Yugoslavia. Belgrado. Mariscal Josip Tito, reflexivo, durante un congreso del partido comunista. 1974.

Asunto: Distensión exterior y polarización interna, 1963-1972. El sistema soviético: estancamiento y expansión exterior. Europa del Este en la época del revisionismo. La Primavera de Praga.

Madrid, 12 de diciembre de 2013.

A quien corresponda:

El sistema soviético tras los sucesos de Hungría en 1956 sufrió varios sobresaltos: la derrota en Cuba en 1962, y de la Guerra de los Seis Días en 1967 en Medio Oriente 1. Estos acontecimientos afectaron necesariamente al glacis y su sistema defensivo en Europa Oriental. Pero la propia evolución de este mundo, el problema de la fragmentación del comunismo, sobre todo en Europa del Este, allí donde hacía tiempo se había experimentado cierto policentrismo, se acentuaría, en parte, debido a la tolerancia propia de la URSS.

Yugoslavia, uno de los principales países no alineados, único representante comunista de peso que se convirtió en un factor de primera importancia en política internacional y a cuyo frente estaba Tito, no tuvo impedimentos a la hora de visitar los Estados Unidos en 1963 y a la vez mantener una estructura política interna flexible pero sin dejar de ser una dictadura de partido único. La revuelta de Hungría supuso la ruptura de Tito con uno de sus iniciales colaboradores, Milovan Djilas, que se había lanzado a una crítica áspera contra la “nueva clase” privilegiada de los regímenes comunistas, lo que se denominaría la “nomenklatura”. En la práctica, supuso la expulsión de la tercera personalidad del régimen, el serbio Rankovic, por haber espiado a otros dirigentes, incluso a Tito, lo que demostraba el sistema policial instaurado.

En los setenta se agravaron los problemas. La autogestión no dio los frutos esperados, pues los directivos eran más políticos que tecnócratas. La reforma económica de 1965, o “segunda revolución yugoslava”, abrió la economía hacia el exterior, flexibilizó la planificación, liberalizó los precios y dio

1 Fuente principal: Javier Tusell. Manual de Historia Universal. 9. El mundo actual. Historia 16, 2001.

Región de Pec (sur de Serbia, en una región donde viven 2 millones de albaneses, e incluye también Kossovo-Metechia). Una familia musulmana albanesa. La familia y los huéspedes todos se sientan en el suelo alrededor de una mesa baja de madera. La madre preside, repartiendo rebanadas de pan casero y los pedazos de carne. Cada persona tiene una cuchara y aparta del plato común (arroz y carne de cordero). La familia tiene 9 hijos. El padre trabaja en una fábrica de zapatos local.

Yugoslavia. Serbia. Sopocani. 1965. Monasterio ortodoxo. Peregrinación.

Bucarest. 09 de mayo 1975. Celebración de la victoria sobre los nazis. Discurso de Nicolae Ceausescu, presidente de la República.

mayor autonomía a las empresas pero, también, introdujo la inflación, el paro y la emigración. En 1971, el número de parados ascendía a 300.000 y a 700.000 el de emigrados, pudo decirse que, uno de cada seis yugoslavos estaba en el extranjero, principalmente, en Alemania. Mientras tanto, avanzaba la industria del turismo y la mentalidad yugoslava.

Cara al futuro, el problema mayor fue el relativo a la organización territorial del Estado. Mientras algunos dirigentes proponían un yugoslavización centralizadora, en Croacia y Eslovenia nacía el deseo de autogestión económica. Desde el punto de vista cultural, la situación se complicaba, como muestra el diario comunista Borba, que alternaba en sus páginas el alfabeto cirílico y el latino. Además, desde 1970, se planteó la posibilidad de elaboración de una nueva Constitución en la que los poderes federales quedarían reducidos al máximo, limitándose al campo militar. En general, los dirigentes más liberales eran los más federales y procedían de las zonas más desarrolladas, pero el Ejército lo controlaban los serbios. Por el momento, Tito pudo evitar que las manifestaciones estudiantiles de finales de los sesenta tuvieran el resultado que se produjo en Checoslovaquia.

