia no ha pretendido nunca aportarsoluciones a los hombres del presente, sino tan sloponerlo s en condiciones de pensar sus problemasactuales revelndoles la dialctica de los cambios en eltiempo. Esa era la concepcin de Engels, segn la cual,la concepcin marxista de la historia, no poda servirde excusa para no investigar la historia. Refirindose alos repetidores de enunciados marxistas que sedesentendan de la realidad histrica, Engels deca,invocando las palabras del propio Marx: todo lo ques es que no soy marxista. Tanto para Marx comopara Engels la va principal para fundamentar ydesarrollar cientficamente el marxismo era el estudiode la historia y de las ciencias sociales. Por eso Engels lerecriminaba a la joven intelectualidad que abrazaba elsocialismo no investigar la historia de la economa y delas formaciones sociales. Fue precisamente de esosdiscpulos infieles, que rechazaban la investigacin ennombre del esquema, los llamados socialistas de ctedra,de los que Marx dijo: Sembramos dragones y slohemos recogido pulgas.

    Pudiera pensarse que el conjunto de interdiccionesinstitucionales ya descritas era suficiente para impedirtodo esfuerzo creativo en el rea de los estudioshistricos. Sin embargo, la realidad result ser muchoms compleja. Independientemente de las polticasdictadas por los funcionarios, el camino trazado porlos maestros de la historiografa revolucionaria y porlas instituciones creadas en la dcada de 1960, losintereses cientficos y la actitud revolucionaria de losinvestigadores, as como los nuevos espacios creadoscon la fundacin del Ministerio de Cultura, frustraronel propsito de convertir a los historiadores y cientficossociales en cuadros incondicionales a sus dictados.

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    Hemos destacado la orientacin dogmtica impuestaen determinados momentos en la enseanza de lahistoria, pero debe tenerse en cuenta que conanterioridad al triunfo de la Revolucin no haba escuelasde historia en las universidades del pas ni archivoshistricos provinciales. Tampoco en ningn otromomento de nuestra historia el discurso de lasdirigencias revolucionarias haba exaltado tanto lastradiciones patriticas y revolucionarias. El culto a lastradiciones revolucionarias del pasado lleg a convertirseen una mstica popular. Este ambiente no poda menosque estimular los estudios histricos.

    La existencia de criterios oficiales diversos sobre lahistoriografa se puso de manifiesto a fines de la dcadade 1970. En uno de los acuerdos de la Comisin deCiencia y Cultura del Congreso del Partido Comunistade Cuba, se estableci que los historiadores debanformular sus hiptesis, independientemente de culpudiera ser el criterio oficial sobre un perododeterminado de la historia, por lo que deban basarsetan slo en la documentacin consultada en el curso desus investigaciones.

    La creacin de nuevos espacios para lasinvestigaciones histricas por el Ministerio de Culturacontribuy a impartirle un nuevo sesgo a los estudiosmartianos. Es preciso hacer un recuento de la situacinde este sector de la historiografa.

    La destitucin de Cintio Vitier como director de laSala Mart de la Biblioteca Nacional fue una de lasprimeras medidas tomadas a principios de la dcadade 1970 por la poltica sectaria. Para los nuevoscustodios del legado martiano, se trataba de impedirque diversionistas y desviados ideolgicos pudierancomunicar su percepcin del Hroe Nacional. Alpensamiento martiano slo podan tener acceso loselegidos, autodenominados marxistas-leninistas. Martno era el venero, la fuente, en la cual podan bebertodos los cubanos que haban identificado su destinocon el de la patria frente al Norte revuelto y bruta!,sino el coto privado de un grupo selecto. Duranteaquellos aos, Cintio Vitier se vio obligado a publicaren Mxico su estudio Ese sol del mundo moral, ante lasobjeciones de una comisin censora que se opuso a suedicin en Cuba. En esas circunstancias, la fundacindel Centro de Estudios Martianos en 1977 constituyun primer contn a la ofensiva sectaria. A laspublicaciones del Centro tuvieron acceso todos losestudiosos del pensamiento martiano. En sus marcosse debatieron distintas concepciones sobre la ideologay el papel de Jos Mart en la historia de Cuba. Lecorrespondi a Roberto Fernndez Retamarinstrumentar la nueva orientacin. Se discutieron conlimpieza tesis tan opuestas como las de Pedro PabloRodrguez y Ramn de Armas, por una parte, y la de

