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REVISTA CULTURAL

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Consejo de RedacciónAlejandro HitcherCristóbal FranciscoMercedes ChacínNelson Oyarzábal

Diseño gráfico e infografía: Francisco Arteaga Ch. Fotografía: Jesús Ochoa y Terry Carquez Colaboradores: Nelson Oyarzábal, Ányelis Solórzano, Igor Barreto, Marlon Zambrano, Katherina Araque y Efraín Valenzuela Cuidado de textos: Carlos Cova Foto portada: Jesús Ochoa

Revista de HidrocapitalAño 10 / No. 25 /Octubre 2009

Sus sugerencias y/o comentarios en la dirección: Vertientes, avenida Augusto César Sandino, 9na Transversal, edificio Hidrocapital o por el email: [email protected] Depósito Legal: PP199902DF829 / ISSN:1317-2263

Contenido2 Editorial

Tradiciones contra el imperialismo cul-tural

n Cristóbal Francisco

3 Conexión DirectaMTA de Caracas re-cibieron 32 millones para obras

Chichiriviche:Un pueblo dignificadon Ányelis Solórzano C.

5 De la publicidad ins-titucional a la promoción sociocultural

n Nelson Oyarzábal

8 Guatire y Guarenas de Parranda

n Marlon Zambrano

12 Opinión / Efraín Valenzuela“Culturas populares y legislación cultural”

23 Malembe, malembe ya… San Juan se viene, San Juan se va

n Ányelis Solórzano C.

Humor VítreoJesús Ochoa

18

25 Alfombras de Flores de Araira: agradecimiento y fe de un pueblon Katherina Araque

26 Opinión / Carola ChávezRompiendo con las tradiciones

19 Tradición y modernidad en la urdimbre urbana

n Marlon Zambrano

14 Máscaras en Corpus Christi

n Igor Barreto

28 AguadasMisade San Juan

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2 /vertientes no 25

D I R E C T O R I O

Editorial/ Cristóbal Francisco Ortiz

Junta DirectivaCristóbal Francisco

William Fariñas José Guerra TrejoCarlos Angarita

Luis RiveroManuel OvallesMaría GuzmánCarlos Vásquez

Alexander PulidoEligio Moreno

Adriana Domínguez

Alejandro HitcherPresidente de Hidrocapital

Eligio MorenoAuditoría InternaFranz Bencomo

Gerente General de AdministraciónHéctor Hernández

Gerente General de Operaciones y Mantenimiento

Paolo ZottiGerente General de Comercialización

Gabriel MarcelloGerente General de Proyectos

y Servicios TécnicosFrancois Shen

Gerente de ContrataciónJohn Fredy RojasConsultor JurídicoCarolina López

Gerente de Recursos HumanosLeonardo Quijada

Gerente de InformáticaAsyadisth Pérez

Gerente (e) de PlanificaciónSilvia Riquelme

Gerente de TratamientoLinda Manzanero

Gerente Calidad de AguaLeonardo Prada

Gerente (e) de Prevención, Control y PérdidaFrancisco Rangel

Gerente de Producción TuyNelson OyarzábalGerente de ImagenRafael Machado

Gerente de Agua PotableElio Mayz

Gerente Sistema Losada OcumaritoGrey Zambrano

Gerente Sistema Litoral CentralLuis Hernández

Gerente Sistema BarloventoYolanda Pérez

Gerente Sistema MetropolitanoJesus García

Gerente Sistema FajardoCarmen Asuaje

Gerente Sistema Panamericano

Tradiciones contra el imperialismo cultural

Permítanme iniciar este editorial de la edición Nº 25 de Vertientes ci-tando al Ché: “Desde hace mucho tiempo el hombre trata de liberarse de la enajenación mediante la cultura y el arte. Muere diariamente las ocho y más horas en que actúa como mercancía para resucitar en su

creación espiritual, pero este remedio porta los gérmenes de la misma enfer-medad”.

En el capitalismo, la educación y la cultura se constituyen en poderosas herra-mientas de la superestructura ideológica para mantener al individuo en estado permanente de alienación. De allí que no es posible una revolución si un cam-bio profundo de lo cultural.

No se puede entender una transformación de valores y paradigmas, de un estadio de dominación y negación a otro de emancipación y visibilización, sin el tamiz del cambio en el alma de los pueblos, y la cultura es eso, el alma del pueblo.

Cuando hablamos de tradiciones culturales, a partir del proceso bolivariano, no lo hacemos para referirnos al acto folclórico que entretiene y “vende” según los itinerarios del mercado en las sociedades capitalistas. Desde el comienzo de esta inmensa aventura ideológica y espiritual, hicimos que las expresiones de la cultura popular tuvieran una presencia poderosa, liberadora a la vez que integradora, que nos permitiera reconocernos en nuestras raíces, con nuestra especificidad y multiculturalidad, sin temernos a nosotros mismos, a nuestros colores, a nuestros acentos, a nuestra idiosincrasia, como quiso imponernos el imperialismo más feroz del que se tenga memoria: el imperialismo cultural.

Es en este contexto que se inscribe el proyecto Hidrocapital, su gente y sus tradiciones, como advierte en su extraordinario artículo Efraín Valenzuela en las páginas internas de esta edición de Vertientes, quien agrega que “no se trata de una dádiva, menos de un regalo. Se trata de una conquista, un logro socio-cultural sin precedentes en la historia constitucional de Venezuela (...) Lo que se ha logrado es dignificar y redimir lo popular que es componente e integrante de la venezolanidad, la cual como sabemos es multiétnica y pluricultural.”

Pero no se trata solo de la legitimidad que nos ofrece la Constitución Boliva-riana; hoy también se discute a fondo, no solo en el Parlamento sino en todos los espacios de debate público y sobre todo en las comunidades, la Ley Orgá-nica de Cultura y se establecen en las parroquias, los municipios, los estados, las regiones, estamentos legislativos que buscan resguardar y estimular las di-versas manifestaciones que expresan nuestra multiculturalidad: desde lo culto-festivo hasta lo histórico, desde lo musical hasta lo textual, desde lo académico hasta lo rural, y ya no es extraño para nadie un concierto sinfónico dirigido por Gustavo Dudamel en La Vega o un baile de joropo central en el otrora elitista y sacrosanto Teatro Teresa Carreño.

Las tradiciones, en esta modernidad pervertida por el mercantilismo y donde se desecha con absoluto desprecio lo que no genera ganancias y no es rentable, tienen en Venezuela un epicentro luminoso no solo por su variedad y riqueza, como veremos en los testimonios que acompañan este número de Vertientes, sino que han comenzado a signar nuestros pasos a partir del amor por lo pro-pio, lo que nos da forma, sentido e identidad en medio de la globalidad abra-siva que tiende a minimizar hasta la ceguera una talla en madera del maestro merideño Juan Félix Sánchez, en contraste con la gloria mediática de Michael Jackson y sus excesos banales.

Con esta edición, Vertientes mantiene y justifica su línea de entregas colec-cionables para la historia, el tratamiento de las tradiciones populares en pro-fundidad nos da una dimensión histórico política sin precedentes, tal como lo demuestra el programa “Agua Viva”, los hidrocultores, que están en todas par-tes, en todas nuestras organizaciones humanas, sólo que ahora realzados y pro-tegidos por un marco jurídico y una práctica constitucional que los coloca sin excusas en el protagonismo participativo.

Las más de 2200 fiestas populares de la gran zona metropolitana a las que pretendemos rendir homenaje, está atravesada por las redes humanas e hidro-lógicas, el ciclo social e hidrológico que recomienza y hace reverdecer a los dia-blos danzantes de Yare en Corpus Christi, a San Pedro y San Juan en Guatire y Guarenas, la noche barloventeña de San Juan, contrastadas con las agudas advertencias de las culturas híbridas de García Canclini, citadas por Marlon Zambrano en su análisis entre las tradiciones populares de los pueblos adentro versus las ciudades informáticas atravesadas por los hilos invisibles de la supe-rautopista de la información.

Entonces nuestras tradiciones, bien como expresión espontánea, como orga-nización, como fiesta, como devoción religiosa, como memoria y en fin, como acto de ciudadanía, son en la historia reciente de Venezuela un acto de resis-tencia ante la voracidad imperial, quizás el territorio de las más duras batallas y de los triunfos más gloriosos.

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Conexión Directa

La ejecución de proyectos para las comunidades, a través de estas mesas, es un reflejo de la consolida-

ción del poder popular, afirmó la jefa de gobierno durante el acto de firma del convenio para la transfe-rencia de recursos a proyectos en esta área, actividad realizada en la Casa de Gobierno del Distrito Capi-tal el pasado mes de julio.

“Debemos convertirnos en conser-vadores del servicio público. Cara-cas necesita gente transformada que valore la importancia del servicio. Si toda Caracas comprendiera el valor del agua y su consumo, les asegu-ro que el agua de que disponemos en este momento alcanzaría mucho más”, puntualizó Faría.

Por su parte, la ministra del Poder Popular para las Comunas, Erika Farías, destacó que cada una de las acciones del Gobierno junto a la co-munidad representan la cristaliza-ción del empoderamiento del pue-blo.

En presencia del presidente de Hi-drocapital Alejandro Hitcher, del vi-ceministro del Agua Cristóbal Fran-cisco y de los voceros de la gran mayoría de las MTA de Caracas, Fa-rías indicó que los sectores benefi-ciados no deben ver la ejecución de los proyectos como la solución de un problema puntual sino como un paso más hacia la configuración de una conciencia política que le otor-ga importancia a la participación comunal.

De los 32 millones de BsF entre-gados, siete fueron otorgados por el Ministerio de las Comunas, cin-co por la Alcaldía de Libertador y 20 por el Gobierno del Distrito Ca-pital como respuesta al encuentro realizado el pasado 16 de mayo en la Universidad Bolivariana de Ve-nezuela bajo el título “Un servicio continuo de agua para Caracas”, con los representantes de las 270 mesas técnicas de agua que funcionan en toda el Área Metropolitana.

La idea es ir solventando ciclos de ausencia del agua como en El Jun-quito donde a veces incluso pasan hasta 40 días para que sectores reci-ban el servicio, señaló Hitcher. Uno de los proyectos fundamentales que podrán ver luz muy pronto gracias a la dotación de estos recursos, es el nuevo acueducto de El Junquito

Mesas Técnicas de Agua de Caracas recibieron 32 millones de BsF para obras

La jefa de gobierno del Distrito Capital, Jacqueline Faría, conjuntamente con la ministra del Poder Popular para las Comunas, Erika Farías, entregaron 32 millones de bolívares fuertes a las mesas técnicas de agua para el desarrollo de 18 obras que garantizarán el suministro de agua potable continua en la capital del país

a través de una obra estructuran-te que ejecutará el mismo gobierno del Distrito Capital.

