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LAS FALACIAS DEL NEOLIBERALISMO y la emergencia de los Derechos Humanos Alberto Moncada

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LAS FALACIASDEL NEOLIBERALISMO

y la emergencia de los DerechosHumanos

Alberto Moncada

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ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN 3

2. LA LUCHA CONTRA EL DESARROLLISMO AUTÓCTONO 7

3. FORMAS DE SATISFACER LAS NECESIDADES PÚBLICAS 16

3.1. TRANSPORTE PRIVADO 17

3.2. LA SALUD 21

3.3. LA EDUCACIÓN 23

3.4. LA DESREGULACIÓN 24

3.5. LA PRIVATIZACIÓN 26

4. LA LUCHA IDEOLÓGICA 32

5. LA ALTERNATIVA 35

5.1. LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS 36

5.2. LA RECUPERACIÓN DE LA CIUDADANÍA 40

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1. INTRODUCCIÓN

¿Cómo es posible que un sistema económico que beneficia ape-nas al diez por ciento de la población pueda ser aceptado por elconjunto de los ciudadanos?

¿Cómo es posible que economistas de reconocida capacidad pro-fesional lo defiendan acríticamente, incluso ahora cuando yaexiste una reacción internacional contra él, traducida a transfor-maciones políticas en países antaño dominados por el neolibera-lismo?

El neoliberalismo es la última y más extremosa versión del capi-talismo, puesta en marcha a partir de los gobiernos de MargarethTatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidosaprovechando el beneficio adicional del colapso del sistema co-munista. Esta última versión se acentúa hoy con la globalización.

La globalización es el tercer capítulo de la historia del capita-lismo. El primero fue el capitalismo de Estado, el colonialismo,ejercido por Estados poderosos sobre otros más débiles, paraapoderarse de sus riquezas y controlar su actividad, generalmentemediante el uso de la fuerza. Es el caso de España con América,de Inglaterra con la India o de Bélgica con el Congo. El segundocapítulo lo constituye la protección de los Estados a las empresasde sus países. Estados Unidos manda su Ejército a proteger losintereses de la United Fruits en Centroamérica, dando origen a laexpresión “repúblicas bananeras”. De otra manera, está en el ori-gen del golpe militar en Chile y siempre, en torno al petróleo, conla crisis permanente del Oriente Medio. En el tercer capítulo, losprotagonistas son las empresas multinacionales que gozan de laprotección del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacionaly, especialmente, del Tratado Mundial de Comercio, para preva-

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lecer sobre los intereses de los Estados en los que van asentán-dose. Este capítulo representa el momento de más amplia libertaddel capital no ya para franquear las fronteras sino para imponersea los países cuyas leyes laborales y ambientales vulneran. Esalibertad permite un entramado organizativo que va desde la ex-traterritorialidad fiscal a la creación de paraísos en los que escon-der su dinero, pasando por la sobrevaloración del sector finan-ciero y, siempre, por la explotación de los países que recorren.

En la globalización hay un poder económico predominante, lasempresas multinacionales y dos poderes políticos, uno el consti-tuido por esas tres entidades, de escaso carácter democrático, afavor de las empresas y otro, la ONU, cada vez más débil, objetodel antagonismo e incluso del desprecio de los Estados Unidos,como prueba el episodio de Irak. La ONU, depositaria de un po-der legal internacional que le permitiría ejercer de policía mun-dial y equilibrador de riqueza, con entidades como UNICEF yotras, carece de medios y de legitimación real para ejercer esasfunciones y asiste, prácticamente inerme, al creciente proceso dedeterioro y desigualdad de la población y el habitat mundial.

Es importante recordar cómo el neoliberalismo ha torcido la in-tención de los legisladores internacionales al diseñar los orga-nismos mundiales a que me refiero. Al terminar la segunda gue-rra mundial, los asistentes a la reunión de Bretón Woods de 1944planeaban crear un nuevo orden económico mundial que impidie-ran tanto la catástrofe de la Depresión del 29 como la reacciónfascista que produjo en Europa. El Banco Monetario Internacio-nal y el Banco Mundial, financiados por las contribuciones de susiniciales cuarenta y tres países miembros, recibieron el mandatoexplícito de impedir esas catástrofes. El Banco Mundial finan-ciaría el desarrollo de los países pobres y el Fondo absorbería losdesequilibrios temporales producidos por la especulación y lavolatilidad de los mercados internacionales. Las dos institucionesse domiciliaron en Washington, la una enfrente de la otra en la

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misma calle y John Maynard Keynes, que presidió la delegacióninglesa, después de reafirmar los peligros políticos de dejar quelos mercados se autorregulen, concluyó que si las institucionescreadas permanecían fieles a sus principios fundacionales, lahermandad universal entre los hombres podría ser algo más queuna frase.

Pero los organismos dieron pronto señales de que no iban a serfieles a su cometido sino todo lo contrario. Para comenzar noeran organismos democráticos, como no lo es el Tratado Mundialde Comercio, la tercera pieza que se agregó al sistema. Sus deci-siones no se toman por mayoría de votos de los países sino por suimportancia económica de modo que Estados Unidos ejerce lasupremacía, seguido por los países europeos y Japón.

La colonización de los dos organismos por alumnos de la Escuelade Economía de Chicago, cuyo apóstol fue Milton Friedman, setradujo finalmente en un documento llamado el Consenso deWashington, presentado por John Williamson en 1989, que de-bería recoger presuntamente las bases mínimas de la saludeconómica mundial. Estas bases, calificadas de puramente técni-cas, no eran sino una vuelta al capitalismo más elemental y afir-man que las empresas públicas deben ser privatizadas y abolidaslas limitaciones a la libertad de movimientos internacionales delcapital.

El resultado ha sido el aumento de la desigualdad. El informe delaño 2005 del Population Reference Bureau documenta, entreotros datos sobre carencias comparadas, que la mitad de la pobla-ción mundial vive con menos de dos euros al día y que la des-igualdad básica sigue creciendo. La desigualdad no es solo NorteSur. En Estados Unidos hay 48 millones de habitantes sin segurode enfermedad. Pero es en el Sur donde la desigualdad y las ca-rencias crecen. El Sida africano crece tanto por la avaricia de lascompañías farmacéuticas como la debilidad de los sistemas sani-tarios. Persiste la terrible cifra de cinco millones de niños que

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mueren al año por carecer de acceso al agua potable, por la mala-ria.

Y en cuanto al deterioro del medio causados por las prepotenciasmultinacionales, los casos abundan. De unos años a esta parte sesuceden los casos de catástrofes marítimas que prueban la ausen-cia de una inspección internacional sobre el tráfico de buques. Lareciente película de Giorgio Di Caprio, Diamantes de sangre,pone de relieve cómo el contrabando de gemas, alentado por lasfirmas especializadas, sirve para fomentar la inestabilidad políticade los países productores.

Mientras tanto las guerras, unas veces por motivos prácticos,como la protección de los intereses petrolíferos y otras, como lade Irak, con el resultado añadido de la creación de un enemigointernacional, el terrorismo, como en su día fue el comunismo,ocultan a la atención mundial esas carencias y desigualdades ysiguen favoreciendo el mantenimiento de una industria militar,cuya versión americana permite considerar a los Estados Unidoscomo el apéndice militar del nuevo poder económico global.

Pero el neoliberalismo es dogmático y la sustancia de su dogmaes la sabia e inexorable racionalidad del mercado. Ello no es sinoun subterfugio para llamar al capitalismo de otra manera como siel mercado fuera libre y no estuviera dominado por los más pode-rosos, duchos en fraudes y chapuzas, especialmente financieros yfiscales. Thomas Frank, en su reciente libro: “One Market underGod” (Doubleday, 2000) ha explicado con sagacidad las falaciasde esa explicación que muchos economistas y no pocos sociólo-gos se tragan con cierta facilidad aunque sea básicamente pueril.El modelo se basa en el principio del “trickle down”, significandoque los gobiernos deben dar dinero y libertades a los ricos que, dealguna manera “misteriosa”, Frank habla de la teología del mer-cado, terminarán llegando a los pobres. Pero el asunto no es tantocriticar al neoliberalismo porque aumenta las desigualdades,mantiene e incluso acrecienta las grandes carencias de tantoshabitantes del planeta y destruye el medio ambiente. La cuestión

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principal es revisar de que manera el neoliberalismo se ha en-frentado con la organización de la economía, la satisfacción delas necesidades humanas en el largo período de su vigencia, co-mo sus protagonistas principales, en las empresas multinacio-nales y en los gobiernos han tejido una tupida red de corrupciónpara que las ayudas internacionales no hayan beneficiado al desa-rrollo de los países y hayan acabado mayoritariamente en bolsi-llos poco escrupulosos. Y, sobre todo, por qué la mayoría de losciudadanos no reacciona, o lo hacen de forma débil contra unsistema que les perjudica.

2. LA LUCHA CONTRA EL DESARROLLISMO AUTÓCTONO

EL clima político que se vivía en el mundo tras la segunda guerramundial empujaba a los ciudadanos y a los gobiernos que éstoselegían, a garantizar un sistema de capitalismo “decente”, conunos mínimos de bienestar que impidieran a los pueblos buscarideologías extremas, el fascismo, el comunismo, que los garanti-zaran. De ahí nacieron la seguridad social, la atención sanitariapública, la protección de los trabajadores, la escolaridad obligato-ria y gratuita, capítulos de lo que se conoce con el nombre deEstado bienestar, basado en un sistema progresista de impuestosy en la creación de un sector público responsable de proporcionarservicios.

La versión latinoamericana del Estado bienestar, el desarrollismo,tendría por fuerza que empezar antes por crear más riqueza, na-cionalizar el ahorro y organizar la Administración pública, esca-samente visible en tantos países donde la policía, la administra-ción de la justicia, los órganos reguladores de la industria y elcomercio o no existían o eran muy precarios. El desarrollismocomenzó en el Cono Sur de América Latina, bajo los auspicios dela Comisión Económica para América Latina, dependiente de las

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Naciones Unidas y dirigido desde 1950 a 1963 por el prestigiosoeconomista chileno Raul Prebisch quien, como Friedman en Chi-cago, pero en sentido diametralmente contrario, formó a econo-mistas para que asesoraran al desarrollo de los países. La estrate-gia era muy sencilla pero contradecía lo que hasta entonces es-taba ocurriendo en esa zona donde el capital, principalmenteamericano, ayudado eventualmente por el Ejército, se enseño-reaba de las economías de lo que los americanos llamaban su“patio trasero”. Durante el período desarrollista, los países quefueron asesorados por las gentes de Prebisch lograron ir pare-ciéndose a Europa y, especialmente, pusieron en práctica unapolítica industrial auctóctona para sustituir a las importaciones.

El éxito del desarrollismo en esos años fue patente. Creció laproductividad, se creó una red de infraestructuras y serviciospúblicos y se produjo la consolidación de una clase media que sesentía orgullosa de su país y empezaba a invertir sus ahorros enél, al contrario de lo que se hacía interiormente, cuando los ricostenían sus ahorros en Estados Unidos.