    Jos Cantn Navarro por otra. Los primeros sostenanla imposibilidad de reducir el universo ideolgicomartiano a la conceptualizacin propuesta por esteltimo. La definicin de Mart como un demcrata-revolucionario, a juicio de los primeros, era aplicada auna variedad de pensadores heterogneos ycontrapuestos entre s. La profundidad y amplitud delas proyecciones revolucionarias de Mart rebasaban elcontenido implcito al concepto de demcrata-revolucionario. Cantn sostena, por el contrario, elpunto de vista segn el cual haba algo de comn entrela mayora de los pensadores anticoloniales, por lo cualMart deba incluirse en este concepto. En el AnuarioMartiano, Luis Toledo Sande polemizaba con CintioVitier y Jorge Ibarra. Si bien se poda discutir unavariedad de temas, el celo excesivo con el que sedefenda en ocasiones el punto de vista propio sobreMart, frustraba una comunicacin ms libre yespontnea entre los estudiosos.

    Los anlisis de los investigadores martianos selimitaban, por lo general, a valorar las connotacionesde su discurso o de su accionar, sin profundizar en elcontexto histrico o social en el que se mova el hroecubano. En esa poca hubo un solo intento de sntesisdel perodo histrico comprendido entre 1878 y 1898:el valioso e inteligente acercamiento a la sociedadcubana de la segunda mitad del siglo XIX, realizadopor Ramn de Armas con el ttulo La Revolucin pospuesta.El estudio acucioso de la organizacin del PartidoRevolucionario Cubano (PRC) en la Isla, efectuado porIbrahim Hidalgo, nos revel todo un universo poltico.Sin embargo, esta obra adolece de una falta decontextualizacin del devenir poltico en la sociedadde la poca. Hidalgo incurri tambin en ciertomoralismo y cultolatra martiana cuando descalific,poltica y moralmente, a los patriotas que discreparonen algn momento con el fundador del PRC.

    Los estudios martianos contaron con los aportesde Juan Marinello, Cintio Vitier, Fina Garca Marruz,Roberto Fernndez Retamar, Carlos Rafael Rodrguez,Jos Antonio Portuondo, Bias Roca, Luis Toledo Sande,Rafael Almanza, Josefina T oled o, Ral Rodrguez dela 0, Hebert Prez, Mercedes Santos Moray, SalvadorMorales, ngel Augier, Julio Le Riverend, EduardoTorres Cuevas, Mary Cruz, Adalberto Ronda, GracielaChailloux, Diana Abad, Bernardo Callejas, MarcosLlanos, Salvador Bueno, Alga Marina Elizagaray y LuisA. Argelles, entre otros.

    Muchas de las sntesis y monografas realizadasdurante el perodo han rebasado el nivel descriptivopara problematizar y explicar determinados hechos ytendencias. Los investigadores del Centro de EstudiosMartianos han contribuido decisivamente con sus obrasa la labor realizada por docenas de investigadores, que

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    Jorge Ibarra

    por su propia cuenta propiciaron el movimientohistoriogrfico cubano. Recientemente, ha sidodesignado Cintio Vitier presidente de esta institucin,como expresin de la voluntad de cambio yrectificacin que anima a la Revolucin Cubana. Sereivindic tambin a estudiosos martianos tan relevantescomo Ivn Schulman y Manuel Pedro Gonzlez.

    En otras reas de los estudios histricos cubanos, lalabor de los fundadores de la historiografarevolucionaria fue continuada por la promocin surgidacon la Revolucin. De estos nuevos estudiosos slodos se dedicaron a tiempo completo a la investigacinhistrica, Csar Garca del Pino y Jorge Ibarra, mientrasque el resto, en ocasionales incursiones por el pasado,elaboraron distintas sntesis y monografas. As, lasinvestigaciones de Joel y Ariel James, Carlos del Toro,Jos Tabares, Carlos Chan, Jess Cha, Francisco LpezSegrera, Fernando Martnez, Enrique Sosa, WalterioCarbonell y Lionel Soto constituyeron valiosos aportesal acervo historiogrfico comn, aunque el quehacernuestro se encontrara dominado en ocasiones por unavisin presentista de la historia.

