vendetta: propaganda para la guerra y la …
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VENDETTA: PROPAGANDA PARA LA GUERRA Y LA CONSTRUCCIÓN DEL WEHRMACHT
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES
CARRERA DE RELACIONES INTERNACIONALES BOGOTÁ D.C.
2016
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Tabla de Contenido
1. Introducción ........................................................................................................................... 2
2. Objetivos ............................................................................................................................... 11
3. Marco teórico. Por una relación dialéctica de aproximaciones teóricas ............... 11
a) Realismo ofensivo y la construcción de una atmósfera de guerra. ................... 11
b) Realismo Constructivista: una identidad para la guerra. ...................................... 15
c) Nacionalismo y moral: construcción de una agenda política. ............................. 18
4. Metodología ...................................................................................................................... 22
5. Capítulo 1. La herencia de Versalles y la consolidación del nacionalismo
alemán: construcción de un escenario de guerra. ............................................................. 26
6. Capítulo 2. La Estrategia Propagandista del Tercer Reich ....................................... 33
a) Propaganda y encuentros masivos. ........................................................................... 38
b) La prensa. .......................................................................................................................... 39
c) La radio .............................................................................................................................. 40
d) El cine................................................................................................................................. 41
e) Cartelería. .......................................................................................................................... 42
Capítulo 3. Propaganda de guerra y la consolidación del Werhmacht. ......................... 43
7. Conclusiones: ...................................................................................................................... 49
8. Bibliografía ............................................................................................................................ 52
ANEXO I ......................................................................................................................................... 56
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1. Introducción
Fue en 1919, en la ciudad de Versalles, que los grandes perdedores de la
Primera Guerra Mundial invadidos por la frustración, perseguidos por la desastrosa
situación económica y ahogados por el nacionalismo y revanchismo extremo, se
muestran vulnerables ante el que se constituyó como un Tratado de Paz1 que daría
fin a las hostilidades. Fue el Imperio Alemán el protagonista de la humillación y
saqueo de las potencias vencedoras, fue el Imperio Alemán (o lo que quedaba de
él), quien en la degradación absoluta encontraría elementos esenciales que,
impulsados por el nacionalsocialismo, le permitirían reescribir la historia y mostrar
al mundo la gran reivindicación alemana.
Entregar territorios conquistados en el continente europeo y/o reconocer su
independencia (Bélgica, Ducado de Luxemburgo, Alsacia y Lorena, Polonia,
territorios del Báltico, territorios de la frontera noreste de Prusia Oriental), ceder
control absoluto de sus principales fuentes de recursos primarios como parte del
pago total que debían por los daños causados (minas de carbón de la cuenca del
Sarre, por ejemplo), renunciar a todos sus derechos con respecto a las colonias
adquiridas, desmovilizar y reducir su fuerza militar, detener la fabricación e
importación de armas, municiones o cualquier tipo de material de guerra, desarmar
sus fortalezas y asumir la reparación por los principales perjuicios causados
permitiendo que sus recursos económicos fueran destinados a la reparación
obstaculizando su desarrollo; fueron solo “excesivas condiciones” escritas en un
tratado que resultaron ser grandes motivaciones para la revancha (Versalles, 1919).
La Segunda Guerra Mundial es entonces el escenario de la transformación
alemana y la materialización de su intento incansable por alcanzar la reivindicación.
Es en este escenario que el debate del “yo” y el “otro” plasmado en los
1 Si bien fue el Tratado de Versalles priorizado por historiadores y académicos a la hora de estudiar
el fenómeno de la Segunda Guerra Mundial dada la excesividad de sus condiciones, existieron
también otros tratados de paz posteriores al conflicto. El Tratado de Saint German firmado con
Austria en 1920, en el que se ordena la reducción de su ejército y la cesión de territorios; el Tratado
de Sevres, firmado con Turquía, por el cual pierde todos sus territorios en Europa con excepción de
Estambul y; el Tratado de Trianon, firmado con Hungría en 1920 por el cual perdió sus territorios en
el Mediterráneo.
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nacionalismos, encuentra en la configuración de un contexto realista de
maximización de beneficios, las condiciones idóneas para su desarrollo y la
identificación de la amenaza (el otro) como la justificación necesaria para la
consolidación de un nacionalismo exacerbado. Fue entonces la Volksgemeinschaf
(la comunidad del pueblo), la gran idea del nazismo que, impulsada por el
nacionalsocialismo, permitió la construcción de un pueblo unido en la lucha contra
un enemigo común (Brassart, 2012, pág. 33).
Es así como el nacionalsocialismo, presentado como una doctrina política, social
y racial, motivada por el sentimiento revanchista que dejan la amargura del Tratado
de Versalles y la crisis económica mundial de 1929, logra arrebatar el poder que en
ese momento yace en manos comunistas para despertar en las masas obreras
alemanas la esperanza de una realidad distinta (Brassart, 2012, pág. 6). Lo anterior
encuentra -en una atmósfera de necesaria reconstrucción económica-, las
condiciones requeridas para la difusión de un nuevo modelo y la apropiación de un
régimen autoritario. El régimen Nazi logra incluir un fuerte componente a su discurso
que establece una pauta de conducta para la nueva sociedad alemana: la
determinación biológica. La identificación de la población judía como la antítesis del
hombre ario y la identificación de otros nacionalismos como amenaza a la integridad
de la nueva Alemania, - la antítesis del hombre ario- logra construir alrededor de la
purificación de la raza, un elemento esencial para la reconstrucción y el
mantenimiento del crecimiento alemán, al igual que para la avivación nacionalista
(Kuniewicz, 2008, pág. 65).
Es bajo este contexto que resulta fundamental preguntarnos por el cómo de la
transformación exitosa de una Alemania devastada, degradada, saqueada y
humillada hacia una Alemania empoderada, considerada como fuerte amenaza por
aquellos verdugos y causantes de su humillación (Caranci & Solar, 2009, págs. 13-
17). Pues bien, el régimen del Tercer Reich encuentra en los medios de
comunicación la herramienta perfecta para incidir e influenciar la identidad alemana
y, evocar el sentimiento nacionalista hasta construir una Alemania que no comparte
ninguna de las características impuestas en Versalles. Los medios de comunicación
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son puestos al servicio del poder como principal herramienta a implementar por el
Partido Nacionalsocialista Obrero o partido Nazi que, a través de la manipulación
de contenidos, pretende controlar la opinión pública generando comportamientos
específicos que le permitan justificar su política expansionista motivada por el
sentimiento revanchista que dejó Versalles.
Joseph Goebbels, explica Hernández (2007), responsable del Ministerio de
Educación Popular y Propaganda del régimen Nazi, es considerado la mente
maestra, tras la gran campaña propagandista alemana del Tercer Reich que
permitió la consolidación de uno de los regímenes más importantes de la historia; la
propaganda cartelista fue la base de su estrategia mediática y el instrumento
principal para la difusión colectiva de contenidos como elemento de
homogenización cultural de la sociedad alemana, una herramienta tremendamente
eficaz que pone en evidencia el poder de la imagen (Hernández, 2007, págs. 14-
16).
La estrategia de Goebbels involucró los principios esenciales de la teoría de
persuasión y alienación2 y demostró que la propaganda permite la adhesión de un
colectivo -en este caso la sociedad alemana- a planes políticos determinados (a
pesar de ser un régimen autoritario) sin requerir del uso de la violencia. Por el
contrario, lo hace a través de la manipulación de contenidos para así, inducir a un
cambio de actitud y creencias. Entonces, la propaganda es, como plantea Harold
Lasswell en su obra “Propaganda Techniques in the World War”, la forma más eficaz
de mediación. Luego, la adecuada socialización de una idea motivada por un
discurso llamativo, es lo que permite su apropiación y aprendizaje (Laswell, 1927,
pág. 15).
Para tal efecto, la estrategia de Goebbels inició por la toma de los diferentes
medios de comunicación bajo el control del régimen y la prohibición de medios
extranjeros que no difundieran en su contenido, los principios de la nueva Alemania
2 Aclarados en el Capítulo 2, del presente trabajo.
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–la grandeza del Fürher, la política antisemita y el bienestar económico garantizado
por el nuevo régimen-.
Ahora, si bien fue el cartelismo y el poder de la imagen la herramienta
protagonista de la estrategia propagandista del Tercer Reich, la utilidad de la
sugestión no fue exclusiva de este instrumento. En un escenario en que la televisión
no tenía el lugar que ocupa en la actualidad, el régimen dio vital importancia al medio
radiofónico, al cine y a la impresión de periódicos. Es así como llega a la sociedad
alemana la Volksempfänger, o la radio del pueblo. La oficina de Goebbels logró
diseñar una radio que fuera de fácil acceso (adquisición) para el pueblo alemán y
aprovechó sus emisiones para difundir el mensaje unívoco del gobierno Nazi,
convirtiendo así, la pequeña radio en un símbolo esencial de la identidad del pueblo
germano (UCLM, 2014, pág. 26).
La propaganda aventajará, con su impetuoso avance, de muy de lejos a la
organización, a fin de conquistar el material humano indispensable para esta
última. Siempre he sido enemigo de la organización precipitada y pedante,
que produce inertes y mecánicos resultados. Por esta razón, lo mejor es dejar
que una idea se difunda desde un centro y por medio de la propaganda
durante un espacio de tiempo dado, y luego explotar cuidadosamente en
busca de dirigentes entre los seres humanos que acudieron a la cita (Hitler,
1925: 279).
Pese a que la difusión de carteles y el fortalecimiento del medio radiofónico
llevaron a un segundo plano la prensa escrita, ésta no perdió su importancia. Tuvo
gran influencia en la promoción de los principios del régimen Nazi y en la difusión
de contenidos previamente manipulados. Así pues, El Observador Popular -
Völkischer Beobachter -, periódico del partido Nacionalsocialista Obrero y El
Atacante - Der Stürmer-, semanal antisemita; fueron herramientas importantes de
la estrategia mediática implementada por el régimen, a causa de la específica
tipología de los contenidos difundidos en ellos.
En consecuencia, aparece un concepto de suma importancia para la
comprensión de la problemática aquí presentada: la comunicación política. Éste
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importante elemento es usualmente asociado a las acciones propagandísticas
implementadas en los principales conflictos mundiales y en los regímenes
totalitarios como el que aquí se estudia. La comunicación política incluye entonces,
las estrategias de comunicación con las que Joseph Goebbels logra consagrar la
figura del Fürher en el Tercer Reich, así como instituir los principios que regirían a
la sociedad alemana. Se refiere al arte de la manipulación que practica el político
para penetrar el corazón y la mente de aquellos que lo escuchan (Canel, 2016, pág
11).
“El hombre inexperto se siente afligido ante el poder mágico de las palabras
necesarias. Esas palabras que pueden tomar vida y moverse por doquier en
el corazón de los oyentes”. Kipling, Discurso, 1906.
Para la comprensión de este elemento es fundamental entender que la
comunicación impregna todos los niveles de la política y da particular importancia a
la representación simbólica de la misma, la estrategia mediática de la Alemania
Nazi, no fue la excepción. María José Canel ofrece una definición de política muy
apropiada que permite analizar este elemento y observar sus componentes
principales asociados a la tan eficaz estrategia de propaganda Nazi estableciendo
su vital relación con la comunicación, para luego, analizar el nacionalismo como
pretexto de la expansión. Entonces, se entenderá política como la “actividad por la
que se adoptan y aplican las decisiones en y para la comunidad” (Canel, 2016, pág.
18)
La definición presentada permite analizar el papel que cumple la comunicación
en los procesos de toma de decisión en tres dimensiones diferentes: en primer lugar,
es fundamental para el conocimiento de la situación que se discute –
contextualización y recolección de datos-; en segundo, es esencial para que las
medidas a implementar a partir del análisis previo, sean realmente vinculantes y
tengan fuerza en la población a la que han sido destinadas –socialización y
aprendizaje-; y finalmente, la comunicación es esencial a la organización del
colectivo receptor –construcción de identidad-. Dimensiones que hacen evidente la
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estrecha relación entre política y comunicación, y permiten construir una importante
herramienta de análisis.
Pues bien, tras lograr instituir nuevos valores y transformar el pensamiento de la
sociedad alemana demostrando la efectividad de su estrategia mediática para el
control de masas, el 1 de septiembre de 1939, los ejércitos de la Alemania Nazi
entran a Polonia dando a conocer un nuevo concepto de guerra: Blitzkrieg o Guerra
Relámpago. Con su nueva estrategia de avanzada militar, Hitler en menos de ocho
meses, logra sumergir a Europa en el horror de la guerra cuidándose de no repetir
los errores del pasado.
La fortaleza de sus ejércitos –Wehrmacht- y la evolución de su estrategia militar
fueron la etapa final de un plan a largo plazo creado por el líder del nazismo y su
partido, para el cual, la línea discursiva y la construcción del perfil del soldado
alemán como un hombre fuerte, superior, disciplinado y obediente en conjunto, con
el sentido de pertenencia potencializado por el nacionalsocialismo, fueron
absolutamente necesarios para el éxito de su estrategia.