Aquel éxito enfadó notoriamente a las empresas extranjeras yaquel enfado puso en marcha una estrategia de destrucción deldesarrollismo latinoamericano que Naomí Klein ha explicadobrillantemente en su libro “The Shock Doctrine. The Rise of Dis-aster Capitalism”(Metropolitan Books, 2007).

Los neoliberales no se atrevían a atacar el Estado bienestar euro-peo y ni siquiera Margaret Thatcher, con todo lo que hizo en esesentido, fue capaz de asumir la totalidad de la doctrina. Es ciertoque en los últimos años y en torno a la creación de la legalidadeuropea, se han producido notorios avances del neoliberalismo enla zona y críticas a ello, como se ha demostrado en el sinuosocamino de aprobación de la Constitución europea.

Porque Europa, hoy, tiende a imitar a Estados Unidos y si nollega a desmontar el Estado bienestar, concede al mercado unespacio cada vez mayor.

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Ello no se entiende sin esa tan americana confusión entre el poderpolítico y el económico que explica tantas cosas de ese país. Losgobiernos europeos ya dialogan con los empresarios en términosamericanos y la prueba de ello es la consolidación en Europa dela institución del “lobby”. El “lobby”, los grupos que las empre-sas organizan para presionar al Gobierno y al Parlamento, cons-tituyen una institución tan aceptada que su carácter intrínseca-mente inmoral apenas es aludido. El “lobby” pretende que lasdecisiones gubernamentales y parlamentarias beneficien a lasempresas que los mantienen y lo consiguen, en unos casos más,en otros menos y a veces apoteósicamente, dependiendo de ladebilidad y accesibilidad del gobierno de turno. Washington estáplagado de edificios donde tienen su domicilio los “lobbies”. Hay“lobbies” de empresas nacionales y extranjeras, de gobiernosextranjeros, de instituciones sociales, de Universidades y hasta deIglesias, todos buscando la cercanía y el favor del país más pode-roso de la tierra. Con el paso del tiempo se han ido modificandola misión de los “lobbies”. Al principio eran oficinas para presio-nar, para corromper a los políticos, a los funcionarios con dádi-vas, viajes, etc. Después fueron convirtiéndose en sus asesoreslegales al dedicarse los políticos a la pura lucha política y a con-seguir dinero para sus campañas electorales, sin tener tiempo niequipos suficientes para trabajar en sus tareas propias. Como essabido, la lucha electoral americana se realiza a base de dinero,sobre todo para financiar campañas de anuncios mediáticos y eldinero se recibe de empresas a las que luego se compensa confavores políticos. Mientras tanto los “lobbies” tienen personaltécnico que prepara, por ejemplo, los proyectos de ley para quelos legisladores no tengan que hacerlo y de paso, tratan de que elproyecto recoja los intereses de sus empresas patrocinadoras. Hasido clamoroso el caso de ENRON, la firma que quebró el año2005, después de una ejecutoria de insolvencia y fraude y queestaba tan cerca de la Casa Blanca que la política energética deBush fue asesorada por los directivos de la entidad. Uno de los

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desastres producidos por esa política fue la desregulación de laindustria eléctrica, dejada al libre juego del mercado, que hizosubir inmediatamente el precio de la energía con especial efectoen California, que sufrió frecuentes apagones. El personal de los“lobbies” se recluta frecuentemente entre los mismos políticos yfuncionarios según la táctica conocida como “revolving dooremployment”, los empleos de puerta giratoria, unas veces traba-jas para las empresas y otras para el Gobierno.

Todo este esquema simbólico de la contumaz compenetraciónentre poder político y económico está llegando a Europa, conBruselas y Luxemburgo llenos de “lobbies” pero sin que aúnhayan americanizado el tradicional Estado bienestar, definitiva-mente vigente en la Europa septentrional.

Pero en el “patio trasero” de Estados Unidos, en América Latina,el neoliberalismo podía actuar más contundentemente y lo hizo apartir de la inserción en la doctrina neoliberal de la lucha contrael comunismo y especialmente de su presunta exportación desdela Cuba de Fidel Castro. La lucha contra el comunismo, conver-tida en el elemento ideológico que hacía más digerible la doctri-nal neoliberal, fue recibida de forma entusiasta por las oligarqu-ías locales que ya tenían, por fin, una forma de reaccionar contralas reclamaciones de los ciudadanos. Tachar de comunista aquien aspiraba a mejores salarios y condiciones de trabajo, a unajusticia más comprometida y, especialmente, a los que, en cadapaís, trataban de rescatar el nacionalismo patrio de su secuestropor las entidades multinacionales era la solución más asequible aquienes no tenían mucho tiempo ni capacidad para disfrazar deotra manera sus intereses. La lucha contra el comunismo se con-virtió, paradójicamente, en patriótica, en el seno de los movi-mientos de extrema derecha, como Patria y Libertad o Patria,Familia y Propiedad que nacieron principalmente en Chile y enBrasil. Pero donde más calado tuvo la doctrina anticomunista fueen los Ejércitos, muchos de cuyos jefes eran adoctrinados en laEscuela de las Américas que primero en Panamá y luego en los

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Estados Unidos, recibía, entrenaba e indoctrinaba a los futurosdictadores del Continente y sus equipos directivos, incluyendo lapráctica de torturas y otras fórmulas intimidatorias.

El anticomunismo se fue convirtiendo en la excusa para detenercualquier movimiento de reivindicación latinoamericana y, pa-radójicamente, en la principal legitimación para derrocar a go-biernos elegidos democráticamente.

El plan para derrocar a movimientos nacionalistas que atentarancontra los intereses de las compañías norteamericanas fue dise-ñado por los hermanos John Foster Dulles, Secretario de Estadodel Presidente Eisenhower y Allan Dulles, primer director de laCIA. Antes de trabajar para el Gobierno, ambos habían sidomiembros del despacho de abogados Sullivan&Cronwell, quedefendían los intereses de las compañías que más tenían que per-der ante el auge de los nacionalismos.

El primer acto de ese plan fue la derrocación por la CIA en 1953del Presidente Mossadegh que se había atrevido a nacionalizar elpetróleo en Irán y su sustitución por un despótico y promericanolider, el Sha Reza Palehvi.

El segundo, ya en el “patio trasero”, al año siguiente, otro golpepatrocinado por la CIA contra el presidente Jacobo Arbenz deGuatemala, quien se había atrevido a desafiar a la todopoderosa“United Fruit Company”, al incluir en su proyecto de moderniza-ción agrícola la expropiación de algunas de las tierras baldías dela corporación.

Pero el escenario principal de la aplicación del neoliberalismo dechoque fue Chile. La llegada de Allende al poder incomodó a lascompañías americanas y no porque el gobernante chileno fueramás radical en la práctica del desarrollismo latinoamericano sinoporque la tradición pública del país, su sistema educativo podríanconvertirse en un ejemplo de democracia nacionalista hasta en-tonces impensable en las Américas. Pronto empezó a funcionarel bloqueo, organizado por un grupo mixto de CIA y las princi-

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pales compañías americanas con negocios en Chile, y a su cabezala ITT, concesionaria de unas comunicaciones que iban a ser na-cionalizadas. El mismo Nixon dio la orden de poner en marcha elbloqueo y gracias a la actual accesibilidad de los documentosoficiales de la época, el mismo Secretario de Estado Kissingercapitaneó la operación. El paso siguiente era persuadir al Ejércitopara que practicase un golpe militar de inspiración patriótica ytras unos cuantos titubeos se convenció al general Pinochet, mi-nistro del mismo Allende, para que lo protagonizara, garantizán-dole toda clase de apoyos. El golpe fue precedido de medidas deahogo de la economía y se realizó de manera violenta y expedi-tiva. Pese a la adhesión inicial de una cierta parte de la clase me-dia vinculada con la extrema derecha, la población en generalcayó en un estado de postración e impotencia que fue aprove-chado inmediatamente para poner en marcha una versión muyradical de la doctrina neoliberal. La acción gubernamental consi-guiente, privatización de empresas públicas, venta de bienespúblicos, desregulación de la economía, prohibición de la activi-dad sindical, etc se realizó “manu militari”, de modo que los em-presarios nacionales y sobre todo extranjeros, principalmenteamericanos, recuperaron no solo su libertad de acción sino tam-bién la capacidad de decidir el rumbo de la economía con unEjército implacable detrás para evitar posibles oposiciones. Elchileno se convirtió en un Estado débil excepto para imponer porla fuerza el imperio del mercado. Milton Friedman se carteabacon Pinochet y le insistía en ser absolutamente radical aunque elgeneral, bien pronto, puso la economía en manos de los “Chi-cago boys” y se dedicó a lo que él más disfrutaba, la represiónimplacable de cuantos chilenos no compartían el nuevo rumbo.

Ya es suficientemente conocido lo que ocurrió después y cómo elsupuesto milagro chileno se tradujo en un incremento ostensiblede la desigualdad económica y social que aun hoy, bastantes añosdespués de la dictadura, persiste. El daño al país, a las estructurasbásicas del Estado fue muy duradero y el neoliberalismo, aunque

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templado, sigue vigente en los sucesivos gobiernos democráticos,que aún no se atreven o no tienen los medios para reconstruirsuficientemente las instituciones civiles debilitadas por la dicta-dura. Chile fue también ejemplo principal de cómo, so capa depatriotismo, militares y funcionarios de la dictadura llenaban susbolsillos y Pinochet pasará a la historia, no tanto como un gol-pista sino como un ladrón de recursos públicos que acumuló,millones de dólares en más de 30 cuentas bancarias controladaspor él, su familia o sus allegados fuera del país.

Algo parecido, aunque de menos entidad, ocurrió en las otrasdictaduras latinoamericanas que brotaron como hongos en laépoca. En la vecina Argentina, José Martínez de la Hoz, el bri-llante ministro de Economía de la dictadura, parecido gestor delneoliberalismo imperante, fue posteriormente imputado por frau-de al beneficiar a una de sus empresas. Casi todos esos paísestienen la misma historia. Los fondos y préstamos que tanto elBanco Mundial como el Fondo Monetario Internacional lesprestó como apoyo para el neoliberalismo de shock fueron malempleados, una buena parte invertidos en gastos militares y unporcentaje desviado a las cuentas privadas en el extranjero demilitares y civiles. Como es sabido, con la progresiva recupera-ción de la democracia, muchos procesos se han abierto en ellostanto para castigar la represión como para intentar recuperar losbienes defraudados. Esto último, generalmente, con poco éxito.

Un capítulo especial lo constituyen los efectos que la aceptacióndel neoliberalismo, y en particular de su ejecución por las políti-cas internacionales del Banco Mundial, el Fondo Monetario In-ternacional y el Tratado Mundial del Comercio, han tenido sobrepaíses recién incorporados al sistema. Los ejemplos más obviosson Polonia, Sudáfrica, China y, por supuesto, Rusia.

