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Unimos voces sobre los problemas actuales de la distribución audiovisual en España.

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El Festival de Cannes, en la presentación de su próxima edición, nos daba un dato: 1.800 películas se presentaron a

competición. Para poder verlas todas, una persona necesitaría de unas 3.000 horas de las 8.760 horas que tiene un año,hasta que se presenten las 1.800 siguientes, o todavía más, si siguen con el ritmo de crecimiento que prevén. Ya lo es en lapráctica, pero pronto será imposible matemáticamente que un individuo pueda ver todas esas películas.

Constantemente salen datos en las redes de la cantidad de imagen visual que se genera. Otro dato reciente, el quemás me ha llamado la atención en los últimos días, es el que nos daba Youtube, que afirmaba que cada minuto su portalgenera un total de 72 horas de contenido visual. Es el mejor ejemplo para ver en qué punto se encuentra la producciónde contenidos audiovisuales. Estamos de lleno en la paradoja de Zenón, la de Aquiles y la tortuga, en lo inalcanzable.Cuanto más vemos, más hay. Cuanto más lo perseguimos, más se nos escapa.

Así es a día de hoy el mundo del cine, un imposible a la hora no sólo de asimilarlo, sino simplemente verlo. Es imposiblepara un individuo conocer y juzgar las películas que se hacen. Imposible ser conscientes si uno u otro director por si esteo el otro lo había hecho antes. Es imposible la historia, la clasificación, por lo menos desde el individual.Se acabó el coleccionista, se acabó el teórico y se acabó el historiador, ya nadie puede controlar, conocer, algo que superala posibilidad del juicio a nivel individual, por pura cuestión física. ¿Cuántas vidas deberíamos vivir para poder hacer unahistoria del cine que llegara hasta 2014 y no fuera parcial?

Al contrario de lo que se piensa a propósito de internet, la experiencia del cine es ahora más colectiva que nunca,por imperiosa necesidad. Se ha querido enfrentar el espectador de cine en internet al espectador de cine en salasde exhibición en base al elemento socializador que uno u otro permiten, cayendo en el error de considerar al espectadorvirtual como alguien que no vive la experiencia socializadora del cine. Cuando es todo lo contrario. Hoy la soledad lavives en la sala de cine, cuando ves una película de la que todo el mundo ya ha hablado meses antes.La socialización se encuentra más reforzada en internet, que te permite descubrir una cantidad más amplia de películasentre las que buscar la que conecte contigo, permitiéndote a su vez conectar con otras personas que también la hanvisto ya.

En este contexto, la distribución tiene perdida toda batalla. Gestionar derechos, gestionar fechas, gestionar espaciosya no es algo que puedan hacer, porque ya no los tienen herméticos bajo su control. Antes de recibirlos ya se hanescapado. Los derechos han volado –si alguna vez los hubo-, las fechas siempre van tarde, y los espacios ya son plurales,no únicos. Lo que debe plantearse una distribuidora a día de hoy es la creación. Crear nuevos derechos, crear nuevasfechas, crear nuevos espacios. La propiedad intelectual (?), el estreno, y la sala, son conceptos que necesitan de unareformulación, han quedado obsoletos. La distribuidora debe dejar de perder el tiempo en gestionar aspectos económicos,en gestionar la exclusividad de la exhibición.

Sus antiguos métodos son anacrónicos, ya superados y mejorados. Sin embargo, la distribuidora es ahora mismo másnecesaria que nunca. En el contexto que hemos descrito de un cine con tanta producción que es inalcanzable parael individuo, para el espectador por sí solo, tener la referencia de una distribuidora a la que poder hacer confianza y creeren sus criterios, es el gran horizonte. No se trata pues de, poniendo ejemplos prácticos, correr para comprar los derechosde Omar, como hizo Golem, o Boy eating the bird’s food, como ha hecho Paco Poch, y pretender tener esas películasencerradas, a la vista de nadie, hasta que llegue la fecha en que se considera comercialmente más atractiva.

Ahora es tiempo de, ante tal océano de films, llenar la botella y traerla antes de descubrir que el agua también se pasa.Nada de pretender monopolizar la fuente, sino de explicar tantas aguas posibles en constante flujo y renovación.Crear nuevas relaciones, nuevos tiempos y nuevos lugares. ¿Se imaginan a un espectador yendo a ver una películasimplemente por la confianza que tienen en la inventada distribuidora YYY films? Esa, que debería ser la función final detoda distribuidora, nunca ha sido alcanzada ni pretendida. La comercialización, el comprar por 2 y vender por 4, ha sido lafunción que se le ha dado. Y ahora se pagan las consecuencias, porque nunca consiguieron crear, nunca fue suyo.

LA DISTRIBUCIÓN :¿CREACIÓN O GESTIÓN?

Christian Gómez Carlos

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I .

El pasado 21 de marzo, se desataba a través de redes

sociales, chats, foros y Whatsapp una euforia casifutbolística entre los cinéfilos españoles. Estaban yadisponibles para su descarga alegal tanto Rompenieves(Snowpiercer. Bong Joon-ho, 2013) como El sueño de Ellis(The Immigrant. James Gray, 2013). Ambos títulos seestrenarán, por cierto, en cines españoles, respectivamente lospróximos 9 de mayo y 27 de junio.

"¡Menudo fin de semana!", auguraba un conocido conentusiasmo. Y, en efecto, en los días posteriores a quepudiesen descargarse los archivos —de excelente calidadal proceder de ediciones en Blu-ray legales—, no habíacorrillo en Internet, eventos varios e incluso pases deprensa donde no se comentasen una y otra película, muyesperadas en nuestro país desde que la primera viese laluz hace casi un año en el Festival de Cannes, y la segundase estrenase allá por agosto de 2013 en Corea del Sur.

II.

Ha lamentado uno a veces que la llamada nueva

cinefilia abjure de la cartelera semanal en favordel consumo desbocado, laxo y onanista de películasmerced a Internet. La cartelera era un mecanismode distribución y exhibición sin duda menos ligadoa la vivencia de la cultura que a los engranajes de unadeterminada estructura económica. Pero garantizaba alcine una presencia cierta, orgánica, en el imaginariosociocultural; y al acto de ver y criticar, un potencial deintervención —todo lo mediatizado que se quiera—en la esfera pública, en el rumbo de lo colectivo. “Asistir a unasala de cine (…) es una de las expresiones más directasde la relación entre la humanidad y el arte, en mayoro menor medida presidida por el compromiso de formaruna masa crítica, en permanente revisión de los postuladosa partir de los que se organiza estructuralmente” (Jordi Revert).

Los argumentos de la nueva cinefilia, difíciles de rebatir,se centran en que la cartelera brinda un panorama

cada vez más precario, nada representativo de lo producidocada temporada en el mundo. Una evidencia queya hicieron insoslayable a mediados de los noventa del pasadosiglo las mutaciones del cine hacia lo global, hacialos márgenes. Y que Internet ha exacerbado en el siglo XXI,hasta el extremo de que resulta una laborardua aprehender en toda su complejidad dichas mutaciones,por muchos medios e interés que uno ponga en hacerlo.

Empero, el reto mayúsculo que supone tener a nuestradisposición en su práctica totalidad el presente, el pasadoy hasta el futuro de la imagen, lo comparte una cinefiliavirtual que, con todos sus defectos, cada vez estámás cargada de útiles, de razones, de potencia de fuego.La reacción generalizada que uno apreció el 21 de marzo,le permitió concebir casi por primera vez la esperanzade que se esté forjando realmente —más allá de la mentiray la doblez y los intereses que reflejan las redes socialesy las estrategias soterradas del quítate tú para ponerme yo—una comunidad consciente de su enorme poder y, por tanto, capaz de asumir la responsabilidad, tanto de comprenderse ycomprender el mundo a través del cine, como de reinterpretarlode acuerdo con las coordenadas del nuevo mundo digital.

III.

