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VISIÓN HISTÓRICA Y URBANA DE LOS RÍOS EN ZARAGOZA Elvira ADIEGO ADIEGO En cada momento de la Historia, la visión que las ciudades tienen de sus ríos, de su papel e interrelaciones, determina su tratamiento e inte- gración urbanística posteriores. De acuerdo con ello, intentaremos dedu- cir estas sucesivas visiones históricas a través de la propia historia urbana de Zaragoza. El comienzo de la apasionante historia de nuestros ríos pone de relieve que el principal río de la ciudad, el Iber, dando nombre a la península y a sus pobladores 1 , constituye desde sus inicios, un río emblemático. La primitiva Salduie, cercana a la confluencia de tres ríos, Ebro, Gállego y Huerva, unía a su buena accesibilidad la abundancia de aguas superficia- les 2 de fácil aprovechamiento como recurso vital y agrícola. Estas cualidades geopolíticas y económicas derivadas de su emplazamiento geográfico cons- tituyeron desde sus comienzos una invariante determinadora de su historia. En épocas menos pacíficas —tratado de Asdrúbal en las Guerras Púni- cas 3 — se impone la visión estratégica del río Iber como frontera entre las esferas de los intereses romano y cartaginés. La colonia romana de «Caesaraugusta» que dio cabida a licenciados de las guerras cántabras, se instaló en la margen derecha del Ebro más eleva- da que la izquierda, con su ángulo NE junto a la desembocadura del Huer- va, pasando a constituirse ambos ríos, en defensa natural del asentamien- 251 1 J. R. Marcuello y otros: El Ebro, Ediciones Oroel, 1986. 2 L. María Frutos Mejías: Estudio geográfico del Campo de Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1976. 3 Nack-Wagner: Roma, Editorial Labor S.A., 1966.

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VISIÓN HISTÓRICA Y URBANA DE LOS RÍOS EN ZARAGOZA

Elvira ADIEGO ADIEGO

En cada momento de la Historia, la visión que las ciudades tienen desus ríos, de su papel e interrelaciones, determina su tratamiento e inte-gración urbanística posteriores. De acuerdo con ello, intentaremos dedu-cir estas sucesivas visiones históricas a través de la propia historia urbanade Zaragoza.

El comienzo de la apasionante historia de nuestros ríos pone de relieveque el principal río de la ciudad, el Iber, dando nombre a la península y asus pobladores1, constituye desde sus inicios, un río emblemático.

La primitiva Salduie, cercana a la confluencia de tres ríos, Ebro, Gállegoy Huerva, unía a su buena accesibilidad la abundancia de aguas superficia-les2 de fácil aprovechamiento como recurso vital y agrícola. Estas cualidadesgeopolíticas y económicas derivadas de su emplazamiento geográfico cons-tituyeron desde sus comienzos una invariante determinadora de su historia.

En épocas menos pacíficas —tratado de Asdrúbal en las Guerras Púni-cas3— se impone la visión estratégica del río Iber como frontera entre lasesferas de los intereses romano y cartaginés.

La colonia romana de «Caesaraugusta» que dio cabida a licenciados delas guerras cántabras, se instaló en la margen derecha del Ebro más eleva-da que la izquierda, con su ángulo NE junto a la desembocadura del Huer-va, pasando a constituirse ambos ríos, en defensa natural del asentamien-

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1 J. R. Marcuello y otros: El Ebro, Ediciones Oroel, 1986.2 L. María Frutos Mejías: Estudio geográfico del Campo de Zaragoza, Institución «Fernando

el Católico», 1976.3 Nack-Wagner: Roma, Editorial Labor S.A., 1966.

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to4. Cabe por tanto decir, que en este primer emplazamiento planificadoconocido de Zaragoza, la razón fundamental de su ubicación y configura-ción la constituye el propio río Ebro con una visión principal geopolítico-defensiva (cabeza de puente) y otra secundaria como recurso vital, agrario,pesquero y comercial.

El Ebro, a partir de entonces, será citado por geógrafos e historiadoresromanos vinculado a la ciudad, haciendo notar su navegabilidad y ricocomercio fluvial desde Tortosa hasta Logroño.

Elvira Adiego Adiego

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Figura 1. Vista de Zaragoza, de A. den Wyngaerde. 1563.

Aquel primitivo puente romano en el emplazamiento del actual puentede Piedra según es reconocido por la tradición, daría lugar al arranque del«cardus» y a la configuración de una ciudad apoyada en el río y con accesoal mismo mediante pequeño puerto o embarcaderos que aprovechando loscondicionantes topográficos pudieron situarse entre el Pilar y las Canone-sas del Santo Sepulcro.

Recientes excavaciones arqueológicas han sacado a la luz la ubicacióndel Foro de la ciudad entre la calle Don Jaime y la plaza de San Bruno,sobre La Seo, paralelo al río y con accesos a la ribera y muelles —en SanBruno— y al puente —en Don Jaime—.