Cuando en 1988 Polonia cambió de régimen bajo los impulsossolidarios del Sindicato creado por Lech Walesa y apoyado por elPapa Juan Pablo II, los polacos creyeron en un primer momentoque habían recuperado su soberanía de las garras de Moscú. Pero

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pronto se dieron cuenta de que habían entrado en otra esfera deinfluencia, pacífica pero no menos contundente. El conocido ase-sor de Gobiernos latinoamericanos, Jefrey Sachs, empezó a acon-sejar al Sindicato Solidaridad, ya antes de la transición, la aper-tura de Polonia al capital internacional y a las reglas internacio-nales y el resultado fue una negociación presurosa con el FMI yuna terapia de shock que marcaron el nuevo rumbo. “Fue un actode fe en la libertad, parecido al que hacíamos con el comunismopero con el mismo fundamento irracional. De la noche a la ma-ñana dejamos de decidir los asuntos más importantes del país y apreguntarnos para qué habíamos estado tantos, tanto tiempo enprisión,” cuenta uno de los desilusionados dirigentes de Solidari-dad.

La supresión del régimen de “apartheid” en Sudáfrica puso enmarcha un esperanzado cambio de régimen, que el partido nacio-nalista de Mandela había patrocinado. Pronto comprendieron quehabían recuperado el poder político pero no el económico puestoque su adhesión, prácticamente forzosa, al neoliberalismo inter-nacional produjo una persistencia del predominio del capital ex-tranjero, anterior y posterior al cambio y una imposibilidadpráctica de mejorar el nivel de vida de sus habitantes. Desde1994, el año en que el partido nacionalista tomó el poder, elnúmero de gente que vive con menos de un dólar al día se hadoblado, de dos millones a cuatro. La desigualdad entre negros yblancos ha crecido, un millón de agricultores han perdido susmodestas granjas y el número de habitantes de los suburbios po-bres ha crecido un 50%.

En 1989, cuando se proclamó el consenso de Washington y Fu-kuyama proclamó el fin de la historia, se produjeron los aconte-cimientos de Tiannanmen Square en Beijing y los directivos chi-nos comenzaron ese camino hacia su inserción en el neolibera-lismo internacional que combina la apertura del mercado internoa las empresas extranjeras, la aceptación de las reglas del juegocon un control que ejerce el partido comunista y que se traduce

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en que el Estado chino mantiene la última decisión sobre exten-sos sectores de la economía. Por ejemplo, China no ha desmon-tado del todo su sector público, como exigían los organismosinternacionales y ha mantenido una ocupación laboral suficientepara evitar innecesarias tensiones. La persistencia de un régimenpoliciaco fuerte ayuda al equilibrio, inestable pero suficiente demomento, de un país que mantiene un régimen mixto de libera-lismo hacia el exterior y autoritarismo interior que desafía lasdefiniciones de la ortodoxia neoliberal.

La nueva Rusia empezó exactamente cuando Jeffrey Sachs estabaen el despacho de Yeltsin al anunciar el líder ruso el fin del régi-men soviético. El programa de la nueva etapa fue redactado poruna combinación de los “Chicago boys” y los tecnócratas comu-nistas y se tradujo en la apertura al exterior, esta vez con un fuer-te desmantelamiento del sector público que cayó en las manos dela nueva oligarquía, los nuevos ricos del país. La novedad es queel presidente Putin, beneficiado por la posesión de ingentes can-tidades de petróleo y gas, está siendo capaz de crear una nuevaestructura de poder en la que ni las empresas nacionales ni lasextranjeras pueden dominar a una Administración pública, llenade antiguos miembros de la KGB, capaz de combinar liberalismoeconómico con dominación política.

Y ante tal situación, los organismos internacionales han aceptadoque no son capaces de llevar a cabo en Rusia, como tampoco enChina, lo que sí han conseguido en Polonia, Sudáfrica y cuantospaíses han recuperado una soberanía política no acompañada dela económica. Pero con los más pobres siguen consiguiendo éxi-tos. La doctrina del shock tuvo una conveniente aplicación en SriLanka con motivo del tsunami que asoló su costa en Julio de2005. Hasta entonces la costa era patrimonio de pueblos de pes-cadores que atraían algunos surfistas a hoteles pequeños. Con eltsunami, los organismos internacionales hicieron ver a la autori-dad local que era el momento de reconvertir la costa en un pa-raíso turístico y a tal fin impidieron regresar a sus lugares a los

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pescadores e impulsaron una ocupación puramente turística de lazona. Lo mismo se hizo con los países afectados por el huracánMitch en Centroamérica, Honduras, Guatemala, Nicaragua. Lasayudas a la reconstrucción procedentes de organismos interna-cionales como el FMI o del Gobierno americana fueron condi-cionadas a la privatización de empresas y servicios públicos y deesta manera Telmex, la telefónica mexicana, compró la compañíatelefónica guatemalteca, la española Unión Fenosa adquirió lasempresas nicaragüenses de energía y el Aeropuerto de San Fran-cisco se hizo con los aeropuertos de Honduras.

Líbano y Palestina han visto también modificadas drásticamentesus economías con motivo de los conflictos que padecen aunque,en este caso, el “tsunami” político y militar que los produce hasido proporcionado por un vecino, Israel, que actúa como la“longa manus” del neoliberalismo americano.

3. FORMAS DE SATISFACER LAS NECESIDADES PÚBLICAS

El neoliberalismo, aparte de defender que la economía es básica-mente un ejercicio de libertades individuales, preferentemente enforma de intercambios monetarios, tiene un particular diseño decómo se deben satisfacer las necesidades públicas y entre ellas, eltransporte colectivo, la salud pública, la educación, la energía yotras. De ese diseño se ha derivado, como veremos, una formacreciente de agresión al medio ambiente que forma parte princi-pal del creciente cambio climático.

El neoliberalismo tiene principios muy sencillos, que adoptangeneralmente fórmulas dogmáticas, escasamente propicias a ladiscusión. “Cuanto menos Estado mejor”, “ la iniciativa privadaes siempre más eficaz”, “Para que algo funcione bien, se nece-sita que alguien se beneficie de ello”, “El mejor sitio del dinero

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es en los bolsillos de sus dueños”, “El capital debe viajar libre-mente, sin fronteras”.

El derrumbe de las fronteras es uno de los tópicos favoritos de losneoliberales, especialmente en estos tiempos de globalización. Laguía principal de la acción de los liberales y fórmula que todo locura es el “trickle down”, en cuya virtud el Estado debe dar di-nero y libertades a los ricos que de forma inevitable llegará a lospobres. Pero la aplicación de esos principios ha llevado apareja-da históricamente una determinada forma de resolver las necesi-dades colectivas, un diseño de su satisfacción e incluso de supropia naturaleza.

El territorio en el que se han aplicado, desarrollado y defendidoesas formulas ha sido, naturalmente, Estados Unidos y el mo-mento en que comenzaron a imponerse no fue durante el Go-bierno de Reagan sino ya con Eisenhower, en una reacción contrael keynesianismo débil que llevó a cabo Roosevelt para salir de laDepresión.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, se hizo necesario un im-pulso gubernamental para hacer crecer las actividades civiles,para ampliar el mercado interno, que había sido contraído por laorientación de la oferta industrial a las necesidades bélicas. Sureconversión y la ampliación de la demanda ocupó la atenciónpreferente de un presidente republicano y un equipo de gestorescuya misión principal fue definir, junto a los principales empresa-rios del país, las líneas de inversión pública más recomendables.El primer capítulo de ello, que influiría en el resto, iba a ser eltransporte.

3.1. Transporte privado

Aunque ahora no lo parezca, Estados Unidos se constituyó y seexpansionó a lo largo de las vías del tren. El viaje a la frontera, al

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Oeste, realizado primero a lomos de equinos y en aquellos carrosde variado diseño, se transformó con la aventura del ferrocarril.El ferrocarril Este-Oeste, con parada en Chicago, modificó laeconomía americana, creó los primeros millonarios de la especu-lación, los “robber barons”, trasladó a millones de habitantes dela Costa Este hacia el Oeste y se convirtió también en cauce ytrabajo para la emigración europea, latinoamericana y asiática.Fueron los trabajadores chinos los principales operarios de laextensión del tren, tantos murieron en el empeño y la fiebre deloro contribuyó a la rapidez con que se extendían traviesas y raí-les. Con el tren llegaron la comunicación telegráfica, la electrifi-cación y todas las modernidades existentes en la Costa Este, lacual ya disfrutaba de ese ferrocarril costero, la línea de Boston aMiami, un pasillo por donde circulaban personas y mercancíascon preferencia a la carretera. El Amtrak era la empresa más po-derosa de servicios de la época pero pronto aquello iba a ser con-tradicho por una coalición de representantes de intereses distin-tos.

En los años cincuenta, empresarios del petróleo, de la industriainmobiliaria, del automóvil llevaron a la Casa Blanca habitadapor Eisenhoer un plan para diseñar una red nacional de autovíasconfeccionado para satisfacer su interés común.

Las autovías, “highways” deberían servir para transportar porcarretera personas y mercancías, abriendo un mercado importantepara una nueva iniciativa privada de locomoción que aventajaraal ferrocarril por su espontaneidad y variedad. También trataríande descongestionar las ciudades, creando suburbios para domici-liar a las nuevas generaciones de la clase media. Y, finalmente,pondrían en marcha una política de obras públicas capaz de darempleo a tantos veteranos de la guerra que, al volver, encontra-ban ocupados sus antiguos trabajos,

El mensaje llegó alto y claro a la Administración pública, en cu-yo seno el plan tenía importantes aliados y fue aprobado con granceleridad.

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Paralelamente se habían producido las disposiciones guberna-mentales, entre otros el GI Bill, para ayudar a la reincorporaciónde los veteranos de guerra y, en particular, los préstamos y dona-tivos para educación y vivienda.

Los veteranos, por miles, se matricularon en las Universidades ycambiaron su perfil clasista. Pero, sobre todo, poblaron esos su-burbios soñados por los diseñadores de las autopistas a partir delplan de viviendas prefabricadas que ideó Bill Levitt, un judío quehabía probado el sistema en la guerra y que comenzó a construiry vender, miles de unidades al mes, ese modelo de casa de unasola planta, con garaje y jardín, que se convertiría en el nuevomodelo de residencia de la clase media. Casa propia fuera de laciudad, automóvil para ir a trabajar por una carretera rápida y yatenemos el nuevo ciudadano norteamericano que reemplaza alhabitante de las ciudades diseñadas a la europea.

En Nueva York, Boston, Chicago y, por supuesto, el Sur y elOeste, cambió la faz del país. La clase media en los suburbios,los pobres, sobre todo los negros, en las zonas de las ciudadesque eran abandonadas por los blancos y que se iban desinte-grando hasta convertirse en tercermundismo urbano.

La carretera y el coche para los suburbanitas, el metro para losurbanitas y un agujero en el ferrocarril que disminuiría progresi-vamente su importancia relativa.

