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Sábado 11 de enero del 2020
Réplica al artículo del “jesuita” Raúl Arderí sobre la Reforma Litúrgica de
Pablo VI
Mañana domingo 12 de enero del 2020 saldrá publicado en la hoja dominical de la
iglesia modernista “Vida Cristiana”, la segunda parte del artículo “LA REFORMA
LITÚRGICA DE PABLO VI”, escrito por el “jesuita” Raúl Arderí, en calidad de
ministro de la iglesia conciliar. No tenemos el gusto de conocer al autor, pero por
los contenidos de su artículo se evidencia la carencia más elemental de nociones de
historia de la Iglesia y de la Liturgia. Analizaremos oración por oración su artículo,
destinado a confundir a los miles de inocentes “católicos” que todos los domingos
leen acríticamente los artículos de Vida Cristiana con la ingenuidad de pensar que
leen doctrina católica.
Nota: Las citas del artículo estarán entre comillas, en cursiva y color rojo.
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“Cincuenta años atrás, el 3 de abril de 1969, el Papa Pablo VI promulgó la
Constitución Apostólica con la cual se modificó el Misal Romano, uno de los frutos
más importantes de la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II (1962-
1965).”
Los cambios se clasifican en dos tipos: cambios sustanciales (que modifican la
esencia de las cosas) y cambios accidentales (que no la modifican). Un ejemplo de
c. sustancial es la combustión de un papel, y un ejemplo de c. accidental es la
pintura de un papal. En el primer caso, la esencia de “papel” desaparece, o mejor
dicho, es destruida por la acción del fuego. En el segundo caso, la esencia de
“papel” continúa siendo y existiendo (valga la redundancia), y el cambió de color
no alteró ni modificó la naturaleza o esencial del papel.
Pio XII en la Mediator Dei enseña:
66. La Jerarquía eclesiástica ha empleado siempre este su derecho en materia
litúrgica, instruyendo y ordenando el culto divino y enriqueciéndole con
esplendor y decoro siempre renovados para gloria de Dios y bien de los
hombres. Tampoco ha dudado, por otra parte, salvo la sustancia del Sacrificio
Eucarístico y de los Sacramentos, en cambiar lo que no creía apropiado y
añadir lo que mejor parecía contribuir al honor de Jesucristo y de la Santísima
Trinidad y a la instrucción y saludable estímulo del pueblo cristiano.
67. La Sagrada Liturgia, en efecto, consta de elementos humanos y de
elementos divinos: estos últimos, habiendo sido instituidos por el Divino
Redentor, evidentemente no pueden ser alterados por los hombres; pero
aquellos, en cambio, pueden sufrir varias modificaciones, aprobadas por la
Sagrada Jerarquía, asistida del Espíritu Santo, según las exigencias de los
tiempos, de las circunstancias y de las almas. De aquí nace la, estupenda
variedad de los ritos orientales y occidentales, de aquí el desarrollo progresivo
de particulares costumbres religiosas y prácticas de piedad, de las que apenas
se tenía un leve conocimiento en tiempos anteriores; a esto se debe que con
cierta frecuencia sean nuevamente empleadas y renovadas piadosas
instituciones, borradas por el tiempo. Todo esto testimonia la vida de la
Inmaculada Esposa de Jesucristo durante tantos siglos; expresa el lenguaje
empleado por ella para manifestar a su Divino Esposo su fe y amor
inagotables y los de los pueblos a ella encomendados; demuestra su sabia
pedagogía para estimular y acrecentar de día en día en los creyentes el
«sentido de Cristo».
Otras ideas nuestras. a) Los cambios accidentales de la liturgia siempre han sido
hacia adelante, y nunca hacia atrás. Es como la evolución de una persona que
cuando tiene 1 año es menor que cuando tiene 5 años, y a su vez que cuando tiene
15 años. Pero nadie puede “crecer” entre los 14 y 15 años retornando a la madurez,
talla, peso y fortaleza que tenía cuando tenía 2 años. Todo progreso es hacia
adelante, nunca hacia atrás.
b) La supuesta sencillez de la liturgia cristiana de los 3 primeros siglos no es por lo
que alegan los modernistas de ahora y de siempre, esto es, porque aquellos
cristianos eran menos clericales, más activos y participativos, sino por una
sencilla razón circunstancial histórica: las persecuciones a las que estaba sometida
la Iglesia. Como se sabe la Iglesia primitiva no tenía templos como los poseyó
después de la Paz que le otorgó el emperador Constantino, por tanto, los
sacramentos se celebraban en condiciones mínimas y muy precarias. Pero apenas
tuvo paz la Iglesia para organizar sus acciones litúrgicas al aire libre, rodeó de
venerables ritos a los sacramentos, consciente de la grandeza de los misterios que
celebrara.
c) El papa Pio XII condenó la pretensión de simplificar la liturgia alegando la
supuesta sencillez del cristianismo primitivo en la encíclica Mediator Dei de 1947.
