vivir sin él

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EL CRÍTICO DE UNA ÉPOCA | 5 Emmanuel Carballo El crítico de una época Así, como el crítico literario de toda una época ha quedado gra- bado el nombre de Emmanuel Carballo en los anales de la cul- tura mexicana. Para recordar a quien fue un colaborador siem- pre bienvenido en las páginas de esta Revista, hemos reunido una serie de textos que señalan las estaciones de una trayecto- ria de escritura ambiciosa, inquisitiva y exigente. Dos aportaciones del propio Carballo ratifican sus no esca- sas virtudes de entrevistador y memorialista. Por un lado, in- cluimos en este expediente el último texto que, pocos días antes de su fallecimiento, nos hiciera llegar: el relato de sus vínculos como editor con Reinaldo Arenas. Por otra parte, tenemos la con- versación —inteligente y amena, como es la norma en su famosa recopilación de Protagonistas de la literatura mexicana— que Carballo sostuvo con José Luis Martínez. La escritora Beatriz Espejo traza el retrato de su esposo no como hombre de letras sino el hombre de las pasiones com- partidas a lo largo de su travesía vital. Silvina Espinosa de los Monteros ha recuperado un interesantísimo diálogo con Car- ballo. Felipe Garrido, Hernán Lara Zavala, Ignacio Solares y Guillermo Vega Zaragoza entregan sus lecturas y recuerdos del amigo y cómplice de aventuras literarias.

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Emmanuel Carballo

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  • ELCRTICO DEUNA POCA | 5

    Emmanuel Carballo

    El crtico deuna pocaAs, como el crtico literario de toda una poca ha quedado gra-

    bado el nombre de Emmanuel Carballo en los anales de la cul-

    tura mexicana. Para recordar a quien fue un colaborador siem-

    pre bienvenido en las pginas de esta Revista, hemos reunidouna serie de textos que sealan las estaciones de una trayecto-

    ria de escritura ambiciosa, inquisitiva y exigente.

    Dos aportaciones del propio Carballo ratifican sus no esca-

    sas virtudes de entrevistador y memorialista. Por un lado, in -

    cluimos en este expediente el ltimo texto que, pocos das antes

    de su fallecimiento, nos hiciera llegar: el relato de sus vnculos

    como editor con Reinaldo Arenas. Por otra parte, tenemos la con -

    versacin inteligente y amena, como es la norma en su famosa

    recopilacin de Protagonistas de la literatura mexicana queCarballo sostuvo con Jos Luis Martnez.

    La escritora Beatriz Espejo traza el retrato de su esposo no

    como hombre de letras sino el hombre de las pasiones com-

    partidas a lo largo de su travesa vital. Silvina Espinosa de los

    Mon teros ha recuperado un interesantsimo dilogo con Car-

    ballo. Felipe Garrido, Hernn Lara Zavala, Ignacio Solares y

    Guillermo Vega Zaragoza entregan sus lecturas y recuerdos

    del amigo y cmplice de aventuras literarias.

  • Lo he contado otras veces, pero cmo no recordar nues -tro primer encuentro? Parada en el estacionamiento de laUniversidad lo vi venir. Alto, delgado, cabello ala decuervo, corbata de moo, un optimismo exuberante querevelaban sus ademanes decididos y una confianza im -pertinente notable en el brillo agudo de sus ojos, en superfil bien dibujado, en su boca de labios carnosos conun lunarcito debajo. Acababa de ofrecer una conferen-cia, lo cual se convertira hasta su final, junto con susartculos, en parte de sus actividades constantes. Salaescoltado por una cauda de jovencitas festivas, manojode flores que seguan aplaudindolo; a su lado iba lamaestra ms prestigiada de la Facultad de Filosofa yLetras, por lo menos debido a sus actividades adminis-trativas, Mara del Carmen Milln. Emmanuel me des -cubri a la distancia esperando el coche que mandabande mi casa para buscarme y como rayo se acerc mos-trndose hechizado. Me pregunt por qu no haba idoa escucharlo, hacindome sentir una falta imperdona-ble. Dijo quin era, habl de sus colaboraciones, sac arelucir Mxico en la Cultura, La Gaceta y sus progra-mas de radio y televisin, rganos de publicidad delFon do de Cultura Econmica, La Gaceta Culturaldel Aire, XEQ y XEX, e Invitacin a la Cultura del canal 5.Al menos en ambientes instruidos, todo el mundo losco mentaba. Haca entrevistas, prlogos, criticaba li -bros, levantaba polmicas y conversaba frecuentemen-te con Pita Amor; ojos redondos para mirar al mundoy boca feroz para comerse a sus amantes y los suspicacesno distinguan entre el lobo y la Caperucita.