Todo esto serán milongas para quien se limita a vivir como

espectador o como crítico de lo que se le ofrece cada viernes.Para quien a fecha de hoy continúa ejerciendo lacinefilia y el periodismo cinematográfico de acuerdo conla legalidad vigente; con lo que las distribuidoras y el circuitooficialista de festivales tienen a bien desgranar para él.Es una situación sin duda cómoda. Tan cómoda que,como ha ocurrido si ampliamos la perspectiva al panoramasociopolítico de los últimos años, ha dado lugar alanquilosamiento, la decadencia, la pudrición. El mundo gira.El progreso es inexorable, que decía Antonioni.Da igual lo que pueda pensarse de Internet, las descargas,los nuevos medios y hábitos de visionado. Su implantaciónha sido tan natural, tan mayoritaria, tan implacable, que,por mucho que acabe regulándose de una u otra manera,las cosas nunca volverán a ser como antes..

POTENCIA DE FUEGO Diego Salgado. Miradas de cine/Dirigido por

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I .

El pasado 21 de marzo, se desataba a través de redes

sociales, chats, foros y Whatsapp una euforia casifutbolística entre los cinéfilos españoles. Estaban yadisponibles para su descarga alegal tanto Rompenieves(Snowpiercer. Bong Joon-ho, 2013) como El sueño de Ellis(The Immigrant. James Gray, 2013). Ambos títulos seestrenarán, por cierto, en cines españoles, respectivamente lospróximos 9 de mayo y 27 de junio.

"¡Menudo fin de semana!", auguraba un conocido conentusiasmo. Y, en efecto, en los días posteriores a quepudiesen descargarse los archivos —de excelente calidadal proceder de ediciones en Blu-ray legales—, no habíacorrillo en Internet, eventos varios e incluso pases deprensa donde no se comentasen una y otra película, muyesperadas en nuestro país desde que la primera viese laluz hace casi un año en el Festival de Cannes, y la segundase estrenase allá por agosto de 2013 en Corea del Sur.

II.

Ha lamentado uno a veces que la llamada nueva

cinefilia abjure de la cartelera semanal en favordel consumo desbocado, laxo y onanista de películasmerced a Internet. La cartelera era un mecanismode distribución y exhibición sin duda menos ligadoa la vivencia de la cultura que a los engranajes de unadeterminada estructura económica. Pero garantizaba alcine una presencia cierta, orgánica, en el imaginariosociocultural; y al acto de ver y criticar, un potencial deintervención —todo lo mediatizado que se quiera—en la esfera pública, en el rumbo de lo colectivo. “Asistir a unasala de cine (…) es una de las expresiones más directasde la relación entre la humanidad y el arte, en mayoro menor medida presidida por el compromiso de formaruna masa crítica, en permanente revisión de los postuladosa partir de los que se organiza estructuralmente” (Jordi Revert).

Los argumentos de la nueva cinefilia, difíciles de rebatir,se centran en que la cartelera brinda un panorama

cada vez más precario, nada representativo de lo producidocada temporada en el mundo. Una evidencia queya hicieron insoslayable a mediados de los noventa del pasadosiglo las mutaciones del cine hacia lo global, hacialos márgenes. Y que Internet ha exacerbado en el siglo XXI,hasta el extremo de que resulta una laborardua aprehender en toda su complejidad dichas mutaciones,por muchos medios e interés que uno ponga en hacerlo.

Empero, el reto mayúsculo que supone tener a nuestradisposición en su práctica totalidad el presente, el pasadoy hasta el futuro de la imagen, lo comparte una cinefiliavirtual que, con todos sus defectos, cada vez estámás cargada de útiles, de razones, de potencia de fuego.La reacción generalizada que uno apreció el 21 de marzo,le permitió concebir casi por primera vez la esperanzade que se esté forjando realmente —más allá de la mentiray la doblez y los intereses que reflejan las redes socialesy las estrategias soterradas del quítate tú para ponerme yo—una comunidad consciente de su enorme poder y, por tanto, capaz de asumir la responsabilidad, tanto de comprenderse ycomprender el mundo a través del cine, como de reinterpretarlode acuerdo con las coordenadas del nuevo mundo digital.

III.

Todo esto serán milongas para quien se limita a vivir como

espectador o como crítico de lo que se le ofrece cada viernes.Para quien a fecha de hoy continúa ejerciendo lacinefilia y el periodismo cinematográfico de acuerdo conla legalidad vigente; con lo que las distribuidoras y el circuitooficialista de festivales tienen a bien desgranar para él.Es una situación sin duda cómoda. Tan cómoda que,como ha ocurrido si ampliamos la perspectiva al panoramasociopolítico de los últimos años, ha dado lugar alanquilosamiento, la decadencia, la pudrición. El mundo gira.El progreso es inexorable, que decía Antonioni.Da igual lo que pueda pensarse de Internet, las descargas,los nuevos medios y hábitos de visionado. Su implantaciónha sido tan natural, tan mayoritaria, tan implacable, que,por mucho que acabe regulándose de una u otra manera,las cosas nunca volverán a ser como antes..

POTENCIA DE FUEGO Diego Salgado. Miradas de cine/Dirigido por

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No nos engañemos: muchos de los críticos que siguenparticipando plenamente del cine como institución, sarao,red de compromisos y medias tintas, también recurrenhabitualmente a las descargas alegales. Por honestidadintelectual y profesional: seguro, segurísimo, que nadie selanza a escribir sobre Claire Denis o Rithy Panh atendiendoúnicamente a lo que se ha estrenado de ellos en España.

Y porque la competitividad entre medios y en el seno delpropio, y nuestras ansias de figurar o de llevarnos a casala limosna que van a pagarnos por una crítica, hace queno dudemos en reseñar películas a partir no ya dedescargas procedentes de Blu-rays, sino de screenersgrabados con un móvil en alguna sala ignota de la Rusiacentral. Luego, eso sí, volvemos a ver la película en el pasede prensa organizado por la distribuidora. Pero no siemprepor hacerlo en las mejores condiciones. Sino porque senos tiene que ver. Hemos de fichar.

IV.

Esta hipocresía recorre el periodismo cultural, más en

concreto el cinematográfico, de arriba abajo. Por aquellode no morder la mano que da de comer, y por la vanidadde creernos mejores por participar de una Cultura queno es sino Política e, insistimos, Mercado. Solo así se

comprenden las loas del gremio a estrenos anunciadospor distribuidoras que hace meses —en algunos casos, años—, están disponibles no ya gracias a la piratería, sinoa ediciones en formatos domésticos que pueden adquirirsepor Internet; y las alabanzas a la invención de innumerablesfestivales presenciales u online y sesiones continuas parahipsters cuyos contenidos están asimismo al alcance de todos,y cuyas arbitrarias programaciones respondena la creación de valores de marca sociales o materialespara todos los implicados.

“¡El cine en el cine!” “¡Nada como la experiencia cine!”,se argumenta para justificar estas iniciativas o las tácticasde estrenos, sin que se arriesgue ni soporte un mínimoahondamiento en tales lugares comunes. Parece quenadie note la escasa calidad de muchas salas deproyección comercial —en una ciudad como Madrid,sobran dedos de una mano para contar las que merecense pague por un visionado más de siete, ocho y nueve euros—, ni su conversión progresiva viernes a viernes en un guetoresidual de películas, en el que se dan la manoadolescentes asiduos a los blockbusters, clase mediaprogresista que acude a que les confiesen Stephen Frearso Ken Loach, inmigrantes sudamericanos o del Esteen busca de su dosis virtual de terruño, y jubilados a la caza dela enésima historia de amor otoñal.

V.

El tipo de público, en fin, capaz de transigir con fenómenos

tan extremos como el acaecido sin ir más lejos elpasado 7 de febrero, cuando se estrenaba en los cinesespañoles la comedia italiana Happy Family(íd. Gabriele Salvatores, 2010), ¡cuatro años despuésde que lo hiciese en Italia! Como habrá apreciado el lector,este artículo no ha estado interesado en abordarlas razones de que se produzcan hechos como este,que hacen del concepto “estreno” un chiste; en encontrarrazones, excusas o culpables de que ello ocurra.Existen miles de artículos, miles de opiniones al respecto.Lo único que se pretende señalar es que una carteleraagonizante no es operativa ni para satisfacer unacinefilia inquieta, ni para articular un discurso críticocon mínima credibilidad sobre las derivas del medio,ni para informar ni formar al lector o el espectador con esaprofesionalidad a la que tanto apelan quienes viveno pretenden vivir del statu quo engañoso, absurdo, en ruinas,que intentan perpetuar distribuidoras, exhibidores y prensaespecializada.

