vii c - la jiribilla · 2005-10-18 · de todas las lenguas y razas ignotas. pasador pareces de...

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VII Cuando el amor llega desde lejos

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VIICuando el amor

llega desde lejos

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«L lave del Nuevo Mundo» se consideró La Habana, porsu privilegiada situación en el crucero de muchas rutas. En sustravesías marítimas, gente de todo el orbe ha tocado puerto enLa Habana, o por algún motivo se ha detenido en la ciudad,quizás acudiendo al tácito reclamo del trópico, pregonado porlas leyendas y las imágenes que han regado marineros y turis-tas por todos los meridianos. Entre esos viajeros �ya se ha ad-vertido� ha habido muchos poetas que no resistieron el impulsode cantarle como a una mujer seductora, ante cuyos encantoses difícil permanecer indiferente.

En 1902, fresco aún el ingenuo júbilo por el establecimientode la ilusoria República, visitó la capital el poeta y dramaturgomexicano José Peón y Contreras (1843-1908), quien fuera ami-go de nuestro José Martí y de la causa patriótica por la que élcayera en combate. En cordial despedida, dio Peón a la revistaEl Fígaro1 su composición «Postal. A la ciudad de La Haba-na», fechada en septiembre de aquel año. De ella son estos frag-mentos:

Yo no puedo arrancarme de tu senosin que te diga adiós, hermosa Habana;sin dejarte unas frases de mis labios,sin dejarte unas flores de mi alma!

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¿Sientes?... Ya ves, ya ves cómo se agitanen derredor de mí, tus leves auras,y refrescan mi sien y revolandosollozan en las cuerdas de mi arpa,como si fueras mi leal amiga,como si fueras mi gentil amada,como si recordaras que hace tiempoque estoy enamorado de tus gracias!

Veinte años hace que pasé a tu ladounas horas no más; pero, me pasaque te encuentro más bella y más que entoncesmi embebecido espíritu te ama!

Yo quisiera encontrar unos acentos,yo quisiera inventar unas palabras,para expresarte cuánto en ese tiempopensaba en ti, soñando con tus lágrimas;y cómo suspiraba por tu dicha,y cómo me dolían tus desgracias,y cómo pedí al cielo que ciñerasa la Victoria con tus verdes palmas!

¡Adiós! Qué pena sentirá mi pechocuando me encuentre sobre el mar mañana,mirando que se borran lentamentelas líneas de tu alegre panorama,después, la blanca cinta de tus playas,y que se hunde, al fin, como si fuerauna esmeralda inmensa que naufraga,entre el bullir de las azules ondas,el verde cinturón de tus montañas.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

El fervor romántico alentaba aún en los versos del poeta alofrendar a La Habana «las flores de su alma». Otro sería el tonodel soneto «Habana» que años después, en 1910, publicó larevista Letras.2 Lo firma Gustavo del Castillo y está fechado enBogotá, lo que hace suponer la nacionalidad colombiana delautor. Es propiamente una postal de la ciudad, contempladacon ojos amorosos, que sólo pudieron captar una imagen con-

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vencional, dibujada con parca maestría artística, a pesar de sunostálgico acento:

Ciudad de gracia heráldica; sobre sus torreonesse deshace una brisa perpetuamente azul;es un París marítimo de eróticas fruiciones;en su seno perfuman las rosas de Stambul.

Allí, bajo las palmas, en los atardeceres,cada frágil castillo es como una ilusióna cuyos ojos negros asoman las mujerespara que entre su cárcel murmure el corazón.

Allí la espuma duerme sobre los arrecifesy rozándola vagan los lánguidos esquifesque al mundo entero dicen su mágico esplendor.

Allí, como en los brazos de una gentil sultana,se duermen los poetas soñando con su Habana,donde todas las cosas tan sólo hablan de amor.

Aquel mismo año de 1910, fue huésped de las sociedadesespañolas de la Isla el poeta Salvador Rueda (1857-1933), en-tonces en el apogeo de su fama como el más brillante exponen-te del modernismo en España. Tuvo su noche de gloria el 4 deagosto (semanas antes de su partida), al ser coronado en actosolemne celebrado en el entonces Gran Teatro Nacional, delCentro Gallego. (A fines de 1916, se detendría varios días ennuestra capital, en tránsito hacia México.) Son numerosos lospoemas que escribió Rueda en Cuba, en ambas ocasiones, yentre ellos no faltan sus madrigales a La Habana. Quizá fuera elprimero este soneto que tituló «Visión de La Habana, ciudad deciudades». 3

Meca de la ilusión, sublime Habana;bajo el florón del sol te abres grandiosa,y finges en lo azul, inmensa rosaque cuajó el Oceano una mañana.

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Beso tus áureos pies de soberanaviniendo de otra tierra milagrosaa traerte una lágrima amorosade tu afligida Madre castellana.

Rasgando mares y salvando montesal fin miro brotar tus horizontesde un golfo de carmín, ensueño y oro.

Yo te saludo en todas tus mujeres;Paraíso de luz ¡qué hermoso eres!Jerusalén del mar ¡cuánto te adoro!

En «Las abejas criollas»,4 vuelve la ciudad a la poesía de Sal-vador Rueda, con luz y dulzura singulares:

Del horizonte espléndido y sonoroha venido un enjambre al alma mía,y en el romero azul de mi poesíaderrama el son de sus abejas de oro.

Oigo en mi pecho su divino corotejer las áureas celdas de ambrosía,y al rumor de su santa letaníalabrar con rubias mieles su tesoro.

Tus abejas de luz, radiante Habana,han entrado en mi pecho esta mañana,viniendo de tus flores tropicales.

¡Ciudad que hace poesía cuanto toca:lleva mi corazón hasta tu boca,tú que lo has vuelto un vaso de panales!

Pero Salvador Rueda no sólo cantó a aquella Habana de sucalurosa presencia. También quiso dejar una visión proféticade su porvenir, en «La Habana futura», que publicó el diario

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habanero La Discusión5 al informar sobre su acto de corona-ción. La buena voluntad del augur parece que no fue defrau-dada por la realidad, en algunos aspectos:

Llegarán los días de luz en que seas¡Oh Habana famosa!digna del atlántico que viene a engarzartecon vientos, con olas,con rápidas hélices de todos los climas,de todas las lenguas y razas ignotas.Pasador pareces de inmenso abanicoque abre su infinita vitela redonda,y tiene en las aguas a modo de rutasvarillas grandiosas,a las Cinco Partes lejanas del Orbe,a las Cinco Partes del Orbe remotas.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Serás el bazar de los siglos,el escaparate de la tierra toda,la vidriera a que asomen sus ojosAmérica, Europa,Asia, Oceanía, y el sol del Saharacon sus caravanas, sus hombres de ébano, su fuerza y su pompa.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Explosiones de truenos tus cabriaslanzarán cual chasquidos de bombasdeslizando cintas de largas cadenaspor los engranajes de ruedas briosas,moverán tus vagones, uncidosa los trenes de entrañas plutónicasque vengan al borde del aguacual serpientes sedientas y rojasa arrastrar los frutos que crien tus campos,café, miel, tabaco, tus cañas, tu azúcar, tus piñas hermosas.

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Parece haber vislumbrado, con mirada zahorí, el inicio de unlibre desarrollo económico y de un activo intercambio comer-cial con los demás países del mundo, que comenzó a fomentarCuba a partir de enero de 1959, y que fuera interrumpido tem-poralmente por el desplome de la URSS y del campo socialistay por el ilegal y abusivo bloqueo económico impuesto a nuestropueblo por el gobierno de los Estados Unidos.

Es interesante que en aquella fecha mencionara a Rusia en-tre los países que establecerían relaciones con Cuba:

Y alzarás tu brindisa Rusia gigante que llega a tus olasenvuelta en sus pieles de osoy en vientos y en nieblas del Volga.

Semanas después de haber partido de Cuba Salvador Rue-da, llegó a La Habana el gran poeta Rubén Darío (1867-1916),ya en posesión de su magisterio lírico en todo el ámbito hispá-nico. Rubén no dedicó versos a La Habana, pero en una de suscorrespondencias a La Nación, de Buenos Aires, bajo el títulode «Films habaneros» 6 trazó este sombrío aguafuerte de la ciu-dad en 1910, con aspectos que no advertían o no querían ad-vertir otros visitantes:

...Al llegar, vese desde a bordo la ciudad semicolonial,semimoruna, la masa de nuevos edificios que pregonan suorigen yanqui. La bandera de las bandas y las estrellas flameaaquí, allá y en una de las macizas y suntuosas fábricas fla-mantes; brilla al sol, bruñido y firme, un áureo Mercurio deJuan de Boloña. De antiguo quedan a la vista las casas poli-cromas, las torres de las iglesias, una cúpula gris, una cúpu-la rosada y el vasto panorama que se extiende hacia ElVedado, en donde también lo moderno ha puesto su nota denuevas construcciones y extendido la curva cinta del male-cón. Al desembarcar es un difícil ir y venir de carros yvehículos de toda suerte, por las calles estrechas que dan ala Machina y a la Aduana... Una vez en la ciudad es la sensa-ción de factoría de tierra caliente, ciudad «colonial», la villadel tabaco, del ron y del azúcar, bajo un sol abrasante en un

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cielo claro y de azul milagroso. Se piensa en las viejas fraga-tas que iban antaño a España con sus cargas ricas. El pasode los negros y mulatos por las calles no evocará los pretéri-tos tráfagos de los ingenios, olor a caña, a miel y a guarapo,y el ébano de las tratas que fueron origen de la fortuna detanto hombre activo e importante. Los chinos dan su espec-táculo particular en sus fruterías y ventas de comistrajos du-dosos. Los tranvías, los automóviles, los hoteles de primerorden, el aseo de ciertas partes de la ciudad demuestran laexcelencia del dólar y de la muñeca norteamericanos. El granMartí que tanto combatiera el peligro de ojos azules, no sabequé hacer en su mármol mediocre, en una plaza pública.[...]

Le faltó al eximio poeta el sentido profético de Rueda. Enton-ces habría previsto el proceso histórico donde Martí no ha deja-do de estar presente: fue el autor intelectual del asalto al CuartelMoncada y no deja de permanecer en el curso victorioso de laRevolución cubana.

Pero el embrujo tropical de la ciudad solía imponerse, y mu-chas veces inspiró a otro poeta español que vivió en Cuba algu-nos años de su juventud: Alfonso Camín. También a manera depostal, por aquellos mismos años, dedicó su soneto «A La Ha-bana»: 7

Paraíso de sol y azul bañadoque a martillo y cincel abrió el Progreso;si un beso le da el mar sueña otro beso,como el rumor de un órgano sagrado.

Dijérase que lo han improvisado,unidos por amor, Minerva y Creso,y que de una embriaguez en el excesode flores y de luz lo han circundado.

Señora de palacios y jardinesque al resonar de espléndidos violinesle dan cien besos en la faz las olas.

¡La sueño, cuando el mar borra sus brumas,

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adormecida, en el silencio a solas,cabe su regio tálamo de espumas!

Considerada plaza teatral de importancia en nuestra América,La Habana acentuó ese carácter durante la época llamada «delas vacas gordas» o «de la danza de los millones», en los años dela Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando el alto preciodel azúcar en el mercado internacional fue signo de transitoriaprosperidad en el país. Era entonces frecuente en los escenarioscapitalinos la presencia de compañías teatrales extranjeras, par-ticularmente españolas. En 1917, tuvo una larga temporada enCuba la célebre compañía de María Guerrero y Fernando Díazde Mendoza. Con ella viajó el dramaturgo y poeta español Eduar-do Marquina (1879-1946), para asistir al estreno de su obra EnFlandes se ha puesto el sol. Ante su público, el conocido autordio lectura a su extensa composición «Salutación a Cuba», 8 don-de hay una expresiva referencia a La Habana:

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Te han aislado en el mar y eres anuncio;pero, a la vez, eres adiós...La mano con que América nos ayuda a saltarde la escalera del vapory la mano florida de rosas de La Habana,que reclina sobre el Malecón,con la punta del faro sabe agitar las nubescomo un lienzo blanco de adiós,pedazo de tu cielo, hecho pañuelo,que yo sabré llevarme atado al corazón!

También fue atraído a nuestras playas otro poeta y dramatur-go español, Francisco Villaespesa (1877-1935), quien disputa-ba a Salvador Rueda el cetro del modernismo en la Península.Huella de su paso por la capital es su soneto «Adiós a Cuba».9

Con ternuras de madre y piedades de hermaname ofreciste un oasis de paz en esta guerra,por eso al alejarse la errante caravana,tu recuerdo en el fondo del corazón encierra;

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y con él las tristezas de su otoño engalana...Pupila que la muerte sin mirarte se cierrano sabrá qué es belleza, porque tú eres, Habana,la ciudad más hermosa que floreció en la tierra.

¡En mi adiós, como ofrenda, te dejo el alma mía...!¡Que los dioses te amparen, ciudad de encantamiento,y que siempre contemple la pupila viajerasobre el maravilloso cristal de tu bahíafulgurar ondulante a la gloria del vientola estrella solitaria que brilla en tu bandera!...

¡Noble y justo anhelo del fecundo poeta español, cuya reali-zación ha sido, es y será deber y derecho que defiende y de-fenderá el pueblo cubano con inextinguible pasión patriótica!

Se habrá advertido que hasta ahora prevalece un estilo poéticotradicional en los poemas dedicados a La Habana durante lasdos primeras décadas del presente siglo. Pero precisamente enlos años finales de la Primera Guerra Mundial, ya no eran lasorientaciones literarias idénticas a las que predominaban antesde estallar el cruento conflicto bélico europeo. Profundas trans-formaciones de toda índole se produjeron en aquella dramáti-ca coyuntura histórica, que se manifestaron sensiblemente enlas expresiones artísticas y literarias, con el surgimiento de lasdiversas tendencias de vanguardia.

Esa inquietud renovadora y experimental revistió las más va-riadas formas y se definió en distintas teorías. Es sabido cuántoinfluyó entonces la obra de Guillermo Apollinaire, especialmentesus «caligramas», que fueron coetáneos de los «poemasideográficos» del poeta mexicano José Juan Tablada (1871-1945). Uno de esos poemas experimentales de Tablada es elque aquí reproducimos, «Impresión de La Habana», publicadopor la revista Social en 1919.10 En él, los versos se estiran oencogen hasta concretar las formas gráficas concebidas desdela realidad.

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Aunque es como descifrar un jeroglífico, son legibles estosversos de la sugestiva composición ideográfica, donde el farodel Morro y la palma �y las olas y las gaviotas� se corporizancon el texto. Se trata de una Habana externa, contemplada alpasar, pero que marcó para siempre la sensibilidad del poetacon «su cálido mar lleno de luz» y algunos de sus elementoscaracterísticos, para dejar vibrando las notas de una cancióncubana de la época: «En el camino de mi vida triste hallé unaflor...» Sin duda, esa flor era La Habana.

Notas

1 El Fígaro. La Habana, septiembre 21, 1902, p. 452.2 Letras. La Habana, septiembre 11, 1910.3 Castalia. La Habana, No. 7, septiembre 15, 1920, p. 157.4 Ibid. La Habana, No. 8, mayo 20, 1921, p. 160. De las tres composicio-

nes de Rueda dedicadas a La Habana, ésta es la única que incluye ensus Poesías completas, Barcelona, 1911.

5 La Discusión. La Habana, agosto 5, 1910, p. 8.6 La Nación. Buenos Aires, enero 1º, 1911. V. Cuba en Darío y Darío en

Cuba, por Ángel Augier. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1989,pp. 244-245.

7 Actualidades. La Habana, octubre 12, 1913.8 Social. La Habana, noviembre, 1926, p. 34.9 Francisco Villaespesa. Poesías completas, t. II, Madrid, Aguilar, 1954.10 Social. La Habana, enero, 1919, p. 15. V. El japonismo de José Juan

Tablada, por Atsuko Tanabe. México, 1981, p. 126.

VIIICuando desde lejos

llega más amor

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Como anónimo viajero de tránsito cuando ya la fama inscri-bía su nombre en relieve más allá de las fronteras de la URSS,llegó Vladimir Maiakovsky a La Habana. Fue el primero y únicoencuentro del gran poeta soviético con el trópico, con el Cari-be, con la América Latina; y también su primer encuentro, noexento de violencia, con los rigores del verano criollo, que élcalificó de «insufrible», para agregar en sus notas de viaje: «Porla mañana, llegamos fritos, asados y hervidos al blanco puertode La Habana, rocosa y edificada.» Era el 4 de julio de 1925.

Quizá no habría quedado constancia escrita de la fugaz pre-sencia habanera de Maiakovsky, a no ser por su hábito de ano-tar las impresiones de viaje �que en este caso conformaron suconferencia de irónico título: «Mi descubrimiento de América»�,y gracias también a un poema que muestra su perspicaz visiónde la vida cubana, que se le ofreció durante las pocas horas enque los pasajeros de primera clase del vapor francés «Espagne»,de tránsito para Veracruz, fueron autorizados a visitar la ciudad.

