volumen ii • número 6 -...
TRANSCRIPT
Incluye suplemento: Alcanzando a la Niñez
LA REVISTA DE SIEMPRE A SOLO UN CLIC DE DISTANCIA ISSN 1659-3421
Volumen II • Número 6
AutoridadespiritualUn valor
incomparable
El afán por ser vistos
Entre ustedes no ha de ser así
El abusoespiritual
18 Másasociadosalamesafamiliar Entrevista a Vladimir Steuernagel
20 Elpastorsubversivo(Segundaparte) Eugene Peterson
22 Momentodifíciles:¿quéhacer? Sixto Porras
28 Unapequeñadefensaalavirginidad
32 Desnudoenelpúlpito(Primeraparte) Tim Keel
38 Lasexualidadenlasdistintasetapas delmatrimonio José Luis y Silvia Cinalli
40 Masculinidadtóxica Mario Machado
42 ¿Quéessermisionerohoy? Carlos Scott
44 Jesús,¿elúnicocamino? John Burke
60 Gratitudydespedida Ricardo Gondim
Portada
8 Elafándeservistos Chris Shaw
10 Autoridadespiritual Watchman Nee
14 Elabusoespiritual
26 Unvalorincomparable John McArthur
34 Entreustedesnohadeserasí Chris Shaw
ADEMÁS
6 NotadelDirector Unasuntodepeso Christopher Shaw
43 Citasquehacenpensar Autoridadquehaceladiferencia
44 LapáginadeApuntes Cuatroclasesdeautoridad
46 Héroesdelafe NeeShu-Tsu(WatchmanNee) Sujeciónabsolutaalaautoridad(1903–1972)
MujerLíder
48 Doblecesygiros Linda Laderosa
52 ¿Cansadadeintentarlevantarunministerio entremujeres? Nancy Barton
54 Divagandosobreaquellaboda Keila Ochoa
SUPLEMENTO:AlcanzandoalaNiñez
42
ENERO-FEBRERODE2010 VOLUMENII–NÚMERO6
S u m a r i o
52
Teléfono: (506) 2241-1000 Fax: (506) 2241-1001 [email protected]@[email protected]
Desarrollo Cristiano Internacional Oficina CentralApdo. 204-2150, San José, Moravia, San Vicente, 11401-2150- Costa Rica, C.A.Correo electrónico: [email protected]
VOLUMEN II - NÚMERO 6IssN 1659-3421
Director Editorial: Christopher Shaw
Asistente Editorial: Ismaela de Vargas
Distribución y publicidad: Marco Antonio Vega
Mercadeo: Melanie Shaw
Diseño/arte/ilustración: Melanie Shaw
Producción digital: Arturo Menesses
Un ministerio de Desarrollo Cristiano Internacional
Director General: Christopher Shaw
Director de Administración: Marco Antonio Vega
Director de DesarrolloCristiano.com: Arturo Menesses
Editora de DesarrolloCristiano.com: Ismaela de Vargas
Editada en diciembre de 2009
OficinaCentralDesarrolloCristiano
Internacional
CostaRicaDe la Municipalidad de Moravia
300 metros al este. San José, Moravia, San Vicente
11401 - Costa Rica, C.A.Tel.: (506) 2241-1000 Fax: (506) 2241-1001
E-mail: [email protected]
Apuntes Digital es una revista editada bimestralmente por Desarrollo Cristiano Internacional, para el liderazgo cristiano y la Iglesia de América Latina. Los artículos representan la opinión de sus autores y no necesariamente la de los editores. Las personas que aparecen en las fotografías que ilustran los artículos no guardan relación alguna con su contenido. Autorizamos el uso del contenido de Apuntes Digital siempre y cuando su fin no sea lucrativo y se dé crédito al autor, así como al número y volumen de Apuntes Digital.
DesarrolloCristiano
ArgentinaSanta Fe 1885 Dpto. 1B / 1640 Martínez
Buenos Aires, ArgentinaTel.: (5411) 4798-1432
E-mail: [email protected]
DesarrolloCristiano
MéxicoMorelos # 85 primer piso interior 1
Colonia JUAREZ C.P. 06600 México, DFTel.: 00 52 (55) 5533-1601 / 00 52 (55) 5533-1588Email: [email protected]
DesarrolloCristiano
PerúChinchón 737, San Isidro, Lima 27 PerúTel.: (511) 222-8563 Fax.: (511) 221-5308
Email: [email protected] Contacto: Nelsa Zolezzi
DesarrolloCristiano
EstadosUnidos4450 NW 135 St.