A este respecto, explica David Welch, la guerra fue presentada como fuente de
diferentes tensiones que lograron permear la estructura política, social y económica
instalada por el régimen Nazi. La situación de guerra aumentó la vulnerabilidad de
la unidad nacional e hizo necesaria la plena legitimización de las acciones bélicas
que ejecutaría el Wehrmacht. Así pues, el desarrollo de la doctrina militar alemana
y la de seguridad, encuentran en la estrategia propagandista, especialmente
cartelista y radiofónica, la herramienta idónea para enfrentar la amenaza, alcanzar
la deslegitimación de los ejércitos enemigos y la justificación de las acciones
ofensivas (Welch, 2007, pág. 40).
Posteriormente, las dificultades para la estrategia propagandista fueron
exteriorizadas, la incongruencia y evidente diferencia del entusiasmo de las masas
por el anuncio de un escenario de guerra, comparado con el sentimiento que las
había acompañado años atrás, exigía una respuesta estatal. Así pues, en el curso
del mantenimiento eficaz del liderazgo del régimen, la estrategia propagandista tuvo
que convencer a los alemanes de la justicia de su propia causa y de la invencibilidad
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de sus filas. Si bien ésta tenía diferentes frentes por cubrir, en principio era
importante persuadir al pueblo alemán de que la guerra podría y sería ganada y
además, debía responder a la necesidad de minar el espíritu enemigo de resistencia
(Welch, 2007, pág. 44).
Juan Vázquez explica que la estrategia de Goebbels tuvo éxito no solo entre la
masa popular, sino que la construcción del soldado alemán como hombre fuerte,
superior e invencible, fue fundamental para la implementación de la Doctrina Militar.
El plan Gelb3 era considerado por el general Erich Von Manstein como uno
predecible puesto que, constituía la ofensiva que los aliados seguramente
esperarían. Era necesario entonces, idear una estrategia más elaborada que
ampliara el margen de maniobra y cumpliera con cada expectativa. Luego, es
posible afirmar que la evocación de un sentimiento positivo hacia la guerra era
necesario no solo en las masas, también lo era al interior de las filas alemanas
(Vázquez, 2012, págs. 10-13).
Así, tras los errores cometidos por la Alemania que luchó en la Primera Guerra,
la necesidad de fortalecer el discurso del partido nacionalsocialista y asegurar la
afiliación absoluta de sus connacionales para garantizar la adecuada estructuración
del Werhmacht y su despliegue se hace evidente; no es posible pelear una guerra
sin ejército y éste no evoluciona si carece de legitimidad.
La tarea inmediata de Goebbels, una vez la guerra había sido declarada, fue
entonces responder a la inminente necesidad de neutralizar las opiniones negativas
de la población alemana y la exaltación del liderazgo del Führer. Entonces, en los
primeros años de la guerra, la propaganda tenía una tarea que parecía mostrarse
como sencilla, difundir y enaltecer las victorias alcanzadas gracias a la nueva
estrategia militar -la guerra relámpago- acompañada de la fuerte ideología que
terminó de moldear su Doctrina Militar. Así, el Ministerio de Comunicaciones del
3 Fue el Plan de ataque ideado por los alemanes cuya estrategia era muy similar al llamado Plan
Schlieffen puesto en práctica durante la Primera Guerra Mundial, que se basaba en el movimiento
envolvente sobre el enemigo como estrategia militar (Vázquez, J 2012 pág 11 y 12).
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régimen Nazi se convirtió en un instrumento que debía servir también a objetivos
militares (Welch, 2007, págs. 27-30).
Cada ataque debía ser acompañado por la intimidación y el miedo. Goebbels,
explica Welch, creyó que la propaganda no sólo debía ser apoyada por la fuerza,
debía también incitar la acción violenta. No es sorprendente, entonces, descubrir
que el principio rector de cada campaña propagandista fuera el terror. De este
modo, la estrategia de medios creó un espíritu confidente y agresivo en casa y de
líderes desafiantes e imponentes que ante crueles e inferiores enemigos, revelara
el valor de las filas alemanas en el campo de batalla.
A lo anterior afirma Spielvogel, es necesario sumar el rol que tuvo la construcción
mediática de Hitler como aquel que tras las desmedidas sanciones que humillaron
su nación, traería de nuevo a Alemania la posibilidad de armarse; posibilidad que
despertaba en combatientes alemanes, el deseo de perseguir la revancha y
recuperar su poderío y ventaja militar (Spielvogel, 2001, págs. 115-117).
Entonces, llega en la articulación de la Blitzkrieg, la doctrina militar y la estrategia
propagandista, un arma innovadora que acompañada por la intimidación y el miedo
logra fomentar con éxito la lucha y la acción violenta en función del terror como
principio rector de la nueva doctrina militar. De este modo, la estrategia de medios
creó un escenario de confianza en la nueva Alemania y de valentía y superioridad
en las filas del gran ejército.
Pues bien, son múltiples las razones por las cuales el periodo entre guerras y la
Segunda Guerra Mundial suscitan tanto interés en quienes la estudian, trasciende el
dramatismo de la guerra y la forma en que es contada, se refiere a la amplitud de su
desarrollo, a su despliegue geográfico, político y humano, a la reconstrucción y
transformación profunda que caracterizó sus dinámicas; esa transformación que
determinó gran parte de los modos de vida, programas políticos, líneas fronterizas,
cambios culturales del continente europeo que hoy conocemos.
El poder de las ideas resulta particularmente llamativo, cómo una iniciativa puede
convertirse en un movimiento masivo que logre transformaciones irreversibles, cómo
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una idea puede construir un movimiento que acusado de una profunda falta de ideales
y moral se entienda a sí mismo como el absoluto de la verdad.
Difícil se hace entonces, evitar cuestionar el origen real de uno de los
nacionalismos más fuertes de la historia, el cual protagonizó la más devastadora
guerra; la eficiencia de la estrategia dirigida por Joseph Goebbels representa la
perfecta articulación entre los -en ocasiones- demeritados e incluso subestimados
medios de comunicación en el plano político, no es posible entender de manera
desarticulada los fenómenos sociales de la historia que constituyen las dinámicas
de la actualidad.
En consecuencia, surge la inquietud por estudiar la manipulación de contenidos
mediáticos y por entender cómo con la cartelería Nazi, los medios radiofónicos, el
cine y la prensa se logró transformar el pensamiento de toda la sociedad alemana.
Y es que, cuando se observa y analiza la propaganda Nazi, ésta traduce su
dimensión cultural, revela su significado, su sentido.
Así pues, aparece con la constitución del nacionalismo alemán, la posibilidad de
levantar de las cenizas a Alemania para posicionarla como una potencia mundial a
pesar del peso que llevó en sus hombros por mucho tiempo. Las señaladas como
atroces acciones cometidas por el régimen Nazi, parecieren ser a simple vista
perpetradas por un líder excesivo, sin conocimiento, pasional; un líder que jugó con
su poder e hizo de él su instrumento favorito para causar la más grande herida.
Nada más alejado de la realidad. Existió una estrategia real, una estructura y
planimetría que responde a una herencia, a intereses específicos y que a diferencia
de lo que muchos podrían pensar, responde a una construcción fuertemente
elaborada representada por una ideología.
Pregunta de investigación: ¿Cuál fue la influencia de la propaganda nazi en la
construcción del nacionalismo alemán para la justificación de la acción ofensiva en
la segunda guerra mundial?
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2. Objetivos
Objetivo general: Comprender la influencia que tuvo la propaganda nazi en la
constitución del nacionalismo alemán para la justificación de la acción ofensiva en
la Segunda Guerra Mundial.
Objetivos específicos:
Describir los principios fundamentales de la doctrina nacionalsocialista como
elementos de cohesión nacional.
Caracterizar los componentes de la propaganda nazi a través de su distinción
y análisis.
Establecer la relación existente entre la propaganda nazi como una puesta
de los medios de comunicación al servicio del poder alemán que permitió la
consolidación de un nacionalismo y, la avanzada militar (acción ofensiva)
como proyección en el campo de batalla de la identidad construida.
3. Marco teórico. Por una relación dialéctica de aproximaciones teóricas
a) Realismo ofensivo y la construcción de una atmósfera de guerra.
Para el sustento teórico de la investigación que aquí se presenta, se expone el
“Realismo Ofensivo” de John Mearsheimer, como enfoque teórico de las relaciones
internacionales a implementar. Esta teoría surge a partir del realismo defensivo o
realismo estructural de Keneth Waltz; aproximación teórica que, a diferencia del
realismo clásico de Morgenthau, no asume que las grandes potencias sean
inherentemente agresivas, por el contrario, asume que los Estados solo buscan
sobrevivir. Waltz afirma que la estructura del sistema internacional, anárquica por
definición, lleva a los Estados a preocuparse por el equilibrio de poder y a competir
unos con otros, enfrentándose por la posibilidad de maximizar su poderío; el cual,
representa la alternativa que permite garantizar su supervivencia. Luego, la
anarquía es presentada como la causa ordenadora que genera la competencia por
la seguridad (Mearsheimer, 2001, págs. 18-20).
Ahora, si bien el realismo defensivo o estructural ofrece una visión clara de la
estructura internacional y sus dinámicas con respecto al actuar defensivo de sus
unidades –Estados-, existe un vacío referente a la acción ofensiva y no defensiva
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de los mismos, por lo cual, en su texto “The great tragedy of Power Politics” John
Mearsheimer pretende abordar las razones que motivan a un Estado para actuar de
manera ofensiva, en un escenario internacional donde reina la anarquía. Así pues,
aparece el realismo ofensivo como un enfoque teórico en el cual los Estados deben
luchar por descubrir la manera para sobrevivir en un contexto en el cual, el poder
se muestra como la herramienta clave para la supervivencia. Así mismo, se explica
que el sistema internacional crea poderosos incentivos para que las potencias
encuentren oportunidades en las que logren maximizar su poder a expensas de
otras y tomen ventaja de esas situaciones (Mearsheimer, 2001, págs. 16-20).
Es a partir de lo anterior, que se presentan cinco presunciones que en conjunto,
representan el núcleo y la base de la argumentación teórica del realismo ofensivo.
Es importante establecer que sólo tomadas como una unidad, estas presunciones
logran generar incentivos lo suficientemente fuertes como para influir en las
potencias y hacer que piensen y actúen ofensivamente unas contra otras.
En primer lugar, se habla de un sistema internacional anárquico, una estructura
internacional carente de una institución rectora que actúe como mediadora y
garantice la seguridad de sus unidades. En segundo, se explica que las grandes
potencias poseen algunas capacidades militares ofensivas que otorgan al Estado la
posibilidad de atacar y destruir a otros. En tercer lugar, se plantea que, ninguna
potencia podrá, bajo ninguna circunstancia, tener absoluta certeza sobre las
intenciones de otras. Una potencia no puede saber si otra usará o no, sus
capacidades ofensivas para atacar primero. En cuarto lugar, la supervivencia ocupa
el lugar de objetivo primario en la agenda de las potencias, especialmente en lo que
a mantener su integridad territorial y autonomía de su orden político doméstico se
refiere. Finalmente, los Estados son actores racionales, conscientes de su entorno
y de los riesgos que a él corresponden (Mearsheimer, 2001, págs. 30-32).
Se presenta entonces, la posibilidad de una situación de conflicto constante en
el que toda gran potencia constituye un enemigo potencial, por lo cual, el realismo
ofensivo establece que no existe una manera sencilla de escapar a ese mundo de
competencia por la seguridad que puede desencadenar la guerra. Así pues, el
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dilema de seguridad -concepto de la literatura de las Relaciones Internacionales-
representa el mejor reflejo de la lógica básica del realismo ofensivo: “… the measure
a state takes to increase its own security usually decrease the security of other
states. Thus, it is difficult for a state to increase its own chances of survival without
threatening the survival of other states” (Mearsheimer, 2001, pág. 36).
Luego, en tanto no es posible sentirse completamente a salvo en un mundo de
unidades que compiten, un círculo vicioso de seguridad y acumulación de poder se
desarrolla. En consecuencia, las potencias comprenden que la mejor forma en que
un Estado puede sobrevivir en la anarquía es tomando ventaja sobre sus rivales,
deben aumentar su poder. En otras palabras, las grandes potencias se comportan
de manera agresiva no porque sea ésta su característica innata, lo hacen porque el
adquirir poder representa la mejor manera de incrementar sus posibilidades de
supervivencia (Mearsheimer, 2001, pág. 33).
Es bajo este contexto, que la hegemonía es presentada como la meta a alcanzar
dentro del sistema y sus dinámicas. Sin embargo, -entendiendo al hegemón como
aquel Estado, tan poderoso que resulta ser capaz de dominar todos los demás
Estados dentro del sistema- Mearsheimer reconoce la imposibilidad para cualquier
Estado de alcanzar la hegemonía global. “There has never been a global hegemon,
and there is not likely to be one anytime soon” ( (Mearsheimer, 2001, pág. 41).
