walsh el 37

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a 10 Años de su Secuestro GUILLERMO SAMPERIO EL 37 6 HORAS DE TV PARA LOS MANDELA MAURICIO CIECHANOWER . Núm. 1305 la cultura en I México. D.F .• MEXI O 1 abril de en la cultura ' Su lemento de Siem re! . y un relato de Walsh.· El mejor periodista latinoamericano RODOLFO W ALSH María Luisa Puga: LA FORMA DEL SILENCIO .Un adelanto de su nueva novela TE LEV SA: La doble derrota de los estrategas inédito de )OHN REED: El Día de la Libertad de Expresión 35

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Escrito de Rodolfo Walsh

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  • a 10 Aos de su SecuestroGUILLERMO SAMPERIO

    EL 37

    6 HORAS DE TVPARA LOS MANDELAMAURICIO CIECHANOWER .

    Nm. 1305 la cultura en IMxico. D.F. MEXI O 1

    ~9~~ abril de en la cultura 'Su lemento de Siem re!

    .

    y un relato de Walsh.

    El mejor periodista latinoamericanoRODOLFO WALSH

    Mara Luisa Puga:

    LA FORMADEL SILENCIO

    .Un adelanto desu nueva novela

    TE LEV SA: La doble derrota de los estrategas

    indito de

    )OHNREED:El Dade la

    Libertadde Expresin

    35

  • Guillermo Samperio

    RODOLFO WALSHEl mejor periodista

    latinoamericanoa 10 aos de su secuestro

    por la dictadura

    fuerzos y tuvo que postergar los enfoques analti-cos."1> Cuando el movimiento Montonero se en-cuentra derrotado militarmente, Walsh deciderealizar tales "enfoques analticos" y los turna asu direccin, la cual no los toma en cuenta, o di-fiere de ellos; en todo caso, responde con el silen-cio. Walsh vaticin en ellos cmo el enemigo, laJunta Militar, acabara con el movimiento.Walsh era un hombre muy inteligente y teniagran capacidad analtica; lo demuestran sus tex-tos policiales y sus reportajes periodsticos que al-canzan el rango de grandes novelas y dichas cua-lidades lo podran haber puesto en un nivel de di-reccin; sin embargo, en el partido Montoneroocup un sitio intermedio, como el Cato. Decidio dej que se decidiera, como lo dice su esposa,"el trabajo concreto, cotidiano", es decir un ofi-cio terrestre. Cuando l dese que la guerra delos montoneros fuera modificada radicalmenteen una inteligente retiradaes decir, cuando inten-t "dirigir" el destino de l y sus compaeros, elfracaso ya estaba forjado. Vida y literatura: unapeligrosa correspondencia.

    Ahora bien, si el tema de la degradacin reco-rre la mayora de sus trabajos y llega hasta los l-timos momentos de su vida, atendiendo a una es-tructura ms bien compleja y simplificada en miexposicin, se encuentra otra lnea: de resistenciaa la crisis o de lucha y critica, que es el elementocoordinador, estabilizador, que no permite quela cada sea un desplome rotundo. Esta lnea es-tablece una diferencia con el grupo de Boedo ycon Arlt, ya que ellos tenan una posicin prc-ticamente anarquista fatalista de la crisis, lo queno implica que sus productos literarios sean me-nos importantes. Y, al mismo tiempo, emparentaa Rodolfo J. Walsh con los esCritores del XIX,quienes combinaban el trabajo literario con otraslabores, pero principalmente con la poltica. Si-gamos este elemento estabilizador.

    Los tres relatos policiales de su libro Variaciones en rojo, que mereciera el Premio Muni-cipal en 1953, se inscriben en la ltima etapa tan-to del peronismo como de la poca de lo policialen Argentina. Los relatos son tpicamente poli-ciales; se distinguen de otros, publicados enton-ces, por su calidad literaria excelente, sobre todoen el caso de "La ventura de las pruebas deimprenta" y de "Asesinato a distancia", ste ensus descripciones potico-suntuosas, que luegoaplicar en el ciclo de los Irlandeses, emparen-tndose en el tono, como l mismo reconoce, conla annima traduccin del volumen Cuentos delID soador, de Lord Dunsany.7 Aos despus,Walsh renegar de Variaciones en rojo. Pero meatrevo a decir que existi una superacin, ya quesu experiencia en el gnero policiaco lo llevar aotras posibilidades de escritura y de investigacinde hechos reales que impregnan sus reportajesOperacin masacre (1957), El caso Satanowsy(1958) y Quin mat a Rosendo? (1969), yalgu-nos de sus relatos: "Los dos montones de tierra","Esa mujer", "Imaginaria", "Nota al pie", escri-tos entre 1964 y 1967, adems de su obra de tea-tro La granada (1964). En toda esta produccinsucede algo curioso. Una de las criticas que msse aplica al gnero policiaco que se cultiva en La-tinoamrica es la de que transporta los r,nodelosnorteamericanos e ingleses, lo que limita la crea-tividad y convierte al texto en un mero juego dela inteligencia y la malicia. Ante esta observacinpareciera que estamos condenados a no escribirnovelas policiales, pero aqu entra el aspecto cu-rioso: Rodolfo Walsh comprob que s puedenhacerse estas novelas, pero habr que impri-mirles una profunda modificacin: el gneropoliciaco en Latinoamrica es, en lo fundamen-tal, e1 relato con tema poltico. En ese sentidosurge un modelo nuevo de lo policial, determina-do por el caracter de las policas y los ejrcitos dealgunos pases. El riesgo de esta literatura, desdeluego, es muy grande. Habra que decir que este"nuevo gnero" se emparenta necesariamentecon el periodismo y con el testimonio, oficios del:futuro encarnados en el desastre capitalista y en

    F1orida3 y Sur, vinculan su obra al proceso socialdel pas. Walsh asume el reto de aquella gente yse sumerge en su circunstancia. Uno de sus librosde relatos y uno de sus cuentos se titulan Los ofi-cios terrestres, .. nombre que en mi opinin defi-ne su obra. Este ttulo indica la filiacin literariade Walsh: poco intentar el cuento extrao y fan-tstico ("El soador",I965, y "Un kilo de oro",1967); privilegiar el tratamiento literario de losoficios de la Tierra. Cabe decir al paso que lo an-terior implica ms que nada una descripcin.Walsh, como Arlt, reconoce la crisis, es ms la vi-ve y la lleva en su existencia a partir del desastreeconmico de su familia en 1937.5 Cuando l ha-bla, refirindose a la dcada infame, de angustiay desesperanza est refirindose implcitamente avarios de sus temas. Pero la desesperanza y la an-gustia implican, previamente, una cada, el fra-caso, en fin, la degradacin, especialmente de laclase media argentina. No resulta nada difcilrastrear la temtica de la degradacin en suobra: Mauricio, que se suicida, en "Fotos"(1965); la venganza producida "desde abajo" porel centinela en "Imaginaria" (1965); el inspector,el estanciero y el pequeo propietario, hombressumidos en una especie de fracaso onettiano, en"Los dos montones de tierra" (1964); el traductorde novelas policiales en "Nota al pie" (1967); laderrota que inflinge el celador Cielty al hroeMalcolm en "Un oscuro da de justicia" (1967); ola miseria moral descrita en "La mujer prohibi-da" (1967). Y as podriamos encontrar otros sg-nos terribles de la crisis yel derrumbe. Este asun-to lo emparenta todava ms con Roberto Arlt.Aqu podramos tomar el camino de uno de susrelatos ms acertados: "Irlandeses detrs de ungato" (1965) texto que forma parte de una seriede cuentos sobre nios. Los alumnos del colegioreligioso rlands andan detrs del alumnonuevo, quieren .medir sus fuerzas, la capacidadde Cato para enfrentarse a la comunidad. Vienela pelea entre Cato y uno de los chicos, "fuerte yprestigiado". Aparentemente gana Cato, pero enel fondo gana un sitio dentro de la jerarqua delpoder colegial: el segundo. Los de abajo lo respe-tarn, pero l tendr que respetar a los de arriba,al celador y a las otras autoridades. Triunfopodra llamarse? En todo caso, triunfo y derrota,o sitio en la crisis, ubicacin en la degradacin.Este relato es casi autobiogrfico, como puedecorroborarse en la memoria de infancia "El 37"(1968). Creo, yes a lo que yo quera llegar, quetal experiencia de la vida de J. Walsh, llevada ala literatura, marcar cierto aspecto de su vida.Me refiero a su participacin poltica en el grupoMontonero. Aclaro que no tengo derecho a me-terme en esta cuestin y que puedo equivocarme,pero ya traigo el impulso. En un texto de LiliaWalsh, ella refiere que Rodolfo J. Walsh" ... sehaba entregado de lleno a una militancia queentenda deba ser rigurosa, sin tregua, dados losobjetivos que se haba fijado la organizacin pol-tica-militar a la que perteneca. Es decir, el tra-bajo concreto, cotidiano, ratuiri de todos sus es-

    Bueno, pues, intentar involucrarme con unaobra que est ntimamente vinculada a la vida desu creador y a momentos ominosos de la realidadargentina, cuestin que implica un peligro: serarbitrario en la critica o profanar una existenciaque la Junta quiso sarcofagar. El peligro lo corroy la arbitrariedad tambin, porque mi juicio esms personal que terico, asunto que no me inco-moda porque se abre paso a travs de la admira-cin que le tengo a Walsh desde hace ms dequince aos.

    S, zonas grises de la realidad argentina baanla literatura de Rodolfo J. '"' alsh. Yello lo colocaen una lnea que tal vez l mismo eligi y queviene de las primeras dcadas de nuestro siglo:Roberto Arlt yel grupo de BoedO.1 Al respecto"enel Congreso Cultural de La Habana en 1968,Walsh explic: "Cuando las tierras de pastoreono se pueden ampliar ya ms, empieza ese estan-camiento econmico que padecemos hasta hoy,empieza de alguna manera ]a crisis, que todavano se ve como crisis, pero que Arlt la ve, la intuyede alguna manera a partir de sus primeros libros.Su primer libro creo que es de 1926, El jugueterabioso, y ah ya aparece toda la angustia, todala desesperanza, que va a ser la caractersticaesencial de la dcada de los 30, cuando ya la crisises reconocida por todo el mundo... En 1930 em-pieza, con el golpe de Uriburu, lo que se ha lla-mado la dcada infame 2 La idea contenida eneste pasaje a propsito de Arlt puede ser aplicadatambin al propio Walsh. El autor de Los sietelocos y los de Boedo, a diferencia del grupo de

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  • la crisis del socialismo. Tales oficios, que sontambin los de Walsh, representan el elementoestabilizador y de lucha en su obra. Ya no dentrodel gnero policial latinoamericano, pero en lalnea crtica, se enmarca su obra de teatro La ba-talla (1964), que adems satiriza a un dictadorque muy bien podra ser Somoza, tema queWalsh adelanta mucho antes que algunas novelasque se publicaron despus. Esto sucede tambinen el relato titulado "Cartas" (1967) que capta demanera magistral la crisis postperonista; hacia elfinal, Moussompes, ya en el regazo de la locura, di-ce que no muere sino que volver con los ejrcitosq combatir a los estancieros. Es decir, la crisistiene futuro. Walsh mismo regres con los Ejrci-tos.

    Por ltimo, quiero decir que la filiacin a losoficios terrestres por parte de Rodolfo J. Walshproviene de su actitud frente a su historia: l en-contr sus races en la produccin literaria de supas y en hombres como Bolivar. Esto implica lafiliacin a una memoria labnoamericana, sindesprecir por ello sus vnculos con las memoriasdel extranjero. O sea, Walsh particip en el pro-ceso ~e desepigonizacin, proceso tan vital y.tannecesario para producir una vida y una literaturade mayor profundidad en nuestros pasese

    EL 37

    RodolEo Walsh

    1 Nombre de un barrio de Buenos Aires que, almismo tiempo, fue dado a un grupo de intelec-tuales que cultivaban el texto social y anar-quista. Esta definicin, desde luego, es muy es-quemtica. El barrio era habitado, en general,por la clase media empobrecida y la trabajado-ra.

