usach julio 13

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    RevistadeHistor

    iaSocialydelasM

    entalidades-Volum

    en17,

    N1,

    Juniod

    e2013

    Historias Mapuche: Perspectivas para (Re)Pensa

    la Autodeterminacin

    Departamento de HistoriaUniversidad de Santiago de Chile

    Volumen 17, N 1, Junio de 2013

    Revista de Historia Socialy de las Mentalidades

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    HISTORIA SOCIALY DE LAS MENTALIDADES

    2013

    HISTORIAS MAPUCHE: PERSPECTIVAS PARA (RE)PENSARLA AUTODETERMINACIN

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    ISSN: 0717-5248 Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile, 2010

    Avenida Libertador Bernardo OHiggins 3363, Santiago de Chile

    Direccin Postal:Casilla 442-2, Santiago de ChileFono/Fax (56 2) 6814320

    E-mail:[email protected] Responsable:Ren Salinas MezaFuente foto portada:Rolando Millante, muralistaDiseo Grfco:Rodolfo Rodrguez C. Fono (56 9) 6 606 1924 - [email protected]

    Corrector de estilo:Luis Roldn Pea Profesor de CastellanoImpresin:Aising Impresores Ltda. Fono (56 2) 551 04 69 - [email protected] permite cualquier reproduccin parcial o total, indicando la fuente.

    Las opiniones vertidas en los artculos publicados en esta revista no representan necesariamente

    la opinin de la institucin que la edita.

    HECHO EN CHILE / PRINTED IN CHILE.Esta revista est indexada en la base de datos Latindex y Dialnet.

    Sitio web:rhistoria.usach.cl

    SOBRE RHSM

    Revista de Historia Social y de las Mentalidades (RHSM) es una publicacin

    fundada en 1996 y editada semestralmente por el Departamento de Historia de laUniversidad de Santiago de Chile, destinada a difundir investigaciones de historiay de las ciencias sociales que desde distintas pticas aporten al debate en torno alos actores sociales y a los procesos histricos que protagonizan. Sus pginas estnabiertas a presentar propuestas tericas y metodolgicas originales, posibilitandola pluralidad de enfoques y la libertad de interpretaciones en torno a la reflexin,crtica e investigacin histrica nacional e internacional.

    C

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    DIRECTOR:

    Ren Salinas M., Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile

    SECRETARA DE REDACCIN:Hernn Venegas V., Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile

    Igor Goicovic D., Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile

    Paulo Alegra M., Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile

    COMIT EDITOR INTERNACIONAL:

    Michiel Baud, Centro de Estudios y Documentacin Latinoamericanos (CEDLA), Amsterdam, Holanda

    Francisco Chacn Jimnez, Universidad de Murcia, Murcia, Espaa

    Antoinette Fauve-Chamoux, Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Pars, Francia

    Francisco Garca Gonzlez, Universidad de Castilla-La Mancha, Albacete, Espaa

    Margarita Garrido, Universidad de Los Andes, Bogot, ColombiaJorge Gelman, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina

    Julio Prez Serrano, Universidad de Cdiz, Cdiz, Espaa

    Luis Miguel Glave, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, Per

    Elda Gonzlez Martnez, Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas (CSIC), Madrid, Espaa

    Teodoro Hampe Martnez, Pontificia Universidad Catlica del Per, Lima, Per

    Alfredo Moreno Cebrin, Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas (CSIC), Madrid, Espaa

    Jos Luis Moreno, Universidad Nacional de Lujn, Lujn, Argentina

    Francesc Muoz, Universidad Autnoma de Barcelona, Barcelona, Espaa

    Sergio Odilon Nadalin, Universidad Federal de Paran, Curitiba, Brasil

    Sergio Ortega, Instituto Nacional de Antropologa e Historia (INAH), Ciudad de Mxico, MxicoPablo Rodrguez, Universidad Nacional de Colombia, Bogot, Colombia

    Eni de Mesquita Samara, Universidad de Sao Paulo, Sao Paulo, Brasil ( )

    Ronaldo Vainfas, Universidad Federal Fluminense, Ro de Janeiro, Brasil

    Jean Paul Ziga, Ecole de Hautes Etudes en Sciences Sociales, Pars, Francia

    Peter Winn, Tufts University, Boston, EE.UU.

    Francisco Zapata, Colegio de Mxico, Ciudad de Mxico, Mxico

    CONSEJO DE REDACCIN :

    Manuel Antonio Baeza, Departamento de Sociologa, Universidad de Concepcin

    Eduardo Cavieres, Instituto de Historia, Universidad Catlica de ValparasoPablo Lacoste, Universidad de Santiago de Chile

    Leonardo Len, Instituto de Estudios Humansticos, Universidad de Valparaso

    Juan Guillermo Muoz, Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile

    Julio Pinto, Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile

    Rafael Sagredo, Instituto de Historia, Ponticia Universidad Catlica de Chile

    Jaime Valenzuela, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Catlica de Chile

    Vernica Undurraga, Universidad Andrs Bello

    Vernica Valdivia, Universidad Diego Portales

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    JUAN ANDREO GARCA, In Memoriam

    El pasado 22 de febrero de 2013, en un acto de despedida en su memoria,

    familiares, amigos, compaeros de universidad, alumnos y vecinos de suamado pueblo Alhama de Murcia, expresaban su adis a Juan Andreo Garca,Catedrtico de Historia de Amrica en la Universidad de Murcia (UMU-Espaa). Doctorado en la Universidad de Murcia en 1987 con la Tesis Laintendencia en Venezuela: don Esteban Fernndez de Len, intendente deCaracas, 1791-1803, desarroll una amplsima y reconocida investigacinhistrica centrada en las siguientes lneas de trabajo: Instituciones coloniales;Historia representada; Imagen e Historia; Historia de las Mujeres en AmricaLatina y Relaciones de Gnero; Violencia en Amrica Latina e Imaginarios

    nacionales. Pionero en muchos de estos mbitos de investigacin, coordinuna temprana Historia de las Mujeres en Amrica Latina, coeditada porCemhal (Centro de Estudios de la Mujer en la Historia de Amrica Latina) yUMU en 2002, digitalizada en su segunda edicin en febrero 2013. El planodocente, donde siempre se volc a una infatigable labor vocacional para con sualumnado, lo compagin con una generosidad sin lmites en la labor de gestindentro de su institucin acadmica: Director del Grupo de Investigacin de laUniversidad de Murcia: E030-01:Amrica y Espaa, Ayer y Hoy, Secretarioy Director de su Departamento, Responsable del Grado de Historia,Coordinador de Mster Historia Social Comparada. Relaciones Familiares,Polticas y de Gnero en Europa y Amrica Latina; y responsable de la Sedede la extensin universitaria en Alhama de Murcia, su localidad de origen,donde a partir de su compromiso social y solidario para con la ciudadana,contribuy a la creacin, hace ya aos, de escuelas de alfabetizacin paraadultos. El historiador, el maestro y el ciudadano comprometido se daban enJuan de forma simultnea, por eso no nos extraa una de sus citas histricas:El historiador, inmerso en la realidad social que le rodea, no puede y nodebe sustraerse de la inmediatez de los acontecimientos. Hace algn tiempoello hubiese parecido un contrasentido; por suerte, hoy, la historia del tiempo

    presente es una realidad en nuestra disciplina. Ms an, este hecho hace queel oficio de historiador adquiera una dimensin ms exacta por la necesidadde analizar y averiguar los orgenes del acontecimiento y de la actualidadcon miras a una mayor comprensin de la misma.Pero su inters por Amrica no remita exclusivamente a su pasado remoto;vibraba y se conmova con las venturas y desventuras que afectan actualmentea la regin. Los acontecimientos de Cuba, Brasil, Bolivia, Venezuela,Argentina o Chile, concitaban siempre su preocupacin y la discusin sobre lastrayectorias contingentes de esos pases daba origen a largas conversaciones,

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    siempre amenizadas con un caf y un cigarrillo.Como buen humanista Juan pona especial atencin en los latinoamericanosque cursaban estudios de postgrado en Murcia. Segua sus desempeos

    acadmicos, estimulaba sus lneas de investigacin, sugera nuevos enfoquesy perspectivas, indicaba la existencia de fuentes novedosas y daba siempreuna palabra de aliento cuando ms se requera.Quienes tuvimos el privilegio de conocer y tratar a Juan en la clida y humanacercana que invariablemente desprenda, vamos dolorosamente a extraar suausencia, y siempre lo recordaremos como la persona y profesional que fue:magistral en el ejercicio docente e investigador, responsable y comprometidocon su entorno social y poltico, pero, sobre todo, como un hombre cuyahumanidad y apego a la vida sirvi y servir de ejemplo a muchos de nosotros.

    Dra. Carmen Gonzlez MartnezCatedrtica de Historia Contempornea

    Universidad de Murcia, Espaa

    Dr. Igor Goicovic DonosoProfesor Titular

    Universidad de Santiago de Chile

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    NDICE

    Dossier: Historias mapuche: perspectivas para (re)pensar 9La autodeterminacin

    Las zonas grises de las Historias Mapuche. 11

    Colonialismo internalizado, marginalidad y polticas de la memoria.

    The gray zones of Mapuche Histories. Internalized colonialism, marginalityand politics of memory.

    HCTORNAHUELPNMORENO

    Lumaco: la cristalizacin del movimiento autodeterminista mapuche. 35Lumaco: Mapuches Self-Determinist Movement Maduration

    FERNANDOPAIRICNPADILLA

    Xafkintu. Recuperacin de nuestro sistema econmico. 61

    Una propuesta en construccin.

    Xafkintu. Recovering our economic system. Building a new proposal

    CLAURAANCHIOBOROA

    Dictadura y pueblo mapuche 1973 a 1978. Reconguracin del 89

    colonialismo chileno.Dictatorial government and mapuche people from 1973 until 1978.Reconguration of the chilean colonialism.

