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Populismo y estrategia socialista en LatinoamricaTras las huellas del socialismo nacionalPor Jos Luis RojoSocialismo o Barbarie, revista N 21, noviembre 2007La definicin de Chvez por el socialismo, teniendo en cuenta la historia poltica de Venezuela y la coyuntura internacional, no puede ser considerada bajoningnpunto de vista como una apuesta demaggica, sino como una manifestacin deintenciones() La definicin por el socialismo del presidente Chvez implica un desafo,cuyo nico juez ser la historia.1La izquierda latinoamericana ha venido cruzada en los ltimos aos por un debate fundamental. Se trata de la querella acerca de qu ubicacin tener frente al surgimiento de fenmenos polticos como los de Hugo Chvez, Evo Morales, Rafael Correa, Ollanta Humala y otros en la regin. Esta polmica se pone ahora rojo vivo acerca de qu posicin adoptar frente a los movimientos que stos encabezan,muy en particular respecto del PSUV en Venezuela.2Aunque ya hemos tratado estas cuestiones, nos interesa volver sobre ellas desde un ngulo ms general, identificando el vnculoorgnicoque tiene esta temtica respecto de los problemas de larevolucin socialistaen nuestra regin. Esto es, la orientacin a darse respecto del PSUV no es, ni puede ser, un factorindependientedel resto de la estrategia revolucionaria.

Esto es as porque, caractersticamente, estos debates han actualizado en las nuevas condiciones del siglo XXI- algunos temas clsicos de la izquierda en el siglo pasado frente a fenmenos como los de Pern, Vargas, Crdenas y otros lderes populistas de nuestro continente.

Pero lo paradjico del caso es el hecho que a pesar del balance en ltima instancia desastroso de estas experiencias, al que se lleg a expensas de graves derrotas en cada pas3, hay una porcin de esta misma izquierda incluso de aquella que se reivindica trotskista que parece sufrir un fenmeno deamnesia histrica.

Su tesis ms general, bajo la presin del fenmeno nacionalista emergente, es la siguiente: en nuestro continente, el nuevo ciclo de luchas habra vuelto a confirmar que no hay cmo poner en pie una tradicin socialista independiente si no se lo hacedesde el terreno mismo del populismo. Sera un paso obligado, inclusoinevitable y aconsejadopor los clsicos del marxismo revolucionario.

As, se afirma que entendemos que hoy no es posible colocarsefueradel proceso y del sentimiento bolivariano que embarga a las masas, a condicin, como lo hacen sectores de la izquierda doctrinaria y sectaria, de considerar a millones de venezolanos slo como gente engaada y aturdida por el nacionalismo burgus4, al que se debera desenmascarardesde afuera(...). Slo desde el mismo corazn del proceso bolivariano, abandonando toda externalidad y elitismo (...) es posible pensar un proceso de radicalizacin socialista, anticapitalista y de auto-organizacin democrtica de masas, que supere los lmites actuales del capitalismo de Estado en Venezuela (Populismo y estrategia socialista en Amrica Latina, Jorge Sanmartino, www.corrientepraxis.org.ar, 10-06-07). Como corolario, se agrega: es recomendable abandonar cierta poltica de la externalidad, en la que se espera que un movimiento de masas confundido y cautivo despierte de su encantamiento y rompa polticamente con el populismo (dem).

Pero estas tesis que hoy se renuevan no hacen ms que remitir a viejas o, ms bien, viejsimas discusiones, que fueron bien conocidas por las generaciones socialistas anteriores y que tuvieron exponentes tanto en la regin y el mundo colonial y semicolonial. En Argentina, quiz el ms conocido de los provenientes de la tradicin trotskista fue Jorge Abelardo Ramos, pero se mencionar tambin a Rodolfo Puiggrs, Jorge Enea Spilinbergo, Norberto Galasso, Victorio Codovilla y tantos otros.

Se trata, ni ms ni menos, que de las tesis delsocialismo nacional5, que tenan y tienen una serie de premisas, nuevamente explicitadas, que nunca han demostrado que desde adentro del populismo podra haber un camino ms eficaz y convincente de progresosocialistaque una orientacin deindependencia poltica y de clase, de ruptura por izquierda con l.Impulsar esa ruptura poltica con el populismo en tanto movimiento o partido polticoestructuradono puede significar estar por fuera del proceso de laluchade estas mismas masas, desentendernos de la evolucin real de su conciencia, ni que los trabajadores quedesbordenpor izquierda a estos gobiernos no vengan con sus propias tradiciones culturales y polticas a servaloradas y/o resignificadas desde una identidad socialista.En lo que sigue, dedicaremos nuestros esfuerzos a este debate que reemerge. Nos centraremos en la polmica con las corrientes que defienden el camino del socialismo nacional como va regia para que la izquierda poltica logre fuerza de masas, rescatando la tradicin del socialismo revolucionario como aporte en la lucha concreta por la defensa de laindependenciade la UNT del Estado chavistay por la formacin de unpartido obrero independienteen Venezuela.Populismo y socialismo nacionalUn primer paso para nuestra crtica pasa por recoger elementos de caracterizacin respecto del emergentepopulismolatinoamericano. Para esto, debemos partir de sus antecedentes histricos; es decir, el del por as llamarlopopulismo clsico, y el vnculo que estableci con l la corriente del socialismo nacional.

Cuando hablamos del populismo latinoamericano del siglo XX, nos estamos refiriendo a gobiernosnacionalistas burguesesque mayormente le dieron su impronta al proceso poltico en la regin entre las dcadas del 30 y el 60, aunque tuvieron manifestaciones tardas hasta entrados los aos 70. El contexto: la simultaneidad de una aguda crisis de la economa mundial capitalista, una grave crisis hegemnica en el seno del imperialismo que termin dando lugar a las dos guerras mundiales y el impacto de la revolucin rusa del 1917.

La combinacin de estos elementos dio marco al surgimiento de una serie de gobiernos capitalistasanormalesque se caracterizaron por tomar en sus manos importantes porciones del manejo de la economa nacional, por hacer significativas concesiones a las masas trabajadoras y populares y por instalarse comomediacinrespecto de una eventualradicalizacinde la clase trabajadora bajo el impacto que vena de la ex URSS.

Como es conocido, al llegar a Mxico y observar el fenmeno, Len Trotsky defini a este tipo de gobiernos y formaciones estatales comobonapartismo sui generis.Buscaba as dar cuenta de gobiernos de pases coloniales o semicoloniales que aparecanarbitrandoentre los intereses del imperialismo y de las clases no poseedoras, en condiciones de una gran debilidad de las burguesas nacionales,una verdadera clase ausente reemplazada por este mismo Estado, el cual, segn una clsica definicin del historiador marxista argentino Milcades Pea, se terminaba comportando como un grupo capitalista ms.

En este contexto, estos gobiernos intentanampliar sus bases de sustentacin socialprecisamente mediante laestatizacinde ramas enteras de la economa (capitalismo de Estado), junto con elencuadramientopolticode las mismas masas, que son llamadas a la movilizacin a partir de hacerles una serie deconcesiones.

Esta forma de bonapartismo, explicaba Trotsky, contena elementosbifrontes.En determinadas circunstancias, poda mostrar su cara izquierdista, en la medida en que se apoyara en las masas para resistir al imperialismo, dando lugar a gobiernos con variables grados deindependenciarelativarespecto de l. Sin embargo, esto no exclua que, en un giro de la lucha de clases, pudiera dar lugar a su versin derechista, transformndose en agentes de este mismo imperialismo (y de medidas de racionalizacin econmica y disciplinamiento poltico)contralos trabajadores.

Dice a este respecto Chris Harman: Dcadas de experiencia de regmenes nacionalistas radicales del tercer mundo, muestran cmo funciona su lgica. Hay una fase de reformas radicales y de choques con el imperialismo, y es necesario recordarcuntoms radicalesfueron las reformas llevadas adelante en Egipto o Argelia tres o cuatro dcadas atrs que aquellas en Venezuela o en Bolivia hoy. Los ms radicales nacionalistas luegoretroceden(...) o son removidos por colaboradores ms moderados (como fue el reemplazo de Ben Bella por Bumedien en Argelia en 1965). En el final resulta que aquel rgimen que resisti al imperialismo, llegado cierto punto, se transforma en l ms esmerado de sus aliados. Esta esuna leccin que no debe ser olvidada en Latinoamrica (www.internationalsocialism.org.br).

En este marco, el conjunto complejo de las determinaciones de los gobiernos populistas y el hecho de que aparecieran resolviendo tareas democrticas y nacionales pendientes (no llevadas a cabo en oportunidad de las guerras de la independencia en el siglo XIX) desafi al conjunto de las corrientes de la izquierda aposicionarse frente a ellos. Desempolvando lashistricamente superadasTesis de Oriente del IV Congreso de la III Internacional (por serpreviasa la formulacin de las Tesis sobre la Revolucin Permanente de Trotsky), sectores de la izquierda y el movimiento trotskista asumieron posicionescapituladorasfrente fenmenos como los de Lzaro Crdenas en Mxico (en la segunda mitad de los aos 30), Juan Domingo Pern en la Argentina (1945-55), Getulio Vargas en Brasil (sobre todo, el nacional-desarrollista de la segunda presidencia, 1950-54) o Paz Estenssoro en oportunidad de la revolucin boliviana de 1952 (en vida de Haya de la Torre, el APRA fue un factor importantsimo de la vida poltica del Per, pero nunca pudo llegar al gobierno).

Nacionalizaciones petroleras y mineras, reformas agrarias, concesin del voto universal y el voto a la mujer; estatizacin de los ferrocarriles y otras empresas, fueron algunas de las medidas que dieron lugar a un arduo debate respecto de laverdadera naturalezade estos gobiernos y cmo haba que ubicarse respecto de ellos, que dio lugar a posiciones extremadamente oportunistas (y tambin totalmente sectarias).

Es precisamente en este contexto que emergi el socialismo nacional como tradicin poltica. Se trat de la corriente que, desde la izquierda, apost por elapoyo polticoa estos gobiernos aunque a veces se presentara como apoyo crtico y a lasmedidas que se consideraban progresivasde stos.6Para ello, adoptaron estrategias como las del frente nacional o frente nico antiimperialista por el cual, a lo largo de todo un perodo histrico, se postulaba que la izquierda deba marchar del brazo con estos gobiernos porque la clase trabajadora no estaba todava madura para una accin histrica independiente. Slo despus de todo el curso de una experiencia con la revolucin nacional se podra llegar a la madurez para la etapa socialista y para la construccin de grandes partidos socialistas de masas.

