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XVI JORNADAS INTERESCUELAS/DEPARTAMENTOS DE
HISTORIA
Mesa n° 112 - "Archivos e Historia"
"Gobernar también es archivar: la conformación del Archivo del
Ministerio de Relaciones Exteriores en el período 1862 – 1900"
Autoras:
Assali, Laura A. (UNSAM – Archivo del Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto)
Lombardi, Alba L. (UNSAM – Archivo del Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto)
2
Introducción
El proceso de institucionalización del Archivo del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Argentina como área encargada de la custodia y organización del fondo
documental propone una serie de preguntas que, más que responderse de forma acabada
a lo largo de este trabajo, se intentarán problematizar como una primera aproximación a
la investigación del desarrollo de este tipo de instituciones y sus prácticas.1
La mayor parte de la información acerca de la gestión del Archivo durante los
primeros años del período conocido como de “organización nacional” proviene de las
Memorias que el Ministerio de Relaciones Exteriores (en adelante MRE) presentaba al
Congreso de la Nación al finalizar cada año, tal como lo hacen –hasta el día de hoy- el
resto de los ministerios del Poder Ejecutivo. En una primera lectura del contenido de las
mismas se pudo observar que, entre las diversas cuestiones que debía atender la cartera
de relaciones exteriores, aquellas relativas a la administración de los documentos aparecía
de forma atenta y reiterada. Esta constatación nos permitió poner en duda algunas
premisas bastante extendidas en el ámbito académico, que entienden que a lo largo de los
años la única política del Estado argentino sobre sus archivos fue la del desentendimiento
y la desidia -no sin intención- como parte de un desinterés por el pasado y la memoria
producto tanto de la ignorancia como de una voluntad de ejercicio autoritario del poder.2
Si bien numerosos ejemplos podrían interpretarse como una confirmación de estas
hipótesis, consideramos que un análisis histórico acerca del tratamiento de la información
pública que el Estado llevó a cabo en distintos períodos, permitiría complejizar la
problemática y proponer nuevas aristas del fenómeno.
En este trabajo entendemos al Estado no como una organización monolítica y
coherente, con objetivos claros y herramientas eficaces de acción, sino más bien como un
entramado de relaciones sociales, en donde se disputan intereses y miradas que oscilan
1Algunas miradas relacionadas a esta temática pueden verse en: Farro, Máximo: “Esas redes que la razón
ignora. Archivos y colecciones en la “biografía” institucional del Museo de La Plata” en Revista Electrónica
de Fuentes y Archivos, Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, Córdoba, año 4, número
4, 2013; Podgorny, Irina: “Fronteras de papel: archivos, colecciones y la cuestión de límites en las naciones
americanas” en Historia Crítica; Vol. 44 Bogotá; 2011; y García, Susana: “Ficheros, muebles, registros,
legajos: la organización de archivos y de la información en las primeras décadas del siglo xx” en Kelly-
Podgorny: Los secretos de barba azul. Fantasías y realidades de los archivos del Museo de La Plata.
Rosario, Prohistoria, 2012; entre otros. 2Algunas de estas consideraciones pueden observarse en Pittaluga, Roberto: “Notas a la relación entre
archivo e historia” en Políticas de la Memoria n° 6/7, Verano 2006/2007, y en Tarcus, Horacio: “Los
archivos del movimiento obrero, los movimientos sociales y las izquierdas en la Argentina. Un caso de
subdesarrollo cultural” en Políticas de la Memoria N° 10/11/12 | Años 2009/2011
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en su predominio sobre las otras en distintos momentos. En este sentido compartimos la
visión de Germán Soprano en torno a la idea de pensar un Estado en plural y no en
singular, atendiendo a la especificidad del desarrollo de las distintas agencias estatales.3
El Archivo del MRE tiene, veremos más adelante, su propia especificidad y su
propia historia. Identificar y comprender algunas de las problemáticas que acompañaron
su proceso de institucionalización, es el objeto de este trabajo.