    El mrito historiogrfico principal de WalterioCarbonell radica en haber valorado el aporte del negroa la cultura y a la sociedad cubana como un fenmenosocial total, de acuerdo con la perspectiva de GeorgesGurvitch acerca de este tipo de procesos. Hastaentonces, la historiografa burguesa haba obviado osubvalorado la participacin del negro en el quehacerhistrico nacional. Slo Fernando Ortiz y Elas Entralgo,entre los estudiosos de primera lnea, haban hechojusticia a los grupos tnicos preteridos. Se le ha criticadoa Carbonell, quizs con excesiva acritud, haberseabroquelado en posiciones negristas, pero ste no hacaotra cosa que pagar con la misma moneda a los quepor accin u omisin le haban concedido un papelmarginal a la contribucin del negro a la sociedadcubana. Como quiera que sea, todava no se hanrealizado investigaciones de fondo que valorenequilibrada y ponderadamente los aportes de los grupostnicos constitutivos del pueblo cubano al proceso deformacin de la cultura nacional.

    Lionel Soto y Arnaldo Silva son los autores de laprimera gran sntesis histrica marxista de la coyunturarevolucionaria de los aos 30. Se trata de un acuciosoestudio de las condiciones de vida y del accionar de losgrupos y clases que protagonizaron la revolucin contrala dictadura de Gerardo Machado. Los autorescriticaron, con razn, las distintas versioneshistoriogrficas burguesas que le concedan un carcterdecisivo a la gestin mediacionista de Welles en elderrocamiento de la dictadura machadista, al tiempoque soslayaban el papel clave desempeado por la claseobrera. Ha sido, quizs, este propsito reivindicativo

    del movimiento obrero el que llev a los autores a noprofundizar suficientemente en la significacin delmovimiento estudiantil, ni a detenerse en el estudio delas tendencias antimperialistas que animaban a lossectores medios de la sociedad. En las ms de setecientaspginas de los tres volmenes de la obra, la figura deAntonio Guiteras slo se menciona en una ocasin.Aun cuando Gerardo Machado no es valorado comoun simple ttere, de acuerdo con las distintas versionesrevolucionarias de la poca, los autores no analizandetallada y rigurosamente las contradicciones entre laburguesa domstica, representada por Machado, y elcapital financiero estadounidense. El hecho de que lagestin de Machado en el poder se distinguiera por surepresin a los obreros y estudiantes, y por todo tipode zalameras y genuflexiones pblicas a la cancillerade Washington, no obsta que representase interesesnacionales de la burguesa enfrentados a los mecanismosde dominacin neocolonial. Estos reparos y otros quepudieran formularse a la obra de Soto y Silva, tendrancomo fundamento el hecho de que los autores se hanvalido, para el anlisis histrico, tan slo de las categorassociolgicas marxistas, sin tener en cuenta mtodos dereconstruccin de los hechos propios de la disciplinahistrica. De esa suerte, la obra ha oscilado desde laperspectiva de una sntesis marxista a la de una crnicao relato de los hechos realizado por protagonistas dela poca, sin que se logre, en muchas ocasiones, unesfuerzo superior de sntesis. Defecto comn, por otraparte, a los historiadores de nuestra generacin.

    La obra de Eduardo Torres Cuevas se hacaracterizado por el nmero de interrogantes que le haformulado al discurso historio grfico cubano. Nuestrocolega ha sabido plantear tambin diversas objecionespertinentes a la labor de sus predecesores. Sus interesesinvestigativos se han proyectado hacia temas de lahistoria de la Iglesia Catlica, de la masonera, delpensamiento cubano del siglo XIX y de la esclavitudcolonial. Si bien sus estudios acerca de la esclavitud yde la masonera oriental en la dcada de 1860, de lacomposicin social de la dirigencia autonomista y delpensamiento de Varela avalan en ms de un sentidoalgunas propuestas de la historiografa cubana, su ensayosobre Saco no esclareci ni aport la solucin, tal comol pensaba, a la polmica de cien aos de duracin sobrela figura ms controvertida de la historia de Cuba. Sediscute, y se seguir discutiendo por mucho tiempo, entorno a la figura de Jos Antonio Saco. En ese sentido,su intento evidencia que no se ha trascendido laproblemtica tradicional en torno al reformismo criollo.En la medida en que sus incursiones en la rbitaideolgica de los representantes de la corrientereformista se propusieron dar el tono yel sentido deldevenir histrico colonial y de la clase esclavista en su