    En mi casa reciban dos peridicos que seoreabanel panorama informativo de entonces, Exclsior y Nove -dades, en cuyo suplemento Emmanuel era colaboradorestrella. Lo o con inters por su discurso, con asombropor su seguridad personal. Lo vi con encantamiento porsu guapura; sin embargo, adopt displicencia asegu-rndole que no lo conoca y complet la faena desde elvidrio trasero del automvil dicindole adis con los de -dos de la mano. A la maana siguiente me llam. Sali-mos dos o tres veces, siempre escapndome de clases alas cinco de la tarde. Oamos jazz en el nico lugar queabra temprano y llenaba su local con Tino Contrerasque fomentaba a sus seguidores o nos ponamos ro -mnticos escuchando (ahora s que era premonitorio)

    la voz de Rebeca cantando pausadamente, temor deser feliz... a tu lado. Miedo... de acostumbrarme a tuquerer.... Juntos intentamos conocer sin xito a Ma -ra Enriqueta y llegamos hasta su casa de la colonia San -ta Mara, cer ca del Quiosco Morisco, donde la se cues -traban unos sir vientes que heredaran a la viejita.

    Sin embargo, las escapadas duraron solo tres sema-nas. Cuando le entregaba un trabajo escolar, la mismamaestra Milln me enter de que Emmanuel estaba ca -sado y tena hijos. Algo que jams se me hubiera ocu-rrido. Incompatible con mi catolicismo juvenil y miscircunstancias familiares. Desilusionada, no volv a con -testar sus llamadas. Halagada, recuerdo el texto de un te -legrama que mand a Ciudad Victoria, donde me refu-gi en una fbrica textil de la cual pap era socio. Deca:Mi amor crece con su ausencia, ms literario que realpero sugestivo no obstante el solemne usted segn lasformalidades del trato acostumbrado. Nunca lo tuveen mis manos y solo supe de su contenido porque mipadre lo interfiri iracundo de que un hombre com-prometido enamorara a una muchacha de 17 aos. Ypara que la sangre no llegara al ro jur solemnementeque mi honor segua inclume y que las virginales rela-ciones estaban rotas.

    Poco despus, Juan Jos Arreola sac La otra herma -na, el primer nmero de sus Cuadernos del Unicornio.Se trataba de mis primeras prosas medio publicables?Emmanuel escribi una resea lcida en la que dejabatraslucir cierto anlisis psicoanaltico. Ahora veo que eneste segundo aspecto no tena mucha tela de donde cor -tar porque el escaso tiempo que salimos no alcanz pa -ra conocernos bien. De nuevo caus la indignacin demi familia y a pesar de ello me invit a un programa ra -diofnico. Algo indito y emocionante. Juan Jos se unial grupo de los indignados y decidi acompaarme co moun San Jorge dispuesto a defenderme del dragn; peroel dragn result muy amable, le hizo publicidad al cua -dernillo, a las colecciones incipientes y disfrut el trance,igual que antes y despus otros autores jvenes, de con-testar sus preguntas reflexionando sobre la propia obra.

    Por entonces haba hecho ya su revista Ariel en Gua -dalajara y organizado la primera exposicin de escultu-ra abstracta en el pas, por la cual lo acusaron a l y a susamigos Carlos Valds y Ernesto Flores de ser agentes de

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    Vivir sin lBeatriz Espejo

  • la CIA, antipatriotas, enemigos de la Escuela Mexicanaque marcaba, segn David Alfaro Siqueiros, una solaruta, y con tanto tesn y tantos frutos fincaron otrosartistas de mucha monta. Emmanuel haba tambin re -cibido algunos reconocimientos y demostrado que eraun apasionado de su oficio, que adoraba la literaturaquiz ms que a los seres humanos y que tambin erabueno como l solo para resistir golpes y lisonjas sin quese le moviera un pelo. Trabajaba bajo la direccin de Fer -nando Bentez y desde su columna El libro de la semanase mantena al tanto de lo ms reciente que sacabandiferentes editoriales nacionales y extranjeras. Redacta -ba artculos fulminantes y extenda cartas de nacimientoo defuncin. Descubri autores noveles, redescubri aotros que haban sido olvidados. Gan enemigos y ad -miradores y empez a tener prestigio por sus opinionessustentadas en la honradez que no mira conveniencias.Sostuvo siempre esa lealtad consigo mismo y con los de -ms y lo demostr en todas sus actividades e incluso co -mo jurado de premios literarios o simplemente comolector atento y sensible. Algunos escritores, me viene alpensamiento el nombre de Vctor Hugo Rascn Ban -da, dijeron que se les doblaban las piernas cuando le en -tregaban sus trabajos. Le tenan respeto y esperaban suveredicto entre temerosos y esperanzados. Ogro inco-rruptible comprometido con sus ideas, sostuvo de pa -labra y por escrito que su mam lo ense a equivocar-se solo y as le dedic una antologa importante sobrecuento y decidi que sus cenizas se cobijaran bajo latumba familiar en su amada Guadalajara donde le rin-dieron homenaje luctuoso digno de un jefe de Estadobajo el Paraninfo de la Universidad alabado cada que sepresentaba la ocasin.

