yosemite

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encuentro ENCOUNTER 20 Clase Premier 21 Q uien desee visitar el Parque Nacional Yosemite debe llegar primero a San Francisco o a Fresno. Yo me incliné por esta última ciudad, pequeña y célebre por sus extensos sembradíos de uvas, ciruelas, almendras y cítricos. Desde esta población de 500 mil habitantes, localizada en el corazón del valle de San Joaquín, una fría mañana comencé a recorrer los 150 kilómetros que me separaban de esta maravilla natural. En un principio la carretera es una línea recta que atraviesa un inmenso territorio poco arborizado. Sin embargo, tan pronto llega a los pies de la Sierra Nevada pierde su rigidez y comienza a elevarse en sucesivas curvas que no se detienen sino hasta la entrada del parque, donde hay que pagar una entrada de 20 dólares que permite el acceso sin restricciones durante una semana. Para estos momentos la oscuridad se ha disipado por completo y los primeros rayos solares se filtran entre los altos ramajes, iluminando el paisaje boscoso y derritiendo la poca nieve que se ha acumulado. A partir de este momento la carretera se convierte en un camino de dos carriles cuyas sinuosidades parecen imitar el cauce del río Merced. De pronto, un anuncio advierte la proximidad del túnel Wawona, que atraviesa mil 290 metros de granito para desembocar en un mirador con una panorámica soberbia: el valle de Yosemite. En este punto el poder de la naturaleza es patente, y es posible apreciar las abruptas laderas cubiertas de bosques por las que irrumpen dos prodigios rocosos: El Capitán (sí, en español) y el Half Dome (su traducción literal es “media cúpula”). Después de esta pausa continúo mi camino hasta Yosemite Village. Este sitio, considerado el centro del parque, se ha con- vertido en una parada obligatoria debido a las tiendas, hoteles, restaurantes y centros de información que comenzaron a operar a inicios del siglo XX, cuando los primeros visitantes arribaron a Yosemite atraídos por los mitos, leyendas e historias que el parque había inspirado. Interesado en el museo que explica de forma didáctica los pro- cesos geológicos que ha experimentado la zona, me dirijo al Visitor Center, donde el viajero recibe respuesta a todas las preguntas que formula, así como buenos consejos para iniciar su aventura por el parque. Aquí me encuentro con Carl Sharsmith, uno de los naturalistas de Yosemite y probablemente una de las personas que han estudiado el sitio de manera más seria. Me comenta que “cualquier época del año es buena para visitar el parque”. Al inte- rrogarlo sobre la mejor manera de conocer el lugar, afirma que “lo mejor es alejarse de las multitudes, internarse por alguno de los múltiples senderos, mirar a tu alrededor y tratar no sólo de ver, sino de entender todas las cosas que el parque esconde. Hasta las más pequeñas resultan fascinantes”. Y razón no le falta, ya que tan pronto salgo y comienzo a caminar, la naturaleza me aísla y al mismo tiempo me anima. Donde vuelvo el rostro veo algo que me entusiasma: una flor, un ave planeando, Yosemite California al natural Advertencia al viajero: el Parque Nacional Yosemite es un lugar ideal para aquellas miradas que, sin reservas, se deleitan admirando la naturaleza con calma, como si el tiempo no existiera. Texto y fotos/Text and photos JEANPaul Krammer • Traducción/Translation HARRY PORTER

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encuentro ≈ ENCOUNTER20 Clase Premier

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Quien desee visitar el Parque Nacional Yosemite debe llegar primero a San Francisco o a Fresno. Yo me incliné por esta

última ciudad, pequeña y célebre por sus extensos sembradíos de uvas, ciruelas, almendras y cítricos. Desde esta población de 500 mil habitantes, localizada en el corazón del valle de San Joaquín, una fría mañana comencé a recorrer los 150 kilómetros que me separaban de esta maravilla natural.

En un principio la carretera es una línea recta que atraviesa un inmenso territorio poco arborizado. Sin embargo, tan pronto llega a los pies de la Sierra Nevada pierde su rigidez y comienza a elevarse en sucesivas curvas que no se detienen sino hasta la entrada del parque, donde hay que pagar una entrada de 20 dólares que permite el acceso sin restricciones durante una semana. Para estos momentos la oscuridad se ha disipado por completo y los primeros rayos solares se filtran entre los altos ramajes, iluminando el paisaje boscoso y derritiendo la poca nieve que se ha acumulado.

A partir de este momento la carretera se convierte en un camino de dos carriles cuyas sinuosidades parecen imitar el cauce del río Merced. De pronto, un anuncio advierte la proximidad del túnel Wawona, que atraviesa mil 290 metros de granito para desembocar en un mirador con una panorámica soberbia: el valle de Yosemite. En este punto el poder de la naturaleza es patente, y es posible apreciar las abruptas laderas cubiertas de bosques por las que irrumpen dos prodigios rocosos: El Capitán (sí, en español) y el Half Dome (su traducción literal es “media cúpula”).