De esta manera se busca darle cumplimiento a las competencias establecidas en la Ley Especial so-bre la Organización y Régimen del Distrito Capital, publicada el 14 de abril pasado en Gaceta Oficial, que faculta a la jefa de gobierno, entre otras cosas, a definir, en concordan-cia con el Poder Ejecutivo Nacional, la aplicación de políticas, planes, programas, proyectos y actividades destinadas a coadyuvar en la or-ganización, aplicación y puesta en práctica de los servicios públicos del Distrito Capital; y a la promo-ción de la participación de los ciu-dadanos y ciudadanas en la forma-ción, ejecución y contraloría social de la gestión pública, como medio necesario para lograr el protagonis-mo que garantice su completo de-sarrollo, tanto individual como co-lectivo.

Faría: “Debemos convertirnos en conservadores del servicio público”

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Conexión Directa

n Ányelis Solórzano Cardona

Los habitantes del poblado de Chichiriviche, ubicado en la parroquia Carayaca del estado Vargas, se han caracterizado

en el transcurso del tiempo como un pueblo luchador, que no se rinde ante las adversidades.

Quienes son hoy los adultos mayo-res de este sector costeño, vivieron la experiencia de llevar a cuestas una la-ta con agua, recogida en el río, para abastecer sus viviendas, o bien la re-colectaron en aljibes y pipas cuando la lluvia bañaba el poblado.

Lavar en la orilla del río y bañarse “a punta de taparas” formó parte de una etapa de sus vidas, pero al ir cre-ciendo se empeñaron en alcanzar una mejor calidad de vida, comenzando a abastecerse de agua cruda provenien-te del río a través de mangueras colo-cadas por la comunidad.

Hidrocapital se suma a la lucha Las aguas termales, blancas arenas y

la imagen de Cristo colocada por los buzos a 22 metros de profundidad han ayudado a incrementar la actividad tu-rística en la zona, abriendo las puertas al progreso para los habitantes de es-te sector de Carayaca e invitándoles a aprovechar el recurso hídrico para el consumo de la población.

Es así como la comunidad organi-zada a través de la Mesa Técnica de Agua, ejecutó de la mano de Hidro-capital la instalación de un sistema de cloración para la Estación de Bombeo existente en la actualidad.

Se trata de un proyecto comunita-rio que consistió en la instalación de un sistema de mejoramiento de dosi-ficación, el cual funciona como proce-sador de cloro a partir de sal común, convirtiéndose en un nuevo logro para el aguerrido y cálido pueblo de Chichi-riviche, que permitirá mejorar la cali-dad de servicio para 1.800 personas.

De ahora en adelante, esta comu-nidad será protagonista y rectora de su bienestar, contando siempre con la asesoría y apoyo de Hidrocapital para mantener y mejorar cada día su cali-dad de vida como pueblo, como ciu-dadanos y motores en la construcción de una nueva Venezuela.

Chichiriviche, otrora productiva ha-cienda cafetalera, guarda muchas le-yendas e historias en la memoria de sus abuelos, que van desde la visión futurista de un terrateniente hasta el cuento de un santo que perdió la “pa-ciencia” y quemó la iglesia para irse de fiesta a un poblado cercano.

Cuentan que Luis Arráiz, antiguo hacendado de la zona, previó a fina-

Sus luchas por el agua no fueron en vano

Chichiriviche: Un pueblo dignificado

les del siglo XIX que el café dejaría de ser un producto de importación pri-mordial, entonces sembró largas hi-leras de caobos como una inversión a largo plazo, pues, esta madera te-nía mucha demanda en Europa para la construcción.

Actualmente estos caobos pertene-cen a la iglesia del pueblo, ya que a raíz de la Reforma Agraria Arráiz perdió gran parte de sus propieda-des, entre ellas el área donde están las plantas, por lo que los donó a la parroquia y hasta hoy estos enormes árboles permanecen en la entrada del pueblo sin que nadie los toque, de he-cho, se caen de viejos o derribados por las tormentas.

En 1965 el pueblo amaneció en ca-rreras: la pequeña capilla donde se adoraba a San Miguel Arcángel, pa-

trón del pueblo, estaba en llamas y cuando lograron dominar el fuego se percataron de que sólo se había des-truido la imagen del santo Job.

Este santo se hallaba en la puer-ta de la capilla con una mano ex-tendida para pedir limosnas, allí los fieles le colocaban algunas monedas que los traviesos del pueblo se co-gían para comprar chuchería en la pulpería.

Dicen entonces que el santo Job “perdió la paciencia”. Cansado de que le quitaran sus centavos agarró sus puyas y se fue a la Peñita donde mon-tó una fiesta, al salir corriendo esa noche tropezó con unas velas y estas cayeron sobre unos paños originán-dose así el fuego.

Del santo Job no encontraron ni las cenizas.

Fotos: Archivo HidrocapitalEl nuevo sistema de cloración beneficiará a 1.800 personas

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n Nelson Oyarzábal

Lo que en un principio se presentó como una sospe-cha, al cabo de poco tiem-po se convirtió en una certe-

za y en una cada vez más interesante realidad. Y es que al observar el ma-pa de cobertura de servicios de Hi-drocapital, el cual abarca los estados Miranda, Vargas y el Distrito Capital, enclavados en comunidades de reco-nocida riqueza cultural, se nos vino a la mente la idea de explorar la exis-tencia de una vinculación de nuestros trabajadores con las respectivas fies-tas populares que se cultivan en los entornos comunitarios de las princi-pales unidades de trabajo de la em-presa y que a su vez son los lugares de origen y pertenencia de nuestro grupo laboral.

Del mapa técnico al mapa cultural

De unos mapas que nos hablan de ubicación geográfica y de una com-pleja e intrincada red de operacio-nes para suministrar agua potable a más de seis millones de habitantes, empezamos a imaginar, en paralelo, un mapa cultural de tradiciones con la participación directa de nuestros compañeros. Para satisfacción de to-dos los que impulsamos este proyec-

Hidrocapital, su gente y su tradición

De la publicidad institucional a la promoción sociocultural

to, este mapa empezó a tejerse casi que de manera inmediata, al descu-brirse que una de las primeras per-sonas con quien hacemos contacto es una trabajadora heredera de una ri-ca tradición familiar y cultural en la población de San Francisco de Yare en los Valles del Tuy, comunidad ve-cina del Sistema Losada-Ocumarito. Nos estamos refiriendo a Laura Sa-noja, cajera de la oficina Comercial de Ocumare del Tuy, hija de Manuel Sanoja, artesano reconocido nacional e internacionalmente y segundo ca-pataz de la Fiesta de Corpus Christi, conocido popularmente como El Mo-cho Sanoja.

Este primer y significativo hallazgo nos coloca tempranamente en el ca-mino de las certidumbres, aportando la confianza y la convicción necesaria para trazar el rumbo de la campaña que denominamos “Hidrocapital, su gente y su tradición”. A partir de este momento se inicia de manera simul-tánea una exploración a lo interno de la organización en los seis sistemas de Hidrocapital: Barlovento, Fajardo, Litoral Central, Losada-Ocumarito, Metropolitano y Panamericano. Se logra identificar a un número impor-tante de empleados de la organiza-ción, como fieles cultores de diversas tradiciones culturales como Velorios

Coincidiendo con el calendario de tradiciones de la cultura popular y adoptando el lema “Cuida tu agua como cuidas tu tradición”, nos correspondió acompañar la actuación de cada uno de nuestros hidrocultores en las distintas celebraciones. Esta labor se complementa con actividades de investigación documental: revisión de fuentes bibliográficas, entrevistas y recopilación de testimonios orales

Ilustración Juan Rodríguez

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S i s t e m a L i t o r a l

SistemaFajardo

SistemaMetropolitano

SistemaPanamericano

SistemaLosadaOcumarito

SistemaBarlovento

y cultural. Casi al unísono las doce personas seleccionadas reconocen el gesto de la empresa, se sienten or-gullosas por haber sido tomadas en cuenta, porque sus valores de arrai-go familiar y comunitario son difun-didos y revalorizados y, sobre to-do, por ser ellos mismos la fibra y la materia sensible para edificar una campaña positiva que transmite un mensaje de hondo contenido social enmarcada en valores de solidari-dad, participación, diversidad cultu-ral, fortalecimiento de la memoria y de las identidades culturales. “Me en-canta que Hidrocapital, mi empresa,

me tome en cuenta y ayude

de Cruz de Mayo, Diablos Danzan-tes de Yare y de Naiguatá, Fiesta de San Juan Bautista, Parranda de San Pedro, Alfombra de Flores de Araira, Nazareno de San Pablo, Quema de Judas, Virgen María Auxiliadora, etc. A estos empleados los hemos deno-minado para efectos de la campaña hidrocultores y constituyen un gru-po de referencia, no sólo para animar y constituir un mapa vivo de tradi-ciones culturales sino también para el posicionamiento y desarrollo de nuestra campaña, sustentada en la promoción de los valores y experien-cias culturales de los trabajadores, entendiéndola, también, como una vía para fortalecer los vínculos de la empresa con la comunidad.

Protagonismo culturalDescubrimos, en paralelo, que muy

pocas personas a lo interno de la em-presa conocían el rol que desempe-ñan nuestros “hidrocultores” en sus respectivas comunidades, mantenién-dose un estado de casi anonimato y desconocimiento generalizado. De tal manera, diseñamos una estrategia con un doble y entrelazado objetivo: por un lado, reconocer su protago-nismo cultural tanto en la empresa como en la comunidad, y por otro, revalorizar la cultura popular de las comunidades vecinas.

Coincidiendo con el calendario de tradiciones de la cultura popular y adoptando el lema “Cuida tu agua co-mo cuidas tu tradición”, nos corres-pondió acompañar la actuación de cada uno de nuestros hidrocultores en las distintas celebraciones. Esta labor se complementa con actividades de investiga-ción documental: revisión de

Foto: Terry Carquez

fuentes bibliográficas, entrevistas y recopilación de testimonios orales. La información recopilada en esta fa-se de trabajo permite la producción de notas y avisos de prensa, videos, registro fotográfico, volantes y artí-culos en medios de comunicación re-gionales y comunitarios, como de la propia institución.

