Víctor Manuel Marín GonzálezIlustrador

GOBIERNO DEL ESTADO DE VERACRUZ DE IGNACIO DE LA LLAVE

Cuitláhuac García JiménezGobernador del Estado

Eric Cisneros BurgosSecretario de Gobierno

Israel Hernández RoldánDirector General de la Editora de Gobierno

Noveno Concurso de Cuento Infantil 2019Categoría amateurPrimer lugarTítulo de la obra: Titiate, el artistaAutora: María Arely López JuárezIlustraciones: Víctor Manuel Marín González

Primera edición: 2020ISBN: 978-607-8489-67-1© Derechos reservadosEditora de Gobierno del Estado de VeracruzKm 16.5 de la carretera federal Xalapa-VeracruzC.P. 91639, Emiliano Zapata, Veracruz, México

Impreso y hecho en México

Ti�ate, el artistaMaría Arely López Juárez

Ilustrador: Víctor Manuel Marín González

Hace cientos, miles de años atrás, nosotros los humanos no vivíamos como lo hacemos ahora; muchas cosas han cambiado con el tiempo, como el lugar donde vivimos y la comida con la que nos alimentamos.

Por ejemplo, hoy tenemos una casita y una camita suave para dormir. Y si nos da hambre, podemos abrir el refrigerador, sacar un pedazo de jamón o una pierna de pollo y comer, pero no siempre fue así.

Los hombres de la antigüedad vivían en cuevas, y ahí dentro se protegían de la lluvia y los feroces animales. Si les daba sueño, dormían sobre duras rocas; y si tenían hambre, eran los hombres más fuertes y más valientes de la tribu, quienes salían a cazar enormes y feroces mamuts.

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H ace cientos, miles de años atrás, nosotros los humanos no vivíamos como lo hacemos ahora; muchas cosas han cambiado con el tiempo, como el lugar donde vivimos y la comida con la que nos alimentamos.

Por ejemplo, hoy tenemos una casita y una camita suave para dormir. Y si nos da hambre, podemos abrir el refrigerador, sacar un pedazo de jamón o una pierna de pollo y comer, pero no siempre fue así.

Los hombres de la antigüedad vivían en cuevas, y ahí dentro se protegían de la lluvia y los feroces animales. Si les daba sueño, dormían sobre duras rocas; y si tenían hambre, eran los hombres más fuertes y más valientes de la tribu, quienes salían a cazar enormes y feroces mamuts.

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En una de esas cuevas y en una de esas tribus de valientes cazadores, vivía el personaje de nuestra historia, su nombre era Titiate.

Desde muy pequeño tuvo problemas, sobre todo con sus padres, pues aunque físicamente se parecía a todos los hombres primitivos, su comportamiento era muy diferente al de los demás.

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Titiate era muy curioso y tenía una gran imaginación. A veces se pasaba horas observando el vuelo de las aves; las veía con tal detenimiento, que su mente empezaba a creer que sus brazos se convertían en hermosas alas con plumas de colores, y si se concentraba más, sentía que podía volar.

Pero la imaginación no era algo que valoraran los hombres de la prehistoria, pues recordemos que él venía de una familia de excelentes cazadores, y no podían darse el lujo de perder el tiempo suponiendo cosas.

Su papá era el que más regañaba al pequeño Titiate; lo castigaba por estar perdiendo el tiempo jugando e imaginando imposibles.

Pero, aunque su papá lo regañara, el pequeño cavernícola no se daba por vencido tan fácilmente, y cada vez que los demás no lo veían, daba rienda suelta a su creatividad. Si no era el vuelo de las aves, era el sonido de los grillos o el ritmo de la lluvia, que llamaba su atención; todo era motivo para crear. Aunque siempre tenía que esconderse, pues si su familia lo veía jugando, era reprendido severamente.

Aun sabiendo las consecuencias que podría traer si era descubierto, Titi jamás dejó de soñar despierto.

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Así, pasaron los años, Titiate creció y creció hasta convertirse en un hombre. Como era tradición en la tribu, cuando un niño crecía tenía que ir, como los demás hombres, a cazar mamuts.

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Su padre lleno de orgullo, le entregó la lanza con la que su padre, y el padre de este, habían cazado enormes fieras. Y aunque todos estaban felices con el crecimiento del pequeño Titi, al pobre no le causaba tanto interés ir a cazar, pues había escuchado lo peligroso que era y si bien suplicó que no lo llevaran, fue obligado a cumplir con su deber.

Muerto de miedo, Titi salió de cacería por primera vez, pero no pasó mucho tiempo para que el miedo se desvaneciera y se convirtiera en asombro, pues estaba maravillado al darse cuenta que el mundo no era como se lo habían contado. Los mamuts eran gigantescos, sí, pero también majestuosos, con hermosos cuernos y bello pelaje.