Al descender del barco, cayó un típico aguacero de veranoque provocó esta regocijante observación del poeta: «¿Qué cosaes la lluvia? Es el aire cargado de un poquito de agua. Pero lalluvia tropical es un chorro poderoso de agua con un poquitode aire.» Una escena callejera cerca del puerto es descrita alnatural, en sus vivos colores y como a brochazos: «Sobre un

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fondo de mar verde, un negro con pantalones blancos ofrece altranseúnte un pescado rojo, alzándolo por encima de la cabe-za.»1

Es evidente que Maiakovsky no se dejó impresionar por lasapariencias paradisíacas del trópico, aunque las reconociera.La condición semicolonial del país �como le sucediera a RubénDarío quince años antes� se le reveló en los grandes letrerosen inglés sobre los principales edificios: Ford, Henry Clay & Bock(el monopolio tabacalero), etcétera, que le parecieron «los pri-meros signos palpables del dominio de los Estados Unidos so-bre las tres Américas...»2

Para el poema que escribió entonces, Maiakovsky escogiócomo título el nombre en inglés de una conocida marca dewhisky, «Black and White»,3 pero sin relación con ella. Se tratade una alegoría burlesca de la lucha de clases en Cuba, conuna elemental contradicción del obrero negro cubano frente almagnate blanco del monopolio azucarero norteamericano. Ini-cio del texto:

A un vistazo, La Habana se revelaparaíso, país afortunado.Flamencos en un pie bajo una palma.Florece el coralillo en el Vedado.En La Habana, las cosas son muy claras:blancos con dólares, negros sin un cent.Por eso Willy con su escoba barrecerca de «Henry Clay and Bock, Limited».

Después de describirse la vida miserable del negro cubanoWilly, se advierte:

Junto a mí pasea el Prado suntuoso.El jazz de pronto estalla y centellea.Que en La Habana se encuentra el paraísoun tonto solamente lo creyera.

Prosigue en tono de farsa, por supuesto, y los términos de lalucha planteada entre Willy y el magnate azucarero son

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caricaturescos: al trabajador le toca la peor parte. Conclu-sión:

Los jardines en torno florecían.Los plátanos trenzaban sus penachos.Sus blancos pantalones manchó el negrode la sangre nasal que ardía en su mano.Luego aspiró por las narices rotas,la escoba recogió casi al tun-tún.¿Cómo él podría saber que estas cuestionesal Komintern plantéanse, en Moscú?

Eran los tiempos de la Internacional Comunista o Komintern.Ignoro si el poeta llegó a saber que precisamente mes y mediodespués de su inadvertida visita �el 16 de agosto de 1925�quedó fundado en La Habana el primer partido comunista cu-bano, afiliado al Komintern. Pero él enseñó que la clave deléxito de la lucha proletaria y antimperialista es la organizacióncombativa de los trabajadores y la unidad nacional.

Una noción menos unilateral del paisaje y del paisanajehabaneros habría de expresar un maestro de la cultura latinoa-mericana, don Alfonso Reyes, el «mexicano universal», en «Trópi-co».4 Desde el altiplano de Tenochtitlán viajó a Veracruz y le dedicóel poema, pero en contraposición con el paisaje jarocho recuer-da sus impresiones de La Habana, aunque las generaliza a Cuba:

La vecindad del mar queda abolida:basta saber que nos guardan las espaldas;que hay una ventana inmensa y verdepor donde echarse a nado.No es Cuba, donde el mar disuelve el alma.No es Cuba �que nunca vio Gauguin,que nunca vio Picasso�donde negros vestidos de amarillo y de verderondan el Malecón, entre dos luces,y los ojos vencidosno disimulan ya los pensamientos.

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No es Cuba �la que nunca oyó Stravinskyconcertar sones de marimbas y güirosen el entierro de Papá Montero,ñáñigo de bastón y canalla rumbero.

No es Cuba �donde el yanqui colonialse cura del bochorno sorbiendo granizadosde brisa, en las terrazas del reparto;�donde la policía desinfectael aguijón de los mosquitos últimosque zumban todavía en español.

No es Cuba �donde el mar se transparentapara que no se pierdan los despojos del Maine,y un contratista revolucionariotiñe de blanco el aire de la tarde,abanicando con sonrisa veterana,desde su mecedora, la fraganciade los cocos y mangos aduaneros.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Después de estos versos transparentes, donde Alfonso Re-yes dejó constancia de su nostalgia habanera, ofrecen algúncontraste los de otro huésped de aquellos años: el venezola-no Andrés Eloy Blanco. Son versos ágiles y jocosos, que glo-san el ambiente bohemio de la época, los de «El poema delas tres velocidades. Cantos atropellados al automóvil de Mi-guel Baguer». Dejaron memorable huella en círculos litera-rios de entonces, al ser publicados por la revista Social.5

Seleccionamos el fragmento más representativo del ambien-te habanero:

TERCERA VELOCIDAD

Cesa la tos, y lentamente,un gran resuello de asma nos prolonga el oído

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y en el motor afónico se adivina un gemidolejano, como un parto en la casa de enfrente.

Bajamos por el Prado... Somos diez.Volamos... Lucilo es amigo del Juez.

Somos diez y bajamos por el Prado.Una mujer... y el auto se pone a andar de lado...Houbigant... frases tontas... atmósfera de amor,el auto corta su caminoy un vago arresto masculinole emociona el carburador.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

El Malecón... Te quiero... ¿Me quieres?Mujeres... Mujeres... Mujeres...El auto de Miguel Baguerse está sintiendo sin mujery en la noche del Malecón,hace, con mirada indiscreta,a una escuálida bicicletauna infame proposición...

El Vedado... Otro choque... se vacía el neumáticoy se llena algo más el saco aneurismático.

A la Playa... Sin faros, y el auto pide en vanopara andar por las sombras, un bastón mejicano.

Marianao... Perros calientes,vocabulario híbrido... Señorita sin dientes.El alba y el sol del regresoy algo que lucha por ser besoen la solar extenuación,y largas ojeras de vaca,y Guadalupe la chinacaque va a buscar a Pantaleón.

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Es un recorrido rápido y escandaloso por puntos claves de lageografía urbana, en el que nos hace participar Andrés EloyBlanco. Sin embargo, con otro muy distinto acercamiento líricoal mismo ambiente frívolo de La Habana de los años 20, tam-bién logra nuestra participación en lo narrado el uruguayo JoséMaría Delgado, en poema que acogió en sus páginas la muyexclusiva Revista de Avance:6

LA HABANA

Uva de luz,apretada por los labios del mar:no te podré olvidar.

Saltaré, andaré, volaré,pisaré mil distintos suelos,pero una gota de tu zumoperfumará siempre mis pañuelos.

Tus negros cantores, en la Playa,bajo la luna tropical,me regalaron una marimba,una maraca y una clave,y me enseñaron el «son».

Lo guardé bajo llave,con su meneíto y su emoción,junto a mi tango y mi pericón.

Me llevo tu joyería de llamas,tus noches, calientes como carne de amor,tus reliquias, tus mujeres, tu alegría,a cambio de ese apogeo,enviaré a tu Morro, todos los días,un pájaro, desde Montevideo.

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El vanguardismo, como es notorio, franqueaba libertades ili-mitadas a los poetas en sus ángulos de visión y en sus juegosmetafóricos; también el francés Adolf de Falgairolles las apro-vechó en su entusiasta «Poema a Cuba». Visitó La Habana comodelegado a un congreso internacional de periodistas en 1928,que tuvo resonancia en la época, y sus versos, traducidos porEugenio Florit, fueron publicados también por la Revista de Avan-ce:7

Cuba, tus palmas �bocinas de gramófonos�proyectan canciones sobre el suelo.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Tu Capital, Cuba, está dividida en rectánguloscomo un billete de lotería.

El puerto de La Habanahierve bajo las aletas de los tiburones,ambiciones de los conquistadores que el barco,al llegar,arrojó al aguaconfundidos con las basuras de a bordo.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Habana, me interesan las jaulas férreas superpuestasde tus ascensores que suben y bajan�especulaciones de cajas de caudales�.Pero prefiero el malabarismo musical del negroque agita esas bolas vegetalesrellenas de guijarroscomo si fuera un Cristo moreno balanceando en sus manoslos dos hemisferios del Mundo que se ignoran.

Habana: tú descubres América a los europeos.Al apretarte con mi pievi el barco cuyas chimeneas �cigarros embriagadores�me fumaba.

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Fuerte contraste con el tono deportivo de los versos queacabamos de transcribir, presenta «Discurso académico enLa Habana»,8 de Wallace Stevens (1879-1955), consideradopor la crítica uno de los principales y más influyentes poetasde su generación en los Estados Unidos, junto a Pound, Elliot,Frost y Williams. Fue publicado por la Revista de Avance ennoviembre de 1929, sin consignar nombre del traductor. Sólose informa en una nota que el autor es norteamericano, queha publicado un libro titulado Harmonium y que el texto apa-reció en la revista The Hor & Hound , de Cambridge,Massachusetts. Stevens, ejecutivo de una empresa de segu-ros, viajó mucho por las Antillas, cuyo ambiente reflejó ensu poesía. Creo que vale la pena ofrecer el poema «in ex-tenso»:

DISCURSO ACADÉMICO EN LA HABANA

Canarios en la mañana,orquestas en la tarde,globos por la noche. Al menosya no se trata de ruiseñores,Jehovah y la gran serpiente marina. El aireno es tan elemental ni ya la tierratan cercana.

Pero el sustento de los bosquesno nos sostiene en las metrópolis.

II

Es la Vida un casino en un parque. Los cisnesdescansan sus picos en el suelo.Un viento desolado ha aterido a la Roja Fátimay en el frío se posa una gran decadencia.

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III

Los cisnes... Antes de que sus picos se abatieransobre el suelo y antes que la crónicade afectados homenajes disimulase tantos libros,ellos vigilaron las pálidas aguas de los lagosy los doseles de islas que estaban unidasa aquel casino. Mucho antes que la lluviaarrasara sus ventanas de tabla y que las hojasllenaran sus incrustadas fuentes, ellos ataviaronlos crepúsculos del mítico Rey Maní.Los siglos de excelencia por venirsurgieron de la promesa y devinieron auguriode trombones flotantes en los árboles.

La fatigade pensar trajo una paz excéntricapara el ojo y tintineante para el oído. Ásperos tamboreselevaron su ruido sin que la plebe se alarmara.Las indolentes progresiones de los cisneshicieron que la tierra se ajustara; una parodia de manípara gente de maní.

Y un más sereno mitoconcibiendo desde su perfecta plenitud,lozano como junio, más frutecido que las semanasdel más maduro estío, moroso siemprepor tocar de nuevo el más cálido brote, por pulsarde nuevo la más larga resonancia, por coronarla más clara mujer con apta palabra, por montaral más fuerte jinete sobre el potro más robusto.

Este urgido, sabio, mas sereno mitopasó como un circo.

El hombre político ordenóla imaginación como el funesto pecado.La abuela y su cesta de perastienen que ser el enigma de nuestros compendios.Ése es mundo bastante y aún más, si se confinanlas hijas con las barraganas de melocotón y marfil

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para quien se alzan las torres. El pecho del burguésy no éter alguno sutil y cercado de estrellastiene que ser el lugar para el prodigio, a menosque lo prodigioso sea truco. El mundo no es fantasía

de insomnes ni palabraque deba importar sustancia universala Cuba. Apuntad estas lácteas cuestiones.Alimentan Júpiteres. Su pezón casualcaerá como dulzura en las noches vacíascuando queda anulada la rapsodia excesivay la plegaria espirituosa provoca nuevos sudores: así, así:La Vida es un viejo casino en un bosque.

IV

La función del poeta es aquí mero sonido,más sutil que la más historiada profecíapara rellenar el oído? Ella le lleva a hacersu repetición infinita y sus amalgamasdel más selecto ébano y del mejor alción.Le lastra de exacta lógica para los remilgados.Como parte de la naturaleza, es parte nuestra.Tus rarezas son nuestras: puede ella accedery reconciliarnos con nosotros mismos en esasreconciliaciones verdaderas, oscuras, pacíficas palabras,y las sabias armonías de su cadencia.Cierra la cantina. Apaga el candil.La luz de luna no es amarilla sino un blancoque silencia la villa siempre fiel.Qué pálida y posesa es esta noche.Qué llena de las exhalaciones del mar...Todo esto es más viejo que su más viejo himnoy no tiene más significado que el pan de mañana.Pero dejad al poeta que en su balcónhable y los que duermen se moverán en su sueño,se despertarán y contemplarán la luna en el piso.Esto puede ser bendición, sepulcro y epitafio.

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Puede, sin embargo, serun encantamiento definido por la luna�por mero ejemplo� opulentamente clara.Y el viejo casino también puede definirun encantamiento infinito de nuestro seren la gran decadencia de los cisnes muertos.

La crítica ha señalado que el tema fundamental de la poesíade Wallace Stevens es la exploración de la experiencia estéticadel hombre en su afán de acercarse a la realidad. En este poe-ma, el yo lírico sueña y medita en la noche, a la luz de la lunahabanera, en el jardín de un casino donde hay fuentes y cisnes.En aquella época, existían en Marianao el Gran Casino de LaHabana, con jardines y fuentes; el Summer Casino; el Casinode la Playa y otros centros similares de atracción a los turistasnorteamericanos.

El trópico vuelve por sus fueros en otro poema que tambiénpublicó la Revista de Avance en 1930, titulado «Sol, aguamar ypalmeras»,9 del guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, maestrode Poesía y de Conducta Cívica. Deslumbrado por la luzhabanera, dedica a la ciudad un madrigal pleno de música yfrescura:

Para nombrar a La Habana,gloria morena y salada:¡la espuma de las palabras!Ya no caben los coloresen cielos, mares y tierras,frutos, mujeres y flores.Y un negro con su guitarrala tarde clara desgarra:desangra el paisaje sedas,sol, aguamar y palmeras.

La mañana de platinosuave como tu aliento¡oh! qué pura claridad

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rasgada hasta el infinito.Oros de sol y zafirosrecortan mi pensamiento,tu perfil y la ciudady el dulce globo del día:están mis ojos azulesde mirar el mar y el cielo!

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Cantos de grillos y estrellasperforan la noche alta.Visten no más las sirenaslargos cabellos de algas,laberintos de sonrisasy copos de espumas gualdas.El Morro atisba la lindalunada y lustrosa piernaque en la onda verde liberamil espasmos esmeraldas.

Un negro con su guitarrala tarde clara desgarra:desangra el paisaje sedas,sol, aguamar y palmeras.Llama roja de la rumba:de tanto danzar se ha vueltotoda la falda hacia arribadesnudando el cuerpo esbelto.Cantos de grillos y estrellasalumbran la noche alta.

También de los años 30 son los versos a La Habana del ecua-toriano Jorge Carrera Andrade, uno de los más destacados poe-tas del vanguardismo sudamericano. Este primer texto es unsugestivo apunte impresionista, captado desde el barco de trán-sito en que viajaba:10

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LA HABANA

La Habana cuenta sus frutasy planta sus chimeneas,inmensas cañas de azúcar.Emigran los cocoteros.Se van el ron y la rumbay crecen los rascacielos.

Ante la ciudad, como turista armado de una cámara fotográfi-ca, Carrera atrapó instantáneas de los lugares que visitaba, consus matices y rasgos peculiares, sin omitir las sugerencias de cir-cunstancias del momento histórico, de lucha contra el tirano deturno. Este otro poema se titula «Color de La Habana»:11

Sonando el tambor de sus hojas una tribu de cocoteros salvajesmar de continuo parpadeo de fosforescencias.La Habana sale todos los días a los muellesa esperar la llegada de los barcos,mientras sus nadadores sacan entre los dientes las monedasque van a saludar a los peces en el mar antillano.Sus tranvías aprenden el compás de las maracas,sus arbolitos se alinean como borregosy sus avenidas corren hasta encontrar una estatua.

Mujeres de piel de tabaco caliente y de canela.Criollos con su sombrero de paja que el trópico madura.Negritos cuya risa se abre como una sandía.Cocos y guanábanas, despojos de la rumba.

En la Avenida de los Presidentes se multiplican los hongosy los cañones del Parque Maceo bostezan su hambreviendo saltar los peces en la bahíacuya entrada prohíbe con su dedo en alto el Castillo del Morro.

Doscientos guardias se cuadran cada díaante la mirada azul del diamante del Capitolio.

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Letreros y ventanas dictan un curso práctico de inglésen los cuadernos cuadriculados de los rascacielos.Mas las flores son caras en la Avenida Veintitrésy la luz tiene el color del maní y el aceite de girasol.En la Avenida Ocho se ha encontrado una piña de fuegomadurando sus semillas de muerte junto a la casa del Fiscal.