Los resultados obtenidos en esta primera etapa son altamente satis-factorios desde el punto de vista de

estrategia comunicacional, de integración empresa-comuni-dad y de valoración humana

Algunos trabajadores de Hidrocapital

son herederos de ricas tradiciones

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a la difusión de nuestros valores”. Es-te comentario aportado por Laura Sa-noja representa en buena medida el sentir del colectivo.

El registro amplio y valioso de in-formación documental, testimonial y audiovisual, permite la posibilidad de proponer la edición del Calenda-rio 2009 concebido como un texto-memoria de alta factura técnica en el cual se reseña la participación del trabajador y las fiestas en las que és-te y sus familiares están vinculados. Atendiendo a este mismo concepto se realiza la producción de micros radiales y discos compactos de cada una de las manifestaciones para ser difundidos en emisoras comunitarias y programas radiales de corte cultu-ral.

Avanza la campaña En la actualidad, y luego de un año

de trabajo sostenido, se abren nue-vas opciones de trabajo y se vislum-bran nuevos escenarios de partici-pación de un proyecto que arranca con el formato convencional de una campaña institucional y hoy empieza a crecer y a redimensionarse, al ca-

lor de una sinergia envolvente y en-tusiasta que nos lleva a pensar en la construcción de un proyecto colecti-vo, de trascendencia social con claras posibilidades de convertirse en un movimiento cultural de integración empresa-comunidad.

La significativa participación del grupo de hidrocultores con sus res-pectivas agrupaciones en el marco del XVIII aniversario de Hidrocapi-tal, el registro de doce nuevas ex-presiones populares aunado a la in-corporación espontánea de nuevos hidrocultores ratifica la importancia de multiplicar los esfuerzos y profun-dizar la labor. Manifestaciones como el Niño Jesús de El Guapo, Reyes Ma-gos de Higuerote, la Sardina de Nai-guatá, Indios Coromotanos, Palmeros de Chacao, Joropo Tuyero, San Juan de Guatire, la Burra de Marizapa y la Virgen del Carmen se han sumado al registro cultural de esta nueva etapa para continuar pintando el mapa de las tradiciones de los estados Vargas, Miranda y del Distrito Capital.

En definitiva, una agenda viva y colorida de actividades crece por la empresa y su entorno para seña-

lar nuevos rumbos en el desarrollo de prácticas comunicacionales más humanas, sensibles e incluyentes en franco y respetuoso diálogo con el sentir y las expectativas socio-culturales de los trabajadores y sus comunidades. Un ejercicio en ple-no movimiento para reflexionar en torno a los esquemas establecidos en relación con la publicidad ins-titucional y a la necesidad de hu-manizar y construir colectivamente nuevos referentes centrados en las diversas facetas creadoras y huma-nas de los trabajadores como hom-bres y mujeres integrales, con una historia, un patrimonio y unas vi-vencias que bien vale la pena com-partir, valorar y difundir.

Hidrocultores en acción Cruce de saberes: Movilización

de hidrocultores por todos los siste-mas con el propósito de intercambiar experiencias y saberes a través de talleres dirigidos a los trabajadores y a las comunidades.

“Agua viva”: Creación de una

agrupación cultural dinámica, inclu-yente y flexible que actúe como un canal de expresión artística y cultural permanente, integrada por trabaja-dores, trabajadoras y miembros de las comunidades cuya misión sea la de consolidar un modelo de gestión cultural compartida empresa-comu-nidad, sustentada en el reconoci-miento y potenciación de los valores culturales de sus propios trabajadores y en tareas de concienciación de manejo responsable del ambiente y del agua.

Fotos: Terry Carquez

El XVIII aniversario de Hidrocapital fue una fiesta de tradiciones.

Hidrocapital sacia la sed de los cultores

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n Marlon Zambrano

El rumor lejano de la ciudad de pronto se vuelve un es-tallido: alguien pulsa las cuerdas de un cuatro y una

voz, como salida del barullo, inicia un canto: “Si San Pedro se muriera / to-do el mundo lo llorara”. El solista re-toma la guía y pronuncia un mensaje que repiten desde tiempos inmemo-riales quienes han sostenido un culto surgido de la hibridación de culturas y religiosidad popular: “El San Pedro de mi tierra es un santo milagroso / juega chapa con los negros y descu-bre a los tramposos”.

Nadie puede asignar a ciencia cier-ta una fecha y un lugar preciso del nacimiento de la Parranda de San Pe-dro que se festeja en las poblaciones de Guarenas y Guatire, génesis que se pelean ambas poblaciones vecinas desde hace muchos años. A lo sumo, se han desarrollado y sostenido es-peculaciones que no son más que el epílogo del documento por excelen-cia de muchas expresiones de la cul-tura popular: la tradición oral. Es así como a los principales protagonistas de la Parranda se les puso de nom-bre María Ignacia y Domitilo, y a su hija enferma, Rosa Ignacia, y se dice

Cada 29 de junio San Pedro festeja con sus fieles

Guatire y Guarenas de Parranda

que fue en la hacienda “El Rincón de Guatire” mientras otros aseguran que fue en el Cantón de Guarenas (al que perteneció Guatire), donde sucedió el milagro, y todo ello posiblemente tie-ne una fecha que oscila entre princi-pios y mediados del siglo XIX. Pero de nada hay documentos.

De lo esencial a lo místicoLo que no deja de tener valor es la

posibilidad de que entre los valles de Guarenas y Guatire de los años 1800, donde la intermitencia de un río y una vereda polvorienta separa-ba a las haciendas productoras de ca-ña de azúcar, tabaco y añil y el preca-rio punto de encuentro lo constituían los pequeños nichos que albergaban a una deidad ordenada por el Sínodo Diocesano y donde el contacto ve-cinal se limitaba básicamente a las relaciones comerciales, surgiera, se-gún algunas de las más serias inves-tigaciones, la veneración a San Pedro Apóstol, el que abre las puertas del cielo, tras un milagro concedido a una negra esclava.

La tradición oral insiste en la te-sis de que la veneración al Santo se inició cuando una esclava, al pare-cer dedicada a las labores domésti-

cas de la “casa grande”, halló a su pequeña hija gravemente enferma de un mal desconocido, del cual eran víctimas los esclavos por las condiciones infrahumanas de vida que enfrentaban habitando en ba-rracas, en completo hacinamiento y precarias condiciones higiénicas. Luego de descartar las posibilida-des inmediatas de curación, como remedios caseros y la intervención del curandero, optaron por recurrir a la posibilidad divina de un mila-gro, entregándole su hija al Santo a cambio de festejarlo de la mane-ra más auténtica que tenían: bailán-dole y cantándole como acostum-braban sus ancestros africanos. El milagro se hizo y la pequeña sanó, por lo tanto había que pagar el fa-vor concedido el 29 de junio, día adjudicado por la Iglesia Católica a la veneración de San Pedro y San Pablo. Ese día, al parecer, María Ig-nacia preñada enfermó, por lo que le pidió a su marido Domitilo que utilizando la indumentaria femeni-na fuera frente a la imagen a bai-larle y a cantarle. Así lo hizo y des-de ese momento, y ante el asombro del resto de la comunidad esclava al conocer el milagro y como ex-

Foto: Jesús Ochoa

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presión de solidaridad y alegría, los jornaleros del resto de las haciendas cercanas se fueron sumando año tras año a la conmemoración de la gra-cia celestial, que logró afianzarse en el imaginario colectivo y convertirse, posiblemente, en una forma conme-morativa y a su vez en un mecanismo de protesta frente a las atrocidades del régimen esclavista.

Investigaciones recientes dan fe de que si esta festividad hubiese sido an-terior al siglo XIX, la habría registra-do el obispo Mariano Martí en su mi-nucioso informe de pueblos, luego de su visita a estas localidades en 1784. Por otra parte, en el inventario de la iglesia de Guatire que Martí supervi-só detalladamente y que dejó en sus registros, la imagen de San Pedro ni siquiera se encontraba entre sus po-sesiones. Un inventario posterior, en 1806, tampoco la nombra. Sólo en la documentación parroquial que habla de las pertenencias de las haciendas, donde se verifican dueños, esclavos, muebles e inmuebles de ese período, se han encontrado imágenes de san-tos patronos, incluso San Pedro. En otras palabras, es muy probable que la devoción surgiera en una hacien-da donde el esclavo era sometido por órdenes papales al adoctrinamiento católico y donde se le permitía cons-truir nichos y altares para festejar a las imágenes santas, hábilmente rela-cionadas por los negros con los dio-ses africanos que dejaron sus ances-tros en la tierra madre.

Un día, dispuestos a la guasa, los esclavos les pidieron a sus amos al-gunas mudas de ropa vieja para usar en sus fiestas, y éstos, siguiendo el juego, les entregaron viejas levitas y pumpás para que los lucieran frente a la imagen del Santo con sus cantos

Foto: Jesús Ochoa

rituales y sus “raros” movimientos, y para completar, les concedieron tro-zos de cuero de ganado para que les sirvieran de zapato, a lo que la inven-tiva le agregó versos reivindicativos: “Con la cotiza dale al patrón / Vuél-velo polvo sin compasión”.

A quien Dios se lo da...Comienza el recorrido luego del

acto litúrgico, marcado por el Ban-derero o Banderúo. Los sampedre-

ños van en procesión seguidos por un numeroso público al

que se irán sumando más, manteniendo a lo lar-

La fe y la recreación son elementos inseparables en la Parranda de San Pedro

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Investigaciones recientes dan fe de que si esta festividad hubiese sido anterior al siglo XIX, la habría registrado el obispo Mariano Martí en su minucioso informe de pueblos, luego de su visita a estas localidades en 1784

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go del trayecto una serie de para-das que se han hecho obligatorias. María Ignacia (siempre representa-da por un hombre), los Tucusitos, los Alpargatúos o Parranderos, los Coticeros, se pasean al compás del cuatro y los cantos, mientras a su alrededor se forman pequeños grupos improvisados que ento-nan cantos pintorescos relaciona-dos con la actualidad de la región o del país y que corea un público desinhibido.

Hoy, la Parranda de San Pedro expresa la síntesis de un hecho doblemente representativo: en ella se combinan sentimientos de fe y de devoción con actitudes y for-mas de recreación. Lo sagrado y lo profano se han ido compenetran-do de tal manera que las prácti-cas rituales que revelan el sentido místico y religioso de la Parranda serán sagradas en tanto se conju-guen con las actividades profanas. Es por ello que el espacio religio-so no acaba en la iglesia pues su reedición se constata en cada ho-gar de promesero a donde entra la Parranda, o en cada niño que es entregado a un parrandero para que éste lo baile en signo de bue-na fortuna, o cuando una persona se unta el betún de los parrande-ros para la buena suerte.

