amor que profesa

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HOMILIA J3DE NUESTRO SANTISIMO PADRE

PIO PAPA V ilGREGORIO BERNABE CHIARAMONTI

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D I R I G I D A

S I E N D O C A R D E N A L O B IS P O D E I M O L A

A L P U E B L O D E SU D IO C E S IS

E N E L D IA D E t A N A T I V I D A D

D E N U E ST R O S E Ñ O R J E S U C H R IS T O

D E L A Ñ O D E M D C C X C V I I .

T R A D U C I D A D E L I T A L I A N O .

E N G E R O N A : A qo de iS o o .

Con las liccncias necesarias.

cliristo nos dió de la verdadera Libertad é IguaU > dad. E l deseo del traductor de que el pueblo christiano las entienda en este sentido sano, el amor que profesa á la Sede Apostólica , el apre­cio que hace de la sagrada Persona que la ocu­pa , la veneración debida al legítimo sucesor de San Pedro , las instancias de algunas personas que ansiaban por leer en nuestro idioma esta Homilía : todo esto le movió á emprender este trabajo en obsequio de la Religión , en prueba de su estimación al Santo Padre , y en utili­dad de su nación. Confiesa ingenuamente que esta traducion ( aunque lib re ) dista muchísimo de la hermosura , elegancia y energía del ori­ginal italiano pero espera que el Público la reciba favorablemente , atendiendo solo á sus buenos deseos y á la christiana instrucción que de e lla , tal qual sea, pueda resultarle.

XJiA VENIAM SCRIPTIS , QUIBUS N O N GLORIA NOBIS

CAUSA , SED U TILITA S OFFICIUMQUE PUIT,

Ovid, lih. III. de Font*E le g , V l l L

( O

K V02 e te rn a , om nipotente en sí misma , quiso hacer en el tiempo que emanase afuera su poder, y con solo esto vinieron en un m omento al ser to­das Jas cosas. A ll í luego dando un paseo sobre las aguas soberbias que inundaban esta esfera , y diri­giendo liácía ellas una m irada terrible , las hizo re­tirar por ei espanto á los términos que les señalaba, y dexar descubierta y habitable la porcion de tier­ra conveniente á suü designios. Despues en el Sina, entre relám pagos y truenos batidores de la D ivina M agestad , se dió á conocer al C audillo del Pueblo de Is r a e l, y le entregó escritas de su puño en tablas de p itd ra aquellas leyes que m ostraban al hombre sus obligaciones para con la D ivinidad , para consi­go mismo , para con sus semejantes : las mismas que ya anteriorm ente habia grabado en su espíritu para la conducta y costumbres convenientes á la hum a­na naturaleza.

P a re c ió le , por decirlo asi , poco á la Sabidu­r ía D ivina y á su inmensa Bondad haber infundido en el hom bre los bienes y a dichos , no obstante la ingratitud y los extravíos de tantos m alos h ijo s ; y p o r tanto habia sellado en sus divinos consejos otro orden de cosas , y en virtud de él , llegada la ple­nitud de los tiempos , com enzaban á partir de lo alto nuevas y mas prodigiosas beneficencias, para dar pruebas decisivas de su clem encia para coa ellos , e infundirles aliento y esperanza en el Ser Supremo que

( Olos híibía cria d o , y no quería dexarlos sin remedio.

T ú , feliz portal de Belen , fuiste el conduc­tor de Jas m aravillas ; tú , B e le n , tierra de J u d á , no , no eres el úUímo ángulo del R eyn o de los H e­breos , pues que de tí salió aquel X efe previsto de los P a tria rca s , anunciado por Us ceremonia'^ y sacri­ficios que debía em puñar el cetro del Pueblo de Is­rael, E n tí tuvo la cuna el EiTjrnanuel que traía la paz , el H om bre D ios nacido de una V irg e n , á quien los cielos y la tierra dieron testlmoíúo de s« d iv i ­nidad , de sumisión.

¡F e l iz p o r ta l ’ y t u , gloriosa tierra de Judá, y o h a g o m em oria de tí con at^ctos de júbilo , y q u i- íiera que mis lágrim as de consuelo se comunicasen 4 estos mis carísim os hermanos que m e escuchan , y que por todo el niundo resonasen tus alabanzas y tus honores.

Pero no se .lim íte m i gozo á un tributo téril , no se contenga m i lengua en excitar en mis oyentes un m ero aplauso y una adm iración infruc­tuosa, N ació el H om bre D ios para dar á los hom ­bres lecciones de una doctrina pura con que ilustrar­los , y disipar aquellas tinieblas que obscurecían sus encsndiínientos. A esta escuela os convido , mis ca­rísimos hermanos , siendo todo m í intento poneros delante la suma de los p recep tos, en que veáis como en un espejo la imagen del proceder cUrístiano , y ar­reglándoos á ella , juntéis un cúm ulo de méritos pa­ra la felicidad eterna.

