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FUEGO EN LA PIEDRA (Psicología & Alquimia) por E. Eskenazi Transcripción literal por Toni Pasqual del curso de Psicología & Alquimia impartido por Enrique Eskenazi en el Centro Enrique Eskenazi, Barcelona, los viernes desde el día 06 de julio 2006 hasta el 27 de julio 2006. Esta transcripción no ha sido debidamente corregida y revisada, y puede contener errores y erratas. ¿Por qué la alquimia? ¿Qué se imaginan que es la alquimia? ¿Por qué nos interesa? ¿Por qué ha aparecido ahora este interés? Porque, evidentemente, aquí nunca habíamos tocado este tema, nunca nos habíamos metido con química. ¿La alquimia es química? ¿Qué es la alquimia? ¿Qué imagen tiene cada uno de ustedes de lo que es la alquimia? ¿Es acaso la alquimia el antepasado de la química? ¿Es una disciplina remota y engañosa practicada por una gente delirante que buscaba enriquecerse de una manera más o menos rápida en su laboratorio? ¿Es eso? ¿Eran unos charlatanes los alquimistas? ¿Quién era esta gente? ¿Cuánto tiempo tiene la alquimia? ¿Existen alquimistas todavía? Son preguntas que estaría bien poder aclarar un poco, Aquí cada cual debe tener su película de la alquimia. Desde el que vio una película en la que salía un medieval con túnicas y mantos elaborando pócimas y ungüentos, hasta el que se ha creído lo que aprendió en la escuela. Es decir que la alquimia se ocupa de rudimentos supersticiosos, ignorantes y errados en el primer intento de entrar en el camino seguro de la ciencia que ocurrirá a partir de los siglos XVII-XVIII cuando empiece la química a ser verdaderamente química y deje de estar contaminada con todas esas supersticiones arcaicas, primarias, de nuestros antepasados que eran más ignorantes que nosotros y ellos se creían tonterías que nosotros ya no nos las creemos. ¡Puesto que, sin duda alguna, hemos avanzado muchísimo! Hay gente que se cree que es eso. Hay gente que ha tenido por lo menos un contacto visual, que ha mirado al menos vía Internet, láminas muy curiosas, grabados y demás que acompañan a los libros tradicionales de alquimia; que ha sentido curiosidad, cuando no asombro, incluso por la belleza de unas imágenes que no tienen ni “pies ni cabeza” si se interpretan literalmente. Grabados donde aparecen imágenes imposibles de encontrar en la “realidad”. En la realidad no hay seres con dos cabezas; en la realidad no hay dragones; en la realidad ninguna cabeza sale volando dejando el cuerpo abajo; en la realidad no te vas a encontrar nunca en la vida una persona que tenga una mitad de mujer y otra de hombre. En la realidad no te encuentras a nadie con

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FUEGO EN LA PIEDRA (Psicología & Alquimia)

por E. Eskenazi Transcripción literal por Toni Pasqual del curso de Psicología & Alquimia impartido por Enrique Eskenazi en el Centro

Enrique Eskenazi, Barcelona, los viernes desde el día 06 de julio 2006 hasta el 27 de julio 2006. Esta transcripción no ha sido debidamente corregida y revisada, y puede contener errores y erratas.

¿Por qué la alquimia? ¿Qué se imaginan que es la alquimia? ¿Por qué nos interesa? ¿Por qué ha aparecido ahora este interés? Porque, evidentemente, aquí nunca habíamos tocado este tema, nunca nos habíamos metido con química. ¿La alquimia es química? ¿Qué es la alquimia? ¿Qué imagen tiene cada uno de ustedes de lo que es la alquimia? ¿Es acaso la alquimia el antepasado de la química? ¿Es una disciplina remota y engañosa practicada por una gente delirante que buscaba enriquecerse de una manera más o menos rápida en su laboratorio? ¿Es eso? ¿Eran unos charlatanes los alquimistas? ¿Quién era esta gente? ¿Cuánto tiempo tiene la alquimia? ¿Existen alquimistas todavía?Son preguntas que estaría bien poder aclarar un poco, Aquí cada cual debe tener su película de la alquimia. Desde el que vio una película en la que salía un medieval con túnicas y mantos elaborando pócimas y ungüentos, hasta el que se ha creído lo que aprendió en la escuela. Es decir que la alquimia se ocupa de rudimentos supersticiosos, ignorantes y errados en el primer intento de entrar en el camino seguro de la ciencia que ocurrirá a partir de los siglos XVII-XVIII cuando empiece la química a ser verdaderamente química y deje de estar contaminada con todas esas supersticiones arcaicas, primarias, de nuestros antepasados que eran más ignorantes que nosotros y ellos se creían tonterías que nosotros ya no nos las creemos. ¡Puesto que, sin duda alguna, hemos avanzado muchísimo!Hay gente que se cree que es eso. Hay gente que ha tenido por lo menos un contacto visual, que ha mirado al menos vía Internet, láminas muy curiosas, grabados y demás que acompañan a los libros tradicionales de alquimia; que ha sentido curiosidad, cuando no asombro, incluso por la belleza de unas imágenes que no tienen ni “pies ni cabeza” si se interpretan literalmente. Grabados donde aparecen imágenes imposibles de encontrar en la “realidad”. En la realidad no hay seres con dos cabezas; en la realidad no hay dragones; en la realidad ninguna cabeza sale volando dejando el cuerpo abajo; en la realidad no te vas a encontrar nunca en la vida una persona que tenga una mitad de mujer y otra de hombre. En la realidad no te encuentras a nadie con una espada que está troceando a un rey en pedacitos metiéndolos en una especie de olla. Son imágenes “patológicas”, porque no son normales: no toman como modelo lo “natural” (la physis, lo “físico”) sino más bien “antinaturales” (de ahí que se haya hablado de la obra alquímica como un opus contra naturam). Puede que haya alguien que haya mirado esto y diga: —Son como imágenes de sueños, o de cuentos, o extrañas, o inquietantes. Y puede que haya algunos que tengan un poco de sensibilidad estética y digan: — ¡Caramba, qué geniales estos grabados, aquí había artistas de primera categoría! Y uno se acerca a esto como una expresión artística porque no está mal.Hay muchos enfoques posibles. No interesa la alquimia como alquimia, ni hacer la historia de la alquimia, ni literalmente practicar alquimia. Sólo me interesa la alquimia como la posibilidad de evocar una visión del mundo y de uno mismo que deje espacio para lo anímico y que lo vuelva así "tangible", que permita -como decían los alquimistas- "corporizar el espíritu" (y, a una, “espiritualizar los cuerpos”). La alquimia como una visión, no como una ciencia ni no ciencia, ni verdad ni falsedad… saliendo de estas divisiones, como una mirada, como un modo de instalarse y de estar presente en el mundo, o de colocarse ante las cosas. Un modo de estar en el mundo ante el cual el mundo aparece animado y el alma aparece llena de mundo, o sea ante una visión que devuelve el alma al mundo, y que hace aparente el mundo del alma: que restablece lo anímico. Porque a partir del XVIII esto se perdió, pero hasta entonces los seres humanos vivían en un mundo lleno de alma, no sólo alma humana. Era un tiempo en que las estrellas del cielo tenían personalidad, y que los dioses estaban vivos y que existían daimones o genios y que el Universo era un organismo viviente, cuyas partes, por separadas que estuvieran operaban conjuntamente. Vivían solidariamente. No existía todavía esto en que vivimos ahora que es otra mirada, la mirada que dice: -- que el universo es una máquina, funciona como una máquina, es decir, mecánicamente--. Responde a leyes físico-matemáticas que excluyen todo tipo de deseo, amor y sensibilidad. Eso es donde estamos todos, y cualquier persona sensata está convencida de que es así. Cualquier persona sensata está convencida de que una idea que surge en el siglo XVII y se generaliza en el XVIII es la realidad, y se respeta. Es una idea a partir de cuya imposición la alquimia comienza justamente a