A los 12 años de edad Francisco Requena se ena-moró de la tradición y la religiosidad de la Parranda de San Pedro. Comenzó como Coticero y hoy a sus 62 años es uno de los más reconocidos cantores de esta manifestación, nacida en el valle de Guarenas y Guatire.

Requena, folclorista y propulsor de la Fundación Parranda de San Pedro de Guatire, ha dedicado toda su vida a mantener y enriquecer la tradición como sampedreño, pasión que durante 18 años compartió con los diversos oficios que desempeñó como trabajador del desaparecido Instituto Nacio-nal de Obras Sanitarias y de Hidrocapital.

Empezó en INOS como auxiliar de operador de maquinaria, fue mensajero, laboró en la parte co-mercial ejecutando cortes y reinstalación de servicio, fue caporal de cuadrilla y conductor, último cargo que ocupó en Hidrocapital.

Oriundo de Caracas, llegó a la llamada Villa Heroica a los 6 años de edad junto a su familia. Desde los 12 años, por iniciativa propia, comen-zó a reunirse junto a otros niños de la localidad en el Parque Juan Pablo Sojo. Desde entonces, todos los 29 de junio, “sea lunes o jueves”, con el rostro negro humo, levita, pumpá, pañuelo y cotiza recorre las calles de Guatire al ritmo del “lai la lai la lai la la…”.

“Sólo cuando muera será que me retire, es algo que tengo que hacer hasta mi último respiro, hasta entonces seguiré guapeando”, dice Requena, hom-

Francisco Requena: “Tan vital es el agua para un pueblo como su tradición”

Hoy, la Parranda de San Pedro expresa la síntesis de un hecho doblemente representativo: en ella se combinan sentimientos de fe y de devoción con actitudes y formas de recreación.

Fotos: Terry Carquez

bre alegre y dicharachero, que recuerda con orgullo las diversas participaciones a nivel internacional a las que pudo asistir con la anuencia de la empresa. “El trabajo no me impidió cumplir con mi parranda, siempre me brindaron el apoyo necesario”.

Para Requena “la tradición es algo que hay que conservar para mantener el gentilicio. Sin el agua no puedes vivir y un pueblo sin tradición tampoco, pues sería un pueblo muerto”.

Katherina Araque

Guarenas y Guatire aún se disputan la paternidad de la Parranda

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Culturas populares y legislación cultural

Opinión/Efraín Valenzuela

Foto: Jesús Ochoa

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1. La dimensión constitucional de las “culturas populares”

Si bien es cierto que el térmi-no “cultura” hizo su apari-ción, por vez primera, en la Constitución del año 1811 y

se mantuvo de igual manera, duran-te casi dos décadas, 19 años para ser exactos, hasta la Carta Magna del año 1830, para luego experimentar una enorme ausencia, que alcanzaría más de un siglo, 117 años, para reaparecer en las Leyes Superiores de los años 1947, 1953 y 1961, no menos cierto es que con la Constitución del año 1999 se inicia una revolución conceptual-cultural. Por vez primera en la histo-ria del constitucionalismo, en gene-ral, y del constitucionalismo cultural, en particular, hace su aparición el tér-mino “culturas populares”. Aquí pare-ce comenzar otra historia, por lo me-nos, teóricamente.

En la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, concreta-mente en su Artículo 100, es posible encontrarse con el siguiente texto: “Las culturas populares constitutivas de la venezolanidad gozan de aten-ción especial, reconociéndose y res-petándose la interculturalidad bajo el principio de igualdad de culturas…”. Resulta indudable la dimensión polí-tico-cultural de esta Carta Magna. Va-rios aportes en términos de catego-rías hacen su aparición por primera vez en la historia de las Cartas Fun-damentales de Venezuela. Categorías como “culturas populares”, “venezo-lanidad”, “intercultural” e “igualdad de culturas” alcanzan rango superior y fundamental, y particularmente es-te tipo de manifestaciones y bienes culturales, tangibles e intangibles, go-zando de atención especial.

Se ha establecido un derecho cultu-ral fundacional, un derecho constitu-cional cultural, el cual tiene que ser desarrollado en la normativa orgánica por mandato superior. No se trata de una dádiva, menos de un regalo. Se trata de una conquista, un logro so-ciocultural sin precedentes en la his-toria constitucional de Venezuela. No se trata de negar la cultura oligocrá-tica, tampoco la cultura académica y menos la cultura letrada. Lo que se ha logrado es dignificar y redimir lo po-pular que es componente e integrante de la venezolanidad, la cual como sa-bemos es multiétnica y pluricultural.

Vuelve la Carta Magna del año 1999

a colocar el tema de lo popular en un papel protagónico y de primer orden. En la unidad normativa número 309 es posible leer: “La artesanía e indus-trias populares típicas gozarán de pro-tección especial del Estado…”. Lo an-terior no sólo establece otro derecho constitucional cultural sino que está en sintonía con el espíritu, propósito y razón de ser del Artículo 100. La ar-tesanía transita de ser una actividad de interés público, según el Artículo 2 de la Ley de Fomento y Protección al Desarrollo Artesanal, a obtener rango constitucional junto a las industrias populares y típicas, quienes también gozan de atención especial por parte del Estado venezolano.

Intentar soslayar los anteriores pre-ceptos fundamentales constituye un despropósito. Las culturas populares constitutivas de la venezolanidad, la artesanía y las industrias populares típicas alcanzaron rango superior y constituyen competencias que requie-ren atención especial y éstas tienen un carácter concurrente. Las cartas están echadas. Pretender legislar sin tomar en cuenta esta situación es co-locarse al margen de la Constitución. El proceso de la revolución cultural se inicia, de alguna manera, con tales derechos culturales constitucionales.

2. Hacia una caracterización de las “culturas populares”

Resulta indudable que en la Ley Su-perior no existe ninguna definición de las categorías que hacen su apari-ción. Tampoco aparece una caracteri-zación. Un requerimiento se muestra impostergable: es necesario empren-der una caracterización de algunas palabras, y en este caso el término “culturas populares”. El debate ape-nas comienza. La discusión nos lleva por antiguos y nuevos derroteros.

Dos definiciones sobre “cultura” que podrían considerarse opuestas históricas complementarias, la oligo-crática y la antropológica, conducen, la primera, a excluir a las culturas populares y la segunda a considerar-las como parte de ella. Si algo apor-ta el concepto de Tylor sobre cultura, de 1871, es que restituye la condición del ser humano como demiurgo, co-mo hacedor de cultura. No obstante, se requiere una mayor especificidad y es posible que tal la brinden los “campos culturales”.

En las sociedades contemporáneas

tres son los “campos culturales”: el Campo Cultural Académico, el cual corresponde al sistema escolar, desde los “Simoncitos” hasta el postdoctora-do; el Campo Cultura Industrial-Masi-vo, cuya producción de bienes cultu-rales es en serie, y el Campo Cultural Residencial, donde se encuentran las culturas populares.

Llamamos Campo Cultural Residen-cial “el conformado por aquellas rea-lizaciones culturales que suceden en el marco determinante de un espacio habitable y que tienen como caracte-rísticas una alta informalidad (oral, gestual, vivencial, por imitación, ano-nimia) tanto en la producción, que siempre es en pequeña escala, como en la transmisión de mensajes y bie-nes. La circulación y consumo de los mismos se efectúa a través de circui-tos cuya tendencia es cubrir un pe-queño tejido social rigurosamente delimitado por los miembros de la comunidad donde se crea. El Campo Cultural Residencial es el escenario de realización sociocultural por exce-lencia” (EAGO, 1997).

En consecuencia, las culturas popu-lares pertenecen, tienen su origen, se suceden y se desarrollan en un deter-minado espacio habitable que se ca-racteriza por contener una ecobase, una condición físico-natural, y una realización social, (Guitián, 1993). Ese espacio geográfico-telúrico vienen a ser microlocalidades, los espacios de los consejos comunales y las co-munas, o las localidades, parroquias y municipios que están constituidos por grupos étnicos y comunidades ét-nicas que en su desenvolvimiento y desarrollo se transforman en familias étnicas hasta alcanzar una red de fa-milias étnicas vecinales.

En una determinada extensión de territorialidad, los grupos humanos establecen relaciones y realizaciones fundamentales en vínculos de san-gre e intereses, estilos de vida y for-mas de asistir a la misma. De allí se origina su carácter residencial. Las culturas populares son residenciales porque pertenecen, geográficamente hablando, a una determinada e his-tórica territorialidad y en ese espacio los grupos humanos, en sus realiza-ciones y relaciones fundamentales, van conformando desde las comuni-dades étnicas hasta las familias étni-cas vecinales. Se establecen de esa manera relaciones sociales cristaliza-

Ilustraciones: Juan Rodríguez

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das en diversas instituciones. Ello se traduce en un sistema de creencias, costumbres, actitudes y modos de re-accionar, representaciones simbóli-cas, valores, expectativas y universos simbólicos. Un ámbito espacial, te-lúrico, con una relación con la tierra que proporciona alimentos, un estilo de vida, suscita una economía, unas técnicas, una artesanía, un cobijo, una comunión, no siempre fácil, pero dialéctica (Maldonado, 1985).

3. Las “culturas populares” y la Ley Orgánica de Cultura

Una vez que se establece el derecho constitucional, un derecho fundamen-tal, un precepto fundacional, en es-te caso en materia cultural, el mismo principio superior sobre las normas or-gánicas precisa: “Son leyes orgánicas… las que se dicten para organizar los po-deres públicos o para desarrollar los derechos constitucionales” (Art. 203. CRBV, 1999). En consecuencia, consti-tuye un mandato superior desarrollar ese derecho cultural fundamental en la norma orgánica que se tenga a bien crear o elaborar.

Por ello, y a propósito del análisis, estudio y elaboración de mociones para el Proyecto de Ley Orgánica de Cultura, que se viene discutiendo en la Subcomisión de Cultura y Patrimo-nio Histórico de la Asamblea Nacio-nal, se propuso la creación de un tí-tulo sobre las “culturas populares, la artesanía y las industrias típicas”. Es-te aparte contendría sendos capítu-los: uno para las culturas populares y otro para la artesanía y las industrias populares típicas.

