viaje a río de janeiro y a parís en busca

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Viaje a Río de Janeiro y a París en buscade los orígenes de Maia

Lucinda Riley

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¡Hola!

En primer lugar me gustaría daros las gracias a todos mis maravillososlectores españoles por acoger mis libros en vuestros corazones, en especialmi serie Las Siete Hermanas.

Recibí la inspiración para escribir la serie en el 2013, una noche mientrascontemplaba el grupo de estrellas de las Pléyades desde mi casa de NorthNorfolk. Sentí curiosidad por las leyendas mitológicas acerca de aquellasestrellas, conocidas como las Siete Hermanas, y decidí trasladarlas hastanuestro mundo actual. Si se alza la mirada hacia el cielo nocturno, las SieteHermanas pueden verse desde prácticamente cualquier lugar del mundo;brillan del crepúsculo al amanecer y son incontables las diferentes culturasque llevan milenios narrando sus mitos.

Mi serie comienza cuando Maia D’Aplièse y sus cinco hermanas sereúnen en la casa donde crecieron, Atlantis, un hermoso castillo situado aorillas del lago de Ginebra, tras la muerte de su padre adoptivo, unescurridizo multimillonario al que llaman Pa Salt. Después de enterarse deque ya ha sido misteriosamente sepultado en el mar cada una de lashermanas recibe una tentadora pista sobre su verdadera procedencia.

Esa pista hace que Maia inicie un viaje hasta una destartalada mansión deRío de Janeiro, Brasil, donde comienza a desentrañar la verdad sobre susantepasados y a conocer la historia de la apasionada Izabela Bonifacio, quevivió durante la Belle Époque de Río, en 1927…

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Me hace mucha ilusión compartir con vosotros el proceso de creación einvestigación que sostiene la novela. Cuando me planteé escribir una sagabasada en las Siete Hermanas de las Pléyades no tenía ni idea de adónde meconduciría. Me atraía mucho el hecho de que cada una de las hermanasmitológicas fuera, según la leyenda, una mujer fuerte y única. Se dice quefueron las Siete Madres que sembraron nuestra tierra —¡y no cabe duda deque, de acuerdo con sus historias, todas fueron sumamente fértiles!— ytuvieron numerosos hijos con los diferentes dioses que quedaron fascinadospor su fuerza, su belleza y su etéreo aire de misticismo.

Para mí la serie es simplemente una única historia muy larga que estoydividiendo en siete partes a pesar de que los libros son independientes y lashistorias de cada una de mis muy singulares hermanas pueden leerse en elorden que se desee, puesto que todas ellas comienzan en el mismo puntocronológico. Tal vez os estéis preguntando por qué he hablado solo de seishermanas hasta el momento… y si contempláis el cielo nocturno es posibleque os percatéis de que a simple vista únicamente se distinguen seisestrellas. ¿Dónde está y quién es la hermana ausente? ¿Y por qué razónexactamente decidió Pa Salt adoptarlas a todas? Bien, hay una tramasubyacente a todas las historias que las recorre de principio a fin como unadelicada hebra. Todo se revelará en el séptimo y último libro de la saga.

Por encima de todo me gustaría que mis lectores se sintieran inspiradospor la calidez y la bondad de Maia. La tímida joven supera muchasdificultades emocionales a lo largo de su viaje en Las Siete Hermanas, y esen el calor de Río donde su auténtica naturaleza apasionada puederevelarse. Las últimas palabras de Pa Salt a su querida hija mayor sonespecialmente conmovedoras: «Nunca permitas que el miedo decida tudestino». Espero que su historia os ilumine a todos para que os enfrentéis al

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mundo con la cabeza bien alta y para que viváis vuestras vidas con pasión yamor.

LUCINDA

¿En qué se inspiró para escribir un libro basado en Río?En el 2011 una amiga «espiritual» me dijo que muy pronto me esperaba unviaje a Brasil, ¡y a mí me entró la risa! A la mañana siguiente mi agente medijo que la editorial Novo Conceito había comprado mis dos primerasnovelas.

Fernando Barrachini, el propietario de Novo Conceito, me pidió despuésque fuera a Brasil para la Bienal de São Paulo al año siguiente. Como ya mehabían dicho que mi destino era ir, tuve que contestar que sí.

Llegué a Brasil y descubrí que mi maleta seguía en París… Así que, conla misma ropa con la que había hecho el viaje, fui a la Bienal y apenas pudecreerme la reacción de la gente. Cientos de lectores acudieron a saludarme.Desde allí volé a Curitiba y luego a Río. En todas las ciudades que visitabalos lectores se mostraban muy amables y acogedores. Para entonces yo yame había enamorado profundamente del país y de los lugareños que habíaconocido. La belleza y la hospitalidad tanto del paisaje como de la gentefueron algo único. Y encajaban muy bien con mi propio «espíritu».

Y Río… cuando llegué después de muchos días viajando por Brasil y vipor primera vez sobre mi cabeza el Cristo Redentor iluminado por unasluces blancas, se me llenaron los ojos de lágrimas. Es complicado explicarlas profundas emociones que despierta en mí. Cuando por fin lo vi con mispropios ojos, fue un gran momento. Comprendí su magia.

Como autora publicada a nivel internacional, visito muchos países y esextraño que de repente sienta que debo escribir acerca de un sitio. Pero laprimera mañana que me desperté en Río supe que era lo que quería hacer.

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Así que contraté una guía, Suzana Perl, y le pedí que me enseñara la ciudady me hablara de su historia. Durante esas visitas fui al viejo parlamento y vilos granos de café grabados en las baldosas del suelo y encima de la puerta.Me informé de que los barones del café ostentaban el poder del gobierno enaquella época debido a su extremada riqueza y de que la caída de WallStreet desembocó en una terrible depresión y casi en la bancarrota del país.Después descubrí que el Cristo se estaba construyendo precisamentedurante aquella Belle Époque. Suzana me llevó a una preciosa casa antiguaen Cosme Velho que está abandonada y cayéndose a pedazos, pero me dicuenta de lo bonita que debía de haber sido hacía noventa años. Enseguidasupe que situaría a mi familia de ficción en aquella casa. Me marché deBrasil sabiendo que tenía las semillas de mi siguiente novela.

¿Cuánto tiempo pasó en Brasil mientras investigaba para la novela?Tras mi visita inicial, regresé a Brasil para vivir durante un mes en unapartamento de Río de Janeiro. Por coincidencia descubrí que mi vecina eraBel Noronha, la bisnieta de Heitor da Silva Costa, el arquitecto y creadordel Cristo Redentor. Ella me dio acceso a los diarios de su bisabuelo y a unvasto número de documentos referidos al período de construcción. Despuésme marché a la montaña para alojarme en la Fazenda Santa Tereza —unaantigua plantación de café—, que se convirtió en el escenario de la infanciade Bel en el libro. Luego escribí acerca de Río en la época actual, puesquería mostrar, a través de la historia de mi heroína, Maia, que es unaciudad asombrosa y vibrante. Como cualquier otra, tiene sus característicasbuenas y malas, pero parte de la novela está ambientada en una favela.Tenía una justo en la puerta de mi casa en Río y veía las cometas quevolaban y oía la música de samba que brotaba de ella todas las noches.Maia descubre posteriormente esa parte de sus orígenes. Y mientras

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contempla a los niños pequeños aprendiendo a bailar la samba para elcarnaval se da cuenta de que bailan por sus vidas. Lloré como unamagdalena escribiendo ese capítulo, de verdad, porque yo había estado allíy lo había visto.