Sin embargo, el aire destapa sus mariscos vivificantes en elMalecón

y la vida se azucara en los jardines de La Tropical.Nada pasa aquí sino una cadera de músicay unos brazos de fruta que hacen equivocarse a los pájaros.Un aeroplano vestido de blanco va recortando el calorcon su ventilador ambulante.Los barquichuelos dan su lección de sueño frente a la Cabañay los fleteros negros exhalan sus cantos de humohacia el horizonte donde empieza a piar el primer lucero.No sorprende a nadie el atentado terrorista del crepúsculo.Y la luna menguante cuelga como un plátanodel bananero del cielo.

El presente del poeta se nos aparece como un fragmentodel pasado de hace sesenta años, con todo su poder de evo-cación, pero sin nostalgia, porque la realidad revolucionariasatisface las aspiraciones de nuestro pueblo. Parte de esa rea-lidad canta en breve pero elocuente apunte el poeta soviéticoLev Oshanin:12

LA HABANA

Habana, eres orgullosa y bella.Me gusta �no lo he de ocultar�ver cada ola que su hocico estrellaen tu Malecón al chocar.Tú despides el sur tan cegadorque en los ojos duele el sol tropical.

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Sólo de amigo se entra a tu calor,como enemigo es imposible entrar.

Y ya que estamos ante la visita a La Habana de poetas extran-jeros contemporáneos, no debemos ignorar la impresión delnorteamericano Langston Hughes, que estuvo en la ciudad en1930, y volvió en la primavera de 1931, procedente de CayoHueso y de tránsito para continuar viaje hacia Haití. Lo toma-mos del libro Yo viajo por un mundo encantado, traducción dela segunda parte de su autobiografía, cuyo título original es: IWonder as I Wander:

...Seguimos en tren hasta Cayo Hueso y desde allí navega-mos hasta Cuba. Era la hora de la cena cuando llegamos aEl Morro, y en el crepúsculo La Habana surgía del mar, blan-ca y morisca. La noche era caliente y la gente, entre la cualhabía muchos negros retintos con ropas blancas, pululabapor las avenidas. Los vehículos llenaban las calles angostas,los automóviles hacían sonar las bocinas, tintineaban las cam-panillas de los tranvías, y en las tabernas y puestos de ventade jugos de frutas las radios palpitaban con el repique detambores y con los sonidos ondulantes de las maracas queinterpretaban rumbas interminables. La vida parecía fluida,intensa y cálida en las calles bulliciosas de La Habana.

En 1930, si Cuba quedó fascinada por el genio y la graciade Federico García Lorca, este andaluz universal �que vivepara siempre como castigo eterno para los infames culpablesdel crimen� quedó deslumbrado por La Habana y confesóque sus días habaneros fueron de los más felices de su vida.Estos apuntes poéticos sobre nuestra ciudad, rescatados deentrevistas periodísticas, reflejan su emocionado recuerdo, decolor y de música:

La Habana surge entre cañaverales y ruidos de maracas, cor-netas divinas y marimbas. ¿Y en el puerto quién sale a reci-birme? Sale la morena Trinidad, de mi niñez, aquella que sepaseaba por el muelle de La Habana.La Habana tiene el amarillo de Cádiz, el rosado de Sevillatirando a carmín, y el verde de Granada, con una leve fosfo-rescencia de pez.

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(Recuérdese que Rafael Alberti, en su poema «Cuba dentrode un piano», también menciona a la bella Trinidad, personajede una canción cubana que se cantaba en España a principiosdel siglo �llevada por los soldados del derrotado ejército colo-nial� y cuya letra era: «Paseando una mañana / por el muellede La Habana / de improviso me encontré / con la bella Trini-dad.» Esta versión se la escuchó Alberti a Eugenio D�Ors, segúncuenta Aurora de Albornoz en estudio preliminar de la obra delpoeta gaditano, 13 bandas y 48 estrellas (Madrid, Espasa Calpe,Colección Austral, 1985, p. 23).

Cuando en abril de 1935 visitó La Habana por primera vez elgran poeta español Rafael Alberti (1902), escribió su poema «Cubadentro de un piano», donde evoca recuerdos de su infancia rela-cionados con la capital cubana: su madre solía interpretar al pia-no las «habaneras» y «guajiras» que habían llevado a su natal Puertode Santa María (en la bahía de Cádiz) los gaditanos que regre-saban a España en 1898, al terminar la guerra hispano-cubana-norteamericana. Versos de esas canciones que quedarongrabadas en la memoria los intercala en el poema, y las siluetasde la fortaleza de La Cabaña y del Castillo del Príncipe se trans-forman en sombras que discurren en el litoral del Puerto de San-ta María, al conjuro de la lírica nostalgia no exenta de sutilreferencia al drama histórico del 98, tan desventurado para Es-paña como para la nación cubana. El poema:

CUBA DENTRO DE UN PIANO

Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa por sombreroy el humo de los barcos aún era humo de habanero.

«Mulata vueltabajera»

Cádiz se adormecía entre fandangos y habanerasy un lorito al piano quería hacer de tenor.

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«...dime dónde está la florque el hombre tanto venera».

Mi tío Antonio volvió con aire de insurrecto.La Cabaña y el Príncipe soñaban por los patios del Puerto.

(Ya no brilla la Perla azul del mar de las Antillas.Ya se apagó. Se nos ha muerto.)

«Me encontré con la bella Trinidad»...

Cuba se había perdido y ahora era de verdad.Era verdad,no era mentira.Un cañonero huido llegó cantándolo en guajira.

«La Habana ya se perdió.Tuvo la culpa el dinero...»

Calló,cayó el cañonero.

Pero después, pero ah! despuésfue cuando al sílo hicieron yes.

Recordando esa su primera visita a La Habana en 1935, ex-presa Alberti en la segunda serie de La arboleda perdida (Bar-celona, Seix Barral, 1987) después de referirse al sórdidoambiente de la dictadura batistiana: «Mientras La Habana eramaravillosa con su aire de gracia gaditana cimbreaban las infi-nitas palmeras, y el lenguaje de los negros y mulatos tenía undeje endulzado del habla de la Bahía.» Y, sin comentario, in-cluía esta expresiva «estampa» de ágiles rasgos de su elegía«Verte y no verte», escrita en La Habana:

En La Habana las sombrasde las palmeras

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me abrieron abanicosy revoleras.Una mulata,dos pitones en puntabajo la bata.

La rumba mueve cuernos,pases mortales,ojos de vaca y rondade sementales.Las habaneras,sin saberlo, se muevenpor gaoneras.

Por su parte, otro alto poeta de la generación española del27, Luis Cernuda, advirtió un ambiente menos localizado en suartículo «El aire de La Habana»:

Quienes hablan de una ciudad sólo se refieren, por lo gene-ral, a una parte de ella, esa que está en el suelo, con sus callesy sus casas, como si nada tuviese que ver con otra aún másimportante, que es el aire y la luz que la envuelven. El aire y laluz son parte integrante de la ciudad, y del modo, que sonellos quienes le confieren a la ciudad su carácter singular,quienes hacen de ella lo que la ciudad íntimamente es.

Luego de referirse a diversas ciudades que conoce, agregael poeta:

Antes de caer en La Habana, había yo visto tierras del trópi-co, y aunque no mucho, lo bastante para percatarme de que,al contrario de la creencia común, una de sus más elementa-les características puede ser la mesura. La Habana me con-firmó en dicha creencia, quedando ya para mí como ejemplode ella. Y es que paradójicamente, como ciudad, parece exis-tir por su cielo y quien quiera hablar de ella no puede hacer-lo sin antes hablar de su aire. Para conocerla hay que mirarhacia arriba, y no en cualquier momento del día, sino depreferencia al atardecer.[...] en La Habana el atardecer es memorable: el aire ahí nose ensancha tanto como se ahonda, entreabriendo camino,

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como para unas olas, hacia el fondo mismo del cielo, en cu-yas nubes, mejor en cuyos celajes, vibran los colores enar-decidos. La silueta de la ciudad, entonces, al ahondarse detal modo el aire sobre ella, parece descansar, igual que lasuperficie de una agua quieta, bajo la maravilla de su cielo.[...] La Habana, en esa tamización final del recuerdo, con loscelestes, los violados, los grises, de su celaje crepuscular, deuna sin par delicadeza pictórica, ahondaba para mí el deco-rado a lo Tiépolo de una Ascensión.La Habana es su cielo, y éste no parece parte del cielo co-mún a toda la tierra, sino proyección del alma de la ciudad,afirmación soberana de ser lo que ella es. ¿No se diría quehermosa, airosa, aérea: un espejismo?

En este fin del siglo XX, cuando La Habana antigua experi-menta un renacer de su esplendor bajo el cuidado entusiasta einagotable de Eusebio Leal �digno continuador de Emilio Roigde Leuchsenring como Historiador de la Ciudad�, otro poeta,venezolano como Andrés Eloy Blanco, Gonzalo García Bustillos(1928) �de tan fecunda ejecutoria como Embajador de su paísen Cuba�, captó y reflejó rasgos, matices, resplandores delpaisaje urbano habanero, en las ágiles estrofas de su poema«El mamut en La Habana» (de su libro El mamut, La Habana,

1998).

EL MAMUT EN LA HABANA

De una palma realviene el mamut.Su olfatode aguja azulromanzala ligerezadel cielo.

En la Habana Viejacalle de Lamparillahuele las columnas

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de una mulatazumbo de cebo de cabray ceniza de leñacamino de la Obra Píauna mulata que sangrapuro son y pura pielpiel que lleva la intenciónde pura miel.

El mamutconvertido en babalawoinvoca los espíritus:Zarabanda tonga leñaSanto Niño de ElegguáLázaro de BabalúLa Candelaria de OyáSanta Bárbara ChangóSanta Regla YemayáObatalá mamá MercéOchún Ochún de la Caridá.

El blancode su tabacodispone la pleamarque limpia el vacío.

Por el Palacio del Segundo Caboconoce fantasmas, algarrobosy laureles vivos,vivos en la sombra aneblada.

Ya todo es diferente.

Corre la playaen la simetríadel dado oculto.

Ya todo es diferente.

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El alborotode una burbujaagita el Malecóntambor de rosa vivaque hospeda la utopía.

La salamandracabalganube maestracuya vergüenzasuelta la vida.

Para coronar el hermoso conjunto de testimonios líricos deilustres visitantes de nuestra ciudad, nada mejor que este finomadrigal de Juan Ramón Jiménez, maestro mayor de la poesíapor sobre límites de espacio y de tiempo, que tan profunda huelladejara impresa en la cultura cubana, durante el exilio que leimpuso la guerra civil española. Él tuvo el secreto de todos losmisterios de las cosas y de las palabras, y la mágica facultadartística de descubrirlas y revelarlas a sus semejantes en la máspura transparencia. Así anotó en su Diario (1936) sus impresio-nes de la conjunción de La Habana que trajo dentro de sí, conla que le deslumbró en la realidad y en la esperanza, y quedebemos al recuerdo y devoción entrañables de Cintio Vitier:

La Habana está en mi imaginación y mi anhelo andaluces,desde niño. Mucha Habana había en Moguer, en Huelva, enCádiz, en Sevilla. ¡Cuántas veces, en todas mis vidas, conmotivos gratos o lamentables, pacíficos o absurdos, he pen-sado profundamente en La Habana, en Cuba! La extensarealidad ha superado el total de mis sueños y mis pensa-mientos aunque, como otras veces al «conocer» una ciudadpresente me haya vuelto al revés su imagen de ausencia y sehayan quedado las dos luchando en mi cámara oscura. / Minueva visión de La Habana, de la Cuba que he tocado, suexistencia vista, quedan ya incorporadas a lo mejor de mimemoria. / Desde este diario íntimo, gracias también a LaHabana hermosamente escondida, al secreto de La Haba-na, a la tercera Habana que acaso no «veré» nunca.

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Notas

1 Vladimir Maiakovsky. Mi descubrimiento de América y otros escritos. Se-lección de Esteban Llorach Ramos. La Habana, Editorial Gente Nueva,1980, p. 53.

2 Ibid., p. 155.3 Moscú-La Habana, La Habana-Moscú. Poetas cubanos y soviéticos. Mos-

cú, Editorial Progreso, 1977. Edición bilingüe, pp. 17 y 106. Traducciónde Ángel Augier.

4 Revista de Avance. La Habana, agosto 15, 1927, pp. 229-231. Al pie:Veracruz, 1924. En otra versión de Buenos Aires, 1934, Reyes cambió eltítulo por «Golfo de México», señalando las partes que correspondían aVeracruz y La Habana. Única variante: 4º verso de la 2a estrofa dice:«donde negros vestidos de amarillo y de guinda».

5 Social. La Habana, octubre, 1925, pp. 30-31. Miguel Baguer fue un co-nocido periodista habanero.

6 Revista de Avance, junio 30, 1927, p. 195.7 Ibid., octubre 15, 1928, p. 281.8 Ibid., noviembre 15, 1929, pp. 236-238. En nota se informa que es ver-

sión de «Academic discourse in Havana», publicado en la revista The Hor& Hound, Cambridge, Mass., sin consignar nombre del traductor. Sobrerelaciones de Stevens con Cuba, v. introducción de José Rodríguez Feoa su libro Mi correspondencia con Lezama. Ediciones Unión, 1989.

9 Ibid., febrero 15, 1930, p. 40.10 Jorge Carrera Andrade. Edades poéticas (1922-1956). «Dibujos de ciu-

dades.» Quito, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1958, pp. 119-120. Fechado en 1930.

11 Ibid., «El tiempo manual», pp. 131-133. Fechado en 1935.12 Moscú-La Habana, La Habana-Moscú, ob. cit., pp. 83 y 171. Traduc-

ción de David Chericián.

IXEsta ciudadpicante y loca

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P ocos poetas cubanos han sentido y expresado la viva poe-sía de La Habana de su tiempo con la profusión y la profundi-dad de Federico de Ibarzábal, lo que puede apreciarse por lasmuestras que se han ofrecido en el curso de este recuento. Élmismo lo reconoce en los versos iniciales del libro que consa-gró a la capital: Una ciudad del trópico (1919):

Esta ciudad picante y locaque está engarzada en una rocacomo un diamante colosal,llena de luz mi poesía.¡Alucinante pedrería!¡Extraordinario pedernal!

Ante tus horas vespertinas,tus elegancias femeninas,tu cielo azul, tu malecón.Superficial y pizpiretavives tu vida de coqueta,del albayalde al bermellón.

Vives en una carcajada,una perenne mascarada

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te hace reír, siempre reír.Ríen tus lumias, tus beodos;altos y bajos, porque todosjuegan dinero al porvenir.

Eres equívoca y absurda;aristocrática y palurda,algo moderna y algo cruel.Bajo tu cielo yo he soñado,paseando solo y encantadotus avenidas de laurel.

El ambiente ligero, frívolo, se respira en esos versos. En otrospoemas del libro, asocia sus aventuras sentimentales con deter-minados sitios del entorno urbano, como en el soneto «Sweaterrojo» �estampa femenina de subido color�, cuyo primer cuar-teto transcribimos:

Yo he visto alguna vez la gracia de tu bustosurgir de la galante curva de un medallón;y tus ancas fastuosas y tu seno robustome evocan una cita dada en el Malecón...

Pero en la percepción del ambiente habanero no queda a lazaga Rubén Martínez Villena (1899-1934) con sus cuatro sonetosantológicos que tituló «Sinfonía urbana»,1 escritos en 1921. Congracia y vigor insuperables refleja momentos de la vida citadinade entonces, como una nueva versión del «Reloj de la Havana».

1. Crescendo matinal

Una incipiente lumbre se expande en el oriente;unos tras otros, mueren los públicos fanales...Ya la ciudad despierta, con un rumor crecienteque estalla en un estruendo de ritmos desiguales.

Los ruidos cotidianos fatigan el ambiente;pregones vocingleros de diarios matinales,

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bocinas de carruajes que pasan velozmente,crujidos de madera y golpes de metales.

Y elévase en ofrenda magnífica de abajoel humo de las fábricas �incienso del trabajo�;rezongan los motores en toda la ciudad,

en tanto que ella misma, para la brega diaria,se pone en movimiento como una maquinaria,¡movida por la fuerza de la necesidad!

2. Andante meridiano

Se extingue lentamente la gran polifoníaque urdió la multiforme canción de la mañana,y escúchase en la vasta quietud del mediodíacomo el jadear enorme de la fatiga humana.

Solemnidad profunda, rara melancolía.La capital se baña de lumbre meridiana,y un rumor de colmena colosal se diríaque flota en la fecunda serenidad urbana.