En la Argentina, quien mejor y ms verstilmente sintetiz desde el trotskismo estas premisas fue, sin lugar a dudas, Jorge Abelardo Ramos. De entre las mltiples perlas que se encuentran en su frondosa literatura, se puede encontrar, bajo el sugestivo subttulo de Personalismo y necesidad histrica, la siguiente: A los pases atrasados que luchan por su liberacin no les queda otro camino para compensar su debilidad material frente al gigantesco enemigo que reproducir a su modo idnticas leyes de guerra. La centralizacin del poder deriva generalmente en el poder personal. El lder y la jefa espiritual de la Nacin reflejaban esanecesidad histrica(...) El proletariado segua su propio camino, que era el de su experiencia en una coalicin con los sectores burgueses y burocrticos del peronismo.Para el partido obrero independiente no haba sonado la hora. El cretinismo intelectual observar con desprecio a las masas primitivas, pero una misma clase tiene ideas diferentes en pocas distintas; las suplantar a medida que las necesite. El proletariado no vea con urgencia la necesidad de ser independiente del peronismo, por ms que le resultaran desagradables algunas figuras, algunos favoritismos. Defendan lo esencial del rgimen, suprogresividad globaly la condicin obrera dentro de el. El pequeo burgus superficial, atiborrado de libros mal ledos, slo vea lo secundario. Despus acusara de primitivismo al proletariado [Obsrvese que se trata literalmente del mismo argumento del texto arriba citado. RS] (...). Bajo las divisas del peronismo, enormes masas de hombres y mujeres que slo diez aos atrs vivan en el atraso rural hicieron su ingresotriunfala la poltica argentina. La direccin que abrazaron eraenteramente correcta: no haba ninguna otra capaz de defenderlos mejor (J. A. Ramos:Revolucin y contrarrevolucin en la Argentina.Tomo V: La era del bonapartismo, Buenos Aires, Plus Ultra, 1974, pp. 212-220).

Como se ve, en Ramos encontramos muchos de los rasgos ms burdamentedeterministas, objetivistas y economicistasque caracterizaron a la matriz mayoritaria del trotskismo de la posguerra, tomada de manera tericamente ilcita de textos de Trotsky comoLa revolucin traicionada, as como el uso totalmente abusivo, tributario del aspecto ms conservador de la filosofa hegeliana de la historia, del concepto denecesidad.Por otra parte, este pasaje (cuya matriz conceptual se refleja en muchos otros similares) revela motivosclsicosdel socialismo nacional, que hoy se reproducen acrticamente.

Desde la definicin del supuesto carcter nacionalista revolucionario de estos gobiernos hasta el rendirse ante el hecho de que la ausencia de una direccin alternativa a la del nacionalismo burgus terminaralegitimndolo histricamente, haciendo asinviabletoda critica de clase y revolucionaria. En esas condiciones, cualquier intento en este sentido era acusado entonces y vuelve a serlo ahora, como vimos como desprecio hacia las masas, que tendran sus correctas razones para apoyar estos gobiernos.

El socialismo nacional es inseparable del populismo como la sombra del cuerpo, y fundamenta su ubicacinseguidistaen que considera un operativo definitivamente externalista la pelea por un curso independiente y socialista para la clase obrera.

No hace falta recordar el final de la pelcula de este perodo:todosestos gobiernos terminaron saliendo ignominiosamente de la escena. Elmarco capitalistaen que operaron sus reformas quedintacto, lo que implic que stas quedaran rpidamente vaciadas de contenido Hubo un patrn comn: en oportunidad del golpe de 1955 contra Pern, de 1964 contra Estenssoro, del mismo ao contra Joao Goulart, y otros, enningncaso apelaron a lamovilizacin de las masasy entregaron el podersin resistenciaa la reaccin burguesa imperialista. Tampoco, en ningn caso, los socialistas nacionales lograronxitos constructivosdignos de mencin. Y sin embargo, a pesar de este balance lapidario, a comienzos del siglo XXI nos volvemos a encontrar con esta corriente de pensamiento y accin.Economa poltica del populismoPasando ahora a los fundamentos materiales del populismo, es sabido que consisti, bsicamente, en uncapitalismo de Estado. Cmo definir ese capitalismo de Estado? Segn el ya citado Milcades Pea, es ni ms ni menos queel Estado actuando como un capitalista ms.Es decir, se trata en determinadas circunstancias del paso a manos del Estado de la gestin directa dedeterminadasramas de la economa. No se trata de quetodala economa vaya a ser estatizada7; las empresas estatales conviven codo a codo con las privadas. Pero en estos casos, el Estado tiene en sus manos una parte proporcionalmente mayor de la economa que lo acostumbrado.

Lgicamente, esto ocurre en determinadas circunstancias histricas, econmicas y polticas: en general, el bonapartismo sui generis, por su mismo lugar particular derbitro y mediador, necesita de esta ampliacin de su base de sustentacin econmico-social que le dan las empresas estatales.

Aqu cabe agregar dos elementos. Primero, que este movimiento estatizante, mediado por el otorgamiento de una serie de concesiones a las masas, de ninguna manera significapor s mismouncuestionamiento al capitalismocomo tal. Dentro de las empresas estatales con infracciones aqu y all sigue funcionando la ley del valor-trabajo. Un ejemplo es la propia PDVSA, en la cual el gobierno chavista se apresur adesmontar el control obreropuesto en pie luego del paro-sabotaje y, hoy, ni siquiera se aviene a actualizar el convenio laboral con sus trabajadores.

Es decir, la estatizacinno resuelve por sun curso anticapitalista. Como dijimos, expropiar a la burguesa es una medida poltico-social (liquidar a la clase explotadora y dominante) con consecuencias econmico-estructurales; no lo inverso.

Por otra parte, si en los pases semicoloniales se considerase que en general toda medida de estatizacin de empresas imperialistas tienea prioriun carcter progresivo8en lo que hace a los grados de independencia del pas respecto de los centros imperialistas, de aqunose sigue que esta progresividad pueda ser evaluadaabstractamente. Su carcter debe ser analizado de maneraconcreta, porqueno todas las estatizaciones son iguales.

No es de extraar que esta cuestin diese lugar a una histrica polmica de Milcades Pea con Rodolfo Puiggrs respecto del carcter de la estatizacin de los ferrocarriles ingleses bajo Pern (para Pea, no se haba tratado ms que de una historia de hierros viejos).

Cabe aqu otra consideracinmetodolgicade importancia. El argumento de los socialistas nacionales para justificar toda nacionalizacin sin importar en qu condiciones econmicas por ejemplo, con jugosas indemnizaciones y configurando un negocio mayormenteimproductivo era que en estas nacionalizaciones lo decisivo no estaba en su valor econmico-productivo, sino en el hecho de que el pas haba comprado soberana.9Pero es evidente que el uso improductivo de los dineros y reservas del pas, a la postre, no pueden significar una mayor soberana, sino un mayorsometimientoa la economa mundial capitalista.

Muy agudamente, contra los representantes del socialismo nacional de su poca, sealaba Pea que desde el punto de vistageneral histrico, la circunstancia de que pases semicoloniales como la Argentina nacionalicen inversiones imperialistas constituye un paso adelante en el camino de su emancipacin nacional (...). Pero juicios tangenerales, quesustituyen lo concreto por lo abstracto, son particularmente estriles y ayudan bien poco a ubicar la realidad estudiada. Se necesitaotro mtodopara apreciar el significado de los acontecimientos contemporneos, los cuales requieren unenfoqueconcreto, implacablemente concreto (La clase dirigente argentina frente al imperialismo, Buenos Aires, Fichas, 1973).

Porque no se trata de saber si,en general, es progresiva [una nacionalizacin] cuando se estudia la nacionalizacin de inversiones imperialistas en un pas dependiente; es preciso plantear el problema en trminosconcretos:estanacionalizacin tuvo un sentido anticapitalista,aquellanacionalizacin sirvi al imperialismo, etc. Por el contrario, los apologistas de las nacionalizaciones plantean el problemaabstractamente, desde el punto de vista del ao 3000 (dem).

Esto es, en s misma, la nacionalizacin de inversiones imperialistas no tiene un contenido ni pro ni antiimperialista, yen cada casodebe ser estudiadapor sus propios mritos. En ningn caso la nacionalizacin de una o varias empresas puede,por s sola, independizar a un pas del imperialismo. Pero las nacionalizaciones, si son impulsadas por la lucharevolucionariacontra el imperialismo o si se trata de un proceso revolucionario a raz de una nacionalizacin resistida por el imperialismo asestan un golpe tremendo a la propiedad privada capitalista. Enestecaso, las nacionalizaciones constituyenmedidas de transicinque, sin liquidar el dominio imperialista, le asestan un serio golpe. Que determinen o no el fin de la explotacin imperialista depende de que el procesoavance o no hacia el socialismo. Si estonoocurre, las nacionalizacin queda comoun episodio msde la relacin entre el imperialismo y el pas dependiente, dando a las clases dominantes de este un margen ms o menos amplio que el que tenan antes para partir sus ganancias con el imperialismo. De esto ltimo a la descolonizacin media la ms amplia distancia imaginable, como lo prueban las experiencias del petrleo en Mxico e Irn (dem).

Pea contina su razonamiento citando el argumento de un socialista nacional: Es completamente falso () peronismo- restar valor a las nacionalizaciones porque ellas hayan sido con pago y afectasen a empresas que haban dejado de ser lucrativas para el imperialismo. En el futuro () se olvidarn los aspectos secundarios del proceso de nacionalizaciones y slo se tendr en cuenta el hecho decisivo de las nacionalizaciones mismas. En la cita transcripta, retoma Pea, se encuentran netamente acusados los dos vicios fundamentales deloportunismollamado marxista [y que tan bien describen a nuestros socialistas nacionales del siglo XXI. RS]: laadoracin de los hechos consumadosy elolvido de los intereses y de la accin independiente del proletariado (dem).

Hay en verdad poco que agregar a esta brillante exposicin, que pinta de cuerpo entero y en todo lo que tiene deesencialel tipo de posicin que estamos criticando.10Porque es precisamente ese enfoque implacablemente concreto el que se necesita para analizar las nacionalizaciones chavistas o la resultante final de la nacionalizacin del gas en Bolivia.

Nacionalizacin sta ltima que, segn el mismsimo ex ministro Sols Rada, inicialmente a cargo de ejecutarla,ha resultado una cscara vaca, que representa slo un aumento de la renta que ingresa anualmente al Estado por los hidrocarburos... y no mucho ms.11Un reciente y muy serio informe acerca de la marcha de la economa venezolana plantea un panorama similar en ese pas: En los seis meses pasados, el gobierno decidi acelerar su ofensiva en pos de su meta anunciada del socialismo del siglo XXI, nacionalizando la gigantesca compaa de telecomunicaciones CANTV y algunas empresas de generacin elctrica (sector que ya estaba en manos del Estado en ms de un 80%). Tambin adquiri la condicin de accionista mayoritaria en las empresas mixtas de riesgo compartido con las compaas petroleras extranjeras en la cuenca del Orinoco. Es importante, sin embargo, asignarle a estos cambios sujusto valor. La energa elctrica y las telecomunicaciones eran servicios pblicos estatales hasta los 90. A esas empresas se lesindemnizaron plenamentesus bienes (...). En el sector petrolero (...) las reservas de crudo pesado venezolanas (...) estn consideradas actualmente entre las ms grandes del mundo, de modo que las empresas extranjeras cuentan congrandes incentivospara seguir participando (...). En definitiva, las medidas del gobierno venezolano tendientes a aumentar la participacin del Estado en la economano han implicado ninguna nacionalizacin a gran escala, ni planificacin estatal, y han tenido el buen cuidado de no asumir funciones administrativas que superen su capacidad actual (...). El gobierno ni siquiera ha incrementado la participacin del sector pblico en la economa. El gasto del gobierno central asciende al 30% del PBI,muy por debajo de pases capitalistascomo Francia (49%) o Suecia (52%) (La economa venezolana en tiempos de Chvez, Mark Weisbrot y Luis Sandoval, Center for Economic and Policy Research).

