vicuña valle del elqui mobiliario para museo gabriela · 2015-03-11 · los lugares por los...

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25 DISEÑA PROYECTOS 24 La cicatriz de Gabriela REFORMULACIÓN DEL MUSEO GABRIELA MISTRAL EN VICUÑA* Gabriela Mistral, oriunda de Vicuña, Chile, vivió llena de desarraigos y dolores. Su lucha, que nunca abandonó, la expresó a través de sus poemas. En el año 2003, la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) llama a un concurso de ideas, para reformular el Museo Gabriela Mistral ubicado en su ciudad natal. El desafío fue asumido por el diseñador Francesco Di Girolamo y su equipo, quienes modificaron la obra del arquitecto Oscar McCLure, trayendo la historia de la poetisa a los nuevos tiempos, como también reflejando su vida y su arte. Gabriela Mistral, a native of Vicuña, Chile, lived a life full of displacements and pain. Her struggle, which she never abandoned, was expressed through her poems. In 2003, the Oce of Archives and Museums (DIBAM) called for a contest of ideas to reformulate the Gabriela Mistral Museum located in her birthplace. The challenge was taken on by designer Francesco Di Girolamo and his team, who modified the work of architect Oscar McClure, bringing the poetess’ history to the present time, as well as reflecting her work and her art. Lucila Godoy _ museo Gabriela Mistral _ Oscar McClure Vicuña _ Valle del Elqui _ mobiliario para museo Lucila Godoy _ Gabriela Mistral museum _ Oscar McClure Vicuña _ Elqui Valley _ museum furniture «Un río suena siempre cerca. / Ha cuarenta años que lo siento. / Es canturía de mi sangre, / o bien un ritmo que me dieron. / O el río de Elqui de mi infancia / que me repecho y me vadeo. / Nunca lo pierdo; pecho a pecho / como dos niños nos tenemos». (de «Cosas» en Tala) Lucila Godoy Alcayaga vivió su infancia rodeada de montañas, de árboles, de se- millas, del canto de los pájaros. Ese es el universo de su alter ego poético, Gabriela Mistral, que vive en el Valle del Elqui, aunque la distancia física en la realidad la aleje de él. Gabriela contaba que de volver a nacer no elegiría otro lugar para hacerlo “por conservar los sentidos vívidos y hábiles siquiera hasta los doce años y saber distinguir los lugares por los aromas; por conocer uno a uno los semblantes de las estaciones: por estimar las ocupaciones esenciales (...) de los hombres: el regar, el vendimiar, el ordeñar, el trasquilar”. Respetando su arraigo, en 2003, la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Di- bam) llama a un concurso de ideas para reformular el Museo Gabriela Mistral ubica- do en Vicuña. Se trataba de modificar la obra realizada por el arquitecto chileno Oscar McClure, inaugurada el año 1971 y establecida en el lugar que antes ocupara la casa natal de la poetisa. Francesco Di Girolamo _ Diseñador, Universidad Finis Terrae _ Profesor y Director Escuela de Diseño, Universidad Finis Terrae. Y su legado se transformó en más que ella misma, en una cicatriz que marcó a Vicuña y que dio vuelta el mundo entero. * Artículo desarrollado por Revista DISEÑA

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25DISEÑA PROYECTOS 24

La cicatriz de GabrielaREFORMULACIÓN DEL MUSEO GABRIELA MISTRAL EN VICUÑA*

Gabriela Mistral, oriunda de Vicuña, Chile, vivió llena de desarraigos y dolores. Su lucha, que nunca abandonó, la expresó a través de sus poemas. En el año 2003, la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) llama a un concurso de ideas, para reformular el Museo Gabriela Mistral ubicado en su ciudad natal. El desafío fue asumido por el diseñador Francesco Di Girolamo y su equipo, quienes modificaron la obra del arquitecto Oscar McCLure, trayendo la historia de la poetisa a los nuevos tiempos, como también reflejando su vida y su arte.Gabriela Mistral, a native of Vicuña, Chile, lived a life full of displacements and pain. Her struggle, which she never abandoned, was expressed through her poems. In 2003, the Office of Archives and Museums (DIBAM) called for a contest of ideas to reformulate the Gabriela Mistral Museum located in her birthplace. The challenge was taken on by designer Francesco Di Girolamo and his team, who modified the work of architect Oscar McClure, bringing the poetess’ history to the present time, as well as reflecting her work and her art.

Lucila Godoy _ museo Gabriela Mistral _ Oscar McClureVicuña _ Valle del Elqui _ mobiliario para museoLucila Godoy _ Gabriela Mistral museum _ Oscar McClureVicuña _ Elqui Valley _ museum furniture

«Un río suena siempre cerca. / Ha cuarenta años que lo siento. / Es canturía de mi

sangre, / o bien un ritmo que me dieron. / O el río de Elqui de mi infancia / que me

repecho y me vadeo. / Nunca lo pierdo; pecho a pecho / como dos niños nos tenemos».