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decaer.Pero debo aclarar que la alquimia no ha desaparecido. Hay alquimistas todavía. Pocos. Lo que dejamos atrás es la época de oro de la alquimia, la época de oro de la alquimia, en Occidente, remite probablemente al siglo XVI. En el siglo XVI llega a su esplendor, una colocación ante el mundo que parece que hubiera comenzado en Alejandría en el siglo II o III de nuestra era. ¿Por qué Alejandría? El alma tiene historia y el olvido de la historia es el olvido del alma. No hay ahora que no proviene de (y contiene como su raíz) un antes. Y cuando el hoy se vive como aislado y separado de todo lo que contiene, se vive en un mundo que no tiene cuerpo, que no tiene peso, que es pura abstracción (lo que los alquimistas podrían llamar “vapores”), como vivir en una burbuja, y que no posibilita encarnación, la adquisición de cuerpo. Es común mirar la historia como lo que ya pasó, y no lo que está presente, pero está presente, incluso en cada uno de nosotros y desde allí opera inadvertidamente.En el siglo II - III de nuestra era, en Alejandría se dan “confluencias”, se da una conjunción de maneras muy diversas de ver el mundo donde por un lado se preserva la filosofía griega, bajo una forma que hoy en las academias y en las facultades se suele considerar decadente. Los valores siempre dependen de quién mire. Decadente según de quien tenga una idea de que la filosofía debe ser así, pero quien no comulga con esa idea, en lugar de hablar de decadencia podría hablar de esplendor, es relativo ¿no? En las facultades y los libros de filosofía pura se habla del helenismo como una fase de decadencia de la filosofía “clásica”. Pero en verdad se trata de la manifestación de otro impulso filosófico, un impulso en el que la preocupación fundamental del ser humano de esa época y de esa cultura -que no deja de ser una preocupación hoy en día- , es saber a qué atenerse en medio del caos político, social y cultural. Se trata entonces de saber a qué atenerse para encaminar la propia vida. Entonces claro, se puede decir que ya no prima esa filosofía “pura” que busca un entender por un entender, sino que ahora se busca un saber que sirva, no para explicar teóricamente (y eventualmente técnicamente) el mundo, sino para hacerse cargo de la propia existencia de una manera significativa. En todo caso, las corrientes fundamentales del pensamiento clásico, como son el platonismo y el aristotelismo, perviven en formas "neo": neo-platonismo, neo-aristotelismo, neo-pitagorismo, mezcladas con tendencias religiosas, esotéricas y culturales provenientes de Oriente, dentro de esa compleja sociedad, de esa cocina de múltiples ingredientes diversos y dispares que es el Imperio Romano. Podría hablarse del sincretismo espiritual de la época como de un laboratorio adonde se está produciendo una transformación alquímica de la mentalidad llamada “Occidental”: por un lado las grandes tradiciones filosóficas, por el otro los nuevos cultos que provienen de Asia (incluido ese nuevo culto llamado “Cristianismo” que, poco más tarde, se impondrá como religión oficial e intentará barrer con el “paganismo” y la misma tradición griega), rituales mistéricos ya sean egipcios o persas, y la proliferación de doctrinas éticas, a destacar sobre todo el estoicismo.Sin duda hay la preocupación por lograr un conocimiento de tipo “salvador” y hoy en día esto parece absurdo. Porque hoy en día tenemos clarísimo que el conocer tiene que ver con la verdad, y que la salvación, la redención o la aspiración a una orientación religiosa en la vida tienen que ver con la fe. Y que la fe por un lado y la verdad o el conocimiento, en tanto que conocimiento de lo real, no tienen nada que ver. Son dos cosas totalmente distintas. Para la verdad me voy a la ciencia, para la fe me voy a la religión. Son dos cosas distintas. Y puedo vivir en un mundo donde la verdad es que vivimos en un mundo constituído por partículas, átomos que giran al voleo en un universo de agujeros negros y de leyes mecánicas. Y por el otro lado, y a la vez, intentar vivir como si hubiera un sentido, un significado y las cosas hablaran… lo cual pareciera una especie de impostación. Dieciséis horas al día vivo en un universo sin sentido, pero en los momentos de angustia juego al otro juego, porque es la alternativa que ha quedado ¿no? Por razón, por fe o conocimiento, sabiduría llamaban los antiguos, su nombre original en nuestra cultura Sophia, búsqueda de sabiduría. Y a la fe pues se la llamaba Pistis, que quiere decir creencia. O se sabe y se entiende, o se cree y no hace falta saber.Lo curioso de esta época en que aparece la alquimia es que hay una convicción de que aparte de un conocimiento que no se vive, y una doctrina vital que no tiene nada que ver con el conocimiento, hay una alternativa. No sólo hay dos posibilidades, la conexión con lo que no se puede experimentar en un acto de creencia, y el conocimiento de lo que es real en un acto de razón, sino que hay un tercer camino, hay un conocimiento que da sentido y que no se mueve ni en la dimensión de una realidad observable, ni en la dimensión de una creencia, un esperar… Sino que hay un tercer plano en que se tiene fe porque se conoce, y se conoce en la misma medida en que la fe es objeto de una revelación.Hay un tercer plano entre el mundo de: —Bueno, yo creo y me apoyo en una especie de expectativa que no tiene fundamento, y si tiene fundamento tiene que ser o visible o explicable lógicamente. Es decir, hay un conocimiento y por lo tanto una experiencia directa que sólo se puede obtener a través de conectar con un tercer plano. Un plano que no es ni los hechos ni las razones, ni los deseos ni los anhelos, sino una revelación de la realidad que sólo es posible ante una actitud y que cuando se tiene esta actitud, aparece un mundo que cuando esta actitud no está, desaparece. Esta actitud, por lo tanto, no es subjetiva, esta actitud lo eleva a uno de una dimensión que está ahí sólo para esta actitud. En cuanto esta actitud no

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está, ese mundo desaparece. Esto es muy importante, porque hoy en día creer es creer en lo que no entiendo, no comprendo ni experimento, nada que ver con esta tercera alternativa. Aquí no se te pide fe en algo que no experimentas, sino se te pide que experimentes y creas a lo que experimentas. Por lo tanto, no es una creencia en lo que no se ve, sino un atestiguar lo que se está presentando. Pero sólo se presenta en una colocación especial. Y por lo tanto, no es “demuéstramelo en este plano”. No, en este plano ya no está. Por lo tanto, la forma de instalarse y el mundo que aparece están vinculados. Hoy lo diríamos así: no hay distancia más que artificial entre el sujeto y el objeto. Pero hoy estamos convencidos de que las cosas son como son, y que nosotros podemos colocarnos de distintas maneras, pero la realidad es siempre la misma. Y que por lo tanto el punto de vista es subjetivo y esto en nuestro mundo cultural es algo muy feo, muy malo… Subjetivo quiere decir personal, algo variable, algo arbitrario, modificable. Ante un mundo que es como es, objetivamente, y eso en nuestro mundo tiene un valor enorme, está ahí, lo sepas o no lo sepas, y tú tienes que aprender a copiar lo que hay ahí. Somos como una especie de máquinas de foto, tenemos que lograr la foto más precisa del objeto que existe, independientemente de que tú estés con la cámara o no. Esto es lo que se da por supuesto. En realidad, vivimos en un mundo y sí lo damos por supuesto, porque como pensar está muy mal. Una de las características de este mundo es que se da por descontado que pensar no sirve porque no cambia las cosas. El pensamiento es abstracción, necesitamos acción. ¿Para que ver? No hace falta. Las miradas no cambian la realidad, nos decimos, y sin embargo porque no pensamos estamos atrapados en pensamientos- de los que ni siquiera advertimos que nos tienen poseídos. Esta es una imagen de esclavitud, de atrapamiento …. ¿Esclavos de qué? Esclavos de ideas que nunca son vistas, porque nunca te elevas al plano de las ideas, pero que inevitablemente condicionan toda tu percepción del mundo, porque uno percibe el mundo a través de ideas. Voy a poner un ejemplo muy sencillo. Vemos átomos, vivimos en el mundo de la física atómica. Estamos seguros de que hay átomos, hay unas cosas por ahí que son los átomos. Pero es imposible ver átomos sin la idea de átomos. Si no hubiera alguien que se le ocurrió que la esencia de la realidad estaba formada por unas partículas mínimas, indivisibles, átomos, en cuanto apareció esta idea, si miramos a través de esta idea, empezamos a ver átomos en todas partes. Pero si no hubiera idea de átomo, no habría experiencia de átomos. El hombre no llegó a elaborar la idea de átomos observando lo que había fuera, sino que se le apareció un “afuera” a través de una idea. Pero la gente hoy da por supuesto que hay átomos, que no han visto ni verán en su vida, pero los átomos son ideas. Pero es tan increíble que desde la convicción de idea, la idea ya no se ve como idea sino ya como cosa, y la gente está segura de que los átomos existen, aquí, todo esto son átomos y los ven, darían su vida por eso, por algo que no es más que una idea y que, como toda idea, será reemplazada por otra idea. Pero la gente no tiene historia, nuestra cultura niega la historia, hoy estamos en la verdad, todo el pasado se equivocó, pero hoy sabemos y en eso repetimos la historia. Todos los tiempos creyeron haber dado con la realidad y todos los tiempos se burlaron del ojo de los tiempos. Hasta en esto que creemos ser originales somos la víctima del olvido. Tremendo. Colectivamente y personalmente.Otro ejemplo. A finales del siglo XIX había gente que sufría mucho, porque estaban paralíticos y no podían caminar pero no tenían ningún defecto orgánico. No pueden ver pero los ojos están intactos. No pueden oír, pero los oídos están sanos. Así que son unos mentirosos, porque si el cuerpo puede, tienen que poder. Porque no hay más realidad que la del cuerpo. Esa es la visión del siglo XIX. La convicción de que sólo es real lo que se encuentra ubicado espacio-temporalmente. Y esta convicción tan fuerte lleva a decir: —lo otro es derivado de esto. Un sentimiento no se puede ver, ni tocar, ni medir. Por lo tanto, un sentimiento no es real, más que como un producto derivado de lo que sí es real. ¿Y qué es real? Las hormonas, la digestión, las terminales nerviosas, el cerebro. Por tanto, todo lo que llamamos psíquico es el derivado, el subproducto que en sí carece de realidad más que como fenómeno de lo que realmente es real. Dicho de otra manera, si el cuerpo está bien se puede, si no se puede, se está mintiendo. Porque la realidad es la realidad física y cuando no hay ninguna fractura, ningún ligamento, ningún impedimento orgánico y la persona no puede caminar, es que miente, porque si el cuerpo puede, ella puede. Miente. Hubo una persona, que se llamó Sigmund Freud que elaboró una idea: —Es que sin ideas no hay nada... Pero claro, hoy hay muchos ignorantes que creen que eso no es una idea, es una cosa. Y están esperando encontrarlo en el mundo de las cosas. Otros esperan encontrarse con los átomos. Y en una época se encontraban con brujas, claro. Las brujas, los átomos, son ideas. Pero nadie ve las ideas, ven las cosas a través de ellas. Pues este señor quiso dar espacio a lo anímico, quiso, no se conformó con intentar explicar esto, el síntoma. ¿Cómo es posible que aparezca el síntoma? Pero es imposible explicarlo si uno no elabora una idea que lo vuelve explicable o comprensible. Las ideas disponibles en su tiempo condenaban a personas que padecían el síntoma histérico a ser consideradas como mentirosas y a vivir una mentira inexplicable. Pueden