    2 Tomado de Panorama actual de la literaturaIatinoameri~Editorial Fundamentos, Ca-racas 1971, pg. 266.

    3 Nombre de un sitio del centro de Buenos Aires,dado tambin a un grupo de intelectuales,entre los que se encontraba Jorge Luis Borges.Se trata de un lugar sin problemas econmicos.Esta definicin tambin es altamente es-quemtica.

    .. Los textos que componen este volumen y lagran mayora de los que mencionar puedenencontrarse en Obra literaria, Siglo XXI, M-xico 1981.

    5 Su acercamiento a la realidad, lleva a Walsh aI redactar cuentos de corte altamente coloquial:

    "Corzo" a965), "La mquina del bien y delmal" (1966) y "La mujer prohibida" (1967).Adems, estos relatos tienen otro elemento co-mn: la presentacin del pcaro bonaerense.En otros reportajes, Walsh se acerc tambinal coloquialismo, quiz con un afn de confun-dirse con su pas.

    6 Tomado de Lilia Walsh, "Rigor e inteligenciaen la vida de Rodolfo Walsh", en Controver-sia; Mxico, febrero de 1980, nmero 4, pg.15. . .

    7 Ediciones Dintel, Buenos Aires 1958.

    E l 36 fue el ao de la cada. Empezp con unremate y termin con un xodo, una secre-ta ola de pnico.Mi padre habia tenido la poca suerte de es-

    tablecerse por su cuenta en plena crisis. En 1932dej un puesto de mayordomo de estancia en RoNegro por una chacra arrendada en Jurez y unacasa alquilada en el pueblo. La razn de esa mu-danza ramos nosotros~ los cuatro hijos que sera-mos cinco al nacer mi hermana. Haba que edu-camos: la exigencia, que l acept sin entusias-mo, era de mi madre. En cuatro aos estbamosen la ruina. Ah fue el remate y la mudanza casifurtiva al Azul, donde acabaron con lo que que-daba, el piano, el auto.

    Fue muy brusco todo eso. Apenas tuvierontiempo de. ponemos en seguridad. Mis dos her-manos mayores fueron a casa de la abuela enBuenos Aires; la ms chica se qued con ellos enuna pensin de la calle Moreno; con nosotros nosaban qu hacer. Hctor tena ocho aos, yo,diez. Alguien les dijo que en Capilla del Seorhaba un colegio irlands para hurfanos y po-bres. Nos llev mi padre. Recuerdo el da: 5 deabril de 1937.

    Los cambios fueron tan rpidos, violentos, quehasta hoy me asombran. Todo estaba mal, absur-do, equivocado. La primera dificultad surgi conel vestuario que mi madre haba reunido precipi-tadamente, gastando sus ltimos pesos. La listadel colegio deca "overalls"; ella entendi,compr, mamelucos grises en lugar de guarda-polvos. Cuando Miss Annie, la encargada deldormitorio, nos llam a su oficina, la encontra-

    mos bufando de ira y desprecio junto a las valijasabiertas.

    -Pero qu bruta! -repeta-o Pero quanalfabetal .

    Babeaba, boquita fruncida, anteojos cados enla cara gacha, 10 ms parecido a la vieja de "TMazawattee si la nieta le hubiera roto l$l porcela-na.

    Nunca haba odo hablar de mi madre en esostrminos. Con los aos, la diferencia entre "ove-ralls" y "duster" lleg a ser para m una cuestinsemntica; traductor, acud nuevamente alWebster cada vez que apareci una de esas pala-bras. Por entonces no saba ingls y no estaba encondiciones de probar que la ignorante era MissARnie.

    La segunda confrontacin lleg por la nocheen el comedor. Ah me encontr con el plate desmola destinado por la Providencia a acompa-arme durante aos. Plato de zinc y contenidoinmutable, crculo blanco, desrtico, cubierto deuna tibia costra blanca; salina del alma, podre-dumbre de la caridad en doscientas noches dedesamor idntico. Me negu, no com. Me negula -segunda noche,..y la tercera, la cuartt. Tengoconciencia del rechazo visceral, el hambre ene-miga, la astucia cada vez ms empeosa en loque intuia una batalla. Quiero decir que finga lomismo que estaba sintiendo -nostalgia, desespe-racin-, pero acentundolo, llevndolo a suslmites ltimos, hasta convertirme en un silencioso espectculo, cruzado de brazos ante lo ina-ceptable. A la cuarta o quinta noche me trajeronun plato de caldo con una papa. Quiz no era

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  • siguiente me descubr con el cuerpo lleno de mo-retones. Estas tundas que aplicaba con diversospretextos eran el placer nocturno de Miss Annie.Supongo que sus noches eran tristes cuando nopoda restablecer con la vara de mimbre el impe-rio de la justicia. Era una viejita sdica, mise-rable. Me ro al escribir esto, a treinta aos dedistancia, pero es la verdad.

    Miss Annie no era una excntrica. Tambinpegaban las celadoras y aun las monjas. Recuer-do el swing a la mandbula con que la hermanaMara Angela derrib a Kelly junto al pizarrn,en plena clase. Fue un golpe seco, magistral;aunque tambin es cierto que Kelly era muy chi-co y, quizs, algo flojo.

    Todo esto resultaba, por lo menos, perturba-dor. En casa no me pegaban, salvo algn moque-te ocasional. En Jurez haba ido tres aos al co-legio religioso. All las hermanitas eran italianas,fascistonas, ignorantes, pero nunca nos castiga-ron. A lo sumo nos proponan unos absurdos tor-neos de mortificaciones que debamos ofrendar aCristo. Fuera de eso eran cariosas y casi dulces.Supongo que la diferencia consisti en que aqulera un colegio pago, mientras que en Capilla ra-mos hijos de peones chacareros o desocupados.

    En medio de estas tribulaciones casi no me afli-gi lo que al fin era el desastre ms grande. Yosala de tercer grado en Azul, pero en Capilla nohaba cuarto. Lo natural hubiera sido mandarmeal Fahy de Moreno, colegio de curas que tena decuarto a sexto, pero evidentemente mis padres no

    mejor que la smola, pero lo acept, sent quehaba ganado, yen mi fuero interno me rea de lamonjita rubicunda que presida el comedor. Des-de esa noche fueron ciento nueve platos de smo-la y un caldo con una papa.

    Por debajo de la autoridad haba otras cosas'que dirimir. En los dos colegios irlandeses en quehe estado, descubr entre los pupilos una necesi-dad compulsiva de establecer las escalas del pres-tigio, el valor f la fuerza. Detrs del recibimientoconvencional del primer da, me estaban cali-brando, situando tentativamente en una jerar-qua.

    Supongo que ese orden se heredaba de ao enao, on los ajustes necesarios al recomenzar las 'clases. Yo llegaba tarde, los ajustes estaban he-chos, irrumpa en un orden establecido provo-cando ansiedad, urgencia de saber quin era alfin de cuentas, y as, sin deseo, vine a encontrar-me en guardia frente al chico Cassidy, en el sol

    "Solamente que Rodolfoya no puede hablarmecomo aquella noche en

    que la esperanza parecaal borde de larealizacin".

    Julio Cort~zar

    del patio y el centro del crculo del pueblo, paradirimir ese mtico tercer puesto que l ocupabahasta mi llegada.

    Los dos primeros eran inamovibles. Delamer,grande, bonachn, inofensivo por plena concien-cia de su fuerza: vieja ballena que nadie osaba

    di~utir, y l mismo sin discusiones interiores,patriarca oscuro de once o doce aos. Daleney,38

    que no era un grande verdadero, hechura polti-ca, mitad conjetura, mitad su hermana celadora,muchacha rosada y dulce, deseable as que pasa-ron cinco aos.

    Peleamos pues. Cassidy tena la cara llena degranos, era angustioso pegarle. Pero tampoco ha-ba otra salida. Lo derrot y adquir mi lugar enla escala, que implicaba el derecho de tiranizar oproteger a los menores y la saludable abstencinde molestar a los ms fuertes. Durante el resto delao no desafi ni fui desfiado, pero ocasional-mente un acto de rebelin triunfante pona aldescubierto el carcter semi-mitolgico de nues-tro ranking.

    La verdadera ganadora de mi primera pelearesult Miss Annie. Alguien fue con el cuento, ypor la noche, cuando nos acostamos, vino a micama y me pidi que me destapara. Esgrima suargumento preferido, una vara de mimbre sliday flexible. Me dio una paliza formidable. Al da

    la cultura enMEXICOen la cultura5unlernento ele 5ienllXP~

    Dirw:tor GenerG1: Jos Pags Llergo.Director: Paco Ignacio Taibo 11lef~ th redacdn: Geranio de la Tor~eDUeo: Beatriz Mira

    Redaccin: Francisco Prez Arce.Mauricio Ciechanower. RogelioVizcano.' Emiliano Prez Cruz. Lui~Hernndez. Cosme Ornelas. JorgeBelarmino Femnclez Toro Jess

    Ana~'a Rosique. Andrs Ruiz. OrlandoOrtiz. Victor Ronquillo. Juan ManuelPayn. Hctor R. de la Vega. CarlosPuig, Angel Valtierra, Pilar Vzquez.Armando Castellanos.

    '.

    "Cmo explican estostrituradores del alma que

    el mejor narradorargentino de su generacin

    fuera esencialmente unperiodista".

    Eduardo Galeano

    lo averiguaron a tiempo en aquellos caticos dasdel derrumbe de nuestra casa. Deb repetir y lasclases de la hermana Mara Angela fueron param un largo ejercicio de tedio, salvo sus fugacesexhibiciones pugilsticas.

    Las clases de ingls, en cambio, me entusias-maron. Mrs. T. me inspir un profundo cario.Creo que era viuda y con hijos de los que estabaseparada. Su situacin era similar a la nuestra,un destierro. La reconstruyo como una mujer detreinta a cuarenta aos, de pelo color arena, na-riz ancha, ojos celestes. Una cara nada bonita,llena de fuerza. Tena una innata dulzura, peroexteriormente era spera y burlona. Le parecaincreble que yo no supiera una palabra de in-gls, cuando mi abuela (fantaseaba) no habaaprendido a saludar en castellano. Y aqu sepona a parodiar a mi abuela, sin conseguir unasemejanza puesto que no la conoca, pero contanta imaginacin y verba que resultaba un tipodivertidsimo. Me esforc por responder a sus sar-

    , casmos: en quince das estuve al tope de la clase,en un mes admiti que deba pasar al grado ,si-guiente. Amargo triunfo, que terminaba en la se-paracin.

    Desgraciadamente el cario de Mrs. T. era al-go que estaba en disputa en ese desierto. Supongoque extraaba a sus hijos y los reemplazaba connosotros. Nosotros ramos demasiados. Surgieron

  • preferencias, y de eso un lucha, casi un calco dela competencia por el prestigio, pero aqu yo e.s-taba dispuesto a ir ms lejos, a no conformarmecon imposiciones externas. Mi rival era un chicomuy hermoso, inocente, menor que yo. Se llama-ha O'Neill, un nombre de hroe y reyes, y no sloestaba en el grado de Mrs. T. sino en el dormito-rio que ella cuidaba mientras yo padeca bajo lafrula de Miss Annie. No recuerdo en qu formaviol las reglas del juego, supongo que humillan-do a O'Neill en pblico. La prxima vez que laencontr en el recreo, ella no me habl. Durantedas pas a mi lado como si no me viera. Despusme descubro una tarde encerrado en un aulallorando desesperadamente hasta que entr,_meabraz, me consol como pudo. Era una reeonc~iliacin, pero tambin un final. ~e apart poco apoco de ella sin dejar de quererla.