En relación con el primero, tres aportes fundamentales se presenta-ron: la caracterización de las cultu-ras populares, la clasificación de las mismas y la creación de un Instituto de las Culturas Populares y Residen-ciales con personalidad jurídica y pa-trimonio propios. Al abordar la clasi-ficación se precisa que éstas pueden ser tradicionales o contemporáneas y que son aquellas formas, expre-siones y manifestaciones, estilos de vida y bienes y servicios culturales, tangibles e intangibles, que pertene-cen y son propios del campo cultu-ral residencial, caracterizado por ser realizaciones culturales que se suce-den en un marco determinante de un espacio habitable, por las comu-nidades y familias étnicas vecinales,

festivas, residenciales, tradiciona-les y modernas, criollas y étnicas de Caracas”, en cinco municipios y en 32 parroquias alcanzó el regis-tro de 2.201 fiestas. Una semejante investigación realizada durante el período de 1994-1996 en 15 munici-pios del estado Sucre culminó con el registro de 1.880 manifestacio-nes populares y residenciales. La proyección nacional de fiestas que se realizan anualmente en Vene-zuela alcanza 196 mil manifestacio-nes culturales populares. Esta es la cultura que tiene que dignificarse, por mandato superior y fundamen-tal. Hacer lo contrario es colocarse de espalda a una realidad cultural popular que por primera vez en la historia constitucional de Venezue-la no sólo conquista rango funda-cional sino que debe ser atendida de manera especial por el mismo Estado. La historia de la cultura apenas comienza.

de alta informalidad, de producción y transmisión de mensajes y bienes en pequeña escala y cuyo significado es de realización sociocultural por exce-lencia. Determinando su sentido de pertenencia, su memoria histórica, su personalidad, cosmovisión y patrimo-nios culturales.

Es indudable que la dignificación de la cultura popular comienza por la Carta Magna y ahora tiene, nece-sariamente y por mandato constitu-cional, que ser desarrollada en la ley orgánica específica. Hoy por hoy, las culturas populares constitutivas de la venezolanidad juegan su papel prota-gónico y participativo. No entenderlo de esa manera es ir contra el espíritu, propósito y razón de ser de la Consti-tución Bolivariana.

Las investigaciones sobre la cultura festiva, máxima expresión de la cul-tura popular, han arrojado registros demasiado significativos. El “Calen-dario de manifestaciones culturales

Foto: Jesús Ochoa

Ilustraciones: Juan Rodríguez

Las culturas populares tienen rango constitucional en Venezuela

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n Igor Barreto

Hoy he tomado un auto-bús rumbo a San Fran-cisco de Yare. He que-rido ver de nuevo sus

diabólicas máscaras de Corpus Chris-ti, de las que siempre oí hablar, pero cuya intensa presencia me sobrevino al conocer una foto de Gonzalo Plaza tomada en el año 1949.

En ella, un grupo de diablos baila sobre la calle de tierra que bordea la calcárea iglesia de Yare. Algunos danzantes cruzan sus piernas y rea-lizan un primitivo signo de la cruz, con el que desean ahuyentar al de-monio. Hay niños en esta foto que miran con asombro lo que ocurre; asombro que se ha perdido hasta el límite de la indiferencia y el olvido, como aquel que padeciera el ángel del cuento de García Márquez aban-donado en un gallinero.

El autobús se detuvo frente a un bo-tiquín con sus mesas y su rocola pue-blerina. Dos cuadras más abajo está la casa de Juan Morgado, el artesano desenfadado de las máscaras de Ya-re, y, al fondo de la misma calle, el lugar donde vive el diablo mayor Ma-nuel Sanoja, quien introdujo innova-ciones importantes pero insistiendo como ninguno en la tradición de an-tiguos artesanos.

En Venezuela, las máscaras que despliegan el imaginario demoníaco aparecen en diversas manifestacio-nes regionales que tienen raigambre pagana, europea y medieval, como son las celebraciones del Carnaval y Corpus Christi. El espíritu festivo y sincrético que anima las comparsas del Carnaval encuentra su represen-tación más acorde en la riqueza de elementos plásticos utilizados en las máscaras de sus diablos.

Siempre he creído que en las cele-braciones de Corpus Christi convi-vían dos maneras artesanales o dos formas de resolver la construcción de una máscara: la primera de ellas fa-vorece la expresividad plástica, prác-tica representada por las máscaras de los Diablos Danzantes de Yare; y la segunda tendencia gusta de la con-tención expresiva, allí precisamente ubicaría las usadas por los Diablos Danzantes de Chuao. Ahora bien: los

Cada día se abren nuevas posibilidades de exploración de

un bestiario más diverso que el de años anteriores, donde predominaba el demonio con

rostro vacuno o porcino

Máscaras en Corpus Christi

diablos de Cata, Tinaquillo, Turiamo y Naiguatá, por sólo nombrar algu-nas comunidades donde acontece es-te tipo de celebraciones, se ubicarían más cerca o más lejos de estos dos parámetros del diseño.

Las máscaras de Yare son el mejor ejemplo de una tradición cultural que ha venido enriqueciéndose con el pa-so del tiempo. Siendo una comunidad que se encuentra bajo el foco de irra-diación de grandes centros urbanos, en no pocas oportunidades se ha vis-to obligada a modelar los numerosos mensajes culturales que recibe de las grandes ciudades. Y esto, en buena medida, explica las constan-tes variaciones que las más-caras de sus diablos han incorporado.

Hasta las décadas del 40 y 50, el patrón de construcción artesa-nal de las másca-ras era práctica-mente el mismo,

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Cada día se abren nuevas posibilidades de exploración de

un bestiario más diverso que el de años anteriores, donde predominaba el demonio con

rostro vacuno o porcino

así lo confirma el trabajo de artesa-nos como: Manuel Portero Moronta, Gumersindo Palma y Antonio Blanco (El Soldo). Hasta esos años el rostro del diablo se elaboraba partiendo de la exageración de rasgos humanos, a los cuales se agregaban algunos com-ponentes animales como los cachos, cuyo número varía de acuerdo a la jerarquía del danzante. Lo regresivo, lo involutivo y lo animal, que en Oc-cidente se asocia a la representación del diablo, no modifica en nuestros casos la importancia del rostro hu-mano como esquema plástico de la

máscara. El conjunto de las máscaras lucía, en ese entonces, homogéneo y reforzaba una imagen de

colectividad que se entre-gaba en pleno a la celebra-

ción de los festejos.Luego de asimilado el poder

de cambio que tuvo la fiesta de la cultura tradicional venezolana organizada por Juan Liscano para la toma de posesión de Rómu-lo Gallegos, y que aquél llama-

ra sin demoras “La fiesta de la tradi-ción”, las máscaras de Yare iniciaron con modestia su proceso de transfor-maciones más reciente. La unidad in-dumentaria de los Diablos Danzan-tes quedó referida básicamente a los trajes, ya que la máscara, objeto sim-bólico fundamental de la manifesta-ción, será, a partir de ese momento, distinta de un diablo a otro.

Desde la plaza caminé hacia el ta-ller de Manuel Sanoja. Al fondo de la sala de su casa hay una escalera de concreto que conduce a la azotea donde el taller se despliega en varios cuartos. En las paredes están sus ca-retas de diablo de otros tiempos. Se trata de un mapa de búsquedas y fi-

Fotos: Terry CarquezManuel Sanoja, fabricante artesanal por más de 50 años de las máscaras de Yare

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delidades, donde ventea la oscuridad de unos cerros pedregosos que pre-siento a mi espalda. En ese espacio de su taller Manuel Sanoja suele re-memorar las conversaciones con Juan Liscano en el año 48 y las visitas del fotógrafo de El Nacional Edmundo “Gordo” Pérez.

Cada día se abren nuevas posibili-dades de exploración de un bestiario más diverso que el de años anterio-res, donde predominaba el demo-nio con rostro vacuno o porcino. La aproximación del artesano ya no es expresamente religiosa y encuentro motivaciones expresivas de carácter psicológico o puramente estético. En este proceso, la máscara de dragón, como un diablo de formas más com-plejas, ha tenido una importancia de indudable trascendencia señalándo-les a estos hacedores de máscaras un camino de realización individual y artística. En el taller de Sanoja exis-te una careta de dragón blanco cons-truida a finales de los 50 que, según me dice, es punto de referencia en sus cambios posteriores.

Son las nueve de la noche y bajo una pequeña mesa del taller hay un bulto de traje multicolor al cual Sanoja no atiende por estar empeñado en mos-trarme una maraca de diablo de Yare. A la maraca se le agregaron en estos años el rostro de un diablo en am-

bos extremos de su esfera. Se tra-ta de un elemento doble que siempre contemplamos no importa el ángu-lo en que nos ubi-quemos frente al danzante. Es un instrumento que repica en su mano espantando la ace-chanza del mal. Sin duda, su pulso sonoro recuerda la cadencia monóto-na de solera indí-gena. Mientras ha-blamos se cae una taza que contiene unos pinceles y el bulto de traje mul-ticolor saca su ros-tro bajo el cono exacto de luz de un bombillo. Es

un diablo de Chuao –me ha dicho Sa-noja–. Aunque al apenas nombrarlo bastó para que aquella criatura em-prendiera espantado un vuelo hacia el norte más innoto.

Debo decir, por lo menos a mane-ra de paréntesis, que las máscaras de los diablos de Chuao impresionan por la sencillez y concisión de su di-seño alejado de cualquier barroquis-mo. Se trata de un diablo risueño y

no terrorífico como sus pares de Ya-re, donde colmillos y lenguas prolon-gan la violencia de sus cuernos. Si en las máscaras de Yare los colores se ordenan por afinidad asociativa (acu-mulativa) y tan diversa, en las másca-ras de Chuao los colores se integran por contraste. Los colores que orde-nan la composición son el blanco y el negro, colores positivos y negativos. El negro que remite a lo interior y subterráneo y el blanco que atiende a lo solar y al éxtasis místico. El negro da forma al cuerpo de la máscara y el blanco dibuja un rostro, lo ilumina.

La jerarquía de este diablo de Chuao no la conocemos por su número de cachos (como en Yare). Éstos, aunque puntiagudos, no constituyen un ele-mento resaltante. La importancia de cada diablo viene dada por la longi-tud de sus bigotes y barbas de cocui-za amarilla, lo que da idea de una jerarquía adquirida por la templan-za en el tiempo (“más sabe el diablo por viejo que por diablo”) y no por la agresividad de sus múltiples cachos.