Dicha tendencia herética de simplificar la liturgia recibió el nombre de
arqueologismo, precisamente porque pretende resucitar formas litúrgicas
“muertas” muy antiguas, que la Iglesia enriqueció apenas tuvo condiciones para
ofrecer el culto divino con entera libertad.
La “Reforma” litúrgica querida por el Vaticano II, y realizada en el posconcilio, es
una verdadera revolución: “La vía abierta por el Concilio está destinada a cambiar
radicalmente el rostro de las asambleas litúrgicas tradicionales”, admite Mons.
Annibale Bugnini, uno de los principales artífices de la llamada “reforma”; él
mismo agrega que se trata de una “real ruptura con el pasado” (Bugnini, “La Ri-
forma Litúrgica” [1948-1975], CLV Edizioni Liturgiche, 1983).
Ahora bien, ninguna revolución estalla de repente un buen día, sino que es el fruto
de largos asaltos, caídas lentas y concesiones progresivas. Por tanto, el hilo
conductor del artículo que estamos analizando CARECE de fundamento en la
doctrina católica, y no es más que un intento más (desesperado como siempre) de
legitimar la destrucción del Misal Romano, que no su modificación a secas.
“Para muchos, el cambio litúrgico más visible de este periodo fue la transición de la
eucaristía celebrada en latín y de espaldas al pueblo, a la celebración en español y
teniendo el altar como centro de la asamblea.”
Innegable. Pero agregamos algo. Contra el común mito de los modernistas de que
el objetivo principal de la reforma era que los fieles entendieran la misa. Si el
problema era solamente el latín ¿Por qué no se conformaron con decir la misa
católica de siempre en vernáculo y punto? Incluso, si el problema era el cura de
espaldas ¿Por qué no se conformaron con darle vuelta al altar y al cura y punto?
Pero no fue suficiente. El objetivo era destruir el ritual y las rúbricas de la
misa, al estilo de los luteranos del siglo XVI, y en efecto, así sucedió. Se modificó el
Ordo de la Misa, eliminando de ella genuflexiones, señales de la cruz, oraciones a la
Santísima Trinidad, referencias al diablo, al infierno, al purgatorio, etc… Los
estudios comparativos entre los dos Ordos (el católico y el modernista) abundan
en la literatura especializada, pero para el que no está introducido en el tema,
recomiendo el libro “El Drama litúrgico” de Augusto del Rio publicado en 2003 en
Buenos Aires, Argentina.
“Todo fue encaminado a promover una plena y activa participación de todos los
fieles.”
Esto es protestantismo renovado, porque fue Lutero y sus hijos espirituales
(calvinistas, galicanos, febronianos, veterocatólicos, católicos liberales y…
modernistas) quien siempre dijo que la Misa que no se entendía era vana, como
dando a entender que solamente si el pueblo entiende lo que el sacerdote está
orando dicha misa cobra valor. Esto además de herético es blasfemo, pues supone
la participación del pueblo como elemento necesario para la validez o idoneidad de
la misa. Esto es desconocer el concepto Patrístico y Apostólico de la Misa como
renovación incruenta del sacrifico de la Cruz, que realiza principalmente el
sacerdote in persona Christi. De hecho, por mucho que le pese a los protestantes y
modernistas, misa sin pueblo puede haber, pero misa sin sacerdote no.
“La difícil situación de la Iglesia cubana en aquel momento nos hizo prestar atención
a otras preocupaciones que no correspondían exactamente a esta sensibilidad de la
Iglesia universal.”
Exactamente, de hecho, suelo decir siempre que en Cuba coincidieron 2
revoluciones al unísono: la política y la religiosa. Pero al ser evidentemente más
cercana y aparentemente más dañina (en realidad es al revés) la problemática
comunista y del cambio de régimen político en los años 60’s, las destrucción del
catolicismo desde el Vaticano usurpado por los modernistas de Juan XXIII y
compañía no fue analizada con prudencia y criterio por el catolicismo cubano del
momento, más preocupado por sobrevivir a las persecuciones, críticas, calumnias y
embates del comunismo cubano que a estudiar con calma la nueva religión que le
estaban vendiendo desde el Vaticano.
Además, como buenos revolucionarios y subversivos, los modernistas nunca han
ido rápido y de pronto, y en aquellos primeros años (1960-1970) las reformas eran
tan sutiles que apenas eran percibidas. Solo los más entendidos en la teología y con
una vida interior fuerte pudieron vislumbrar lo que sucedía. En ese sentido,
aquellos católicos de los 60’s tienen escusa de no haber visto con claridad la nueva
secta que estaba fraguándose sobre los edificios públicos de la Iglesia Católica.
Pero hoy…, hoy no hay excusa.