En Albania se recibió mal el policentrismo y el deseo

soviético de llegar a un acuerdo con Yugoslavia, el enemigo más cercano. A fines de 1961 se aprovechó el deterioro de relaciones entre la URSS y China para apoyarse en esta última, abandonando a aquella. China aportaría armas y expertos convirtiéndose Albania en 1967 en el primer Estado beligerantemente ateo del mundo. También en Rumanía, las relaciones fueron a peor. Georghiu Dej era un estalinista en política interior pero también un titista en la exterior. Los rumanos trataron de evitar cualquier contagio político proveniente de Hungría incluso cualquier autonomía magiar en Transilvania. Pero la retirada de tropas soviéticas en 1958 propicio cierta independencia política cara al exterior. Así, se negaron a la ruptura con Albania o a la especialización

Bulgaria. Sofia. "Bar Variété". 1966.

Rusia y Hungría, en blanco, los jugadores luchan por el balón durante la Copa del Mundo de fútbol, partido final en Roker Park, Sunderland, el 23 de julio de 1966. Rusia derrotó a Hungría por 2-1 y se enfrentaría con Alemania Occidental en la semi-final.

económica impuesta por Moscú. En 1964, Rumanía desaprobaba el hegemonismo soviético, incluso la flexibilización propiciada por Kruschev. Rumanía era el segundo país de Europa del Este en extensión y esto le proporcionaba cierto peso y autonomía. Cuando Georghiu Dej murió en 1965 su sucesor, Ceaucescu, mantuvo idéntica política en las relaciones internacionales. Tras la Guerra de los Seis Días, Rumanía fue el único país que no tuvo problemas en mantener las relaciones con Israel. Además, las estableció con Alemania y redujo la enseñanza del ruso. Sin embargo, en política interior no hubo cambios, si acaso, aumentó la centralización mientras las minorías como la magiar vieron pisoteados sus derechos. El Estado rumano mantuvo el régimen estaliniano casi en estado puro.

En Bulgaria, tras la desestalinización, se produjo un cambio en el liderazgo que tuvo como consecuencia una dirección doble y compartida (Zhivkov y Yugov) durante algún tiempo. El primero triunfó y mantuvo un régimen dictatorial blando muy vinculado con la Unión Soviética. Las reformas se

detuvieron en cuanto surgió el problema checo y, de cualquier modo, se aceptó la división de trabajo promovida desde Moscú. La financiación rusa jugó un papel muy importante en la promoción del desarrollo económico. En Alemania del Este la dependencia de la URSS fue también muy estrecha pero hubo más flexibilidad en el terreno económico, con reformas flexibilizadoras como las auspiciadas por Liberman. La represión cultural e intelectual se mantuvo y, en el verano de 1961, cuando se cerró la frontera entre las dos Alemanias, casi tres millones de personas habían huido ya de la Oriental a la Occidental.

En Hungría se produjeron después de 1956 los cambios más decisivos de cualquier otro Estado de Europa del Este. Kádar disolvió todos los organismos anteriores a la revolución o precursores de ella que hubieran podido causar problemas de disidencia política, pero al mismo tiempo, evitó apoyarse en estalinistas, como Rakosi. En 1962, el 75 % de la tierra había vuelto a ser colectivizada pero se toleraron las cooperativas y la tierra de propiedad individual. La presión fue fiscal, no física. La actitud policial ya había aflojado y el régimen era más autoritario que totalitario. En 1961, Kádar decía, quien “no estaba contra nosotros está con nosotros”. El propio Partido Comunista introdujo los debates y el voto secreto en sus reuniones. En enero de 1968, el ministro Nyers introdujo el “Nuevo Mecanismo Económico” que implicaba tolerancia con la empresa privada, descentralización y una nueva estructura de precios. La exportación húngara era una de

El dramaturgo checo Vaclav Havel, novelista Jan Benes y el abogado de Benes, Jaroslav Tous (de izquierda a derecha) en la Plaza de Wenceslao, en Praga, el 23 de marzo 1968. Havel, un dramaturgo disidente encarcelado por los comunistas, se convirtió en Checoslovaquia en un símbolo de la paz y la libertad después de la caída del comunismo en Checoslovaquia tras la "Revolución de Terciopelo" sin derramamiento de sangre.

las más prosperas de Europa del Este: la renta nacional se quintuplicó en el curso de un tercio de siglo y el consumo se triplicó en comparación con las cifras de la preguerra, aunque se fuese deteniendo su crecimiento a fines de los setenta. Hungría solamente era superada económicamente por Alemania del Este y Checoslovaquia en la Europa Oriental. Aunque degradado a mediados de los años setenta, el “Nuevo Mecanismo Económico” fue renovado al final de la década. Basado en una economía mixta en la que la porción privada era la más dinámica, el régimen de Kádar tuvo el dirigente comunista más estable en pie de igualdad con los de Corea, Bulgaria y Albania.