Flamear de ropa blanca sobre las azoteas;los largos pararrayos, las altas chimeneas,adquieren en la sombra risibles proporciones:

el sol filtra en los árboles fantásticos apuntesy traza en las aceras siluetas de balconesque duermen su modorra sobre los transeúntes.

3. Alegro vespertino

¡Ocasos ciudadanos, tardes maravillosas!Pintoresco desfile de la ciudad contenta,profusión callejera de mujeres hermosas:unas que van de compra y otras que van de venta...

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Tonos crepusculares de nácares y rosassobre el mar intranquilo que se dora y se argenta,y la noche avanzando y envolviendo las cosasen un asalto ciego de oscuridad hambrienta.

(Timbretear de tranvías y de cinematógrafos,música de pianolas y gaguear de fonógrafos.)¡La noche victoriosa despliega su capuz,

y un último reflejo del astro derrotadodefiende en las cornisas, rebelde y obstinado,la fuga de la tarde, que muere con la luz!

4. Morendo nocturno

Un cintilar de estrellas en el azul del cieloy una potente calma de humanidad rendida,mientras el mundo duerme bajo el nocturno velo,como cobrando fuerzas para seguir la vida.

Alguna vaga y sorda trepidación del suelorompe la paz augusta que en el silencio anida,y la lujuria humana, perennemente en celo,transita por las calles de la ciudad dormida.

Ecos, roces, rumores... Nada apenas que turbeel tranquilo y sonámbulo reposar de la urbe;y todo este silencio de noche sosegada,

en donde se adivinan angustias y querellas,es el dolor oculto de la ciudad callada¡bajo la indiferencia total de las estrellas!

Hay que acreditar a Martínez Villena el haber incorporado ala poesía la circunstancia cotidiana, rasgo que le distingue a ély a algunos otros de su promoción posmodernista. Lo aparente-mente prosaico descubre su recatada poesía. Así, las distintas

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etapas del día habanero quedaron apresadas en esos bocetosmagistrales del poeta que también fue ejemplo excepcional depatriota y combatiente revolucionario.

Alfonso Hernández Catá (1885-1940) es uno de los grandesnombres de la narrativa cubana, que también labró discretaobra poética. Parte de esta parcela de su escritura pudiera con-siderarse su «Canto a La Habana», en sonora y rítmica prosalírica, que publicó la revista Social en 1926,2 del que tomamosestos fragmentos:

Ciudad tutelar a la vez vieja y núbil; madre joven que aguar-das aún el amor; a un tiempo raíz y fronda y flor y fruto; ciu-dad-entraña, ciudad-corazón; heroica, hospitalaria,perdonadora, íntima, ¡pues cupiste en mi alma, recógete parapoder estrecharte en mi voz!

¿Qué me dijiste al besarme, hechicera, que tu recuerdose hace en mí lágrima y canción? Con tu brazo moreno queabraza el mar, ¡abrázame! ¡Fúndeme con tu sol! ¡Dame unrenuevo joven con tus mañanas rubias! ¡Tiñe la llama de miespíritu en la infinita irisación de tus crepúsculos! ¡Y en lassedosas noches de tenebroso esplendor, acoge mi cabezafatigada por el anhelo de creación!... Ciudad buena del pany de la risa fáciles, ciudad-entraña, ciudad-amor!

Por tu sol, magnífico patriarca fecundo; por tu brisa, bal-sámica hermana sin par; por tus luces doradas yembriagantes, vino generoso de la ubérrima vid celestial; portu tierra pródiga, por tu puerto pródigo donde se vienen aanudar los infinitos hilos que infinitos navíos traen de todoslos rumbos sobre el mar; por tus calles de expoliada factoríaque acecha la piqueta ya; por tus avenidas de progreso fan-tástico que hacia el futuro van; por tu febril trabajo nutritivo ytu voluptuoso descansar; por tu aire de fragua o de suspirosuavísimamente letal; por tus mujeres �¡acude adjetivo im-posible!�, por tus hombres, por la unidad que toman a tuamparo todas las existencias; por tu poder de cubanizar...¡bendita seas, Habana querida! ¡Bendita seas, luminosa ciu-dad maternal!

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

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Hernández Catá evoca La Habana colonial, «¡qué cerca y yapor fortuna qué lejos!», y canta la ciudad de hoy y de mañanacon entusiasmo y devoción, para cerrar con un «Envío» cuyopostrer deseo quedó consumado:

El férvido ritmo elogioso con ímpetu sueney el ámbito inmenso del mundo traspase tu gloria.Acoge benigna esta rama de mística unción,y, en premio, depárame para cuando el canto expire en mis labiosun rincón florido bajo los cipreses de tu cementerio,¡ciudad entrañable, ciudad amorosa, ciudad-corazón!

Es evidente que su estilo, en contraste con el de Martínez Villena,es arcaico, más aún si lo comparamos con el de Sarah MéndezCapote, a quien la revista Social también publicó, en 1930,3 su«Poème de la Cité», escrito en francés. Está dedicado al señor

Roger de Lafflorest, «que connait ma chére petite ville». Es unavívida estampa donde la hermana de Renée, «la cubanita quenació con el siglo», logró plasmar �al igual que Martínez Villenaaños antes� rasgos salientes de la ciudad de hace seis décadas,aunque en otro idioma, y en otro estilo más despejado:

Un tranway passe en faisant du bruit.Omnibus rouge et bleu. Des Fords se croisent vivement.Un petit garçon pousse des cris: Mundoooo... Cartele...C�est qu�il veut vendre des journaux!Le klaxon d�un Packard sonne stridenment.Un policemen siffle avec force pour arreter les gensqui ne font pas attention aux véhicules.

Voilá un homme qui vend des fleurs: Floreroooo...Il crit. Tout naturellment.Des vendeurs aux voix sonores: Manguito, mango mangüe...Tamalero, lo tamale pican... Empanadita calientessss...Du bruit! Du bruit! (Tlan, tlan nos balayeurs des rues.)Ce n�est rien. Nous y sommes habitués.

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Ceci c�est La Havane...La Havane, port de mer (Un cinema chaque deux blocks.)Mer toujours bleue sous un ciel encore plus bleu.Mais qui sait devenir noire quand le vent du Nordnous visite en hiver.Cigarettes, en profusion: Camel, Chesterfield.Non, nous ne fumons pas des cigarettes cubaines.Trop fortes pour nous...Une femme passe. Des yeux noirs. Elle est brune.Mais blanche, naturalement. Robe légere. Couleur criarde.Un homme s�arrete. La regarde. Il continue son chemin.

Du soleil. Un soleil que brule la peau.Une blanche coupole d�un grand edifice: le Capitolio.Des arbres. Des arbres dans une ville? ¡Horreur!Non, les arbres sont bons pour des petits villages...De temps en temps on aperçoit un palmier,un pauvre palmier que la vent de la merdéchire peu a peu.

En hiver; un navire que la mer fait chavirer.Tout le monde court au litoral.(Nous vivons au litoral, en hiver.)Tout d�un coup des chevaux piaffant dans la rueon se retourne: c�est la Garde du Palais Présidentiel.On regarde. Rien.Un nouveau Ministre qui présent ses crédentiels.Une bande de musique par ici,une autre un peu plus loin.Du bruit, toujours du bruit.Ah ¿et du soleil?Mais nous sommes tous si sympathiques...

Ceci c�est La Havane, port de mer.

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Otra autora, Ana María Hidalgo �de quien no conocemosotros poemas�, publicó en la revista Orto, en 1931,4 esta ama-ble visión de una visitante a la ciudad:

LA HABANA

De los cielos dormidos surge La Habana nuevacolmada de inocencia, como el niño pequeño,que entre sus brazos tiernos cándidamente llevasu corazón de ángel, florecido de ensueño.

Y ha reído ¡es su risa la que ennoblece el día!La ciudad ha reído con la sencilla graciade una dama que olvida su rancia aristocraciapor permitirse el lujo de una sana alegría.

La Habana, buena y mala, sencilla y complicada,principio que destruye y sistema que crea;un poco Buenos Aires y un mucho Nueva York.El Capitolio aguza sin cesar su mirada,y el alma de un muezín canta en cada azoteasu gran clamor: �¡Señor!

La Habanabuena y mala.

Porque confiando en tiyo te ofrecí mi pena,para mífuiste buena.Encontré entre tus brazos el calor de mi hogar,y de lo que he soñadome has dadocuanto tú puedes dar.

En ti se hace mi vida más ancha y más sonora.Manantiales ocultos se están formando ahora

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que darán en su día un copioso caudal.Bajo tu amparo surge en mí un sentido nuevo,y por la encrucijada de tu camino llevouna rama de olivo y una orquídea fatal.

Nicolás Guillén (1902-1989), camagüeyano que vivió más dedos tercios de su vida en la capital y en ella creó lo fundamentalde su obra, impregnó su poesía del ambiente general habane-ro, particularmente en los «Motivos de son» y en poemas sueltosde Sóngoro cosongo y otros libros. Una prueba de ello puedeser esta estampa nocturna del puerto habanero:

EL NEGRO MAR5

La noche morada sueñasobre el mar;la voz de los pescadoresmojada en el mar;sale la luna chorreandodel mar.

El negro mar.

Por entre la noche un sondesemboca en la bahía;por entre la noche un son.Los barcos lo ven pasar,por entre la noche un son,encendiendo el agua fría.Por entre la noche un son,por entre la noche un son,por entre la noche un son.

El negro mar.

�Ay, mi mulata de oro fino,ay, mi mulata

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de oro y plata,con su amapola y su azahar,al pie del mar hambriento y masculino,al pie del mar.

Pero en «Apunte»,6 hay una alusión más directa de la ciudad,en rápida y sugerente captación:

La Habana, con sus caderassonoras,y sus moradas ojerasa todas horas.

Danza de pasos medidosdanza la Muerte,y le cuidan el mar fuerteseis marineros dormidos.

Hacía falta el reverso de la medalla, o sea, la visión del negromar nocturno de la bahía, para completar la otra imagen pre-dominante, la del hermoso azul que ilumina desde su ampliolitoral. En cuanto a los «seis marineros dormidos» del «Apun-te», es poética alusión a las viejas fortalezas coloniales insomnesque velan el sueño de la ciudad: los castillos de La Fuerza, ElMorro, La Punta, La Cabaña, El Príncipe y Atarés, dormidos ensu anacronismo.

Pero la añoranza del pasado no deja de gravitar sobre mu-chos espíritus, y la musa popular suele ser la que acoja esanostalgia. Fechadas en 1933, aparecieron estas simpáticas es-tampas de A. M. Petit bajo el título de «La Habana Vieja», en larevista Villa Blanca, de Caibarién (septiembre, 1950):

En la tarde tropicalSan Cristóbal de La Habanarepicaba la campanade su vieja catedral,por su fiesta patronal

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en vísperas, como antañose anunciaban en el año,nuestras fiestas principales...¡Costumbres tradicionalesabandonadas hogaño!

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

En el «Santísimo» entraronunas cinco o seis beatas.En la plaza, dos reatasde acémilas se acercarona la fuente, y abrevaronjunto al penco de un «aliado»,y a un mulo flaco y cansadoque le gritan: ¿Va pal Cobre?,y llegó tirando, el pobre,de un carro destartalado.

Escuchando la campanaque fundieron los gitanos,entre recuerdos lejanosque el modernismo hoy profana,San Cristóbal de La Habanapierde matiz colonial;se oculta la Catedraltras moderna arquitectura...En verdad que fue locurade locuras hacer tal.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Debajo de los portales,junto al Callejón del Chorro,no forman nutrido corrolas mulatas con sus chales,y cuerpos monumentalescomprándole baratijasa Claudio, para sus hijas;ni de madrugada cruza

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«el carro de la lechuza»o el lechero y sus botijas.

Con su bata airosa y anchaya nunca Rosa «La China»deja el solar de la esquinay la batea y la plancha,y «sandunguera» se enganchadel brazo de un señorón,envolviendo en el mantónsu cuerpo de sabrosura,para darle a la cinturaen los bailes de Tacón.

En otras décimas, el poeta siente nostalgia de que no se vea«ni una criolla en volanta», que «va, en Carnaval, a mostrarle /su gracia al Campo de Marte / y a la Calzada de Infanta»; re-cuerda en otra el Arco de Belén, y el parque Luz Caballero;aqui las niñas jugaban «papiriquén» y «la lunita», donde ya, «niun guardia dicharachero / le faja a una galleguita». Se duelede que ya nadie acuda «a la retreta» del Malecón y de que «noexiste ya la Glorieta» de La Punta; echa de menos «aquel Ayertan sonoro, / con tantas leyendas de oro: / San Francisco y laAlameda / de Paula, apenas nos queda / de tan valioso tesoro»,para rematar con estas dos décimas �no las más afortunadas�,luego de evocar numerosos pregones:

En la tarde tropical,San Cristóbal de La Habana,¡qué mal suena la campanade tu vieja Catedral!¿La habrán refundido mal,o el tiempo apagó sus sones?Ni siquiera los pregonesse escuchan: La Habana Viejarápidamente se alejacon todas sus tradiciones.

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¡Vieja Habana en que nací:cúmulo de evocacionesde mi niñez! ¡Callejones,muelles, parques que corrí!Cada rincón para mísimboliza algún momento;y en las piedras de un conventoderruido, creo que pierdocon pedazos de recuerdo,jirones de sentimiento.

Serafina Núñez (1913), nombre de excepción en la poesíacubana, ha conservado florecido su jardín lírico, tan pródigode luz y de calor. Lo demuestra este hermoso poema a su ciu-dad natal, de un libro inédito. Imágenes brillantes, luminosas,le inspira la visión de y la devoción a La Habana, para gozo decuantos amamos la ciudad y percibimos su poesía, en lo evi-dente y en lo recóndito de su presencia.

PALABRAS A MI CIUDAD

¡Ay mi amada ciudad de perros tristesy de muchachas con olor a sueño!Por tus brisas de eternas mansedumbrespasean los recuerdos,como dormidos pájaros que al albaretoman ya su vuelo, y las pupilascon su gesto de entonces,de estar vivos...�Fragmentados espejos� tu bellezase posa acariciante en nuestros hombros,paloma de inocentes enigmas fulgurantes.El amor va quemando tus presencias,Sulamita del Mar de las Antillas,cervatilla de lánguidas dulzuras,

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dulcísima señora, lumbre mía,repartida en luciérnagas de gozo, de fiebres y de lágrimas...No domino tu luz que es amenaza y es deleite,tu luz de paravanes lentos,de tiempos con cadencia de olas tiernas;tu deseada luz que nos absorbe y nos consagracomo diosa a sus seres elegidos.Por encontrar tu original efigie en algún camafeo sorprendente,los pozos de tu almaen tus calles, en tus laberintos,bajo la piel del transeúnte impávidocirculando entre nieblas y costumbres,apenas de su angustia penetrado,ofreciera feliz a mis estrellaspasaje al infinito.�Islas de oros abismales�tus crepúsculos,de cielos perezosos en cambiantes rojos de realeza,soñolientas violetas, grises evasivos,nos abren sus alcázares secretosen eterno esfumarse, quedarse, regresara su sitio de tardes.Regalan a la vida, sin cansancio,sus muertes y el prodigio.Eres tú, mi ciudad, rosa velada,enervante paisaje de nenúfares en el ojo del aire detenido.

El misterio de La Habana, como se sabe, también le fue reve-lado al mago de la Calzada de Jesús del Monte. Es un ágil bo-ceto trazado por Eliseo Diego, magistral como suyo, por su fuerzade evocación:

Calle de Mercaderes y de Oficios,de Soledad y de la Peña Pobre,del Pequeño Universo y la Quimera,del dios Neptuno y del Arcángel;Puertas del Sol o de la Tierra,nombres en que respira la ciudad oscura

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eternamente igual, distinta siempre.La ciudad contra el frío, cara al Tiempo.

Los poetas cubanos del siglo XIX invocaron con mucha fre-cuencia las aguas del río Almendares para referirse a la ciudadde La Habana. Entre los del siglo XX no se siguió esa tradición,salvo escasísimas excepciones. Una, Dulce María Loynaz (1902-1997), quien en su poema «Al Almendares»7 le rindió delicadotributo a su ciudad natal:

Este río de nombre musicalllega a mi corazón por un caminode arterias tibias y temblor de diástoles...

Él no tiene horizontes de Amazonasni misterio de Nilos, pero acasoninguno le mejore el cielo limpioni la finura de su pie y su talle.

Suelto en la tierra azul... Con las estrellaspastando en los potreros de la Noche...¡Qué verde luz de los cocuyos hiendey qué ondular de los cañaverales!

O bajo el sol pulposo de las siestas,amodorrado entre los juncos gráciles,se lame los jacintos de la orillay se cuaja en almíbares de oro...¡Un vuelo de sinsontes encendidosle traza el dulce nombre de Almendares!