Nuevas preguntas en torno al tratamiento de la documentación en el Ministerio de
Relaciones Exteriores
A partir del análisis de las Memorias surgieron preguntas que fueron
reformulándose conforme avanzamos en la investigación. Dos circunstancias en las
cuales el archivo se presentaba como un problema o cuestión a resolver por parte del
Ministerio, llamaron principalmente nuestra atención: los sucesivos proyectos de
reorganización de distintas partes del fondo y sus resultados; y las gestiones por el
reclamo y recuperación de documentos que, perteneciendo al MRE, se encontraban
dispersos entre particulares e instituciones.
La investigación sobre estos aspectos presentes en las Memorias disparó algunos
de los siguientes interrogantes: ¿por qué se consideraba relevante el ordenamiento y la
clasificación de la producción documental del Ministerio? ¿Qué criterios de autoridad y
de competencia se disputaban y prevalecían a la hora de gestionarlos? ¿Qué prácticas y
saberes se demandaban y ponían en juego? ¿Qué argumentos se utilizaban para sostener
la potestad sobre los documentos? ¿Qué relación existe entre estos reclamos y el proceso
de definición de un ámbito estatal distinto del de la sociedad civil?
I. La reorganización permanente
En el año 1867 dos incendios ocurridos con un mes de diferencia en la Casa de
Gobierno afectaron gravemente la situación de los archivos de los distintos Ministerios
que allí funcionaban. Desde aquel momento las tareas de conservación y “arreglo” de los
fondos documentales se volvieron primordiales y, hasta el día de hoy, parte de las
ausencias que se registran en la documentación histórica anterior a esa fecha se adjudican
3 Ver Soprano, German: “Del Estado en singular al Estado en plural: contribución para una historia social
de las agencias estatales en la Argentina” en Cuestiones de Sociología, 4. Memoria Académica, 2007.
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a estos sucesos. Sin embargo, la reconstrucción del itinerario de la documentación
albergada en esas oficinas no ha sido resuelta completamente.
De acuerdo a un informe acerca de estos sucesos, en las crónicas publicadas en
los periódicos de la época hubo una atención especial a la pérdida de documentación
oficial. 4 El diario “El Nacional” del 14 de junio de 1867 indicaba que:
“En el furor de desalojar aquellas oficinas, en la cual no hubo ni dirección ni
precaución alguna, los Archivos de los Ministerios de Guerra y Relaciones Exteriores como
el de la Contaduría y Tesorería fueron arrojados a la calle y patios, ocasionando de este
modo un espantoso despilfarro que producirá indudablemente perjuicios
incalculables y de gran trascendencia”. [El resaltado es nuestro]
El diario “La Tribuna” del día siguiente informaba:
“Los Archivos y todos los expedientes que en esas oficinas había fueron presas del
fuego, que ha reducido a cenizas todo. Ayer se veían a los ciudadanos y gendarmes sacar
de bajo de los escombros restos de expedientes y folletos que, para las provincias y los
particulares, representaban o muchos miles de pesos, o importantes asuntos de
servicio”. [El resaltado es nuestro]
El 15 de junio de 1867, el Ministerio de Relaciones Exteriores publicó el siguiente
Aviso Oficial en el diario El Nacional:
“Se suplica a las personas que hubiesen tomado papeles pertenecientes al
Ministerio de Relaciones Exteriores durante el incendio del día 14, los devuelvan a dicho
Ministerio en el término de 24 horas. Pasado ese término se procederá contra los detentores
como corresponde. Delfín R. Huergo. Subsecretario”. [El resaltado es nuestro]
Un mes más tarde, un nuevo incendio se produjo en la Casa de Gobierno. El diario
“El Nacional” informa que se estima que los daños han sido más graves en esta ocasión
y apunta: “el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores está otra vez revuelto”.