¿Cómo enfocó la investigación histórica?Me compré todos los libros que pude encontrar (¡no hay muchos escritos eninglés!) acerca de Brasil en la década de 1920, y también acerca de laconstrucción del Cristo y la implicación de Paul Landowski. Leí subiografía en francés. Sin embargo, cuando regresé a Río por segunda vez,tenía muchas preguntas sin contestar. Normalmente, cuando estudio unperíodo cronológico encuentro los «pormenores» de lo que necesito saber,pero la historia de Brasil no parece estar muy documentada más allá delpropio país, y en lo que se refiere a la construcción del Cristo en particularno había muchos detalles disponibles. Fue entonces cuando me puse encontacto con Bel Noronha y la conocí en persona. Es la bisnieta de Heitorda Silva Costa, ¡y resultó ser vecina mía en Ipanema! Nos hicimos buenasamigas y me fue de gran ayuda al contarme la auténtica historia de la visiónde su bisabuelo en cuanto a la construcción del Cristo; al parecer se trata deuna historia que ha tenido muchísimas versiones distintas, sobre todo enBrasil. Me sorprendió descubrir que hay mucha gente en Río que todavíacree que fue un regalo de Francia.

Su relato de la historia real cambió el enfoque del libro que pensaba queiba a escribir. Después de pasar unas cuantas tardes con ella le pregunté sime permitiría devolver a Heitor y su familia a la vida y novelar, a partir delos fragmentos auténticos del diario, cómo se ejecutó el proyecto del Cristodesde 1925 hasta 1931. Fue la determinación de Heitor a lo largo de diezaños lo que consiguió que se completara y da la sensación de que era un

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hombre verdaderamente excepcional y fascinante. Quería que su historiaformara el telón de fondo de mis personajes de ficción. Por suerte Belconfió en mí y estuvo de acuerdo.

¿Cómo desarrolló el argumento y los personajes?Una vez que llevé a cabo todas las investigaciones que creía necesitarcomencé a escribir la historia sentada en la terraza de mi ático en Ipanema,con el Cristo a mi espalda y la playa delante. Después me mudé a lamontaña, a la preciosa fazenda de una amiga; la construyeron en 1820 y esla que aparece en mi novela. Allí tenía una paz perfecta (¡y ninguna de lastentadoras distracciones de Río!) en un escenario maravilloso. El personajede Izabela Bonifacio me resultó sencillo de trazar: es una mujer joven ybella cuyo padre es rico pero procede de un entorno de inmigrantes italianosde São Paulo. Este traslada a su familia a Río para casar a su hermosa hijacon una vieja familia portuguesa aristocrática y ascender así en la escalasocial.

Es importante dejar claro que Las Siete Hermanas no es un libro dehistoria, es un arrollador relato de amor que utiliza la historia real comotrasfondo. Si mis lectores de todo el mundo aprenden algo de él, muchomejor, pero lo que deseo sobre todo es que disfruten de la novela.

Escribir una serie de siete novelas debe de ser una perspectivaabrumadora. ¿Tuvo que idear el argumento de la historia final antes decomenzar?Es irónico, pero saber hacia dónde debo dirigirme durante los seis próximosaños es algo positivo, no negativo. A pesar de que cada uno de los libros esla historia independiente de cada una de las hermanas los concibo todoscomo una extensa novela épica. Por eso, en un futuro próximo, no llegaré al

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final de una historia y padeceré ese terrible momento en el que debo pensar:«¿Y ahora qué escribo?». Y lo mejor es que no tendré que despedirme deninguno de mis personajes hasta dentro de varios años, porque lloro a todosmis «amigos imaginarios» cuando termino una historia. Como novelista, eslo más emocionante que he escrito nunca, porque tiene múltiples niveles.No solo estoy siguiendo alegóricamente los mitos y las leyendas de lasSiete Hermanas, sino que además hay un argumento global que recorre cadauno de los libros y que solo se resolverá en el último. Los detalles delmismo están ocultos en las historias y solo los conozco yo.

La mitología está entretejida en la historia. ¿Qué mitos eligió y qué lainspiró para basar su serie en ellos?Los vínculos astrológicos y mitológicos añaden otra dimensión a la serie, yeso es lo que la hace tan placentera para mí. Hay muchísimos mitos entorno a las Siete Hermanas, desde los de los mayas a los griegos pasandopor los aborígenes, y escogí emplear los mitos griegos como una especie deesbozo para los personajes y algunos aspectos del argumento. También mehe divertido mucho ideando anagramas y pistas ocultas basadas en estosmitos. Leonora, mi hija pequeña, fue la que lo inició todo con el anagramadel padre adoptivo de las hermanas, un personaje que está basado, en líneasgenerales, en Atlas, el titán que sujetaba el mundo y el cielo sobre sushombros. Añadiendo la «p» de Pléyone, su madre, di con el anagrama «PaSalt», perfecto para un padre que adora el mar. Hay muchos más anagramasen los libros, por si os apetece buscarlos.

En cualquier caso, también quería asegurarme de que mis lectores notienen que conocer los mitos para entender la historia. También tengo queser cautelosa y garantizar que mis hermanas continúan siendo mujeresmodernas; así pues, mientras que Maia, la mayor, comparte características

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con su homóloga en la leyenda griega, sigue comportándose plenamentecomo una chica del siglo xxi.

¿Fue difícil adaptar la historia de Maia con la de su versión mitológica?¿Cómo la describiría?En la leyenda griega Maia destaca por su espectacular belleza y su caráctersolitario —se la retrata como una mujer tímida y retraída que prefiere vivirsola en una cueva—. Recibe los nombres de «La Madre» y «LaCuidadora», y utilicé todos esos aspectos como esquema para mi Maia deficción. Aunque la Maia actual proviene de un entorno privilegiado, su vidano ha sido fácil. Al ser la mayor de las hermanas siente un gran sentido dela responsabilidad hacia su familia. Maia es la única hermana que sigueviviendo sola en un pabellón dentro de los terrenos de Atlantis, el hogarfamiliar a orillas del lago de Ginebra. La muerte de su padre le afectamuchísimo y la obliga a enfrentarse a un pasado que lleva años evitando. Suodisea hasta Brasil para descubrir sus orígenes lo cambia todo y, poco apoco, aprende a aceptar la vida y el amor una vez más.

Muchos de los personajes de las secciones históricas están basados enpersonas que existieron de verdad; ¿esto hizo que escribir el libro fueramás sencillo o más complicado? ¿Será también una característica de lasseis próximas novelas?Volver a insuflarles vida a esas asombrosas figuras fue, sin duda, todo unreto, pero lo disfruté muchísimo. Aunque he tenido que ser aún máscuidadosa en la fase de investigación: leí todo lo que pude acerca de PaulLandowski y visité el museo en Boulogne-Billancourt, París. También tuveacceso al diario personal de Heitor da Silva Costa gracias a Bel Noronha.