E l H ijo de D ios , vestido de nuestros m orta­les despojos , superior á los .vanos adornos , y cadu­cas comodidades de la t ie r r a , prim ero con el exem - p ío , y despues con las p a lab ras, nos enseñó la verda­dera hum illación cUri:»tiaaa , y llam ó Bienaventuradof

,los pohres de espirita ; i y explicando el m odo de im ìra rlo , dixo : Quien quiera caminar en pos de mi^ tome sobre sí su cruz y sígame. 2 E n estas breves pa­labras com pendió la m ayor de las obligaciones del C liristiano para coa D ios , cuya basa consiste en la hum illación del espíritu , ó bien sea , en el justo concepto que el hombre hace de su baxeza en com ­paración de la Suprem a M agestad.

Qwanto mas profundiza el entendim iento del hom bre en este pensamiento , tanto mas ve la dis­tancia que hay entre él , y el C r ia d o r , y la necesi­dad de un auxilio sobrenatural para a cercá rse le , y de una continua oracion para alcanzarlo.

A sí reconoce y confiesa la incom prehensible dignación del A u to r Suprem o en descender á escu­ch ar los ruegos y recibir los votos de las criaturas, en corresponder con am or á quien le a m a , en co­ronar á quien le honra. D e aquí nace la gran obra del culto , y la atención á observar Jas prácticas ins­tituidas para reglarlo : idea siempre constante en to­das las n acio n es, tan profundam ente impresa , que no la han podido borrar del todo la carne y sangre. A sí que , está constancia de todo el genero hum a­no en esta persuasión es testimonio irrefragable de la verdad y necesidad del culto ; com o por el con­trario los errores introducidos en él por Jas nacio­nes m ultip licadas, lo son de la inconstancia del hom ­bre y debili.lad de su razón abandonada á sí misma,

y ofuscada por las pasiones.j O h , Santísima R eligión i T ú eres Ja que has

dado á un objeto ta a noble aquellos colores que m i

i Matth. Cap. V . v. 1. a Matth. Cap. X I V . v. 24.

dcìjiì lengua no es capaz expüc.it-. V álgam e t« e i - celencia y tu firm eza invicra , á fin de que en todo üem pu , en quanto yo pueda , publique tus triiinfos, y los muestre com o señal expresiva dei poder divi­no en tí tan refulgente. Aprendam os , hermanos , de tan gran M a e stro , y de preceptos tan sen cillos, quan­to im porra deponer qualquier ayre de momentánea g ra n ­deza , para hacerse dignos del eterno engrandecim ien­to. Aprendam os , que nuestra exaltación á los ojos de D ios crece á proporcion que aos hacem os pequeños á los propios nuestros, y á los de los hom bres. Q ual- quiera que lleno de una ciencia falaz quiere sin ra­zón ensalzar su espíritu , y sobresalir entre los de­mas , ambicio*;o de la gloria liviana de dom inar , no es discípulo de la escuela de C liristo , no ha apren­dido sus obligaciones para con Dios. J leco n o ced , her­m anos , qual sea el prim ero y mas precioso sacrifi­cio de vuestro corazon. Reconoced que renunciando vosotros con el afecto á todo por D ios , satisfará to­dos vuestros afectos por vuestro b ie n , por vuestra paz , por aquella gloria que jam as os faltará.

Pero solas las obligaciones para con D ios no form an el total f i n , la total mira del hombre. T ie ­ne también otras subalternas ó inferiores que le li­gan consigo mismo. L o s principios solos de la ra­zón , su misma física constitución , un im pulso irre­sistible háeia su propia felicidad , le enseñan á tener m iram iento á su conservación , á su perfección , á to­da su bien estar. M írese á sí mismo con vista libre de todas las preocupaciones e rró n e a s , y viéndose p re ­citado á divisar una luz de grandeza , que parece consolarle , habrá tam bién de descubrir varias som ­bras de miseria que tiran á envilecerle. E n la h isto - cia del hom bre las pasiones fueron los resortes de ips

granáe* acontecimlentoü ; pero tam bién han sido el iafeliz origen de jos sucesos mas íunestos. ¡ O h 5 hom-t bre ! ¡ O h , hombre ! % quando aprenderás con ' ejtác-: titud en la escuela del Redentor los m ed io s.d e con-i servar tu grandeza 9 de aquirir tn verdadera liber­tad > y de sacar los píes de tus grillos ? E l objeto ma& am ado del verdadero filósofo de Jesuchrísto consiste en arreglar sus actos y sus pasiones, en poner e a arm onía las fuerzas inf«jríores con las superiores , ca hacer servir la carne al espíritu , los placeres puros á la honestidad ; en suma , en reunir todo su com ­puesto en aquel centro , y aquel fia á que D ios le o r d e n ó , fom entando los sentimientos . é inclinación á la virtud que procura en el hom bre su propia per­fección , tanto que no solo no impida:!, sino que tam ­bién cov>peca á la perfección de la sociedad. E l hom ­bre en estado de viador experim enta en sus m iem ­bros la ley que repugna á la ley del espíritu , é in­tenta arrastrarle al cautiverio del pecado y de la m uer­te. Siente la guerra de la carne con el espíritu ,• de las fuerzas inferiores con las superiores. ¿ Q uien le librará de esta guerra , de esta oposicion que tanto le h u m illa , del cuerpo de esta su m u erte? V o s , Je­sús Salvador , V o s , que desde niño sin hablar fuis­teis M aestro de vuestros sequaces : V os/.les enseñas­teis , com o se puede salir de la lucba con honor , com o se puede triunfar con la verdadera gloria chris- tiana. Tollat crucem suam. La, c r u z , ó bien la m or­tificación de la c a r n e , que se dirige á quitar las sa­tisfacciones desordenadas, y no á aniquilar las pasio­nes , sino á tenerlas sujetas , y por decirlo asi , enca­denadas , para que no se rebelen contra las leyes di­vinas y humanas ; estos son los medios seguros pa­ra poner en orden al hom bre , son las obligaciones