Miami, Florida 33054 E.E.U.U.Tel: (305) 685-9445
E-mail: [email protected]: Gladys Amador
Para más información acerca de la revista ingrese a:
www.DesarrolloCristiano.com
6APUNTES DIGITAL II-6
Un asunto de peso Son muy pocos los momentos en los que se puede ver, literalmente, la autoridad espiri-tual que descansa sobre la vida de un líder. Los israelitas la vieron cuando Moisés descendió del monte y su rostro brillaba con la gloria de Dios (Ex 34.29) (aunque él no lo sabía). Pedro, Juan y Jacobo también la vieron cuando, en la cima al monte de la transfiguración, las vestiduras de Jesús se tornaron resplandecientes «muy blancas, tal como ningún lavandero sobre la tierra las puede emblanquecer» (Mr 9.3).
En ambos incidentes los testigos de esta revelación se llenaron de pavor. Quizás esta es una de las razones por las que el Señor rara vez elige tornar visible su auto-ridad. No estamos capacitados para sopor-tar la intensidad de semejante experiencia.
El camino que más frecuentemente pare-ciera recorrer es revelar el respaldo que le ha extendido a una persona por medio de las obras que realiza o las palabras que pronuncia. Un claro ejemplo lo ofrece el incidente en que Jesús perdonó los peca-dos a un paralítico. Ante la indignación de los fariseos presentes Cristo decidió dar una demostración de la unción que reposaba sobre su vida: «Para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, a ti te digo: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.”» (Mr 2.10–11). Mateo señala que «cuando las multitudes vieron esto, sintieron temor, y glorificaron a Dios que había dado tal autoridad a los hombres» (Mt 9.8).
No obstante lo invisible de la autoridad espiritual, el corazón humano la puede percibir. No hace falta poseer alguna facul-tad especial para identificar un ministerio ungido por Dios. Al finalizar el Sermón del Monte la multitud, compuesta por la gente sencilla del campo y pueblos de la zona, observó que Jesús «les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como sus escribas» (Mt 7.29). Nuestra alma, sedienta de vida, inmediatamente revive cuando está en presencia de una persona de peso en el reino de los cielos.
Esta respuesta se debe a que nos hemos conectado directamente con la persona de Dios. Las palabras de Cristo indican la
dinámica que está en juego cuando una vida posee autoridad espiritual. Al pedirle Felipe que les mostrara al Padre, Jesús respondió «¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí? Las palabras que Yo les digo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en Mí es el que hace las obras. Créanme que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí» (Jn 14.10–11).
La autoridad espiritual es lo que resulta cuando el Dios eterno, creador de los cielos y la tierra, realiza sus obras a través de una persona que está completamente rendida a sus pies convirtiéndose, de esta manera, en un «vaso útil» para el Señor (2Ti 2.21).
Este respaldo divino no está reservado para unos pocos. Luego de revelar que sus obras las hacía el Padre, Cristo señaló a sus discípulos: «el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque Yo voy al Padre» (Jn 14.12).
El Padre se ha comprometido a respal-dar la vida de cualquier persona que cree en el Hijo. No es esta una referencia al reconocimiento intelectual que muchas veces confundimos con el acto de «creer», sino al compromiso de seguir incondicio-nalmente a Cristo en todas y cada una de las circunstancias de la vida. Ese marco de intimidad con el Hijo de Dios produce
autoridad espiritual en el que la practica, y es esta unción la que determina que las obras que realiza trasciendan a la eterni-dad.
Quizás el hecho de que esta autoridad es algo que depende enteramente de la inten-sidad de una relación es lo que más nos frustra como siervos de Dios. El proceso por el que crecemos en autoridad espiritual es lento e imperceptible. No la podemos manipular ni fabricar, sino que el Señor se la concede libremente a quienes lo buscan de todo corazón.
Frente a esta dificultad muchos optan por la falsificación. Un creciente número de líderes en la Iglesia hoy apuntalan su escasa ingerencia ministerial con títulos, posturas, frases y vestiduras que imitan los elementos más comunes en los modelos de autoridad populares entre los hombres. Su abundancia de ornamentos, sin embargo, no logra esconder la ausencia del único ingrediente necesario para un ministerio efectivo: la presencia de Dios detrás de nuestro servicio.