Al respecto, no importa que la piratería digital esté bien o mal.Ha servido para constituir un paradigma crítico, cultural,inédito, que ha delatado sin pretenderlo, en función de

su mera existencia, discursos analíticos periclitados, y todoun sistema que va dejando temporada a temporadade significar algo para el cine.

Un sistema que, cuando recurre desesperado a una fiestadel cine, queda totalmente en evidencia; que, comoseñalaba en octubre un alto cargo de la Comisión Europea,es insostenible y requiere actuaciones urgentes; que,como le recomendaba Google al gobierno australianoen marzo, debería invertir sus esfuerzos no en imponermedidas anti-piratería draconianas, sino en promovernuevos modelos de negocio y un comercio decontenidos legales sobre el que no se ceben lascargas impositivas; que, como apuntaba tambiénen marzo el analista de taquilla Juan Herbera, representauna forma de entender el negocio cinematográfico cuyofuncionamiento, al menos en España, deja que desear,es alérgico a la luz y los taquígrafos, y no admite su propiaresponsabilidad en lo que está sucediendo; y que, comoprevé el presidente de Creative Commons y catedráticoLawrence Lessig, antes o después habrá de aceptar“la desregularización del espacio significativo de la cultura (…)aunar posturas, prometer un futuro posible, y establecernuevas reglas que eviten tildar de criminales a la siguientegeneración”.

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No nos engañemos: muchos de los críticos que siguenparticipando plenamente del cine como institución, sarao,red de compromisos y medias tintas, también recurrenhabitualmente a las descargas alegales. Por honestidadintelectual y profesional: seguro, segurísimo, que nadie selanza a escribir sobre Claire Denis o Rithy Panh atendiendoúnicamente a lo que se ha estrenado de ellos en España.

Y porque la competitividad entre medios y en el seno delpropio, y nuestras ansias de figurar o de llevarnos a casala limosna que van a pagarnos por una crítica, hace queno dudemos en reseñar películas a partir no ya dedescargas procedentes de Blu-rays, sino de screenersgrabados con un móvil en alguna sala ignota de la Rusiacentral. Luego, eso sí, volvemos a ver la película en el pasede prensa organizado por la distribuidora. Pero no siemprepor hacerlo en las mejores condiciones. Sino porque senos tiene que ver. Hemos de fichar.

IV.

Esta hipocresía recorre el periodismo cultural, más en

concreto el cinematográfico, de arriba abajo. Por aquellode no morder la mano que da de comer, y por la vanidadde creernos mejores por participar de una Cultura queno es sino Política e, insistimos, Mercado. Solo así se

comprenden las loas del gremio a estrenos anunciadospor distribuidoras que hace meses —en algunos casos, años—, están disponibles no ya gracias a la piratería, sinoa ediciones en formatos domésticos que pueden adquirirsepor Internet; y las alabanzas a la invención de innumerablesfestivales presenciales u online y sesiones continuas parahipsters cuyos contenidos están asimismo al alcance de todos,y cuyas arbitrarias programaciones respondena la creación de valores de marca sociales o materialespara todos los implicados.

“¡El cine en el cine!” “¡Nada como la experiencia cine!”,se argumenta para justificar estas iniciativas o las tácticasde estrenos, sin que se arriesgue ni soporte un mínimoahondamiento en tales lugares comunes. Parece quenadie note la escasa calidad de muchas salas deproyección comercial —en una ciudad como Madrid,sobran dedos de una mano para contar las que merecense pague por un visionado más de siete, ocho y nueve euros—, ni su conversión progresiva viernes a viernes en un guetoresidual de películas, en el que se dan la manoadolescentes asiduos a los blockbusters, clase mediaprogresista que acude a que les confiesen Stephen Frearso Ken Loach, inmigrantes sudamericanos o del Esteen busca de su dosis virtual de terruño, y jubilados a la caza dela enésima historia de amor otoñal.

V.

El tipo de público, en fin, capaz de transigir con fenómenos

tan extremos como el acaecido sin ir más lejos elpasado 7 de febrero, cuando se estrenaba en los cinesespañoles la comedia italiana Happy Family(íd. Gabriele Salvatores, 2010), ¡cuatro años despuésde que lo hiciese en Italia! Como habrá apreciado el lector,este artículo no ha estado interesado en abordarlas razones de que se produzcan hechos como este,que hacen del concepto “estreno” un chiste; en encontrarrazones, excusas o culpables de que ello ocurra.Existen miles de artículos, miles de opiniones al respecto.Lo único que se pretende señalar es que una carteleraagonizante no es operativa ni para satisfacer unacinefilia inquieta, ni para articular un discurso críticocon mínima credibilidad sobre las derivas del medio,ni para informar ni formar al lector o el espectador con esaprofesionalidad a la que tanto apelan quienes viveno pretenden vivir del statu quo engañoso, absurdo, en ruinas,que intentan perpetuar distribuidoras, exhibidores y prensaespecializada.

Al respecto, no importa que la piratería digital esté bien o mal.Ha servido para constituir un paradigma crítico, cultural,inédito, que ha delatado sin pretenderlo, en función de

su mera existencia, discursos analíticos periclitados, y todoun sistema que va dejando temporada a temporadade significar algo para el cine.

Un sistema que, cuando recurre desesperado a una fiestadel cine, queda totalmente en evidencia; que, comoseñalaba en octubre un alto cargo de la Comisión Europea,es insostenible y requiere actuaciones urgentes; que,como le recomendaba Google al gobierno australianoen marzo, debería invertir sus esfuerzos no en imponermedidas anti-piratería draconianas, sino en promovernuevos modelos de negocio y un comercio decontenidos legales sobre el que no se ceben lascargas impositivas; que, como apuntaba tambiénen marzo el analista de taquilla Juan Herbera, representauna forma de entender el negocio cinematográfico cuyofuncionamiento, al menos en España, deja que desear,es alérgico a la luz y los taquígrafos, y no admite su propiaresponsabilidad en lo que está sucediendo; y que, comoprevé el presidente de Creative Commons y catedráticoLawrence Lessig, antes o después habrá de aceptar“la desregularización del espacio significativo de la cultura (…)aunar posturas, prometer un futuro posible, y establecernuevas reglas que eviten tildar de criminales a la siguientegeneración”.

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Repasando ideas y principios expuestos en artículos, entrevistas, redes sociales, etc. para el texto que me propusieron

desde Visual 404 no dejaba de pensar en que, casi siempre, las disputas aparentemente banales sobremodalidades encierran diferencias profundas de fondo, a veces inconscientes para aquél que las sostiene y que,por lo tanto, no llega a verbalizar hasta que se ve forzado a ello, y otras en las que el matiz es un disfraz bajoel que esconder cualquier posiblidad de cambio, la negación oculta bajo el “sí, pero…” que en realidad significa“todo debe seguir igual” y lo cierto es que en el caso de la situación actual de la industria de cine en Españano todo puede seguir igual, más que nada porque ya es un hecho a nivel de calle que ya nada es igual, negareste hecho lleva indefectiblemente al topetazo con la realidad, a utilizar herramientas desfasadas, incapaces decontentar a un espectador ya habituado, no por perversidad o por idiocia sino por la mera inercia de losacontecimientos, a reescribir su relación con el hecho audiovisual. Al igual que los popes del franquismo se repartíanfuturos cargos ministeriales ante la llegada de la democracia sin ser conscientes de su desapego con lo quese vivía en las calles, pareciera que en el cine español hubiera elegido acorazarse en sus propios Jardinesdel Pardo, no asumir el giro lampedusiano, pensar que las tormentas, hasta las democráticas, son un hecho eventual.

Cine abandonado en el desierto del Sinai. Kaupo Kikkas

Martin Cuesta de Cinema Ad Hoc

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Internet, probablemente…

Erraríamos creo, si siguiéramos sosteniendo que el debate se reduce a un mero: “piratería sí o piratería no”. La resistenciano se ciñe sólo al ripeo que, de cualquier estreno de moda, se filtra en la red socavando su recaudación,en realidad tenemos que considerar que Internet es el demonio porque supone una ruptura con el modelo existente,una nueva manera de hacer las cosas en esa relación espectador-obra a la que hacíamos mención anteriormente.Relación que no se ciñe sólo a la explotación comercial de la película en cuestión, sino a su producción,realización, etc. incluso a la recepción crítica de la misma, terreno en el que los medios web han sido acusados, de formamás o menos velada, de conducir a la quiebra a la prensa, esa misma prensa endogámica hasta el puntode preferir el insulto a la adaptación, la calumnia a la apertura, la amenaza al diálogo. La asunción de su incapacidady la renovación que ello conlleva resulta mucho más trabajoso que culpar al mundo de su ruina.

