01. la jornada, suplemento especial a julio cortázar

Upload: alejandro-saraoz-dozal

Post on 05-Jul-2018

221 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 8/16/2019 01. La Jornada, Suplemento Especial a Julio Cortázar

    1/7

     

    José Emilio Pacheco

    _..... Juan Ru/fo

    _...

    Luis Cardo¿ay A ragón

    _...

    Sergio Ramírez

    Carta

      uplemento

    especi l

    S B OO 27 DE OCTUBRE DE 984

    _....

    Eduardo Galeano

    _....

    Saúl Sosnowski

    _

    Nestor Garda ;anclini

    M

    ario

    Benedetti

    ,

    Chívilcoy, sin inquietarte por

    la

    sacudida que

    me darlas treinta y ocho años más tarde en

    un departarnentQ de la calle Saint-Honoré

  • 8/16/2019 01. La Jornada, Suplemento Especial a Julio Cortázar

    2/7

     

    c rt en

    m no propi

    todas las cosas

    se

    libraban así.

    Muy

    de

    cuan·

    do

    en

    cuando. a regañadientes pero obliga-

    dos

    a

    ~ u i d a r la fachada de las "actividade

    culturoles'', los dirigentes accedían a un con

    cierto o a una velada presuntamente

    artísti-

    ca. que pagaban

    mal

    y sin ganas y

    que

    escu·

    chaban apoyándose cntredormidos en el

    hombco de sus noble esposas.

    Si

    te

    hablara de nlgunas cosas que vt y es

    cuché

    en

    esos tiempos no te

    sorprendc:rian

    dc:mnsiado y en todo ca.o te divertirían, vo

    que les contabas tantos c u e n t o ~ a tus m i g o ~

    como un preludio para aflojar los dedos an-

    tes

    de refugiarte en tu cuarto

    de

    hotel y

    escri

    bir rus cuentos. justamente ésos que hubiera

    sido imposible contar sin destruir su razón

    más profunda.

    En

    esos

    miSmos

    salones don-

    de tocaste con tu terceto yo escuché, entre

    otras abominaciones, a un señor que primerc

    contempló

    al

    público con aire cadavérico

    (probablemente tenia hombre) y luego exigió

    silencio absoluto y concentración estétict

    pues se 'disponía a interpretar la •.. sinfonía

    inconclusa de Schubert. Yo me estaba

    fro

    tando todavía los oidos cuando arrancó c.on

    un vulgar pot-pourrl en el que se mezclabar.

    el

    ~

    Mario

    la

    Serenata

    y

    creo

    que un

    tema de

    Rosanumda;

    entonces me acordé de

    que en los cines andaban pasando una peli-

    cula sobre la vida del pobre Franz que se lla-

    maba precisamente

    La

    si'f[onla

    Inconclusa,

    y

    que este desgraciado no hacia más que n:

    producir la musica que babia escuchado en

    ella. Inútil decirte que en el selecto público no

    hubo nadie a quien se

    le

    ocurriera pensar que

    una sinfonía

    DO

    ha sido escrita para el piano.

    En fin, Felisberto, ¿vos te das cuenta, te

    das

    realmente cuenta

    de

    que

    eswvilll05c

    tan

    cerca. que a tan pocos días

    de

    diferencia yo

    hubiera estado

    abi y te

    hubiera escuchado?

    Por lo menos escuchado, a vos y al ..mando-

    lión" y al tercer músico, aunque DO aupiera

    nada de vos como eacritor porque

    eso

    babria

    de suceder mucho después,

    en

    d cuarenta y

    siete cuando Nadie n ~ n d f úu ltímparas. Y

    sin embargo creo que

    nos

    hubiéramos

    reco

    IIOCido

    en ese club donde todo not habría

    proyectado el uno hacia el otro, yo te babria

    invitado a mi piecita para darte caña y mos-

    Epitafio para una obra escrita

    Manuscrito inédito de Julio Cortázar

    el piso alto,

    alli

    donde

    yo 1\abia

    leido a

    Rim

    ·

    baud y a Keats par a no morirme demasiado

    de tristeza provincianL Y el nuevo propieta-

    rio que se llamaba Musella te acompañó

    sin

    duda hasta tu pi.eu, frotándose las manos

    con un gesto entre monacal y servil que

    bien

    le conocl, y en d comedero te atendió el

    m.ozo

    Cestero, un ¡allego maravilloso

    siem

    pre dispuesto a escuchar los pedidos más

    complicados y traer después cualquier cosa

    con una naturalidad desartnADte. Ah, Felis

    beno, qué cerca anduvimos en

    esos

    años,

    qu6 poco faltó l* que ua.zapio de ho el,

    una e¡quina con palomas o un billar de club

    social nos viera damos la mano

    y

    emprender

    esa primera conversación de la que hubiera

    salido,

    te

    ima¡inás. una amistad para

    la

    vidL

    Porque fúate en esto que muclla ¡ente no

    comprende o no quiere comprender ahora

    que

    se

    habla tanto de la escritura como única

    fuente válida de la critica literaria y de la lite

    ratura misma. Es cierto que a mi

    DO

    me hizo

    falta encontrarte

    en

    Chivilcoy para que año$

    más tarde me deslumbraras

    en Buenos

    Aires

    otros cuentos; es cierto que si hubieras sido

    un

    millonario guatemalteco

    o

    un

    coronel bir·

    mano

    tus

    relatos me hubieran parecido igual-

    mente admirables. Pero

    me

    pregunto

    si

    mu

    chos de los que

    en

    aquel entonces (y en éste,

    todavia) te ignoraron o te perdonaron la

    vi

    da. no eran gentes incapaces de comprender

    por qué escribías lo que eacribias y sobre

    todo

    por

    qué lo escribías

    así,

    con

    el sordo

    y

    persistente pedal de la primera persona, de

    rememoración obstinada de tantas lúgubm

    andanzas por pueblos y caminos, de tantos

    hotdu

    frias y deic:ascarados, de Alas con

    púbtic:os

    ausentes,

    do

    billares y clubs sociales

    y deudas permanentes.