    SERGIOCANIUQUEOHUIRCAPAN

    Polticas indgenas, multiculturalismo y el enfoque estatal indgena urbano. 133Indigenous policies, multiculturalism and urban indigenousState approach.

    ENRIQUEANTILEOBAEZA

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    NOTASDEINVESTIGACIN 163

    Revuelta anticolonial en Bolivia del siglo XXI: continuacin de la 165

    guerra interna y derrota de los partidos neoliberales 2000-2003.Anticolonial revolt in XXI st century bolivia: the continuance of Internal conict and the defeat of neoliberal parties 2000-2003.

    FREDYGERMNCHOQUEMENDOZA

    TEORAYDEBATE 195

    El debate pblico acerca de la condicin del Mapuche. 197

    Public debate about the condition of the Mapuche.

    CLAUDIOMILLACURASALAS

    RESEAS 219

    Pedro Cayuqueo. 221Solo por ser indio y otras crnicas mapuche. PEDROCANALESTAPIA

    Jos Marimn. 225Autodeterminacin. Ideas polticas mapuche en los albores del siglo XXI.

    HERSONHUINCAPIUTRIN

    Vernica Valdivia Ortiz de Zrate, Rolando lvarez Vallejos 231y Karen Donoso Fritz. (Autores).La alcaldizacin de la poltica. Los municipios en la dictadura pinochetista.

    ANBALPREZCONTRERAS

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    DOSSIERHISTORIAS MAPUCHE: PERSPECTIVAS PARA (RE)PENSAR

    LA AUTODETERMINACIN

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    Departamento de HistoriaUniversidad de Santiago de Chile

    Revista de Historia Socialy de las Mentalidades

    Volumen 17, N 1, 2013: 11-33Issn: 0717-5248

    HCTORNAHUELPNMORENO**

    RESUMENLas zonas grises de las historias mapuche pue-

    den ser entendidas como espacios cotidianosen que se desarrollan complejas interaccionessociales e intersubjetivas que forman parte deexperiencias de sufrimiento social, modos desobrevivencia, resiliencia y resistencia, des-

    plegados por hombres y mujeres mapuche en

    ABSTRACTThe gray zones of Mapuche histories canbe understood as everyday spaces in whichcomplex social and intersubjectives interactionsdevelop as part of experiences of socialsuffering, ways of survival, resilience, andresistance performed by Mapuche men and

    women under conditions of social marginality

    LAS ZONAS GRISES DE LAS HISTORIAS MAPUCHE.COLONIALISMO INTERNALIZADO, MARGINALIDAD

    Y POLTICAS DE LA MEMORIA.*

    THE GRAY ZONES OF MAPUCHE HISTORIES. INTERNALIZED COLONIALISM,MARGINALITY AND POLITICS OF MEMORY

    * Recibido: febrero 2013; Aceptado: mayo 2013.** Historiador, miembro de la Comunidad de Historia Mapuche. Doctor en Antropologa por el

    Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social, CIESAS, MxicoD.F. Este artculo se inscribe en mi tesis de doctorado titulada Wingkn ka Kisugnewn.Colonialismo, despojo y agencias histricas mapuche en Ngulumapu. Email: [email protected]. Agradezco a Susana Huenul Colicoy, Luis Crcamo-Huechante, Herson HuincaPiutrin, Fernando Pairicn Padilla y Jos Quidel Lincoleo, por sus comentarios y colabora-cin durante las distintas fases de redaccin de este artculo.

    Papay Maragealu, i pu lamgen, pu pe ka kuku, chuchu. Ka kom tipu pei ka pu lamgen mapuchegeyelu fey i wizpkamagen ka i wichafka-

    magen i rakizuam fey chi ka xipa rakizuam mew i akun. Pewmagen feytfa chi wirin mew newentuaygn fey i wixampramuwtual mapuche reke

    jke zugu i nienke pin mew, fey i wio ntuael i mapu ka i rf mapuchenewen fey ta i muntumapael.

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    pp. 11-33

    Las zonas grises de las historias mapuche.

    Colonialismo internalizado, marginalidad y polticas de la memoria

    condiciones de marginalidad social y violen-cia colonial. Estos espacios, interacciones y

    experiencias son constitutivas de las historiasfamiliares, de las heterogneas y contradictorias

    identidades mapuche, pero se hallan subal-ternizadas dentro de las narrativas histricas

    ociales, indigenistas y nacionalistas mapuche.Este artculo discute la idea de las zonas grises

    de las historias mapuche, como interpelacinpara entre-tejer experiencias y recuerdos frentea la dispersin y fragmentacin de las memoriasque posibilitan la reproduccin del colonialismo

    como un modo de hegemona y cultura.

    Palabras clave:Historias mapuche, Colonialis-mo, Memorias.

    and colonial violence. These spaces, interactionsand experiencies are constitutive of familyhistories, of the heterogeneous and contradictoryMapuche identity, but they are subalternized

    within Mapuche ofcial historical, indigenistand nationalist narratives. This article discussesthe idea of gray zones of Mapuche historiesas an interpellation to inter-weave experienciesand remembrances, in order to deal with thedispersion and fragmentation of memories thatmake possible the reproduction of colonialismas a mode of hegemony and culture.

    Keywords:Mapuche histories, Colonialism,Memories.

    I. INTRODUCCIN.

    Este escrito es una reexin sobre lo que llamar laszonas grisesdelas historias mapuche1. La nocin dezona grisproviene de la descripcin quePrimo Levi en su libroLos hundidos y los salvados, realiz sobre el arribo alos campos de concentracin, aludiendo a ella como un espacio de ambige-dad, borroso y complejo, donde el recuerdo de ciertas experiencias se tornatraumtico por el sufrimiento social cultivado (Levi, 1989). Recientemente,a travs de una etnografa poltica de los saqueos ocurridos en Argentina du-rante el ao 2001, el socilogo Javier Auyero ha retomado la nocin dezona

    grispara analizar las dinmicas internas y los signicados que caracterizaronestas acciones, enfatizando en el carcter borroso de las dinmicas sociales,cuya complejidad desafa los lmites normativos, las categoras analticas di-cotmicas, en tanto las prcticas de quienes perpetran la violencia y quienes

    presumiblemente tratan de controlarla, se imbrican en un enmaraado tejido

    de relaciones (Auyero, 2007).Al referirme a laszonas grisesde las historias mapuche, intento situar

    en la discusin terico-poltica, algunos de los diversos espacios cotidianos

    1 La narracin la realizo en primera persona plural, como una forma de enfatizar el carctersituado y contingente del conocimiento, en contraposicin a las propuestas tericas y estilosnarrativos que enfatizan en la visin desde todas las posiciones y desde ningn lugar(Haraway, 1995: 329).

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    Hctor Nahuelpn Moreno

    en que se desarrollan complejas interacciones sociales e intersubjetivas quehacen parte de experiencias de sufrimiento social, modos de sobrevivencia, re-siliencia y resistencia, desplegados por hombres y mujeres mapuche en condi-

    ciones de marginalidad social y violencia colonial. Estos espacios cotidianos,interacciones y experiencias son constitutivas de las historias familiares, delas heterogneas y contradictorias identidades mapuche, pero se hallan sub-alternizados por las narrativas histricas ociales e indigenistas. A la vez queocupan un lugar marginal en el meta-relato nacionalista mapuche que polti-camente es movilizado para legitimar la demanda por autonoma y libredeter-minacin en nuestros das.

    Las zonas grisesde las historias mapuche devienen as en espaciossociales que pueden ser analizados y problematizados. Pero tambin, en es-

    pacios cognitivos que abren perspectivas analticas que permiten enfatizar enla complejidad que albergan las historias mapuche, y cmo stas desafan lasrepresentaciones reicadas y normativas que frecuentemente se mueven entreclasicaciones binarias donde uno de los polos es habitualmente representadocomo dominante (modernidad/tradicin, puro/impuro, colonizador/coloniza-do, occidente/indgena, winka/indio). Laszonas grisesde las historias mapu-che pueden permitirnos enfatizar en los imbricamientos y encadenamientosde relaciones de clase, raza y sexo/gnero, para explicar desde experiencias yrelaciones sociales concretas y contingentes, los modos de dominacin y las

    jerarquas sociales construidas dentro de una formacin colonial chilena2. A lavez que nos desafan a explicar el carcter formativo del colonialismo en lossujetos y en las heterogneas identidades mapuche, para interrogar ste desde

    perspectivas crticas, auto-reexivas y re-pensar su desmantelamiento comopraxis que articule dimensiones estructurales y cotidianas.

    En este escrito relacionar la nocin de zonas grisesde las historiasmapuche, con el colonialismo, la marginalidad y las polticas de la memoria,desde la experiencia de una mujer mapuche. Los testimonios de Mara, provie-nen de un abanico mayor de voces y dilogos registrados en el transcurso deuna investigacin sobre relaciones coloniales entre los mapuche3. Mara com-

    parti en varias ocasiones su historia de vida y familiar conmigo, a la vez queautoriz la incorporacin de sus testimonios en este escrito como una forma

    2 Sobre los encadenamientos de las relaciones de clase, raza y sexo/gnero, pueden verse lostrabajos de Crenshaw (1989, 1991), Hill Collins (2000), Brah (2004), entre otros. Sobre ellugar de la raza y el colonialismo en la formacin social, retomo los planteamientos de Omi yWinant (1986).

    3 Utilizo el seudnimo de Mara, porque la lamgen(hermana) que comparti sus testimoniosopt porque mantuviera su anonimato en la redaccin de este artculo.

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    Las zonas grises de las historias mapuche.

