vulnera bili dad

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De esta manera el documento presenta una suerte de conceptualización de la vulnerabilidad: son los grupos de personas que no llegan a participar en las actividades económicas debido a su discapacidad, mayor edad o enfermedad. Es esta condición que los destina a ser crónicamente pobres. La tercera edad es una condición que llevaría a la pobreza. En todo el mundo, no podrían sobrevivir sin redes de seguridad. El concepto de vulnerabilidad en la literatura gerontológica Atchley (1990) en su análisis de la situación de los ancianos en la sociedad estadounidense trata sobre las causas individuales y sociales de la vulnerabilidad y se extiende sobre distintos aspectos de la vulnerabilidad: física, financiera, habitacional y de transporte y sobre las acciones que se podrían llevar a cabo para conocer mejor las necesidades de aquellos ancianos que son vulnerables. La vulnerabilidad no es simplemente una característica objetiva, sino que es también subjetiva y puede ser experimentada a cualquier nivel socioeconómico. Por lo que la vulnerabilidad subjetiva debe ser considerada en situaciones con las mismas características objetivas. En general la vulnerabilidad es de mayor prevalencia en los más viejos y en los sectores socioeconómicos en mayor desventaja. El envejecimiento aumenta la vulnerabilidad por dos razones. Por un lado la edad aumenta la probabilidad de incapacidad física. Pero también una causa importante del aumento de la vulnerabilidad con la edad es la desigualdad estructural, ya que no todas las personas en la sociedad tienen igual oportunidad de acceso a las instituciones. Desde el punto de vista de la salud se destaca que la esencia del concepto de vulnerabilidad es el riesgo y define a la población mayor vulnerable como aquella con mayor probabilidad inmediata de necesitar cuidados de largo plazo. La vulnerabilidad física está relacionada tanto con la dificultad de realizar las actividades de la vida cotidiana (hacer compras, trabajo doméstico liviano, preparar comidas, manejar dinero y usar el teléfono) como con las actividades instrumentales de la vida cotidiana (caminar, bañarse, salir de la casa, levantarse de la cama o silla/acostarse o sentarse, usar el baño y comer). Ambas son más prevalentes entre los “viejos-viejos”. Por lo tanto la población mayor frágil se concentra entre los más ancianos.Tomadas conjuntamente vulnerabilidad y fragilidad, la primera es más común entre los ancianos menores de 85 años en tanto que la fragilidad lo es entre los mayores. Además, la familia es una parte muy importante en los cuidados prolongados y la falta de soportes informales es una importante dimensión de la vulnerabilidad física.

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De esta manera el documento presenta una suerte de conceptualización de la vulnerabilidad:

son los grupos de personas que no llegan a participar en las actividades económicas debido a su discapacidad, mayor edad o enfermedad. Es esta condición que los destina a ser crónicamente pobres. La tercera edad es una condición que llevaría a la pobreza. En todo el mundo, no podrían sobrevivir sin redes de seguridad.

El concepto de vulnerabilidad en la literatura gerontológica Atchley (1990) en su análisis de la situación de los ancianos en la sociedad estadounidense trata sobre las causas individuales y sociales de la vulnerabilidad y se extiende sobre distintos aspectos de la vulnerabilidad: física, financiera, habitacional y de transporte y sobre las acciones que se podrían llevar a cabo para conocer mejor las necesidades de aquellos ancianos que son vulnerables.

La vulnerabilidad no es simplemente una característica objetiva, sino que es también subjetiva y puede ser experimentada a cualquier nivel socioeconómico. Por lo que la vulnerabilidad subjetiva debe ser considerada en situaciones con las mismas características objetivas.

En general la vulnerabilidad es de mayor prevalencia en los más viejos y en los sectores socioeconómicos en mayor desventaja. El envejecimiento aumenta la vulnerabilidad por dos razones. Por un lado la edad aumenta la probabilidad de incapacidad física. Pero también una causa importante del aumento de la vulnerabilidad con la edad es la desigualdad estructural, ya que no todas las personas en la sociedad tienen igual oportunidad de acceso a las instituciones.

Desde el punto de vista de la salud se destaca que la esencia del concepto de vulnerabilidad es el riesgo y define a la población mayor vulnerable como aquella con mayor probabilidad inmediata de necesitar cuidados de largo plazo.

La vulnerabilidad física está relacionada tanto con la dificultad de realizar las actividades de la vida cotidiana (hacer compras, trabajo doméstico liviano, preparar comidas, manejar dinero y usar el teléfono) como con las actividades instrumentales de la vida cotidiana (caminar, bañarse, salir de la casa, levantarse de la cama o silla/acostarse o sentarse, usar el baño y comer). Ambas son más prevalentes entre los “viejos-viejos”. Por lo tanto la población mayor frágil se concentra entre los más ancianos.Tomadas conjuntamente vulnerabilidad y fragilidad, la primera es más común entre los ancianos menores de 85 años en tanto que la fragilidad lo es entre los mayores. Además, la familia es una parte muy importante en los cuidados prolongados y la falta de soportes informales es una importante dimensión de la vulnerabilidad física.