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Es entonces cuando realmente puedes recrear sus personalidades, cuando tesirves de sus propios pensamientos.

Algunas de las relaciones entre hombres y mujeres que se dan en ellibro son muy tiernas, pero también están cargadas de tensión ytristeza. ¿Fue difícil, desde el punto de vista emocional, escribir ellibro?Cuando estás escribiendo, vives con esos personajes en la cabezaveinticuatro horas al día y desarrollas unos vínculos increíbles con ellos.Supongo que, debido a mi pasado de actriz, me involucro mucho con ellos.Así, escribir las partes dolorosas puede resultar emocionalmente agotador,porque me siento muy cercana a ellos y me disgusta no poderproporcionarles un final feliz. Durante el proceso de edición suelo llorarcuando releo las escenas angustiosas. Tengo un estilo de escritura un tantoextraño, pues grabo el primer borrador completo de la novela en undictáfono en lugar de sentarme ante un ordenador a teclear. Eso no soloquiere decir que puedo pasear tranquilamente al aire libre, sino también quepuedo meterme realmente en la piel de mis personajes y dejar que sushistorias fluyan de mi interior.

París en la década de 1920 era un lugar apasionante y hedonista. ¿Dequé influencias se sirvió para capturar la atmósfera de esa historia?Dado que tengo ascendencia francesa y paso allí todos los veranos, siempreme he sentido atraída por el país. Y especialmente por la época deprincipios del siglo xx, cuando París era la capital del mundo creativo,cuando el pensamiento artístico y filosófico lo eran todo y el materialismono significaba nada. Uno de mis autores favoritos es Scott Fitzgerald, quevivió en Francia durante parte del período en el que se desarrolla esa fase de

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la novela. Su esposa Zelda y él formaban parte de la camarilla bohemia quebebía durante todo el día y bailaba toda la noche. Si pudiera haber nacido encualquier período de la historia, habría sido entonces. ¡Es lo que me va!

¿Cuáles fueron los hechos históricos más fascinantes que descubrióacerca de Río y del Cristo Redentor?El Cristo Redentor es, literalmente, un milagro: la inmensidad de su tamañoy su peso peligrosamente erigidos en lo alto del Cerro del Corcovado y lagenialidad del diseño de Heitor da Silva Costa son fascinantes por símismos. También descubrí que el exterior está cubierto de miles deminúsculos triángulos de esteatita. Las mujeres de la alta sociedad de laépoca añadieron plegarias por sus seres queridos en la parte de atrás de losmismos —tal como hace Bel— antes de adherirlas a las mallas para formarcuadros grandes. Y finalmente la historia de la modelo utilizada para lasmanos. Durante años se pensó que se trataba de Margarita Lopes deAlmeida, una famosa mujer brasileña con dotes artísticas. Pero en su lechode muerte ella misma admitió que no eran sus manos, así que se creó elmisterio de a quién pertenecían en realidad, y eso me dio una magníficaidea para mi argumento.

¿Cómo ha conseguido evitar los clichés asociados con Brasil: mujerespreciosas bailando samba en el carnaval, asombrosos jugadores defútbol, los abrumadores paisajes naturales?Siempre intento evitar los clichés, por ejemplo, la «cara» del país que semuestra al mundo, y escribo acerca de las personas reales que lo habitan.Viví en un apartamento de Ipanema durante un mes y me involucré en lavida diaria de Río, iba a comprar al mercado y a los supermercados, comía

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en los restaurantes locales (no turísticos) comida brasileña de verdad, que,por cierto, me encanta, e intenté mejorar mi horrible portugués.

Fueron mis conversaciones con la gente las que me llevaron a formarmeuna idea de quiénes son en realidad los cariocas. Y vivir en la ciudad meayudó a captar su atmósfera y a comprender su historia. Sé que no podríahaber escrito este libro de la misma forma sin haber vivido esa experiencia.Solo espero haberles hecho justicia a la ciudad, a sus gentes y a su historia.

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A lo largo de las siguientes páginas encontraréis más información acercade la mitología de la constelación de las Siete Hermanas, así como sobre lahistoria de la construcción del Cristo Redentor en Río de Janeiro y de suescultor, Paul Landowski, que vivió en el hedonista París de la década de1920…

Mitología de las Siete HermanasLas Pléyades se cuentan entre las primeras estrellas mencionadas en laliteratura, pues aparecen en unos anales chinos de en torno al año 2350 a.C.Las primeras referencias en la literatura europea se encuentran en un poemade Hesíodo del año 1000 a.C. y en la Odisea y la Ilíada de Homero.

La humanidad siempre ha mirado hacia la constelación estelar de lasPléyades para orientarse. Los marineros han dependido de ellas para lanavegación y los granjeros para saber cuándo sembrar y recoger suscosechas: la tribu Zuni de Nuevo México las llamaba las «EstrellasSemilla» y, cuando el conjunto desaparecía todas las primaveras, era elmomento de sembrar. Otras culturas creen que las Siete Hermanassembraron el planeta y son las siete madres originales de la tierra.

En la serie de novelas de Las Siete Hermanas las historias de todas ellasse basan fundamentalmente en la miología griega, pero hay muchas másleyendas a lo largo y ancho del mundo. Poco después de recibir lainspiración para escribir una serie de libros basada en el grupo estelar de lasSiete Hermanas me senté una noche con mi familia. Yo ya sabía que misprotagonistas —todas ellas mujeres del siglo xxi— llevarían los nombres de

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las hermanas mitológicas de la antigüedad, pero las extrañas grafías y laspronunciaciones presentaban ciertos problemas para el público moderno.Así que aquella noche escribí los nombres de todos los personajesprincipales en una pizarra, junto con un resumen de sus principalesatributos. Dejé unos cuantos papeles y bolígrafos sobre la mesa y les pedí atodos que pensaran en anagramas y apodos que pudiera utilizar para lospersonajes en las novelas.

Las Pléyades eran siete hermanas: Maia, Alción, Astérope, Celeno,Taygeta, Electra y Mérope. Sus padres eran Atlas, un titán al que el diosZeus había encomendado la tarea de sujetar la tierra, y Pléyone, laprotectora mitológica de los marineros.

Tras un encuentro fortuito con el cazador Orión las Pléyades y su madrese convirtieron en objetos de su persecución. Para protegerlas de losimplacables acercamientos amorosos de Orión, Zeus las convirtió en unabandada de palomas que después acogió en los cielos. También serumoreaba que Zeus había engendrado hijos con tres de las hermanas.

Maia: es la hermana mayor, conocida por su asombrosa belleza así comopor su gusto por la vida solitaria. La historia dice que, a pesar de suhermosura, era una mujer tímida y retraída que prefería no tener compañía yvivía sola en las cavernas. El nombre «Maia» significa «madre» en latín y,según otras traducciones, también quiere decir «cuidadora» o «magnífica».Los romanos consideraban a Maia la diosa de la primavera, razón por la quenuestro quinto mes se denomina «mayo». Antiguamente su estrella brillabacon más fuerza que cualquiera de las otras. Sin embargo, Alción, la estrellade la siguiente hermana, brilla ahora con más intensidad. Algunos dicen queesto simboliza la rivalidad fraternal entre ambas en el pasado.