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Su padre lleno de orgullo, le entregó la lanza con la que su padre, y el padre de este, habían cazado enormes fieras. Y aunque todos estaban felices con el crecimiento del pequeño Titi, al pobre no le causaba tanto interés ir a cazar, pues había escuchado lo peligroso que era y si bien suplicó que no lo llevaran, fue obligado a cumplir con su deber.

No todo lo que había afuera era tan peligroso como se lo habían hecho creer desde niño.

Las aves, las plantas y los ríos cautivaban la vista y el oído de nuestro amigo. Tantas cosas por ver y oír, que Titiate se distraía con todo lo que estaba a su alrededor, olvidando por completo el miedo que sentía.

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Cuando llegó la hora de cazar, los demás hombres empezaron a dar golpes con sus pies en el piso, para espantar y acorralar a la fiera. Titiate intentó seguirlos,

pero el ritmo que llevaban, combinado con el sonido del agua del río y el canto de las aves, hacían que Titi escuchara una música maravillosa, provocando que el cavernícola empezara a moverse. Primero fue un pie, luego el otro, le siguió la cadera, los hombros, la cabeza. ¡Vaya!, hasta los ojitos se le movían y Titiate terminó bailando muy emocionado.

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Su baile hizo que todos los demás cazadores se distrajeran y que el enorme mamut saliera huyendo. Ese día la tribu de Titiate, se quedó sin comer.

El padre muy decepcionado le quitó la lanza, pues no era digno de portarla; había decepcionado a la familia, por no cumplir con su deber de cazador. Por si fuera poco, Titiate fue castigado permaneciendo dentro de la cueva. No podría salir de ella hasta que estuviera dispuesto a cazar una fiera, como lo marcaba la tradición de la tribu.

El pobre cavernícola lloró y lloró tristemente su pena, sabía que había decepcionado a su

padre, y no comprendía cómo era posible que viniendo de una familia de nobles

cazadores, él no pudiera hacer lo mismo. Se sentía solo por ser tan

diferente a los demás.Lloró tanto, que sus lágrimas resbalaban por sus mejillas

como los ríos que había visto, y pronto hizo con ellas un charquito de agua.

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Cuando Titi vio esa pequeña laguna, intentó limpiarla con sus manos, pero el agua combinada con el barro, había hecho una extraña sustancia que impregnaba de un color rojizo sus manos y al querer limpiarlas sobre la pared, sus huellas quedaban grabadas en la cueva.

Titiate se emocionó mucho al ver sus manos dibujadas en la pared, así que decidió experimentar con el hallazgo que acababa de hacer, tomó más de aquella sustancia y dejó volar su imaginación, plasmando en la cueva todo lo que había visto ese día.

Disfrutaba tanto lo que estaba haciendo,

que se olvidó por completo del castigo que le habían impuesto.

Salió corriendo de la cueva en busca de agua para crear más pintura y seguir plasmando sus ideas.

Todos vieron a Titiate correr y pronto avisaron que el pequeño había desobedecido. Al enterarse, su estricto papá lo siguió, pero el muchacho estaba tan emocionado que no se dio cuenta que se había topado con él, y corrió de regreso a la cueva como si nada hubiera pasado.

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Al sentirse ignorado y desobedecido por su hijo, el furioso cazador se dispuso a entrar en la cueva para

reprenderlo, pero todo cambió cuando descubrió lo que Titi

había creado.Tanta fue la sorpresa del

viejo padre, que al entrar cayó al suelo asombrado

de ver lo que estaba plasmado en las paredes. Era la obra más

maravillosa que jamás hubiera visto. Titiate había pintado a toda su

tribu, los ríos, las aves, los mamuts y hasta la lanza de su abuelo.

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El padre estaba conmovido con lo que Titi había dibujado y comprendió que su hijo no debía cazar mamuts; pues había nacido para ser un artista y tenía una misión diferente de los demás.

Lleno de humildad, el papá de Titi se disculpó y le dio la encomienda de dibujar, en cada cueva, cómo es que ellos vivían, para que así, las demás generaciones los recordaran siempre.

Y gracias a Titiate es que ahora conocemos la forma en que vivían y cazaban los hombres de las cavernas.

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Titiate, el artista de María Arely López Juárez se imprimió en mayo de 2020 en

la Editora de Gobierno del Estado de Veracruz, siendo Gobernador del Estado,

Cuitláhuac García Jiménez y Director General de la Editora de Gobierno, Israel Hernández

Roldán. Coordinación y edición: Víctor Manuel Marín González. Cuidado de la edición: Adriana

Patricia Córdoba Cabral. Ilustraciones, formación y diseño de portada: Víctor Manuel Marín

González.