b

que lo ligan consigo mismo. N o os amedrenteis y hst-* manos carísim os, al oír una lección que parece á su prim er aspecto demasiado se v e ra , y que inclina á des­truir al hom bre y quitarle su libertad. N o , mis m uy a m a d o s, muchas veces no entcndeis la verdadera idea de la libertad.

Est« nom bre que tiene su buen sentido eri la filosofía y en el christianismo , no significa una di­solución , ni una desenfrenada licencia de poder ha­cer cada uno quanto quiera , sea b u e n o , sea m alo ,, sea decente ó indecente. G uardaos de darle: tan ex­traña significación , que destruye tod o el orden d i­vino y h u m a n o , y desfigura la humaDidad la. ra­zón , y todas las bellas prendas de que os; dotó eí C riad or. L a libertad que D ios y los hom bres am an , es una facultad dada al hom bre , y un dom inio pa­ra poder obrar , ó no obrar , pero siempre baxo la íey divina y hum ana. N o usa racionalm ente de su iibertad quien jactancioso y rebelde se opone á la ley : no exerce racionalm ente su libertad quien con­tradice á D ios , y á la Soberanía te m p o ra l, quien qvíiere seguir el placer y dexar la honestidad , quien elige el vicio y abandona la virtud* E se es un mons­tr u o , no un hom bre que piensa rectam en te: no u s a , sino abusa de las potencias que D io s le com unicó : no es am igo de D ios , ni de los hom bres. D ichosos Tosotros , si conociéreis el recto exercisio de vues­tra libertad para gloria del C ria d o r, para poner or­den en vosotros m ism os, para hacer felices á vues­tros sem ejantes; pero aun mas dichosos si experim en­tareis otro género de lib erta d , que nos ensenó el Sal­vador en aquellas palabras de o ro : si ergo vos Filius U beravit, veré liberi eritis. 3 H a y una libertad vana

3 Joan. Cap. V I H . v. ^0.

^ ( 7 )i* ^ y carnal de que el hom bre abusa pecando, A esta alit-

de el Apo:>tol San Pedro en sa C arta prim era por aque­llas palabras: quasi liberi , ^ non quasi velamen \iaben~

tes malitics Ubertatem» 4 ¡ In feliz del que la s ig u e ! j D esgraciado del que la alaba y la lleva en triunfo ! Está en prisiones , y se cree Ubre: está oprim ido de. U culpa y de la pasión, y se jacta victorioso. L a bella l i ­b e r ta d , la m ejor de todas es la del espíritu , que se llam a libertad de g ra c ia , por la que el clirístiano queda libre del cautiverio del D em onio y de la culpa j aunque im perfecta en esta v id a , pero perfecta en la eterna p a­t r i a , donde no se conocen ios nombres de esclavitud, de v ileaa , de pecado.

I C ru z adorable! en tí á costa’ d e ’ su 'sa n g re nos com pró el R edentor tan bella libertad. A h í haz que re­conocidos á nuestro D ivin o R eparador nos Jjrocuremos el principio de tan am ada libertad acá en la t ie r r a , estando remotos de las cu lp a s , asistidos de su gracia me­d ic in a l, y la consumemos allá en í l descanso eterno de su gloria perdurable, . . . ‘j?-.

Si al hom bre le conviene considerar las rela­ciones que tiene con la prim era causa , y consigo mis­m o , también le es preciso que m edite las relaciones con sus semejantes. N o está en estado puram ente na­tu r a l, vive en socied ad , y procurando sus bienes y ventajas , la razón exige que los comunique en fo p o s ib le , y con un m utuo com ercio de adquisiciones y participaciones se una con los otros liombres pa­ra procurar el grande objeto de la felicidad públi­ca. Paz y felicidad están com o esculpidas en el co­razon del hoñibre , que no ’ puede menos d e ' recono­cer su b e lle za , y de querer su cum plimiento. Pero la p az no se lo gra sin el orden , y el orden pide in-

4 I. Pet. Cap. II . V. 16. i

¿íspensabíém ente autoridades constituidas á qm enef es preciso obedecer. T a l obediencia , ademas de es­ta r impresa en nosotros por el derecho natural , noj Ja manda también la R eligión C atólica , y quien no obedece á las autoridades tem porales , se opone al