Y el coche que, en su inicio fue un instrumento para el ocio, parael fin de semana, para la diversión, se transformó en una herra-mienta de trabajo, el medio como los americanos iban y volvíancada día de casa al trabajo.

Por aquellos años Europa resolvía las necesidades cotidianas detransporte de los trabajadores no solamente con un incremento dela red pública de ferrocarriles, metros, tranvías y, poco después,autobuses sino con la inclusión en las condiciones de trabajo demuchas empresas grandes de la obligación de éstas de trasladar alos obreros al comenzar y finalizar la jornada en medios propios.

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Pero la opción por el transporte individual ha tenido consecuen-cias muy perversas. Por una parte, los riesgos para la salud deconductores y peatones. A pesar del límite de velocidad, en Esta-dos Unidos mueren unas cincuenta mil personas al año y más deldoble quedan seriamente heridas por accidentes de automóvil quees ya la primera causa de muerte de los jóvenes. Los gastos pro-ducidos por esas fatalidades incrementan cada vez más los gastosen salud y suponen un gran quebranto para la economía.

La cantidad de fondos públicos que se gasta en el mantenimientoy la ampliación de carreteras federales, nacionales y localesexcede con mucho a lo invertido en transportes públicos, a losque se deja languidecer aunque en muchos casos sean la únicaforma de movilidad para las personas mayores que no conduceny para los pobres. La necesidad de tener coche es una carga paramucha gente con escasos ingresos, muchos de los cuales ni si-quiera lo aseguran con lo que aumentan los costos del sistema.

El coche individual aún disfruta de una aureola social y su pose-sión el signo de la madurez personal de los jóvenes. Pero la reali-dad es más sórdida. Los modernos automóviles logran una velo-cidad tal que resulta muy difícil que la gente joven no aspire aprobarla en alguna circunstancia que termina siendo dramática yni las vías mejor diseñadas o mantenidas, que no siempre loestán, contienen todos los elementos de prevención del riesgo, unriesgo que aún es más frecuente para los motoristas. Los coches ylas motos han causado más muertes de jóvenes que las guerras entodo el mundo.

La conjunción de intereses que logró esa transformación se en-cuentra maniatada por ella. Los Estados Unidos llegan a hacer laguerra para mantener un flujo de petróleo suficiente para esaforma de transportarse y gran parte de su política exterior estácondicionada por tal dependencia.

La progresiva reconversión de la vivienda, del alquiler a la pro-piedad privada y la distancia al trabajo, imponen una carga finan-

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ciera, las hipotecas y un desgaste de energía, usar obligatoria-mente el coche todos los días, que conduce a esa nueva enferme-dad americana, el “stress”, que está incrementando la cantidad demedicinas, antidepresivos principalmente, que consumen los ciu-dadanos.

Y eso nos lleva al segundo asunto

3.2. La salud

Según un observador de la escena americano, “el estado de tusalud depende del estado de tu bolsillo”.

La versión americana a la solución a la prevención y cura de en-fermedades es un acto de fe en el mercado que contradice lastendencias y las soluciones que existen en Europa y aun en elpaís vecino, Canadá.

El acceso a la atención médica de los americanos, su tratamientoen hospitales o clínicas, está condicionada por su nivel econó-mico medido generalmente por la naturaleza y la calidad de sucontrato de trabajo. La red de servicios médicos, hospitales yclínicas privadas, no existe el modelo europeo de centro públicode salud, no actúa hasta que el enfermo no prueba estar asegu-rado por una de esas empresas con las que se puede contratar,individual o colectivamente, a un precio que depende de variascircunstancias y, entre ellas, de tu edad y condición social. Si eresrico o estás bien empleado en una empresa solvente, tu segurocubre casi todos los riesgos de tu salud. Si eres pobre o tu con-trato de trabajo es de poca categoría, el seguro no te sirve paramuchas enfermedades o accidentes. Y hoy, en un momento en elque crecen los trabajos precarios o las largas ausencias del mer-cado laboral, la salud de los americanos refleja el mismo perfil dedesigualdad que el resto de los indicadores básicos.

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Las dos instituciones que se crearon para paliarlo, Medicare yMedicaid, para mayores y para indigentes respectivamente, fun-cionan con grandes limitaciones y, de hecho, muchas personaspobres o desempleadas van a las urgencias de los hospitales, fin-giendo encontrarse en esa situación, sólo para recibir por una vezuna analítica o una exploración, que son incapaces de procurarsepor otros medios. Norteamérica carece de una red de atenciónmédica primaria, como la que tiene Europa.

Todo ello influye en las estadísticas de población. Estados Uni-dos posee uno de los índices más altos de mortalidad infantil enel mundo pese a que sea la mayor potencia económica. Hay uncuarto mundo en zonas pobres de América, barrios miserables delas ciudades, el sur de Texas, donde los niños sufren los dañossanitarios colaterales de la pobreza como no acceso a agua pota-ble, malaria, desnutrición, etc. El resto de los indicadores de sa-lud refleja la desigualdad económica de los norteamericanos.Dado que la salud está en el comercio libre, uno puede comprarcuantas atenciones, prevenciones, pruebas u operaciones puedacostearse y el sistema sanitario no evalúa más que la capacidadde pagar del cliente, lo cual conduce, por ejemplo, a que el gastosanitario en personas mayores es muy superior al del gasto enniños y a que el enorme gasto sanitario esté distribuido en térmi-nos de clase social.

Muchos inventos y adelantos científicos se producen y aplican enlos Estados Unidos pero a ellos no tienen acceso más que losenfermos que pueden pagarlos. Hay hospitales americanos degran calidad pero una parte importante de sus pacientes son en-fermos adinerados que vienen de otros países mientas que en elmismo barrio donde los hospitales están domiciliados viven per-sonas cuya salud es muy deficiente.

Paralelamente a ello, la industria farmacéutica, una de las máspoderosas e influyentes del país, no deja de luchar por la protec-ción de sus patentes, de su acceso irrestricto al mercado nacionale internacional y ello la convierte en uno de los componentes de

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la dominación americana más resentidos por el resto del mundo.La lucha contra el Sida en países pobres es un ejemplo de ello.Los mismos americanos cruzan la frontera de Canadá o Méxicopara comprar medicinas más baratas.

No hay, pues, en Estados Unidos un concepto de salud públicasegún el cual las condiciones sanitarias generales y comunes be-nefician al conjunto de la población. Algunos de los elementosbásicos de esa salud pública están vinculados a actividades deinspección de emisiones de contaminantes, deterioros en el medioambiente que perjudican la salud pero aún no existe una estruc-tura de acción gubernamental responsable de diseñar, planificar ydesarrollar una política de salud pública, entre otras razones porel modelo de descentralización de los servicios que forma partede la estructura federal del país.

3.3. La educación

Esa descentralización se nota de manera importante en el sistemaeducativo. Garantizar la educación obligatoria y gratuita de losmenores, su acceso indiscriminado a la escolaridad primaria fueuna de las conquistas del Estado bienestar que llegó tarde a Esta-dos Unidos y de imposible aplicación porque la educación escompetencia de los Estados no del Federal. Así hay un fragmen-tado sistema educativo primario y el gran perdedor en la últimadécada, gracias a la fe en el neoliberalismo de muchos legislado-res, es la escuela pública. Carentes o escasas de fondos muchasde ellas, han presenciado una huída de buenos alumnos a escuelasprivadas, muchas veces favorecidas por ayudas públicas al efecto,los llamados “vouchers”, que hacen aún más perceptible la dife-rencia entre las escuelas de zonas ricas con las de zonas pobres.En los años sesenta, por influencia de un corto episodio de pro-gresismo, algunas ciudades intentaron justo lo contrario, llevarniños pobres a zonas ricas y viceversa pero el experimento, el

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“busing” terminó pronto y mal, por la violenta reacción de lospadres de niños ricos.

La falta de calidad de la educación pública americana en sus es-tadios inferiores se refleja, por ejemplo, en que muchas familiasde emigrantes de Latinoamérica envían a sus hijos, al cuidado desus abuelos, a cursar la escolaridad primaria e incluso la secunda-ria a sus países de origen, donde es de mejor calidad y más ba-rata o gratuita, para que regresen al nivel universitario americanoque, aunque igualmente discriminatorio, ofrece muchas oportuni-dades de acceso a los buenos estudiantes.

La profesión de maestro, aunque no sólo en los Estados Unidos,ha perdido bastante de su prestigio como socializadora de lasnuevas generaciones que hoy reciben una influencia mayor deotras circunstancias, como los medios audiovisuales, los juegos,los colegas, etc. Y es que el sistema educativo, con su tradicionalcomponente de solidaridad, no puede contradecir la ideologíadominante, con su énfasis en la competitividad y la búsquedairrestricta del beneficio personal, que domina la escena nacional.

El neoliberalismo, en su versión americana, afecta a práctica-mente todas las esferas de la vida, pública y privada, de sus ciu-dadanos. La manera en que éstos trabajan o dejan de hacerlo,compran, arriendan bienes o servicios se ha ido transformando envirtud de los dos grandes principios básicos dominantes, la des-regulación y la privatización.

3.4. La desregulación

Los gobiernos de Reagan y Tatcher empiezan su camino de re-formas del Estado bienestar suprimiendo controles. Los controlessobre la actividad económica, sobre las libertades empresariales,habían surgido históricamente como forma de evitar su rapacidady el mal hacer. No todos los errores empresariales nacen de su

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ansia de beneficio inmediato sino, con frecuencia, de su escasahabilidad para llevar a cabo sus planes y, también, de la dureza dela lucha en el mercado, el pez grande se come al chico, usandocon frecuencia malas artes.

Todo ello determinó que el Estado bienestar incorporara a suestructura la regulación de la mayoría de las actividades econó-micas en beneficio del interés general, del bien común. Pero estaspalabras, interés general, bien común, dejaron de sonar bien a losoídos de los neoliberales, hasta convertirse en la ideología acombatir. La sociedad no tiene nada en común, incluso, comoproclamó Margaret Tatcher, “no existe una cosa llamada socie-dad”.

La transformación de la sociedad en mercado y la liberación deéste de controles gubernamentales pusieron en marcha una estra-tegia de fomento de la iniciativa empresarial, una desregulación,que tuvo su máximo exponente en el sector financiero. Nunca elsector financiero ha sido más libre que desde que se decretó, en ladécada de los ochenta, su libertad nacional e internacional. Losbancos, los prestamistas pidieron y consiguieron usar su dinerosin más condiciones que las que ellos mismos determinaran. Laconsecuencia fue, sigue siendo, difícil de entender por el públicoen general que les entrega sus ahorros sin saber muy bien qué vaa ser de ellos. Compitiendo entre sí, a veces en lucha feroz, des-piadada, sus protagonistas, el sector financiero adoptó una perfilhasta entonces desconocido y con ayuda de la desregulación in-ternacional producida por la globalización, empezó a utilizar unlenguaje arcano, “derivados”, “edge funds”, que para la mayoríade los economistas de la época no estaba en sus manuales.