Luego, el mejor resultado que una potencia puede esperar, corresponde a
convertirse en hegemón regional y controlar otra región que le sea accesible. Si bien
el autor del realismo ofensivo presenta a Estados Unidos como la única potencia
regional, reconoce la lucha de otros Estados por alcanzarla (El Japón imperial en el
noreste de Asia y la Alemania Nazi en Europa) (Mearsheimer, 2001, pág. 41).
De igual manera, el realismo ofensivo ofrece elementos esenciales para la
comprensión del fenómeno aquí estudiado. La Segunda Guerra Mundial no fue solo
el escenario de la reivindicación alemana, fue también consecuencia de la rivalidad
nacionalista de las grandes potencias que lucharon por el poder. Versalles es, en
realidad, una muestra de cómo reducir, limitar y detener el crecimiento nacional
alemán representó una herramienta -a modo de respuesta- de los países
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vencedores para permitirse aumentar su poder. Bien explica el dilema de seguridad
de Mearsheimer, “The measures a state takes to increase its own security usually
decrease the security of other states” (Mearsheimer, 2001, pág. 33).
El realismo ofensivo se propone trazar los componentes centrales de su
estructura teórica a partir de una serie de argumentos –concernientes con la forma
en que las grandes potencias se relacionan unas con otras, acentuando el hecho
de que constantemente deben buscarse oportunidades para ganar poder a costa de
las demás- que explican las condiciones que hacen del conflicto más o menos
probable. En este sentido, presenta los sistemas multipolares como más propensos
a la guerra, dada la existencia de varios Estados poderosos (potenciales
hegemones) que luchan por el poder (Mearsheimer, 2001, págs. 42-46).
Así mismo, el realismo ofensivo se enfoca exclusivamente en las grandes
potencias puesto que son estos Estados, los que a la larga, tienen mayor impacto
sobre la política internacional y su desarrollo. La fortuna de los grandes y pequeños
Estados, está determinada por las acciones y decisiones de aquellos que ostentan
el poder y poseen mayores capacidades; capacidades que, bajo la lógica realista,
se miden en poder militar, el cual define la posibilidad de entrar o no a un conflicto.
A su vez, retoma un postulado del realismo estructural y explica que, es el sistema
internacional quien moldea el comportamiento de los Estados. Son entonces –la
anarquía y la distribución de poder-, los factores estructurales realmente
significativos a la hora de explicar la política internacional (Mearsheimer, 2001,
págs. 4-6, 10).
Por otro lado, el realismo ofensivo se constituye como un enfoque teórico
principalmente descriptivo, explica cómo las potencias se han comportado en el
pasado y cómo se comportarán en el futuro. Es también la teoría que, según
Mearsheimer, mejor perfila la conducta a seguir para sobrevivir en un mundo tan
peligroso (pág, 11).
Así pues, ante la base teórica para el actuar ofensivo desarrollada por
Measheimer, se hace necesario encontrar un enfoque teórico que permita articular
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su estructura conceptual con aquellos elementos que hacen parte de la esfera
interna o doméstica de la problemática estudiada.
b) Realismo Constructivista: una identidad para la guerra.
Ante la necesidad evidente de incluir un análisis sobre los elementos internos de la
estructura del Tercer Reich y sus dinámicas, se presenta el Realismo Constructivista
como el instrumento a utilizar para establecer el puente articulador entre aquellos
elementos estructurales que motivan la guerra y los domésticos que legitiman y
reproducen el discurso fundador.
El autor del Realismo constructivista, J. Samuel Barkin en su texto “Realist
Constructivism, Rethinking International Relations theory” propone una nueva visión
analítica centrada no en los paradigmas de análisis tradicionales si no que, en su lugar,
se concentra en un análisis de los conceptos centrales de las aproximaciones teóricas.
Lo anterior, en tanto se aleja de la idea de que los paradigmas existentes para el estudio
de las Relaciones Internacionales, actúan de forma opuesta y que por el contrario,
explica, constituyen puntos de partida para la investigación sobre aspectos particulares
y divergentes (Barkin, 2010, pág 1-4).
Ahora bien, al ser el constructivismo, en principio, una aproximación sociológica que
propone entre sus postulados, comprender las instituciones políticas como constructos
sociales y; el realismo por su parte, precursor del poder como rasgo inherente de la
política internacional; Barkins sugiere que su examen no debe centrarse en la
descalificación teórica del uno o del otro para alcanzar la validez, debe partir del estudio
de los conceptos centrales de manera transversal al caso de la política internacional
que se estudie para aprovechar las herramientas de análisis. En otras palabras, el
constructivismo realista puede analizar los conceptos centrales, en tanto su relación es
dialéctica y no excluyente como la de los paradigmas. Luego, la síntesis constructivista/
realista, se construye alrededor de puntos de convergencia en que los enfoques o
aproximaciones teóricas se refuerzan uno frente al otro (Barkin, 2010, pág 14-24).
Así pues, explica Barkin, el Realismo constructivista demanda una fusión de la
lógica social y de una reflexividad del contexto histórico tomando como elementos
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fundamentales la intersubjetividad y la política de poder. Este enfoque teórico toma
elementos básicos del constructivismo y presenta como preocupación central el
proceso de construcción de realidad que acompaña la forma en que se conoce y se
experimenta el mundo. Se entiende que el mundo de la realidad emerge como resultado
de la interacción entre el sujeto -quien conoce- y el objeto -lo que se conoce-, haciendo
evidente la inexistente posibilidad de entender individuo y sociedad como elementos
independientes. Trata de explicar cómo es adquirido el conocimiento, considerándolo
no en su limitada concepción -referida a la información que puede obtener un
observador de un objeto-, sino adoptando una visión más amplia en cuanto a la
experiencia producto de la interacción entre el sujeto, el objeto y la construcción de su
conceptualización a partir de métodos y técnicas que incluyan en su análisis actitudes,
valores y convicciones (Barkin, 2010, pág 165).
Ahora, si bien para la teoría constructivista es importante indagar por el cómo se
adquiere el contenido de una respectiva enseñanza, también lo es el ver de qué forma
ésta pasa de un Estado de conocimiento simple, a otro de superior categoría, más aun,
el cómo se forman las categorías del pensamiento racional. Para tal efecto, se presenta
al lenguaje como la herramienta de construcción de todo aquello que parece tener un
contenido o significado predeterminado por sí mismo -a priori- (Barkin, 2010, pág 169).
El Realismo Constructivista reconoce que el enfoque constructivista analiza ideas,
lógicas de apropiación, reglas, normas y discursos, pero reconoce también, que
ninguna de estas categorías es definitoria del enfoque teórico en sí. Lo presenta
entonces como una lógica específica de estudio de las Relaciones Internacionales
dirigido a lo social, es decir, a la intersubjetividad de la construcción de la política
internacional. De allí que exista un enfoque central sobre la co-constitución agente y
estructura puesto que, solo ante un reconocimiento de co-constitución podrá el
investigador dirigirse tanto a un aspecto social –relacionado con las normas y discursos
existentes- y a uno construido –relacionado con la agencia y la estructura del sistema-
(Barkin, 2010, pág 156,157).
17
Es bajo este contexto, que el Realismo Constructivista adopta los conceptos
centrales de cada aproximación teórica y los utiliza como herramientas que facilitan la
comprensión y articulación de las categorías que se analizan. Cubero explica que la
identidad y la apropiación son categorías fundamentales para la articulación conceptual
propuesta por el realismo constructivista (Cubero, 2005, págs. 3-6).
Entonces, en lo que a la identidad se refiere y al ser la realidad entendida como
subjetiva, se explica que, los roles y la identidad son construidos; la existencia
humana se manifiesta como una constante externalización en la que se proyectan
diferentes significados de la realidad. En consecuencia, la diferencia del rol e
identidad que adoptan las partes involucradas en la problemática aquí estudiada
permite analizar la influencia de diferentes sectores civiles y estatales de la
Alemania de la posguerra y su influencia en la construcción discursiva, que condujo
a la guerra.
Por su parte, la apropiación -término propuesto por Vygtoski, importante
representante del constructivismo social-, se refiere a la reconstrucción que hace un
individuo de algunas herramientas psicológicas en su desarrollo histórico. Lo
anterior, en razón de la necesidad que supone el conocimiento por una reflexión
previa al mismo; como Estado debo conocer aquello que me constituye (conciencia
histórica) para saber qué ruta de acción ejecutar. La apropiación tiene como
resultado la reconstrucción, por parte de los individuos, de comportamientos que
han sido desarrollados históricamente.
Así pues, se presenta el Realismo Constructivista como capaz de establecer una
relación no siempre lineal de los conceptos centrales de las aproximaciones
teóricas, en tanto su desarrollo no tiene lugar sobre una misma dimensión.
Entonces, la relación multidisciplinar permite un análisis más detallado y complejo
de los fenómenos de la política internacional. En palabras de Barkin, el Realismo
Constructivista puede mostrarse útil como teoría de las relaciones internacionales,
más allá de la clarificación de debates metodológicos, puede incluso, ayuda en el
proceso de especificación de la relación entre el estudio del poder en la política
18
internacional y el estudio de las relaciones internacionales como un constructo
social (Barkin, 2013, pág. 325).
Así pues se entiende que el Realismo Constructivista analiza la línea por la cual
las estructuras de poder afectan el modelo de cambio normativo de relaciones
internacionales y, a la inversa, el camino por el cual un juego particular de normas,
afecta estructuras de poder (Barkin, 2013, pág. 327).
Ahora bien, ante los enfoques teóricos presentados anteriormente, el desarrollo
del presente trabajo de grado exige la articulación de su estructura teórica con un
concepto que resulta fundamental para su adelanto. El nacionalismo representa
entonces, un concepto fundamental para la evolución de la argumentación aquí
presentada y además, se muestra como elemento central de las categorías
analizadas.
c) Nacionalismo y moral: construcción de una agenda política.
Es importante admitir que la reflexión teórica y la observación empírica han
dejado un trago amargo en historiadores y académicos, han sido precisamente los
nacionalismos exacerbados los causantes de las catástrofes más lamentables de la
historia global, el nacionalismo no ha sido en la realidad ni tan afablemente
razonable, ni tan racionalmente simétrico como se ha creído. Es por esta razón que
surge un interesante debate alrededor del nacionalismo y su valor moral. ¿Justifica
el nacionalismo las atrocidades cometidas por el régimen Nazi? ¿Existen límites de
aquello nacional y soberano? ¿Cuáles son los alcances del nacionalismo?
En principio, se hace necesario explicar que la conceptualización y definición del
nacionalismo como categoría, posee un alto grado de dificultad por la rigurosidad que
éste mismo demanda. Por su parte, Ernest Gellner (2001) presenta al nacionalismo
como “un principio político que sostiene que debe haber congruencia entre la unidad
nacional y la política” (p.6). En este sentido, el nacionalismo es visto como una teoría
de legitimidad política que prescribe que los límites étnicos no deben contraponerse a
los políticos, y especialmente que no deben distinguir a los detentores del poder del
resto dentro de un Estado dado (Gellner, 2011, págs. 7,8).
19
Así mismo, Eric Hobsbawm (1998) se refiere al deber político de los nacionales con
la organización política que engloba y representa a la nación como primordiales ante
las demás obligaciones públicas, y en los casos extremos –tiempo de guerra- a todas
las otras obligaciones, sin importar su característica (Hobsbawm, 1991, pág. 61).
Nicolás López inicia por reconocer el valor del nacionalismo en la necesidad
existente de todo ser humano por asumir y defender determinados referentes que sirvan
a su propia identificación. No obstante, encuentra el nacionalismo como una expresión
de egoísmos colectivos y de exclusión que, materializado en una ideología o doctrina,
obstaculiza de manera directa el desarrollo de la igualdad y la libertad de la humanidad
(López, 1995, pág 12, 13).
En una línea similar, Agáiev y Oganisián en su texto “Nacionalismo: ideología y
política”, se refieren al nacionalismo como víctima de una hipertrofia convirtiéndolo en
un fenómeno de la vida social que constituye una tergiversación de lo nacional, el
enfrentamiento de intereses y valores nacionales, en oposición a los internacionales en
referencia a otras comunidades. Además, se apoyan en el sociólogo H. Kohn quien
presenta el nacionalismo como el fenómeno en el que se concentran todos los
problemas de la historia (Agáiev & Oganisián, 1975, pág. 4).
La historia de la Segunda Guerra Mundial posee como característica la
deshumanización de las sociedades en respuesta a una pugna de voluntades
nacionalistas que llevaron a último término su competencia. En respuesta, se hace
confuso ahondar en la problemática moral que rodea el nacionalismo puesto que ante
la presencia de fuertes sentimientos de pertenencia nacional, poblaciones y sociedades
enteras se declaran dispuestos a incluir sesgos, discriminación o parcialidad en su trato
moral con los demás (el yo y el otro) en virtud de su nacionalidad y no por esto,
consideran las acciones perpetradas como actos de opresión, agresión o explotación.
