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UNIVERSIDAD SALESIANA DE BOLIVIA FORMACIÓN HUMANO CRISTIANA GESTIÓN I – 2015 Lic. Ernesto E. Mostajo Terrazas

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UNIVERSIDAD SALESIANA DE BOLIVIA FORMACIÓN HUMANO CRISTIANA

GESTIÓN I – 2015

Lic. Ernesto E. Mostajo Terrazas

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INDICE

I. INTRUDUCCIÓN

PRESENTACIÓN.................................................................... 3

II. CONTENIDO…………………………………………………………….. 5 MÉTODOS DE ENSEÑANZA…………………………………………………… 12

GRUPOS DE APRENDIZAJE COOPERATIVO………………………………. 13 TECNOLOGÍA DE LA INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN………………... 13

METODOLOGÍA DE EVALUACIÓN……………………………………………. 14

U. D. 1 El origen de la Iglesia ………………………………………… 15

U. D. 2 El ser de la Iglesia ……………………………………………… 25

U. D. 3 Los fieles de Cristo ……………………………………………. 38

U. D. 4 La misión de la Iglesia ………………………………………... 49

U. D. 5 La acción pastoral de la Iglesia……………………………. 59

U. D. 6 La comunidad cristiana en la sociedad………………….. 67

U. D. 7 La Iglesia celebra su fe ………………………………………. 78

U. D. 8 Los sacramentos de la Iglesia …………………………….. 91

U. D. 9 Los sacramentos de la iniciación cristiana (I) ……….. 97

U. D. 10 Los sacramentos de la iniciación cristiana (II)……… 110

U. D. 11 Los sacramentos de “curación”: la Penitencia y La Unción …………………………………………………………………….. 119

U. D. 12 Los sacramentos del Orden y el Matrimonio…………. 134

III. LECTURAS COMPLEMENTARIAS……………………………....... 150

A) La Pastoral en la Iglesia ……………………………………………… 150

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B) Iniciación cristiana …………………………………………………….. 175

C) La Eucaristía ………………………………………………………………. 170

IV. BIBLIOGRAFÍA ………………………………………………………….. 191

V. GLOSARIO ………………………………………………………………… 192

INTRODUCCIÓN

PRESENTACIÓN

El objetivo de la materia, podría considerar: Contribuir y ofertar a las y los educandos de la Universidad Salesiana de Bolivia de las diferentes Carreras, un

espacio serio para la reflexión y la formación humano – cristiana desde el

proceso y experiencias que ha vivido y vive la Iglesia y sus expresiones sacramentales, para asumir plena y conscientemente el designio y la

implicancia de ser cristianos y cristianas, capaces de apostar por un mundo mejor, enfatizando en los tres pilares del estilo salesiano: Razón, Amor y

Religión.

La estructura y la organización de la materia, es la siguiente: El origen de la Iglesia. El ser de la Iglesia. Los fieles de Cristo. La misión de la Iglesia. La

acción pastoral de la Iglesia. La comunidad cristiana en la sociedad. La Iglesia celebra su Fe. Los sacramentos de la Iglesia. Los sacramentos de la Iniciación

cristiana (I). Los sacramentos de la iniciación cristiana (II). Los sacramentos de “Curación”. La Penitencia y la Unción. Los sacramentos del Orden y el

Matrimonio.

Para un mejor desarrollo de las unidades y contenidos, se tomará en cuenta los

siguientes principios metodológicos:

- Reflexionar la situación actual por la que viene atravesando la Iglesia y la vivencia de los sacramentos.

- Procurar que el estudiante construya el conocimiento y que no reciba

pasivamente. El estudiante es protagonista del proceso de aprendizaje.

- Facilitar el diálogo y encuentro humano entre estudiantes y docentes.

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- Los estudiantes deben aprender a distinguir, diferenciar, comparar,

valorar, evaluar y proponer, para tener juicios, correctos y justos.

- Muchas veces los sentimientos son negados en los espacios educativos

formales, por lo que en la materia, se tomará en cuenta la expresión espontánea y libre de los sentimientos y afectos.

- La construcción del conocimiento es mejor si aportan y contribuyen

todas y todos los que participan del proceso de aprendizaje.

La importancia y la utilidad: ¡Construir un mundo mejor! El Reino de Dios es la gran utopía de Jesús. El Reino de Dios, con todos sus valores, es también para

Iglesia referencia fundamental de donde surgen y hacia donde convergen aspiraciones, propuestas e ideales de formación humana - cristiana.

El mundo mejor que soñamos y por el que luchamos desde nuestras aulas y

desde el día a día, desde una visión humana - cristiana de la educación desde

una opción clara y solidaria por el Reino de Dios y por los más pequeñitos de este mundo (como nos indica el evangelio), se plasman en lo siguiente:

- Primacía de la vida sobre cualquier otro valor

- Primacía de la persona sobre todo poder - Primacía de la ética sobre la técnica

- Primacía del trabajo sobre el capital - Primacía de la justicia sobre el nuevo orden actual.

Todo ello, porque cada vez más, somos testigos/as de que nuestros educandos

(varones y mujeres), de hoy, es posible que demanden más afecto, cariño y atención personal que la ciencia (Una iglesia que está al servicio de las y los

jóvenes...), ayudemos a nuestros muchachos/as para que día a día, se esfuercen por ser buenos profesionales, buenos cristianos y honrados

ciudadanos, capaces de apostar por un mundo mejor.

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II CONTENIDOS

UNIDADES Y

CONTENDIDO ANALÍTICO DE LA MATERIA

UNIDAD I EL ORIGEN DE LA IGLESIA Etimología del término. Origen de la Iglesia. Pentecostés. Desarrollo de la Iglesia apostólica. Pedro y Pablo. Las comunidades apostólicas y sus rasgos.

UNIDAD II EL SER DE LA IGLESIA El ministerio de la Iglesia. Imágenes de la Iglesia. Las notas de la Iglesia.

UNIDAD III

LOS FIELES DE CRISTO

La misma llamada vivida en la diversidad. Los laicos. Los ministros ordenados. Los carismas.

UNIDAD IV LA MISIÓN DE LA IGLESIA La tarea de la Iglesia. La evangelización.

UNIDAD V

LA ACCIÓN PASTORAL DE LA IGLEISA El proceso evangelizador. La acción pastoral.

UNIDAD V I LA COMUNIDAD CRISTIANA EN LA SOCIEDAD La presentación pública, exigencia de la evangelización. Diferentes formas de presencia pública. Espacios sociales.

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UNIDAD V II LA IGLESIA CELEBRA SU FE La liturgia cristiana. La oración cristiana. Libros litúrgicos, Misal, Ritual, bendicional. El año litúrgico.

UNIDAD V III LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA Los sacramentos cristianos. Dimensiones de los sacramentos.

UNIDAD IX LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA (I) El bautismo. La confirmación.

UNIDAD X LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA (II) El hecho de la eucaristía. Significado de la eucaristía. La celebración de la eucaristía.

UNIDAD XI LOS SACRAMENTOS DE CURACIÓN: LA PENITENCIA Y LA UNCIÓN Sacramentos de penitencia y de la reconciliación. La unción de los enfermos.

UNIDAD XII LOS SACRAMENTOS DE ORDEN Y EL MATRIMONIO El sacramento del orden. El matrimonio.

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MÉTODOS DE ENSEÑANZA:

ESTILO SALESIANO.

El Sistema preventivo de Don Bosco, está basado en el amor, este lenguaje nos hace a

todos sensibles y receptivos. El estudiante que se siente apreciado y amado, hace de

todo para su docente, y primeramente le abre sus capacidades de aprender. Por esto

el Fundador, San Juan Bosco decía: “La educación es cosa del corazón.”

Todos los grupos perciben este lenguaje y se amoldan fácilmente cuando un docente

los quiere de verdad. «El amor se conquista con amor. Por tanto, un maestro, antes de

nada y sobre todo, tiene que revestirse de sentimientos de padre y debe mirarse

siempre como si hiciese las veces de los que se los han confiado ». (Cfr. Sac. Juan

Bosco – SISTEMA PREVENTIVO – Edic. CCS- Madrid 1980)

El amor dado al alumno en forma noble y constructiva, recibe como recompensa la

respuesta amorosa del alumno, que se entrega al bien y a la escucha, al seguimiento

del catedrático. Así entre los dos polos “Alumno-Profesor” se establece una recíproca

alianza educativa. A este propósito me place recordar cuánto decía Don Bosco. “El que

es amado es siempre escuchado con gusto y obedecido. Pero para hacerse amar no

hay otro medio que amar.» (Cfr. Sac. Juan Bosco – SISTEMA PREVENTIVO – Edic. CCS-

Madrid 1980).

La actitud del docente no será nunca “represiva” sino siempre positiva, constructiva,

estimulante y optimista. Así será acepta de parte del alumno quien hará lo posible

para corresponder a su docente.

GRUPOS DE APRENDIZAJE COOPERATIVO

Se inicia el proceso con la selección de grupos heterogéneos sobre la base de

dinámicas, de tal manera que al azar se formen los grupos.

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Se perfilan líderes que serán aplaudidos y motivados a elevar informes permanentes

de su intervención, siendo que en un grupo de seis participantes, los seis son líderes,

ganándose un lugar en el grupo, sin ser considerado un privilegiado en el mismo.

En la asignación de responsabilidades a cada miembro, en un momento es organizador

y en otro es parte de la misma organización, se demuestra el liderazgo en cuanto se

convierte en un servicio a favor del grupo y de la clase.

Se refuerza el estudio socializante, reforzando la teoría del aprendizaje de Vygotsky

que dice que nadie puede aprender en forma individual, sino el ser es eminentemente

social.

Por último, la clase se autogestiona, auto organiza y crea momento de auto control,

por lo tanto existe una auto evaluación y una co-evaluación, de tal manera que se

cumple la premisa de “aprender a aprender”, evitando las recetas y la clase magistral,

obligando a repetir la historia, sin un análisis de contraste con la realidad actual.

TECNOLOGÍA DE LA INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN

En cuanto al uso de tecnología, se cuenta con los recursos mínimos necesarios para trabajar en aula, utilizando recursos como el video, data Show, uso de Internet y correo electrónico. Dentro de la metodología de trabajo, se tiene contemplado el uso de tecnología, que a continuación se describe. Vídeo

- Para su adecuado uso el docente realiza una orientación indicando los criterios que se deben tomar en cuenta. Entre estos:

la pertinencia y su relación con los aspectos centrales de la

unidad en cuestión

el tiempo de exposición

el momento mas adecuado de acuerdo a las características

propias del video

la preparación antes durante y después del vídeo

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El docente realiza una sugerencia de posibles videos para cada tema o unidad didáctica, los estudiantes hacen una propuesta del material a presentarse.

El docente hace una revisión previa del material y sugiere el uso del mismo de acuerdo a los criterios indicados arriba. Data show

Consiste en que los estudiantes preparan una presentación, en power point, de acuerdo al esquema de presentación propuesto por el docente, dejando libertad para indicar creativamente y combinar los recursos de presentación, como son las imágenes, efectos de sonido, música de fondo, etc.

Entregan la presentación previamente y operan los equipos. Este mismo material es

utilizado para trabajar con otras técnicas como es el concurso de preguntas y respuestas.

Internet e-mail

- Relación estudiante – docente

Se utiliza como un recurso para la presentación previa tanto del documento como de la presentación, dando oportunidad a realizar las observaciones y correcciones con el objeto de mejorar la calidad de la presentación. También se realiza el re-envío del documento final para su calificación.

- Relación estudiante – estudiante

Ante las dificultades de reunirse extra-universidad por diferentes motivos, utilizan el recurso del e-mail para socializar la información y comunicarse de manera diferida, superando de esta manera estas barreras.

METODOLOGÍA DE EVALUACIÓN

La evaluación es formativa y procesual, contribuye a identificar logros y dificultades del

estudiante en el proceso de formación y ofrecer oportunamente la ayuda necesaria.

a) La Autoevaluación: como proceso mediante el cual el estudiante aprenderá y participará

en su propia valoración. Permitirá al alumno(a) reconocer sus logros y dificultades, analizar

y considerar su actuación individual y en grupo, desarrollando una actitud crítica de

responsabilidad y decisión.

b) Heteroevaluación: Espacio que permitirá la reflexión sobre lo aprendido y sobre las

actitudes y valores desarrollados en forma conjunta, en grupos, aportando nuevas ideas y

sugerencias a manera de enriquecer el trabajo realizado o consolidar actitudes positivas,

como la convivencia, solidaridad, sociabilidad y respeto mutuo.

· Asistencia y puntualidad mínima de 80% · Son exigencias para el desarrollo integral: la

cooperación, la lealtad, el orden, el respeto mutuo, la justicia, el cumplimiento en las tareas

asignadas. · La Nota mínima de aprobación es de 51%

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1a Evaluación 25% 2a Evaluación 25% EVALUACIÓN FINAL 50% A) EVALAUACIÓN - Responsabilidad (Asistencia, Actividades pastorales, apuntes) 25% - Participación (Trabajos en Grupo (GACs) de Aula Temas Reflexión, periódicos murales) 25% - Exposición en parejas 10% - Dossier 30% - Examen 10% B) DOSSIER Presentarlo virtual o escrito el mismo día de los exámenes parciales y final todos los trabajos recreados. C) LAS EXPOSICIONES se realizarán en parejas, basadas en el texto base de la USB y otros textos complementarios.

UNIDAD DIDÁCTICA 1

El origen de la Iglesia

1. EL ORIGEN DE LA IGLESIA

El designio salvador de Dios

El ser humano sufre una profunda ruptura, tiene una profunda herida.

Esta herida es la que hace que percibamos la distancia que existe entre el bien que deseamos hacer y el mal que realizamos; esta

herida es la que torna dolorosa la relación con los demás, aun cuando se sienta como necesaria; esta herida es la que desdibuja a

Dios y lo hace aparecer como un ser lejano, difuso, ausente de la historia.

Sin embargo, Dios se vuelve hacia el hombre para salvarlo, para

curar esa herida que le provoca la ansiedad y le sume en la

desgracia. Esta mano tendida del Padre hacia su criatura se realiza en la historia, a través de la convocación de un pueblo.

Porque Dios no ha querido llamar a los hombres dispersos, aislados,

sino que congregó a un pueblo, que tiene su inicio en la llamada a

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Abraham y en la expuesta de éste. A través de ese pequeño grupo de pastores nómadas, Dios comienza a realizar su proyecto de reunir a.

toda la humanidad en su Reino. Este designio salvador de Dios respeta la naturaleza humana y, por eso, se realiza a través de

etapas que se desarrollan en un espacio y tiempo concretos.

Dios elige a un pueblo, Israel, para que sea semilla o germen, signo de

la congregación final de todos los pueblos (Is 2,1-5; Miq 4,1-4). Mas Israel se apropió del regalo. Hizo de el argumento de orgullo y de

soberbia, en vez de instrumento a través del cual Dios se hace presente en el mundo y en la historia de los hombres.

El pueblo de Dios rompe la Alianza y cierra sus oídos a la voz de los

profetas. Es en esta situación cuando Jeremías anuncia una Nueva Alianza que Dios va a establecer con un pueblo nuevo. Una Alianza

que no está esculpida sobre piedras, sino que está inscrita en los corazones (Jr 31,31-34).

LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS

La Nueva Alianza se inicia con Jesús, el Cristo. Él va a proclamar la llegada del Reino de Dios mediante su palabra y sus signos,

convocando a su alrededor un amplio número de discípulos que forman su comunidad, eligiendo a Doce para participar en su

misión, su poder y su suerte.

Una comunidad que sufre una dura prueba cuando ve a su maestro colgado de un madero, ajusticiado por las autoridades políticas y

religiosas de la época. Parece que Dios le ha abandonado y que su pretensión haya quedado ahogada ante la realidad de los poderes de la

tierra.

Sin embargo, una experiencia singular va a transformar la comunidad desesperanzada y temerosa. Este acontecimiento es la

Resurrección del Señor. La más antigua tradición apostólica la refiere

así:

"Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras; que se

apareció a Pedro y luego a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez de los que la mayor parte viven

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todavía, si bien algunos han muerto. Luego se apareció a Santiago, y más tarde a todos los apóstoles".

(1 Cor 15,3-7)

Por la resurrección, los discípulos experimentan la profundidad del Misterio de Jesús: Jesús vive, Dios lo ha

rehabilitado, es el Mesías, el Ungido de Dios, el Mediador de

la Salvación, el Cristo, el Señor.

Toda esta realidad que ahora comprenden, les abre los ojos ante la misión que Jesús les encomendó: la nueva situación es continuación de

la que vivieron antes de la muerte de Jesús. No ha habido ruptura entre los antiguos y los actuales discípulos, pero es indudable que la confesión

de fe en Jesús, vivo y glorificado, les convoca de una forma renovada para seguir el camino, comenzando desde Galilea (Me 16,7).

PENTECOSTÉS

Estrechamente ligado al anterior e inseparable de él, se dio otro

acontecimiento en el seno de la comunidad: Pentecostés.

El Espíritu de Jesucristo, derramado sobre la comunidad apostólica, fue la

vida que la hizo descubrirse como comunidad de salvación. Cdmo en el relato de Ezequiel 37,1-14, un conjunto de personas cuya esperanza se

había desvanecido, se siente revivir poniendo en práctica el estilo propio del Reinado de Dios:

‘‘Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la unión

fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones..." (Hch 2,42-47; 4,32-35; 5,12-16)

La presencia del Espíritu en la comunidad de los discípulos:

abre los ojos de los que estaban temerosos y aturdidos para

descubrir la realidad de la Resurrección y proclamar la Buena Noticia;

fortalece a sus miembros para que sean capaces de comunicar la

vida que mana de la fuente abierta en el costado del Crucificado;

les capacita para comprender el mensaje de Jesús (Jn 16,13) y para vivir las actitudes que les enseñó (Hch 2,42-47; 4,32-35);

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es defensa en los momentos difíciles, porque suscita siempre la palabra oportuna en los discípulos para responder a las agresiones,

provocaciones y preguntas de sus perseguidores.

El Espíritu de Dios, presente ya en la primera creación (Gen 1,2) y que convierte al hombre en ser vivo (Gen 2,7), levanta a Jesús de la muerte,

llenándole de vida divina e iniciando en él la Nueva Creación.

Este mismo Espíritu es el que, derramado sobre la comunidad

reunida el día de Pentecostés, manifiesta a la Iglesia, comunidad santa.

- obra creadora de Dios Padre, en quien tiene su fuente, su

modo ejemplar de vida y su destino;

- ámbito y hogar de la obra salvadora de Dios Hijo3, por quien se siente fundada, encarnada en la historia y enviada

a continuar su misión;

- obra santificadora de Dios Espíritu Santo, en quien su vida se percibe como comunión, familia de Dios y

comunidad de dones, servicios y ministerios, para la

edificación de la Iglesia y la realización de su misión salvadora en el mundo.

Qahal, ekklesia

En los escritos de la literatura helénica antigua, el término "ekklesia" designa a la asamblea que convoca la autoridad civil

para tratar problemas ciudadanos; al traducirse la Biblia al griego, "eklesia" tradujo la palabra hebrea "qahal", que en la Escritura

designaba la asamblea santa convocada por Dios (Dt 23,2-9). De esta manera, una palabra que tenía en su origen un sentido civil, pasa a determinar una realidad de carácter religioso.

AUTOCOMPRENSIÓN DE LA IGLESIA

Tras Pentecostés, los discípulos de Jesús se descubren como la

comunidad reunida por Dios en Jesucristo, asamblea santa del Pueblo de Dios, "qahal" o "ekklesia" * (Hch 8,1; 13,1).

Esta Iglesia se localiza inicialmente en Jerusalén, pero, en virtud de la persecución por parte de las autoridades judías y del talante

misionero de los primeros cristianos, nuevas iglesias surgen en Samaría, Cesárea, Antioquía, Éfeso etc. Cada una de ellas se

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descubre como la asamblea santa de Dios, reunida por Jesucristo, en aquella ciudad (1 Cor 1,2; 2 Cor 1,1).

Esta situación no trajo consigo la independencia de unas

comunidades respecto de las otras, sino que, por el contrario, dio pie a una profundización en todo aquello que las hacía aparecer como

una Iglesia presente en diferentes poblaciones. La Iglesia que se

reúne en Jerusalén es la misma que se reúne en Corinto, Filipos o Tesalónica, porque es el mismo Señor Jesucristo quien la convoca.