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andar, pero dicen que no pueden. Y aunque veamos su sufrimiento y su esfuerzo, es según el entendimiento pre-freudiano, un fingimiento. Pues Freud dijo —¿Y si no fuera así? ¿Y si la imposibilidad fuera real? Pero si la imposibilidad es real y no está en el cuerpo ¿de dónde procede la imposibilidad? Y así sacó de la estantería una idea olvidada, arrinconada por la “ciencia” de su tiempo y reservada para los sacerdotes, cambiado el sentido, transformado en un objeto de fe, que era la idea de “alma”, que tiene más antigüedad que la ciencia e incluso que la teología, pero que en pocos siglos, a partir de la Edad Moderna, se transformó en una superchería o una hipótesis metafísica (no válida para la ciencia) y quedó arrinconada, reservada para el ámbito de la religión, para la fe… pero que no es operativa en la vida efectiva, práctica, inmediata, objetiva y “real”. Pues Freud desempolvó la idea, bajo su nombre griego de “psyché”, esto es: la psique, dijo: —Claro que hay un impedimento, pero el impedimento es anímico, y desde luego, lo anímico es “real”. Es real, y no un epifenómeno del cuerpo, sino que a veces, hasta el cuerpo, lo físico, la physis, depende de lo que está pasando anímicamente. Pero claro, sin idea de alma esta mirada es imposible. Como este señor se movía en un contexto donde sólo era aceptable algo si se somete al método científico de explicación, la palabra “alma” estaba demasiado contaminada de metafísica y de teología. Entonces, Freud propuso una gran idea, la idea de lo inconsciente. Y a partir de la idea de lo inconsciente, ese que ahora vemos lo inconsciente por todas partes. Pero si no dispusiéramos de esta idea, no lo “veríamos”. La idea es lo que, a partir de su luz, hace visible “lo real”. Es curioso, pero “idea”, en su etimología griega, significa “visibilidad”. Donde no hay ideas, en lo a-ides (es decir, el reino de Hades) reina lo invisible, lo “in-existente”, lo que entonces se considera irreal. Desde el momento en que hay una idea que me dice lo que se muestra, oculta algo que está pero que no es consciente. Ahora claro, a través de ese cristal el tema es parte de lo inconsciente, se ha hecho visible cuando se dispone de la idea. Pero si no disponemos de esa idea, el inconsciente no aparece por ningún lado. Esta idea de lo inconsciente, con la introducción del psicoanálisis y corrientes posteriores se ha vulgarizado tanto que ahora hay gente que está segura de que hay una cosa llamada lo inconsciente. Hay una sustancia por ahí, sí, igual que los átomos, hay una idea. Y una idea crea una realidad. La realidad aparece para la idea que la convoca. Por lo tanto, personas atrapadas en ideas que no pueden ver como ideas, sino que ven como cosas. Están atrapadas en realidades, en esas realidades de las cuales están aprisionados. La alquimia va por aquí. ¿Dónde está la transformación? ¿Dónde está la emergencia de ese otro mundo que es como oro salido de un mundo oscuro, pesado y denso como plomo? ¿Cómo puede, a partir del metal más oscuro, más vulgar, más impenetrable y más pesado, seco y muerto como un ataúd, transformarse en lo más brillante e incorruptible? Ésa es la pregunta de la alquimia. ¿Cómo podemos de una realidad que está seca y es como es de inamovible, acceder a un mundo translúcido, brillante e incorruptible? Ahí ya se vuelve interesante. La alquimia parte de una convicción, de una idea y la idea es que hay alma en el mundo, que la materia tiene alma y que el alma tiene materia. Dos cosas que hemos perdido. Hoy vivimos en un mundo material, muerto, psíquicamente muerto. Claro, sabemos que las plantas viven, viven orgánicamente, como una máquina, hacen una fotosíntesis impulsada por un mecanismo y se mueren, pero no tienen vida psíquica. No hay ni sentimientos, ni intención, ni voluntad, ni deseo. Sólo vegetan. El alquimista vivía en un mundo donde todo lo material está animado y eso quiere decir: desea, comprende, sabe, añora y siente. Pero no sólo eso, sino lo que llamamos alma tiene cuerpo, tiene sustancia, tiene sustancialidad. Mientras que el mundo en el que vivimos, la materia está muerta anímicamente y es objetiva y real, y la psique está viva psíquicamente pero es subjetiva, personal y privada. Así que vivimos en un mundo donde el alma no tiene cuerpo y el cuerpo no tiene alma. No digo el cuerpo mío, digo que el cuerpo de las cosas materiales están desanimadas, y lo que llamamos alma se ha transformado en un rincón personal y privado: mis sentimientos, mis miedos, mis deseos… y eso no tiene cuerpo. ¡Ah! Descartes, ya me olvidaba. La gente usa ideas cartesianas sin saberlo, y está segura de que es así. Fue Descartes el que dijo: “Hay dos reinos incomunicados: un mundo material, extenso y mensurable, común y objetivo, y el mundo psíquico, el mundo del pensamiento”. Hoy sería el mundo de la psique, que no toca y que es separado completamente del mundo físico. Y por lo tanto, con Descartes empieza un reino donde las almas tienen su credibilidad pero no cuerpo, los cuerpos tienen objetividad pero no tienen alma. ¿Qué mundo apareció ahí? El mundo en el que vivimos todos. Estamos condenados a vivir esa realidad. Y no depende de que quieras o no, es que ya está en ti. Estamos atrapados y no se puede salir golpeando las puertas de esa realidad porque en el mismo momento en el que luchas contra esa realidad, ya estás atrapado en esa realidad. Todo intento desde ahí en salir, es aceptar que es así. No hay salida desde dentro, sino que hay un descubrimiento

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de otra realidad. Y en cuanto aparece otra, ésta se desvanece. No puedo salir del mundo físico corriendo por el espacio a ver dónde acaba el espacio. Porque si me muevo espacialmente, ya estoy instalado en un universo espacial. Y por mucho que recorras el cielo con cohetes, sigo atrapado en un cielo atmosférico. Y puede ser infinito el cielo atmosférico. Pero con cohetes nunca llegaré al cielo de los dioses. No porque no exista, sino porque no es atmosférico. Por lo tanto investigando lo atmosférico no llegarás al antiguo Caelum, al antiguo reino de los dioses, al antiguo que todavía vive en nosotros cuando decimos: —Dios mío, ha sido una experiencia celestial. Y cuando decimos celestial ¿qué queremos decir? ¿Ozono, atmósfera, lugar para que corran los aviones? ¿Qué le ha pasado al cielo?No, es que el otro era una locura, era mentira, éste es el de verdad, ¿de verdad desde dónde? La alquimia no acepta esta separación. Para la alquimia, la separación aparece cuando uno mira desde la escisión. El inconsciente aparece cuando uno mira desde la idea de lo inconsciente y entonces lo veo, sin la idea no. El mundo aparece separado cuando se mira desde la escisión y porque la mirada está escindida, el mundo aparece escindido. Y porque el mundo aparece escindido, hay una escisión en la mirada. No es que lo uno cause a lo otro, cuidado, otra comida de coco que tenemos fuerte. —¡Todo tiene una causa! Y desde ahí, con la idea, esta idea que se llama principio de causalidad, fue formulada en una época de la humanidad que había vivido siglos y siglos…y vivían, y amaban, y sentían, y se apasionaban, y conectaban con otros planos… Y no tenían la idea de causalidad. Y hoy decimos: -mira qué ignorantes eran-. Parece que esta idea no tiene nada que ver con poder vivir, pero sí que tiene que ver con quedar atrapado en una realidad donde todo es entendido como producto de otra cosa. Una cadena, y quedamos enganchados, y si esto pasa es porque algo lo provoca. Por lo tanto, cualquier cosa, sea lo que sea, es usada como punto de partida para usarla como eslabón. Pensando así, no hay alternativa. Me duele el pie, a ver qué lo causo. Con lo cual no hace falta atender al dolor, hay que explicarlo, y explicarlo es ir a otra cosa. Es así.Vamos a hablar de lo psicológico, es lo mismo. Juan y María han roto, tiene que haber una causa por lo que han roto, así que vamos a ver qué pasó antes o qué provocó esto. No vamos a atender a lo que es la ruptura, la vamos a considerar efecto de otra cosa. Por lo tanto, todo lo que se presenta es ocasión para saltar atrás. Tan atrás que ahora la gente con 50 años se encuentra con una dificultad y lo único que hace es mirar 45 años atrás a ver qué le habría hecho papá o mamá, para averiguar dónde esta el trauma que hoy me hace ser como soy. La verdad es que esto se lo debemos a Freud. Antes de Freud, durante miles y miles de años, cuando la gente se encontraba con problemas miraba alrededor, y se preguntaban qué estoy haciendo para que me pase esto, qué dios está enfadado conmigo, en contra de que ley de la naturaleza he ido.Sólo a partir de que nos pasa algo, retrocedemos atrás para buscar explicaciones. Y claro, cuando miramos para atrás, no podemos mirar alrededor. Fíjense lo que hace una idea. ¿Y si ponemos en cuestión esa mirada? No se puede. Es que es un hecho. —Hombre, me habrá hecho algo mi papá, esto me marcó… y tengo una carencia de amor y he de vivir con esta carencia de amor que me ha sido infligida… Si hoy te duele algo, no se relaciona con lo que pasó hace 35 años sino con algo que está pasándote ahora. Dicho de otra manera, lo que te duele no es que papá muriese (porque se murió hace 30 años), lo que te duele es la convicción presente de que papá se murió y crees que te ha marcado. Por lo tanto, la fuente del dolor no está en un hecho pasado sino en un pensamiento presente. Los pensamientos provocan dolor. Y si el dolor es presente es por algo que está presente. Si tú me pegas un cachete, claro cuando me pegas me duele, pero 30 años más tarde ¿me duele todavía el cachete? No, el dolor viene de la convicción de que ese cachete me ha marcado y la convicción está ahora. Y mientras la convicción esté hoy, hoy estará el dolor que arrastra, genera, que acompaña a esa convicción. ¿Qué pasaría si se pudiera por la gracia de Dios hacer desaparecer esa idea? Desaparecería el dolor, pero también aparecería todo lo que ese dolor encubre. Quiero decir que cuando la gente deja de mirar atrás para explicar su desgracia presente, se encuentra con su presente . Y eso no se ve mirando atrás. Hombre claro, cuando yo ya no soy más efecto de una causa que explica por qué soy así, me encuentro con una responsabilidad, dejo de ser el eslabón producido por un impacto externo para empezar a ser el que está. Se han creado disciplinas en torno a esta idea. Freud hizo un regalo a la humanidad al abrir una ventana, pero se ha transformado en la ocasión de una gran desgracia para la humanidad, en una continua obsesión por el pasado, la infancia, la culpabilización de los padres, el hecho de que los padres sean los responsables del destino de los hijos, el hecho de disciplinas tan cuestionables como la asistencia social, las terapias familiares, la importancia de la familia, las constelaciones