En resumen, se ha tratado en ambos casos deestatizaciones plenamente burguesasdebidamente indemnizadas y de ninguna manera en escala masiva; y en el caso de Venezuela, en un pas con gran tradicin de peso estatal en la economa.12Pero nuestros nuevos socialistas nacionales estn muy lejos del mtodo marxista y cientfico en general de ver las cosastal como son: en tanto apologistas de las medidas de Chvez y Evo Morales, no dudan en lanzarse al apoyo de cuanta medida supuestamente progresiva tomen stos.

Hay tambin otro aspecto de gran importancia en lo que hace a la economa poltica del populismo: el surgimiento, favorecido desde el gobierno, de unanueva burguesa al amparo de los negocios con el Estado(mala sucednea de la mtica burguesa nacional). En el caso del peronismo de los 40 del siglo pasado, fue la llamada burguesa cupera. En la Venezuela actual, se trata de la boli-burguesa (burguesa bolivariana), que ahora hace sus primeras armas polticas dentro del PSUV.

En declaraciones a la revistaThe Economist, sealaba al respecto Muller Rojas (general del ejrcito ya jubilado, hasta hace poco jefe de gabinete de Chvez y miembro del ala izquierda del chavismo): Algunos de los discursos de Chvez sonpara la tribuna. Le dar un ejemplo: elataque contra la burguesa. Como muestra de esta demagogia, Muller se refiere a losbancos, que son la expresin mas extrema de la burguesa, pero a la vez el sectorms favorecidode la economa desde que Chvez llega al poder en 1999(citado porLa Nacin, 11 de agosto de 2007).

Aqu aparece otro rasgo clsico. La nica burguesa nacional realmente existente no ha sido otra que el propio capitalismo de Estado. Porque, como ya hemos sealado, el nacionalismo burgus termina representando a una clase, en el fondo,polticamente ausente. Y en las condiciones del siglo XXI, esta ausencia no es slo poltica: es estrictamentematerialdada la inextricable relacin de los grupos capitalistas de origen nacional con los monopolios multinacionales.

Esto no niega, sin embargo, que los gobiernos nacionalistas burgueses hayan creado -al amparo de los negocios del Estado unacapa burguesaespecficamente enriquecida bajo su tutela, y que goza de las mieles de la corruptela estatal. En todo caso, prcticamente a esta capa se reduce toda la burguesa nacional.

Esta definicin nos lleva a toda la literatura existente respecto del balance histrico de las experiencias populistas, que seala suslmites orgnicosen tanto que proyecto dedesarrollo nacional, que tienen que ver con lano ruptura con el capitalismo.

En este sentido, y a pesar de sus ilusiones chavistas, el investigador Atilio Born plantea respecto del balance del populismo algunos aspectos de manera muy aguda. Seala que los nuevos gobiernos centroizquierdistas de la regin proclaman con ciego entusiasmo (desde el punto de vista del balance histrico) su confianza enculminar exitosamentesu marcha hacia el desarrollo transitando por una ruta que fueclausuradahace mucho tiempo. Pese a la abrumadora evidencia, elmitodel desarrollo capitalista nacionaly su premisa, la existencia de una burguesa nacional, seguira ejerciendo una enfermiza (e interesada) atraccin en la dirigencia progresista latinoamericana.

Seala Born: Ral Zimbechi (...) cita una categrica afirmacin de Samir Amin diciendo queya no hay ms una burguesa nacional(si es que alguna vez la hubo). Afirmacin un tanto excesiva, pero que contiene importantes elementos de verdad. Algunos pases de las metrpolis capitalistas todava se caracterizan por la presencia de ciertos conglomerados empresariales equivalentes a una burguesa nacional. Con relacin a la Argentina, el ltimo intento de burguesa nacional que hubo fue Pern.No creo que haya actualmente una burguesa nacional en la Argentina. Existe una burguesa compradora que imagina su enriquecimiento como proyecto, en el marco del capitalismo global tal como es,sin ambicin alguna de modificar los trminos de este capitalismo(...). El peronismo trat de insuflarle los bros necesarios para cumplir con su supuesta misin histrica a esa clase; en realidad,un movimiento heterclito de empresarios sin ninguna visin de conjunto ni proyecto nacional (Atilio Born, El mito del desarrollo capitalista nacional en la nueva coyuntura poltica, Argenpress).

Pero si a mediados del siglo pasado, la burguesa nacional Argentina no era ms que un movimiento heterclito de empresarios sin ninguna visin de conjunto ni proyecto nacional, qu margen para cosa superior puede quedar para el mundo de hoy, el del capitalismo mundializado?

Una pista la podemos tener con el interesante el anlisis del proyecto del Banco del Sur que presenta Eric Toussaint, insospechado de ser crtico del chavismo. Comenta que el texto redactado entre Argentina y Venezuela (el 29 de marzo del 2007) tiene elementos que provocan a la vezsorpresa y rechazo(...). El diagnstico de partida incluye elementos perfectamentecompatibles con la visin neoliberalla visin del Banco Mundial (...) sobre las causas de las debilidades de Latinoamrica. El texto pone en evidencia que el escaso desarrollo de los mercados financieros es la causa principal de los problemas. Las consideraciones generales precisan que es necesario promover laconstitucin de empresas multinacionales de capital regional,sin especificar que sean pblicas, privadas o mixtas (E. Toussaint, Sobre las circunstancias que afectan la creacin del Banco del Sur, Correspondencia de Prensa).

El proclamado Banco del Sur no sera entonces un instrumento para ir ms all del capitalismo, sino para darlesmayores mrgenesde maniobra a los gobiernos de la regin para lapromocin de las multilatinas(sucedneo moderno de la burguesa nacional). Aunque rompa en mil pedazos las ilusiones y los corazones de nuestros socialistas nacionales... es hasta aqu donde puede llegar todo el anticapitalismo del que el gobierno chavista es capaz!La naturaleza del gobierno de ChvezSi la economa poltica del populismo queda desdibujada en nuestros autores; si sus bases de sustentacin material quedan sin anlisis critico, a lo que llegamos es a unadefinicinidealistarespecto del carctersocialmismo del gobierno chavista. Claro que con la excusa dialctica de dar una definicin dinmica

Porque la justa apelacin a la necesidad de realizar anlisis dinmicos y no mecnicos de los fenmenos sociales no puede significar perder el terreno de su anlisissocial y material. Este es un recurso permanente de nuestros autores, que, lejos de permitirles superar los efectivos lmites economicistas y deterministas que han tenido diversas versiones del marxismo en el siglo XX incluidos muchos trotskistas, no representa mas que unafuga hacia el idealismo en el anlisis social.Ya hemos visto su rechazo a caracterizar al gobierno de Chvez slo como burgus. Pero ahora se da un paso mas: se tratara de un gobiernocarente de toda posible definicin social precisaen la medida en que, tratndose de un fenmeno poltico-social dinmico, tiene las puertas abiertas para ir ms all del capitalismo. Lamentablemente, incluso Claudio Katz (intelectual marxista argentino conocido y respetado en las filas de la izquierda), los acompaa en esta perspectiva. Al barajar los posibles caminos que se abren en el curso poltico del chavismo, observa: El peligro ms grande es que estos gobiernos nacionalistas radicales, estoy especialmente pensando en Chvez, terminen afianzando desde el estado un nuevo capitalismo (...) revirtiendo el proceso de radicalizacin. Por supuesto, hay unacuarta posibilidad, que es por la queapostamos todos nosotros, que es que en vez de una involucin se produzca unaradicalizacin; sta serala perspectiva cubana. Esto sera que estos movimientos nacionalistas radicalesrompancon la estructura del estado burgus y se orienten hacia un desarrollo y transicin socialista.Hacia este proceso tenemos que apuntar nosotros, y este proceso es el que tenemos que alentar nosotros (Alternativa Socialista459).

Con esta perspectiva al mejor estilo Ernest Mandel en mente, todo lo que queda por hacer sera entonces empujar para que Chvez d el paso de expropiar a los capitalistas, renunciando as a la pelea por una perspectivaindependiente.

Es realmente una desazn observar el retorno en el siglo XXI de uno de los lugares comunes mstrgicos y recurrentesde parte fundamental del movimiento trotskista del siglo XX, que se la pasprendindole velas a las direccionespequeo burguesas, burguesas o burocrticaspara que avancen hacia el socialismo autntico. Que esta tragedia retorna como farsa, lo podemos ver en el anlisis de esta serie de definiciones.Cmo definir al gobierno de Chvez? La opinin de que es el representante poltico de la burguesa nacional aparece al alcance de la mano (...). Sin embargo, el populismo chavista nunca represent a esa burguesa. (...) Cisneros, Polar (...) toda la burguesa local, muy dbil y asociada con los bancos y empresas extranjeras (...) fueron los promotores del golpe (...) La nueva burguesa en formacin es hoy en la economa totalmente secundaria (...). Definirlo como bonapartismo no es hacerlo de manera despectiva (...). Este concepto puede servir para remarcarel carcter independiente respecto de alguna clase social particular(...). Se trata de un cuerpo de funcionarios sostenido por un lder en el poder, que gobierna un pas capitalista y dependiente, pero cuyadinmica polticaesta anabierta.(...) Aqu el bonapartismo no expresa la intencin de la burguesa nacional de conseguir cierta independencia respecto al capital financiero. Ya hemos visto que la clase capitalista nativa ha estado y permanece an en el mismo campo poltico que el capital extranjero (...). Hoy Chvez representa a las capas populares mas explotadas (...) Es entonces un gobierno pequeo burgus? (...) Intentar dar definiciones sociolgicas precisas no parece lo ms productivo y suelen deslizar unametafsica social ms que una dinmica poltica. La definicin del gobierno de Chvez comopopulistatiene ciertas ventajas, en primer lugar mostrar suambigedad, sentido abierto y elementos contradictorios en su interior. Es un populismo de izquierda, que gobierna bajo un estado capitalista, pero deexcepcin, porque lo hace frente a la oposicin poltica de todas las fracciones capitalistas relevantes. Su composicin y su retrica (...)impiden, por ahora, unacaracterizacindefinitiva(...). Es la dinmica poltica la que pudo explicar mejor las revoluciones de posguerra como la cubana o la nicaragense, que las definiciones sociolgicas. El caso de Cuba es paradigmtico (...). El contenido social del Movimiento 26 de julio (...) fue radicalmente modificado al calor del proceso revolucionario, que llev a los lideres del movimiento nacional y democrtico y prominentemente populista a adoptar un contenido crecientemente antiimperialista y anticapitalista,confirmando su dinmica permanentista(Jorge Sanmartino, Gracias, por hoy paso?).