Se podría pensar que esta tendencia al menosprecio es un hecho aislado y sin relación con todo lo demáspero estaríamos siendo reduccionistas en nuestro análisis, en realidad todo forma parte, para el sistema, del mismocontubernio: medios web, reproducción en dispositivos móviles, uso del videolenguaje como herramienta de análisis,nuevos sistemas de distribución… casi todo se percibe como un indeseable movimiento para un esqueletoanquilosado y tendente a la pereza, como un Tyrannosaurus rex con una digestión pesada a la sombra deuna conífera del Cretácico. En nuestro caso particular hemos sido testigos de la desconfianza ante textoselaborados en base a una plataforma de video online perfectamente legal y, de hecho, no gratuita, lo queejemplifica que las reticencias no tienen como sujeto en muchos casos la copia “pirata”, sino que la reproducción seproduzca al margen de las vías que la industria contempla como ordinarias o usuales. Sobra aclarar quehay excepciones a esta norma y que, cuando hablamos de la industria, lo hacemos en su faceta de superestructura y noen la suma de individuos, en buena parte, perfectamente razonables.

Enjoy the ride“Usted, que es tan listo, dígame la solución”. Supongo que ésta será la reacción típica ante el análisis, y no deja de ser

significativa en cuanto plasma la falta de capacidad para ofrecer, desde la industria, soluciones concretas y adaptadasa las necesidades del espectador de hoy, ése que ha reescrito su relación con la obra cinematográfica, que yano es sujeto pasivo. Precisamente la complejidad que entraña satisfacer dichas necesidades debería ser acicatey no rémora para la nueva política a seguir. Pensar que las viejas fórmulas solucionan las nuevas ecuaciones no es sóloel error evidente que todos podemos señalar, sino la negación de que también desde la industria se puede realizar unalabor creativa ¿acaso existe reto más apasionante que reinventarse a uno mismo y satisfacción mayor que conseguirlo?.Si muchos de los que suscribimos estos principios hemos sido criados al cobijo de una sala de cine y percibimosla necesidad de una transformación, ustedes, señores de la Industria, también pueden hacerlo, en realidad no existeelección posible, en realidad sólo se trata de disfrutar del viaje.

Repasando ideas y principios expuestos en artículos, entrevistas, redes sociales, etc. para el texto que me propusieron

desde Visual 404 no dejaba de pensar en que, casi siempre, las disputas aparentemente banales sobremodalidades encierran diferencias profundas de fondo, a veces inconscientes para aquél que las sostiene y que,por lo tanto, no llega a verbalizar hasta que se ve forzado a ello, y otras en las que el matiz es un disfraz bajoel que esconder cualquier posiblidad de cambio, la negación oculta bajo el “sí, pero…” que en realidad significa“todo debe seguir igual” y lo cierto es que en el caso de la situación actual de la industria de cine en Españano todo puede seguir igual, más que nada porque ya es un hecho a nivel de calle que ya nada es igual, negareste hecho lleva indefectiblemente al topetazo con la realidad, a utilizar herramientas desfasadas, incapaces decontentar a un espectador ya habituado, no por perversidad o por idiocia sino por la mera inercia de losacontecimientos, a reescribir su relación con el hecho audiovisual. Al igual que los popes del franquismo se repartíanfuturos cargos ministeriales ante la llegada de la democracia sin ser conscientes de su desapego con lo quese vivía en las calles, pareciera que en el cine español hubiera elegido acorazarse en sus propios Jardinesdel Pardo, no asumir el giro lampedusiano, pensar que las tormentas, hasta las democráticas, son un hecho eventual.

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Amo el cine sobre todas las cosas. Pocas experiencias

hay más placenteras que acudir repleto de ilusión al estrenode una película en pantalla grande. Pero algo ha cambiado.No recuerdo cuando fue despojada esa sensación.

Nos están robando el cine. En algún lugar delespacio-tiempo ha habido un cambio tan rápidoy tan radical que nos ha pillado a todos por sorpresa.Donde antes había cines, ahora hay centros comerciales.Donde antes había carteles de estrenos, ahora anuncianel concierto de la Pantoja de turno. Donde antes habíainterminables colas que doblaban la esquina, ahorallegamos sin oposición a la taquilla.

¿Dónde están los espectadores? Y sobre todo,¿Dónde están todas las películas? La respuesta es obvia.Hemos, nos han obligado, a cambiar la intimidad yoscuridad de una sala de cine por la supuesta comodidadde nuestro salón de casa.

Varios factores se han puesto en nuestra contra: el preciodesorbitado de una entrada de cine y sobre todo lapésima distribución que sufrimos semana tras semana.Este último factor es causa determinante de la proliferaciónde las descargas vía internet y de las plataformas online.

Nos están privando de tanta producción cinematográfica,que prácticamente nos llega una tercera parte de todolo realizado. La búsqueda de beneficio por encima de todoha acarreado una cobardía por parte de la distribuciónenorme y brutal.

Si a este lamentable hecho añadimos otro factor máscomo es la “inexistente” distribución fuera de Madridy Barcelona, el problema se agrava de manera notable.Es realmente patético ver el panorama nacional deestrenos. Por experiencia propia cada viernes rezo

porque en mi ciudad estrenen aquella película.Cruzo los dedos, y… ¡nada! Otra vez me toca navegar porla red en busca y captura.

¿Qué es lo que está pasando? ¿Los distribuidores son real-mente personas que aman el cine como nosotros?O acaso son meros empresarios en busca del taquillazo ynada más. La respuesta es obvia.

Os pongo un ejemplo de un caso real (entre otros)que me sucedió recientemente. La contestación del dueñode un cine ante el NO estreno en su debido momentode la excelente película de Xavier Dolan.

“Pepe, ¿cómo es que no se estrena Laurence Anyways? “”Respuesta: “¿Una de maricones?¿Quién coño va a venira ver eso? Spiderman, esa sí que es buena y da dinero”

Ante esta aseveración lo tenemos muy crudo. Pero elcaso es, que comenten un auténtico error como luego secomprueba. Esta película citada y muchas más son un claroéxito en Internet. Siguen con la venda en los ojos ante unaobviedad manifiesta. Son demasiados títulos ninguneados.

Recientemente hay notables esfuerzos de ciertasdistribuidoras independientes por recuperar títulos que seantojan imprescindibles. Películas como el gran éxitoen la red The Cabin in the Woods y ahora recientementeUpstream Color y The Innkeepers son un ejemplo de ello.

La piratería está ahí para el que la quiera o parael que la necesite, no seamos hipócritas y sóloveamos el sentido moral del asunto. Lamentablementesin ella no disfrutaríamos de muchos títulos. No puedeser un problema moral. Es inútil poner puertas al mar.Las leyes que buscan hacerlo difícilmentepueden ser aplicables. Es normal que se pretenda, pero es

UN GRITO DESESPERADO DESDE

UNA SALA DE CINEAntonio GM de Ciudadano Noodles

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pero es una lucha perdida. En cambio, ¿por qué noponer remedio al verdadero problema? La búsquedadel espectador de nuevas propuestas ante la falta dela ansiada distribución es un asunto que habría quesolucionar.

Cambiando de tercio, pero sin abandonar la plaza,entra en juego la temida y buscada piratería.Hay una verdadera obsesión en culpar a la pirateríade todos los males del cine. Es un empeño constante.Pero, ¿no será que los verdaderos responsables son lasdistribuidoras que solo buscan el beneficioy enriquecimiento propio?

¿Por qué no poner solución a una distribuciónmás coherente? Os aseguro señores distribuidores quehay películas que en una semana de proyecciónobtendrían unos resultados beneficiosos tanto parael negocio como para el espectador. Tan solo hacefalta convicción, confianza y valentía, que nosotrosya responderíamos.