    Ya

    que para

    admi

    rarte basta leer tus textos. pero si además se

    ros

    ha vivido paralelamente, si además se ha

    conocido la

    vida

    de provincia. la miseria del

    lin de mes, el olor de las pensiones, el nivel de

    los diálogos, la tristeza de las vueltas a la pla-

    u

    al atardecer, entonces

    se

    te conoce y se te

    admira de otra manera, se te

    vive

    y convive y

    de golpe es tan natural que hayas estado en

    mi hotel, que el gallego Cesteros te baya trai·

    27 DE OCTUBRE DE 1984

    hayan discutido unas pocas monedas entre

    dos golpes de billar. Ya casi no me asombra

    lo que tanto me asombró al

    leer

    tus cartas de

    ese tiempo, ya me parece elemental que an-

    duviéramos tan cerca. No solamente en s

    momento y

    es.os

    lugares; cerca por dentro y

    por paralelismos de vida. de los cuales

    el

    mo

    mentáneo acercamiento

    físico no fue

    más

    que unn sigilosa avanzada. una manera de

    que

    a tantos años de una mesa de billar, a

    tantos años

    de

    tu muerte, yo recibiera fuera

    del

    tiempo el signo fmal de la hermandad en

    esta helada med1anoche de París.

    Porque ademas también viviste aqu1,

    en

    el

    barrio latino, y como

    a mi

    te maravilló

    el me

    tro

    y

    que lns parejas jóvenes se besaran en la

    calle )' que el pan fuera tan rico. Tus cartas

    me devuelven a

    mis

    primeros años de París,

    tan poco tiempo después qu\1 vos; también

    yo

    escríbl cartas afligidas por la

    falt.a

    de dine-

    ro, también

    yo

    esperé

    la

    llegada de esos ca·

    jonCltos en los que la familia nos mandaba

    yerba y café y latas de carne y de leche con

    densada, también yo despaché mis cartas por

    barco porque el correo ilereo costaba dema-

    ~ i a d o

    Otra vez las órbitas tangenciales, el

    roce sigiloso sin que nos dieramos cuenta;

    pero qué querés, a

    mi

    me tocaría encontrarte

    en tus

    libros y a

    vos

    no encontrarme

    en na

    da;

    en

    este territorio en

    que

    habitamos eso no

    tuvo ni tiene importancia. como no la tiene el

    que ahora yo no Uevc esta carta al correo.

    De cosas asi

    vos

    sabias mucho,

    bien

    que lo

    mostrils

    en

    Las

    numos

    equli'OC'ados

    y en

    tan-

    tos OtrOS momentos de tus retatos que al fin y

    al cabo son cartas a

    un

    pasado o a

    un

    futuro

    en los que poco a

    poco van

    apareciendo los

    destinatarios que tanto te faltaron en la vidL

    Y hablando de falta si por un lado me

    duele

    que no

    nos

    hayamos conocido. mis me

    duele que no encontraras nunca a Macedo-

    nio y a José Lezama Lima, porque los dos

    hubieran respondido a ese signo parelelo que

    DOS une por encima de c:u.alquier

    cop

    Mace-

    donio capaz

    de

    aprehender w b ~ u e d de

    un yo que nunca aceptaste asimilar a tu pen

    samiento o a

    tu

    cuerpo, que buscaste deses-

    peradamente y que

    el Diario

    tú un

    sln.er-

    g Ütmza acorrala y hosti¡a; y Leuma Lima

    entrando en la materia de la realidad con

    esas jabalinas de poes.ia que descosilican las

    cosas para hacerlas acceder a un terreno

    donde lo mental y lo sensual

    cesan de ser si

    niestros mediadores. Siempre IC'Ilti y siempre

    dije que en l..euma

    y en

    vos

    (y

    por qué no

    en

    Macedonio,

    y

    qué hermoso saberlos a todos

  • 8/16/2019 01. La Jornada, Suplemento Especial a Julio Cortázar

    3/7

    27

    DE OCTUBRE DE 984

    Otro artículo en verso

    LECTOR

    DE

    CORTAZAR

    José Emilio Pacheco

    Para

    mi

    no fue nunca Julio .

    Con Cortázar hablé dos veces.

    Sólo dos noches sepatadas

    por dieciséis años terribles.

    Nunca esperé que me escribiera cartas.

    No

    lo

    agobié con libros. No quería

    ser un devorador más de su tiempo.

    Pensé: Las cartas para mí, su lector,

    son verdaderamente sus libros.

    Aspiré nada más a un título

    del que estoy satisfecho:

    Lector de Cortázar.

    Así voy a seguir mientras viva.

    Lo

    mejor que escribió Cortázar

    no está allí afuera ni del lado de allá

    sino lo traigo dentro y es parte

    de lo que (oscuramente, como todos)

    llamo

    mi

    vida.