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Finalmente Atchley afirma que la vulnerabilidad es un principio organizador en la vida de los vulnerables. El no tener la capacidad física para ser autosuficiente, o no tener el ingreso necesario para comprar los bienes y servicios esenciales, o estar en riesgo de perder la vivienda propia y no tener medios para reemplazarla y estar imposibilitado de superar la falta de transportes adecuados son realidades para un número creciente de ancianos. En la Revista Española de Geriatría y Gerontología, Paniagua Mazorra (1993) en su análisis de la situación de pobreza de los ancianos introduce el término vulnerabilidad al describir las características del estatus financiero de la población de la tercera edad. La primera característica es que los ancianos son el grupo etario más vulnerable a la pobreza, condición ésta no reconocida socialmente. La segunda corresponde a los bajos ingresos que perciben y la tercera a la heterogeneidad de situaciones de los distintos grupos de ancianos. Con respecto a esta última característica el autor sostiene que se producen desigualdades entre distintas generaciones de beneficiarios de la seguridad social: el pase a retiro no implica un aumento del riesgo de ser pobre, aunque los ingresos desciendan, sino que la probabilidad de serlo es directamente proporcional a la supervivencia desde la edad de retiro. En el análisis sobre el envejecimiento poblacional y los cambios producidos en la estructura familiar publicado en Ageing International, Myers y Agree (1994) destacan que el bienestar individual de los ancianos incluye la disponibilidad de medios materiales para la satisfacción de las necesidades y el potencial para una vida confortable y satisfactoria. Esto también implica la posibilidad de demandar y recibir ayuda (ya sea ésta económica, práctica- relacionada con las actividades de la vida cotidiana- o afectiva) cuando se necesita de ella. Los autores resaltan que si bien los ancianos son altamente vulnerables de necesitar estas ayudas no son un grupo homogéneo en la demanda de atención, aunque reconocen que las limitaciones físicas aumentan con la edad. Brown (1995) propone en The Gerontologist el Modelo Ecológico Urbano de Envejecimiento (UEMA) como una herramienta conceptual para conocer el impacto que produce el vivir en vecindarios con alta incidencia de la pobreza durante tiempo prolongado, sobre la satisfacción residencial y el bienestar subjetivo de los ancianos. El UEMA está basado en la teoría de interacción entre el medio y las personas. La suposición básica es que la conducta humana y el bienestar subjetivo son el reflejo de la interacción social que ocurre entre el medio y los individuos. La autora hace hincapié en que generalmente, cuando se estudian los efectos de la pobreza, el énfasis se pone en la significación personal de la misma y no en la pobreza del vecindario. Estos son tratados como áreas homogéneas o dicotomizadas de alta o baja pobreza (más del 40% o menos del 40% de sus habitantes pobres respectivamente), mientras que en realidad varían en términos de grado y de duración de la pobreza. Ambas dimensiones deben ser consideradas por los efectos en el estado psicológico de los residentes. La duración es particularmente importante porque para 18

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examinar sus efectos en los residentes debe haber transcurrido el tiempo suficiente como para que ellos experimenten la cronicidad de la misma. El modelo ecológico de envejecimiento, precursor del UEMA, caracteriza a los individuos como poseedores de varios grados de competencia en distintas esferas: salud biológica (enfermedades crónicas), funciones sensomotoras (resolución de las actividades de la vida cotidiana, AVC), habilidades cognitivas (resolución de problemas) y autoestima. La conducta adaptativa individual y el bienestar subjetivo están balanceados cuando las demandas del ambiente no exceden la habilidad individual para manejarlas. Es también importante que las demandas del ambiente no se encuentren muy por debajo de las habilidades del individuo ya que esto no implicaría desafío adaptativo alguno. El modelo ecológico de envejecimiento resalta la virtual mayor vulnerabilidad de los mayores comparados con los grupos de menor edad. Esto es especialmente cierto para los ancianos con menores recursos y múltiples problemas de necesidades. La vulnerabilidad y la presión del medio generan problemas o necesidades, y de este modo se convierten en fuentes adicionales de estrés para los individuos. La persona es vulnerable en la medida en que los recursos externos e internos son insuficientes para aliviar el estrés o reducirlo a niveles inocuos y en relación a ésto promover su bienestar. En el análisis realizado por Brown acerca de la población anciana de los Estados Unidos los jubilados, los beneficiarios de la asistencia federal, las viudas y/o los negros se encuentran en riesgo creciente de vivir en la pobreza. Los ancianos pobres son más proclives a vivir en el centro de las ciudades y en viviendas sub-estándar que en suburbios y en viviendas de buena calidad. Además muchos de los males sociales asociados a la pobreza están concentrados en los vecindarios de la ciudad (como por ejemplo altas tasas de delincuencia juvenil, crimen, desempleo, hogares con jefatura femenina con maridos ausentes, dependencia de la asistencia social y maternidad adolescente). Estos problemas sociales y la pobreza individual son tensionantes adicionales para los viejos vulnerables. Por lo tanto el grado de vulnerabilidad individual influencia la magnitud del impacto ambiental en el individuo. A mayor vulnerabilidad individual o fragilidad, mayor impacto del medio en el individuo. En apoyo a la teoría individuo/medio, la evidencia empírica muestra que las interacciones entre las presiones del medio ambiente y las capacidades personales se traducen en insatisfacción o satisfacción por el alojamiento y el vecindario y que este grado de satisfacción consecuentemente afecta el bienestar individual. De cualquier manera la presión del medio ambiente producida por el entorno suprapersonal de los ancianos que viven en comunidades urbanas debe ser mejor identificada y examinada. El modelo ecológico urbano de envejecimiento (UEMA, Urban Ecological Model of Aging) incorpora dos dimensiones en su análisis: 1) características del medio ambiente (suprapersonales) y 2) características de la vulnerabilidad de los mayores. 1) Entre las características del medio ambiente (suprapersonales) se distingue entre las objetivas y percibidas. Las primeras surgen de información oficial al respecto (censos, encuestas, etc.) en tanto que las segundas provienen de las percepciones de los ancianos sobre su medio ambiente basadas en sus experiencias y en la información 19