Así, el 13 de noviembre de 1867 se decretó lo siguiente:
“Siendo necesario organizar el Archivo de este Ministerio, desarreglado en los dos
incendios que ocurrieron en la casa de Gobierno, el Señor Vicepresidente, en ejercicio del
Poder Ejecutivo, acuerda nombrar con ese objeto a Don Rafael Ruiz de los Llanos, que
gozará mientras dure su comisión de un sueldo igual al del Oficial 2do, imputándose ese
gasto a la partida eventuales”. Firmado por Paz y Marcelino Ugarte.5
4 AMREC. Sección “Dirección de Archivo”. Caja n° 3. “Crónica, año 1941”. 5 Según indica el documento se encuentra en Pag. 79 del libro Decretos Originales, 1862-1880”. Archivo
del Ministerio de Relaciones Exteriores. Sección “Dirección de Archivo”, Caja 3, Carpeta: Historia del
Archivo.
5
Lamentablemente desconocemos las gestiones de Ruiz de los Llanos y el resultado
de sus tareas. No obstante, un año más tarde, el entonces Presidente D. F. Sarmiento
decretó lo siguiente: “Siendo necesario y urgente poner al corriente los libros de decretos
y correspondencias del Departamento de Relaciones Exteriores, y del mismo modo
procede a clasificar y catalogar el archivo de dicho Despacho”, el Presidente acuerda
encargar al “actual encargado del Archivo Ernesto Morel” el arreglo de los decretos y
correspondencia; y a Antonio Zinny, la organización del Archivo General.
Afortunadamente sí contamos con el informe que siguió a esta última comisión y
que fuera presentado por Antonio Zinny al entonces Ministro de Relaciones Exteriores,
Mariano Varela, en 1869. El documento comienza de una forma similar a la que
comenzarán muchos de estos informes: el archivo que dejaron a su cargo se encontraba
en un estado de completo desorden y confusión. Indica luego la modalidad en que llevó a
cabo su organización, ordenando los documentos con un criterio cronológico y por
materias, y adjunta el libro-índice en que se encuentran en orden alfabético las materias
en que se clasificaron los legajos, y el estado sinóptico, que es como llama a la
numeración de las 293 carpetas en que ordenó el archivo. Cabe señalar que de acuerdo al
libro-índice presentado la referencia a las “materias” responde más a la oficina productora
de los documentos que a una clasificación temática o por sucesos. Siguiendo nuevamente
el inventario ofrecido vemos que, para ese entonces, las fechas extremas que tenía la
documentación obrante en el Archivo del MRE eran 1826 – 1867 y se componía
principalmente de documentación producida por legaciones y consulados argentinos;
reclamos de gobiernos extranjeros; correspondencia oficial con otros ministerios,
gobiernos de provincia y autoridades extranjeras, etc.
Al finalizar su informe, Zinny apunta al Ministro las siguientes recomendaciones:
“Ud. no ignora que lo más importante de un Ministerio es su archivo, el cual,
para su regular manejo debe estar al cargo de un funcionario especial, cuyas atribuciones
no podrían ser otras que las que voy a enumerar a continuación:
1ª. Guardar, por orden alfabético todos los expedientes y demás documentos que
se le remitiesen, clasificados por ramos y llevando el índice correspondiente.
2da. Dar, dentro del menor término posible, los datos, copias, o antecedentes que
se le pidan, e inmediatamente los que tengan carácter de urgencia.
3ª. Abrir un libro en el cual deberá anotar las salidas de los documentos que se le
pidan a mérito de providencias de se libren, cancelándose este cargo cuando los mismos
documentos volviesen al Archivo, y puntualizándose la fecha de la devolución.
6
4ta. No permitir que por motivo alguno se extraigan los expedientes, libros y demás
documentos que están bajo su responsabilidad y custodia, sin orden superior escrita.
5ta. Poner a disposición de los empleados del Ministerio, en el local del Archivo,
los documentos que necesitaran consultar,
6ta. En los cambios de funcionario, el saliente debe entregar al entrante, bajo prolijo
inventario, todos los documentos archivados”.6
Podemos ver en las conclusiones de Zinny que la problemática por la
responsabilidad y custodia de los documentos en el Archivo estaba presente en ese
entonces. Aparece, también, la necesidad de establecer criterios de orden, clasificación e
instrumentos de control y registro; en este sentido, índices e inventarios con los auxiliares
aconsejados. Por otro lado, las tareas que Zinny adjudica al funcionario a cargo del
Archivo se relacionan todas ellas a las demandas que pudieran surgir de la gestión diaria
del Ministerio.