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familiares, el que haya una psicología familiar, una asistencia familiar y en que la imagen de la familia pase a ser el centro explicativo de todo lo que existe psicológicamente. Esto es una desgracia. Primero: porque contribuye a la idea de que el alma es una cosa personal y privada. Persiste en la idea de que el alma no tiene nada que ver con el mundo, que lo único cívico es lo personal y humano. Y por lo tanto, afirma que todo lo que no sea personal y humano está desanimado. — Cuando yo terminé el colegio secundario tenía claro que iba a ser ingeniero químico. Las vueltas de la vida, y ahora me interesa la alquimia. Qué curioso. Entonces quería ser ingeniero químico. Lo tenía clarísimo, faltaba una semana para acabar y quería ser ingeniero químico. Pero en una semana elegí Filosofía. Contra toda resistencia del entorno, contra toda la oposición familiar. No había ningún estímulo para eso porque me decían: -es una carrera para chicas, con eso no te ganarás la vida, con eso no mantienes una familia, en los periódicos uno encuentra que se piden ingenieros, pero nunca se pide en los clasificados un filósofo…No había nada que lo facilitara, nada, y ahí llegó. ¿Por qué? ¿Cuál fue la causa? Se podría buscar tal vez en la infancia, tal vez una marca, pero ¿saben cuál es la que yo recuerdo? Estudié filosofía por la hoja de un árbol, por una hoja que cayó de un árbol. Claro, esto sólo se puede entender si nos liberamos de ideas freudianas personalísticas de causa y efecto, porque si no, esto es una locura. Pero es lo que fue. Una semana antes estaba jugando en el patio de mi casa y de un limonero cayó una hoja. Y esa hoja hizo un bucle, y otro bucle, se fue para el otro lado, volvió a subir y me quedé maravillado. Y entonces sentí que el mayor deseo en mi era responder a la pregunta de ¿cómo es posible que una hoja de un árbol baile como la más importante bailarina clásica? ¿Cómo es posible que las hojas dancen? Y claro, en mi limitado conocimiento del mundo sabía que con la química no lo iba a explicar. Me pregunté: ¿quiénes se ocupan de preguntarse cómo es que las hojas que caen forman coreografías? Deben ser los filósofos. Esa es la razón por la que estudié filosofía. Pero claro no hay nada personal, no fue algo que me lo exigió, ni alguien que me castigó, no fue una persona. Hay más en la vida que las personas. Eso es la alquimia. El alquimista no se sorprendería de que una hoja baile. Más bien se sorprendería de lo mal que debe estar alguien para no entender que una hoja dance. Se sorprendería. Se sorprendería de que uno se crea que un metal es una piedra que está fuera, es un objeto idéntico para todos y no comprenda que el metal de fuera y el metal de dentro son expresiones de lo mismo. Y que así como en el alma hay un metal, metales anímicos pero metales sustanciales, así el metal de ahí afuera es la expresión allí del alma que se ha manifestado. Por lo tanto, una hoja puede tener alma y el alma tiene sus árboles de los que también caen hojas cuando ha llegado la estación. Esta es la mirada de la alquimia. Extraordinaria, porque entonces, el trabajo en algo es simultáneamente una modificación en ti. Y en la misma manera en lo que está pasando afuera te afecta, tu estar afectado da lugar a una revelación externa. Y esa revelación afuera transforma interiormente y esa transformación interior descubre por qué fuera y dentro están unidos. Y entonces ¿qué pasa? Si afuera hay un mundo objetivo, no en el sentido de muerto, sino independiente de mi arbitrio, pero anímicamente también hay un mundo objetivo, independiente de mi arbitrio. Y si afuera hay realidades que son como son, más allá de lo que yo quiero que sean, y más allá de mi historia personal, en el alma hay realidades que son como son, independientemente de lo que yo quiera y más allá de mi historia personal. Si el macrocosmos y el microcosmos son expresiones de lo vivo, cosa que es la base de toda la alquimia, el hombre, el ser humano es un compendio del universo. Pero el universo es la expresión aumentada de lo que hay en el ser humano. Y por lo tanto, no hay el uno sin el otro, ni el otro sin el uno porque están vinculados. Y si en el Gran Mundo hay minas de azufre, en el alma hay minas de azufre. Y si en el Gran Mundo ese azufre humea, apesta, y sin embargo da ocasión a fermentar y generar sustancias, ese azufre que humea y apesta no depende de que mi mamá me quiera, ni que mi papá me quiera. En el alma hay minas de azufre, inherentes en la naturaleza del alma como inherentes en la naturaleza del mundo que no dependen de que mi papá me quiera o no me quiera. Que mamá me quiera o no me quiera pertenece a la sustancia del alma. El alma tiene sustancias y las sustancias tienen alma. Esta es una visión muy difícil para nosotros. Muy difícil romper este intento de decir hay algo objetivo y hay algo subjetivo. Al punto de que yo incluso propondría que la experiencia que cada uno tiene de subjetividad es el reflejo de la experiencia que cada uno tiene del mundo en el que vive. Y si uno está viviendo en un mundo que se está muriendo, cómo no va a estar uno muriendo en su vida personal. —Ah no, esto de lo que a mí me pasa de estar conectado con lo que pasa ahí porque es mío. No, tú eres parte del universo, el universo entero está en ti y en cada uno de nosotros. Y cuando desaparecen bosques y bosques, y se muere la vida marina y se contamina el aire afuera… claro tú te sientes mal, pero te dices: —Me siento mal porque Pepita no me llama… No, eso es lo que tú te crees. La explicación de hoy que te dice que la psique es privada no te deja ver más allá.