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objetiva accesible para ellos. Las ocho características que se tienen en cuenta son: a) tipo de pobreza del vecindario; b) delincuencia juvenil; c) victimización de los vecinos; d) dependencia de la asistencia social; e) desempleo; f) jefatura femenina de los hogares con ausencia de soporte de los padres de familia; g) embarazos adolescentes y h) homogeneidad en la edad de los vecinos. El punto a) combina la incidencia (porcentaje de pobres respecto de la población total) y la duración de la pobreza en el vecindario variando entre bajos y altos niveles y corta y prolongada duración. Aunque la incidencia de la pobreza es mayor entre los jóvenes que entre los ancianos, los porcentajes de pobreza entre los viejos son mayores que entre los otros adultos. Los hogares con jefas mujeres mayores y negras presentan alta incidencia de la pobreza. Los viejos-viejos (mayores de 85 años) que residen en la comunidad presentan la más alta tasa de incidencia de la pobreza entre los adultos, especialmente las mujeres negras e hispanas. Los seis puntos siguientes de b) hasta g) inclusive son propuestos por el modelo UEMA como elementos que influyen en el bienestar subjetivo de los ancianos por medio de los sentimientos que ellos desarrollan acerca de su comunidad. El punto h) se refiere a que la población de los vecindarios pobres es mayoritariamente joven, en tanto que estudios realizados muestran altos niveles de satisfacción y de bienestar subjetivo entre los ancianos que viven en comunidades en donde ellos son mayoría. Es de gran importancia la existencia de pares de similar edad para la interacción social, la realización de actividades y la integración social de los ancianos en la comunidad. Adicionalmente los estudios demuestran que la falta de soporte social y el desmejoramiento físico repercuten negativamente en la percepción subjetiva del bienestar. 2) El modelo es completado por algunas características de vulnerabilidad en la vejez. La autora enumera características demográficas de los ancianos que han sido detectadas por diversos estudios gerontológicos como potenciales indicadores de vulnerabilidad. Los ancianos que presenten el perfil señalado se encontrarían en mayor riesgo de baja satisfacción residencial y de bienestar subjetivo deteriorado. La raza (blanca), el estado civil (casado), la antiguedad de la vivienda (nueva), el número de baños de la vivienda (varios), tiempo de residencia (nuevos inquilinos), y régimen de tenencia (propietarios) de la misma, son considerados predictores consistentes de la satisfacción residencial. En tanto que la edad, el sexo, el nivel de ingreso y la educación se consideran inconsistentemente predictivos. En otros trabajos se detectaron como factores consistentes y fuertes de la satisfacción residencial la salud psíquica, el estatus socioeconómico, el nivel de interacción social, el estado civil y ciertas características de la situación residencial de la persona. Finalmente la autora enumera para el modelo conceptual UEMA las variables seleccionadas para reflejar la potencial vulnerabilidad de los ancianos: a) demográficas: edad, sexo, raza, estado civil, ingreso y educación; b) funciones psicológicas/resolución de las AVC; c) apoyo social, percibido y recibido y d) características de la vivienda: antiguedad, número de baños, tiempo de residencia y régimen de tenencia. 20