Seis años más tarde, en 1875, otro decreto presidencial ordena el estudio y arreglo
del Archivo a Cuberto Shorrberd. No obstante, en la Memoria de 1877, el Oficial 2° del
Ministerio, José Sagasta Isla, da cuenta de haber organizado el Archivo del Departamento
de Relaciones Exteriores desde 1872 en adelante. Informa que en marzo de 1876 fue
comisionado para organizar y arreglar el archivo del Ministerio desde 1872 en adelante a
consecuencia de la desorganización en que se encontraba debida al sistema que se
observaba de llevar cada mes un libro de entradas separadamente. Al mismo tiempo
confeccionó el libro con el registro de firmas de Cónsules que eran solicitados de forma
frecuente por distintos juzgados. Por todo esto, las autoridades del Ministerio agradecen
su informe e instruyen se le paguen horas extraordinarias.7
Un año después, por un Decreto del 28 de diciembre de 1878 se le encarga a Mateo
de la Llave el arreglo y organización del archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores,
desde su fundación hasta el año 1868. En la correspondencia publicada en la Memoria
del año 1879 se expresan los debates en torno al criterio que dicha organización debía
adoptar. Mateo de la Llave sostenía en su informe del 26 de abril de 1879 dirigido al
Ministro de Relaciones Exteriores, Manuel Montes de Oca que, habiendo encontrado en
completo desorden el archivo del Ministerio -con la única excepción de los legajos
referidos a las cuestiones de límites- habría solicitado encarecidamente instrucciones
6 AMREC. Sección “Dirección de Archivo”. Caja n° 3. Carpeta “47. 1869. Informe Zinny” 7 Memoria 1877, pág. 871
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acerca del modo en que debía llevar a cabo su trabajo. La orden llegó finalmente un
tiempo después y contradecía completamente el criterio que ya había comenzado a utilizar
M. de la Llave en la organización del Archivo. En este sentido se debatían dos posturas:
para Mateo de la Llave el arreglo de los documentos antiguos no podía llevarse a cabo de
la misma forma que con la documentación “moderna”; puesto que para esta última se está
en estrecha relación con su tramitación y pueden, fácilmente, encontrarse los
documentos que dan iniciación a un trámite aunque este aún no haya finalizado. Para el
caso de la documentación antigua, la pérdida o fragmentación de algunos documentos, la
inexistencia de rótulos en los legajos que indiquen asunto o repartición, y el tiempo que
significa realizar las búsquedas de la iniciación de los trámites, son los que motivaron
adoptar el siguiente sistema: “[...] la organización cronológica de las materias
distribuidas en carpetas numeradas que debían presentarse en un cuadro sinóptico a la
vez que en un libro-índice, en el que bastaría una ligera anotación para determinar los
distintos legajos que puedan tratar una misma materia”. Con este criterio llevó a cabo el
arreglo y clasificación de los documentos pertenecientes a los Consulados Argentinos en
el Extranjeros cuyas fechas extremas eran 1838-1867.8
Las autoridades del Ministerio no acuerdan con este criterio, al que consideran
además un sistema que ocupa el doble tiempo. Los argumentos de Mateo de la Llave –
similares a los que hubiera adoptado Zinny diez años antes- no resultan convincentes y la
instrucción es exactamente la contraria: el arreglo de los documentos hasta 1868 debe
hacerse aplicando el sistema que se utiliza con los documentos posteriores a esa fecha,
los documentos “modernos”, es decir: “separar todos los documentos por asuntos,
buscar los antecedentes y colocarlos en las carpetas correspondientes; luego de obtenido
esto, extractar todas aquellas notas que se hallen truncas pero buscando siempre que sea
posible de donde procede su iniciación, procediendo en seguida a anotarlas y numerarlas
en un libro, haciendo la separación por reparticiones”.9 Para llevar a cabo este trabajo
en el que el Ministerio tiene interés se realice urgentemente, debe usar todas las horas
hábiles de oficina, es decir de 12 a 17 hs.
