w.g.greulach en tráfico: dios y el diablo en la tierra de disneyworld
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Lúcio Emílio de Espírito Santo Júnior
El libro de cuentos El Guionista de Dios o el del Diablo ( Walter G. Greulach,
2008, Buenos Aires, Editora Arte y Parte), inicialmente me pareció la obra de un
periodista con ingenio literario que extraía informaciones (los famosos fait-divers) de los
periódicos y los transformaba en literatura de estilo elegante, que brillaba como piedra
pulida, aunque en forma fragmentada y sin unidad. El autor parece soñar con la
totalidad y la causalidad, para en el fondo saberlas imposibles y entonces quedarse
recogiendo short cuts en periódicos para luego ficcionalizárlos, transformándolos ensus cuentos.
Sin embargo, cual no fue mi sorpresa: el texto responde justamente a ese tipo de
pensamiento: “Ya distendido volví a analizar mi situación. Me preocupaba el tema que
los cuentos fueran malas historias copiadas de los periódicos. Este actuar plagiario
inconsciente podría ser mi perdición” (GREULACH, 2008, p. 114). Más adelante, refleja
de forma sorprendente una crítica sobre su propio estilo: “Que maníaco de mierda – me
insulto –por qué tengo siempre que colocar un final imposible?” (GREULACH, 2008, p.
115).
En El Guionista, la narrativa desarticula la lengua periodística para, a partir de
ella, generar una signância, o sea, un campo múltiple de sentido que el lector puede
obtener a partir de una cadena aparentemente fija de significantes. La productividad
textual juega con el geno-texto y el feno-texto en el sentido utilizado por Kristeva: haceuna articulación entre la estructura aparente de los cuentos (que son organizados
verticalmente de acuerdo con la localidad donde pasan: Argentina/Aruba/Estados
Unidos), siempre en el plano del enunciado concreto, del discurso manifiesto. Esa
estructura se organiza verticalmente en un eje metonímico, mientras la otra estructura
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se organiza horizontalmente, en un eje sintagmático (Un premio inesperado/La musa
perdida/ El Guionista de Dios y del Diablo/ La finca en las Montañas).
Las narrativas de Greulach expresan una necesidad profunda de causalidad: de
que todo lo que pasamos en este mundo posea una razón y no sea un absurdo. Sin
embargo, no es así como el mundo se nos presenta. Siempre lo encontramos
trabajando con revueltas del destino, en donde los personajes reciben el resultado de
sus acciones, aunque mucho tiempo después: así acontece con los protagonistas de
sus historias, sean ellos Luís Gómez o Jaime Zucarelli, entre otros.
El protagonista estará, indefectíblemente, prestando cuentas al destino. Así, de
forma trágica e impresionante, surge como paradigmática la relación entre el admirador y el ídolo en el cuento Cortina de Hierro. La reflexión que abre ese cuento sirve de
motivo-guía para la obra, un leit-motiv que muchas veces se repite: “Hay historias en
nuestra vida que queremos borrar para siempre. Creamos entonces una cortina de
hierro y por años no dejamos filtrarse al presente ninguno de esos recuerdos. Pero
tenlo por seguro, lector, que en algún momento antes del fin de tus días, algo tan
simple como una imagen, un olor o un sonido, moverá el interruptor. Se correrá la
cortina y entonces caerán sobre ti – como finas dagas afiladas – aquellas viejas
sensaciones que creía desterradas de tu mente” (GREULACH, 2008, p. 87).
El más claro ejemplo está en el propio cuento Cortina de Hierro, en que el
personaje principal, tratado en la infancia como esquizofrénico delirante por
identificarse demasiado con un personaje de una serie cinematográfica, el detective
Suárez, se reencuentra, en la madurez, con su ídolo, ahora decadente: “Me di cuenta
de que era “mi héroe” lo que veían mis ojos. Sólo quedaban los despojos de aquel que
alguna vez había conmovido mi existencia (...). Él tartamudeaba y con frases inconexas
(...) una y otra vez las mismas historias. Para mi sorpresa, ya conocía estas anécdotas
de memoria. Sería por acaso que comenzaba a deslizarse la cortina de metal?”
(GREULACH, 2009, p. 89).