    Colonialismo internalizado, marginalidad y polticas de la memoria

    de relevar historias de carne y hueso o humanizar las historias mapuche. Sinembargo, detrs de esta dinmica, subyacen varias tensiones metodolgicasy polticas, entre las cuales se hallan los ltros que se generan a partir de una

    especie de doble hermenutica relativa a las experiencias y su interpretacin(Giddens, 1993: 165-166); el modo en que la utilizacin de un pseudnimo de-vela la complejidad que encierra la dimensin privada y pblica de los sujetosy sus testimonios; los lmites entre lo decible y no-decible, y cmo el anoni-mato acta como dispositivo de control de las experiencias y los testimonios;a la vez que el modo en que las personas no siempre estn dispuestas a hacervisibles sus nombres, como una forma de mantener el carcter privado de susexperiencias e identidades.

    La investigacin de la cual emerge este escrito se fundamenta en una

    propuesta que situndose en los entrecruzamientos de la antropologa y la his-toria4, se focaliza en las experiencias de los sujetos, pero no para comprender-los como epifenmenos o reejos de las grandes estructuras y procesos de lahistoria. Sino para analizar y problematizar el lugar que lo cotidiano tiene enla produccin, reproduccin y las respuestas a la desigualdad, marginalidad,racismo y sufrimiento social, originados en una relacin colonial que se con-gura entre los mapuche a raz de la incorporacin forzada al Estado en Chiley la economa poltica capitalista desde mediados del siglo XIX y que persistehasta nuestros das (Ancan, 2002; Antileo 2012; Caniuqueo 2009; Mallon,2009; Marimn et. al., 2006; Nahuelpn et. al. 2012).

    Retomo la nocin de colonialismo, distancindome de las propuestassobre la colonialidad y decolonialidad (Quijano, 2001; Mignolo, 2003; entreotros). Considero que stas ltimas hacen parte de crculos de saber-poder quehan transformado las experiencias de dominacin colonial y de largas luchassociales de los pueblos indgenas, en una economa de ideas dentro de merca-dos transnacionales de conocimiento y que son consumidas en las periferiasacadmicas como modas tericas (Rivera, 2006). Estas corrientes no han sido

    puestas a prueba desde los ltros que pueden otorgar etnografas histricasconcretas que visualicen las complejas interacciones sociales e intersubjetivas

    vinculadas a las relaciones coloniales.Como ha sostenido Rivera Cusicanqui (2012), las modas tericas co-

    mo las propuestas decoloniales pasan, pero el colonialismo queda. Estos enfo-ques, han descuidado el hecho que toda genealoga sobre el pensamiento y las

    4 Entre otros autores, pueden verse los trabajos de John y Jean Comaroff (1992), SaurabhDube (2001), Greg Grandin, ([2000] 2007); Joanne Rappaport ([1994] 2005), Michel-RolphTrouillot (1995).

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    Hctor Nahuelpn Moreno

    prcticas crticas frente al colonialismo, desbordan las dimensiones tericas yacadmicas desarrolladas en crculos intelectuales, y se sitan ante todo en las

    propias experiencias y memorias de los pueblos colonizados desde los tiem-

    pos de conquista hispana hasta nuestros das. Sin duda esta praxis ha dialoga-do con teorizaciones crticas al imperialismo, el capitalismo, el colonialismo,no obstante estos dilogos han tenido como teln histrico de fondo las con-tradictorias luchas de liberacin de los propios pueblos.

    Por otra parte, mi lectura del colonialismo busca ampliar la categorade colonialismo internoformulada para analizar el lugar como minora quelos pueblos indgenas ocupan en las estructuras sociopolticas y econmicasen los Estados nacionales latinoamericanos, a la vez que dentro de relacio-nes internacionales y transnacionales (Stavenhagen, 1968; Gonzlez, [1969]

    2006; Martnez, 1970; Fals Borda, 1971; entre otros). Esta concepcin resultadel todo relevante, principalmente cuando se discuten y reclaman derechospolticos y colectivos de los pueblos indgenas. No obstante, considero quetambin debemos descentrar nuestra lectura desde el colonialismo interno,hacia un anlisis de lo que podramos conceptualizar como colonialismo in-ternalizado (Fanon, 1973). Esto quiere decir, problematizar los modos y l-gicas de poder donde la representacin de lo mapuche como raza inferior, ocomo sujeto minorizado, transforma la violencia y el tutelaje como principalesformas de integracin-exclusin y de gobierno, como lo ha sugerido para elcaso guatemalteco Edgar Esquit (2008; 2010), historiador maya-kaqchikel. Odicho en otros trminos, los modos a travs de los cuales el colonialismo se hatransformado en cultura.

    La representacin de lo mapuche como raza inferioro sujeto minoriza-do, que hace posible la violencia y el tutelaje, se encuentra arraigada en la glo-

    balidad de las relaciones sociales, polticas, econmicas e ideolgicas en quese inscribe lo mapuche. Pero tambin el colonialismo se halla internalizado enlos cuerpos, las subjetividades y en nuestras contradictorias y heterogneasidentidades5. Cuestin que nos desafa a pensar el colonialismo ms all de un

    5 Esta dimensin del colonialismo ha sido abordada en los trabajos de Fanon ([1952] 1973)y Memmi ([1957) 1971). En el caso mapuche, don Martn Alonqueo sostuvo: Todos losactos y hechos abusivos formaron cadenas de ignominias o cercos de hierros de explotacin,apropiacin y despojos fraudulentos de su tierra y animales () Estos hechos paulatinamentese tradujeron en angustias, desesperaciones, miserias y descalabros econmicos que produjeronuna psicosis colectiva, incertidumbre y desconanza en la mente de los mapuches que setradujeron en su propio desprecio dando nacimiento al odio a su propia cultura e idioma.Como consecuencia lgica de estos tratos injustos, abusivos, incomprensivos e inhumanosprodujeron estas tristes situaciones, tristes caticas que se tradujeron en el acomplejamiento

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    Las zonas grises de las historias mapuche.

    Colonialismo internalizado, marginalidad y polticas de la memoria

    fenmeno localizado fuera del sujeto, pero tambin a asumir que en cuanto hasido formativo de las identidades y se encuentre alojado en los cuerpos, sonstos quienes tambin han tenido y tienen la capacidad de desplegar energas

    orientadas a su desmantelamiento cotidiano y estructural.

    II. OTROS MOVIMIENTOSMAPUCHE, OTRAS HISTORIAS.

    Mara tiene 70 aos y vive desde el ao 1961 en Santiago de Chile,donde emigr para tener un mejor futuro ollegar a ser, como dicenfrecuentemente las personas mapuche que han llegado a la capital de Chile

    buscando sobrevivir al empobrecimiento y nuevas condiciones de vida. Laconozco hace varios aos, cuando en las temporadas de verano ella viajaba al

    sur para visitar a algunos de sus familiares.Haba pasado varios aos sin verla y conversar con ella, por lo quecuando nos encontramos en el sur el 2010, y luego de que hablramos largorato de lo que haban sido nuestras vidas durante los ltimos aos, de que me

    preguntara a qu me dedicaba actualmente, y de conversar sobre cmo la gen-te de Mehun se encontraba dividida a raz de la intervencin del tejido socialgenerado por ARAUCO S.A. para quebrar el movimiento de resistencia que seopone a la construccin de un sistema de descarga de desechos txicos al mar,le pregunt si podamos conversar con tranquilidad en algn momento6. Esto,a propsito de que me encontraba realizando una investigacin sobre historiamapuche y que me interesaba hablar con ella al respecto.

    Recuerdo que luego de plantearle esta pregunta, ella mantuvo silen-cio. No s si se deba al recelo que en ocasiones produce y evoca la palabrainvestigacin, por los modos en que se ha extrado conocimientos entre losmapuche, cual industria extrae materias primas de la tierra7. Al respecto, lasantroplogas Xochitl Leyva y Shannon Speed, as como el historiador AndrsAubry, han llamado la atencin sobre este tipo de prcticas, en base a su expe-

    total de los mapuches que llegaron a odiarse asimismo, echando al olvido su cultura reeja eidioma. Ya muchos mapuches no queran que sus hijos aprendieran a hablar su idioma paraque no fueran vctimas de burlas, engaos y atropellos (Alonqueo, 1985: 155-156).

    6 El conicto entre pescadores artesanales, comunidades mapuche lafkenche y Arauco S.A. seinicia el ao 1996 y se desarrolla hasta nuestros das. El conicto se ha originado a raz delos esfuerzos de ARAUCO S.A. (Angelini) por construir un sistema de descarga de desechostxicos en la Baha de Mehun (Regin de Los Ros, Chile), provenientes de su planta decelulosa Valdivia.

    7 Sobre este punto puede verse tambin el libro de la investigadora Maori, Linda Tuhiwai Smith(1999).

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    riencia en Chiapas, denindola como investigacin extractiva (Aubry, 2007;Leyva y Speed, 2008).

    Las prcticas extractivas de investigacin no slo han sido y son lle-

    vadas a cabo por investigadores/as sociales no indgenas, sino tambin porinvestigadores/as que pertenecen a pueblos indgenas. Por ello, luego de pen-sar la respuesta a mi pregunta, la seora Mara me contest que no tena in-conveniente en colaborarme. Pero que pensaba no ser la persona idnea enhablar del asunto, no por desconanza, sino porque ella se haba ido a trabajara la ciudad cuando nia y llevaba muchos aos viviendo en Santiago. Esto lahaca pensar que no s nada de historia mapuche,y que aunque le parecainteresante hablar de historia, consideraba ms apropiado que yo converse conlos actuales dirigentes de las comunidades o con las personas ms ancianas.

    Prctica que por lo dems es costumbre en las investigaciones etnogrcas ehistricas realizadas por las y los mapuchgrafos, como lo conceptualizaHuinca Piutrin en su investigacin sobre el lastre colonial de las prcticas deinvestigacin que se han desarrollado y desarrollan sobre/entre los mapuche(Huinca, 2012).

    La respuesta de Mara me hizo cabecearme, entre otras cosas, al con-siderar que ella se reconoca como mujer mapuche, que se senta orgullosa desu identidad, pero que, no obstante, me dijera que no tena mucho que decir so-

    bre la historia de la sociedad que senta ser parte. Sin embargo, en vista de quefue un encuentro casual y de que acordamos que cuando yo viajara a Santiagola visitara, opt por esperar ese momento para conversar con mayor tranqui-lidad sobre el sentido que para ella tena el no s nada de historia mapuchey conocer algo de su experiencia de vida.