El sector financiero tradicional era una suma de ahorros e inver-siones reales, que reflejaban las cotizaciones de la Bolsa. Losespeculadores apostaban a subidas y bajadas de acciones, quesolían representar también subidas y bajadas en la demanda debienes y servicios.

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De repente, todo cambió. El sector financiero dejó de representaral sector productivo y se convirtió en algo autónomo, misterioso,que comerciaba en papeles solamente avalados por la confianza.Muchos de esos papeles solo tenían detrás promesas de unos Es-tados, de unas empresas que podrían, y de hecho en ocasiones asíha ocurrido, no ser cumplidas.

Al mismo tiempo, gracias a la globalización, se podía especular anivel internacional y ha habido especialistas en hacer subir y ba-jar monedas nacionales de modos que el común mortal desco-noce. Es el caso de George Soros, hoy convertido en filántropo yde otros que lograron manipular en unos días la situación finan-ciera y las monedas de los países del Sudeste asiático que tuvie-ron que recomponer sus economías, dañadas por agresiones aje-nas, sin culpa propia.

Para colmo ese sector financiero se refugia en paraísos fiscales,lejos de la tributación, ocasionando la pérdida de los beneficiosnecesarios para la financiación de los servicios públicos y la co-rrelativa disminución de la acción del Estado que, en muchasocasiones, no cumple sus fines o se ve obligado a dejarlos tam-bién al albur del mercado. Porque ésta, la privatización, es la otracara de la desregulación.

3.5. La privatización

La privatización constituye el discurso más elocuente del neoli-beralismo. Y el más básico de su doctrina. El sector público eu-ropeo posbélico, paradójicamente incentivado por el plan Mars-hall, funcionaba cada vez mejor. Obras y servicios públicos, lasadministraciones públicas estaban pobladas por gentes que creíanen la necesidad de reconstruir los países en una conjunción deacción gubernamental, empresarial y sindical que actuaba coope-rativamente. En los años cincuenta los sindicatos se sentaban enlos consejos de administración de las empresas y los servicios

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públicos ferroviarios, aéreos, mediáticos crecían por el impulso yla dedicación de quienes estaban orgullosos de poseer una moralde funcionarios públicos, de servicio.

Al mundo empresarial americano aquello no le sentaba bien y amediados de los años sesenta, justo bajo Reagan y Tatcher secomenzaron a crear Fundaciones, "Think Tanks” con el propósitode deslegitimar la acción pública y sentar las bases para una te-oría general de la privatización, que nació, como sabemos en laEscuela de Chicago, bajo la dirección de Milton Friedman. Mu-cho no se pudo hacer en Europa durante esas dos décadas pero enEstados Unidos la privatización comenzó inmediatamente a fun-cionar y quizás su primer efecto se sintió en las empresas de ser-vicios públicos.

La electricidad, el gas, el agua eran producidas y distribuidastradicionalmente a través de compañías semipúblicas, las “utili-ties”. Su régimen de actuación consistía en cobrar los servicios asus consumidores a un precio, una tasa que permitía mantenerlos,mejorarlos pero en ningún caso producir beneficios. No teníanaccionistas a los que responder y eran controladas por las admi-nistraciones públicas. Hasta que llegó el momento de privatizar-las, de venderlas y consiguientemente, de sentirse en la necesidadde producir beneficios. Ello descompuso la naturaleza y el sen-tido de sus actividades con los subsiguientes desconciertos, erro-res y fracasos. Desde entonces, por falta de inversiones y mante-nimiento, las poblaciones han sufrido cortes de luz, carencias deagua, daños que no han podido ser compensados porque las nue-vas compañías, privadas, han diseñado una fórmula de irrespon-sabilidad que atribuye los fallos a causas naturales.

La privatización de las “utilities” fue seguida por otras hasta lle-gar, hoy día, al corazón mismo del Estado.

El gobierno de Bush incluía a dos de los principales seguidoresdel neoliberalismo, Ronald Rumsfield and Dick Cheney, ambosjóvenes miembros del equipo de Reagan, admiradores de Miton

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Friedman y protagonistas de esos empleos de puerta giratoria, enlos que as veces trabajas para el Estado y otras para empresasrelacionadas con el Estado. Ya durante el período Clinton co-menzaron a actuar en la línea neoliberal aunque no hasta el ex-tremo que lo hicieron después. Como presidente de la omnipre-sente Halliburton, Cheney logró contratos para gestionar necesi-dades militares que le harían inmensamente rico y que harían tanrica a la compañía cuando desde su posterior cargo con Bush ladio las mayores oportunidades conocidas de usar dinero público.Nunca se deshizo Cheney de todas sus acciones sino antes el con-trario su suerte personal siguió unida a la de la empresa aun sien-do Vicepresidente.

Pero Bush les convirtió en fautores de su política privatizadora.Bush ya era un converso a la doctrina de la privatización siendogobernador de Texas pues la industria de las prisiones privadasfloreció especialmente allí bajo su gobierno y también allí mostrósus peores perfiles. Texas tiene el dudoso honor de poseer el re-cord de ejecuciones mortales, la pena de muerte, de toda Américay también el sitio donde más dinero se puede ganar gestionandoprisiones y peor lo pueden pasar los presos.

Pero el momento de inflexión llegó con el 11 de Septiembre queprobó los muchos defectos y carencias de la seguridad aérea enun país que desde la decisión de Reagan de acabar abruptamentecon la huelga de los controladores aéreos, había ido degradandoprogresivamente la inversión pública en la prevención y soluciónde los problemas de seguridad. El 11 de Septiembre era la oca-sión de redoblar las inversiones públicas y la confianza en aque-llos agentes públicos, bomberos, policías que tan bien se portaronhaciendo frente a la catástrofe pero no fue así. Fue justamente locontrario y de la misma manera que el trágico evento dio alas alos que querían imponer la hegemonía militar y mercantil de losEstados Unidos, desencadenando las guerras de Afganistán eIrak, también excitó el deseo de quienes pretendían privatizar al

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Estado, como la mejor solución para enfrentarse con esos con-flictos.

Porque la finalidad del Estado, decretaba el equipo de Bush, noera proporcionar seguridad sino comprarla a precios de mercado.Y como informaba el New York Times en Febrero del 2007, “sindebate público, sin discusión parlamentaria, los contratistas seconvirtieron en el cuarto poder del Gobierno”. La nueva doctrinase aplicó al Departamento de Defensa pero especialmente al nue-vo Departamento creado al efecto, el Departamento de SeguridadNacional porque, en palabras de un alto funcionario de la época,Ken Minihan, “La seguridad nacional es demasiado importantecomo para confiársela al Gobierno”. El mercado del terrorismohabía nacido.

Millones, billones de dólares fueron contratados a compañíaspreexistentes o que nacieron al efecto. Y al igual que en los añoscincuenta Washington se llenó de oficinas de lobbies, esta vez lohizo con aquellas compañías que recibirían el encargo de proveerservicios de seguridad nacional. La industria de cámaras de segu-ridad o la de obtención de datos, unidas a las de gestión de sospe-chosos, florecieron y permitieron detener a miles de personas,transportarlas, confinarlas e interrogarlas. Los muchos errores yabusos del sistema, paralelos a los del propio Ministerio de De-fensa en la conducción de la guerra, fueron ocultados hasta quellegó a ser imposible hacerlo, merced al carácter privado de mu-chas de sus operaciones que no entraban en la responsabilidadpropia de los organismos oficiales. Era un caso de Estado sub-contratado a cuyas subcontratas tenían dificil acceso los órganosencargados de la vigilancia y control del Ejecutivo.

El asunto llegó a su culmen con la privatización de la guerra cuyomáximo exponente es la guerra de Irak. La filosofía que llevó a laguerra, y que acompañó a los informes, hoy sabemos que torci-dos, sobre la posesión de armas de destrucción masiva, fue eldéficit de la zona en democracia capitalista. Para nada se tuvieronen cuenta los errores y abusos de Estados Unidos e Israel y se

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arbitró una estrategia de “Shock and Awe” “Impacto brusco ysusto”, como la mejor receta con la que conseguir la transforma-ción política del país. Ya sabemos los abusos que se han produ-cido, y siguen produciéndose, con la detención y tortura de milesde irakíes con el resultado palmario de que esos abusos no pro-ducían aliados sino enemigos. Por cada víctima de la represiónpracticada por la ocupación americano, que iba en aumento segúnel mando comprobaba su escaso éxito, surgían uno, dos

o tres militantes antiamericanos. La guerra de Irak, y también lade Afganistán aunque en otro sentido, lo que consigue principal-mente es incrementar el número de insurgentes.

Pero la política iniciada inmediatamente con la ocupación tuvodos capítulos, la demolición del Estado iraquí, su personal y susinstalaciones y la privatización tanto de éste como de la mismaguerra. Esa política fue ejecutada por el jefe de la ocupación,Paul Bremer, él mismo un discípulo de la escuela neoliberal, queya llegó con manual al respecto y lo puso en práctica sin la menorconsulta a los líderes iraquíes. El dinero para la reconstrucción deIrak no fue destinado a industrias locales, propiciando así la crea-ción de empleos y estabilidad sino a empresas extranjeras queimportaban todo incluso la mano de obra.

Los efectos de desánimo y enfurecimiento de los nacionales sevieron enseguida al comprobar que se prescindía de la industrialocal y, especialmente, que no se permitía al gobierno iraquíemergente, la modificación de la situación.

Pero, para terminarlo de empeorar todo, la autoridad americanaocupante carecía, y sigue careciendo de medios y personas capa-ces de vigilar y estimar la acción de las empresas reconstructorasde modo que, no solamente las cosas fueron a peor, con gravesproblemas en los servicios de electricidad, agua, por no hablar desalud y educación, que se llegaron a producir reclamaciones for-males ante Tribunales americanos al respecto. Pero en marzo del2006 un Tribunal federal de Virginia decidió que, como ni las

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firmas defraudadores ni las autoridades de ocupación formabanparte del gobierno americano, éste no podía ser declarado respon-sable de esos fraudes y tampoco podían incoarse reclamacionessegún la ley irakí.

La privatización se ha detenido por el momento cuando un pro-yecto de ley otorgando concesiones petrolíferas a empresas ame-ricanas encontró una feroz oposición del mismo gobierno irakísupuestamente al servicio de la Casa Blanca y las negociacionesal respecto están detenidas aunque el propósito americano enIrak, privatizar el petróleo y abrir el país a la iniciativa extranjerasigue formando parte del plan inicial. Ni siquiera la promesa delas empresas americanas de entregar cinco millones de dólares acada legislador iraquí ha tenido éxito por el momento.

Quizás lo más ostensible de la privatización sea el mismo ejerci-cio de la guerra. No solamente se están reclutando mercenariospara sustituir a los soldados, que cada vez escasean más y estánpeor preparados, sino que la misma gestión de la ocupación estásiendo administrada por Haliburton y otras compañías. La fierezaprivatizadora ha llegado a desmontar incluso la atención médicaoficial a los veteranos de guerra que, al volver a Estados Unidos,se enfrentan con graves deficiencias y rechazos debido a que elDepartamento de Defensa desmanteló a los equipos médicos ysubcontrató esas mismas funciones sanitarias a entidades priva-das.