Este conjunto de definiciones tienen por efectodesarmar estratgicamentea la hora de la ubicacin frente al gobierno chavista. Con la caracterizacin de que su curso poltico estara tan abierto, lo que se hace escrear ilusiones respecto de su posible evolucin anticapitalista.En el mismo sentido, se dice en la revistaMovimientoN 6: La poltica del imperialismo es la reaccin en toda la lnea (...). Por esto, la tendencia es al aumento de la polarizacin (...) sta impulsar a las masas paraprofundizar las medidas, como ya sucedi en Cuba en 1960.O surgen gobiernos que van en ese sentido, o sern suplantados por el movimiento o por nuevos procesos. El objetivismo desenfrenado de estas previsiones hace caso omiso olmpicamente no slo de la experiencia histrica reciente que muestra que justamente el imperialismo aprendi la leccin de Cuba y Vietnam sino de la realidad poltica presente. El panorama internacional y latinoamericano es mucho ms complejo que un Bush enloquecido empujando a Chvez o a los nuevos procesos a repetir lo que ya sucedi en Cuba en 1960.

As, lailusinse repite una y otra vez, como esperando que se reitere el curso de varias de las revoluciones anticapitalistas pero no socialistas de la posguerra. Pero nuestros autores parecen olvidarse de las circunstancias especficas que dieron marco a ese periodo histrico. No slo el hecho de que la humanidad sala de la mayor conmocin de su historia; a la vez, a nuestro modo de ver, estaba el factor de que en la posguerra existi un punto de apoyo fundamental para los grupos pequeo burgueses-burocrticos que encabezaron revoluciones como la china o la cubana, que fue la ex URSS burocratizada; elemento ausente hoy.

En el caso de una evolucin anticapitalista en la Venezuela de hoy, cul sera el punto de apoyosocialpara que unaburocracia de Estadocomo la chavista no sea barrida por las masas movilizadas? Qu pasos podra dar que no sean mal vistos por todos los gobiernos amigos (desde el castrismo hasta Ahmadinejad o Putin)?

Preguntas que, en su renovadosustituismo de clase13que vuelve a esperar una revolucin socialista de la mano de direcciones ajenas a la clase obrera, sin ella y contra ella, nuestros crticos ni se plantean. Una falta total de balance de la experiencia histrica del siglo pasado, que para colmo pierde de vista incluso el carcter sealado por todos los analistas seriostardo, limitado o mezquinodel nacionalismo chavista. Porque si, ideolgicamente, Chvez puede parece a la izquierda, la radicalidad de sus nacionalizaciones lo muestra muy por detrs de los gobiernos nacionalistas burgueses del siglo pasado.

La otra cuestin que interesa aqu es desmontar los fundamentos tericos subyacentes a este retornado sustituismo socialista. Porque, como ya hemos visto en el punto anterior, se trata delcapitalismo de Estadocomo tal que acta como un capitalista ms como clase capitalista nacional y no de que el gobierno nacionalista burgus haya representado alguna vez a unainexistente burguesa nacional con vocacin de real independencia.

A nadie se le ocurrira decir que el de Pern no fue un gobierno nacionalista burgus. Y sin embargo, se caracteriz punto por punto, al menos en su perodo clsico, por casi exactamentelosmismos rasgosque aqu se le atribuyen a Chvez en lo que hace a su relacin con la burguesa. O es que acaso Pern no tena enfrente tambin a lo ms granado no slo del imperialismo y la oligarqua, sino de la burguesa industrial? O acaso no es verdad que expresaba bsicamente el cuerpo de oficiales del golpe del 3 de junio de 1943, y noninguna fraccin especfica de la burguesaque buscara conseguir cierta autonoma, cuando es sabido que sta, a partir de determinado momento, se aline en bloque con el bando aliadfilo? Acaso estos elementos fueron en menoscabo del carcter nacionalista burgus de Pern, que slo estaba rodeado por un sector patronalraquticoy heterclito, como lo define Born?

En este mismo sentido, Pea sealaba que el Estado argentino como el de todos los pases atrasados goza de una apreciableindependenciacon respecto a las clases dominantes (...) La debilidad relativa de la burguesa nacional que necesita del Estado permanentemente (...), genera unahipertrofiade la maquinaria estatal,conglomerado socialdiferenciado con intereses propios. Parafraseando una caracterizacin de Trotsky sobre el Estado zarista, puede afirmarse que en la Argentina, en el juego de las fuerzas sociales, elequilibriopende del poder gubernamentalmucho msde lo que se conoce en la historia del desarrollo capitalista clsico. Y agrega: Como producto de todos estos factores y presiones, en la medida en que el Estadono se limita simplemente a realizar la poltica de la burguesa nacional, o del imperialismo, o de algn sector de ambos; en la medida en que se afianzan el intervensionismo estatal y el dirigismo econmico, el Estado se comporta frente a las metrpoliscomo un grupo burgus ms, que necesita del capital financiero internacional para ampliar sus bases de sustentacin y forcejea con l para obtener una mayor participacin en la plusvala extrada(Milcades Pea,La clase dirigente argentina frente al imperialismo, cit.).

En definitiva, como hemos destacado y como est demostrado histricamente, el nacionalismo burgus era y es un fenmenopolticoque representa una clase burguesa nacional que, en realidad, a todos los efectos prcticos (desde el punto de vista no material, sino poltico), estausente.14A esto debemos agregar un elemento ms: el abandono de toda definicinsocialen beneficio de una puramente poltica. Un operativo a lo Ernesto Laclau, porque es bajo esta inspiracin intelectual que se apela a la caracterizacin del gobierno chavista como populista, destacando su ambigedad, sentido abierto y elementos contradictorios a su interioren reemplazo de toda definicin social.

Porque si bien esos rasgos polticos estn efectivamente presentes en el chavismo, que se trata de un fenmeno dinmico, ambiguo, abierto y contradictorio aunque presenta hoy, aclaremos, unsesgoreaccionariode encuadramiento y cercenamiento de la independencia de las masas, en especial de la clase obrera es un operativo metodolgicamenteespurio e idealistaperder de vista las columnas vertebrales sociales y las bases de sustentacin material que el gobierno de Chvez tiene y no puede dejar de tener, en sus concretas circunstancias de tiempo y lugar.

El carctersocial globaldel gobierno bolivariano deviene, insistimos, del hecho de que manda sobre columnasvertebralesdel sistema capitalista, que son bien tangibles y nada ideales: la intocadapropiedad privadaque la nueva reforma constitucional viene a ratificar y el propioaparato de Estado capitalista, as est reformado por la incorporacin de un quinto poder popular.

En sntesis, por ms definicin dinmica que se quiera y corresponda hacer, el carcternacionalista burgusdel gobierno chapista es inocultable e inescindible delconjunto totalde las relaciones sociales del pas,node si expresa a tal o cual sector burgus.Fetichismo, conciencia y transformacin socialComo ya sealamos, las tesis socialistas nacionales partan de la premisa del apoyo crtico a Crdenas, Pern, Paz Estenssoro, Velasco Alvarado e incluso el trabalhismo de Vargas y Goulart en el Brasil. Estrtagias que terminaron en bancarrotas.

Sin embargo, a comienzos del siglo XXI se las retorna con el argumento de que de no habra cmo construir corrientes de masas sino desde el seno mismo del chavismo. Es por esto mismo que la crtica marxista a las formaciones populistas, recurrentes a lo largo de la historia del siglo XX y con fuerza en algunos pases en la actualidad, es a su vez cuestionada por supuestamente encarnar una racionalizacin positivista que evaluara el comportamiento de las masas populares como una constante desviacin o deformacin de los objetivos clasistas.

Lamentablemente, por ms positivista que se considere esta valoracin, no por ello deja de tener suinnegableparte de verdad, hasta de Perogrullo. Porque si los objetivos populares no hubieran sido desviados, otra hubiera sido la historia contempornea de nuestro continente.

En todo caso, lo que nos interesa aqu es la fundamentacion terica de los nuevos socialistas nacionales. Esto es, la critica a la irrevocable externalidad que supondra el concepto de falsa conciencia al atriburselo a la experiencia populista en general y a la del chavismo en particular; se tratara, como vimos, de una muestra de aristocratismo poltico (es decir, de elitismo).

Segn nuestros autores, los sectarios no comprenden que la conciencia de las masas bolivarianas esverdaderaen la medida en que, en las actuales circunstancias concretas en Venezuela, al no haber ninguna alternativa socialista real al propio Chvez, el chavismo de las masas estara totalmente justificado.

En este contexto, se afirma que la base para representar al populismo como unadesviacines en parte la definicin de ideologa como falsa conciencia, definicin que nuestros autores consideran arqueolgica. En su reemplazo, se propone lo siguiente: Lo que nos interesa [son las] consecuencias derivadas de laconcienciaposible, aquella que puede situarse y se vuelve concreta para todo grupo socialen una coyuntura histrica, mas que la conciencia posiblelukacsianasobre las posibilidadeshistricas generales. En ese caso, lo que es falso o verdadero no puede ser definido de maneraexterna, sin comprender el campo de las opcionesposiblesdeterminadas por la historia pasada y la coyuntura poltica (...). El caso de Venezuela parece ptimo para ejemplificar el contenido preciso de una concienciaposible(...) En esas condiciones emergi lo que haba sido una tradicin poltica venezolana, un liderazgo militar de caractersticas plebeyas que, mediante mtodos antiinstitucionales, logr captar el apoyo popular porque abraz demandas nacionales, antiimperialistas, agrarias e indigenistas en una oposicin polarizada al viejo sistema de partidos.No hay aqu desvo alguno de una perspectiva proletaria socialista, porqueen las circunstancias concretasno haba una opcin de este tipo que estuviera disponible. No fue la izquierda histrica, muy debilitada, sino un liderazgo populista sin apoyo empresario ni poltico, salvo de algunos sectores militares y de izquierda, el que lanz un desafo al rgimen de partidos (Jorge Sanmartino, Populismo y estrategia socialista en Amrica Latina, en www.mst.org.ar).

Naturalmente, lo que aqu se pierde en un no muy sutil lenguajeposibilistaes sencillamente la consideracin de losintereses histricosde los trabajadores. Estos intereses sonmaterialmentetalesindependientementedel hecho que la clase trabajadora tenga a mano o no una alternativa revolucionaria socialista real.

Aquse mezclan elementos de rdenes distintos; en un plano, el punto de referencia no es el mero hecho poltico de si las masas tienen una alternativa a Chvez (el terreno de larepresentacinno anula ni puede anular lorepresentado, es decir, los intereses materiales histricos), sino el anlisis marxista acerca de la verdaderanaturaleza de clasedel populismo y sus polticas.