órden y resiste á D ios. 5L a form a deJ G obierno D em ocrático adm itida

entre nosotros , carísimos herm anos , no se opone á las m áxim as expuestas hasta a q u í , n i repugna al E van­

gelio ; pero también exige todas aquellas sublimes virtudes que no se aprenden sino en la escuela de Jesuchristo , y las que . si las practicareis religiosa­m ente , form arán vuestra felicidad , la gloria , el ho­nor de nuestra República* O s r u ^ o apartéis de vo­sotros todas las m iras de partidos. L a s pasiones , los intereses particulares y la am bición y y qualquiera otra codicia indigna de un hom bre honrado no os ha­rán felices ; antes bien abrirán un gran cam ino á la ruina bazo la lisonja 4e. una gloria im aginaria. L a virtud sola que perfecciona al hom bre , y que lo dirige á aquel grande objeto que no puede im aginar­se otro m ejor , esta sola avivada ccn las luces na­turales , y practicada según las instruccione:» dei E van ­gelio , sea el fundam ento sólido de nuestra D em ocra­cia. B rille enhorabuena en los medios la hermoí>a m ed iq crid ad , pero el fin pide de suyo lo m ejor , pi­de el Perfecto Bien» C on las virtudes m orales solas seremos hombres medianos , con las virtudes teolo­gales que tienen por objeto al mismo D i o s , nos ba­jem os hombres grandes.

N o hablemos de A te n a s , ni de E sp artar pa-» sernos también en silencio las legislaciones de L ic u r-

5 Qiii resistit potfstati, D e i ordinatione resistit. S. Paul. Epist* ad Rom. Cap. X l l i . v. a.

\ . . C 9 )C"s g o y Solon , ni sirva tam poco <3e asunto á nues>

tras reflexiones la misma C a r ta g o , aunque ém ula de Kom a. R o m a , R om a en el estado antiguo de R e ­pública es la que conviene aquí representarnos. O b­s e rv a d , hermanos m ío s , aquellos célebres ciudadanos que la honraion ; ved los medios por donde llega­ron á ser ran adm irados. Y o no os traigo á la me«- xnoti'a el valor de M uzlo Scevola , á un C u rd o , á los dos S c ip icn e s, ni á un T o r q iia to , ni á un C a­m ilo , ni á tantos otros que fiorecieron en aquellos tiempos tan celebrados. M il plumas , y úiiles histo— rías han texido ya sus elog ios. C atón de U tic a , de quien se dixo que quanto menos aspiraba á la fam a tanto mas corría esta tras é l , os señalará los verda­deros medios por los que los Rom anos extendieron su fam a y dilataron la R epública, N o penseis, les tíe— cia á sus concivdadanos, no peuseh que nuestros ma^

res haya» er^granctecido ¡a República con Jas armas; Si asi futse , nosotros ahora la turiéiam os mas exten^ sa y nuts bella , pues que tenemos al presente mayor número de ciudadanos , de arm as, de caballos , que el que tu iitrvn t u i í f n s ahvelos, hilos tu ikron otra mira que fiosotris ho ctnocttv.os ahora : tuvieron otro zalor que íihoia tioiotros vo cuiíUtrr.os tener, h n ellos brillaba dentro de la patria la ivd u itr ia , y fuera de ella un justo gobitrr.o, un ánimo libre en las providencit.Si ni jtujeto al delito , ni á las pasiones. 6 Sentencia de oro

^ propia de un g»an F iló s o fo , que muestra á qué p u n - • to IJc'garon las virtudes m orales en los antiguos R o­

m an os, y de que modo alcanzaron una elevación ca­paz de hacerlos la adm iración y terror de Jas na­ciones. Tam bién se h a dicho que mientras los Gris»

é C. Salust. Crisp. 1. io Catii. 4»

) yg o s ,^ y los oeros puebloi mas cuífos en a p a r ie n c ia , ensenaban en ías cátedras con Ja finura áe los d íscur- \ sos la Filosofía E tic a , ios antiguos R o 'n in o s eran mas virtuosos sin disputas , y practicaban la M oral sin asistir á las escudas , y sin liacer o,tentacion del tra- ge y del vestido filosófico. L a sencillez de sus eo s- tumbres despreciaba Ja falacia ' de una estudiada e lo - qiiencia , y de una lógica mas artificiosa que prác­tica.

V e d aquí una breve descripción de Jas v ir ­tudes romanas en el tiem po de su fiino>a R e p ú b li­ca : virtudes de que los mismos Padres de la Ig le ­sia , y entre otros el su b ü m - F*bsofo Agustino en el libro tercero de la Oiudad de D .o s , liaccn m en­ción con honor , y una analísís de ellas digna de sus talentos. Según nos enseña este gran D o c­tor , la extensión y la fam a que adquirieron aque­llos Republicanos , fue un prem io que les concedió el Ser Suprem o justo y próvido en rem unerar aun las buenas artes, y las virtudes morales. A h o r a , si a q u e - ^Kos hombres famosos con solo el dictam en de la r a - xoti ( aunque ofuscada con el soberbio deseo de fa­ma ) creyeron tan necesaria la práctica de las virtu ­des morales , y tanto la cum plieron , que no envidia­ron , sino excedieron á los otros pueblos mas cul­tos , y aun mas antiguos ; sí , según pensaba C a tó n , y enseñaron tos Padres de la Iglesia , las virtudes m orales hicieron tan brillante la libertad de los L a - A t in o s , y obligaron al mismo D ios á prem iarlas con prem io tem poral : ¿ con quanta m ayor razón debe­mos ju zgar necesaria la virtud en nuestra presente D em ocracia ; nosotros que no vivim os encenagados en el lodo y en la am bición de una soñada divini­dad ; nosotros especialm ente, que ( gracias á la D iv i-