El cine es cultura y tiene que ser libre, pero esono significa que tenga que ser gratis. No pretendoofrecer una demagogia sobre las descargas,al contrario, yo (nosotros) queremos ir al cine pagandouna entrada razonable, pero no a ver lo de siempresino todo lo demás que es mucho. Películasindependientes que no disponen del dinero de los grandesestudios, sin tantas copias, pero que merecen unadistribución digna. Lamentablemente o afortunadamentela opción actual es Internet y sus descargas legales o no.

Aquí entramos en otro interesante debate comoson las plataformas legales online. Una agradablecontradicción. El cine es lo primero, pero si “no hay pecesen el río” vayamos a buscarlos a otra parte.Lugares como Filmin, con un catálogo de películasmuy interesante, son de agradecer.Festivales online como el humilde y repleto deilusión Cine-On o mayores como el Atlántida Film Festcon una participación bastante notable, son opciones parael espectador que se antojan necesarias en estostiempos tan pésimos de distribución que nos toca vivir,pero no es lo que quiero. Mi ideal es compraruna entrada y sumergirme en lo oscuro de la sala.Supongo que es una lucha perdida, una utopía comolo es que se proyecten todas en versión original, perolo seguiremos intentando, somos muchas voces ymedios en plena rebelión cinematográfica.

Por último no quiero dejar pasar la exageradasubida del IVA con el consecuente aumentodel precio de la entrada. Si uno echa cuentas,ir al cine sale por un pico desmesurado.Así, mejor nos quedamos en casa viendo una peli..Pero si de repente nos ponen la Fiesta del Cinea unos precios muy populares, ahh, la cosa cambiay asistimos en masa llenando las salas. Entonces, ¿el públicoquiere ir al cine, o no? Ahí lo dejo.

La distribución tiene la clave. Las películas hanencontrado otros caminos de comercialización apartede la sala de cine; el DVD, la televisión, el ordenador,el móvil… se han convertido en los otros explotadoresde una película. Ya sea por vía legal o no, peroconvivimos con ellos. La influencia de estos nuevoscanales es determinante para mantener una estabilidaden el principal y mejor de todos ellos, la sala de cine.O nos adaptamos a las nuevas generaciones y ponemossolución a todo este embrollo, o inevitablementeacabaremos con la grandeza y la magia que nos ha brin-dado el cine a lo largo de más de un siglo.

“Cine, cine, cine, más cine por favor…”

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Nos piden un articulo sobre como percibimos nosotros la

distribucio n audiovisual hoy y creemos a priori una de lastareas ma s complejas de abordar, dada la cantidad dematices, filtros y agentes involucrados para llevarlo todo acabo.

Nos gustari a creer que vivimos en un mundo en el quecabe todo y todo puede coexistir en armoni a pero lejosestamos de tal utopia. Por un lado esta la grave situacion que sufren las salas de

cine. Muchas de ellas condenadas a cerrar sus puertas.Motivos hay varios: Pe rdida paulatina de espectadores,aqui la crisis econo mica tiene mucho que ver, a esto hayque sumarle la subida del IVA cultural a un 21% desde elano 2012, que no ha hecho mas que empeorar la situacion. La merma de ayudas publicas para la produccion (cosa queno ocurre en otros pai ses como Francia, siempre Francia,donde si reciben bien las subvenciones) tambie nesta afectando a las salas en los obligatorios procesos dedigitalizacion, lo cual supone grandes desembolsos que lassalas mas pequenas, no estan pudiendo afrontar.

La perdida de salas de proyeccio n reducesignificativamente la diversidad cinematogra fica. A losque amamos el cine y au n veneramos el hecho de“ir al cine” esta situacio n nos deja hue rfanos a la hora depoder ver las peli culas que ma s nos gustan en la gran pan-talla.

Por otro lado, de siempre nos ha asaltado la preguntade por que en Espan a tardan tanto o directamente nollegan a estrenarse peli culas con excelentes recorrido enfestivales internacionales o de autores consagrados. Algunos ejemplos flagrantes, en los u ltimos tiempos, han

sido los de “La canaba en el boque”, de Drew Goddard,estrenada en cines comerciales con casi un an o y mediode retraso, “Blue Valentine”, de Derek Cianfranceestrenada en EE.UU. en 2010 llego a Espana en el 2013.Mas recientemente nos encontramos con el casode la pelicula revelacion de EEUU el ano pasado,“Frances Ha”, de Noah Baumbach, que ha tenido su estrenocomercial en Espana, 6 meses despues de sacar Criterionla edicion en DVD y BluRay. Por no hablar de lasque ni siquiera llegan y aqui no hay que incluir solo a autoresminoritarios, sino que por ejemplo “Passion”, de Brian dePalma (2012) aun esta inedita en Espana.

Durante decadas hemos oido hablar de los packs quelas grandes majors americanas “obligan” a adquirir a los

exhibidores, como si fuera algo parecido a la forma deactuar de la mafia. Esto es si quieres proyectar elblockbuster de la temporada con tal o cual estrella,tendra s que comprar tambie n los derechos de trespeli culas de serie B, que no querri an ver ni en unperdido cine de Wisconsin. Copando asi muchas de lassalas con peli culas de segunda o tercera categori a,que carecen de interes.

Quizas medidas como la que en 2006 tomo el Tribunal deDefensa de la Competencia, multando con 2,4 M.de euros a las grandes majors (Fox, Sony, Paramount, Disneyy Universal) por abuso de posicio n dominante, deberi anser mas frecuentes. Nos preguntamos si esto pasara enotros paises...

Estos estrenos invasivos y/o impuestos hacen que nolleguen una cantidad espectacular de peli culas europeas,incluso espan olas a la gran pantalla. Se ha habladomucho y desde tiempos inmemoriales de copiarel modelo france s que fomenta su propia industriacinematogra fica y repercute en ella con un porcentajede la taquilla, tambie n de la Ley del Mecenazgo,de exenciones fiscales a patrocinadores privados peronada, no se llega a un acuerdo y a di a de hoy laproduccion cinematogra fica esta subsistiendo bajo mi nimos.Adema s la poli tica de subvenciones ya no funciona ytenemos un gobierno que prefiere apoyar “otras cosas”antes que a la cultura, un gobierno que inclusodesprestigia el cine.

Ahora bien no es plan ponerse del todo pesimista, nivictimizar si cabe au n mas la precariedad del sector.Llegados a este punto hay que ser conscientes tambie n,de que el modelo de consumo audiovisual ha cambiadoy hay que adaptarse a este cambio, pero debemostener los pies en la tierra y ser prudentes a la hora deanalizar otras vi as que sean sostenibles para todos.

Empezaremos por cuestionar, si en plena era de lamultipantalla tiene sentido demorar tanto el estrenode una pelicula en salas y mas au n, si tiene sentido hacerun estreno exclusivo en salas y no apostar por hacerloen todas las plataformas posibles. Hay espectadoresque consumen cine pero que ya no quieren acudir al cinepara hacerlo y espectadores a los que les encantaconsumir cine en el cine pero que por desgracia ya nocuentan con ninguna sala en su ciudad.

PLAYTIME AUDIOVISUALES.Enrique y Natalia Piñuel. Distribuidora audiovisual

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Los beneficios del estreno simulta neo en multiplataformas

esta n por explorar todavi a, pero una cosa esta clara,el publico no quiere esperar ma s de un an o para veruna pelicula en la que esta interesado y mas cuando inclusopuede comprarla en DVD o BR en alguna editorainternacional o puede descargarla desde su casa,y aunque, sinceramente, lejos estamos de abogar por lapirateri a, sin embargo ya va siendo hora de que todoslos agentes implicados en el campo de la distribucio n yexhibicio n audiovisual se pongan las pilas y trabajen enserio por ofrecer al publico, lo que este demanda.

Como espectadores de cine nos resulta muy frustranteno poder acceder de forma legal a ciertos contenidosaudiovisuales, que no cuentan con ninguna forma dedistribucio n en Espan a. Y por otro lado hay que afrontarel problema de la pirateri a implicando en e l a losprincipales beneficiarios del mismo, que no son otros quelas empresas que ofrecen servicios de internet.