Es importante decir aquí que Chuao ha perdurado en las montañas de Aragua, frente al mar. Es un mirador recóndito, aquel pueblo, sus habitan-

La jerarquía de este diablo de Chuao no la conocemos por su número de cachos (como en Yare)... La importancia de cada diablo viene dada por la longitud de sus bigotes y barbas de cocuiza amarilla, lo que da idea de una jerarquía adquirida por la templanza en el tiempo (“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”)...

Fotos: Jesús OchoaEn Chuao se representa a un diablo más risueño

tes padecieron por centurias la es-clavitud de las haciendas de cacao. Este dato que nos refiere una co-

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munidad consolidada con esfuerzo, me ha hecho notar otro rasgo de sus máscaras. Me refiero a la cinta trico-lor (amarillo, azul y rojo) fijada a los dos cachos y que tiene una cruz en el centro y algunas veces a los extremos de esta cinta. Se trata de la bandera y la cruz, dos elementos que simbo-lizan la cohesión social y el carácter ciudadano de esta comunidad.

Luego de haber aprendido estas maravillas sólo escuchando y miran-do al diablo mayor Manuel Sanoja, qué difícil resulta regresar a Caracas, yo lo hago a despecho y en compa-ñía de un diablo cojuelo que trastabi-lla en mi residual herencia. Lo dicho hasta ahora es sólo la exterioridad de la máscara, pero qué ocurre tras ella, en su interior, donde sabemos que hay un individuo (un hombre dan-zante) en jaque, y un duelo entre el bien y el mal en el centro de una con-ciencia. Por lo menos, en tiempos de Corpus Christi, existe la certeza de que el diablo se rendirá ante el sagra-do sacramento de la eucaristía.

Fotos: Terry Carquez

En Yare las máscaras se han ido modelando por el influjo de la urbe

Fotos: Jesús Ochoa

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Humor Vítreo/ Jesús Ochoa

Diablo apurado, “Zamu-ros de la Barrosa del al-cornocal de abajo: aho-ra verán, señores, al

Diablo pasar trabajo”, pronostica Flo-rentino en las postrimerías de aquel reto. Que no por rojo, ni por sabio, que no por viejo ni por diablo, que no por adelantado, ni por creerse mandado, ni por hablar cielo aden-tro… los vemos por estos lados. ¡Ah malaya quien pudiera conectarse en-tre los versos! Florentinos y mandigas se encuentran en los atajos, agárrame ese trompo en la uña, que me lleve quien me trajo. “San Miguel dame tu escudo, tu rejón y tu puñal, Niño de Atocha Bendito, Santísima Trinidá”.

MCh

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n Marlon Zambrano

El crecimiento urbano, enten-dido como la reformulación de espacios territoriales a través de la concentración

de actividades y poblaciones en un área delimitada, ha desembocado en dos fenómenos que constituyen un problema básico de la modernidad: primero, el caos surgido como con-secuencia de la concentración espa-cial de la población a partir de unos determinados límites de dimensión; y segundo, el surgimiento de una nueva modalidad cultural (urbana o masiva) que modifica, limita o simplemente coexiste con determinados valores de carácter tradicional cuya transmisión y difusión se habían producido por años a través de canales informales como la oralidad.

La práctica de determinadas expre-siones de carácter tradicional (que abarca desde las festividades religio-sas pasando por la culinaria, la mú-sica, etc.), consecuencia de la reite-ración de la memoria colectiva que busca mantener determinados valores de relación, intercambio o reafirma-ción, se ha visto afectada por los pro-cesos de urbanización y mercantiliza-ción que han dado impulso a nuevas realidades cuyo análisis pasa “por la

Tradición y modernidad en la urdimbre urbana

visión romántica de la necesidad de conservar la pureza de las tradiciones y por las estrategias de mercado que sólo perciben las ganancias que pro-ducen al convertirlas en artículos pa-ra turistas” (García, 1996: 163). Esto, sin dejar de considerar que lo moder-no según la visión occidental, surge como oposición a lo tradicional, y “lo tradicional, en la lógica de la moder-nidad, significa pasado, retraso, fuera de vanguardia y en el caso latinoame-ricano, subdesarrollo” (Foster, 1994: 210).

En América Latina el crecimiento ur-bano, en términos generales, ha ocu-rrido mediante procesos sustancial-mente distintos a los que generaron las ciudades europeas, las cuales se desarrollan a raíz de la modificación del sistema de producción que pa-sa de una economía doméstica hacia una economía de manufactura y lue-go de fábrica. Como escribe Roberto Segré en su obra Estructuras ambien-tales en el capitalismo: “Mientras las ciudades europeas se desarrollan co-mo centros de producción y consumo de productos –manufactura, industria y comercio– las ciudades coloniales y neocoloniales se caracterizan por la cesión de la producción primaria a través del puerto exportador, así co-

mo por el consumo de la producción manufacturera e industrial metropoli-tana importada por la clase dominan-te” (Segré, 1977: 72).

Por ello se explica que el proceso de urbanización en América Latina se ha venido desarrollando por muchos años sin planes estratégicos a largo plazo, generando la proliferación de megalópolis como Ciudad de México, Río de Janeiro, Buenos Aires y Cara-cas, sin la vital correspondencia en crecimiento económico, precisamen-te por su articulación dentro del mo-do de producción dependiente en el sistema capitalista, lo que indudable-mente genera una fuerte conmoción en las tradiciones en la medida en que el crecimiento es contingente.

Es así como verificamos que el cen-tro urbano de nuestros días se carac-teriza por una amplia oferta de ser-vicios públicos y por cordones de miseria donde se pone en evidencia su carencia; por la paulatina pérdida de puntos de encuentro colectivo y centros mnemónicos y por otro, por la gran diversidad de expresiones cul-turales que confluyen en un mismo espacio, obligando a las comunidades urbanas a “reinterpretar y aprehender las diferentes realidades culturales, vigentes en su entorno, para asimilar-

Foto:Jesús Ochoa

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las, mezclarlas e integrarlas a sus ne-cesidades” (Pinto, 1993: 108).

Hibridación, simbiosis, periferia, transculturación y globalización son algunos de los conceptos de análisis que acompañan a quienes intentan darle explicación y sentido al creci-miento urbano latinoamericano y a su incidencia en el consumo cultural. En otras palabras, las culturas inmersas en el proceso de crecimiento urba-no de nuestros territorios pasan por una necesaria revisión de la forma como se producen-reproducen-circu-lan-consumen las elaboraciones con-cretas y simbólicas que se generan a partir de sus necesidades de identifi-cación con el entorno.

No obstante, el antropólogo argenti-no Néstor García Canclini ha denun-ciado en múltiples escritos su temor por una visión excesivamente ro-mántica de las tradiciones por parte de quienes no perciben el silencioso juego de “hibridación” entre la cultu-ra popular y la urbana, en otras pa-labras, la tradición y la modernidad. Para Canclini, los temores no deben ser por las tradiciones que se pier-den sino por las que se transforman, abriendo paso a la inevitable discu-sión sobre la supervivencia de modos ancestrales de cultura dentro de una modernidad que aún no ha consegui-do su acomodo en nuestro reducto continental. “En las tiendas urbanas de artesanía –afirma Canclini–, en los museos, en la publicidad y el turis-mo (...) las representaciones y prác-ticas subalternas son reestructuradas para volverlas compatibles, para que incluso contribuyan al desarrollo del sistema hegemónico” (García, 1984: 196-197).

Se habla de que el capitalismo tien-de a reducir las diferencias entre las manifestaciones culturales de los cir-cuitos populares-tradicionales y los espectáculos mercantiles urbanos, bajo la lógica del mercado, subordi-nando lo rural a la ciudad. Se con-sume todo, se toca todo, pero en esa misma medida, se reduce lo que no produce ganancias, lo que no genera excedentes al capital. Justamente allí residen los miedos de antropólogos, sociólogos, cultores, folkloristas, his-toriadores. ¿Cuál es el destino de las creencias fundacionales que genera-ron las fiestas?, se pregunta Cancli-ni, y de inmediato se responde: “La secularización y mercantilización de las ceremonias es inversamente pro-porcional a la medida en que una co-munidad se halla integrada equilibra-damente y ha resuelto la satisfacción de sus necesidades básicas” (García, 1984: 191).

Ni tan del pueblo, ni tan ritualAlgunos estudios revelan que en

las últimas décadas las culturas tra-dicionales se han desarrollado trans-

formándose. Canclini ubica este cre-cimiento cultural en cuatro grandes tipos de causas: a) La imposibilidad de incorporar a toda la población a la producción industrial urbana; b) La necesidad del mercado de incluir las estructuras y los bienes simbóli-cos tradicionales a los circuitos ma-sivos de comunicación, para alcanzar aun a las capas populares menos inte-gradas a la modernidad; c) El interés de los sistemas políticos por tomar en cuenta el folklore a fin de fortale-cer su hegemonía y su legitimidad; d) La continuidad en la producción de los sectores populares (García, 1996: 200).

Antes, durante el ritual de la fies-

Uno de sus principales productos pasó a ser la religiosidad popular con su carga de emotividad espontánea del pueblo y el libre albedrío en el manejo de las imágenes sacralizadas por la Iglesia Católica, sin distinción de los ídolos populares a quienes se les confiere poderes mágicos.

Las tradiciones en el marco de la modernidad corren el riesgo de convertirse en un espectáculo anodino y comestible

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ta, el pueblo imponía un orden a los poderes que se percibían incontro-lables. Hacía de la naturaleza un es-pacio del dominio público y de los símbolos sagrados sus aliados en la consecución de metas comuni-tarias ligadas con la productividad agrícola, la fertilidad, la lluvia, etc. Uno de sus principales productos pasó a ser la religiosidad popular con su carga de emotividad espon-tánea del pueblo y el libre albedrío en el manejo de las imágenes sacra-lizadas por la Iglesia Católica, sin distinción de los ídolos populares a quienes se les confiere poderes má-gicos. Los ritos religiosos se com-plementan con los ritos con funcio-

nes recreacionales (parranda, fiesta profana, baile), sicológicas (la grati-ficación del ego a través de rangos de poder, disminución de tensiones nerviosas mediante el baile), socia-les (reforzando lazos de amistad) y medicinales (curas milagrosas con la ayuda de los santos) (Pollak-Eltz, 1994: 15).

La fiesta, sin embargo, tiene ahora a otros protagonistas y otros parecen ser los símbolos de la fe. Ya no repre-sentan con exactitud movimientos de unificación comunitaria para celebrar acontecimientos o creencias surgidos de la experiencia cotidiana con la na-turaleza o impuestos por la Iglesia.