    Remota adolescencia iluminada

    por los cuentos que

    fui leyendo

    en las revistas mexicanas

    (curiosamente ni en

    Sur

    ni

    en

    Marcha

    y en un libro de Arreola publicó

    (seiscientos ejemplares): Final del juego.

    Allí estaban por vez primera

    (ya a veintiséis cincuenta) Las armas secretas.

    Lo

    demás es historia pública

    y no quiero insistir ahora.

    Así pues, durante casi treinta años

    he habitado estos libros habitables.

    Jamás

    me

    canso de volver a ellos.

    Por otra parte (esto es historia privada)

    tal vez sin él yo nunca habría escrito cuentos.

    ¿Cómo decirle de viva voz todo aquello?

    ¿Por qué esperar a verlo muerto?

    Querido Luis Cardoza y Aragón:

    Hoy

    leí

    en

    a

    Jornada

    lo que escribiste de

    X.V.

    Si me permites plagiar en verso tu prosa,

    diré a

    mi

    vez: Abandono

    métodos y sistemas.

    A fm de penetrar en una obra y vivirla,

    me

    entrego al deleite inmediato y hondo

    de la palabra. Y no quiero saber

    de la época o

    el

    medio o los orígenes,

    ni

    de las influencias

    ni

    el análisis erudito.

    No pido que

    me

    digan quiénes fueron

    los abuelos y padres de; oeta,

    Los

    venenos a

    noche boca arriba, Axolotl

    los amores y pesadillas; si

    fue

    criminal, santo, loco; todo ello

    En

    el 57

    los libros argentinos volvieron

    a entrar aq_ui. En la vieja Zaplana

    pude comprar

    en

    oc

    ho

    pesos Bestiario

    y leerlo

    seis

    veces. Y tres años más tarde

    Julio

    ortázar en

    lo he sumergido en mi para darme

    exaltación y dicha.

    Lo

    demás

    me sobra y nada necesito,

    aparte de

    la

    voz hechicera. 

  • 8/16/2019 01. La Jornada, Suplemento Especial a Julio Cortázar

    4/7

    Julio ortázar en

    Estados Unidos

    tendía un puente en

    el

    que se d1rimian desti

    nos de personajes

    y

    otras yerbas) pero don

    de también se imponía una revisión (esta vez

    formal) de toda lectura literaria. Jugar/leer:

    jugar seriamente a la literatura y leer litera tu·

    ra como

    si

    sólo se jugara a la re-ordenación

    de letras. páginas, modelos desarma

    bies (y .

    nunca descattables), se había vuelto

    más difi

    cil.

    Una revisión de los libros publicados so

    bre Conázar y los centenares de artículos

    que desmenul8Jl origenes, trayectos,

    ó r e n ~

    y estructuras, páginas y conductas públicas,

    quizá no arrojen un balance completo sobre

    el impacto que Cortáz.ar ba terúdo como es-

    critor. como intelectual. y como ciudadano

    centrado

    en

    la problemática latifl9amencana'.

    Si logran. sin embargo, registrar, su impor

    tancia

    en

    Estados Unidos. La dinámica uni

    versitaria estadunidense impone cienos in-

    tereses y presiones ineludibles en tomo a la

    publicación de textos sobre las figuras incor

    poradas

    al establishment

    académico. Lo

    hace en muchos casos, además, dictaminan

    do la orientación de las lecturas criticas, por

    lo general asépticas. incontaminadas de brus

    cas incursiones en la realidad política o en la

    desmesura de la historia. Y aun cuando

    en

    las lecturas criticas

    el

    cuerpo individual ya

    ha 'lido aceptado como centro y eje de eros,

    el pasaje que conduce hacia el cuerpo social

    aún sigue superando vallas. sospechas teñi

    das de dudaa ) temores. Como Cll,todos los

    tiempos, estamos en épocas de transición, y

    la mano que opera la minuciosa tarea de la

    critica que se satisface en su autoncontem

    plación. también

    ceoc

    paso a miradas más

    generosas en las que

    lo

    plural se asoma a las

    ventanas de vana  estructuras desconstruidas

    por sus propios silencios. Quizá

    también

    en

    este aspecto, los caminos transitados por

    Conáz.ar fueron un indicio de las vastas re

    percusiones de la palabra.

    Pasar

    del

    ..yo" literario al "nosotros" a

    partir de "E l perseguidor" fue un cambio ra

    dical, pero éste ya se había insinuado como

    inquietud central de Conázar en

    su

    aún iné-

    dita "Teória

    del

    túnel. Notas para una ubica

    ción

    del

    surrealismo y

    el

    existencialismo"

    (1947). Seria, creo, un ejercicio fútil tratar

    ahora de demostrar que desde los comienws

    de su producción literaria ya se había produ

    cido en él una col\iunción de intereses y prác

    ticas que conjugaban Jo material con esas

    otras dimensiones de lo imaginario que aun

    anima los pavores de la razón. Sus articulo

    sobre poética y sobre la mentalidad primiti

    va, sobre Poe y Keats, sobre las figuras cen-

    trales del surrealismo y las proyecciones

    últi

    ·

    mas

    del

    existencialismo, marcan intereses pa

    ralelos y (quizá) simultáneos. Esto penenece

    ya a otras versiones de la historia personal

    previa a la imposición de Conázar como fi·

    gura central de

    la

    literatura latinoamericana

    y cuya ausencia baria incomprensible

    mu

    ·

    chos textos posteriores a su obra. El oorpus

    de esta obra, la que le otorgó el justo recono

    cimiento de maestro del cuento y

    de

    renova

    dor de la narrativa latinoamerican,

    es

    lo que

    permanecerá a través de las décadas. Tam·

    biéo perdurarán bajo las alteraciones que los

    riempos impondrán a sus futuros lectores, los

    personajes de Los premios Rayuela  6 . Mo-

    delo para armar Un tal Lucas ..