Después de esta pausa continúo mi camino hasta Yosemite Village. Este sitio, considerado el centro del parque, se ha con-vertido en una parada obligatoria debido a las tiendas, hoteles, restaurantes y centros de información que comenzaron a operar a inicios del siglo XX, cuando los primeros visitantes arribaron a Yosemite atraídos por los mitos, leyendas e historias que el parque había inspirado.

Interesado en el museo que explica de forma didáctica los pro-cesos geológicos que ha experimentado la zona, me dirijo al Visitor Center, donde el viajero recibe respuesta a todas las preguntas que formula, así como buenos consejos para iniciar su aventura por el parque. Aquí me encuentro con Carl Sharsmith, uno de los naturalistas de Yosemite y probablemente una de las personas que han estudiado el sitio de manera más seria. Me comenta que “cualquier época del año es buena para visitar el parque”. Al inte-rrogarlo sobre la mejor manera de conocer el lugar, afirma que “lo mejor es alejarse de las multitudes, internarse por alguno de los múltiples senderos, mirar a tu alrededor y tratar no sólo de ver, sino de entender todas las cosas que el parque esconde. Hasta las más pequeñas resultan fascinantes”.

Y razón no le falta, ya que tan pronto salgo y comienzo a caminar, la naturaleza me aísla y al mismo tiempo me anima. Donde vuelvo el rostro veo algo que me entusiasma: una flor, un ave planeando,

YosemiteCalifornia al natural

Advertencia al viajero: el Parque Nacional Yosemite es un lugar ideal para aquellas miradas que, sin reservas, se deleitan admirando la naturaleza con calma, como si el tiempo no existiera.

Texto y fotos/Text and photos Jean–Paul Krammer • Traducción/Translation Harry Porter

encuentro ≈ ENCOUNTER22 Clase Premier

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un árbol altísimo, un prado vasto como el cielo. Es una lección de belleza que nadie se debería perder.

De esta forma llego a la cascada de Yosemite. No tiene la anchura de las Victoria, la fuerza de las del Niágara o el volumen de Iguazú, pero aun así es un espectáculo que atrapa los sentidos. El olfato despierta con el olor a tierra mojada, el tacto agradece la frescura del agua y el oído se complace con el rumor de la corriente. En cuanto a la vista, esta se recrea con las sutiles ondulaciones que el viento imprime a esta caída de 740 metros.

Según me dicen, el espectáculo no termina ahí, ya que cada es-tación añade una variante que enriquece el paisaje. La primavera y los primeros deshielos traen consigo un aumento en el caudal de la cascada que convierte el débil hilo de agua en un poderoso

tan peculiar esta cima que Steve Jobs, quien se casó en el hotel Ahwahnee dentro del parque, la eligió como modelo para su pastel de bodas. Por su parte, los dos mil 307 metros de El Capitán lo convierten en un desafío de primera clase para alpinistas ex-perimentados. Este gigante de roca es un prodigio no solo por su altura, sino por la sensación de aspereza que transmiten sus paredes desnudas.

Decido terminar mi visita en Mariposa Grove, un denso bos-que de secuoyas milenarias que debido a su edad y altura se yerguen como un ejemplo de dignidad. Contemplar estos seres vivos de color canela, gigantes y gruesos, es la mejor manera de concluir el viaje. ◊

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torrente ante el cual casi todos enmudecen. En cambio, el invierno y sus bajas temperaturas congelan la parte baja de la cascada formando un extraño cono de hielo. También la hora del día influye en ella. Por ejemplo, la luna llena proyecta una luz que transforma el agua del salto en una reverberación plateada que seduce por sus tonalidades metálicas.

En este paisaje abundan las montañas. Pese a no aparecer en la lista que consigna las más altas o las más extendidas, las de Yosemite no son comunes ni corrientes. Me encanta el Half Dome, el centro espiritual del parque gracias no solo a sus mil 444 me-tros de altura, sino a esa extraña forma que recuerda la mitad de una cúpula y que parece haber sido cortada con precisión. Es

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encuentro ≈ ENCOUNTER24 Clase Premier

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Yosemite National Park is within fairly easy driving distance from

either the San Francisco or Fresno airports. I opted to fly into

the latter, a city of half a million people in the heart of the San Joaquín

Valley, famed for the grapes, plums, almonds and citrus fruit grown

here. In the pre-dawn chill, I set out on my 150–kilometer journey into a

wilderness area beyond compare.