Las migraciones, el intercambio de

contingentes humanos con diferentes códigos culturales, la masificación de productos, la globalización económi-ca, financiera y comunicacional, las industrias culturales, el mercado y el caos del crecimiento urbano latino-americano hicieron poco a poco de las ciudades rostros repetidos para el contacto efímero y el consumo homo-géneo y modificaron definitivamente la construcción de representaciones y aspectos tan concretos como los hábi-tos y patrones de consumo.

El rito, sacralizado en un bloque de normas comunitarias, distinguido de otras prácticas porque no se discu-te ni se puede cambiar ni cumplir a medias, no sólo establece en nuestros

Foto: Jesús Ochoa

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días y en su nuevo escenario la ciu-dad, la pertenencia a un orden en la comunidad.

La discusión de hechos política o económicamente trascendentes, por ejemplo, ya no se perpetra en la es-quina o en la plaza, sino que se lleva al reducto doméstico y anónimo de la sala del hogar donde el mediador di-vino es el televisor.

En las ciudades las relaciones socia-les que se establecen, el insumo tec-nológico, el impulso mercantil y las urgencias de los medios de difusión, transforman la fiesta popular y la tra-dición ritualista; crea una gran con-moción en el intersticio de su cohe-sión histórica y social.

El espectáculo público forma parte de un cúmulo de factores que impul-san los códigos mediáticos que inter-vienen decisivamente: “La nueva inva-sión de color, luz y sonido que trae su despliegue mercantil, sustituye –por su carácter de experiencia estética to-tal– a las fiestas religiosas que eran en los pueblos la principal fuente de in-tegración pública” (García, 1984: 182). En el estrépito de la modernidad, los espectadores se enfrentan a diario a la diversidad de gustos que reina en la ciudad. Advierten, de esta forma, que muchas veces las tradiciones son asunto de la estética y no solamente de las costumbres y de la fe; lectura de las culturas tradicionales muy fre-cuente en la metrópolis capitalista.

Existen de forma paralela, un dis-curso reivindicativo expresado por unos cuantos: la defensa de lo nues-tro, el rescate de las tradiciones, pre-tendiendo que se puede ganar esta batalla deteniendo en el tiempo y el espacio una expresión viva de un sis-tema orgánico como lo es la sociedad; y a la vez, una realidad latente: el ur-banismo desorganizado, la explosión

demográfica y su consiguiente trans-mutación de modos de consumo cul-tural.

Lo que no deben hacer las tradicio-nes es permitirle al consumo masi-vo la expropiación de sus principios, desmitificar lo que permanece en la fábula y ha ayudado a construir una identidad común y poner en práctica la solidaridad comunitaria. No puede permitir que su carácter colectivo, co-mo fenómeno festivo, sin exclusiones de ninguna clase y con su necesidad de imponer la dualidad fiesta-parti-cipación, sea sustituido por la lógica del valor de cambio donde la fiesta-

espectáculo es concebida en función exclusiva del consumo.

Claro está, es una misión titánica en la ciudad contemporánea latinoa-mericana donde cada vez es más di-fícil enfrentar a los poderes públicos y privados urgidos por los excedentes necesarios para garantizar su perpe-tuación. Los requerimientos económi-cos y la permanente oferta de opcio-nes rentables para la distracción y el entretenimiento tienden a adulterar las expresiones de la cultura popular y darles un cariz de curiosidad para turistas.

Esta situación es aún más dramáti-ca cuando las viejas y nuevas tecnolo-gías de difusión informativa, con todo lo que tienen de brecha tecnológica en Latinoamérica, aíslan cada vez más al ciudadano al reducto del hogar y a los espacios restringidos, haciendo del es-pacio público la esfera circunstancial del cruce para el consumo.

Así, parece imposible competir con los nuevos malls tipo americano que, como avalancha, se apropian de los antiguos cañamelares que alguna vez sustentaron el crecimiento económico de la región; con las redes comunica-cionales que superponen la Internet y la telefonía celular a la añeja consulta oral entre los compadres sobre el es-tado del tiempo y el nivel de la cose-cha; con la fiesta urbana y sus decibe-les de sonido durante un concierto de rock, aplastando el sonido profundo y lejano a la vez de la frase que repi-te, desde tiempos inmemoriales “Si el San Pedro se muriera / todo el mundo lo llorara”.

Fotos: Terry Carquez

El espacio público se ha convertido en la esfera circunstancial para el consumo

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n Ányelis Solórzano CardonaCon esta tonada los pobladores de

La Sabana y Curiepe prenden la fiesta para celebrar el día del Santico Bai-lón, retumban los cueros de los tam-bores, el repique pasa de leve a inten-so, mientras abren paso al sonido del popular culo’e puya, bailan al santo, hacen rituales mágicos, el mal anda suelto y el bien lo persigue, se rom-pen las reglas y se recuerda al negro esclavo que se escapa de la hacienda de su amo pa’ se’ libre al fin.

La magia está en el aire, se respira, pica en el cuerpo y muchos aprove-chan para cortarse el cabello y dar un vistazo a su futuro echando un huevo sobre un plato de peltre la noche del 23 de junio, poniendo 12 alfileres en un platico dulcero o revisando la ca-

El Macizón que no tiene son se toca en La Sabana y Barlovento cada 24 de junio

Malembe, malembe ya… San Juan se viene, San Juan se va

“San Juan GuaricongoCabeza PeláSi tú no lo tienesSan Juan te lo da”

beza de ajo que se enterró la semana anterior para ver cuántos hijos les di-cen las raíces que se van a procrear, se trata de tradiciones que se remon-tan a la Venezuela colonial.

Historia y leyenda se conjugan en una noche cargada de magia

Cuenta la leyenda que una víspera de San Juan el negro Pedro Camejo, el valiente Negro Primero, le dijo al general Páez: “Taita, vamos a ver qué

nos depara el destino”, convidándolo a colocar un huevo sin revolver en un vaso con agua y dejarlo bajo la cama para ver lo que les deparaba el futuro. A lo que Páez respondió con tono de incredulidad: “¡Échalos tú, uno por ti y uno por mí!”. Así lo hizo el Negro Primero y a la media noche, siendo hora ya de revisar, sacó los vasos y al ver el del general, le dijo: “¡Le salió corona, taita, un triunfo grande, vic-toria y gloria!”. Páez, un poco más en-tusiasmado, preguntó: “¿Y en el tuyo, qué salió?”. A lo que el pobre hombre respondió con tono acongojado: “Me salió cajón, yo no voy muy lejos”.

Horas más tarde, se dio inicio a la Batalla de Carabobo en la que el ge-neral salió triunfante y el Negro Pri-mero perdió la vida luchando por la

Foto: Terry Carquez

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libertad de Venezuela, la épica batalla donde el negro arrojado y noble se acercó a su general Páez para decir las palabras que se grabaron con fue-go en la historia venezolana:

– ¡Vengo a despedirme, mi general!- dijo Negro Primero.

– ¡Por qué te vas, cobarde, no aban-dones la pelea!- contesta enfurecido el recio Centauro de los Llanos.

– ¡Vengo a decirle adiós porque es-toy muerto, taita!- responde Negro Primero cayendo a los pies de su jefe, la espalda perforada por tres heridas mortales.

Pueblo que vuelve a sus raícesLos pueblos de Vargas y Barlovento

aún tienen fijo el recuerdo de la Colo-nia, del sudor y los latigazos, del amo mandando y el esclavo obedeciendo, momentos interminables que sólo se rompían en el día de San Juan, cuan-do el tambor comienza a repicar y el aguardiente se convierte en exquisito néctar que sacia la sed.

En Curiepe se encuentran San Juan Bautista y San Juan Congo, ambos ro-deados por un mar de pañuelos ro-jos, recorriendo las calles del pueblo. El Bautista recibe la bendición de la Iglesia pero el Congo es un santo hombre no reconocido por el Vatica-no debido a su origen pagano, pero eso no amilana a los pobladores quie-nes cada año festejan y bailan con su santo a cuestas. “San Juan es un santo negro que los blancos se cogieron pa’ ellos, San Juan es un santo bailón que bebe aguardiente y ríe con su pueblo, que bendice y protege a los negros, pero el blanco lo viste de iglesia y lo coge pa’ ellos, San Juan Congo es ne-gro, africano como el malembe y las caderas de la princesa Lucumí”, se es-cucha una y otra vez cuando se habla de San Juan.

San Juan lo tiene, San Juan te lo daA sus 68 años de edad, Eulogia Blan-

co, jubilada del Sistema Barlovento de Hidrocapital y oriunda de Curiepe, no deja de asistir cada año a la igle-sia de su santo, acompañándolo luego en procesión pidiendo salud y sabi-duría. Y durante el recorrido siguen retumbando en ella aquellos dichos y canciones que desde niña escuchó especialmente durante las festi-vidades del 24 de junio, cuan-do se unen lo religioso y lo pa-gano, día de plegarias para el santo que todo lo da.

“Como loco en Caraballeda”“Como loco, como loco” gritan los

habitantes de Caraballeda mientras una mujer sostiene sobre su cabeza la imagen del santo bailador, el sonido del tambor retumba en la puerta de la iglesia, y la mujer agita las caderas, dando giros y moviendo al santo de un lado a otro.

José Luis Rodríguez Longa, quien ejerce funciones como Analista de In-formática en el Sistema Litoral Central de la hidrológica, asiste cada año a esta celebración, y como si un espíri-tu ancestral recorriera sus venas, sus manos comienzan a golpear el cuero del tambor rítmicamente para acom-pañar con su música a San Juan Bau-tista.

Heredero del canto africano, del sen-tir africano y la devoción de un pueblo que nunca dejó que se perdieran sus dioses bajo el látigo impositor de una fe que desconocían, José Luis se abra-za con fuerza a ese legado ancestral y descarga sus manos ardientes sobre el cuero animal para enviar su preces al santo que “los blancos se cogieron pa’ ellos” pero es más negro que el lomo angoleño que se quebró para sembrar el cacao, para recoger el café, para ro-zar las tierras del amo, como el pe-cho que amamanta al niño blanco con blanca dulzura de ma’e negra.

Como loco gira el santico bailón, co-mo loco salta el pícaro sobre las cabe-zas de los negros, como loco San Juan, como loco, baila santico pa’ que el ma-ligno salga pa’ fuera y deje tranquilo al negro bailando hasta el amanecer.

