vision cristiana de la historia

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    VISIN CRISTIANA DE LA HISTORIA

    de la ciencia, encuentren todava su solucin algunos enigmas

    del pretrito y se haga posible, por otra parte, un obrar toda-

    va ms fuertemente ace ntua do en sentido teleolgico en re-

    lacin con el futuro. nicamente no se conseguir nunca, aun

    en ese caso, predeterminar la Historia, porque en la Historia

    no slo hay leyes naturales universalmente valederas, s ino tam-

    bin personas qu e ob ran en libertad de un modo o de otro y'

    excepcionales intervenciones de la gracia. Pudese, incluso, de-

    cir que el fenmeno de a Historia consiste en la sucesin de

    nacer libre y esa excepcional intervencin (le la gracia, porque

    ellos son los que accionan la evolucin histrica, mientras en

    otro caso se quedara en aquellos, en sentido metafsica, ci-

    clos sin sentido, en las cuales consiste la vida animal que des-

    conoce la historia. La vida animal es un retorno de lo eter-

    namente igual, el eternamente nuevo juego del nacimiento,

    ejercicio de las tendencias naturales y rpida muerte. La vida

    humana comprende ciertamente ese ciclo tambin, pinto a ello,

    sin embargo, la vida de a humanidad colectiva es un proceso

    dirigido en el que hay una evolucin espiritual, un crecimiento

    anmico y un renacimiento del hombre, fiel trasunto de Dios.

    Sin embargo, tambin en a vida de la humanidad colectiva

    tienen lugar determinados ciclos y el transcurso de esos ci-

    clos,

    dentro de ciertos lmites, es calculable por la ciencia o ase-

    quible, por lo menos, a su mirada.

    La morfologa de la Cultura, una ciencia que comienza

    aprox im adam ente con el italian o G iam ba ttist a Vico (-f- 1744)

    y en el tiempo ms moderno ha encontrado notables represen-

    tantes en Spengler y Toynbee, ha alcanzado a clarificar un

    ciclo histrico espiritual que se reencuentra casi en todas las

    culturas del pasado. Es el ciclo que se adelanta en el cambio

    peridico de las pocas creyentes a la incrdulas, de las reli-

    giosamente entusiastas a las civilizadoras, para terminar con

    la quiebra social y la irrupcin de. pueblos naturales jvenes

    que son menos sensibles a la ciencia que a la religin y ha

    cer posible con ello una nueva edad de fe. Vico entendi ese

    ciclo como una manifestacin de la Providencia, Spengler lo

    tom como un fatum, mientras yo veo en l un suceso que se

    deja, no difcilmente, explicar desde la esencia del alma hu-

    mana. El alma humana est constituida de tal modo que la

    miseria le ensea a rezar, mientras en los tiempos de relativa

    seguridad se inclina por planes y clculos soberanos. Que est

    necesitado de la proteccin de Dios, lo experimenta diaria-

    mente el hombre de los caticos primeros tiempos, mientras

    en los tardos, aparentemente ordenados, cree poder prescindir

    de El. Desde este estado de cosas se explica el "comps bina

    r io" histrico-cullural como yo lo Hamo, esto es, el fenmeno

    de la religin teocntrica o la ciencia antropocntrica, asumien-

    do por turno la rectora de la humanidad. Para la explicacin

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    W E R V E K H E N N E K E

    de la decadencia de las culturas no necesitamos, por consiguien-

    te ,

    la aceptacin de causas sobrenaturales, s. en cambio, para

    la explicacin de su ascenso. Que el hombre se. aleje de Dios

    es una' consecuencia natural de su pecado original . Que vuelva

    a il es una obra de la gracia. La decadencia, incluso de la

    cultura occidental cristiana, fue en cierto sentido un proceso

    regular recorrido anlogamente- a los ciclos de otras culturas.

    Un renacimiento de la cultura occidental cristiana, si se logra-

    se, sera algo excepcional y totalmente nuevo en la Historia.