Initially the highway shoots off straight as an arrow through

countryside almost bereft of trees. No sooner do I get to the Sierra

Nevada foothills, though, it begins snaking its way upward to the

park gateway, where I pay a 20–dollar entry fee for a week of unlimited

access. By now, darkness is giving way to the sun’s early rays that

come tumbling through the boughs to light up a forested landscape

and melt the remaining patches of snow.

R ight there the road narrows to two lanes that seem to follow the

undulating course of the Merced River. Out of the blue, a sign tells me

I’m approaching the Wawona Tunnel, which takes me through 1,290

meters of granite to emerge onto a stunning panorama of Yosemite

Valley. Here, nature’s power is in full force, as my gaze takes in steep,

YosemitetrAveLer wArNiNg: for YeArs, YoseMite

NAtioNAL PArk’s souL-stirriNg vistAs

of jAgged cLiffs, deeP cANYoNs,

gigANtic trees ANd wAterfALLs hAve

beckoNed visitors to tAke iN this

NAture-MAde woNderLANd LeisureLY, As

if tiMe did Not exist.

CaliforniA 's Great Outdoors

wooded mountainsides interrupted by two prodigious rocks, El Capitan

and the Half Dome, photographer favorites.

Eyes saturated, I continue on my way to Yosemite Village, the park’s

hub, offering hotels, restaurants, shops and information centers that

have grown according to demand since the outset of the 20th century,

when visitors began showing up, drawn by the stories and legends

the area inspires.

Straightaway I duck into the Visitor Center, to avail myself of tips on how

to enjoy the park and to get a briefing in the museum on the geological

phenomena that gradually formed this stunning piece of nature. In the

process, I meet up with Carl Schmidt, a Yosemite naturalist who has

devoted his life to studying the area, who tells me that any time of the year

is good for visiting the park. And when I ask him about the best way to

get familiar with the place, his tip is: “First of all, get away from the crowds,

and choose one of Yosemite’s many trails. Hike a little, and look around

you. Try to see beyond the surface of trees, animals, waterfalls, flowers

and rocks… You will see that even the smallest things become fascinating.”

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He knows what he’s talking about. Barely onto the trail, nature totally

isolates me. Exhilarating. Wherever I turn I see something exciting: a

flower, a bird on the wing, an amazingly tall tree, a meadow as vast as

the heavens… It’s a master class in aesthetics no one should miss!

Moving along I come to Yosemite Falls. While it’s not as broad as

Victoria, as forceful as Niagara or as voluminous as Iguazú, it’s a

dazzling wakeup call for the senses. You relish the smell of moist earth,

the feel of cool water, the sound of the rushing current. And when it

comes to sight, just cast your eyes on the way the wind creates subtle

undulations in the 740–meter fall.

According to what I’m told, the show is ever–changing, as each

season has its own ways of adorning the landscape. Spring brings

melting snow and ice; the streams rise, and where there had been a

mere trickle just days before, the falls are filled with such a powerful

torrent of water that you’re left speechless. In winter, though, freezing

temperatures form an oddly shaped cone of ice at the bottom. The falls

even vary with the time of day. For instance, in the light of the full moon,

encuentro ≈ ENCOUNTER26 Clase Premier

the water falls in silvery shimmers: a metallic image to be stored in your

memory forever.

A nd mountains there are. None of them appear on the lists of the tallest

or broadest, but Yosemite’s mountains are in a class all their own. I love

Half Dome, the park’s spiritual center, a 1,444–meter–high prominence that

looks like a precisely excised church cupola. It is so peculiar that Steve

Jobs, who got married in the park’s Ahwahnee Hotel, had his wedding cake

fashioned after it. For its part, El Capitan’s 2,307 meters make it a major

challenge for experienced climbers. The gigantic rock impresses for both

its size and the sensational rawness of its facing.

I decide to wind up my visit at Mariposa Grove, a dense forest of

centuries–old sequoias, whose age, height and girth suffuse them with

enormous dignity. It comes to me while contemplating them that they are

the perfect way to sum up the majestic beauty I’ve beheld on this trip. ◊

yosemitepark.com

Dónde dormir dentro del parque/ Where to Stay in the ParkDebido a la extensión de yosemite es recomendable pernoctar en él al menos un par de días. el Hotel ahwahnee, que ha hospedado a presidentes, miembros de la nobleza, grandes empresarios y personajes de la farándula, es sin duda la mejor opción. ofrece una combinación de historia, hospitalidad y elegancia, y está ubicado estratégicamente, por lo que es es posible alcanzar fácilmente muchos atractivos del parque. yosemite is so immense you’ll want to stay over at least a CouPle of nigHts. tHe aHwaHnee Hotel, Host to PresiDents, nobility, business leaDers anD Celebs, is unquestionably your best oPtion. it Combines History, HosPitality anD eleganCe anD is PerfeCtly loCateD so you Can easily get to tHe Park’s maJor attraCtions.

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