“La reforma litúrgica de Pablo VI no fue un acto improvisado…”
¿Improvisado? ¿Quién lo podría afirmar? La usurpación de la Santa Sede viene
preparándose desde el siglo XIX, como lo demuestran los papeles secretos de la
Alta Venta de los Carbonarios que cayeron en manos del Papa Gregorio XVI, y
abarcan el período de 1820-1846. Fueron publicados a pedido del Papa Pío IX, por
Crétineau-Joly en su obra “La Iglesia romana y la revolución”.1 Y por el Breve de
aprobación del 25 de febrero de 1861 dirigido al autor, Pío IX confirma la
autenticidad de sus documentos pero no permitió que se divulgaran los
verdaderos nombres de los miembros de la Alta Venta implicados en esta
correspondencia. El documento que cito a continuación tiene 200 años, pues
fue escrito en 1820:
“El Papa, cualquiera que sea, jamás vendrá a las sociedades secretas: a ellas
corresponde dar el primer paso hacia la Iglesia para vencer a ambos. El
trabajo que vamos a emprender no es obra de un día, ni de un mes, ni de
un año; puede durar varios años, quizás un siglo; pero en nuestras filas el
soldado muere y el combate continúa.
No queremos ganar a los Papas para nuestra causa, hacerlos neófitos de
nuestros principios, propagadores de nuestras ideas. Sería un sueño ridículo.
Cualquiera sea el giro de los acontecimientos, el hecho de que cardenales o
prelados, por ejemplo, hayan entrado de pleno grado o por sorpresa en una
parte de nuestros secretos, no es en absoluto un motivo para desear su
elevación a la Cátedra de Pedro. Esta elevación nos perdería. Sólo la ambición
1 Vol. 2, Ed. original, 1859; reimpreso por el Círculo del Renacimiento francés, Paris,
1976. Mons. Delassus reprodujo de nuevo sus documentos en su obra “La
conjuración anticristiana” DDB, 1910, T III p. 1035-1092.
los habría conducido a la apostasía y la necesidad del poder los forzaría a
inmolarnos. Lo que debemos pedir, lo que debemos buscar y esperar
como los judíos esperan el Mesías, es un papa según nuestras
necesidades (…).
Así marcharemos con más seguridad al asalto de la Iglesia que con los
liberales de nuestros hermanos de Francia y el mismo oro de Inglaterra.
¿Queréis saber la razón? Es que con ello, para destrozar la roca sobre la
que Dios construyó su Iglesia, ya no necesitamos el vinagre anibalino, ni la
pólvora del cañón; ya no necesitamos ni siquiera nuestros brazos. Tenemos el
dedo meñique del sucesor de Pedro comprometido en la conjura, y ese
dedo vale en esta cruzada más que todos los Urbano II y todos los San
Bernardo de la Cristiandad.
No dudamos que llegaremos a ese término supremo de nuestros esfuerzos,
pero ¿cuándo y cómo? La incógnita no se devela aún. Sin embargo, como nada
debe apartarnos del plan trazado sino por el contrario todo debe tender a él
como si ya desde mañana el éxito viniera a coronar la obra apenas esbozada,
queremos en esta instrucción que para los simples iniciados
permanecerá secreta, dar a los encargados de la Venta Suprema, consejos
que deberán inculcar a la universalidad de los hermanos, en forma de
enseñanza, o de memorandum (…).
Ahora bien, para asegurarnos un Papa de las debidas proporciones, se
trata primero de labrar a ese papa una generación digna del reino que
soñamos. Dejad de lado la vejez y la edad madura; dirigios a la juventud y,
si es posible, aún a la infancia (…) os ganaréis sin mucho esfuerzo una
reputación de buen católico y de patriota sin doblez.
Esta reputación hará llegar nuestras doctrinas tanto al seno del joven
clero, como al fondo de los conventos. Dentro de algunos años forzosamente
este clero joven habrá invadido todas las funciones. Será el quien
gobierne, administre, juzgue, forme el consejo del soberano, y será el
llamado a elegir el Pontífice que tendrá que reinar, y este pontífice, como la
mayor parte de sus contemporáneos, estará necesariamente más o menos
imbuido de los principios italianos y humanitarios que comenzaremos a
poner en circulación. Es un granito de mostaza que confiamos a la tierra; pero
el sol de las justicias lo hará crecer hasta el más alto poder, y un día veréis qué
mies abundante producirá este granito.
En la ruta que trazamos a nuestros hermanos, hay grandes obstáculos que
deberemos vencer, muchos tipos de dificultades que superar. Triunfaremos
gracias a la experiencia y la perspicacia; pero la meta es tan espléndida
que es preciso izar todas las velas al viento para alcanzarla. Si queréis
establecer el reino de los elegidos sobre el trono de la prostituta de
Babilonia, que el clero marche bajo vuestro estandarte, CREYENDO IR
SIEMPRE TRAS LAS BANDERA DE LAS LLAVES APOSTÓLICAS. Si queréis
hacer desaparecer el último vestigio de los tiranos y los opresores, echad
vuestras redes como Simón Barjona; echadlas en el fondo de las sacristías,
de los seminarios y de los conventos más que en el fondo del mar; y si no os
apuráis, os prometemos una pesca más milagrosa que la suya. El pescador de
peces se convirtió en pescador de hombres; vosotros os rodearéis de amigos
junto a la Cátedra Apostólica. Vosotros HABRÉIS PREDICADO UNA
REVOLUCIÓN POR LA TIARA Y LA CAPA, marchando con la cruz y el
estandarte, una revolución que no tendrá necesidad más que de una chispa
para incendiar las cuatro esquinas del mundo”.2
“… sino el fruto de un intenso movimiento de renovación bíblica, teológica y litúrgica
desde inicios de siglo XX.”