    Unos meses despus viaj a Santiago y fui a visitarla. En la conver-sacin que mantuvimos, Mara volvi a reiterar lo que me haba planteadodurante nuestro encuentro en el sur, reiterando tambin que pese a ello le in-teresaba conversar conmigo. Sin embargo, en ese momento le expres quemi inters era conocer algo de su experiencia de vida, y que en tanto ella erauna mujer mapuche, consideraba que su experiencia en s era una experiencia

    histrica, como la de cualquier otra persona. En ese momento me respondi,cito a Mara:

    Usted quiere conversar verdadera historia () Lo que vivimos encarne y hueso nosotras, porque yo he escuchado en Santiago y enel sur que a veces los dirigentes y jvenes a veces hablan y hablande que somos un pueblo, una nacin incluso y yo ni entiendo loque se trata eso. Si yo pienso lo que viv yo y mi familia, no veo

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    un pueblo mapuche unido y orgulloso de lo que es, al contrario(Mara, 2010).

    Mara proviene de una familia de siete hermanos y hermanas, cuatrohombres y tres mujeres. Naci el ao 1943 y a los 5 aos de edad falleci sumadre. Luego de ello, por el empobrecimiento familiar a raz de la prdida detierras, animales, remates que enfrent su padre por crditos que mantena a unalto porcentaje con comerciantes, ste tuvo muchas dicultades para alimen-tarles y entregarles el cuidado que requeran como nios y nias8. La va quesu padre encontr para que Mara sobreviviera ante la situacin de pobrezaque aiga a la familia producto del despojo y la pauperizacin econmica,fue el traslado de Mara a los siete aos de edad a la ciudad de Temuco para

    trabajar cuidando a un nio de una familia chilena que durante las temporadasde verano viajaba a la costa a pasar sus vacaciones. La entregade la Mara serealiz mediante un acuerdo de palabraentre la familia chilena y su padre.El acuerdo de palabra, cual lgica encomendera, contemplaba que la nueva

    familiaque tendra Mara se comprometa a entregarle educacin formal, darlealimentacin y vestido; mientras que el padre, entregabaa su hija para queayudara en las labores del hogar a la familia y cuidara de su pequeo hijo que

    para entonces tena unos meses de vida. Ambospatroneseran profesionales ypara desempear su trabajo fuera de casa, requeran de alguien que se abocaraa las labores domsticas que ellos no estaban dispuestos a realizar: una socie-dad no slo descansa en la produccin, sino tambin en la reproduccin de lascondiciones de produccin (Meillassoux, 1990: 351).

    Depichi zomo(pequea mujer mapuche), Mara pas a constituirse enmocita. Nocin acuada para designar a las nias y nios mapuche que hansido entregados a familias de colonos chilenos o extranjeros para ser civili-

    zados o regenerados mediante laservidumbre domstica9. De esta forma, lacasa a la cual se traslad Mara no slo se transform para ella en un espaciode sobrevivencia frente al empobrecimiento que viva su familia, o un lugardonde deba transferir su fuerza de trabajo desde su niez para la reproduccin

    8 El lector o lectora interesada en conocer sobre los mltiples actos de despojo ocasionados porremates, puede consultar, entre otros documentos, las causas por Liquidacin de crditoque se ubican en el Fondo Juzgados de Indios del Archivo General de Asuntos Indgenas.En ellas podr visualizar cmo muchas de las familias colonas que mantienen conictos concomunidades mapuche en la actualidad, acumularon bienes y riquezas en base al despojo.

    9 En algunos casos, el concepto de mocitas para referirse a las nias, es tambin reemplazadopor el de chinitas.

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    de la vida domstica de su nueva familia. Sino ante todo, en un espacio decivilizacin.10

    La civilizacino regeneracinde Mara, en cuanto mocita, se llevaba

    a cabo mediante una rutina cotidiana. A sus 7 aos, dorma en una habitacinpequea y en mal estado, recuerda que era una bodega que sus patrones habanhabilitado como dormitorio para ella.Me levantaba antes que los patrones acambiarle el poto al chiquitito, de primeras ni saba hacerlo, pero despus fuiaprendiendo, me coment. Durante la jornada diaria, junto con dedicarse alhijo de suspatrones, deba colaborar en la limpieza y aseo de la casa, en la co-mida y la limpieza del patio: Me acostaba ms tarde que los patrones y msencima en la noche tena que levantarme a ver al chiquitito cuando lloraba.

    Por su trabajo, la seora Mara no reciba salario, pues suservidumbre

    deba ser retribuida con la alimentacin, el vestido, as como con la educacinformal que deba recibir de la familia que haba adoptado con su padre el com-promiso de enviarla a la escuela. Esto ltimo, que nunca sucedi. Me relatque esa experiencia me marcpor la discriminacin, el racismo y explota-cin como nia, porque

    los patrones cuando haca bien las cosas, me celebraban y medecan que era buena, pero si yo tena un pequeo descuido conalgo, me retaban y me decan india e mierda, cabeza e palo era lo ms suave que me decan, a punta de chuchs y algunasveces me castigaban. (Mara, 2010).

    Con voz entrecortada me coment que por muchos aos no haba que-rido hablar de estas experiencias, pues su recuerdo la haca revivir el sufri-

    10 La nocin de espacios civilizatorioso espacios de civilizacin, la retomo de tomo de AuraCumes (2012), acadmica Maya-Kaqchikel, que utiliza el trmino para referirse a las casas

    en que se desarrolla la servidumbre domstica de mujeres indgenas en Guatemala. Por miparte, extiendo el trmino para referirme a todos aquellos espacios (como las casas patronales,las misiones, las escuelas, el mercado, o el propio Estado) que estn llamados a producir unatransformacin cultural e ideolgico-social en poblaciones indgenas que viven en contextoscoloniales. Con todo, conviene agregar que el cambio cultural, ya sea concebido comocivilizacin, superacin, asimilacin o wingkawn en el caso mapuche, como entreotros pueblos colonizados, es siempre contradictorio e inconcluso. Pues grupos hegemnicosy subalternos no necesariamente comparten los mismos signicados del cambio, los conceptose ideologas, pudiendo aquellos grupos dominados o colonizados, en variados casos, concebirla civilizacin como una forma de superar desigualdades coloniales haciendo habitablesu cotidianeidad, aunque, contradictoriamente, reforzando las categoras y jerarquas que lasproducen.

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    miento. Sin embargo, en la actualidad, se encontraba ms preparada para ha-cerlo, y por eso haba querido conversar conmigo, pues con el tiempo se habadado cuenta que experiencias similares tambin haban sido vividas por otras

    mujeres mapuche y que, por tanto, no eran algo natural. Cito a Mara:

    Yo lloraba mucho en las noches, extraaba a mis hermanos y mishermanas (), en ese tiempo no haba celular como ahora, as queno saba nada de ellos, si estaban viviendo lo mismo que yo, siestaban muertos, echaba de menos a mi mam que haba muerto,no saba qu hacer!. A veces quera puro arrancarme y volver ami casa () no poda porque all no bamos a tener pa comer.El viejo estaba cuidando a mis hermanos y en ese tiempo estaba

    preocupado que no le quitaran la tierra, estaba juiciando, enton-ces lo que quedaba era aguantar y darle pa delante () Con eltiempo he pensado que a veces hubiera sido mejor morirnos pano vivir lo que vivimos. Mucho dolor, mucho sufrimiento.

    Marasirvihasta la edad de 18 aos donde sus patrones en Temuco.All sobrevivi durante prcticamente toda su niez y adolescencia. Luego setraslad a Santiago paraservircomo empleada en otra familia chilena. Unamujer mapuche que trabajaba en una casa cercana, con quien haba cultivadouna relacin de amistad y que se haba trasladado a la capital, la incentiv amarcharse y la recibi los primeros meses en Santiago. Estando all, trabajen varias casas desempeando labores domsticas como empleadao nana. Elracismo fue una constante en su experiencia de vida en las casas donde sirvi,

    pero con el correr del tiempo, me dijo, uno aprende a vivir con eso y a veces lamejor manera es ocultar que uno es mapuche, tambin hablar distinto y hastacopiar a los patrones en su forma de ser, as nos discriminan menos.

    En Santiago estableci una relacin con un hombre mapuche que porentonces trabajaba como panadero y formaron una familia con cuatro hijos:

    Como a los 65 aos dej de trabajar () estaba muy cansada,haba ahorrado algo de plata y los hijos estaban grandes. Ellosme ayudaban y hasta el da de hoy lo hacen, somos bien unidos.Siempre me esforc para que furamos una familia unida, quemis hijos estudiaran y se superaran para que fueran algo en lavida.

    Al preguntarle si sus hijos conocan su historia de vida, me comentque haba pasado mucho tiempo sin conversar de ello, que lo evitaba porque

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    no quera transmitirles su sufrimiento. Pero que para entonces se senta mspreparada para hacerlo y poco a poco conversaban sobre su historia. Mara medijo: Para poder sanarme de ese dolor tan grande que he tenido, ha sido tener

    una familia unida, darle cario a mis hijos, esforzarme para que no vivan loque yo viv () De esa forma creo que he sanado algo de mi historia.