Su color, entre pálido y moreno.�Color de las mujeres tropicales...Su rumbo entre ligero y entre lánguido...Rumbo de libre pájaro en el aire.

Le bebe al campo el sol de madrugada,le ciñe a la ciudad brazo de amante.

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¡Cómo se yergue en la espiral de vientosdel cubano ciclón!... Cómo se doblabajo la curva de los Puentes Grandes!

Yo no diré qué mano me lo arranca,ni de qué piedra de mi pecho nace:Yo no diré que él sea el más hermoso...¡Pero es mi río, mi país, mi sangre!

Otro poeta de promoción más reciente, Antón Arrufat (1935),8

también ha sido atraído por la magia de esas aguas sagradasde la ciudad, cuya limpidez de antaño está en vías de ser resca-tada. Con mirada y tono distintos, hace ofrenda de su devocióncon el viejo río, «el mismo que cantó José Victoriano Betancourt»y cantaron otros vates de generaciones anteriores:

DEL ALMENDARES

Porque es mi alma y el cuerpode mi alma,río que repartes la noche en las casasy él descubre de pronto el otro cuerpooscuro, como si una mano de sombralo tocase entre su amor y las sábanas.Ah, pero yo estoy solo, vigilándote.No es para mí esa parte de la sombra.Las patanas aúllan con sus luces, brazosde hierro oxidado, fluyesy golpeo en las puertas y los corazonesestán en silencio.Escombros, árboles que tiemblan,mendigos que se mojan los pies, recuerdos...No he dormido escuchando los ecos, palpandoel horror en las orillas, buscando las vidasque remueven en tu fondo esos brazos de hierro.Eres el mismo que cantó José Victoriano,

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tus aguas lavaron a los obispos,a los conquistadores y a mi madre muerta.En ti hay algo de todos los ríos, uneslas vidas distintas de los hombres;podrías llamarte el Amazonas, el Nilo, el Cauto.Todas las aguas son tus aguas,las cosas una solay nosotros.

Notas

1 Rubén Martínez Villena. Poesía y prosa. La Habana, Instituto Cubano delLibro, 1978, t. I, p. 113. (Colección Letras Cubanas.)

2 Social. La Habana, septiembre, 1926, pp. 16 y 97.3 Ibid., La Habana, mayo, 1930.4 Orto, Manzanillo, agosto, 1931.5 Nicolás Guillén. Obra poética. La Habana, Instituto Cubano del Libro,

1972, t. I, p. 252. (Colección Letras Cubanas.)6 Ibid., p. 255.7 Dulce María Loynaz. Poesías escogidas. La Habana, Editorial Letras Cu-

banas, 1984, p. 71.8 Antón Arrufat. La generación de los años 50. Antología poética. La Ha-

bana, Editorial Letras Cubanas, 1984, p. 430.

XEn la Calzada

de Jesús del Monte

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A sí, lenta, continuadamente, la ciudad ha ido revelándoseen su profunda poesía, a propios y extraños, en su conjunto yen sus detalles, en su unidad y en su diversidad, en rasgoshuidizos y en imágenes que desafían el tiempo. Es siempre lamisma y sin embargo distinta, y antigua y moderna, frívola ysevera, cambiante como el día e inmóvil como las rocas enque se asienta.

Los barrios, las calles, las avenidas, las esquinas, las plazas,reservan su secreta magia para quienes logren trascender loslímites de lo cotidiano, las barreras de la costumbre y la vulga-ridad, y descubran la sustancia poética de su medio habitualcomo parte de sí mismos. Una de esas ocasiones excepciona-les de consubstanciación poética con su más cercana cir-cunstancia, se da en Eliseo Diego (1920-1994) en su libro Enla Calzada de Jesús del Monte (1949),1 considerado justamenteuno de los momentos más altos de la poesía cubana contem-poránea.

La Calzada de Jesús del Monte, como se sabe, es una de lasmás importantes vías de la ciudad. Debe su denominación�según el historiador Emilio Roig de Leuchsenring2� «a laermita, luego parroquia, de ese nombre, situada sobre una emi-nencia, a la vera de dicha calzada, en lo que era primitivamen-te un caserío separado de la ciudad». Se inicia en la llamada

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Esquina de Tejas, donde termina la Calzada de Infanta y conflu-yen las de Monte y del Cerro.

La Calzada de Jesús del Monte es muy extensa y en susextremos, «a la altura del llamado Barrio Azul, se bifurca conlos ramales que conducen a Managua y a Bejucal».3 Actual-mente su nombre oficial es Calzada de Diez de Octubre, ycomunica con la ciudad los populosos barrios del sur: Víbora,Santos Suárez, Lawton, parte de Luyanó, Los Pinos, ArroyoNaranjo, etcétera.

No hay dudas de que se trata de una avenida de mucha per-sonalidad propia, por su caprichoso trazado, serpeante yen ascenso y descenso; por la abigarrada arquitectura de lascasas que la escoltan �donde predominan columnas y porta-les�, sus establecimientos comerciales y el profuso y continuotránsito de vehículos y de transeúntes.

Desde su infancia, Eliseo Diego se familiarizó con la Calzada,ese camino de todos y de todos los días, de tan peculiares carac-terísticas urbanas, que fue creciendo lentamente en su sensibili-dad hasta brotar en sus versos, no con ímpetu de catarata, sinocon sosiego de manantial, en tono de confidencia. La ciudad sele revela líricamente en una de sus manifestaciones más vitales,pero como algo propio, que forma parte integrante de su ser, desu existencia diaria. Un breve poema en prosa lo explica:

Por la Calzada de Jesús del Monte transcurrió mi infancia, dela tiniebla húmeda que era el vientre de mi campo al grancráneo ahumado de alucinaciones que es la ciudad. Por laCalzada de Jesús del Monte, por esta vena de piedras heascendido, ciego de realidad entrañable, hasta que me co-gió el torbellino endemoniado de ficciones y la ciudad ima-ginó los incesantes fantasmas que me esconden. Pero ahoraretorna la circulación de la sangre y me vuelvo del cerebro ala entraña, que es donde sucede la muerte, puesto que loque abruma en ella es lo que pesa. Y a medida que me vuel-vo más real el soplo del pánico me purifica.

Y sin embargo, aún tiene tiempo la Calzada de Jesús delMonte para enseñarme el reverso claro de la muerte, la ex-traña conciliación de los días de la semana con la eternidad.

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En el orbe tumultuoso si bien estático de sus velorios, me-tido en el oro de su pompa, allí se abren por primera vez misojos; de allí me vuelvo al origen.

Ya en «El primer discurso» del libro, queda estampada en todasu intensa intimidad la «vena de piedras» recorrida:

En la Calzada más bien enorme de Jesús del Montedonde la demasiada luz forma otras paredes con el polvocansa mi principal costumbre de recordar un nombre,

y ya voy figurándome que soy algún portón insomneque fijamente mira el ruido suave de las sombrasalrededor de las columnas distraídas y grandes en su calma.

Cuánto abruma mi suerte, que barajan mis días estos dedosde piedra

en el rincón oculto que orea de prisa la nostalgiacomo un soplo que nombra el espacio dichoso de la fiesta.

Al centro de la noche, centro también de la provincia,he sentido los astros como espuma de oro deshacersesi en el silencio delgado penetraba.

Redondas naves despaciosas lanudas de celestes algasdaban ganas de irse por la bahía en sosiegomás allá de las finas rompientes estrelladas.

Y en la ciudad las casas eran altas murallas para quelas tinieblas quiebren,

¡oh el hervor callado de la luna que sitia las tapias blancasy el ruido de las aguas que hacia el origen se apresuran!,y daban miedo las tablas frágiles del sueño lamidas

por la noche vasta.Mas en los días el vuelo desgarrador de la palomaembriagaba mis ojos con la gracia cruel de las distancias.

Cómo pesa mi nombre, qué maciza paciencia para jugar sus días

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en esta isla pequeña rodeada por Dios en todas partes,canto del mar y canto irrestañable de los astros.

Calzada, reino, sueño mío, de veras tú me comprendescuando la demasiada luz forma nuevas paredes con el polvoy mi costumbre me abruma y en ti ciego me descanso.

«Y la Calzada de Jesús del Monte �recuerda el poeta másadelante� estaba hecha, aquel día cuando ascendí, por lacontemplación de la miseria, a ver la pobreza de mi lugar na-ciendo; estaba hecha de tres materias diferentes: la piedra desus columnas, la penumbra del Paso de Agua Dulce y el polvoque acumulaban sus portales.»

El yo lírico no se conforma con percibir las señales del con-junto e indaga sobre la composición concreta de sus visiones,sobre las diversas partes de ese pedazo de su ciudad que loenvuelve como en un círculo mágico.

LAS COLUMNAS

En procesión muy lenta figuran las columnas el reposocuando cernidas sus semejanzas hallola permanencia real de la mañana.Como el rostro de Dios pacífico resplandece pétreo el ríocuando ceñido por el instante trémuloes la eternidad quien a sí misma contempla.Semejantes al Padre Nuestrocuyas palabras están contadas pero de pronto no pasará

ya nuncasus columnas sostienen cuán poderosamentela combada techumbre del día juevesy en tal espacio se detuvo mi sangrey un pánico tranquilo soplaba por las venasen misteriosas mañanas de Domingopor la Calzada más bien enorme de Jesús del Monte.Las hogueras nevadas en figura de torres

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han extinguido la danza de las hojaspero qué suave alabanza si abriesen la portadasería la redonda meditación de las lomasque contemplan los viajes y la desesperanza de mi puertopara el dulce tamaño de la vida que miden estas lejanías.

Después de percibir el desnudo lenguaje de las columnas, elpoeta sigue el prolongado curso de la Calzada para detenerseen el Paso de Agua Dulce, avenida transversal, que debe sunombre a un arroyo que allí existió en lejana época. Es un pun-to de referencia de todo habanero, que posee para Eliseo Diegogran poder de evocación:

EL PASO DE AGUA DULCE

A veces en el Paso crepuscular de Agua Dulce ha despertado(donde nunca las aguas están de sus cuerpos presentes)aquel olor anciano a medicinas escarchadassobre madera tibia transformando la tierraen estancia perfecta cuya penumbra mora en los sentidos,y era detrás de las persianas y lejosque tales aguas su claridad me proponían.

Y otras veces el Paso me deslumbró en su estricta intemperiecomo aquel otro paso donde cegaron el caballode Blas González el Viejo cuando metió los cascos en la nada.

Quedábame vacío, uno por uno perdiendo mis recuerdoscomo el vaso raído en la mesa de los pobresy aquella luz no era la familiar de mis atardecidassiendo, como lo era, el corazón mismo del día.

En demorado paseo el risueño café gallardo siemprenostálgico miraba la estación primera de la noche,a donde llegan esparciendo sus nieblas temblorosaslos trenes roncos en formidable plante,

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humosos y especiales, llenos de miedos y de mentiras grandes,poblados de penumbras, solemnes, y difuntas tardes.

Cruce de sol y pena, el campo, los caminosy el sabor de la vida en mi lengua fantástica,oscurecido mi nombre bajo las cejas cerradas,que bien anochecían las aguas dulces en el filoso cauce,sombra de aguas sola entre sombras cegadas.

Porque de cierto un arroyuelo muy profundo pasabaentre las casas blancas, las tapias, las dolidas tejas,porque de cierto es muchas veces peligrosoel cruce tan humilde, el cenicientoPaso de nuestras Aguas Dulces, el siempre atardecido.

Allí hubo una pequeña estación del ferrocarril urbano, y losrecuerdos del arroyuelo de antaño se hacen leyendas para lasgeneraciones de habaneros que no llegaron a conocer esosdetalles borrados por el progreso.

En su plenitud poética se ofrecen los portales de la Calzadade Jesús del Monte, y ellos se expresan también a nombre delos demás portales de otras calzadas de la ciudad, aunque losde aquélla conserven los peculiares matices que les descubrióel poeta:

LOS PORTALES

Entre la tarde caldeados, desiertos fijamente, a solasesparcían su ociosa figuración de la penumbralos portales profundos, que nunca fueron el umbral

venturoso de la siesta,la que rocía con dedos suaves los sonidos y ahonda

las estancias,sino que arden hacia dentro como los ojos blancos de

los ángelesen sus nichos de piedra que la lluvia rural va desgastando.

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También la lluvia los oprime, también roe sus columnascomo vejez la lluvia

rodando sordamente por los aleros, son del tiempo, vastacomo el canto.

Y el sol, el rojo sol como garganta que un alarido raspa.Es allí que alterna la majestad sombría de las bestias ocultas

en el húmedo patiocon la redonda gracia del almacén ungido por el sabroso humo

y el alimento espeso de la luz.Melancólicamente las ventanas dormidas añoran la provincia,las memorables fiestas de la brisa y el mundo,en tanto las barandas de hierro, carcomidas por el aciago

fervor del polvo lento,entre los aires tuercen alucinantes sueños y esperanzas.También el aire, su demencia tranquila los recorre.Y acumulaban polvo, eran lujosos en polvo como

los majestuosos pobrescuando pasean los caminos cubriéndose de polvo desde

los anchos pechoscomo si el polvo de la Creación fuese la ropa familiar

de un hombre,con parecida simplicidad temible colmábanse los portalesde aquel polvo tan hondo, tan espeso, alucinante, agobio

de los ojos,desde la fuente de Agua Dulce al nacimiento sombrío

del silencio.Es allí que alterna la vejez de las tablas oscurecidas

blandamentecon la piedra rugosa, nevada y pontificia que coronan

las nubes con su purpúrea hiedra,y el tumultuoso viento henchido de voces comorío que surca el escándalo bermejo de los peces.La piel áspera y tensa del polvo nunca supo el alivio del árbolni la grácil ternura de las danzantes hierbas.Corredores profundos atraviesan la tarde con un fervor

de soledad demente.Ah de las puertas petrificadas bajo la canosa locura de su

nieve

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cuando la brisa solitaria canta y las criollas tablas dulcísimasy pobres se contestan.

Y aquel oro era tan suave, que ilumina el arrugado rostrode los muros

como un fuego lejano que dibuja en el cristal las amorosasnuevas del pan y la familia,

su pensamiento secreto nos ofrece como el oculto corazónde Dios.

En su moroso y amoroso recorrido, no podía olvidar a otropersonaje4 importante de la Calzada de Jesús del Monte: la vie-ja iglesia, empotrada en un promontorio que es apoyado desdela Calzada por un espeso muro:

LA IGLESIA

Sobre la desolada perfección de lo pétreosin caridad elevan una muralla que no conoce términopara que la costumbre dulcemente bestialque dimos al cansancio se rompa por la cuestacon la sentencia insobornable de la cuestaque deberán subir los ojos ensombrecidos por el macizo fuegoen penitencia del espírituque deberá cansarse cuando se cansa nuestro cuerpo.Pero sobre los lomos de la roca que nadiesupo quién hizo por piedad gigantescacomo sobre la mano cuidadosa de nuestro padresantificada por la noche púrpurea de los magoshay una iglesia, unos álamos, unos bancos muy viejosy una penumbra bondadosa que siemprese ha prestado grave a los recuerdos.

En ese mundo agitado de la Calzada, los mayores vehículosdel transporte citadino �el ómnibus, el tranvía ya desapareci-do� se le presentan como fabulosas especies de una faunaespecial:

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El ómnibus oscuro y el tranvíacon su dorada magia polvorienta

vienen mugiendo por la tarde lentacomo en salvaje fiesta y viejo día.

Crujidores y espesos y a porfíavan devorando las horas cenicientas.El ómnibus oscuro representaqué vaga bestia, y el capaz tranvía

es como un buey cuya increíble formavan reduciendo a sigilosa normala bendita costumbre y la pobreza,

y que al caer la noche y el descansolo va ilustrando como un fuego mansoqué servicial y mágica belleza.

Otra estación famosa de la extensa y sinuosa Calzada, es laEsquina de Toyo, frente a la que comienza, como cortada acuchillo, la Calzada de Luyanó, afluente de la de Jesús delMonte, que a su vez recibe la poderosa corriente de tránsitoque baja desde los barrios extremos de Arroyo Apolo y ArroyoNaranjo y de villas cercanas como Santiago de las Vegas. EliseoDiego describe con visión de pintor cubista esa habanerísimaesquina:

EN LA ESQUINA

Desde lejos venían y se han cogido del brazo como libertadoresgigantescos

y prosiguen su marcha entre las casas que los miran azoradas(vestidas de colores distintos, rojas unas, otras añiles,una envidiosamente amarilla, violetas las más o pálidas)Luyanó y Jesús del Monte resplandecieron sus torsos como

si fuesen dos ríos jóvenes crueles de transparencia y ruido,

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el más pequeño cubierto del rocío dorado en las albasa la intemperie de la isla

pero el otro con sombras aún en los ojos, sombras de losrecodos más que remotos de la provincia, sombras

del rincón de Apolo o de Santiago el de las Vegas.donde los cielos son la fronda de un gran álamo o

framboyán que los cobija,[...]