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    conjunto, ha incurrido en un error comn a lahistoriografa cubana. De un modo u otro, todos hemospretendido historiar el perodo colonial, o bien a susclases hegemnicas, a partir de las evoluciones oinvoluciones ideolgicas de sus pensadores,identificados con la corriente reformista-anexionista.Todo hace pensar, sin embargo, que el pensamientodominante durante el siglo XVIII y la primera mitaddel XIX, el pensamiento ms representativo de la claseplantacionista, en tanto responda a sus motivacionesclasistas ms inmediatas, se encontraba atrincherado enlos cabildos coloniales, en las instituciones econmicasde carcter corporativo, entre los funcionarios de laadministracin colonial. En ese sentido, un ClaudioMartnez de Pinillos sera ms representativo de lasaspiraciones de la clase plantacionista en su momentohistrico que un Saco o un Del Monte. Slo en el largoo medio plazo histrico los idelogos a lo Saco o DelMonte anticipaban las demandas futuras de su clase,mientras los voceros como Martnez de Pinillosrepresentaban las demandas inmediatas del presente,de la coyuntura. Por ello, mientras no se estudien lasinstituciones esclavistas, no se podr detectar losregistros ms sensibles del pensamiento de la claseesclavista de plantaciones.

    El estudio monogrfico de Joel James, La Repblicadividida contra s misma, tiene por objeto la descripcin yexplicacin del universo poltico republicano en las dosprimeras dcadas de este siglo, a partir de las categoraspropias de la superestructura social. El autor nointerrelaciona los niveles polticos, sociales, culturales yeconmicos de la realidad histrica. Las referencias avnculos de este gnero son escasas. La crtica dogmticaconden de manera inapelable este estudio de James, ylo tild como un estudio de sociologa poltica formal.Ahora bien, las posibilidades heursticas del enfoquede nuestro colega se pondran de manifiesto en virtudde la relativa autonoma del discurso y de la prcticapoltia. En el curso de su exposicin, el autor revelarano slo la existencia de un monopolio de las actividadesy cargos polticos ejercidos por las dirigenciasrevolucionarias originales del 95, sino tambin una lgicaimplcita a los enfrentamientos polticos, que rega demanera implacable a nivel de la superestructura. Lascausas eficientes de una variedad de determinacionesde la superficie poltica se encuentran con frecuenciaceidas a nivel de la lucha por el poder. La descripcinfenomenolgica del acontecer poltico tiene suexplicacin inmediata, por consiguiente, en unadistribucin del poder y en una prctica consustancialde ste. Estudio de sociologa poltica e histrica, conl James rompe, por consiguiente, con el empirismocaracterstico del historicismo en boga hasta nuestrosdas.

    Los diversos ensayos histricos realizados porFrancisco Lpez Segrera evidenciaron la imposibilidadde renovar los estudios histricos a partir de losesquemas generales de la teora de la dependencia,aplicados a los resultados historiogrficos alcanzadospor otros estudiosos. Las limitaciones del mtodoempleado se ponen de relieve an ms, en virtud deltalento que el autor despliega en determinadosmomentos, al investigar por su cuenta procesos ytendencias histricas concretas a los cuales adecua lascategoras gramscianas. En tanto las formulacionesmarxistas de Gramsci constituyen por lo generalcategoras intermedias, no globales, Lpez Segrera hapodido vincularlas con determinados hallazgoshistoriogrficos para explicarlos de manera acabada eintegral. Los aportes ms importantes de Lpez Segreraa la historiografa cubana se encuentran, ante todo, ensus investigaciones sobre la economa, la sociedad y lacultura cubana de las dcadas de 1930 a 1960, y en susobservaciones sociolgicas sobre la intelectualidadcubana en el mismo perodo. Su intento fallido deintroducir en los estudios de la historia de Cuba losesquemas de Gunder Frank constituye una advertenciapara las futuras generaciones de historiadores.