Entonces, se presenta una cuestión distinta ¿Poseen las identidades nacionales un
valor moral distintivo? Y, en relación con la pregunta anterior ¿Es la parcialidad o
discriminación que deriva del nacionalismo moralmente justificada? En otras palabras
20
¿Se justifica tratar diferente a aquellos que no forman parte de mi misma nación?
(Macmahan, Hurka, Lichtenberg, & Nathanson, 2014, pág. 35).
A éste respecto, Jeff McMahan (2016) en su texto “Los límites de la parcialidad
nacional”, centra su argumento alrededor de la justificación de la parcialidad nacional.
Termina por conceder que, producto de la interacción de una sociedad nacional, las
relaciones entre connacionales poseen un valor moral. Sin embargo, advierte que éste
valor puede ser alcanzado por otro tipo de unidad política que no se encuentre
estrechamente relacionado con la nación.
El autor explica que el nacionalismo “hace referencia a un conjunto de creencias
sobre el significado normativo de las naciones y la nacionalidad” (Macmahan, Hurka,
Lichtenberg, & Nathanson, 2014, pág. 21) y presenta como característico de aquellos
que se llaman a sí mismos nacionalistas, la defensa de la continuación de la existencia
y el florecimiento de su propia nación. Escenario en el cual, la pertenencia a la nación,
podría hacer admisible e incluso moralmente necesario, la manifestación de lealtad y
parcialidad a connacionales por medios violentos.
Luego, en un intento por justificar el valor intrínseco de las relaciones especiales
entre connacionales, tratadas por McMahan, Thomas Hurka concede que las relaciones
de nacionalidad poseen un alto grado de valor moral que responde al valor distintivo y
propio –por no decir exclusivo- de las relaciones nacionales, el valor de generar un
grupo con una historia compartida (Macmahan, Hurka, Lichtenberg, & Nathanson, 2014,
págs. 73-75).
Por otra parte, Stephen Nathanson (2016) autor de “El Nacionalismo y los límites del
humanismo global”, presenta el nacionalismo como un hecho inevitable. Su argumento
reconoce la existencia de individuos y colectivos nacionalistas movidos por lo que tal
vez, constituye formas inmorales de nacionalismo que buscan preservar y expandir sus
naciones a costa de los demás (p. 76). A razón de este supuesto, es posible identificar
esas formas nacionalistas como una amenaza directa a la supervivencia y por tanto, no
21
se ve mejor respuesta que la de utilizar esta forma nacionalista, en defensa a la
amenaza primera.
Los autores de “Nacionalismo a favor y en contra”, analizan el argumento
instrumental para el caso del nacionalismo e identifican en la pertenencia a una
comunidad nacional y en la afiliación a la misma, que la cultura e identidades que
surgen de la comunidad nacional proporcionan <<horizontes de significado>>,
elementos que ofrecen un conjunto de normas de valor a partir de las cuales los
individuos son capaces de valorar sus opciones y capacidades para posteriormente,
tomar decisiones. También, se presentan afirmaciones sobre el significado psicológico
de la afiliación nacional. A éste respecto se establece que todo individuo persigue un
patrón que le permita auto trascender su ser y ensanchar su individualidad por encima
de sus límites. Es la pertenencia a un grupo lo que le ofrece al individuo un modo
asequible de autotrascendencia y la nación, se convierte en la forma más irresistible
para la identificación colectiva; entonces, al invertir en ella –identificación colectiva- el
ego individual, la nación se convierte en el elemento continuador del yo (Macmahan,
Hurka, Lichtenberg, & Nathanson, 2014, págs. 42-45).
Ahora bien, una vez establecido aquello que podría ser visto como un pacto entre el
individuo y la nación, el vínculo se convierte en una relación de doble vía. El colectivo
tiene responsabilidades con la nación y la nación tiene responsabilidades con sus
nacionales luego, no es sorpresa que Agaiév y Oganisián presenten los fenómenos
nacionalistas como fundamentales en la construcción y desarrollo de la nación y que,
reconozcan que el nacionalismo comprende un campo muy amplio de conciencia social
que resulta decisivo en la orientación ideológica y política de toda sociedad (Agáiev &
Oganisián, 1975).
En otra medida, Nicolás López retoma el debate sobre los alcances de la moralidad
nacionalista. Inicia por admitir que a pesar de no ser tarea fácil juzgar y valorar los
nacionalismos, estudiar en qué medida estos favorecen o perjudican que se alcancen
más altos niveles de igualdad o libertad para el mayor número posible de seres
humanos exige una discusión sobre el deber moral de valorar los nacionalismos.
22
Adicionalmente, (Macmahan, Hurka, Lichtenberg, & Nathanson, 2014, pág. 53)
ofrecen un significativo aporte: la existencia de dos tipos de nacionalismo, nacionalismo
extremo y nacionalismo moderado. El primero, responde a una corriente maquiavélica
en la que los medios son justificados y no se percibe evidencia de ninguna índole moral
para con otros, solo es considerada como primordial la supervivencia y beneficio
nacional. Nacionalismo que se ve reflejado en eslóganes como el de “Deutschland Über
Alles4” y “con mí país tenga o no la razón”. El segundo, resalta la importancia de
fomentar el bienestar de la nación y admite que, la moralidad impone límites a la acción
nacional y así, condena los medios extremos que puedan ser utilizados.
Pues bien, es bajo este contexto –la presentación del Realismo Ofensivo de
Mearsheimer, el Realismo Constructivista de J. Barkin y, el concepto de Nacionalismo
y su polémica conceptualización- que se estructura el marco teórico de este trabajo de
investigación. Sus elementos centrales son tomados como herramientas para construir
una relación dialéctica entre las categorías que aquí se estudian y sobre todo, se
aprovechan para brindar solidez a su desarrollo argumentativo.
4. Marco metodológico
Teniendo en cuenta al Realismo Ofensivo y al Realismo Constructivista como el
marco teórico de referencia para el análisis de la presente investigación, se utiliza una
metodología que responde a un enfoque epistemológico pospositivista de herramientas
cualitativas para el análisis de estructuras sociales que, a través de la combinación de
los métodos inductivo y deductivo, permite comprender el fenómeno escogido desde su
descomposición, para así, establecer relaciones que en principio, surjan de la
subjetividad de la interpretación.
Por su parte, el método inductivo se refiere a aquel que usa el razonamiento para
obtener una serie de conclusiones que parten de hechos particulares para llegar a
conclusiones de aplicación general y; el deductivo, inicia con el análisis de los
4 Primera estrofa del Himno Nacional alemán, cuyo significado es (Alemania por encima de todo).
Véase en Nacionalismo: a favor y en contra pág. 153.
23
postulados generales –entiéndanse principios, leyes, teoremas, etc.- para una
aplicación particular (Bernal, 2010, pág. 59).
Así pues, la primera metodología a aplicar se desprende de un marco constructivista
(Process Tracing) que se articula a una segunda metodología (representaciones
históricas) que complementa la anterior; permitiendo aprovechar los elementos
centrales tanto del Realismo Ofensivo -en relación al sistema y la acción ofensiva- como
del Realismo Constructivista -en relación con el estudio de estructuras sociales que
surgen a partir de la construcción de valores, percepciones, significados y discursos-.
En principio, el Process Tracing se presenta como una metodología que une los
mecanismos causales de una situación dada para establecer relaciones causales entre
presunciones hipotéticas que puedan explicar las razones de construcción de
identidades y los efectos que éstas tienen sobre una estructura. Luego, el Process
Tracing, traza un proceso en el que agentes y estructuras son igualmente importantes
(Klotz & Prakash, 2008, pág. 114).
Así mismo, la metodología presentada explica que los mecanismos son capaces de
unir cosas, la condición inicial y un resultado específico; por ejemplo, unir el desarrollo
de una institución (Ministerio de Propaganda Nazi) con el resultado que su socialización
implica (consolidación de un discurso pro partido) (Klotz & Prakash, 2008, pág. 115).
Lo anterior, en tanto entiende los mecanismos como “a set of hypotheses that could be
the explanation for some social phenomenon, the explanation being in terms of
interactions between individuals and other individuals, or between individuals and some
social aggregate” (Hedstroem & Swedberd, 1998 cp. Checkel, 2008, pág.115).
En suma, se refiere al proceso que, centrado en los mecanismos, establece una
cadena causal entre variables independientes y dependientes permitiendo así,
encontrar la variable causal entre ambas. Lo anterior, incluyendo además, un análisis
a nivel micro (agente) y nivel macro (estructura) en el que se estudia el grado en que
una causa primera coincide con la siguiente (Klotz & Prakash, 2008, pág. 116). Lo cual,
en combinación con el marco teórico que se tiene como referencia, podría explicar el
24
proceso de socialización y aprendizaje que responden a la construcción social de
identidades e incluso, a la transformación de la estructura como consecuencia de los
constructos primeros.
De igual forma, el Process Tracing permite recurrir a diversas fuentes cualitativas
para la recolección de datos: el estudio histórico, realización de encuestas o revisión de
documentos y prensa, presentando entonces la posibilidad de atender a distintos
recursos para obtener una información más completa que fortalezca el proceso de
interpretación (Checkel, 2008, pág. 116).
Es por lo ya expuesto que la aplicación del Process Tracing resulta fundamental para
el análisis del trabajo que aquí se presenta, pues pretende seguir la línea causal de las
categorías que se analizan. La aplicación de una estrategia propagandista que justifique
el surgimiento del nacionalsocialismo como discurso de unidad nacional (variable
independiente) y la justificación de la acción ofensiva (guerra) representada en la
expansión territorial del Tercer Reich (variable dependiente). Lo anterior, demostrando
que el fenómeno aquí estudiado requiere de un examen continuo de las variables
intervinientes (Tratado de Versalles, nacionalsocialismo, estrategia de comunicación
política, discurso de reivindicación, justificación de la acción ofensiva –guerra-).
En segundo lugar, se presentan las representaciones históricas como metodología
complementaria, teniendo en cuenta su pertinencia para la comprensión de las
estructuras de conocimiento como identidades sociales que hacen de la realidad algo
conocible. Esta aproximación afirma que los investigadores deben emplear métodos
interpretativos para comprender la forma en que las ideas, la cultura y los discursos
contribuyen a la creación de estructuras de conocimiento durante momentos históricos
específicos, por lo cual, introduce el análisis histórico como herramienta primaria (Dunn,
2008, pág. 78)
En principio, el análisis histórico se refiere al proceso de conocimiento experimental
indirecto, la evocación de hechos reales pero no experimentables. Luego, la
reconstrucción de hechos humanos a partir de la deconstrucción de un fenómeno
25
histórico concreto, en este caso, la Segunda Guerra Mundial, específicamente la
Alemania de Hitler y su construcción nacionalsocialista difundida por la estrategia
propagandista del Tercer Reich, aplicada a la justificación de la acción ofensiva. Lo
anterior, como herramienta fundamental para un primer paso en materia de
investigación: la contextualización.
Se puede decir entonces que el investigar, en términos históricos, significa
interpretar, es imposible hacer historia si el historiador no establece contacto con
las condiciones contextuales de aquello sobre lo que investiga. En este sentido,
sólo se podrá captar el pasado e interpretarlo en la medida en la cual
comprendamos que la historia es un proceso continuo entre el historiador y los
hechos, una suerte de diálogo permanente entre el presente y el pasado
(Valdivieso & Villalobos, 2007, pág. 28).
La representación histórica reconoce que es siempre necesario comenzar por
introducir un significado para que pueda existir un hecho. Esta posición sugiere
entonces, que la verdadera esencia del objeto que se observa es siempre
incognoscible. Por lo tanto, se deben interpretar las representaciones que de ello
surgen. Entonces, se hace referencia a la forma en que el objeto de una pregunta –la
Alemania Nazi en este caso- ha sido representada en el tiempo y el espacio.
Ahora bien, en este punto es importante establecer que las sociedades
discursivamente producen, difunden y consumen diversas representaciones de ese
objeto, construyendo en el proceso, regímenes de verdad. Luego, el análisis de las
representaciones históricas permite revelar cómo las estructuras de conocimiento han
sido producidas (Dunn, 2008, pág. 79)
Es bajo este contexto que se presenta el poder como un sistema que ha sido
construido socialmente, dentro del cual, varios actores articulan y difunden sus
representaciones de verdad. En este sentido y, teniendo en cuenta que en la realidad
algunas representaciones son aceptadas socialmente como verdaderas y otras no, es
importante preguntarse por el cómo esas estructuras se hacen dominantes sobre otras.
26
Elemento de cohesión que resulta indispensable para el estudio del discurso
nacionalsocialista, para la homogenización y adoctrinamiento del pueblo germano. Y
es que, los significados e identidades particulares, son aceptados socialmente no
porque contengan una verdad inherente pero sí, por la fuerza discursiva de la
representación. Quien tiene el poder, establece el discurso (Dunn, 2008, pág. 81). Por
lo tanto, se muestra como objetivo de esta metodología, explorar la relación entre
discurso y poder.