\ l ” ^na Beneficencia ) estamos por el cum plim iento de las profecías asegurados de ios prodigios mas indubitables; nosotros que mostramos todavía á qualquiera nación ¡;icrédula los lugares que santificó e! VerÍDO de D ios he­cho hom bre con su nacimiento en el m undo , con su muerte , y con el prodigio jam as ames oído de su re­surrección ? L as virtudes morales , que no son otra cosa que el buen órden del am or , nos harán buenos D em ocrá­ticos , pero de una D em ocracia r e c ta , que no cuida de otra cosa que de la com ún felicidad , distante de Jos odios, d é la infidelidad, de la ambición , de abrogarse los dere­chos de otro , y de faltar á las propias obligaciones. D e este m odo nos guardarán la igualdad entendida en su recto significado , que dem ostrándonos que la ley se extiende á todos los individuos de la sociedad , tanto en dirigirlos , com o en protegerlos y castigarlo s, nos dem uestra tam bién á la luz de la ley divina y hum a­na , que proporcion deba tener todo índuviduo en Ja D em ocracia , tanto respecto á D io s , quanto respecto á sí m is m o , y á sus sem ejantes, conservando cada uno sus facultades solam ente para la propia y ccm un felicidad , cum pliendo para este efecto sus obligacio­nes. Q uando cada particular á m edida de sus fuerzas físicas y morales influye en la so cied ad , y de esta mi^- m a recibe lo que Je conviene á su bien estar , en­tonces se pone en arm onía la igualdad c iv i l , que trae su origen del derecho natural , y la Filosofía M oral la perfecciona. U na perfecta igualdad , ó anlveJacLon sin diferen cia de fuerzas naturales y espirituales , da bienes de fortuna , de propiedad , de poder , ni la ha habido , ni Ja h ay , ni la habrá jam as. Desenvuélvan­se desde el prim ero hasta el ú ltim o todos los Filóso­fos mas e x a cto s, pregúntesele á la p r o f 'a conciencia, déxcse á la naturaleza hablar en su sencillez,

( “ ) / darem os conrencidos de esta verdad. U na extrañ a ^igu ald ad , por decirlo a s i , aritm ética , destruirla el ór-den que observamos tanto en io físico com o en iooioral.

P or las perfectas obligaciones dsl hom bre no se pueden llenar con virtudes m orales solas ; y la igual­dad que form a la arm onía , y causa el bien de la so-» c ie d a d , necesita otro resorte p ara su subsistencia y perfección. E l E vangelio de Jesuchristo se nos ha da­do com o una coleccion de le y e s , con las que los hom ­bres ae hacen verdaderam ente perfectos aun en socie­dad , con las que se coordina aquella igualdad que nos ha de hacer perfectos en el curso de estos dias m ortales , y mas felices en la eternidad que espera­mos, L a historia de la F ilosofía nos dem uestra que no se realizó jam as ta l p ro yecto } la historia del E van ­gelio nos hace ver ' su execucion y cum plim iento, Poc mas estimación que se les quiera d ar á las virtudes de los p a ga n o s, por mas que se honren sus documen­tos , sin em bargo se ven m anchados sus dictámenes; y su conducta con muchos yerros , y se conoce que bus­caban la felicidad ; pero muchos de ellos ignoraban su esencia, otros muchos la confundían con estos bie­nes momentáneos que solo son capaces de hacernos infelices. E n los célebres Republicanos de R om a al­gunas veces el deseo de la fam a era su ú ltim o fín.L a fam a es un bien , peco no es un bien perfecto que sacie enteram ente la capacidad del espíritu hum ano’ , ^ ni puede conseguirse la verdadera gloria sin una com í- p leta virtud que se dirija á aquel bien respecto dél qual entre los posibles no le h ay m ayor. E l m ejor de los bienes posibles es solo D ios, Qcros conquista­dores Rom anos sujetando á las naciones y tierras in - )||j^ itas , quedaban vencidos y sujetos, ello» mismbs

( * 3 .)á su propia so b erb ia , á la ven ganza, y á una am­bición sin límiees. A sí le sucede al que busca en los efectos la h on ra, y no hace cuenta de Ja prim era causa.