Le animo a que no se deje deslumbrar por el aparente resplandor de algunos de estos personajes. No pierda de vista que nuestra vida será evaluada en términos de su impacto eterno, no de su gloria terre-nal. La autoridad que tanto necesitamos es propiedad exclusiva del Dios a quien servimos. Ni usted ni yo podemos echar mano de ella por ningún método humano. No obstante, si Cristo es la pasión suprema de nuestra vida seguramente comenzare-mos a percibir, en las vidas transformadas a nuestro alrededor, que el Señor concede su bendición a nuestro humilde esfuerzo a favor del Reino. ad
Nota del Director
Volumen XXVII • Número 4
Incluye suplemento: Alcanzando a la Niñez
LA REVISTA DE SIEMPRE A SOLO UN CLIC DE DISTANCIA ISSN 1409-1968
El pueblo de la Palabra
Pastorales
Cuando el serviciodeprime
Lamentopor Haití
Mis palabrasen tu boca
Cansadosde la Palabra
14 ¡No los confunda! Angie Ward
19 Excelencia ordinaria David Gable
26 Cuando el servicio deprime (Primera parte) Jorge Atiencia
28 Sin embargo... Miguel Ángel de Marco
30 Momentos difíciles: ¿Qué hacer? (Segunda parte) Sixto Porras
36 Lamento por Haití Ricardo Gondim
42 El sexo y los jóvenes Shannon Ethridge
Portada
8 Cansados de la Palabra Marco Galli
10 Mis palabras en tu boca Ken Ulder
16 Palabra que impacta Paul Stevens
20 Más allá del texto Eugene Peterson
22 Una intrigante combinación Madame Guyon (1648-1717)
58 Creemos la Palabra Stella Marin Fritz
ADEMÁS
6 Nota del Director ¡Cumple tu ministerio! Christopher Shaw
34 Siervos que inspiran Abe Huber: Soñar a lo grande
Rincón del predicador38 Bosquejo de sermón Por la fe somos justificados
38 Ilustración El fin de un acorazado
40 Desnudo en el púlpito (Segunda parte) Tim Keel
Mujer Líder46 Vivir en el «nosotros» Keila Ochoa Harris
48 Dios, tenemos que hablar (Primera parte) Sandra P. Aldrich
50 La página de Apuntes Echar raíces
54 Apuntes recomienda La Biblia examinada
55 Citas que hacen pensar El valor de la Palabra
56 Héroes de la fe Richard Baxter (1615–1691): En busca de la pureza según la Palabra
SUPLEMENTO:Alcanzando a la Niñez
MARZO-ABRIL DE 2010 VOLUMEN XXVII – NÚMERO 4
S u m a r i o48
6 APUNTES PASTORALES XXVII-4
¡Cumple tu ministerio! El relato del paso de los israelitas por el desierto revela una sucesión de infortunados contratiempos. Ellos, fieles a nuestra ten-dencia de considerarnos siempre víctimas, sentían que sufrían más de la cuota. La verdad, sin embargo, es que las pruebas que experimentaron no fueron excesivas. La vida trata así a todos. Mientras avanzamos en los proyectos que nos ocupan experi-mentamos aflicciones, conflictos y reveses. Es consecuencia natural de vivir en un mundo afectado por nuestra rebeldía contra el Altísimo.
Cuando examinamos con detenimiento estas dificultades no logramos identificar ningún claro patrón en sus manifestaciones. Las crisis sacuden a todos por igual, sin discriminar entre justos e injustos, ricos o pobres, hombres o mujeres, ancianos o niños, blancos o negros.
Accedemos a otra perspectiva, sin embar-go, cuando incorporamos la óptica de Dios. En Deuteronomio él revela, con notable claridad, sus intenciones para con su pueblo: «te acordarás de todo el camino por donde el SEÑOR tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamien-tos» (Dt 8.2 [Itálicas añadidas] – NBLH).
Los años en el desierto no fueron un entretiempo, una distracción mientras lle-gaban a la tierra prometida. Las complica-ciones que experimentaron no surgieron al azar. Dios evaluaba las convicciones más profundas de sus corazones, aquellas que son las que definen nuestra conducta en cada situación. Él esperaba que, en medio de estos infortunios, ellos optaran por aferrarse a la brújula que les había provisto para el camino, su Palabra.
Solamente la Palabra nos provee de la orientación necesaria para no perder el rumbo en medio de las tormentas y los desafíos de la vida. Si carecemos de esta conexión con el Eterno, estamos destina-dos a ser niños, «sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error» (Ef 4.14). Desorientados, acabamos cediendo ante los embates de nuestras emociones, las
presiones de nuestra cultura y las demandas de las relaciones en que estamos insertados. El resultado son las desconcertantes fluc-tuaciones típicas del hombre distanciado de Dios.
De hecho, los israelitas son el ejemplo más claro de una existencia plagada de incertidumbres y desaciertos. La murmura-ción y la queja eran parte de su idioma coti-diano. Volvieron, una y otra vez, la mirada hacia su pasado, lamentando la decisión de haber salido de Egipto (Ex 14.10). Se comparaban con los paganos (Ex 16.2) y sentían «envidia de los arrogantes al ver la prosperidad de los impíos» (Salmos 73.3). De manera continua desobedecieron las instrucciones de Moisés (Nm 13 y 14). Se levantaron, en reiteradas ocasiones, contra el siervo que Dios mismo les había establecido (Nm 12 y 13). Se prostituye-ron con las hijas de Moab (Nm 25). En el momento más oscuro de su paso por el desierto decidieron construirse un dios que se adaptara mejor a sus antojos, y for-maron un becerro de oro (Ex 32).
