otrolunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-si-trina-la-canaria-uriel-quesada... · perros jugando...

12
otro Lunes REVISTA HISPANOAMERICANA DE CULTURA No. 36. Marzo 2015 Año 9 SI TRINA LA CANARIA Uriel Quesada Novela (Editorial Cultural Cartaginesa, 1999) Uno uando por fin encontró el edificio ya estaba completamente mojado. Había hecho todo lo que el sentido co- mún advertía para evitar el azote del mal tiempo, como armarse de un paraguas, llevar sombrero, cubrirse con un impermeable hasta las rodillas, procurar respiros bajo los aleros y evitar los charcos y las canoas rotas. Sin embargo, el viento parecía venir de todos los puntos cardinales arrastrando agua y gris sobre San José, convirtiendo cada esquina en el punto donde se topaban lluvias opuestas, socavando la firmeza de las sombrillas y volviendo inútiles los esfuerzos de protección. En verdad todo el país estaba patas arriba. A causa de los aguaceros, desde principios de mayo los ríos se precipitaban insolentes por las calles de ciudades y pueblos, las fincas se ahogaban en un material viscoso y las carreteras eran destruidas por los incesantes lamidos de la humedad. Incluso las costas habían perdido sus nobles líneas, pues contra ellas se amontonaban basura, recuerdos y animales muertos. Cuando el hombre pudo hallar el edificio, admitió sin amargura que la estación lluviosa apenas empezaba, y por tanto C

Upload: vutram

Post on 08-Oct-2018

218 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

otroLunes REVISTA HISPANOAMERICANA DE CULTURA

No. 36. Marzo 2015 – Año 9

SI TRINA LA CANARIA Uriel Quesada Novela (Editorial Cultural Cartaginesa, 1999)

Uno

uando por fin encontró el edificio ya estaba completamente mojado.

Había hecho todo lo que el sentido co-mún advertía para evitar el azote del mal tiempo, como armarse de un paraguas, llevar sombrero, cubrirse con un impermeable hasta las rodillas, procurar respiros bajo los aleros y evitar los charcos y las canoas rotas. Sin embargo, el viento parecía venir de todos los puntos cardinales arrastrando agua y gris sobre San José, convirtiendo cada esquina en el punto donde se topaban lluvias opuestas, socavando la firmeza de las sombrillas y volviendo inútiles los esfuerzos de protección. En verdad todo el país estaba patas arriba. A causa de los aguaceros, desde principios de mayo los ríos se precipitaban insolentes por las calles de ciudades y pueblos, las fincas se ahogaban en un material viscoso y las carreteras eran destruidas por los incesantes lamidos de la humedad. Incluso las costas habían perdido sus nobles líneas, pues contra ellas se amontonaban basura, recuerdos y animales muertos.

Cuando el hombre pudo hallar el edificio, admitió sin amargura que la estación lluviosa apenas empezaba, y por tanto

C

Page 2: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

2

aún se podían esperar mayores desastres. No habría tregua en

mucho tiempo, aunque la gente, según La Crónica Roja, ya estuviera aguardando los días soleados de diciembre y enero, y hablara de ello como si el verano fuera verdad y no una imagen remota y desfigurada, casi un sueño sin sentido.

Respiró profundo, sintiéndose sobreviviente de la ciudad en invierno. Apenas eran las diez de la mañana de un miércoles. Para esa hora la tormenta había causado otro apagón y ningún semáforo funcionaba. Ello quería decir que casi cualquier cosa podía ocurrir en las calles, pues la agresividad de los choferes y

peatones se hallaba libre, sin siquiera los límites que las luces rojas, ambarinas y verdes imponían.