    Mi nueva rn.a.estra de ingls. Miss Jennie, eul

    crimen, que he olvidado. Mi palomita se precipi-t pe cabeza en el fuego. Dudando tal vez que laleccin moral bastara, Miss Jennie decidi com-pletarla con una leccin fsica. Me hizo extenderla mano y con una de esas largas reJ,!;las negras fi-leteadas de acero empez a golpearme los nu-dillos con ferza, lentitud y mtodo, contandocada golpe. Creo que si yo hubiera gritado, reti-rado la mano, encogido un dedo, el castigohabra cesado. Pero me limitaba a mirarla, y esola sacaba de quicio, la enredaba y complicaba enalgo fatal que deba segur. Cuando dijo "Diez'"y sent el ltimo reglazo sobre la anestesia de losanteriores, la lecci6n estaba completa. Le habiaperdido todo respeto: la historia de la cartulinano era una representaci6n verdadera de lo ocurri-do, era falsa, incluyendo al Cielo y al Infiernoque se prestaban a semejantes patraas. En ade-lante mis relaciones con Miss Jennie fueron suma-

    mente formales, fundadas en la perturbaci6n yen el desprecio.

    Todas estas cosas sucedieron en las primeras se-manas. Eran una iniciaci6n. Despus uno seadaptaba, no incurra en pecados visibles. La fal-ta de ancdotas posteriores, sugiere que me reple-gu totalmente, y el sntoma ms claro de eseaislamiento eS que perd de vista a mi hermanomenor. Me consta que estuvo conmigo, pe.roprcticamente no lo recuerdo ni s las cosas quele-ocurrieron. o hice migos, fui un extranjero.

    Del colegio no salimos en todo el ao, ni si-quiera a conocer el pueblo. All est, inmutable,la edificaci6n chata, la capilla donde oamos mi-sas, los rboles pelados cuyas races hinchaban elpatio de baldosas amarillas donde jugbamos a labolita o la payana, los guardapolvos grises, el sil-bato nocturno de los trenes que volvan a mi ca-sa. 1 o conozco un sonido ms triste que se.

    Un domingo vino mi padre a vernos. Nos deja-ron salir a la quinta contigua, sentarnos en elpasto. Abri un paquete, sac pan y un salame,comi con nosotros. Sospech que tena hambre,y no de ese da. Habl de futbol, Moreno, Labru-na, Pedernera: l y yo ramos hinchas de Rver.Tal vez hab16 de poltica. Era radical. La prime-ra mala palabra que aprend en casa fue uriburu.Despus vinieron otras, fresco, pinedo, justo.Creo que de algn modo las identificaba ya conlo que nos estaba pasando, con el plato de smo-la. Durante un largo rato fuimos muy felices,aunque lo vea apenado, ansioso de que le dijra-mos que estbamos bien. Y, s, estbamos bien.Despus supe lo mal que ellos lo pasaban. En rea-lidad estaba aplastado, no consegua trabajo.

    Un da de noviembre o de diciembre vinieron a -buscarnos. Es curioso, pero no lo recuerdo quizpor haberlo esperado demasiado. Hubo otrasmudanzas, buenas y malas. La felicidad no esta-ba perdida para siempre: s610 haba que tomarlacon cautela, sin quejarse cuando se esfumaba degolpe. Empezaba a probar el sabor de mi poca,y eso era una suerte. Sin ella uno podra deseen.:der al infierno, no ya montado en una palomita,SiDO cargando un asno a la~palda.

    "Un nuevo tipo desociedad y nuevas formasde produccin exigen unnuevo tipo de arte ms

    documental, mucho msatendido a lo que es

    mostrable" .

    Rodolfo Walsh

    una muchacha excepcionalmente bonita y algotonta. Para estimularnos en la vida haba dibuja-do en una gran cartulina blanca el Cielo y el In-fierno: arriba, a la izquierda, estaba Dios Padrecon su barba flotante y los brazos abiertoS; abajo,a la derecha, se desgaitaba Satans entre horri-bles llamaradas. En el espacio libre navegabauna bandada de veinte o tremta palomas pincha-das con alfileres. Se supona que las palomitasramos nosotros; llevaban nuestros nombres ytestimoniaban progesos o fracasos escalando elparaso o precipitndose al infierno. No tard enencabezar la flotilla celestial y tocaba ya los fal-dones del Creador cuando cometi algn horrible

    0-'..

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  • LA DOBLE DERROTADE lOS ESTRATEGAS

    TELEVISA

    Volver a lo que no debi cambiar

    Paro-Ignacio Taibo 1

    mo y se produjeron dimisiones en masa de losavasallados, y tambin una prdida enorme decredibilidad de los nuevos comunicadores.

    A Televisa, de pronto, le haban retirado dostapetes al mismo tiempo, y el suelo temblaba.

    Los humillados estrategas de Televisa han co-menzado a pensar que lo mejor es no cambiar na-da cuando se triunfa. Y ahora tienen que recom-poner el sistema destruido.

    Esto significa, sencillamente, abandonar porel momento el plan de invasin de los noticierosnorteamericanos en espaol y recomponer el no-ticiero de la noche en su canal ms penetrante.

    Pero todo esto no se hace sin sufrir no slo undescalabro emocional, sino tambin mostrar alpoder que todo el proyecto fue un desastre.

    Pocas opciones les quedaban a los estrategas:1. Cambiar el noticiero de la noche, apoyarse

    en la pretendida liberalizacin de la noticia; ca-locar gente detrs de las cmaras capaz de enten-der que los tiempos cambian y que lo que ayerdio triunfos, hoy puede dar &acasos. Hacer uncambio de rostros en pantalla, desarrollar unatcnica al servicio de una televisin ms apegadaa nuestro tiempo.

    2. Mantener a los exportados fuera del pas,empleando su oficio en desarrollar la anunciadaagencia de noticias de TV. Iniciar una nuevaestrategia para convencer a los oponentes de queno se trata de instalar en Estados Unidos un siste-ma de proganda al servicio del estado mexicano,sino de llevar a la comunidad hispana los nuevosaires democrticos que comienzan a azotar a losviejos sistemas corruptos en los pases de Hispa-noamrica.

    3. Volver a poner las cosas como estaban antesde la doble y desastrosa estrategia.

    Curiosamente, esta ltima decisin fue la ele-gida, aun cuando suavizada por maquinacionesque no habrn engaado a alguien.

    El rostro ms famoso de Televisa vuelve a supantalla anterior y procurar aparentar que suretorno se debe a la incapacidad de quienes lo su-cedieron, cuando lo cierto es que vuelve derrota-do en la ms ambiciosa -de cuantas maquina-ciones llev a cabo Televisa.

    Hay que suponer, sin embargo, que todo loocurrido no es sino parte de una guerra total quean no lleg a los extremos que los estudiosos denuestra televisin ya predicen.

    Es ms que posible que poco a poco figuras si-tuadas en lugares prominentes vayan cayendo, osean reinstaladas en posiciones menos esenciales.

    Lo que no aparece posible es que la televisinoficial aproveche todo esto para intentar colocar-se en un nivel que no sea el que ahora parece am-bicionar: ser igual a la televisin comercial en to-do.

    La negada de los vencedores

    La primera sorpresa para los estrategas de Te-levisa fue observar que la teora de que los televi-dentes fatigados ya no opinan, era incierta.

    Creyeron que podran trasladar un noticierode la maana a la noche, sin tener en cuenta laaudiencia diferente y tambin una cierta inerciaque acostumbra al rostro que nos"babla. Estetraslado de un sistema matutino de noticias a lanoche, fue un fracaso y la prdida, de pronto, deciertos rostros sorprendi e irrit a los televiden- tes:

    Al mismo tiempo, nadie estudi un fenmenocomplejo y que resultara fatal para Televisa: loslargos aos de desarrollo del podero, el manejode una riqueza desproporcionada, el triunfoconstante, haban ido creando un comporta-miento altivo en todo el aparato humano del sis-tema.

    Acostumbrados a asustar a secretarios de Esta-do e imponer sus opiniones en el mximo nivel,los especialistas en comunicacin exportados a laUnin americana, no podan, de pronto, cam-biarse ni fingirse.

    En TV no todo sirve para todo

    diencia nacional haba ganado algo en este cu-rioso trueque.

    La doble batalla pareca destinada a crear enel norte un clima de defensa de nuestro gobierno,y aqu democratizar una pantalla que haba per-dido credibilidad. Pero, de pronto, los dos &entesse estremecieron.

    Acaso no se trat tanto de que les molestaraque el equipo mexicano pretendiera impo,ner unalnea ms conservadora y, sobre todo, ms sumi-sa al gobierno mexicano; sino que los latinos quehaban venido manejando los noticieros de televi-sin en espaol en el pas vecino, chocaron fron-talmente con la prepotencia de los recin llega-dos. .

    Es posible que el enfrentamiento no hubiera si-do tan brutal si las nuevas teoras se hubieranofrecido de forma ms hbil. Pero el poder no eshbil, sino despiadado con los conquistados.

    La invasin de los mexicanos ricos debi de serun golpe, no tanto al espritu democrtico de loscomunicadores instalados en las emisoras dehabla espaol, casi todos procedentes de Cuba ytodos, cabe imaginrselos, poco dados al progre-sismo; sino a su orgullo profesional.

    Por lo que se sabe, los nuevos dueos de la noti-cia hispana traan malas costumbres o malos h-bitos para quienes los estaban esperando.

    Los aos de triunfo y de total imposicin deideas y sistemas no facilitan el desarrollo de unespritu comunitario y participativo.

    Los nuevos, de pronto, eran mostra

  • Libros

    Alberto Ruy SnchezLos nombres del aire(-)Mxico, Joaqun Mor-tiz, 1987

    Svia Tomasa RiveraApuntes de abril ()Mxico, UniversidadVeracruzana, 1986(Ficcin)

    41-

    Poeta que no se desgarra no es poeta. ~i1via To-masa todava est a salvo de convertirse en unpersonaje y sigue siendo capaz de tomar el riesgode sus palabras. En los poemas de este libro vuel-ve a la pasin y a la garra que mostr, sobre to-do, en su primer libro: Duelo de espadas.

    El amor, su ausencia en las calles de nuestraciudad, lo mismo que la grandeza del mar y elencuentro de los amantes conforman la temticade los desgarbados y autnticos poemas de unaveracruzana entre nosotros: "vivir en la ciudad!es como un sueo largo/ uno no sabe nunca!cuando va a bostezar/ y empieza a despertar...(VR)

    (donde todo lo que nos dan son chochitos o gotasde informacin casi siempre adulteradas) apare-ce este libro que aborda con objetividad, aunquedesde una perspectiva oficial -que no oficiosa-el tan comentado asunto de los cambios, giros,reformas, viraje o reconstruccin de la Unin So-vitica emprendida por el actual secretario gene-ral del PCUS.

    El primer acierto de Edua~doMontes es el ha-ber abordado periodsticamente el asunto, es de-cir, elimin cualquier pretensin acadmica yerudita, lo que inyecta al texto un ritmo atractivoy eficaz, amn de sustantivo. Por otra parte, elaspecto informativo se apoya en tres entrevistas yun apndice, aunque habra ganado hastantems profundidad, pensamos, si se hubieran in-cluido las "conversaciones con amigos moscovitasy mexicanos residentes en la URSS" que mencio-na Montes, y tal vez una mnima "investigacinde campo" con el ciudadano comn. (02)

    Relato lnguido e insensual (paradjicamente),de prosa aliada que por momentos se contaminade un lirismo prescindible si de estructura narra-tiva estuviramos hablando, pero... no nos atre-vemos a ~nto; ni creemos que haya primado estainquietud y objetivo en Ruy Snchez. El textotiene secuencias bastante logradas, principal-mente lo que son historias dentro de la historia (yque por contraste ponen de relieve la fragi}dad ycasi ausencia de esta ltima) y dos o tres momen-tos de la protagonista.

    Tensin, intensidad, tramado y malicia seranlas grandes ausencias de este relato que agustinla-rescamente

  • A MANERA DE INDICE..

    LA CASA

    Slo cuando haba ciclones cerraban esapuerta -plegadiza de persiana. Tres ba-tientes de cada lado. O a lo mejor siemprepor la noche, no me logro acordar. Los nios nose fijan en esas cosas. La noche es la cama y todolo que se piensa mientras llega el sueo. Ese da,no obstante, haba cicln, la puerta estaba cerra-da en plena maana y yo, luego de haber estadoen cama no s cuntos das por el sarampin,haba recibido permiso para levantarme y andarpor la casa.