Tristemente, la Israel del desierto guar-da muchas similitudes con algunos secto-res de la Iglesia actual, representada por cristianos tibios cuya única diferencia con sus vecinos incrédulos es que asisten a una reunión los domingos. En lo demás comparten los mismos valores, se quejan por las mismas realidades y se afanan por los mismos objetivos.
¿Cuál es la razón por la que el pueblo de Dios vive con tantas contradicciones?
Según el texto de Deuteronomio, la difi-cultad surge cuando, en medio de las prue-bas propias de la vida, el pueblo opta por descartar la guía segura que proveen las Escrituras y la reemplaza por la insensatez de la astucia humana.
Nuestra irremediable tendencia a la deso-bediencia se ha visto exacerbada, en estos tiempos, por una preocupante tendencia: el intento de muchos pastores de sustentar al pueblo de Dios con una dieta cada vez más insulsa. Han olvidado que sin el fundamento sólido de la Palabra, toda edificación inevi-tablemente termina sobre la arena. Cuando las lluvias, el viento y los torrentes azotan el edificio, se desmorona (Mt 7.26–27).
El alimento de cada semana en muchas congregaciónes, no obstante, es una combi-nación de las ideologías exitistas del mundo empresarial con una psicología popular que solamente afianza el egoísmo del ser huma-no. También ellos han fabricado su propio dios, un mero comerciante de baratijas.
Este popurrí de filosofías posee todos los ingredientes característicos de los últimos tiempos que enumera el apóstol Pablo (2Ti 3.1-4). Frente a la posibilidad de un pueblo «con comezón de oídos», Pablo anima a Timoteo a que se mantenga firme en el ministerio que se le ha confiado. «Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción» (2Ti 4.2 - NBLH).
Predica la Palabra. La exhortación es clara. Es concisa. Es precisa. Es decisiva. No requiere de explicaciones, ni justifica-ciones. Es nuestra vocación como ministros del pueblo. De hecho, tan importante es esta labor que el apóstol anima a Timoteo a insistir en esta tarea. Es decir: «Persevera, porfía, importuna, machaca, persiste. No te distraigas, ni te canses; no permitas que te intimiden, ni que te impongan otro mensaje. No te disculpes, ni tampoco te avergüences. ¡Sé fiel a tu llamado!»
Nosotros también, ¡seamos fieles a nues-tra vocación! ap
Nota del Director
Volumen XXVII • Número 5
Incluye suplemento: Alcanzando a la Niñez
LA REVISTA DEL LIDERAZGO CRISTIANO ISSN 1409-1968
Pastorales
SANIDAD DEL ALMA
TEMA DE PORTADA:¿Quieres ser sano?Stephen Arterburn
�0
Discípulos a mediasJ. Oswald Sanders
�3
«Yo sanaré tu rebelión»J. Oswald Sanders
�6
Preguntas punzantes en la Biblia�8
Inocencia robadaJosé Luis y Silvia Cinalli
20
Depredador desenmascaradoJosé Luis y Silvia Cinalli
23
Romper con el pasadoRay Pritchard
26
Cuando el servicio deprime (Segunda parte)Jorge Atiencia
30
¿Estaré deprimido? 34
Síntomas sugestivos36
Otro contenido:
¡Quiero ser humano!Ricardo Gondim 40
Límites saludablesKevin A. Miller
44
Diferencias que bendicenVíctor H. Cuartas
46
La misión transculturalCarlos Scott 48
Pastores sin pastorDavid Kornfield
50
Además:
NOTA DELDIRECTORUna salvación completaChristopher Shaw
8
EL RINCÓNDEL PREDICADOR¡Nace un sermón!(Primera parte)John Ortberg 54
BOSQUEJODE SERMÓNCuando la pérdida engendra vidaJosé Luis Romera 56
CITAS QUEHACEN PENSAREl tierno corazón del Padre 59
MUJER LÍDERDe gusano a mariposaMargarita Auffret
Pág. 60
La visiónKeila Ochoa Pág. 64
Dios, tenemos que hablar(Segunda parte)
Sandra Picklesimer Aldrich 66
LA PÁGINA DE APUNTESSuperar el pasado 68
HÉROES DE LA FEPadre del desierto:Antonio Abad (251-356) 72
SUPLEMENTO:ALCANZANDO
A LA NIÑEZ
SUMARIOvOlúMen XXvII - núMeRO 5 / MAYO - JUnIO 20�0
P R E G U N TA SPA R A E ST U D I A R E L T E XTO E N G R U P O
8
NOTA DELDIRECTOR
Cuando Jesús inició su ministerio público anunció que en él se cumplía una de las
profecías de Isaías: El texto (Is 61.1-3) presenta una lista de muchas de las condiciones que resul-tan de vivir en un mundo caído: aflicciones, que-branto de corazón, adicciones, cadenas, llanto, duelo y luto, abatimiento de espíritu, vergüenza y humillación. El pecado ha desfigurado de tal manera la vida que ha condenado al hombre a una existencia contaminada, de manera irreme-diable, por la angustia, el dolor y la tristeza.