Pero al menos ahí estaba, elegante y oloroso a colonia junto a la entrada de un edificio de tres pisos en ese San José que poco a poco era abandonado por sus inquilinos de toda la vida, mientras gente nueva se apretujaba en los espacios donde en otra época hubo gloria y progreso, y ahora casi ningún vestigio de los buenos tiempos sobrevivía. San José iba cayendo en la orfandad: apenas algunas oficinas de gobierno, empresas ocultas tras la decadencia, tiendas cuya identidad reposaba en antiquísima tradición. ¿Qué esperanza podía quedarle a la ciudad ante el progresivo derrumbe de sus estructuras y la invasión paciente, a ratos discreta, a ratos a gritos, de extraños que no tenían nada? La lluvia, pocos como ella para desnudar esa suciedad y ese desamparado asidos a las paredes. Ningún otro fenómeno tan audaz cuando se trataba de avivar la locura, el caos de las horas de trabajo, de la gente dispersándose para llegar a cualquier parte.

El caballero sacudió su paraguas, se quitó la gabardina y vio que su traje tenía salpicaduras de barro. "Carajo", le dijo a nadie, "esta es la última vez que me meto al centro con mi traje de reunión importante".

Tuvo que caminar varias cuadras hasta el edificio, luego de dejar el vehículo oficial en el que viajaba atorado en un congestionamiento. Había dado instrucción a su chofer para que intentara recogerlo al final de la reunión.

"Pero si no te veo", agregó, "tomaré un taxi a la oficina".

El conductor asintió sin fe, seguro de que lo más sensato era salir cuando antes de ese nudo de vehículos y gente.

Ya en la calle, el señor elegante recibió empujones, oyó críticas y maldiciones y dio gracias por la gloria del anonimato. Como

Page 3: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

3

otro cualquiera sintió caer pedacitos de cemento y piedra mezclados con la lluvia, esos fragmentos de una realidad que se venía abajo. Llegó a una esquina y la única posibilidad de alcanzar la otra acera fue lanzándose a la laguna que se había formado en el centro de la calle. "Los malos tiempos no hermanan", meditó, "siempre los malos tiempos".

Despacio buscó el lugar que coincidiera con las señas que traía anotadas en un papelito. Finalmente llegó frente una puerta estrecha que tenía varios vidrios rotos, como enormes heridas cubiertas con pedazos de cartón que apenas se sostenían ante los golpes del viento. La puerta conducía a un corredor de paredes

oscuras, donde flotaba un aire hediondo a sótano clausurado. Chequeó la dirección con una placa en la pared: Centro para el Desarrollo Industrial, Tercer Piso.

Alguien había desparramado a lo largo del pasillo ejemplares

viejos de La Crónica Roja, con el propósito de evitar que la gente arrastrara agua al resto del edificio. Pero el papel periódico se había desintegrado casi por completo, convirtiéndose en una masa de aspecto desagradable que se pegó a los zapatos del hombre elegante. Con una gracia que no parecía de este mundo, empezó a saltar sobre el papel deshecho en procura de las escale-ras. Debajo de ellas, dos forzudos que intentaban levantar una tapa simulada con los mosaicos del piso, lo vieron danzar y soltaron la risa. Desde el fondo del corredor, los empleados de un taller fumaban su aburrimiento. Ni siquiera el desconocido saltarín pudo mejorarles el tedio. A su alrededor refrigeradoras y cocinas descompuestas esperaban una oportunidad de ser reparadas, pero para los empleados era más urgente fumar y ver la lluvia. El humo de sus cigarrillos subía hasta un rótulo colgado del techo: una lavadora de ropa de estilo antiguo, con ojos, boca y un pañuelo alrededor de su cara como si sufriera dolor de muelas, una mano apoyada en el mentón, la otra

señalando una leyenda: Hospital de Electrodomésticos.