    III. LOSCONDENADOSDELATIERRA, COMOCONDENADOSDELAMEMORIA11

    La historia de Mara y su familia no es una experiencia aislada entre lasdiversas trayectorias de vida de mujeres y hombres mapuche. Sin embargo,estas experiencias no han tenido mayor cabida en nuestra reexin histrica,

    particularmente sobre los modos en que se entrelazan con los vnculos polti-cos e ideolgicos forzados que nos atan al colonialismo originado con nuestraincorporacin forzada al Estado en Chile y la economa poltica capitalista,a partir de la campaa militar que desde mediados del siglo XIX pretendi

    pacicarnosy civilizarnos.La experiencia de Mara es una historia deservidumbre. Y me reero

    aservidumbre, no slo porque la constitucin de mujeres y hombres mapuchecomo mano de obra encuentra su origen en una clasicacin socio-racial ylugar que les fue otorgado en la economa durante el periodo de colonialismohispano. Sino adems porque en cuanto los mapuche fueron representadoscomo raza inferior, el lugar preferente que deban ocupar luego de la campa-a de ocupacin militar eufemsticamente denominada comoPacicacin dela Araucana, fue el de mano de obra domstica, obrera y agrcola, en cuyasrelaciones se fueron anudando e intersectando desigualdades de clase, de ra-za y de sexo/gnero. Constituyen tambin relaciones deservidumbre, porquemujeres y hombres mapuche no slo deban y deben transferir su fuerza detrabajo, posibilitando a las familias de clases medias y altas situarse en una

    posicin diferenciada y superior. Sino tambin, porque frecuentemente la in-sercin de las mujeres mapuche en estos espacios, es representada como parte

    de un proceso que las civiliza, que mediante el aprendizaje de ciertas rutinasy hbitos de limpieza, laboriosidad, obediencia y delidad, las regenera de

    11 La expresin condenados de la memoria se inspira en los condenados de la tierra de FranzFanon ([1961]2003). Con ello intento aludir a la compleja relacin que establecen los puebloscolonizados con sus memorias colectivas e individuales. Tambin a la centralidad que tienen lasprcticas de interrogacin y dilogos con el pasado, en los procesos de descolonizacin comopraxis que desmantela estructuras y dimensiones cotidianas de explotacin y desigualdad.

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    aquellas costumbres que estorban a los patrones y patronas. Como ha sosteni-do Andrea Smith, intelectual Cherokee, los cuerpos de los sujetos indgenas,de modo particular el de las mujeres, han sido marcados histricamente como

    sucios, degenerados o carentes (2005). Por ende, considerados como violablesy explotables los cuerpos y territorios, bajo un discurso e imaginario de civi-lizacin, progreso o desarrollo que legitima la violencia y el tutelaje colonial.

    Estas experiencias han sido y son bastante habituales. Por tanto, si enel caso mapuche no han sido puestas a debate, tal vez pueda deberse a que seencuentran normalizadas, al formar parte de una suerte de habituso una cul-tura colonial,donde quienes se sirven de ellas permitindoles situarse en una

    posicin diferenciada socio-racial y econmicamente incluidos/as no pocosinvestigadores/as sociales-, como tambin quienes transeren su fuerza de tra-

    bajo, le otorgan un carcter natural o como un destino inevitable.Ahora bien, si el colonialismo conlleva la puesta en marcha de un sis-temtico proceso de despojo y subsuncin de territorios y cuerpos mediantela violencia y disciplinas tutelares (Nahuelpan, 2012). Esta sistemtica des-

    posesin y subsuncin tambin ha permeado el campo de la subjetividad eintersubjetividad de los pueblos indgenas y de los mapuche en particular. Estono slo ha conllevado al secuestro y silenciamiento de experiencias y vocesvinculadas a las historias de mltiples hombres y mujeres mapuche como lasde Mara que he citado anteriormente. Tambin, como ejercicio anlogo, a unadenicin de lo que puede o no ser concebido como histrico (Guha, 2002).Una operacin que posiciona estas experiencias como parte de lo im-pensabley, por ende, las condenada al silencio.12 Como sostuvo Franz Fanon,

    el colonialismo no se contenta con apretar al pueblo entre susredes, con vaciar al cerebro colonizado de toda forma y de todocontenido. Por una especie de perversin de la lgica, se orientahacia el pasado del pueblo oprimido, lo distorsiona, lo desfigura,lo aniquila (Fanon, 2003:192).

    Parafraseando a Fanon, podramos decir entonces que los condenadosde la tierra, son tambin condenados de la memoria.

    12 La idea de lo im-pensable la retomo del antroplogo e historiador haitiano Michel-RolphTrouillot (1995), quien alude a ella en su anlisis sobre la revolucin de negros y esclavos enSaint Domingue. Lo im-pensable, de acuerdo a Trouillot, radicaba en que desde el imaginariocolonizador, ser negro y esclavo eran condiciones desde las que no se poda imaginar lalibertad, por lo que la primera revolucin independentista en Amrica Latina entrara a lahistoria como un no-evento.

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    Esta poltica colonial de destruccin, silenciamiento y secuestro de lasexperiencias, voces y memorias de los pueblos colonizados es, sin embargo,contradictoria, contestada y resistida. La interfaz entre lo que sucedi y lo que

    se dice que sucedi, es siempre un campo de disputas. Para los condenadosde la memoria, ocupar un lugar en la historia, no slo conlleva un posiciona-miento como sujetos en o del pasado, sino ante todo, la recuperacin de susagencias (conciencias y prcticas histricas) en el tiempo y en el espacio, paramovilizar polticamente el recuerdo y el silencio en las luchas del presente y enlos horizontes polticos que se construyen cotidianamente. Es precisamente elcarcter situacional y poltico de las prcticas de memoria, lo que dene cmoal interior de los propios sujetos colonizados los actos de recuerdo y olvido,tambin son siempre selectivos, productores de silencios y permeados por las

    condiciones coloniales presentes en que emergen13

    .Por ello, en el caso mapuche, en el esfuerzo por construir una contra-historiaque remarque la pre-existencia al colonialismo hispano y chileno-argentino, en nuestro propsito poltico de buscar unidad para nutrir nuestrademanda por autonoma y libredeterminacin, tambin hemos ignorado pro-cesos e identidades mapuche que no encajan con la representacin del pasa-do y presente que deseamos construir y movilizar14. La experiencia de Maray la de muchas mujeres mapuche con historias de servidumbre y marginalidadsimilares, hace parte de experiencias que se hallan subalternizadas dentro delmeta-relato histrico nacionalista mapuche. De modo que en nuestro esfuerzo

    por reconstruir nuestra historia, en ocasiones tambin hemos emulado laslgicas de la historiografa nacionalista y colonialista que hemos criticado ycon la cual disputamos signicados y representaciones sobre el pasado y el

    presente en nuestros das15.Esta contrahistoria, tiene como rasgos fundamentales la elaboracin

    de un meta-relato homogneo y universalizante, polticamente correcto, queutiliza como base la categora de pueblo16; que privilegia la presencia de lde-

    13 La simultaneidad entre el recuerdo y el olvido en nuestras prcticas de memoria, la retomo delos planteamientos de Aug (1998). En tanto, los anlisis de cmo el poder y la subordinacinrasga las prcticas de memorias, la retomo de Rappaport (2005).

    14 El concepto de contrahistorias vinculada a las narrativas del pasado que despliegan lospueblos indgenas, la retomo de los planteamientos de Esquit (2004), historiador maya kakchikel, que utiliza el concepto en su anlisis del discurso e imaginario histrico de lascorrientes mayanistas en Guatemala.

    15 Reconstruir nuestra historia corresponde a la frase habitualmente utilizada para dar cuentade la investigacin sobre el pasado mapuche y la movilizacin poltica de ste en los procesosde lucha que se despliegan en nuestros das. Al respecto puede verse Marimn et. al. (2006).

    16 La ambigedad del concepto de pueblo como categora analtica, en el caso mapuche, tambin

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    res o autoridades mapuche masculinas, desvanecindose en el actuar de stosy sus discursos, las identidades de mujeres, nios, nias, champurriaso kui-

    fal. Una narrativa que se concentra preferentemente en aquellas historias que

    se desarrollan en las comunidades, concebidas como focos de tradicin ypreservacin de una cultura mapuche habitualmente imaginada en trminosestticos, que incluso ignora el origen colonial de stas vinculado al despojo yla reduccin territorial, a la vez que descuida cmo la tradicin es re-elabo-rada y re-inventada constantemente en su interaccin con relaciones de poder

    presentes y contingentes.Esta contrahistoriamapuche releva los modos de accin colectiva y las

    demandas desarrolladas por organizaciones mapuche desde inicios del sigloXX, asumindolas como expresin de el movimiento mapuche. Como si to-

    dos aquellos hombres y mujeres que no se integraron a ellas, habran permane-cido estticos, petricados, como reservas culturales o bien como parte de lasmasas asimiladas o awinkadas que se subordinaran al racismo y el colonia-lismo. En esta contrahistoria, la poltica mapuche es denida como aquellasacciones visibles, que confrontan o negocian con el Estado o como aquellasexperiencias que giran en su orbita, de modo que las diversas modalidadescotidianas que despliegan las identidades mapuche para hacer frente a las je-rarquas socio-raciales colonialmente estructuradas, esos otros movimientosmapuche, son vaciados de su contenido poltico, condenados al silencio, alolvido o posicionados en un lugar secundario en relacin a las grandes histo-rias y personajes mapuche. Como reexiona Antileo, luego del fallecimientode su laku(abuelo paterno):

    Mi abuelo no fue para nada un kimche, ni un weichafe, ni autori-dad tradicional, ni dirigente, ni vocero. Tal vez no fuese tampocoun ejemplo digno de idealizar ni es mi propsito recordarlo as() Mi abuelo trabaj toda su vida, hasta pocos meses antes demorir. Jardinero de oficio, hermose las plantas de familias ricas,que con certeza no deben tener la ms mnima idea de que el vie-

    jito se fue () Mi abuelo muri y sin duda no pasar a los librosque narran la historia de nuestro pueblo, porque ah se escribeuna sola historia, un discurso a estas alturas casi memorizado, unrelato monoltico. Nadie o muy pocos se preocupan de las histo-rias dispersas que se tejen en Santiago o que se construyen en la

    ha sido planteada por Caniuqueo (2012: 2-3).