En cada comunidad local se celebra la Eucaristía, se participa de la

oración, se comparte la vida, los dones y los bienes, se acoge a marginados y oprimidos, se vive en el amor. Quien se incorpora a una

de ellas se incorpora a la Iglesia Universal, que el Nuevo Testamento dibuja con las imágenes de Cuerpo de Cristo (Rom 12,5; 1

Cor 10,17), Pueblo de Dios (Hch 15,14; 1 Pe 2,9-10) Templo del Espíritu (Ef 2,22; 1 Cor 3,16-17). De esta manera, partiendo de la Iglesia como

comunidad local que celebra la Eucaristía, se comprende la Iglesia Una y Universal, comunión de Iglesias: el Cuerpo de Cristo.

2. DESARROLLO DE LA IGLESIA APOSTÓLICA

LA COMUNIDAD DE JERUSALÉN

El origen de todo el movimiento cristiano se sitúa en Jerusalén. Esto no extraña, si se tiene presente que para el pueblo judío la salvación parte

de Jerusalén. Los sucesos escatológicos que inician el Reino de Dios acontecen en Sión, ciudad del gran rey, hacia la que convergen pueblos

numerosos (Is 2,1-5; 60; 66,20; Za 14,16; Sal 122[121]).

Con la efusión del Espíritu el día de Pentecostés, una nueva vida surge en la comunidad de Jerusalén. Esto queda señalado de forma idealizada

en el libro de los Hechos de los Apóstoles 2,42-47 y 4,32-35. Ciertamente que en la comunidad existen tensiones y sombras (Hch 5,1-11; 6,1-6), pero

en estos textos se vislumbran las líneas maestras que configuran toda

comunidad cristiana.

Judíos de Jerusalén y judíos helenistas

Los judíos de Jerusalén convertidos al cristianismo hablaban arameo,

eran de mentalidad semita, leían la Biblia en hebreo y cumplían de forma estricta la Ley Mosaica. Su conducta apenas se diferenciaba de

la de otros judíos piadosos, como los fariseos o los esenios. De

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cultura rural, su situación económica era baja. Los judeocristianos eran muy bien vistos por el pueblo, y fueron defendidos por los

fariseos en más de una ocasión. Los judíos helenistas vivían fuera de Palestina y, pese a que eran

observantes e irradiaban sus creencias tenían una mentalidad occidental: leían la Biblia en griego, tenían menos apego a la Ley

Mosaica y los que se instalaron en Jerusalén, conservaron sus peculiaridades culturales y religiosas. Su género de vida era urbano, con una posición económica desahogada. Pagaban un

impuesto anual para el sostenimiento del Templo y debían ir a Jerusalén en diversas ocasiones.

La comunidad de Jerusalén está compuesta, inicialmente, por el grupo

de personas que siguieron a Jesús desde Galilea: trabajadores y jornaleros, así como algunas mujeres. A este grupo inicial se

agregaron judíos de Jerusalén, así como judíos helenistas !. La unión entre estos dos tipos de personas no presentó en un principio

ningún problema. En las celebraciones domésticas, escuchaban la enseñanza de los apóstoles, practicaban la comunidad de bienes y

celebraban la "fracción del pan" o Eucaristía.

Pedro ocupaba un lugar preferente en la comunidad, siendo llamado,

junto con Santiago y Juan, "columnas de la Iglesia" (Gal 2,2-6.9). Parece evidente la importancia que tuvo el grupo de los Doce, según se

puede deducir de la elección de Matías para sustituir a Judas (Hch 1,15-26).

En una ciudad que constaba de unos 30.000 habitantes, el grupo

cristiano era minoritario. Se situaba en los barrios pobres y, debido a la diversidad de procedencia de sus componentes, con el paso del tiempo

surgieron los conflictos tanto a la hora de compartir los bienes (Hch 5,1-10; 6), como a la hora de poner en común el Evangelio.

Debido a la procedencia galilea de parte de sus miembros, las

autoridades judías relacionaron el núcleo cristiano con los grupos de galileos insurrectos, desatándose la persecución. La intervención de los

fariseos, encabezados por Gamaliel, va a ser decisiva para que vuelva

la-, paz a la Iglesia (Hch 5,38). Sin embargo, poco después, una nueva persecución cae sóbrelos cristianos de procedencia helenista por

su interpretación de la Ley desde el acontecimiento de Jesucristo. Esta violencia, que degenera en el martirio de Esteban (Hch 6,8-8,3), obliga

a huir de Jerusalén a los cristianos helenistas que se van a dispersar.

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Una nueva persecución sangrienta va a tener lugar en Jerusalén entre los años 42 y 43. Herodes Agripa, a fin de complacer a los

judíos, manda ajusticiar a Santiago, hermano de Juan. Pedro se libra milagrosamente (Hch 12,7) en esta oportunidad y se marcha a "otro

lugar". (Hch 12,17).

La comunidad cristiana de Jerusalén va a gozar de paz hasta el año

62 aproximadamente, en el que se vuelve a desatar la persecución. Poco tiempo después, hacia el año 66, comienza la guerra judía contra

los romanos, que terminaría con la destrucción de Jerusalén en el año 70. Los cristianos van a huir a Pella, en la TransJordania, donde van a

constituir una comunidad floreciente.

LA COMUNIDAD CRISTIANA DE ANTIOQUÍA

En su huida, los cristianos helenistas fueron evangelizando los lugares por donde pasaban. Así, el Evangelio llegó a Samaría y

TransJordania, dentro de Palestina, y a Damasco y Antioquía, fuera de ella.

De la comunidad de Damasco conocemos por Hch 9 que era

una comunidad floreciente. Fue allí donde Pablo se convierte al

cristianismo a través de un cristiano llamado Ananías, que le introduce en la comunidad cristiana.

De todas las nuevas comunidades, la más importante es la de

Antioquía. Va a ser allí donde, por vez primera, se va a evangelizar a los paganos (Hch 11,20). Por el año 42 la comunidad es tan

numerosa que los Apóstoles envían a Bernabé para que organice aquella Iglesia. Bernabé llama a Pablo s y los dos trabajan allí durante

un año. Muestra de la expansión de esta comunidad es que los discípulos de Jesús comienzan a ser designados como "cristianos".

La situación de división va a dar origen a la disputa entre

Pedro y Pablo que se nos narra en Gal 2,1-14. Sin embargo, parece que va a prevalecer una cierta tensión que no impedirá

que sea la comunidad antioquena el centro de irradiación del

cristianismo por todo el Occidente.

Esta comunidad cristiana será la cuna del evangelio según San Mateo, en el que cabe destacar la preeminencia de Pedro, así como

el intento de conjugar el cumplimiento de la Ley con la apertura a la gentilidad.

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LA COMUNIDAD CRISTIANA DE ROMA

La fundación de la Iglesia romana hay que remontarla a pocos años después de la muerte del Señor.

En tiempos del Emperador Claudio (41-54) había judeocristianos en

Roma, ya que por el año 47 desterró a los judíos de la ciudad debido

a los tumultos que se producían a causa de un tal "Cresto" ("impulsore Cresto"). De entre los expulsados conocemos a Aquila y Priscila, a

quienes Pablo encuentra en Corinto en torno al año 50.

Según la tradición que toma en consideración S. Jerónimo, Pedro pontificó en Roma por espacio de 25 años. Pablo, por su parte,

también estuvo en Roma evangelizando, permaneciendo allí hasta su martirio.

Lo más probable respecto a la estancia de Pedro en Roma es que

llegara allí por el año 43-44. Permaneció en la ciudad hasta la expulsión de Claudio, regresando en el año 56 cuando Nerón permitió

el regreso de los judíos a Roma. Allí permaneció hasta su muerte, acaecida, según la tradición, en la persecución de Nerón.

SAN PABLO, EL APÓSTOL DE LOS GENTILES

Pablo aparece por vez primera en la Escritura con ocasión de la muerte de Esteban, en la que participaba "guardando la ropa

" de los que apedreaban al primer mártir cristiano, cuya lapidación aprobaba.

Tras su conversión, va a ser el apóstol más activo de los

primeros tiempos. Conocemos de él tres grandes viajes apostólicos, y un cuarto viaje realizado como prisionero, pero en

el que también aprovechó para evangelizar. Nos centraremos en los tres primeros.

Primer viaje: partiendo de Antioquía, donde se asienta la

comunidad cristiana que les envía, Bernabé y Pablo se embarcan

en compañía de Juan Marcos hacia Chipre, donde encuentran una pequeña comunidad fundada por los cristianos helenistas.

Pasan al continente en Perge de Panfilia, donde Juan Marcos les abandona. Recorren Pisidia, Iconio, Listra, Derbe, Licaonia, y

regresan por el mismo camino, embarcándose en Atalia para regresar a su punto de origen.

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Segundo viaje: Pablo es acompañado por Silas; comienzan visitando las iglesias fundadas en el primer viaje: Licaonia,

Pisidia, Listra. Aquí toma por compañero a Timoteo, cruzó la Frigia y Galacia. Llegando a Troáde se les une Lucas, el médico;

pasa a Macedonia, fundando las Iglesias de Filipos, Tesalónica, y Bereas. En Atenas no logra una gran audiencia, pasando a

Corinto, donde predicó por año y medio. Allí conoce a Aquila y

Priscila, que le acompañaron en su viaje a Cesárea, pasando por Éfeso. Visita Jerusalén y vuelve a Antioquía.

Tercer viaje, que comienza siguiendo el itinerario del segundo,

deteniéndose en Éfeso por espacio de dos años. Expulsado de allí, pasa por Macedonia, llegando hasta Mileto, se embarca a

Palestina, siendo detenido en Jerusalén, de donde partirá a realizar el viaje de la cautividad hasta Roma, que será su cuarto

viaje.

3. LAS COMUNIDADES APOSTÓLICAS: RASGOS

Cada una de las comunidades surgidas a lo largo del Mediterráneo mantienen viva la huella que dejó el apóstol que la evangelizó, ya fuera

Pablo, Juan, personas vinculadas a los autores de los diferentes

evangelios, etc.

Así mismo, cada una de ellas está formada por miembros de extracción social, económica y cultural diferente, al tiempo que se localizan en diversos

marcos geográficos y económicos.

Pese a todo ello, podemos señalar cinco rasgos generales que a todas identifican: toman conciencia de ser la Iglesia de Cristo, se reconocen

como fraternidades, acogen a todos desde los pobres, tienen conflictos internos y sufren la persecución.

LAS COMUNIDADES TOMAN CONCIENCIA DE SER LA IGLESIA DE

CRISTO

Aquellos que constituyen las comunidades profesan la misma fe,

sintiéndose llamados a la misma misión, regidos por la sucesión apostólica, como servicio de garantía en la fe y eficacia en los

sacramentos.

LAS COMUNIDADES SE RECONOCEN COMO FRATERNIDADES

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Sus miembros son hermanos porque se reconocen hijos de un mismo Padre. Por eso la familia de hermanos se constituye en torno al Hijo,

Jesús, el Cristo y Señor. Su amor, su Espíritu, envuelve, santifica e incorpora a los hermanos.

LAS COMUNIDADES, DESDE LOS POBRES, ACOGEN A TODOS

En las comunidades, la procedencia social no es condición de pertenencia: un gran número de sus miembros son pobres. Desde

ahí, desde abajo, acogen a todos, porque el encuentro con el Señor hace que todas las barreras económicas, políticas, raciales o

culturales queden relativizadas. Por todo ello, las fraternidades son católicas, universales.

LAS COMUNIDADES SUFREN EL CONFLICTO INTERNO

La acogida del Señor y de su voluntad no se realiza plenamente. Por

esto, en las comunidades surgen conflictos debido a que el seguimiento del Señor trata de hacerse compatible con la situación

que ocupan los hermanos en las relaciones políticas, económicas y culturales. Hay tensiones entre los hermanos y sus grupos: ricos y

pobres, fuertes y débiles, judíos y gentiles, sabios e ignorantes. Pese a

ello, el conflicto asumido y superado desde el Señor se convierte en camino hacia la unidad consumada.

LAS COMUNIDADES SUFREN LA PERSECUCIÓN

Cuando las fraternidades proyectan su vida fuera de ellas, se

alarman los que dirigen la sociedad. Pese a que son minúsculos puntos de luz en el conjunto del Imperio Romano, los poderes del orden

establecido temen ser derribados de su situación.

La persecución rápida y declarada a estos pequeños núcleos que pretenden transformar la historia desde el reconocimiento de un solo

Padre que a todos convierte en hermanos, es la señal que nos muestra que son aguijón que desestabiliza el mundo. Realmente le están

arrancando su cimiento (poder, cultura, dinero) ofreciendo uno nuevo: el

mismo Señor.

La persecución y el gran cambio

Durante los tres primeros siglos, las diversas comunidades cristianas

debieron sufrir en sus carnes la persecución. Esta se realizó de diversas formas, desde la marginación y el desprecio hasta la tortura y el

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asesinato. Sin embargo, a lo largo del siglo IV la situación va a cambiar de forma sorprendente.

En el año 311 Galeno concede la tolerancia al cristianismo, pudiendo ya vivir los cristianos sin inquietud. Con el Edicto de Milán, del año 313,

los emperadores Constantino y Licino dan libertad para seguir "la religión que uno quiera... sin preocupación ni molestias". En el año 324,

el emperador expresa su preferencia por el cristianismo, aconsejando que todos se conviertan. Sin embargo, prohíbe que se moleste a quien no lo haga.

Será Teodosio quien, en el año 380, ordene que todos los miembros del

Imperio abracen la "fe de Pedro". Posteriormente, en año 392, se decreta que el cristianismo es la única y exclusiva religión, siendo

perseguidos los fieles de otras religiones.

UNIDAD DIDÁCTICA 2

El ser de la Iglesia

1. EL MINISTERIO DE LA IGLESIA

La Iglesia es un Misterio en el sentido que definen las actas sinodales del Concilio Vaticano II: "el misterio es una realidad divina, trascendente

y salvífica que de un modo visible se revela y se manifiesta" (A. Syn.

111,1,170 [18]). La Biblia une los orígenes de una sociedad visible como es la Iglesia con un decreto del Padre Eterno. A partir de este enfoque

de la Escritura, el Concilio Vaticano II inicia su reflexión sobre la realidad de la Iglesia con una breve exposición del plan salvífico del Padre

eterno, establecido para nosotros y realizado por la encarnación del Hijo y la misión del Espíritu Santo (cf. LG 2-4).

La Iglesia es un misterio relacionado con la Trinidad y en

el que confluye el plan salvador de Dios, manifestado en la voluntad de salvación universal del Padre, que envía a

su Hijo unigénito al mundo para que los hombres reunidos

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en una comunidad a la que da vida el Espíritu, tengan vida eterna.

Esta visión de la Iglesia como misterio implica la existencia en ella de

un aspecto invisible y un aspecto visible.

LA IGLESIA, SACRAMENTO UNIVERSAL DE SALVACIÓN

El Concilio Vaticano II (1962-1965) enseña que la Iglesia es, en

Jesucristo, como sacramento, es decir, el signo y el instrumento, de la salvación universal del hombre (LG 1; 9; 48; GS 42). Con esto se quiere

decir que la Iglesia nace de la obra salvadora realizada por Jesucristo, siendo su misión el hacer presente la salvación de Dios y anunciarla a

todos los hombres.

Este acontecimiento de la salvación que se realiza en la muerte y resurrección de Jesús, y que la comunidad cristiana manifiesta con la

fuerza del Espíritu Santo, se manifiesta y se revela en la comunión de vida, de dones y de bienes, el servicio a los hombres, la oración, la

escucha constante de la Palabra y la celebración de los sacramentos, en especial la Eucaristía.

Esta realidad profunda de la Iglesia se manifiesta y ha de inspirar constantemente sus manifestaciones externas (estructuras,

organización, administración, etc.) de manera que su presencia en la sociedad no enturbie el Evangelio que está encargada de proclamar. Sin

embargo, esta Iglesia, que reconoce en ella pecado, hace suyas las palabras del apóstol Pablo a los Corintios: "este tesoro lo llevamos en

vasijas de barro, para que todos vean que una fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros" (2 Cor 4,7).

Misterio y sacramento

La palabra "misterio" procede del término griego "mysterion". Cuando

"mysterion" aparece en la Biblia quiere expresar el plan que Dios tiene para liberar al ser humano de todo que le causa dolor e impide su felicidad. Este plan de salvación ha estado oculto a lo largo

de los siglos y se manifestó en la persona de Jesucristo (Rom 16,25-26). Al traducir "mysterion" al latín se emplea la palabra

"sacramentum", de la que se deriva "sacramento". Inicialmente, pues, misterio y sacramento son palabras sinónimas, pero el paso del tiempo va a desplazar el significado de sacramento hacia las

realidades que hacen presente el misterio, el plan de Dios. Por lo tanto, "misterio" es el término que designa el plan por el que Dios quiere

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salvar a la humanidad y "sacramento" el signo o realidad que lo manifiesta y lo contiene.

2. IMÁGENES DE LA IGLESIA

Porque la Iglesia forma parte del credo, toda la realidad de la Iglesia no es

posible reducirla a un solo concepto, puesto que serían silenciados elementos y dimensiones que la constituyen y no pueden ser definidos.

De ahí que la Iglesia se haya descrito, que es una forma de definir, a lo largo de la historia, con múltiples imágenes que se complementan entre

sí y expresan aspectos diferentes de su esencia.

Así, se habla de pueblo de Dios, plantación de Dios, grey, edificio, casa de Dios, familia de Dios; cuerpo de Jesucristo, esposa de Jesucristo; templo del

Espíritu Santo. Los Santos Padres definieron la Iglesia como comunidad de creyentes y comunión de los santos, es decir, de los que son hechos santos por la participación en los sacramentos.

Nosotros vamos a fijarnos en tres imágenes que S. Pablo empleó para

describir la Iglesia, y que ya hemos mencionado: Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu Santo (cf. LG 6, 7, 9).

LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS DE LA NUEVA ALIANZA

La Iglesia es el pueblo que Dios elige y llama en Cristo entre los pueblos, con el que establece una Alianza por la que pasa a ser el pueblo de su

propiedad.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 781

"En todo tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que le teme y practica

la justicia. Sin embargo, quiso santificar y salvar a los hombres no

individualmente v aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un

pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida

santa. Eligió, pues, a Israel para pueblo suyo, hizo una alianza con él y

lo fue educando poco a poco. Le fue revelando su persona y su plan

a lo largo de su historia y lo fue santificando. Todo esto, sin embargo,

sucedió como preparación y figura de su alianza nueva y perfecta que

iba a realizar en Cristo..., es decir, el Nuevo Testamento en su sangre

convocando a las gentes de entre los judíos y los gentiles para que se

unieran, no según la carne, sino en el Espíritu " (LG 9). "

CARACTERÍSTICAS DEL PUEBLO DE DIOS (CF LG 9; CCE 782)

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Elección: Dios ha adquirido para sí un pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: "linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa" (1 P

2,9).

Pertenencia: se llega a ser miembro de este pueblo no por el nacimiento físico, sino por el "nacimiento de arriba", "del agua y del

Espíritu" (Jn 3,3-5), es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo.

Organizado: este pueblo tiene por jefe (cabeza) a Jesús el Cristo

(Ungido, Mesías): porque la misma Unción, el Espíritu Santo fluye desde la Cabeza al Cuerpo, es "el Pueblo mesiánico".

Identidad: lo propio de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de

los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo.

Ley: es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó

(cf. Jn 13,34). Esta es la ley "nueva" del Espíritu Santo (Rm 8; Gal 5,25).

Misión: es ser la sal de la tierra y la luz del mundo (cf. Mt 5,13-16). "Es

un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para

todo el género humano".

Funciones: Este pueblo participa de las tres funciones de Cristo, sacerdote, profeta y rey, y tiene las responsabilidades de misión y de

servicio que se derivan de ellas (RH 18-21).

Destino: "Su destino es el Reino de Dios, que él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él mismo lo lleve también a su

perfección" (LG 9).