El hombre elegante alcanzó el segundo piso. Se topó con La Sociedad Filatélica Josefina, cuya puerta tenía varios candados, delimitando un territorio prohibido a todo aquel que no perteneciera a esa cofradía de misteriosos aficionados a coleccionar estampillas. Luego cruzó frente a una oficina de abogados. A través del ventanal se veía un panorama curioso: mobiliario viejo, en la pared una litografía de una pandilla de perros jugando billar, detrás de un escritorio una mujer verdosa

tratando de leerla Crónica Roja junto a una vela. El visitante miró fijo a la mujer. De repente, levantando la cabeza del periódico,

Page 4: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

4

ella devolvió la mirada con ferocidad. El caballero tuvo el impulsa de decirle que no la buscaba, que nunca le haría una pregunta y que sentía mucho haber interrumpido su lectura, pero en ese instante el rostro de la mujer se contrajo en un tic muy peculiar, un movimiento de la boca que afiló sus pómulos e hizo recordar la expresión de un pez enorme perdido en su acuario.

Tratando de dejar atrás a la mujer-pescado tan pronto como fuera posible, el hombre no se percató de que muchos hilos de agua descendían por la pared. Subió los tramos restantes de escalera y de repente tuvo que enfrentar la realidad: el tercer piso era una especie de estanque sostenido precariamente por los límites del edificio y por algo así como una oficina hecha con piezas de plywood. Nunca en su vida el caballero había visto panorama igual. Objetos minúsculas flotaban extraviados de aquí

para allá: bodoques, mechones de cabello, hojas sueltas de La Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme luchando por sobrevivir. Inevitablemente el insecto se dirigía hacia una de las paredes, las cuales habían sido dispuestas en semicírculo, quizás para crear el ambiente de un recibidor, aunque el único mueble en esa área, un sillón famélico, probablemente desahuciado, acentuaba el sentido de naufragio. Hacia un extremo de la pared, una puerta prometía ambiguamente: o salvarse de la tragedia pluvial o terminar de hundirse y perecer. Pegado a la puerta, un rótulo impreso en

papel de computadora indicaba Centro para el Desarrollo Industrial.

El señor elegante no se sorprendió. En cierta manera todo era consistente con la idea que ya tenía. Según sus notas el Centro era un lugar anónimo, escondido en el extremo más inaccesible de un edificio infame, casi un punto inexistente de la ciudad. Debía ser nada más que un nombre y eso había encontrado.

Con resignación avanzó de puntillas hacia la puerta. Sus zapatos de cuero finísimo no pudieron protegerlo y la humedad empezó a enfriarle los pies. "Llegando a casa me tomo un antigripal y un whisky", se dijo. Llamó sin que nadie acudiera. Sin embargo alguien debía estar allí. Su secretaria había

confirmado la cita: "diez de la mañana con el director del Centro, el señor Leandro Amador". Golpeó de nuevo y la pared entera produjo un inseguro ruido.

"Váyase", gritó alguien desde el fondo de la oficina, "es peligroso estar aquí en estas condiciones. Además no tengo plata para comprar nada".

Page 5: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

5

"¿Hablo con don Leandro Amador?"

"Depende. ¿Quién lo busca?"

"Usted no me conoce. ¿Puedo entrar?"

"Le sugiero irse, el edificio fue declarado inhabitable. Además estoy ocupado".

"Abra la puerta, Leandro. Mi secretaria llamó y se supone que usted está esperándome".

Cuando la persona al otro lado de la pared empezó a caminar se produjo un sonido similar al de un remo al romper el agua. El caballero recordó una rutina de Abbot y Costello. Una familia los había contratado para reparar un problema de fontanería en el baño de su mansión. Los personajes hicieron un destrozo tal que todo se inundó, y para huir usaron la bañera como bote.

"Yo creí que era broma", gritó Leandro mientras el hombre elegante lo imaginaba flotando en una gaveta del archivador, conteniendo las aguas con un bate de béisbol. "La primera llamada oficial en tres años. ¡Ja! Mire, mejor váyase. Estoy en problemas y ya le dije que no estoy interesado en adquirir ofertas, ni afiliarme a clubes. Tampoco deseo ingresar a una nueva congregación religiosa. Mejor queda todo así y usted me deja tranquilo. ¿De acuerdo?"