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Alción (Ally): en la mitología griega Alción, la segunda hermana, eraconsiderada la líder. Durante los días Alción —en los que el mundo estaballeno de alegría, prosperidad y tranquilidad— vigilaba el mar Mediterráneopara mantenerlo en calma y hacerlo seguro para los navegantes. Ceix, reyde Tesalia e hijo de un lucero de la mañana, y Alción estuvieron casados yentregados el uno al otro hasta el día en que engañaron a Zeus y Herahaciéndose pasar por ellos. Enfurecido, Zeus esperó a que los amantes sesepararan para desatar sobre los mares una gran tormenta que hizo que elbarco de Ceix volcara y él se ahogase.

Astérope (Star): el nombre griego «Astérope» se traduce como «Star»(«Estrella» en inglés) y, obviamente, este resultó ser un precioso apodo parael personaje. Según la tradición se la describe como una de las hermanasmás débiles, quizá porque esta estrella es una de las dos que brillan conmenos intensidad que las demás. Fue la madre de Enómao, cuyo padre eraAres, el dios de la guerra. Algunas versiones del mito aseguran que enrealidad Enómao era su marido, no su hijo, y que, después de tener cuatrohijos juntos, él terminó convirtiéndose en rey de Pisa.

Celeno (CeCe): suele traducirse como «melón» o «moreno». Celeno, comoAstérope, brilla con menos fuerza que el resto del grupo, supuestamenteporque una vez recibió el impacto de un rayo, según Teón el Joven. Sinembargo, tuvo muchos hijos, entre ellos Lico (lobo) y Quimereo, del titánPrometeo, y Lico y Nicteo, de Poseidón, el rey del mar.

Después de darle vueltas a varios anagramas que no terminaban defuncionar alguien sugirió el sencillo sobrenombre de CeCe, que deinmediato obtuvo gestos de aprobación por parte de todos los demás.

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Taygeta (Tiggy): en los mitos Taygeta, como Maia, valoraba suindependencia y vivía sola en la montaña. Zeus también se había fijado enella y había intentado seducirla. Antes de que pudiera alcanzarla, Taygetaechó a correr hacia los brazos de Artemisa, que la convirtió en cierva paraque pudiera escapar de las garras de Zeus. Hércules también trató decortejarla.

Como a esta hermana la convirtieron en cierva y además en mis libros ibaa sentir un amor desmesurado por los animales, tuvimos la sensación de quedebíamos ponerle un apodo de animal. Nos decidimos por Tiggy, como laseñora Tiggy-Winkle (conocida en español como la señora Bigarilla), laeriza del libro de Beatrix Potter.

Electra: conocida como la tercera estrella más brillante del grupo, Electrafue madre de cuatro hijos, unos de los cuales fue Dárdano, quien después seconvirtió en el fundador de la antigua ciudad de Troya. Algunas fuentesseñalan que Electra es la «Pléyade perdida», pues se desvaneció tras lacaída de Troya y la muerte de Dárdano.

Pero ¿quién es la séptima hermana? ¿Y quién es Pa Salt? ¿Sois capaces deencontrar más anagramas y pistas diseminadas a lo largo de la novela?

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DISEÑO Y CONSTRUCCIÓN DEL CRISTOREDENTOR

El Cerro del CorcovadoCon 71 metros de altura el Cerro del Corcovado está situado en la cordilleraCarioca y domina la ciudad de Río de Janeiro. En el siglo xix se convirtióen un destino frecuente para los que querían disfrutar de las vistas de Río deJaneiro.

El Ferrocarril del Corcovado se construyó en 1884 utilizando un innovadorsistema de ruedas dentadas llegado hasta Brasil desde Suiza. Tenía 3.827metros de longitud y cuatro estaciones, la última de ellas a tan solo cuarentametros de la cima.En 1906, poco después de la instalación de luces eléctricas en la calle y delos tranvías en Río de Janeiro, el Ferrocarril del Corcovado se convirtió enla primera línea eléctrica de Brasil, lo cual aumentó su número anual depasajeros a aproximadamente unos 48.000.

El Cristo RedentorA principios de la década de 1920 la Iglesia católica, que había gobernadoBrasil de hecho desde alrededor de 1550, estaba comenzando a perder elapoyo de los ciudadanos brasileños, que se hallaban bajo la influencia de lasideas políticas y económicas del socialismo procedente de Europa tras laGran Guerra.

El poderoso Círculo Católico de Río de Janeiro decidió crear un

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monumento religioso para volver a unir a su gente y para mantenerlos en elredil de la iglesia.

Finalmente se decidió que el Cerro del Corcovado era el emplazamientoperfecto para el monumento. Se presentaron muchos diseños para aquelproyecto tan prestigioso, pero el arquitecto e ingeniero Heitor da SilvaCosta fue quien se hizo con el encargo. Su visión inicial del Cristo era unafigura de pie que sujetaba una enorme cruz en una mano y un globoterráqueo en la otra.

«Crear una imagen de Cristo es una aspiración muy alta y una enormeresponsabilidad. Crearla con unas proporciones inmensas sería, sin dudaalguna, la mayor aspiración y responsabilidad de la vida de cualquiera.»

Heitor da Silva CostaEn febrero de 1922 el presidente Epitácio Pessoa recibió una peticiónfirmada por más de veinte mil mujeres que apoyaban la construcción de unaestatua de Jesucristo en el Cerro del Corcovado; antes de eso la Iglesiaprotestante y otros grupos religiosos habían retrasado el proyecto arguyendoque la estatua había sido concebida y respaldada por los católicos. Sinembargo, tras ver la petición el presidente informó a todos aquellos gruposde que si hubieran sido ellos quienes hubieran acudido a él en primer lugarcon una idea similar, también les habría concedido su autorización. Portanto, la edificación de la estatua seguiría adelante según lo previsto.

En septiembre de 1923 se celebró un acto benéfico llamado «La Semana delMonumento», que consiguió recaudar más de cien mil reales en solo sietedías, la mitad de lo que se necesitaba para construir la estatua.

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Entretanto, Heitor comenzó a dar sus planes por concluidos. Se inspiró enlas antenas de radio colocadas en el Cerro del Corcovado para alterar sudiseño original de manera que la figura del Cristo formaba una gigantescacruz de cuarenta metros de alto por cuarenta metros de ancho a la altura delos brazos abiertos.

Escogió una zona rocosa justo en la cumbre como el emplazamientoperfecto para que el Cristo contemplara Río.

Construcción del Cristo RedentorHeitor da Silva Costa llegó a la conclusión de que debía utilizar un materialrecientemente inventado, el hormigón armado, para realizar la estructura,puesto que una estatua de bronce sería demasiado pesada para arrastrarlamontaña arriba y una armazón de metal resultaría visualmente pocoatractiva y además sufriría con los efectos del clima. Escribió en su diario:

«El público está acostumbrado a ver hormigón armado en los trabajos deingeniería, pilares, columnas, etcétera, pero yo lo he presentado como capazde prestar servicio en una obra de arte; todavía resulta extraño. No obstante,este material es moderno y el material del futuro».