Por otro lado, esta aproximación asume que la gente es dirigida para interpretar de
una manera –y no de otra-, la realidad. Rechaza argumentos en los que los actores son
motivados por intereses inherentes a ellos, explicando que son elementos artificiales
los que indican cómo interpretar las estructuras (estrategia de comunicación política y
estrategia propagandista Nazi) (Dunn, 2008, pág. 82).
Así mismo, reconoce también la orientación que va del pasado al presente para
proyectarse hacia el futuro, presunción que por lo general, al reflexionar constante y
críticamente sobre la realidad, logra asignar significaciones y establecer
reconstrucciones teóricas que, apoyadas por el método inductivo y deductivo,
permitirán la consolidación de reflexiones y argumentos sólidos sobre los hechos
históricos estudiados (Caballero, 2014, págs. 83,84).
5. Capítulo 1. La herencia de Versalles y la consolidación del nacionalismo
alemán: construcción de un escenario de guerra.
Debemos ser crueles. Debemos serlo con una conciencia tranquila. […]
Tenemos el deber de constreñir nuestro pueblo a las grandes acciones, si
queremos que cumpla su misión histórica. […] En efecto, me hace falta primero
formar al pueblo, antes de pensar en resolver los problemas que hoy confrontan
a nuestra nación-(Hitler en Marti, 1940, pág 29).
¿Por qué la guerra? Generalizando, fue producto de un deseo frustrado por alcanzar
la paz después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) que acabó inmerso en un
escenario de inimaginable tensión. La Gran Guerra no se luchó para resolver nada, fue
motivada por una competencia imperialista que buscó probar quién era el más grande,
27
quién podría, enfrentándose a otros, maximizar su poder ¿El resultado?, un espacio
propicio para la competencia en un sistema multipolar de nuevos Estados e identidades
que perseguían el poder y debían competir por su seguridad, dando paso a la acción
ofensiva (Mearsheimer, 2001, págs. 18-20); un escenario alimentado por el complejo
de inferioridad y sentimiento de frustración que acompañaba a los perdedores y la
esperanza que enaltecía a los vencedores.
Fue entonces una clásica guerra de distribución colonial, Francia y Gran Bretaña
victoriosos sumaron a su dominio territorios conquistados; Rusia, con una desastrosa
situación económica y militar, vio caer el régimen zarista dando paso a uno comunista;
Italia por su parte, a pesar de vencedora, muy debilitada económicamente y más tarde
sumergida por el fascismo y; Alemania, condenada por las excesivas condiciones del
Tratado de Versalles y el monopolio colonial de sus enemigos, encontró en la
reivindicación una única salida que parecía sugerir a gritos el inicio de una guerra.
Entonces, el viernes 1 de septiembre de 1939 a las 4:45 horas, las tropas alemanas
cruzan la frontera germano-polaca y suenan los primeros disparos ¿Resultaba nuevo?
No, Alemania ya se había anexado Checoslovaquia y Austria y parecía que nadie iba a
reaccionar. Sin embargo, tras horas de tensión, las potencias dan el gran paso y estalla
la Segunda Guerra (Caranci & Solar, 2009, págs. 13-15, 17).
Indispensable resulta entonces indagar sobre el elemento que permitió a la Alemania
de Versalles transformar su acción defensiva en ofensiva para iniciar el proceso de
reivindicación que tan fuerte resonaba en las palabras del nuevo líder. Equivocado sería
pensar que su éxito respondió exclusivamente a la instauración de un régimen totalitario
que privó a su pueblo de todo tipo de libertades civiles o incluso, atribuir su motor a la
violencia desmedida que con frecuencia sus líderes practicaron. Entonces, ¿cuál fue el
pilar real de la arquitectura nazi que sirvió para la consolidación de la nueva Alemania?
Pues bien, la restauración de la unidad nacional a través de la exaltación nacionalista
fue la base.
28
Por lo tanto, el nacionalsocialismo, el rol del partido Nazi y el liderazgo del Fürher,
entran a cumplir un rol fundamental para la comprensión del nacionalismo alemán y su
importancia en la persecución de los intereses de Estado.
Ante la amargura que dejó la Primera Guerra, la crisis económica, el descontento de
la población y el evidente fracaso de la estrategia del gobierno, el partido Nazi encuentra
en un escenario de necesaria reconstrucción, la oportunidad perfecta para reafirmar la
identidad de una Alemania unificada y así, iniciar la persecución de los nuevos objetivos
del Estado. En este sentido, el nacionalismo alemán, un antisemitismo virulento y el
antibolchevismo son unidos a través de una Teoría Social Darwiniana de lucha que
acentúa el derecho del más fuerte en el conflicto racial, el derecho de naciones
superiores de ganar el espacio vital -Lebensraum- por acciones expansionistas, y el
derecho de individuos superiores de establecer el liderazgo del autoritarismo sobre las
masas como elementos constitutivos de la doctrina nacionalsocialista que, lograrían dar
continuidad a su discurso y alcanzar la legitimidad que se necesitaba (Spielvogel, 2001,
págs. 82-88).
Es importante aclarar que en sus inicios, la doctrina Nazi no disfrutó de gran acogida
en los sectores populares. La política antisemita fue, al menos en principio, una
estrategia que despertó polémica en las afectadas masas trabajadoras alemanas y
oposición al nacionalismo que se pretendía consolidar. Aun así, Jackson Spielvogel
introduce el antisemitismo como tópico fundamental al identificarlo como el núcleo y
motor del nacionalismo alemán donde la protección, desarrollo, consolidación y éxito
de la raza aria actuó como justificador de la lucha emprendida en contra de la población
judía que además, expone el elemento étnico en contraposición a los límites políticos
que Gellner desarrolla como violación al nacionalismo (Spielvogel, 2001, pág. 272).
Lo anterior, resalta su importancia en tanto la construcción del Alemán ario se edifica
en oposición a aquello que determina como su enemigo; el alemán se construye a partir
de lo quiere ser y aumenta el valor nacional por los lazos que genera con aquellos con
quienes comparte una misma historia. Entonces, ante la representación de verdad que
socialmente se construye alrededor del judío, es posible observar cómo el análisis
29
particular del rol que cumple el judío en la consolidación del nacionalismo alemán como
antítesis a este pueblo –judío-, se traduce en una representación histórica que revela
la forma en que las estructuras de conocimiento de la Alemania Nazi empiezan a ser
producidas (Dunn, 2008, pág. 78).
Así pues, se presenta -como un régimen de verdad construido- la filosofía Nazi
basada en la superioridad de los Ario-alemanes. El Ario era un exaltado ser espiritual
“The Arian hero is on this planet, the most complete incarnation of God and of the
Spirit”5. Los judíos, así como otras razas según se dice inferiores, fueron caracterizados
como "los hombres-animal" que un día deben ser eliminados por la selección genética,
la esterilización, deportaciones, trabajo forzado, e incluso, la eliminación directa. La
cual, hará posible el surgimiento del nuevo hombre, el superhéroe ario (Spielvogel,
2001, pág. 24).
Ahora bien, Hanna Arendt (1998) afirma que la identificación del antisemitismo con
el auge del nacionalismo alemán y sus estallidos de xenofobia no representan una
adecuada interpretación del nacionalismo como categoría conceptual. La autora explica
que el antisemitismo moderno creció en la medida en que declinaba el nacionalismo
tradicional y tuvo como punto de auge el momento exacto en que el sistema europeo
de naciones-estados se derrumbaba junto con el principio de equilibrio de poder
orientado a un escenario donde el dilema de seguridad propuesto por Mearsheimer se
hacía evidente.
Arendt presenta el nacionalismo alemán como superior al sentimiento de desprecio
-genuino y nunca suprimido-, que lideró la misión antisemita. Esto como prueba contra
la identificación del antisemitismo como el principio nacionalista. No por nada explica la
autora, la Alemania de Hitler repetía con constancia que su «movimiento», internacional
por su alcance, era más importante para ellos que cualquier Estado-Nación que pudiera
limitarlos a un territorio específico de por vida (Arendt, 1998, págs. 56-60). Luego, el
5 “Quoted in Wilfried Daim, Der Mann, der Hitler die Ideen Gab Munich, 1958, p, 180. en Spievolgel
p, 24.
30
antisemitismo como política, no sería centro suficiente para una justificación
nacionalista.
Así mismo, para Arendt, ni la opresión ni la explotación han sido la causa principal
del resentimiento “la riqueza sin función visible es mucho más intolerable, porque nadie
puede comprender por qué debería tolerarse” (Arendt, 1998, pág. 29). En
consecuencia, el antisemitismo alcanza su punto álgido en el momento en que los
judíos pierden sus funciones públicas, su influencia y se quedan sólo con su riqueza.
Así, cuando Hitler llega al poder y ve los bancos alemanes casi destruidos, destina
la política antisemita hacia la agenda económica y los culpa de su desgracia. Luego,
resulta coherente analizar el grado de importancia que otorga al control de la clase
trabajadora como base de la economía alemana y además un segundo elemento que
se suma al antisemitismo como base de la doctrina nacionalsocialista dada su estrecha
relación: la raza aria.
Por lo anterior, es necesario articular la política antisemita con una base de difusión
ideológica mucho más sólida: el partido.
“We must develop organizations in which an individual’s entire life can take place.
Then every activity and every need of every individual will be regulated by the
collectivity represented by the party. There is no longer any arbitrary will, there
are no longer any free realms in which the individual belong to himself… The time
for personal happiness is over” Hitler, 19336
El Estado Nazi era a su vez, un Estado de partido único, una dictadura basada en el
poder de una persona: Adolf Hitler. El Partido Nacionalsocialista Obrero o partido Nazi
se convirtió en el núcleo promotor y reproductor de los principios base del nacismo y su
discurso, la incondicionalidad de sus líderes significó el emprendimiento de una cruzada
espiritual que salvaría a Alemania y crearía una nueva comunidad nacional que
6 Quoted in Fest, Hitler, p. 418. En Spielvogel, 2001, p. 83.
31
vencería la división generada por el sistema de Weimar. El partido debería asegurar
que el Estado alcanzara los objetivos Nazis (Spielvogel, 2001, págs. 83-85)
Fue bajo este contexto que el Estado Nazi edifica su estructura sobre un ideal
específico, la –Volksgemeinschaft- o comunidad del pueblo. La gran idea del Nazismo
que aseguraba una comunidad nacional obediente a los deseos de sus líderes. Desde
luego, la intención principal de Hitler y del partido Nazi para consolidar la idea de la
comunidad de pueblo y arraigarla a la cultura alemana, buscaba asegurarse de la
unidad nacional persiguiendo la guerra; la posibilidad de pelear como un pueblo unido
y abatir un enemigo común. Lo anterior puesto que el líder del nazismo aseguraba que
el fracaso alemán en la Primera Guerra Mundial, respondía a la falta de unidad en casa,
no al funcionamiento del ejército alemán en el extranjero (Spielvogel, 2001, pág. 117).
En este sentido y, a pesar del empleo de terror que caracterizó el nazismo, pareció
existir un grado de consentimiento significativo para el régimen Nazi al interior de los
sectores sociales del pueblo alemán. Una fuente esencial fue sin duda, la popularidad
de Hitler como el Gran Führer alemán y, no menos importante, a la necesidad que
emanaban algunos sectores por reclamar un liderazgo fuerte, liderazgo que había sido
tradicional en la Alemania imperial, pero inexistente en la era de Weimar.
En consecuencia, el régimen Nazi tuvo vía libre para inducir una “atomización” de la
sociedad alemana. Esta estrategia implicó la reorganización de todas las unidades
sociales. La coordinación de organizaciones públicas y privadas no dejó espacio para
grupos sociales independientes. Ahora, lo anterior en un contexto en que la adquisición
de poder se mostraba como prerrequisito para la implementación del plan maestro del
Führer.
Así pues, Hitler propone tres elementos fundamentales que constituirían el núcleo
de su posición ideológica y fortalecerían la idea de la Volksgemeinschaft: la idea de
lucha, el conflicto racial como motor del desarrollo y el rol del liderazgo. Elementos que,
como explica Barkin en sus postulados del Realismo Constructivista, aseguraban la
32
construcción de actitudes, valores y convicciones –específicos- como producto de la
interacción entre individuo, estructura y sociedad (Barkin J. S., 2011, pág. 168).
En primer lugar, Adolf Hitler percibió la lucha no sólo como la esencia de toda la
naturaleza -postulando un Darwinismo ordinario-, lo hizo también como el principio
central tanto para individuos como para naciones: “the idea of struggle is as old as life
itself, for life is only preserved because other living things perish through struggle […] in
this struggle, the stronger wins, while the weak lose. Struggle is the father of all things”
(Hitler, Mein Kampf, p. 22).
El énfasis de Hitler sobre la “lucha” influyó tanto su política exterior como doméstica,
infundió a la sociedad alemana con terminología militar y valores concretos. La lucha
por la cultura, la lucha por la población, se convirtieron en lemas regulares de vida social
después de 1933. De la misma manera, la batalla y el conflicto permitieron observar e
incluso afirmar, que el resultado lógico de la política exterior de Hitler sería la guerra
(Spielvogel, 2001, págs. 136, 137).