"Abra la puerta", insistió el recién llegado. Quizás el verdadero problema era que Leandro flotaba muy lejos y le resultaba imposible vencer la fuerza de la corriente y acercarse a la puerta. "El Señor Ministro me mandó a hablar con usted".

Leandro llegó desde un punto imposible de identificar. El agua se agitó en delicadas ondas que se entrecruzaron, crecieron y empaparon aún más los zapatos y pantalones del visitante. Al abrirse la puerta apareció un hombre no muy alto, con pelo, bigote y boca de seductor libanes. Tal como había dicho el Ministro, a primera vista recordaba una foto descolorida del actor mexicano Mauricio Carees. Un detalle esencial los diferenciaba: la barriga cervecera del señor Amador.

"Así que el Ministro lo mandó".

"Pues sí", sonrió el hombre elegante. "¿Se acuerda de la llamada telefónica? Era mi secretaria".

"Ella nunca dijo nada de una reunión. Yo entendí que mi amigo me iba a mandar una carta o un paquete... hasta pensé en plata".

Page 6: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

6

"¿Lo decepciono?".

Leandro asintió. Aquel hombre tan fino y sonriente desentonaba. De repente pensó en las lecturas de su época bíblica: las apariciones siempre se daban en las circunstancias más extravagantes. Dio un vistazo al recibidor y comprobó que estaban solos.

"¿Usted tiene nombre?"

"Me parece innecesario que nos presentemos de una manera formal. Yo sé quién es usted y usted me puede llamar 'el Mensajero'".

Leandro tomó tiempo para entender. Creía haber llegado a ese punto de la vida en el que nada extraordinario pasaba. No tenía fe en la lotería, la quiniela ni los casinos. A veces le costaba incluso aceptar una nueva mañana. Por eso ese hombre con

aspecto de animador de certamen Miss Something y chachara enigmática le producía agotamiento. Su voluntad se resintió ante la coyuntura de verse obligado a adivinar intenciones y discursos.

"Bueno", dijo finalmente, "usted me puede llamar 'Director del

Centro' o para abreviar basta con 'Director'".

El Mensajero rió con la gracia calculada de un modelo de pasta dental. Puso una mano sobre el hombro del Director, y la retiró no más sentir cuan húmeda estaba la ropa.

"Muy gracioso. Ya el Señor Ministro me había hablado de su sentido del humor. Él lo conoce a usted muy bien".

"¿De veras? ¿Y conociéndome tan profundamente por qué no me llamó en lugar de enviar a un desconocido sin nombre? Él sabe cómo me molestan estas actitudes".

"Está ocupado, mi amigo, muy ocupado. Durante los últimos años la administración del país no ha sido fácil. Estamos en una recesión económica, la producción ha caído, la gente se ha vuelto más pobre y triste, ya no hay como antes países dispuestos a ayudarnos con generosidad. Usted entiende: somos el traspatio del traspatio de América. Con tanta presión el Señor Ministro vive sólo para el trabajo, no tiene tiempo de socializar".

Pasaron unos minutos sin decir nada. Mencionar al Señor Ministro causó un raro efecto, como una bomba que cae, levanta una polvareda, y es necesario esperar que el aire se despeje para evaluar la destrucción real. Ambos permanecieron impasibles, o tal vez ninguno comprendía bien porqué discutían sobre un

Page 7: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

7

político cuando todo alrededor amenazaba con hundirse y lo mejor era echar una mano antes de que el agua terminara de destruir materia y espíritu. El espacio que separaba a los hombres se llenó de lluvia y ruido del tránsito.

"¿Puedo entrar y sentarme? Estoy cansado".

Leandro pasó los dedos por la solapa del saco del visitante, quien se preguntó si, a pesar de lo sucia, la piel del Señor Director podía apreciar la calidad de la tela.