Claro que, bajo una inspiracin laclauiana como la que en definitiva expresan nuestros autores, este terrenomaterial y objetivo del anlisisno slo est perdido, sino que es expresamentenegado: Debera estar claro que por populismo no entendemos un tipo de movimiento identificable con unabase social especialo con una determinada orientacin ideolgica, sino unalgica poltica. Todos los intentos por encontrar lo que esespecficoen el populismo (...) son, como hemos visto, esencialmente errneos (Ernesto Laclau,La razn populista, Buenos Aires, FCE, 2007, p. 150).

O, dicho en una meridianamente clara traduccin poltica concreta: La opcin de masas frente a la constitucin de un campo de oposicin delimitado entre un bloque institucional, caracterizado como corrupto y vendido al FMI y el imperialismo, y otro, que se present abrazando una causa nacional, oper en el sentido de concienciaposibleque explica el apoyo masivo del pueblo pobre a Chvez. Una oposicin a dicho liderazgo en nombre de un socialismo materialmenteinexistentereproduce ese tipo de cortocircuito entre la doctrina y la conciencia posible de un movimiento real, que se traduce en unaincomprensinde la historia y una apelacin al recurso terico del irracionalismo (J. Sanmartino, cit.).

Lo que aqu queda fuera de foco y no resiste el menor anlisis es que si toda concienciaconcretaes unamezcla de elementos verdaderos y falsos(como sostena Gramsci), esto mismo opera en la cabeza de las amplias masas populistas venezolanas. Es decir, stas identificanbienlos elementos antiimperialistas de los regmenes populistas (efectivamente distintos de los regmenes burgueses tradicionales) como el de Chvez. Pero a la vez tienenfalsasilusionesde que de la mano de un Chvez (o un Evo Morales) se pueda llegar a una solucinverdadera, integral e histricade sus demandas. No hay cmo perder de vista que junto con el terreno de las representaciones se debe analizar elcontenido materialmismo de los fenmenos sociales.

Esto explcitamenteno es aspara nuestros autores: Hemos visto hasta aqu cmo se fuerelativizandohasta desaparecer, en el terreno epistemolgico, ese corteimaginarioentre una infraestructura econmica y sus reflejos en la conciencia o en la superestructura de la sociedad. Si esta metfora puede ser til metafricamente, se vuelveinserviblepara una composicinhistrica real. Si, como dice Marx, se toma conciencia de las condiciones sociales de existencia en el terreno propio de la lucha ideolgica, ella constituye un factor de existencia material y un componente tan real como los tornillos y las tuercas del mundo material. As llegamos al papel activo de las significaciones discursivas en laconstitucinde la realidad social ycambiamos radicalmente la perspectiva sobre lo racional y lo irracional y sobre el papel de la ideologa (J. Sanmartino, dem).

Sin embargo, en esta conceptualizacin que, insistimos, sigue al milmetro la elaboracin de Ernesto Laclau y su reciente obraLa razn populistahay un gravsimo problema terico. Si los fenmenos histrico-sociales, econmicos y polticos son, efectivamente, fenmenostotales, donde no se puede escindir el terreno de su desarrollo material y de sus formas de representacin superestructurales, es sin embargo una operacin de cuoidealista y metodolgicamente espuria independizar a tal punto las significaciones discursivas de su terreno real y el significado material en el cual operan que terminan haciendo en palabras de Laclaudel nombre, el fundamento de la cosa.No exageramos: no hay nada en la materialidadde las partes particulares quepredeterminea una u otra a funcionar como totalidad (...). La principal consecuencia ontolgica del descubrimiento freudiano del inconsciente es que la categora de representacin no reproduce simplemente, en un nivel secundario, una plenitud que la precede (...) sino que, por el contrario, larepresentacines el nivel absolutamenteprimariode constitucin de laobjetividad (Laclau, cit., pp. 147-148).15Sin duda, la categora de representacin no puede reproducir mecnicamente o como mero reflejo lo que se est representando, porque es una construccinactiva. Pero esto no puede implicar que, en un burdo operativo de fuga de la realidad, el orden de la representacin pase a ser el fundante, desplazando el terreno de las relaciones sociales econmico-materiales, determinantes efectivamente en ltima, aunque no mecnica, instancia del orden de las representaciones.

Dicho de otra forma, al presentar la mera ideologa como hacedorade la realidad social, epistemolgica mente se pierde la primaca del orden dedeterminacin material y objetivade las cosas y relaciones sociales y se puede crear un mundo sin importar en qu circunstancias o sobre la base de qu intereses sociales. Con lo cual, adicionalmente, la mirada sobre el populismo se hace necesariamenteacrticadesde el punto de vista de la aprehensin misma de la conciencia popular.

Por otra parte, el rechazo de hecho en el anlisis terico de la clsica categora marxista del fetichismo se hace en beneficio de una perspectiva claramenteempiristaen cuanto al anlisis de la conciencia. Porque desde Marx qued establecido que esconnatural a la sociedad de explotacinque las relaciones socialesse presentende una manera queno esla de su orden de determinacinreal.

Por ejemplo, y segn el clsico caso del fetichismo de la mercanca, es eldineroel que aparece comohacedorde la riqueza como tal, y no el trabajo humano. O, lo que es lo mismo, las cosas aparecen comosujetodel proceso social y las personas como meras cosas; es decir, como objetospasivosdel metabolismo social. Pero el efecto fetiche de las relaciones sociales del capitalismo que les da su particular opacidad desde luego est presente en las masas populistas, y no podra dejar de estarlo, ms all de que en ningn caso podra tratarse de un efecto de fetichizacin tan absoluto que no pudiera ser sometido a crtica.16En el fondo, negar el omnipresentemecanismo de fetichizacinde las relaciones sociales bajo el capitalismo (aunque se trate del hasta ahora colorido capitalismo de Estado chavista) slo puede estar al servicio deembellecereste rgimen y dejarlo a salvo de la necesaria crtica marxista. Porque, como deca Trotsky, en poltica, el que juzga por denominaciones y etiquetas y no por los hechos sociales est perdido.El retorno del estatismoNuestros autores dan un paso ms en su adscripcin a los motivos clsicos del socialismo nacional. Afirman que, en el contexto de las caractersticas histrico-particulares de las formaciones sociales latinoamericanas, no puede desconocerse el carcter de rolagenteque han tenido el aparato estatal y el propio Chvez en llevar el proceso bolivariano hacia adelante. Sobre todo, destacan la singular relacin de ste con las masas bolivarianas mismas como ncleo de transformaciones positivas.Por ejemplo: Este liderazgo unipersonal y carismtico ha desempeado un papelmedular, sin el cual no hubiesen sido posibles los cambios polticos de estos aos. Sin la capacidad comunicativa y pedaggica de Chvez, difcilmente se hubiese dado la movilizacin e incorporacin de amplios sectores excluidos del pas (J. Sanmartino, dem).

Este rol, visto como eficiente por parte del Estado y redescubierto en el proceso concreto venezolano, es otra de lasmarcasde identidadde la tradicin socialista nacional. En ausencia de la tan mentada burguesa nacional como sujeto de los cambios sociales a llevar a cabo, pero tambin supuestamente de una clase trabajadora independiente capaz de encarar las tareas de la revolucin nacional, aparece elsucedneoque encandil y lo sigue haciendo a muchos representantes de esta tradicin: el sagrado Estado asumido tambin, de manera muy caracterstica, como vacuo o neutral hace su reentrada en el marxismo del siglo XXI.La clase trabajadora, aunque ha crecido como fuerza gravitante en el proceso revolucionario (...)no ha jugado un papel ni centralizador ni de vanguardia. Esto puede estar asociado tanto al tipo de formacin social basada en una economa de explotacin petrolera, con una clase obrera precarizada y cuentapropista, como en la tradicin poltica del pas o en las caractersticas particulares del proceso. Sea como fuere, la formacin de un partido obrero hoy no ira mas all de la reunin de un reducido sector sindical clasistadesconectadode las comunidades y movimientos populares ms dinmicos (...). En Venezuelano hay indicios de que el proletariado sea el centralizadorde las aspiraciones antiimperialistas, agrarias y democrticas de las masas,ni que se encamine a la formacin de su propio partido (J. Sanmartino, Gracias, por hoy paso? Venezuela, la izquierda socialista y el PSUV,Revista de AmricaN2).17Lo irnico de este anlisis-justificacin no es slo que opera como cerrada negativa a pelear por una estrategia obrera en el proceso venezolano, sino que los campeones del realismo y lo posible, con tal de consolidar sus verdades redescubiertas,se permiten pasar por alto los hechos, los tozudos hechos, que van en sentido opuesto a esta denigracin de la clase trabajadora y su potencial poltico-social.

Veamos algunos ejemplos. Un autor abiertamente chavista plantea que laaluvionalafiliacin y organizacin en UNT regionales y zonales, en menos de tres aos, la convirti enla ms importante organizacin de masas y de vanguardia del proceso poltico venezolano. Despus de las Fuerzas Armadas, esla ms importante estructura nacionalcon fuerza territorial que existe en el pas (Modesto Guerrero, El desafo del socialismo a travs del PSUV, www.argenpress.org.ar). Y una cronista venezolana cuenta: Viendo que su proyecto de partido (el PSUV) no termina de arrancar, y que los trabajadores siguen reclamando aumento de salarios, Chvez lanza un huesito: la jornada de 6 horas diarias (...). Podemos arriesgarnos a decir que esta medida trata de neutralizar a los trabajadores,el nico sector que se moviliza de manera continua. Y luego se agrega un proceso de enorme importancia, por incipiente que sea: Est hoy, en la cabeza de cada vez ms trabajadores, la idea de formarun partido de clase, independiente del gobierno, que realmente defienda los intereses de los trabajadores y los pobres y que permita organizarse para construirun verdadero socialismo (Flor Beltrn en www.socialismo-o-barbarie.com).

Estas descripciones y definiciones permiten comprender de manera mucho ms cabal que las elucubraciones de nuestros autores sobre la impotencia e insignificancia de la clase obrerapor qu Chvez est obsesionado con liquidar la UNT y todo atisbo de organizacin obrera independiente.Claro que para nuestros autores resulta altamente conveniente afirmar que el proletariado no da indicios de transformarse en el sujeto centralizador del proceso de la lucha. As, se justifican dos cosas: la renuncia a la apuesta estratgica por esta perspectiva, y la conclusin de que ese rol debe ser cubierto porotroactor social. Aqu es donde asoman Chvez y el Estado chapista, que en esta concepcin pasan a concebirse como agentes transformadores o performativos, como lospropulsoresde transformaciones sociales. Que en este operativo poltico-ideolgico se arrojen por la borda los fundamentos de la concepcin marxista del Estado es lo de menos

As, en un verdaderopanegricoque rivaliza con las peores obsecuencias de la prensa chapista, se insiste una y otra vez en que Chvez es indiscutiblemotorde un proceso de cambios polticos y sociales, que no hubieran tenido eco sin un movimiento popular dispuesto a entablar la lucha,pero que difcilmente lo hubiera realizado sin liderazgo poltico. Queda claro que para nuestros autores elnfasisest puesto en el segundo factor: no el movimiento popular, sino el liderazgo poltico.