Entonces con este panorama volvemos al negro, alpesimismo total, pues no, hay otras fo rmulas, hay quebuscarlas, no estancarse en modelos extinguidos, hay quetrabajar en otras vi as de distribucion. Peli culas como “Mapa”de Leon Siminiani (2012) han demostrado que si se puede.No se trata en este caso de analizar la pelicula formalmentepero si su lanzamiento comercial. Hace unos cuantos meses,Miguel Ferna ndez Labayen, Elena Oroz y Josetxo Cerda nsacaron justamente un dossier bajo el ti tulo“Produccion y circulacion del documental en el entorno digital:El caso de Mapa”

Tanto la produccio n como la difusio n de la obra porparte de la productora y distribuidora Avalon Films y delpropio autor empezaron 4 an os antes del estreno,estaba todo bien medido. La peli cula en un ensayo fi lmicoque supone un hi brido entre el cine de autor ma sindependiente o directamente underground y las formulasmas tradicionales. Segu n el estudio se invirtieron 64.000€para la difusion de la pelicula siendo los elementos clave;el trailer/teaser, making of on line, fomento de las redessociales (en especial twitter) y acceso a la obra anteriordel director gratuitamente en streaming, a traves de Mar-genes.

Resulta interesante tambie n como se planteo en salasde cine, tanto comerciales (cines Renoir Madrid) comoalternativas o centros culturales y de arte. Cada proyeccioniba acompanada de la presencia del propio autor, quepresentaba la pelicula y mantenia un coloquio con losasistentes, creando asi un evento mas completo.A este planteamiento se le denomino el “Mapa Tour” (Estemodelo ha sido llevado a cabo en mayor o menor medidapor otros autores Jonas Trueba con “Los ilusos” o Eloy Encisocon “Arraianos”) Esta formula ha resultado ser un gran exitode publico para una pelicula que, seguramente,de haberse estrenado de forma tradicional, habria pasadodesapercibida. En cuanto a la distribucio n on line, Mapase estrena simultaneamente en cines y en plataformasde internet como Filmin, la diversificacio n en este casofunciona y abre caminos.

La distribucio n on line por estos lares todavi a estaarrancando y aunque queda camino por recorrer, elespectador tambie n tiene que entender eso de“cine-gratis no debe ser un binomio”. Ya hay conocidosejemplos en el mercado (Filmin, 400 films) plataformasde cine en streaming que pretenden, entre otras cosas,suplir la carencia de un determinado cine de autor o enversio n original fuera de grandes nu cleos de poblacio ncomo Madrid y Barcelona.

Nos parece destacable tambie n el trabajo de jo venesdistribuidoras comerciales como Cine- Binario, que trabajanen sintoni a con el modelo tradicional de las salas peroque saben adaptarse a trabajar y difundir sus peli culasen colaboracion con estas plataformas de cine en internet.Demostrando asi que los estrenos simulta neos enmultiplataformas, lejos de perjudicar la vida de la peli culaen la salas, fomenta el intere s del espectador por las obras. Gracias al riesgo de gente como CineBinario peliculas taninteresantes y a priori de dificil acceso, como Arraianos, Nanao Dragonslayer, han podido ser vista en un corto periodode tiempo por espectadores de cualquier parte de lageografia espanola.

Nosotros como Playtime Audiovisuales, somos unaplataforma de produccio n y difusio n del audiovisualcontempora neo. El trabajo que desarrollamos esta diversificado en agencia de distribucio n independiente,alejada de los circuitos comerciales y modelos tradicionales,esto es contamos con un cata logo de produccio nespan ola que movemos por festivales de cine y videointernacionales. Durante todo este tiempo hemos queridoquitar “etiquetas” a lo que se considera o no cine por losmedios de comunicacio n o por el propio pu blico,valorando de la misma manera un largometraje, un video-clip o una videodanza.

El circuito de festivales resulta importanti simo para el tipode obra con la que nos movemos y acercan un trabajocasi invisible a un pu blico ma s ampli o. El recorrido porestos festivales especializados resulta determinante tambienpara una posterior distribucio n en salas o VOD. Por otrolado llevamos a cabo la Muestra itinerante de cine Playtimeque funciona de manera autogestionada en colaboracio ncon los autores y espacios donde se lleva a cabo.

Por u ltimo desarrollamos proyectos curatoriales y deprogramacion audiovisual para festivales y centros de arte.Espacios que a dia de hay que tener en consideracio n a lahora de hacer llegar una obra audiovisual y que son ungran complemento a las salas de cine. El caso es que trabajamos profesionalmente en esto de la

distribucio n desde hace tiempo pero seguimos teniendodudas y como veis hay un monton de preguntas en el aire,planteamientos que si se trabajaran correctamentepor parte de todos los implicados regularizari an lacomplicada situacion en la que nos encontramos. Por queen definitiva queremos al cine pero queremos tambien a losque trabajan en el cine y que absolutamente todospodamos vivir dignamente de ello. Reducir el cine a solounos pocos ricos a la hora de producirlo o afortunadossegun donde vivan, a la hora de verlo, seri a matarlo. Noqueremos llegar a ese punto, esperemos que nadie quiera.

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Fue durante mi niñez cuando tuve un primer contacto real con las distribuidorasde cine, eran unos logos pequeñitos esquinados en el margen inferior derecho de losposters de las películas. Luego me di cuenta de que también sonaban antes deesas mismas películas, con rimbombantes intros y música sinfónica comoacompañamiento.

Ya de adolescente, las distribuidoras tornaron a ser señores desconocidos quecontrolaban hilos en la sombra forjando el destino de cualquier empresa dedicadaa esto del cine. Las distribuidoras eran las encargadas de formalizar los contratosdecidiendo que títulos podrían ser vistos en los cines, que tiempo aproximadodeberían permanecer en cartelera y cuáles serían las ganancias porcentualesque ambas partes recibirían de las recaudaciones en taquilla. Solo las distribuidorastenían usufructo de las copias, LA PELÍCULA ES NUESTRA, abusando de un poderilegitimo sobre unos derechos que por un lado les correspondían pero quepor otro no usaban de manera equitativa. Estos apuntes, que no son precisamentelo que todos entenderíamos por un mero intermediario, hacen que a lo largo delos años el funcionamiento del distribuidor sea poco menos que una incógnita,un totum revolutum de preguntas sin respuesta que nos hacen dudar del verdaderoalcance de su poder. Sin tapujos, las distribuidoras son como gigantes de barro dueñasde un aplastante dominio en la pirámide del circuito de la explotación cinematográfica.

Las malas de la película. Digo aplastante porque, para que nos hagamos una idea,de la recaudación bruta de un estreno comercial en salas, ellas suelen ganarentre un 60/70% de la taquilla, ya sea de un blockbuster, como de una película que

vean cuatro gatos, da lo mismo. Estos porcentajes irán bajando en sucesivas semanas(aunque todos sabemos que actualmente las películas sacan la mayor parte del di-nero durante el primer fin de semana) pero nunca por debajo del 50%.

Muchas veces atacamos al exhibidor por las formas y políticas que llevan a cabo ensus salas, pero nunca caemos en la cuenta de que reciben una parte mínima delpastel. El exhibidor pone la infraestructura, las salas, conlleva unos terribles gastos depersonal y mantenimiento, pero a fin de cuentas es solo el contenedor. Quiero decirque el cine, como local físico, es la herramienta para proyectar la película pero sin em-bargo, cuenta con un insignificante margen de maniobra.

Y aquí entrarían también la polémica de los precios, algo que parece estar cam-biando debido a la pérdida masiva de espectadores, pero que en este caso puededarse gracias al acuerdo unilateral entre cines y distribuidoras, una falsa generosidadpor una de las partes, porque digamos bien alto que los precios suelen venir marcadospor estas mismas desde hace muchísimos años. Solo cuando le vemos las orejasal lobo intentamos poner soluciones que antes ni en sueños se planteaban.

Se cree que es el cine el que siempre elige lo que desea proyectar en sus salas,pero eso no es del todo verdad, yo más bien diría que es la distribuidora la quea razón de sus cálculos, surte las cintas a los cines que más le interesan. Es algo evi-dente que no todas las películas son superproducciones de estreno masivo, por tanto,no todas pueden salir al mercado con 300/400 copias, pero es también lógico que siuna distribuidora elige limitar un estreno a un tiraje de copias ínfimo, pongamos 30/60copias, será muy jodido que estas películas puedan verse en un número elevado de

ciudades. Así llega otra de esas cuestiones que tanto nos joden, en mi ciudad no seestrenan las mejores películas.