    Pero cabe

    aún otra galena de recuerdos. aquella que de

    jara traslucir ocasionalmente en cuentos

    como "Apocalipsis de solentiname" y sobre

    la que hablara insistentemente

    en

    sus viajes a

    Estados Unidos.

    Consciente de la merecida atención que re·

    cibiera su obra literaria y de la interminable

    serie de preguntas a lo que se le sometiera en

    cada una de sus visitas, Conázar habló cla

    ramente del taller

    del

    escritor y de esas cir

    cunstancias extra-ordinarias en que la litera

    tura se desoolgaba sobre él, imponiéndose

    sobre el espacio en blanco,

    al

    margen de toda

    voluntad y de toda distancia analítica. Mu·

    chos

    le

    agradecimos que desde su propia ex

    periencia hablara sobre la situación del inte·

    lectual en América Latina, sobre el exilio y la

    represión, sobre la ficcionalización de otras

    realidades, sobre Cuba, Nicaragua, Chile.

    Argentina y los Estados Unidos, sobre

    esas

    zonas en que la ima¡inación cedía a otras

    miradas y sobre esos territorios que nigjan

    el

    alto vuelo imaginativo para captar su sen·

    tido último.

    En New York. Washington, Oklahoma,

    California.

    la

    llegada de Cortá.zar generaba

    el

    entusiasmo por

    el

    arribo de un escritor

    ·

    pidamente reconocido y aceptado como

    ··

    normisimo cronopio; también

    por

    el

    en ·

    cuentro con las otras caras de un continente

    demasiado rico y complejo pra asomarse con

    todas

    sus

    facetas a las verdades

    p a r c i ~ e s

    como toda verdad) de la literatura. Heredero

    de una tradición intelectual que respetaba la

    independencia literaria con

    el

    mismo vigor

    con que exigía la libenad más tangible de los

    pueblos latinoamericanos, Conázar impanió

    modesta y efectivamente. sin ánimo alguno

    de pontificar, las clases que los interesados

    en su obra

    y

    en

    el

    abanico más amplio de lo

    lati

    noa

    me

    r

    ic

    ano t

    ení

    an que oír. Esa sutil din-

    lética de literatura y comunión con la reali·

    27 DE OCTU RE DE 984

    dad inmediata, esos cruces que posibilitaban

    que la razón no cohibiera una comunidad

    so-

    lidaria con la naturaleza. esa generosa com-

    prensión que se negaba a onodoxias intransi·

    gentes. esos traslados

    ine

    sperados entre

    mun

    ·

    dos dispares que todo

    lo

    hacían

    posible

    o

    te-

    miblemente asequible, esa suma de posibili

    dades ante el máximo ejercicio de

    In

    voluntad

    y

    del

    deseo,

    se

    vislumbraban a través de los

    diálogos y sus presentacion«. Inevitable

    mente, lo cual no escatima un dejo de espe-

    ranza. de todo ello perdurarán los textos clá

    sicos de Cortáz.ar. Las opiniones sobre su

    obn1 no cejarán en tomo a predilecciones no

    del

    todo literarias. Tampoco cesará la publi

    cación de "nuevas" versiones sobre tal o cual

    texto,

    ni

    la discusión sobre cualesquiera de

    sus libros dentro de una dinámica que mcor

    pora a toda obra literaria al des-cubrimiento

    de lo real y la mayo: compresión de una es·

    pecificidad latinoa.'llericana. Sumidos

    en

    eJ.

    terror.la impavidez,

    el

    vuelco de

    lo

    inespera

    do, o el fmo humor que desemboca (o no) en

    la carcajada, la obra de Conázar . su presen

    cia real, residirá en

    su

    lectores con la densi

    dad que cada uno de ellos apone a

    esos en

    cuentros nada fonuitos co1: sus páginas.

    Tanto en Estados Unidos como en el

    resto

    del mundo y quizá más de este lado) cabe

    esperar que de esas dimensiones

    en

    que co-

    lindan las vidas de papel con las que sangran,

    las dimensiones imaginarias que ha aportado

    Cortázar sirvan para que los limites que dis-

    tancian vastos segmentos de lo real de aque

    llo que sigue siendo bijo del deseo sean redu

    cidos

    al

    tamaño del hombre y

    su

    esperanza.

    n

    muchas páginas de Cortázar hemos ba·

    liado esas posiblidades enriquecedoras; de

    muchas de sus palabras seguiremos depcn·

    diendo mientras la historia se juega

    en

    esos

    escenarios

    en

    los c

    uales

    también ju

    go

    la otra

    presencia de su literatura.

  • 8/16/2019 01. La Jornada, Suplemento Especial a Julio Cortázar

    5/7

    27 DE OCTUBRE

    DE

    1984

    QUEREMOS

    TANTO

    A JULIO

    Luis Cardoza

    y

    Aragón

    Siempre Julio Cortázar me

    ha

    ntraido

    por

    lo inventivo de su

    lenguaje, en su inaudito imagi

    nario que inviste

    sus

    tcxlOS de

    carácter personalisimo. En más

    de

    un cuento me sedujo y leí

    o t r o ~ que me asombraron, antes

    y

    después de Rayuela

    en

    don

    de, como en los o t r o ~ cuentos,

    sus poliedros renuevan a

    cada

    lectura

    su

    delicia.