Los neoliberales, tan amigos de aprovechar las catástrofes parahacer engullir sus tesis del Estado mínimo, la desregulación y laprivatización, contemplan como esas mismas catástrofes hacennacer enemigos propios y ajenos. Y si con la guerra de Irak hanconseguido incrementar el antiamericanismo internacional, enKatrina, donde se puso de relieve las deficiencias de la Adminis-tración Bush en prevenir y remediar la catástrofe, el desprestigio,el desánimo llega a los mismos americanos que ven cómo suGobierno no solo no es capaz de enfrentarse a crisis que paísesmenos importantes han resuelto sino que aprovecha el momento

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para imponer tesis neoliberales en las políticas de vivienda o desalud y educación de Nueva Orleans que perjudican a la pobla-ción en general y benefician a unos pocos.

4. LA LUCHA IDEOLÓGICA

Pocas controversias han sido tan agrias en la historia como lasque han sostenido los neoliberales con sus oponentes. Desde queMilton Friedman afirmó que no hay alternativa científica a supensamiento, los neoliberales han sido muy contundentes en ladescalificación de sus adversarios. A veces, uniendo a la descali-ficación científica el ataque personal.

Pocas personas han sido más vilipendiados por el mundo neolibe-ral como John Kenneth Galbraith que tuvo la mala suerte de co-incidir en el tiempo con Friedman y más que llevarle la contraria,más que advocar por un socialismo a la americana, quiso colabo-rar para que el capitalismo no hiciese sufrir a más gente, un pococomo su antecesor doctrinal Maynard Keynes se planteó la tesisdel Estado bienestar en el Occidente postbélico, como una co-rrección intervencionista al capitalismo en beneficio del interésgeneral . A Keynes le llevó la contraria Friedrich Hayek, el pri-mer neoliberal del siglo XX pero en la década de los cincuentaera muy difícil no reconocer que el mundo occidental necesitabalo que Keynes postulaba y que se impuso prácticamente hasta losaños ochenta, cuando Tatcher y Reagan llegan al poder y lideranuna apuesta contra el keynesianismo que volvería a llevar aFriedman, momentáneamente eclipsado, al liderazgo del neolibe-ralismo internacional.

El momento de máxima excitación para los neoliberales fue lacrisis del comunismo, la desaparición del imperio soviético quepara ellos fue la prueba del fracaso de cualquier socialismo.

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Los “Think Tanks” promovidos por Friedman con el patrociniode importantes empresas americanas acogieron a los “Chicagoboys” y les dieron la oportunidad de desarrollar el neoliberalismoaunque, en la práctica, la mayoría de ellos prefirieron la acciónpolítica como integrantes del Fondo Monetario Internacional yasesores de tantos gobiernos que elegían o eran empujados haciael neoliberalismo.

No hubo, por tanto, un desarrollo teórico del neoliberalismo másallá de las ideas de Friedman, sus seguidores preferían aplicarlasa completarlas y el neoliberalismo ha sido siempre una especie deacto de fe, de doctrina salvadora que se predica con el entusiasmodel convencido y que no acepta muchas confrontaciones teóricas.El neoliberalismo más práctico se produce cuando tiene a la co-acción de su parte y va sustituyendo sistemas democráticos pordictaduras militares como prueba el caso latinoamericano. Yaunque las poblaciones respectivas se veían incapaces de opo-nerse al imperativo económico del mercado apoyado en la fuerza,el progresivo avance de la desigualdad y la pobreza daba alas alas protestas no siempre fáciles de reprimir. “Hay que tener pa-ciencia” suele ser la receta neoliberal cuando los perjudicados porella se quejan pero la paciencia tiene un límite, ni solo cuando losintérpretes y ejecutores de la política neoliberal ejercen su vio-lencia acompañante sino también cuando quedan descalificadospor sus abusos y actos delictivos. El ejemplo más clarificador hasido el de un prevaricador Pinochet pero también han sido enjui-ciados políticos neoliberales en Argentina, Uruguay, Rusia, Boli-via, Canadá y por supuesto en los Estados Unidos donde Ken Layel amigo, benefactor y beneficiario de Bush fue castigado por losdelitos cometidos en la gestión de Enron, la empresa símbolo delneoliberalismo.

Fueron precisamente las desilusiones de algunos neoliberalesante los resultados prácticos de la doctrina o las extrañas alianzasnecesarias para conseguirlos lo que generó un debate entre “fielesy traidores” que aún continúa. El primero en hacer público su

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desengaño fue André Gunder Frank, un chileno estudiante y ad-mirador de Friedman quien, al volver a su país y comprobar losefectos de la doctrina, se convirtió en el crítico por excelencia deella a partir de una carta que escribió a sus maestros Friedman yHarberger. En ella explica la situación de tantos chilenos quegastan el 74 por ciento de su ingreso simplemente en comprarpan dejando de comprar leche o el autobús para ir al trabajo. Elprograma de Allende de dar un vaso de leche a los niños en laescuela fue suprimido por Pinochet y Gunder Frank subraya quesin la violencia de Pinochet hubiera sido imposible aplicar el ne-oliberalismo friedmanita que se tradujo, básicamente, en la trans-ferencia de riqueza de los pobres y la clase media a los ricos.

Gunder Frank fue inmediatamente expulsado de la Universidaddonde presenció cómo seis estudiantes fueron muertos a tiros enla misma puerta del Departamento de Economía como una lec-ción para los restantes.

Del mismo epicentro de la revolución financiera neoliberal, elFondo Monetario y el Banco Mundial, surgieron los siguientesdisidentes. El primero y más conocido, Joseph Stiglitz, econo-mista jefe del Banco, escribió un ya famoso texto sobre la globa-lización que, en su opinión, estaba incrementando la desigualdadcon la ayuda de esos organismos.

El testimonio más detallado fué ofrecido por Davison Budhho, untécnico del Fondo que escribió una carta a su presidente, Cam-dessus, denunciando especialmente la manipulación de estadísti-cas que se hacía para fundamentar las políticas de desregulacióny privatización que advocaba el Fondo. Varias investigacionesgubernamentales y entre ellas las de Trinidad, el país donde nacióBudhho, han probado que el Fondo infló y fabricó estadísticasfalsas para sus fines. La carta de dimisión de Budhho se convirtióincluso en una obra de teatro: “Cincuenta años son bastante”,representada en una sala neoyorquina. Hasta Jeffrey Sachs, grancampeón del neoliberalismo, asesor de los gobiernos forzados aponerlo en práctica, se descolgó de su anterior lealtad e incluso

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acusó al Fondo de que, en vez de apagar los fuegos de las crisis,les “añadía gasolina”.

Empezó a ser tan obvio el desprestigio internacional del neolibe-ralismo que sus representantes latinoamericanos tuvieron queemplear los insultos y las descalificaciones personales para con-traatacar a tantos críticos. No otra cosa es el libro “Manual delperfecto idiota latinoamericano”, de Carlos Montaner, PlinioApuleyo y Alvaro Vargas-Llosa”.

Y es que la reacción popular, tanto contra las dictaduras comocontra el modelo económico neoliberal, se ha traducido en deci-siones electorales en los últimos años. En Brasil, Venezuela, Bo-livia, Ecuador, Nicaragua e incluso Chile y Argentina, han sidoelegidos políticos contrarios al neoliberalismo o, al menos, de-fensores de unos mínimos de Estado bienestar, que tan violenta-mente les fueron arrebatados. De la Patagonia hasta México, ytambién en todo Centroamérica, los vientos que corren favorecenuna solidaridad ciudadana que a los neoliberales y a sus benefi-ciarios, el segmente más rico de la población, les incomoda.

5. LA ALTERNATIVA

Generalmente al neoliberalismo se suele contraponer el socia-lismo y en medio hay varias alternativas, con dosis variadas deregulación, sector público, fiscalidad, etc. Estas alternativas tie-nen una faceta política, el grado de participación de los ciudada-nos en las decisiones, el grado de democracia efectiva y otra fa-ceta económica, más o menos regulación, etc. El mundo está hoypracticando esas opciones, desde la que han elegido desde hacetiempo los países escandinavos, con un importante sector públicoy, sobre todo, una importante fiscalidad que los financia al tiem-

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po que redistribuye la riqueza hasta la que el gobierno Bushejemplifica.

Pero desde un tiempo a esta parte se está produciendo a nivelmundial un clamor, “Otro mundo es posible” protagonizado prin-cipalmente por el Foro Social Mundial y que empezó siendo unaalternativa al Foro de Davos, el de los ricos y hoy, año tras año,reúne a muchas iniciativas que nacieron al principio contra laglobalización de carácter estrictamente económico y hoy abarcanmás capítulos de la convivencia. Entre ellas destaca la defensa yel fortalecimiento de los derechos humanos.

5.1. La defensa de los Derechos Humanos.

La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 fue laversión individual de los acuerdos de Bretton Woods en los quese buscaba estabilizar la situación económica de los Estados, pro-curar el bienestar mundial y evitar las crisis colectivas que lleva-ban a las crisis económicas y a las guerras. Sin embargo, las con-diciones en que actuarían Naciones Unidas y los organismos pa-ralelos, el Fondo Monetarioy el Banco Mundial fueron erosio-nando progresivamente esa estrategia fundacional. Primero laguerra fría y luego las guerras de Corea, Vietnam y ahora Afga-nistan e Irak iban a probar que la Unión Soviética y Estados Uni-dos los subordinaban todo a sus proyectos de dominación y, caídala Unión Soviética e iniciada la globalización económica, persis-ten las carencias y los peligros colectivos anteriores a BrettonWoods y una nueva dinámica, las multinacionales contra los Es-tados define la situación internacional.

La trayectoria que seguirían los derechos humanos fué distintaaunque en dos planos no necesariamente coincidentes. Ha crecidola legislación protectora pero sin afectar verdaderamente a todossus posibles beneficiarios. La historia de los derechos humanoscomienza antes de la Declaración, con los principios de la Ilus-

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tración que marcó el tránsito de una era política a otra. Su pri-mera consecuencia fue el reconocimiento de la igualdad básica delas personas, con la abolición de la esclavitud. Y aunque todavíaexisten formas laborales y culturales de esclavitud, ya no es posi-ble legalmente comprar y vender personas en ninguna parte delmundo. En un segundo momento, ya después de la Declaraciónde 1948, se fueron desarrollando dos tipos de derechos humanos,los derechos políticos de las minorías raciales y de género que enlos años sesenta libraron una especial batalla en el mundo occi-dental, y especialmente los Estados Unidos. Paralelamente sur-gieron los derechos humanitarios, con la convención de Ginebrapara prisioneros de guerra, las víctimas de calamidades, etc.