    Los dos largos ensayos de interpretacin histricade Germn Snchez Otero constituyen un abordajeoriginal del proceso histrico cubano en el perodo1933-1958. A partir de las categoras de lo nacional ylo popular, Snchez analiza las proyecciones y tendenciasde la ortodoxia y del Movimiento 26 de Julio. Losribetes antiyanquis de las campaas populistas deEduardo Chibs son destacados por el autor, interesadoen subrayar el hilo de continuidad histrica ente laortodoxia y la dirigencia ventisesta. En su estudio sobrela ideologa de los asaltantes al Cuartel Moncada,describe y explica la especificidad del marxismo de sudirigencia. La discusin de algunas de las hiptesis yproblemas historiogrficos implcitos al enfoque deSnchez Otero deben constituir una premisa para losproyectos investigativos sobre el populismo cubanoen el perodo antes citado.

    Asistido de diversos mtodos y tcnicas, Jos A.Tabares intent la labor de reconstruccin de los aos30 y de la vida de uno de sus principales dirigenteshistricos, Antonio Guiteras. La labor investigativa deTabares complement, en cierto sentido, el estudiobiogrfico de la figura de Guiteras que Oiga Cabrerallevaba a cabo por su cuenta. En ese camino, Tabaresrealiz ms de un centenar de entrevistas y agotprcticamente las fuentes escritas del perodo (prensa,archivos...). Los estudios de Tabares permiten sustentarla tesis de que, independientemente del movimientoobrero, en amplios sectores populares y de la clasemedia exista una fuerte tendencia antimperialista. Las

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    investigaciones de Olga Cabrera, por su parte, revelan,inequvocamente, que en estos sectores populares,representados por Guiteras, se elabor, en ciertosentido de forma autnoma, un programa hacia elsocialismo. De ese modo, estos estudios develan la otracara del movimiento antimachadista, insuficientementetratada en la obra de Lionel Soto.

    En su estudio sobre Guiteras, Tabares caracterizacertadamente las dos tendencias fundamentales delmovimiento revolucionario de los aos 30 y delgobierno Grau-Guiteras, como nacional reformista ynacional-revolucionaria. De acuerdo con el autor,Ramn Grau San Martn deba ser ubicado en latendencia reformista. Sin embargo, los enunciados deesta proposicin no son suficientemente explicados.Algunos estudiosos plantean que una cosa era el Graudel ao 33, y otra el de los aos subsiguientes; que unacosa era su antimperialismo de entonces, y otra suoposicin posterior a entrar en arreglos con loscomunistas. Segn aqullos, Grau era, en fin de cuentas,quien firmaba los decretos que Guiteras llevaba a sudespacho. Comoquiera que sea, la compleja figura deGrau y de algunos dirigentes del DirectorioRevolucionario demandan un estudio ms detalladoque quizs en algn momento el propio Tabares puedallevar a cabo.

    En Los dos ltimos aos de la Revolucin del 30, Tabaresdevel el sentido y la orientacin reaccionariafundamental que se agrup en torno a Fulgencio Batistae impuso su programa de liquidacin del movimientorevolucionario. Jess Cha, por su parte, realiz una delas investigaciones monogrficas ms acabadas yprofesionales de su generacin. El estudio de losmonopolios jaboneros puede considerarse un ejemplode investigacin de empresa.

    El ensayo histrico sobre el proceso de formacinnacional cubano de Carlos Chan se atiene estrictamentea los requisitos de la teora marxista de la nacin, perono logra la suficiente fluidez en la exposicin deldecursar histrico. Quizs lo ms significativo de suobra es que coincidi de manera independiente conotros estudios realizados en la poca sobre lacristalizacin de la nacin en el curso de la GuerraGrande. Hoy da constituye una referencia obligada paralos estudios del proceso de formacin nacional.

    Se publicaron tambin estudios biogrficos de FrankPas y Jos Antonio Echeverra, realizados por WilliamGlvez y Julio Garca Oliveras, respectivamente,caracterizados por una reconstitucin minuciosa delaccionar de los hroes revolucionarios y de su discursopoltico. Si bien no faltaron testimonios de poca ysociedad en estos relatos, debe sealarse que adolecieronde la fa:lta de un anlisis del trasfondo ideolgico,cultural y social, as como de mentalidades de la

    generacin revolucionaria del Centenario del nacimientode Jos Mart. Desde el triunfo revolucionario sepublicaron decenas de estudios biogrficos de mrtiresdel proceso revolucionario, cuya relacin de autoresno puede abarcarse en esta apretada sntesis, dado elbreve espacio del que disponemos.