A los que sufrían una diversidad de aflic-ciones Cristo deseaba llevarles buenas nuevas, vendar sus heridas, proclamarles libertad y lib-eración, el año favorable y el día de venganza del Señor, acercando a sus vidas consuelo, aceite de alegría, autoridad, manto de alabanza y espíritu de júbilo. De hecho, más adelante resumiría sus intenciones declarando que había «venido para que tengan vida, y para que la tengan en abun-dancia» (Jn 10.10).
El deseo del Señor de transformar a las perso-nas no ha menguado. Nuestras comunidades, sin embargo, están compuestas por un preocupante número de individuos que no logran echar mano de la plenitud de vida que él ofrece. A pesar de los años que llevan en la Iglesia, continúan atribula-dos por las mismas angustias y tristezas que los caracterizaban antes de su conversión. El pasado, como un verdugo implacable, los atormenta a cada paso de la vida.
La presencia de estas personas en nuestro medio constituye un llamado de atención a la forma en que hemos abordado la experiencia de ser cristianos. Frente a las indefinidas dinámicas que contienen una relación viva con Jesús, nos hemos inclinado por la seguridad de las estruc-turas inamovibles de una religión. La asistencia a reuniones, complementada por una desnutrida
rutina espiritual diaria, se han convertido en los medios que intentan sustentar una experiencia espiritual que pierde, rápidamente, su atractivo.
Cuando Jesús lanza frente a nosotros su intri-gante desafío —«sígueme»— no tiene en mente una experiencia limitada por horarios y espacios apartados para esta relación. Él nos llama a un compromiso tan profundo y absorbente como el que puede existir en el matrimonio. Tam-poco imagina el Señor que todo el esfuerzo por mantener viva esta relación provenga solo de nosotros. Más bien pretende que comencemos a prestar atención a lo que él esté haciendo, que aprendamos a responder en lugar de iniciar, porque la vida abundante siempre procede de él hacia nosotros. La sanidad, en el marco de esta clase de relación, es un resultado asegurado pues, mientras lo contemplamos a él, «seremos trans-formados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu» (2Co 3.18).
Esa transformación —tan profunda, que acabamos siendo «partícipes de la naturaleza divina» (2Pe 1.2)— debería percibirse en la vida de cada discípulo a medida que se afianza su relación con Cristo. No es que ya no experi-mentamos los dolores y las angustias comunes a todo ser humano, sino que estas no representan ninguna barrera al proceso de maduración en nuestra vida. La gente con quienes compartimos nuestras actividades cotidianas deberían, al igual que los religiosos que examinaron a Pedro y a Juan, sentirse motivadas a maravillarse y recon-ocer que hemos estado con Jesús (Hch 4.13). La belleza de vidas profundamente restauradas es, después de todo, la marca que nos distingue como pueblo de Dios.
Una salvación completa
Volumen XXVII • Número 6
Incluye suplemento: Alcanzando a la Niñez
LA REVISTA DEL LIDERAZGO CRISTIANO ISSN 1409-1968
Pastorales
FORMACIÓNDE OBREROS
�2 Una sociedad de ministros Elton Trueblood
�8 Presente con futuro J. J. Churruarin (con Chris Shaw)
26 Líder a la vista Fred Smith
28 Capacite a sus santos George Mallone
34 Una separación innecesaria J. Norberto Saracco
38 Punto de encuentro J. Norberto Saracco
Otro contenido:
2� Morir para vivir John Eldredge
22 Afirmar la verdad en un mundo relativista
Mark L. Y. Chan
32 ¿Se equivocó?