En 1924 Heitor se puso en contacto con el gran maestro de la ingenieríaestructural, Albert Caquot, en Europa, para que lo ayudara a encontrar unescultor que fuera capaz de realizar el modelo a escala final. Después sereunió con muchos escultores en París, Múnich, Florencia y Roma, yfinalmente optó por trabajar con el renombrado escultor Paul Landowski, enParís. Mientras Landowski se encargaba de fabricar los moldes tanto paralas manos como para la cabeza del Cristo, Albert Caquot se dedicó a darlelos toques finales a los planos de la estructura de hormigón armado.

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Los planos finales revelaron las medidas de la estatua:Altura: 30 metrosPedestal: 8 metrosCabeza: 3,75 metros de altura

Longitud de la mano: 3,20 metros, con una distancia de 28 metros desde elextremo de una mano hasta el extremo de la otra.

El peso total de la estructura sería de 1.145 toneladas, de las cuales 30correspondían únicamente al peso de la cabeza y 80 al peso de cada uno delos brazos.Paul Landowski escribió en una carta a Heitor da Silva Costa:«Sus cálculos eran sin duda excelentes; las matemáticas siempre serán lasreinas de la arquitectura e incluso de la escultura».

Heitor se preocupó de transmitir a Landowski que la cabeza y las manos seconsiderarían una obra de arte —una escultura— y el cuerpo y los brazoscomo arquitectura. Le encargó que construyera una réplica de cuatro metrosde la estatua.

Una vez que la construcción se puso en marcha, el siguiente problema queHeitor tenía que afrontar era el de dar con un acabado exterior para laestatua. Sabía que el hormigón armado no proporcionaría el aspectoartístico que la estructura requería. Y en 1927 se topó con la soluciónperfecta por pura casualidad: en una fuente parisina vio que las paredesestaban revestidas con un mosaico de teselas plateadas, pequeñas ytriangulares. Su idea inmediata fue cubrir la cara externa del Cristo conmiles de pequeños triángulos de cerámica o piedra. Veinticuatro horasdespués ya había obtenido varias muestras fabricadas en un estudio

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cerámico de la zona, de diferentes tamaños y empleando distintosmateriales, entre ellos la esteatita.

La esteatita se utilizaba en abundancia en las iglesias de Brasil debido a quese encontraba con facilidad y a que su color nunca se pierde, es resistente ala lluvia y al sol y no se expande ni contrae con los cambios de temperatura.Heitor decidió que se trataba del material perfecto para el mosaico queproponía.

Cuando se enteró de la idea, Landowski le escribió a Heitor:«Estoy encantado con el resultado que ha logrado y no puedo sinofelicitarlo por la idea. Comparto sin reservas su opinión de que este materialaportará un efecto más noble e intenso, además de ser completamenteresistente a todo».La idea se trasladó a Río de Janeiro, donde las mujeres de la alta sociedadsolían reunirse a menudo en las iglesias para poner los triángulos deesteatita en trozos de malla que después se usarían para cubrir todas y cadauna de las partes del cuerpo del Cristo, excepto las manos y la cara. Se diceque algunas escribieron los nombres de sus seres queridos en el dorso de lasteselas antes de pegarlas, sellando así su amor para siempre.

La construcción del cuerpo del Cristo comenzó a mediados de 1926 bajo lasupervisión del compañero arquitecto de Heitor, Heitor Levy, y de losingenieros Antonio Ferreira Antero y Pedro Fernandes Vianna da Silva.

Las obras se prolongaron durante cinco años y, a lo largo de ese tiempo, apesar de las peligrosas condiciones de trabajo a aquellas alturas, ni un solohombre perdió la vida.

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El Cristo Redentor se inauguró el 12 de octubre de 1931, acontecimientoseguido de una semana de festividades llamada Semana Nacional del CristoRedentor, puesto que gentes de todos los rincones de Brasil acudieron a verla obra maestra.

El Christo Redentor, o Cristo Redentor, como se conoce en el resto delmundo, celebró hace poco su octogésimo cumpleaños, en el 2011, y hallegado a convertirse en una de las Siete Maravillas del Mundo con casi dosmillones de visitantes al año.

Paul LandowskiEn la década de 1850 el doctor Edouard Landowski abandonó Polonia y setrasladó a Francia. Tuvo seis hijos, de los cuales Paul era el más pequeño.En 1882 los dos progenitores de Paul murieron y sus hermanos y él pasarona estar bajo la tutela de su tío Paul Landowski en un pequeño piso de París.

Cuando su tío falleció, el hermano mayor, Ladislas, pasó a hacerse cargo desus hermanos mientras estudiaba Medicina.

Cuando Paul tenía solo cinco años, sufrió un ataque de ceguera temporaldurante el que se aficionó a moldear formas con pan, así que para cuandodejó el colegio tenía dos pasiones: la escultura y la literatura.

Su primera «escultura» de santa Blandina se coció en el horno de pan deChézy-sur-Marne, donde trabajaba durante las vacaciones escolares.También escribía obras de teatro, poesía y llevaba cuadernos de apuntessobre las grandes obras literarias que leía.

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En 1893 Paul asistía a la Escuela de Bellas Artes Académie Julian ademásde pasar cierto tiempo en la Facultad de Medicina, donde le encargaban quebosquejara cuerpos diseccionados. Hacia finales de siglo el trabajo de Paulempezaba a hacerse famoso y obtuvo prestigiosos galardones. Ganó el Prixde Rome en 1900 con su estatua de David.

Pasó una temporada en Italia, en especial en la Villa Médicis, la AcadémieFrançaise de Roma. En 1906 regresó a Francia y se mudó a una casa contaller en Boulogne-sur-Seine.

Se casó con Geneviève Nénot en 1907 y tuvo dos hijos, Nadine y Jean-Max. Ambos murieron en 1943 luchando por su país. Geneviève murió en1912. Sin embargo, Landowski volvió a casarse al año siguiente conAmélie Cruppi, con quien tuvo otros dos hijos, Marcel y Françoise, quedisfrutaron de exitosas carreras artísticas.

Paul Landowski combatió en la Primera Guerra Mundial y se le otorgó laCroix de Guerre en la batalla del Somme. A su regreso a París comenzó atrabajar en la obra de sus sueños, Le Temple de l’Homme (El templo delhombre), con la que consiguió el aplauso de la crítica, al igual que con lafigura art déco de santa Genoveva en el puente de la Tournelle, de 1928, ycon Los fantasmas, el homenaje de Francia a la segunda batalla del Marne,situado en el parque de Buttes-Chaumont, en el norte del país.

En 1929 se convirtió en chef d’atelier en la Escuela de Bellas Artes de Parísy se mudó a Boulogne-Billancourt. Gozaba del favor de muchoscompañeros artistas y arquitectos.

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Realizó treinta y cinco grandes monumentos en la ciudad de París y otrosdoce en las zonas aledañas.

El Cristo Redentor continúa siendo la obra por la que es más conocido.Murió en Boulogne-Billancourt en 1961.