La defensa norte de la ciudad coincidiría con la defensa de las avenidasdel río y el propio río. Las «tabernae» adosadas a esta muralla paralela aEchegaray y Caballero, se prolongarían desde el embarcadero hasta elForo, desarrollando una estructura de calles comerciales o mercado.

4 E. Adiego; J. L. Calvo y otros: Zaragoza, Barrio a Barrio, 1981.

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¿Pudo completarse este Foro con adhesiones que incluyeran los restosdel desaparecido templo hallado junto al Gobierno Civil, hacia el promon-torio de la zona de la Azuda como «castello»? De cualquier forma, el centrode la vida política, religiosa, comercial y social, es decir, el corazón de la ciu-dad, se instaló allí y allí mismo a orillas del Ebro, se ha mantenido hasta hoy.La vista principal de la ciudad había quedado ya constituida desde el Ebro.

Por entonces la Huerva, pequeño río que discurre más encajado, esvisionado también como defensa y soporte de utilización agraria al hilo delimpulso dado por los romanos a la agricultura. Al este y sur de la ciudad,las murallas discurren junto a sus riberas constituyendo sus puertas de acce-so a la ciudad el acceso inmediato a las huertas.

Al norte, el Arrabal, como cabeza del puente extramuros y término agrí-cola que toma sus aguas del Gállego, comienza igualmente a desarrollarse.

En la evolución de Caesaraugusta destaca la Cristianización de la ciudady la tradición de la venida de la Virgen a orillas del Ebro en el año 40. Denuevo se buscó un lugar significativo, en las proximidades del puente y jun-to a la muralla para localizar la tradición mariana. El río se sacratiza. La igle-sia de Santa María la Mayor se ubicaría en este solar.

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Figura 2. Grabado de Sta Engracia.

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A esta tradición vendrían a añadirse unos hechos que engrandecerían laleyenda de la ciudad, sus Innumerables Mártires y Santa Engracia, martiri-zados extramuros y localizados sus restos junto a otro río, la Huerva. Añadela tradición que en el año 312 se hizo capilla subterránea en el mismolugar5 siendo llamada la cripta e iglesia de las Santas Masas.

Este monasterio suburbial, junto con la iglesia zaragozana, adquirirágran importancia cultural en la España visigótica como centro de copistasde los obispos Juan, Braulio y Tajón. Pues bien, los dos centros irradiadoresde cultura religiosa se asentaron precisamente a orillas de sus dos ríos másurbanos, el Ebro y la Huerva. Desde entonces podemos decir habían que-dado totalmente definidas las funciones de estas áreas junto a sus ríos.

Las citas históricas de la agitada etapa visigótica ponen de relieve el inva-riante papel militar de las murallas y el río Ebro durante los sitios de los años541 y 653. Durante esta época adquiere importancia otro emplazamientojunto a los ríos, el de las actuales Canonesas del Santo Sepulcro, próximo ala confluencia del Huerva con el Ebro, destinado a residencia real.

Las posteriores luchas tribales de la «Saraqusta» musulmana (714), fue-ron también motivo por el que la resistencia de Zaragoza y el Ebro reapa-recieran en las leyendas épicas. Esta vez será la Canción de Roldán la que rela-te como Carlomagno para vengar la derrota de Roldán empuja a los infieleshacia un Ebro, de agua «profunda temible y violenta» y cómo viene en ayu-da de Zaragoza el emir de Babilonia que remonta por el Ebro con cuatromil chalanas, esquifes y galeras.

La permisividad religiosa de la ocupación árabe mantendrá la perviven-cia de los usos fundamentales de una ciudad que pasa a ser conocida en elmundo árabe por su emplazamiento, sus comunicaciones, incluyendo lafluvial y la feracidad de sus huertas, destacando la del Gállego6. El puentedel Ebro, de la máxima importancia militar junto con los de Córdoba yToledo, fue derruido por las inundaciones del 827, situación ésta que serárecurrente a lo largo de su historia y obligará continuamente a su recons-trucción y a la realización de defensas.

Pero la Zaragoza de los Banu Hud, destaca por el aprovechamiento ycarácter lúdico de sus corrientes de agua. Las fiestas que se celebran en elEbro, entre vino y manjares, poetas improvisando versos, cantos… son des-critas por Ibn Jaqan de este modo, «la barca del príncipe estaba rodeada demultitud de embarcaciones; las melodías de cuerdas de laúdes eran tan her-mosas que paraban al viajero en su marcha y emmudecía el pájaro más elo-cuente en su canto». Esta idílica visión del río a buen seguro se comple-mentaría con el paisaje arbolado de sus riberas.

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5 Luis García Iglesias: Zaragoza, ciudad visigoda, Guara Editorial, 1979.6 A. Beltrán y otros: Op. cit.

