vigilia nocturna · 60 • siglo nuevo angélica lópez // twitter: @lopgan nuestro mundo vigilia...

1
60 SIGLO NUEVO Angélica López / / / / Twitter: @lopgan NUESTRO MUNDO Vigilia nocturna T odas las madrugadas, cerca de la una de la mañana, pasa un tren carguero que se oye hasta mi casa. Si logro oírlo es señal de que tengo insomnio. A pesar de que no puedo dormir, lo disfruto porque me remonta a mi infancia. De niña me gustaba ese sonido. Escucho la noche que se vuelve un estertor inacabable, pero que de pronto se mancha por un ladrido de perro, por el ulular de una ambulancia o por un balazo que, por fortuna, ya casi no oigo. También escucho a un loco que pasa en mo- tocicleta a toda velocidad. El ruido de ese hombre (por- que estoy cien por ciento segura que es hombre) entra en mis oídos a las dos o tres de la madrugada. Yo pienso, “tal vez ese motociclista tenga gatos en su casa”. Lo digo por- que hay estudios científicos que asocian los accidentes de motocicleta con un alto porcentaje de toxoplasmosis. Es decir, con frecuencia la autopsia del accidentado revela que padecía toxoplasmosis cerebral. La toxoplasmosis es una parasitosis que trasmiten los gatos. Bueno, ojalá no tenga felino y si lo tiene, que se desparasiten los dos. Pienso que el insomnio se debe de aprovechar: para hacer planes nuevos, para imaginarse historias, para re- solver problemas. El caso es que a mí no me sirve para nada, sólo para que en las mañanas yo sea una zombi, una muerta viva (más muerta que viva), con dolor de espal- da y con mal humor. “¡Qué Dios guarde la hora!”, como decía mi abuela. ¡Deseo dormir! Pero no quiero ir con el ginecólogo porque me va a prescribir una hormona maravillosa con la que volveré a los veinte, pero que hará que me duelan la cabeza y las venas de las piernas. No quiero ir con el psi- quiatra o al neurólogo porque me recetará benzodiacepi- nas y voy a estar muy calmadita, pero aún más atarantada. Mejor voy al supermercado. Me compré diez cajas de tés, unos decían relajantes, otros de siete azares y hasta de nueve azares, de valeria- na y uno que se llama Serena-T. Mis ojos se cierran pero siguen viendo imágenes. Ninguno de mis sentidos se clau- sura. No sé si no duermo porque tengo roto el corazón, los meniscos o el pensamiento. En mi pecho el caos y en mis ojos la desesperación. ¿Cuántos días se necesitan para volverse loco por no dormir? Once días. Yo tengo dos no- ches sin dormir. ¿Qué busco? ¿Quién soy? ¿A dónde voy? Muy mala hora para ponerse existencialista; a las tres de la mañana es lo peor que me podría pasar. Seguro me iré al infierno y mi castigo será el del dragón de la Cólquida, el que nunca dormía. Como a él que me hipnoticen para po- der dormir. ¡Hipnotícenme! O leo el poema de Jorge Luis Borges que se titula “El sueño”: Si el sueño fuera (como dicen) una / tregua, un puro reposo de la mente, / ¿por qué, si te despiertan bruscamente, / sientes que te han robado una fortuna? / ¿Por qué es tan triste madrugar? La hora / nos despoja de un don inconcebible, / tan íntimo que sólo es traducible / en un sopor que la vigilia dora / de sueños, que bien pueden ser reflejos / truncos de los tesoros de la sombra, / de un orbe intemporal que no se nombra / y que el día deforma en sus espejos. / ¿Quién serás esta noche en el oscuro / sueño, del otro lado de su muro? Pero si Borges tiene un poema para el sueño también lo tiene para el insomnio; es largo y no cabe en esta pági- na y es aun más profundo que el primero: Mi cuerpo ha fatigado los niveles, las temperaturas, las luces: / en va- gones de largo ferrocarril ,/ en un banquete de hombres que se aborrecen, / en el filo mellado de los suburbios, / en una quinta calurosa de estatuas húmedas, / en la noche repleta donde abundan el caballo y el hombre. / El universo de esta noche tiene la vastedad / del olvido y la precisión de la fiebre. / En vano quiero distraerme del cuerpo… Necesito una tregua; necesito la vastedad del olvido. Tal vez cuando se publique este artículo ya habré podi- do dormir y me habré distraído, por unas horas, de mi cuerpo. No sé si no duermo porque tengo roto el corazón, los meniscos o el pensamiento. En mi pecho el caos y en mis ojos la desesperación. ¿Cuántos días se necesitan para volverse loco por no dormir?