    Las investigaciones histricas de las gestasindependentistas realizadas por Abelardo Padrn,Rodolfo Sarracino, Francisco Prez Guzmn, GilbertoToste, Jos Abreu, Juan Losada, Nidia Sarabia, MaryRuiz de Zrate, Adolfina Cosso, Rolando lvarezEstvez, Andrs Castillo, Oscar Loyola, Dolores BessyOjeda, Enrique Buznego, Gustavo Pedroso, ngelGarca y Pedro Mironshuk,1 an cuando muchos deestos autores hayan tendido a destacar ms lacontinuidad que las diferencias entre las distintasgeneraciones, sus obras han enriquecido la suma deconocimientos histricos factuales de la poca. Alestudio del perodo 1868-1898 contribuyeron tambincon su obra estudiosos de las generaciones precedentescomo Ral Roa, Juan Jimnez Pastrana, Rafael Cepeda,Octaviano Portuondo, Ral Aparicio y Andrs Cu.Un esfuerzo superior de sntesis deber integrar losresultados de la historiografa cubana de la segundamitad del siglo XIX.

    Los estudios histricos regionales, alentados por laobra de Prez de la Riva y de Le Riverend, abrieronuna brecha con relacin al campo trazado por lasllamadas historias locales, interesadas tan slo en describirhechos polticos de la superficie que tenan lugar en lasmunicipalidades de la Isla. Otro poderoso estmulo aldesarrollo de la historiografa regional constituy lapoltica propulsada por el Partido Comunista de Cubay la Academia de Ciencias, desde los aos 60, y conposterioridad por el Ministerio de Cultura desde los70, de alentar la creacin de archivos histricos y museoslocales, as como grupos de investigacin regional. Losestudios regionales han dado un paso de avance en lamedida en que se han planteado definir las regionesgeohistricas como espacios que se distinguan por suestructura interna. En ese camino se han propuesto unadiversidad de definiciones de la regin. An no hanaparecido conceptos alrededor de los cuales se integrela labor de equipos de investigacin de las distintasregiones. Debe destacarse la obra pionera de OigaPortuondo y Rafael Duharte en Santiago de Cuba, deJos Abreu en Holgun, de Gustavo Sed Nieves enCamagey, de Hernn Venegas y Carmen Guerra enSanta Clara, de Jos Aneiros en Sancti Spritus, de ngelVelzquez en Manzanillo, de Fe Iglesias en La Habana,para mencionar slo algunos.

    La tercera promocin generacional dio muestrasde haber aprendido la leccin de sus maestros. La obrade Oscar Zanetti y Alejandro Garca, sin duda la ms

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    representativa del perodo, se caracteriz por la formaen que asimil las enseanzas de Prez de la Riva,Moreno Fraginals y Julio Le Riverend. De hecho, susestudios monogrficos sobre la United Fruit Co. y losferrocarriles cubanos se encuentran en el nivelintermedio entre la micro y la macro historia, en el cualse ubica El ingenio de Moreno. Desde este nguloprivilegiado, Zanetti y Garca pudieron acercarse y captarlos hechos ms particulares y generales relacionadoscon los estudios de las empresas. Tanto en el estudiode la United Fruit como en el de los ferrocarriles, losautores dedicaron un captulo preliminar a las premisasgeogrficas que condicionaron las actividadesproductivas, agrcolas y de transportacin en la Isla. Sibien en el estudio de la United Fruit apenas aparecerelacionada la descripcin del medio geogrfico conlas actividades productivas, en el estudio de losferrocarriles la explicacin geogrfica apareceestrechamente vinculada a la infraestructura econmicadel pas. La diversidad de mtodos empleados con elobjeto de explicar el funcionamiento del complejoeconmico y social de la plantacin y del ferrocarril,dan cuenta de la concepcin integral que presidi laobra. Zanetti y Garca, en su estudio de la United Fruit,elaboraron por primera vez en la historiografa cubanaseries estadsticas de salarios reales. As mismo, hicieronestudios de costos de produccin, de rendimientosagrcolas y de procesos de comercializacin. En lamedida en que, en su sntesis sobre los ferrocarrilescubanos, Caminos para el azcar, prevaleci la intencinde reconstituir en su conjunto un proceso, la exposicinaparece estrechamente vinculada a las fuentesconsultadas. Ahora bien, la descripcin no est exentade una calificacin de actitudes y tendencias intrnsecasa las proyecciones de los intereses dominantes en lasempresas ferrocarrileras. El propsito de los autoresde abarcar un conjunto los llev de la mano a valorarlos vnculos de la infraestructura ferrocarrilera con lasdistintas regiones del pas y su papel en la formacinde un mercado interno. Adems, sus anlisis sobrerentabilidad no se limitaron a la de las empresasferrocarrileras, sino tambin a la forma en que stas lapropiciaron en la industria azucarera.