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Como decía un psicólogo que está abierto a todo esto, evidentemente no es freudiano, decía: ”La desertización del planeta es creciente y donde había zonas vegetales, y árboles, y vida, ahora hay un desierto, muerte, desaparición de la vida. Y simultáneamente, los pacientes en mi consulta, todos con historias muy distintas, sueñan que se está secando la vida en su interior”. ¿Quién sueña en ellos? El mundo sueña en ellos. ¿Quien vive? Ese mundo vive en ti. De la misma manera que tú vives en él. Esta es la mirada de la alquimia, no sé si les parece muy demencial, pero claro promueve un acercamiento a lo anímico que nos libere de lo que yo llamo “las lacras”, y uso vocabulario alquímico. La lepra, ellos hablan de las lepras metálicas, cuando los metales están leprosos, están enfermos, están requiriendo desesperadamente una purificación. Liberarse de su lepra para poder volver a ser en todo su esplendor. Lepras metálicas, lepras del alma. ¿Cuáles son las lepras de la psique? Las lepras de la psique, en mi opinión, son una suma de convicciones, creencias sin previa reflexión o de ideas que no se ven como ideas. Y me tengo que repetir. Lo repito porque hay muchos que lo oirán por primera vez, y es suficientemente importante. Es el literalismo. ¿Y qué quiere decir el literalismo? Es la convicción que las cosas son lo que muestran y nada más. Dicho de otra manera, la convicción de que nada se interpreta, que todo es una cosa y punto. Por ejemplo, una hoja que cae es una hoja que cae, y punto. Y todo lo demás, delirios. Porque hay una sola realidad y es el hecho. El literalismo es la convicción de que la realidad está basada en hechos. Esa gente es la que cree sin intereses psicoanalíticos que el inconsciente es un hecho. Es la convicción de que hay hechos independientemente de las miradas y es el olvido de que sólo hay un hecho para una mirada. Y que lo que llamamos hecho no es más que la concreción exterior de una idea. El literalismo cree que hay un mundo de hechos que es como es. ¿Se entiende? Esto es muy nuevo. Nuevo quiere decir 30 años, contra 30.000 ¿qué son 300 años? No, si vivimos mejor que nunca. Somos mucho más felices, el mundo va bien … Pobres los otros, eran monos. Eran monos ignorantes, nosotros estamos en el camino seguro de la verdad, vivimos mejor, somos más felices. Vivimos más. El imperio de la cantidad es condición del literalismo. El literalismo mira números. El literalismo ha olvidado la cualidad. También es Descartes. Descartes dijo: “La realidad exterior, extensa, que es la realidad objetiva, que es el reino de lo que realmente es extenso. Si no hay extenso entonces es que es mental. Y lo mental no es extenso, pero no se conecta porque extenso es otro mundo, separado”. Y dijo: “El mundo extenso, lo real, lo verdadero, es lo reducible, la cantidad”. Por lo tanto, aunque tú veas colores, no hay colores. Los colores son el efecto que producen en tus órganos sensibles unas cantidades de ondas luminosas. Por lo tanto, el color, el sabor, no es más que un derivado de lo que es real, es la cantidad. Por lo tanto, el mundo se ha vuelto incoloro, sin sabor, y todo eso son experiencias subjetivas. Eso no es como el mundo es, es como tú lo ves. Es la percepción subjetiva de un mundo que realmente está formado hoy día por átomos, y los átomos son incoloros. No hay música, sólo hay frecuencias que chocan con tu tímpano, la música que oyes es el efecto que se produce en tu tímpano. No es más que una onda. La onda es física, la música es alucinación. Si no hubiera tímpanos, no habría música. De tal manera que si el concertista toca el piano pero nadie le oye, la música no existe. La música es el producto del impacto de una onda cuantitativamente determinante que choca con el tímpano. Por lo tanto, el mundo no está formado de sonidos, los sonidos son subjetivos. Qué cosa más lejana de la experiencia directa, ¿no? ¿Cómo es posible que, a pesar de que oímos música, olemos olores, sentimos los gustos… podemos aceptar que el mundo en sí ni tiene sabor, ni tiene olor? La consecuencia de eso es que no atendemos a las cualidades. Las cualidades son efectos derivados. ¿Cómo se puede amar a un mundo así? No, es imposible, el mundo no se ama, sólo se puede amar a personas. Por lo tanto, ante tu carencia de amor, búscate a alguien, es que te falta alguien, tienes que mirar hacia lo personal porque no hay nada, no hay más. ¿Y la belleza? La belleza, desde el siglo XVIII, es cuestión de gusto. Es como el oído, la música, es cuestión de efecto subjetivo. La belleza es subjetiva, es cuestión de gusto. No existe la belleza, sólo es una opinión que varía con cada sujeto. Durante siglos, la belleza era la objetiva, la evidente manifestación del bien y de los dioses. Pero hoy es una cuestión de gusto. Llegamos a una época en que la belleza la determinan los diseñadores de moda y los decoradores. Es bello si lo hacen los decoradores, es bello si se cotiza en el mercado, entonces lo llamamos arte. La belleza ha quedado reducida para los museos. Todo es parte de lo mismo. Todo es parte de una progresiva y sistemática muerte del Alma del Mundo, y muerte del mundo del alma. La alquimia, en cambio, nos retrotrae. Incluso hasta los alquimistas contemporáneos se retrotraen a una visión, a un mundo donde el mundo está vivo. Y por lo tanto, es un mundo esencialmente cualitativo: olores, sabores… cuentan. No cuentan de ti, cuentan del mundo y naturalmente cuentan de ti porque el mundo y tú no estáis separados. Por lo tanto, el alma se

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reconoce por sus colores, en lo que llamamos la psique humana pero sus colores en el alma del mundo. Y una mina de carbón no es una mina de azufre, no sólo porque químicamente y cuantitativamente se descomponen (otro cuento más) en elementos distintos, sino porque huelen distinto, tienen colores distintos, suscitan, convocan imágenes distintas. —Ah, pero si eso es imaginación… Sí claro, pero es que la imaginación es el Tercer Reino que el alquimista reconoce más allá del Reino de las Creencias. Pero claro, desde el siglo XVII a nuestros días, la imaginación queda reducida a inventos. No en vano uno de los grandes alquimistas se forzó por distinguir entre fantasía arbitraria e imaginación verdadera. El físico Paracelso dijo claramente: “sólo la insensatez puede construirse sobre la fantasía arbitraria, pero la sabiduría sólo puede surgir ante la imaginación creadora” . ¿Y qué es imaginación verdadera? Es el acto de participar creativamente, comprometidamente, de las imágenes que el mundo continuamente ofrece. Pero no vemos las imágenes, vemos cosas, eso es literalismo. Cuando digo imagen no piensen en una imagen visual solamente. Están en una cultura que no concibe más imagen que una foto (tiene que ser con ojos del cuerpo, sino no hay imagen). Piensen en sueños, piensen en estados de ánimo, piensen en imágenes poéticas, piensen en una imagen musical como un ritmo que recurre periódicamente. No se ven con los ojos, pero se captan con la imaginación. La imaginación está atrofiada, ha quedado reservada para hacer locuras, o fantasías. Por lo tanto, hemos desarrollado un razonamiento perceptivo más o menos fuerte, una capacidad de razonar bastante disciplinada, pero para el mundo de las imágenes se han cerrado nuestros ojos porque se perdió el sentido. Corbin, un gran pensador, creó (otra vez, sin ideas no hay nada que hacer), habló de “el mundo imaginal” para distinguir de la fantasía arbitraria. Fantasía es: —Yo quisiera; sería bonito; me retiraré a una isla… Ahí hay un conjunto de imágenes que se construyen arbitrariamente. En cambio existe el mundo imaginal que es un mundo, como el mundo físico que esta ahí ante mí, pero ni siquiera sé que forma parte de una realidad, de otra realidad. El mundo imaginal ¡está ahí! Y no depende de que a mí me guste o no me guste, de que me caiga bien, o de que yo tenga ganas o no tenga ganas… Pero sólo se revela ante órganos que puede captar tu imaginación. ¿Qué sería del mundo físico para mí si no tuviera ni ojos, ni olfato, ni gusto, ni oído, ni tacto? No puedes conectar con nada físico si no es a través de los sentidos del cuerpo. Si se mueren los sentidos del cuerpo, desaparece el plano físico. Si se ha cerrado el órgano de la imaginación, ha desaparecido el mundo imaginal. No porque no esté, sino porque ya no hay cómo reconocerlo. Abrir el órgano de la imaginación no es contemplarla, sino que es tomarla. —Hombre, imaginar que Pepita me ama es un autodeleite, pero no es tomarla. Y por lo tanto es muy simple dejarse ir en una mirada que no compromete. Pero la imaginación es el compromiso activo de participación ante lo que está apareciendo. Y precisamente porque hay un compromiso, se rebela como se rebela, y porque se rebela como se rebela, existe un compromiso. Resumo rápidamente. En la alquimia, el macrocosmos y el microcosmos están indisolublemente vinculados. Nada hay en el microcosmos que no esté presente en el macrocosmos. Por lo tanto, más allá del yo subjetivo hay un espacio psíquico tan enorme como lo que llamamos el mundo físico. Precisamente, cuando se ha reducido el microcosmos al mundo del hombre, se ha muerto el macrocosmos y se ha transformado en un conjunto material e insensibilizado.La segunda idea de la alquimia: no hay separación entre naturaleza y espíritu. La naturaleza es espiritual, quiere decir está llena de sabiduría, y la sabiduría está llena de naturalidad. El alquimista por lo tanto no hace una obra natural que no sea espiritual, ni una actividad espiritual que no se trabaje en la naturaleza, la naturaleza de los elementos. Dentro y fuera es lo mismo. Y mientras más se penetra el espíritu del exterior, más es penetrada la interioridad del espíritu. Y si uno se retira del mundo a contemplar, se encuentra en un reino sin mundo y un mundo despoblado. Por eso, el alquimista trabaja en la materia. Y a medida que la materia va revelando su espíritu, el espíritu se va materializando. No es uno primero y el otro después, es a la vez. Es el milagro que ocurre. Por eso, la máxima alquímica permanente es que el cuerpo se vuelva espíritu, y el espíritu se haga cuerpo. La alquimia consiste en que lo sólido, lo pesado, lo corpóreo, lo literal, la costra de los hechos se cae como tal costra y rebela ideas, y las ideas dejan de ser humo que anda por ahí, y cogen fuerza. Y ocurre a la vez. Y mientras ese cuerpo que contenía una idea y lo ocultaba se desprende de su caparazón, y empieza a volar aquello que estaba presionado, en el alma todas las ideas subjetivas no operativas empiezan a volverse operativas. ¡Qué bonita imagen! Por eso, siempre se dice que tiene que morir el cuerpo para que baje el espíritu. La muerte del cuerpo es el nacimiento del espíritu. Y ese espíritu vuelve al cuerpo para hacerlo renacer. Por lo tanto, la imagen es algo tosco, seco, fijo, inamovible. No fijo, peor, cristalizado, inamovible, impenetrable, acabado.¿Qué hace el alquimista? Rompe ese acabamiento, abre eso fijo, y muestra lo que contenía. Y a su vez, en la volatilización de lo que sale, lo volátil adquiere cuerpo. Pero claro, nosotros vivimos en un mundo de cosas fijas, muertas, que son como son, y en un mundo de ideas que son humos, que no cambian nada. No son dos cosas distintas. Hasta que no veas, no testimonies el espíritu presente, hasta que no percibas la vida que palpita