    Cómo disimula su profundidad,

    su angustia metafísica,

    es

    para

    mi uno de sus mayores encan

    tos de encantador de encanta

    miento de maestro mago. Y

    después

    de lo ya

    señalado me

    conmueve con sus páginas so

    bre Nicaragua,

    tan

    ricas de sen·

    c

    illez

    poética y de claridad en la

    ternura sentida.

    Sin ser descriptivo, con un to·

    que lateral, sentí el

    p a i s ~ V e

    y el

    acento populsr.

    Los

    libros de

    viajes

    son

    imposibles si

    no

    es

    a

    la manera de Laurence

    Steme

    o

    de

    Cortázar

    sacudido

    por

    ciclo

    y tierra. Rclei su breve

    tratado

    de ética y estetlca subyacente

    en su bcllo discurso al recibir

    la

    medalla Rubén Darlo .. Escu·

    ché su parecer

    ateica

    de la ne

    cesidad de lo ilivcrso. de la

    mis

    abierta imaginación y que para

    i:l seria triste aun la insisu:ncta

    de CÍCfUI temática. Son tCCl"CIIOI

    en lo cuales me he detenido

    ma) de

    una nz pero nunca lo:.

    hnbía encontnido tan sutil

    y

    magistralmente

    e . > ~ p u e s t o s .

    ...Y

    más allá del escntor, del es

    critor que es, c:l hombre que

    vive

    como

    cuyas

    n u e s t r a ~

    revo

    l u d o n e ~ la de Nicaragua aeo

    Sllda. El pueblo

    de

    Sandino que

    es

    cantando aho ra con fusiles,

    Julio

    Cortázar

    lo escucha co n

    la fraternidad con que ayer es

    cuchó las

    guitarra'

    en Solenti·

    name.lntui que abomina

    ser

    lla

    mado escritor comprometido;

    no usa exclusivamente lo real ru

    e x c l u ~ w a m e n t e lo fantástico,

    quedo para siempre a la angus

    tiosa

    espera

    de

    l o ~

    dos

    rumbos.

    Si se tiene la paciencia de d'ec·

    tuar una

    suerte de lectura cola·

    ci.:mada

    de

    Indos sus cuentos,

    se vera· que mucholi de los ele·

    mentos o recursos fantásticos

    usados en los mismos, son me

    ras prolongaciones de lo

    real,

    o

    sea que lo increíble no parte de

    una raiz. inverosímil sino que

    proviene de un dato absoluta·

    mente creible y verificable en la

    realidad.

    Por

    ese entonces me

    pareció descubrir una

    de

    las

    claves del quehacer narrativo

    de

    Julio y precisamente

    la

    detecte

    en uno de sus

    tntos

    no narrati

    vos ( El cuento en la revolu-.

    ción ,

    1963}.

    Alli menciona que

    para

    su admirado Alfred Jarry

    el

    verdadero estudio de la rea

    lidad no residia en las leyes sino

    en las excepciones de esas le-

    yes". La afuúdad esencial

    que

    une y orienta sus cuentos pone

    el acento precisamente en esa

    caracteristica Oa excepción),

    para la

    cual lo

    fantisúco es

    sólo

    un medio, un recurso subor

    nado.

    R a y u ~ l a

    es.

    como hoy lodos los

    criticos lo admiten, una

    obra

    clave. no sólo de la narntiYB de

    Cortázar sino de la novela lati

    noamericana del ~ i g l o veinte.

    Creo que

    ese libro. apa rte de la

    doble lectura

    que

    el autor

    sa·

    gazmente propone, tuvo tam

    bién un doble disfrute para

    to

    dos

    nosotros.

    Por

    un lado, el ri·

    gor artísti

    co.

    Creo que

    es

    la lec·

    clón

    mis

    conumdonte trans·

    misible para alguien q ue preten ·

    dn hacer literatura. En ese senti

    do

    ,

    Rayuela

    puede

    ser

    disfruta·

    da en \·arias zonas. a saber. la

    conformación técnica, el retrato

    de pllrsonajes. el estilo provoca

    tivo, la alerta sensibilidad para

    las peculiaridades del lenguaje

    rioplatense, la comicidad

    de

    pa -

    labras e imagcncs, la cJ>trategia

    de la citas. ajenas. Pero. por

    otro

    lado, este contenido es

    brindado

    al

    lector en un envase

    impecable. Más de una \ ·ale he

    conturbado planeta, me han

    confirmado su actitud generosa.

    su sincera y eficaz militancia en

    defensa

    de

    las conquistas

    r e v ~ >

    lucionarias

    de Cuba

    y Nicara

    gua, su constante preocupación

    por

    la

    dramática situación de

    América

    Latina, todo

    ello en

    una entrego de tiempo y energia

    que en largos lapsos le ha impe

    dido seguir escribiendo. Recuer

    do que alguna

    va

    me dijo, me

    dio ansioso y medio enterneci

    do: "¿Viste?

    Nos

    llaman

    por

    que somos escritores y como

    ta

    ·

    les nuestra palabra puede tener

    algún eco, y luego nos

    dan

    tan·

    to

    trabajo

    que

    no dejan se

    guir escribiendo".

    Creo que

    tie-

    ne toda la razón.

    Si

    verdadera

    mente queremos tanto a Julio,

    seria bueno que de vez en cuan·

    do

    lo dejáramos escribir. Entre

    otras cosas, porque lo hace ma

    ravillosamente.