¿Es esto culpa del cine?, puede que sí, pero la realidad es que la culpa suele ser dela distribuidora de turno que se empeña en cerrar el círculo limitando un tipo de cine a un puñado de salas casi siempre en grandes ciudades.

Pongamos el dedo en la llaga, en esas distribuidoras “independientes”, que se suponelas que más pierden y las que peor actúan. ¿Hemos de aplaudir un estreno a 11 copiasen todo el país con dos años de retraso?

Toda distribuidora se ampara en unos costes de producción y gastos de publicidadla mayoría de las veces menores de lo que presuponemos, primero porque ladigitalización está abaratando esos costes por copia que antes con el celuloiderondaban los 1200 euros. Y segundo, obviando las enormes campañas publicitariasde las majors, el grueso de las distribuidoras más independientes apenas gastanen publicidad. No recuerdo haber visto a ciertas distribuidoras (Golem, Avalon, por deciralgunas) anunciando en televisión sus películas ni tampoco creo que las tibiascampañas de marketing que realizan sirvan de gran cosa. Ojo, somos conscientesque el aparato logístico de una major, no se puede comparar con el de unadistribuidora independiente, pero parece absurdo igualmente que a la hora de buscarculpables las dos, tiendan a mirar a los mismos. Y ahora viene cuando la matan,LA CULPA ES DE LA PIRATERIA, vale, si, hace pupa, pero no nos engañemos: aquí nadiese ha ocupado de educar a la sociedad en una conciencia cultural no gratuita niantes ni después de la crisis.

LA PELÍCULA ES NUESTRA David Tejero de VISUAL404

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Fue durante mi niñez cuando tuve un primer contacto real con las distribuidorasde cine, eran unos logos pequeñitos esquinados en el margen inferior derecho de losposters de las películas. Luego me di cuenta de que también sonaban antes deesas mismas películas, con rimbombantes intros y música sinfónica comoacompañamiento.

Ya de adolescente, las distribuidoras tornaron a ser señores desconocidos quecontrolaban hilos en la sombra forjando el destino de cualquier empresa dedicadaa esto del cine. Las distribuidoras eran las encargadas de formalizar los contratosdecidiendo que títulos podrían ser vistos en los cines, que tiempo aproximadodeberían permanecer en cartelera y cuáles serían las ganancias porcentualesque ambas partes recibirían de las recaudaciones en taquilla. Solo las distribuidorastenían usufructo de las copias, LA PELÍCULA ES NUESTRA, abusando de un poderilegitimo sobre unos derechos que por un lado les correspondían pero quepor otro no usaban de manera equitativa. Estos apuntes, que no son precisamentelo que todos entenderíamos por un mero intermediario, hacen que a lo largo delos años el funcionamiento del distribuidor sea poco menos que una incógnita,un totum revolutum de preguntas sin respuesta que nos hacen dudar del verdaderoalcance de su poder. Sin tapujos, las distribuidoras son como gigantes de barro dueñasde un aplastante dominio en la pirámide del circuito de la explotación cinematográfica.

Las malas de la película. Digo aplastante porque, para que nos hagamos una idea,de la recaudación bruta de un estreno comercial en salas, ellas suelen ganarentre un 60/70% de la taquilla, ya sea de un blockbuster, como de una película que

vean cuatro gatos, da lo mismo. Estos porcentajes irán bajando en sucesivas semanas(aunque todos sabemos que actualmente las películas sacan la mayor parte del di-nero durante el primer fin de semana) pero nunca por debajo del 50%.

Muchas veces atacamos al exhibidor por las formas y políticas que llevan a cabo ensus salas, pero nunca caemos en la cuenta de que reciben una parte mínima delpastel. El exhibidor pone la infraestructura, las salas, conlleva unos terribles gastos depersonal y mantenimiento, pero a fin de cuentas es solo el contenedor. Quiero decirque el cine, como local físico, es la herramienta para proyectar la película pero sin em-bargo, cuenta con un insignificante margen de maniobra.

Y aquí entrarían también la polémica de los precios, algo que parece estar cam-biando debido a la pérdida masiva de espectadores, pero que en este caso puededarse gracias al acuerdo unilateral entre cines y distribuidoras, una falsa generosidadpor una de las partes, porque digamos bien alto que los precios suelen venir marcadospor estas mismas desde hace muchísimos años. Solo cuando le vemos las orejasal lobo intentamos poner soluciones que antes ni en sueños se planteaban.

Se cree que es el cine el que siempre elige lo que desea proyectar en sus salas,pero eso no es del todo verdad, yo más bien diría que es la distribuidora la quea razón de sus cálculos, surte las cintas a los cines que más le interesan. Es algo evi-dente que no todas las películas son superproducciones de estreno masivo, por tanto,no todas pueden salir al mercado con 300/400 copias, pero es también lógico que siuna distribuidora elige limitar un estreno a un tiraje de copias ínfimo, pongamos 30/60copias, será muy jodido que estas películas puedan verse en un número elevado de

ciudades. Así llega otra de esas cuestiones que tanto nos joden, en mi ciudad no seestrenan las mejores películas.

¿Es esto culpa del cine?, puede que sí, pero la realidad es que la culpa suele ser dela distribuidora de turno que se empeña en cerrar el círculo limitando un tipo de cine a un puñado de salas casi siempre en grandes ciudades.

Pongamos el dedo en la llaga, en esas distribuidoras “independientes”, que se suponelas que más pierden y las que peor actúan. ¿Hemos de aplaudir un estreno a 11 copiasen todo el país con dos años de retraso?

Toda distribuidora se ampara en unos costes de producción y gastos de publicidadla mayoría de las veces menores de lo que presuponemos, primero porque ladigitalización está abaratando esos costes por copia que antes con el celuloiderondaban los 1200 euros. Y segundo, obviando las enormes campañas publicitariasde las majors, el grueso de las distribuidoras más independientes apenas gastanen publicidad. No recuerdo haber visto a ciertas distribuidoras (Golem, Avalon, por deciralgunas) anunciando en televisión sus películas ni tampoco creo que las tibiascampañas de marketing que realizan sirvan de gran cosa. Ojo, somos conscientesque el aparato logístico de una major, no se puede comparar con el de unadistribuidora independiente, pero parece absurdo igualmente que a la hora de buscarculpables las dos, tiendan a mirar a los mismos. Y ahora viene cuando la matan,LA CULPA ES DE LA PIRATERIA, vale, si, hace pupa, pero no nos engañemos: aquí nadiese ha ocupado de educar a la sociedad en una conciencia cultural no gratuita niantes ni después de la crisis.

LA PELÍCULA ES NUESTRA David Tejero de VISUAL404

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Ante la segunda falacia LA GENTE YA NO VA AL CINE me vienen dos cositas a lacabeza, VICTIMISMO y DOBLE MORAL.

Victimas porque lo fácil es intentar taponar las salidas en vez de crear carrilesauxiliares. Internet es una gran autopista y la piratería un velocísimo deportivoal que nadie puede parar.

Y doble moral, porque intentan hacer sentir mal all consumidor cuando muchosde ellos, principalmente distribuidoras no ponen la mitad de las películas que nosdescargamos en los cines. Esta abyecta doble moral se extiende hasta loscineclubs de provincias y ciudades más pequeñas donde los exhibidores paganderechos a las distribuidoras pero a falta de los medios digitales necesarios ensala han de descargarse una copia ilegal y proyectarla, pues dichas distribuidorasno facilitan una copia que se adecue a sus necesidades.

De sobras es conocido el problema a la hora de adquirir películas en el mercadointernacional, pero desconocemos la exactitud y el proceso por parte de unadistribuidora en cuanto a marcar fechas en el calendario de estreno, y todo vienepor lo mismo, internet filtra películas a la velocidad de la luz entonces ¿por qué lasdistribuidoras retrasan sine die un estreno teniendo en cuenta que el espectadorcinéfilo, el más respetuoso con el cine, quiere ver esas películas?, y que ademássabemos por estadísticas, que cuando alguna que otra llega, tarde y mal, habránpasado unos cuantos meses desde su filtración. ¿Tiene el espectador culpa de eso?