Esto es una verdad a medias. Una cosa es el movimiento litúrgico de Dom Prosper
Guéranger (1805-1875), que cualquiera puede estudiar en su obra “Considérations
sur la liturgie catholique”, publicadas en el “Memorial” de 1830, y otra muy
diferente es el movimiento litúrgico desviado por los modernistas desde principios
del siglo XX. Nosotros, siguiendo a San Pio X, adherimos al movimiento litúrgico de
Dom Guéranger, pero rechazamos como herético al desviado, que fue precisamente
el que consagró el Vaticano II y su pseudo-reforma litúrgica.
Nacido de padres benedictinos, el Movimiento Litúrgico verá durante mucho
tiempo su historia ligada a la Orden de San Benito. El Movimiento nacido y
desarrollado en Francia, iba a extenderse más allá de las fronteras francesas. Dom
Mocquereau, Dom Pothier y Dom Cagin lo harían desde la casa matriz. Después
lanzaba sus primeras fundaciones: San Martin de Beuron en Alemania (1863)
Maredsous (1872) y Mont-César (1899) en Bélgica, mientras que Dom Guépin
partía para España en 1880 a restaurar Silos.
Uno de los primeros en desviar el movimiento litúrgico fue Dom Lambert
BEAUDUIN (1873-1960), quien no supo cuidar la jerarquía de los fines de la
liturgia, como acto de culto (dirigido a Dios) y como acto didáctico (dirigido a los
fieles). Por el contrario Dom Festugiére siguió siendo fiel al punto de vista
totalmente “teocéntrico” de Dom Guéranger. El movimiento litúrgico desviado
siempre insistiría más en el aspecto antropocéntrico de la liturgia, como de hecho
sucede en la neo-iglesia del Vaticano II.
Todas las ideas de la herejía antilitúrgica -Dom Guéranger llamó así a las tesis
litúrgicas del siglo XVIII- fueron retomadas en los años 20 y 30 por liturgistas como
2 Instrucción permanente de 1820, op. cit., p. 82-90. 3 (Op. cit. p. 129).
Dom Lambert Beauduin (1873-1960) en Bélgica, en Francia, Dom Pius Parsch, y
Romano Guardini en Austria y Alemania.
Nacido del genio de Dom Guéranger y de la indomable energía de San Pío X, el
movimiento litúrgico brindó en esa época frutos magníficos de renovación
espiritual. Sin embargo, el carácter de “apostolado” de la liturgia que Dom
Beauduin “tiende” a acentuar demasiado, se va a volver cada vez más fuerte.
Y ésa será la gran tentación del “Movimiento”: hacer de la liturgia antes que
nada un medio de apostolado; hacer plegar la liturgia a las exigencias del
apostolado. El nudo del drama está ahí. Es por culpa de no haber sabido resistir a
esta tentación que esa obra magnífica se derrumbó.
Dom Beauduin en 1925 fundó el “Monasterio de la Unión” en Amay-sur-Meuse,
Bélgica, con intenciones de promover el ecumenismo que sería condenado por el
Papa Pio XI en la encíclica Mortalium animos el 6 de enero de 1928.
No es fruto de la casualidad que en 1924, Dom Beauduin hubiera trabado una fiel
amistad con monseñor Roncalli, quien había caído en la diplomacia después de
haber perdido su cátedra en el Ateneo de Letrán, por sospechoso de modernismo,
El futuro antipapa Juan XXIII iba a ser uno de los primeros y más fieles
simpatizantes de Beauduin.
“No constituyó simplemente una adaptación a las necesidades de la cultura
contemporánea, sino volver a las fuentes de la Tradición para encontrar el modo
de proclamar el evangelio a los hombres y mujeres de hoy.”
Esto es totalmente falso. La revolución litúrgica se aparte de la Tradición Católica,
no se acerca a ella. Es una liturgia artificial, sin base viva en la Tradición de la
Iglesia. Constructo mental de liturgistas de gabinete, que tenían en mente una sola
cosa: inventar una liturgia ecuménica que disminuyera lo más posible las
diferencias con las demás iglesias cristianas. Una verdadera obra de felonía. La
presencia de los seis pastores protestantes en la comisión de la reforma litúrgica es
más que suficiente para demostrarlo.