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Gibb y Holroyd (1996) en su artículo de Ageing and Society intentan identificar cómo la experiencia de ser viejo en Hong Kong es representada en imágenes comunmente recurrentes en la prensa escrita. Se describe no sólo cómo los medios reflejan la imagen social sobre la vejez sino la forma en que éstos son activos participantes de la construcción social de la imagen de la misma. Las autoras exponen los resultados de una investigación realizada con metodología cuanti y cualitativa de las noticias sobre ancianos publicadas por dos diarios en Hong Kong: el South China Morning Post ( para lectores de origen inglés y chino ) y el Sin Tao (para lectores de origen chino solamente), y realizan además una comparación con una investigación similar llevada a cabo en Australia . Los diarios utilizan la fórmula periodística de presentar descripciones positivas y negativas de los ancianos, sin embargo las noticias positivas conllevan un sentido de excepcionalidad mayor que en la vida cotidiana. En tanto que el tema dominante en las publicaciones es el de la vulnerabilidad en la vejez. Las historias de “gente común” apuntan a presentar a las personas reales superando sus obstáculos diarios, discriminación u otro tipo de dificultades, que muchos lectores pueden identificar en sus propias vidas. Ubicados en esta categoría los mayores aparecen como excepcionales en circunstancias ordinarias, en función de una imagen física y mentalmente disminuida. En el otro extremo aquellos que son considerados excepcionales, con talentos o cualidades especiales son descriptos como haciendo cosas comunes. Fueron identificadas once categorías de acuerdo a los contenidos de los artículos: a) salud y servicios de atención; b) alojamiento e internación en instituciones; c) crímenes contra los ancianos; d) los ancianos como protagonistas de crímenes; e) vulnerabilidad económica; f) aislamiento, abandono y maltrato familiar de los ancianos; g) los ancianos como víctimas de accidentes; h) información relacionada con las inversiones posibles para los ancianos; i) los ancianos como electores; j) acciones filantrópicas cuya población objetivo son los ancianos; k) buenas noticias sobre vejez; l) gente común y sus reminiscencias; m) gente común en situaciones extraordinarias; n) gente excepcional y ñ) desconocidos pero talentosos. Respecto del análisis cuantitativo las categorías que más frecuencias obtuvieron fueron el maltrato familiar y la vulnerabilidad económica. Del análisis cualitativo se concluye que el tema predominante a través de las categorías mencionadas estuvo relacionado con la vulnerabilidad de los mayores. Los dos diarios reflejan algunas tensiones inherentes al ser viejo y sus implicancias sociales: 1) familia ideal versus la realidad de conflicto y soledad en donde se mencionan las normas tradicionales chinas extendidas a los ancianos. Es decir que aquellos que viven con su familia y son regularmente cuidados por ella son socialmente respetados, en tanto que aquellos que viven solos, sin el amparo familiar son considerados marginales y la obtención de ayudas del gobierno implica un nuevo desprestigio; 2) fragilidad y vulnerabilidad versus flexibilidad e independencia. Así aparecen por un lado noticias en las que los ancianos abandonados por sus familias subsisten independientemente sin ayudas. Al mismo tiempo que estas historias muestran a los ancianos como modelos de independencia dejan ver los profundos problemas económicos de Hong Kong reflejados 21

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por las medidas frecuentemente inadecuadas para asegurar los cuidados necesarios para los ancianos por medio de los fondos públicos. Por otro lado otros artículos muestran a los mayores como grupo vulnerable a abusos físicos y psíquicos en su lugar de residencia y en la comunidad. Son vistos como físicamente vulnerables (con necesidad de asistencia médica); económicamente vulnerables y frecuentemente con problemas de vivienda. Psíquicamente son descriptos como frágiles, propensos al aislamiento y desesperación, pero también propensos a no poder cuidarse a sí mismos estando en la comunidad. Si bien en los diarios australianos también figuran noticias sobre la vulnerabilidad económica de los ancianos éstas se relacionan más con la cobertura de las pensiones y la seguridad social. A diferencia de sus pares australianos, los ancianos de Hong Kong son vistos en estos artículos sin una conexión formal con la economía. La relación es indirecta a través de las acciones filantrópicas a modo de ayudas. Esto refuerza la imagen de vulnerabilidad y les confiere el estatus de menores. En nuestro país la investigación llevada a cabo por Pomar y colaboradores (1988) publicada en la Revista Argentina de Geriatría y Gerontología se basa en la administración de una encuesta a 133 ancianos residentes en el área programática del Hospital Durand de la ciudad de Buenos Aires, seleccionados tomando como base la información sobre la evaluación de familias vulnerables llevada a cabo por el Programa Alimentario Nacional (PAN). Para determinar el grado de vulnerabilidad de los ancianos se tuvieron en cuenta las siguientes variables: edad (categorizada en menores de 70 años/70 y más años); nivel de escolaridad (analfabeto o primario incompleto/ primario completo y estudios superiores); grupo familiar (los que conviven con familiares/los que viven solos); nivel ocupacional (activo/inactivo); situación familiar (anciano jefe de familia/anciano dependiente de la familia); nivel habitacional (vivienda propia o alquilada/vivienda cedida, subsidiada o tomada); percepción de ayuda familiar (si recibe ayuda familiar económica, vivienda, compañía y/o cuidados personales/no recibe ningún tipo de ayuda familiar); tipo de vivienda (habita pieza de inquilinato o de hotel/habita casa o departamento); estado de salud (regular, mala/buena); sexo y cobertura médico social. Los autores realizan una tipología a fin de describir los factores de riesgo social en los ancianos: a) ancianos de ingreso mínimo afectados por problemas de salud y de vivienda; b) ancianos con jubilación mínima o trabajo inestable, enfrentados a una situación crítica; c) mayores con ingreso estable y menores a cargo, por un lado, con presencia de ingreso familiar mínimo o familia numerosa, y por el otro, con ingreso familiar mínimo no siendo familia numerosa, pero habiéndose registrado un miembro muerto o enfermo; d) familia cuyo jefe está desocupado o tiene trabajo inestable y con familiares a cargo. Oddone (1994) describe en su trabajo a la población anciana de mayor vulnerabilidad. En principio considera a los de mayor edad como población en riesgo y dentro de ellos a las mujeres solas como el grupo más vulnerable. 22