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En este contexto surgió la «Almusara», palabra árabe que denomina ellugar «de ejercicios ecuestres y esparcimiento público en las afueras dealguna ciudad musulmana por donde se acostumbraba a pasear a pie o acaballo…»7. La propia acequia de la Almozara, con aguas del Jalón, que dis-curría junto a la muralla medieval por un antiguo ramblar (natural y defen-sivo) debía su origen «a un rey que poseía un huerto y mandó construirlapara regarlo».

El topónimo de Almozara correspondería a este lugar de paseos quepudieron venir en prolongación de los Sotos del Rey junto al río y hastael palacio de la Aljafería. Dominando esta área próxima al Ebro y sussotos, el palacio residencial de los Banu-Hud.

Dentro de la primera muralla de la ciudad, la Azuda había pasado a serpalacio de gobierno y al otro extremo las sucesivas mezquitas ocupaban elactual solar de La Seo.

La reconquista de la ciudad por Alfonso I el Batallador (en 1119), conbatalla en el Arrabal —ya entonces de curtidores—, quemó la alcántara opuente de madera situado frente a las Canonesas. Como el puente de pie-dra aún se encontraba en ruinas, pasó a usarse únicamente el de barcas. Lareconstrucción de estos dos puentes constituyó una preocupación constan-te para los reyes aragoneses, reconstruyéndose primero el de tablas y ter-minándose el de piedra en 1440.

El Ebro, por entonces, había modificado su cauce en su tendencia a des-viarse invadiendo la margen izquierda y atacando de frente los muros delPilar, lo que originó que las Cortes en 1442 tuvieran que aprobar un vastoplan de «giramiento del río», al parecer con éxito y dando lugar al mean-dro abandonado.

Los zaragozanos que tenían el privilegio de la navegación del río ycomercio fluvial, sufrían cada vez mayores impedimentos debido a peque-ños azudes, molinos y aprovechamientos diversos, —como podemos ver eltema del aprovechamiento hidráulico o energético del río tampoco es nue-vo—, lo que motivó que la Corona encargara el control del río a un juradoformado por dos cofradías, la de Santa María de Predicadores, de merca-deres y la de San Nicolás de Bari, de arraeces (patrones de embarcación)8,ubicadas en sus respectivos conventos.

Sobre la Huerva, entre tanto, había dos puentes uno junto a la huertade Santa Engracia y otro de tablas junto a la puerta Quemada, que tambiénse llevó una riada y debió ser reconstruido aguas abajo, por donde pasabamás encajonado junto al convento de San José (1594).

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7 M.ª Isabel Falcón Pérez y M.ª Luisa Ledesma Rubio: Zaragoza en la Baja Edad Media,Librería General, 1977.

8 M.ª Isabel Falcón Pérez: Zaragoza en el siglo XV, Ayuntamiento de Zaragoza y otros.1981.

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Así pues, a la ciudad que se mantenía dentro de su recinto murado, seaccedía por puertas que en sus flancos Septentrional, Meridional y Orientalcoincidían con puentes a los que abocaban los caminos, hecho éste quecondicionaría el desarrollo de la estructura radial posterior de la ciudad.

El primer gran ensanche ordenado de la ciudad, San Blas, se realizóhacia el Oeste, sobre «el Soto Real», dentro del recinto murado musulmán,y siguiendo la dirección marcada por el Ebro aunque de espaldas al mismo.Hacia el Este el caserío iría compactando la parroquia baja, formando losbarrios de Tenerías y San Agustín, en tanto que los nuevos usos represen-tativos y creencias se reedificarían en el corazón de la ciudad sobre sus ante-riores emplazamientos.

Las órdenes religiosas, colaboradoras en la reconquista, se habían ubi-cado en los mejores emplazamientos, junto a ríos. De entre ellas habría quedestacar la de Dominicos Predicadores en el Soto Real junto al Ebro y lasde San Agustín (1286), Canonesas del Santo Sepulcro(siglo XIII) y Jeróni-mos (siglo XV) junto a la Huerva. También (siglo XV) los Conventos deJesús, de Nuestra Señora de Altabás y Mercedarios (anterior leprosería deSan Lázaro), en el ya iniciado Arrabal.

Los lavaderos y pequeña industria agrícola y artesana necesitada de aguay molesta para la ciudad, comenzaron a situarse en dos áreas extramuros: elArrabal —por curtidores y personas sin acceso a la ciudad— y la margenizquierda de la Huerva, también utilizado como Tañerías que darían nom-

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Figura 3. «Puente y convento de San José».

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bre al barrio. Pronto las aguas de la acequia que discurría próxima a lamuralla por esta zona, serán objeto de protestas por sus malos olores, lo quenos recuerda problemáticas más actuales en el tiempo, al venir utilizadoslos cursos fluviales como colectores de residuos urbanos e industriales.