Sobre “encontrar el modo de proclamar el evangelio a los hombres y mujeres de hoy”,
podemos decir que la Iglesia es una institución divina, asistida y protegida por el
Espíritu Santo para que hable siempre con palabras de vida eterna. Fue para
eso que Cristo la fundó, y no en virtud de los hombres, sino del mismo Cristo, ha
realizado siempre con integridad su encomienda de conducir las almas al cielo,
objetivo y sentido último de la existencia humana. El evangelio no puede ser
cambiado, y la doctrina católica tampoco. Además, la naturaleza humana es
siempre la misma, y sus necesidades básicas también. El anuncio católico nunca ha
tenido necesidad de renovación. Somos los humanos quienes tenemos tal
necesidad.
“El comienzo del movimiento litúrgico se remonta al Papa Pío X (1903-1914) y su
deseo de hacer de la comunión eucarística una práctica semanal e incluso cotidiana,
accesible a partir de los siete años.”
Este era uno de los objetivos del movimiento litúrgico católico, no del desviado,
que es el que defiende el Vaticano II. El evitar la comunión semanal era una
práctica jansenista y galicana (no católica) que había contagiado a muchos incautos
y el Santo Padre Pio X combatió contra ella ardientemente.
“Este cambio pastoral ayudó a comprender la comunión como un elemento
indispensable para la participación del pueblo y superar la costumbre de ir a la
iglesia simplemente para ‘oír misa’. El movimiento litúrgico anterior al Vaticano II
alcanzó su mayoría de edad en 1956 con el Congreso Internacional de Asís, Italia.
Algunos de sus participantes ya propusieron usar las lenguas locales en vez del latín.”
Barata publicidad modernista, porque se da a entender la intención de San Pio X
era promover la idea modernista que “comprende la comunión como un elemento
indispensable para la participación del pueblo”. San Pio X promovió la comunión
frecuente por el valor sacramental y espiritual que tiene recibir el Cuerpo, Alma,
Sangre y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo en la Santa Misa.
No es incorrecta la expresión “oír misa”, porque la realiza el sacerdote, por más
que la asamblea participe en algunos diálogos con él. Ya esto se explicó arriba. Lo
demás, es teología ficción. Pio XII en su encíclica Mediator Dei dijo:
103. Hay en efecto, en nuestros días, algunos que, acercándose a errores ya
condenados el, enseñan que en el Nuevo Testamento, con el nombre de
Sacerdocio, se entiende solamente algo común a todos los que han sido
purificados en la fuente sagrada del Bautismo; y que el precepto dado por
Jesús a los Apóstoles en la última Cena de que hiciesen lo que Él había hecho,
se refiere directamente a toda la Iglesia de fieles; y que el Sacerdocio
jerárquico no se introdujo hasta más tarde. Sostienen por esto que el
pueblo goza de una verdadera potestad sacerdotal, mientras que el Sacerdote
actúa únicamente por oficio delegado de la comunidad. Creen, en
consecuencia, que el Sacrificio Eucarístico es una verdadera y propia
«concelebración», y que es mejor que los sacerdotes «concelebren»
juntamente con el pueblo presente, que el que ofrezcan privadamente el
Sacrificio en ausencia de éstos.
104. Inútil es explicar hasta qué punto estos capciosos errores estén en
contradicción con las verdades antes demostradas, cuando hemos hablado del
puesto que corresponde al Sacerdote en el Cuerpo Místico de Jesús.
Recordemos solamente que el Sacerdote hace las veces del pueblo, porque
representa a la Persona de Nuestro Señor Jesucristo, en cuanto Él es Cabeza
de todos los miembros y se ofreció a Sí mismo por ellos: por esto va al altar,
como Ministro de Cristo, siendo inferior a Él, pero superior al pueblo. El
pueblo, en cambio, no representando por ningún motivo a la Persona del
Divino Redentor, y no siendo mediador entre sí mismo y Dios, no puede en
ningún modo gozar de poderes sacerdotales.”
“Este deseo no fue realizado por el Papa Pío XII, aunque él mismo había publicado en
1947 la primera encíclica litúrgica de la historia (Mediator Dei) y en 1955 había
renovado el Triduo Pascual trasladando la vigilia de Pascua de la mañana a la noche
del Sábado Santo. El Concilio continuó este proceso y por ello publicó su primer
documento sobre la liturgia (Sacrosanctum Concilium, 1963) indicando la dirección
de la futura renovación.”
En dicha encíclica de Pio XII se condena el movimiento litúrgico desviado, como el
“arqueologismo” litúrgico (que sirve de pretexto a los innovadores para
garantizar sus invenciones) que defiende Raul Arderí. Citemos algunos de sus
pasajes.
“81… cuando se trata de la Sagrada Liturgia, no estaría animado de un celo
recto e inteligente el que quisiese volver a los antiguos ritos y usos,
rechazando las nuevas normas introducidas, por disposición de la Divina
Providencia, debido al cambio de las circunstancias.”