    Era Acapulco, 1950, 1951. Miguel Alemn erael presidente de Mxico entonces... Tena yo unosseis... siete aos; mi hermana todava tartamu-deaba -lo que era irritante- y mis dos herma-nos mayores me deslumbraban porque eran hom-bres.

    -Andar por la casa -dijo mi madre-, y mu-cho cuidadito con salirte a la terraza.

    La lluvia chicoteaba contra el mosaica. Las lu-ces estaban encendidas. No me acordaba cmoera todo en la asa; tantos dias oyndola existirdesde mi cama, imaginndola sin m. Extran-dome. La figura de mi madre me pareca muy al-ta, ancha y severa cuando me alzaba la cara porla barbilla para repetirme: no vayas a salirte a laterraza. Me tapaba la visin que estaba a puntode tener: la sala, el comedor, el aparato de radiotan grandote y pesado. RCA Vctor. Tenia ganasde irme a ver en el espejo de cuerpo entero quehaba en el cuarto de mis padres. Cuando nos ser-van panecitos fritos con la sopa de habas, corraa ese espejo para tratar de verme el sonido cra-queante que hacen cuando uno los mastica. Ima-ginaba ahora que iba a poder ver mi ausencia dela casa. Ver, sobre todo, la terraza con su balan-cn gris en el extremo izquierdo. Afianzndonosdel tubo que sostena el toldo, un pie en el asiento .y otro en el respaldo, jugbamos a ser cobradoresde camin. En muchos das no haba visto todoese espacio para correr; me impacientaba mien-tras mi madre me acababa de alisar el pelo cho-rreante an. Repitiendo: no se te ocurra salirte ala terraza.

    Abata comprendo que tanto espacio vaco sedeba a los problemas econmicos que mi padretuvo siempre. Pero si hay que comer, un nio esfeliz con lo que sea, de manera que tan mal no es-tbamos, y para m la terraza con las dos jardine-ras que flanqueaban la entrada era el paraso.

    Tambin quera ver el hotel que haba enfren-te. Ver si haba turistas, para impresionarlos. Se-gn yo los impresionaba con mi agilidad, con miaire misterioso, o con frases que sonaban bonito-que no podan or, ya que estaban lejos, y tam-

    Un adelantode su novela

    MARIA LUISA~ PUGA:

    LA'FORMADEL

    SILENCIO42

    poco entender, ya que no eran mexicanos, pero,segn yo, se fijaban de inmediato en m y queda-ban marcados para siempre. Segn yo, yo era es-pecial. Segn mis hermanos, era recogida.' Noera posible que fuera tanto ms morena que ellos.y adems fea, aadian.

    Era delgada mi madre, o gruesa? No recuer-do. Se muri tres aos despus de aquel cicln.Era una presencia que tena que ver con esa' reali-dad que yo estaba descubriendo. La sombreaba,la haca clida, emocionante y bonita... o la im-'peda, como en ese momento en que de pie, en elquicio de la puerta de mi cuarto, me tapaba lasala. Ysus palabras producan apenas un viente-cito sobre mi cabeza. Su tono me sobresaltaba le-vemente, pero como que no tena que ver conmi-go, si yo apenas me haba levantado.

    No es cierto que cuando uno estaba enfermoreciba un trato muy privilegiado? El pap traaregalos: lapiceros transparentes o cuadernos parailuminar. Los hermanos bajaban el tonito; se aso-maban como azorados e intentaban ser amables.En la comida venan siempre sorpresas y no tenauno que comer betabeles nunca. Ni poros. Mu-cha gelatina, eso s, y cario un montn.

    Lo hacan a uno sentirse importante y medioheroico. Especial.

    Por eso en cuanto mi madre se quit de enfren-te, me fui derecho a la puerta que daba a la te-rraza. No bien haba puesto la mano en la manijacuando sent el coscorrn. La mir sin palabras,extraada, dolida. Yante su reclamo: No fue loprimero que te dije?, sent la spera forma del si-lencio. Esa vez fue spera.

    ACAPULCO

    L a leyenda cuenta que una tribu yope quese haba establecido en las inmediacionesde la baha se ve atacada por otra de ori-gen nhuatl, que los derrota y los obliga a huir.La tribu nhuatl era nmada, por lo que transi-toriamente se establece en el lugar que arrebata-ra a los yopes. Durante su estada en la cuenca dela baha nace Acatl, hijo del jefe de dicha tribu,quien lo encomienda a la proteccin de Quetzal-catl. Los nmadas abandonan el lugar que ocu-paran, en busca de otros sitios de caza. Trans-curren los aoS'}' Acatl, con el consentimiento desu padre, parte en busca de su futura esposa, y ensu peregrinar llega al sitio donde se encontrabauna tribu y se enamora perdidamente de Qui-huitl, la hija del jefe, sin saber que perteneca ala tribu yope que su padre haba derrotado.

    El padre de Quihuitl, pOI: el odio y rencor quetena contra el padre de Acatl que 10 haba expul-

    sado de las inmediaciones de la baha, niega elpermiso para los esponsales y maldice a Acatl, in-vocando a sus dioses para que lo hechicen. Acatl,entristecido, llega al refugio donde haba nacidoy dando paso a su desusin, sin saber que conello se rompa el hechizo, llor tanto su amarguraque las lgrimas incontenibles de sus ojos hume-decieron su atltico cuerpo, que POCO a POCO sefue deshaciendo, derritindose completamentepara convertirse en un charco de lodo; no de san-gre. .. de ah, como hijos suyos, brotaron unoscarrizos.

    Quetzalcatl, furioso por el dao que le ha--ban ocasionado a su protegido, castiga a los yo-pes en la persona de Quihuitl, convirtindola enuna nube. Una tarde, la nube penetra por la bo-cana a la baha y, habiendo localizado lQS carri-zos, hijos de su amado Acatl, la fUria y los celos lainvaden, por lo que se arroja sobre ellos en formade tromba, destruyndolos y arrasndolos paramorir en el lodazal y fundirse en Acatl, compar-tiendo as su destino.

    LA ESCU~l'EZ

    Sin adornos. Sin ambages (qu es ambages?).Siempre tiene que ser en plural y quiere de-cir rodeos o caminos intrincados. Rodeos depalabras o circunloquios. Siempre me ha resulta-do una palabra de tono ocre y un poquito abolla-da. En fin. Le dije a Juan que 10 que me caa biende l era su escuetez. Su total y absoluta escuetez,que corno tal no est en el diccionario, pero no lehace. Y me respondi: Pues qu lo. Casi todo noes ms que palabras, y stas se organizan a volun-tad. .

    De acuerdo, pero hay de organizacin de pala-bras a organizacin de palabras. Vamos a ver...

    JUAN

    C amina muy erguido y muy viendo defrente. Rarsimo que "eche una ojeada" alos lados o para atrs. Si la conversacinno le interesa, es paciente, se deja estar lJ,usente,fija la vista en un punto indefinible que al cabode un rato uno percibe corno tDel en el que Juanestuviera dormitando. Si la conversacin le irri-ta, se va. Da la media vuelta y se va. Aun si l esel interlocutor. Le irritan sobre todo las conver-saciones con fondo moral o ideolgico. Esas don-de se emiten juicios. No s, dice lacnico cada vezque se le pide una opinin en esas circunstancias.

    Esto es 10 que me pareci cuando lo conoc: so-berbio, pedante, egosta. Mata niitas en los bos-ques, de ah su aire de gran bondad. Frustrado.Fracasado.

    Un da sospech que a 10 mejor no. Lo invitala novela y acept.

    DISTRITO FEDERAL

    O desamor, podra haber puesto comotitulo. Distrito Federal, nombre imper-sonal y fro, pero sobre todo ambiguo.Los provincianos que llegan a l tienen que dejaratrs sus costumbres clidas, sus tonos, sus gestos,sus afanes incluso. Su identidad, en una palabra.

    El desamor. No el no amor. Porque amor s sepuede sentir por el D.F., cuyo ~o: Dfe, esbastante lindo. Cuyas calles son entraables bajcierta luz. Cuyas esquinas no se olvidan nuncapoI ms que las rebanen los ejes viales, las depen-dencias del PRI o los ljoscos de la SEP, esos queestn siempre Cerrados ,,-vn l.'1Ildado.

    Un amor, sin embargo, que se apart; se reco-gi en s mismo a la espera de que 10 amado vuel-va a sus cabales. Una nostalgia trepidante que,como todas las nostalgias, hay que poner ecuni-memente a un lado para seguir viviendo. Unaforma amistosa de humanidad, no heterognea,pero posible, bienhurnorada, que al convertirseen abuso se volvi irritante, agresiva... humillan-te.

    Una ciudad que uno ama y odia. Una ciudad

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    Atencin:Una seccin adicional

    de cuatro pginas de publicidad en coloresno ha sido escaneada.

    Aunque hay un lapso en la paginacin,no falta ningn texto.

  • que no es ciudad, pero s el pasado de todos no-sotros y nuestro irremisible presente. El caos quehay que enfrentar para que no nos mate.

    EL PAIS

    L a primera vez que tuve conciencia de estapalabra fue cuando por c~iripadame die-ron un premio en la escuela. Estaba encuarto de primaria, en ~capulco. Haca calor yla maestra -cuyos blusones eran desesperada-mente parecidos- se paseaba de arriba abajopor el saln, hablndonos de Espaa. La claseera de historia. De repente, interrumpindose enseco, nos mir acusadoramente y lanz una pre-gunta. No recuerdo cmo la formul. S meacuerdo de que no la entend, como tampoco es-taba entendiendo la clase. Pero de entre ese espe-so y montono rumor que eran sus palabras, al-gunas, como piedritas, se me iban quedando enla conciencia. Alc la mano y dije: visigodos.Correcto. Y me entreg el lbum de estampitas.Monografas eran. Cuatro estampas por lnea.Cuatro pases por pgina: mapa, historia, escu-do, bandera. Cuatro estampas hacan un pas.Cada pas era distinto. Las estampas se compra-ban en las tiendas. Las tiendas eran todos aque-llos locales en donde se venda lo que a uno le in-teresaba: dulces y estampas. Juguetes pocos, yaque stos, por ser ms caros, se vendan en otrotipo de negocios. Las tiendas, pues, eran las mis-celneas.

    Con las estampas venan unas bolitas de chicle.Abrir la bolsita, meterte el chicle en la boca y,

    balancendote en ambos pies, ver: la tengo, no latengo, la tengolatengola tengo. No la tengo.

    Cuando me toc la primera de Mxico sent:yo. Yo. Soy yo. La bandera de los desfiles, de loslunes antes de entrar a clases, de los eventos de-portivos. La bandera de las composiciones: "Ban-dera querida, bandera adorada....., que tena yno tena que ver con uno. El guila del escudo.

    y luego comparar: la bandera de Alemania, lade Mxico, la de Birmania, la de Mxico, la deSuecia, la de Mxico. Nunca me ocurri desearque la mexicana tuviera otros colores, otro dise-o. Era, punto, y yo era mexicana, aunque lahistoria de Mxico comenzara en la escuela conun "Al llegar al Estrecho de Behring.. .", y a par-tir de ah ya no tuviera nada que ver con uno.

    YO

    E l horror a una confrontacin con uno mis-mo. El penoso esfuerzo por reconstruiruna historia propia de la que el noventapor ciento no tuvo nada que ver con uno. Y des-pus reconstruir la historia de cmo luch' unopor apropirsela y se qued con la certidumbrede que nadie, ni uno mismo, pudo nunca. Esashistorias del yo son siempre recuentos de la victi-mizacin de la que uno ha sido objeto. De laenorme incomprensin que ha tenido que sufriruno siempre. Y todas las victimizaciones, todaslas incomprensiones han sido, son, equivalentes.

    Un yo que en la relacin afectiva, por ejemplo,se dice ilusionado e ingenuo, con la confianza depor fin estar siendo escuchado, entendido y, so-bre todo, amado.

    Un yo mexicano, pues, por qu no, si aqu nostoc vivir y no es grave, como dijo Carlos Fuen-tes; un yo que camina al pie de los murales de Ri-vera y Siqueiros, por el zcalo, por el museo deAntropologa, por la Avenida Reforma. Que viveen la colonia Agrarista, que visita las pirmides opasa por el arco del monumento a la Revolucin.Que desde la carretera contempla la implacable 'extensin del D.F., o que se pierde entre la multi-tud de la terminal Taxquea. Que recorre 36 ho-ras en camin para llegar a su ciudad de origen, oque se pasa cuatro atorado en el perifrico de laciudad.