Espero que todos hayáis disfrutado aprendiendo un poco más acerca de loque se oculta tras las historias de Maia y Bel. Descubrir cosas sobre elfascinante planeta en el que vivimos es una de las cosas que más me gustade ser escritora, y estoy terriblemente entusiasmada por las aventuras queme llevará a correr el resto de la serie.

El siguiente libro de la serie, La hermana tormenta, se centra en Ally oAlción, la segunda hermana. Su historia comienza en el mismo punto que lade Maia: en el momento en que Ally se entera de la muerte de Pa Salt. Aligual que Maia, recibe pistas que le permitirán indagar acerca de susorígenes y que la llevan hasta Noruega, donde descubre la existencia de lajoven Anna Landvik, a quien, en 1875, se le presenta la oportunidad dedejar atrás su vida en un pequeño pueblo de las montañas y viajar aCristianía para cantar. Se involucra en la primera producción del Peer Gyntde Henrik Ibsen, para la que Edvard Grieg escribió la mundialmente famosamúsica de la suite de Peer Gynt, en la que se incluyen tanto «La mañana»como «En la gruta del rey de la montaña». Aunque penséis que no lashabéis oído nombrar en toda vuestra vida, os prometo que reconoceríais deinmediato las dos melodías.

Después de la de Ally viene la historia de Star, La hermana sombra, queestá inspirada en la belleza de mi propio hogar, Inglaterra, y celebra susmagníficas casas de campo y sus jardines.

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La historia de CeCe, La hermana perla, nos trasladará hasta el calor y eldramatismo del interior semiárido de Australia. Estoy escribiéndola en estosmomentos y ¡tengo muchas ganas de que la conozcáis!

Y estoy especialmente ilusionada con la historia de Tiggy, el quinto librode la serie, que me llevará a España, un país que siempre he adorado. Nodesvelaré mucho acerca del viaje de Tiggy, pero estoy deseandoexperimentar la música, la arquitectura, la pasión y la belleza de España…

Hasta entonces… Besos,Lucinda

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LUCINDA RILEY  

LAS SIETE HERMANASLa historia de Maia

   

Traducción deSheila Espinosa Arribas

y Matuca Fernández de Villavicencio    

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Maia 

Junio de 2007  

  

Cuarto creciente 

13; 16; 21

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1    

Siempre recordaré con exactitud dónde me encontraba y qué estabahaciendo cuando me enteré de que mi padre había muerto.

Estaba en Londres, sentada en el hermoso jardín de la casa de mi viejaamiga del colegio, con un ejemplar de Penélope y las doce criadas abiertopero sin leer sobre el regazo y disfrutando del sol de junio mientras Jennyrecogía a su pequeño de la guardería.

Me sentía tranquila y agradecida por la excelente idea que había sidodisfrutar de unas vacaciones.

Estaba observando las clemátides en flor, alentadas por su soleadacomadrona a dar a luz un torrente de color, cuando me sonó el móvil. Miréla pantalla y vi que era Marina.

—Hola, Ma, ¿cómo estás? —dije con la esperanza de que también ellapudiera percibir el calor en mi voz.

—Maia…Se quedó callada y enseguida supe que algo iba terriblemente mal.—¿Qué ocurre?—Maia, no hay una manera fácil de decirte esto. Ayer por la tarde tu

padre sufrió un ataque al corazón en casa y… ha fallecido esta madrugada.Guardé silencio mientras un millón de pensamientos absurdos me daban

vueltas en la cabeza. El primero fue que Marina, por la razón que fuera,

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había decidido gastarme una broma de mal gusto.—Eres la primera de las hermanas a la que se lo digo, Maia, porque eres

la mayor. Quería preguntarte si prefieres contárselo tú a las demás o que lohaga yo.

—Yo…Continuaba sin poder articular palabras coherentes, ya que empezaba a

comprender que Marina, mi querida y amada Marina, la mujer que habíasido lo más parecido que había tenido a una madre, jamás me diría algocomo aquello si no fuera verdad. De modo que tenía que ser cierto. Y derepente todo mi mundo se tambaleó.

—Maia, por favor, dime que estás bien. Es la llamada más difícil que hetenido que hacer en toda mi vida, pero ¿qué otra opción tenía? No quiero niimaginarme cómo van a tomárselo las demás chicas.

Fue entonces cuando oí el sufrimiento en su voz y comprendí que Marinahabía necesitado contármelo no solo por mí, sino también por ella. Así quevolví a mi papel de siempre, que consistía en consolar a los demás.

—Por supuesto que yo misma se lo diré a mis hermanas si así loprefieres, Ma, aunque no estoy segura de saber dónde están todas. ¿No estáAlly entrenando para una regata?

Mientras hablábamos del paradero de cada una de mis hermanaspequeñas, como si necesitáramos reunirlas para una fiesta de cumpleaños yno para llorar la muerte de nuestro padre, la conversación se tornó un tantosurrealista.

—¿Para cuándo crees que deberíamos programar el funeral? Con Electraen Los Ángeles y Ally en alta mar, lo más seguro es que no podamoscelebrarlo hasta la próxima semana como muy pronto —dije.

—Bueno… —La voz de Marina era vacilante—. Creo que lo mejor seráque lo hablemos cuando llegues a casa. En realidad ya no hay prisa, Maia.

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Si prefieres pasar los dos días de vacaciones que te quedan en Londres,adelante. Aquí ya no podemos hacer nada más por él…

La tristeza le apagó la voz.—Ma, tomaré el primer vuelo disponible a Ginebra. Voy a llamar a la

compañía aérea ahora mismo y luego intentaré hablar con mis hermanas.—Lo siento muchísimo, chérie —dijo Marina con pesar—. Sé lo mucho

que lo querías.—Sí —dije, y la extraña serenidad que había experimentado mientras

discutíamos los preparativos me abandonó bruscamente, como la calmaantes de la tormenta—. Te llamaré más tarde, cuando sepa a qué hora llego.

—Cuídate mucho, Maia, por favor. Has sufrido un golpe terrible.Pulsé el botón para terminar la llamada y, antes de que los nubarrones de

mi corazón se abrieran y me ahogaran, subí a mi cuarto para buscar mibillete de avión y telefonear a la compañía aérea. Me pusieron en espera y,entretanto, miré la cama donde aquella misma mañana había despertadopara disfrutar de otro día tranquilo. Y agradecí a Dios que los sereshumanos no tuviéramos el poder de predecir el futuro.

La mujer que al cabo de un rato me atendió no destacaba por suamabilidad y, mientras me hablaba de vuelos llenos, recargos y detalles dela tarjeta de crédito, supe que mi dique emocional estaba a punto deromperse. Cuando al fin me asignó de mala gana un asiento en el vuelo delas cuatro a Ginebra, lo cual significaba hacer la maleta de inmediato ytomar un taxi a Heathrow, me senté en la cama y me quedé mirando el papelde ramitas de la pared durante tanto rato que el dibujo empezó a bailar antemis ojos.