La multidifusión audiovisual hace que limitarnos únicamente a las vías comunesde explotación sea una tontería. Plataformas digitales, canales on-line, festivales, VOD,conforman una amplia gama de recursos de expansión. Esto evidentementeayuda a democratizar el cine, y que el acceso para ver películas sea más sencilloestando mucho más a mano del usuario, sin embargo, desde el punto de vistaeconómico están lejos de competir con los extravíos de la red. No vamos a entraren cuestionar la moral DESCARGAR PELIS ESTÁ MAL JODER, la ética de los derechosde autor, de que peligran puestos de trabajo, de que el arte debe pagarse, etc.

Somos conscientes de ello, pero todavía es más ingenuo pensar que algo tanincontrolable como internet pueda albergar el problema sin que los responsablesdel negocio ofrezcan alternativas verdaderamente atractivas. Lo hasta ahorapropuesto por distribuidoras como GOLEM, WANDA, KARMA, VÉRTIGO, AVALÓN, nossigue pareciendo un escaso recorrido y una pobre divulgación como para que entremedias, no recurramos a las descargas.

¿Cuándo este problema, real y cercano para el consumidor, va a empezar a mutaren los sistemas normales de distribución? Muchas cosas han cambiado, en los hábitosde ocio, en comodidades, en generalización, pero poco, o casi nada, en políticade distribución cinematográfica. No vamos a andarnos con rodeos, la distribuciónen España la llevan cuatro y se comportan como una mafia de los cuarenta. ¿A quése debe el sostener un panorama estancado sin cambios significativos aparentes?

El último acercamiento que hemos tenido con una distribuidora viene por unallamada telefónica de Golem recriminándonos un tuit donde linkabamos unadescarga para Les Salauds. En dicho tuit dejábamos claro que para los que no

pudieran verla en cines existía otra posibilidad para poder disfrutar de estaextraordinaria película. Tuvimos la delicadeza de publicar un texto sobre Les Salaudsel mismo día de estreno en España de dicha película. Conste en acta que elpapel de la crítica NO ES cubrir las espaldas o retrasos de la distribución nacional,la crítica ha de ser independiente del mercado. Hemos podido pecar de imprudentes,y desde luego no lo volveremos a hacer, pero es injusto que Golem considereal mensajero necesario como culpable sabiendo que sus únicos méritos han sidolanzar unas 19 copias de Les Salauds en solo tres ciudades, simultanearla medianteVOD en Filmin al precio de 4 euros, y cagarla con la peculiar traducción del título original(Los Canallas suena a peli del destape).

La ley de propiedad intelectual no contempla esos agujeros de distribución que hacenque en España las películas se estrenen en las peores condiciones posibles. MientrasGolem nos veta los pases de prensa y amenaza a una web recién nacida sin apenasseguidores nosotros bailamos lo nuestro.

Aun en la creencia de que la productividad del cine penda de una suerte desigualsolapada por unos desarrollos sostenibles incapaces de readaptarse a losnuevos modelos de exhibición, deberíamos ir desvelando secretos y confesar laverdadera función de los mediadores. Porque si todos asumimos cambios, tendremosque asumir cual es el papel del distribuidor, ¿facilitar o colapsar?, dentro de lasupuesta democratización del cine. De niño las distribuidoras eran logos, eran músicaavisando del comienzo de una experiencia mágica. Eso prueba que las primerasveces tienen un componente romántico que perdemos con el tiempo. Nosotros cambiamos pero las distribuidoras parecen negarse a crecer.

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Ante la segunda falacia LA GENTE YA NO VA AL CINE me vienen dos cositas a lacabeza, VICTIMISMO y DOBLE MORAL.

Victimas porque lo fácil es intentar taponar las salidas en vez de crear carrilesauxiliares. Internet es una gran autopista y la piratería un velocísimo deportivoal que nadie puede parar.

Y doble moral, porque intentan hacer sentir mal all consumidor cuando muchosde ellos, principalmente distribuidoras no ponen la mitad de las películas que nosdescargamos en los cines. Esta abyecta doble moral se extiende hasta loscineclubs de provincias y ciudades más pequeñas donde los exhibidores paganderechos a las distribuidoras pero a falta de los medios digitales necesarios ensala han de descargarse una copia ilegal y proyectarla, pues dichas distribuidorasno facilitan una copia que se adecue a sus necesidades.

De sobras es conocido el problema a la hora de adquirir películas en el mercadointernacional, pero desconocemos la exactitud y el proceso por parte de unadistribuidora en cuanto a marcar fechas en el calendario de estreno, y todo vienepor lo mismo, internet filtra películas a la velocidad de la luz entonces ¿por qué lasdistribuidoras retrasan sine die un estreno teniendo en cuenta que el espectadorcinéfilo, el más respetuoso con el cine, quiere ver esas películas?, y que ademássabemos por estadísticas, que cuando alguna que otra llega, tarde y mal, habránpasado unos cuantos meses desde su filtración. ¿Tiene el espectador culpa de eso?

La multidifusión audiovisual hace que limitarnos únicamente a las vías comunesde explotación sea una tontería. Plataformas digitales, canales on-line, festivales, VOD,conforman una amplia gama de recursos de expansión. Esto evidentementeayuda a democratizar el cine, y que el acceso para ver películas sea más sencilloestando mucho más a mano del usuario, sin embargo, desde el punto de vistaeconómico están lejos de competir con los extravíos de la red. No vamos a entraren cuestionar la moral DESCARGAR PELIS ESTÁ MAL JODER, la ética de los derechosde autor, de que peligran puestos de trabajo, de que el arte debe pagarse, etc.

Somos conscientes de ello, pero todavía es más ingenuo pensar que algo tanincontrolable como internet pueda albergar el problema sin que los responsablesdel negocio ofrezcan alternativas verdaderamente atractivas. Lo hasta ahorapropuesto por distribuidoras como GOLEM, WANDA, KARMA, VÉRTIGO, AVALÓN, nossigue pareciendo un escaso recorrido y una pobre divulgación como para que entremedias, no recurramos a las descargas.

¿Cuándo este problema, real y cercano para el consumidor, va a empezar a mutaren los sistemas normales de distribución? Muchas cosas han cambiado, en los hábitosde ocio, en comodidades, en generalización, pero poco, o casi nada, en políticade distribución cinematográfica. No vamos a andarnos con rodeos, la distribuciónen España la llevan cuatro y se comportan como una mafia de los cuarenta. ¿A quése debe el sostener un panorama estancado sin cambios significativos aparentes?

El último acercamiento que hemos tenido con una distribuidora viene por unallamada telefónica de Golem recriminándonos un tuit donde linkabamos unadescarga para Les Salauds. En dicho tuit dejábamos claro que para los que no

pudieran verla en cines existía otra posibilidad para poder disfrutar de estaextraordinaria película. Tuvimos la delicadeza de publicar un texto sobre Les Salaudsel mismo día de estreno en España de dicha película. Conste en acta que elpapel de la crítica NO ES cubrir las espaldas o retrasos de la distribución nacional,la crítica ha de ser independiente del mercado. Hemos podido pecar de imprudentes,y desde luego no lo volveremos a hacer, pero es injusto que Golem considereal mensajero necesario como culpable sabiendo que sus únicos méritos han sidolanzar unas 19 copias de Les Salauds en solo tres ciudades, simultanearla medianteVOD en Filmin al precio de 4 euros, y cagarla con la peculiar traducción del título original(Los Canallas suena a peli del destape).

La ley de propiedad intelectual no contempla esos agujeros de distribución que hacenque en España las películas se estrenen en las peores condiciones posibles. MientrasGolem nos veta los pases de prensa y amenaza a una web recién nacida sin apenasseguidores nosotros bailamos lo nuestro.

Aun en la creencia de que la productividad del cine penda de una suerte desigualsolapada por unos desarrollos sostenibles incapaces de readaptarse a losnuevos modelos de exhibición, deberíamos ir desvelando secretos y confesar laverdadera función de los mediadores. Porque si todos asumimos cambios, tendremosque asumir cual es el papel del distribuidor, ¿facilitar o colapsar?, dentro de lasupuesta democratización del cine. De niño las distribuidoras eran logos, eran músicaavisando del comienzo de una experiencia mágica. Eso prueba que las primerasveces tienen un componente romántico que perdemos con el tiempo. Nosotros cambiamos pero las distribuidoras parecen negarse a crecer.

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