Una vez ms, el afn de ensalzar al lder providencial no se toma la molestia de constatar los hechos ms llanos, conocidos y demostrados. A saber, que Chvez estaba derrocado y renunciado en oportunidad del golpe del 11 de abril del 2002; que fuereinstaladopor unaaccin independiente de las masas populares, que Chvezjamsalent (igual que Pern en 1955!); que elquiebre del paro-sabotaje patronal en PDVSAy la industria en general fue a instancias, fundamentalmente, de unhistrico ingreso a escena de la clase obrera industrial.

Al respecto, y recogiendo testimonios de estas gestas, se seala: En las primeras horas del golpe las mayoras populares estaban expectantes, pero en la noche del 11 y del 12 se convencen que las principales destinatarias del golpe eranellas: la caza de brujas en los barrios populares, asesinatos y allanamientos convencieron a los trabajadores y el pueblo que la cosa eracontra ellos.El 13 abril cientos de miles salen a las calles. Fue una accin con muchos elementos deespontaneidad, no por que no hubiese organizaciones sino porqueno fue centralizada ni convocada por nadie; cientos de dirigentes annimos saliendo a defender las libertades democrticas.No fue Chvez el que llam a la resistencia, ni las destacadas figuras del gobierno;fueron las organizaciones independientes, de los crculos bolivarianos, de los medios alternativos las que empezaron a reaccionar, y llegaron a copar las calles y a presionar a todo un sector del ejrcito que recobr su lealtad a Chvez. La accin del 13 de abril fue una verdadera rebelin popular contra el intento de cercenar las libertades democrticas,una accin histrica independientede las masas que comenz a cambiar la relacin de fuerzas y abrir un profundo proceso revolucionario en el pas (Francisco Torres, Venezuela en el ciclo de las rebeliones latinoamericanas. PeridicoSocialismo o barbarie73).Y respecto del paro-sabotaje, se agrega: Si la reaccin burguesa e imperialista vuelve a intentar una contrarrevolucin, es por la poltica del gobierno. Fue Chvez quien, ante el cadver insepulto de la contrarrevolucin, se apur enresucitarloy darle el aire que las masas le haban sacado. El mismo da de recobrar su cargo, el 14 de abril, llam a la reconciliacin y abri canales de negociacin con los golpistas: en primer lugar, consagrando la impunidad; segundo, abandonando el cambio de la gerencia de la petrolera PDVSA; tercero, nombr un nuevo ministro de Economa afn a los sectores contrarrevolucionarios. Toda esta poltica dio nuevos bros a los sectores golpistas (dem).

Pero en este contexto de ms y ms concesiones, la patronal se vuelve a envalentonar y lanza el paro-sabotaje: El paro tomaba de rehn a la clase trabajadora, chantajeando al gobierno para forzar su renuncia. Pero la burguesa y el imperialismo jugaron al aprendiz de brujo y terminaron por meter en escena a quien queran tener de rehn.La clase trabajadora venezolana empez a organizarse y a recuperar las empresas. La tripulacin de los barcos depona a los capitanes y desbloqueaba los canales de navegacin. Las destileras volvan a producir.A partir de enero, la clase obrera venezolana comienza a controlar PDVSA y a ponerla a trabajar y a producir bajo su control, en forma totalmenteindependiente. A medida que los obreros tomaban el control de las plantas, un sector de la gerencia operativa empezaba a quebrarse y aceleraba la puesta en funcionamiento (dem).Fueron estos hechos,a instancias de las masasy no del indiscutible rol de Chvez, los queradicalizaronel proceso en curso en Venezuela. Y esta radicalizacin claramente ahora intenta serreabsorbidacon el lanzamiento del PSUV y los ataques a la autonoma de la UNT.

Sin embargo, nuestros autores insisten en su visin de un papel del Estado burgus con elementos performativos: la dialctica de liderazgo y masas movilizadas que se identifican y responden ainiciativas populares impulsadas desde el Estado(...) slo es posible comprenderla bajo otro concepto que el de una dicotomizacin entre el arriba manipulador y el abajo desorganizado; se tratara de una interpelacin desde arriba e iniciativas tomadas desde abajo que constituyen un terreno de subjetivacin poltica cualitativamente diferente al tipo de movilizacin clientelar del pasado (J: Sanmartino, cit.).

Ms all de que la movilizacin bolivariana tiene sus mecanismos especficos, stos de todos modosincluyenun fuerte componente clientelar; aunque no se trate slo de eso. Esos mecanismos clientelaressiguen teniendoun peso innegable, como surge de cualquier testimonio que no sea meramente apologtico; negar esta realidad slo puede estar al servicio delembellecimientodel chavismo. Por otra parte, es obvio que Chvez ha levantado en diferentes momentos banderas y reivindicaciones populares que son las que explican en parte su poder de movilizacin, lo que, claro est, lo distingue de los mecanismos de la AD y el COPEI. Pero esto no es ninguna novedad histrica: ha sido as contodoslos populismos.

De todos modos, lo ms problemtico de la definicin citada reside en otro lugar. Y es el hecho que se conciba al Estado como unagente de cambios ms all de todo limite, soslayndose la necesidad de poner en pie un movimiento de la clase trabajadoraindependientedel chavismo, sin lo cual, a nuestro modo de ver, no se podr avanzar en un curso efectivamente anticapitalista y menos todava socialista.

No se trata slo de que con ms instinto que nuestros autores inmediatamente despus del doble proceso de derrota del golpe y del paro sabotaje, Chvez buscara mecanismos parainhibirel curso independiente de las masas, y en eso sigue hoy. En un sentido ms profundo, lo que est sobre el tapete es el problema terico ms general de concebir la posibilidad de que un Estado burgus adopte un cursoantiburgus.As, se pierden completamente de vista parmetrosestructurales, que hacen alcarcter mismodel Estado y que imposibilitan la transmutacin que esperan nuestros autores.

A saber: la continuidad de la gran propiedad privada y de un capitalismo de Estado quenosignifica que la economa est en manos de los trabajadores; la existencia de unas Fuerzas Armadas, que por muy bolivarianas que se proclamen,no son milicias popularessino el mantenimiento del monopolio de la fuerza por parte de un Estado que, evidentemente, sigue siendo burgus; la continuidad y reforzamiento del mecanismo plebiscitario y de las instituciones de representacin que, por ms participativas que se califiquen, de ninguna manera constituyenorganismos de poderde las masas.

El Estado populista burgus chavista se podr reformar todo lo que se quiera... pero lo que evidentemente nunca podr ser es el semi-estado de los obreros armados al que se refera Lenin; es decir, basado en sus propios organismos de representacin y violencia organizada contra la clase capitalista.

Sin embargo, se insiste en que el papel preponderante del Estado en la reconfiguracin del proceso venezolano demuestra la vitalidad populista en el continente. Se tratara de un fenmeno histrico y no de una tcnica coyuntural de manipulacin poltica, porque el elemento estatal es preponderante en toda la formacin social latinoamericana (en contraste con el caso europeo occidental) y porque habra sido la arena institucional-estatal, desde el perodo de la independencia, desde donde se ha proyectado la conformacin de una sociedad civil moderna. Estainfluencia estatista, provista por todo el desarrollo histrico latinoamericano, se agudiza en Venezuela, cuyo sostn es, desde la dcada del 30, la renta petrolera (...) El estado fue siempre un mediador fundamental en la alianza de actores sociales, cobrandoprimaca sobre las organizaciones intermedias(sindicatos, organizaciones profesionales, movimientos agrarios o comunitarios), las cuales se han desarrollado bajo su tutela o estructuradas de acuerdo a su relacin con l (J. Sanmartino, cit.).

Este canto de alabanza al Estado disfrazado de consideraciones historiogrficas superficiales no es ms que unaadaptacinoportunistaal renovadoestatismo ambiente, que toma como un hecho inmodificable la valoracin de que las masas populares latinoamericanas habran expresado histricamentemenores niveles de autonoma, razn por la cual todaestrategia independiente y de autodeterminacinestara condenada de antemano al fracaso.

En este marco, se agrega un matiz: Esta relacinasimtricase reprodujo en el proceso bolivariano, pero este ha dado lugar a un proceso deretroalimentacin abiertaque por primera vez en la historia moderna venezolana abre la posibilidad de un desarrollo considerablementems autnomode las clases explotadas, condicin indispensable para cualquier proyecto socialista.

Curiosamente, esta ltima condicin que compartimos no parece francamente preocupar demasiado a quienes la formulan, porque segn ellosnose trata en Venezuela de inspirarse en el modelo sovitico, experiencia histricaclsicaque demostr la necesidad dedestruirel Estado burgus y que fue hasta hoy el ejemplo ms grandioso de autodeterminacin independiente de los trabajadores.18Veamos qu va alternativa se propone: El problema deldoble poderes tambin una cuestin crucial. Imaginar elmodelo soviticoen Venezuela, parece no coincidir con elcontenido contradictorioy laarena de disputa que es hoy el gobierno venezolano. Supone un movimiento popular formadoenteramente contra el Estado, como en el caso zarista. Es mas apropiado aqu elejemplo chileno, donde embriones de poder popular fueron al comienzo promovidos por Allende y la Unidad Popular (...)es indiscutible que organizaciones de poder popular estn surgiendo y lo seguirn haciendo promovidos por el mismo Chvez, con todos los peligros de institucionalizacin que implica la organizacin por arriba (J. Sanmartino, cit.).

De ms est decir que, desde el punto de vista marxista, considerar al gobierno de Chvez como arena de disputa, es realmente unescndalo. Porque una cosa es que todos los fenmenos sociales (y un gobierno, obviamente, tambin lo es) supongan tendencias contradictorias, y otra muy distinta es que se pierda de vista sufundamentomismo social y material, que es el que establece determinadoslmitesa los fenmenos en estudio. Decir que el gobierno de Chvez esburgus y no burgusal mismo tiempono es dialctica, sino puro eclecticismo, ya que la dialctica se opone a la lgica formalsuperndola, no quedandopor detrsde ella.

Pero se ve que estos jueguitos estn de moda. Miguel Mazzeo (rancio antitrotskista), defiende la misma visin antimarxista sobre lanaturalezadel Estado chavista: Venezuela nos propone unmodelo de Estado de transicin democrtica, nacional, popular(no populista). Modelo muy lejano al de la socialdemocracia alemana de los tiempos de Bebel, y por lo tanto igualmente distante de las crticas de Engels o Bakunin (...). En Venezuela vemos cmoel Estado se construye como contradiccin,como espacio de disputa y campo de batalla (M. Mazzeo, La revolucin bolivariana y el poder popular. EnVenezuela: la revolucin por otros medios?, Buenos Aires, Dialectik, 2006).