En segundo lugar, el conflicto racial fue señalado como el corazón del desarrollo
humano en la Alemania Nazi. La raza no era simplemente un asunto político que podía
ser usado en favor de las masas, pero sí el elemento fundacional de la ideología de
Hitler. Su ideología racial, contenida en lo que él llamó “el principio básico de sangre”,
en el que cada persona y cada raza contienen el alma de una persona y de la misma
manera el alma de su raza, el –Volk-. Así, Hitler creyó que la raza aria, a la cual todos
los verdaderos alemanes pertenecían, era la raza cuya sangre (alma) representaba el
grado más alto. Por lo cual, la ejecución de acciones violentas (acción ofensiva) era
consideraba como válida; ante el enemigo que busca preservar su integridad a costa
de la mía (dilema de seguridad), no queda más remedio que utilizar mi propia forma
nacionalista en defensa de esa primera amenaza (Macmahan, Hurka, Lichtenberg, &
Nathanson, 2014, pág. 73)
Finalmente, el rol del liderazgo o –Führerprinzip- (principio de liderazgo), fue decisivo
para desarrollar la Volksgemeinschaft y convertir el Estado Alemán en uno cuya
33
comunidad fuese considerada Völkish –Exótica, única-. El liderazgo estaba
directamente relacionado con la comunidad Völkish:
“National Socialism take as the starting point of its view and its decisions
neither the individual nor humanity. It puts consciously into the central point of its
whole thinking the Volk. This Volk is for it a blood-conditioned entity in which it
sees the God-willed building-stone of human society. The individual is transitory,
the Volk is permanent. National Socialism desires to safeguard the Volk.” –
Washington, D.C, 1946, pág 263 en Spielvogel, 2001, p. 141.
Entonces, sería la mejor gente quien conduciría el Volksstaat (Estado racial), y en la
cima de este, estaría la figura del Fürher, el líder supremo que procura incorporar y
actualizar la voluntad del Volk; aceptando la responsabilidad del poder, este hombre
tendría el derecho a comandar.
Es bajo este contexto que se hace necesario retomar elementos centrales de lo ya
expuesto. Un examen inicial ha de retomar la difícil conceptualización de la categoría
de nacionalismo y el debate que existe sobre su moralidad. De igual forma, la
articulación del rol del Partido Nazi, el liderazgo del Fürher, la política antisemita y la
identidad creada por el concepto de “comunidad del pueblo” para la construcción de
normas y valores. Lo anterior, con el fin de alcanzar la base estructural sobre la cual se
construiría la doctrina nacionalsocialista y, posteriormente, con la consolidación de una
Alemania unida y la difusión de un discurso que condenara la humillación heredada de
Versalles, orientar sus esfuerzos para dirigir la guerra y, esta vez, no librar la batalla
con un centro dividido –entiéndase la sociedad alemana-.
6. Capítulo 2. La Estrategia Propagandista del Tercer Reich
El alcance de la propaganda Nazi fue bastante exhaustivo, se incluyeron carteles,
películas, radio y la prensa para servir a fines malignos, se integró a cada individuo en
forma de engranaje a la gran maquina propagandista del Tercer Reich para asegurar a
Alemania el dominio del mundo. Resulta tan compleja la estrategia implementada que
se necesita de un examen detallado para entender e identificar el papel que los medios
34
jugaron en la instigación de tendencias sociales y cognoscitivas en la población
alemana, un análisis que a través de la descripción del juego de manipulaciones
conductuales permita proporcionar un marco de análisis que establezca su relación con
la acción ofensiva del régimen Nazi (Narayanaswami, 2011, pág. 1).
El nacionalismo alemán que condujo a la Alemania de Hitler a la Segunda Guerra
Mundial respondió a una compleja y muy elaborada estrategia de comunicación política
en la que los medios de comunicación fueron la herramienta principal para garantizar
su éxito. María José Canel (2016) se refiere a la comunicación política como el arte de
la ilusión que practica el político que necesita dominar las palabras e imágenes para
moverse con fluidez en el corazón de aquellos que le escuchan (pág 6).
Ante el rápido desarrollo del campo la diversidad de definiciones conceptuales
aumentan su número, sin embargo, la autora logra identificar en la multiplicidad de
definiciones, elementos en común que sugieren la existencia de un consenso. Todas
hacen referencia al carácter comunicativo de la comunicación política y a la adquisición
del carácter político en virtud de los efectos que tiene sobre el sistema político. Así
pues, Canel presenta su definición de comunicación política: “la actividad de
determinadas personas e instituciones (políticos, comunicadores, periodistas y
ciudadanos), en la que como resultado de la interacción, se produce un intercambio de
mensajes con los que se articula la toma de decisiones políticas así como la aplicación
de éstas en la comunidad” (Canel, 2006, pág. 27).
A éste respecto, debe tenerse en cuenta: primero, la comunicación política se orienta
al corto plazo buscando un resultado inmediato y práctico; segundo, la comunicación
política es estratégica, persuasiva e intencionada y busca influir en una audiencia;
tercero es comunicación mediada, es decir los medios de comunicación se convierten
en su filtro principal y; finalmente, se refiere a una comunicación orientada, la cual
diseña sus mensajes para audiencias específicas (Canel, 2006, págs. 28-32).
Por su parte, Noam Chomski explica que los medios de comunicación se encuentran
en total correspondencia con los intereses del Estado en presencia de un régimen
35
totalitario y afirma, además, que los medios de comunicación tienen la tarea de inculcar
a los individuos creencias, valores y códigos de comportamiento que garanticen la
anexión funcional y sumisa del colectivo a las estructuras institucionales de la sociedad.
En suma, son los medios de comunicación puestos al servicio del poder los
responsables de generar comportamientos y opiniones en el colectivo social a partir de
los contenidos simbólicos que en ellos aparecen (Chomski, 2003, pág. 38 y 42).
Es bajo este contexto que resulta fundamental discutir las tendencias cognoscitivas7
como básicas en la manipulación de los contenidos difundidos por los medios de
comunicación bajo el dominio Nazi. Las tendencias cognoscitivas son provocadas por
una variedad de motivos y sus orígenes pueden ser remontados al comportamiento
mental que desarrolla un individuo para enfrentarse a diferentes situaciones y tomar
decisiones rápidas. Sin embargo, también pueden ser manipuladas por estímulos
artificiales que busquen inducir a respuestas específicas en poblaciones concretas.
En este sentido, los principios de la teoría de alienación y persuasión, se convierten
en herramientas básicas para el manejo de la psicología de masas que se propone
controlar el Ministerio. Por su parte, la persuasión se refiere al poder de convencimiento
que posee quién controla los medios que difunden la información (Cialdini, 1984, pág.
294) y, la alienación por otro lado, presenta la ideología como una estructura material
en la que la conciencia y esencia humana son objetivizadas y se convierten en un –
otro- que es ideológicamente definido. Es decir, se extrae la conciencia humana y se
convierte en una conciencia ficticia que responde a una ideología específica (Muñoz,
2005, pág. 111).
Si bien existen diferentes tendencias cognoscitivas, para el desarrollo de este
capítulo nos concentraremos en tres: a) Tendencias sociales: responden, en primer
lugar al principio de persuasión de prueba social, en ella, el individuo permite que el
ejemplo de otros convalide su pensamiento y forma de accionar y, en segundo, al
7 Entendidas como aquellos casos en los que se presenta una desviación del juicio de un individuo
a causa de un estímulo externo (Narayanaswami, 2011).
36
principio de gusto, en el que las personas responden por gusto a los lazos basados en
intereses semejantes, b) Tendencias de memoria: se refiere al principio de la teoría de
persuasión de consistencia, en el cual las personas honrar sus compromisos públicos;
c) Tendencias a la toma de decisiones: relacionadas con el principio de autoridad de la
teoría de persuasión, en el cual, los individuos se pliegan ante aspectos creíbles y
actúa, también, bajo el principio de reciprocidad (Narayanaswami, 2011, págs. 1-3).
Ahora bien, mientras hay varios casos que destacan la importancia de la
propaganda, ninguno es más pertinente que la fundación del Ministerio de Aclaración
Pública y Propaganda del Tercer Reich, RMVP, por sus iniciales en alemán. Fue bajo
la dirección de éste, que el partido Nazi encontró la forma más eficaz de traducir sus
nociones ideológicas a la sociedad alemana bajo una lógica narrativa concreta. Luego,
considerando el clima político y económico que se vivía en Alemania entonces,
combinada con la humillación y la injusticia del Tratado de Versalles, la población
alemana se muestra como susceptible a la manipulación (United States Holocaust
Memorial Museum, Sf).
Por lo anterior, el RMVP inició la aplicación de una estrategia propagandista que
tuviera en el centro de los contenidos difundidos, temáticas relacionadas con la
humillación de Alemania y la injusticia del Tratado de Versalles, la debilidad de la era
de Weimar, el mal de pueblo judío, del bolchevismo y del Capitalismo. Lo anterior, con
énfasis particular en la exaltación del Führer (Hitler como una figura mesiánica para ser
seguida), la definición del enemigo justificando la acción ofensiva y, la reunión de las
masas (para guerra y eugenesia). Todo con la intención de apelar a lo más profundo
del subconsciente humano y a la emocionalidad para moldear el comportamiento de las
masas (Narayanaswami, 2011, págs. 2,3).
“…Lo que decís al pueblo, cuando forma una masa, en cuanto se encuentra en
un estado receptivo de devoción fanática, esto se imprime y queda cual
sugestión hipnótica; es una impregnación indeleble que resiste a cualquier
argumento razonable” (Marti, 1940, pág. 185).
37
Así pues, la propaganda política se muestra capaz de determinar la conducta de
todos los ciudadanos y al mismo tiempo, capaz de definir el destino de las más grandes
naciones. Noam Chomski la define como el conjunto de técnicas de uso exclusivo de
las élites para construir el consenso y la hegemonía sobre la población a través del
control del pensamiento colectivo de los sectores populares, lo anterior sin que sea
necesario recurrir a la violencia (Chomski, 2003, págs. 108,109).
En este sentido, F. C Bartlett profesor en la Universidad de Cambridge, define
propaganda política como el intento de influir en la opinión y la conducta en tal forma
que las personas que adopten las opiniones y conductas indicadas, lo hagan sin realizar
en sí mismas búsqueda de razones. Según el autor, la propaganda política es
desarrollada en el seno del Estado para sus propios habitantes y se convierte, en el
caso de regímenes autoritarios como el de la Alemania Nazi, en un arma para el uso
exclusivo del partido dominante. En consecuencia, la propaganda política utilizada por
el partido único debe dirigir grandes colectivos e intentar llevarlos a la uniformidad de
acciones y de opinión por lo cual, requiere del desarrollo de estrategias innovadoras
que le permitan hacerlo (Bartlett, 1941, págs. 12-15)
Por su parte, el nacionalsocialismo no encontró un campo vacío sobre el cual edificar
su visión del mundo, tuvo que encauzar las múltiples corrientes que ya estaban
presentes, en una única dirección. Como ya se mencionó, para Hitler no bastaba con
eliminar a sus oponentes políticos, era necesario también garantizar la adhesión de
todo el pueblo germano. Para tal fin, no podía existir un campo social que estuviese
fuera de control nazi, entonces, su estrategia inició por el dominio absoluto de todos los
medios de comunicación. Entonces, la fuerza sugestiva del principio nacionalista se
forjo gracias a capacidad de su discurso para convertir su credo en una teoría de
salvación pseudo-religiosa (Huici, 2004, págs. 152-154).
Entonces, ante la intención de concentrar todas las actividades relacionadas con la
opinión pública bajo un único mando para determinar los nuevos códigos de conducta
–controlando así qué debía ver, leer y oír el pueblo alemán-, inicia en Alemania la
38
construcción de nuevos regímenes de verdad y líneas discursivas que se imponen
sobre las demás (Dunn, 2008, pág. 81).
a) Propaganda y encuentros masivos.
En Mein Kampf, Hitler elaboró sus propios principios básicos para una propaganda
eficaz, el líder del nazismo explica que la propaganda debe ser dirigida no a los
intelectuales de sociedad, pero sí a las masas, en tanto su limitada inteligencia permite
que a través de la constante repetición de puntos básicos, inicie un proceso de
apropiación y aprendizaje (Hitler, 1929, pág.184).
De igual manera, Hitler percibió la importancia psicológica de los encuentros
masivos en la creación del apoyo a su movimiento con relación a las fuertes emociones
que lograban despertar en sus asistentes y observadores. Ofrecían el sentido de -
comunidad- que les permitía satisfacer la necesidad de pertenecer a un grupo más
grande –identificación nacionalista-, y posteriormente, gracias a la identificación y
consolidación identitaria, ofrecer una vida mejor y más homogénea. Entonces, el
individuo, que en principio, se hace partidario de un movimiento joven, se siente solo y
fácilmente sucumbe al miedo de estarlo, encuentra en la reunión de masas, el cuadro
de una comunidad más grande y un efecto alentador.