Las necesidades funcionales de la ciudad, irán abriendo nuevas puertas,postigos o trenques en las murallas hacia el Ebro, para aguadores junto alPilar y para arraeces en el barrio del Sepulcro…, con ello la fachada traserade la ciudad hacia el Ebro, comenzará a permeabilizarse paulatinamente.

Pero los ríos que iban perdiendo su papel defensivo y de vía comercial,no perdieron nunca su visión como recurso. Precisamente durante el man-dato Imperial se proyecta (1528) sacar del Ebro una acequia en Tudelapara ampliar las huertas y disponer de agua en la ciudad. Más tarde —conFelipe II—, se implicaría en la obra el ingeniero J. B. Antonelli insistiendo ensu navegabilidad. Sin embargo, el canal se paralizaría hasta el siglo XVIII.

Llegados a este momento, podemos analizar como visión de la ciudad laVista de Zaragoza de A. de Wyngaerde de 1563. En primer término el Ebroy la fachada de la ciudad. Junto al convento de las Canonesas un depósitode almadías y serrerías junto con grupos de posibles arraeces descendien-do hacia el río. El Arrabal responde a un caserío agrícola que va despegán-dose de su primitivo papel como cabeza de puente. Bordeando el períme-tro del Huerva las torres de San Agustín, San Miguel de los Navarros y SantaEngracia. Zaragoza es una ciudad-río, el Ebro, con las torres de sus con-ventos e iglesias configurando su silueta característica.

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Figura 4. Vista de Zaragoza de J. B. del Mazo y Velázquez de 1647.

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De la Vista de Zaragoza de 1647 de Juan Bautista del Mazo y Velázquezdestaca el carácter festivo de los paseos por la margen izquierda entre lospuentes de Piedra y de Tablas, siendo la contemplación de su margen dere-cha un motivo festivo de paseo. Pequeñas embarcaciones similares a lasmenorquinas, navegan por un río que ya en esta época se descendía por lasbarcazas que transportaban mercancías dejándose llevar por la corriente,en tanto que aguas arriba eran remontadas mediante sirgas.

De la Vista de Zaragoza de P. M. Baldi de 1668 para el viaje de Cosme deMedicis por España y Portugal destaca la frondosidad de la margen izquier-da, la desembocadura de la Huerva que se apunta algo más alejada y elmuro de protección de la margen derecha entre el puente de piedra y el detablas. La ciudad además de subir su nivel de asentamiento ha debido pro-teger sus flancos frente al río.

Entretanto ¿cómo evolucionaba el entorno de la ciudad junto a sus ríos?De nuevo se han realizado fundaciones religiosas como las Cartujas de AulaDei y de la Concepción en los siglos XVI y XVIII próximas a los ríos, esta vezGállego y Ebro, con amplias huertas, abundancia de aguas y tranquilas yapacibles vistas para la vida contemplativa. La construcción de Aula Deimotivaría el puente sobre el Gállego (terminado en 1588) en el mismolugar del antiguo de barcas que se cita en algunos grabados también comorománico. Tras su voladura, durante la guerras de sucesión se restableceríaun puente de tablas hasta su desaparición durante los Sitios (posterior-mente tendría puente colgante emplazado en el lugar que ocupa el actualde hierro). Más próximo a la ciudad, al lado de la Huerva, se había funda-do el convento de San José, junto al puente y emplazamiento en que pasa-ba más encajonado el río.

Para hacernos una idea de la evolución de los ríos durante estos siglosresulta de interés el Plano y Castillo de Zaragoza, Capital del Reyno de Aragón de1712, en el que podemos observar lo que debió ser el meandro del río Ebro—en este momento ya abandonado— que había dado lugar a las «balsas deEbro Viejo» con sus dos escurrederos. Junto a ellas ya habían surgido losSotos del Ayuntamiento9, antecedentes del actual parque del tío Jorge yMacanaz. El río Ebro estaba para estas fechas cruzado por tres puentes,siendo el tercero —también de tablas— un canal de riego que llevaba elagua de la acequia de Urdán a las Fuentes.

Este siglo XVIII, según podemos comprobar en el plano idealizado de1779, destacará por el resurgimiento del árbol como ornamentación y som-bra en sotos fluviales y paseos. De entonces son la arboleda de Macanaz conla barca de sirga junto al Ebro y las de la puerta de Santa Engracia y paseoextramuros al sur de la ciudad en la Huerva. Los ríos aportan a la ciudad

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9 Carmen Faus Pujol: La orilla izquierda del Ebro zaragozano, Caja de Ahorros y Monte dePiedad de Zaragoza, Aragón y Rioja y Ayuntamiento de Zaragoza.

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Figura 5. Vista de Zaragoza de Pier Maria Baldi de 1668.

sus arboledas mejor orientadas como espacios para el recreo y su naturale-za es valorada en todas sus dimensiones: económica, espacio de ocio, valorpaisajístico y microclima.