En todas estas elucubraciones que no hacen ms quereciclarcon lenguaje (pos)modernotpicos viejsimos del reformismo del siglo XIX, lo que se deja de lado es una de las mayores enseanzas histrico universales dejadas por la revolucin rusa de 1917, consignada por Lenin enEl Estado y la revolucin: que el Estado burgus no puede ser simplemente tomado, sino que debe serdestruido.Y que en su reemplazo debe venirla clase obrera organizada como clase dominante. Es decir, unainstitucionalidadalternativaconformada por losorganismos de poderconstruidos por los propios trabajadores.

Pero si hablamos de un escndaloterico, el escndalopolticoes, si se quiere, an mayor, porque estas definiciones son contemporneas, casi simultneas, alataque pblicoque ha lanzado Chvez contra la organizacin ms importante eindependienteque ha dado la revolucin bolivariana: la UNT, y contra elprincipal dirigente obrerodel pas, Orlando Chirino. El proceso deinstitucionalizacin y cooptacinpor las buenas o por las malas ya lleg y ha venido para quedarse, y esehechoes ms fuerte que las elucubraciones autojustificatorias del abandono del marxismo.

La teorizacin sobre del peso y rol del Estado burgus en las formaciones sociales latinoamericanas no es un aporte acadmico, sino unaelaboracin ad hoc, al servicio de presentar al Estado como un dato inevitable para la accin poltica de la izquierda. Con ello se tira por la borda, conscientemente o no, toda perspectiva deautodeterminacinde los trabajadores en beneficio del estatismo del socialismo nacional, tan en boga en el siglo XX y tan ajeno a la tradicin del marxismo clsico.

Mazzeo afirma que en Venezuela existiran indicios de un pueblo que avanza sobre las superestructuras y de unEstado que acepta los mecanismos y las instancias establecidas por las organizaciones de base(...) a medida que progresa el poder popular se debilita el del Estado. Un estado contra su propio mito? Un Estado conjurado por el estado? Un Estado que cava su propia fosa? Casi de manera insensible, en esta visin, el Estado burgus acepta pacficamente transformarse en un no-estado,disolvindoseen la sociedad civil.

Incluso ms: podra convertirse explcitamente en un agente de cambio socialista: las nacionalizaciones dentro de los lmites burgueses y el capitalismo de Estado (...) dada la serie y la pugna en la que se inscriben, pueden terminar siendo elpaso previode la profundizacin del proceso en un sentidoanticapitalista. Slo la situacin de la lucha de clases puedeconvertir al capitalismo de Estado en un ndice de transicin al socialismo (Mazzeo, cit.).

La estrategia que se desprende aqu es evidente:nose trata de que los trabajadores construyansuspropios organismos de poder. Bastara con que ocupen su lugar en el Estado chavista, y presionen fuerte dentro de l...Un partido sin alma social?Estas corrientes que estamos criticando (y otras) se lanzan a integrarse en el PSUVembellecindolo19y sin considerar eloperativo de encuadramiento de las masasque lo caracteriza.

Se afirma que Chvez no cuenta hoy con organizaciones de masas que solidifiquen al proceso de lucha contra sectores de la burguesa imperialista y contra el propio imperialismo (...) Chvez lanza el nuevo partido socialista reconociendo este hecho: no hay ninguna posibilidad desolidificar su proyecto polticoen un conglomerado de partidos sumidos en el desprestigio y las luchas de intereses (Clasistas y socialistas se suman al PSUV, enAlternativa Socialista, 9-5-07). Esto es vergonzoso viniendo de corrientes que dicen ser trotskistas, porque aunque ms adelante se hable de los sectores burocrticos, lo que no se tiene en cuenta es loesencial: que la solidificacin que busca Chvez con el PSUV consiste en avanzar en eldisciplinamientode las masas. Qu otra cosa puede significar la simultaneidad del lanzamiento del PSUV con los crecientes y feroces ataques a la autonoma de la UNT, la denegacin del rol estratgico de la clase obrera y la caza de brujas que desata contra dirigentes como Orlando Chirino?

Pero compaeros como los deRevista de Amricaprefieren criticar por sectaria nuestra posicin, aun cuando en su panegrico del PSUV deban ir contra lasmltiples evidenciasde su carcter de partido de Estado y de la importancia de los elementosclientelaresen su conformacin. As, el anlisis marxista se reemplaza por el candor y la expresin de deseos: Chvez sabe que para mantenerse en el poder y llevar adelante su poltica necesita el apoyo de las masas movilizadas. Y lo busca sinceramente a travs de iniciativas como las nacionalizaciones, las misiones, las subvenciones a los productos alimenticios, los crditos a los pequeos emprendimientos (El PSUV: un nuevo fenmeno de la Revolucin Bolivariana,Revista de AmricaN 2).

Respecto de la caracterizacin del PSUV, podemos invocar como aliada a alguien libre de toda sospecha de trotskismo o de posiciones independientes o sectarias. Marta Harnecker, reconocida intelectual castrista hoy devenida terica del chavismo, seala que decenas de miles de activistas de este nuevo proyecto poltico salieron a recorrer el pas preparando una masiva inscripcin de los aspirantes a pertenecer al PSUV, l ms grande de la historia del pas. Ms de cinco millones de personas se haban inscripto hasta el 3 de junio (...). Desgraciadamente,todo hace pensarque para lograr esa alta cifra, enno pocos casosse usaronmtodos de acarreo o de presinqueempaanlos resultados obtenidos yhan causado malestaren mucha gente (Venezuela: golpes y contragolpes, en A qu sectores de clase representa el PSUV?, www.socialismo-o-barbarie.org). Vergenza para estos trotskistas queno se atreven a mirar de frente los hechosadmitidos hasta por quienes vienen del estalinismo, que incluso en su defensa de Chvez al menos no niegan la realidad. Por otra parte, estos vicios de origen en la constitucin del PSUV que describe Harnecker han sido confirmados por infinidad de observadores de todas las tendencias.

Tambin es bastante artificial el supuesto entusiasmo que habra despertado el lanzamiento del PSUV. Un testimonio calificado, por venir de una barriada popular profunda de Caracas, observa: El partido peronchavistano arranca. A pesar de todos los medios puestos en prctica para montar este partido, la cosa no cuaj;no tuvo para nada el mpetu, participacin y entusiasmo que tuvieron los crculos bolivarianos. Se inscribieron cinco millones de personas; para muchos, la razn del ingreso al PSUV era para ver si consigo un trabajo fijo. Muchos se inscribieron porque eraobligatoriopara los que se benefician de las misiones (Flor Beltrn, El socialismo de Chvez: amable con los bancos y patronos, duro con los trabajadores,en www.socialismo-o-barbarie.org).

Por otro lado, la creacin del PSUV como herramienta de disciplinamiento corre paralela a otros mecanismos chavistas de control poltico. Todos ellos tienen en comn apuntar adisolver a la clase trabajadora en un conglomerado social no orgnicoy por tanto con menos defensas frente a las iniciativas emanadas del Estado. Al respecto, Chris Harman seala: Las comunidadesno son en s mismas fuerzas sociales. Ocasionalmente, ellas representan el segmento local de una clase particular: por ejemplo, cuando todos los trabajadores de una fabrica viven en el mismo barrio pobre. Pero usualmente, implican una mezcla de personas cuyas bases de existencia son diferentes, muchas veces opuestas (...). Es por esta razn, que los movimientos de comunidades raramente se caracterizan porvnculos orgnicos. La apuesta por el carcter comunal del poder popular se acomoda con las tendencias del chavismo, que buscaevadirel ejercicio de lademocracia de masas. Estas tendencias van a encontrar las estructuras comunalesabiertas a la manipulacin desde arriba (International Socialism114).

Sin embargo, posiblemente la teora-justificacin ms original viniendo de gente que dice ser marxista para argumentar a favor del ingreso al PSUV sea que se tratara de una formacin polticavaca, una arena neutra para la lucha poltica. Veamos:La iniciativa de formacin del PSUV contiene (...) ingredientes contradictorios (...) Una necesidad de consolidar y dinamizar el propio aparato burocrtico (...) se traduce en la convocatoria a una ampliacin de los espacios polticos de las masas y la toma de decisiones democrtica en un partido de masas. Tendencias contradictorias que se procesarn en su interior, al que se trasladarn todas las tensiones vivas que existen en el amplio movimiento bolivariano. Por su carcter de masas, dicho partido no puede ser definido en trminos categricos, sino como una formacin centrista, vacua,a la manera en que se dieron partidos o movimiento de masas en pleno proceso revolucionario como el sandinismo y el FMLN salvadoreo, o formaciones con control estatal en proceso revolucionario, como el ejemplo, segn Trotsky, de la SFIO francesa en el ascenso del Frente Popular en Francia en 1936 (J. Sanmartino, Populismo y estrategia socialista en Latinoamrica).20Respecto de que el PSUV significara una ampliacin de los espacios polticos para las masas en los cuales se podra tomar decisiones democrticas, ya hemos sealado que el objetivoesencialde la puesta en pie de esta organizacin por parte del gobierno chavista es elopuesto: lograr un mejorencuadramientode las masas. Aun con todos los aspectos contradictorios que, efectivamente, esta formacin pueda tener, ladefinicin principal, que no se puede perder de vista a la hora de la accin poltica es este carcter deinstitucin disciplinadoradel accionar de las masas.

Sin embargo, lo que ms llama la atencin es la caracterizacin del PSUV como vacuo, esto es, como formacinsocialmentevaca,sin carcter social y de clase alguno.

Pero desde un punto de vista marxista y hasta cientfico, definir formaciones polticas y en general fenmenos sociales comosocialmente vacases, para decirlo sin rodeos, undisparate. Estamos frente al mismo y recurrente problema terico: la inspiracin laclauiana de nuestros autores; que los lleva auna absolutizacin de la separacin entre lo poltico y su fundamento econmico-social y material.

Veamos este punto de vista terico-metodolgico, en versin original del verdadero mentor de este tipo de elucubraciones, Ernesto Laclau: una identidad popularfunciona comoun significante tendencialmente vaco(...). En una relacin equivalencial, las demandas no compartennada positivo, slo el hecho de todas ellas permanecen insatisfechas. Por lo tanto, existe unanegatividadespecifica inherente al lazo equivalencial (...) Sera una prdida de tiempo intentar dar una definicinpositivade orden o justicia es decir, asignarles un contenido conceptual por mnimo que fuera. El rol semntico de estos trminosnoes expresar algn contenidopositivo, sino, como hemos visto, funcionar como denominaciones de una plenitud que est constitutivamente ausente (...). No constituye un trmino abstracto sino, en el sentido ms estricto,vaco. Una discusin sobre la cuestin de si una sociedad justa ser provista por un orden fascista o socialista no procede como una deduccin lgica a partir de un concepto de justicia aceptado por ambas partes, sino mediante una investidura radical cuyos pasos discursivos no son conexin lgico-conceptuales, sino atributivo-preformativa (...). El carctervacode los significantes que dan unidad o coherencia al campo popular no es resultado de ningn subdesarrollo ideolgico o poltico; simplemente, expresa el hecho de que toda unificacin populista tiene lugar en un terreno social radicalmente heterogneo (E. Laclau,La razn populista, Buenos Aires, FCE, 2007, pp. 125-128).