Así, las reuniones masivas fueron empleadas para integrar la nación alemana y
movilizarla como instrumento del partido y su líder. Hitler, comprendiendo su
importancia, logró construir un ritual alrededor de cada encuentro para alcanzar
muchedumbres cada vez más grandes, haciendo de ellos un magnífico espectáculo.
Así pues, desfiles, procesiones, dedicaciones, y hogueras se hicieron partes de
festivales de cosecha, días conmemorativos y visitas oficiales del Estado. Una vez más,
las creadas como magníficas escenas fueron dirigidas a los corazones de las masas
con una calidad hipnótica que puede ser vista, aún hoy, en las películas documentales
de su historia. En este contexto, fueron las Reuniones de Nuremberg. –Parteitage-,
fuente de empleo y aplicación de todos los medios de comunicación de Alemania para
hacer propaganda a la nación y el mundo (Spielvogel, 2001, págs. 142-147)
39
Es así como Detrick Sinngton y Arthur Weidenfeld presentan el experimento de
Goebbels8 como la estrategia perfecta para la manipulación de contenidos y generación
de comportamientos a partir del manejo adecuado de la estrategia propagandista.
Presenta así, una de las estrategias dirigidas por Goebbels para acompañar la aparición
pública del partido Nazi en las reuniones de Nuremberg con actores que, lograran
evocar entre las masas, sentimientos de identificación y pertenencia hacia el partido y
el movimiento en general, apelando al sentimiento nacionalista edificado por el partido
y la doctrina nacionalsocialista en oposición a otros nacionalismos de la época y,
además, a los grupos señalados como enemigos, judíos, bolcheviques, capitalistas
(Sinngton & Weidenfeld, 1943).
b) La prensa.
“it is not enough to reconcile people more or less to our regime, to move them towards
a position of neutrality towards us, we would rather work on people until they are
addicted to us”(Goebbels en Spielvogel, 2001, pág 154).
El éxito del Ministerio de Propaganda se hizo evidente en Septiembre de 1933
cuando Goebbels fue puesto a cargo de la Nueva Cámara de Cultura del Reich. Dicha
cámara consistía de siete divisiones: música, teatro, literatura, radio, prensa, artes
visuales, cine y difusión. La división de prensa presentaba algunos problemas para el
régimen relacionados con la dificultad existente para garantizar su control. Lo anterior
en tanto existía alrededor de 5000 periódicos pertenecientes a diferentes partidos,
periodistas y organizaciones religiosas. En consecuencia, los nazis implementaron
estrategias distintas para garantizar su control.
Para 1933 sólo la prensa de izquierda (redactada por sectores socialdemócratas y
comunistas) podía ser eliminada gracias a lo establecido en la Ley Especial decretada
tras el incendio del edificio Reichstag. El decreto estipulaba la abolición de la libertad
de prensa como derecho constitucional bajo el argumento de la defensa contra las
enemigas fuerzas comunistas. Por lo tanto, el 4 de octubre del mismo año, se lanza la
8 Joseph Goebbels responsable del Ministerio de Educación Popular y propaganda del régimen nazi.
40
Ley del Redactor Jefe –Schriftleitergesetz-; la cual denegaba el derecho a la libertad de
expresión individual frente al Estado y vinculaba a periodistas y redactores directamente
a la autoridad estatal, según la cual, para mantener el ejercicio de su profesión debían
cumplir con años de formación nacionalsocialista y evidenciar su pertenencia a la raza
aria (Huici, 2004, pág. 157).
Lo anterior acompañado de otras estrategias implementadas por la Cámara de
Cultura: en principio, se produjo una reorganización de la Asociación Alemana de
Prensa. En segundo, se optó por reestructurar los periódicos alemanes de manera
definitiva. De los 4700 diarios que existían en el año de 1932, solo 1000 quedaron. Seis
años después se mantenían bajo estricto control del régimen. Así mismo, el partido
tenía su propio periódico, el – Völkisher Beobachter- (El Observador Popular), el cual
se convertiría en el primer diario nacional en emitir un millón de copias diarias para su
circulación. Finalmente, los Nazis buscaron controlar la prensa escrita mediante la
directa supervisión de sus contenidos. Todos los periódicos recibían la información
referente a la acción internacional de la Agencia de Prensa alemana, que estaba
controlada por el Ministerio de Propaganda. A su vez, el ministerio supervisaba qué
dependencias podrían asistir a las conferencias del gobierno, especificando el
periodista que tendría acceso y los detalles que serían impresos. Incluso, para noticias
importantes, el régimen enviaba artículos completos para que fueran impresos en los
diferentes periódicos asegurando así, que los contenidos difundieran los principios del
partido y limitaran el acceso a la información (Spielvogel, 2001, págs. 154-156).
c) La radio
Tan solo dos meses después de la creación del Ministerio de Propaganda, inicia en
Alemania la producción masiva de la –Volksempfänger- o radio del pueblo. Un aparato
radiofónico de fácil acceso que se consolidó como uno de los principales medios
propagandísticos del régimen. Pocos años después del inicio de su producción, el 70%
de las casas germanas tenían en su poder al menos uno de estos aparatos radiofónicos.
Para aumentar la efectividad de la estrategia, el Ministerio había designado la
sustitución de los antiguos profesionales de la radio por miembros del partido nazi
41
permitiendo así, asegurar la difusión de la ideología nacionalsocialista a todos los
rincones en tiempo real (Huici, 2004, pág. 158).
Así pues, el contenido de las emisiones radiales se intercalaba con emisiones cuyos
contenidos eran exclusivamente políticos, en locales públicos y empresas era
obligatoria la audición de los discursos de Hitler; discursos que el Führer grababa
previamente para que Goebbels manipulara las cintas de audio ajustando los altos, el
timbre y los cortes para obtener efectos que provocaran la histeria de las masas. Luego,
la –Volksempfänger- y la radio en la general logró convertir el discurso político (emitido
en directo y a través de transmisiones radiofónicas) en la herramienta propagandística
más importante del Tercer Reich (Huici, 2004, pág. 159)
d) El cine. El cine fue para el Tercer Reich el medio artístico idóneo para plasmar la ideología
nacionalsocialista. Si bien su llegada fue tardía en relación a los otros medios, gracias
a la novedad que caracterizaba su tecnología, recibió la atención de Goebbels y fue de
gran impacto entre las masas. La Cámara Cinematográfica –Reichsfilmkammer- agrupó
todas las industrias del sector bajo un único mando y estableció como obligatoria la
afiliación de todos los profesionales arios del cine, con ella llegó la ley del 14 de Julio
de 1933 que reglamentaba la producción, difusión y censura de todas las producciones
cinematográficas.
Goebbels reconocía en el cine el poder de conmover a las masas y alcanzar
objetivos que otros medios no lograban con tanta facilidad. Simplificar ideas y
situaciones difíciles que, expresadas por medio de secuencias de imágenes, llegaran
directamente al subconsciente de quien le observara. Además, se mostraba como una
herramienta flexible que pudo adaptarse a cada una de las necesidades del régimen
sin importar la audiencia a la que fuera destinada, las masas populares, las filas del
ejército, los enemigos o la comunidad internacional en general (Huici, 2004, págs. 159,
161)
Lo anterior se evidencia en el intento de los líderes del nazismo por crear en
Alemania una industria capaz de producir dibujos animados. La admiración del Führer
42
a Walt Diseny, terminó en una millonaria inversión de marcos alemanes para utilizarlos
como propaganda antisemita que empezó a funcionar en 1941. Estrategia que
pretendía difundir un mensaje que pudiera ser entendido por cualquier persona sin
importar qué tan bajo fuese su coeficiente intelectual (Huici, 2004, pág. 167)
e) Cartelería.
El dominio y control de las masas es imprescindible para el soporte y mantenimiento
de cualquier Estado. El régimen del Tercer Reich fue consciente, desde muy temprana
hora, -ante la humillación y frustración que invadía su pueblo tras la derrota de la
Primera Guerra y la injusticia de Versalles-, de la necesidad de crear en el imaginario
colectivo un enemigo común que le sirviese como elemento cohesionador de la
sociedad y foco de todos los posibles descontentos. Este no fue otro que el señalado
colectivo judeo-comunista. Con ese fin se desplegaron por toda Alemania durante los
años 30 diversas exposiciones de propaganda negativa de carácter anticomunista y
antisemita que distinguía el bien del mal según lo dictado por el nazismo (Moreno &
López, 2014, pág. 172)
Pues bien, para el momento en que estalló la Segunda Guerra Mundial, los
alemanes llevaban ya seis años aplicando su estrategia propagandista; una propuesta
de comunicación política que condenaba la humillación que representaba el Tratado de
Versalles y señalaba a judíos y bolcheviques como los culpables de las dificultades que
enfrentaba el verdadero pueblo germano. El tercer Reich articuló la doctrina
nacionalsocialista para alcanzar la homogenización de su pueblo con la estrategia
propagandista liderada por Joseph Goebbels, encargado del Ministerio de Propaganda
del Reich, los medios de comunicación fueron puestos al servicio del poder y a través
de la manipulación de contenidos se permitieron jugar con la psicología de masas para
reunificar la sociedad alemana en la lucha contra un enemigo común. Así, pudo verse
en cada aspecto de la estrategia propagandista una serie de elementos que
determinarían tendencias conductuales del pueblo alemán que demostraron el dominio
43
absoluto del gobierno Nazi y moldearon las circunstancias de acuerdo a los intereses
del Estado Alemán9.
Capítulo 3. Propaganda de guerra y la consolidación del Werhmacht.
En un sistema internacional de estructura principalmente anárquica, las
capacidades e intereses de las grandes potencias en relación con la inequidad en
su distribución, motivan a los Estados –potencias- a preocuparse por el equilibrio de
poder (Mearsheimer, 2001, págs. 18-20).
Desde el inicio, Alemania había determinado que derrocaría el orden establecido
por Versalles. La Alemania de Weimar, a diferencia de la Alemania Nazi, constituía
un poder revisionista de objetivos limitados que tenía como prioridad liberar a
Alemania de “los grilletes de Versalles”. Bajo este gobierno se prometió que
Alemania no haría uso de la fuerza para redibujar las fronteras, lo que sí haría, sería
revisar las injustas e insostenibles condiciones impuestas en Versalles. Lo anterior,
en tanto se creía que el no uso de la fuerza constituiría una prueba de buena
conducta que podría alivianar, al menos gradualmente, el miedo de Francia y así,
abrir paso a la posibilidad de alcanzar futuras concesiones. Sin embargo, todo
cambia cuando Adolf Hitler llega al poder y transforma Alemania en una potencia
revisionista de objetivos ilimitados que se orienta a la acción ofensiva como última
medida para dar fin a la inestabilidad; evidencia de lo anterior, su intento por
conquistar el mundo o al menos, una parte de él (Schweller, 1998, pág. 28).
Por lo anterior, es importante retomar las cinco presunciones expuestas por el
Realismo Ofensivo como incentivos para la acción ofensiva: un sistema
Internacional anárquico; Estados con capacidades militares ofensivas; la inexistente
certeza sobre las intenciones de otras potencias; la supervivencia como objetivo
último y; muy importante, los Estados como actores racionales conscientes de su
entorno y sus riesgos. Lo anterior, para poder señalar el plan diseñado por Hitler
9 Ver Anexo I.
44
cuyo objetivo no radica en realzar la seguridad de Alemania pero sí, en aumentar
su poder (Mearsheimer, 2001, págs. 30-32).
Por lo tanto, sería posible pensar, al menos en principio, que Hitler desafió la
lógica neorrealista (Waltz) al disminuir la seguridad de Alemania tomando riesgos
tan altos, en nombre de la reivindicación de su pueblo a través de la expansión para
el control de Europa y posteriormente, del mundo. Lo anterior en concordancia a la
hegemonía regional como objetivo central de la agenda política alemana en tanto
ésta –la hegemonía- corresponde al mejor resultado que una potencia puede
esperar para establecer su dominio (Mearsheimer, 2001, pág. 41). No obstante, es
aquí donde el análisis puede evidenciar que la acción ofensiva, incentivada por las
cinco presunciones ya expuestas, requiere de gran disposición para que el Estado
pague altos precios y tome riesgos que le permitan, una vez el poder sea
aumentado, asegurar su seguridad.
Alemania quería entonces la guerra, la preparó adecuadamente y sus
ciudadanos siguieron el paso de las filas de su ejército con indiscutible obediencia.
Fue con la denuncia de las sanciones de Versalles y el inicio del Wehrmacht “un
ejército sin restricciones”, que Hitler desarrolla una nueva doctrina militar de gran
acogida entre combatientes y civiles. Así, llega la Blitzkrieg o “guerra relámpago a
dirigir la nueva estrategia militar del régimen Nazi como una forma de guerra rápida
y rotunda (Caranci & Solar, 2009, pág. 18).