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en las cosas muertas, que es el espíritu presente en la materia, hasta que no vivas eso, en ti las ideas no tienen cuerpo. Entonces vivo en un mundo en que puedo pensar lo que quiera porque total esto no cambia las cosas, porque las cosas están muertas y las ideas no tienen cuerpo. Pero en cuanto las cosas se abren, se rompen, se torturan, se disuelven (primera máxima alquímica) separa lo que está pegado. Cuando se separa eso que parecía un ser único, un sapo negro, hediondo, acabado, se transforma en un cuervo que vuela. Y hay que liberar al cuervo del sapo. Pero hay gente que cuando ve un sapo no ve nada más que un sapo. Hay gente que vive en mundos muy muertos, llenos de cadáveres, solos entre cadáveres, porque ellos están muertos para todo aquello que vive. Y cuando tú estás muerto para una dimensión, esa dimensión está muerta para ti. Es lo mismo. Es alquimia.Por eso, tiene que morir el vivo para que empiece a vivir el muerto. Hasta que no muera éste que vive en ti, el que está muerto en ti, porque éste que vive no puede vivir. No son dos cosas, es una. Y a medida que el que vive se va muriendo, el que estaba muerto va a vivir. Esto es un misterio, es un renacimiento, es como una sorpresa. Lo muerto contenía vida y esa vida despierta lo muerto. Y para esto hace falta un componente alquímico esencial. La alquimia habla mucho de sustancias: sales, cales, azufre, mercurio, plomo… Continuamente, pero ojo que no habla de lo que hoy entendemos por metales. Son metales vivientes. No son materia muerta. Por lo tanto, el metal está vivo, el metal está lleno de cualidades, está lleno de alma y también vive en ti. Hay una sal afuera, que si la observas cualitativamente te cuenta sobre el mundo de afuera, y corresponde a la sal del alma. Por lo tanto, cuando el alquimista habla de sal, no habla de nuestra sal, no es la sal común. ¿Dónde buscar la sal? En las minas de sal, en los salares, en el mar… Pero la sal que necesitamos también la produce el ser humano. En todas las secreciones del cuerpo, allí obtienes las sales para trabajar. ¿Y cuáles son las secreciones del cuerpo? Sangre, sudor, lágrimas… ahí está la sal. Es la sal del alma que se conecta con la sal de los salares. Por lo tanto, hay sal afuera y hay sal adentro. La sal de adentro es sustancial, y la sal de afuera está en el alma. ¿Qué pasa cuando comes sin sal? Es insípido, la sal da sabor. Es sabrosa. Cuando uno vive sin sal, ha caído en la insipidez. Y lo que no tiene sabor, no sabe a nada, no sabe en absoluto, no hay sabiduría. El sabor y el saber van de la mano. La sal es sabrosa, es sapiencia. Y el alquimista siempre habla de la sal de la sabiduría. Ésta es nuestra sal y se trabaja para recibir un salario, lo que permite estar contento y satisfecho, al finalizar el trabajo. ¿Y cómo se trabaja la sal? Pues como se trabaja la sal. Hay sal en los mares, es la sal del mar. Pero, ¿qué es el mar sino la amargura? La sal del mar arde, hincha, seca, reseca. Y hay momentos del alma en que uno pincha, uno está reseco, como cristalizado, crujiente, contraído y resistente. Son momentos en que se expresa la sal del alma. Pero, ¿cuál es la condición de que la comida esté sabrosa y no esté pasada? Cuidado, porque poca sal no sirve. Pero demasiada sal, tampoco. Por lo tanto, la sal, según el momento, según el lugar, según las circunstancias, mucha sal seca, reseca, separa, cristaliza. En la alquimia, el cristal y la sal están unidos. Porque hay algo. Piensen en los terrones de sal, se parecen a cristales, pero pinchan, lastiman. Hay gente que tiene exceso de sal, su colocación ante la vida es crítica, hiriente, siempre con un comentario mordaz, mucha sal. La sal fija, la sal conserva. Lo dice Paracelso: “es el bálsamo natural de los cuerpos vivientes”. Si no hay sal, se pudren. ¿Cómo conservamos la comida? ¿Qué es lo que nos mantiene vivos? Si no hubiera sal, nos pudriríamos. La sal del cuerpo y la sal del alma. Por lo tanto, la sal da cuerpo al alma. Sin sal, el alma no tiene cuerpo. Y evidentemente, los cuerpos se han quedado sin alma. Por eso dice, Basilio Valentin, un gran alquimista del siglo XVI- XVII, uno de los grandes, aquél que Fulcanelli consideró su maestro: “el que trabaja sin sal, no puede levantar cadáveres”. Cristo ya dijo a sus apóstoles: …vosotros sois la sal de la tierra”. Dicho de otra manera, cuando uno vive y no lleva sal en el alma, se encuentra con cuerpos muertos. Pero hay tanta gente sin salero. Como no hay sal, no hay fijación. No hay cuerpo, hay humo. Hay trascendencia, se trasciende a rincones espirituales, desapasionados, desencarnados. El espíritu se ha vuelto un humo que se aleja del mundo, deja un mundo lleno de cadáveres. Ahí falta sal. Ahí falta el comentario mordaz, puntual, que pincha. Por ejemplo, cuando yo enseñaba a leer el Tarot, los propios desequilibrios sulfúricos, mercuriales, o salares de la gente teñían su visión del mundo. Al leer el Tarot se colocaban involuntariamente en una sabiduría sin sal. Un saber puramente teórico, de ideas que no tienen la sal de la experiencia personal, no ha sido llorado, no ha sido sudado y no ha sido sangrado. Un saber que no tiene cuerpo, es puro humo. Un mercurio que se volatiliza rápidamente, que se escapa de la botella, no se puede hacer nada. Se colocan en eso en grandes fórmulas, yo diría sin sabor, “leche de virgen”. Una “leche de virgen” no nutre porque no viene de parir, es agua blanca e insípida. Entonces, con su sabiduría de “leche de virgen”, ideas deliradas y humos acerca de espíritus que no se conectan con los cuerpos y cuerpos que no tienen espíritu, se ponen a leer al consultante dándole unas lecciones de espiritualidad increíbles. Pero recuerdo aquel consultante que puso la pizca de sal necesaria. Y una pizca de sal