En 1968, por tanto, era posible pensar que Hungría había perdido la guerra de 1956

pero había ganado la paz. En el caso de Polonia sucedió exactamente al revés. Gomulka siguió siendo ante todo un autoritario, incapaz de mejorar las perspectivas económicas de su país y de satisfacer mínimamente los intereses nacionalistas. Lanzó, además, una fuerte persecución antisemita de contenido populista. Recibió apoyo soviético, pues las miras de estos estaban más fijas en Praga, pero para 1970 la combinación entre la protesta intelectual y la obrera acabó con él.

Mientras las esperanzas de los reformistas polacos disminuyeron, la de los checos aumentó. Sin embargo, en principio, Novotny propició el culto a su personalidad y tan solo tras la segunda oleada de desestalinización en la URSS las cosas empezaron a cambiar. Eslovaquia se quejaba de estar anquilosada en el pasado y eso repercutía en su crecimiento económico que en 1963 era nulo, creando, a su vez, expectativas de cambio político. La propuesta de una nueva política económica fue hecha por Ota Sik y resultó bastante radical. Al mismo tiempo, a partir de 1965, se relajó la censura y pudo estrenar, por ejemplo, el dramaturgo Vaclav Havel, que, con el paso del tiempo, habría de convertirse en el más significado de los

opositores. En 1967, más de un cuarto de millón de checoslovacos pudo visitar el extranjero. En el verano de ese año, un congreso de escritores se había anunciado en tono crítico, y, en fin, un dirigente reformista, Zdenek Mlynar, fue elegido, además, para preparar algunas reformas políticas. La política se endureció, sin embargo, en 1967, teniendo graves consecuencias para sus responsables, especialmente para Novotny. A la protesta eslovaca se unió la de los estudiantes y en diciembre de 1967 Breznev no apoyó totalmente a Novotny y éste acabó abandonando el poder. Fue Fierlinger, el socialdemócrata renegado que en 1948, con su colaboración con los comunistas, haría posible que éstos ocuparan la totalidad del poder y quien dio seguridades al dirigente soviético acerca de la persona que había de relevarle.

Su sucesor, Alexander Dubcek había sido el peor enemigo de Novotny y fue el primer eslovaco en desempeñar un papel decisivo en el partido. Era un “apparatchik” influido por las revelaciones hechas por Kruschev, honesto y refrescante. Sin embargo, la política eslovaca poco pudo hacer en Praga, así por ejemplo, la relativa libertad de prensa que Dubcek había hecho posible en Eslovaquia se convirtió en una especie de discusión popular permanente que contribuyó a la parálisis de la clase dirigente checoslovaca más conservadora inestabilizando a los soviéticos y los países del área. La dirección de Dubcek fue ampliamente reformista aunque sujeta al realismo soviético.

Dubcek asentó su poder entre enero y abril de 1968. Políticos reformistas e intelectuales querían saber acerca de las pasadas purgas y se apoyaron en la divisa de los hussitas –“La verdad prevalecerá”-, lo cual tuvo una amplia introspección crítica acerca del sistema político. Esto provocó la denuncia de un general corrupto y conservador, Sejna, que acabó huyendo a los Estados Unidos. La prensa cuadruplicó su tirada y se publicó sin censura. Lo sucedido impactó en el partido. El programa de acción del mismo, redactado en abril, defendía la descentralización económica, la prevalencia del factor nacional en la determinación de la vía hacia el socialismo, las libertades –incluso la de creación de partidos- siempre que aceptaran en líneas generales el modelo socialista, el establecimiento de una relación simétrica con Eslovaquia..., etc. En la política exterior suponía pocos cambios –tan solo el reconocimiento de Israel- mientras el papel dirigente del partido se amoldaría al desarrollo socialista progresivo.