(de «Cosas» en Tala)

Lucila Godoy Alcayaga vivió su infancia rodeada de montañas, de árboles, de se-

millas, del canto de los pájaros. Ese es el universo de su alter ego poético, Gabriela

Mistral, que vive en el Valle del Elqui, aunque la distancia física en la realidad la aleje

de él. Gabriela contaba que de volver a nacer no elegiría otro lugar para hacerlo “por

conservar los sentidos vívidos y hábiles siquiera hasta los doce años y saber distinguir

los lugares por los aromas; por conocer uno a uno los semblantes de las estaciones:

por estimar las ocupaciones esenciales (...) de los hombres: el regar, el vendimiar, el

ordeñar, el trasquilar”.

Respetando su arraigo, en 2003, la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Di-

bam) llama a un concurso de ideas para reformular el Museo Gabriela Mistral ubica-

do en Vicuña. Se trataba de modificar la obra realizada por el arquitecto chileno Oscar

McClure, inaugurada el año 1971 y establecida en el lugar que antes ocupara la casa

natal de la poetisa.

Francesco Di Girolamo _ Diseñador, Universidad Finis Terrae _ Profesor y Director Escuela de Diseño,

Universidad Finis Terrae.

Y su legado se

transformó en más que

ella misma, en una

cicatriz que marcó a

Vicuña y que dio vuelta

el mundo entero.

* Artículo desarrollado por Revista DISEÑA

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GabrielaPara lograr dar con la forma que exigía

esta iniciativa, dice Francesco Di Girola-mo, diseñador y director de la Escuela de Diseño de la Universidad Finis Terrae, él y su equipo, que finalmente fueron los en-cargados de transformar el museo, tuvie-ron que encontrar cómo llegar al alma de Gabriela Mistral.

Desde pequeña la vida no le fue fácil. Abandonó la Escuela Superior de Niñas de Vicuña, apedreada por sus compañeras que la acusaban de haber robado unos cua-dernillos de papel. Y cuando intentaba for-marse como maestra, para lo que solicitó su ingreso en la Escuela Normal de La Serena, fue rechazada por las ideas vertidas en sus artículos periodísticos, las que fueron con-sideradas ateas y revolucionarias. Estuvo enamorada, de novia, y fue dejada. Sin em-bargo, ella persistió en su afán de publicar, de enseñar y de amar, colaborando en el periódico La Voz del Elqui, educando en la escuela del pueblo de La Compañía Baja y escribiendo versos de añoranza y pasión.

«Creo en mi corazón, el que no pide / nada porque es capaz del sumo ensueño / y abraza en el ensueño lo creado: / ¡inmenso dueño! // Creo en mi corazón, que cuando canta / hunde en el Dios profundo el flan-co herido, / para subir de la piscina viva / recién nacido». (de «Credo» en Desolación)

Los tránsitos por diversos lugares co-menzaron a acelerarse. Primero partió a Santiago a obtener su título de maestra; luego a Traiguén, a Antofagasta, a Los An-des, a Punta Arenas ―donde Pedro Agui-rre Cerda la nombró directora del liceo de niñas―, a Temuco y nuevamente a la ca-pital. A partir de 1922, conoció territorios

internacionales, partiendo por México, donde publicó su primer libro, Desolación. El poemario se cierra con «Voto», en el que la autora declara: «Dios me perdone este libro amargo y los hombres que sien-ten la vida como dulzura me lo perdonen también. / En estos cien poemas queda sangrado un pasado doloroso, en el cual la canción se ensangrentó para aliviarme».

El periplo de Gabriela no terminó nun-ca. Después de vivir en México y desde ahí recorrer Estados Unidos y Europa, se convirtió en la primera mujer chilena en obtener un cargo diplomático y, pocos años después, en recibir un cargo consu-lar de modo vitalicio.

Entre tanto viaje, la vida de Gabriela ad-quirió un nuevo sentido en 1928, al aceptar ser la madre adoptiva de su sobrino Juan Miguel Godoy Mendoza, de cuatro años de edad. En 1943, Yin Yin, quien ya era su hijo, se suicida con arsénico. La poesía volvió a ser el cauce en el que pudo verter su dolor: «Todavía, Miguel, me valen / como al que fue saqueado, / el voleo de tus voces, / las saetas de tus pasos / y unos cabellos queda-dos, / por lo que reste de tiempo / y albee de eternidades. // Todavía siento extrañeza / de no apartar tus naranjas / ni comer tu pan sobrado / y de abrir y de cerrar / por mano mía tu casa». (de «Aniversario» en Lagar)