“82. En efecto, este modo de pensar y de obrar, hace revivir el excesivo e
insano arqueologismo suscitado por el Concilio ilegítimo de Pistola, y se
esfuerza en resucitar los múltiples errores que fueron las premisas de aquel
conciliábulo y le siguieron con gran daño de las almas, y que la Iglesia,
vigilante custodio del «depósito de la Fe», que le ha sido confiado por su divino
Fundador, condenó con justo derecho.”
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“LA REFORMA LITÚRGICA DE PABLO VI (2a parte) Cincuenta años atrás el Papa
Pablo VI publicó el nuevo Misal Romano, que renovó la celebración eucarística
después del Concilio Vaticano II. Muchos acogieron las transformaciones del concilio
con gran entusiasmo y promovieron la plena y activa participación de los fieles, así
como la renovación de los espacios de culto. Lamentablemente, tampoco faltaron
excesos e improvisaciones que llevaron a destruir verdaderas obras de arte e
impusieron al pueblo la creatividad personal de algunos ministros en nombre de una
inculturación poco reflexionada.”
Gran entusiasmo, si, como no, como el que tenían algunos protestantes y masones
que enviaron cordiales mensajes de felicitación a Juan XXIII, Pablo VI y demás
pseudo-clérigos infiltrados en el Vaticano.
La destrucción de las obras de arte se hizo con el apoyo de obispos y cardenales
modernistas, y por supuesto, por más que después se quejara del humo de Satanás
en 1972, del anti-papa Pablo VI, responsable principal de todo el desastre litúrgico
de los años 70’s.
“Otros fieles y miembros del clero sintieron que la reforma era una traición a la
“misa de siempre" y se aferraron a modos e indumentarias de estilo
marcadamente pre-conciliar.”
Aplicando la enseñanza fundamental del Conmonitorio de San Vicente de Lerins
(+450): los cristianos han de creer quod semper, quod ubique, quod ab ómnibus:
sólo y todo cuanto fue creído siempre, por todos y en todas partes. Varios Papas
y Concilios han confirmado con su autoridad la validez perenne de esta regla de fe.
Aplicando también la regla espiritual de San Ignacio de Loyola, que Arderí debería
conocer, “en tiempos de tormenta, no hacer mudanza”. ¡Y que tormentas las del
Vaticano II! ¡Con aires huracanados de categoría 5!
Además, dicho análisis peca de superficial, pues supone que el “tradicionalismo”
es un movimiento cultural que aglomera a nostálgicos de las casullas guitarra, de
la arquitectura gótica y del órgano en la misa. Tal banalidad no es más que una
supina ignorancia y un desconocimiento sistemático de los ríos de tinta que los
católicos tradicionales hemos vertido contra la herejía modernista y su maldad
sistemática, que si bien tiene un componente estético, no se agota en él y mucho
menos es el que más resaltamos. Por este tipo de comentarios es que digo que
Arderí no se ha tomado el trabajo de estudiar las obras de teología católica
anterior al Vaticano II, y menos las que los tradicionalistas han escrito en los
últimos 70 años. Su acercamiento al complejo mundo de la reforma litúrgica es a
base de cuentos e historias contadas por modernistas setentistas.
“El deseo del Vaticano II en el campo litúrgico fue la simplificación de los ritos con el
objetivo de volver a la norma de las primeras generaciones cristianas.”
Esto es una confesión de partes. Es la declaración abierta del arqueologismo que
Pio XII condenó en Mediator Dei, como ya se ha repetido aquí 2 veces. Pretender
simplificar los ritos para retomar normas litúrgicas antiguas que ya no están
vigentes es ilegítimo, como ilegítimo es el Vaticano II y todos sus líderes. Además,
si hubiran querido restablecer la liturgia primitiva, tendrían que haber dejado la
misa en la normativa de la ultima Cena y no fue así. Luego, lo que querían en
realidad era crrear una nueva liturgia híbrida y sincrética, con elementos
protestantes, judios y católicos, todo un sabroso coctel. En el siguiente gráfico se
aprecia la evolución y perfeccionamiento de la liturgia romana, lo que demuestra
que quitar las oraciones que la Iglesia fue proveyendo para mejor adorar y alabar a
la Santísima Trinidad, no son simplificables por puro amor a la novedad.
“Es interesante descubrir cómo esta misma motivación llevó, quinientos años atrás
(1570), al Papa Pío V a reformar el Misal Romano para crear la misa tridentina.”
Esto es totalmente falso. Ni San Pio V reformó el Misal Romano, sino que codificó
el que ya existía en Roma desde hacía siglos; ni San Pio V creó la Misa Tridentina.