Fotos: Terry CarquezVargas y Barlovento se hermanan en su devoción a San Juan

Eulogia Blanco, jubilada de Hidrocapital, no abandona a su santo cada 24 de junio

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n Katherina AraquePara los araireños participar en la

elaboración de las Alfombras de Flo-res en honor a su patrona, la Virgen del Carmen, es un auténtico acto de fe, entrega y devoción. Desde 1992 sus pobladores han cultivado esta hermosa manifestación que año tras año llena de color y aroma floral a es-ta población mirandina.

Cientos de flores y frutas, propias de la región, son empleadas en la de-coración de la imagen más pequeña de la Patrona, llamada “Carmencita”, y en la elaboración de originales ten-didos que colman la calle Bolívar de la localidad zamorana, en un ambien-te de hermandad, amistad y coope-ración.

Dibujos, símbolos y mensajes que promueven los valores humanos y cristianos, la fe católica y la devoción mariana son empleados en los diver-sos diseños que buscan rendirle ho-nor a la Santa Patrona.

Alfombras de Flores de Araira: agradecimiento y fe de un pueblo

Un poco de historiaEsta bonita iniciativa fue propiciada

por el sacerdote Humberto Delgado y tomada por la sociedad de Damas de Nuestra Señora del Carmen y la Aso-ciación Civil Alfombras de Flores de Araira, para honrar a la Virgen con esta tradición, cultivada en otras lati-tudes para rendir homenaje al Santí-simo Sacramento.

La elaboración de las alfombras, en la que participan pobladores y veci-nos, comercios, entes públicos y pri-vados, se realiza el domingo siguiente al 16 de julio, día en que se celebra la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, advocación que desde la fundación del pueblo, por colonos italianos, ha acompañado a sus habitantes.

En su primera edición sólo se elaboraron cinco alfombras, pero gracias al apoyo de los pobladores el camino floral se ha ido exten-diendo paulatinamente, logrando ocupar, casi en su totalidad, la ca-

La Virgen de la Paz fue elegida como motivo de la alfom-bra del año 2008

Los vecinos se reúnen el domingo siguiente al 16 de julio para la elaboración de las alfombras Fotos: Jesús Ochoa

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lle Bolívar. La meta es que las alfom-bras lleguen hasta la iglesia del pue-blo.

La elaboración de las alfombras de flores de Araira le ha dado a la fies-ta de la Santa Patrona una promoción sana a esta población, la cual es vi-sitada, año tras año, en esta ocasión por muchos amigos y turistas.

Apegada a una tradiciónMuchas son las personas que se han

incorporado año tras año a esta activi-dad religiosa. Algunas por amor, fe, a modo de súplica o por agradecimien-to ante algún favor recibido. Tal fue el caso de Dolymar García, ingeniero jefe del acueducto Guarenas, quien se integró a esta hermosa manifestación mariana hace 9 años.

“Desde que me mudé con mi familia a Araira en 1990, noté que era un pueblo con muchas tradiciones, pero no fue si-no hasta el año 2000, cuando mi cuña-da fue diagnosticada con leucemia, que comencé a participar en la elaboración de las Alfombras de Flores” relata Gar-de las Alfombras de Flores” relata Gar-de las Alfombras de Flores” relata García, quien desde hace siete años forma parte de Hidrocapital.

Manifiesta que gracias a la interce-sión de la Virgen la jovencita se curó y desde entonces ha participado jun-to a su familia en el diseño y la ela-boración de las alfombras. “El primer

año realizamos la imagen del Divino Niño, luego Jesús de la Misericordia, el Escudo Papal y así sucesivamente, todo adornado con flores naturales”, excepto el rostro y las manos de la fi-gura, que son pintadas por ella.

Otro hecho significativo en la vida de Dolymar que reforzó su fervor por la Virgen del Carmen y que recuer-da con emoción se remonta a 2003, año en el que nació su hija. “El padre Anselmo, párroco para el momento, acostumbraba presentar ante el altar a los bebés con 40 días de nacido, y mi hija casualmente cumplió los 40 días justamente al celebrarse estas festividades en honor a la patrona”.

Aunque ya no reside en Araira, Do-lymar se ha mantenido apegada a la

manifestación de un pueblo que le abrió las puertas. Junto a su familia espera celebrar muchas festividades más en honor a la patrona de los araireños.

Datos de la actividad El sábado que antecede al día que se elaboran las Alfombras de Flores, en Araira se realizan una serie de actividades pre-paratorias en las que el pueblo en pleno participa, movidos por la devoción a la Virgen del Carmen. w La jornada se inicia con la peregrinación y el encuentro de las comunidades rurales y sus patronos con la Virgen del Car-La jornada se inicia con la peregrinación y el encuentro de las comunidades rurales y sus patronos con la Virgen del Car-La jornada se inicia con la peregrinación y el encuentro de las comunidades rurales y sus patronos con la Virgen del Carmen, la cual recorre la calle Bolívar, hasta llegar a la iglesia de Araira, donde se realiza la Misa en Acción de Gracias por las cosechas del año.w Los pobladores ofrendan flores y frutos de la región para que sean utilizados en el arreglo de la imagen más pequeña de la Virgen del Carmen, llamada cariñosamente por sus devotos como “la más joven” o “Carmencita”, la cual, el domingo después de la Misa Criolla, será trasladada en procesión por las calles de Araira, entre cantos y oraciones, hasta llegar al encuentro del camino floral.w El domingo, los araireños despiertan de madrugada. A partir de las 4:00 am, por orden de llegada, se entregan números que garantizan un espacio en la calle Bolívar, previamente demarcada.w Las medidas establecidas de las alfombras son de un (1) metro de ancho por dos (2) metros de largo.w El diseño de la alfombra debe tener mínimo un 80% de flores naturales y follaje.w A medio día las alfombras deben estar listas para recibir, luego de la misa, la bendición de la Virgen del Carmen, cuya imagen, adornada con flores exóticas y frutos ofrendados de la región, recorre en procesión las calles de Araira.

Fotos: Terry Carquez

Las Alfombras son un homenaje a la Virgen

del Carmen

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Tradicionalmente escribo en mi estudio, de noche, mientras mis ni-ñas duermen. Tradicionalmente fu-mo mucho mientras escribo. No sé cuántos cigarrillos me fumo antes de terminar una cuartilla, sólo sé que son tantos que, a veces, termi-no sintiéndome intoxicada.

Tradicionalmente las mujeres de mi familia han sido fumadoras: mi abuela fumaba glamorosamente, como se fumaba en la década de los cuarenta. Mi mamá fumaba libre-mente, como se fumaba en los años

Opinión/ Carola Chávez Rompiendo con las tradiciones

setenta. Yo fumaba idiotamente, como fuman quienes aún fuman en pleno siglo XXI.

Dejar el cigarrillo es una proeza dificilísima. El tradicional temor al fracaso te invade desde el mismo momento en que tomas, sin mucha determinación, la determinación de dejar de fumar. Atiendes enton-ces a los tradicionales consejos de quienes tradicionalmente fumaban hasta que dejaron de hacerlo. Los escuchas casi arrepentida de ha-berles confesado que has dejado

de fumar. Ahora tu honor está en juego y casi no tienes vuelta atrás.

Empiezas a vivir el resto de tu vida evitando momentos y place-res que hoy son tus peores ene-migos: el tradicional cafecito de la mañana, el timbre del teléfono anunciando una humeante con-versación, los semáforos en rojo, los minutos muertos y la compu, con su pantalla en blanco invitán-dote a escribir, todos formando parte de la exquisita emboscada que el cerebro vicioso organiza para que uno acabe reincidiendo.

Tradicionalmente la fuerza de voluntad me elude, pero esta vez pretendo romper con una tradi-ción que es casi tan nociva como la cena de año nuevo en casa de mis cuñados. Para lograrlo, cam-bié mi escritorio por mi cama, en lugar del silencio y soledad de la lugar del silencio y soledad de la noche, busqué, para esconderme noche, busqué, para esconderme de las ganas, la ruidosa compade las ganas, la ruidosa compa-ñía de mis niñas que se dedican ñía de mis niñas que se dedican a saltar y gritar mientras yo tea saltar y gritar mientras yo te-cleo estas líneas. Dejar de fumar cleo estas líneas. Dejar de fumar es un compromiso con la vida, es es un compromiso con la vida, es el ejemplo que debo dar a mis hiel ejemplo que debo dar a mis hi-jas para no tener que verlas con jas para no tener que verlas con los ojos de angustia y culpa con los ojos de angustia y culpa con los que me miraba mi mamá cada los que me miraba mi mamá cada vez que yo encendía un cigarrito. vez que yo encendía un cigarrito. Es librarme de la agonía de desEs librarme de la agonía de des-cubrir que me quedé sin cigarros cubrir que me quedé sin cigarros un domingo a las diez de la noun domingo a las diez de la no-che. Es dejar de gastar el dinero che. Es dejar de gastar el dinero en cosas que se vuelven humo.en cosas que se vuelven humo.

Por eso estoy aquí, con el tradiPor eso estoy aquí, con el tradi-cional mal humor que produce el cional mal humor que produce el síndrome de abstinencia, escrisíndrome de abstinencia, escri-biendo algo que nada tiene que biendo algo que nada tiene que ver con las fiestas tradicionales ver con las fiestas tradicionales venezolanas, que es de lo que se venezolanas, que es de lo que se trata esta publicación, pero escritrata esta publicación, pero escri-biendo, al fin y al cabo... Escribiendo, al fin y al cabo... Escri-biendo y sin fumar.biendo y sin fumar.

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Misa de San Juan

Tikititaquitakaes la oración a San Juan.

Danza de orgasmo y sudores la oración a San Juan.

Oggun albino y profeta.

África pintada de colonia y nuevo mundo

Reza el tambor esta noche:

Confesando las tetas afuera,confesando las heridas heredadas,confesando las heridas bien ganadas.

Por mi culpa, por mi culpa,por mi grandísima culpa.

Rojo y negro es su color,es cadencia su alimento,es sonrisa su oración.

Masticando el fuetegolpeando el cueroarañando las galaxias.

Color parido por la luna,color que es camino a la prisión,color negativo y de pantera.

Caderas en alto contraste.

Manostierra y sangre del café.

Misa color de sotana,Oggun decapitado,Oggun guaguancó.

Ave María cinco veces:

Que se arrepientan los otros.que se lo crean los demásque se coman a su dios,que me dejen ir en paz.

Necesitamos ahoraque anochezca cuanto antes,que no haya luna,que se caiga la corriente.que se apaguen las estrellas.

Pa’ que los cueros retumben, retumben hasta el Vaticano,hasta sus sucursales,hasta el reverso del sol.

Aguadas / Juan Rodríguez