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basta. Y aquella lectora que le estaba diciendo: “porque tienes que aprender el espíritu y el desapego, porque el amor se trasciende…” y toda esa perorata. Entonces, el consultante la miró y le dijo: “¿y por casa, cómo andamos? ¡Click! Bajó. Fue sólo un punto, pero esa persona que se había vuelto totalmente un humo que no ocupaba cuerpo, por el picor de la sal ¡crack! ¿Qué produce la sal? Sientes. Cuando conectas con la sal, lo sientes. La sal es el principio de la experiencia vivida, sin sal no hay más que humo. Sin sal no hay más que azufre, prisa, prisa por consumirlo todo, saltar de un proyecto a otro que no tiene ni solidez, ni profundidad, ni compromiso. Es la llama que devora, los excesos sulfúricos. Y entonces la sal mata al azufre. Échale sal y ese azufre baja. La sal fija al mercurio. Pero ¿de dónde sacamos la sal? Tienes que sudar, tienes que volver a las minas de sal que están en ti, donde dolió. ¿Dónde está la herida? En la sangre, en el sudor, en las lágrimas, ahí se expresa el alma. Lamer la herida una y otra vez, y a veces lo hacemos, no sabemos por qué, lo hacemos. El alma es sabia y regresamos, y nos compadecemos y nos lamemos las heridas. El alma está buscando producir sal, necesita cuerpo. Y al hacer esto volvemos a las minas, otra vez a llorar, otra vez a sudar porque nuestra vida está necesitando sal. La sal va a hacer que los cadáveres vuelvan a la vida. Pero claro, en nuestra cultura new age, donde todo tiene que estar bien, y donde el dolor está mal, y que si hay un dolor hay un trauma, y un trauma se tiene que curar… Lo que llamamos traumas no viene de las circunstancias sino que son las siempre disponibles minas de sal del alma. Claro cada uno en su propia historia. —La vergüenza que pase aquel día, la pasé yo, y ardí, y me dolió, forma parte de mi historia personal. Pero no viene de lo que pasó, viene de la necesidad del alma de conectar con la sal. Y como la sal siempre es experiencia concreta, claro, mi conexión con la sal, no la tuya. Pero en ti también hay minas de sal. Si la sal hace cuerpo, hay que trabajar con sal. Pero no sólo hay que trabajar con sal. Hay que trabajar con los minerales. Hay que trabajar con el plomo. —¡Qué plomo! Me siento de plomo. Estoy tan mal que el cielo se ha vuelto negro como el plomo. ¡Qué plomo tener que hacer esto! Cuánto pesan las cosas. El alquimista sabe mucho del plomo. El alquimista sabe que el plomo es pesado. Cuando llega el tiempo del plomo, llega el tiempo de la gravedad. ¿Y cómo se trabaja la gravedad? La gravedad es paciencia. Sostener, sostener, sostener… El plomo es el ataúd del oro. —No, yo siento plomo y voy al terapeuta para que no tenga drama y me saque el plomo. O voy al psiquiatra a que me dé un antidepresivo. ¿Por qué voy yo a soportar esta gravedad? Algo anda mal, una terminal de la neurona que no conecta, una falta de litio, etc… Vivimos en un mundo de químicos sin almas y de almas sin química. Pero el alquimista sabía que la química tiene alma, y el alma tiene química. Y en una química que no tiene alma, hay un alma sin cuerpo. Terrible. En un mundo donde el alma ya no puede tener cuerpo, y es el mundo materialista, ya no vemos almas, vemos cerebros. Tendemos al cerebro. El cerebro es una cosa, tiene materia. El cerebro piensa, el cerebro dice y lo mas espantoso: el alma esta en el cerebro según un libro éxito de ventas. ¿Has visto que un cerebro piense? ¿Piensas tú verdad? ¿Sientes tú verdad? ¿Tú eres el cerebro? ¿Y no eres tu oreja también? ¿Tú eres las venas? Entonces, te doy un cachete y me dices ¿por qué me pegas Enrique? Yo no fui, ¡fueron mis falanges! ¡Yo no! Te doy una patada, ¡yo no fui, fue un hueso, un ligamento, un conjunto de músculos, yo no! Claro, es lo mismo, va a la par. Cuando muere, muere la visión del alma, empezamos a caer en el reino de cuerpos desalmados. Pero el alquimista sabe que el plomo tiene un alma. El alma del plomo tiene su propia ley, pesa, apaga la gravedad, hunde y sin embargo contiene en su interior el oro más puro. Por lo tanto, no hay oro si no hay plomo. ¡Uy si los psiquiatras supieran esto! —No puedo hablar, pesa tanto todo que no puedo ni decir que estoy mal. Estoy paralizado como el plomo. No puedo mirar la tele, no puedo oír lo que me dicen, soy un puro plomo. Es así. Fíjate cómo el alma lo dice. Miren las imágenes. ¡Qué plomo! Por qué decimos ¡qué plomo! y no decimos ¡qué aluminio! El alma lo sabe, pero hemos perdido la sensibilidad para atender a la imagen. Todo nuestro lenguaje es un compendio de imágenes, pero no las atendemos. Creemos que hablamos de hechos y sólo podemos referirnos a través de imágenes. —¡Qué pesado me siento hoy!, pero no es literal verdad? No es que hoy aumente cinco kilos, ¿es que estamos hablando del cuerpo? No, entonces ¿por qué dices pesado? Es una metáfora. Es la imagen. Es el alma de la experiencia. No la miramos. —Te sientes pesado, habrás digerido algo mal, haz la digestión, toma bicarbonato… Pero es pesado, hay peso. Y cuando hay peso uno se va hacia abajo. ¿Y qué hay abajo? Abajo está el centro de la Tierra. Uno se ve arrancado de la superficie e invitado a bajar al centro de las cosas. Uno se ve obligado a entrar en el ataúd que contiene el oro en su interior. Vaya, hay cosas que se aprenden en la alquimia. Y lógicamente, hay sales de plomo. La sal viene en forma de ironía, de crítica, de amargura, de rencor, uno se queda fijado en el hecho. Colérico. La forma literaria de la sal es la sátira. Pero la forma literaria del plomo es la tragedia. ¿Qué dice el plomo? El plomo dice: no puedo. ¿Qué dice la sal? La sal dice: duele. Pero claro, como no hay sales de plomo, no podemos trabajar con la sal… En los libros de alquimia hay una cantidad de indicaciones de los procesos a través de la sal de plomo. Quien quisiera apelar a ello con imaginación encontraría el alma en la sal, el alma en el plomo y descubriría la sal y el plomo

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en el alma. Pero esto implica dejar de literalizar, dejar de quedarse anclado en hechos, empezar a descubrir un alma que es como es, independiente de uno, y empezar a descubrir un mundo que es como es porque está lleno de almas. Pero la gente dice: “no es verdad, no puede ser, porque los hechos son hechos”. O, como me han dicho algunas veces, “es que tú eres un poeta”. Sin ninguna duda. Los alquimistas se llamaban a sí mismos los artistas. La alquimia es una arte. No hay alquimia sin arte. ¿Cómo reconocer un libro de alquimia bueno, de uno no tan bueno? Hay una manera muy simple: si no hay poesía, no hay alquimia. Si se perdió la poesía, se perdió la alquimia. La poesía es una revelación. Pero, ¡qué vidas poco poéticas que se viven! Dicho de otra manera, ¡qué mala poesía! Y aquél que dice: “la vida no es poesía, es cosas muy serias… ¡qué mala poesía! Está atrapado en una poesía sin rima. Es una metáfora espantosa. Porque es la metáfora que dice: “no existen las metáforas”, y ésa es la más terrible de todas, la metáfora que asesina a todas las metáforas. ¿Saben cuál es? La realidad es lo que es y nada más. Eso es una metáfora. Espantosa, porque no sabe que es una metáfora. Y pretende anular a todas las demás. Esto lo ha dicho el poeta que se llamó Stevens y fue el poeta de la imaginación, uno de los grandes alquimistas del siglo XX. No porque tuviera un hornillo literal, sino porque trabajó en los fuegos de la imaginación. Él con una sola poesía podía liberar más almas que 100 tratados de física cuántica. Ah, pero es un poeta. Bueno, es que el alma es poética. No hay nada anímico que no se exprese poéticamente. Pongo un ejemplo. Si pudieras desincrustarte de la literalidad, verías cuánta poesía está en acción ahí, es decir, verías el alma. Ayer tuve un caso de una carta natal, un tránsito, astrología.La astrología y la alquimia están muy unidas, forman parte del mismo bagaje, tanto que a la alquimia se la llama la astrología inferior. O sea, ¿qué es la astrología? ¿Qué era la astrología cuando tenía entidad y no era cuestión de charlatanes ni de periódicos? ¿Qué era la astrología cuando fue la matriz cultural de Occidente durante decenas de siglos hasta que se transformó en cosa de charlatanes, más o menos con ocasión de Descartes? Cuando el mundo perdió el alma, se vino abajo la astrología. La astrología es el estudio de las estrellas como seres animados. Entonces, ¿qué hay? Un cielo exterior del que averigua el astrólogo. El astrólogo ve ese cielo exterior, veía, porque los astrólogos de hoy están tan muertos como el mundo material. Hombre, es que es ciencia. Quieren demostrar que lo que hacen es ciencia. Es la mayor traición a la astrología. Es la última cuchillada del cadáver. Quieren pasar por físicos, hablan de energías, mediciones y aparatos. ¡Si ahí no están los planetas en la astrología! Los planetas en la astrología son daimones, son seres vivientes que viven en otro reino, no en el reino físico. Sí, se expresan físicamente, como el Sol, como la Luna, como Saturno, se manifiestan en sus cuerpos pero operan en sus espíritus. Cuando un astrólogo trata de hablar de Saturno como un planeta que es un cuerpo, ya se murió la astrología. Y caen en la teoría de causas y efectos, tonterías que destruyen el alma viviente del astrólogo. El astrólogo mira, es decir, miraba al cielo para ver la manifestación macrocósmica de los dioses. Por lo tanto, el Gran Cielo era la astrología. El alquimista comprendía que así como hay un cielo afuera de la Tierra, de la naturaleza (no hablo de psique todavía) hay un cielo adentro de la Tierra. Y si el cielo de afuera está tachonado de cuerpos vivientes, y en nuestro sistema para ellos había siete grandes planetas, esos siete grandes planetas vivos afuera estaban también en el cielo interior de la Tierra. Y ¿cuál es el cielo interior de la Tierra? Lo que ocurre cuando cavas la tierra. Y cuando cavas la tierra y vas a las minas, te encuentras otro cielo. Y las estrellas de ese cielo inferior toman forma de metales. Y el plomo en la tierra es el Saturno interno en correspondencia con el Saturno externo. Y no sólo hay firmamento arriba y firmamento abajo, hay firmamento adentro. Y el hombre, cada ser humano vive en medio de un cielo interior que no le pertenece. Por lo tanto, ha nacido con un firmamento, no sólo encima, no sólo abajo, sino que lo contiene psíquicamente. Qué gran idea, macro-micro, micro-macro, está en todas partes. A la alquimia se la llamó la astrología inferior no por inferioridad, sino del mundo que está adentro. Por lo tanto, los planetas viven afuera. Para el astrólogo están vivos, todo está vivo, los metales viven en el seno de la Tierra. Y forman el cielo de abajo que quiere unirse con el cielo de arriba. Y se alimenta del cielo de arriba, como el cielo de arriba atrae al cielo de abajo. Para el alquimista, los metales están creciendo, están vivos. Lo que pasa es que su crecimiento dura miles de años, miles de años en las entrañas de la Tierra. Ese plomo va siendo modificado por los gases de la Tierra, el calor de la Tierra, el agua de la Tierra, el aire de la Tierra. Lentamente va creciendo, se va desarrollando de tal manera que en un espacio de quizá 10.000 años físicos, ese plomo se transformaría en oro. Lo que hace el alquimista es simplemente ayudar a la naturaleza. Y lo que la naturaleza haría en 1.000 años, el alquimista lo acelera. Coge el plomo y lo lleva al oro en menos tiempo. Es un arte, lo cual quiere decir que no es natural, pero es un arte al servicio de la naturaleza. Por lo tanto, jamás en contra de la naturaleza. Lo que la naturaleza no permite, el arte no lo conseguirá jamás. En el laboratorio sólo puedes conseguir los ritmos naturales, pero si te pones en contra de la naturaleza no lo vas a conseguir, porque la naturaleza es la Gran Señora.