Dentro del mismo apartado de la Memoria, el Jefe de la Sección “Legaciones y
Consulados Argentinos”, D. José M. Sagasta, quien hubiera arreglado el archivo posterior
a 1872, da cuenta del trabajo realizado junto a otros dos jefes de sección en la
8 Memoria 1879, pág. 17 9 Pag. 18
8
organización de los documentos referidos a límites con Chile. Los mismos fueron
organizados de acuerdo al sistema utilizado para los documentos modernos y separados
en dos conjuntos documentales: las notas recibidas por el Ministerio desde 1872 hasta la
fecha (1879), y las copias sacadas por encargo del Gobierno en los archivos de Buenos
Aires y España. Al finalizar su informe Sagasta advierte: “esta es la primera vez que
papeles de esta naturaleza, tramitan en manos de empleados de esta oficina. Siempre se
ha confiado su organización a particulares, muy respetables por cierto, pero que no
conocen el sistema de archivo adoptado en el Ministerio de Relaciones Exteriores y,
por lo tanto, los trabajos que han hecho en este sentido, no han podido ser utilizados en
el arreglo que he practicado ahora”.
Si bien queda claro que los criterios de organización estaban en discusión, la idea
de que existía un “sistema de archivo” adoptado por el Ministerio para la tramitación de
los documentos “modernos”, era compartida por distintos funcionarios. Al mismo tiempo,
en las Memorias se refleja que ambos, empleados y autoridades, estaban involucrados en
la fijación de estos criterios. Se repite, por último, un argumento entre los empleados del
Ministerio que podríamos pensar como un modo de legitimar su competencia sobre la
administración de los documentos: su saber en torno a las prácticas de archivo en la
gestión diaria de la institución.
Las cuestiones relacionadas al Archivo reaparecen nuevamente en la Memoria del
año 1892, en el apartado “Límites Internacionales”. Entre otros asuntos se menciona, una
vez más, el arreglo del archivo:
“El Archivo relativo a las cuestiones de límites internacionales se hallaba en
el mayor desorden y carecía de seguridad, guardado en muebles de madera, expuestos
al fuego, robo y accidentes irreparables.
En consecuencia, mandé construir un amplio depósito de fierro, a prueba de
incendio, con doble juego de llaves, uno de los cuales conserva el Ministro y el otro el
Subsecretario, para guardar y garantizar la documentación precioso que sirve de base a la
defensa de los derechos territoriales de la Nación.
Al mismo tiempo se procedió a organizar cronológicamente la documentación,
completándola cuando era necesario.
De ella se ha tomado prolijo inventario, que permitirá hacer responsables de los
documentos a los empleados que los manejan”.10 [El resaltado es nuestro]
10 Memoria 1892. Pág. 633.
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Asimismo informa que también se encomendó a Don Carlos Beyer, el arreglo de
la colección de mapas y planos, en un plazo de dos meses. En la Memoria se deja una
copia del formato que deberá llevarse para el Catálogo de mapas y planos, así como un
Libro de responsabilidad de la Biblioteca del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Hemos visto que el Ministerio tiene, de forma evidente, una necesidad de ordenar
su archivo. No obstante, las sucesivas reorganizaciones a causa del “completo desorden”
en que se encuentran los documentos sugiere una falta de normalización de criterios que
podría responder, tanto a una disciplina que está ella misma en una etapa formativa,
cuanto a la falta de continuidad en los proyectos de las oficinas estatales como una
característica que no es privativa de nuestros días. Sin embargo, es necesario resaltar que
se observa un lenguaje común expresado en el debate interno acerca de una técnica y sus
herramientas a partir del que dialogan los distintos responsables de esas reorganizaciones
y las autoridades del Ministerio. El arreglo cronológico y por materias, la confección de
libros-índice, la importancia del inventario como instrumento de control, la necesidad de
establecer responsables de la custodia de los documentos; son algunos de los criterios que
se repiten en torno a la gestión del archivo. Incluso, se reclama la necesidad de
continuidad de estas tareas, y la competencia de los empleados del Ministerio en su puesta
en práctica. Conocer las características de la tramitación diaria del Ministerio constituye,
para ellos, un saber valorado para la administración de su archivo.