En 1945, con 56 años, Gabriela recibió el Premio Nobel de Literatura. Tras seguir cumpliendo tareas consulares y dictan-do conferencias, en 1957 muere en Nueva York. Las palabras de su poema «La ex-tranjera» adquieren más relevancia que nunca: «Vivirá entre nosotros ochenta años, / pero siempre será como si llega

(...) Y va a morirse en medio de nosotros, / en una noche en la que más padezca, / con sólo su destino por almohada, / de una muerte callada y extranjera». (de «La ex-tranjera» en Lagar)

La poetisa no se rindió nunca durante su vida. Ni como Gabriela ni como Luci-la. Mostró su dualidad masculina y fe-menina: una mediante su estampa dura, la otra a través de la palabra. Y su legado se transformó en más que ella misma, en una cicatriz que marcó a Vicuña y que dio vuelta el mundo entero.

El valleEmplazar en un territorio el espíritu de

la poetisa requiere interrogar al paisaje que la vio nacer, dice Francesco Di Girolamo. Se-gún él, «mediante infinitos recorridos por el Valle del Elqui, a lo largo de cinco años, admirando y entendiendo texturas, viñas, hilos de agua, la presencia de la piedra en los murallones inmensos que lo enmarcan».

Ella lo veía así en su poema «Valle del Elqui» del libro Poema de Chile: «Tengo de llegar al Valle / que su flor guarda el al-mendro / y cría los higuerales / que azulan higos extremos, / para ambular a la tarde / con mis vivos y mis muertos. (…) // Mi in-fancia aquí mana leche / de cada rama que quiebro / y de mi cara se acuerdan / salvia con el romero / y vuelven sus ojos dulces / como con entendimiento / y yo me duermo embriagada / en sus nudos y entreveros. (…) // Y, si de pronto mi infancia / vuelve, salta y me da al pecho, / toda me doblo y me fundo / y, como gavilla suelta, / me recobro y me sujeto, / porque ¿cómo la revivo / con cabellos cenicientos?».

El periplo de Gabriela no terminó nunca. Después de vivir en México y desde ahí recorrer

Estados Unidos y Europa, se convirtió en la primera mujer chilena en obtener un cargo

diplomático y, pocos años después, en recibir un cargo consular de modo vitalicio.

LA C

ICAT

RIZ

DE G

ABRI

ELA

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El rediseño del museoPara Francesco Di Girolamo existieron

tres relaciones fundamentales que sur-gieron del análisis de quién fue Gabriela Mistral, de su obra poética y del lugar en donde nació y vivió sus primeros años:

El país entendido como un largo:La extensión de Chile es su largo. Es

una larga línea de casi cinco mil kilóme-tros, flanqueada al oriente por la cordille-ra de los Andes, y al oriente por el océano Pacífico, el más vasto del planeta, todo en los confines del mundo.

El valle del Elqui entendido como un surco:

Es el hilo de agua que serpentea por los estrechos fondos de las quebradas y desfi-laderos, lo que le da la vida a la sequedad de los cerros, que alimenta los parronales y corre bajo los caseríos que habitan al borde de los caminos.

El dolor de la poetisa entendido como una cicatriz en el alma:

Desde pequeña la vida de Gabriela Mis-tral se mueve a través de la incompren-sión, el abandono, el desencanto y el au-toexilio. En su alma siempre hay un corte, un surco, una cicatriz.

Partiendo de estos preceptos, apareció el concepto de LA LINEA. El diseñador optó por dibujar sobre el mapa geográfico una línea recta que uniera el lugar de la tumba de Gabriela Mistral en Montegrande, con el de su memoria, Vicuña. El ángulo de ese trazado se proyectó sobre el total del terre-no del museo, cruzando todos sus espacios exteriores e interiores, desde la calle hasta el fondo del sitio, generando una diagonal en el espacio general. Es esta diagonal la que se convierte en el eje fundacional y permite iniciar la intervención de diseño, como una guía que ordena y permanece siempre, dando cuenta de la relación fun-damental entre memoria y origen.

car un espacio longitudinal virtual que deja pasar el largo cielo del Elqui hacia el suelo de la plaza de acceso. Ello se mani-fiesta formalmente en un gran bajorrelie-ve lineal de hormigón en el suelo del patio de acceso, bajo el parrón, que muestra las estrellas del Elqui, atravesando la Vía Láctea junto a los nombres de las ciudades donde vivió Gabriela Mistral: desde Mon-tegrande a Nueva York.