    Un patritico yo que aprendi a cantar el him-no nacional desde nio, y supo de Morelos, de laCorregidora, de don Miguel Hidalgo. Que lleg a

    ser el titular fulano del pasaporte nmero tal, cu-ya pertenencia le garantiza una nacionalidad ytodas las prerrogativas que sta confiere.

    Y, claro, los deberes tambin.Pero que en cuya cara azotan a diario los malos

    humores de nuestra organizacin social. Que aveces cae vctima y desaparece de la faz de latierra sin dejar rastro: quemado, aplastado, desa-parecido, o sencillamente no tomado en cuentaall, en su cerro, entre su basura.

    Ese yo que aparece en cualquier parte de laRepblica, en cualquier pasaje, en cualquiercurva de la carretera.

    Un yo que supuestamente vota, no, Juan?-Hmm.

    LA NOVELA

    U na novela puede ser una manera de poner-se en las cosas para entenderlas, para re-construirlas o reorganizarlas. Para, recor-darlas o conjurarlas. Es una manera de ser quedura lo que dure esa novela. Exige cosas que a lomejor uno habitualmente no hace. Imprime cu-riosidades y percepciones especficas (que se re-cordarn luego como una etapa pasada). Desataun lenguaje propio, cuya direccin uno no tienems remedio que seguir para ver qu ha sucedidoen esa escritura.

    Claro que adems existe U:la intencin propiade construir algo especfico, y con tenacidad yobsesin muchas veces se logra. Pero lo mgicode la novela como gnero es que es como si unoescogiera un pedazo de la realidad para acercr-selo y verlo de a poquito, y al hacerlo uno estmoviendo, alterando algo que yace invisible, co-mo dormido, y que al ser despertado se levanta yhabla... o se pone a existir, como se prefiera.

    Hay novelas en las que ese algo se desperezaamodorradamente para acomodarse en la con-ciencia de quie~ escribe. Hay otras en las que loque sucede es que, sin querer, se ha desatado unafuria inquieta y vehemente. Una burla a veces, ouna \ernura. De antemano no se sabe nunca, ytodo puede suceder. Por eso el novelista es comoun mago ciego, que a su paso tanteante va encen-diendo luces y titilaciones que no puede ver.

    Cuando escrib mi primera novela (que nuncatermin), pensaba que de lo que se trataba era deescoger una estructura que a uno le gustara yluego, simplemente, llenarla con historias pro-pias; con tonos propios. Muy parecido a la mane-ra en que uno alquila un cuarto. Este ha sido vi-vido por muchas vidas anteriores, cada cual muyespecfica. En ese silln se han apoyado mil cabe-zas para pensar en mil cosas. Ahora le va a tocar'a uno. Si con un~ ,de suerte el cuarto es lim-pio, casi casi se siente un desafo juguetn: a verqu sabes hacer t; yo ya he visto muchas cosas.Si, por el contrario, es medio srdido, lo nicoque ofrece es el lado ruin de la condicin huma-na: lo que de muerte van dejando los otros a supaso.

    De manera que tom Contrapunto, de AldousHuxley y, colocndomela muy de frente, muy

    bien abierto el libro y derechito, proced a hacerla adaptacin del primer captulo. Era cosa de irbuscndole equivalentes a todo: desde el paisajeyel clima: Londres - Distrito Federal (aunque enesos aos no haba todava metro), hasta los per-sonajes.

    Difcil asunto.Haba cosas en las que se poda lograr una si

    metria perfecta: las parejas, los solitarios, losviejos. Pero qu arduo encontrar la equivalenciaen las situaciones, en las preocupaciones. Vistos ala luz de Mxico, los personajes resultaban si nobobos, lujosos hasta la irrealidad, y sus afanesuna monstruosa prdida de tiempo.

    Al esforzarme porque mis personajes se preo-cuparan de lo suyo, se me disparaban en direc-ciones tan opuestas a la que marcaba mi novelamodelo, que los dejaba a medio camino para intentar meterme por otro ngulo. No entenda porqu si la novela modelo me haba calado tanto,me resultaba imposible hacerla real en Mxico.Ac nadie tena esa obsesin por el individualis-mo, por ejemplo. Si pona a dos de mis personajesa discutir, el derecho a la libertad interior, diga-mos, y simultneamente trataba de llenarlos depaisaje, de ruido cotidiano, de transentes perci-bidos al pasar -de reojo, como dicen-, era tanarrasador e incontrolable lo circundante que,cuando me daba cuenta, tanto ellos como yo mi-rbamos boquiabiertos la calle.

    Pero, me recordaba, no tengo que hacer unanovela igual, qu chiste. Quiero hacerla equiva-lente: O sea, la equivalencia entre un londinensey un defeo. Hyde Park y el parque de Chapulte-peco Por qu no? Un londinense y un defeo sonhumanos ambos, con pternas y brazos. Yen el ca-so de los parques tambin es lo mismo: pasto, r-boles, bancas.

    Me fijaba entonces en los dilogos de Contra-punto que transcurren en un parque, y luegoprocuraba imaginarme uno en Chapultepec (enel bosque viejo, en donde uno encontraba tantoespaol viejito aorando la madre patria, o lasparejas de novios muy abrazados, o los nios ensus bicicletas). En el parque en Londres habra lomismo: nios, parejas, viejos tristes...

    Pero no, no se poda. Algo distraa inevitable-mente la atencin: una irregularidad que Con-trapunto no destilaba. Una falta de homogenei-dad. En Londres todo era parte de un todo -consus diferencias, sus seres'infelices, feos o ruines.Sus personajes maravillosos, bellOs o elegantes.

    En el D.F. habia lo mismo, pero como en mu-chos niveles. Del ms rudimentario al ms sofisti-cado, y no se integraban. No eran un todo. Erantan distintos todos que no coexistan, sino que es-taban contenidos en un mismo espacio muy alazar.

    El viejito' esp(lol en Chapultepec no era unviejito simplemente, sino un viejito espaol quelloraba por la Guerra Civil. Y el viejito mexica-no? O pertenecfa a la clase acomodada y no sesentaba solo en un parque, o pertenecia a la desa-comodada y mendigaba. ,

    No se poda, no se poda...

    LA CRISIS

    Se desestructuran las cosas: la pareja, la fa- 1milia, la-sociedad, el pafs. Se viene abajotodo en un torrente de palabras intiles, ca-da vez ms especializadas; ms secas e in-comprensibles; ms ajenas al sentir humano. Enlos aos cuarenta la segunda guerra sacudi almundo. En los cincuenta el plstico lo llen deesperanza. En los sesenta fue el amor. En los se-tenta la muerte hizo nuevamente su aparicin. Y en los ochenta la crisis. Las palabras suenan a ya,dichas, ya probadas, ya fallidas. El ser humano lsigue igual de vulnerable que siempre. I

    Las madres dicen sensatas: as est el mundo:patas parriba. Los padres hablan de la ineficien-cia de los gobernantes y l~ hijos sienten que ellosson los nicos que se dan cuenta de que la vida esuna mierda .

    47

  • PARTE DE MI ALMAWinnie Mandela

    HARRYBELAFONTE

    Seis horasde televisin

    para losMandela

    Ha eatado presente o ha hecho llegar su apoyosolidario en innumerables oportunidades: iuntoa Martin Luther King, en los inicios de MiriamMakeba y su lucha contra el aparthed, a la parde Nana Mouskouri en la triste noche de los coro-neles griegos, en el proyecto ambicioso de "SOmosel mundo", o en las distintas campaas contra elhambre, en su &todos Unidos natal, a nivel in-ternacional o regional. Firme en la brecha, siem-pre se ha contado con l.

    Harry Belafonte, el intrprete y rescatador degran parte del folklore caribeo, anda metido enotra empresa de no menor envergadura: la reali-zacin de una miniserie televisiva, de seis horasde durac6n, destinada a rescatar la personalidad-rica y apasionante- de los esposos Nelson yWinnie Mandela.

    Rica y apasionante personalidad signijicQ tam-bin, en buen romance, la historia de esta parejaen trminos desgarradores, de lucha y sacrificioconstante, de permanente riesgo y acoso, de unsin fin de inconvenientes, casi podra decirse quecotidianos.

    El cantante norteamericano, como tanta otragente, ha confesado la profunda conmocin quele provoc la lectura del libro de Winnie "Parteile mi alma", mismoen el que tienen cabida loscapitulos ms conmovedores de la vida de ambosprotagonistas, muchos de ellos signados por in-terminables periodos carcelarios o de los procesosprevios conducentes a la prisin.

    Es en base a esta obra que Belafonte se ha1l4preparando esta produccin, contando con la ac-ttuJCn de Sdney Poitier en el papel de NehonMandela, Jane Fonda en el de Mony Blackbum, .quien juera dirigente del Block Sash, un movi-miento de mujeres blanC08 en Sud6frlca.. las quese han unido para oponerse al sistema del apar-theid. El personaje de Pieter Botha, es muy pro-bable que sea interpretado por Marlon Brando, yan no 8e hallaba resuelto quin protagonizara aWinnie Mandela.

    La mayora de las figuras convocadas por Be-lajonte, que generalmente perciben fabulosos ho-norarios, se han romprometido a trabajar por ci-fras exiguas y casi simblicas, tratndose deestrellas como las que se han mencionado. Con-viene arotar que, antes de emba'rcarse en esteproyecto, Belafonte roA8tllt6 con los espososMandela y tJtos le dieron su aprobacin. La ma-yor parte de las locacione3 seleccionadas se hallanen Africa y, dentro de ella, en Zambia, donde elpresidente Kenneth Kaunda prometi su colabo-racin.

    El realizador y cantante ha expresado que nose1rllta solamente de una muestra ft1mica de cor-te poUtico, sino que tambin habr de abordarlos aspectos humanos e inhumanos de la vida ba-;0 el aparlhed, osi romo de una historia de amor.tan projundo como la de Nelm fJ Winnie, ubica-da en el marco del brutal contorno~.

    Mientras aguardamos la culminacin de estaminiserle de televlsi6n, las &eis horas que debernraumir innumerables sU1uJciones protagoniza-d4I por los Mandela, ofrecemos varios tNlrrKM ro-mo adelanto del libro "Parte de mi alma". M~chas de estas porciones, seguramente, habrn detran8formane en~ del filme dirigidopor Belajonte.

    E l ltimo da del juicio de Rivonia el estadode nimo era absolutamente extraordina-rio. La atmsfera en el tribunal era extre-madamente militante, aunque por supuesto ha-ba lgrimas por todas partes, pero no lgrimasde desesperaci6n. Hubo canciones y consignas delibertad. "Apoyamos a nuestros lderes", "Abajoel racismo". Recuerdo a Alan Paton hablandopor la mitigaci6n de la sentencia. Era tan since-ro, un verdadero colega poltico; nunca lo olvi-dar por eso. Esperbamos que los hombres fue-ran sentenciados a cadena perpetua -conoca-mos las leyes-. Ellos no podan correr el riesgopoltico de colgar a la direcci6n: los nimos esta-ban tan caldeados y la presi6n internacional eratan favorable que el pas hubiera ardido.

    Pero por supuesto, trajo como resultado unsentimiento de desesperaci6n.. Sabiamos quenuestros lderes se iban, y cun difcil seria re-agrupar y reorganizar la resistencial Cuando unalucha es clandestina, significa un nue.o patrnpara la propia vida y un nuevo concepto para laperspectiva y pensamiento poltico del pueblo. Esmucho ms dificil concientizarlo en esas condi-ciones. Sabamos que nos esperaban tiempos ho-rribles,

    Ese ltimo da del juicio fue una expresi6n dela determinaci6n del hombre negro de obtener sulibertad.