Representaos ahora p o r un lado una p in tu ra, aun­que breve, de Us virtudes de los gentiles; represeataos por o t r o , mis carísimos herm anos, aquellos prodigios de rec­titu d , de honestidad m oral y social, que adornaron i los sequaces de nuestra C atólica R elig ió n , ante quie­nes brilla el h u m ild e , s í , pero refulge.nte estandarte de la C ru z del Salvador. Observad aunque de paso los prim eros felices tiempos de la Iglesia, Y o os señalo la sangre de tantos M á rtire s , la pureza de tantas V ír ­genes , la doctrina y el profundo conocimiento en to­das las ciencias de los sublime» incomparables Maes-¡* tros de la Religión C atólica. T od a edad , todo sexo,- to­d a condlcion m anifiesta quanto pudo el valor christiano. H ablaban en su elogio las tierras del A frica y del A sia. Palestina , y la gran R om a adm iraban Héroes tan cé­lebres , y algunos Em peradores Rom anos no podían m enos de conocer sus méritos y su candor. Sábense Jas apoteosis que idearon hacer de tales Héroes T i­b e r io , A d r ia n o , A lexand ro Severo. Todos eran y vi­vían para su D i o s , para su Salvador ; todos eran fer­vorosos en la caridad con sus hermanos : todos atentos á la obediencia á los Soberanos. N ada se atribuían á sí m ism os: todo , tanto lo natural com o lo sobrena­tu ral , lo reconocían com o don de la gracia de D ios. O renunciaban la propiedad , ó solo la tenían ea be­neficio de los pobres. Se tenían por inferiores, y por los mas viles de todos : exageraban su propio demé­rito , y ensalzaban los m éritos ágenos. A nadie inju­r ia b a n , antes sí sufrían y recibían con paciencia y ale­g ría las injurias : sacriñcaban la propia vida por su D io s , y quando era menester p o r ‘ el bien de sus se­mejantes. E n suma diré que casi se aniquilaban á sí

c

( H )mismos por la gloría del S e ñ o r , y p or el etigrande- cirai.ento de la Sociedad y de la Iglesia. Estas eran sus costum bres, sin otras muchas virtudes que callo, no menos preciosas que útiles a l común» Este era el £n á que dirigían su vida , sus obras , sus pensam ien- ros. C o te ja d , mis carísimos hermanos , tales costum­bres con las de los gentiles : cotejad tales docum en­tos prácticos con las teorías de los Filosofos : este uso de la libertad con ese mal entendido desenfreno: una igualdad de ta l m odo dispuesta que form a la gloria de la R e p ú b lic a , de la S o c ie d a d , d e la R eligion y del Ser de los Seres; cotejad , d ig o , y despues deci­did. D ecidid quanto conducen los exem plos de J e - suchristo y de los hum ildes sequaces d e la C ru z pa­ra çl buen órden y para la felicidad de la Repúbli­ca : decidid quanto conducen los exemplos del E van ­gelio , las tradiciones de los Apóstoles y de los gran­des F iló so fo s, Padres y D octores christianos para con­servar la paz y hacer brillar la verdadera grandeza del Estado D em o crá tico , y form ar de tantos hom ­bres , por decirlo a s í , otros tantos Héroes de hum il­dad , de prudencia en el gobernar , de caridad en her­m anarse entre sí mismos y con Jesuchristo , con quien tienen la gloria de ser coherederos y herederos de D ios. Si en la D em ocracia conserva la igualdad quien influye quanto puede en la ^sociedad, y recibe de esta y de Ja ley lo que le corresponde en razón de sus jr.éritos , niucíio mas visiblemente brilla esta ig u a l- da^ en aquel que todo lo hace por la le y , por la sociedad , y por sus hermanos , y de ninguno es­pera nada , nada d esea , satisfecho solo con aquella, paga j quam, ^rceparavit Deus diligentibus se. Esta, igualdad fue p o c o , ó . nada :Conocida de la filo­sofía ; pero la dixo C h r is to .e n aquellas palabras a é - negut scmctipsum : la dixo San Pablo ; omnia omnibus

( M )factus. A qu í la igualdad no se estrecha entre crlaturaf y c r ia tu ra , sino entre la criatura y D ios de aquel

m odo que su incom prehensible Sabiduría lo o rd en ó ; obra la criatura por D ios s o lo , y Diojj solo es su digna recompensa. ] A ltos conceptos 1 ¿ Q uien os ex­plicará ? D adm e uno que le a m e, y ese conoce poc experiencia la verdad de lo que digo.

P or la práctica del christianism o, hasta aquí brevem ente exp uesta , hemos visto quan gran venra-

ja resulta de ella á la S o cie d ad , , á ia Democracia» P ara anim arnos en las virtudes , observemos com o de paso lo hermoso de los preceptos evangélicos. E l lu - Hílnoso objeto de nuestra D em ocracia debe ser el es­tablecer la may.or unión posible de dictám enes, . de co ra zo n e s , de fuerzas fi>icas y m o ra les, de donde.pro­viene una suave fraternidad en , la sociedad j,- por, con-i siguiente la basa de este objeto debe . ser el:^«stable- cim iem o de la m ayor virtud po:>ible , . única-tly •• pre­ciosa raíz de una imion tan dichosa. Jamas podrá - es- tablecerse la virtud sin luchad (?on; ylp.s .vicios' que la. destruyen. Para quitar los víeios^ conviene- tío . ¿ o n si-. derar al hom bre en ab stracto , y com o debería s e r , , sino considerarlo qual e s , y qué tendencias ó repng— ' nancias sufre , para aniquilar las malas , y perfeccio­nar las buenas. Penetremos mas -adentro, en -Ja pugna . interior del hom bre. L a noblez^ , ó vileza de las ac­ciones humanas proviene de sus afecciones internas. A si el entendimiento y el corazon son las dos 'poten­cias que dirigen todo el conjunto m oral y civil de los hom bres. Sin conocim iento y sin voluntad no pue­de darse acción m oral alguna. L a policía c iv i l , y las leyes de la soberanía hum ana exercen su autoridad sobre las acciones externas del h o m b re , porque to­do su objeto se lim ita á la común externa tranqui­lidad del puebloj p ero , es necesaria otra ley mas su -