Las calzadas aparecen como libertadores ciclópeos �liberany encauzan el impulso vital de la urbe� que pasean tomados delbrazo bajo la mirada de azoro de las casas, que son como mu-chachas de polícroma indumentaria. Poesía viva de la ciudadque culmina espléndidamente en el canto final del poema:

Oigamos, calle mía, el golpe de tu abrazo fuerte,mi sueño y la memoria, el corazón y la pobreza.

Las casas han reunido sus armoniosas pesadumbresolvidando severas la tentación de las distancias,finísimos brocados de la nostalgia y de la muerte,

mas a mi paso nombran atardecidos los tesorosque les diera la infancia, con lentitud de monjes,los portales, las manos rezadoras y sabiascuyas cuentas de vivo coral los caminantes somos,

y por mis hombros crujen las libreas espléndidas,añiles y escarlatas, de las vidrieras áureas,las armas, las materias de mi baraja de semanas.

Siento ahora la lluvia lenta por mi rostrocomo el llanto de un extraño a quien bendigo,y entre las fibras del corazón, como la noche,siento latir el tiempo de la madera.

Y mis antiguos gestos escucho ciegamenteque las tranquilas verjas de cada tarde cimbran,

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en las campanas halla la lengua que la formaesta indecible gravedad de mi gozo.

Las albas ciñen los agobiantes huesos míos,viento y tiniebla son el resuello de mi boca,el paso de los sueños estremece las tablas de mi rostro,su estruendo, rojo tumulto de incesantes máscaras.Sagrado imperio la sangre nuestra del sonido,qué lejanía basta para saberlo cántico,ni qué ocio profundo como las manos anchasque cruza Dios sobre su pecho en calma.

Notas

1 Eliseo Diego. En la Calzada de Jesús del Monte. La Habana, EdicionesOrígenes, 1949. (Hay una edición facsimilar de Ediciones Unión, 1987,en el cuadragésimo aniversario de haber sido escrito el poema.)

2 Emilio Roig de Leuchsenring. La Habana. Apuntes históricos. 2da. ed.,t. II, Editora del Consejo Nacional de Cultura, Oficina del Historiador dela Ciudad de La Habana, 1963.

3 Ibid.4 Otros personajes de la Calzada que el poeta incluye en su repertorio

poético son tipos populares anónimos: «El jugador», «El pobre», «El co-merciante», etcétera.

XICiudad de las columnas

y de los orígenes

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U no de los escritores cubanos que ha demostrado en suobra literaria la mayor devoción por su ciudad natal, es AlejoCarpentier (1904-1980). En su crónica «La Habana, ciudad singerminar. El amor a la ciudad» (1940),1 confiesa que es la ciu-dad «que amo más que cualquier otra ciudad del mundo»; de1939 es la sugestiva colección de crónicas publicadas en larevista Carteles, que tituló «La Habana vista por un turista cuba-no»,2 plena de deliciosos hallazgos, y en su conferencia «SobreLa Habana (1912-1930)» evoca la ciudad de su infancia, ado-lescencia y juventud con gracia y amor incomparables.3 Hayotras muchas crónicas suyas donde también refiere costumbres,hechos, lugares y tipos habaneros. En su novela El acoso, LaHabana es personaje tan importante como el protagonista, aligual que en La consagración de la primavera.

Pero es en su ensayo La ciudad de las columnas4 donde en-tona un bello canto a la capital cubana, al discurrir sobre deta-lles arquitectónicos que la caracterizan. En su estilo barroco,Carpentier comenta la profusión y el barroquismo de las co-lumnas que predominan en la arquitectura habanera, y aun-que las modernas tendencias de construcción han prescindidode ellas, es indudable que no han perdido vigencia las agudasconsideraciones de aquel ensayo, donde abundan párrafos queparecen estrofas de un poema a La Habana. No nos resistimos areproducir algunos fragmentos en esta compilación:

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...Al principio fue el alarife. Pero las casas empezaron a cre-cer, mansiones mayores cerraron el trazado de las plazas, yla columna �que no era ya el mero horcón de los conquista-dores� apareció en la urbe. Pero era una columna interior,grácilmente nacida en patios umbrosos, guarnecidos de ve-getaciones, donde el tronco de palmera �véase cuánelocuentemente queda ilustrada la imagen en el soberbiopatio del convento de San Francisco� convivió con el fustedórico. En un principio, en casas de sólida traza, un tantotoscas en su aspecto exterior, como la que se encuentra fren-te a la Catedral de La Habana, pareció la columna cosa derefinamiento íntimo, destinada a sostener las arcadas de so-portales interiores. Y era lógico que así fuera �salvo en loque se refería a la misma Plaza de la Catedral, a la PlazaVieja, a la plaza donde se alzaban los edificios destinados ala administración de la isla� en ciudad cuyas calles erantenidas en voluntaria angostura, propiciadora de sombras,donde ni los crepúsculos ni los amaneceres enceguecían alos transeúntes, arrojándoles demasiado sol en la cara. Así,en muchos viejos palacios habaneros, en algunas ricas man-siones que aún han conservado su traza original, la columnaes elemento de decoración interior, lujo y adorno, antes delos días del siglo XIX, en que la columna se arrojara a la calley creara �aun en días de decadencia arquitectónica evi-dente� una de las más singulares constantes del estilo ha-banero: la increíble profusión de columnas, en una ciudadque es emporio de columnas, selva de columnas, columnatainfinita, última urbe en tener columnas en tal demasía, co-lumnas que, por lo demás, al haber salido de los patios origi-nales, han ido trazando una historia de la decadencia de lacolumna a través de las edades. [...]

En cuanto a los millares de columnas que modulan [...] enel ámbito habanero, habría que buscar en su insólita prolife-ración una expresión singular del barroquismo americano.Cuba no es barroca como México, como Quito, como Lima.[...] Cuba no llegó a propiciar un barroquismo válido en latalla, la imagen o la edificación. Pero Cuba, por suerte, fuemestiza �como México o el Alto Perú. Y, como todo mestiza-je, por proceso de simbiosis, de adición, de mezcla, engen-

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dra un barroquismo, el barroquismo cubano consistió enacumular, coleccionar, multiplicar, columnas y columnatas ental demasía de dóricos y de corintios, de jónicos y de com-puestos, que acabó el transeúnte por olvidar que vivía entrecolumnas, que era acompañado por columnas, era vigiladopor columnas que le medían el tranco y lo protegían del soly de la lluvia, y hasta que era velado por columnas en lasnoches de sus sueños. La multiplicación de las columnas fuela resultante de un espíritu barroco que no se manifestó�salvo excepciones� en el atirabuzonamiento de pilastrassalomónicas vestidas de enredaderas doradas, sombreadorasde sacras hornacinas. Espíritu barroco, legítimamente anti-llano, mestizo de cuanto se transculturizó en estas islas delMediterráneo americano. [...]

No sólo las columnas inspiran el canto de Carpentier. Estimu-lado por las fotografías de Paolo Gasparini, se detiene en lasrejas de las casas habaneras, uno de los motivos de orgullo delornato de la capital:

Decíamos que La Habana es ciudad que posee columnas ennúmero tal que ninguna población del continente, en eso,podría aventajarla. Pero también tendríamos que hacer uninmenso recuento de rejas, un inacabable catálogo de loshierros, para definir del todo los barroquismos siempre im-plícitos, presentes, en la urbe cubana. [...] ...la reja blanca,enrevesada, casi vegetal por la abundancia y los enredos desus cintas de metal, con dibujos de liras, de flores, de vasosvagamente romanos, en medio de infinitas volutas queenmarcan, por lo general, las letras del nombre de mujerdado a la villa por ella señoreada, o una fecha, una historicistasucesión de cifras, que es frecuentemente �en el Vedado�de algún año de los 70, aunque en algunas, se remonta lacronología del herraje a los tiempos que coinciden con losaños iniciales de la Revolución Francesa. Es también la rejaresidencial de rosetones, de colas de pavo real, de arabescosentremezclados, o en las carnicerías prodigiosas �de lacalzada del Cerro� enormemente lujosas en este ostentarde metales trabados, entrecruzados, enredados en sí mis-mos, en busca de un frescor que, durante siglos, hubo desolicitarse a las brisas y terrales. Y es también la reja severa,apenas ornamentada, que se encaja en la fachada de ma-

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dera de alguna cuartería, o es la que pretende singularizar-se por una gótica estampa, adornarse de floreos nunca vis-tos, o derivar hacia un estilo sorprendentemente sulpiciano.[...] ...lo peculiar es que esa reja sabe enderezarse en todoslos peldaños de la escala arquitectónico-social (palacio,cuartería, residencia, solar, covacha) sin perder una graciaque le es propia, y que puede manifestarse de modo inespe-rado, en la sola voluta de forja que cierra el rastrillo de unapuerta de pobrísima y despintada tabla.

Especial interés dedica Carpentier a un curioso derivado dela reja, el guardavecinos, detalle muy peculiar de la arquitectu-ra en La Habana:

Cuando, con este siglo, empezaron a crecer balcones en lasfachadas �obsérvese que en las viejas mansiones colonia-les los balcones, por lo general, son escasos y exiguos, salvoen las que lo tienen de sobradillo y balaustrada de made-ra� enlazándose, en proceso de continuidad de una esqui-na a otra, aparecieron esos elementos inseparables de larejería cubana que son los guardavecinos, puestos para des-lindar las porciones del aéreo mundo destinado a los altosmunicipales de éste o aquél. El guardavecinos fue como unafrontera decorativa puesta en el límite de una casa, o, entodo caso, de un piso, repitiéndose en él �multiplicándose,por lo tanto� toda la temática decorativa que ya había naci-do en las rejas puestas al nivel de las calles, aupándose, ele-vándose, con ello, el barroquismo de los elementosarquitectónicos acumulados por la ciudad criolla al nivel dela calle. Nacieron allí, en lo alto, nuevas liras, nuevas clavesde sol, nuevos rosetones, remozándose un arte de la forjaque estaba en peligro de desaparecer con los últimosportafaroles [...]

En fin, en este brillante recuento de las peculiaridades arqui-tectónicas de La Habana, no podía faltar un detalle pleno declaridad y colorido como es el medio punto. También hay vibra-ción poética en la prosa de Carpentier, al describirlo:

El medio punto cubano �enorme abanico de cristales abiertosobre la puerta interior, el patio, el vestíbulo, de casasacostilladas de persianas, y solamente presentado con ilumi-

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nación interna, palaciega, en las ventanas señeras de edifica-ciones de mucho empaque� es el brise-soleil inteligente yplástico que inventaron los alarifes coloniales de Cuba, porseguro razonamiento, mucho antes de que ciertos problemasrelacionados con la luz y la penetración de la luz preocupa-ran, en Río de Janeiro, a un famoso arquitecto francés. Perocabe señalar aquí, de paso, que el brise-soleil de Le Corbusierno colabora con el sol, quiebra el sol, rompe el sol, aliena elsol, cuando el sol es, en nuestras latitudes, una presencia sun-tuosa, a menudo molesta y tiránica, desde luego, pero que hade tolerarse en plano de entendimiento mutuo, tratando deacomodarse con él, de domesticarlo en cuanto sea posible.Pero, para entablar un diálogo con el sol, hay que brindarlelos espejuelos adecuados. Espejuelos que sirvan al sol paraser más clemente con los hombres. De ahí que el medio puntocubano haya sido el intérprete entre el sol y el hombre �elDiscurso del Método en plano de inteligibilidad recíproca. Siel sol estaba presente, tan presente que a las diez de la maña-na su realidad se hacía harto deslumbrante para las mujeresde la casa, había que modificar, atenuar, repartir, sus fulgores:había que instalar, en la casa, un enorme abanico de cristalesque quebraran los impulsos fulgentes, pasando lo demasiadoamarillo, lo demasiado áureo, del incendio sideral a un azulprofundo, un verde de agua, un anaranjado clemente, un rojode granadina, un blanco opalescente, que diesen sosiego alser acosado por tanto sol y resol de sol. Crecieron las mampa-ras cubanas. Se abrieron, en su remate, los abanicos de cris-tales y supo el sol que, para entrar en las viejas mansiones�nuevas entonces� había que empezar por tratar con laaduana de los medios puntos. Ahí estaban los almojarifazgosde la luz. Ahí se pagaban, en atenuaciones, los derechos dealcabala de lo solar.

Para Carpentier, los medios puntos habaneros «explican, porsu presencia a la vez añeja y activa, ciertas características de lapintura cubana contemporánea. La luz, en los cuadros que esapintura representa, las vierte de adentro. Es decir: de fuera. Delsol colocado detrás de la tela. Puesto atrás del caballete».

Si Carpentier ha hecho aflorar así, en su ágil prosa, rasgosde la poesía de su ciudad natal, otro escritor habanero de nomenor dimensión universal, José Lezama Lima (1910-1976), tam-

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bién la ha reflejado en su escritura con pareja devoción y conotro matiz del barroco cubano. No sólo alienta La Habana en sunovela Paradiso y en crónicas y ensayos. Entre sus primeras com-posiciones, que no publicó en libro, se ha encontrado la que éltituló «Nacimiento de La Habana»,5 de 1932, que puede consi-derarse un airoso madrigal dedicado a la ciudad, en su habi-tual estilo abstracto:

¡Qué aire!Camino de las playas, el aireciego.¡Qué aire!¡Pues mira qué aire!Puñales, surtidores y tres llaves de oroen el aire.Pulseras, jacintos de torso acribillado,de torsos embistiendo las estatuasy de toros nadando por las fuentesy por el halago del aire.¡Pero mira qué aire!¡Míralo. Enciérralo.Discúlpalo!Que el aire pesa como platahacia arriba.Como brazos de nievehacia arriba.Oye la nieve. Chupa el aire.Avispa en una botella bajo el agua.El aire bajo el agua.Sobre el agua las estrellasy el aire.El aire ciego colocando su lenguaen el mármol.Los peces ciegos.Como peces y agujas en el aire.El aire ciego.¡Qué aire!¡Pero mira qué aire,

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con sus dedos y pecesy sus arpas dobladas!El aire mirándolo clavado,chillando en todos los ojos.Sin que nadie coloque,entre el campo y el aire,el aire intacto sin colores.Ahora sí que todos estamos comprometidoscon el aire.Mira qué aire y aire liso.Aire de pedernal.Aterido recuerdo en el aire sin frente.Olas de siesta acampaninexorables en el aire.Ya para siempre, silencio,pájaros amarillos bajo el agua,silencio, grises pájaros recuerdanel aire.

Al igual que en Eliseo Diego, en Lezama nos llega la ciudadcomo en espíritu, un espíritu fundido al del poeta, y decantadoen el crisol de la creación lírica.

«Bahía de La Habana»6 tituló Lezama otro poema de la mis-ma época que el anterior, y en él ya aparece más definido elsugerente estilo que caracteriza su poesía, donde la realidadse traduce en sensaciones que se transforman en sucesivas ycaudalosas imágenes. El poeta no describe el paisaje, sino queante él deja desbordar su fabulosa fantasía, para entregárnosloen la forma alegórica e inasible de su original y hermético siste-ma creador:

BAHÍA DE LA HABANA

I

Es el secreto poner dos dedos en la bola de cristal,sortijas que se derriten

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aplastadas por los automóviles o por la espumaque aquí pesa porque es el único granizo,las estatuas de humose enrollan como alfombras.La ordenación que aquí se pide clasificación impensada,hacen escuadras los delfines,las pamelas tropiezan en las puertas del cine,y los cisnes se han esclavizado voluntariamente para ofrecer

un simulacro de espera.Solimán piensa en la sombrilla japonesa abandonada

en una planicie,pero el chopo se abría en un sombrero o en jardín,y el sabio hacía un saludo con una gran mampara blanca.

II

La costumbre se para por sentir las profecías,el que juzga pierde, pero el que no duerme esperando nueve

meses, también pierdey si pasan las banderas parará su máquina o seguirá

cantándole a la lotería.Los peces de noche no dejarán pasar ningún navío,�agujas desojadoras con sus lunas�,y si llegaran a oprimir en las puertas cuando se acostumbran

las doncellasa rendir peces y no a saber las horas por los encogimientos

de las arenas.El trampolín no es eficaz ni vistoso,el anillo se presentará para unir los sexos o para enseñar

los dientes de su redondezy tendremos un circo ensangrentado o un día de lluvia.Los mercaderes saben que ha de llegar la princesa agraciada.Viva red crecida servirá de vitrina a los cuerpos,movible colección de sellosapartarán el reloj o el humo para sus juegos infieles.La ordenación será el roce social.Los automóviles han formado un anillo,

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pero el agua que cae dentro busca una playa de muslos,recoge con el oído la temperatura del agua.Los timbres han sido inútiles para encontrar el cuerpoy sus tesoros, pero una piscina azucarada ha reconstruido

los cuerpos,cenizas grabadas de espadas,y ya aburriéndose, perdidasflechas con dominios por encima del lago de los suspirossin perspectiva, y en torno �dolor.