    Una de las cosas ms inolvidables fue la inter-pretacin de canciones de libertad y del HimnoNacional -"NICosi Slkelel'i.-Afrika"- como de-mostraci6n de buena voluutad para nuestros li-deres. Durante aos ellos han confirmado que esetipo de demostracin signific mucho para ellos.Cuando se va a prisin, se tiene que extraer inspi-raci6n del recuerdo que se deja' atrs, y el estadode nimo de Nelson y sus compaeros ha seguidosiendo ~ejo del que rein6 ese da. All supimosque obtendramos nuestra libertad. Y que staera una de las fases temporafes por las que tena-mos que atravesar. Pero haba que admitir quefue un terrible revs para nuestra lucha. Fuimosall resignados; sabiamos que regresarlamos sinnuestros esposos o hermanos.

    Zindzi tema cuatro aos y Zeni cinc:o. Yo las

    - .:......... ............ ~....

    sujetaba, despus que su padre y los otros hom-bres haban sido considerados culpables. Esper-bamos afuera, hasta que ellos fueran llevados a laPrisin Central de Pretoria, para decirles adis,por ltima vez. Haba miles de personas. No eraposible que los familiares se acercaran a los acu-sados. La gente trataba de empujarnos al frente,para poder tocar las manos de los acusados porltima vez. Era desesperanzador. Estbamos enmediodeestagran multitud.Yo tena cogida aZenipor la mano y Zindzi estaba en mis brazos, cuan-do alguien me toc el hombro, y qu vi? Era unpolica alto, miembro de la Dependencia de Se-guridad, que dijo: "Recuerda tu permiso. Debesregresar a Johannesburgo a las doce en punto".All estaba yo con mi pueblo, cantando el HimnoNacional, y este hombre, con su mano en mihombro, recordndome que tena que estar devuelta en Johannesburgo. Todo lo que pude ha-cer fue ignorarlo. No te imaginast El ltimodat Mi esposo sentenciado a cadena perpetua yyo tengo que pensar en trminos de permiso Yenla hora del da.

    Si lees los expedientes del tribunal de la poca,puedes ver la menci6n sistemtica de mi nombrepor parte del gobierno: las preguntas sobre todala gente con la que yo tena contactos.

    Peter Magubane, el fotgrafo, por ejemplo, nofue confinado porque fuera un riesgo de seguri-dad. La idea era que l DO se pudiera comunicarcon nosotros, y por consiguiente, no pudiera ayu-dar a los nios. La razn por la que Magubanepas mucho tiempo en prisi6n fue sencillamenteporque le dio mucha ayuda a las hijas de Nelson.

    Su relacin conmigo fue presentada como pol-tica, pero la verdadera razn era castigarlo poreso, en forma tal que nosotros sufrirams indi-rectamente. Eso es lo que les han hecho a todoslos que han venido a darnos ayuda. Ni la abuela-Helen Joseph- sufri6 tan malignos ataquesantes de que se vinculara estrechamente a noso-tros. Esos ataques aumentaban y se hicieron msy ms insoportables a medida que yo me acerca-ba a ella y la trataba como una madre, que con eltiempo fue para m. Ella sufri mucho. Simple-mente es un ejemplo, pero esto le ha .ocurrido atodos los que se acercaban a nosotros.

  • y lo primero que quiere hacer NeIson cuandosalga de la prisin, es viajar al campo para ver asu pueblo, para ver las montaas y respirar elaire fresco. El amor a su cultura, el amor a sustradiciones, el amor a ese pas es muy fuerte yverdadero. Est trabajando para liberar a supueblo porque lo ama mucho -recuerda a uncomerciante a quien estaba acostumbrado a com-prarle cuando nio, en la pradera del Transkei-y entonces est ese ro lleno de rboles que ellosllaman Kei, alIado del cual l se sentaba y medi-taba con los ancianos. Extraa todo eso, terrible-mente. Para l, liberar a su pas sera reconquis-tar ese sueo, verlo como lo vo cuando nio.

    Se le permiti cultivar en la isla, la nica cosaque podia hacer en una forma relajada. En unaocasin, NeIson me escribi una carta sobre unapequea rama de un rbol. Puede escribir un li-bro completo mirando esa ramita. Tena unascuantas plantas de tomate, e inadvertidamenteda a una de las que quera mucho. Escribi doscartas (no te puedes exceder de las 500 palabras).La primera carta de 500 palabras no fue suficien-te. Describa la belleza de la planta de tomate,cmo creca y creca, cmo poda darle vida por-que la cuidaba, y cmo sin darse cuenta la day sus sentimientos cuando muri. La sac de latierra y lav sus races y pens en la vida que pu-do haber tenido.

    No IJle puede escribir de poltica. En cartas ro-mo esa, puedes imaginar lo que siente sobre cier-tas cosas. Se puede .comparar eso con un nio quecrece en una situacin poltica como sta: en laque uno, como padre, le da todo lo que puede,cuida esa vida, la gua hasta una edad determi-nada, y despus ves cmo es segada por circuns-tancias ajenas a ti, a los sentimientos de padre. Sepuede comparar esto, por ejemplo, con el asesi-nato de cientos de nios, en 1976. Si l me hu.-biera escrito sobre eso, no hubiera recibido lacarta.

    En los tribunales blancos nunca suplicamosque se mitigaran las penas impuestas, sin que im-portara cun cortas o largas fueran, pues estoreducira la moral del pueblo. Yde cualquier for-ma, no puedes pedir una mitigacin si eres verda-deramente inocente y los que te acusan son losverdaderos criminales.

    En los tribunales superiores nos iba bien, perosiempre tenamos que batallar en los inferiores.Era por eso que siempre me senta muy mal. Esdifcil ganar una causa abiertamente en los tribu-nales regionales, o magistraturas. Siempre estabaen la espera de una sentencia. Te parece que sien-tes el aire caliente que viene de las narices delmagistrado y ests respirando vahos de hostilidadque te consumen, mientras te encuentras en elbanquillo de los acusados.

    En realidad, no recuerdo ningn tribunal infe-rior que no me encontrara culpable, exceptocuando insult al Sargento Fourie. La irona deesto est en que por las cosas que no he hecho, hesido considerada culpable, y por la nica cosaque hice para satisfaccin de mi corazn, no fuiconsiderada culpable.

    Un da, el Sargento Fourie vino a mi casa enOrlando, entr sin tocar, puso su mano en mihombro y murmur6 en afrikaans algo sin sentido,que yo no entend. Pienso en realidad que las per-sonas no planifican cuando van a matar. Si yohubiera tenido algo en mi mano, en ese momentoespecfico, podra haber matado a ese hombre.Qu falta de respeto! Qu intromisin en miprivacidadl Yo estaba en mi cuarto; y tena la sa-ya medio levantada -cielos!- y entr as, no seretrajo y dijo "permiso". Me vio parada en esaposici6n, en el cuarto, y continu como si yofuera un mueble! IYpuso su mano en mi hombrol

    Yo no se como ca sobre su cuello. Todo lo que re-cuerdo es que lo agarr, y lo tire contra el piso,que es lo que se mereca. Lo recuerdo con laspiernas levantadas al aire, gritando, y el armariocayendo sobre l. As fue como se rompi elcuello (despus se recuper). Yo no saba que lamitad del ejrcito estaba afuera. Me llevaron enun carro -seis de ellos- con una media puesta yun zapato. Fui as a la prisin!

    All dijeron que yo me resista al arresto. A Ce-orge Bizos, nuestro abogado, yo lo escuchaba ro-mo si fuera mi padre. Me trata de la misma for-ma que NeIson. Tiene la misma autoridad sobrenosotros. El me dijo, fuera del tribunal: "Quieroque te comportes como una dama frente al ma-gistrado y no como una amazona!" Nelson siem-pre me dijo una de las cosas en la que NeIson yGeorge concordaban: "Zami eres completa ytotalmente indisciplinada! Necesitas controlar-te!" Yo no creo que soy indisciplinada. Pero hayque utilizar el idioma que ellos entienden: paratener paz, hay que ser violento.

    Muchas veces cuando las nias regresaban dela escuela, encontraban la casa cerrada y tenanque buscar en el peridico, para ver si yo estabadetenida. El director de la escuela las llamaba yles deca: "Miren,.no se preocupen cuando veanen el peridico que su madre est detenida otravez". Nunca conoc a ninguno de esos maestrosde Waterford, que realizar.on el gran trabajo deensear a mis hijas.

    Como una frmula de compensar, la personatrata de hacer todo lo que se puede por los hijos yquiz hasta se hace demasiado, porque se quiereborrar de sus mentes el hecho de que no tienenpadre, y no slo eso, que no tienen el amor ma-terno que necesitan. Eso es muy duro para unamadre, especialmente en una etapa de guerraperpetua, donde no poda darles ningn tipo deseguridad. Nuestra casa era una extensin de laestacin de poli~a. Todos los dias venan. Las ni-as se atemorizaban. Ni las explicaciones podantranquilizarlas, porque yo no tena proteccin.Zindzi dijo un da: "Eres en realidad mi mam?Quiz t seas simplemente una muchacha joven,que pap contrat para que nos cuidara". Ellahaba visto fotos de su padre, en las que tena unaverdadera figura paternal, y aqu estaba yo, quepareca una nia. Eso slo demostraba su insegu-ridad. En ningn momento de sus vidas estuvie-ron seguras de tener a uno de sus padres con ellas.Crecieron solas, con amigos. Saban que las am-bamos, pero nunca estuvimos all para expresar-lo; era amor a travs de intermediarios.

    TESTIMONIO DE LA WJA ZINDZISWA,ZINDZI, AL RESPECTO DE WINNIE MAN-DELA:

    Ella es una persona muy dulce, pero cuando seenfrenta a la polica su ira se convierte en algo in-fernal.

    Mi madre nos ha hecho fuertes. Una vez anteun tribunal, cuando mami fue declarada cul-pable, creo que fue en 1971, comenc a llorar.Cuando salimos me dijo: "Nunca debes llorar,porque les das satisfaccin si haces eso".

    Cuando se vive con alguien como mi madre, seaprende a vivir sin temor. Me siento totalmenteinmune ante esta gente y sus amenazas. Simple-mente contino con lo que estoy haciendo.

    En una ocasin, cuando se le permiti a mamique viniera a Orlando, a pasar~ fin de semana,la Polica de Seguridad verific si ella habia par-tido a tiempo hacia Brandfort. Irrumpieron en lacasa -nuestro perro los atac

  • John Reed

    ELDIADE LA

    LIBERTADDE

    EXPRESION(Este articulo fue publicado originalmente en elNew York World, el 12 de octuJjre de 1914, y sereproduce por primera vez)

    L as aceras occidentales al costado de UninSquare estaban cubiertas de flores, porqueera el da en que se celebraba la feria delas flores, que siempre se realiza antes de la Pas-cua. En los bancos de la plaza, desempleados cabizbajos, se inclinaban andrajosos sobre hombresque buscaban trabajo torpemente revisando lascolumnas de ofertas de empleo del peridico.Exactamente una cuadra al norte, en la plaza de .la calle 17, miles de personas se agitaban haciaatrs y adelante, como olas, silenciosamente, esperando, casi con una actitud fatalist-a.

    Izquierdistas del East Side, cuqueros, traba-jadores del servicio social e incluso polticos, eranel centro de ansiosos grupos arracimados, discu-tiendo, predicando. Por todos lados la totalidadde la plaza herva y susurraba su discurso social.Se estaba iniciando la Jornada de la libertad deexpresin. Era una extraa multitud mayorita-riamente masculina; quiz compuesta en su mi-tad por curiosos y gente que hab(a venido a verun motn.

    Se poda ver a Lincoln Steffens sumergido en-tre la multitud; Joseph O'Brien aleteando en loslmites de la masa, cardmenes de extraas muje-res radicales con el "uniforme" del GreenwichVillage, y otras con ropas de civil. Todos los inte-lectuales estaban ah. Haba cientos de socialistasa pesar de que su diario oficial les haba adverti-do que ignoraran el mitin. Y muchos IWW a losque tambin se les haba dicho que se apartarandel acto.