Las salas del museo.Para el mobiliario expositivo del inte-

rior, se despeja el espacio museográfico original, diseñando el mobiliario en base a la intersección de la geometría del proyec-to original de McClure, con la línea diago-nal fundamental. Esta aparece como una huella conformada por una serie de seg-mentos de piedra incrustados en el suelo. El diseño se centra en dos aspectos respec-to de la naturaleza de la información y su exposición: la contención y cuidado de los objetos, y la difusión de las imágenes y la palabra. Se trabaja con tres conceptos fun-

Este trazado define una serie de situa-ciones que tomadas desde la vía pública hacia el interior, son:

La réplica de la casa natal de la poetisa.A la casa-réplica se le respeta su len-

guaje de adobe y suelo apisonado, su naturaleza que no se toca. Se diseña un suelo-bandeja, que al ser de piedra negra recorta la casa y la suspende, mostrándola como un elemento expositivo. Este suelo tiene una torsión que se contrapone al emplazamiento de la casa natal y se alinea con la diagonal general.

El patio de acceso.El patio de acceso, descampado y auste-

ro a pleno sol, con costados de graderías, es el lugar de lo público y las ceremonias. Se diseña un gran parrón de pilares y vi-gas de madera que recupera el ritmo y la sombra de los viñedos, como un techo transparente y cálido sobre las graderías, adosado a la diagonal central. Este parrón está concebido en dos partes, para demar-

damentales: la transparencia, la levedad y la horizontal, de donde surgen los dos sistemas expositivos aplicados: Una línea suspendida y semitransparente de paneles gráficos en línea; y las unidades de vitrinas temáticas suspendidas en soportes trans-parentes. Los paneles gráficos se agrupan en cinco temas: introducción, origen y pai-saje, América, figura pública y biografía.

Sala Albricias.Esta sala inicialmente dedicada a juegos

manuales interactivos, hoy acoge el mate-rial de la última donación de Doris Dana: todo lo que Gabriela Mistral atesoró y trasladó por los lugares donde vivió, con-formando así una instalación del destie-rro. Se diseñó un mobiliario escalonado y lineal, transparente y suspendido que ter-mina enfrentado a una gran caja vertical de vidrio. Este espacio semicerrado es el lugar de la ausencia de la poetisa: una silla de colegio vacía, sobre la cual descansa la tablilla donde ella escribió la mayoría de

sus poemas que, a su vez, se apoya en un plano de tierra de Montegrande.

Biblioteca.El museo carecía de biblioteca y la vo-

luntad póstuma de Gabriela Mistral es que todos sus libros fueran donados a los niños de Vicuña. La biblioteca se cons-truye a continuación del volumen de ser-vicios y sala de conferencias, respetando el lenguaje arquitectónico del total del museo basado en la piedra y la carencia. Un solo espacio limpio y transparente que mira hacia los jardines posteriores, con lucarnas para la luz natural, un mesón de atención en obra y una gran estantería para la colección de libros.

La Plaza de la Memoria.Un espacio comunitario pensado como

un surco que termina en un foro circular abierto, con graderías en obra, para sen-tarse a mirar y conmemorar entre los ár-boles del huerto posterior.

El equipo

Al comienzo de este trabajo tan largo, casi seis años atrás, hubo varias personas que colaboraron en la conformación inicial del proyecto. Estuvieron Raúl

Croquevielle, quien desarrolló con Francesco el lenguaje inicial del mobiliario; Ismael Frigerio, que concibió un gran proyecto multimedial que no prospe-

ró; Antonio Gil, a quien se le expusieron largamente aspectos puntuales del fundamento del proyecto e hizo de contraparte; Alan Fox, quien propuso un

interesante proyecto de iluminación; Pablo Astaburuaga, con quien se desarrolló la nueva biblioteca; e Irene Pardow, quien diseñó y desarrolló el concepto

cromático y el diseño gráfico de la imaginería de cada uno de los paneles, material audiovisual y piezas desplegables. También están Deycer Araujo, quien

fabricó el mobiliario definitivo; Ignacio Letelier y el maestro Manuel, quienes hicieron realidad el gran parrón y el bajorrelieve de hormigón “la Vía Láctea” en

el suelo de la plaza de acceso (dos grandes piezas de diseño), la biblioteca nueva, la plaza de la memoria y los suelos en el espacio público. Josefina Zuazzola,

quien estuvo a cargo de la producción de los paneles gráficos. Alan Trampe y Francisca Valdés con su equipo de la Dibam generaron la totalidad de los con-

tenidos y crearon el guión museográfico, palmo a palmo, con el material y las pertenencias de la poetisa, en un trabajo conmovedor y fascinante. Francesco

Di Girolamo, como diseñador del proyecto, estuvo a cargo de la dirección de la ejecución y supervisión de todos los aspectos generales.

El museo carecía

de biblioteca y la

voluntad póstuma de

Gabriela Mistral es

que todos sus libros

fueran donados a los

niños de Vicuña.

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