bíím e que tam tien corrija lo interno. Si tuviéram os c a la sociedad hombres solo exteriorm ente buenos, no tendríam os hombres p erfecto s, no tendríam os aque­lla dulce sincera fraternidad á quien anim a un am or p u ro , tanto por el bien particular com o por el bien público. L a virtud estaria impresa en sus án im o s, pe­ro no en sus corazones : serian buenos mas por osten- tancion que por m áxim a : sus beneficios serian partos del Ínteres , y no dé la liberalidad : su sumisión á las a'Uoridades constituidas nacería de un frío te­m or , no de la reverencia á la Soberanía , y del afecto al buen orden. Jesuchristo , que se propuso herm anar á los hombres con el vínculo de una ca— . ridad pura , quitando el tem or de e s c la v o , y esta­bleciendo el am or de lib re , é l , él en su E vangelio nos dió lecciones de la u n ió n , de la fraternidad , y de la virtud heroycy. C o rrigió las fa<?ultades inter­nas , y las aftcciones del hombre : qnitó del enten­dim iento el error de las falsas deidades , y d ix o : E n el principio era el V erb o , concepto consubstan­cial del P a d re , y el Verbo era Dios, 7 C o rrigió las matas inclinaciones de la voluntad quando díxo a los hombres soberbios : Todo el que se exalta sera humillado , y el que se humilla será exaltado. 8 E n ­señó á los egoístas , y á los avaros á reprim irse á sí mismos. Tened cuidado ( les mandaba ) tened cuidado de no acumular tesoros en esta tierra perecedera^... sino atesurad vuestros caudales en el Cielo , donde están libres de los daños de la p o lilla , del m oho , del hidron. Donde está sepultado su tesoro , allí se alberga el corazon del hombre. 9 Si tu hermana

7 Joan. Cap. L v. i .8 Luc. Cap. X I V . V. 12.^ Matth. Cap. V I* vv. *9. 10. 2X»

( í ? ){ así enseñaba al iracu n d o ) si tu hermano te da una bofetada y presentak la ctra mex'üla, lo P o r boca de San Pablo oye de Jesuchristo el hom bre sensual el freno que debe poner á su p a s ió n , en aquellas p a­labras. Q ui seminat in carne, de carne metet cor- ruptionem : qui íeminat in sj>irita metet vitam ¿eter~ m m . 1 1

¿ A qué heroísm o ( no conocido de la genti- 3idád 5 ni cultivado de la filosofía ) no conduce el ad­m irable precepto del am or á los enemigos : el p r e - ceí^to de hacer bien al que nos aborrece , de rogar p o í el que nos persigue y nos lleva a l suplicio ? Se­ria bastanteniente brillanre en este discurso la a n a lí- sís de los tres consejos evangélicos. L a gracia del Se>- fio r me conceda fuerza para hablaros otras veces , y á vosótros la de que m e esteis a ten to s, para adm irar -e p rodigio de perfección que causan á quien los prac^ tica 9 y á toda la sociedad. :,

V e d aquí , mis carísim os h erm an o s, un débil bosquejo de los dictámenes evangélicos.; V e d que fuer­za , qué influxo brilla en ellos para la mas sublime vir­tu d del hom bre , para la. igualdad civil , para la liber­ta d arreg la d a , en s u m a , para aquella unión de am or y de tranquilidad que form a la subsistencia, y el honor de la D em ocracia. E n los otros gobiernos, para una fe­licidad durable quizas bastará una virtud común j pe-, ro en la D em ocracia procurad ser de una virtud la m ayor que sea p osib le , y sereis verdaderos D em ocrá­ticos : estudiad y practicad el E v a n g e lio , y sereis la a legría de la República.

E l A utor del E m ilio , deslumbrado del esplen­dor de la doctrina eva n g élica , prorrum pió en estas pa

lo Luc. Cap. V I . V. 20. ,IX A d Galat» Cap. VI« v. 3.

lab ras: » Os confieso que la m agestad de la E scritu - /*> » ra me sorpreh end e, la santidad del E vangelio me ,í habla al corazon. L e e d los libros de los Filó;>ofos:)) ¡ quan mesquinos son con toda su ppm pa en corn- » paracion de este! ¿ Es posible que un libro tan su-ii blime y a l mismo tiem po tan sencillo sea obra deV los hombres Ì i Es posible que aquel cuya historia 9Ì cuenta no sea mas que un puro hom bre ? ¿ y es n acaso aquel el trueno de un entusiasta, ó de un am- M bicioso sectario? [Q u é suavid ad ! ¡ Q ué pureza de ff costumbres ! ¡ Qué gracia persuasiva en sus instruc- »1 ciones ! ¡ Q ué sublimidad en sus máximas ! ; Que n profunda sabiduría en sus discursos ! ,¡ Qué agude- M za y exactitud en sus respuestas ! j Qué im perio so-- w bre sus pasiones ! ¿ D onde h ay un hombre , donde » hay un sábio que sepa o b ra r , p ad ecer, y m orir sin « debilidad , y sin ostentación ? « Y poco despues: w ¿ D irém os que la historia del E van gelio sea una in - s» vención del capricho? N o , que no se inventa de ese »} m o d o : y los hechos de Sócratcs, de quienes nadie d u - » da y están ménos com probados que los de Jesuchristo,9» E n realidad esto es dexarse atras la dificultad sin dar-

le solucioti. Seria mas incom prehensible que muchos 7f hombres de acuerdo hubieren form ado este lib ro ,9» sea de quien fu e re , que el que un hom bre solo h aya >5 dado m ateria para su com posicion, « 12 Bellísim o tes­tim onio digno de un hom bre eloqüentisim o, y que sa­cado de la excelencia del E van gelio en si mi>mo no puede menos de hacer su m erecido hom enage á la verdad.

