virtudes teologales

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Virtudes Teologales

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Virtudes teologales.

1) Fe

- Fe subjetiva: por parte del sujeto que cree.

a) Fe divina, por la que creemos todo cuanto ha sido revelado por Dios, y fe catlica, por la que creemos todo lo que la Iglesia nos propone como divinamente revelado.

b) Fe habitual, que es un hbito sobrenatural infundido por Dios en el bautismo o justificacin del infiel, y fe actual, que es el acto sobrenatural procedente de aquel hbito infuso (por ej., el acto sobrenatural por el que creemos hic et nunc que Dios es uno y trino).

c) Fe formada (o viva), que es la que va unida a la caridad (estado de gracia) y es perfeccionada por ella como forma extrnseca de todas las virtudes, y fe informe (o muerta), que es la que est separada de la caridad en un alma creyente en pecado mortal.

d) Fe explcita, por la que se cree tal o cual misterio concreto revelado por Dios, y fe implcita, por la que se cree todo cuanto ha sido revelado por Dios, aunque lo ignoremos detalladamente (fe del carbonero).

c) Fe interna, si permanece en el interior de nuestra alma, y fe externa, si la manifestamos al exterior con palabras o signos.

- Fe objetiva: por el objeto credo.

a) Fe catlica, que est constituida por las verdades reveladas y propuestas por Dios a todos los hombres para obtener la vida eterna (Lo contenido en la Sagrada Escritura o en la Tradicin, explcita o implcitamente); y fe privada, que est constituida por las verdades que Dios manifiesta, a veces, sobrenaturalmente a una persona determinada. La primera obliga a todos; la segunda, slo a la persona que la recibe directamente de Dios.

b) Fe definida, que afecta a aquellas verdades que la Iglesia propone explcitamente a la fe de los fieles bajo pecado de hereja y pena de excomunin (ej., el dogma de la Inmaculada Concepcin), y fe definible, que se refiere a aquellas verdades que todava no han sido definidas por la Iglesia como dogmas de fe, pero que pueden ser definidas por encontrarse explcita o implcitamente contenidas en el depsito de la revelacin (Todos los dogmas catlicos antes de su definicin).

c) Fe necesaria con necesidad de medio, que afecta a aquellas verdades cuya ignorancia, aun inculpable, impide en absoluto la salvacin del alma, y fe necesaria con necesidad de precepto, que est constituida por todas aquellas verdades que la Iglesia propone a la fe de los fieles, pero cuya ignorancia inculpable no compromete la salvacin eterna (o sea todos y cada uno de los dems dogmas catlicos).

2) Esperanza

a) Honestidad: Lo negaron Calvino, Bayo, jansenistas, etc., al afirmar que cualquier acto de virtud realizado por la esperanza del premio eterno es egosta e inmoral. Pero consta lo contrario: en la Sagrada Escritura, donde con frecuencia se anima al justo a la prctica de la virtud, ponindole delante la grandeza de la recompensa (Mt 19,21 y 29; I Cor 9,24; 2 Cor 4,17; Ef 1,18; Col. 3,24; 2 Tim 4,8, etc.); por el magisterio de la iglesia, que ha condenado expresamente y repetidas veces la doctrina contraria (Dz 836, 841); por la razn teolgica. Una cosa es desear algo para nosotros, y otra muy distinta desearla por nosotros. Cuando deseamos una cosa inferior (v.gr., el alimento material), la deseamos para nosotros y por nosotros: nobis et propter nos. En cambio, cuando deseamos a Dios con la esperanza cristiana, lo deseamos como un Bien infinito para nosotros, pero no por nosotros (o sea, a causa o por razn de nosotros), sino por El mismo: nobis, sed non propter nos. Dios no es objeto de la esperanza como un medio para el fin, sino como lo perfecto para el perfectible; somos nosotros los que nos ordenamos y subordinamos a l con la esperanza cristiana; no El a nosotros.