También durante este siglo (1793), se da por concluido el Canal Impe-rial inaugurando como monumento conmemorativo la fuente de los Incré-dulos, todo un símbolo de lo que significaba el agua para la región y la ciu-dad.

Los Sitios de Zaragoza encontrarían una ciudad vulnerable en sus flan-cos correspondientes al río Huerva y cabeza de puente nororiental delEbro. Estaba claro que las defensas de sus ríos y murallas servían ya para

Figura 6. Puente románico del Gállego.

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Figura 7. Plano de 1712.

Figura 8. Plano 1809 de M. Díaz.

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poco, así que la ciudad podía disponerse a saltar sus ríos. Este momentomarcará el comienzo de una nueva etapa para la ciudad y sus ríos, la de susensanches.

Para conocer cuál era la visión de la ciudad y sus ríos en los comienzosde este siglo XIX, conviene observar el Plano Topográfico de la Imperial Ciudadde Zaragoza, realizado en 1809 por Manuel Díaz.

La ciudad, una vez más, es vista desde el Arrabal, con unas Tañerías quese expanden hacia el Huerva, unos sotos del Ebro —Macanaz y Almozara—enfatizados, y destacando fuera de escala unos paseos que, partiendo desdelos puentes de la Guerba, unen a la ciudad con el Canal Imperial y Lugarde Torrero (paseos de Torrero y San José). Es la visión romántica de unaciudad con trazados, aunque humildes, ornamentales, pensada para elpaseo y el disfrute de sus cursos de agua que acababa de integrar con ple-nos derechos un nuevo cauce, el Canal Imperial.

También constituía una visión alejada del terrible estado en que habíaquedado tras los Sitios. Pero aquel mal estado, junto con la Desamortiza-ción posibilitarán buena parte de las reformas estructurales y primerosensanches de la ciudad junto al Huerva.

La creación del salón de Santa Engracia (apertura del paseo de laIndependencia por Tiburcio del Caso) como gran paseo hacia los Sotos delHuerva, Huerta de Santa Engracia y paseo de Torrero (actual Sagasta),definiría el futuro de la ciudad.

Esta intencionalidad se observa también en el plano de Zaragoza de1853 de Yarza y Gironza que refleja un proyecto de ciudad verde y engala-nada junto a sus ríos, en la que destacan estos trazados del salón de SantaEngracia y la Glorieta junto al Huerva. Aquí aparece ya el puente sobre elHuerva y acceso de la carretera de Castellón en su situación actual replan-teada tras el desbordamiento del Huerva en 1835.

En estos años y con la creación del paseo de la Mina, se plantearon nue-vas fortificaciones que proponían el desvío del Huerva. Las fortificacionesno se realizarían, pero el planteamiento del desvío del Huerva permaneciólatente.

Pero el siglo XIX vendrá sobre todo caracterizado por la primera indus-trialización dependiente de los cursos de agua y de las comunicaciones,sobre todo del ferrocarril (1864) que constituyó el motor del crecimientode la ciudad y la primera especialización industrial de las áreas junto a losríos, en especial del Arrabal.

Si a ello añadimos la preexistencia del Canal y paseos de San José yTorrero, que ya en esta época enlazaban con el barrio de Torrero y otros,no es de extrañar que la expansión de la ciudad no saltase el Ebro —perci-bido como una gran frontera o borde— y se dirigiera hacia el sur saltandoa la margen derecha del Huerva.

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El enlace de las líneas del ferrocarril de Alsasua y Barcelona medianteel puente de la Almozara (1870), con su trazado sinuoso junto a la arbole-da, añadiría una barrera más al Ebro impidiendo durante muchos años suintegración y la de Macanaz en la margen izquierda.

El ferrocarril de Pamplona, por su parte, originó la decadencia delCanal como soporte del tráfico fluvial transportando el trigo de las CincoVillas a sus harineras, por lo que la visión del Canal volvió a ser la de unrecurso vital y de recreo, dando lugar al barrio de «Venecia».

En el Croquis sobre la primera idea del Parque de Zaragoza y urbanización de laHuerta de Santa Engracia de Félix Navarro de 1880, recogido en el proyectode ensanche de 1906, el parque de la ciudad se situaba junto al río Huerva,desviando y enterrando su cauce en un tramo para permitir el ensanche dela ciudad en esa dirección, puesta en valor tanto por su proximidad a la ciu-dad y río, como por su orientación y paisaje. La ciudad quería apropiarsede las márgenes del río, de su frescor, de su paisaje y simultáneamente pro-pone enterrarlo para obviar su condición de barrera urbana.

Será en los últimos años del siglo XIX cuando eclosione esta área. Elpuente de Santa Engracia se había ensanchado y proliferaban pasarelassobre el Huerva para conectar con las pequeñas parcelaciones e industriasque ocupaban el actual sector de Madre Vedruna. Mientras, sobre el Ebro

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Figura 9. Plano de 1853.