    No en vano alguno de sus escritos se llaman Notas deun francotirador. Debera incluir muchas otras no re -copiladas. E incluso creo que a los siguientes tomos detintes autobiogrficos, Diario pblico 1966-1968 y P -rrafos para un libro que no publicar nunca, les habraacomodado el ttulo porque justific su postura inte-lectual afirmando que el crtico es una figura incmodapero necesaria.

    Por el tiempo a que me refer antes, Emmanuel ejer -citaba ya sus verdaderas dotes inquisitivas en una seriede conversaciones que integraron Protagonistas de la li -teratura mexicana. Se sirvi del ensayo, la crnica, laerudicin, la sagacidad. Invent as un gnero de en -trevista-ensayo para trazar lneas, fijar relaciones y ahon -dar en figuras que entonces empezaban a ser y hoy sonhonra y gloria de nuestras letras elevadas al Olimpo delos clsicos. Empez por integrantes del Ateneo de laJuventud: Martn Luis Guzmn, Julio Torri, AlfonsoReyes, Genaro Fernndez Mac Gregor, Jos Vasconce-los (quiz la mejor pieza de la serie). Sigui con Con-temporneos: Salvador Novo, Carlos Pellicer, Jaime To -

    rres Bodet, Jos Gorostiza. Los colonialistas: Artemiode Valle Arizpe, Julio Jimnez Rueda. Los integrantes dela gesta revolucionaria: Rafael F. Muoz, Agustn Y -ez, Mauricio Magdaleno, Nellie Campobello, RamnRubn. Remat con jvenes que cimentaban su reputa-cin: Juan Rulfo, Juan Jos Arreola, Rosario Castella -nos, Carlos Fuentes. Presenci el intercambio de cartasque cruzaron Elena Garro y l y la omisin de prrafossangrientos contra Octavio Paz que crey pertinenteguardar en sus cajones. Desde luego Paz nunca se ente-r. De haberlo sabido quiz no le habra espetado, desdela puerta de una recepcin por algn aniversario de larevista Vuelta: Te veo muy garrista. A lo cual Emma-nuel repuso: No soy garrista ni pacista. Soy amante dela buena literatura. Por eso mismo la ltima edicinde Protagonistas incluye una entrevista con Octavio.

    Me toc presenciar la segunda parte de uno de susdilogos ms chispeantes. Carlos Pellicer nos invit amerendar chocolate en jcara ahumada y tamales de pe -jelagarto en una noche cargada de emociones. Presen-ta su muerte y se despeda de los volcanes del Valle y delos amigos que estimaba. Me toc dejar a Emmanuel,grabadora en mano, en Avenida Cuauhtmoc a las puer -

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    Emmanuel Carballo y Beatriz Espejo

    Vernica R

    osales

  • tas de la casa modesta habitada por Mauricio Magdalenomoribundo y lleno de rencores. De vez en cuando inte-rrumpa la conversacin, olvidaba al entrevistador e in -crepaba a Yez retndolo cuando se encontraran en elotro mundo (fueron, como se sabe, secretario y subsecre -tario de Educacin Pblica durante el gobierno de DazOrdaz). Resulta muy impresionante que a la hora de ren -dir el alma algunos personajes todava guarden agravios,porque segn yo ante la muerte nada de be importar.