—Se ha ido —susurré—. Se ha ido para siempre. Nunca volveré a verlo.Esperaba que pronunciar aquellas palabras desatara un torrente de

lágrimas, así que me sorprendió que en realidad no ocurriera nada. Me

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quedé allí sentada, aturdida, con la cabeza todavía llena de detallesprácticos. La idea de darles la noticia a mis hermanas —a las cinco— meespantaba, y repasé mi archivo emocional para decidir a cuál de ellasllamaría primero. Inevitablemente, a Tiggy, la penúltima de las seis chicas ya la que siempre me había sentido más unida.

Con dedos temblorosos, busqué su número en el móvil y lo marqué.Cuando me salió el buzón de voz no supe qué decir, salvo algunas palabrasembrolladas pidiéndole que me llamara de inmediato. En aquel momento sehallaba en algún lugar de las Highlands de Escocia trabajando en un centropara ciervos salvajes huérfanos y enfermos.

En cuanto al resto de mis hermanas… sabía que sus reacciones irían, almenos en apariencia, desde la indiferencia hasta el melodrama másespectacular.

Dado que en aquel instante no estaba segura del grado que alcanzaría mipropia pena cuando hablara con ellas, opté por la vía cobarde y les envié unmensaje de texto en el que les pedía que me telefonearan lo antes posible.Después hice la maleta a toda prisa y bajé por la angosta escalera hasta lacocina para escribirle a Jenny una nota explicándole el motivo por el quehabía tenido que marcharme así.

Decidida a correr el riesgo de intentar parar un taxi en las calles deLondres, salí de la casa y eché a andar a buen ritmo por la arbolada callecurva de Chelsea, tal como haría una persona normal en un día normal.Creo que hasta saludé a alguien que paseaba a su perro cuando me lo crucéen la acera y que alcancé a esbozar una sonrisa.

«Nadie podría imaginar lo que acaba de sucederme», pensé mientrasconseguía un taxi en la concurrida King’s Road y, tras subirme, le pedía alconductor que me llevase a Heathrow.

Nadie podría imaginarlo.

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Cinco horas después, cuando el sol descendía lentamente sobre el lago deGinebra, llegué a nuestro muelle privado, donde emprendería la últimaetapa de mi regreso a casa.

Christian ya estaba esperándome en nuestra elegante lancha Riva. Y porla expresión de su cara, supe que estaba al tanto de lo sucedido.

—¿Cómo está, señorita Maia? —preguntó con una empática mirada azulal tiempo que me ayudaba a subir.

—Bueno… contenta de estar aquí —respondí en tono neutro mientras medirigía al fondo de la lancha y tomaba asiento en el acolchado bancotapizado en piel de color crema que seguía la forma curva de la popa.

Normalmente me habría acomodado con Christian en el sitio del copilotopara surcar a gran velocidad las tranquilas aguas durante el trayecto deveinte minutos hasta casa. Pero aquel día necesitaba intimidad. Cuandoencendió el potente motor, el sol ya se reflejaba en los ventanales de lasmagníficas casas que bordeaban las orillas del lago de Ginebra. Muchasveces, al realizar aquel trayecto había sentido que era la puerta de entrada aun mundo etéreo desconectado de la realidad.

El mundo de Pa Salt.Sentí el primer escozor de las lágrimas en los ojos al pensar en el apodo

de niña que había puesto a mi padre. Siempre le había encantado navegar, ycuando después de hacerlo regresaba a nuestra casa del lago, olía a airefresco y a mar. El sobrenombre, por algún motivo, se le quedó, y mishermanas también lo adoptaron a medida que fueron llegando.

Cuando la lancha aceleró y el viento cálido me acarició el pelo, pensé enlos cientos de trayectos que había hecho hasta entonces a Atlantis, elcastillo de cuento de hadas de Pa Salt. Inaccesible por tierra debido a que

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estaba ubicado sobre un promontorio privado con un escarpado terrenomontañoso detrás, solo se podía llegar hasta él en barco. Los vecinos máscercanos se hallaban a varios kilómetros de distancia a lo largo del lago, demodo que Atlantis era nuestro reino privado, separado del resto del mundo.Todo cuanto contenía era mágico… como si Pa Salt y nosotras —sus hijas— hubiéramos vivido allí bajo un encantamiento.

Pa Salt nos había escogido y adoptado de bebés, procedentes de todos losrincones del planeta, y nos había llevado a casa para vivir bajo suprotección. Y cada una de nosotras, como le gustaba decir a Pa, eraespecial, diferente… éramos sus niñas. Nos había puesto los nombres deLas Siete Hermanas, su cúmulo de estrellas favorito, de las que Maia era laprimera y la más antigua.

De niña Pa Salt me llevaba a su observatorio de cristal, construido en loalto de la casa, me aupaba con sus manos grandes y fuertes y me hacíamirar el cielo nocturno a través de su telescopio.

—Ahí está —decía al tiempo que ajustaba el objetivo—. Mira, Maia, túllevas el nombre de esa estrella tan bonita y brillante.

Y yo la veía. Mientras él explicaba las leyendas que constituían el origende mi nombre y los de mis hermanas, apenas le prestaba atención, melimitaba a disfrutar de la fuerza con que me estrechaban sus brazos,plenamente consciente de ese momento raro y especial en que lo tenía paramí sola.

Yo al fin había comprendido que Marina, a quien durante mi infanciahabía tomado por mi madre —incluso le había reducido el nombre a«Ma»—, era una niñera contratada por Pa para que cuidara de mí durantesus largas ausencias. Pero, sin duda, Marina era mucho más que una niñerapara todas nosotras. Era la persona que nos había secado las lágrimas,

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reprendido por descuidar nuestros modales a la mesa y dirigido conserenidad en la difícil transición de la infancia a la adultez.

Siempre había estado ahí, y no podría haberla querido más si me hubiesetraído a este mundo.

Durante los tres primeros años de mi niñez, Marina y yo vivimos solas ennuestro castillo mágico a orillas del lago de Ginebra mientras Pa Saltviajaba por los siete mares gestionando su negocio. Luego, una a una,empezaron a llegar mis hermanas.

Normalmente, Pa me llevaba un detalle cuando regresaba a casa. Yo oíaque la lancha se acercaba y echaba a correr por el césped, entre los árboles,para recibirlo en el muelle. Como cualquier niño, quería ver lo que escondíaen sus bolsillos mágicos para mi deleite. En una ocasión en particular, noobstante, después de regalarme un reno tallado en madera con exquisitez,que me aseguró provenía del taller del mismísimo Papá Noel en el PoloNorte, detrás de él asomó una mujer uniformada que llevaba en los brazosun bulto envuelto en un chal. Y el bulto se movía.

—Esta vez, Maia, te he traído un regalo muy especial. Tienes unahermana. —Pa Salt me sonrió y me cogió en brazos—. A partir de ahora yano estarás sola cuando tenga que ausentarme.

A partir de ese día mi vida cambió. La enfermera que había acompañadoa Pa desapareció al cabo de unas semanas y Marina asumió el cuidado demi hermana. Yo no conseguía entender que aquella cosa pelirroja yberreona que a menudo apestaba y me robaba protagonismo fuera unregalo. Hasta una mañana en que Alción —llamada como la segundaestrella de Las Siete Hermanas— me sonrió desde lo alto de su trona en eldesayuno.