DIMENSIONES DEL PUEBLO DE DIOS

Dimensión histórica

El nuevo pueblo se vincula al antiguo Pueblo de Dios, elegido en la

servidumbre de Egipto, y al que Dios le dice: "Yo soy vuestro Dios y vosotros mi pueblo" (Lv 26,11-12; cf. Ez 37,27). Esta historia de

salvación alcanza su punto culminante en Cristo y se prolonga en la historia humana, pues la Iglesia es un pueblo en camino, una realidad

dinámica, un signo de esperanza abierto a la meta definitiva que proclama.

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Dimensión comunitaria

Como pueblo es una comunidad de personas en la que todos participan de la misma dignidad y donde se tiene conciencia de la igualdad

fundamental de todos sus miembros (cf. LG 9).

Dimensión ministerial

La pertenencia de todos a la comunidad se vive de diversas maneras,

en virtud de las diferentes funciones que pueden desarrollarse con vistas a la misión. La expresión Pueblo de Dios, referida a la Iglesia,

designa a todos los cristianos en la diversidad de sus dones y ministerios (cf. LG c. III).

Dimensión salvífica-escatológica

Esta dimensión asume la experiencia de salvación que Israel tuvo

cuando fue liberado de la esclavitud, pero la desborda orientándola hacia la salvación nueva, definitiva, escatológica, que el Nuevo

Testamento revela. La Iglesia, por tanto, expresa la salvación que nos trajo Jesucristo en todo lo que es, de forma particular cuando

realiza la tarea de liberar integralmente a los hombres y a los

pueblos.

Dimensión cultual

Siendo pueblo sacerdotal, rinde a Dios culto en "espíritu y verdad", ofreciendo toda su existencia a través de Cristo, único y supremo

Sacerdote (cf. LG 10-11).

LA IGLESIA, CUERPO DE CRISTO

En la Antigüedad era conocida la comparación entre el organismo humano y la sociedad: como un miembro no puede subsistir

separado del cuerpo, así un individuo no puede permanecer aislado de la sociedad (filosofía estoica).

Pablo recoge, entre otras, esta comparación y la aplica a Cristo. Así, a

semejanza del cuerpo, Cristo está formado por diversos miembros:

"Del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, por muchos que sean, no forman mas que un cuerpo, así también Cristo. Porque todos nosotros,

judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos recibido un mismo Espíritu en el bautismo, a fin deformar un solo cuerpo".

(1 Cor 12,12-13)

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En la 1 Carta a los Corintios, Pablo dice que Cristo es un cuerpo con

muchos miembros distintos que se necesitan mutuamente, que deben mantenerse unidos y actuar en estrecha armonía (cf. Rom

12,4-9), compartiendo sufrimientos y honores (1 Cor 12,26) y protegiendo a los más débiles y pobres (1 Cor 12,22-25).

Posteriormente, las cartas a los Colosenses y Efesios profundizarán en esta comparación, al decir que Cristo es la Cabeza de su Cuerpo que

es la Iglesia.

Cuando se dice que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo (cf. LG 7), se afirma que:

- Todos los creyentes forman un solo Cuerpo, lo que significa

que la Iglesia es una comunión donde se superan todas las diferencias (Gal 3,28), se comparte la vida, los dones y los

bienes, haciéndose realidad la atención mutua y el servicio.

- Jesucristo, como "cabeza del cuerpo de la Iglesia" (Ef 1,22-23; 4,15-16; Col 1,18; 2,19), distribuye su vida divina a todos sus

miembros, capacitándoles para que sean presencia actual de

su amor en el mundo (Jn 15,1-5).

- La Iglesia está sometida a los criterios, escala de valores y la Palabra exigente de Jesucristo, su Cabeza, en quien reside la

plenitud (Col 1,18; 2,10).

Jesucristo es siempre el Señor y la Cabeza de su cuerpo que es la Iglesia: Él la dirige y llena de vida por el Espíritu y el ministerio

apostólico. Ella no deja de vivir de la gloria y amor de su Señor.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 789

La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la

relación fe intima entre la Iglesia y Cristo. No está reunida en torno a

El: siempre está unificada en Él, en su Cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia

'Cuerpo de Cristo' se han de resaltar más específicamente: la unidad de

todos los miembros entre sí por su unión con Cristo; Cristo Cabeza del

Cuerpo; la Iglesia, Esposa de Cristo.

LA IGLESIA, TEMPLO DE DIOS EN EL ESPÍRITU SANTO

En el mundo antiguo, el Templo es el lugar privilegiado de la presencia

de Dios en el mundo. Israel se caracterizó durante largo tiempo por no

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tener templo alguno; Dios estaba en medio de su pueblo en el camino por el desierto.

Así, el Nuevo Testamento también puede describir a la Iglesia -o en su caso a la comunidad concreta- como Templo, lugar de la presencia de

Dios y de Jesucristo:

"Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy

yo en medio de ellos". (Mt 18,20)

El edificio que es la Iglesia está constituido por piedras vivas y su piedra

angular es Jesucristo (1 Pe 2,4-5). Dios se hace presente en ella por el Espíritu:

"¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita

en vosotros? " (1 Cor 3,16; cf. 2 Cor 6,16; Ef 2,11)

Este Espíritu le da vida a la Iglesia, la renueva, rejuvenece y fecunda; la

mantiene misionera y la hace santa. Es el mismo Espíritu quien derrama sus diferentes dones sobre ella para enriquecerla, haciéndola el lugar de la

presencia activa de Dios en el mundo, (cf. LG 4 y 6).

El Nuevo Testamento y la Lumen gentium expresan también la mutua

relación entre Cristo y la Iglesia diciendo que la Iglesia es la Esposa de Cristo (cf. LG 6). Toda la tradición cristiana ha visto además a la Iglesia,

la Esposa de Cristo, como Madre de los cristianos y la ha llamado la Santa Madre Iglesia.

Los cristianos nacen en el seno del Pueblo de Dios, de la Santa

Madre Iglesia, por la acción del Espíritu Santo y el Bautismo. Por esta acción, todos los cristianos forman un único Cuerpo en

Jesucristo, y un único Templo donde habita la gracia de Dios.

3. LAS NOTAS DE LA IGLESIA

Toda sociedad tiene una serie de características que la identifican frente a otras que puedan parecérsele. La Iglesia, al

reflexionar sobre sí misma, descubre cuatro notas que la definen, y que forman parte de la profesión de fe: "Creo en la

Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica".

Reflexionaremos en el sentido de cada una de estas propiedades.

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LA IGLESIA ES UNA

La unidad de la Iglesia consiste en una unidad en la fe,

en la caridad y en los sacramentos, bajo el gobierno de los apóstoles y sus sucesores.

Algo que aparece expresado en los Hechos de los Apóstoles:

"Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, y en la unión fraterna,

en la fracción del pan y en las oraciones." (Hch 2,42)

En este sentido, el Concilio Vaticano II y el Catecismo de la

Iglesia Católica (CCE 815) han hablado del triple vínculo de la unidad: la profesión de fe, los sacramentos y la sucesión

apostólica como servicio a la comunión eclesial (cf. LG 14).

Esta unidad no debe ser confundida con uniformidad, ya que la Iglesia no podría unir a hombres de todos los pueblos, razas y

culturas, con muy diferentes mentalidades y costumbres, si no se diera en su seno una diversidad que enriquece la unidad.

Sin embargo, esta diversidad tiene unas fronteras que, si se traspasan, anulan la unidad. Así aparecen los cismas y las

herejías.

Las separaciones y escisiones sufridas por la Iglesia a través de la historia, se han debido a disensiones en el

ámbito de la fe, que han profundizado al incidir también

factores no religiosos (tensiones nacionales, políticas, culturales, etc.) y disposiciones personales (espíritu de

contradicción, rivalidad, orgullo...). Sin embargo, tras estas escisiones había también un sincero afán de mantener la

autenticidad del mensaje cristiano, por lo que el camino hacia la unidad se debe realizar mediante el esfuerzo

común por entender rectamente el Evangelio.

Tras mucho tiempo de aislamiento y controversia, ha surgido el movimiento ecuménico, entendido como el dolor por la división de

la Iglesia, la reflexión sobre la comunión de todos los cristianos y el esfuerzo por superar las diferencias todavía existentes para así

restablecer la unidad visible de la Iglesia. Los cristianos de las diferentes Iglesias y comunidades eclesiales sienten la necesidad

de la unidad que Jesús expresa en su oración al Padre: "Que todos

sean uno, como tú, Padre, estás conmigo y yo contigo; que

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también ellos estén con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste" (Jn 17,21).

Hechos sobresalientes en el movimiento ecuménico son la

constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias en 1948, y el decreto sobre ecumenismo del Concilio Vaticano II, por el que

la Iglesia Católica se adhiere oficialmente al impulso ecuménico,

reconociendo que "fuera de su estructura se encuentran muchos elementos de santidad y verdad, que, como bienes

propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica" (LG 8), aunque afirme que sólo en la Iglesia Católica está, reside

y subsiste la única Iglesia de Jesucristo con la plenitud de los bienes de salvación (cf. LG 8).

LA IGLESIA ES SANTA

Esta propiedad de la Iglesia parece contradecir la experiencia concreta,

que nos manifiesta una comunidad con deficiencias en las actuaciones de sus miembros, y en sus propias acciones comunitarias. Sin

embargo, podemos afirmar su santidad ' desde el misterio de su ser. De ahí que podamos afirmar que la Iglesia es santa porque:

- es de Dios y para Dios; Él la elige y se crea un pueblo santo, al que es incondicionalmente fiel y no andona a los

poderes de la muerte y de la contingencia del mundo (Mt 16,18).

- Jesucristo, el Hijo amado de Dios, se entregó por la Iglesia para hacerla santa e inmaculada (Ef 5,27), uniéndose con ella de

forma indisoluble (Mt 28,20).

- El Espíritu Santo, prometido por Jesucristo (Jn 14,26; 16,7-9), está presente en ella actuando con poder y haciéndola

depositaría de los bienes de la salvación que debe transmitir: la verdad de la fe, los sacramentos de la nueva vida, los

ministerios.

- La caridad dirige los medios de santificación de la Iglesia, los

informa y los lleva a su fin (LG 42).

Todos los miembros de la Iglesia están llamados a la santidad (cf. LG V). Muchos ya viven con Dios, el solo Santo, en el cielo.

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Hoy, como en otros tiempos, muchos hombres y mujeres viven una auténtica vida cristiana en comunión con Dios y al servicio de

los hermanos. Sin embargo, el Concilio Vaticano II enseña:

"Mientras que Cristo, santo, inocente e inmaculado, no conoció el pecado sino que sólo vino a expiar los pecados del pueblo, la Iglesia, al

acoger en su propio seno a hombres pecadores, es, al mismo tiempo, santa y necesitada siempre de purificación; la Iglesia busca

constantemente la penitencia y la renovación". (LG 8; cf CCE, 827)

Santidad

Cuando la Sagrada Escritura habla de santidad, está haciendo mención a algo que es propiedad de Dios, pertenece al solo santo. Por tanto, la

santidad no expresa en la Biblia una actitud ética primordialmente, sino una apropiación por parte de Dios que santifica una realidad profana.

Por todo lo anterior, podemos concluir que la Iglesia es santa en su ser más profundo, pero pecadora y en constante

conversión en su visibilización en el mundo.

Al acoger a pecadores, la propia Iglesia es santa y pecadora,

necesitando convertirse al Evangelio para manifestar con su vida lo que es su ser más profundo. El Apóstol Pablo nos recuerda a los cristianos

que, por el bautismo, hemos nacido a una nueva vida que transforma nuestro modo de obrar y que hace de nuestra existencia cotidiana un

servicio a Dios.

Esta conversión de actitudes, valores y comportamientos no es fruto de un empeño personal, sino efecto del Espíritu Santo que actúa

en nosotros si somos capaces de dejarnos transformar por él.

LA IGLESIA ES CATÓLICA

La palabra "católico" no se encuentra en el Nuevo Testamento. Será Ignacio de Antioquía quien, hacia el año 110, aplique por vez primera

este calificativo a la Iglesia (Carta a los de Esmirna 8,2).

Originariamente "católica" significaba "la que expresa el todo", "la plenitud de la fe", pero con el tiempo ha pasado también a denominar su

extensión por todo el mundo. Consecuentemente, al reconocerse la Iglesia como católica, dice de sí misma que predica la fe en su integridad a todo

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hombre, cualquiera que sea su raza, nación o clase social (cf CCE 830-831).

La catolicidad de la Iglesia se realiza de forma concreta por:

- La misión que ha recibido del Señor para anunciar la Buena

Noticia a todos los hombres (Me 16,15; Mt 28,19-20); esta tarea la realiza enriqueciendo las diversas culturas, llevándolas

a su plena humanización, al tiempo que ella misma se enriquece con las riquezas de todos.

- Su enraizamiento en un pueblo, localidad o ambiente, donde

hace presente la plenitud de la Iglesia de Jesús que es al mismo

tiempo Iglesia universal, extendida por todo el mundo.

- La abundancia de grupos y comunidades que realizan la existencia cristiana de un modo diferente.

- La pluralidad de formas por las que se puede concretar la

común vocación cristiana: celibato, vida consagrada, matrimonio, ministerio ordenado...

La catolicidad de la Iglesia es un don de Dios, pero al mismo tiempo

es una labor permanente, no exenta de tensiones y dificultades, debido a la diversidad de culturas, costumbres, formas de vida y

vocaciones.

La Iglesia Católica o universal se realiza manifestándose en las

Iglesias particulares, confiadas a la autoridad pastoral de los obispos, que están constituidas de hombres concretos, que hablan

lenguas distintas y tienen una herencia cultural, una visión del mundo, un pasado histórico y un modo de ser humano

determinado.

Catolicidad

Esta palabra expresa la experiencia que tienen los cristianos de vivir en una Iglesia que mantiene su unidad y armonía a pesar de existir en pueblos diversos. Incluye la expansión geográfica, pero alude

especialmente a un elemento cualitativo: la incorporación de las riquezas y peculiaridades de los pueblos en la unidad del Cristo total.

Por ello, la Iglesia se va implantando en la diversidad para recrear la unidad querida por Dios, sintiéndose Iglesia de numerosos pueblos.

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La Iglesia universal no es la suma o federación de Iglesias particulares, esencialmente diversas entre sí o exteriores unas a otras

como son las provincias o regiones de un país. Según la voluntad del Señor, es la única Iglesia, católica o universal por vocación y misión,

la que echa sus raíces en terrenos culturales, sociales y humanos diferentes y toma expresiones externas diversas (CCE 835).

La Iglesia particular sólo es verdadera Iglesia si vive en comunión de fe y caridad con la Iglesia universal: desgajada voluntariamente de

ésta no obedecería al designio de Dios y dejaría de ser verdadera Iglesia. En cada Iglesia particular está presente y actúa la Iglesia

universal (cf. LG 13, 23, 26; EN 61-62; CCE 834).

Los primeros cristianos tenían ya una conciencia muy grande de pertenecer a una comunidad que ni el espacio ni el tiempo podían

limitar; y así lo manifestaban en su celebración litúrgica, en los momentos de persecución, ante los jueces y verdugos y en sus

escritos de defensa de la fe.

LA IGLESIA ES APOSTÓLICA

"Apóstol" quiere decir enviado. Los cuatro evangelios señalan que Dios,

el Padre, ha enviado a Jesús, su Hijo, como salvador del mundo. A su vez, Jesucristo confió a los apóstoles la misión que había recibido del

Padre, encargándoles predicar en su lugar el Evangelio a todos los pueblos, con el poder del Espíritu Santo, hasta la consumación del

mundo: "Dios me ha dado autoridad plena sobre el cielo y en la tierra. Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para

consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo."

(Mt 28,18-20)

Su función apostólica intransferible, consistió precisamente en ser testigos inmediatos de la Resurrección del Señor y fundamento de la

Iglesia (CCE 860).

Hoy, como ayer y siempre, el Espíritu Santo mantiene a la Iglesia en comunión con los Apóstoles y, gracias a esta comunión, en comunión

con el Padre y con su Hijo Jesucristo. El Espíritu Santo es el principio de la comunión de todos los miembros de la Iglesia en la fe y en el testimonio de vida de los

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Apóstoles. En este sentido toda la Iglesia es apostólica, manteniéndose en ella la vitalidad del Evangelio, a cuyo servicio

se encuentra la sucesión apostólica.

Al servicio de la apostolicidad de todos los miembros de la Iglesia está la sucesión apostólica de los obispos que garantiza en cada

momento que esta Iglesia nuestra es la Iglesia misma de los Apóstoles. La verdadera Iglesia de Jesucristo está allí donde los

creyentes son fieles a la fe de los Apóstoles, al mismo tiempo que se adhieren a la sucesión apostólica de los obispos (Cf CCE 861; 862).

En el Nuevo Testamento hay indicios claros de cómo la misión

apostólica, en los tiempos inmediatamente posteriores a los Apóstoles, se transmitió a otros discípulos.

En efecto: los Apóstoles no sólo tuvieron en vida diversos colaboradores en su ministerio, sino que confiaron a algunos el

encargo de continuar, llevar a término y consolidar la obra que ellos habían comenzado. Establecieron colaboradores al frente de las

comunidades cristianas y les encomendaron que proveyesen para que otros hombres probados se hiciesen cargo, más tarde, del ministerio apostólico.

Según el testimonio de la tradición cristiana, el ministerio de los

obispos, que conservan la tradición de los Apóstoles por una sucesión ininterrumpida que surge desde el principio, ocupa el

primer lugar en la Iglesia (cf. LG 20). La misión de los apóstoles se ha transmitido hasta nuestros días a través de los obispos y del Papa,

sucesor del apóstol Pedro.

No es necesario que cada obispo, en particular, sea sucesor de un determinado Apóstol. Para garantizar la sucesión apostólica, basta con

que el Colegio (o conjunto) de los obispos suceda al Colegio (o conjunto) de los Apóstoles. Cada obispo, como miembro de todo el

Colegio Episcopal, ocupa un puesto en la sucesión apostólica. Esto es lo que quiere decir el hecho de que, para ordenar a un presbítero como obispo, está establecido que le ordenen, por lo menos, tres obispos,

como señal de que se admite al candidato en el Colegio de los obispos (LG 21, 22, 23).

Los obispos suceden a los Apóstoles en su función de enseñar,

santificar y regir; a través de ellos se manifiesta y se conserva en el mundo entero la Tradición apostólica. Los obispos no suceden a los

Apóstoles en lo que les fue propio y exclusivo: ser testigos de Cristo Resucitado y ser fundamentos de la Iglesia.

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Desde los orígenes de la Iglesia hasta hoy, y así sucederá hasta siempre, la fe y la misión de los Apóstoles se han mantenido íntegras

y vivas mediante la sucesión apostólica de los obispos, asistida por el Espíritu Santo.

UNIDAD DIDÁCTICA 3

Los fieles de Cristo

1. LA MISMA LLAMADA VIVIDA EN LA DIVERSIDAD

TODOS LOS BAUTIZADOS SON IGLESIA

La verdad de que todos los bautizados son Iglesia ha permanecido

olvidada durante mucho tiempo, por lo que se ha tendido a identificar erróneamente a la Iglesia con los presbíteros, los obispos y el Papa.

Es necesario, pues, renovar la conciencia de que todos los que han recibido la gracia de creer en Cristo y están bautizados, forman parte del

Nuevo Pueblo de Dios en el que todos tienen la misma dignidad y participan de idéntica libertad de hijos de Dios, el amor se vive como ley suprema, la

misión evangelizadora es realizada como tarea y todos reciben la llamada a la santidad, es decir, a vivir en unión con Dios.

Este Pueblo, unido a Jesús, el Mesías, que es su Cabeza, ejerce en este

mundo sus funciones de profeta, sacerdote y rey. Los cristianos, en virtud de los sacramentos de la iniciación (Bautismo, Confirmación y

Eucaristía) participan de:

- La función profética de Jesucristo, cuando anuncian, dan testimonio y proclaman la Palabra de Dios que han acogido en su interior.

- El sacerdocio de Cristo, cuando ofrecen toda su vida, con sus alegrías y

tristezas, gozos y trabajos, unidos en la oblación de Cristo en el sacramento de la Eucaristía.

- La realeza del Señor Jesús, al promover los valores y actitudes del Reino de Dios, esforzándose por hacer presentes la justicia, la paz y el amor

mediante el servicio a los pobres, desvalidos y marginados.

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Los miembros del Pueblo de Dios son todos los que "incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo de Dios y, hechos

partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la

Iglesia en el mundo" (CIC ca. 204,1; cf. LG 31; CCE 871).