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Otros indicadores de vulnerabilidad serían la necesidad de contar con ayuda para la resolución de las actividades de la vida cotidiana y el no tener a quien recurrir para solicitar ayudas en situaciones de enfermedad. La autora señala a la población anciana perteneciente a hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI) como población en riesgo haciendo la salvedad de que si bien los indicadores no son lo suficientemente precisos para medir pobreza en la tercera edad sirven para localizar a los ancianos que habitan estos enclaves de pobreza estructural y detectar las problemáticas que enfrentan. Señala además otros indicadores que surgen del análisis de las causas de institucionalización de los ancianos de bajos recursos: ingresos bajos que no les alcanzan como para cubrir las necesidades básicas, la carencia de vivienda de su propiedad, la falta de familia a quién recurrir y la edad avanzada. Rofman y Sana (1995) proponen un modelo multivariado para detectar la vulnerabilidad de los ancianos durante el período 1991-1993 en el Aglomerado del Gran Buenos Aires. Para ello construyen un modelo logístico que define como variable dependiente a la probabilidad de ser pobre y considera como variables independientes: sexo, fuente de ingresos, nivel de educación y existencia de NBI. Al modificar los valores de cada una de estas variables dejando el resto constante surge que aquellos ancianos que tienen más riesgo de caer en la pobreza son, según los autores, los que no cuentan con ingresos (con el mayor riesgo) o cuentan exclusivamente con ingresos previsionales respecto de aquellos que complementan los ingresos previsionales con otros ingresos; aquellos cuya educación es baja (primaria incompleta); de sexo masculino; en tanto que la presencia de NBI no resultó un determinante de la importancia de las variables anteriores debido a que tuvo comportamientos oscilantes. En el período considerado los varones, con escolaridad primaria incompleta, sin ingresos y con necesidades básicas insatisfechas son aquellos que tienen mayor probabilidad de ser pobres de acuerdo a las características seleccionadas. En el ya mencionado Plan Nacional de Ancianidad (Secretaría de Desarrollo Social, 1996) se utiliza el término vulnerabilidad en varias oportunidades. En la justificación del plan, específicamente en lo que hace a su filosofía, se afirma que el Gobierno, las organizaciones de la comunidad y el conjunto de la sociedad tienen una responsabilidad especial hacia los ancianos más vulnerables, especialmente los que se encuentran en condición de pobreza y los que habitan zonas rurales. En este primer punto no se presenta a toda la ancianidad como un grupo vulnerable (tampoco se lo niega) pero se llama la atención hacia los de mayor vulnerabilidad entre ellos, ejemplificado por los pobres y los rurales. En las orientaciones que fundamentan el plan se enuncian distintos criterios específicos. A propósito del criterio de eficiencia se sostiene que el Gobierno reconoce que debe acompañarse el proceso de cambio hacia el crecimiento económico con programas sociales que destinan recursos a atender las necesidades de los grupos más vulnerables. Como se está en la justificación del plan no está demasiado explícito si los ancianos son en sí un grupo vulnerable (y por lo tanto habría que destinar programas y recursos a todos ellos como grupo) o si lo que se entiende como grupo vulnerable son los ancianos con alguna característica específica como la pobreza (y por lo tanto los 23