    Formular criterios sobre la labor historiogrfica dela tercera promocin generacional de historiadoresresulta prematuro en ms de un sentido. En la medidaen que se ha suprimido gran parte de las prohibicionesy obstculos institucionales del perodo gris de lahistoriografa cubana, por llamarlo de algn modo, losjvenes estudiosos se encuentran en condiciones de darpasos de avance decisivos en la elaboracin de unahistoria de Cuba. En este sentido debe destacarse lalabor realizada hasta el presente por Enrique Collazo,Jorge Ibarra Guitart, Mara Antonia Mrquez, Doria

    Gonzlez, Mercedes Garca, Imilcy Balboa y RicardoQuiza.

    La segunda y tercera promocin de historiadoreshan aplicado ms o menos creativamente el marxismoa una nueva documentacin, a la vez que han enunciadonuevas hiptesis y problemas historio grficos. Una desus limitaciones ms evidentes ha consistido en haberseconformado con poner en prctica tcnicastradicionales de valoracin de los hechos histricos. Enrealidad, no ha tenido lugar una puesta al da con losltimos avances metodolgicos de las ciencias histricas.No se trata, desde luego, de copiar o aplicarmecnicamente las ltimas modas procedentes de lasuniversidades europeas o estadounidenses. De hecho,no han faltado ensayos apresurados por adaptar lahistoria de Cuba a los esquemas de la nacin de Stalin,a los patrones de dependencia descritos por GunderFrank, o a las categoras del pensamiento de Adorno yHorkheimer, o sea, a las formulaciones de la Escuelade Frankfurt. Desde luego, estos intentos apriorsticosno han podido explicar los fundamentos de la sociedadcubana, aun cuando hayan iluminado ciertos aspectosde la realidad histrica o contribuido a ejercitar lasfacultades intelectivas de investigadores jvenes. Comobien destac Engels a propsito de las tcnicas deinvestigacin histrica: ...no se trata de sacar de lascabezas las concatenaciones de las cosas, sinodescribirlas en los mismos hechos. En algunoshistoriadores, el afn por expresar opiniones propias yreforzar su personal visin del mundo o el inters enfundamentar historiogrficamente la ltima teora dela historia en boga, ha sido con frecuencia ms evidenteque el deseo desinteresado de averiguar lo que realmentesucedi en el pasado. Esta ltima actitud debe conduciral historiador a construir sus propias categoras en lamedida en que broten de la realidad histrica, o adaptaraquellas categoras existentes que sean compatibles o seavengan con los hechos estudiados. La actituddesinteresada sugiere el empleo de mtodos deinvestigacin que contribuyan a esclarecer hechos ytendencias pertinentes o significativos, no simplescuriosidades o trivialidades del devenir histrico.

    Los estudios histricos cubanos han tendido aresear o explicar hechos o nociones econmicas, obien a reconstituir y definir acontecimientos y procesospolticos. Los esfuerzos por relacionar o integrar estoscampos se han efectuado, por lo general, vinculandosin mediacin alguna lo econmico y lo poltico. No seha considerado que lo social pudiera constituir unterreno intermedio, una argamasa en la cual se fundierano integraran lo econmico y lo poltico, o bien quepudiera articular un campo de determinacioneshistricas propias. En muchos casos se le haconceptuado como una mera expresin o un dbil

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    Jorge Ibarra

    barniz de lo econmico. Tal concepcin ha estadopresente en las historias polticas, econmicas y socialestradicionales, ya fueran de orientacin positivista omarxista. Se ha obviado, tambin con demasiadafrecuencia, el hecho de que lo social conforma uncampo privilegiado donde toman forma las actitudesde clases y grupos, as como sus estados de nimo.