"Usted tiene un traje muy bonito. Casimir inglés o español. Color discreto que igual sirve para ocasiones solemnes e informales. Seis botones en el saco, por lo tanto debe llevarse cerrado. Pantalones sin pliegues, diseñados para caer siempre rectos sobre el pie. Todo combina con zapatilla café, nunca negra".

"¿Puedo?"

El Director del Centro no apartaba la vista del tejido. En sus ojos no había envidia sino tristeza.

"Siempre quise uno como ése".

"¿Puedo?"

Leandro se encogió de hombros.

"Hágalo a su propio riesgo", farfulló dejando pasar al Mensajero. La oficina era un cuarto largo, vacío con la excepción de cierto equipo básico. Había un estante lleno de ejemplares históricos de Mecánica Popular, un escritorio de fórmica con dos sillas y un sofá, un teléfono de disco, una computadora y disquetes antiguos. Algunas secciones de cielo raso estaban podridas y la lluvia se metía por ellas simulando la sutileza de cabellos que flotaban en el aire. Apiladas en una esquina, grandes cajas de cartón sufrían el martirio de la humedad. Leandro las señaló:

"Allí está toda la información que el Ministro puede necesitar sobre la industria de Costa Rica".

"Buen trabajo", dijo el Mensajero contemplando el panorama, "nuestro jefe estará muy complacido cuando le cuente que he visto con mis propios ojos los resultados de su labor".

Cada vez era más difícil pretender que todo marchaba bien. Mencionar de nuevo al Ministro podía confundir más las cosas, pues su gestión nada tenía que ver con ese tugurio levantado en medio de San José. Pero el Señor Ministro seguía siendo el único

Page 8: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

8

nexo entre ambos hombres, inevitablemente habría de permanecer en la conversación. El Mensajero se apoyó en el marco de una ventana, pensando que debía reportar de

inmediato la situación para que el Centro fuera eliminado con prontitud de todo, incluso del recuerdo. Echó un vistazo afuera pensando que el paisaje no podía ser peor. AJ otro lado de la ventana un gran transformador eléctrico reposaba sobre el extremo de un poste. Decenas de cables de distinto grosor salían de esa especie de caja metálica, dando la idea de una araña cuando empieza a tejer su red. De cuando en vez alguna chispa saltaba de la superficie del aparato, causando en el recién llegado saltitos de ansiedad. No estaban visibles ni de las montañas ni los volcanes que rodeaban San José, sino solamente nubes gordas y techos herrumbrados.

A nivel de la calle una multitud esperaba con resignación, haciendo fila en espera del autobús. Un hombre con un silbato pretendía mantener el orden, mientras bolsas y sombrillas chocaban. La vibración constante, el humo y el ruido de los

autobuses subían por el viento a estremecer las bases del Centro para el Desarrollo Industrial.

"Perdón, pero no puedo ofrecerle un café. Usted sabe, con el apagón..."

El Mensajero, dejando la inseguridad de la ventana, se sentó casi en el borde de una silla, listo para saltar en caso de emergencia.

"Despreocúpese, mi amigo, no vine a que me sirvieran. Más bien, si gusta podemos ir a otro lado donde podamos hablar con... mayor privacidad".

"No", dijo Leandro sentándose en el escritorio. Mientras hablaba movía sus piernas sacudiendo gotitas de agua. "Aquí no hay problemas de privacidad, nadie viene nunca. Además, cuando alguien llega sin nada es porque busca algo. Si el

Ministro necesita servicios del Centro me parece oportuno que conozca lo que significa trabajar aquí".

"Deje de hablar en ese tono, Leandro. Él está muy agradecido por todo lo que usted ha hecho".

"¿Ah? He pasado aquí tres años esperando una oportunidad. La evidencia muestra que mi viejo amigo tiene problemas para recordar quién es leal y quién no".