DIVERSIDAD DE CARISMAS, SERVICIOS Y MINISTERIOS

El Espíritu derramado sobre todos los cristianos en el sacramento del

Bautismo, suscita diferentes estados de vida, múltiples formas de servicio, diversas maneras de realizar la común pertenencia a la Iglesia.

Los dones que el Espíritu otorga son para la edificación de la comunidad

cristiana, por lo que nadie puede apropiarse de la gracia recibida, sino

que debe ponerla al servicio de la Iglesia para que fructifique en ella.

Para expresar toda esta realidad neumática y comunitaria se emplean tres términos: carisma, servicio y ministerio. Precisemos su significado.

Carisma

Es el don gratuito que el Espíritu de Dios otorga a una persona para

llevar a cabo una actividad o realizar una forma de vida, que sirva para la edificación de la Iglesia y el bien de la sociedad.

Servicio

Es la acción que, fundamentada en el carisma recibido, se desarrolla

en favor de la comunidad .cristiana y de las personas con las que se

comparte la vida. Este servicio puede realizarse de forma ocasional, espontáneamente, o de una manera más institucionalizada y estable.

Ministerio

Es el servicio que, debido a su importancia en la vida de la

comunidad cristiana, y la estabilidad que requiere su ejercicio, precisa que sea el responsable de la Iglesia particular quien envíe en un acto

público a las personas que han de desempeñarlo. Existen dos tipos de ministerios:

- los laicales o instituidos, que actualmente se reducen a dos:

acolitado y lectorado;

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- los ordenados, que profundizaremos posteriormente, e incluyen al episcopado, presbiterado y diaconado.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 873

"Las mismas diferencias que el Señor quiso poner entre los miembros de

su Cuerpo jP sirven a su unidad y a su misión. Porque "hay en la Iglesia

diversidad de ministerios, H pero unidad de misión. A los apóstoles y sus

sucesores les confirió Cristo la función de enseñar, santificar y gobernar

en su propio nombre y autoridad. Pero también los laicos, partícipes de la

función sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y en el

mundo la parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de

Dios" (AA 2). En fin "en esos dos grupos (jerarquía y laicos) hay fieles que

por la profesión de los consejo evangélicos... se consagran a Dios y

contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia según la manera peculiar

que les es propia" (CIC ca. 207,2). "

2. LOS LAICOS

La Iglesia, constituida por todos los bautizados, "es en Cristo como un

sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios" (LG 1) y realiza en el tiempo la obra de Cristo, según las tres dimensiones de su

mediación: sacerdotal, profética y real.

Entre sus miembros, y como distintos de quienes han recibido el Orden sagrado y de los religiosos, están los laicos, a quienes no hay

que concebir sólo negativamente -por su distinción respecto a los otros carismas-, sino positivamente como "los fieles cristianos que, por

estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función

sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo" (LG

31; cf CCE 897). Conviene aclarar que la participación en las tres funciones de Cristo es consecuencia del Bautismo. Por consiguiente, el hecho de participar

en ellas no es privativo de los laicos, sino común a todos los fieles. En este sentido conviene no perder de vista que cuanto se dice, referido

a los laicos, en virtud del hecho de participar de aquellas funciones de Cristo, no es forzosamente algo característico de su condición de laicos, sino de su condición de bautizados.

Propiamente laica sólo es lo que se refiere a su manera específica de

participar del sacerdocio, profetismo y realeza. De hecho, bastante de cuanto se dice sobre el ejercicio de estas tareas "en la Iglesia" no son aspectos específicamente laicales, sino aspectos de la responsabilidad

compartida por todos los miembros de la Iglesia como comunión.

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LA SECULARIDAD (CF CHL 15)

El Concilio presentó la inserción de los laicos en las realidades

temporales y terrenas, o sea, su secularidad no como un simple dato sociológico, sino como el modo existencial según el cual viven con

plenitud su vocación cristiana:

"El carácter secular es propio y peculiar de los laicos... a los laicos

corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios"

(LG 31)

Precisamente por su secularidad, los laicos son los principales

artífices de la misión de la Iglesia respecto a las realidades temporales y terrenas (misión que es de toda la Iglesia y, por tanto, también de los

pastores). El papel de los laicos en este campo es insustituible:

"A los laicos corresponde asumir, como obligación propia, la instauración del orden temporal y la actuación directa y concreta

en dicho orden, guiados por la luz del Evangelio y la mente de la Iglesia y movidos por la caridad cristiana".

(AA7)

En todo el magisterio postconciliar se señala como campo propio de la actividad evangelizadora de los laicos el vasto mundo de la política,

lo social, la economía, la cultura, las ciencias y las artes, la vida internacional, los medios de comunicación social, la familia, la

educación, el trabajo profesional ordinario, etc. (EN 70).

Esta misma doctrina está recogida en el nuevo Código de Derecho Canónico:

"Los laicos tienen también el deber peculiar, cada uno según su

propia condición, de impregnar y I perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico, y dar así testimonio de

Cristo, especialmente en la realización de esas mismas cosas

temporales y en el ejercicio de las tareas seculares". (CIC 225,2)

Ciertamente que todos los miembros de la Iglesia viven en el

mundo. Pero esta dimensión "secular" de toda la comunidad cristiana se realiza de formas diversas.

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Los cristianos laicos han recibido una vocación que les capacita para ser testigos de Jesucristo en el ejercicio de sus propias

tareas, transformando todos los sectores y ámbitos de la sociedad. Esto significa que Dios les comunica la particular vocación de "buscar el Reino de Dios tratando las realidades

temporales y ordenándolas a Dios" (LG 31).

Las imágenes evangélicas de la sal, la luz y la levadura, aun cuando se dirigen a todos los discípulos de Jesús, expresan muy bien la particular

manera que tienen los laicos de estar y participar en la sociedad.

LA CORRESPONSAB1LIDAD ECLESIAL (CF CHL 25)

Sin embargo, la peculiar responsabilidad secular de los laicos no. excluye

su colaboración y corresponsabilidad en la Iglesia. Ya desde los primeros

tiempos del cristianismo, algunos cristianos colaboraron con los Apóstoles en la difusión del Evangelio (Hch 18,18.26; Rom 16,3-15). Hoy, los laicos

prestan su colaboración en la vida litúrgica de la Iglesia y desempeñan determinados servicios de caridad, evangelización, catequesis y

administración de las parroquias e instituciones católicas. Además, hacen presentes en el interior de la comunidad cristiana los

problemas, las esperanzas y las expectativas, así como las angustias y las preocupaciones del mundo, tratando de darles respuesta según el espíritu

del Evangelio.

3. LOS MINISTROS ORDENADOS

Según el testimonio del Nuevo Testamento, aunque Jesús predicó a todo el pueblo, y fueron bastantes las personas que se integraron en su

comunidad, llamó a Doce para que le siguieran más de cerca, haciéndoles

participar de un modo especial de su misión (Me 3,13-19; 6,6-13). Por consiguiente, el mismo Jesús quiso que, además de la vocación universal y

del servicio que incumbe a todos los cristianos, existiese en la Iglesia una especial vocación apostólica y un servicio apostólico específico.

Servicio apostólico específico

Este servicio, inicialmente desempeñado por los apóstoles, fue dando

origen a una gran diversidad de estructuras y denominaciones ministeriales como continuación de la actividad apostólica. Sin embargo, pronto algunos ministerios adquieren una importancia

esencial, garantizando la unidad de los creyentes y la continuidad con el origen apostólico. Esta evolución llega a su término afínales del siglo

I, pudiendo ya escribir Ignacio de Antioquía (i 10) que hay un triple ministerio:, el obispo, que preside la Iglesia particular, los presbíteros,

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colaboradores inmediatos del obispo y los diáconos, que desempeñan determinadas funciones litúrgicas y se ocupan sobre todo del servicio

de la caridad.

Los ministerios ordenados confieren una participación especial en el

ministerio de Jesucristo, Sumo Sacerdote y Mediador único entre Dios y los hombres (1 Tim 2,5). Por esta razón, al ordenado se le confiere la potestad

para actuar, en el ejercicio de su misión, "en la persona de Cristo", cabeza de la Iglesia.

Además, tiene una participación especial en la función sacerdotal,

profética y pastoral de Jesucristo. Recibe, por tanto, un triple ministerio: es enviado a predicar y enseñar, a presidir la celebración de los

sacramentos en nombre de Jesús y a guiar al Pueblo de Dios que le es confiado.

El ordenado no está solo, sino que, muy al contrario, se halla incorporado

a un colegio. En virtud de su ordenación, los obispos participan de una

sola función episcopal, constituyendo el Colegio de los Obispos con y bajo el Romano Pontífice, y los sacerdotes se unen en el presbiterio bajo la

dirección del obispo (cf. LG 28; PO 7-8). Los presbíteros sólo pueden ejercer su ministerio dependiendo del obispo y en comunión con él.

A ejemplo de Jesús y por encargo suyo, todos los ministerios ordenados

se interpretan como servicio: "Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones los gobiernan tiránicamente, y que sus magnates las oprimen. No ha de ser así entre

vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. Pues tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido,

sino a servir y a dar su vida en rescate por todos". (Mc 10,42-45)

Estos ministerios suponen una misión. Del mismo modo que Jesús recibe

su misión del Padre, así la transmite a sus discípulos (Jn 20,21; 17,18), no pudiendo ningún individuo ni comunidad anunciarse a sí mismo el

Evangelio y auto-otorgarse la gracia. De aquí se sigue que el poder del ministerio ordenado no procede del encargo que hace la Iglesia a una

persona concreta, sino del mismo Jesucristo, que envía a un cristiano para que ejerza el ministerio en su nombre, en su propia persona.

Por tanto, a pesar de que, como todos los demás cristianos, el ministro

siempre esté necesitado de perdón, de ser sostenido por la fe de la Iglesia y de colaborar con todos los otros carismas y servicios, su misión

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le sitúa en una posición singular, al ejercer su ministerio en la comunidad y ante la comunidad.

Como ya apuntaba a comienzos del siglo II Ignacio de Antioquía, se

reconocen en la Iglesia tres ministerios: los obispos, los presbíteros y los diáconos, que constituyen la llamada jerarquía de la Iglesia (Cf CCE 1554).

En nombre de Jesucristo y por la fuerza de su Espíritu, ejercen la misión especial de enseñar, santificar y guiar a todo el Pueblo de Dios para que todos los cristianos se mantengan en la fidelidad a

su vocación.

OBISPOS

La plenitud del ministerio ordenado corresponde a los obispos que "por

institución divina han sucedido a los apóstoles como pastores de la Iglesia" (LG 20). Ellos representan a Jesucristo -sacerdote, profeta, rey y pastor-

ante sus Iglesias particulares y ante todas las comunidades cristianas. Los obispos son los pastores de la Iglesia, elegidos para edificar y servir a todo el pueblo de Dios mediante la predicación de la Palabra

y la enseñanza del mensaje revelado, la celebración de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, y el ejercicio de la

dirección y gobierno de la Iglesia.

A cada obispo se le confía una porción del Pueblo de Dios que se llama

Iglesia particular o diócesis, que está constituida por diversas

comunidades cristianas, denominadas parroquias, y por otras instituciones y asociaciones cristianas.

En cada diócesis, el obispo es el principio y fundamento visible de la

unidad entre los miembros del Pueblo de Dios que forman esa Iglesia particular, al tiempo que la mantiene en comunión con la Iglesia universal

(LG 23; cf CCE

Los obispos están unidos entre sí por un especial vínculo de comunión. Así como Pedro y los demás apóstoles formaban un grupo, al que

llamamos Colegio Apostólico, de un modo semejante el sucesor de Pedro, el Papa, y los demás obispos forman el Colegio Episcopal, que sucede al

Colegio de los Apóstoles (LG 22; AG 38; Cf CCE 880-881).

EL PAPA

El Papa, sucesor de Pedro, es la cabeza del Colegio Episcopal. Este Colegio

no tiene autoridad en la Iglesia si actúa separado de su cabeza; sin

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embargo, unido a ella, asistido por el Espíritu Santo, ejerce su autoridad pastoral sobre toda la Iglesia. Esto ocurre de forma singular cuando todos

los obispos se reúnen con el Papa en un Concilio (cf. LG 22).

El Papa tiene su ministerio propio, permaneciendo viva en él la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro: ser roca en la que se

apoya el edificio de la Iglesia, portador de las llaves de la misma y pastor de

todo su rebaño (Mt 16,18-19; Jn 21,15 ss; DS 3050, 3064, 3074; LG 18,23,25).

Su ministerio es un servicio de unidad y comunión, por razón del cual el Papa es un testigo privilegiado de la única fe de la

Iglesia, llamado a confirmar en la fe a todos sus hermanos en Cristo.

Ejerce el ministerio del Papa el Obispo de Roma, debido a que en esta

ciudad ejerció su ministerio el apóstol Pedro, allí fue martirizado, y desde los primeros tiempos del cristianismo se consideró que la

Iglesia romana tenía una autoridad especial sobre el resto de las Iglesias

El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, "es el principio y

fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la

muchedumbre de los fieles" (LG 23). "El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer

siempre con entera libertad" (LG 22; cf. CD 2;9; CCE 882).

"El Colegio o cuerpo episcopal no tiene ninguna autoridad si no se le considera junto con el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, como Cabeza

del mismo". Como tal, este Colegio es "también sujeto de la potestad suprema y plena sobre toda la Iglesia" que "no se puede ejercer... a no ser

con el consentimiento del Romano Pontífice" (CCE 883; LG 22; cf CIC can. 336).

El primado y a infalibilidad del ministerio de Pedro son rasgos

esenciales de la concepción católica de la Iglesia. La definición dogmática del primado y de la infalibilidad del Papa tuvo lugar

en el Concilio Vaticano I (cf. DS 3050, 3064, 3074). El Concilio

Vaticano II confirmó ambos dogmas (cf. LG 18, 23, 25), incluyéndolos en un contexto más amplio de la responsabilidad e y

especialmente en el contexto del colegio de los obispos (Cf LG 22-23; CCE 891).

EL MAGISTERIO

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Para mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles, Cristo, que es la Verdad, quiso conferir a su Iglesia una

participación en su propia infalibilidad. Por medio del "sentido sobrenatural de la fe", el Pueblo de Dios "se une indefectiblemente a la

fe", bajo la guía del. Magisterio vivo de la Iglesia (cf. LG 12; DV 10; CCE 888-893).

La misión del Magisterio está ligada al carácter definitivo de la Alianza instaurada por Dios en Cristo con su Pueblo; debe protegerlo

de las desviaciones y de los fallos, y garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica.

El oficio pastoral del Magisterio está dirigido a velar para que el

Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera. Para cumplir este servicio, Cristo ha dotado a los pastores con el carisma de

infalibilidad en materia de fe y de costumbres.

La asistencia divina es también concedida a los sucesores de los apóstoles, cuando enseñan en comunión con el sucesor de Pedro (y, de

una manera particular, al obispo de Roma, Pastor de toda la Iglesia), aunque, sin llegar a una definición infalible y sin pronunciarse de

una "manera definitiva", proponen, en el ejercicio del magisterio

ordinario, una enseñanza que conduce a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. A esta enseñanza

ordinaria, los fieles deben "adherirse... con espíritu de obediencia religiosa" (LG 25) que, aunque distinto del asentimiento de la fe, es

una prolongación de él.

LOS PRESBÍTEROS Los presbíteros son colaboradores y consejeros de los obispos con los que participan, en diverso grado, del ministerio de los Apóstoles y

del único sacerdocio de Jesucristo, ¿Prestan su cooperación a los obispos ayudándoles a predicar la Palabra de Dios, celebrarlos sacramentos y realizar su misión pastoral de gobierno.

Todos los presbíteros, a través de su ministerio, tienden a un mismo

fin: hacer presente la única Iglesia de Cristo en los diversos campos de la actividad pastoral de una diócesis; de forma particular, en las

parroquias.

El conjunto de los presbíteros de una diócesis, unidos a su obispo,

forman el presbiterio.1 Ningún presbítero puede cumplir su ministerio aislada o individualmente, sino unido a sus hermanos de presbiterio

y bajo la dirección de los obispos (cf. LG 28; PO 2, 7-8).

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LOS DIÁCONOS

Los diáconos llevan a cabo ministerios necesarios para el bien de la

Iglesia, diferentes del ministerio sacerdotal.

Cooperan con los obispos y presbíteros en el ministerio de predicar la Palabra de Dios y en la misión de fomentar la

comunión fraterna y la ayuda mutua en los miembros de la comunidad cristiana, cuidando con particular atención a los hermanos más necesitados (cf. LG 29).

El presbiterio, realidad sacramental

El presbiterio es un colegio al que se incorpora el nuevo presbítero al ser

ordenado. Esto significa que las tareas propias del ministerio apostólico las debe realizar el presbiterio en cuanto tal. Pero como no todos pueden realizar todas las tareas, éstas deben ser repartidas entre todos. Por eso

los presbíteros realizan tareas y funciones diversas. Lo importante y decisivo es observar que lo que cada uno realiza, lo realiza el presbiterio en

y a través de él.

4. LOS CARISMAS

Ya hemos dicho que el Espíritu Santo santifica y dirige al Pueblo de Dios no sólo

por el ministerio jerárquico sino mediante gracias y dones muy diversos que distribuye entre los cristianos para el bien común de todo el Cuerpo de Cristo.

Por medio de estos dones, que llamamos carismas, el Espíritu Santo inspira y dispone a los creyentes para que, siguiendo caminos muy variados y a través de múltiples acciones, contribuyan a edificar y renovar constantemente la única

Iglesia de Cristo.

Entre los carismas, destaca el llamamiento especial que el Espíritu Santo hace a algunos cristianos para que sigan a Jesucristo siguiendo los testimonios más

expresivos de su amor a los hombres. El Espíritu, en efecto, mueve a algunos discípulos del Señor a confesar su fe

cristiana ante los perseguidores hasta derramar la propia sangre: el martirio ha sido considerado siempre por la Iglesia como un carisma supremo y prueba

mayor de la caridad. A otros cristianos, el Espíritu Santo les da el carisma de seguir algunos consejos

que Jesús vivió (pro-existencia) y los Apóstoles propusieron a los primeros discípulos, como son, por ejemplo, los consejos de vivir la virginidad; o de

decidir voluntariamente vivir en pobreza y en obediencia.

LA VIDA RELIGIOSA

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Los religiosos son los miembros del Pueblo de Dios que, por un especial

carisma del Espíritu Santo, consagran su vida enteramente a Dios y siguen radicalmente a Jesucristo, en la Iglesia, mediante la profesión

pública de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia.

Los religiosos que, por el Bautismo habían sido ya consagrados a Dios, se

consagran más estrechamente al servicio divino comprometiéndose a seguir más de cerca a Jesucristo. Para ello, practican un género peculiar

de vida y mediante la oración y abnegación intensas, sirven a todos los hombres.

La consagración religiosa pertenece, sin duda alguna, a la vida y santidad

de la Iglesia y ocupa en ella un lugar insustituible (cf. LG 44). Su testimonio, al recordar a Jesucristo, pobre, obediente y casto, es un

estímulo para que los demás cristianos vivan las exigencias de su vocación y su llamada a buscar la santidad, esto es, la unión con Dios.

La vida monástica y los institutos de vida contemplativa

Este género de vida arranca de los primeros siglos de la Iglesia. Lo

realizan varones y mujeres entregados totalmente a la contemplación

para testimoniar el señorío de Dios sobre la historia y anticipar la primacía de la gloria futura.

A través de los siglos, personas auténticamente espirituales han sabido

fecundar de modo secreto y escondido la historia humana con una vida de alabanza e intercesión continua, con una vida de ascetismo y caridad.

La vida religiosa apostólica

Se configura a través de la profesión pública de los consejos evangélicos

según un carisma específico y en una forma de vida comunitaria estable.

En este grupo hay que incluir las diversas familias de canónigos regulares, las órdenes mendicantes y, en general, las congregaciones

entregadas a la actividad apostólica en general, y de modo más

concreto a la acción caritativa, a la enseñanza y a la misión ad gentes.

LOS INSTITUTOS SECULARES

Algunos cristianos, sacerdotes y seglares, profesan los tres consejos evangélicos -castidad, pobreza y obediencia- pero obligándose a vivirlos

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en el mundo. Esto los caracteriza y distingue de los cristianos que profesan en la vida religiosa.