b) Sobrenaturalidad: La esperanza cristiana es una virtud estrictamente sobrenatural, tanto por su principio (la divina infusin) como por el fin (la bienaventuranza eterna), como por su propio objeto formal (los auxilios sobrenaturales de Dios).

c) Certeza: Tiene de suyo una certeza firmsima en la ayuda omnipotente de Dios. Si nosotros no ponemos obstculo a la gracia, podemos estar certsimos de que alcanzaremos la salvacin eterna, ya que el auxilio de Dios no puede fallar. Pero, como no podemos estar ciertos de que no pondremos obstculo a la gracia, la certeza de la esperanza se resuelve, como hemos dicho, en una certeza de inclinacin y de motivo, no de previo conocimiento infalible ni de evento o ejecucin infrustrable.

3) Caridad

a) En primer lugar hay que amar a Dios en absoluto y sobre todas las cosas, ya que es sumamente amable en s mismo y primer principio de la eterna bienaventuranza, que consiste esencialmente en la posesin eterna del mismo Dios. Por lo cual debemos amarlo ms que a nosotros mismos, ya que nosotros somos simples participantes de la bienaventuranza, que se encuentra en Dios en toda su plenitud universal, como primer principio y origen fontal, del que se deriva a todos cuantos participan de ella.

Hemos de amar a Dios con todas las fuerzas y de todos los modos posibles con que se le puede amar. Y as hemos de practicar:

- El amor penitente, dolindonos de haberle ofendido en el pasado y proponindonos no volver jams a contristarle.

- el amor de conformidad, cumpliendo exactamente los mandatos divinos y aceptando no slo con resignacin, sino con alegra y gratitud, todas las pruebas que quiera enviarnos, por duras y penosas que sean, pidindole su gracia para serle fiel en todo momento.

- el amor de benevolencia, por el que desearamos, si posible fuera, proporcionarle a Dios algn nuevo bien y felicidad que no tenga todava; y como esto no es posible intrnsecamente, por lo menos nos esforzaremos por aumentar su gloria extrnsecamente, trabajando en la salvacin y santificacin de las almas y en extender su reinado de amor en todos los corazones. El celo proviene de la intensidad del amor.

- el amor de amistad, que se funda en el de benevolencia y aade la mutua correspondencia y comunicacin de bienes.

- el amor de complacencia, que es el amor puro y sin mezcla alguna de inters, por el que descansamos en las infinitas perfecciones de Dios, alegrndonos y complacindonos en ellas porque le hacen infinitamente feliz y dichoso, sin tener para nada en cuenta las ventajas que de esa su dicha y felicidad puedan refluir sobre nosotros. Este amor puro no puede darse como estado habitual porque no podemos ni debemos prescindir de la esperanza y deseo de nuestra propia felicidad, que encontraremos en Dios, pero s como acto aislado y transitorio, como lo experimentaron todos los santos.

b) Debemos amar por Dios el bien espiritual de nuestra alma ms todava que el del prjimo. Porque nuestra alma participa directamente de la bienaventuranza, mientras que el prjimo es tan slo nuestro compaero en la participacin de ese inmenso bien.

c) Hay que amar el bien espiritual del prjimo ms que a nuestro propio cuerpo. Porque el alma del prjimo participa directamente con nosotros de la eterna gloria, mientras que nuestro cuerpo participa tan slo indirectamente, por redundancia en l de la gloria del alma.

d) Entre los parientes, el orden objetivo reclama el primer lugar para los padres, que son nuestro principio, al que despus de Dios debemos el ser: y entre ellos es antes el padre que la madre, porque el principio activo de la generacin es ms excelente que el pasivo.

e) Debemos amar ms a nuestros bienhechores que a los beneficiados por nosotros, porque aqullos tienen para nosotros razn de principio de los bienes recibidos; pero subjetivamente solemos amar ms a nuestros beneficiados, porque en el beneficio vemos una como prolongacin de nosotros mismos.