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106 / Letras
Acabo de terminar el ltimo libro de Vallejo El don de la
vida, que cabra interpretar como su obra de senectud, su
designio: la bendicin de la muerte. Es fcil entender por qu
est en la cumbre literaria: su grandilocuencia es fascinante; record
cuando se pronunciaban las palabras que le conferan el doctorado
honoris causa en la Universidad Nacional de Colombia, en medio de
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cesaba de vitorearlo. Ese recuerdo que me vino a la mente, en el tiempo
de los relojes no fue superior a tres segundos (como dira Borges: la
eternidad del instante).
Pero esa remembranza solo fue una lacnica introduccin al mejor re-
cuerdo que tengo de Fernando el memorioso, el que les vengo a relatar:
1 Abogado rosarista, y joven investigador de la Facultad de Jurisprudencia.
RECORDANDOLA INOLVIDABLE OCASIN CUANDOFERNANDO VALLEJO
VISIT EL CLAUSTROPor: Julio Csar Montaez Ruiz1
Foto: archivo personal del autor.
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456 Revista Universidad del Rosario /
Quin podra imaginarse que ese martes 11 de
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lir de la universidad, encontrara a este singular
personaje. Pues de esta manera sucedi: pareca
haber un altercado en la entrada del Claustro,
por lo cual, me interes en aquel suceso pero
mayor no pudo ser mi sorpresa cuando pude ver
que el acontecimiento se haba originado, por-
que no queran dejar entrar a Fernando Vallejo,
pues no tena el carn de la universidad, por lo
que reaccion para que lo dejaran ingresar junto
con su acompaante y que as, pudiera conocer
nuestro Colegio Mayor del Rosario.
Una vez adentro, con su amiga (una antioquea
muy afable), le manifest a Fernando la admira-
cin que senta por uno de sus libros en particular:
Logoi.
Es menester decir que a Fernando Vallejo se le co-
noce por sus obras ms polmicas, donde, (como
l mismo lo manifiesta) no hace cosa distinta a
hablar en primera persona, buscando solo relatar
lo que ve y lo que ha vivido, pues como dira horas
ms tarde: si no se ha vivido lo suficiente no se
tiene sobre que escribir.
Pero en Logoi en particular, Vallejo habla del
lenguaje literario, y logra realizar una gramtica de
este, y pone de presente las diversas figuras litera-
rias de una tradicin que se remonta a Homero,
a quien cita en griego; tambin pasa por Cicern,
en latn; Rimbaud, en francs; Poe, en ingls;
Leopardi, en italiano, y Silva, en espaol, por
citar tangencialmente algunos de los ms grandes
representantes de diversas culturas y tiempos. Para
no desconocer la autonoma de este lenguaje, que
escapa a la propiedad de una determinada poca o
cultura, demuestra su aparicin mucho antes de la
imprenta. En principio, su composicin era oral y
as lleg a ser plasmado en libros, que quiz slo
hayan llegado a compendiar una pequea parte de
la riqueza de este aparente sempiterno lenguaje.
Sobre ese libro, Vallejo me coment que lo es-
cribi para ensearse a s mismo cmo escribir
con la maestra que lo hace actualmente. Decidi
hacerlo porque llevaba varios aos reconstruyendo
la biografa de Porfirio Barba Jacob, y a pesar de
haber estudiado filosofa y lingstica, senta que
no saba escribir bien. Como dira ms adelante, el
escribir bien no se aprende solo leyendo
Adems pude hablarle sobre otras dos fantsticas
obras suyas: las biografas de Porfirio Barba Jacob
y Jos Asuncin Silva, donde se devela lo que
seguramente se ha convertido en un autntico
gnero literario.
Despus de haberle mostrado mi universidad y
cuando estbamos saliendo del Aula Mxima,
nos encontramos con tres estudiantes de ciencia
poltica, que tambin conocan su obra y lo admi-
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inolvidable. Por ende, decidimos llevarlo al invete-
rado Caf Pasaje, donde pudimos hablar y hacerle
preguntas sobre tantos temas como se nos ocurra.
que, desde ese momento se presenta una noche
inigualable.
Una vez all, en un apartamento espectacular, no
por la opulencia, sino por su elegancia y sencillez,
entre Pirela y Piazzolla, hablamos durante horas.
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Creo necesario recordar, que por las arengas que
ha pronunciado Fernando en diversas ocasiones,
se ha ganado innumerables animadversiones.
Sus detractores le manifiestan casi siempre argu-
mentos ad hominem, que sobre su discurso no dicen
nada, y se concentran en su persona, razn por
la cual, no llegan a desvirtuar de ninguna manera
sus contundentes crticas.
Si se me permite la interpretacin, debo decir que
en el fondo de su discurso, las diatribas de Vallejo,
develan su desprecio por la concepcin antropo-
cntrica del mundo. Esto se refleja en sus reiteradas
crticas a la iglesia. Fernando, quien es un gran lector
de bulas, encclicas y dems documentos sacros,
se atreve a decir a la luz pblica, sin importarle la
execracin, que ese desprecio por los animales y
su consideracin como seres inferiores se puede
encontrar plasmado en la Biblia.
Esto es as para l, pues en ella no se expresa ni
una sola palabra de piedad para con los animales,
y de contera, se plasma que su finalidad no es otra
que ser alimento del hombre, y eso para Fernando
resulta cuando menos despreciable.
Por lo tanto, es a partir de esa cosmovisin, desde
donde surge el estado de cosas para Vallejo, pues
al infligir esa violencia sobre los animales, se parte
de su incapacidad de sensibilidad, lo cual plasma
ideas como la de carencia de alma inmortal de
cualquier especie diversa de los seres humanos y
por ende, la conviccin de su inferioridad.
Por estas razones, slo se puede concluir, que
ms all de criticar a todos, como lo interpretan
algunos, su crtica se dirige a la sociedad, que
siempre ha seguido una weltanschaung, o concep-
cin del mundo, que desde tiempos inmemoriales
ha estado determinada por una particular defi-
nicin del concepto de animalidad, que busca
denotar lo que diferencia al hombre del resto de
las especies: su manejo de la razn, la cultura y
el lenguaje.