Entonces, para 1939, Alemania había probado ser una nación fuerte, la
articulación del nacionalsocialismo a cada aspecto de la vida social del pueblo
germano, demostraba la exitosa construcción de sus instituciones políticas en
concordancia a las producciones discursivas que legitimaban su poder. Lo anterior,
visto a la luz de uno de los postulados de realismo constructivista, el cual logra
presentar la realidad como producto de la interacción entre sujeto y sociedad para
la formación de categorías de pensamiento racional (Barkin J. S., 2011, pág. 69).
45
Adicionalmente, había adquirido ya algunos de los territorios que deseaba en
Centroeuropa y se enfrentaba a la inminente decisión de avanzar hacia la guerra
para su expansión hacia el Este. No podía esperar a que Londres y Paris decidieran
declarar la guerra y mucho menos retrasar sus planes de avanzar hacia la URSS.
Tampoco podía confiar en que las demás potencias esperarían, porque como
explica el tercer postulado del realismo ofensivo, no había forma alguna de saber
las intenciones de sus oponentes (Mearsheimer, 2001, pág. 31).
En consecuencia, Hitler hizo públicas sus intenciones, obtener la revancha
contra el tratado de Versalles, adquirir control sobre Europa central, controlar su –
Lebensraum- (espacio vital) y destruir al pueblo judeo-comunista señalado de
inferior e inhumano. Por lo cual, la necesidad evidente de iniciar una guerra que
fuese amoral, de exterminio, de colonización, debía ser difundida y apropiada por la
mente del pueblo germano (Caranci & Solar, 2009, pág. 18).
Por su parte, la población alemana no recibió con agrado la declaración de
guerra. En Alemania, como en toda Europa, permanecían presentes los horrores de
la Primera Guerra. Lo anterior como evidencia de la fusión de la lógica social del
momento con la reflexividad del contexto histórico que Barkin defiende (p.14). Sin
embargo, la confianza ciega del pueblo alemán en sus gobernantes alimentada por
el sentimiento nacionalista que difundía con éxito la ideología Nazi y repetían con
fluidez y persistencia los medios de comunicación bajo la dirección del Ministerio de
Propaganda, prepararon el terreno idóneo para la siembra de un sentimiento de
invencibilidad con respecto a la guerra. Esta vez, dirigido no solo a las masas
populares, también a las filas del ejército.
El Wehrmacht destacó por la calidad y tenacidad de sus combatientes. Sin
embargo, la legitimidad de su causa y el apoyo que despertó la euforia de las masas
no respondió, de manera exclusiva, a la estructuración de sus filas. Así pues, es
importante cuestionar si existe o no, una relación entre la aplicación de la estrategia
propagandista y la justificación de la guerra. Para este propósito, la técnica de
Process Tracing, resulta de gran utilidad en tanto nos permite analizar la estrategia
46
propagandista como variable independiente y el proceso de legitimación de la
guerra como la dependiente.
En un inicio, con el bombardeo propagandístico al que venía siendo sometido el
pueblo germano, la tarea del Ministerio de Propaganda parecía mantenerse sencilla:
era necesario engañar al pueblo acerca de la necesidad ineludible del conflicto
armado que iba a iniciar. Luego, tendría que manipular la verdad sobre el desarrollo
del conflicto para mantener en las masas la sensación de reivindicación y victoria y
en las filas del Wehrmacht, los sentimientos de superioridad e invencibilidad (Huici,
2004, pág. 152).
Así pues, ante la difícil tarea y la complicada relación que la oficina de Goebbels
mantenía con los altos mandos del Wehrmacht (causada por la obligación que el
primero tenía de compartir la información que se manejaba sobre la guerra en
territorio germano y en los frentes), se le ocurre a Joseph Goebbels enviar unidades
especiales –Compañías de propaganda, Propaganda Kompanien- a los frentes de
batalla conformados por periodistas profesionales bajo su mando. Esto, con la
intención de evitar que reporteros incontrolados pudiesen evitar los filtros de control
y afectar la información que sí debía ser difundida (Huici, 2004, págs. 162-165). En
ese sentido, se buscaba priorizar, tal y como lo explica la metodología de
representaciones históricas, la construcción de representaciones de verdad que
construyeran, posteriormente, regímenes de verdad que respondieran a la
cosmovisión nazi (Dunn, 2008, págs. 78,79)
Posteriormente, con la redacción del “Acuerdo Sobre la Ejecución de la
Propaganda en Tiempo de Guerra”; en el cual podía leerse un postulado central
para el estudio de la problemática aquí abordada: -se reconoce que la guerra de
propaganda iguala en rango a la guerra de las armas- (Huici, 2004, pág. 163).
En consecuencia, el trabajo del Ministerio Propaganda fue articulado con los
mandos militares sobre el manejo y control de las compañías de propaganda en
cada línea de batalla. La crisis de los Sudetes y la invasión de Checoslovaquia
47
fueron momentos pioneros para la prueba de esta nueva herramienta. Fue tal la
efectividad de las compañías que en 1939, ante el escalamiento de las hostilidades
a nivel internacional, se pusieron en marcha siete nuevas unidades propagandistas
conformadas ya no solo por periodistas, también por poetas, caricaturistas,
directores de teatro e incluso profesores de historia (p. 162, 164).
En este sentido, el RMVP se constituía como otra rama de las fuerzas armadas
para servir a objetivos militares concentrando sus esfuerzos en la difusión de
contenidos que sirvieran a las necesidades de la guerra. Por lo tanto, una vez la
guerra fue declarada, la propaganda de guerra tenía como función neutralizar las
opiniones negativas que sostenía la población en casa –territorio alemán-. Así,
Goebbels hizo uso considerable de noticiarios y documentales de guerra; no se
pretendía solamente ilustrar la superioridad militar de Alemania y la inutilidad de
resistencia, se buscaba también reforzar un sentimiento de seguridad a esa parte
de la audiencia alemana que de mostraba poco dispuesta a secundar las acciones
bélicas (Welch, 2007, pág. 135).
Ahora bien, para responder a la cuestión central de este capítulo -¿Existe una
relación entre la estrategia propagandista y la legitimación de la guerra?, se
presentan a continuación dos tablas de análisis que integran elementos
presentados en el Capítulo 2 y, su articulación a la consolidación del Wehrmacht.
La Tabla 1 reúne como categorías los componentes de la estrategia de
propaganda del Tercer Reich y los contenidos difundidos en ella. Pretende
evidenciar la influencia que tuvo la propaganda en la consolidación del nacionalismo
alemán para asegurar la socialización y aprendizaje de la doctrina nacionalsocialista
a través de la asignación de los principios de persuasión que permiten observar la
influencia que tienen sobre la audiencia y los cambios conductuales que generan.
Esto como primer paso para la constitución de los principios fundadores de la
filosofía alemana que, difundidos por la estrategia de propaganda, podrían legitimar
el discurso y construir regímenes de verdad que hicieran ver la acción ofensiva
como necesaria y legítima.
48
Tabla 1. Estrategia de propaganda del Tercer Reich.
La tabla No. 2, presenta también las categorías de la propaganda Nazi, pero las
relaciona con nuevos ejes temáticos en tanto la propaganda es ahora dirigida, no
solo al sector popular para fortalecer la unidad nacional, sino también a otros
sectores –Ejército, potencias enemigas-.
Tabla 2. Contenidos de la propaganda política Nazi Ejército y población civil.
Fuente: Elaboración propia.
49
7. Conclusiones:
El fin de la Primera Guerra sumergió a Europa en un mar de indescifrables
tensiones, el sistema multipolar que se vivía en medio de la anarquía dejaba a las
potencias una preocupación común: el balance de poder. Bien explica el realismo
ofensivo que, un sistema anárquico en el que coexistan Estados racionales cuyas
capacidades militares sirvan para la acción ofensiva y tengan, como consecuencia de
lo anterior, la supervivencia como objetivo, conducirá a un dilema de seguridad en el
que la posibilidad de conflicto se muestre como constante (Mearsheimer, 2001, págs.
30-32).
Así pues, no es sorpresa que las condiciones económicas, políticas y sociales del
periodo entre guerras llevaran a las potencias, vencedoras y vencidas, a reanudar las
hostilidades para tomar la revancha. Ahora bien, en un sistema de potencias que se
enfrentan en la lucha por el poder, es importante retomar la distinción existente entre
nacionalismo moderado y nacionalismo extremo para poder comprender la
Fuente: Elaboración propia.
50
particularidad del nacionalismo alemán de la Segunda Guerra y su relación con el valor
moral. En principio se entiende al primero como aquel que es capaz de imponer límites
a la acción nacional y, al segundo, como aquel que se desprende de una línea
argumentativa de carácter maquiavélica y reafirma la importancia de lo amoral en la
consecución de todo lo que beneficie al Estado (Macmahan, Hurka, Lichtenberg, &
Nathanson, 2014, pág. 60).
En este sentido, el nacionalismo alemán se presenta como un nacionalismo
extremo, en el cual, la necesidad de convertir una identidad expansiva o étnica en una
cívica, no constituye a un objetivo primordial. McMahan responde que la moralidad es
un producto comunal que se encuentra limitado a la comunidad en la que ha
evolucionado. Por tanto, una Alemania devastada por la guerra, oprimida y explotada
por Versalles encuentra en el sentimiento revanchista la energía necesaria para
reconstruirse como nación y es, en ésta construcción que identifica moral todo aquello
que le permita recuperar lo que le fue arrebatado de manera desmedida e injusta. Lo
anterior porque como explica McMahan, la propia moralidad no ha de respaldar el
nacionalismo de otros.
Por lo cual, el postulado del realismo constructivista que indica que, las instituciones
políticas como constructos sociales –principio constructivista- pueden dialogar con el
poder como rasgo característico de la política internacional –principio realista- nos
permite observar en la constitución del nacionalismo alemán, la articulación de líneas
discursivas que a partir de la identificación del otro como antítesis del hombre ario –
analizado desde las representaciones históricas-, tienen como resultado la exitosa
producción de un sistema de normas y valores que forma categorías de pensamiento
racional. Lo anterior en tanto los principios de la Doctrina Nacionalsocialista se
transforman en la base de la cotidianidad del pueblo germano gracias a la fuerza
discursiva con que fueron difundidos. Así pues, la comunidad del pueblo representa la
gran idea del nazismo que logra llevar a Alemania a enfrentar su enemigo común como
una verdadera unidad política (Barkin J. S., 2011, pág. 169).
51
Ahora bien, es importante decir que la aclaración conceptual de algunos elementos
–nacionalismo, comunicación política, propaganda de guerra- resultó fundamental para
la asociación teórico-conceptual que se propone este documento. La aplicación de la
metodología –Process Tracing-, exige la adecuada descripción de los mismos con el
objetivo de lograr conectar la cadena de mecanismos causales que expliquen, a partir
de la interpretación, el fenómeno aquí analizado.
Dicho esto, se presenta como variable independiente el discurso nacionalsocialista
difundido por la estrategia propagandista para consolidar la unidad nacional y la
justificación de la acción ofensiva (guerra) representada en la expansión territorial del
Tercer Reich como variable dependiente.
Las tablas 1. y 2. Presentadas en el Tercer capítulo son entonces la aplicación de la
línea de mecanismos causales que establece el Process Tracing que llevó a la
construcción del nacionalismo alemán a soportar su consolidación en la estrategia
propagandista del Tercer Reich. La cual, aplicada a las necesidades de la guerra,
reorientó sus contenidos para servir a los intereses del partido y apoyar el proceso de
justificación de la guerra.
Entonces, a la luz de la metodología del análisis histórico de la Gran Guerra, se
evidencia el diálogo entre elementos estructurales (sistema multipolar, anarquía, dilema
de seguridad, acción ofensiva para obtener poder) y factores domésticos (nacionalismo,
propaganda como política pública, comunidad del pueblo) en la construcción de la
representación histórica de la Segunda Guerra Mundial. La cual, evidencia la
dominación de determinadas estructuras de verdad construidas socialmente por los
protagonistas de la historia, en respuesta a la efectividad discursiva de sus formas de
difusión. Una co-construcción de agente y estructura que revela una línea causal que
responde al interpretivismo y presenta la articulación de dos categorías esenciales: el
discurso nacionalsocialista difundido por la estrategia propagandista y la justificación
de la acción ofensiva.
52
En suma, el discurso revanchista que alimentó el nacionalismo alemán alimentado
por una importante estrategia propagandista, logró influir en los sectores de la sociedad
alemana y de la estructura político social europea para justificar la acción ofensiva y
emprender la lucha por la gran reivindicación alemana.
8. Bibliografía
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56
ANEXO I
Categorías sobre las cuales se alinean los principios propagandísticos de la época en
el cartelismo:
o Hitler: el superhombre
Fuente: Library of Congress, 1931. Prints and photograph division.
o Definiendo al enemigo: antisemitismo y antibolchevismo
Fuente: Library of Congress. Prints and photograph division. 1938 Bolschewismus ohne Maske
o Euforia de las masas
57
Fuente: Library of Congress.
o Crecimiento del Reich
Fuente: Library of Congress, Prints and photograph division. Gibt mir vier Jahre Zeit 1937
58