SUMARIOVOLUMEN XXVII
NúMERO 6 JULIO-AgOSTO
2010
TEMA DE PORTADA: FORMACIÓN DE OBREROS
42 Una visión que me hizo pensar Juan Stam
44 El estanque Ricardo Gondim
46 Otro camino J. Miguel Juez
50 ¡Puras excusas! Mark Mittelberg
52 El esposo puede besar al esposo José Luis y Silvia Cinalli
74 ¿Batido o ensalada de frutas? Ruth Padilla DeBorst
Además:
NOTA DEL DIRECTOR
�0 ¿Cuál es tu función? Christopher Shaw
EL RINCÓN DEL PREDICADOR
56 Bosquejo de sermón Llamados a ser hombres Marco Vega
58 ¡Nace un sermón! (Segundaparte) John Ortberg
MUJER LÍDER
62 Algo nuevo: La vida de Henrietta Mears Keila Ochoa Harris
64 La medida de una mujer Georgina Thompson Gómez
LA PÁGINA DE APUNTES
66 De espectadores a participantes Marlene Wilson
CITAS QUE HACEN PENSAR
69 Todo el pueblo a todo el pueblo
HÉROES DE LA FE
70 Santidad que sirve: Phoebe Palmer (1807–1874)
Apuntes Pastorales es una publicación de
SUMARIO
PREGUNTASPARA ESTUDIAR EL TEXTO EN GRUPO
PREGUNTAS PARA ESTUDIAREL TEXTO EN GRUPO
INCLUYE SUPLEMENTO:
ALCANZANDO A LA NIÑEZ
�0
NOTA DELDIRECTOR
La confusión que conduce al desperdi-cio inútil de valiosos esfuerzos es una de
las razones por las que la mayoría de empresas elaboran descripciones de trabajo para cada puesto en la compañía. La claridad en cuanto a la función es el elemento que permite a cada em-pleado concentrar sus energías en una actividad específica, la cual, combinada y sincronizada con el trabajo de otros, garantiza el alcance de los objetivos establecidos por el personal direc-tivo. El concepto obedece más a una cuestión de lógica que a modernos principios de gerencia.
Una de las primeras crisis en la Iglesia que nacía se originó, precisamente, en una confusión de roles. Los apóstoles, ansiosos por cubrir todas las necesidades de los convertidos, termi-naron, como muchos pastores hoy, enredados en más actividades de las que podían manejar. Afortunadamente, la dificultad produjo una in-teligente reflexión sobre el origen del problema y arribaron a una decisión de valor estratégico incalculable: «No es conveniente que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir mesas» (Hch 6.2). Propusieron la elección de un grupo de colaboradores para que ellos pudieran entregarse «a la oración y al ministerio de la palabra» (Hch 6.4).
Los apóstoles habían tropezado con uno de los dilemas del ministerio. Servir en el ámbito de la Iglesia nos provee una gran diversidad de oportunidades para obrar el bien. En medio de tantas opciones, no siempre escogemos las actividades con mayor proyección para el futuro. Sin percibirlo, es posible quedar atrapado en un pastorado repleto de actividades con escaso aporte al proceso de multiplicación de la Iglesia, característica esencial que define su vitalidad.
Dichosamente, el Señor no ha dejado li-brada al criterio de cada obrero la decisión de
cómo invertir sus esfuerzos para resultar más productivo y eficiente dentro de la Iglesia. En su sabiduría ha provisto una descripción de tra-bajo para los diversos ministerios del cuerpo de Cristo. Pablo la expone en la carta a los Efesios, cuando señala que Jesús «dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (4.11, 12).
El texto echa por tierra, en forma definitiva, uno de los más atrincherados conceptos en la Iglesia: que el trabajo del ministerio lo ejercitan unos pocos profesionales que han recibido un llamado especial para desarrollarlo. Según ese pasaje el ministerio es responsabilidad de todos los santos; es decir, cada hijo de Dios debe estar activamente involucrado en la obra de extender el Reino. La función de los líderes no es llevar a cabo el trabajo del ministerio, sino capacitar a su gente para que ellos lo realicen.
El líder que entiende este concepto habrá dado un paso de incalculable valor estratégico. Logrará prevenir que el ministerio no descanse sobre los hombros de una sola persona. El impacto de su labor se multiplicará de forma exponencial, pues equipará a cada persona en su grupo con las herramientas necesarias para que se convierta en socia plena de los proyectos del Señor. El impacto del evangelio se sentirá por la acción de cientos de vidas comprometidas con el ministerio, cada una sirviendo en la función que Dios soberanamente le asignó. Con solo pensar en las posibilidades que ofrece comprobaremos por qué la dinámica de este modelo resulta tan irresistible.
¿Cuál es tu función?