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El desplazamiento, el tráfico es siempre recurrente: de Argentina, el escenario se
desplaza a Aruba y luego hacia Estados Unidos. Pero es solamente en El vuelo trunco
de América, cuando la narrativa se sitúa totalmente en América del Norte, allí el
personaje, América, muere; América está muerta. Así, en Un Premio Inesperado, al
narrar la tragedia de uno de los protagonistas, nos cuenta también que el sueño
americano se transmutó en pesadilla: “Steven desgastó su infancia y adolescencia por
las calles de Liberty City, uno de los barrios más marginales del sudeste de Estados
Unidos. El sistema económico excluye deliberadamente a ese sector de la población.
Lo aparta, cubriéndole las necesidades mínimas para que no salgan de esos bolsones
de miseria. Escuelas de nivel F, medicare, viviendas populares, tarjetas para obtener
comida y libertad para que fumen marihuana y usen crack, siempre que no salgan de
sus guetos. Todo ese contexto va creando en estos lugares una cultura delconformismo, de la simple supervivencia. En este ambiente, la máxima aspiración de
un joven es conseguir una buena esquina donde vender droga y llegar algún día a ser
un dealer respetable” (GREULACH, 2008, p. 101).
Otro elemento que llama la atención es que la prosa del Guionista de Dios y del
Diablo posee trazos en común con la del brasileño Paulo Emilio Salles Gomes (Tres
Mujeres de Tres PPPs), o sea: una preferencia recurrente de rever episodios amorosos
bajo una nueva luz, volcando cabeza para bajo las certezas anteriores del narrador.
Existe, también en común con Paulo Emilio, un contraste agudo entre la prosa elegante
en que el texto está escrito y las actitudes extravagantes de los personajes que
asumen la primera persona, tal como la postura complaciente que el protagonista del
cuento El Padre y el Jardinero tiene frente a las locuras de su amigo: “Tito sufría de
esquizofrenia bipolar, enfermedad que se le había manifestado en los últimos meses.
Siempre de noche, se transformaba en una persona totalmente diferente. Era como si
un espíritu endemoniado se apoderara de él. Había hecho lo imposible para que nadie
supiera de su mal nocturno. De día era completamente normal. Muchas noches, Félix
esperaba que se durmiese, entraba en la casa y escondía las llaves. Las ubicaba
nuevamente en su lugar minutos antes de que amaneciera, pero algunas veces
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escapaba de su férrea custodia y comenzaba una verdadera pesadilla” (GREULACH,
2008, P. 79)
Así, puede decirse que Greulach en su narrativa, elabora una especie de
metalenguaje. Por ejemplo, mencionando otros textos del libro en el cuento que trae el
nombre de la obra. En cierta forma, es más que un cuento-llave, es un cuento-padre
que posee el genotipo, casi diríamos la línea fundacional para las demás historias. El
nombre-del-padre: Geraldo, Gerardo, Gerald.
Al final del libro, como se fuera un epitafio, dialogando con todos los cuentos,
está el poema Sin Retorno, suscrito bajo el pseudónimo de Gerard Walt
Letanías de oportunidades perdidas, imágenes que cual flashes intentanalumbrar una mente ya indefensa.
Sombras lúgubres que se entrecruzan ondulantes, siniestras y de fondo un
aullido, como de clavo hiriendo el pizarrón, destrozando mis oídos ya sin tímpanos.
Gozos y dolor, pasión y desamor, destierro y añoranzas, todo mezclado en cruel
desfile frente a unas estáticas pupilas.
El arrepentimiento de no haber ido un poco más lejos.
La cómoda cobardía que engendra al conformismo.
Lo que nunca fue siempre por culpa de los otros.
Honda pesadumbre que oprime un pecho carente de latidos.
El deslizarse desnudo por un tobogán metálico engrasado. Al final un tanque con
las heladas aguas del llanto de aquellos a los que hicimos daño.
Intento aferrarme al recuerdo de un beso, de una sonrisa, de la mirada de un
niño, a un simple atardecer tomados de la mano.
Es en vano, mis articulaciones no responden a los débiles impulsos de un
agujereado cerebro.
Se acerca el final, un helado viento congela mi reseca piel. Ya no hay futuro, el
pasado huye conmigo.
Destilo angustioso los últimos segundos de una insulsa vida.
Pude haberlo hecho mejor.
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Que si hay un Dios, me de el castigo merecido...
Lucio jr es un prestigioso crítico literario de Brasil. Escribe para varios sitios del
país hermano.
Es graduado en Filosofía, maestro en estudios literarios y está finalizando el
doctorado en Teoria Literaria.
Un verdadero honor que una persona con tantos pergaminos haya gastado su valioso
tiempo en leer y analizar El guionista...
Mil Gracias Lucio...W.G.G