El revés de la sombra no el cuerpo ante el agua,donde los siervos han creído ver un mar de petróleo,helado jardín persiguiendo una rosahasta la terraza donde los turistas no quieren pagar.Los pajes, los comunistas y los sultaneshan desfilado provocando la inclinación de las banderasy el mes de los pendones.El ruiseñor tiene su cuaresma,�los cornetines han izado una muralla sin mancharpara que el flautido sea la hazaña que logra entregar su costano se le ve porque vive frente a las ventanas,pero sus préstamos y cartografíassaben que las nueve musas son hijas de Nemósine y Júpiter.Los lunares de fósforomonstruos y cohetes,para dentro el estallido de las salutaciones galantes,son la vida paradojal en el derretido discurso de los cisnes.

Le habían caído todas las manos como el jamás especialde los ríos,

cuando la luna se fija para el duelo de los periodistas,como las abejas que recorren las estatuasy saben que tienen que ir a un biombo.Su juego de abstracción no será más que entregarlo todo

en una bandejay ya están corriendo todas sus manos como los ojos

de las cigüeñas.

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La sombra dejará de ser ceniza y se contentarácon la tristeza del esqueleto que mira a una nube,para ser humo le han sobrado todos los timbres de su espalda.Ya no hay más que empezar a contar para sentir la alegría

final,si empieza con un paseo acaba con una medicina,preclaro pecho de bocina y de miel,se acuesta su trabajo para el cielo,para establecer definitivamente el campamento del cisne.

Un sacerdote poeta, que integró el grupo de Orígenes, elpresbítero Ángel Gaztelu (1914), no fue insensible al influjopoético del puerto, con su «Romance de la bahía de La Haba-na», que publicó en 1937 en la revista Verbum �primera quedirigió José Lezama Lima:7

Las once en la noche. Cantanclaros canarios despiertos,agonías de geraniosen los amarillos tiestos.Son sirenitas del airecomponiendo en sus solfeosreciente ausencia de nardossobre oscuros limoneros.Címbalos finos de Chinaen los cimborios del cielosuena concreta la horacortada al filo del tiempo.Tersas gotas de campanasen alcándaras de vientovibran acendrados círculospor cúpulas del silencio.Cien rasgos estremecidoslanzan al agua luceros:cien culebrillas de azoguetrenzando el temblor del puerto.Centinela en mi ventana�en vértice el alma� velo

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el hondo sueño del agua,de faroles y veleros.Por surcos de cal y esperma�hervores y émbolos sueltos�sale el barco taladrandocon su sirenar el viento.Con sus roncas caracolasanchos tritones frenéticosrompen las flores de vidriode los nocturnos angélicos.Y mientras que descendíanraudos arcángeles trémulos,apagando los latidoscon palomitas de incienso,sentí, al filo de sus olas,abrirse de mi alma al centrodelgados cauces de platafluyendo el agua del sueño.

El puerto, la bahía... No es raro ni resulta excesivo que eltema se repita y se prolongue en este recuento de la diversapoesía de La Habana, porque es siempre un tema fascinante yporque en la capital no nos cansamos de repetir la visita a esa«parte más sensible y de mayor encanto» de la ciudad... Por esoexhumamos de su tumba de olvido esta «estampa habanera», yadesvaída entre las amarillentes páginas de la revista Ellas.8

EL PUERTO, O LA POESÍA DIVERSA

Abarcada amorosamente por el mar, con el constanterecado de música y espuma de sus olas lamiéndole la cos-ta y con la vigilancia de su horizonte en la distancia azul,La Habana es una ciudad cuyas calles corren hacia el lito-ral como al encuentro de lo maravilloso, como secos ríosque siguen el cauce señalado por la naturaleza, para de-tenerse de pronto en el límite donde la luz y el aire quedan

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flotando sobre el agua, para completar el signo de la in-mensidad. Pero no llegan esos estrechos ríos hasta dondecomienza el mar, sin arrastrar entre sus piedras el caudalhumano que gravita hasta donde ésta tiene su parte mássensible y su mayor porción de belleza y encanto.

Desde la residencia habanera del mar, la bahía sosega-da, con su siembra de muelles y de embarcaciones hasta elarenal de playas, siguiendo la blanca ruta del Malecón, sesiente la sangre de la vida urbana afluir como por su arteriamás vital, y a su más armonioso ritmo, de júbilo y de infinito.Grandes núcleos de la población citadina se desplazan in-variablemente, en horas de ocio o de meditación, de confi-dencia o de solaz, hacia ese costado sinuoso de la urbeinundada de reflejos, pródigo en oxígeno y poesía. Pero deuna poesía diversa como la viva y fluctuante del mar, o lamuerta e inmóvil de las piedras centenarias de La Cabaña.O es el barco que traspasa la angosta boca del Morro de-jando sabor de despedida y la nostalgia de otros horizontes,y esa poesía de lo desconocido que se toca con cada viajeque hacemos o vemos hacer... O es el barco que llega consu poesía de lo imprevisto y el gusto del regreso o del en-cuentro prometedor. O son los barcos que permanecen enla bahía como contándose, en silencio, sus aventuras de mary de misterio, de tempestad y de añoranza.

Pero quizás no sea esto último lo más sugestivo de nues-tro litoral, porque puede ser una pieza más de la poesíacomún a todos los puertos. Habría que ir a aquello otroque es propio sólo de la vida marinera de La Habana, a lavida intensa que se desarrolla en la intimidad de la bahía,plena de discreto pero profundo prodigio lírico. Cuando ala ciudad le nazca el poeta de su existencia cotidiana, serevelará entonces con más relieves la dimensión descono-cida de esas lanchas �tranvías y guaguas marinas, comolas bautizara una niña de imaginación� que con su estelade espumas, con el latido isócrono de sus motores, con sutravesía «de bolsillo», hacen el constante trasiego de viaje-ros �trabajadores, turistas domésticos, fanáticos religio-sos� entre el Muelle de Luz y Regla o entre el Muelle de

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Caballería y Casa Blanca... Las lanchas que a los pasean-tes domingueros con sus «fiñes» les ofrecen una especie de«viaje de circunvalación» de la bahía que propicia la con-templación no sólo del espectáculo impresionante de lacapital vista desde el mar, sino también ese otro espec-táculo siempre renovado del crepúsculo habanero; el sol,bañado de su propia púrpura, naufragando en el horizon-te, y tiñendo con los reflejos de su agonía las nubes y lasazoteas y las olas, como un diario poema de despedida ala ciudad.

Sin embargo, ese incesante tráfico de las lanchas quehieren la carne del mar de una a otra orilla de la bahía nilos barcos pesqueros que vacían sus vientres repletos so-bre el hambre de la ciudad, ni los yates de lujo que sebalancean insolentes junto a los humildes botes de los pes-cadores, tienen, para los que gustan de buscar la poesíade las cosas, la esencia lírica, a fuerza de su propia humil-dad, de los botes de remos �versión criolla de la góndolaveneciana� que prometen y reclaman desde el Muelle deCaballería, el paseo hasta la boca del Morro, o el salto agolpe de remo hasta Casa Blanca.

Son inconfundibles por sus colores, por sus arcos demadera con intención de techo, y con sus nombres carac-terísticos. Hasta que las lanchas motorizadas monopoliza-ron el pasaje de la bahía, ellos pudieron subsistir en esosmenesteres de transporte, pero ya hoy, si no pueden com-petir en rapidez ni en capacidad, sí compiten en sus con-diciones intransferibles de poder propiciar un ámbito parael instante confidencial. Por eso en las horas nocturnas sonmás solicitados.

Antes hay una alusión a la góndola y a Venecia. Unaliteratura erótica muy difundida ha hecho célebres los ca-nales de la bella ciudad italiana, como escenario ideal delos enamorados románticos, y aunque nuestra época ninuestro medio no son proclives al romanticismo, el canaldel puerto en ocasiones remeda a los de Venecia de cier-tas novelas amorosas, no por la canción del «gondoliero»

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�puesto que nuestros boteros no cantan� ni por el «puentede los suspiros» �que habrá suspiros pero no puente�,sino por la teoría de botes pintorescos que bogan hastallegar al Morro y regresan hasta el viejo muelle con parejasque se arrullan, con parejas que quieren alejarse unos mi-nutos de la tierra para imaginarse en breve y relativa sole-dad, para repetirse la promesa y alentar la esperanza, lailusión y el furioso anhelo, el bello sueño y la impacienciaen vigilia, sin más testigo que el mar... y el botero silenciosoy discreto que golpea el agua con lento afán, sin prisa perosin descanso, como para acompasar con la prisa incansa-ble del amor que se sucede en su minúsculo territorio flo-tante.

De noche, la bahía se puebla de luces que echa sobreella la iluminación eléctrica de la costa. Son caminos quese agregan a la blanca acera que forma el reflejo lunar.Alguna vez, cuando esa luna es de miel, riela en el aguamás radiante: quizás entonces la pareja ha de sentir máshondamente la poesía del instante y del lugar, sobre todosi ella jamás ha probado el sabor de la noche en el mar, niel breve espacio del bote en movimiento, desasida por pri-mera vez de la residencia terrenal, estrenando una dimen-sión física y emotiva imprevista. Mientras el anciano boterodesgranara alguna evocación ocasional, aparecería la pre-sencia íntima, pero perdurable, del «Nocturno diferente»:9

Hay una noche limpia; la del mar y la luna.Había un pueblo de luces en el agua tranquila,con calles solitarias por donde, sin quererlo,dejábamos vagar nuestra inquieta ternura.

Era una noche limpia, brillando entre las sombras.

Nos quedamos teñidos de luna y horizonteal ritmo de los remos y la voz del botero.

Tú estrenabas tu júbilo en la noche del agua,

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y a golpes de silencio yo apuraba tu júbilo.(«Irnos por este enorme camino innumerable,sin conciencia del tiempo, detrás de nuestras ansias!»)

Hasta las olas eran compañeras amablessiguiéndonos atentas con su dorada música.

Nos saludaba el aire de pura transparencia.

¡Y hubo un miedo muy grande de tu mano en el mary una inmensa alegría de amor en las estrellas!

Notas

1 Tiempo. La Habana, 10 de diciembre de 1940.2 Alejo Carpentier. Conferencias. La Habana, Editorial Letras Cubanas,

1987, p. 181.3 Ibid., p. 59.4 Alejo Carpentier. La ciudad de las columnas. Barcelona, Editorial Lumen,

1970. Reproducida en A.C., Ensayos, Editorial Letras Cubanas, 1984,p. 41, de donde tomamos las citas seleccionadas.

5 José Lezama Lima. Poesía completa. La Habana, Editorial Letras Cuba-nas, 1985, p. 662.

6 Ibid., p. 651.7 Verbum. La Habana, a. I, No. 2, jul.-ago. 1937, pp. 26-28.8 Ángel Augier. «El puerto, o la poesía diversa». Ellas. La Habana, diciem-

bre, 1946.9 Ángel Augier. «Nocturno diferente», en Canciones para tu historia. La

Habana, Imp. Úcar, García y Cía., 1941, p. 46.

XIIToda la ciudad

y toda la poesía

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L a ciudad donde hemos nacido o ha transcurrido en ma-yor proporción nuestra vida es parte tan íntima de ésta, que suscalles, sus barrios, sus casas que alguna vez fueron nuestras tan-to como suyas, no cesan de vivir en el recuerdo, sumergidos comomanantiales subterráneos que a veces fluyen a la superficie im-pulsados por la nostalgia. Así evoca Fina García-Marruz (1923)su casa en la habanera calle Neptuno, y el barrio, en cuatrosonetos,1 de los que transcribimos el primero y el último:

EN NEPTUNO

1

La casa de Neptuno aún me guarda,a mi difunta edad la ronda leveguarda mi abrigo, mi cuaderno guarday mi oscuro paraguas cuando llueve.

Dícele al tiempo que otro rato ardade la escalera en el descanso breve.Ya su paso jadeante no conmueve.¡Y el llamador allí! Cuánto se tarda.

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Ven conmigo a cruzar, desconocido,la calle nuestra. En la panaderíahablando todavía estoy contigo.

Verás el regresar dichoso y eloscuro de aquel tiempo: el tranvía,la acera, el rostro de Víctor Manuel.

4

¡Tranvías amarillos que al rumoroscuro de la lenta madrugadaiban pasando! ¡Campanilla magadel tráfico vacío en el albor!

¡Rural esquina en el urbano olorde los comercios, las panaderías!¡Dobles puertas de hierro descorridascon golpe seco, gallo anunciador!

¡Bombillos encendidos todavíaque otra luz va, despierta, disolviendo!¡Abierta llave, cucharillas frías

sonando y entreabriendo y despertando!¡Casa de los polacos que veíaal fondo del pasillo azul temblando!

Más imágenes de La Habana de su infancia brotan desdeotra casa, la del poeta José Z. Tallet. La autora, que antes haevocado el rostro del pintor Víctor Manuel García, parece tra-zar en rápidas pinceladas bosquejos fugaces de la ciudad. Sonfragmentos del poema «En casa de Tallet»:2

...tintineabanla campanilla del tranvía, subiendopor los comercios de Neptuno

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y aún años más atrás; las callescon charcos de charol y hojaldrede la merienda, los neblinososcristales de la máquina lluviosabocetando fachadas de oscuros desniveles,balcones bajos de copones curvos,mágicos entresuelos,casas que ostentan aún el añode su construcción; me devolvíanel cuarto antiguoel propio ser que abrigasu pobreza, como una paz dichosay quieta. Por la larga escalerareclinada en la sala, por sus blancusosescalones manchados de pintura,daban lechada a las paredes de mi casa.Tallet, mientras hablábamos.Y era otra vez la luz entradade las diez y las once, por los barriosdel centro de La Habana. (Esa horaes otra bien distinta en los repartos,otra luz, otro aroma).

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

...mis diez años soplabanlas cretonas de su ventanadando a un patio interior,dando a un cajón de aire, ese cuadradodesde donde se ve el piso de arribacon las ropas colgadasen el cordel: ventanales verdesentonaban fragmentos de canciones,azoteas rosadas navegandopor el cielo habanero papel china,papalotes y tardes engolfadasen las bahías del azul.Usted iba mostrándonos las fotografías,mientras veíamos entre los cascajos

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de la playa algo hirsuta, la bromade los portales, el muy seriodanzón en la azotea,La Habana que inventó Carlos Miguel3

(la otra es españolao norteamericana), la del leóndel Prado y la doradacúpula del Capitolio, la del murodel Malecón y de la CarreteraCentral (con sus pulgadasrobadas a los lados),La Habana del Mercurio revolandoentre los rosetones y volutasde los Centros Gallego y Asturiano,como fachadas de teatro,la del ala ligera, el cielo bajo,la del tiempo que empiezaen la redacción de los periódicosy acaba entre las mesasde café y mármol blanco.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

También Fina García-Marruz apresó en su verso otro sitio co-nocido de la capital, que hoy sólo es un recuerdo de la topo-grafía urbana:

EL MERCADO DE CRISTINA4

Aquellas mañanas de dril y plátanoel sol antiguo del Mercado de Cristinaque tintinea aún, como un tranvía, al oro.

Aquel modo de ser de los ancianosantes que amarillearan las fotografías,sus diez de la mañana, sus cubiertos.

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¡Oh solemnes, oh familiares, leves!Esta plaza soleada los retienetal como eran entonces: se han quedado

en otro tiempo en medio de esta hora,y nadie se da cuenta cuando pasapor tu espacio cansado, por tus nadas

que rompe el amarillo, que te quedascuando ellos se van, aún recordando,aún hablando, radioso, de la niebla.

Cleva Solís (1926-1998) también nos habla con gran sensi-bilidad del entorno citadino que forma parte del propio ser yestar. El plácido espacio de los parques se instala en su poesía:

LA PLAZA DE ARMAS5

(Fragmentos)

I

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

¿Has recogidola desolación de la tardeen sus azules desgarrados,en el rosa suave del viento frío?¡Ah! Entonces tú puedes entrarno al paseo,no al enunciado de ópalo,sino al trastorno rarode la Plaza,y llegar hasta allí,donde las garzas de los grisesabundan bajo la lluviay cruzan y picotean tu aniquilamiento!

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II

¡El delirio florece!¡La Casa del Segundo Cabo,

el Palacio de los Capitanes, el Templeteson los síndicos!