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programas y recursos durante el proceso de cambio deberían destinarse a los viejos pobres). El término también aparece con frecuencia en el diagnóstico. A propósito de las causas del envejecimiento poblacional se aclara definitivamente el alcance del término que se propone en el plan. La ancianidad es definida específicamente como grupo socialmente vulnerable, debido a que se caracteriza por ciertas “restricciones especiales”. Una de esas “restricciones especiales” es su situación socio-económica. Aquí vuelve a plantearse lo de vulnerabilidad diferencial al interior de la población de ancianos. Entre los de mayor vulnerabilidad se reconoce cierta heterogeneidad: los que viven en condiciones de pobreza estructural y los que habiendo tenido una posición económica sin privaciones en el pasado, ven reducida notablemente su capacidad adquisitiva por una fuerte disminución en los ingresos con la consiguiente restricción de la capacidad para acceder a bienes y servicios indispensables. La vulnerabilidad deviene del aumento del riesgo de ser pobre en la ancianidad. El cuadro socio-económico se completa con una mayor dificultad de revertir este proceso en forma individual, sea debido a su escasa participación en el mercado de trabajo o a su mayor fragilidad biológica. El diagnóstico de la situación socio-económica introduce también otra dimensión de la vulnerabilidad: los ancianos que viven solos. En efecto, en la publicación más reciente del INDEC sobre pobreza (INDEC, 1996b) se calcula en 90 mil el número de hogares unipersonales de personas de 65 años y más en condiciones NBI. El diagnóstico del plan los muestra como la mayor vulnerabilidad y volviendo a la otra dimensión que estaba en la justificación señala que el 17% de ellos está en el área rural. Así el grado máximo de vulnerabilidad estaría por la cuádruple conjunción de edad avanzada, tener pobreza estructural, y vivir solo en el medio rural. Según el diagnóstico que presenta el plan los adultos mayores son vulnerables también en referencia a las características de la vivienda. Aunque la operacionalización del concepto de pobreza estructural tiene mucho que ver con los indicadores de vivienda, vale señalar que en el diagnóstico se asocia la vulnerabilidad también con las carencias en relación con las condiciones sanitarias, específicamente la carencia de retrete con descarga de agua. El grueso del plan está dedicado a la presentación de objetivos generales y específicos y de medidas a instrumentar, ordenadas en nueve áreas de acción: asistencia alimentaria, prestaciones en indumentaria, vivienda, equipamiento y funcionalidad del hogar, salud, transporte y comunicaciones, tiempo libre, educación e integración social. En algunas de estas áreas aparece el concepto de vulnerabilidad. En el área de la asistencia alimentaria se presenta al grupo de los ancianos pobres como uno de los más vulnerables desde el punto de vista nutricional. La doble combinación de vejez y pobreza explica las dificultades para la adquisición, el consumo y la utilización efectiva de los alimentos. En el campo instrumental, entre las medidas para ampliar la cobertura y la focalización de los programas alimentarios vigentes, 24

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tendiendo a lograr programas más equitativos y eficientes se promueve el diseño de estrategias para la selección de los beneficiarios a través de criterios de riesgo. Entre ellos, junto a la condición NBI y a los ingresos, se incluye la vulnerabilidad nutricional. Con respecto al área de la vivienda, a propósito de la presentación del estudio de Moser (1996) en la primera parte de este documento se hizo referencia a que en el Plan Nacional de Ancianidad se considera a las personas mayores con necesidades habitacionales insatisfechas como un grupo particularmente vulnerable. En el área de salud también se habla de atender particularmente a los problemas que plantean aquellos de mayor grado de vulnerabilidad por factores sociales o económicos. Valga como ejemplo la medida referida a la ampliación de la cobertura de vacunación antigripal mediante la focalización en los ancianos de mayor vulnerabilidad. En un reciente estudio sobre la situación de los ancianos en la Argentina (OISS- Secretaría de Desarrollo Social, 1994) se hace una extensa utilización del concepto de vulnerabilidad, incluyendo una definición conceptual, un análisis de las dimensiones que lo integran, la construcción de un índice con sus correspondientes ponderaciones y finalmente los resultados de la aplicación del índice. Por tratarse del estudio reciente que más directamente intenta utilizar el concepto de vulnerabilidad al campo de la tercera edad en la Argentina, le dedicamos especial atención tanto en sus aspectos conceptuales y metodológicos como en los referidos a las técnicas de la investigación social. Fue tal vez la publicación de este estudio lo que más nos motivó a intentar avanzar en el campo de la aplicación del concepto de vulnerabilidad en la tercera edad. Como se reconoce habitualmente en cuanto al concepto de pobreza, una cosa es el concepto de pobreza, con toda su riqueza y multidimensionalidad, y otra es la “pobreza medida” tal como la venimos entendiendo en las estadísticas no solo oficiales. Algo similar puede ocurrir con este concepto de vulnerabilidad. Llevados por un operacionalismo poco recomendable, se pueden construir índices de algo que no se sabe demasiado bien que significa. La clásica controversia entre el “empirismo abstracto” y la “gran teoría” que hace ya años planteara C. Wright Mills está hoy vigente entre nosotros. El estudio que a continuación presentaremos puede ser una prueba de ello. En un capítulo dedicado a la vulnerabilidad, se parte de una definición que dice que son “las condiciones...de las personas de mayor edad y que posibilitan que distintos factores de daño puedan prosperar con éxito”. Algo así como factores de riesgo. De esta definición se pasa a determinar “un indicador” que permita la medición en grados de lo que se quiere medir. Lo que está por detrás, y esto se explicita, es que la política social en este campo, busca disminuir esta vulnerabilidad así construida. Se asume que los riesgos existen, lo que debe hacerse es mejorar la situación de vulnerabilidad ante ellos. El paso siguiente a la definición es un análisis dimensional, dada la complejidad y el nivel de abstracción de la definición planteada. La elección de las dimensiones sigue criterios gerontológicos en cuanto a su relevancia para definir situaciones críticas. Debe tenerse en cuenta que la selección se hace a partir de la información acerca de variables ya medidas en el estudio y por lo tanto se trata de las dimensiones disponibles. Las elegidas fueron la dimensión biológica (la edad como indicador), la dimensión 25