"Leandro, usted tiene que entender. Recuerde cómo estaba el país cuando la oposición dejó el gobierno. Recuperar la confianza

Page 9: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

9

de la gente ha sido difícil, máxime si la situación económica apenas..."

"Yo sé que muchas cosas han cambiado. Por ejemplo, ahora llueve más que hace tres años. Esta oficina que busqué para instalar un nuevo y ambicioso proyecto se ha deteriorado hasta volverse un refugio de alimañas. Sé que uno de mis amigos fue nombrado ministro y que me ofreció un chance, pero él cambió también: cantidad de veces he tratado de conseguir una cita pero nunca está disponible. Nos hemos encontrado en eventos públicos y él ha girado instrucciones para que alguien me atienda, incluso ha prometido llamar. Pero vean quién acude, un señorito perfumado que ni siquiera se atreve a decir su nombre".

La lluvia arreció. Su estruendo se reflejaba en cada objeto dentro del edificio, creando una presencia profunda y abstracta, como un dios para quien el único contacto posible con los seres humanos era el ruido.

"Es muy rudo con su amigo, alguien a quien debe usted le

debe su trabajo en el Centro".

"Una oficina de desarrollo sin objetivos, sin equipo ni personal, a cargo de un tipo que sólo tiene buenas intenciones. En otras palabras, un fantasma."

"Pero usted recibe su pago cada mes, ¿cierto?"

"Tengo que admitirlo aunque sea molesto. Mensualmente voy a la Agencia de Vuelos Civiles, firmo uno de esos contratos de 'Servicio de Consultoría' y recojo un cheque".

El hombre elegante abrió los brazos e hizo un gesto de impaciencia.

"¿De qué se queja? A esta discusión le falta substancia. Al menos de parte del Señor Ministro se cumple y se guarda silencio".

"No estoy seguro, a veces me preocupa esta situación. Todo es tan poco claro, aparte de mí nadie más tiene cara o nombre..."

"¡Caray, qué pretencioso! Usted solamente es una firma en una pila de contratos que nadie leerá nunca. Usted no existe, Leandro Amador. Igual que esta oficina, su 'Señor Director' es nada".

Entonces el Mensajero se acomodó en la silla y puso los pies sobre el escritorio. Leandro vio aquellos zapatos de delicado diseño, probablemente hechos a mano, manchados de agua sucia. Vio barro en las medias y en el casimir inglés. El visitante repitió que el Ministro necesitaba de su amigo otra vez, pero el

Page 10: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

10

Director del Centro apenas prestó atención. Le pareció que el hombre elegante empezaba a levitar, rodeado su cuerpo de un halo de bienestar y santidad.

"Este es un proyecto muy especial", dijo el Mensajero como metro y medio por encima de la silla. "Debe ser ejecutado con discreción, prontitud y precisión".

Giró un poquito, de tal modo que el rostro de ambos hombres quedara al mismo nivel y el pobre mortal no tuviera que humillarse buscando los ojos del visitante en lo alto. Leandro sintió esa mirada tan próxima que sacudió la cabeza con el fin de quitársela de encima.

"Durante los próximos días", continuó, "un importante grupo

de personas visitará el país. Si usted lee La Crónica Roja sabrá de lo que hablo. Mucho dinero viene para ayudarnos a solucionar los estragos de estas eternas lluvias. Algunos expertos de organizaciones internacionales ya están aquí, otros arriban hoy. Todos se reunirán con el Señor Ministro en su oficina..."

El aliento del Mensajero lo envolvía, y aunque no era desagradable -menta tibia, cosquilleo helado- el Director luchaba por liberarse de su fuerza hipnótica. Cerró los ojos un instante, rogando que la ilusión cesara. Pero al abrirlos de nuevo halló al visitante colgado del cielo raso.

"Me quiere como guardaespaldas", interrumpió para oírse a sí mismo y saber si aún quedaba algo real.