í G ran D ios de mis Padres! j O h prim era C au ­sa de todo I ¡ O h Fundador de la Iglesia C atólica, que habéis dexado en ella las señales decisivas por

12 Emil. tom. III . pag. i6 j .

( ' 9 )donde distinguirla y seguirla ; que ía habéis corona» do de ilustres trofeos y bellas palm as que no se m ar­chitan con la larga variación de las estaciones y de los tiempos ! ¡ G ra n D ios de mis Padres I M i razón se postra ante V os. V u e lvo mi vista á los tiempos m as rem otos, y veo pasar ante vuestra inmóvil eter­nidad las D inastías de los E g ip c io s , ei Im perio de los A s ir lo s , y C ald eos, los M edos reyn an tes, y los Persas, el G obierno de los G r ie g o s , y la R epública de los Rom anos que lleva las A guilas L atinas mas allá de los confines quizas hasta entonces desconocidos en el hemis­ferio europeo. T o d o e sta b a , y todo está puesto en vues­tra m an o, y la suerte de los hom bres lodos pende de vuestra volun tad. L a R eligión sola y verd a d era , que V o s fundasteis sobre el origen del hom bre , pasó segura p o r m edio de las m utaciones de las Potestades tempo­r a le s , y regirá hija constante am ada de V o s , custo­diada de V o s , defendida de V o s hasta la consumación de los siglos. H um illaos c o n m ig o , carísimos herma­nos , y baxad los ojos á los inescrutables juicios de la D iv in a P rovidencia, L a R eligión C atólica sea el objeco mas precioso de vuestro c o ra z o n , de vuestra devocion , y de todo vuestro m odo de pensar. N o creáis que se oponga á la form a del G obierno D e ­m ocrático. V ivien d o en este e s ta d o , unidos á vues­tro D iv in o Salvador , podéis concebir una justa .con­fianza de la salvación eterna : podéis obrar vuestra propia felicidad t.m p o ra l , y la de vuestros semejan­tes , y procurar la g loria de la R e p ú b lic a , y la de las A utoridades constituidas., L a obediencia á estas, el cum plim iento de vuestras obligaciones , ; el contri­buir al bien com ún , m ediante la, gracia . del S eñ o r, os producirán cada dia nuevos méritos para aquel R eyn o celestial á que os convida el D ivino In fa n te , de quien h o y celebramos el glorioso dia de su N ^ - _

( lO )cim iento. S í , mis amadlos herm anos : sed buenos C hris­tia n o s, y sereis m uy buenos D em ócratas. Im itad la hum ildad , la obediencia del S a lvad o r, y estaréis suje­tos , y sabiamente obedientes á las le y e s , y á la Sobe- ranía. Si viereis que algunos de vuestros hermanos se extravian de la carrera de la virtud y del E van ge­lio , rogad tam bién p or ellos sin cansaros , pues que­da esperanza de que se conviertan para gozar de nuestro D io s: D adles exem plo en que a p ren d an , á lo menos mi­rándose com o en un espejo en vuestras obras : huid de im itar el e rro r , pero com padeceos de vuestro herm ano que h a caido en é l , y procurad reducirlo al arrepenti­m iento y a l estado de salvación.

Y v o so tro s , ó mis amados C o o p era d o res, á quienes se h an confiado las porciones particulares de m¡ G re y C h ris tia n a : vosotros , sosteniendo conm igo el pe­so espiritual del Pueblo de D io s, unios para mantenec en él sin m ancha la R eligión C ató lica , y aplicad todo vuestro co n a to , para que los sequaces de Jesuchristo seaa santam ente fieles á las A utoridad es, á la R epública. D ios ha puesto en nuestras manos ios intereses espirituales de su P u e b lo : apliquem oslos nosotros no solo á su g lo ­ria , sino también á beneficio de la sociedad y del bien público. Pero sobre todo siendo el exem plo un argum en­to , y una eloqüencia la mas persuasiva y eficaz , pro­curad , ó mis sábios C o o p e ra d o re s , que la in tegrid ad , la R e lig ió n , el am or de la pública felicidad resplandez­ca tanto en vo so tro s, que seáis para vuestra g re y el m odelo de aquellas virtudes christianas y m o ra les , que quereis que siem pre mas y mas se arraiguen , y se au­m enten en las alm as fieles confiadas á vuestro cuidado, y deben hacer la g loria de nuestra R ep ú b lica , y la pros­peridad de los ciudadanos que la com ponen. L a paz del Señor sea siempre con vo so tro s , mis carísim os hermanos.