Ahora nos enfrentamos con una tercera generación de derechosbásicos, a la salud, a la educación, a la vivienda, que van en-trando lentamente en las nuevas Constituciones.

Esta tercera generación de derechos básicos incluyen los bienescomunes como la calidad del aire que respiramos, del agua quebebemos y que deberían concitar la acción de los Estados y, fi-nalmente, de la ONU, para impedir tanto la privatización de esosbienes como la adopción de medidas coercitivas y de control parahacer posible el reconocimiento de esos derechos humanos hastaahora desatendido. Pero no se trata de que la educación, la saludo la vivienda sean gratis. Muchos servicios se pagan a través delos impuestos, sobre todo los impuestos indirectos, que gravan alciudadano a lo largo de su vida y principalmente a los más po-bres. Tampoco se niega la utilización de tasas por uso de servi-cios públicos, según el modelo tradicional de las llamadas “utili-ties”, en el modelo anglosajón. Lo que la nueva conciencia co-lectiva afirma es que los derechos humanos no deben ser objetode negocio, de especulación, deben estar “extra commercium”.

La afirmación de los derechos humanos no tiene una definicióneconómica “per se” pero crea una lógica que inevitablementechoca contra la lógica neoliberal. El reconocimiento de los dere-chos humanos a la salud, a la educación, a la vivienda, al trabajo

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no puede ser una consecuencia de las transacciones en el mercadoy obviamente llama a la creación o fortalecimiento de un sectorpúblico que el neoliberalismo condena.

La defensa de los derechos humanos concita la aparición de mo-vimientos ciudadanos, de Asociaciones especialmente creadaspara defender alguno o todos. E incluso algunas profesiones queno tenían en cuenta a los derechos humanos para realizar su co-metido en la sociedad, los están reconociendo como parte de sudeontología profesional. Es el caso de los Sociólogos.

El encuentro entre Sociología y Derechos Humanos es reciente.El tema de las libertades y derechos ciudadanos era clave en laIlustración y los presociólogos, como Saint Simón, se ocupabande ellos, pero la Sociología se hizo más fría, más analítica cuandosus introductores académicos, Comte, Weber, decidieron que,para obtener la misma reputación que los científicos de la natu-raleza, deberían concentrarse en las causalidades sociales, aban-donando el mundo de los valores. Aquello no le sentó muy bien aMarx y algunos otros para quienes entender la sociedad deberíallevar aparejado el cooperar a su cambio pero los sociólogos sonhijos de sus circunstancias y el mundo académico de sus reglas.

La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 se pro-dujo cuando la sociología americana, la de los triunfadores en lasegunda guerra mundial, se hizo abrumadoramente funcionalista.El capitalismo democrático, defendían, forma parte del entra-mado físico de la convivencia, es poco menos que natural aunquecaben en él pequeños retoques fruto de la investigación. El mo-delo mejoró con el aporte keynesiano, el bienestar público comocorrector de la iniciativa privada, pero los libros de Estructurasocial que estudiábamos en los 50 y 60 eran muy contundentes alnegarse a aceptar muchas más averiguaciones y muchas más in-tervenciones públicas.

Sin embargo, desde la Escuela de Frankfurt, y sus aliados ingle-ses y franceses, se empezó a dar importancia a la teoría del con-

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flicto como clave interpretativa de la evolución social y a la nece-sidad de democratizar el poder.

La cuestión vuelve a estar presente hoy cuando se nos quiere im-poner otro paradigma conservador, la sabia e inexorable raciona-lidad del mercado que Thomas Frank ha criticado en su libro yacitado. Los sociólogos deben sentirse cómodos en el análisis ydefensa de los derechos humanos sean de derechas o de izquier-das. En cierto sentido, algunos marxistas no se sentían cómodoscon esa problemática porque, para ellos, la defensa de los dere-chos humanos sería una consecuencia de la toma del poder por laizquierda pero aparte de que eso significa demorar “ad calendasgraecas”, los comunismos históricos han violado tan gravementeo más los derechos humanos como los capitalismos más purosdel modelo chileno.

Abrazar la causa de los derechos humanos significa, simple-mente, ayudar a los que los necesitan bien porque no los disfrutano porque los tienen gravemente cercenados. Y los sociólogosestán especialmente dotados para ello, al ser la profesión quetiene mayor información sobre las causalidades sociales y unametodología de análisis ya muy depurada. El paso siguiente,comprometerse en esa causa, resulta casi inevitable sin necesidadde ampararse en definiciones políticas previas.

El problema con la protección de los derechos humanos es sudificultad legal y económica. Hay más de trescientos documen-tos internacionales y nacionales sobre protección de derechoshumanos. Pero muchos no se cumplen, bien por inacción de losEstados, por ausencia de autoridad internacional ejecutiva y, en lamayoría de los casos, por falta de dinero.

Por señalar un solo ejemplo, los niños. Aunque existe una Agen-cia Internacional, UNICEF, para su atención, más de 25.000 ni-ños menores de cinco años mueren al día por desnutrición, faltade agua potable, malaria, la mayoría en países pobres. Los estu-dios sociológicos ponen de relieve la relación de esta tragedia

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con problemas estructurales de la comunidad internacional y sehace necesario seguir llamando la atención al respecto desde unaposición profesional comprometida.

Sociólogos sin fronteras propone que los derechos humanos seanla base de la deontología del sociólogo, de su compromiso mo-ral. En este sentido si un sociólogo americano recibe el encargode analizar si la pena de muerte sirve para combatir el crimen,después de concluir que no, como es obvio, tiene que añadir que,además, es una violación de los derechos humanos. Claro que siel encargo se lo hacen en Texas o en Nevada, o en China o enKuwait puede que no le contraten más. En cierto momento de lavida hay que elegir entre dar coba a los poderosos o amargarles lafiesta y si hacemos nuestra la deontología propuesta, nos deber-íamos inclinar por la segunda opción, al menos si no estamosmuy apretados de dinero.

Y aquí entramos en la cuestión final, en la opción individual quedebe hacerse al respecto.

5.2. La recuperación de la ciudadanía

El mensaje neoliberal para los ciudadanos es muy sencillo y elpresidente Bush lo expresó de forma concluyente cuando se diri-gió a los neoyorquinos con ocasión de la caída de las Torres Ge-melas. Su receta para recuperarse del shock fué “Salir de com-pras”. El neoliberalismo no nos quiere tanto ciudadanos comoconsumidores concentrados en nuestra vida privada, en nuestrafamilia, en nuestros problemas cotidianos, dejando la conducciónde los asuntos públicos en manos de esa alianza entre Estados yempresas que forma la sustancia de la democracia capitalista.Para ello el neoliberalismo, sus principales valedores se han em-peñado en una batalla para lograr la transformación de los mediosde comunicación y lograr que éstos nos conduzcan a aceptar sufilosofía de la vida.

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De los años treinta a los cincuenta del siglo XX se produjo unaimportante fundación de periódicos en las principales ciudadeseuropeas y americanas que, aunque pretendían una rentabilidadeconómica, deseaban sobre todo, y así lo explicaron sus fundado-res, reflejar y educar a la opinión pública. Eran los únicos mediosde comunicación, ni la radio ni la televisión existían, y por aquelentonces se hablaba de la prensa como “el cuarto poder”. Susprotagonistas se ufanaban de criticar a los otros poderes, espe-cialmente a los Gobiernos y estaban atentos a las violaciones dederechos humanos, a la corrupción política. Insertaban publici-dad pero se hablaba de un muro entre la redacción y los publicita-rios que no debería nunca traspasarse.

Cuando empezaron a asociarse los periódicos, a crearse cadenasse llegó a hablar de que ese mayor tamaño les permitiría una ma-yor contundencia en sus críticas. No pasaría mucho tiempo, coin-cidiendo precisamente con el desarrollo de los otros medios, laradio y la televisión, sin que aquella independencia empezara aser amenazada y hoy existe un poder mediático no crítico sinocómplice tanto del poder político como, sobre todo, del econó-mico. A ello han contribuido los cambios estructurales que heestudiado en otros libros (El nuevo poder informativo en Españay Manipulación mediática, Ediciones Libertarias, 1997, 99). En-tre ellos destacan la concentración empresarial, los multimedia y,sobre todo, que los dueños de los medios ya no son empresariosespecializados sino grandes grupos que tienen un apéndice me-diático. Así en Estados Unidos, General Electric es dueña de laNBC y existen casos parecidos en todo el mundo, marcando elimperio de la publicidad. Cuando Los Angeles Times nombró unnuevo gerente y éste fue advertido del famoso muro de separa-ción entre redacción y publicidad, éste contestó quer se compraríaun bazzoka para derribarlo. Y es que como dice Giorgio Bocca,“antes los dueños de los periódicos vivían en sus palacios, dis-frutando de sus beneficios pero ahora el verdadero dueño está enla redacción y son los publicitarios (Il Padronne in redazione”,

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Sperling Kupfer , 1985). Incluso Randolf Hearst, el gran magnateamericano, se permitió decir que “el periodismo es lo que va en-tre los anuncios”.

De tal manera que puede decirse que el negocio de los medios yano es tanto vender información y entretenimiento a sus lectores yaudiencias sino vender lectores y audiencias a los anunciantes y,como consecuencia, su función principal no es tanto informarcomo entretener porque a esto se dedica principalmente la televi-sión y se contagia a los otros medios. Como explica Berlusconi:“bastante hartos llegan los televidentes a su casa, hartos del tra-bajo, de su jefe, del tráfico que no les vamos nosotros a compli-car la vida, hay que entretenerles”. E igualmente, Azcárraga, elempresario mexicano: “La mayoría de los mexicanos llevan unavida muy jodida y no van a dejar de llevarla. De modo que en latelevisión se olvidan un poco de ello”. “Cuantos más televisiónves, menos te enteras de lo que pasa”, es el título de un libro re-ciente. (Danny Schechter, Seven Stories Press, 1987).

La creación de una audiencia consumidora de entretenimientocomienza pronto, en la televisión para niños, que tiene un im-portante dosis de anuncios, los juguetes, especialmente los vi-deojuegos, que entrenan a los niños a ser jugadores desde muypronto.

Mientras tanto la información decrece o es manipulada. Ya nosolo son los políticos los que intentan controlar la informaciónsobre su gestión sino también, y sobre todo, los empresarios quehan logrado presentar una imagen muy favorable de sus produc-tos ocultando sus defectos hasta que haya sido imposible hacerlocomo ocurrió con la industria norteamericana de automóviles enlos años ochenta.

La industria del entretenimiento aspira a puerilizarnos, a quenuestra vida sea trivial y que lo más importante de ella sea el pa-sarlo bien. Es lo que esplican claramente Norman Corwin, “Tri-

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vializing America. The triumph of mediocrity” (Lyle Stuart,1986) y Neil Postman, “Amusing ourselves to death”” (1985) .

La cuestión es como impedirlo, como evitar que la prepotencia delos medios de comunicación nos hipnotice e impida que tenga-mos vida pública, impida que no progrese ese pronóstico de Ro-bert Chesney: “Rich media, poor democracy” (University Of Illi-nois Pres, 1999), que felizmente afecta principalmente a Américapero que tiene una pretensión de generalizarse, al generalizarse lademocracia a la americana.