    Cerca de 40 desempleados de la calle Grandhaban venido marchando desde la parte baja dela ciudad con extraas pancartas: "Nosotros que-remos la tierra, pueden quedarse con la crcel".A pesar de que uno de sus dirigentes me habadicho antes que la IWW oficialmente no tenanada que ver con la agitacin contra el desem-pleo que se haba venido desarrollando durantelas pasadas semanas, y que los desempleados notenan nada qu ver con la IWW.

    Traan pequeas tarjetas en la cinta de sussombreros en las que se poda leer: "Pan o revolu-cin. Unin de desempleados. Local de NuevaYork No. 1". Eran generalmente muy jvenes oviejos. Despus de. un rato alguien pas algunosSO

    lNDU~lRIAL UNIONlSM~~

    cientos de tarjetas con la consigna y todos fuimoscomo ellos.

    El resto de la multitud, quiz un millar, eranesos andrajosos despojos que yacan sobre las ace-ras o cubran las bancas de los parques en nme-ro creciente cada invierno.

    Habl con varios de los haraganes en las ban-cas del parque cercano. Haba todo tipo de perso-nas: vagos, cavadores de zanjas, borrachos, tra-bajadores ca!ificados sin empleo. Les preguntpor qu.no iban ji} mitin que se hacia para ellos.-Para qu, esos son obreros ordinarios -dijo

    un viejo flaco-. Yo soy un relojero.- o hay nadie en casa -dijo un hombre de

    ojos lagaosos cubrindose su cabeza morosa-mente con el sombrero-o Todos son idiotas. Porqu esos tipos hablan de control de la industria yde algo como democracia industrial, cuando todolo que necesito es un empleo?

    Un hombre con uniforme de conductor asegu-raba que acababa de conseguir un empleo en lostranvas, entonces por qu preocuparse!-Claro que es dificil, especialmente cuando tie-nes mujer e hijos como yo -insisti-. Mire, laprimera semana no pagan y adems tienes quecomprarte tu uniforme, pero despus de eso, slotienes que aguantar el trabajo doce horas diarias,y sacas un dlar y mec;lio por eso, y tu esposapuede montar en los tranvas gratis, y...

    Los policas no se mostraban de manera muyevidente. Algunos de ellos con garrotes bajo suabrigo, circulaban con naturalidad por los bor-des de la plaza.-Esto nos va bien -dijo uno-. No es que nos

    guste particularmente golpear con una macanaen la cabeza a un tipo porque anda gritando. De-jmoslo gritar. Slo que estn locos. Por qu?Qu tiene de malo el sistema que andan insul-tando? No es vertlad que un hombre que tengapropiedades tiene 1lereeho a que lo protejamos?El problema es que no tienen propiedades, o queno se dan cuenta de lo necesarios que somos.

    Coincid( con l en que ese era el problema.Haba transcurrido el tiempo del festival. Los

    ridos desiertos del discurso de Berkman habanpasado de largo peleando, la prensa prostituida yla brutal polica "cosaca" se haban llevado suparte. El "suave" Joe (esta vez no era el "salvaje"Joe) O'Carron- se haba hundido en las pginasde la histori~y la mitologa griega y el inters~nel vendaje sobre S\l cabellera se haba diluido pa-

    ra siempre, y el joven Fagin de la Escuela Ferrerestaba excitando a la gente como nunca lo habanestado antes ese dia. Su rostro oscuro y sin grl!ciaardia de pasin pura y la multitud lo percibi, .- Los peridicos imprimieron un montn de

    mentiras sobre el motn que habra de producirsehoy aqu -=-grit Fagin-. Y a ustedes que vinie-ron slo movidos por la curiosidad, .he de decirlesque esto no es un circo. Esto es ':lna pro~a col-tra el desempleo, contra la.cosa maligna q"ue ex-tingue ~l fuego y la belleza en las almas de loshombres hacindolos trabajar doce horas diarias,y permite que otros hombres vaguen por las callespor millares persiguiendo un empleo en la ciudadms rica del mundo... No me sorprendera que lapolica y los .thugs sedientos de sangre nosaporreen legalmente. No estoy en contra de lapolica, yo he sido uno de ellos. Yo les digo a lospolicas que no estamos aqu para iniciar un con-flicto. Les pido que sean sinceros con ustedes mis-mos, que lean y escuchen y entiendan por qu unhombre quiere matar a un polica, y los policasquieren golpear a lospobres.

    Un sargento vieio y grisceo, se rasc la cabezaa mi lado.-Dios sabe que deseo descubrir hasta dnde

    quieren llegar -dijo-. Les pregunto y les pre-gunto, y todo lo que consigo es un embrollo de .palabras. Yo no soy un hombre que lee, y no leveo sentido a todo esto, somos gente que no hablael mismo lenguaje.

    Becky Edelson estaba hablando ahora, contan-do la historia de Cristo el agitador. La multitudrespondi a su elctrica vitalidad como ante ungran instrumento musical: irritada y entusiasta.Para ellos esta pequea muchacha de rostro dc-til, que haba cubierto a O'Carroll con su propiocuerpo de los garrotes de la polica, era una figu-ra herica mmo lo fue Gurley Byn ~n Paterson.Haba. varias oradoras, entre ellas Ida Gang aquien los peridicos haban persistido en llamar"la bella Marie Glantz", por alguna oscura ra-zn; y lo primero que poda notarse era que lasmujeres parecan ms fuertes, ms apasionadas,ms poderosas que los hombres.

    Cerea de la call~ 17, cont cerca de 60 peque-os grupos, apretujados en torno a debates priva-dos y discusiones, reunindose o disolvindose.De ellos flotaban palabras y frases como: "demo-cracia industrial", "solidaridad de la clase traba-

  • jadora", "socializacin de las industrias" y "con-ciencia de clase" .

    Un grupo grande atrajo mi atencin, evidente-mente a la espera de algo. Pareca estar compues-to, de esos jvenes ruidosos, mal vestidos, querondan en las esquinas de las cantinas.- La bronca debe empezar un poco despus de

    que l llegue -dijo uno-.-Cunto te dieron?-Medio dlar -replic otro- Ya ti?- Lo mismo, supongo que todos los muchachos

    sa(;aron cincuenta centavos.-Muy poco, creo -gru otro- El saca 8 dla-res diarios.

    Un poco despus de esto, "l" apareci. Unjo-ven con ojos oblcuos y furtivos. Pidi a gritosuna caja para suhirse de manera que pudiera di-rigirse al grupo.- Tenemos que romper eso en quince minutos

    -dijoun muchacho refirindose al mitin de Berk-man-. Ese muchacho s sabe hablar.

    Le ped al orador su nombre. Estaba un poconervioso al drmelo; finalmente dijo que eraFrank Urban, originalmente, por cierto, Urbans-ky, que haba sido socialista y anarquista y queahora era un patriota; y que representaba al ForoInternacional para la Paz y que iba a hablar. Yotambin estaba nervioso, porque cada vez que unpatriota inicia un discurso entre gente que usa sucabeza, generalmente se produce un motn.

    Tom la caja que usaba como plataforma y en-tonces el pequeo Walkowitz, el artista, le rugiapasionadamente diciendo que no debera ha-blar, que no debera interrumpir el otro mitin, yle orden que devolviera la caja. Urban se des-concert pero los thugs que lo acompaaban ro-dearon a Walkowitz y comenzaron a insultarlo.

    Algunos radicales que escuchaban a Berkmanprotestaron diciendo que ste era un acto de libreexpresin y que debera permitrsele hablar a Ur-ban como a cualquiera. De manera que Urbantom la palabra e invoc a las sombras de nues-tros padres que combatieron en Lexington paraque hicieran pedazos a la chusma extranjera queestaba en el mitin y que pensaba que no todo es-taba bien, y comenz a insultar a Berkman de lamanera ms vil.

    Cuando mencion a los hroes de Bunker Hill,nuestros antepasados, los que rodeaban a Urbanlevantaron un ronco aullido medio humano. Enun minuto la mitad de la audiencia de Berkmanhaba desertado para oir al recin llegado, perodespus de un rato todos regresaron, rindose,burlndose y susurrando. Berkman proseguahablando y esta vez deca cosas que produjerontempestades de aplausos. Y luego termin y losoradores del da tomaron su plataforma plegadi-za y se la llevaron.

    Pero la multitud no se fue. Media docena dehombres y mujeres se treparon a cajas de jabn yarengaron a su pequea multitud.

    -Bueno, qu les parece la libertad de expre-sin? -les pregunt a dos policas.

    -Preciosa -dijo un joven patrullero con vio-lencia.

    -Oh, est bien- concluy su wmpaero-.Los pobres tipOs tienen que vivir de algo, supon-go. Quiz si lo hubieran hecho otras veces, nonecesitaran hablar tanto ahora. Tal como va, lepido a Dios que nos dejen romper el mtin de unavez. Tengo que quedarme hasta que termine, yestoy perdiendo horas de sueo. (Traduccin PITIl)(*) El sbado anterior en un mtin similar,O'CorroU haba sido apo"eado por la polica ygrupos reaccionarios; la prensa lo haba bautiza-do como el "salvaje loe" a pesar de ser l el agre-dido. Slo la intervencin de Becky Edelson im-pidi que lo medio mataran. De ah las referen-cias de Reed. (N. del T.)(**) Nombre con el que se conocan las bandasreaccionarias al servicio de polticos conservado-res.

    El cuadro que hay que vere rato habla o

    Sealtiel AlatristeCreo que mllY POc()~ artistas, como Julio Cortzar, han Il ...gado a una comunin In-

    t"'ll.~a con el jllZZ. Dicen, 'lue cuando Julio hablaba de jazz, !e trandormaba y quecuando escribi sobre ello, transform la literatura en msica. En su prodigiosocuento, "El Perseguidor", el problema del tie!llpo y del jazz, mientras nos nar~a lagrabacin de un disco, alcanza su mejor acento: "y justamente cn ese momentocuando Johnny estaba como perdido en la uleKrla, de golpe dej de tocar y soltndoleun pufletazo a no s quien, dijo: 'Esto lo estoy tocando mauna', y los muchuchos sequedaron cortados, apenas unos dos o tres siguieron unos compaces, como un trenque tarda en frenar, y Johnny se golpeaba la frente y repetla: 'Esto ya lo toqu maa-na', es horrible Miles, sto ya 10 toqu maana". Johnny, El Perseguidor, el saxofo-nista, personaje central del cuento de Cortzar, desesperadamente va en pos de simismo, o mejor, del alma que se libera en l cuando interpreta el blues. Siempre queescucho jazz me represento a Johnny persiguiendo ese maana, que, al menos grama-ticalmente, l ya ha colocado en el pasado~"Esto ya lo toqu maana"; siempre, loveo colltagiado de algo entre religluso.ypagano, entre alegre y melanclico, entrebufonesco y trgico. No sospechaba, cuando visit la exposicin homenaje a MiguelCovarrubias, que ah!, encerrada en la pintura de un cantante de blues, fuera a revi-vir al perseguidor; al alma, en estampida, huyendo de uno mismo; a esta especl deoximorn emocional que entrelaza los contrarios; y, que, de una manera rara,evocarla a J ulio Cortzar y su prodigiosa facilidad para sacar del jazz un arte dife-rente.