Volumen XXVIII • Número 1
Incluye suplemento: Alcanzando a la Niñez
LA REVISTA DEL LIDERAZGO CRISTIANO ISSN 1409-1968
Pastorales
ALCANZANDOLA MADUREZ
14 Dios + yo = victoria John Eldredge
20 La gloria del débil J. Oswald Sanders
24 ¿Cómo saber? Cristian Salgado
34 El gozo de alcanzar la madurez David Jeremiah
41 Las fluctuaciones del inestable Luis César Gabriel
44 Ser como Cristo Ajith Fernando
Otro contenido:
12 Rostro en tierra Matt Redman
28 Escoge
SUMARIOVOLUMEN XXVIII
NÚMERO 1SEPTIEMBRE–OCTUBRE
2010
TEMA DE PORTADA: ALCANZANDO LA MADUREZ
30 Una canción en tierras extrañas Joel Van Dyke
38 Evite agotarse como pastor Richard J. Krejcir
49 Migración y conflictos étnicos Samuel Escobar
52 Barreras de contención Arnoldo Tagle Flores
58 Mi plegaria al Todopoderoso Ricardo Gondim
Además:
NOTA DEL DIRECTOR
10 Hacia la madurez Christopher Shaw
BLOGS: ACCESO DIRECTO
57 No basta con sobrevivir Germán Ortiz
EL RINCÓN DEL PREDICADOR
60 Bosquejo de sermón Enfrente a sus gigantes Max Lucado
62 El sermón personalizado Gordon MacDonald
MUJER LÍDER
66 El vestido blanco: La vida de Elizabeth Fry Keila Ochoa Harris
LA PÁGINA DE APUNTES
68 Hacia la meta Marlene Wilson
CITAS QUE HACEN PENSAR
72 Seguir creciendo
HÉROES DE LA FE
70 C. S. Lewis (1898 – 1963): Promotor de la madurez
Apuntes Pastorales es una publicación de
SUMARIO
PREGUNTASPARA ESTUDIAR EL TEXTO EN GRUPO
PREGUNTAS PARA ESTUDIAREL TEXTO EN GRUPO
INCLUYE SUPLEMENTO:
ALCANZANDO A LA NIÑEZ
10
NOTA DELDIRECTOR
En varias oportuni-dades Jesús apeló al proceso de la siembra para ilustrar el mis-
terioso proceso de crecimiento del reino de los cielos. Pablo empleó la misma imagen, en Gála-tas, cuando exhortó a la Iglesia a sembrar para el Espíritu. Les recordó que, si no se cansaban, eventualmente cosecharían el fruto de su trabajo (Gá 6.7–9).
El proceso por el que una semilla llega a con-vertirse en una planta madura es mayormente misterioso. Sabemos que la tierra le provee los nutrientes esenciales para el crecimiento. El proceso de alimentación ocurre imperceptible-mente a través de las raíces, la única parte de la planta escondida a la vista del hombre. También entendemos que si la planta no recibe el agua que sustenta toda vida no podrá sobrevivir. La combinación de estos elementos, junto al ener-gizante calor del sol, producen crecimiento.
Aunque la ciencia nos ha ayudado a entender muchos de los procesos de crecimiento, nos re-sultaría difícil identificar el momento puntual en que el mismo se produce. No obstante, resulta fácil distinguir entre una planta naciente y un árbol maduro. Es decir, aunque no logramos ver con los ojos los pasos que sigue el crecimiento, los frutos de ese proceso están claramente a la vista.
Así también ocurre en la vida espiritual. Las razones por las cuales una persona alcanza la madurez son enteramente misteriosas y es-tán, mayormente, en manos del Espíritu que la produce. No es fácil identificar las experien-cias puntuales que contribuyen al crecimiento, aunque nos gusta creer que las más cargadas de emociones son las más espirituales. No obstante,
el crecimiento en nuestra vida frecuentemente encuentra un paralelo en la experiencia de Moi-sés. Cuando bajó del Monte, su rostro brillaba, pero él no estaba enterado del fenómeno. Tam-poco pudo identificar el momento en que ad-quirió dicho resplandor. Los que lo rodeaban, sin embargo, no dudaron que había estado en la presencia del Altísimo por lo que veían en su rostro.
El crecimiento en la vida del discípulo es lento e imperceptible, y ocurre en los lugares insondables del alma. Los frutos de este proceso se visualizan con el paso del tiempo, de manera que resulta fácil distinguir entre un discípulo maduro y uno inmaduro. Y aunque descono-cemos los detalles del proceso que conducen hacia la madurez, podemos colaborar con Dios en producirla. La multitud de disciplinas de la vida espiritual, tales como la oración, el ayuno, la confesión, la comunión y la celebración no poseen poder en sí mismas para producir creci-miento, pero sí consiguen ubicarnos en el lugar dónde Dios puede trabajar en nuestra vida.
Lo que resulta claro es que absolutamente todos hemos sido llamados a crecer. En las pala-bras de Pablo, debemos llegar «a la condición de un hombre maduro, a la medida de la es-tatura de la plenitud de Cristo» (Ef 4.13). Que una planta, luego de varios meses, no cambie de tamaño, alarmaría a cualquier agricultor. Tra-bajemos para que el proceso de crecimiento no se interrumpa, pues en el momento que dejemos de crecer habremos comenzado a morir.
Hacia la madurez
Volumen XXVIII • Número 2
Incluye suplemento: Alcanzando a la Niñez
LA REVISTA DEL LIDERAZGO CRISTIANO ISSN 1409-1968
Pastorales
�2 El evangelio de la avaricia Ruth Padilla DeBorst
�6 Otra clase de prosperidad Juan Calvino
24 ¡No hay disfraz que alcance! Marco Vega
28 Sabiduría en la administración Marco Vega
36 Rompa con la esclavitud financiera
Otro contenido:
�9 Tu peor enemigo Melvin Rivera Velázquez
20 Dioses rivales Tim Keller
32 Un evangelio completo Scott Sabin
SUMARIOVOLUMEN XXVIII
NúMERO 2NOVIEMBRE–DICIEMBRE
2010
TEMA DE PORTADA: PROSPERIDAD, ¿DE QUÉ EVANGELIO?