Su modo propio de consagrarse enteramente a Dios es reconocido por la

Iglesia. Los miembros de estos Institutos han de permanecer en el mundo y, a partir de su inserción en el mundo, llevan a cabo su

apostolado peculiar.

LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA O DE VIDA EN COMÚN

Pretenden un fin específico del apostolado de la Iglesia. En ocasiones el

objetivo específico que persiguen es de carácter misionero, es decir, del desarrollo de la misión de la Iglesia en todas sus dimensiones.

NUEVAS EXPRESIONES DE VIDA CONSAGRADA

Van surgiendo nuevas expresiones de vida consagrada, a veces

originales y a veces como renovación de las anteriores, que deben ir recibiendo el reconocimiento eclesial. El seguimiento de Jesús, casto,

pobre y humilde y el modelo de la comunidad apostólica primitiva seguirá suscitando imitadores por medios nuevos y a veces

insospechados.

Uno de los criterios de su autenticidad ha de ser precisamente su

vinculación con la misión evangelizadora de la Iglesia en todas sus exigencias.

UNIDAD DIDÁCTICA 4

La misión de la Iglesia

1. LA TAREA DE LA IGLESIA

LA MISIÓN DE LA IGLESIA PROVIENE DE JESÚS

Jesús tuvo conciencia, desde el principio, de ser el Enviado de

Alguien a quien Él llama Padre, con la misión concreta de anunciar el Reino (Me 14,36; Mt 11,25-27; Jn 7,28-29). El contenido fundamental

de su predicación es, por tanto, el Reino de Dios:

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"El plazo se ha cumplido. El reino de Dios está llegando. Convertíos y creed en el Evangelio r".

(Mc 1,15)

El Reino de Dios no es sólo una promesa sino una realidad, que

empieza a ser vivida y realizada por Él mismo. Cuando Juan Bautista

envió a sus discípulos a preguntarle si era Él el que tenía que venir, la respuesta fue:

"Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos

andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia".

(Lc 7,22)

Jesús demuestra con palabras y con signos que el Reino ha llegado ya.

El resultado de toda su actividad mesiánica es la liberación total y definitiva de todos los hombres en nombre del amor de Dios Padre.

Los acontecimientos de la Pascua constituyeron para los discípulos

de Jesús una experiencia fundamental (CCE 642); sólo entonces comprendieron el sentido verdadero de Jesús y de su obra en la

perspectiva de toda la historia de la salvación, Jesús es el Reino.

El grupo que ha participado de la experiencia pascual va tomando

conciencia de ser la nueva comunidad donde se ha recibido y se ha concretado la salvación de Dios en Jesucristo. Esta comunidad

descubre que ella es la que hace presente en el tiempo y continúa en la historia la misión salvífica de Cristo (cf CCE 767).

Desde los primeros momentos, los testigos de la resurrección adquieren plena conciencia de haber sido enviados para extender por

todo el mundo la Buena Noticia del Evangelio (Mt 28,19; Hch 1,8). La misión:

- Surge del envío que Jesús hace a sus discípulos para anunciar y

significar la Buena Nueva (Mt 10,5-8 y par).

- Tiene una importancia decisiva para los discípulos. Esta importancia queda confirmada por la abundancia de textos

misioneros que aparecen en los Evangelios (Mt 5,13; 13,31.33.47; Me 3,14; Mt 28,19).

- Tiene como contenido fundamental a Jesucristo como salvador (Hch 5,31). Por medio de Él, Dios ofrece a todos los hombres

una ¿ida nueva.

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- Se acompaña de gestos significativos y reales que hacen visible

y creíble la verdad de su mensaje (Hch 2,14-16, 3,12-26; 5,12-16).

Evangelio

En la literatura griega antigua la palabra evangelio tiene diversas interpretaciones.

Se llama evangelio a la noticia misma que trae el mensajero, siempre que implique una buena nueva.

Así mismo, las actuaciones del Emperador, así como su llegada al trono o el comienzo de una nueva política que pueda traer la paz y la

felicidad al pueblo, son evangelios, buenas noticias.

También se llama evangelio a la propina dada al mensajero de buenas noticias.

El breve recorrido, que hemos hecho por la vida de las primeras

comunidades cristianas, nos permite afirmar:

- La misión de la Iglesia se fundamenta en la misión de Jesús como enviado del Padre para la liberación de la humanidad.

- La razón histórica del ser de la Iglesia es prolongar la misión de Cristo y hacerla visible en la historia de los hombres.

- La misión es la verdadera y única tarea de la Iglesia.

LA MISIÓN DE LA IGLESIA SE LLAMA EVANGELIZACIÓN

La palabra evangelizar proviene del griego "e'uayyEJiiov", que significa

literalmente "buen mensaje", "buena noticia".

Jesús designa como "evangelio" la llegada del Reino de Dios, que provocará la liberación de los oprimidos y la justicia para los pobres.

Este es el anuncio que manda proclamar a sus discípulos tras la Resurrección:

"Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia (evangelio) a toda

criatura". (Me 16,15)

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A la acción de pregonar el evangelio se le llama evangelizar; durante mucho tiempo se ha identificado esta acción con el anuncio del

evangelio a los no creyentes, fundamentalmente en los llamados "países de misión" y con la predicación de la Palabra de Dios en

general.

Tras el Sínodo que los obispos dedicaron en 1974 al tema de la

evangelización en el mundo contemporáneo, Pablo VI utilizó sus resultados para elaborar su exhortación apostólica "Evangelii

Nuntiandi"i (1975).

Evangelii Nuntiandi (EN) En este documento se concibe la evangelización como la "dicha y

vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda " (EN 14).

La evangelización es el proceso total mediante el cual la Iglesia, movida por el Espíritu:

- anuncia al inundo el Evangelio del Reino de Dios; - da testimonio entre los hombres de la nueva manera de ser y de

vivir que él inaugura: - educa en la fe a los que se convierten al Evangelio del Reino; - celebra, mediante los sacramentos, la presencia del Señor Jesús y

el don del Espíritu; - impregna y transforma con su fuerza todo el orden temporal.

Como resultado, podemos concluir diciendo que la

evangelización abarca toda la vida de la Iglesia, en cuanto toda ella está orientada a hacer presente y proclamar el

Reino de Dios, del que es signo entre los hombres.

LLAMADA A UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN

La llamada a una Nueva Evangelización ha sido propuesta por Juan

Pablo II en Haití (1983), con ocasión del encuentro con los obispos del Celam para:

"dar a la acción pastoral un impulso nuevo, capaz de crear tiempos nuevos

de evangelización, en una Iglesia todavía más arraigada en la fuerza y en el poder perennes de Pentecostés". (EN 2)

La Nueva Evangelización tiene como punto de partida la certeza de

que:

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"en Cristo hay una inescrutable riqueza (Ef 3,8), que no agota ninguna cultura ni ninguna época, y a l a cual podemos acudir siempre los

hombres para enriquecernos."

(Juan Pablo II, Discurso inaugural, Sto. Domingo, 6)

La Nueva Evangelización tiene la tarea de suscitar la adhesión

personal a Jesucristo y a la Iglesia de tantos hombres y mujeres bautizados que viven sin

energía el cristianismo: "han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su

Evangelio". (RM 33)

La novedad de la acción evangelizadora afecta a la actitud, al estilo, al esfuerzo y a la programación o, como se propuso en

Haití, al ardor, a los métodos y a la expresión, (cf. Discurso a los Obispos del CELAM, 9 de marzo de 1983).

Una evangelización nueva en su ardor supone una fe sólida, una

caridad pastoral intensa y una recia fidelidad que, bajo la acción del Espíritu, generen una mística, un incontenible entusiasmo en la tarea

de anunciar el Evangelio. En lenguaje neotestamentario es la "parresía" que inflama el corazón del apóstol (cf. Hech 5,28-29; cf.

Redemptoris missio, 45).

Por otra parte, los nuevos tiempos exigen que el mensaje cristiano llegue al hombre de hoy mediante nuevos métodos de apostolado, y

que sea expresado en lenguaje y formas accesibles al hombre moderno.

La Nueva Evangelización tiene como finalidad formar hombres y comunidades maduras en la fe y dar respuesta a la nueva situación

que vivimos, provocada por los cambios sociales y culturales de la modernidad (cf. Sto. Domingo, 26).

2. LA EVANGELIZACIÓN

Hemos afirmado que la evangelización es la tarea fundamental de la

Iglesia. Ahora vamos a dar un paso más, preguntándonos qué significa evangelizar y cuáles son los elementos básicos de esta tarea

evangelizadora.

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En síntesis, podemos decir que evangelizar consiste en anunciar la Buena Nueva del Evangelio, por medio del testimonio

cristiano, a los hombres situados históricamente, para que se conviertan y sean liberados.

A continuación desarrollamos brevemente cada una de estas afirmaciones.

ANUNCIAR LA BUENA NOTICIA DEL EVANGELIO

La palabra "evangelio" significa en los escritos del Nuevo Testamento anuncio de una buena noticia. San Pablo nos expresa muy bien en

qué consiste esta buena noticia, cuando afirma:

"Pues no me avergüenzo del Evangelio, que esfuerza de Dios para que se salve

todo el que cree, tanto si es judío como si no lo es. Porque en él se manifiesta

la fuerza salvadora de Dios a través de una fe en continuo crecimiento, como dice la Escritura: Quien alcance la salvación por la fe, ese vivirá."

(Rom 1,16-17)

La Buena Noticia no consiste puramente en un mensaje intelectual,

sino que es un acontecimiento salvífico: fuerza de Dios para salvar a todo el que cree. Es, pues, una Buena Noticia que afecta a lo más

profundo de la vida y produce salvación.

Esta fuerza de Dios se manifiesta en Jesús de Nazaret, en sus palabras y signos, en su muerte y resurrección: el Evangelio es la

persona misma de Jesucristo. La persona de Jesús se identifica con el Reino. La Buena Noticia de su Evangelio se relaciona siempre con la

presencia de Dios en este Reino, presencia misericordiosa, salvífica y

liberadora de todo el hombre y de todos los hombres.

Por tanto, podríamos decir que evangelizar es:

- el anuncio de Jesucristo, de su vida, de su muerte y su resurrección.

- el anuncio del Evangelio que es gracia y salvación de Dios para todos los hombres y Buena Noticia porque libera de todas

las esclavitudes humanas.

- el anuncio del Evangelio hecho con palabras y signos. Las palabras anuncian lo que los signos realizan.

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La evangelización no consiste en la transmisión de una serie de verdades abstractas, sino en la realización de un proyecto salvífico: el

de Jesús de Nazaret.

POR MEDIO DEL TESTIMONIO CRISTIANO

La evangelización consiste en comunicar a otros la Buena Nueva del

Evangelio. La comunicación de esta Buena Noticia se realiza no sólo mediante explicaciones y conocimientos teóricos, sino especialmente

por el testimonio de vida transformada por Cristo (CCE 905).

El testimonio cristiano es el medio fundamental para proclamar el Evangelio. Sin él, puede haber "propaganda religiosa", pero no

verdadera evangelización.

Un texto de la 1 Carta de San Juan (1,1-3) nos ayuda a comprender en lo que consiste el testimonio cristiano:

"Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos

visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han tocado nuestras manos, acerca de la palabra de vida, - pues la vida se

manifestó y nosotros la hemos visto, y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba junto al Padre y se ríos manifestó-, lo que hemos visto y oído os lo anunciamos para que

también vosotros estéis en comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo."

El testimonio cristiano tiene las características siguientes:

- el testigo se reconoce enviado de Dios para testimoniar algo.

- El testimonio incluye la proclamación de lo que se ha visto y oído: la acción de Dios manifestada en Cristo;

- El testimonio del cristiano se realiza a través de palabras y signos.

- El testigo se compromete en su testimonio: la vida del testigo es la

mejor prueba de lo que se quiere comunicar.

La evangelización, basada en el testimonio cristiano, exige la

existencia de verdaderos testigos. Jesús no formó sabios, sino discípulos testigos. La existencia personal transformada por

Cristo es un elemento básico en todo proceso evangelizador.

A LOS HOMBRES SITUADOS HISTÓRICAMENTE

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Cada persona, además de estar inserta en una u otra cultura, viviendo en un ámbito rural o urbano, desarrollando un trabajo

manual o intelectual, está rodeada de unas circunstancias diferentes que la configuran como ser único e irrepetible.

De ahí que la evangelización deba tener presente a las personas

concretas a las que se dirige, sus necesidades y aspiraciones.

Por tanto, al evangelizar se debe tener presente que el

destinatario de la evangelización es un hombre concreto: sólo teniendo en cuenta sus necesidades y aspiraciones, la

evangelización podrá ser liberadora y salvífica.

La acción evangelizadora, al dirigirse a creyentes y no creyentes, debe realizarse de diferente manera según la

situación personal y las posibilidades reales de acogida y desarrollo de la fe.

PARA QUE SE CONVIERTAN Y SEAN LIBERADOS

Los objetivos básicos de la evangelización son dos: la conversión

y la liberación. La conversión se refiere a la respuesta que debe

suscitar la acción evangelizadora en la persona. La liberación expresa la transformación que esta respuesta ha operado en su

vida.

LA CONVERSIÓN

La evangelización suscita la fe y la conversión. Esta es el centro de toda la actividad misionera de la Iglesia. La conversión

consiste fundamentalmente en:

Descubrir al Dios de Jesucristo y creer en Él, rechazando los falsos ídolos esclavizadores.

Adherirse a su proyecto de salvación, aceptando las exigencias

radicales del Reino y los valores evangélicos como forma de vida.

La conversión suscitada por la evangelización supone un cambio de

sentido y dirección a la totalidad de la existencia humana. Por tanto, la

conversión no es un mero cambio de mentalidad, sino algo que afecta al hombre entero, al sentido de su vida personal y social, a los

valores que la orientan y a las condiciones sociales que la hacen posible (CCE, 1431).

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PERSONAS CONCRETAS

Ya el Nuevo Testamento se hace eco de esto: Así, cuando Jesús presenta el Remo a sus oyentes, pone ejemplos y situaciones que conectan perfectamente con la vida cotidiana. También Pablo, en el

relato que nos hace el libro de los Hechos de su actividad misionera, parte de la situación en la que están los que le escuchan para

proponer el Evangelio. Compárese, por ejemplo, el discurso de la sinagoga de Antioquía de Pisidia (Hch 13,16-41) donde sus oyentes son judíos, con el pronunciado ante el auditorio formado por gentiles

en el Aerópago de Atenas (Hch 17,22-34).

La conversión es una transformación que afecta a la vida de la persona y, consecuentemente, a las condiciones y estructuras sociales de la

convivencia humana, para hacerla más justa y fraterna.

La conversión es real, cuando la acción evangelizadora alcanza y transforma con la fuerza del Evangelio:

- los criterios de juicio, - los valores determinantes,

- los centros de interés, - las líneas de pensamiento,

- las fuentes de inspiración, - las estructuras sociales,

- los modelos de la humanidad.

La conversión cristiana es el resultado de un largo proceso. Para que el cambio sea verdadero, es necesario que la conversión surja de una

decisión personal con un cierto grado de reflexión, sea gradual y progresiva y se vaya verificando en compromisos y estilos de vida

concretos y reales (CCE 1439).

Una comunidad cristiana de mujeres y hombres en proceso de conversión

al verdadero Evangelio de Jesús es un signo privilegiado para que la acción evangelizadora de la Iglesia sea creída y vivida como posible. Sin

personas convertidas, la Iglesia tiene el peligro de adulterarse y perder su capacidad de ser signo de la salvación de Dios en el mundo.

LA LIBERACIÓN

La evangelización tiene como finalidad la conversión a la fe y la

incorporación a la salvación de Jesucristo. Evangelizar es hacer realidad esta salvación para los hombres. La evangelización anuncia la salvación

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cristiana, que consta de dos elementos: la filiación divina y la fraternidad humana.

El hombre evangelizado se reconoce hijo de Dios y, como resultado

de esta filiación, acoge y se relaciona con los otros hombres como hermano. La relación con Dios y con los hermanos ha de llevarse a

cabo en las condiciones de esta vida, en el mundo y en la historia; esto quiere decir que todas estas realidades quedan incluidas en el proceso salvífico.

Por tanto, la evangelización es inseparable de la liberación integral del

hombre, de su mundo y de su historia, e incluye la liberación total y real de todas las dimensiones de la vida humana, incluso la política. La

liberación cristiana es la misma liberación humana llevada a su plenitud

por el don gratuito de Dios que se acoge por la fe. De todo lo anterior se deduce que la promoción humana y la evangelización no son realidades

incompatibles.

¿EVANGELIZARÍAN Y PROMOCIÓN HUMANA? De estas afirmaciones se deduce que la evangelización y la

promoción humana no son realidades incompatibles. La evangelización incluye necesariamente la promoción humana, es decir,

la creación de unas condiciones sociales que hagan efectiva la convivencia entre los hombres, fundada en la justicia y en el amor.

Pero la evangelización no se reduce a la promoción humana. La incluye, pero la transciende, va más allá. La fe cristiana abre dimensiones nuevas al hombre y a su acción en el mundo, que no

pueden agotarse ni identificarse con ningún proyecto humano.

UNA COMUNIDAD EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA

La Iglesia podrá llevar a cabo su misión evangelizadora siempre que transparente y comunique con su vida lo que proclama en su mensaje.

Jesús, al anunciar a sus discípulos que eran la sal de la tierra y la luz del mundo, les advirtió del peligro que constituía el que la sal perdiera su sabor

o el que una lámpara fuera tapada con un puchero (Mt 5,13-16; Cf CCE 425).

Para que la comunidad cristiana pueda ejercer la misión que Jesús le encomendó, es necesario que se sitúe permanentemente a la escucha de la

Palabra de Dios que la interpela, purifica y edifica:

"Evangelizadora, la Iglesia comienza a evangelizarse a sí misma. Comunidad de creyentes, comunidad de esperanza vivida y

comunicada, comunidad de amor fraterno, tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento

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nuevo del amor. Pueblo de Dios inmerso en el mundo y, con frecuencia, tentado por los ídolos, necesita saber proclamar las 'grandezas de Dios',

que la han convertido al Señor, y ser nuevamente convocada y reunida por El."

(EN 15)

Las situaciones cambiantes, los continuos avances de la ciencia, las

modernas formas de relación entre las personas, obligan a la Iglesia a perpetuar en sí misma la novedad del Evangelio; la actuación del

Espíritu Santo la capacita para responder con su vida y su palabra a los

retos que constantemente le presenta nuestra civilización.

Esta actuación del Espíritu, que la conduce a la verdad plena (Jn 15,12-14), se realiza a través de diversas mediaciones como:

- la acogida valiente de la Palabra de Dios, que al penetrar en los

corazones cuestiona las estructuras, actuaciones, comportamientos...

- los signos de los tiempos, es decir, los deseos y aspiraciones profundas de las personas de la sociedad actual, que se ven

plasmados en el esfuerzo en favor de la paz, la justicia, los derechos humanos, la ecología...

- las voces que se elevan desde la opresión, la marginación, la

pobreza extrema: "el clamor de los sin voz".

Por tanto, podemos afirmar que la Iglesia, por ser evangelizadora, se

debe situar con humildad en un proceso de continua conversión a la Palabra de Dios que proclama.

UNIDAD DIDÁCTICA 5

La acción pastoral de la Iglesia

1. EL PROCESO EVANGELIZADOR

Hemos visto en la unidad anterior que la evangelización es una

realidad compleja, que abarca toda la vida de la comunidad cristiana, y que no puede reducirse a uno solo de sus aspectos, por

muy importante que éste sea:

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"La evangelización es un proceso complejo con elementos variados: renovación de la humanidad, anuncio explícito, adhesión del corazón,

entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas del apostolado".

(EN 24)

De ahí que sea muy importante saber integrar todos los elementos

de la acción evangelizadora de manera que, aunque algunos puedan parecer contrastantes, incluso exclusivos, se descubran como

realmente complementarios y mutuamente enloquecedores.

En el Decreto "Ad Gentes" del Concilio Vaticano II, sobre la acción misionera de la Iglesia, se describe muy bien todo lo que es la dinámica

del proceso evangelizador, quedando establecida en tres fases o etapas sucesivas: acción misionera, acción catecumenal y acción pastoral.