    Sergio Ramírez

    ~ u e r d o antes que nada los

    cuentos de

    Besdarlo.

    leidos

    con

    la m i ~ m a devoción y las ansias

    de desentrañar, como aprendiz,

    los secretos de la escritura, ese

    desmontaje técnico que tanto

    placer quita a la lectura: hay

    q11e

    leer a un hombre que se Ua

    ma Cortázar, me recomendó se

    tenei068rrtente, en el San José

    de los años sesenta. algún ami·

    go escritor s a l v a d o r ~ ñ o ,

    que

    delipués rue ministro de justicia

    de

    lo

    milicos y acabó

    por pcr

    ·

    der toda la sensibi

    li

    dad qu

    ;:

    al

    &una

    \CZ

    tuvo para interesarse

    por

    Quiroga. y

    por

    Roberto

    Artl,

    y

    por Corti.zar.

    M

    ás Stl.TCtos aún aprendi en

    Rayul la. una caja de mecanis

    rnos con

    sus

    perfectas bielas.

    engranajes y tornillos en exacUI

    arm onía, la Maga y Rocama

    dour. entrañables desde enton ·

    ces en la memoria, aprendiendo

    a ~ e r escritor con constaoeia.

    hambriento de novedad y de en

    señaz.a, deslumbrado y acica

    me cuenta los sueño > que yo

    acabo de soñar y que ya no re

    cuerdo o creo que no recuerdo.

    Esto

    he sentido desde

    que

    lei

    sus cosas por priméra vez. hace

    más

    de

    veinte años, y yo siem·

    pre con ganas de

    entn¡ale

    sue

    ños a cambio de los que él me

    devolvía.

    Nunca

    pude. No valen

    la pena los pocos sueños míos

    que consigo recordar al nn de

    cada noche.

    Ahora Helena me ha dado los

    suyos, para que yo se los dé a

    J ulio. El sueño de la casa de las

    palabras, por ejemplo palabras.

    Allí acudían los poew a mez

    clar y probar palabras. En fras

    cos de vidrio estaban auardadas

    las palabras, y cada una tenia

    un color, un olor y un

    sabor

    y

    cada una sonaba y queria

    ser

    tocada.

    Los

    poetas ele¡ian y

    combinaban, buscando tonali·

    dadca y melodías, y se acerca

    ban a la nariz las frases que

    iban formando, y tu probaban

    con el dedo:

    "Esta

    precisa mis aroma de Uu-

    vio", deda Juan. y Ernesto de

    cía: A étta

    le

    liObra

    sal".

    La

    casa

    de las palabras se parecía

    mucho

    a la

    casa

    de Rosalia

    de

    Castro, en Galicia; y quizás

    era. Los árboles se metían por

    las ventanas.

    O, pongamos por caso. el sueño

    de lo mesa de los colores. Está

    bamos todos en t. se suci\o, to

    dos los amigos Cotados en tor ·

    no de

    una

    meza. y también la

    multitud de extru que

    traba

    jan en cualquier sueño

    que

    se

    respete. En las fuentes y en los

    platos

    había

    comida, pero

    sobre

    todo había

    c o l o

    cada cual se

    sen

    n alguna alcgrias de la

    boca

    y tambien se servía algún

    color, el color que le hac ia falta.

    y el color entraba

    por

    los ojos:

    amanllos límóu o a1ul de

    mar

    5erena, rojo humeante o rojo la

    cre o rojo vino. Una ve; .

    Hele

    no so

    ñó

    que sus sueños se ma r·

    chaban de \'iaje y ella iba bosta

    la estación del tren a despedir·

    los y por ahí

    andaba

    entre\·era

    do, no sé como, el

    Chacho

    Pc

    ñalou queriendo irse a Beirul.

    e ~ ¡ . . - . ~ 1 ~ J -

    0 -   ..-.

    (.no

    ~ : ; _ i A .

    t . ~ . .

    J : .s.-....... ............. .._ r l

    a t

    J_ _

    J

    c.-1...:

    C) -

    7 , . , : . ; - - : - ~ -

    é.

    L">"To. ~

    ..t-.-o

    L

    rwon

    .

    o ~ ~ . , . . . , _ _ ,

    ~

    - . . . . . a - ~

    1

    Á . v t ~ - - . > /,...,. },.., ~ ~

    . . ~ . - - . ; ; - ~ e:..... . . S . . . , . . . . , ~ , . . . . .

  • 8/16/2019 01. La Jornada, Suplemento Especial a Julio Cortázar

    6/7

    Cansado

    e

    tanto homenaje Cortázar se refugia

    en el humor e los túneles

    ést

    or

    Garcl anclúrl

    Hay

    escritores clásicos y escritores románti

    cos

    Los primeros

    son

    aquéllos

    que

    descubriero8',

    a veces con tanto esplendor

    como

    Borges.

    que en la escritura el

    drama

    puede sujetarse a

    las geometrías de

    la

    razón.

    Hay

    románticos

    que han aprendido a escribir con ellos. pero

    nunca serán clásicos porque

    la

    fascinación

    de

    las estructuras, de

    sus

    ruinas o sus cuen·

    tos siempres circulares, es desbordada por la

    sensualidad del sentido. O

    por su

    critica.

    Nada

    los fascina tanto

    como

    luchar y

    jugar

    con

    la pluralidad

    de

    significaciones del mun·

    do.

    Más que la

    persecusi6n metódica

    de

    un

    orden, hecho de modelos y deducciones, los

    mueve a

    narrar la

    pasión p or seguir hilos que

    quizá no conducen a ninguna parte.