Discrepamos radicalmente con estafuga hacia el idealismo.21Suponer que las demandas y reivindicaciones sociales pueden considerarse vacas es un absurdo completo. Cmo podran ser vacas reivindicaciones como la reduccin de la jornada laboral, el control obrero, la reforma agraria, la independencia del imperialismo, la expropiacin de los capitalistas? Lejos de ser vacuas, se trata de tareashistricascon un contenido material y positivo bien definido, y que apuntan a la liquidacin de la clase capitalista.

Todo fenmeno poltico tiene y no puede dejar de tener una raz social, ms all de las modas posmarxistas (y posmodernas). Sin duda, el PSUV est plagado de contradicciones sociales, y tiene, polticamente, elementos de organizacin centrista; a su interior, esto se puede expresar en tensiones polticas e ideolgicas hacia las cuales habr que darse una orientacin. Pero definirlo como socialmente vaco slo conduce a la confusin.

Ya Len Trotsky se haba manifestado en contra caracterizar al Kuomintang chino y a otras formaciones de tipo similar como neutras, es decir, como arena de una lucha supuestamente abierta, donde el carctersocialde dicha organizacin permanecerasin definicin.As, explica que la sociedad burguesa est construida de tal forma que las masas no poseedoras, descontentas y engaadas se encuentran abajo, mientras que los que las engaan estn arriba. Es as, segn este principio, como est construidotodopartido burgus, si es verdaderamente un partido, es decir, si incluye a las masas en unas proporciones bastante considerables. En la sociedad dividida en clases, no hay ms que una minora de explotadores, estafadores y aprovechadores. As, pues, todo partido capitalista se ve obligado a reproducir y reflejar, de una forma u otra, en sus relaciones internas, las relaciones que existen en la sociedad burguesa en general. Por consiguiente, en todo partido burgus de masas, la base es ms democrtica y ms izquierdista que la cumbre (...). Lascumbresdel Kuomintang (...) son en realidad elalmadel Kuomintang, suesencia social. Ciertamente, la burguesa no es en el partido ms que una cumbre, al igual que lo es en la sociedad (...) considerar al Kuomintang no como un partido burgus, sino como una arenaneutra, en la cual se lucha para tener al lado a las masas; utilizar como un triunfo a las nueve dcimas partes constituidas por la base de izquierda para camuflar la cuestin de saber quien es el dueo de casa, significa consolidar la potencia y el poder de la cumbre (Len Trotsky, Stalin, el gran organizador de derrotas, Buenos Aires, El Yunque, 1974, pp. 271-277.

En suma,toda formacin poltica tiene una alma social.Era el caso ayer del Kuomintang y es hoy el del PSUV y su comando de direccin. Porque este partido es una formacin estatal (o para-estatal) cuyaesencia socialslo puede ser dadas las condiciones especficas mismas de su formacin el de una organizacinestatista-burguesa,no vaca. Porque independientemente de que formen parte de ella o no grandes representantes burgueses, se trata deuna formacin organizada desde el aparato del Estado burgusvenezolano a instancias del propio Chvez.El PSUV y la prueba de los hechosEs llamativo que las disquisiciones de estos marxistas acerca del PSUV renuncien a tener en cuenta el desarrollo de los hechos. Como dijimos, el lanzamiento del partido chavista fue en simultneo con la dursima ofensiva que ha estado llevando adelante Chvez en personacontra la autonoma de la UNT: ha dicho con toda claridadque los sindicatos no deben ser autnomos, habra que terminar con eso. A eso se suma, por parte de Chvez, surechazo a todo rol poltico de la clase obrera. Cuando el presidente venezolano plantea la supuesta desmaterializacin de la economa bajo el capitalismo (el trabajo hoy es otra cosa, es distinto, est la informtica y la telemtica, y Carlos Marx ni siquiera poda soar con estas cosas), lo que hace es, apoyndose en Negri y Ca., intentarborrarde la escenapolticaa la clase obrera y sus organizaciones.

De paso, digamos que el inters de Chvez a contrapelo de su retrica izquierdista por desautorizar a Marx y negar la vigencia de su pensamiento recurriendo a lugares revela losuperficialde las lecturas que Chvez tanto gusta citar en sus interminables discursos. En el caso en cuestin, es evidente que el lder bolivariano no tiene ni noticia de la concepcin de Marx respecto de la automatizacin del trabajo humano, presente en losGrundrissey otros textos dedicados al tema. Veamos un comentario en una obra clsica del marxismo del siglo XX:Cuales son, entonces, las condiciones materiales de produccin que tornan posible y necesaria la transicin a una sociedad sin clases? La respuesta a este interrogante debe buscarse ante todo en el anlisis que hace Marx delpapel de la maquinaria. Este anlisis nos demostr, por una parte, cmo el desarrollo del sistema de las mquinas automticas denigra al trabajador individual al nivel de herramienta parcial, a mero elemento del proceso laboral; pero, por otra parte, nos demostr cmo el mismo desarrollo crea al mismo tiempo las condiciones previas para que el gasto de esfuerzo humano se reduzca a un mnimo (...) y para que el lugar de los trabajadores parcializados de hoy lo ocupen individuospolifacticamente desarrolladospara quienes las diversas funciones sociales sean modos de ocupacin que se releven recprocamente. Todo esto podr encontrarlo el lector tanto en losGrundrissecomo en el tomo I deEl capital(...). Manifestaciones que, aunque escritas hace ms de un siglo, slo pueden leerse actualmente conteniendo la respiracin, porque abarcan una de las visiones ms audaces del espritu humano (Roman Rosdolsky,Gnesis y estructura deEl capitalde Marx (estudios sobre losGrundrisse), Mxico, Siglo XXI, 1983, cap. 28). Como se ve, Marx poda soar mucho ms all de lo que los epidrmicos conocimientos de Chvez podran sugerir...

Volviendo a nuestro tema, es perfectamente coherente que la ofensiva antiobrera venga de la mano de la amenaza chavista de, lisa y llanamente,disolver los sindicatosen pos de la constitucin de unos supuestos consejos obreros. Los cuales, a pesar de su nombre radical, no sern otra cosa que otros tantosorganismos directamente sometidos a los dictados del Estado.En el mismo sentido se entiende la verdaderacaza de brujascontra el principal dirigente obrero del pas, Orlando Chirinos. Acaso este brutal ataque no es muestra suficiente del carcterregimentadordel PSUV? Es una vergenza y un escndalo que corrientes que se consideran revolucionarias hayan quedadodel lado de enfrentede la barricada en este crucial combate.22Cul fue el rol del PSUV cuando desde el Ministerio de Trabajo, al mando del trotskista Jos Ramn Rivero, se lanz la acusacin de que Chirino era un segundo Carlos Ortega (en alusin al ex secretario general de la CTV y principal impulsor del paro petrolero a fines del 2002)?(Crnicas de lucha sindical, texto de los compaeros del PRT venezolano, en www.socialismo-o-barbarie.org).

Sobre la incompatibilidad ltima que hay para el chavismo entre el PSUV y la UNT como organizacin obrera independiente, el propio Chirino es taxativo: La conclusin inmediata que uno saca [respecto de las declaraciones de Oswaldo Vera, diputado chavista y burcrata sindical] es quetodos aquellos trabajadores que se vinculen al PSUV tendrn que desconocer o renunciar a la UNT. Yo aspiro a que los dirigentes clasistas (...) que all se encuentren (...) de inmediato se retiren de esa organizacin, porqueva en contra de la ms importante herramienta de lucha construida por los trabajadores en el proceso revolucionario(...). Para (...) el gobierno, la clase obrerano es protagnica, y debe estarsometidaa las decisiones (...) de un Estado que todos reconocen que aun no rompe con la herencia de la IV Repblica (O. Chirinos, Rplica a entrevista realizada a Osvaldo Vera, en www.socialismo-o-barbarie.org).

En otra oportunidad, se plantea la situacin de manera aun ms explcita: A los dirigentes clasistas de la UNT se nos acusa ahora (...) de locheros porque defendemos los intereses de los trabajadores (...). Se est inaugurando una dursima lucha que excede el campo poltico, acadmico, histrico, terico. Ya no son ideas contra ideas (...), sinouna desigual batalla en la que se utiliza todo el peso del aparato de Estado, las instituciones pblicas, los funcionarios del gobierno y el prestigio del presidente Chvez, para tratarde doblegar a quienes defendemos los criterios de autonoma e independencia de clase (O. Chirino, Seminario hacia una Asamblea Constituyente sindical, en www.socialismo-o-barbarie.org ).

Estas circunstancias no son nuevas. Por el contrario, tienen claros antecedentes en la historia latinoamericana, cuyas lecciones estas corrientes que criticamos parecen no recordar (incluso aquellas que se dicen morenistas, slo mantienen un ritual conservador y sin sustancia).

En particular, viene a la memoria el ejemplo del peronismo en la Argentina en la dcada del 40. Es bien conocida la historia de la efmera experiencia del Partido Laborista argentino en ese periodo, as como del trgico destino de su dirigente obrero burocrtico Cipriano Reyes. Aclaramos que en el caso de Chirinos se trata de un dirigente de trayectoria esencialmente independiente y trotskista ms all de las diferencias que hemos tenido con sus posiciones en los distintos momentos del proceso en curso y no de un burcrata reformista del tipo de Reyes (aunque todava Chirino no haya alcanzado la estatura histrico-poltica del lder laborista).

Para quienes no conocen en detalle lo ocurrido con Reyes y el Partido Laborista, citamos a Milcades Pea: En marzo de 1946, apenas ganadas las elecciones, Pern anuncia su intencin de disolver al Partido Laborista e integrarlo en un Partido nico de la Revolucin. De inmediato, los dirigentes laboristas se oponen, encabezados por Cipriano Reyes. Pern resiste por unos meses, pero poco despus de asumir el poderordena por radiola disolucin del Partido Laborista y de la Junta Renovadora de la UCR, y su fusin en el Partido nico, que a poco de andar pasara a llamarse, simplemente, Partido Peronista (...). Reyes decide resistir (...). Pern responde conrepresin y soborno, y uno a uno todos los dirigentes laboristas capitulan (...). Desde mediados de 1946, Reyes sufrepor lo menos seis atentados(...). Por fin, a mediados de 1948, Pern liquida definitivamente al hroe del 17 de octubre, anunciando al pas el descubrimiento de un supuesto complot entre Reyes y otros dirigentes laboristas destinado a... asesinar a Pern y Eva Pern (...).