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(1898), se acababa de inaugurar el puente de Hierro para sacar del puen-te de Piedra el tráfico de Madrid-Francia.

Pronto la facilidad de transporte de las nuevas fuentes de energía, comoel gas y primeras compañías hidroeléctricas también establecidas junto a loscauces, originarán la independencia de la industria respecto a los cursos deagua. Por ello, esta segunda etapa de industrialización buscará su expan-sión no junto a cauces, sino en zonas con accesibilidad, originando la pri-mera renovación de usos junto a los ríos, acequias y canal.

Inauguramos el siglo veinte (1900) con un interesante Proyecto, el de laHuerta de Santa Engracia realizado por R. Magdalena que redujo la zonaverde de la huerta a la actual plaza de los Sitios, desarrollando laExposición Hispano-Francesa de 1908 junto al río Huerva y sobre el previs-to parque (también aquella exposición aprovechó los plus valores del eco-sistema del río).

Pero el crecimiento poblacional urgía mayores ensanches y parque (Leyde 1892), lo que originó un concurso para la ordenación de la ciudad has-ta el Canal. En una ciudad de climatología extrema, la ubicación del par-que buscará zonas frescas, con vistas y alejadas, dado que las zonas céntricascon estas características sucumben a las presiones especulativas.

Había ido perdiéndose la estrecha dependencia orgánica de las ciuda-des respecto de sus ríos, por tanto, los pequeños ríos encajados que nosuponían obstáculo para su dominio, sufrirán las mayores presiones e inter-venciones —no exentas de polémica— que el proceso de urbanización hainferido a los ríos: su cubrimiento y aprovechamiento como viario; así suce-derá con el Huerva.

Si el Proyecto de Ensanche de 1906 proponía el parque de la ciudad jun-to al Huerva y el Cabezo de Buenavista, poco después, en el Proyecto deEnsanche Parcial y Parque de Zaragoza de 1922 se proponía la prolongacióndel paseo de la Independencia (Gran Vía) para unir la ciudad con este par-que y dos años más tarde, el Plan de Ensanche de 1925 recogía ya esta GranVía sobre y a lo largo del río Huerva, inaugurándose su primer tramo cubier-to en 1929. Este Plan de 1925 incluía por primera vez el Arrabal dentro delentorno urbano, lo que constituyó el primer paso para el salto del Ebro.

Las fechas se sucederán rápidamente. En 1928 se aprobaron las nuevas ali-neaciones de la zona de Ensanche de Miraflores que recoge junto al ríoHuerva una ciudad Jardín integrada paisajísticamente con el río y de la quetodavía queda algo por hacer y en 1934, una vez obviado el Huerva, se impul-sará definitivamente el crecimiento de la ciudad hacia el sur, elaborando unPlan de Ensanche Integral que también amplía el parque de la ciudad.

La ciudad que en su tránsito a «la modernidad» ve en su río Huerva unrecurso para el ocio y paisajístico, pero a la vez un impedimento al desa-rrollo urbano, ha decidido enterrarlo aprovechando su superficie, consoli-

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dando así una relación dialéctica de amor-odio con su río que se prolonga-rá hasta los años 60.

Tras la Guerra Civil se plantearía la primera red arterial de la ciudad enla que se propuso el puente de Santiago. Del mismo año es el Plan Parcialdel Sector Madre Vedruna, que desarrolla el cubrimiento del Huerva y lasexpectativas especulativas del sector creando encima del río un boulevard(actual paseo de la Constitución) y en sus áreas limítrofes un barrio de ele-vada densidad.

Pero la ciudad al ensancharse hacia el sur, se ha ido alejando de su«Centro» junto al Ebro y para remediarlo, el Anteproyecto de Ordenaciónde 1943 propuso su extensión simétrica sobre las dos márgenes del río,dejando al Ebro convertido en el eje de la ciudad. Proponía como zonasverdes en la margen izquierda las Balsas de Ebro Viejo; en el Huerva lascomprendidas entre el río y Miguel Servet, el Tenis y el Corral de la Leña;junto a las playas del Canal, al sur, otra gran zona verde. También incluíauna intervención drástica en el Ebro, cortando su meandro de entrada a laciudad para integrarlo como lago y zona verde a la Almozara.

Este anteproyecto, al uso de la época, estructuraba tanto las zonas ver-des como el sistema viario colector de tráfico sobre las márgenes de los ríosprofundizando así en la dialéctica integración-separación de los ríos.

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Figura 10. Proyecto de Ensanche de 1906.

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Figura 11. Plan de Ensanche de 1934.

Figura 12. Anteproyecto de alineaciones de 1943.

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Figura 13. Plan General de 1957.