Surgieron, a su vez, un gran número de asociaciones independientes. La religión tuvo posibilidades de ser practicada con mayor libertad y cien sacerdotes fueron excarcelados. Aparecieron asociaciones estudiantiles y las minorías nacionales vieron reconocidos sus derechos. Se planteó la posibilidad de legalizar partidos, incluso, algunos, marionetas (entonces al servicio de la policía). Además, aparecieron los consejos obreros en las empresas. En suma, la Primavera de Praga produjo toda una efervescencia social quizá poco consolidada pero muy prometedora.

Checoslovaquia. Praga. Febrero de 1968. el primer secretario del Partido Comunista de Checoslovaquia, Alexander Dubcek, el presidente Novotny y el presidente de la RDA, Walter Ulbricht, en una celebración anual que conmemora la dirección comunista de 1948 en el país.Pero claro, los dirigentes soviéticos no tardarían en reaccionar. Ya desde 1965 hubo

prevención en otros países del Este con respecto a las reformas checoslovacas y en febrero de 1968, Breznev, de visita en Praga, obligó a Dubcek a cambiar un discurso pronunciado ante él. En mayo se había gestado un plan de invasión, que sería conocido en 1990. Ese mes hubo maniobras militares de los países de Europa del Este en Checoslovaquia destinadas por el Gobierno de este país a satisfacer a los rusos. En general, la dirección soviética trató de conseguir de los checoslovacos una rectificación dirigida por ellos presionando mediante argumentos sentimentales (Breznev) o de pura fuerza (Kosiguin) para que así se hiciera. La dirección checoslovaca resistió unida en la docena de reuniones que tuvo con los soviéticos, aunque la presión fue tal que alguno de los dirigentes –el propio Dubcek- lloraron o quisieron dimitir. Los líderes soviéticos intentaban que los propios dirigentes checoslovacos recondujeran la situación al momento inicial sin tener que invadir el país ellos. La Primavera de Praga ofreció la oportunidad, al Partido Checoslovaco, de ofrecer una resistencia colectiva y unida durante algunos meses.

En junio, oficialmente abolida ya la censura, se publicó el “manifiesto de las 2.000 palabras” redactado por Vaculik, que especulaba con la posibilidad de defenderse, frente a una invasión soviética, junto con la movilización popular para conseguir ese resultado. En julio, los dirigentes de los países de la Europa del Este, reunidos en Varsovia, dirigieron un escrito colectivo a Checoslovaquia: desde el enfrentamiento de Stalin con Yugoslavia no había existido nada parecido. Dubcek se negó a aceptar la carta y también a ir a Moscú por lo que las reuniones, exigidas por la dirección del PCUS, se produjeron en la propia Checoslovaquia. La conversación fue tan dura que Dubcek la abandonó cuando fue acusado de intentar sublevar a los rutenos en contra de la URSS. Tito y Ceaucescu visitaron Checoslovaquia, pero eso no tuvo otro resultado que hacer temer a los soviéticos la posibilidad de una especie de confederación danubiana heterodoxa respecto al comunismo que desligara su glacis defensivo de su férreo control. En agosto de 1968 se publicaron los nuevos estatutos del partido que incluían muchas referencias a términos como “humanitario” y “democrático”. Los cargos serían elegidos por sufragio y carecerían de los privilegios de la “nomenklatura”.

Checoslovaquia. Praga. Calle llena de tanques rusos justo detrás de la Plaza de la Ciudad Vieja. Un día después un comunicado declaró "los tanques se retiraron". Los tanques, vehículos blindados y soldados patrullan la ciudad. Foto tomada escondido en una puerta oculta a los rusos. 28 de agosto 1968.

Pero Dubcek no quiso perder el control del partido ni su papel dirigente que le vinculaba con el comunismo tradicional.