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socioeconómica (los ingresos, el nivel de vivienda y la educación como indicadores), una dimensión de entorno y contención (la convivencia y la recurrencia como indicadores) y la cobertura de obra social (no se aclara si es una dimensión o un indicador). De la dimensión biológica se asume que si bien edad no es sinónimo de enfermedad, el aumento de la cronicidad y de la dependencia hacen apostar a que la edad tiene una fuerte asociación con la vulnerabilidad biológica. Este medidor va a recibir una fuerte ponderación en el índice. Téngase presente el riesgo de un razonamiento tautológico. De aquí podríamos enunciar que los más viejos son los más vulnerables y eso es cierto porque la edad es uno de los elementos importantes para construir el concepto de vulnerabilidad. Es la típica discusión entre conceptos e indicadores que hace a la validez. Pero más allá de la razonabilidad del índice que puede ser discutible lo que queda en pie a nuestro propósito es que hay una dimensión biológica de la vulnerabilidad y que hace referencia tanto a la cronicidad de las enfermedades como a la consecuente mayor dependencia que ellas generan. En segundo lugar hay una dimensión socioeconómica. Los ingresos son un indicador de esta dimensión. La mayor dificultad es que se mide el ingreso de los ancianos y no lo que es habitual en los estudios de pobreza ¿Por qué el anciano tiene que tener un mínimo de ingresos propios? ¿Es vulnerable una persona mayor de ingresos propios escasos que vive en un hogar con ingresos por encima de un mínimo? Puede ser que la falta de ingresos individuales sea un indicador de vulnerabilidad pero aquí no se explica por qué ni se sustenta en visión gerontológica alguna. Más bien parecería que se trata de la habitual confusión entre ingresos personales/ ingresos del hogar. Por disponibilidad de la vivienda el estudio entiende al régimen de tenencia. La máxima vulnerabilidad habitacional sería vivir en una vivienda “ocupada”, un poco menos en una alquilada, ninguna si se trata de una vivienda propia. En un país donde la propiedad de la vivienda está bastante extendida no parece muy adecuado que la tenencia haga a la vulnerabilidad. Sin embargo lo importante es el reconocimiento de que lo habitacional forma parte de la vulnerabilidad. También el nivel de estudios es seleccionado como indicador de la vulnerabilidad. Más allá de su validez para la población en general, se suele argumentar que justamente entre la población de edad avanzada su validez es relativa, sobre todo porque se están comparando períodos del desarrollo educativo muy distintos. No era lo mismo ser un desertor de la escolaridad primaria hace 50 años que ahora. Además está el riesgo de asociar edad con nivel educativo porque como el sistema educativo se fue expandiendo gradualmente en el tiempo, a más edad encontraremos más ancianos de menor educación. Este es un punto conceptual aunque no pongamos en duda lo que se afirma en el estudio sobre la importancia de la educación para un envejecimiento sano. Tal vez la dificultad sea en el indicador disponible. Hay una dimensión denominada de “entorno y contención” que parece ser muy importante a juzgar por la ponderación que recibe en el índice (15%) y de lo que se aprecia en la literatura gerontológica. Los indicadores son la convivencia (si vive solo 26