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    cotidianidad y diversidad de nuestra sociedad actual. Ni a esen-cialistas, msticos o nacionalistas duros les interesa demasiado si-tuarse en las contradicciones y experiencias que nos ha dejado la

    migracin y los desplazamientos de nuestra gente. No muri unade esas tantas categoras que usamos para resaltar a las personasy sus bondades polticas o culturales. Muri un hombre lleno decontradicciones, como todos nosotros, que nos quiso a su modo,que quisimos al nuestro (Antileo, 2012b: 4-5).

    Las lgicas y narrativas vinculadas a la contrahistoriamapuche hantenido un impacto signicativo en la formulacin de las demandas que enar-

    bolan organizaciones polticas donde la identidad colectiva en cuanto pueblo

    y nacin es asumida como central, en relacin a las dimensiones individua-les, cotidianas y contradictorias de las identidades. De este modo la narrativahistrica y proyecto poltico de pueblo, anclado en nociones de homogenei-dad, termina, a n de cuentas, encubriendo el potencial poltico que alberga laheterogeneidad y los modos a partir de los cuales re-pensar la re-construccinde una comunidad futura o ncleo sociopoltico comn tejiendo las otrashistorias que encierran los otros movimientos mapuche. Es decir, las prc-ticas cotidianas y contradictorias que diversos hombres y mujeres mapuchehan desplegado para sobrevivir, enfrentar el racismo, el empobrecimiento y laexclusin social originada en relaciones de colonialismo(s) internalizado(s).

    De esta forma, en el esfuerzo por explicar histricamente nuestra mar-ginalidad y en revertirla a travs de una contrahistoria ohistoriacontrahe-

    gemnica, tal vez hemos reforzado o creado, nuevas subalternidades. De allque no es casual que la seora Mara, al inicio de nuestras conversaciones, merecalcara que no s nada de historia mapuche. Pues para ella, de la mismaforma en que su experiencia no tiene cabida en la narrativa histrica naciona-lista chilena o indigenista, tampoco lo ha tenido en la historia que hemos es-tado escribiendo los propios mapuche o en los discursos que preferentementedirigentes en los espacios urbanos o rurales realizan para representar nuestro

    pasado y movilizarlo polticamente.La experiencia histrica de Mara no habla de lonkos, toquis, weicha-fes, autoridades tradicionales, de grandes lderes, de luchas colectivas orga-nizadas, de resistencias frontales al poder o de cosmovisiones armnicas. Porel contrario, habla de dolor, sufrimiento, desgarro, esfuerzo, trauma, racismo,del lugar que hombres y mujeres mapuche, han tenido como servidumbre ymano de obra domstica en familias de clases medias y altas y de cmo, desdeesos espacios de marginalidad y disciplinamiento de sus cuerpos que se des-

    pliegan en mbitos privados, han sacado la fuerza necesaria para sobrevivir,

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    logrado entregarles comida, abrigo, cario, afecto o educacin formal a sus hi-jos e hijas, muchos de los cuales, en nuestros das son parte activa de las luchaspolticas mapuche en torno al territorio y los derechos colectivos. No obstante,

    estas nuevas generaciones, en ocasiones, reproducen discursos histricos ypolticos de homogeneidad donde las propias experiencias en las cuales stosy sus familias se han constituido como sujetos histricos y polticos, no tie-nen mayor cabida o expresin. Ciertamente la referencia a historias heroicas,lderes que nos transaron su resistencia al colonialismo, se relaciona con la

    bsqueda y relevamiento de aquellas experiencias que nutren y rearman lavoluntad de lucha frente a los mltiples despojos, desigualdades y opresionesactuales. Sin embargo y ms all de caer en reduccionismos y polarizacionesque contraponen unas historias por sobre otras, habra que pensar en torno a

    cmo se entre-tejen ambas modalidades de historias y memorias, as comocul es el potencial poltico y epistmico que alberga su entre-tejido ya sea enla lectura de las condiciones sociopolticas pasadas y presentes, como tambinen la construccin de una comunidad o ncleo social mapuche.

    Experiencias como las de la seora Mara, compartidas por mltipleshombres y mujeres mapuche, tambin nos interpelan para pensar el carctercontradictorio de las conciencias e identidades, la capacidad formativa queha tenido el colonialismo en diversas generaciones, el modo en que ste seha inscrito en sus cuerpos y subjetividades, y la forma en que ha producidosilencios o recuerdos traumticos. Sin embargo, experiencias como stas, alcontrario de lo que dicta el discurso histrico nacionalista y pico mapuche,tambin nos hablan de cmo las resistencias y los procesos de reconstruccinno slo se han realizado frente a grandes lgicas opresivas, sino que guardanrelacin con la reconstruccin que puede operar en los hogares, reparandolazos sociales y familiares desmembrados, construyendo lazos de solidaridady haciendo habitable la vida cotidiana.

    Cuando experiencias como las de la seora Mara han sido objeto deestudio de los programas de investigacin indigenista en el campo de la an-tropologa, la etnologa o la historia, frecuentemente han sido asumidas como

    parte de la asimilacin que habran vivido los mapuche y de la mimetizacindentro de los sujetos populares. Un concepto, ste ltimo, en boga en nues-tros das, pero que invisibiliza bajo una categora homognea, una diversidady heterogeneidad de identidades y las relaciones de conicto, racismo y vio-lencia que tambin se reproducen al interior de los grupos marginados. Soy

    pobre, pero no indio, es tal vez una de las frases que mejor sintetizan el modoen que dentro de los llamados sujetos populares, tambin se reproducenrelaciones de discriminacin y violencia racializadas que se rearticulan a es-tructuras de poder y desigualdad ms amplias.

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    Por otra parte, cuando experiencias como las de Mara son reexio-nadas por quienes asumen una posicin reicada de la tradicin o la cultu-ra, habitualmente son descritas e interpretadas como parte del llamado win-

    gkawn(awinkamiento, hacerse winka) que conllevara la migracin y vida enlas urbes. Sin embargo, si prestamos atencin a las trayectorias de vida de las

    personas, notamos que la supuesta asimilacino el awinkamientoque com-parten una lectura basada en lgicas de clasicacin binarias y dicotmicas delo social- no slo ha sido un proceso imposible de lograr porque incluso paraquienes han negado sus identidades racialmente estigmatizadas, las marcas decolonialismo constituyen heridas an no cicatrizadas. Sino tambin porque laasimilaciny awinkamiento, como proceso imposible de lograr, ha obedecidotambin al hecho de que la formacin de identidades no constituye un devenir

    acabado, sino dinmico, inuenciado por las situaciones, las relaciones depoder y los contextos sociopolticos por los cuales hemos transitado en cuantosujetos histricos y polticos.

    Ser sujetos histricos y polticos no slo signica encontrarnos sujeta-dos a una estructura (o ciertas condiciones y circunstancias) como sostienenteoras contemporneas que enfatizan los modos en que la constitucin delsujeto se encuentra vinculada a experiencias de subyugacin (Foucault, 2002;Butler, 2001). Ser sujetos histricos y polticos, tambin signica ser agentesy actores, personas que hacemos historia en nuestras prcticas cotidianas y encuanto seres humanos.

    Este tipo de problemas constituye, por tanto, no slo un desafo epist-mico imparcial, sino ante todo un desafo poltico. Hoy, ms que nunca, debe-mos esforzarnos por descentrar nuestras auto-representaciones de lo mapuchecomo una totalidad homognea y armnica -en el pasado y en el presente-,e intentar percibir tanto nuestra heterogeneidad, como tambin las desigual-dades y jerarquas en el tejido cotidiano de nuestras familias, comunidades,organizaciones y sociedad donde las desigualdades se reproducen, se articulany refuncionalizan, en el contexto de una relacin colonial fuertemente arrai-gada e internalizada. Pues el colonialismo es, siempre, un encadenamiento de

    desigualdades y opresiones, donde quienes pueden ociar como dominadorespara unos, se vuelven dominados frente a otros. Como he percibido a travs dedilogos con otras voces y relatos de vida similares a los de Mara, hombresy mujeres mapuche, tambin han servido, sirven, han vivido o viven condi-ciones de explotacin y racismo dentro de familias de clases medias y altas deizquierda, permitindoles gozar de un estatus diferenciado a estas ltimas, enuna jerarqua socio-racial, estructurada por una historia de colonizacin queinterpela a todos/as sin importar polos ideolgico-polticos. A su vez, las ex-

    periencias de servidumbre tambin son compartidas por otros grupos sociales

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    Las zonas grises de las historias mapuche.

    Colonialismo internalizado, marginalidad y polticas de la memoria

    marginalizados y empobrecidos, pero, no obstante, las lgicas de poder ancuando convergen en ciertos aspectos de clase, tambin se presentan de mane-ra diferenciada no slo en cuanto al cmo y por qu llegan hombres y mujeres

    aservira familias de clases medias y altas en Chile, sino tambin respecto alcmo viven y signican estas experiencias.

    IV. REFLEXIONESFINALES.

    En la actualidad es habitual hablar de la historia o la memoria mapu-che, a partir de los testimonios de personas reconocidas como kimche, ngen-

    pin, kuikeche, de los lonkoso de los weichafes. Se habla de que en sus relatosy discursos, se encuentra el verdadero kimn(conocimiento mapuche) y de

    la necesidad de recuperarlo en nuestros das y de movilizarlo en las luchasdel presente. Estos testimonios son importantes, porque en ellos hay cono-cimientos, visiones del pasado, del presente y del futuro que remiten a susexperiencias, memorias y luchas pasadas y presentes. Sin embargo, posicionarestos testimonios y conocimientos como parte de experiencias nicas y cohe-rentes, constituye un grave reduccionismo terico, a la vez que poltico. Puesellos tambin han vivido procesos particulares y contradictorios, en contextosespeccos y transitado espacios concretos. Como lo han vivido tambin mu-chas y muchos otros hombres y mujeres cuyas experiencias y voces han sidoignoradas o silenciadas por la narrativa histrica ocial en Chile, indigenista,o por los propios discursos histricos nacionalistas mapuche. De all que elestablecimiento de dilogos de experiencias, de pensamientos, conocimientosy memorias inter-generacionales, que tenga en cuenta las diferencias y hete-rogeneidades, para desde all construir un ncleo social comn, se torna en unejercicio y desafo imprescindible (Cumes, 2011).