Veremos en el siguiente apartado que existían otras miradas sobre esta cuestión y,
especialmente, otros actores que disputan las prácticas y saberes que deberían emplearse
en la gestión del archivo.
II. Definiendo fronteras
La correspondencia publicada en el apartado “Reclamo de documentos” de la
Memoria de 1879, refiere al pedido que el entonces Ministro de Relaciones Exteriores,
Manuel Montes de Oca, hiciera a ex funcionarios del Ministerio y a otras personalidades
reconocidas por sus trabajos sobre distintas cuestiones relativas a nuestras relaciones
exteriores. En aquella ocasión se les solicitaba remitan al Ministerio los documentos y
antecedentes que obrasen en su poder en relación a temas vinculados con esa cartera. La
correspondencia se dirigía a: Bernardo de Irigoyen (Ministro de Relaciones Exteriores en
el período 1876-1877); Carlos Tejedor (Ministro de Relaciones Exteriores en 1873); Félix
10
Frías (Enviado Plenipotenciario en Chile durante la gestión de Carlos Tejedor); Rufino
de Elizalde (Ministro de Relaciones Exteriores entre 1862 y 1867) y Santiago Estrada.11
Nos concentraremos en la correspondencia con Félix Frías y Carlos Tejedor ya
que en ella se reflejan algunas tensiones y debates en torno a la documentación. Este
intercambio suscitó asimismo el envío de telegramas al Cónsul Argentino en Santiago de
Chile, Agustín Arroyo, a fin de corroborar los dichos de los ex funcionarios sobre las
existencias obrantes en los archivos en esa Legación.
Montes de Oca dirige cartas a ambos ex funcionarios en términos similares
solicitándoles tengan a bien remitir a la mayor brevedad las notas confidenciales y
reservadas cambiadas entre ellos durante el año 1873, así como cualquier otro documento
referente a las discusiones y negociaciones internacionales en que ha sido parte la
República Argentina. Fundamenta su solicitud en “la importancia que tienen en estos
momentos para el Gobierno y para el país, la existencia en las oficinas de este
Departamento, de todos los documentos que revistan carácter diplomático y que pueda
contribuir a esclarecer nuestro derecho” ya que “no es posible […] formar un juicio
exacto sobre hechos que no son conocidos o que son conocidos imperfectamente por la
falta de los originales en las carpetas del Archivo”. Frente a las negativas recibidas ya
en ocasión de otros reclamos de documentos, Montes de Oca aclara que “si entre los
papeles de esta clase que pueda Ud. tener existen algunos de su exclusiva propiedad, que
no deban formar parte como documentos oficiales del Archivo del Departamento de
Relaciones Exteriores, el infrascripto pide a Ud. que permita que un empleado de este
Ministerio saque copia de ellos.”12
La respuesta de C. Tejedor es negativa respecto de los documentos oficiales,
aunque se compromete a registrar “entre sus papeles” si hay algo de lo que “Ud. desea”.
Félix Frías, por su parte, manifiesta que la única nota confidencial y reservada que recibió
la Legación en Chile durante su gestión, fue publicada en el apéndice de la Memoria de
1873 “con la supresión de algunos de sus párrafos” por orden del entonces Ministro
Carlos Tejedor, a quien le sugiere pedir las explicaciones del caso. En lo que respecta a
los documentos que, por pedido de él mismo, fueron enviados por Balcarce, entonces
Ministro en Francia, de los archivos de España, y a aquellos documentos extraídos del
11 Memoria 1879. Págs. 124 a 179. 12 Memoria 1879. Págs. 125 y 126.
11
Archivo General de la Provincia de Buenos Aires por una Comisión designada por el
Ministro Irigoyen, explica lo siguiente:
“He tenido la intención de hacer con todos ellos un trabajo que no me ha sido posible
concluir, tanto por el estado delicado de mi salud, como por que espero recibir muchos otros que
he pedido y que no tardarán en llegar.