ACCIÓN MISIONERA

Se realiza a través de dos elementos básicos:

- el testimonio de vida del cristiano, o grupo de cristianos, que

suscita la pregunta de aquellos que lo contemplan;

- el primer anuncio del Evangelio, que da razón de las actitudes y fundamenta los valores de aquellos que dan testimonio de vida.

Esta fase va dirigida a personas que no son creyentes o que,

estando bautizadas, se encuentran alejadas de la vida cristiana.

ACCIÓN CATECUMENAL

Comprende la iniciación y profundización en la vida y fe de la Iglesia. Se realiza a través de:

• el catecumenado s o catequesis sistemática de carácter catecumenal, que consiste en un período de formación básica a

través del que se pretende iniciar en la vida cristiana mediante una presentación e iniciación a:

la Sagrada Escritura y a la fe de la Iglesia;

los valores y actitudes cristianas;

la oración personal y en la celebración litúrgica de la Iglesia;

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la acción misionera de la Iglesia.

• la catequesis ocasional, surgida a consecuencia de

determinados acontecimientos en la vida personal o familiar (catequesis pre-sacramentales), social (situaciones como el paro,

la violencia, el aborto...) o eclesial (Concilio, Sínodo, encíclicas, etc.).

ACCIÓN PASTORAL

Se entiende como la vida entera de la comunidad cristiana, y que

se podría sistematizar en torno a cuatro mediaciones fundamentales:

- la Palabra, que proclama el mensaje liberador y

significante del Evangelio y da testimonio del mismo;

- la Comunión (Koinonia), expresión del nuevo estilo de vida de los miembros de la Iglesia basado en la fraternidad y el

amor;

- el Servicio (Diakonia) que presta la comunidad cristiana al

mundo para contribuir a la liberación integral de los hombres y de los pueblos;

- la Liturgia que celebra la nueva vida que surge del Evangelio

a través de los signos festivos y liberadores.

Estos tres momentos, acción misionera, catecumenal y pastoral, que parecen sucederse con toda lógica temporalmente, quedan

difuminados en sociedades donde hay un alto porcentaje de bautizados, la mayoría de los cuales no han vivido un auténtico

proceso de conversión e iniciación en la fe. De ahí que, si bien pueden establecerse tres etapas en el proceso evangelizador, no

deben considerarse necesariamente sucesivas, sino más bien en constante interacción.

El catecumenado

Es la institución de la Iglesia al servicio de la iniciación cristiana

de los adultos recién convertidos que se preparan para recibir el bautismo. Tenemos noticias del catecumenado en la Iglesia

Occidental en el siglo II, mientras que en Oriente surge a comienzos del siglo III. El catecumenado se realizaba de diversas formas,

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variando según las Iglesias locales en que se impartía. Sin embargo, y de manera general, podemos establecer el siguiente

itinerario: Cuando un pagano se sentía atraído hacia la doctrina y la persona

de Cristo, se le ofrecía el catecumenado para profundizar en la fe cristiana y prepararle para el bautismo. El ingreso en el

catecumenado se realizaba mediante un rito en el que el Obispo o su representante soplaba sobre la cabeza del candidato, le signaba y le imponía las manos. A partir de aquél momento el catecúmeno

formaba parte de los "auditores" u oyentes, que son iniciados al lenguaje de la fe mediante las explicaciones que se dan a diversos

textos de la Escritura, así como a Informa de vida cristiana. Un padrino le acompañará durante este período que se extendía a lo

largo de tres años aproximadamente. Cuando el catecúmeno solicitaba el bautismo, su nombre era

inscrito al comienzo de la Cuaresma y pasaba a formar parte de los "iluminados" o "competentes". A lo largo de la Cuaresma se les

preparaba deforma meticulosa, entregándoles el Padrenuestro, la oración de Jesús, y el Símbolo de los Apóstoles o Credo.

Los iluminados eran bautizados en la Vigilia Pascual, integrándose en la comunidad que celebraba la Eucaristía. Durante la Pascua

recibían las catequesis mistagógicas, iniciación al simbolismo bautismal.

2. LA ACCIÓN PASTORAL

La comunidad cristiana, a través de su acción pastoral, se hace

presente en la sociedad y realiza la acción misionera y catecumenal. Podríamos decir que la acción pastoral es la misma vida de la

Iglesia, en la que se van integrando todos aquellos que, una vez

convertidos y debidamente formados, quieren participar plenamente en ella.

Esta acción pastoral, ya hemos adelantado que se realiza a través de

cuatro mediaciones. Pasemos a reflexionar brevemente sobre cada una de ellas.

LA PALABRA

Mediante la Palabra, la comunidad cristiana ofrece al mundo

un mensaje concreto como clave para la interpretación de la vida y de la historia humana.

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A este servicio están llamados todos los cristianos, aunque su realización concreta se desarrolla de maneras diferentes:

- el primer anuncio es la proclamación explícita de la Buena

Noticia del Reinado de Dios que se ha hecho ya presente por el testimonio de vida;

- la catequesis se encarga del desarrollo de la fe inicial que surge tras el primer anuncio. Esta actividad catequética supone

un proceso personal y comunitario de desarrollo de la fe, hasta llegar a una fe madura (CCE 425-429);

- la homilía proclama las maravillas de Dios en la Historia de

la Salvación, a partir de unos textos concretos de la Sagrada Escritura y que se realiza en una asamblea litúrgica (CCE 1100-

1154);

- la teología se ocupa de la investigación, profundización y desarrollo de las verdades de fe, en diálogo con la cultura en la

que se inserta la Iglesia (CCE 94);

- la profecía, presencia testimonial de la Iglesia a través de sus

miembros en todas las realidades humanas y movimientos colectivos, como pueden ser los medios de comunicación social, la

política, la cultura y educación, los movimientos dudadanos...(CCE, 905).

En todos estos lugares, la Palabra puede ayudar a iluminar e

interpretar las situaciones de la vida de los hombres, haciendo de los cristianos "profetas de sentido y

enemigos de lo absurdo" (P. Ricoeur).

Catecismo de la Iglesia Católica, n.2654

"Los Padres espirituales, parafraseando Mt 7,7, resumen así las

disposiciones de un corazón alimentado por la palabra de Dios en la

oración: "Buscad leyendo, encontraréis meditando; llamad orando, y

se os abrirá por la contemplación " (cf Guido el Cartujano, scala: PL

184, 476C)".

LA COMUNIÓN

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Con la palabra comunión (KOWOVUX, "koinonía" en griego) queremos expresar el peculiar estilo de vida de la comunidad cristiana. En los escritos del

Nuevo Testamento se insiste en el misterio de comunión de la Iglesia con el Padre, en Cristo Jesús por el Espíritu.

La experiencia de esta comunión crea un nuevo tipo de relaciones entre

quienes forman la comunidad cristiana, basado en la fraternidad y el

servicio (CCE 949-953). La comunión brota del Espíritu que actúa en la Iglesia y provoca:

- La comunidad de vida, vivir efectivamente como hermanos.

Sabemos que el hombre está profundamente herido en su interior, lo que ocasiona que se sienta a disgusto consigo mismo, establezca

rivalidades con otras personas, y dé la espalda a Aquél de quien procede su vida. Sin embargo, "gracias a Jesús, el Mesías, que nos ha

obtenido la reconciliación" (Rom 5,11), se hace posible compartir toda la vida de los hermanos (trabajos, dolores, esperanzas,

angustias) formando una fraternidad que es signo de la vida nueva del Reino.

- La comunidad de dones, consecuencia de la comunidad de

vida y que lleva a entregar en bien de toda la Iglesia las cualidades

personales de cada cristiano, que se convierten en carismas para la complementariedad en el servicio.

- La comunidad de bienes, que no es simplemente un

sistema económico comunitario, sino que procede de la comunión de vida en Cristo, que provoca compartir lo que se

posee en beneficio de los que forman parte de la comunidad y de los pobres que gritan con su vida la injusticia.

Donde mejor se expresa y significa esta triple experiencia de comunión es

en la Eucaristía, la ''fracción del pan" en comunidad.

La koinonia, como mediación de la acción pastoral de la Iglesia, ofrece a una sociedad dominada por el consumismo, la

marginación de los más débiles, la autopromoción y la eficacia como valor privilegiado, un nuevo modo de convivir y compartir,

que hace presente la salvación y reconciliación obtenidas en Cristo Jesús.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 948

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"La expresión "comunión de los santos" tiene entonces dos significados

estrechamente relacionados: "comunión de las cosas santas" [sancta] y

"comunión entre las personas santas " [sancti].

"Sancta sanctis" [lo que es santo para los que son santos! es lo que se

proclama por el celebrante en la mayoría de las liturgias orientales en el

momento de la elevación de los santos dones antes de la distribución de la

comunión. Los fieles [sancti] se alimentan con el cuerpo y la sangre de Cristo

[sancta] para crecer en la comunión con el Espíritu Santo [Koinonía] y

comunicarla al mundo”.

EL SERVICIO

El servicio ("diakonia" en griego) es otra mediación básica de la acción

pastoral de la comunidad cristiana. Por diakonia se entiende el servicio gratuito y desinteresado, que actualiza y posibilita una convivencia fraterna y humana.

Este servicio constituye una de las manifestaciones más importantes y necesarias de la acción del Espíritu en los seguidores de Jesús (CCE 2443-2449).

Esta acción pastoral puede realizarse de múltiples formas, pero

siempre debe estar inspirada en la acción de Cristo como servidor y liberador de los hombres (Me 10,15; Jn 13,15). Podríamos sistematizarla en

tres momentos dialécticos:

- momento asistencial o de acogida, en el que se trata de dar respuesta a necesidades urgentes de las personas,

proporcionándolas, temporalmente, los medios básicos de

subsistencia;

- momento de promoción, en el que se pretende capacitar a las personas o grupos de personas para que, desarrollando sus propias

habilidades y virtudes, alcancen a vivir de manera digna;

- momento de la transformación de las estructuras, que tiene como objetivo modificar la trama social que genera la pobreza y la

injusta desigualdad social. Este momento se lleva a cabo mediante la denuncia de las situaciones injustas y la colaboración y

participación de los cristianos en todas las acciones que busquen el bien común y la defensa de los más débiles.

La mediación pastoral del servicio, a través de sus tres momentos que

están en continua relación, responde a la profunda exigencia del ser

humano de encontrar una alternativa a la dinámica de dominio y de

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egoísmo que envenena la convivencia, proponiendo como posibles los valores del Reino de Dios (CCE 1939-1942).

El servicio pastoral se realiza en todos los campos de la actividad social,

sin olvidar el de la educación y cultura, el de la política y el de la economía y el trabajo.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2446

"5. Juan Crisóstomo lo recuerda vigorosamente: "No hacer participar a los pobres

de los propios bienes es robarles y quitarles la vida. Lo que poseemos no son bienes

nuestros, sino los suyos" {haz 1,6). Es preciso "satisfacer ante todo las exigencias

de la justicia, de modo que no se ofrezca como ayuda de caridad lo que ya se

debe a título de justicia" (AA 8): "Cuando damos a los pobres las cosas

indispensables no les hacemos liberalidades personales, sino que les devolvemos

lo que es suyo. Más que realizar un acto de caridad, lo que hacemos es cumplir

un deber de justicia" (S.Gregorio Magno, past. 3,21). "

LA LITURGIA

La comunidad cristiana no sólo anuncia y desarrolla en la vida su fe,

sino que también la celebra (CCE 1068). A esta acción celebrativa se le llama liturgia. Ya de la comunidad primitiva de Jerusalén, nos dicen

los Hechos de los Apóstoles (2,42):

"Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles y en la comunidad de vida, en el partir el pan y en las oraciones".

(Hech 2,42)

El Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, señala que:

"La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y,

al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza.”

(SC 10; CCE 1074)

De ahí que podamos deducir que toda la acción pastoral de la

Iglesia se celebra y, a la vez, se nutre, de la celebración litúrgica, donde todo el Cuerpo místico de Cristo, cabeza y miembros, da gloria a Dios de un modo comunitario y público.

Entre todas las modalidades celebrativas de la comunidad cristiana,

señalaremos:

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- La Eucaristía, que es la anticipación del banquete de bodas celestial. En ella se expresa y realiza la unión de cada fiel con

Jesucristo, al tiempo que la unidad de todos los que participan de un mismo pan: "Como hay un solo pan, aun siendo muchos

formamos un solo cuerpo, pues todos y cada uno participamos de ese único pan" (1 Cor 10,17).

- Los restantes sacramentos, que son diversos modos de manifestar y celebrar el encuentro salvador del hombre con

Cristo en la Iglesia.

- La oración comunitaria, que se remonta a los primeros tiempos de la Iglesia. Los cristianos, unidos a Cristo, oran

juntos a Dios, tomando como base de su oración la misma que Jesús enseñó: el Padre Nuestro.

Por tanto, la comunidad cristiana es un espacio donde la celebración

alienta la vida en común y la acción esperanzada en favor de todos los hombres, por lo que sus miembros saben buscar momentos para

festejar juntos las maravillas de Dios (CCE 1069-1072).

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1071

"La Liturgia, obra de Cristo, es también una acción de su Iglesia. Realiza y

manifiesta la Iglesia como signo visible de la comunión entre Dios y de los hombres

por Cristo. Introduce a la vida nueva de la comunidad. Implica una participación

"consciente, activa y fructífera" ele todos. "

UNIDAD DIDÁCTICA 6

La comunidad cristiana en la sociedad

1. LA PRESENCIA PÚBUCA: EXIGENCIA DE LA EVANGEUZACIÓN

La presencia de la Iglesia en la sociedad y en la vida pública es una exigencia de su vocación y de su misión evangelizadora.

La vocación y misión de la Iglesia, animada por el Espíritu

Santo, se realiza en la sociedad y en la historia, y en ellas

continúa el encargo de Jesucristo de anunciar el Reino de Dios, al servicio del Reino y del mundo.

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Esta presencia pública de la Iglesia no está motivada por una falta de reconocimiento de la legítima autonomía secular, ni está orientada a la

configuración de una sociedad neoconfesional. La presencia pública de la Iglesia se considera exigencia fundamental de su misión evangelizadora,

ya que ella existe para evangelizar (cf. EN 1).

La presencia pública de la Iglesia es una urgencia y una exigencia interna,

que surge de los vínculos entre la comunidad eclesial y la evangelización. La comunidad eclesial vive para evangelizar.

La Iglesia está al servicio del Evangelio y de la obra redentora de Cristo, la

cual "aunque de suyo se refiere a la salvación de los hombres, se propone también la restauración de todo el orden temporal" (cf. AA,5),

puesto que "el plan de Dios sobre el mundo es que los hombres instauren con espíritu de concordia el orden temporal y lo

perfeccionen sin cesar" (cf. AA 7). Por tanto, allí donde esté constituida la Iglesia, toda ella está llamada a contribuir al perfeccionamiento

constante del orden social y del bien temporal de los hombres.

Esta misión es responsabilidad de todos los miembros de la Iglesia. "La misión corresponde a todo el pueblo de Dios... es responsabilidad de

todos los fieles" (RM 71). Más aún, es toda la Iglesia la que evangeliza.

CRITERIOS PARA LA PRESENCIA PÚBLICA

La presencia pública de la Iglesia, además de ser una necesidad urgente y

una exigencia ineludible, se debe hacer conforme a algunas indicaciones señaladas en recientes documentos del Magisterio (cf. GS, EN, OA, ChL,

CA):

• No debe olvidar ninguno de los elementos esenciales de la evangelización: transformación, testimonio, anuncio, comunión eclesial,

misión (cf. EN 17-24).

• Debe ser conforme a los criterios eclesiales de actuación política: coherencia, defensa de la vida, prioridad de la persona, solidaridad,

subsidiariedad; y contribuir así al desarrollo integral del hombre, "de

todos los hombres y de todo el hombre" en su verdad integral: relación con Dios, consigo mismo, con los otros y con las cosas materiales (cf. GS 74;

CHL 42).

• Debe aportar la novedad y originalidad de una vida según el espíritu de las bienaventuranzas: poner reconocimiento donde hay

descalificación; respeto y diálogo donde hay confrontación; servicio

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donde hay voluntad de poder; solidaridad con los pobres donde hay individualismo, interés personal o de grupo; sacrificio y esperanza donde

hay violencia e imposición (cf. GS 75; 92).

• Debe guiarse siempre por la Doctrina Social de la Iglesia, en conformidad con una sociedad democrática.

• No puede considerarse eclesial ninguna forma de presencia pública que, entre sus objetivos y procedimientos, incluya la conquista o ejercicio

del poder.

• Cualquier forma de presencia pública eclesial debe respetar la legítima autonomía de lo secular.

• Toda presencia pública eclesial debe inspirarse siempre y ser

exigencia de la misión propia de la Iglesia, que es la evangelización y estar al servicio de los pobres y necesitados.

• A los laicos corresponde propiamente, aunque no en exclusiva, el

ejercicio de las profesiones y de las actividades seculares.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2419

"La revelación cristiana... nos conduce a una comprensión más profunda de

las leyes de la vida social" (GS 23,1). La Iglesia recibe del Evangelio la

plena revelación de la verdad del hombre. Cuando cumple su misión de

anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su

dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas; y le descubre

las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina. "

2. DIFERENTES FORMAS DE PRESENCIA PÚBLICA

La presencia pública eclesial puede ser realizada de tres modos

diferentes: presencia individual de los laicos en la vida pública (instituciones y actividades), presencia asociada de los laicos y presencia

pública de la Iglesia.

PRESENCIA INDIVIDUAL DE LOS LAICOS

La condición eclesial de los laicos se encuentra radicalmente definida por su novedad cristiana y caracterizada por su índole secular:

"Su vida según el Espíritu se expresa particularmente en su inserción en

las realidades temporales y en su participación en las actividades terrenas”. (ChL 17)

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Los laicos cristianos, como ciudadanos de la sociedad con derecho a participar en la vida social y política, no pueden renunciar al deber

de participar activamente en la vida pública:

"Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la "política"; es decir, de la multiforme y vanada

acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural,

destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común".

(ChL 42)

Los laicos y su participación social según el Vaticano II

El Espíritu cristiano impulsa al seglar a participar en las actividades sindicales y políticas con el fin de promover los valores fundamentales de la libertad, la justicia, el progreso, la paz. v la solidaridad entre los

pueblos. Los imperativos morales que se derivan de la fe v de la moral cristianas deben inspirar de manera efectiva las preferencias y las

actuaciones públicas de los católicos. El examen de las circunstancias concretas y la valoración de las diversas posibilidades que se ofrecen en el ámbito de las realidades cambiantes

de la vida pública es algo que cada uno tiene que hacer con la mayor objetividad y responsabilidad posible utilizando para ello los mejores

recursos que estén a su alcance. De este examen y de la valoración de las diferentes circunstancias, a la luz de los principios morales comunes, pueden surgir diferentes

opiniones y preferencias entre los católicos, de las que cada uno es personalmente responsable. La libertad de los católicos en la vida

pública es consecuencia del reconocimiento de la legítima autonomía de las instituciones seculares y de la madurez religiosa y civil de los cristianos. Por ello no se puede imponer a los católicos un determinado

proyecto político por motivos exclusivamente religiosos (cfGS 43). Esta libertad de los católicos no justifica la separación entre las

convicciones religiosas y morales de los cristianos y sus decisiones políticas. En sus actuaciones públicas, los cristianos deben inspirarse en los criterios y objetivos evangélicos vividos e interpretados por la

Iglesia. La legítima diversidad de opiniones en los asuntos temporales no debe impedir la necesaria coincidencia de los cristianos en defender

y promover los valores y proyectos de vida derivados de la moral evangélica. Es obligación de los católicos presentes en las instituciones políticas

ejercer una acción crítica dentro de sus propias instituciones para que sus programas y actuaciones respondan cada vez mejor a las

aspiraciones y criterios de la moral cristiana. Pueden también darse incompatibilidades entre la conciencia cristiana y aquellos programas que propugnen directamente doctrinas u objetivos contrarios a la

doctrina o la moral católica.

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Las diferencias en los compromisos públicos de los cristianos no deben enturbiar sus relaciones de comunión como cristianos, ni

mucho menos proyectarse sobre la vida de la Iglesia creando divisiones y exclusivismos. Aquí también la primacía de la fe y la caridad sobre las diferencias de orden político serán capaces de construir la

paz y la fraternidad mitigando y relativizando las ideologías y los enfrentamientos políticos.