Upload: others

Post on 16-Feb-2020

9 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Vigilia nocturna · 60 • SIGLO NUEVO Angélica López // Twitter: @lopgan NUESTRO MUNDO Vigilia nocturna Todas las madrugadas, cerca de la una de la mañana, pasa un tren carguero

60 • S I G L O N U E V O

Angélica López ///// / / Twitter: @lopgan

NUESTRO MUNDO

Vigilia nocturna

Todas las madrugadas, cerca de la una de la mañana, pasa un tren carguero que se oye hasta mi casa. Si

logro oírlo es señal de que tengo insomnio. A pesar de que no puedo dormir, lo disfruto porque me remonta a mi infancia. De niña me gustaba ese sonido. Escucho la noche que se vuelve un estertor inacabable, pero que de pronto se mancha por un ladrido de perro, por el ulular de una ambulancia o por un balazo que, por fortuna, ya casi no oigo. También escucho a un loco que pasa en mo-tocicleta a toda velocidad. El ruido de ese hombre (por-que estoy cien por ciento segura que es hombre) entra en mis oídos a las dos o tres de la madrugada. Yo pienso, “tal vez ese motociclista tenga gatos en su casa”. Lo digo por-que hay estudios científi cos que asocian los accidentes de motocicleta con un alto porcentaje de toxoplasmosis. Es decir, con frecuencia la autopsia del accidentado revela que padecía toxoplasmosis cerebral. La toxoplasmosis es una parasitosis que trasmiten los gatos. Bueno, ojalá no tenga felino y si lo tiene, que se desparasiten los dos.

Pienso que el insomnio se debe de aprovechar: para hacer planes nuevos, para imaginarse historias, para re-solver problemas. El caso es que a mí no me sirve para nada, sólo para que en las mañanas yo sea una zombi, una muerta viva (más muerta que viva), con dolor de espal-da y con mal humor. “¡Qué Dios guarde la hora!”, como decía mi abuela.

¡Deseo dormir! Pero no quiero ir con el ginecólogo porque me va a prescribir una hormona maravillosa con la que volveré a los veinte, pero que hará que me duelan la cabeza y las venas de las piernas. No quiero ir con el psi-quiatra o al neurólogo porque me recetará benzodiacepi-nas y voy a estar muy calmadita, pero aún más atarantada. Mejor voy al supermercado.

Me compré diez cajas de tés, unos decían relajantes, otros de siete azares y hasta de nueve azares, de valeria-na y uno que se llama Serena-T. Mis ojos se cierran pero

siguen viendo imágenes. Ninguno de mis sentidos se clau-sura. No sé si no duermo porque tengo roto el corazón, los meniscos o el pensamiento. En mi pecho el caos y en mis ojos la desesperación. ¿Cuántos días se necesitan para volverse loco por no dormir? Once días. Yo tengo dos no-ches sin dormir. ¿Qué busco? ¿Quién soy? ¿A dónde voy? Muy mala hora para ponerse existencialista; a las tres de la mañana es lo peor que me podría pasar. Seguro me iré al infi erno y mi castigo será el del dragón de la Cólquida, el que nunca dormía. Como a él que me hipnoticen para po-der dormir. ¡Hipnotícenme! O leo el poema de Jorge Luis Borges que se titula “El sueño”: Si el sueño fuera (como dicen) una / tregua, un puro reposo de la mente, / ¿por qué, si te despiertan bruscamente, / sientes que te han robado una fortuna? / ¿Por qué es tan triste madrugar? La hora / nos despoja de un don inconcebible, / tan íntimo que sólo es traducible / en un sopor que la vigilia dora / de sueños, que bien pueden ser refl ejos / truncos de los tesoros de la sombra, / de un orbe intemporal que no se nombra / y que el día deforma en sus espejos. / ¿Quién serás esta noche en el oscuro / sueño, del otro lado de su muro?

Pero si Borges tiene un poema para el sueño también lo tiene para el insomnio; es largo y no cabe en esta pági-na y es aun más profundo que el primero: Mi cuerpo ha fatigado los niveles, las temperaturas, las luces: / en va-gones de largo ferrocarril ,/ en un banquete de hombres que se aborrecen, / en el fi lo mellado de los suburbios, / en una quinta calurosa de estatuas húmedas, / en la noche repleta donde abundan el caballo y el hombre. / El universo de esta noche tiene la vastedad / del olvido y la precisión de la fi ebre. / En vano quiero distraerme del cuerpo…

Necesito una tregua; necesito la vastedad del olvido. Tal vez cuando se publique este artículo ya habré podi-do dormir y me habré distraído, por unas horas, de mi cuerpo.

No sé si no duermo porque tengo roto el corazón,los meniscos o el pensamiento. En mi pecho el caosy en mis ojos la desesperación. ¿Cuántos días se necesitan para volverse loco por no dormir?