    Escuchar y dialogar con las heterogneas y contradictorias experien-cias de hombres y mujeres mapuche, historias marginalizadas y silenciadastanto por la historia ocial e indigenista chilena, como por la historia nacio-nalista mapuche, nos demuestra las contradicciones de nuestras representa-

    ciones del pasado y del presente, de nuestros proyectos polticos basados enlgicas de homogeneidad, y nos desafa tambin a asumir un compromiso

    por descolonizarnos a nosotros mismos. Pues si el colonialismo se haya in-ternalizado y alojado en nuestros cuerpos y subjetividades, somos nosotroslos que en primer trmino tenemos la capacidad y el poder de desmantelarlo.Este tipo de desafos nos obligan a re-pensar y a re-denir las autonomas y lalibredeterminacin mapuche ms all de una meta a alcanzar, y a prestar aten-cin a cmo stas tambin implican una produccin cotidiana que conlleva uncuestionamiento, desmantelamiento y una permanente corrosin de la domi-

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    nacin, la exclusin, y la desigualdad donde quiera que se encuentren. Inclusoen nuestras prcticas, nuestros discursos, nuestras representaciones del pasadoy del presente, y en nuestros propios proyectos polticos.

    De esta forma, las zonas grises de las historias mapuche nos desafanno slo en trminos tericos, sino tambin polticos, para intentar arrancar elcarcter traumtico y el sufrimiento social que se ha cultivado en las experien-cias y recuerdos originados en una relacin de colonialismo. Asimismo, laszonas grises de las historias mapuche, nos desafan a buscar nuevos senderosque permitan entre-tejer experiencias y recuerdos en memorias sociales, demodo que los acontecimientos no slo sean vividos como experiencias priva-das o fragmentos (Comunidad de Forrahue y Colipan, 2012). Pues una de las

    formas ms potentes que ha tenido el colonialismo para perpetuar su hege-

    mona y naturalizar la opresin, ha sido provocar que los actos de nuestrasmemorias slo tengan sentido desde su dispersin.

    V. FUENTESYBIBLIOGRAFA.

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    Departamento de HistoriaUniversidad de Santiago de Chile

    Revista de Historia Socialy de las Mentalidades

    Volumen 17, N 1, 2013: 35-57Issn: 0717-5248

    FERNANDOPAIRICNPADILLA**

    RESUMENEl primero de diciembre de 1997, tres camiones

    en la comuna de Lumaco fueron incendiadosquedando totalmente destruidos. El hecho, que

    remeci la regin, gener un salto cualitativo enla politizacin del pueblo Mapuche, encaminada

    paulatinamente desde los inicios de la transicindemocrtica. Lumaco marc una nueva etapa enel movimiento y en la historia del pueblo Mapu-che, brotando con mayor claridad la utopa auto-determinista. Fue un desarrollo ideolgico de unsector del pueblo Mapuche que seal su antica-pitalismo como un eje articulador, y la resisten-cia, se simboliz en la irrupcin de la violencia

    poltica como instrumento para la reconstruccinde lo que llamaron Wallmapu.

    Palabras claves:Lumaco, Violencia poltica,Mapuche, Coordinadora Arauco Malleco, Auto-determinacin.

    ABSTRACTOn December 1st, 1997, three trucks ownedby Forestal Arauco were completely burned.The incident shaked up all the AraucanaRegion and generated a qualitative change inthe politization of the mapuche people that

    had started in the beginning of the democratictransition. Lumaco dened a new stage in themapuche movement and history, where the ideaof a self-determination proyect appears moreclearly. It whas the beginning of an ideologicaldevelopment for a sector of the mapuchepeople who dened their anti-capitalism as acentral point of the movement, and symbolizedthe resistance in the irruption of the politicalviolence as a resource to rebuild what theycalled Wallmapu.

    Keywords:Lumaco, Political violence,Mapuche, Coordinadora Arauco Malleco, Self-determination.

    LUMACO: LA CRISTALIZACIN DEL MOVIMIENTOAUTODETERMINISTA MAPUCHE.*

    LUMACO: MAPUCHES SELF-DETERMINIST MOVEMENT MADURATION

    * Recibido: Febrero 2013; Aceptado: Mayo 2013.** Magster en Historia de Amrica. Universidad de Santiago de Chile, Santiago, Chile. Email:

    [email protected]

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    pp. 35-59Lumaco: la cristalizacin del movimiento autodeterminista Mapuche.

    I. INTRODUCCIN.

    Nunca olviden que la sangre que pisotearon/

    Los colonos/Se levant chorreando fuego en Lumako/

    Y ahora marcha en nuestras venas.(Waikilao, 2011).

    Oscar Eltit, Intendente de la Regin de La Araucana para 1997, caminraudo por los pasillos de la I Corte de Apelaciones de Temuco. Su objetivo erarmar el escrito por Ley de Seguridad Interior del Estado, luego de enterarsedel incendio a los tres camiones de una de las empresas forestales ms im-

    portantes de Chile. Al ser consultado por los periodistas, Eltit slo seal:Es la primera vez que, como Intendente, que me veo obligado a iniciar unaaccin de este tipo en contra de un grupo de personas (El Austral, 3/12/1997).Simblicamente, de esa forma, se abri una nueva etapa en las relaciones entreel Estado chileno y una parte del pueblo Mapuche,1enmarcndose dentro deuna las protestas ms radicales en la transicin democrtica chilena.

    Existe un consenso en que los sucesos de Lumaco marcaron un puntode inexin en el desarrollo de la historia del pueblo Mapuche reciente.Algunos han planteado que es el detonante organizativo de la Coordinadorade Comunidades en Conicto Arauco-Malleco (CAM), otros han sealadoque desde ese momento emergi el conicto mapuche. Mientras unatercera ptica ha planteado que surge un movimiento de resistencia Mapuche.(Benavente y Jaraquemada, 2001; Barrera, 1999; Tricot, 2013).

    El incendio de los tres camiones madereros de pino insigne,concretizaron una nueva forma de hacer poltica en un sector del puebloMapuche que se vino embrionando desde nes de la dcada del ochenta ensu aspecto terico. Lumaco, adems, marc la transicin entre la devolucinde tierras a la devolucin de territorio, marcando un salto cualitativo para elmovimiento Mapuche, ya que fue claricando el carcter ideolgico de la

    cuestin nacional Mapuche.Sobre todo, el incendio a los camiones de una de las rmas empresariales

    ms poderosas en Chile, renov una subjetividad en los Mapuche, perlndoseun nuevo tipo de militante en la transicin democrtica: el mapuchista.

    1 Al igual que Florencia Mallon, escribiremos la palabra Mapuche con mayscula, paradenotar un pueblo o una nacin distinto. Adems, esta palabra en s mismo en el mapuzungumes plural. (Mallon, 2006: 31).

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    Fernando Pairicn Padilla

    (lvarez y Pairicn, 2011) Militante que articul la subjetividad impulsada porel Consejo de Todas las Tierras, propio de la siembra ideolgica que impulsest organizacin desde los 90, (Pairicn, 2012) con los nuevos postulados

    que irrumpieron desde la CAM que se expresaron en la revalorizacin delorgullo de la morenidad, y por lo tanto, enclavando un paso importanteen la descolonizacin del pueblo Mapuche. Con ello, la cuestin nacionalMapuche se inscribi como parte de una oleada indigenista continental quedesde los noventa fue exigiendo el derecho humano de la autodeterminacin.(Stavenhagen, 2004: 20).

    Con todo, los suceso de Lumaco no se pueden comprender sin lahistoria de desposesin territorial que vivi el pueblo Mapuche luego de laOcupacin de La Araucana en 1883 (Nahuelpn, 2012). Pues ser la larga

    historia territorial (Correa y Mella, 2011) lo que tambin sustente la rebelinde algunas comunidades del pueblo Mapuche a partir de 1997 (Pairicn, 2013).Ya que nalmente como expres Jos Huenchunao, uno de los fundadores de laCAM, Lumaco expres todo el peso histrico de la opresin, la desesperanzay humillacin de nuestra gente (El Mercurio, 28/12/2000).

    II. LUMACO: UNARESEAHISTRICA.

    Para 1997, el 75% de la comuna era pobre segn los datos entregadospor el alcalde de Renovacin Nacional, Rolando Flores. El mismo edil sealabaque un 35% de la poblacin era cesante; la desercin escolar era del 80%; 500mil hectreas de tierras estaban erosionadas en La Araucana por la accinforestal y la sobreexplotacin agrcola. De esa totalidad, 15% perteneca ala comuna de Lumaco. El mismo alcalde sealaba que en algunos lugaresde la comunidad, las crcavas de la erosin alcanzaban los 15 metros de

    profundidad (La Tercera, 30/05/1997). Este diagnstico realizado por el edilde RN fue realizado siete meses antes que un grupo de comuneros emboscaranla caravana de camiones de Forestal Arauco. Y es que una vez descendidala paranoia subversiva que se cre con este hecho, los actores polticos

    coincidirn en algo: el detonante de la crisis era la pobreza. (El Austral,24/12/1997).

    A la inversa de esta realidad, para nes de 1996, Forestal Arauco delgrupo Angelini, tuvo ganancias por 357, 026 millones de dlares y AserraderosArauco 84,308 millones de dlares. Por su parte, el grupo Matte a travs deCelulosa del Pacco, obtena 166,011 millones de dlares; la CMPC, 67,379millones de dlares y Aserraderos Mininco, 65,253 millones de dlares (Fazio,1997: 116).

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    pp. 35-59Lumaco: la cristalizacin del movimiento autodeterminista Mapuche.