El posteriormente denominado Plan de Yarza de 1957, mantenía la supre-sión del meandro del Ebro para la formación de una playa artificial y la ciu-dad deportiva regional.

Respecto al río Huerva proponía su tratamiento con zonas verdes linea-les desde el parque Primo de Rivera hasta el comienzo de su cubrimiento yque el cauce cubierto, ya entonces con graves problemas higiénicos, secanalizara y saneara, completando su cubrimiento según está en la actuali-dad. En su tramo final incorporaba el jardín botánico de la torre de Bruilcomo parque. Hacía mención expresa de la creación de un nuevo paseo delEbro sobre la margen izquierda, «encauzando el río ganando altura yanchura suficiente para completar el aspecto fluvial de esta zona de la ciu-dad».

Zaragoza, reafirmaba su vocación de ciudad-río, pretendiendo saltardefinitivamente el Ebro. Temía al río pero lo integraba estructuralmente ypretendía domesticarlo convirtiéndolo en su eje.

Ya desde el siglo XVIII aparecía grafiado en los planos el paso de barcascon sirga que unía la ciudad con el parque de Macanaz o barca del tío Toni.

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En 1941 la barca se vería sustituida por una «pasarela» peatonal (puente col-gante) y en 1961 se inició en su lugar la construcción del puente de Santiago.

El Plan General de 1968, que aquí vemos con sus croquis, quería rompercon la estructura radiocéntrica de la ciudad mediante la creación de un nue-vo núcleo y eje para lo que de nuevo recogía el eje marcado por un río, elGállego, cuyas márgenes se ocupaban por un parque Lineal y Ciudad Jardín.

Se proponía cuatro parques a lo largo de las márgenes del canal, Huervay Ebro, previendo un nuevo parque en Alfocea. El desarrollo de estos cro-quis del Plan General llevaría al autor a proponer la calificación de estosterrenos colindantes con los ríos como «rústico forestal» para su protecciónpaisajística.

Figura 14. Foto del Huerva en ciudad jardín.

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Este Plan iniciaba una aproximación más sensible a los ríos haciendonotar «el grave error que supone ignorar el valor fundamental que el ríoEbro posee dentro de la estructura de la ciudad, que la fachada de la margenizquierda debe tener un tratamiento similar a su opuesta y que una y otra for-man un conjunto urbanístico potencial de primer orden. La atención a estetema hará necesaria una remodelación de las edificaciones en buena partemuy mediocres, actualmente existentes». Propone, en consecuencia, comozona de renovación urbana la fachada y margen izquierda del Ebro.

Pero el Gállego, río pirenaico y de cauce abierto, entre tanto, si bien ensu margen derecha, junto a la desembocadura, el ferrocarril le defiende delas agresiones industriales, aguas arriba, alejándose del núcleo urbano, se lehan ido aproximando los usos industriales menos aceptados por la ciudad,papeleras, matadero, etc., finalizando el término municipal con un núcleorural en expansión, San Juan de Mozarrifar y el desolado paisaje de grave-ras y vertederos de su ribera.

Su margen izquierda, más elevada, había visto crecer los núcleos ruralesmás próximos, en menor medida Peñaflor, y en mayor medida Montañanade la mano de su papelera, y Santa Isabel con sus instalaciones industriales.Simultáneamente otras instalaciones valoran y potencian su entorno natu-ral, como la Estación Experimental. Mantiene pues la dialéctica históricaamor-odio del espacio natural tan característica de nuestra región.

Elvira Adiego Adiego

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Figura 15. Plan General de 1968.

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Durante los años 70 los desastres que se perfilan en sus márgenes, gra-veras, escombreras etc., darán lugar a la delimitación de su zona de domi-nio público hasta el Azud de la Cartuja mediante la actuación coordinadaentre ICONA, Confederación Hidrográfica, y Ayuntamiento, destinada a lareparación, encauzamiento y reforestación que se realizará en los primerostramos junto a la desembocadura.

La década de los 70 sería de gran impulso planificador realizándosenumerosos Planes Parciales que ordenaban tanto la margen izquierda delEbro (Arrabal, barrio Jesus, etc.) como la derecha, la Almozara y LasFuentes, al igual que gran parte de las áreas junto al Canal como los barriosde Torrero, Valdefierro, Oliver, etc., manteniendo las propuestas del PlanGeneral vigente.

Las fachadas entre el puente de Hierro y el de Las Fuentes inicialmentequedarían sin aprobación para que se integraran en la ribera tras la consi-deración de un previo Estudio Hidrológico del Ebro. Una vez realizadodicho estudio, y de acuerdo con el mismo, se proyectaron unos PlanesEspeciales de ordenación de esta fachada y la de la Almozara que no seaprobaron y únicamente sirvieron para la realización del parque de laAlmozara junto al Ebro.

Todavía hoy queda pendiente una necesaria y adecuada propuesta deordenación de la fachada frente a La Seo entre los puentes de Piedra y deHierro.