    El reduccionismo, por su parte, ha pretendidoidentificar a lo social con la estructura clasista. Esteestrecho enfoque ha excluido el estudio de laestratificacin etnocultural y etnosocial que se superponea la estructura de clases. Si tratramos de definir la historiasocial en su forma ms suscinta o embrionaria,podramos parafrasear a Eugene Genovese, de acuerdocon el cual sta sera el relato de quin domina a quin,cmo y por cunto tiempo. Desde luego, las clasesdominantes han ejercido el poder por la coercin militar,sin mediacin alguna, muy raras veces en la historia. Alos efectos de esclarecer las relaciones de poderfundamentales de una sociedad, las cuales no se expresantan slo en trminos de un simple dominio, sino deuna hegemona cultural e ideolgica, de un consenso, lahistoria social debe explicar la incidencia que tiene elnmero de los hombres, o sea, el movimiento y lacomposicin de la poblacin en la estabilidad de unasociedad a travs del tiempo. Las investigaciones defamilia, parentesco y gnero revelan, en su particularidad,desde los microcosmos de las relaciones privadas, hastalos grandes conflictos, crisis, mediaciones y avenenciasque recorren a una sociedad en una poca determinada.

    En otro plano, la historia de las mentalidades debeiluminar, en ms de un sentido, la historia del ordenimperan te, o sea, de las relaciones de poder. Lasmaneras de sentir y pensar que se expresan en lasproducciones culturales, en el lxico, en la conductaanmala de ciertos grupos y estratos, ponen demanifiesto el grado de tensin existente entre las claseshegemnicas y las subalternas. La evaluacin de ladensidad psicolgica y cultural de las relaciones socialesle permiten al historiador social formarse una idea dela consistencia histrica de stas. En este contexto, laafirmacin de E.M. Forster en el sentido de que laverdadera historia de la raza humana es la de los afectoshumanos no parece arbitraria del todo.

    La historia social tendra tambin como objeto elestudio de la cultura en todas sus manifestaciones,particularmente el lenguaje, las creencias, costumbres ytradiciones populares, las pautas y el contenido de laeducacin transmitida por el sistema escolar, las actitudesde deferencia en las relaciones interclasistas, los patronesclasistas del espacio urbano, las prcticas religiosas, losmitos y rituales, las formas de sociabilidad, en tantoexplican las relaciones sociales y de poder propias deuna sociedad. La historia social, en ltima instancia, sepropondra acceder por esas vas al conocimiento delpueblo, ese gran desconocido de los estudiosos, cuyosmovimientos imperceptibles o manifiestos han inclinadopor lo general la balanza del poder e impulsado losgrandes cambios histricos. Hasta el presente, el discursohistorio grfico se ha limitado a enunciar su nombrede manera encomistica o a encumbrar de maneraexclusivista o reduccionista a sus clases constitutivas(obreros, campesinos, pequeos productores odistribuidores, intelectuales), sin estudiar los vnculosinternos que los unen e integran en una entidad superior.De lo que se tratara entonces para nosotros, estudiososdel hombre en sociedad, sera contribuir al conocimientode la gente sin historia, de manera que sta se encuentrecada vez ms en condiciones de participar y ser artficede su propio destino.

    Notas

    1. El breve tiempo de que dispusimos para entregar este artculo ala nueva direccin de la revista Temas no nos permiti incluir todoslos autores que coadyuvaron con su esfuerzo personal a la temticadiversa de la historiografa cubana. Toda omisin es involuntaria.Confo ampliar este trabajo en un estudio historiogrfico ms integral,que abarque tanto a los autores nacionales como extranjeros, ascomo a destacados bibligrafos que hicieron posible la labor detodos. En esta nueva sntesis valorara tambin la labor de loshistoriadores cubanos que han estudiado procesos histricoslatinoamericanos. En este reducido espacio tratamos de incluir enuna sola temtica a colegas que han trabajado ms de una.

    , 1995.