    Protagonistas de la literatura mexicana es una obramaestra en su tipo, un compendio imprescindible paralos investigadores y para cualquiera interesado en sabercmo se gestaron algunas memorias, novelas, cuentos ypoemas esplndidos. Emmanuel lo escribi gracias a sucultura, a sus investigaciones infaltables y a cualidadespoco comunes que le permitieron valorar la trayectoriade cada entrevistado. Gracias tambin a su sensibilidadartstica, pod, sin quitarle fluidez, de polvo y paja lalengua oral y dej las respuestas ms sabias e in -teresantes. Siempre con esa prosa suya contundente, hizogala de la malicia que le revoloteaba en la mirada y con-dujo a sus interlocutores hacia puntos lgidos que nin-guno dej de aclararle. Esto explica las aportaciones ypistas que aprovechan estudiosos de diferentes pases,quienes a veces lo citan y otras simplemente se lo fusi-lan en ensayos y tesis de grado. Y hasta dio ttulo a unprograma deportivo, Los protagonistas, de Jos RamnFernndez. Este libro conjuga varias caractersticas quedefinen a Emmanuel como escritor, un olfato muy finopara descubrir el talento, una informacin imprescin-dible sobre las distintas dcadas que analiza y un agudosentido del humor. En una portada memorable RafaelLpez Castro sintetiz su personalidad con un guantede box y una pluma Montblanc.

    Supo pronto que pertenecemos a un pas con grancapacidad de olvido. Dej la resea (que en su expe-riencia le acarreaba enemigos cada semana) y adopt lahistoria y las antologas literarias. De su enorme biblio-grafa, traigamos a cuento dos libros: Historia de las le trasmexicanas en el siglo XIX y otro de gran actualidad, Qupas es este? Los gringos y los Estados Unidos vistos por es -critores mexicanos de los siglos XIX y XX. Una cuestin deafinidades y profundas simpatas explica su admiracinpor Jos Vasconcelos, nuestro memorialista por exce -lencia, que encabeza la lista de sus autores preferidos.Supongo que de alguna manera le inspir la novsimaidea de sacar en Empresas Editoriales autobiografasprecoces de muchachos en quienes detectaba un futuroprometedor. Abri la serie Gustavo Sainz y siguieronJuan Garca Ponce, Salvador Elizondo, Toms Moja-rro, Vicente Leero que ha llamado a Emmanuel unrompemadres porque menospreci Los albailes. Si -guieron tambin Jos Agustn, Marco Antonio Montesde Oca, Ral Navarrete, Sergio Pitol y Juan Vicente Me -lo. Se prometan otros textos, entre ellos uno de JosEmilio Pacheco y otro de Jos de la Colina que nuncaaparecieron y uno ms de Parmnides Garca Saldaa,con prrafos notables y demasiadas incongruencias. Sepublicaban sesenta y tantas pginas prologadas siem-pre por el mismo Emmanuel. Al revisar la serie encon-tr una dedicatoria curiosa. Demuestra las volteretasque da la gente y la traigo aqu porque todo es materiade papel y tinta. Dice: Para el verdadero HenrquezUrea de cuando menos tres generaciones. Tres de lite-rarios, una fallida muestra de verismo, este show inso-portable de candor. Con odio porque me ha obligado aescribir. Con gratitud navidea. Con afecto para elresto del ao. Carlos Monsivis. Imagino que le dur

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    Con Beatriz Espejo

  • el afecto el resto del ao y luego se le acab misteriosa-mente. Porque Emmanuel ya no era uno de los caposde la mafia literaria? Porque su nombre dej de estar,donde estuvo aos, en la enorme marquesina de las pr -golas de la Alameda hoy desaparecidas? Porque Carlosya no necesitaba vejigas para nadar? Recreo el asuntocon mi desenfado entre veracruzano y yucateco, ya queCarlos y yo fuimos compaeros universitarios y eso meobliga a la benevolencia. Adems l, inteligente y em -peoso, lo mismo que Pacheco, llev a buen puerto einici su fama gracias a unas antologas de poesa en lossiglos XIX y XX, publicadas tambin por Empresas Edi-toriales. Emmanuel se las propuso y l mismo escribila del cuento. Y yo ni siquiera empec la de la prosa bre -ve que me pidi. Estaba demasiado metida en mis pro-blemas existenciales; pero todava no termino de arre-pentirme por haber perdido una oportunidad de las queno vuelven a presentarse.

    Las autobiografas precoces duraron 36 meses. En1968 subieron a la palestra unas hermanas mayores quecasi nadie recuerda. David Alfaro Siqueiros, Marte R.Gmez, Ermilo Abreu, Jess Silva Herzog, Vicente Lom - bardo Toledano, Alfonso Caso, Luis Garrido y FranciscoL. Urquizo dejaron, como generales que fueron, cartasabiertas para los soldados todava desconocidos de la pin - tura, la agronoma, la arqueologa, la milicia, el socialismo.