    Porque Cortázar

    creyó que

    el sentido

    pe

    conquista en los márgenes o

    en

    el subsuelo

    de

    la

    razón vigente, desconfi6 de todos los

    estereotipos, los homenajes,

    las

    consagracio·

    nes que establecen nítidamente

    la

    verdad de

    un hombre o

    una

    obra.

    En

    estos meses en

    que centenares de reseñas derrocharen loga·

    res comunes como

    lo

    increíble de que haya

    muerto

    ese

    hombre

    co

    n

    cara de

    niño, o que

    le

    quedaba tanto

    tanto por

    decir, ¿cómo

    no

    acordarnos de aquella familia Humboldt que

    él

    mandaba de visita a Jos velorios para tras·

    tomar

    el sentido convencional

    de

    la ceremo·

    nia? ' 'Mi prima segunda

    la

    mayor

    se

    encarga

    de cerciorarse de la índole del duelo, y si

    es

    de verdad, si

    se

    llora porque llorar es lo único

    que les queda a esos hombres y esas mujeres

    entre olor a nardos y a caf'e, entonces nos

    quedamos

    en

    casa

    y los acompañados desde

    lejos' ..

    no

    nos gusta interponer insolente

    mente nuestro vida ajena aesf diálogo con

    la

    sombra .

    Pero si advierten que la gente está en el ve

    lorio para cumplir y que finge

    sus

    condolen·

    cías, van todos implacables. Saludan a los

    deudos,

    a

    quienes

    se

    reconoce fácilmente

    porqu e Uoran apenas veo

    entrar

    a alguien , y

    luego

    se

    dedican a imitar las costumbres y

    los elogios al muerto.

    Hasta

    que

    por

    el énfa

    sis acaban apoderándose del velorio, reem

    plazan a los parientes en los discuros, los la

    mentos y

    la

    organización del entierro.

    En ese mismo libro dedicado a los crono

    pios, en el

    Manual

    de instrucciones , acon

    seja atenerse a

    la

    manera correcta de llorar:

    llegado el Uanto, se tapará con decoro el

    rostro usando ambas manos

    co

    n

    la

    palma

    hacia adentro. Los niños llorarán con la

    manga

    del

    saco

    contra a

    cara,

    y de preferen

    cia en

    un

    rincón del cuarto. Duración media

    del llanto, tres minutos.

    Si

    hay

    un tiempo

    para

    todo

    ¿cuánto es nrr

    cesarlo para rememorar a un escritor famo

    so?

    El

    mismo había dicho que es dificil medir

    los acontecimientos con el reloj, ese pequeño

    infierno florido, cade na de rosas, calabozo de

    aire. Por

    ejemplo

    en

    los cumpleaños. Justa-

    mente cuando te regalan un reloj. No te

    dan

    solamente el reloj, que los cu01plas felices y

    esperamos que te dure porque

    es

    de buena

    marca

    ..

    te

    regalan la necesidad de darle

    cuerta todos Los días,

    la

    obligación de darle

    cuerda

    para que siga siendo un reloj .

    Te

    regalan el miedo de perderlo,

    de

    que te

    lo

    ro

    ben,

    de

    que se te caiga

    al

    suelo y se rompa .

    No te regalan un reloj, tu eres el regalado, a

    ti

    te ofrecen

    para

    el cumpleaños del reloj.''

    No

    sólo

    supo

    decir

    en

    las grande s antiepo

    peyas

    de

    Oliveria y de Johny lo que cuesta

    luchar contra los calabozos del tiempo, con

    tra

    las

    alianzas que la libertad pacta

    con

    la

    muerte,

    como

    esa

    de

    Louis Armstrong, que

    es lo que fue porque cuando tocaba estaba

    diciéndole

    todo

    el tiempo adiós a

    esa

    mlisi

    ca

      .

    Cortázar

    también logró hacer vibrar la

    tensión entre lo que es

    y

    lo que va dejando de

    ser en

    los relatos aparentemente menores de

    los cronopios o

    en

    relampagueantes cuentos

    de dos páginas.

    Supo

    que los textos miniroos

    tenían tantas posibilidades de atrapar el sen

    tido de esta vida huidiza como las grandes

    construcciones

    narrativas, pero que todas

    son

    aproximaciones y nunca merecen los ba·

    lances ni los homenajes.

    No

    se puede cerrar y hacer

    la

    suma,

    por

    que

    como le gustaba decir a

    ese otro

    perse·

    guidor que Julio amaba, Macedonio Femán

    dez,

    más

    allá de l

    as

    conclusiones

    la

    realidad

    sigue tr abajando

    en

    abierto misterio . Sólo

    podemos aludirla

    en

    imágenes exasperadas,

    27

    E

    OCTU RE DE 984

    que dirán simpre que

    la

    muerte no

    está al

    fi.

    nal, no es la quiebra d e ningún orden,

    porqut

    la vida consiste

    en

    desprenderse

    una

    y

    otrr.

    vez de los órdenes que

    la

    garantizan y

    la

    clausuran.

    En

    Los pr mios leímos que habría que te·

    oer una

    tercera mano, y

    en

    ayuela

    que

    la

    vida

    es

    como el comentario de

    otra

    cosa

    que

    no

    alcanzamos . La justificación de la exis

    tencia no está

    en

    los reconocimientos, sino

    precisamente en no instalarse en ninguna

    ju s

    tificación,

    no

    acomodarse en ningua de las

    salas del laberinto. o

    como

    decía Oliveira,

    abrir

    de

    par en

    par las ventanas y tirar todo

    a

    la

    calle, pero sobre todo hay que tirar

    la

    ventana y nosotros con eUa .