—Sabe quién soy —le dije maravillada a Marina, que le estaba dando decomer.

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—Pues claro, mi querida Maia. Eres su hermana mayor, la persona a laque tomará como ejemplo. Tendrás la responsabilidad de enseñarle muchascosas que tú sabes y ella no.

Y cuando creció se convirtió en mi sombra. Me seguía a todas partes,algo que me gustaba e irritaba en igual medida.

—¡Maia, espera! —gritaba mientras trataba de alcanzarme con pasitostambaleantes.

A pesar de que al principio Ally —que fue como la apodé— había sidouna incorporación indeseada a mi existencia de ensueño en Atlantis, nopodría haber pedido una compañera más dulce y adorable. Raras veceslloraba, y tampoco tenía los berrinches propios de los niños de su edad. Consus alborotados rizos pelirrojos y sus grandes ojos azules, Ally poseía unencanto natural que atraía a la gente, incluido nuestro padre. Cuando Pa Saltestaba en casa entre un viaje y otro, me daba cuenta de que al verla los ojosse le iluminaban con un brillo que yo no despertaba. Y mientras que yo eratímida y reservada con los desconocidos, Ally era tan extravertida yconfiada que enseguida se ganaba el cariño de la gente.

También era una de esas niñas que destacaban en todo, especialmente enla música y en cualquier deporte relacionado con el agua. Recuerdo a Paenseñándole a nadar en nuestra enorme piscina y, mientras que a mí mehabía costado ser capaz de permanecer a flote y superar el miedo a bucear,mi hermana pequeña parecía una sirena. Yo era incapaz de mantener elequilibrio incluso en el Titán, el enorme y precioso yate de Pa, pero Allysiempre le suplicaba que la llevara en el pequeño Laser que tenía amarradoen nuestro embarcadero privado. Yo me acuclillaba en la estrecha popamientras Pa y Ally tomaban las riendas de la embarcación y surcábamos lasaguas cristalinas a toda velocidad. La pasión de ambos por la navegaciónlos unía de una manera que yo sabía que nunca podría igualar.

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A pesar de que Ally había estudiado música en el Conservatoire deMusique de Genève y era una talentosa flautista que habría podido forjarseuna carrera en una orquesta profesional, tras dejar la escuela de músicaeligió dedicarse por completo a la navegación. Ahora competíaregularmente en regatas y había representado a Suiza en varias ocasiones.

Cuando Ally tenía casi tres años, Pa llegó a casa con nuestra siguientehermana, a la que llamó Astérope, como la tercera de Las Siete Hermanas.

—Pero la llamaremos Star —dijo sonriéndonos a Marina, a Ally y a mímientras examinábamos a la nueva incorporación a la familia, quedescansaba en el moisés.

Para entonces yo ya asistía todas las mañanas a clases con un profesorparticular, de modo que la llegada de la nueva hermana me afectó menos delo que lo había hecho la de Ally. Transcurridos apenas seis meses, otro bebése sumó a nosotras, una niña de doce semanas llamada Celeno, nombre queAlly enseguida redujo a CeCe.

Solo había tres meses de diferencia entre Star y CeCe y, desde donde mealcanza la memoria, siempre estuvieron muy unidas. Parecían casi gemelasy compartían un particular lenguaje de bebés que, en parte, todavíaempleaban hoy día para comunicarse. Vivían en un mundo privado queexcluía a las demás hermanas. E incluso ahora, a sus veintitantos años, todoseguía igual. CeCe, la menor de las dos, era la que mandaba, y su cuerpomoreno y robusto contrastaba sobremanera con la figura blanca y delgadade Star.

Al año siguiente llegó otro bebé, Taygeta, a quien apodé «Tiggy», porquesu pelo corto y oscuro salía disparado en todas direcciones desde sudiminuta cabeza y me recordaba al erizo del célebre cuento de BeatrixPotter.

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Para entonces yo tenía siete años, y sentí una conexión especial conTiggy en cuanto la vi. Era la más delicada de todas nosotras y contraía unaenfermedad infantil tras otra, pero incluso de bebé era estoica y pocoexigente. Cuando unos meses después Pa llevó a casa a otra niña, llamadaElectra, Marina, exhausta, empezó a pedirme que hiciera compañía a Tiggy,que siempre tenía fiebre o anginas. Al final le diagnosticaron asma y rarasveces la sacaban de casa para pasear en el cochecito por miedo a que el airefrío y la espesa niebla del invierno de Ginebra le afectasen al pecho.

Electra era la menor de mis hermanas y el nombre le iba que ni pintado.Para entonces yo ya estaba acostumbrada a los bebés y sus exigencias, peromi hermana menor era, sin la menor duda, la más difícil de todas. En ellatodo era eléctrico; su habilidad innata para pasar en un segundo de laoscuridad a la luz y viceversa hizo que nuestra casa, tranquila hasta esemomento, temblara cada día con sus agudos chillidos. Las rabietas deElectra resonaron a lo largo de mi infancia, y con los años su fuertetemperamento no se aplacó.

En privado, Ally, Tiggy y yo teníamos un apodo para ella: las tres laconocíamos como «Polvorín». Todas andábamos con pies de plomo en supresencia por temor a hacer algo que pudiera provocar un repentino cambiode humor. Reconozco que había momentos en que la detestaba por alterar lavida en Atlantis.

Y sin embargo, si Electra sabía que alguna de las hermanas estaba enapuros, era la primera en ofrecer su ayuda y apoyo. Igual que era capaz demostrar un gran egoísmo, en otras ocasiones su generosidad no le iba a lazaga.

Después de Electra, todo Atlantis esperaba la llegada de la SéptimaHermana. A fin de cuentas, llevábamos los nombres del cúmulo de estrellasfavorito de Pa Salt y no estaríamos completas sin ella. Hasta conocíamos su

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nombre —Mérope— y nos preguntábamos cómo sería. Pero pasó un año, yluego otro, y otro, y ningún bebé más llegó a casa con nuestro padre.

Recuerdo como si fuera hoy un día que estaba con él en su observatorio.Yo tenía catorce años y me faltaba poco para convertirme en mujer.Estábamos esperando un eclipse, los cuales, según Pa, eran momentostrascendentales para la humanidad y normalmente producían cambios.

—Pa —dije—, ¿traerás algún día a casa a nuestra séptima hermana?Su cuerpo, fuerte y protector, pareció quedarse petrificado unos

segundos. De repente dio la sensación de cargar con todo el peso del mundosobre los hombros. Aunque no me miró, pues seguía concentrado en ajustarel telescopio para el inminente eclipse, supe al instante que lo que habíadicho le había afectado.

—No, Maia, no la traeré. Porque no la he encontrado.  

Cuando el familiar seto de píceas que protegía nuestra casa del lago de lasmiradas ajenas asomó a lo lejos, divisé a Marina esperando en elembarcadero y al fin empecé a asumir la terrible verdad de la pérdida de Pa.

Y comprendí que el hombre que había creado el reino en el que todashabíamos sido sus princesas ya no estaba para mantener vivo elencantamiento.

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© 2016, Lucinda Riley© 2020, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona© 2016, de la traducción, Ana Isabel Sánchez

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