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MARIE LU
EL ÁRBOL ETERNOEL ÁRBOL ETERNOEL ÁRBOL ETERNOEL ÁRBOL ETERNOEL ÁRBOL ETERNOEL ÁRBOL ETERNOEL ÁRBOL ETERNOEL ÁRBOL ETERNOLIBRO 7
Durante sus aventuras, los Cuatro Marcados
han perdido muchas cosas: talismanes, amigos entrañables...
Algunos incluso se han perdido a sí mismos.
Y sin embargo, deben reponerse: ha llegado el momento de la verdad.
Conor, Abeke, Meilin y Rollan han de llegar a un sitio
ajeno al transcurrir del tiempo para enfrentarse a un terrible enemigo
que está a punto de escapar de su prisión. El futuro de Erdas pende de un hilo,
y son ellos quienes lo sostienen.
LOS CUATRO MARCADOS SOLO TIENEN
UNA OPORTUNIDAD PARA TRIUNFAR...
Y SALVAR EL MUNDO.
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TM
Ilustración de cubierta: Angelo RinaldiDiseño de cubierta: SJI Associates, Inc.
y Keirsten Geise
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LIBRO 7
EL ÁRBOL ETERNO
Marie Lu
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Primera edición: septiembre de 2017Textos: Marie LuIlustración del mapa: Michael Walton
Edición ejecutiva: Gabriel BrandarizTraducción y coordinación editorial: Xohana BastidaCoordinación gráfica: Marta Mesa
La publicación de este libro se ha negociado a través de la agencia literaria Ute Körner, S.L.U., Barcelona. www.uklitag.com
Todos los derechos reservados. Publicado por acuerdo con Scholastic Inc., 557 Broadway, Nueva York, NY 10012, EEUU.SCHOLASTIC, SPIRIT ANIMALS y los logos asociados son marcas y/o marcas registradas propiedad de Scholastic Inc.
© Scholastic Inc., 2015© Ediciones SM, 2017
Impresores, 2 Parque Empresarial Prado del Espino 28660 Boadilla del Monte (Madrid) www.grupo-sm.com
ATENCIÓN AL CLIENTETel.: 902 121 323 / 912 080 403e-mail: [email protected]
ISBN: 978-84-675-9769-1Depósito legal: M-24618-2017Impreso en la UE / Printed in EU
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
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Para Taylor, que ama a todos los animales
sea cual sea su tamaño
M.L.
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AMAYA
NILO
Concorba
Trunswick
Okaihee
Castillo de Puertoverde
Ártica
EURA
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NILO
Trunswick
Xin Kao DaiJano Rion
Shar Liwao
Cien Islas
Stetriol
Okaihee
EURA
OCÉANUS
ZHONG
ERDAS
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VISIÓN
Una masa colosal de escamas negras que serpentea por la hierba. El rugido ensordecedor de un gorila. Un chillido estridente que atraviesa el cielo. Hierba, tierra, piedra, quebradiza corteza de árbol. Un latido que estremece el subsuelo, algo tan antiguo como el propio tiempo. La si-lueta de una cornamenta retorcida que se entrevé y desa-parece de inmediato...
El sueño siempre comenzaba del mismo modo. Conor pes-tañeó, cegado por la luz que le golpeaba los ojos. Se los pro-tegió con una mano y la luz pareció atravesarla, tiñendo de un rojo traslúcido la piel de los bordes. Algo dorado resplan-deció delante de él y se desvaneció de inmediato, dejándole una fugaz impresión de hojarasca. Se esforzó por sentarse y el suelo de tierra crujió debajo de él. Estaba seco, quebradizo, muerto.
Una voz resonó en el aire.Conor... Este es el final de una era. Te necesitamos.
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¿Tellun?, pensó Conor. Poco a poco, cobró consciencia de que la luz provenía de una masa de llamas. Había fuego por todas partes.