    Hay

    que recordar estas cosas, y

    con

    bu

    mor, cuando evocamos la muerte de alguien

    que

    proponía que

    en

    las conmemoraciones

    patrióticas de las escuelas,

    en

    vez de los dis·

    cursos, el director les pasara a los niños pelí

    culas de Chaplin y Buster Keaton. Alguien

    que escribió que

    la

    risa, ella

    sola,

    ha cavado

    más tuneles útiles que todas las lágrimas de

    la

    tierra .

    Y

    quizá porque sabia de hum

    or

    y

    de túneles pudo irse de la Argentina cuando

    sintió

    que lo asflXiaba, desde

    la

    distancia de·

    sarrolló

    esa

    alta forma de patriotismo que es

    hacer respirar a una lengua, y estuvo muy

    cerca, aun

    en

    el

    exilio, para solidarizarse

    cuando otras formas

    de

    asflXia sofocaban a

    su

    país.

    Por

    todo eso pudo también hacer de

    algo a menudo

    tan

    solemne como

    la

    adhe-

  • 8/16/2019 01. La Jornada, Suplemento Especial a Julio Cortázar

    7/7

    sión a las revoluciones actos libres y gozo·

    sos.

    No

    podemos

    conmemorar a quien tuvo

    desde el comienzo este trato

    con

    el tiempo, la

    risa y

    el

    abierto misterio de la muerte como

    si

    la muerte acabara

    de

    ocurrirle. Es imposible

    consagrarlo como a un escritor clásico. ¿No

    seria el mejor

    modo

    de celebrarlo proponer-

    nos que no

    ea el último romántico

    A uno le dan ¡anas de terminar con esta

    preaunta

    para

    no

    incurrir,

    por

    ponene

    a

    -

    car

    la resput 1&, en esas

    cursilerias que Cor-

    tázar parodió en

    laa

    historias de famas y en

    os premf )s. Preferimos acabar con dos ci-

    tas, reveladora de que Cortázar no le tuvo

    miedo a

    ser

    romántico y supo que hay en

    el

    leo¡uaje

    crampaa peores que

    la de

    ser

    cursi.

    Acordémonos

    de ese

    úulo

    e

    wr wnlo

    en el que relata la unposibilidad de narrar el

    amor

    impos1ole

    con una prostituta de Buenos

    Aires, que es también

    la

    evocación

    de

    un

    país que es hoy mi fantasma o yo soy el su·

    yo .

    l

    recordar las conversaciones

    de tan·

    go barato con esa mujer, como ironizan ese

    lenguaje escritores que

    él

    aprecia, y queldj

    tambien podría ocurrirle

    si

    escribiera

    el

    cuen

    to, explica que en el fondo esas facilidadef

    de

    la

    cultura

    me

    parecen un

    poco

    canallas

    ..

    Pero

    en

    esos tiempos

    me

    dedicaba más bien

    a comparar mentalmente el habla de Anabel

    y

    de

    Susana. que las desnudaba tanto más

    profundamente que

    mis

    manos, revelaba

    lo

    abierto y lo cerrado

    en

    ellas,

    lo

    estrecho y

    lo

    ancho, el tamaño de sus sombras en la

    vida.

    Nunca le

    ol

    la palabra 'democracia' a

    Ana-

    bel,

    que

    in

    embargo la escuchaba o lcia

    veinte veces

    por día. y

    en

    cambio Susana

    la

    usaba con cualquier motivo y siempre con

    la

    misma cómoda buena concencia de propieta-

    ria .

    El

    otro texto fue publicado pocos di as des-

    pués de la muerte de Cortázar

    en

    uno de esos

    palacios

    de la

    cursileña que son

    las

    notas ne-

    :rológicas en

    Jos

    diarios de provincia. Pero

    :ste

    se

    mantiene todo el tiempo

    al

    borde

    de

    ese

    riesgo y sabe contamos como

    se

    despidió

    Cortázar, en diciembre pasado, de Buenos

    Aires: ''Quiso pasar oesapercibido

    y

    cammar

    entre nosotros,

    sus

    personajes, y para vemos

    vivos

    despue$ de tanta muerte. Su estatura

    real

    y

    literaria le impi(Ji6 una noche

    mirar

    la

    calle Corrientes. Fue reconocido por los jó-

    venes y cuenta un amigo que

    se

    quedó eme>-

    cionado de escuchar

    'Gracias,

    Julio', 'Volvé',

    'Quedate encre nosocros'. Era una marcha

    por los derechos humanos y él aguardaba en

    una esquina a una periodista que le quería

    hacer una nota. Conmovido aún por la es-

    pontánea manifestación que nucleó a cerca

    de un

    millar

    de personas,

    se

    sentó en una

    mesa

    para responder

    un cuestionario.

    En ese

    momento

    se

    le acercó una joven que no al-

    c ftz b

    los

    2

    d s

    y

    te

    re¡aló

    w

    ¡r

    ramo de Jazmines

    del

    País. Sonrojada por

    el

    beso de agradecimiento,

    Ja

    niña se

    fue.

    y él,

    Julio Cortázar, se quedó con

    ese

    gran ramo

    diciendo: 'Huelan, en ninguna otra parte hay

    jazmines con este perfume', y estaba a poto

    de

    lá¡rima.

    Se fue por Corrientes con su gran ramo

    de

    jazmines ..