En 1971 se aprobó la Actuación Urbanística Urgente del puente deSantiago, que recogía las previsiones del Plan General del 68 en lo que a lamargen izquierda del río se refiere. Durante los años 80 y 90, el crecimien-to de esta área impulsó la construcción de nuevos puentes y adaptación delos existentes sobre el Ebro, en tanto que las riberas del río siguieron sinatenderse.

Figura 16. Foto del Ebro. Estado actual entre puentes.

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Elvira Adiego Adiego

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Figura 17. Foto de las riberas aguas arriba desde el puente de la Unión.

Una vez terminados los nuevos enlaces ferroviarios de la ciudad por eleste (nuevo puente sobre el Ebro de 1969), se reformó a finales de losochenta el puente de la Almozara para el tráfico con el área Rey Fernandodel ACTUR y se abrió el puente de la Autopista (1978) completándose estacircunvalación de la ciudad. Más adelante se inauguraría el puente delCamino de las Torres o de la Unión.

La precaria situación del puente de Nuestra Señora del Pilar, o puentede Hierro, hizo plantear su desdoblamiento con una vía a cada lado, dejan-do su antigua estructura peatonal (1991).

La Adaptación Revisión del Plan General de la ciudad en 1986 hoyvigente mantiene el sistema verde lineal del Plan General del 68 amplian-do corredores verdes a lo largo del Canal Imperial para enlazar la carrete-ra de Madrid con la nueva urbanización de Montecanal y la de Valencia.

Entretanto la decadencia de la primera industrialización del Arrabal enlas zonas de «renovación urbana», junto con el patrimonio de Renfe, con-siguen una Modificación del Plan General y recalificación cuya ordenaciónde Detalle está actualmente desarrollándose.

Esta etapa de los 80 y 90 viene caracterizada por la concienciación progre-siva de la preservación del Medio Ambiente y la convocatoria de Concursos deIdeas para la integración de los ríos. En este contexto surge el Decreto85/1990 por el que se catalogan como Áreas Naturales de Especial ProtecciónUrbanística en Aragón los galachos de La Alfranca y Juslibol, y en 1993 se sus-cribe un convenio entre el Ayuntamiento de Zaragoza y la AdministraciónCentral para la Rehabilitación de las Riberas del Ebro, por un importe total de1.570 millones de pesetas, que se vuelve a poner sobre el tapete durante 1996y en el 2000. Con estas inquietudes aún no bien digeridas, nos hemos acerca-do al momento actual, por lo que no nos queda sino hacer unas breves refle-xiones.

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En el final de la década de los noventa, la aprobación inicial del PlanGeneral de 1999 ha recogido el proyecto en marcha del intento de suturade las dos márgenes del Ebro mediante la conexión del corazón actual dela ciudad con la antigua estación del norte a través del puente de Piedra deforma que la antigua estación se constituya en una prolongación del salóny corazón históricos de la ciudad, consiguiendo la integración definitiva deambas márgenes.

Este mismo Plan General recoge la propuesta de un proyecto de PlanDirector del Ebro, con base al cual se está realizando un «AnteproyectoGeneral de los Espacios Públicos de las Riberas del Ebro» encaminado a res-petar y potenciar sus posibilidades naturales, ambientales y paisajísticas.

Simultáneamente existe el proyecto de ubicar junto al Ebro, en Ranillas,la Exposición Internacional del 2008 que nos quiere deparar una nuevaoportunidad para el desarrollo de la ciudad.

Ante todo ello no nos queda sino hacer unas breves reflexiones sobre lavisión de los ríos y a modo de conclusión.

Hemos ido viendo cómo la percepción de los ríos y canal mantiene a lolargo de la historia unas invariantes, el Ebro es emblemático, constituyenrecurso vital y económico, emplazamiento estratégico y geopolítico, sonlugares sacralizados, son paisaje, microclima, son espacios lúdicos, espaciospara la contemplación, son espacios naturales que constituyen nuestropatrimonio natural y cultural, nuestra calidad de vida y son un recurso natu-ral escaso…

Pero simultáneamente en esa relación dialéctica del hombre con suentorno, sus márgenes son percibidas ora como impedimento a la expan-sión, borde o frontera, ora como eje o nexo de unión, bien como fuentebien como cloaca, bien como espalda bien como fachada, como objeto dedesarrollo o como objeto de proteción... y todas estas percepciones dife-rentes han sido posibles según se haya planteando su uso e integración enla vida ciudadana.

En cualquier caso, la Historia se empeña en recordarnos que Zaragoza,ciudad cuya idiosincrasia y genuina imagen es debida a la impronta de sustres ríos y canal, todavía no ha reconocido o puesto en valor a sus ríos nicomo espacios naturales de incalculable valor ni como protagonistas urba-nos integrados en la urbe actual. Se está ya en ello.