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versus si vive con cónyuge) y a quien recurre. Tener a la familia para recurrir implica vulnerabilidad mínima, no tener a quien recurrir, vulnerabilidad máxima. Finalmente se presenta a la cobertura social como indicador según parece de la dimensión de “entorno y contención”. No tener obra social implicaría un máximo de vulnerabilidad y tener PAMI un mínimo. Hasta aquí el análisis dimensional y sus problemas conceptuales. Como se trata de variables y de la construcción de un índice conviene recordar que estas variables tienen distintos niveles de medición. Unas son del tipo edad e ingresos, otras son como el nivel educativo, y otras son variables clasificatorias que hay que ordenar de algún modo (como entorno y contención o cobertura). Este problema de la construcción de la escala teniendo en cuenta su nivel de medición se resuelve fijando a cada una un rango de variación distinto y por ejemplo se establece que a una edad de 90 años y más le corresponde un puntaje 7 (el máximo), un poco menos del doble si tienen entre 75 y 79 años y sin que haya puntaje 3 en la escala (no solo los intervalos no son equiaparenciales sino que hay saltos) asigna 2, 1 ó 0 punto según disminuya el tramo etario por debajo de los 75 años. En el nivel de estudios y con quien vive varía hasta 3, la disponibilidad de vivienda y a quien recurre hasta 5. Pero la escala de cobertura varía hasta 12. Así como es importante ver que hay una dimensión de la vulnerabilidad que pasa por la cobertura social no debe pasarse por alto la construcción de la escala: si no tiene obra social: 12, si tiene otra: 4, si la obra social es provincial: 2, si es PAMI: 0. ¿Por qué ser jubilado provincial y estar cubierto por la obra social respectiva implica 2 puntos más de vulnerabilidad que el PAMI o un sexto menos que no tener cobertura? Hay otro problema por resolver en la construcción de un índice y tiene que ver con las ponderaciones entre indicadores. Generalmente la falta de evidencia empírica anterior hace recomendable utilizar una ponderación simple, donde todos los indicadores tienen igual peso. En este estudio ya hay una ponderación implícita dado que los indicadores tienen puntajes máximos distintos. Pero además se asume que los distintos factores tienen distinta importancia: que la edad explica el 25% del índice, que el ingreso personal otro tanto, que el nivel de estudios solo el 6% lo mismo que con quien convive. En cambio a quien recurre explica el 9% del índice pero la cobertura de obra social exactamente el doble. Se logra entonces una medida de la vulnerabilidad que permite clasificar a los mayores en poco, medianamente o muy vulnerables y colegir que de la muestra seleccionada casi el 9% son muy vulnerables ( unas 400 mil personas), un poco más del 40% tendrían vulnerabilidad intermedia (1,6 millones) y la mitad (2 millones de personas mayores) “muy poca vulnerabilidad”. Finalmente se cruzan los valores en el índice con distintas variables, en un intento de construir perfiles de vulnerabilidad. Los resultados de estos tabulados son que las mujeres tienen mayor vulnerabilidad (justamente porque los varones mueren antes) y que la edad la aumenta. 27

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Con todos estos supuestos metodológicos se concluye que tres cuartas partes de los ancianos de la mayor vulnerabilidad no tiene ingreso alguno y que el 90% tiene un ingreso personal inferior a $150. Así se afirma que el nivel de ingresos es importante en la caracterización de la vulnerabilidad. Entre los resultados hay algún cruce que no sea entre el índice y los componentes del índice y que entonces reviste mayor interés. Es el caso del estado civil. Sin embargo el estudio no reconoce alguna relación con la vulnerabilidad, salvo que el peso de los casados es mayor cuando disminuye la vulnerabilidad. En consonancia con haberle asignado a priori poca ponderación - el 9%- la recurrencia por ayuda si bien hace a la vulnerabilidad, no la determina del todo: mientras para el total el 72% recurre a la familia, entre los de máxima vulnerabilidad cae al 57%. Inversamente, como el peso de la cobertura es muy alto (25% del índice), prácticamente no hay cobertura PAMI entre los de máxima vulnerabilidad y prácticamente todos (el 95% de ellos) carecen de cobertura. En este caso los porcentajes están sacados en el sentido del factor de riesgo y no en el del índice, con lo cual puede verse en que medida los resultados del primero afectan al segundo. En síntesis hemos visto que los ancianos constituyen una población vulnerable en la medida en que sus recursos externos e internos son insuficientes para aliviar el déficit producido por sus necesidades o problemas y por el medio en el que están insertos. La vulnerabilidad implica situación de riesgo en diversos aspectos tales con salud, vivienda, ingresos, transporte y en prácticamente todas las dimensiones de la vida que a los ancianos les resultan significativas incluyendo las relaciones sociales. Las variables seleccionadas por los distintos autores para reflejar la potencial vulnerabilidad de los ancianos son a) las demográficas: edad, sexo, raza, estado civil, ingreso, educación; b) funciones psicológicas/resolución de las actividades de la vida cotidiana; c) cobertura en salud; d) posibilidad de recurrencia a otros; e) características de la vivienda y régimen de tenencia y f) características del medio ambiente. En el siguiente capítulo se presentan resultados para la Argentina sobre vulnerabilidad y atributos sociodemográficos; salud; vivienda; educación y actividad y fuentes de ingreso en la tercera edad.