Cito a continuación algunos pasajes del opúsculo “Breve historia de la misa
romana” de Michael Davies:
El Misal de San Pío V fue compilado y publicado en 1570 en obediencia a los Padres
del Concilio de Trento. El P. Fortescue explica las intenciones de los Padres del
Concilio de Trento: "Los Reformadores Protestantes destruyeron la antigua
liturgia. Fue de principio a fin la expresión de un rechazo a las ideas de la Presencia
Real, el Sacrificio Eucarístico, y así sucesivamente. Sustituyéndola con nuevos
servidos de comunión que manifestaran sus principios, pero, por supuesto,
rompiendo por completo con cualquier tipo de evolución litúrgica. El Concilio de
Trento (1545-1563) en oposición a estos nuevos servicios, quiso que la Misa Romana
fuera celebrada uniformemente en todas partes. Los usos medievales hace tiempo
que habían sido abandonados".3
En su sesión 18ª, el Concilio designa a una comisión para examinar el Misal, para
revisar y restaurarlo "conforme a la costumbre y el rito de los Santos Padres". El
P. Fortescue considera que los miembros de la Comisión designada para revisar el
Misal lograron acabadamente su tarea: "El objetivo que tenían no era el de
componer un nuevo Misal, sino restaurar el existente, uno conforme a la
costumbre y el rito de los Santos Padres utilizando para este fin los mejores
manuscritos y otros documentos".4
Y hace una mención particular sobre la continuidad litúrgica que caracterizaría al
nuevo Misal. El Misal promulgado por San Pió V no es simplemente un decreto
personal del Soberano Pontífice, sino una obra del Concilio de Trento, aunque el
mismo concluyera el 4 de diciembre de 1563, antes que la comisión terminara su
labor. El Papa Pió IV murió antes de que el trabajo estuviera concluido por lo que
fue su sucesor, San Pió V, quien promulgó el Misal resultante del Concilio, con la
Bula "Quo Primum Tempore" el 14 de julio de 1570. Porque el Misal es obra del
Concilio de Trento, su título oficial es "Missale Romanum ex decreto sacrosancti
Concilii Tridentini restltutum", esto es, "El Misal Romano restaurado de acuerdo a
los decretos del Santo Concilio de Trento". Este fue el primer paso en el año 1570,
en la historia de la Iglesia que un papa conciliar utilizó la legislación para
especificar e imponer un rito completo de la Misa.
Es innecesario insistir sobre el hecho que San Pió V no promulgó un nuevo
Orden de la Misa (Novus Ordo Missae). La idea de componer un nuevo orden
3 Padre Adrián Fortescue “The Mass: A Study of the Roman Liturgy” p. 205-206 [London: Longmans,
1912] (“La Misa: Un Estudio sobre la Liturgia Romana”) 4 Fortescue “The Mass: A Study of the Roman Liturgy” p. 206
de la Misa era y es totalmente ajena al espíritu Católico, tanto en Oriente como
en Occidente. La tradición Católica ha sido legada para ser conservada y mirar
cualquier novedad con gran sospecha. El Cardenal Gasquet observó que:
"Todo Católico debe sentir un amor personal por aquellos ritos sagrados
cuando vienen a su encuentro con toda la autoridad de los siglos.
Cualquier manipulación ruda de tales formas debe causar un profundo dolor
a aquellos que saben y las utilizan. Pues estas (formas antiguas) vienen de
Dios a través de Cristo y a través de la Iglesia. Ciertamente no poseían la
atracción cuando todavía no estaban santificadas por la piedad de tantas
generaciones que oraron con las mismas palabras y encontraron en ellas
apoyo en la alegría y consuelo en el dolor".5
El Misal de 1570 fue realmente el resultado de las instrucciones dadas por Trento,
pero fue de hecho, en cuanto al Ordinario, Canon, Propio del tiempo y las demás
partes (de la Misa) una réplica del Misal Romano de 1474, que repitió en todo lo
esencial la práctica de la Iglesia Romana de la época de Inocencio III, la cual deriva
de San Gregorio y sus sucesores en el siglo VII. En definitiva, el Misal de 1570 fue
en todo lo esencial, el uso que dominaba la liturgia Europea medieval incluido
Inglaterra y todos sus ritos.
“En la época de la Reforma Protestante abundaban numerosos misales en
dependencias de lugares o familias religiosas. Muchas de las fórmulas contenidas en
los mismos rayaban en la superstición o incluso la simonía; por ello, el Concilio de
Trento (1545-1563) ordenó su revisión.”
Los modernistas llaman superstición a las costumbres piadosas de los católicos de
siempre. Esto no es más que un disparo de bengala para distraer al lector de la
verdadera motivación de la reforma de San Pio V, cual fuera como dijimos más
arriba, evitar los servicios de comunión inventados por los protestantes y sus
precursores que habían abandonado muchas normas de la liturgia romana
tradicional.
“Pió V suprimió la mayoría de estos misales y unificó la liturgia.”
Falso, eliminó solamente los que no tenían 200 años de antigüedad. O sea, siguió
un criterio tradicionalista, no progresista. El Concilio Vaticano II suprimió los ritos
de cientos de años e inventó uno nuevo jamás conocido, que intentaba y simulada
ser la resurrección de los primitivos, pero que en realidad no lo era. Así que, la
comparación no procede.