En ese Ministerio existen las copias de parte de esos legajos. Es cierto que nadie los
habrá leído, y pienso además que ninguno de los empleados, cuyo tiempo está absorbido por
las tareas ordinarias, sacaría provecho de esa lectura, pues para ello se necesita estar
preparado por el conocimiento de los hechos históricos de la época colonial y de las divisiones
territoriales de las audiencias, de los obispados, de las intendencias, etc. como de cuanto se ha
escrito de una y otra parte en esta grave cuestión. […] Si el gobierno entiende sin embargo, que
estos papeles, que no habrían venido si yo no los hubiera pedido para completar mis estudios,
pueden estar mejor en otras manos que en las mias o que en ese Ministerio hay personas que
puedan aprovechar mejor que yo su contenido en bien del país, cumpliré las órdenes que V.E.
quiera transmitirme”.13 [El resaltado es nuestro]
Antes de responder esta carta, Montes de Oca inicia una correspondencia con el
Cónsul Argentino en Santiago de Chile a fin de solicitar remita la nota confidencial
referida en la carta de Frías. Agustín Arroyo explica que no se encuentra esa nota en el
Archivo como ninguna otra que corresponda al intercambio entre Frías y Tejedor “por
haberlas llevado este Señor consigo cuando regresó a Buenos Aires”. Este relato es
desmentido por ambos ex funcionarios y Montes de Oca le solicita al Cónsul elabore un
informe sobre este punto. Arroyo explica entonces:
“He llamado cartas confidenciales oficiales aquellas en que el Señor Tejedor como
Ministro de Relaciones Exteriores y el Señor Frías manifestaron sus ideas sobre la cuestión de
límites que el último estaba encargado de discutir con el Gobierno de Chile. Las he calificado de
<confidenciales> porque en ellas se vertía el pensamiento íntimo de sus autores sobre el grave
asunto que tenían entre manos y de <oficiales> porque eran comunicaciones que aunque
revestían la forma de carta, se trataba en ellas con toda extensión de las diferentes fases que iba
presentando la cuestión de límites; siendo natural pensar que quienes discutían sobre ese
particular, no eran los Señores Tejedor y Frías, sino el Señor Ministro de Relaciones Exteriores
de la República Argentina, y su Plenipotenciario en Santiago. […] Debo deducir que ellos han
considerado como cartas privadas aquellas que con frecuencia se cambiaban sobre la cuestión
13 Memoria 1879. Págs. 130 y 131.
12
de límites pendientes con Chile, no obstante ser la discusión de este asunto el principal objeto de
la permanencia de la Legación Argentina en esta Ciudad”.14 [El resaltado es nuestro]
Frente a esta denuncia Montes de Oca responde a Frías en primer lugar que, con
respecto a los documentos enviados por Balcarce así como los que relevó la comisión
enviada al Archivo General de la Provincia, “reitero la exigencia de devolución de esos
documentos, que no pertenecen a Ud sino a la administración pública”. Lo mismo exige
respecto al valioso documento confidencial, del que sólo cuenta el Ministerio con un
borrador incompleto, y que contiene las instrucciones del Ministro a su Enviados en Chile
sobre las cuestiones de límites. Finalmente, Montes de Oca sostiene “[…] los empleados
de este Ministerio a quienes ofende Ud. con suposiciones gratuitas, podrán con facilidad
y acierto compulsar los papeles del Archivo, tarea que por otra parte les corresponde,
porque son los empleados los que tienen el deber de compulsarlos, coleccionarlos y
guardarlos”.15 [El resaltado es nuestro]
Los criterios acerca de la autoridad sobre los documentos de archivo y las
competencias requeridas para su organización, cambian en este extracto de la Memoria.