Y es éste el principal terreno de la contracultura que se está for-jando a partir de las reuniones y las discusiones del Foro SocialMundial que, además de reunir muchas iniciativas de cambio, desolidaridad, de cooperación, exigen, como tarea básica, el progre-sar hacia un concepto de democracia más sustantivo.

El modelo occidental de democracia representativa, cuyo ejemploprincipal es América, se ha ido reduciendo a un voto de con-fianza periódico, cada cuatro años, en un poder legislativo delque sale el ejecutivo. Pero el modelo está en claro desprestigio ypor eso, y especialmente en América, la participación ciudadanaes baja mientras que el dominio del dinero crece. Las eleccionesson cada vez más caras, dos billones de dólares las últimas y sololos candidatos que reciben el apoyo del dinero son capaces depermanecer activos durante toda la campaña. Y una vez elegidoshan de devolver en favores el dinero recibido. Esta corrupciónlleva a veces al fraude como ocurrió cuando el Tribunal Supremoamericano impidió que se recontaran los votos de Florida, comopedía el Tribunal Estatal y la consecuencia fue la reelección deBush.

Pero la aspiración a una democracia más sustantiva crece al si-tuarse los derechos políticos en el contexto más omnicompren-sivo de los derechos humanos económicos, sociales y culturales.A medida que más personas se creen con derechos a la libertad, ala salud, a la educación, al trabajo, lucharán con más ahínco por

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participar en las decisiones políticas que afecten a su reconoci-miento. En ese sentido la política, para ellos, no es tanto el esce-nario de una lucha de intereses sino la manera de hacer avanzarlos derechos humanos, individuales y colectivos, el bienestargeneral. De hecho, las encuestas prueban que una gran mayoríade gente concuerda con esa idea de la política y se duelen de queésta se haya convertido en una confrontación entre partidos. Ladecepción con la política convencional se prueba en el creci-miento, dentro de la sociedad, civil, de toda clase de movimientosnacidos para promover esos derechos básicos, en una autoorgani-zación ciudadana que actúa unas veces presionando a los gobier-nos y otras creando instancias autónomas para satisfacerlos fueradel ámbito político.

Para ellos la democracia no es un fin en sí misma sino un mediopara lograr esos fines y el corolario inevitable es que los ciudada-nos deben tener una mayor participación en los asuntos que lesconciernen. La idea de la democracia participativa tiene muchoque ver con la democratización efectiva de ciudades, lugares detrabajo, actividades culturales. En el artículo “Substantive demo-cracy. Some considerations” ( número 1 de la revista Sociologi-cal Analisis, 2007), Judith Blau y yo comparamos los mecanis-mos de la democracia estadounidense con las muchas formulasde participación ciudadana que se están desarrollando a nivellocal, estatal o global en el mundo de hoy y que afectan no solo ala esfera política sino a muchos intercambios humanos, inclu-yendo la economía. El mutualismo, el cooperativismo se estádesplegando en extensos sectores de la vida contemporánea, unaveces como respuesta a las carencias de los sistemas políticas yotras para proponer alternativas.

En este debate ocupa un lugar importante la discusión sobre elpapel del mercado que para el neoliberalismo es central y para lospartidarios de la democracia sustantiva debe ser circunscrito asolo una parte de los intercambios humanos.

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Son dos lógicas, la del neoliberalismo basado en el beneficio acorto plazo y la lucha de intereses y la de la democracia sustan-tiva, basada en un amplio concierto sobre la necesidad de haceravanzar los derechos humanos.

El siglo XXI va a ser el escenario de su confrontación, comoanuncia Stiglitz:

El fin del neoliberalismo?

“El mundo no ha sido amable con el neoliberalismo, esacaja de sorpresas de las ideas que se basa en la nociónfundamentalista de que los mercados se corrigen a símismos, asignan los recursos con eficiencia y sirven bienal interés público. Este fundamentalismo del mercado es-tuvo detrás del thatcherismo, la reaganomía y el deno-minado "consenso de Washington", todos ellos a favor dela privatización, de la liberalización y de los bancos cen-trales independientes y preocupados exclusivamente porla inflación.

El fundamentalismo del mercado sirve a ciertos intereses y lateoría económica no lo respalda

Durante un cuarto de siglo, los países en vías de desarrollo hanestado en pugna, y está claro quiénes son los perdedores: aquellosque siguieron políticas neoliberales no sólo han perdido la loteríadel crecimiento, sino que cuando esos países crecían, los benefi-cios iban a parar desproporcionadamente a las clases más altas.

Aunque los neoliberales no quieren admitirlo, su ideología tam-bién ha fracasado en otra prueba. Nadie puede afirmar que losmercados financieros hicieran un trabajo estelar en la asignaciónde recursos a finales de la década de 1990, cuando un 97% de lasinversiones en fibra óptica necesitaron años para ver la luz. Peroal menos ese error tuvo una ventaja inesperada: con la bajada de

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los costes de la comunicación, India y China se integraron más enla economía mundial.

Pero es difícil ver muchas ventajas en la enorme e inadecuadaasignación de recursos al sector de la vivienda. Las casas cons-truidas recientemente para familias que no podían pagarlas seestán deteriorando a medida que millones de estas familias se venobligadas a dejar su hogar y sólo quedan en pie las fachadas. Enalgunas comunidades el Gobierno ha tomado por fin cartas en elasunto y está retirando los restos. En otras, la destrucción se ex-tiende. De modo que incluso aquellos que han sido ciudadanosmodelo, endeudándose con prudencia y manteniendo sus casas,descubren ahora que los mercados han hecho que disminuya elvalor de su vivienda más allá de las peores pesadillas.

Ciertamente, este exceso de inversión en el sector inmobiliariotuvo sus beneficios a corto plazo: algunos estadounidenses dis-frutaron, aunque sólo fuera durante unos meses, de los placeresde ser propietarios y de vivir en una casa más grande de lo quepodían permitirse. ¡Pero a qué precio para sí mismos y para laeconomía mundial! Millones perderán los ahorros de su vida conla casa. Y las ejecuciones de hipotecas de viviendas han precipi-tado una recesión mundial. Cada vez se coincide más en elpronóstico: esta crisis será prolongada y extensa.

Y los mercados tampoco nos prepararon bien para el encareci-miento del petróleo y los alimentos. Por supuesto, ninguno de lossectores es un ejemplo de economía de libre mercado, pero ése esen parte el argumento: la retórica del libre mercado se usa selec-tivamente; se asume cuando sirve a intereses especiales y se des-carta cuando no es así.

Quizá una de las pocas virtudes del Gobierno de George W. Bushes que el desfase entre retórica y realidad es menor que con Ro-nald Reagan. A pesar de toda su retórica de libre mercado, Rea-gan impuso restricciones comerciales a mansalva, incluidas las

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famosas restricciones de exportación "voluntarias" a los auto-móviles.

Las políticas de Bush han sido peores, pero el grado en que haservido abiertamente al complejo industrial y militar estadouni-dense ha sido más meridiano. La única vez que el Gobierno deBush se volvió ecológico fue cuando empezó a subvencionar eletanol, cuyas ventajas para el medio ambiente son dudosas. Lasdistorsiones del mercado de la energía (en especial a través delsistema tributario) continúan, y si Bush hubiera podido salirsecon la suya, las cosas estarían peor.

Esta mezcla de retórica de libre mercado e intervención estatal hafuncionado especialmente mal para los países en vías de desarro-llo. Se les dijo que dejasen de intervenir en la agricultura, con locual sus agricultores quedaron expuestos a una devastadora com-petencia por parte de Estados Unidos y Europa. Sus agricultoreshabrían podido competir con los estadounidenses y los europeos,pero no con las subvenciones estadounidenses y europeas. No esde extrañar que las inversiones en agricultura en los países envías de desarrollo desaparecieran y que el desfase alimentario seagravara.

Los que prodigaron este mal consejo no tienen que preocuparsede mantener un seguro contra demandas por negligencia. Loscostes los soportarán los países en vías de desarrollo, en especiallos pobres. Este año veremos un gran aumento de la pobreza,sobre todo si la medimos correctamente.

Dicho de manera más sencilla, en un mundo de abundancia, mi-llones de personas en los países en desarrollo siguen sin poderpagar las necesidades nutricionales básicas. En muchos países, lasubida de precios de los alimentos y la energía tendrá consecuen-cias especialmente devastadoras para los pobres, porque estosartículos constituyen una parte más elevada de sus gastos.

El enfado en todo el mundo es palpable. Los especuladores sonblanco de buena parte de esa ira, lo cual no es sorprendente. Los

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especuladores sostienen que no son la causa del problema, sinoque simplemente se dedican al "descubrimiento de precios", o enotras palabras, están descubriendo -un poco tarde para hacer mu-cho respecto al problema este año- que hay escasez.

Pero ésa es una respuesta poco honrada. Las expectativas de su-bida y volatilidad de los precios animan a cientos de millones deagricultores a tomar precauciones. Puede que ganen más dinero siguardan un poco de su grano hoy para venderlo más tarde; y si nolo hacen, no podrán pagarlo si la cosecha del año siguiente esmenor de lo esperado. Un poco de grano sacado del mercado porcientos de millones de agricultores de todo el mundo se convierteen mucho.

Los defensores del fundamentalismo del mercado quieren acha-car la culpa no a los fallos del mercado sino a los fallos del Go-bierno. Cuentan que un alto cargo chino decía que el problemaera que el Gobierno estadounidense debería haber hecho más porayudar a los estadounidenses de rentas bajas con sus viviendas.Estoy de acuerdo. Pero eso no cambia los hechos: los bancosestadounidenses gestionaron mal el riesgo en una escala monu-mental, y esto tuvo repercusiones mundiales, mientras que losque dirigen estas instituciones se han ido con miles de millonesde dólares como compensación.

Actualmente percibimos un desajuste entre los beneficios socia-les y los privados. Pero a menos que estén escrupulosamente ali-neados, el sistema de mercado no podrá funcionar bien.

El fundamentalismo de mercado neoliberal siempre ha sido unadoctrina política que sirve a determinados intereses. Nunca haestado respaldado por la teoría económica. Y, como deberíahaber quedado claro, tampoco está respaldado por la experienciahistórica. Aprender esta lección tal vez sea un rayo de luz en me-dio de la nube que ahora se cierne sobre la economía mundial”.

La presente crisis financiera está demostrando no solo que losgestores de las multinacionales y sus principales clientes son ava-

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riciosos sino que no son muy inteligentes. La conversión de lashipotecas “subprime” en extraños productos financieros que muypoca gente entiende les ha afectado también y ya algunos recono-cen no saber como salir de esta situación mientras la gente comúnse desepera porque la acción de unos pocos ha conducido a lahecatombe de la economía.

Por otra parte, nada muy distinto de la Gran Depresión del 29. ■