Finalmente, el 20 de agosto se produjo la invasión llevada a cabo con 29 divisiones, 7.500 tanques y 1.000 aviones. En total se trataba de una fuerza militar que duplicaba la que invadió Hungría en 1956; no se trataba solo de fuerzas soviéticas sino también de todos sus aliados en la región. Se produjeron entre ochenta y doscientos muertos en combates ocasionales, aunque los checoslovacos decidieron no combatir. El Presídium, con 7 votos a favor contra cuatro, condenó la invasión e hizo público un manifiesto radiofónico condenándola. Por su parte, el presidente Svoboda, más débil, no hizo la denuncia pero sí recomendó calma. En suma, pese al éxito militar, los soviéticos no habían conseguido el triunfo. No lograron la “diferenciación” –como ellos mismos la llamaban- de los dirigentes checoslovacos entre unos colaboradores suyos y otros heterodoxos. Incluso el traslado del Presídium del Partido Checoslovaco a Moscú tuvo como resultado, según afirmaría luego Havel, concluir temporalmente con el titubeo de Dubcek.

La reunión del Congreso del partido por fin pudo celebrarse en septiembre cerca de Praga y eligió una dirección reformista. Dos tercios se pronunciaron en contra de la invasión. Los soviéticos no lograron un colaboracionista con el que tratar y dejaron volver al Presídium checoslovaco. Dubcek aseguró patéticamente que las tropas soviéticas se retirarían y después se llevarían las reformas. Los opositores como Milan Kundera, preconizaban algo parecido. Pero los soviéticos utilizaron su famosa táctica del salami dividiendo a los dirigentes reformistas y excitando las divergencias entre checos y eslovacos. Mientras tanto, la propaganda dirigida por Yakovlev ofrecía la peor imagen de los reformistas y sus propósitos.

Checoslovaquia. Praga. Hombre que lleva un retrato del presidente checo Ludvik Svoboda. Agosto de 1968.

Las libertades prevalecieron y la desmovilización prosiguió, pero finalmente los soviéticos conseguirían dividir la dirección del país invadido, y Husa, Svoboda, Cernik, y otros tantos que habían estado con los reformistas pasaron a convertirse en “realistas”, es decir, a adaptarse a las nuevas circunstancias.

En enero de 1969, el estudiante Jan Palach se prendió fuego en protesta por la continuación de la ocupación. Era un signo evidente de que los jóvenes ya ni siquiera estaban con la reforma sino mucho más allá. Dubcek, entonces, trató de evitar que el ejemplo cundiera y acabó enfermo por la presión psicológica sufrida. En marzo la victoria del equipo checoslovaco de hockey sobre hielo sobre los soviéticos produjo manifestaciones multitudinarias en Praga, el asalto a la línea de aviación soviética y, como consecuencia, mucha mayor presión política de la URSS. En abril de 1969, finalmente, Husak sustituyó a Dubcek en la dirección del partido. El cesado, luego, fue enviado como embajador a Ankara pero sin que se le permitiera llevar a sus hijos. En 1979 fue expulsado del partido y se le encontró un modesto trabajo como guardia forestal. A continuación, se produjo una purga lenta, no brutal, y cuya iniciativa fue de los propios dirigentes checoslovacos más que de los soviéticos, mientras que desaparecían todas las asociaciones autónomas. A finales de 1970 quedaban tan solo el 78 % de los afiliados del PC checoslovaco. En el primer aniversario todavía hubo incidentes graves con 2.500 detenidos, la mayor parte de ellos en Praga, y cinco muertos. La normalización iniciada por Dubcek fue imponiéndose. El glacis defensivo de la URSS no lograba su autonomía.

Era patente que los soviéticos no tenían otros propósitos que los de la simple y pura conservación mediante la presión. En realidad, la invasión se explica porque Breznev y los comunistas checoslovacos vivían ya en galaxias distintas. Fue una profilaxis política creada por temores exagerados, pues, en realidad, el socialismo no estaba en peligro en Checoslovaquia. El comunismo checoslovaco era popular en 1968 gracias a su reformismo y después de la Primavera de Praga dejó de serlo. Desapareció por completo la rusofilia, relevante en Checoslovaquia durante los años cuarenta. El comunismo Occidental condenó lo sucedido y fomentó un tipo de actitud que precedió en su seno lo que seria denominado como eurocomunismo. A largo plazo, las consecuencias serían todavía más decisivas. En 1968, en realidad, murió el revisionismo. Lo que se

produciría en 1989 sería un rechazo del sistema comunista y no un intento de revisión. El filósofo polaco Leszek Kolakowski escribía que el comunismo había dejado de ser en 1968 un problema intelectual y se había convertido en un puro problema de poder.

Afectuosamente, JAG.stilo.