Se encuentran en disputa la consideración del carácter público o privado de los mismos,
y el conocimiento sobre los hechos históricos intenta sobreponerse a los saberes en torno
a la gestión diaria del Ministerio. Consideramos que, al igual que en relación a las distintas
reorganizaciones llevadas a cabo, no podemos hablar de una política planificada y
continuada por parte del Ministerio de recuperación de los documentos como ámbito de
su competencia. No obstante, observamos que las nociones de funcionario y
administración pública empiezan a ser utilizadas como sostén de un argumento en favor
de la custodia de los documentos producidos y/o adquiridos como parte de las funciones
ministeriales; aunque contestada por quienes, con otros intereses, sostienen su
prerrogativa a conservar en su poder esos documentos.
14 Memoria 1879. Págs. 138 y 139 15 Memoria 1879. Págs. 133 y 134
13
Conclusiones
Entendemos que para quienes trabajamos en archivos y estamos formados en esa
disciplina, resulta un ejercicio valioso el intento de comprender los procesos históricos
que han atravesado estas instituciones. Consideramos, en este sentido, que no se trata de
juzgar como apropiadas o inapropiadas las acciones, procedimientos y saberes que se
pusieron en práctica en la última mitad del siglo XIX, sino de comprender las distintas
formas en que el Estado concibió las tareas del archivo y su función dentro de una
estructura, atendiendo a que se trató de procesos surgidos de la interacción de distintos
actores sociales (empleados, funcionarios, autoridades, historiadores, coleccionistas, etc.)
con intereses diversos y, por momentos, contrapuestos.
Lo que hemos visto a partir de esta primera aproximación a la historia del Archivo
del MRE es que, como ocurre en otras agencias estatales, no puede hablarse de una
política respecto al archivo que se consolidara y perpetuara en el tiempo, sino más bien
de una respuesta a necesidades coyunturales que requerían de una particular organización
archivística. La falta de continuidad entre las sucesivas “reorganizaciones” del archivo
pudo verse por el breve tiempo transcurrido entre una y otra, la casi nula referencia al
ordenamiento anterior (antes bien la referencia se hacía al “desorden” anterior), la
disparidad de criterios de clasificación, etc. Por otro lado, la política de recuperación de
documentación en poder de particulares fue sostenida, principalmente, por una autoridad
que, en ese momento, encontró imperioso contar con el respaldo documental de nuestros
derechos de soberanía; discontinuándose las mismas en la gestión siguiente.
No obstante, a través de los testimonios analizados de ese período observamos un
lenguaje común en torno a la importancia del archivo que consideramos servía de
vehículo para la realización de estas gestiones. En la mayor parte de los documentos
vemos que las reorganizaciones, reclamos, comisiones o investigaciones, se fundan en
que un archivo de relaciones exteriores organizado y accesible es primordial para el
funcionamiento de cualquier Estado que pretenda llevar adelante con eficiencia sus
relaciones diplomáticas con otras naciones.
Tal como hemos analizado a lo largo del artículo, el interés sobre el Archivo
perdura a lo largo del período pero las prácticas cambian, refundando las planificaciones,
metodologías y actores involucrados.
14
Resta seguir ampliando la mirada desde otras fuentes de información y para otros
períodos a fin de lograr una comprensión más abarcadora del devenir histórico de la
institución.
15
Bibliografía consultada
Estefane, Andrés: “Archivos, diplomacia e historiografía en el siglo XIX. Apuntes sobre
el caso chileno” en Escrituras Americanas, 1, 2012.
Solveira, Beatriz: La Evolución del Servicio Exterior Argentino entre 1852 y 1930.
Córdoba, Centro de Estudios Históricos, 1997.
Soprano, German: “Del Estado en singular al Estado en plural: contribución para una
historia social de las agencias estatales en la Argentina” en Cuestiones de Sociología, 4.
Memoria Académica, 2007.
Fuentes editadas
Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto
Documentación de archivo
Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores (AMREC): Sección “Dirección de
Archivo”.