–¡Conor!Giró la cabeza bruscamente para buscar el origen de aque-
lla voz conocida. Sus ojos empezaban a acostumbrarse a la luz. Se encontraba tumbado cerca de un precipicio. Meilin, junto a él, estaba rodeada de cadenas. Su compañera vio un Capa Verde que se aproximaba y lo derribó, mientras Jhi la miraba con ademán impotente. A cierta distancia, Rollan lu-chaba sin cuartel contra una serpiente gigantesca, que se ha-bía enroscado alrededor de sus brazos y comenzaba a alzarlo en vilo. Más allá, Abeke y Uraza combatían contra una hueste de Conquistadores.
¡Briggan!, trató de gritar Conor cuando al fin logró ponerse en pie. Intentó correr hacia sus dos compañeras, pero apenas podía moverse. ¿Por qué le costaba tanto? ¡Vamos, Briggan!, clamó para sus adentros. Tenemos que ayudarlas... ¿Dónde estás? Llamó al lobo una y otra vez, sin darse cuenta de que su bestia se encontraba en estado pasivo. Cuando al fin lo recordó, clavó la mirada en su tatuaje. Pero algo iba mal: cuanto más miraba el diseño de tinta grabado en su piel, más se desvaía este, hasta hacerse casi imperceptible. El corazón de Conor se encogió de puro terror.
Conor...Un nuevo bramido del gorila sacudió la tierra bajo sus pies.
Conor apartó la mirada y descubrió un peñasco tras el lugar en el que se debatían Rollan y la serpiente. El Gran Simio estaba sobre aquella roca. Con uno de los puños se golpeaba salvajemente el pecho; con el otro aferraba una especie de bastón retorcido que emitía un extraño resplandor. El simio giró la cabeza hacia Conor, con un movimiento fluido y an-tinatural que le puso la carne de gallina. La gigantesca som-
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bra de la bestia pareció engullirlo, oscureciendo el terreno hasta perderse de vista. Los ojos del simio se posaron en él y se entrecerraron hasta convertirse en dos ranuras. Echó la cabeza atrás, rugió una vez más, bajó de un salto y cargó con-tra Conor. ¡Corre!, pensó este, haciendo un esfuerzo sobre-humano por mover las piernas en aquel aire que semejaba melaza. Pero por más que trataba de avanzar, el mismo aire parecía tirar de él. El gorila, a su espalda, ganaba terreno ve-lozmente, estremeciendo el terreno con los pesados golpes de sus patas. Conor corrió hasta el borde del abismo sin saber bien lo que hacía y se detuvo, haciendo aspavientos para no perder el equilibrio. Una cascada de guijarros cayó al vacío rebotando en la pared de piedra. No había escapatoria.
A su espalda, el gorila rugió. Estaba a punto de alcanzarlo. Conor se agazapó en el filo del precipicio. Mirase adonde mi-rase, solo veía a sus amigos en apuros, abrumados por unos adversarios mucho más fuertes que ellos. Por todas partes había Capas Verdes que sucumbían bajo las armas de los Conquistadores y llamas que se alzaban hasta lamer el cielo, iluminando la tierra moribunda.
El gorila se plantó ante Conor y este, aterrado, intentó dar un paso atrás. Resbaló en el borde y se tambaleó, a punto de desplomarse.
Un águila gigantesca apareció sobre él y planeó en círcu-los, tapando el sol con sus alas blancas y cobrizas. Conor levantó la vista y, asombrado, vio a Tarik montado en el lomo del ave, con la capa ondeando a su espalda. ¡Tarik! ¡Estás vivo! Una oleada de alegría y alivio indescriptibles se apoderó de él al ver aquel rostro familiar. Tarik estaba con él; nada podía salir mal. El Capa Verde estiró una mano enguantada hacia Conor, y él se puso de puntillas para tratar de alcan-zarla.
Pero no era Tarik.
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El rostro se deformó. Su mirada amable y comprensiva se desvaneció para dar paso a otra fría y calculadora. De pronto, Conor se encontró mirando la cara de Shane, que le sonreía mostrando los dientes. Oyó a lo lejos el bramido del gorila, mezclado con la profunda voz de Tellun. Shane retiró la mano, y Conor vio cómo el abismo abría sus fauces bajo él y lo en-gullía.
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