"No precisamente. Hay una persona muy molesta que acostumbra ir al Ministerio todos los días. Es inofensiva, pero... ¿cómo le explico? Puede crear una mala imagen de cómo somos los costarricenses y de los esfuerzos que este gobierno hace por su pueblo... El Ministro no quiere ver a esa persona merodeando por ahí durante los días de reunión. ¿Me comprende?"

Leandro vio sonreír al Mensajero, pero nunca antes una sonrisa le había dado tanto miedo. Era más grande que todo el espacio, doblaba por las esquinas, se ajustaba a las formas que otros objetos dejaban libre. Leandro levantó las manos para evitar el atropello de esa sonrisa. Débilmente dijo:

"Es decir, me quiere como matón".

El Mensajero volvió a reír y esta vez el sonido se fue esparciendo poderoso, al punto de agitar el agua y obligar a

Leandro a recoger las piernas para evitar ser salpicado. El sonido era tan lejano a este mundo que el Director imaginó al visitante

Page 11: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

11

practicando esa risa frente a muchos espejos. Risas así solamente se conseguían con disciplina diaria, como la de ir al gimnasio o estudiar los libros más recientes de relaciones públicas.

"Usted no se preocupe por el Centro para el Desarrollo Industrial. Vamos a pagarle emolumentos extra por este trabajo. De todas formas, no creo que nadie lo extrañe".

Aquello dolió. Podía ser casualidad, o más bien una in-sinuación calculada. ¿Sabrían en el Ministerio el asunto de Maruja? No le gustaba la proposición, tampoco ese hombre que ahora se iba vaciando de su cuerpo para quedar convertido únicamente en luz. El halo poco a poco consumía la figura del visitante, y conforme carne y luz se mezclaban su color se desordenaba en tonos de verde y violeta. Leandro quiso quedarse sólo, bajar las escaleras o huir por la ventana, cualquier cosa con tal de romper de inmediato el embrujamiento.

"Yo esperaba algo diferente, nunca trabajo oscuro", murmuró. "Pero no importa, uno en política tiene que acostumbrarse a

todo... Tantos meses haciendo nada en el Centro me han llevado a un peligroso estado de desesperación".

"¿Se encuentra bien?", dijo el Mensajero frunciendo levemente las cejas.

Leandro prefirió no contestar, podría darle pistas al visitante de lo mal que se sentía, aunque tal vez ya estaba enterado de todo y simplemente cumplía con un trámite de cortesía.

"Estoy tratando de recordar de nuevo desde hace cuánto espero la oportunidad, pero mi cerebro no puede hacer otra que sentir la lluvia, la cabrona lluvia".

El visitante ya no tenía interés en más conversación. Dio una mirada satisfecha a su reloj y bostezó. La luz fue concentrándose nuevamente dentro de los límites su cuerpo. La energía quedó oculta bajo su piel y ésta a su vez bajo el traje de buen corte. Lentamente descendió de las alturas hasta quedar sentado en la silla, los pies sobre el escritorio.

"¿Qué debo hacer con esa persona?

El caballero elegante movió la cabeza, ¿la estaría acomodando en su cuello?

"Su perspicacia le dictará".

"¿Y cómo voy a reconocerla?"

Page 12: otroLunesotrolunes.com/36/files/2015/03/4-Si-trina-la-canaria-Uriel-Quesada... · perros jugando billar, ... Crónica Roja, una foto en sepia, un lazo deshecho, una cucaracha enorme

12

"Muy fácil", repuso mientras se levantaba chasqueando los dedos, como marcando el ritmo de una canción. "Sólo tiene que verla y sabrá que es ella. Pero si aún así no está seguro, pregúntele a la gente del Ministerio".

Leandro sintió que perdía el conocimiento. El visitante empezó a caminar hacia la puerta, pero para el Director del Centro simplemente se empequeñecía velozmente.

"¿Preguntar? ¿Por quién?"

"Por la Canaria", dijo el Mensajero mientras se marchaba. "Ella es su objetivo".