    C on estas observaciones fundam entales, creo ya hab er con-

    testado suficientemente a las objeceiones contra mi perspec-

    tiva de la Historia. Se encuentra dificultad en que yo, si-

    multneamente, acento la excepcionalidad del mensaje de Cris-

    to y a pesar de ello veo como un ciclo la trayectoria de la cul-

    tura occidental. A mi me parece que ah nos dejamos llevar

    por la idea de que el sistema entero de la creacin tendra

    que moverse en lnea recta e ininterrumpida sobre la palabra

    eterna, "sobre la que los eones estn ordenados" y se tendra

    que poder comprobar y medir estadsticamente de un siglo a

    otro los progresos en este movimiento. Pero, aunque la Histo-

    ria considerada como todo, represente indudable un proce-

    so dirigido, son entonces por eso ajenos a ella los ciclos lega-

    les naturales? No se dan a pesar de esto en ella los ininte

    rrumpidos ciclos de nacimiento y muerte en los individuos y

    florecimiento y cada de pueblos e imperios? invidentemente

    en modo alguno se excluyen mutuamente lo excepcional y los

    ciclos de la Historia y, aparte de eso, ios ciclos histricos de

    las culturas no significan todava en manera alguna un retor-

    no de lo eternamente igual. Nuestra crisis cultural tiene una

    fisonoma totalmente diferente a la de la crisis de la cultura

    clsica y encontrar en tanto llegue a ella'- ' una solucin

    completamente distinta a la que encontr la crisis del mundo

    antiguo. Porque ni tenemos una nueva Revelacin que espe-

    rar, que pudiese sustituir al Evangelio de Cristo, ni hay dis-

    puestos, fuera del mundo civilizado, pueblos jvenes eulttiral-

    mente capaces que sean aptos para construir una nueva sobre

    los escombros de la cultura occidental. Nuestra situacin es,

    pues,

    en todo aspecto excepcional e incom parab le y un a reno-

    vacin de nuestra cultura no puede esperarse de nuevas reli-

    giones o razas, sino solamente de la superacin del mundo de

    ideas que ha producido esta enorme catstrofe, ante todo, por

    consiguiente, de la victoria sobre el mundo intelectual del si-

    glo xvin. El racionalismo atestico de este mundo intelectual

    corresponde ciertamente en bastante a la imagen del mundo del

    clasicismo tardo, cuya sociedad crey igualmente encontrar en

    la religin de la humanidad un sucedneo para el temor de

    Dios ,

    del "mos maiorum". Tambin se descubre, yendo ms

    lejos,

    el ideal sociolgico del clasicismo que muere, al que tam-

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    VISION CRISTIANA DE LA HISTORIA

    bien nosotros aspiramos, con lo que tanto aqu como all apa-

    rece como objetivo capital del arte de los estadistas la felici-

    dad intramundana de las masas .

    N ue str a situacin K istrico-espiritual, entretan to, es comple-

    tamente distinta en cuanto nosotros conocemos todos ciertamen-

    te la religin que nos ensea a despreciar lo ultramundano;

    pero no apreciamos y perseguimos, como sucedneo de I

    religin, un ideal de progreso social que no es ms que una

    autodefraudacin. Sobre ese sucedneo de la religin reaccio-

    na ciertamente la Historia universal con catstrofes siempre

    nuevas. Sin embargo, basta boy no se le na conseguido a la

    cristiandad el retener a los pueblos de la prosecucin de los

    ' idea les" qu e estn a biertam ente en co ntradiccin con el sen-

    tido metafsico de la Historia y el ganar la batalla contra una

    forma de vivir social que bace imposible una vida propia llena

    de sentido.

    En el volumen primero de mi Historia universal he mos

    trado cmo la civitas mxima del mundo clsico se cambia y

    transforma en primer lugar por la intervencin de nuevos con

    tenidos de sentido religioso, en segundo, por la irrupcin de

    una raza de conquistadores

    que.

    sustituye la estructura social

    republicana de la ciudad clsica por la jerrquica del Sacro

    Imperio. Mediante la jerarqua "de los santos y los caballeros",

    en la Edad Media alcanz reconocimiento una nueva concep-

    cin del sentido de la vida, que D an te se ala como asimila

    cin del gnero humano con Dios". La Ilustracin humors-

    tica y la cientfico-natural han allanado otra vez esa jerarqua

    medieval junto con su concepcin del sentido y mecanizado la

    vida social en una manera que sobrepasa ampliamente la me-

    dida alcanzada en el clasicismo tardo. Sin embargo, no se pue-

    de decir que tambin la historia espiritual de Occidente se

    haya detenido en la versin mecanicista del mundo de la Ilus-

    tracin. Ms bien cabe hablar, al perseguir la sucesiva forma

    cfn ce la versin cientfica del mundo en los tres ltimos si-

    glos,

    de un progresivo abandono de la explicacin mecanicis-

    ta del universo. En el principio esta la concepcin del mundo

    puramente mecanicista de Descartes, luego llama Leibniz la

    atencin sobre el principio formal teleolgico del organismo,

    hacia 1800 se descubre la Historia de las ideas como princi

    pi informador de la vida y hacia 1900 comienza la marcha

    vistoriosa de la Filosofa de los valores que intenta abrazar las

    formas de vida como objetivaciones de determinadas catego-

    ras axiolgicas. Cuanto ms rectifican la ciencia natural or-

    gnica y las ciencias culturales, la versin del mundo de In

    ciencia natural inorgnica, tanto ms claramente aparecen los

    factores rectores teleolgicos que fundamentan la estructura de

    la creacin total, tanto ms se demuestra la ordenacin del

    mundo sensible sobre otro suprasensible y tanto ms determi-

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    nad am ente, tras las apariencias pasajeras, se 'acusan las cau-

    sas reales de un mundo iraperecedero que, paso a paso, elevan

    los ciclos de la naturaleza a un plano ms alto y los hacen

    servidores de una prestacin de sentido sobrenatural a la Vida.