    En un cuadro -el que, por otro lado, sirve de 10Kotipo a la exposicin- estuna negra, enfundada en un vestido verde esmeralda, Interpretando un blues; con lacabeza echada hacia atrs, unas manazas que parecen bailar solas, liberadas de losbrazos, apuntn al techo del antro donde se encuentra; a sus espaldas, una orquestade Dixieland la acOmpaa: y del otro lado, en dos mesas, otros tantos negros se embe-lezan con su voz, Cmo, me pregunto, sin msica, uno cae en la seduccin del soni-do? La cantante, con los ojos cerrados (lo Imagina pues stos no aparecen en la pintu- ra), parece per!legu,ir su voz, que en altibajos, en contrapunto con cada comps de latrompeta, se le escapa, qu acaso no es ella la duea de su tono? no lo es de las ma-nos que le rebolotean la.~ muecas? tiene algn dominio sobre lo que ah estil suce-diendo; o, la sensualidad y el eroti~mo, que, sin saber porqu, adivinamos, tieneotros orgenes, otros, quid, que toman por pretexto su voz callada y sus manos dan-zarinas? El dibujo mismo marca la importancia de esta otredad que, como signo, pa-rece emanar de las manos liberadas, y asl, la pintura entera debe referirse al arabescocon que, en el aire, ste hechiza, pues al poco tiempo de verla (estuve a punto deescribir escucharla) nos damos cuenta que todo coincide ahl, y de ah!, todo sedesprende, pues la figura es frlti1: las piernas (contra lo que pudiera pensarse), sonde una delgadez infinita; huesudas, unidas al suelo (pues diflcilmente se podra decirque sostcnidas) por dos pies tan delicados, ca.~1 irreales; hacia las caderas la situacinempieza a componerse, y una curva parece dar sentido al erotismo que presentimos;pero no, no bastan los senos redondos, ni que una costura del vestido Oa de la cintu-ra) converja en el ombligo; ni siquiera podriarnos apelar a los labios gruesos, o alcuello largo; no, porque esa negra 10 tiene todo -el cuerpo entero, la voz, la sen-sualidad yel alma apresada 1.'0 las manos: o, dicho de otra manera, toda ella se liberapor las manos; es ahl donde, a pesar de est'!,~Inmvil, se evade a otra dimensin, a esesitio en el que el blues destruye el tiempo y el maana se rezaga hacia el pasado. No sporque', pero intuyo que la cantante, se sabe electrizada por sus manos y cautivando,al auditorio en ellas: presa de esas manos, la parroquiana del gorrito rojo le est dan-do rienda suelta a la nostalgia; presa de esas manos, tambin, una gorda, al fondo,con un cierto aire de Sara Vaughn, palmea para que el blues estalle con toda la fuer-za de sus slnsentldos.

    La destreza de Miguel Covarrubias para retratar estos seres marginales esInaudita, lo mismo penetra en una prostituta mexicana, en un maestro de put'blo afiliado al PRI (}'a hablar de ellos en otra nota), que en estos negros de tugurio. Setrasluce, sin hacerse evidente, el oficio del dibujante, la experiencia del periodista.Es indudable que su destreza se afil en la talacha de la caricatura para el diario o la

    revi.~ta, en la que tanlos de sus contemporneos se enriquecieTllll. Entre otras muchascosas, Covarrublas nos ensea la casta, el estilo de los pintores de su generacin. Yesasi, tambin, como Covarrubia.~ puede dedicarse, a sus anchas, a pintar o a hacer ca-ricaturas, pues en su oficio, ambas se entrelazan: la negra tiene algo de caricaturesco, es cierto, como si el pintor no quisiera tomrsela en serio. Extremando la imagen,como si estuviera haciendo una de sus entrevistas imposibles (Shakespeare y Lois Mayer); pero en esta, se trata de la entrevista imposible del negro con su voz. EstaIronla, que va a contra pelo con la nostalgia que inunda la pintura, con el claroscurodel cabaret. nos permite intuir con mils facilidad el esplritu que persigue la cantante;y es gracias a esta ironia, o caricatura, que en sitio tan tenebroso, la transparencia devasos y botellas sea un hecho casI milagroso, como si slo el alcohol que en el cabaretse bebe representara 10 Impoluto, y lo dems, lo Inmensamente masificado por lassombras, pagara tributo a su mundaneidad. Es gracias a ese juego de transparencias(a esa luz que perfila vasos y botellas), que el vestido de la negra irradia una lumino-sidad que provoca una cierta reverencia por su caricaturesca figura. AsI. el ciclo de lacaricatura, Ironia, transparenci_, nos ha traldo de vuelta al asunto de la esencia deljazz. a eia dicotoma que ya intulamos con Cortzar como gula, a ese ilIito que sedesprende de las manos cmo no ver en esas manazas caricaturescas. un signo almismo tiempo desfigurado y matafsico? cmo no irnos con el guo de la Unea fcily al mismo tiempo sutil? cmo no asirnos a lo que es evidente: nada ocupa el tiemporeal fuerll. de la msica que 00 escuchamos? valdr la pena, se pregunta el especta-dor, si con esa msica se destruye el tiempo, gastarlo en algo diferente? valdr la pe-na, parece decirnos Covarrubll

  • Amoralaweltade laesquina .

    El Cine Nacional en 86

    LA BUSQUEDAGerardo Salcedo

    esfuerzos son hechos aislados. Toda posibilidadde continuidad se pierde.

    Cortometrajes y escuelasLa crisis del largometraje refleja mal el talento

    de los jvenes, cuyo ejercicio cinematogrfico sereduce a filmar brillantes trabajos escolares y arescatar el documental en el cortoDletraje.Diamante, Elvira Luz Cruz: pena mxima, Ma-ana de cobre y Una isla rodeada de agua, son lacomprobacin de que en Mxico es posible obser-var criticamente la realidad nacional. Estos apa-sionantes ejercicios se encuentran reducidos a loslmites de sus escuelas y a ocasionales exhibi-ciones en los cineclubes.

    Otra vez la estructura de la industria inter-viene, de una manera decisiva, para reforzar esaspequeas fronteras. En COTSA, el cortometrajetiene que pagar para ser exhibido. Los planes gu-bernamentales de renovacin cinematogrficahan pasado de largo ante esta aberracin. Abrirleun espacio al cortometraje y al cine universitarioes una condicin indispensable para consolidarlas escuelas de cine, lo que permitira generar unimportante semillero de nuevos directores, f~tgrafos, editores, guionistas...

    Cine independiente

    Cmo ves? y Redondo podran ser losejemplos ms recientes del cine independiente.La crisis, el alza de los precios en los materiales yel reducido circuito de promocin han des-membrado al cine que se realiza fuera de los ca-nales normales de la industria y los sindicatos.Las dos cintas, pese a sus desventuras, son ejem-plos extremos de una concepcin libre del queha-cer cinematogrfico. Se ubican en el terreno de loexperimental y son una posibilidad que merece-ra haber consolidado una estructura paralela.

    La Cineteca Nacional, las universidades, Za-fra, los cmeclubes y]a red de cine de la SEP soninsuficientes. Si el optimismo fuera justicia, el ci-ne independiente algn da contar con una efi-ciente posibilidad de existencia, romper el mo-nOlX;)lio sindical y una nueva ley cinematogrficaio alentar.

    E l panorama del cine mexicano en 1986 sesalva por las excepciones. Ante la vorginede narcos y neoficheras, la hegemona dela concepcin rosa de Televicine y el estanca-miento de la produccin estatal, se levantan al-gunos ejemplos de buen quelulcer cinematogrfi-co. La luchapor un buen cine-es tarea-ootidiana,que rema1Sootra la oorrleote; 101~ y-al-gunos egresados del CUEC (Centro Universitariode Estudios Cinematogrficos de la UNAM) y delCCC (Centro de Capacitacin Cinematogrfica)son los principales protagonistas de esta tenden-cia, pequea pero slida.

    En el circuito comercial, Los motivos de Luz yFrida fueron los acontecimientos; para las gene-Taciones de egre;sados el 111 COIlCUI3O de Cine Ex-perimental, el Centro de Produccin de Cort~metraje, el CUEC y el CCC fueron la nica posi-bilidad de hacer cine; con una concepcin bas-tante peculiar, (re)surgieron dos cooperativas, laAsociacin de Tcnicos y Actores (ATA) y la~operativa IU MiXC(l8C; por ltimo, el cine inde-pendiente concret dos propuestas en Cmoves? y Redondo.

    Cooperativas

    El propsito inicial de las dos cooperativas fueel de crear un cine diferente. La ATA -dirigidapor Erlc del Castillo- es de reciente creacin; yRo Mixcoac -con la participacin de losRetes- tiene una tradicin temporal ms impor-tante (Bandera rota fue su acta de nacimiento en1978), pero sus resultados en 1986 fueron decep-cionantes. Los nufragos del Liguria YLos pira-tas, de Retes, as como El extrao hijo del sberiff52

    y Un adorable sinvergenza, de la .~T A, de-muestran que es insuficiente el propsito de nofilmar cintas sobre narcos.

    Las &SI*aciones, facilonas, de querer facturarun proyecto comercial y rentable son una tajantecontradiccin con el cine de autor. Sus pelculastratan de llenar huecos -en la cartelera (cine in-fantil), pero su concepcin no parte de la necesi-dad de romper o mol'lificar a una industria des-compuesta y autocomplaciente. La organizacinde cooperativas en la industria fflmica es un pr~ceso necesario, pero lo urgente es concebir un es-tilo diferente. Crear -organizaciones laborales ca-roo alternativas en la produccin para ofrecerms de lo mismo, es repetir mimticamente losvicios criticados.

    Productores independientes

    Manuel Barbachano, Hugo Scherer y otrosproductores -pocos- han tratado de patrocinarun cine distinto. La apuesta se ha concretado enutilizar a los mejores directores de la dcada an-terior, como Jaime Humberto Hermosillo, FelipeCazals y Paul Leduc; adems del rescate de algu-nos proyectos independientes y su posterior co-mercializacin.

    Los obstculos que tienen que enfrentar estosproductores son mltiples, el principal y ms~deroso es una estructura burocrtica que est alservicio de las "familias sagradas", de los churrostaquilleros y de las empresas importadoras del ci-ne norteamericano. En I4motivos de Luz y Fri-da, la recuperacin econmica fue lenta, tu-vieron que presionar a COTSA para que las cin-tas no fueran lanzadas .a las Balas-matadero y sus

    ID Concurso de Cine Experimental

    El 111 Concurso es, hasta el momento, el mejoresfuerzo que ha realizado el Estado y, paradji-camente, comprueba la ausencia de un proyectocoherente y generacional -parece que ya no seconvocar otro concurso. Los resultados del con-curso fueron normales: dos pelculas muy buenas(Crnica de familia y Amor a la vuelta de la es-quina), algunas abras menores y pocos &acasosabsolutos. Crnica y Amor fueron lanzadas almatadero con toda impunidad.

    Mientras, las productoras establ1es no en-cuentran una linea congruente: Robachicos y Elotro no representan la necesaria diferencia y sonverdaderos desperdicios. Producir pocas pelcu-las no asegura la posibilidad de aislar las infamiasde la iniciativa privada. El tiempo para rectificarse~ acabando.

    Eplogo en antesala

    Al final del rgimen del J.LP, Bal Busteros(Redondo) calificaba a su generacin de ser"febriles antesa1istas"; las generaciones emergen-tes continan practicando, como experiencia he-roica,'la antesala. Una larga lista de directoresest esperando: Carlos Carca Agraz, NicolsEcheverria, Daniel Gonzlez Dueas, MiguelMora, Dana Rothberg, Diego Lpez...

    Varias generaciones se consumen en la inacti-vidad y en la antesala del IMCINE, y un sectorde la burocracia ya est reviviendo la Resea deCine en Acapulco. Vienen das de fiesta y losguiones ms interesantes estn archivados. Hayalgo que valga la pena celebrar?

  • C uando uno sale como flamante redac-tor/reportero de la Septin Garea, supo-ne (ingenuo al fin) que aun de cablero ro-menzar la larga marcha al pinculo del Perio-dismo Nacional.

    Que, uno confa, como en las viejas historiasde la farndula periodstica, abundarn los pues-tos de aprendiz, gato, suplente o (la juventud esnecia) de plano, titular de la ms insignificantefuente de informacin.

    Uno sale de la escuela -dicen los cursis no ne-cesariamente adultos- a devorar el mundo... ytanto omos de la sangre nueva, de las ideas fres-cas, del futuro de la Patria que, en serio, uno sela come completa: Quin no sali de la escuelacon la seguridad en el bolslo de que, ms tem-prano que tarde, Televisa sera "mi casa de tra-bajo", Exclsior mi tribuna o La Jornada mi lan-zamiento como niu reporter?

    Mas resulta que no. Como documentaba Ma-nuel Buenda (Ejercicio periodstico, 1985), losque "ya estn" en los medios no dejan fcilmentevocacin, fuente de ingresos, responsabilidad p-blica, etctera, por una turba creciente de licen-ciados comuniclogos, reporteros de escuela ypoetas sin beca.

    Buenda, entonces, recomendaba a escuelas yjvenes lectores dirigir m