    Uno de los mayores problemas de la comuna era la sequedad de lasnapas subterrneas por la misma accin forestal, por lo tanto del agua para lasubsistencia y la agricultura. La fumigacin de las forestales, se haba traducido

    en el envenenamiento de los pastos y cultivos. Las mismas plantaciones ylos caminos que se construyeron para trasladar los pinos y eucaliptos a laCelulosa Arauco, signic para los Mapuche quedar cercados por estos milesde plantaciones de diez metros de altura, impidiendo el acceso a los caminos

    para llevar a pastorear a los animales.Esta realidad debe ser complementada con la historia de dos comunidades

    que fueron los epicentros de estos sucesos:Pichilincoyan y Pililmapu. Ambasson consecuencia de la Ocupacin de La Araucana; sobrevivieron en lasreducciones al empobrecimiento forzado desde el Estado; lograron bajo la

    Reforma Agraria una importante y exitosa experiencia asociativa, para luegoser despojados nuevamente bajo la dictadura militar en pos de neoliberalizar laregin a travs de las empresas forestales. Y es que Joaqun Lavn, como partedel proyecto refundacional de la dictadura, dej establecido cul iba a ser el roldel mundo forestal: reemplazar al cobre como la principal fuente de ingresodel pas (Lavn, 1987: 51).

    El Lonko Jos Chureo, miembro de la comunidadPichilincoyan,re-cordaba que las tierras en las que estaban las forestales haban pertenecidoa uno de nuestros ancestros, Juan Canuleo Pinuleo hasta 1873, cuando in-migrantes italianos les quitaron la tierra con ayuda del gobierno. (El Aus-tral, 10/12/1997) Ese mismo ao, Cornelio Saavedra haba fundado el fuerteLumaco, la posesin ms avanzada y entrante hacia el centro de las tribusrebeldes, como eran consideradas las fuerzas encabezadas por el Toqui Ki-lapn, los principales opositores al Ejrcito chileno. El fuerte Lumaco eraestratgico para la Ocupacin de La Araucana, pues aseguraba una conexindirecta con la costa y abra comunicaciones expeditas con la lnea de fuertesque vena construyendo este coronel a lo largo del ro Malleco (Navarro, 2008:190-192).

    Pero fue en 1878, cuando el gobierno remat esos terrenos adjudicn-

    doselos a particulares, que las antiguas tierras fueron divididas por hijuelasde propiedad privada y entregadas formalmente a los colonos italianos. LosMapuche fueron desplazados a los cordones de cerros, siendo despojadosde un piso ecolgico bsico para la economa ganadera y agrcola, perdindo-se los terrenos planos del fondo del valle y abiertos por la comunidad para el

    pastoreo. De esta desposesin territorial, nacieron las reducciones MapuchePilinmapu y Pichilincoyan, con sus respectivos Ttulos de Merced que legali-zaban la ocupacin

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    Fernando Pairicn Padilla

    Durante La Reduccin (1883-1930), estas comunidades fueron gra-dualmente despojadas de nuevos terrenos al interior de los Ttulos de Merced

    por colonos vecinos a las comunidades. La familia Ruckert sern recordados

    por la memoria de los descendientes de Juan Canuleo como winkas, es decir,ladrones o usurpadores. Sin embargo, este mismo hecho permiti que durantela Reforma Agraria, las comunidades comenzaran a correr cercos para recu-

    perar las tierras arrebatadas, lo que nalmente se concretiz el 16 de octubrede 1969, cuando los fundos Reico, Pililmapu, Hueico, San Gerardo, Anadelay El Peral, todos de la familia Gunderman Rucker fueran expropiados y tras-

    pasados a las comunidades Mapuche.Obtenidas las tierras, se dio pie a una experiencia de asociatividad

    importante para la historicidad de las comunidades: La Cooperativa Lautaro

    Lumaco Limitada. Segn Martn Correa, fue una de las experiencias ms exi-tosas de cooperativismo, siendo un hito en el proceso de Reforma Agraria enLa Araucana (Correa, Ynez, Molina, 2005: 113). Varias de las comunidadesque participaron de este proceso, fueron parte activa de la rebelin a partir de1997, como: Lolenco, Didaico, Temulemu, Pantantao, Ranquilco, Pichilin-coyan y Pilinmapu. Ellas, bajo la transicin democrtica iniciaron un nuevociclo reivindicativo a travs de recuperaciones simblicas, para sobrepasar esemismo mtodo por recuperaciones efectivas luego de los sucesos de Lumaco.Al mismo tiempo terminaban por fundar la Coordinadora Arauco-Malleco.

    Otro hecho clave, es que uno de los proyectos de la Cooperativa, ase-sorados por INDAP y como parte de un proyecto de desarrollo econmico im-

    pulsado por CORFO, fue la forestacin de pino insigne para la productividadcomunitaria. Aquella experiencia, -como recuerda Pedro Ran- fue importan-te, porque fue gradualmente sacndolos de la miseria en la que se encontraban.Ran, para ese tiempo Presidente de la Cooperativa, recuerda:

    Cuando pasbamos por este pueblo de Lumaco trayendo los ani-males trasladado de San Gerardo, al pastoreo mejor, para levantarlas chacras, los traamos con cuatro camperos, los Riquert mo-

    van la cabeza y la Chvez deca estos indios ya estn ricos, tan-to animales que tienen. Ya nosotros tenamos todo proyectado,haciendo el estudio y estbamos aceptados en esos trabajos y seestaba dando fruto y trabajando colectivamente (Correa, Ynez,Molina, 2005: 225-226).

    El golpe de Estado revirti estos avances. En Lumaco, de 19 prediosexpropiados durante la Reforma Agraria, 16 fueron regresados a sus antiguosdueos. Esto no slo marc nuevamente la prdida de tierras, tambin de la ex-

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    pp. 35-59Lumaco: la cristalizacin del movimiento autodeterminista Mapuche.

    periencia de trabajo cooperativista, de los animales, maquinaras, e inclusivede los pinos forestados que ingresaron luego al patrimonio de los conglomera-dos forestales. Esto se cristaliz en 1979, cuando los predios son traspasados

    de CORFO a CONAF, quien los vende a un bajo costo a las empresas Minincoy Arauco de las familias Matte y Angelini. Ese mismo ao, la dictadura decretaque la propiedad comunitaria no existe, entregando ttulos de propiedad par-ticular a cada familia que vive al interior de ellas.

    La respuesta al Decreto Ley se tradujo en el nacimiento de los CentrosCulturales Mapuche (CCM) entre 1978 y 1979. Tuvo una importante presen-cia en la Octava y Novena Regin, de hecho uno de los integrantes de la pri-mera directiva, fue Luis Huilcaman, padre del futuro fundador del Consejode Todas las Tierras. En 1984, desde los CCM una fraccin se desprende para

    conformar Ad-Mapu, organizacin que comenz a plantear las primeras ideasde autonoma e impuls la recuperacin de tierras para obtener los territoriosperdidos bajo la dictadura. Varios de los dirigentes del Consejo sern miem-bros de Ad-Mapu, asimismo, como varios de los integrantes de la Asociacinancucheo de Lumaco. Mientras varios de los futuros miembros de la CAM,vern la experiencia de politizacin de Ad-Mapu en los campos de su niez.Muchas de las formas de hacer poltica al interior del mundo indgena, comoencuentros de paln, celebracin de nguillatunes y volver a rescatar el mapu-zungun ocialmente, sern fortalecido por el Consejo y replicado por la CAM.Por lo tanto, vemos una continuidad de una forma de hacer poltica al interiordel pueblo Mapuche que se fue constituyendo en este contexto histrico ycondiciones particulares.

    La historia del despojo de tierras luego de la Ocupacin de La Arauca-na, como es posible verlo en las palabras del Lonco Jos Chureo, nos habla deuna historia que cruz generaciones. Las batallas por recuperar la tierra mar-caron a las generaciones futuras; la corrida de cercos fue una experienciade politizacin, y sin duda, la exitosa experiencia de la Cooperativa tambin.Desde esta perspectiva, se fortaleci una construccin poltica que algunos handenominado Identidades Territoriales (Marimn et.al., 2006) que impuls la

    gestacin de una nueva etapa en el desarrollo poltico del pueblo Mapuche.En este escenario es que el 10 de octubre de 1989 cerca de quinientos

    Mapuche de Lumaco se instalaron en el fundo Santa Clara de la familia Ruc-kert. Mataron tres vaquillas del fundo, las faenaron y las comieron mientrasre-ocupaban la tierra: tenemos el derecho a comerles no slo un animal, sinodos, tres, cuatro o ms. Porque los ricos comen todos los das por la tierranuestra sealaron. (Punto Final, 6/11/1989) Al da siguiente se efectu eldesalojo por ciento cincuenta carabineros, siendo detenidos cuarenta comu-neros y acusados por usurpacin de terreno y abigeato. Entre los detenidos,

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    Fernando Pairicn Padilla

    se encontraron los hermanos Alfonso y Galvarino Reiman, fundadores de laAsociacin ancucheo de Lumaco.

    Meses despus, con la transicin democrtica iniciando, cuatro diri-

    gentes seguan detenidos. Desde la crcel dieron a conocer que la motivacinde re-ocupar las tierras era para revertir el empobrecimiento en que se encon-traban y detener la migracin de la juventud Mapuche que estaba dejando elcampo para buscar una mejor vida en la ciudad. Pero sobre todo, porque:

    No se ha considerado nuestra situacin de mapuches, no se nosreconoce el derecho histrico que tenemos sobre este territorio.Mapuche significa gente de la tierra, lo que significa la prdidade nuestra cultura y de nuestra identidad (El Austral, 12/01/1990).

    III. DICIEMBREDE1997: LUMACO, LAMECHAQUEENCENDIWALLMAPU.

    El 12 de octubre de 1997, un total de doscientos Mapuche encabezadospor las comunidadesPichilincoyan y Pilinmapuse tomaron el camino y cor-taron el acceso al f