    Tericamente, pues, hemos superado en gran parle la ver-

    sin mecanicista del mundo de la Ilustracin y esa superacin

    representa, sin duda, algo histrico, excepcional, lo cual, el cla-

    sicismo tardo, por ejemplo, en ningn caso hubiera alcanzado

    con medios cientficos si no hubiese venido en su ayuda a re-

    velacin cristiana. De ah vemos que de hecho el Occidente

    ha recibido por Jesucristo una tarea concluyente", en tanto

    se-nos h a da do a n seguro -principio pa ra orden ar la H istoria de

    la naturaleza en la de la Redencin, reconocer rectamente nues-

    tros sntomas de degeneracin intelectual y social y dirigimos

    a su curacin con. perspectivas de xito. Nuestra enfermedad

    era la fe en la versin del universo de la ciencia natural, sus

    leyes y ciclos "eternos" y a reproduccin de sus regularidades

    en el moderno Estado de autmatas de los capitanes de indus-

    tria, burcratas y funcionarios del partido que "someten a clcu-

    lo a ios hombres como se somete a clculo una cosa in-

    animada. Nuestra esperanza es la restauracin de un "cor-

    pus chr istia num " social en el que dom ine otra vez una

    viva relacin de t a yo entre directores y dirigidos y, como

    com n Finalidad, sea reconoc ida equella asimilacin del g-

    nero humano con Dios" en la que tambin crey la Edad Me-

    dia y a la que debemos la construccin de nuestra cultura

    occidental.

    Nuestra situacin histrica es, pues, excepcional tanto por

    su lado negativo como por el positivo. Ya no podemos contar

    con las extraordinarias ayudas de la Providencia, tal como a

    la humanidad le cupo en suerte a la salida de la 1 listona ele

    la cultura clsica. Pero, en cambio, nuestra comprensin de las

    condiciones bajo las cuales puede ante todo mantenerse lina

    comunidad histrica, ha avanzado lo suficientemente lejos para

    comprender la imposibilidad de una concepcin del sentidode la vida puramente civilizada y desarrollar, a partir de las

    fuentes de la tradicin cristiana, en unin con tina aguda com-

    prensin filosfico-histrica, las lneas orientadoras de una nue-

    va construccin social.

    La idea rectora de mi ensayo histrico universal era desta-

    car del conjunto del material tctico de la historia, aquello que

    es de inters para la solucin del problema actual, perseguir

    en primera lnea, por consiguiente, los continuos intentos y

    fracasos del esp ritu h um an o en la realizacin de la idea" de la

    ciudad de Dios. Porque la vivencia del presente consiste esen-cialmente en eso, en el fracaso de I idea de la ciudad de Dios

    en los pu rita no s ingleses del siglo xvn y los filsofos franceses

    del xviii, as que no es' anacrnico, sin duda, si el pueblo del

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    VIS ION C R IS T IANA DE L A HIS T OR IA

    antiguo Sacro Imperio se esfuerza tambin por su parle por una

    idea de la Ciudad de Dios, que corrija los insuficiencias de

    los concepciones situadas en la quiebra. En ello, para descrip-

    cin de mis ideas, me he referido siempre a las culturas asi-

    ticas nicamente en cuanto eran de inters para la inteleccin

    de la Historia de la Cultura occidental, as, por ejemplo, la

    iran en cuanto es determinante de a helnica, a la rabe en

    cuanto lo es de la gtica, a la china en cuanto lo es de la cul-

    tura del Rococ. Para un tratamiento independiente de estas

    culturas no haba para m ningn motivo por una simple ra-

    zn, porque yo, en contradiccin con Spengler y Toynbee, no

    trato de escribir ninguna historia de los ciclos, sino una his-

    toria de aquel excepcional proceso que el profundo Hugo

    de S. Vctor (-(-1141) ha sealado como opus restauralionis y

    apunta al Renacimiento del hombre asemejado a Dios.

