yaravíes de mariano melgar
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Este documento esta hecho con la intencion de hacer mas interesante la vida de Mariano Melgar, que fue un poeta que se enamoro de una mucha , decide estudiar por ella en Lima y se dececciona y escribe unos poemas, yaravies u otros de manera maravillosa.TRANSCRIPT
POEMA YARAVÍE III
¡Ay, amor!, dulce veneno,ay, tema de mi delirio,
solicitado martirioy de todos males lleno.
¡Ay, amor! lleno de insultos,centro de angustias mortales,donde los bienes son males
y los placeres tumultos.
¡Ay, amor! ladrón caserode la quietud más estable.¡Ay, amor, falso y mudable!¡Ay, que por causa muero!
¡Ay, amor! glorioso infiernoy de infernales injurias,león de celosas furias,disfrazado de cordero.
¡Ay, amor!, pero ¿qué digo,que conociendo quién eres,
abandonando placeres.soy yo quien a ti te sigo?
La prenda mí,
En quien tenía
Puesto mi gusto,
Hoy me persigue
Con odio injusto.
Ya yo en sus ojos Solo hallo enojos; Cuando antes era
Su vista sola
Mi dicha entera.
Ya su voz suave
Llenar no sabe
Mi triste oído;
Sus dulces ecos
Ya se han perdido.
Murió el acento
En que el contento
Tuve cifrado:
Ya no me dice,
‘Tu eres mi amado’.
Si me escuchara
Yo la clamara,
‘¡Siempre eres mía!’
Y quizá entonces
Se apiadaría.
FIGURARME SOLÍA UN MAGISTRADO
A SILVIA
Figurarme solía un magistrado
que hoy sostuviese a la nación entera:
¡qué luces, qué virtudes no exigiera
un empeño tan grande y elevado!
Sólo el poder de un Dios a tanto grado
las prendas de un mortal llevar pudiera;
mas ya en nuestras desdichas ¿quién espera un prodigio tan raro y
acabado?
Dije: y «miradlo aquí», contesta ufano,
señalándome el gran Vista - Florida,
el genio tutelar del pueblo indiano;
la América no más será oprimida
con este Consejero, y el hispano
a este patricio deberá la vida.
Bien puede el mundo entero conjurarse
contra mi dulce amor y mi ternura,
y el odio infame y tiranía dura
de todo su rigor contra mí armarse.
Bien puede el tiempo rápido cebarse
en la gracia y primor de su hermosura,
para que cual si fuese llama impura
pueda el fuego de amor en mí acabarse.
Bien puede en fin la suerte vacilante,
que eleva, abate, ensalza y atropella,
alzarme o abatirme en un instante;
Que el mundo, al tiempo y a mi varia estrella,
más fino cada vez y más constante,
les diré: «Silvia es mía y yo soy de ella».