40 Abrazar el sufrimiento en el servicioAjith Fernando
44 Mecanismos de manipulación en las iglesiasJuan Stam
50¿Recibir o excluir?
52 La oración del silencio Jean Nicholas Grou
6� La batalla contra el temor Ricardo Gondim
Además:
NOTA DEL DIRECTOR
�0 La deificación del deseo Christopher Shaw
BLOGS: VASOS DE BARRO
27 Desde el sepulcro Christopher Shaw
EL RINCÓN DEL PREDICADOR
56 Bosquejo de sermón Conquista a tu generación Lucas Ortega
58 ¿Dónde estaba el púlpito de Jesús?
Gordon MacDonald
MUJER LÍDER
62 Un ramo de dolor: La vida de Joni Eareckson Tada Keila Ochoa Harris
LA PÁGINA DE APUNTES
64 El ingrediente que falta CITAS QUE HACEN PENSAR
66 Las riquezas del Reino
HÉROES DE LA FE
68 Juan Wesley (1703 – 1791): Riqueza sobria
Apuntes Pastorales es una publicación de
SUMARIO
INCLUYE SUPLEMENTO:
ALCANZANDO A LA NIÑEZ
�0
NOTA DELDIRECTOR
Por extraño que nos parezca, las personas no siempre se han
volcado hacia el consumo desenfrenado. Durante siglos adquirían solamente lo que necesitaban. La revolución industrial del siglo XIX, sin embargo, le permitió a los fabricantes multiplicar asombro-samente los procesos de producción. Esto preci-pitó una crisis, pues el fabricante ahora producía más de lo que le era factible vender. Nació, enton-ces, la publicidad.
El trabajo esencial de una publicidad es con-vencer al consumidor de comprar el producto. A medida que alcanzaron una mejor comprensión de los factores que influyen las decisiones de la gente, los publicistas perfeccionaron sus técnicas. Todos los mensajes se concentraron en desper-tar en las personas el deseo por un producto que no sabían que necesitaban. En palabras de un escritor: «las publicidades se convirtieron en los profetas del capitalismo».
Ellas atrapan porque ofrecen, con mucha sutileza, mayor felicidad, éxito, reconocimiento o placer del que uno disfruta en el presente. En el pasado las personas solamente miraban las publicidades para atender una necesidad pun-tual. Hoy, las miramos para enterarnos de lo que podríamos desear.
El mundo del consumo requiere mantener siempre estos deseos a flor de piel. La satisfac-ción prometida por los mensajes publicitarios invariablemente está un poquito más allá de nuestro alcance. No arribamos nunca a una plena satisfacción, pues si estuviéramos satisfechos se derrumbaría el sistema capitalista, el cual ocupa que sigamos comprando. El resultado es que ya no consumimos para vivir; ahora vivimos para consumir.
El apelar continuamente a los deseos ha creado una cultura en la que la satisfacción de
los apetitos se han convertido en el fin de nues-tra existencia. El fruto de esta perspectiva es una vida de excesos, caracterizada por la obesidad, el alcoholismo, la promiscuidad y las deudas. La falta de disciplina es el engranaje que mueve la maquinaria de una sociedad consumista.
¿Cómo ha permitido la Iglesia que esta cul-tura afecte el desarrollo de la vida al que hemos sido llamados? Una parte del pueblo de Dios se ha convertido en consumidora de bienes espiri-tuales. Llegan a las reuniones con un solo inte-rés en mente: encontrar la forma de activar la bendición del Señor para sus propias vidas. No muestran interés alguno en el prójimo ni en bus-car, como comunidad, la manera de revertir los problemas que afligen su sociedad. Dios es, para ellos, un artículo de consumo más, que existe ex-clusivamente para cubrir las necesidades y deseos de sus hijos.
¡Cómo no han de proliferar, en esta época, los mensajeros de la prosperidad? Echando mano de los artilugios propios del mundo publicita-rio, crean insaciables deseos en su audiencia. Al igual que los mejores publicistas en la cultura de consumo, nunca entregan lo que prometen. Sus mensajes seductores, sin embargo, les aseguran que las personas sigan gastando sus recursos con la esperanza de alcanzar, algún día, la prosperi-dad.
Jesús echó, a latigazos, a los mercaderes del templo, porque convirtieron «la casa de mi Padre en una casa de comercio» (Jn 2.16). Convertir la necesidad espiritual de la gente en un negocio sigue siendo uno de los actos de mayor bajeza humana. Es hora de que llamemos al evangelio de la prosperidad por lo que verdaderamente es: un grosero comercio religioso.
La deificación del deseo