Los laicos, que son Iglesia y son la Iglesia en el mundo, que

"pertenecen plenamente al mismo tiempo al pueblo de Dios y a la sociedad civil" (AG 21), con su presencia en la vida pública hacen

presente a la Iglesia en el mundo y animan y transforman la sociedad según el espíritu del Evangelio. Al mismo tiempo participan en la

Iglesia como hombres y mujeres de la sociedad civil.

Las comunidades eclesiales, asociaciones y movimientos apostólicos, en conformidad con las enseñanzas sociales de la Iglesia y en el

marco constitucional de la sociedad, pueden impulsar la participación de sus miembros en la vida pública a través de las asociaciones e

instituciones políticas, sindicales, culturales, sociales... más adecuadas.

Hoy es particularmente urgente esta doble tarea: construir y reconstruir el tejido social y animar y renovar los "cuerpos intermedios"

en y por los cuales el hombre puede ser, participar y satisfacer sus justas exigencias. Los cristianos laicos pueden y deben contribuir a

fomentar asociaciones y ámbitos de solidaridad, comunión y relaciones fraternas (cf. GS 75; OA 10). Además, pueden participar en diversas

asociaciones de carácter vecinal, ciudadano, sindical, político o asistencial, con el fin de promover la libertad, la justicia, el progreso,

la paz, la defensa de la naturaleza, la solidaridad entre los pueblos, etc.

Haciendo un examen de las circunstancias concretas en las que está

inserto, valorando las diversas posibilidades, optando por aquella organización o movimiento con que se sienta en sintonía y siendo

consciente de que opciones diferentes a la suya pueden tener la

misma legimitidad, el cristiano participa en la transformación social desde diversos campos.

Por encima de los intereses partidistas, ideológicos o corporativos, el

seguidor de Jesús irá tomando postura a la luz de los criterios del Evangelio, vividos e inspirados por la comunidad cristiana. Esto

exige a todo cristiano o grupo eclesial la no absolutización de

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ninguna ideología, postura u opción, manteniéndose siempre crítico dentro de la organización en la que se integra.

La diversidad de compromisos públicos de sus miembros, lejos de

enturbiar las relaciones de comunión entre ellos, ayudarán a la comunidad cristiana a la hora de afrontar las diversas situaciones

sociales y elegir caminos para ir hacia una humanidad más fraterna y

justa.

Los cristianos laicos hacen presente a la sociedad civil, con sus alegrías, esperanzas, tristezas y angustias (cf. GS 1) en la comunidad

cristiana, y hacen presente a la comunidad cristiana con su vida, testimonio y compromiso público, en el seno de la sociedad civil.

Esta presencia y misión del laico se enumera con detalle en el

tercer capítulo de Christifideles laici (ChL 37-44): dignidad de la persona, derecho inviolable a la vida, libertad religiosa, la familia,

la solidaridad, la política, la vida económico-social y la cultura. Es en este capítulo donde se cita con más abundancia la Gaudium et

spes (once veces), así como los documentos del magisterio reciente más significativos: Pacem in terris, Evangelii nuntiandi,

Familiaris consortio, Dives in misericordia, Sollicitudo rei socialis,

Laborem exercens, Instrucción Donum vitae, como síntesis de la presencia y misión de la Iglesia en el mundo. Su característica

se resume en la afirmación englobante que une "la responsabilidad de servir a la persona" a la de "servir a la

sociedad como responsabilidad general de aquella animación cristiana del orden temporal, a la que son llamados los fieles laicos

según sus propias y específicas modalidades" (ChL 39).

Catecismo de la Iglesia católica, n. 1913

"La participación es el compromiso voluntario y generoso de la persona en los

intercambios sociales. Es necesario que todos participen, cada uno según el lugar

que ocupa y el papel que desempeña, en promover el bien común. Este deber es

inherente a la dignidad de la persona humana."

PRESENCIA ASOCIADA DE LOS LAICOS

Para actuar eficazmente en la vida pública no bastan la acción o

el compromiso individuales. Una vida democrática sana, cuyo verdadero protagonista sea la sociedad, tiene que contar con una

amplia red de asociaciones por medio de las cuales los ciudadanos hagan valer en el conjunto de la vida pública sus propios puntos de

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vista y defiendan sus legítimos intereses materiales o espirituales (cf. OA 4).

Los laicos cristianos, que tienen el derecho y deber de participar

individualmente en la vida pública, pueden y deben igualmente participar de forma asociada. Ya hemos señalado cómo el cristiano

puede participar en asociaciones e instituciones civiles, así como los

criterios para su presencia activa y evangélica en ellas. Ahora presentamos cómo puede hacerlo a través de:

- Instituciones eclesiales: abarcan las diversas instituciones

educativas y asistenciales de la Iglesia, que nacieron para estar cerca de los pobres y necesitados. Por su importancia e

implantación, señalamos a Caritas l pero no olvidando que en este esfuerzo por dignificar la vida de los más pobres, olvidados

y desasistidos, están implicadas muchas familias religiosas y asociaciones de laicos.

Así mismo, la comunidad cristiana se hace presente en diversos

sectores sociales como el trabajo, la universidad, la sanidad, etc., a través de asociaciones que trabajan para iluminar con el

Evangelio las situaciones comunes de las personas; ejemplos

destacados son HOAC, JOC, JEC, el Movimiento Scout Católico, etc.

- Asociaciones de inspiración cristiana: se definen como tales las

que, si bien están inspiradas en el mensaje cristiano, la Iglesia y sus pastores no tienen la última responsabilidad respecto al

proceso de realización de su proyecto y los resultados obtenidos. En ellas participan cristianos que están motivados

por una experiencia vivida y alimentada en el seno de la comunidad cristiana.

PRESENCIA PÚBLICA DE LA IGLESIA

La Iglesia entera, sacramento de salvación, Pueblo de Dios, es

también, en sí misma, un hecho público y puede y debe estar

activamente presente en el seno de la sociedad civil, y así hacer oír otra voz, la de la Iglesia, en la vida pública.

La vida de la comunidad eclesial, en todas sus manifestaciones, es ya

un hecho público. La sociedad debe percibir a la Iglesia como un "sujeto social" (cf. LG 32; RM 71). La Nueva Evangelización sólo será

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eficaz cuando el mundo pueda percibir a la Iglesia como una realidad social.

Lo son, además, sus actuaciones públicas: declaraciones, notas,

documentos, publicaciones, gestos, acciones... El ministerio pastoral puede y debe expresar el sentir de la Iglesia a la sociedad civil. Sin

embargo, para promover la presencia pública de la Iglesia y fomentar

la corresponsabilidad de toda la comunidad, el ministerio pastoral propone las adecuadas consultas para animar cuando proceda y

discernir convenientemente las necesarias y oportunas actuaciones públicas de sus respectivas comunidades (cf. O A 50).

CARITAS

Caritas se vertebra a partir de las comunidades parroquiales, pasando a los ámbitos diocesanos, regionales, nacionales e

internacionales. Se define como la acción social de la Iglesia que trata de transformar las injusticias partiendo desde los mismos lugares

donde éstas producen sus efectos y amargas consecuencias. Desde las Caritas nacionales y diocesanas se llevan a cabo programas que abarcan la actuación frente al desempleo (asistencia, formación,

promoción), la solidaridad con países afectados por una catástrofe natural, la atención a los ancianos y enfermos más desasistidos,

actuaciones frente al fracaso escolar, la prevención, terapia y reinserción de drogodependientes, el apoyo y asistencia a emigrantes

y transeúntes, etc.

3. ESPACIOS SOCIALES

La participación de los cristianos en la construcción del entramado social exige señalar los lugares donde deben hacerse presentes.

Siguiendo el magisterio conciliar y postconciliar y, las conclusiones de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, vamos a

hacer un diseño de los distintos espacios sociales que debe asumir la comunidad cristiana.

En primer lugar, debemos definir el concepto de "espacio

social" como cada una de las áreas de la realidad donde el hombre desempeña su actividad, pudiendo optar por construir o destruir, desvincularse o comprometerse en la construcción de

una sociedad más justa y humana.

Veamos a continuación algunos de los más importantes.

ESPACIO ANTROPOLÓGICO-CULTURAL (CCE 2284-2317; 2488-2503)

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Este espacio aparece referido al ser humano en cuanto sujeto con una

dignidad, que tiene unos derechos y obligaciones y pertenece a una sociedad y cultura concretas. Es un espacio muy importante por ser el

punto de partida de la acción cristiana en el mundo que privilegia:

- la persona y la comunidad;

- el matrimonio y la familia como estructura de madurez humana

y religiosa;

- la sociedad como marco ético en el cual es posible la convivencia en la justicia;

- la educación como fundamento del desarrollo personal y social;

- la cultura y los modelos de conducta de cada sociedad o grupo

humano.

Sustentando estas preferencias está la convicción de que la persona no es reductible a un mero individuo, sino que es sujeto de derechos

inalienables y sagrados, entre los que se deben destacar el derecho

a una vida digna, el trabajo bien remunerado, la vivienda, los servicios sanitarios, etc. Sin un marco ético justo es imposible

realizar un perfil hombre-persona-sociedad que dignifique políticamente a la humanidad.

ESPACIO SOCIO-ECONÓMICO (CCE 2419-2442)

Por espacio socio-económico entendemos el ordenamiento de los

bienes destinados a cubrir las necesidades del hombre. Estudiamos este espacio porque somos conscientes del papel fundamental que

tiene en la vida familiar, nacional e internacional para el desarrollo y la igualdad entre los hombres.

La comunidad cristiana tiene en cuenta este factor económico para

orientar y asumir compromisos cuyos objetivos sean:

- urgir un ordenamiento global de la economía para que esté al

servicio de todos en general, y de los pobres y marginados en particular;

- reducir las desigualdades que atentan contra la dignidad

humana y desvinculan al hombre de su trabajo y de sus frutos

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legítimos: pocos tienen mucho y muchos carecen de lo más fundamental para subsistir;

- superar las reducciones economicistas y liberales de algunos sistemas económicos, orientados al servicio de la acumulación

de capital y riqueza, prescindiendo de la función social de éste

y de la propiedad;

- alterar y modificar el sistema de desequilibrios ofensivos que padece fundamentalmente el trabajador de la

industria y del campo;

- reformar las estructuras económicas que atenazan la organización cívico-política del ciudadano, e imponen prioridades

económicas, sobre otras necesidades humanas.

ESPACIO SOCIO-POLÍTICO (CCE 2234-2246)

El espacio socio-político abarca el conjunto de las relaciones humanas que se expresan a través de las organizaciones e instituciones que

orientan el ordenamiento y organización de los Estados y Naciones. En

este terreno, el compromiso cívico adquiere un especial valor como instrumento de reforma, por lo que toma mucha importancia la

participación activa de la persona en las asociaciones profesionales, de vecinos, en los sindicatos, en los partidos políticos, etc.

El cristiano debe participar en la vida pública a fin de lograr la justicia

tanto desde los poderes que configuran el Estado, como desde el propio entramado social. La comunidad cristiana es sensible

particularmente a:

- que sean reconocidos los derechos políticos y ciudadanos de todas las personas sin excepción;

- la legimitidad social de los regímenes políticos, ya que desde

la opresión o la privación de libertad no es posible la

convivencia armónica;

- la organización democrática de los poderes públicos;

- la promoción de la paz y la condena de la guerra y de toda violencia : una paz basada en la justicia y que abarca todos los

ámbitos de la vida, que rechaza las filosofías belicistas que

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inspiran el armamentismo, los regímenes de Seguridad Nacional, y el enriquecimiento a costa de la fabricación y venta de la

maquinaria bélica;

- la promoción del diálogo entre las partes en conflicto, fortaleciendo los organismos que promueven la paz y la

cooperación para la convivencia.

Violencia: sus formas

Las formas de violencia pueden agruparse en torno a los bienes y derechos fundamentales conculcados:

- el bien de la vida: toda especie de homicidio, el genocidio,

aborto, eutanasia y hasta el suicidio voluntario; - la integridad de la persona: mutilaciones, torturas en el cuerpo o

en la mente;

- la dignidad humana: condiciones de vida infrahumanas, encarcelamientos arbitrarios, explotaciones, esclavitud, prostitución organizada, tráfico de mujeres v de nulos,

condiciones infrahumanas de trabajo;

- libertad de disenso y oposición: todo modo d intolerancia, arrogancia, desprecio, marginación, persecución de los adversarios en lo social, político, profesional, científico o religioso.

ESPACIO RELIGIOSO (CCE1878-1942)

Desde nuestra perspectiva, llamamos espacio religioso a la

realidad humana iluminada por la revelación cristiana, de modo especial en la persona de Jesús, que lleva a proclamar a la

comunidad cristiana:

- la dignidad e igualdad de todos los hombres por el hecho de

ser creados por Dios.

- los derechos humanos básicos de los individuos y de los pueblos que garanticen su desarrollo conforme al proyecto

creador de Dios.

- la responsabilidad y participación activa en la historia social como respuesta a la llamada de Dios a colaborar con

Él en el desarrollo y perfección de la obra de la creación.

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- la grandeza de la libertad, que alcanza a todos los estratos de la persona y de la sociedad, desde las actitudes

personales hasta la superación de los escollos de la estructura social que impiden al ser humano vivir en libertad

y ser libre.

Catecismo de la Iglesia Católica, n.2423

"La doctrina social de la Iglesia propone principios de reflexión, extrae criterios

de ' juicio, da orientaciones para la acción:

Todo sistema según el cual las relaciones sociales deben estar

determinadas enteramente por los factores económicos, resulta contrario a la

naturaleza de la persona humana y de sus actos (cfCA 24).”

UNIDAD DIDÁCTICA 7

La Iglesia celebra su Fe

1. LA LITURGIA CRISTIANA

LA LITURGIA CELEBRA LA FE

Todas las religiones de la tierra tienen su patrimonio litúrgico. En todas se celebra la fe mediante ritos, como expresión del sentimiento religioso

vivido y celebrado en comunión con otros hombres.

Las religiones naturales, por ejemplo, celebran en su culto la grandeza del cosmos, los ciclos de la naturaleza, la pequeñez del

hombre ante la bóveda del cielo, etc. Los ritos en los que se desarrolla el culto de estas religiones, expresan los sentimientos

religiosos de gozo, estupor o dependencia que esas realidades

naturales provocan en los hombres.

La religión judía también celebra su fe, pero con un matiz muy peculiar. No celebra, como otras religiones, la manifestación divina en las

realidades y acontecimientos de la naturaleza. Para Israel su culto tiene una referencia histórica. Celebra los grandes acontecimientos de la

historia viendo en ellos la intervención salvadora de Dios. Una intervención salvífica que se actualiza en la celebración presente del

acontecimiento pasado, transformándose así de recuerdo en memorial.

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Memorial

Una acción memorial es aquella que hace referencia a un acontecimiento histórico pasado, lo actualiza en el presente y lo orienta hacia una realización plena en el futuro. Por ello, la Pascua judía es memorial de

un acontecimiento sucedido en el pasado, pero que se realiza en la actualidad de la celebración: no sólo fueron liberados los hebreos que

salieron de Egipto, sino que Dios libera constantemente a los que celebran la Pascua aguardando al Mesías esperado.

Cristo es el cumplimiento realizado en la Historia de Salvación y la liturgia cristina no puede hacer un memorial de alguien distinto de Cristo

y de su obra, es decir la Nueva y Eterna Alianza. Por tanto, el memorial que la acción litúrgica realiza, hace presente la salvación en medio de los

hombres de los todos los tiempos, en espera de su plenitud definitiva (escatológica).

La Pascua, por ejemplo, es la celebración religiosa más significativa de los judíos. En ella se expresa el gozo del pueblo por haber sido liberado

de la tierra de la esclavitud, y haber sido conducido “con mano poderosa y brazo extendido” por un inmenso desierto en el que es constituido

como pueblo elegido (Ex 12, 1 – 14). Israel, al celebrar la fiesta de la

Pascua, afirma que ese mismo Dios que actuó en el pasado a favor suyo, sigue haciéndose presente en su pueblo de forma salvadora.

Los escritos del Nuevo Testamento nos presentan a las primeras

comunidades reunidas celebrando su experiencia de encuentro con Jesucristo resucitado. Como nos cuenta Hch. 2, 42 – 45, en sus

asambleas los cristianos escuchan las enseñanzas de los Apóstoles, parten el pan, comparten los bienes y elevan a Dios súplicas y

oraciones.

Estas asambleas comunitarias se repiten donde quiera que surge un grupo de creyentes en Jesús resucitado: Antioquia (Hch. 13, 2 – 3),

Tróade (Hch 20, 7), etc. En todas ellas se celebra la presencia de Cristo entre los suyos, otorgándoles la victoria sobre todo mal, dolor y muerte,

mediante la vida de la resurrección (cf. CCE 1067 y 1085).

Con el transcurso del tiempo, estas reuniones han mantenido su sentido

fundamental, aún cuando algunas formas se han modificado. Estos encuentros celebrativos de la comunidad cristiana, en los que se

agradece a Dios la salvación otorgada en Cristo, son los que constituyen la liturgia.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1068

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“Es el misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin

de que los fieles vivan de él y den testimonio del mismo en el mundo. En

efecto, la liturgia, por medio de la cual “se ejerce la obra de nuestra redención”,

sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye mucho a que los

fieles, en su vida, expresen y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la

naturaleza genuina de la verdadera Iglesia (SC2).”

LA LITURGIA REALIZA Y CONTINÚA LA OBRA SACERDOTAL DE

CRISTO

El culto cristiano dista mucho de ser un conjunto de ritos y rúbricas puntualmente indicados en el Ritual. Este concepto de liturgia conlleva

unos notables olvidos y asimila la celebración cristiana a cualquier otra conmemoración o espectáculo de talante político, cultural o social.

La liturgia cristiana es continuación y actualización del culto

perfecto que Jesucristo tributó al Padre. Un culto que no se limita a un conjunto de acciones piadosas, sino que es un ofrecimiento

radical de todo lo que es su vida.

La comunidad cristiana reconoce a Jesucristo como el único y eterno

sacerdote que ofrece como sacrificio su cuerpo entregado y su sangre

derramada, y cuya oblación total se actualiza en la liturgia de la Iglesia.

LA LITURGIA ES ACCIÓN DE LA IGLESIA Y EN LA IGLESIA

La entrega incondicional y absoluta de Jesús culmina en la resurrección; por ella, el Padre acepta la vida ofrecida de su Hijo y le glorifica por

encima de todo poder y reino. La Iglesia, cuerpo de Cristo, participa de la victoria de su Cabeza: el Hijo comunica al nuevo Pueblo de Dios su

propia vida, por medio del Espíritu Santo.

De esta manera, toda la vida de la Iglesia se transforma por medio de Cristo en ofrenda, en culto. Los miembros de la

comunidad cristiana, por el bautismo, se integran en el pueblo sacerdotal, participando así del sacerdocio de Cristo y ofreciendo por Él, con Él y en Él su propia vida al Padre.

El culto cristiano, pues, no queda reducido a un entramado de actos

litúrgicos, sino que abarca toda la vida de la Iglesia que, en Cristo, se ofrece al Padre, fin de la liturgia (cf. CCE 1077) y que se expresa a

través de los símbolos litúrgicos (cf. CCE 1071).

LA LITURGIA SE EXPRESA A TRAVÉS DE SIGNOS

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La liturgia cristiana se expresa por medio de un conjunto de signos – simbólicos con diferentes naturalezas y significados: personas, gestos,

objetos, lugares, tiempos, etc. Estos signos – símbolos expresan la presencia de Dios en la vida del hombre, así como la respuesta que éste

da a la acción de Dios en su vida. Son mediaciones del encuentro de Dios con el hombre y del hombre con Dios, por Cristo, en el Espíritu.

Los signos de la liturgia pertenecen a la categoría de los símbolos, pues nos hacen participar de la salvación realizada en Jesucristo.

No son simples actos mágicos, sino que su celebración carece de

sentido cuando no se experimenta en la existencia personal y comunitaria la salvación otorgada por Jesucristo a todos los

hombres y que es hecha presente actualmente por la Iglesia. Ahora se comprende la necesidad que tiene todo aquel que quiere

celebrar un sacramento de ser iniciado en el lenguaje de los símbolos que celebran y expresan nuestra fe. Esta paulatina

introducción debe realizarse mediante los procesos catequéticos y catecumenales.