“Esta reforma debe ser valorada según sus circunstancias históricas de confrontación
con el movimiento protestante de entonces y según el conocimiento limitado de los
textos antiguos disponibles entonces.”
5 Gasquet & Bishop, op. cit., p. 183.
Esto da pena, ira y risa. Pena por el error del autor, ira por su descaro en hablar
con la ligereza de lo que desconoce, y risa por lo seguro de sí mismo que se ve para
un análisis tan ayuno de fundamento histórico. Es una increíble ofensa a la pléyade
de genios de la época del Concilio de Trento (a cuyo talón no llega Raúl Arderí)
sostener que tenían un conocimiento limitado de los textos antiguos que
disponemos ahora en el siglo XX y XXI. Es simplemente una suposición que hace el
autor, y para vergüenza suya, porque es al revés: en época de San Pio V habían
códices y textos de los monumentos litúrgicos de los primeros siglos que hoy no se
conversan porque se han deteriorado y destruido. ¡Qué barbaridad!
“La misa tridentina no pudo extraer las riquezas de la participación plena y activa
por parte del pueblo que caracterizó a las primeras generaciones cristianas.”
Esto es una afirmación modernista, pues proyecta en los primeros cristianos la
noción moderna de participación activa en la liturgia. Esto es un ucronismo.6
“Uno de sus límites fundamentales fue quedar casi exclusivamente reducida a una
celebración individual del sacerdote, que constituía el centro de su piedad personal.”
La misa nunca ha sido obra del Pueblo de Dios, sino del sacerdote. Esto es tan
básico, que repetirlo es cansón.
“Las misas privadas sin participación de fieles, el rezo del rosario u otras devociones
durante la eucaristía, e incluso el sonido de la campanita para “avisar" la
consagración, mostraron la necesidad de un desarrollo posterior que continuara la
intuición de Pío V.”
Como ya dijimos, nada tuvo que ver la reforma de San Pio V con la revolución de
los modernistas Roncalli y Montini Company. Y sobre el rezo del rosario durante la
misa, no es una práctica mala, sino que está indulgenciada. No obstante, se
recomienda que los seglares sigan la misa con los misales de fieles para que recen
la misa.
“Cuando Pablo VI promulgó el nuevo misal, permitió continuar la misa tridentina en
solitario a los sacerdotes “ancianos o enfermos" que no tenían una pastoral activa.”
Claro, a los que no tenían edad para cambiar… de religión. En España hubo decenas
de sacerdotes que murieron de tristeza de ver la devastación litúrgica que provocó
la reforma. Se llegó a prohibir de facto la misa tradicional, y para muchos seglares y
clérigos comenzó un verdadero infierno en la tierra al tener que resistir a los
jerarcas modernistas que disfrazados de católicos dirigían la destrucción de un
ritual litúrgico que está canonizado a perpetuidad por un papa Santo.
6 Ucronismo: novela histórica alternativa y que se caracteriza porque la trama transcurre en un mundo
desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como ocurrió en realidad.
“Ambos ritos, el de Pío V y el de Pablo VI, no pueden ser vistos como dos modos de
celebrar en contradicción, sino como un desarrollo natural de la liturgia que siempre
se reforma para ser fiel a su misión.”
Es justo lo contrario de lo que dice aquí. De hecho, son dos modos de celebrar en
contradicción que constituyen dos religiones diferentes. El de San Pio V la religión
católica y el de Pablo VI la religión antropocéntrica del Modernismo. Analícese el
siguiente cuadro que las compara muy bien:
“Tan perjudicial es oponerlos a ambos como quedarse atrapados en el primero.”
Lo perjudicial es dejar la Iglesia Católica y su Liturgia milenaria por un artificio
maléfico de un bando de herejes modernistas. Los ritos antiguos tienen a su favor
la práctica litúrgica comprobada de la Iglesia.
“Cincuenta años es tiempo suficiente para valorar las riquezas y los límites de la
reforma litúrgica y seguir adelante haciendo de la “participación plena y activa de
los fieles" no simplemente una manera de celebrar los sacramentos, sino un nuevo
modo de ser comunidad cada vez menos clerical.”
Las riquezas de la reforma litúrgica son estas: primero las cifras del post-concilio a
partir de 1965. Después las estadísticas de la Iglesia bajo el Papa Pío XII.
Como los números no mienten, los tres cuadros anteriores muestran la innegable
muerte lenta de la secta conciliar. También muestra que el llamado "Efecto
Francisco" no pudo revertir el desplome de la asistencia a la misa dominical.
Ahora, para echar un vistazo a lo que era la Iglesia. Los números de Pío XII, el
pontífice anterior al Concilio, están abajo.
“La forma en que oramos refleja el modo en que creemos. (Lex orandi, lex credendí).”
Así es, por eso ustedes son otra iglesia y otra religión, porque no tienen la lex
orandi católica, y mucho menos, la lex credendi.
¡Viva Cristo Rey!
David A. Martínez Espinosa