¿Pero hay un lugar para mí?¡Ah! El idilio que llega peregrino

y endecha el oído para desgranar su alcor!Puedo decidir que se derramenlas incertidumbres de las ánforas,en el incienso del verano,puedo asir los trajesde los personajes raros,la venia del más solícito,distinguir la deudade mi puesto, de mi lugar sacudido de ansia,estrechar la fila en el corazónpara que quepan todos,y no se quede ni un destellosin alumbrarme dentro,puedo tocar sin despertar siquierala mina más sombríamás resguardada, con temor de no podersofocar el incendio de tal llamarada,de tu umbral!

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

III

Ligero, fino, transparente paseo.Los paseantes vislumbranlas toldillas naranja,y sienten la gloriade la tranquila calma.Hacen sus confesiones: «Céspedes...»Aturde. Abate. Sedimenta. Cuba.

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¡Los niñosse tornan raudos, gráciles, sacuden los verbosfríos, ateridos del hombre,salen a jugar, danzar, reír, en prodigioso ir!

Alguien silba.El sol cae

entre un verdoso y un ocrelento,cauteloso.Una musiquillamordisquea,defiendeel marco encendidodel jamás.

Yo no deseo alcanzarotra hora más morada y sentenciosa.¡Dame aquella torre de delirios, aquel humo.

Espera.Esperar

es bello. Siéntate.Mira, vaga. Recogeaquella onda lejana y sola!

Así se nos ofrece la vieja y serena Plaza de Armas, en el esce-nario colonial que preside el antiguo Palacio de los CapitanesGenerales �hoy Museo de la Ciudad�, señoreada por la es-tatua de Carlos Manuel de Céspedes, primer presidente deCuba Libre en Armas. Otro amplio parque habanero, vecino dela Plaza de Armas, el de Luz y Caballero, que ella denomina«de las estatuas» por las muchas allí erigidas, ha inspirado aCleva Solís:

PARQUE DE LAS ESTATUAS6

(Anfiteatro Nacional)

¡Un torbellino de polvo levantael asilo venturoso, con hojas

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volcadas de primorosa danza,con sacudimiento de saludos hondos!

¡Oh, tú de estatuasguardas el hechizode dos poetasque cantaronsus éxtasis,coronandosus sienesde anémonasy estefanotes!

¡Oh, no me des los arcosde los violines marciales,los heraldos de los cobres y amarillostrepando la zarza inmemorial!

¡Dame la noche fantásticacon tus árbolescomo pájaros alucinadosposados en la nieblaventurosa.Y las deidades latinasamparadas en un hondo velode silencio y de muerte!¡Las sibilas que un díasalieron de la piedra,que se quedaron suspendidasen un arpegio auroral,sonríen y dibujancartas marinas, campánulas y asfodelos,bajo el viento rosado de la noche,mientras un verdoso tinte de la luna,cae, todavía indeciso de la frentede la mirada del verbo que reclama!

Otra impresión poética de la Plaza de Armas es la de MarioMartínez Sobrino (1931). La composición la tomamos de su li-bro Cuatro leguas a La Habana, título del primer poema de lacolección, donde un personaje enloquecido narra un delirante

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y satírico recorrido desde el barrio de Lawton hasta otros céntri-cos de la ciudad, y del que sólo queremos dar simple referen-cia en esta selección. «Plaza de Armas» aparece en otra seccióndel libro; en este texto, como en el anterior del mismo título deCleva Solís, el autor no describe el paisaje, sino que sintonizasu sensibilidad con él, con sus elementos estéticos e históricos,y deja fluir sus emociones, impresiones, recuerdos, en un versosignado por el hermetismo propio de los misterios de la poesía:

PLAZA DE ARMAS7

En esta piedra o en esa otramenos gastadade esta calle gris de nuestra ciudad haciéndosedesde el mary algunas encendidas estelasque no puede todavía acoger el silencioquiero saltar una parte de oscuridaden la armazón de polvo y sustodonde hay ahora amorque mueve el tiempo.

Quiero dejar mi huella a que me evoquen.

Y vengo en el de la mano cuadradaque imaginó sustituir un viaje por una casa muy grande,el destierro.El destierro por una fundación.

Está poniendo esta piedra.Me golpea.Fue él quien empezó los ruidos de esta calle.

Vengocon ese hombre húmedo, de pie negroque me frota, que toca esa puerta

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y llevaba una cesta de panes al resisterio del Soly un avisoque olvidamospor el que debió morir al caer la noche.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Traigo para la oscuridad el olor de esa sangre secadaque detiene a los amantes, que los vuelvea esta armazón por donde ando.Andan sobre el rastro de los que iban a las falsas celebracionesy por el rastro del júbilo de los que fueronmás veloces los días de verdaden Enero, juntosjuntos mis pasos, también mis pasosen la primera fiesta a esta piedraen que echo mis polvos de sus huellas tristesa brillar en aquella menos gastada a su última fundación.

Por aquella mano, por el pie descalzo, con mi amor de árboles¡hagan una estela que no se confunda!

La ciudad como ámbito espiritual y material innominado, comopeculiar espacio que determina un modo de vida y de conduc-ta humana, está en el centro de la poesía de Francisco de Oraá(1929). Su libro Ciudad ciudad (Premio Julián del Casal de laUNEAC, 1978), caracteriza esa concepción tutelar o circuns-tancial de ese entorno en un sentido generalizado. Pero, endefinitiva, es su ciudad, La Habana, la que se siente latir en susversos. De otro de sus libros seleccionamos el poema del queson estos fragmentos:

CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD8

Hemos nacido, nos levantamos de la nochetiempo adelante, muerte atrás, y nuestros ojoshan de nuevo nacidoy todas las cosas con ellos;

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con alba ungimos ya los ojos de los seres,con frescos nombres ungimos sutiempo resplandeciente.

Pero no nos quedamos a nombrar sólo;pensamos la ciudad:la pared sea como mirada femenina,las alcántaras como la raíz de la rosa,el hormigón entienda a la alegría,la dócil soga trate con la red,la podredumbre ya como puerta del año,la memoria de un paso al alba;

pensamos la ciudad, su joven vuelo:los pies del sueño crecen con andamios,el terco encabillado es la osaturadel vuelo, los encofrados, el hombro de la alegría,los arquitrabes el desnudo pensamiento de la ciudad;tocamos ya las vestiduras aéreas de la ciudad,sus pies, los monumentos a su edad, luces de piedra

para sus cabellos;

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entra en el tiempo la ciudad,la ciudad se levanta,se olvida el mar ya levantado, y danza ciegasobre la eternidad, sobre la noche perosobre la tierra; mirada ígnea en el tiempo,joven babel por cuántos ojosde salidas al fuego,y por su inagotable riñón el agua piensay por ciego cordón nutre la noche sus pies,pero sobre la tierra;como agua o sueño se transforma, y por sus ojostoca el sueño las manos del sueño, la cabezadel tiempo, sus ojos el tiempo;y desde la cabeza de la ciudad, el aguaa ungir las alas de la alegría, el tiempo

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de la sed; su crecientecinturón es la noche:debajo el cielo, más bella aun que el cielo la ciudad!Y sobre la ciudad el transparente vuelo de las palomas.

No es éste el sucio espacio de la muerte,cochino tiempo de los muertos,sueño tullido del espejo enfermoni la gravitación del anciano hacia atrásni el tiempo de cemento del tullido;

allí de piela risa del hombre,el día del hombre, la brisa del hombre,el domingo de piedra del hombre!Ciudad del hombre! Sueño detodas las manos, hijo detodas las manos, gozo detodas las manos, para todos!Sueño de todos los ojosen espejo común.

Y casa dela vida, que comienza con oficios,que toma nombre con oficios,nombres con la sustancia del sueñoa peso; el carpintero (parentesco: la vida)que da al espacio su postura: el albañilque da detenimiento frío al sueño(parentesco: el poeta)y el mecánico que guarda un secreto rítmicoy el que saluda desde la velocidad, traslada el sueño,y el descubridor después de las imágenes,y el maestro, el pariente del tiempo; el campesinoque participa misterios con el vientre de la viday oye agrandarse el sueño de la semilla, las hojas

negras del tiempo,que con honor habremos de llamar;el partero, el alimentador, el amistadocon el nutriente silencio, quien de la mano trae

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la fresca sustancia antigua a nuestra boca;y el pescador padre de aguasextrayendo del fondo nocturnola plateada cuerda de la vida;y el juez de sitios y costumbres, distribuidor de

las satisfacciones,y el panadero hermano de corderos,y el que ata formas para recibir la luz,y el que maneja el fuego de frente, y el mineroque se oscurece para sacar el día,y el soldado que cuida las formas a la patria,y el que inventa los nuevos oficios de la vida,y aquel que con extraño oficioy paso desconocido a nuestro oído,con voz oculta en nuestras calles,maneja noche, alza espacios a que la vida quepa,hace volar nuestros ojos.

Saludosa los que han puesto la belleza, nombrado espejosa la sed de los ojos, a la alegría del hombre!Nombres interminables como el sueño

�A ellos salud!

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Es la exaltación de la plenitud y la integración del hombre a laciudad, a una ciudad donde se lucha por crear una sociedadcon modos de vida acordes con la justicia y la dignidad humana.

Los nombres de las calles asumen la categoría de metáforas.Con el de algunas de ellas, Francisco de Oraá juega a encon-trarle sugerentes imágenes, identificándolas con su experien-cia citadina o con su sueño de poeta:

LOS NOMBRES DE LAS CALLES9

Ciudad de ojos mohosos,con piedras mira el tiempo aún,

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agarrarse al instante, afincarse contra la muerte.Y cuántas desventurasy cuántos ojos apagadoschorrean de los nombres!

Calle del Empedrado �así de vidas el tiempo.Neptuno, ciego, que no ve el mar.Calle de los Oficios (el hombre es sus oficios).Obrapía (¿qué obró el amor en tiempos de odio?Y calle de las Ánimas �¿tus ánimas?�.Amargura: basta tu ronco nombre.Egido sin palomas, la blancura entre todos.Y calle de la Espada, tácita herida.No está la calle del espejo.Del Hospital: miseria bajo flores.Infanta (qué remota inocencia de tus aguas salobres).Y de la Reina (tú, luna en el mar).Calle del Monte a qué te empinas.Y Rayos esperando bajo tu femenino corazón.Del Indio (muerto ya, ciega nube).Y del Marqués y del Marqués de infamias.De la Muralla donde terminas en el tiempo.Y de los Mercaderes de idiomas ácidos.Y de los Ángeles (ya no hay la lucha con el ángel).Calle de tus oscuros animalesy calle con claridad haces tu viday calles aturdidas de amory calles sordas y otras ciegaso de no decir nada.Y calle boca de tus frutasy calle cesta de atravesables fuegoso calle red de abstracción en tus aguasy calles nombre de tu oliente dulzuray la calle que nombra mi soledadpero que callan un albañil y un carpinteroy no terminan en la muerte.

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No podía faltar en la poesía de la ciudad la íntima vincula-ción con el sentimiento amoroso de las calles y sus topónimos ytambién de los medios de transporte y comunicación. Salvar ladistancia que nos separa del ser amado suele ser tarea difícil,de placer y ansiedad al mismo tiempo. El poeta residía en labarriada viboreña de Santos Suárez, y para llegar al hogar dela novia debía hacer largo recorrido hasta la calle Galiano. Afor-tunadamente, la Ruta 14 de los Ómnibus Aliados propiciaba elviaje directo hasta la dicha: Calzada de Jesús del Monte, aveni-da de Infanta, calles Benjumeda, Belascoaín y Zanja hasta des-embocar en la de Galiano. Era recorrido rutinario de miles depersonas que no dejaron huella alguna de esa aventura coti-diana, privilegio sólo reservado al milagro del amor y la poesía,atributos unidos en una pareja excepcional �Cintio y Fina�amada y admirada por nuestro pueblo. Bello poema el de CintioVitier (1921), incluido en su libro Testimonios (1968):

EL ACORDEONCITO

(Ruta 14)

Esta guagua viejita,comodona y llena de remiendos,airosa todavíaen su madura lentitud indiferente,es la misma que entonceshace tantos años, amor, me conducíacon sus flamantes luces amarillashaciéndome un hogar para los sueños,a través de mi barriode nocturnas calles como patios,por la Calzada grande, áspera y guajiradonde empezaban ya las aventurasde la adolescencia, y por Infantavacía y funeral, hasta la curvasiempre un poco sobrecogedorade la extraña Benjumeda, resurgiendoa los faroles blancos de Belascoaín

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más rápidos cada vez hasta caerpor la vaga y siniestra Zanja de los chinos,y desembocar, al fin, sanos y salvos,en la sencilla feria voluptuosa de Galiano,preludio ameno, siempre repasado a pie,de la secreta dicha,

emocionante oro de la Habana aquelladonde tú me esperabas,línea destinadade mi corazón al tuyo!

Este acordeoncito tierno,cargado de rocío,en que ahora vamos juntos al trabajo, amor,tiene ruedas y timón de poesía.

Ya bien entrado este libro en los últimos detalles de su procesoeditorial, comenzó a circular con su resplandor de amable azul,un bello libro de poesía de Fina García-Marruz, de quien ya he-mos incluido momentos antes líricos reflejos de su entrañablehabaneridad. El título es, precisamente, Habana del Centro (Edi-ciones Unión, 1997); pertenece al primer libro o ciclo de los diezque contiene el volumen. Son dispersas remembranzas de la in-fancia y de la adolescencia, de ellas emergen emocionadas imá-genes de las calles y, en general, del entorno citadino vinculadoa instantes inolvidables o que tocan ocasionalmente una teclasentimental del pasado. En este reservorio de la poesía de LaHabana no podíamos prescindir de algunas muestras de esasemotivas evocaciones, donde la ciudad se hace sentir en la másalta y adorable intensidad poética.

HABANA DEL CENTRO

Manrique y Lealtad de mis niñeces,Concordia, Malecón, Perseverancia,

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bocacalle marina, junto a la drogueríaDanhauser, con nombre de ópera.Pequeños comercios de la calle transversa.Campanillas del tranvía, entre la madrugada.Ruido de la puerta de hierro de la carnicería.Descascarados rosa y verde pálidode la alta pared. Sombra amiga del librosobre el asiento de pajilla.Almidón de los trajes colgadosen la lavandería de los chinos(y el medio de galleticas de plátano).Fuerte olor de algas podridas, costas.Olas blancas batiendo el oscuro arrecife.Y entre los azulejos verdiblancos,el pescado en la gran pesa romana.Cine Neptuno de los pastelillos.Larga calle de Águila. Se «realizan» telas.Tablas de «se alquila» en el balcón.(Pasa el camión de la mudanza.)

Es como si la cámara cinematográfica fuera captando las imáge-nes sucesivas, pero con la ventaja de que además de la rápida vi-sión, alcanzamos a divisar �a sentir� otras dimensiones que ningunacámara �y sí la poesía� puede apresar �expresar. En la «poesía»,la autora recuerda las puestas de sol habaneras que contemplabaen su niñez, desde la azotea, cuando «derrochaba cataratas ígneas»,o «sus derrumbes y erguimientos del naranja, / para abismarnos enmorados hondos, / como una mina que hubiera devorado un pala-cio», espectáculo espléndido de cada crepúsculo de que La Haba-na no ha cesado de ser pródiga. En fin, el delicado poema de laGiraldilla, preciosa joya de poesía, como la diminuta y emblemáticaque vigila siglos desde una torre del Castillo de la Fuerza:

LA NOBLE HABANA

¿Por qué, Señora,el aire, el desafío,

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pierna y botín robustosy pecho de paloma?¿Por qué, conquistadora,sobre los raros farallonesde desiguales ánguloste empinas, desdeñandoabajo el foso oscuro de las aguas?

Castillo de la Fuerza,Giraldilla,tu donaire y victoria.

¿Será por eso el aciertode la profunda gracia del tamaño,torneado y breve, combadocomo jarra, hospedera?¿Qué sabes tú, Señora,de la Gran Llave,apoyada en tu propia aperturaa los golfos abiertos?¿Será lo abierto tu secreto,noble Habana, Señora,tu breve corpulencia,tan graciosa,tendrá por eso ese perfil de ave�el pie bien afincado�y ese ligero airefanfarrón?

Notas

1 Fina García-Marruz. Visitaciones. La Habana, Ediciones Unión, 1970,p. 105.

2 Ibid., p. 115.3 Alusión al Secretario de Obras Públicas del régimen de Machado (1925-

1933), Carlos Miguel de Céspedes, y su gigantesco plan de obras públi-cas que lo enriqueció fraudulentamente.

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4 Fina García-Marruz. Ob. cit., p. 109.5 Cleva Solís. Los sabios días. La Habana, Ediciones Unión, 1984, p. 77.6 Ibid., p. 81.7 Mario Martínez Sobrino. Cuatro leguas a La Habana. La Habana, Edi-

ciones Unión, 1978, p. 93.8 Francisco de Oraá. Con figura de gente y en uso de razón. La Habana,

Ediciones Unión, 1969, p. 147.9 Ibid., p. 133.