    En Mxico las polticas y conveniencias literarias soncomo las olas del mar, avanzan y retroceden; sin em -bargo, nadie dudara de que Emmanuel, nada envidiosodel bien ajeno y contento dentro de su cuerpo, estimu-laba vocaciones. Detectaba el talento y lo encauzabacuanto poda incluso en la Editorial Digenes, dondegast la herencia que le dej su madre. Redescubri aviejos casi olvidados, valor a eminencias de su genera-cin, entendi a los llamados onderos, se deslumbr conGabriel Garca Mrquez y Julio Cortzar antes de serentronizados a nivel mundial. Entendi que La treguade Mario Benedetti era una novela notable (de la cualse han vendido millones de ejemplares) y apoy a una se -rie de escritores cubanos de cuyos mritos ya nadie duda,como Reinaldo Arenas. Nos llevara buen rato enumerarlas escaleras que Emmanuel Carballo tendi o ayud atender para que otros las transitaran, desde mltiplesrevistas, suplementos, editoriales; desde sus ctedras uni -versitarias y clases en la Sogem, desde incontables foros.Casi nunca se neg a presentar libros de autores por losque apostaba o a sealarles virtudes y defectos.

    Aunque hizo cuentos y poemas rotundos, algo mi -sginos, muy interesantes y originales, su trayectoria lollev a la autobiografa con ttulo desencantado:Ya na -da es igual. Abord su infancia, adolescencia y primerajuventud en una Guadalajara reconstruida con esas pin -celadas sensibles que la madurez siente por las etapasjuveniles. Rescat en uno de los pasajes de mayor nfa-

    sis la imagen de su padre casi borrada como fotografadesdibujndose bajo el sol, reconstruy su cordn um -bilical, pasiones deportivas, noviazgos, amistades, va -caciones en Los Reyes, Michoacn, la silueta sobria dela casa del puente, su casa. Y termin el 13 de septiem-bre de 1953, recin casado, cuando abord el tren rum -bo a Mxico para presentarse al Centro Mexicano deEscritores: comparta el honor con Rulfo, Arreola, Cas -tellanos, Luisa Josefina Hernndez, Al Chumacero. Ca -da sesin debi de ser una gloria.

    En Ya nada es igual habl de un catolicismo incul-cado por los jesuitas, abandonado con escasos aspa-vientos. Al que debi ms experiencias auditivas, olfa-tivas y visuales que hondas revelaciones matafsicas. Losoros de custodias y retablos, la msica de los rganos,el tintn de las campanillas y el olor de los incensariosen el supremo instante de la consagracin lo llevaron aregiones de bienaventuranza que evoca nostlgico por-que las gozaba sin poner los puntos sobre las es o, a lomejor, no obstante su extrema inocencia, ya los pona.A propsito de su religin apunt: Si el infierno mepareca injusto y excesivo, si el purgatorio innecesario,al cielo lo consideraba una recompensa al que los hom-bres justos no podan aspirar con dignidad. Dios existepara todos y no solo para unos cuantos seres privilegia-dos. Por solidaridad y por conciencia de especie, elhombre debera revelarse contra la recompensa y tam-bin contra los intermediarios que en vez de aproxi-marlo a Dios lo alejan de los hombres. Este prrafotomado al azar retrata al contestatario, al inconforme,al que no se chupa el dedo, al ser humano preocupadopor los dems y dispuesto a pagar los precios que le im -ponen sus decisiones.

    Por ltimo, necesito confesar lo complicado y do -loroso que me resulta enjuiciar a una persona tan cer-cana, ligada a mi corazn desde que advert que existanlos conquistadores en el mundo, con la que acabaraca sada despus de algunas mutuas vicisitudes. Ratifica-mos nuestros votos en India frente al dulce embajadorJulio Faesler. Un cuento mo intenta retratar su vitali-dad imparable; se titula Los delfinios blancos, hablade un l y una ella que se encuentran y se proponen lafelicidad. Por supuesto, dej el final abierto... Como esfcil imaginar, tuvimos de todo. La mayor parte fuerontiempos aventureros y gloriosos premiados por un hijoextraordinario. Vivimos hombro con hombro casi 40aos. Disfrut su irona, sus frases ingeniosas, sus gus-tos, su ternura, su bonhoma disfrazada de malignidad,las opiniones de las pelculas que veamos juntos cadamircoles, su sombra protectora y hasta su genio explo-sivo. Disfrut su amor. Hoy me llena de tristeza la rea-lidad de vivir sin l, no escuchar sus pasos de giganterecorriendo el pasillo ni verlo sentado a la mesa espe-rando su platillo favorito.

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