    Por eso, esta especficamente cristiana perspectiva univer-

    sal,

    intent destruirla como es sabido Voltaire, que en su ex-

    posicin histrica introdujo las culturas extraeuropeas y dis-

    cuti con ello la primaca de la cristiano-occidental y el pri-

    vilegie) de la excepcionalidad. Por e contraro, yo considero

    que sub specie aeternitatis contemplado, slo hay un nico

    crculo de cultura, el cristiano occidental precisam ente y q ue

    de la solucin o no solucin de sus problemas depende el des-

    tino del universo entero. Porque, de quin son, en fin de*cuen-

    tas,

    los problemas por los que hoy se lucha en los campos de

    batalla del lejano y el prximo Oriente? Evidentemente no

    otros sino los nuestros. Qu programas de futuro, concepcio-

    nes del universo y conceptos del Derecho rondan hoy por las

    cabezas de todos los pueblos y razas? Ningunos sino los nues-

    tros, y con esto est suficientemente aclarado que slo hay una

    historia, justamente la historia de aquella cultura cuyas obras

    estn animadas por la ratio de la sabidura universal helnica

    y el espritu de a Revelacin bblica.

    Sin duda, que si se me pregunta si doy ya por asegurado

    el renacimiento de una cultura cristiano-occidental, tengo que

    confesar que yo, fuera de la recusacin del determinismo cien-

    tfico natural, ms ac de la libertad de la decisin humana,

    no quisiera trazar ninguna frontera. Yo he resaltado en mi li-

    bro que el gnero humano, en su peregrinaje por los siglos,

    no est simplemente en medio de una evolucin, sino tambin

    siempre ante una decisin o, de otra manera expresado, que

    podramos contar con una sucesiva evolucin ascendente espi-

    ritual si nuestra decisin moral cayese dentro del sentido de

    la intencin histrica redentora de Dios.

    La gracia es ciertamente ofrecida por Dios a todos los hom-

    bres, pero a nadie impuesta y si considero mis propias expe

    encas en los siete aos siguientes al fin de la guerra, ten-

    go que decir que todava no he encontrado diez justos en los

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    W E R N E R H E N N E K E

    que pueda sealarse un cambio de espritu apreciable corno

    reaccin a la catstrofe del presente. El motivo de ello no yace,

    sin duda, simplemente en la "renitencia" del hombre indivi

    dual, sino, junto a otras circunstancias, en la mecanizacin,tambin de nuestro sistema de formacin, que mantiene ar-

    tificialmente en la vida ilusiones e "idea les" qu e pertenecen

    a una poca de la historia universal hace ya largo tiempo juz-

    gada y declara maduros a sus discpulos cuando han probado

    qae estn ya seriamente decididos a aceptar como verdad las

    mentiras vtales del liberalismo.

    N ues tro sistema de formacin con. esto se diferencia slo gra-

    dualmente, pero no en manera esencial del de los estados sa-

    tlites orientales y, como la idea bolchevique es inatacable por

    la bomba atmica, no veo cmo el Occidente cristiano preten-de escapar de un peligro que l mismo ha provocado y para

    cuya lucha, h ast a ' esta hora, apenas ha dispuesto todava los

    preparativos necesarios. En todo caso esta censura no slo al-

    canza al sistema de formacin estatal, sino al eclesistico tam-

    bin, porque por parte de todas las confesiones cristianas, hasta

    aqu, se ha hecho poco para combatir una idea de progreso que

    est en abierta contradiccin con la idea del progreso cristiano,

    esto es, el progreso en la co nsacratio m un di y qu e h as ta ahora

    ha conducido exclusivamente a desatar fuerzas demonacas que

    en el siglo del Sacro Imperio estaban benficamente encade-

    nadas .

    Tanto ms obligado gratitud estoy con quienes me con-

    ceden la consoladora prueba de que incluso en nuestro mecani-

    zado tiempo hay todava hombres que se sienten solicitados por

    una interpretacin cristiana de la hist or ia 'y estn interesados

    en ello, a contribuir a la victoria de las verdades sobre cuyo

    reconocimiento ha descansado la grandeza de la cultura oc-

    cidental. No me hago la ilusin de que expresar esas verdades

    sea un mrito. Porque profundizar en la contemplacin de la

    eterno no significa sacrificio, sino placer y alegra para el que

    le toca en suerte. Requiere, en cambio, ciertamente voluntad

    de sacrificio y puede ser meritorio en un ambiente que desde

    la ignorancia o la mala voluntad se resiste al reconocimiento

    de la verdad, conservar la imposibilidad y tener presente las

    palabras de que el servidor de la verdad es odiado por el mun-

    do lo mismo que su Maestro ha sido con odio correspondido.

    WERNER HENNEK E

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