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Por lo tanto, el alquimista es un artista que lleva a culminación la obra de la naturaleza. Por eso, es un hijo de la naturaleza. Ahora bien, si el alma tiene su naturaleza, y es una naturaleza mineral y viviente, es una naturaleza corpórea, si el alma tiene cuerpo enteramente natural, ¿quién soy yo para decidir lo que hay que hacer en el alma? ¿Quién soy yo para decir este dolor hay que sacarlo y hay que poner alegría en su lugar? ¿Quién soy yo para decir esto es un trauma y debe ser evitado? ¿Quién soy yo? ¿No habría que conocer primero la naturaleza del alma? ¿Qué ocurre con ese artista que quiere ir en contra de la naturaleza? ¿Qué ocurre con ese artista que le echa un disolvente al cobre sin idea de lo que está haciendo? No va a sacar oro, no lo va a sacar. Porque no va de acuerdo a la naturaleza. ¿Qué pasa con aquel psicólogo que dice está mal tener fantasías y deseos, hay que curarlo? ¿Sabe ése? ¿Conoce la naturaleza del alma? No, es un psicólogo que cree que el alma es producto de la familia, que cree que el alma es producto de la sociedad, que cree que el alma es estrictamente humana y que el alma se puede cambiar con un poco de destreza. Pero si volvemos a la alquimia, no se debe ir en contra de la naturaleza. Y si el alma tiene minas de sal, tiene que tenerlas. Y si el alma tiene minas de azufre y fuegos que consumen, esa idea de que una vida sana es una vida adaptada donde ya no hay excesos ni pasión, es la idea del problema, no es el alma. Por lo tanto, hay que empezar a investigar el mundo del alma que es muy semejante analógicamente al mundo que nos rodea. Hay lagos en el mundo que nos rodea ¿no? Hay ríos. Claro, hoy en día vivimos en un mundo en que este río me molesta, pues le cambio el curso. Y así va el mundo. A veces los psicólogos y los psiquiatras hacen eso con el alma. Quieren cambiar el curso de un río como si fuera arbitrario y subjetivo, y no han comprendido el papel que ese río juega en la geografía del alma. —No lo pienses, no te preocupes, te daré una flor de Bach para que no sufras. Tienes que ir a ver un psicólogo si lo pasas mal, porque no hay que pasarlo mal. Hay que estar siempre en forma, producir , trabajar ocho horas al día, usar tarjeta de crédito, mirar mucha tele, gritar bien cuando ganan los nuestros al fútbol… No te preocupes, si te preocupas algo va mal contigo. ¿No irá algo mal con las ideas? ¿No será que esas ideas nos impiden reconocer el alma? ¿Y nos impiden reconocer el mundo? Son preguntas interesantes para las cuáles el alquimista tenía una mina de imágenes y de propuestas que hoy resultarían enormemente revolucionarias. Se trata de volver a las raíces, eso es revolucionario. Hoy en día revolucionario no es innovar, eso es la ley del día. Hoy en día ser revolucionario es volver al origen, eso es ser original, mantenerse vinculado al origen. Cuando se ha perdido el origen, las metas se han vuelto arbitrarias. Por eso hablo de que hay que recuperar la Historia. Pero no hay que recuperarla afuera, la Historia vive en ti. Pero no puede caber en tus pequeñas ideas, la niegas, la ignoras, le faltas al respeto. Tienes que volver a tener espacio, tienes que ver cómo las ideas están generando tu existencia. Y verlo no es fácil cuando no se abren los ojos de la Historia. Otra cosa que quería decir. La relación en la alquimia entre personal e impersonal. Son todas ideas nuevas. Macrocosmos y microcosmos, naturaleza-espíritu. Dicho de otra manera, el microcosmos opera dentro del macrocosmos, el macrocosmos está contenido en el microcosmos. No hay naturaleza que no tenga espíritu, no hay espíritu que no tenga naturaleza. No hay nada personal que no sea impersonal. Otra cosa que rompe nuestros esquemas. Decimos: “lo personal es mío, privado, subjetivo, variable; y lo impersonal es común, colectivo, objetivo y verdad”. Pues en la alquimia no. La dualidad personal-impersonal deja de ser una dualidad para ser un reflejo. Y en tu vida personal operan factores impersonales, y en lo que llamas realidad impersonal hay un compromiso personal. Por ejemplo, las minas de sal. Claro, a mí me duele lo que me pasó. Es la sal. Sí, así la vivo yo. No es personal, es anímica. Por lo tanto, tiene muy poco que ver con mi persona, pero sí me da personalidad.Por lo tanto, en mi historia personal hay una raíz impersonal. No es mía. Por otro lado, en ese mundo que vivo como impersonal hay un compromiso personal. El mundo aparece como aparece porque tu compromiso con ese mundo es como es. Y no hablo de compromiso mental, no hablo de compromisos mercuriales, ni mucho menos de compromisos sulfúricos que son los peores. Ojo, el mundo tiene que ser encontrado en el alma. En el elemento del medio, dice el alquimista, ni los azufres ni los mercurios. En la sal. Por lo tanto, tengo que encontrar en el espacio anímico la realidad del alma. Ése es el mundo donde se opera, y se opera dentro y se opera fuera. No hay trabajo afuera en el mundo. Ese trabajo afuera parte de una idea de un mundo afuera que no tiene nada que ver con un mundo adentro. Pero si aceptamos en la alquimia que el mundo afuera y el mundo adentro son el mismo, hasta que no encuentre ese mundo de afuera reflejado en mi interioridad y hasta que no encuentre en la interioridad un mundo que está fuera de mi alcance subjetivo, no hay ninguna operación en el mundo, hay una repetición de esquemas heredados, aprendidos, no visualizados y desgraciadamente literalizados. El otro punto. Los minerales dentro de la Tierra corresponden a los planetas. Los planetas viven, los minerales viven, están arriba, están abajo, están adentro y están afuera. Y los cuatro convergen. No hay arriba sin abajo, no hay adentro sin afuera. No hay afuera sin adentro, no hay abajo sin arriba. Aunque creemos que voy para abajo, mientras tú bajas ¿qué sube? Y

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cuando tú subes, ¿qué queda abajo? Y cuando tú avanzas, ¿qué hay allá atrás? Jorge…sobre este tema hemos conversado varias veces…Y cuando vas para atrás, ¿de qué huyes adelante? Están siempre los cuatro juntos. Y el alquimista lo sabe. El alquimista sabe que cuando caminas hacia adelante, hay un atrás que te condiciona. Y adelante aparece como aparece en la misma medida en que el atrás aparece como aparece. …juego de piscis y el oradorEsta propuesta de yendo adelante atender atrás, yendo para adentro atender afuera, ver en el adentro el espejo del afuera, ver en el afuera el espejo del adentro, de tal manera que en todo momento hay dentro, afuera, arriba y abajo, es sólo posible en el espacio de la imaginación. Hombre claro si físicamente voy hacia adelante no voy hacia atrás. Si subo en un avión físicamente, físicamente no bajo. Pero es que no es físico. No es en el terreno de los cadáveres o de los cuerpos muertos, sino que es en el terreno del espíritu encarnado, un espíritu que habla un lenguaje de ánima, un lenguaje de imágenes, un lenguaje metafórico. El alquimista todo el tiempo insiste en que sólo los tontos leen literalmente. Pero cuidado con literalizar porque te fundirás, perderás tu fortuna y perderás tu vida. El mismo autor en un trozo del libro dice: “y el que haya leído los otros capítulos, y se lo tome al pie de la letra ése va perdido por la vida”. Lo dicen permanentemente, Basilio Valentin, Ireneo Philalethes… Las obras atribuidas a Raimundo Lulio (que no son de Lulio), las obras de Santo Tomás, las obras de Alberto Magno (que no son de él pero se le atribuyen) continuamente insisten que aquí lo importante es lo que se esconde al mostrar. Pero bueno es tan literal que dices si muestra esto es esto. El alquimista ya sabe que no, que el afuera corresponde a un adentro, el adentro del texto. Hay que llegar al adentro del texto para aplicarlo afuera. Pero si no hay una interiorización del texto, sólo hay una literalización. Y entonces te encuentras a gente que realmente cogía cáscaras de huevo y esperaba que la cáscara de huevo literal se transformara en oro literal. Se gastaron fortunas, mucha gente fue a la ruina. Los literales. Esos nunca consiguieron el oro. Porque nuestro oro no es el oro vulgar. Nuestro fuego no es el fuego vulgar. Nuestro mercurio no es el mercurio vulgar. ¿Y de qué están hablando? Ellos dicen, coge el mercurio, y entonces uno va a la farmacia y se compra mercurio. No saca el mercurio de la mina de mercurio interior sino que va a comprar una sustancia externa sin connotación interna. Por lo tanto, si lo de fuera es dentro ¿cómo puedo ver en lo de afuera dentro? Pues tal como está presente metafóricamente, poéticamente. …visita el interior de la tierra…trabaja como mason…