Signos

Las personas expresamos a través de signos nuestros sentimientos:

lloramos cuando estamos tristes, sonreímos para expresar la alegría, abrazamos para mostrar el cariño, etc. Entre el signo que manifiesta el

sentimiento y el propio sentimiento hay una relación que se llama significación. La huida significa miedo, o la agresión significa rabia, rechazo, etc. Así mismo, podemos descubrir en todo signo una realidad

que llamamos significante y otra llamada significado.

El significante es el elemento sensible que nos trasmite el sentimiento o nos evoca una realidad a la que no tenemos acceso inmediato: el llanto, la sonrisa, el abrazo…

El significado, por el contrario, es la realidad evocada, el sentimiento y la

experiencia interior que hace presente el significante; la tristeza, la felicidad, el cariño…

En esta relación evidente entre significante y significado se fundamenta el signo que podemos definir como toda la realidad que nos lleva al

conocimiento de otra. A esta definición de signo de carácter más general, conviene aportarle un par de precisiones:

- Muchos signos surgen de la convención o el acuerdo entre las personas: los colores que identifican la bandera de una nación,

el logotipo de una empresa, señales de circulación…

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- Otros signos, tienen en su misma naturaleza una referencia a

otra realidad, sentimiento o experiencia: el agua evoca limpieza, vida, anegamiento… A estos últimos les llamamos símbolos.

Símbolo

Es todo gesto, acción humana o realidad que expresa y hace presente una experiencia profunda, un sentimiento, una situación. Su

especificidad hace que todo símbolo tenga las siguientes características:

- Posee una dimensión que no puede expresarse verbalmente: una mirada de cariño comunica lo que michas palabras no

podrían expresar:

- Nos introduce al ámbito en el que se hace presente la realdad

simbolizada: no es fin en sí mismo, sino camino que introduce, velo que se corre;

- Supone una cultura determinada; por eso, una misma

expresión simbólica puede evocar diferentes ámbitos o

realidades:

- Pone en relación pulsiones inconscientes y su expresión externa y consciente.

Estos símbolos que expresan la vida cristiana tiene cuatro cualidades fundamentales:

- Hacen presente el amor inquebrantable de Dios, que se manifiesta de forma salvadora en la historia de los hombres.

- Su memorial de Jesús de Nazaret, el Cristo, de sus hechos y

palabras, a través de quien el Absoluto se hizo “Dios con nosotros”.

- Son primicias del Espíritu, anticipo de la plenitud que nos

aguarda, hecha presente en la glorificación de Jesús de

Nazaret.

- Son acciones de la Iglesia que conducen a cada cristiano y a toda la comunidad a ser coherentes con lo que celebran,

tratando de vivir las actitudes del Reino (cf. CCE 1145 – 1162).

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1071

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La liturgia, obra de Cristo, es también una acción de su Iglesia. Realiza y

manifiesta la iglesia como signo visible de la comunión entre Dios y los hombres

por Cristo. Introduce a los fieles en la vida nueva de la comunidad. Implica una

participación “consciente, activa y fructífera” de todos (SC11).

2. LA ORACIÓN CRISTIANA (cf. CCE, IV parte)

La oración es algo común a todas las religiones; en ella se expresa de

una forma clara la conciencia que tiene el hombre de limitación y finitud y de dependencia del Absoluto.

Aunque la oración bien puede surgir desde el sentimiento de temor,

ansiedad ante un peligro, o deseo de alcanzar determinado bien material, sería reduccionista encuadrar en esta perspectiva toda la

oración no cristiana. Por el contrario, parece honesto señalar que toda actitud orante conlleva un deseo de unión con el Absoluto, un deseo de

comunión con la divinidad a la que el ser humano se siente remitido.

Israel podría definirse con la expresión, ya clásica, de ser “un pueblo que sabía orar”. Esta profunda experiencia orante se refleja de manera

singular en los salmos y en los diferentes cánticos e himnos que

aparecen en la Biblia.

El pueblo judío dirige su oración al Dios de la creación, pero insiste de una forma preponderante en el Dio que se hace presente en su historia

y que actúa salvando. La relación entre Dios y su pueblo se expresa de maneras diferentes: ofrendas, sacrificios, invocaciones, gestos

corporales, etc.

Todo momento es apto para dirigirse al Dios y Señor de Israel, aunque hay lugares y tiempos sagrados por excelencia. Las fiestas judías

siempre tienen el carácter de memorial es decir, de actualización de una acción salvadora de Dios a favor de su pueblo.

Jesús nació en el seno de este pueblo y bebió de su tradición orante. Al

leer con atención el Nuevo Testamento descubrimos con sorpresa cómo

los cánticos y expresiones de las primeras comunidades cristianas evocan la oración y las expresiones del Antiguo Testamento.

Los evangelios presentan a Jesús como el orante por excelencia, que

enseña a su discípulos a orar con perseverancia, humildad y constancia, en lo oculto, confiadamente, al Padre. Culmen de esta enseñanza de

Jesús, y culminación también de la oración del Antiguo Testamento, es

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el Padre Nuestro, en el que se marca la profunda relación que el cristiano tiene con el Absoluto a quien se dirige como Padre.

Los cristianos, cuando se reúnen en oración, tienen conciencia de que no

es su corazón o sus deseos, su propio interior, el que se dirige a Dios, sino que es el mismo Espíritu de Jesús quien realiza en medio de ellos el

milagro de la oración.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2564

La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo.

Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida

por completo al Padre, en unión con la voluntad humana del Hijo de Dios hecho

hombre.

FUENTES DE LA ORACIÓN

La fuente principal de la oración cristiana es la Biblia. En ella se contiene

la Palabra de Dios, de la que los cristianos se alimentan por una lectura asidua y continuada.

La Palabra de Dios habla al corazón de cada cristiano y cada comunidad, interpelando y provocando una actitud de respuesta. En la Biblia existen

diferentes textos oracionales; de entre ellos debemos destacar los salmos y el Padre Nuestro.

LOS SALMOS

Compuestos por fieles israelitas inspirados por Dios, son la expresión de

una oración, unas veces personal y otras comunitaria, que brota de la experiencia de Dios del Pueblo de Israel.

Los salmos expresan los sentimientos del hombre que se dirige a Dios

con angustia, arrepentimiento confianza, gozo, etc., en circunstancias fundamentales de su vida, expresando sus actitudes básicas ante Dios

(adoración, súplica, acción de gracias…)

Los cristianos continúan orando con los salmos y descubren en ellos la

voz de Cristo, su Señor, entremezclada en su propia experiencia de hombres.

PADRE NUESTRO

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Es la cima de la oración bíblica. Profundamente ligada a ella, y desde ella, Jesús enseña la oración del Padre Nuestro a sus discípulos. En ella

se concreta lo mejor de la experiencia genuinamente cristiana, siendo oración normativa para toda la iglesia.

MODALIDADES DE ORACIÓN

La oración cristiana se puede realizar, fundamentalmente, de dos maneras: en privado y públicamente. Es preciso señalar que en ambas

modalidades se salvaguarda el ámbito comunitario, ya que nunca un cristiano ora solo, sino en el seno de una comunidad cristiana.

La oración privada e individual que el cristiano eleva a Dios en el campo

o en la calle, cuando trabaja o descansa, en el templo o en su habitación, es una oración hecha a Dios por Jesucristo, impulsado por el

Espíritu, como miembro vivo de la Iglesia.

Los cristianos comenzaron muy pronto a orar juntos a Dios en comunidad. La expresión más importante de esta oración pública y

litúrgica es la Liturgia de las Horas (cf. CCE 1174 – 1178). A través de ella, la Iglesia se dirige a Dios todos los días, en su inicio, alabando a

Dios (Laudes), y cuando termina (Vísperas), dándole gracias.

Esta oración comunitaria puede utilizar otros esquemas, siempre que en

ellos tengan cabida la lectura de la Sagrada Escritura, así como la presencia de los salmos, himnos, acciones de gracias e invocaciones

inspiradas en la Tradición de la Iglesia.

La oración litúrgica es considerada como la oración de la Iglesia, realizada en nombre de la Iglesia y con la Iglesia.

La Liturgia de las Horas

La Liturgia de las Horas (antes llamada Oficio Divino o Breviario), es una

celebración litúrgica en la que Cristo asocia a la Iglesia en su coloquio con el Padre. Fundamentada en el consejo de Jesús y de los apóstoles, “conviene orar siempre”, contribuye a santificar la existencia, tanto

personal como eclesial, haciendo presente en la historia el misterio de la salvación.

SE realiza en diversos momentos de la jornada, destacando por su importancia las Laúdes y las Vísperas, oraciones de la mañana y de la

tarde respectivamente.

El significado de las Laúdes es doble:

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- Por un lado santifican el día

- Y por otro, hacen memoria de la resurrección de Cristo Las Vísperas tienen lugar cuando se pone el sol, y son tres sus

motivaciones:

- La acción de gracias por la jornada; - La memoria de la redención; - La esperanza de la vida eterna.

La estructura de Laúdes y Vísperas es como sigue:

- Apertura de la celebración mediante la frase “Dios mío ven en

mi auxilio”. A la que se responde con “Señor date prisa en socorrernos” y en Gloria

- A continuación se canta un himno.

- La salmodia: compuesta por dos salmos y un cántico (del Antiguo Testamento por la mañana y del Nuevo Testamento

por la tarde). - Lectura breve de la Palabra de Dios. - Cántico evangélico: en Laúdes, el cántico de Zacarías (Lc. 1,

67 – 79), en Vísperas, el Magnificat (Lc. 1, 46 – 55). - Preces, Padre Nuestro y oración conclusiva.

ACTITUDES DE LA ORACIÓN

No todo lo que llamamos oración lo es realmente: fantasías, deseos,

ilusiones, proyecciones psicológicas pueden tomarse por auténtica oración. A la oración cristiana la identifican las siguientes actitudes:

escucha de la Palabra, agradecimiento y adoración, súplica, arrepentimiento y ofrecimiento, e intercesión.

ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS

Dios inicia el diálogo con el hombre. Lo establece, revelando su ser y dando sentido a la historia. Por ello, es preciso que el ser humano acoja

la Palabra que Dios le ofrece y responda en consecuencia.

No tiene sentido dirigir a Dios nuestra oración sin haber escuchado

antes su Palabra. Por esto, en todo momento de oración la Iglesia se reserva un espacio privilegiado para la escucha y la meditación de la

Palabra. No hay auténtica oración cristiana si no se toma como punto de referencia la Palabra de Dios.

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AGRADECIMIENTO Y ADORACIÓN

Actitud de agradecimiento y adoración por todo lo que Dios es y realiza. Esto se descubre a la luz de su Palabra, provocando un sentimiento de

alegría y libertad que se plasma en la adoración extasiada y agradecida.

SÚPLICA

Debido a su carácter de criatura, el ser humano se dirige a Dios

suplicando, pidiendo, invocando. Aquí sigue el ejemplo de Jesús que suplica a Dios en la angustia y propone que sus discípulos pidan con

confianza al Padre del cielo. Esta oración se hace desde el abandono confiado a su voluntad y el compromiso sincera de cumplirla. Toda

oración de súplica es siempre una petición del don del Espíritu, como Jesús mismo enseña (Lc. 11, 13).

ARREPENTIMIENTO Y OFRECIMIENTO

Actitud de arrepentimiento y de ofrecimiento que supone la condición

pecadora del orante y su deseo de transformación. El cristiano es consciente de que su vida no exprese la plenitud de la llamada y de la

gracia divina. Por eso, desde los salmos e invocaciones de perdón

(Señor, ten piedad) resalta la santidad divina y la propia fragilidad. Al tiempo, ofrece su vida para que en ella se realice la voluntad de Dios,

actitud que se expresa verbalmente a través del “Amén” (ciertamente, con toda seguridad).

INTERCESIÓN

La intercesión u oración por los otros, es otra actitud presente en la

oración cristiana. El orar por los otros lleva anejo el garantizar con la propia vida aquello que se pide, dentro de las propias posibilidades. La

súplica por los otros hace de la comunidad en oración sacramento de la humanidad y la compromete en relación con las personas y situaciones

por las que intercede.

3. EL AÑO LITÚRGICO

Cada día es para el cristiano motivo de fiesta ya que en él se realiza la

liberación obtenida por Jesucristo. Sin embargo, los seres humanos estamos sujetos al espacio y al tiempo y precisamos momentos

privilegiados que nmos hagan apreciar el valor profundo de la existencia cotidiana. Aquí se encuentra la razón de ser del año litúrgico (cf. CCEE

1163 – 1173).

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Mediante el año litúrgico, la Iglesia quiere que cada cristiano,

personalmente, y toda la comunidad, eclesialmente, vayan penetrando lenta, constantemente en los diferentes aspectos del

Misterio pascual de Cristo.

El Año Litúrgico: origen y desarrollo

Históricamente, la celebración de la Pascua es la conmemoración que

aglutina en torno a ella el resto de los tiempos litúrgicos: Cuaresma y Tiempo Pascual surgen como preparación y prolongación respectivamente del misterio central de la fe cristiana, celebrado en el

Triduo pascual.

Navidad se suscita como sustito de la fiesta del sol invicto, conmemorando la venida del “Sol que nace de lo alto”. Por paralelismo a la Pascua, se propone un tiempo de preparación que va a denominarse

Adviento.

Para el Vaticano II, el Misterio Pascual ocupa el centro del año litúrgico cristiano, y el domingo, como celebración semanal de la Pascua, es la

fiesta primordial. Las mismas fiestas de los santos son consideradas, certeramente, como celebración del misterio de Cristo que se expresa a

través de sus frutos más destacados.

El año litúrgico tiene un valor pedagógico indudable en la medida que permite penetrar sucesivamente en los diferentes aspectos de la

salvación cristiana. Sin embargo, tampoco puede negarse que es difícil que su presencia sea asumida en las comunidades cristianas en medio

de un cierto ambiente secularista.

Por todo esto, parece importante recuperar el año litúrgico mediante

una mayor incorporación de toda la comunidad cristiana a su celebración, a través de momentos que sean subrayados; por ejemplo,

celebraciones comunitarias de la penitencia tanto en Adviento como en Cuaresma, vigilias que subrayen Pentecostés, o el cuidado y preparación

de las celebraciones pascuales o navideñas.

Así mismo, cada vez parece más necesario el vincular la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y

Eucaristía) a los tiempos litúrgicos de Cuaresma (preparación) y Pascua (celebración).

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1168

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A partir del “Triduo Pascual”, como de su fuente de luz, el tiempo nuevo de la

Resurrección llena todo el año litúrgico con su resplandor. De esta fuente, pot

todas partes, el año entero queda transfigurado por la liturgia. Es realmente

“año de gracia del Señor” (cf. Lc. 4, 19). La economía de la salvación actúa en

el marco del tiempo, pero desde su cumplimiento en la Pascua de Jesús y la

efusión del Espíritu Santo, el fin de la historia es anticipado, como pregustado, y

el Reino de Dios irrumpe en el tiempo de la humanidad.

LOS TIEMPOS DEL AÑO LITÚRGICO

EL TIEMPO DE ADVIENTO

Cubre las cuatro semanas que preceden a la celebración de la Navidad.

El Adviento contiene un mensaje de esperanza en el Señor que viene,

así como una llamada a la vigilancia para ir acogiendo el Reino de Dios en nuestra vida, en la espera de su plenitud escatológica. El color

litúrgico es el morado.

EL TIEMPO DE NAVIDAD

Se extiende desde el 25 de diciembre (Nacimiento del Señor) hasta el domingo después del 6 de enero. Día en se celebra la fiesta del

Bautismo del Señor. El 6 de enero de celebra la solemnidad de la Epifanía.

Tanto la Navidad como la Epifanía conmemoran el acercamiento decisivo

de Dios a los hombres en Jesús, el Emmanuel (Dios con nosotros). A lo largo de este tiempo el color litúrgico es el blanco.

EL TIEMPO DE CUARESMA

Prepara la celebración de la Pascua de Resurrección. Comienza el miércoles de Ceniza y termina en el Triduo Pascual. Es un período de

purificación y rectificación de la conducta que ha de vivirse desde una perspectiva bautismal y un objetivo penitencial. El morado es el color

predominante, aunque el rojo se emplea en el Domingo de Ramos.

EL TRIDUO PASCUAL

Es la culminación de todo el año litúrgico.

Comienza con la misa vespertina de Jueves Santo, en se conmemora la institución de la Eucaristía y del sacerdocio en la Última Cena de Jesús.

Su color es el blanco. El Viernes Santo, al Iglesia celebra la pasión y

muerte del Señor; el color litúrgico es el rojo.

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Tras la meditación de estos misterios el Sábado Santo junto al sepulcro

de Jesús, la Iglesia concluye el Triduo Pascual en la Noche Santa del sábado al domingo, con la celebración de la Vigilia Pascual y la

solemnidad del Domingo de Resurrección. La alegría del triunfo de Cristo se expresa con el color blanco.

EL TIEMPO DE PASCUA

Es el periodo de cincuenta días que se inicia con la Octava de Pascua y termina con el Domingo de Pentecostés, que conmemora el envío del

Espíritu Santo a la Iglesia.

Desde antiguo, los cristianos celebraron estos cincuenta días como si fuera un gran domingo. Se caracteriza por le color blanco de los vestidos

litúrgicos y por la presencia del cirio pascual encendido en todas las celebraciones. El Domingo de Pentecostés el color litúrgico es el rojo.

EL TIEMPO ORDINARIO

Cubre el resto del año litúrgico y es el período más largo del mismo. Las

semanas de este tiempo se orientan, sobre todo, a la celebración del

domingo. La celebración dominical del Resucitado sirve al cristiano para hacerse cargo de que el Señor está con su Iglesia siempre hasta el fin

de los tiempos.

En el último domingo de este tiempo tiene lugar la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. A lo largo de este tiempo, el color que

predomina es el verde.

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Los sacramentos de la Iglesia

1. LOS SACRAMENTOS CRISTIANOS

EL TÉRMINO SACRAMENTO

El término sacramento ha tenido, en el transcurso de la historia de la Iglesia, diferentes acepciones. Esto hace que se haya convertido en un

término equívoco que conviene precisar con cuidado.

EL TÉRMINO SACRAMENTO

Conviene recordar que el término sacramento (sacramentum en Latín) es la traducción de la palabra griega mysterion (misterio). San Pablo emplea este término griego para designar el proyecto salvador de Dios.

Un proyecto que va a realizarse primordialmente a través de Cristo, y cuyo desarrollo se mantuvo oculto en Dios durante largo tiempo (col. 2,2

– 3,25).

En general, con un sentido muy amplio y abarcante, podemos decir que sacramento incluye toda realidad visible por la que Dios comunica su vida que es salvación, a los hombres.

Sin embargo, la iglesia distingue entre diferentes formas de ser

sacramento: no es el mismo sentido el empleado al hablar de Cristo como sacramento del Padre que del Bautismo como sacramento de la

iniciación cristiana. Pasamos acto seguido a desarrollar brevemente

estas precisiones.

CRISTO, SACRAMENTO DEL PADRE

Toda la acción de Dios para salvar a los hombres llega a su plenitud en la encarnación, muerte y resurrección del Hijo. A través de su entrega,

el Padre otorga al Hijo la Vida, y por él, con él y en él, comunica la salvación a todo el género humano.

El momento final será la restauración definitiva del universo, la Nueva

Creación en la que Cristo someterá todo a los pies del Padre, una vez aniquilada la muerte.

En Cristo, el Dios invisible e inaccesible se hace cercano: “el que

me ve a mí, está viendo al Padre” (Jn. 14, 9); es la única realidad

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que expresa cabalmente lo que Dios es (Jn. 1, 18) y la asume en plenitud la experiencia que de Dios puede tener el hombre. De

ahí que podamos afirmar que Jesucristo es el sacramento por excelencia, el sacramento primordial, del que beben todas las demás realidades sacramentales.

Consecuentemente, toda otra realidad denominada “sacramento” debe

transparentar la salvación que Dios ha realizado por Jesucristo, y en todo “sacramento” quién actúa es el mismo Cristo salvando a los

hombres y mujeres que lo celebran (cf. CCE 1084 y 1088).

LA IGLESIA, SACRAMENTO DE CRISTO

La encarnación del Hijo de Dios es el hecho fundamental que nos

desvela el misterio o plan de salvación de Dios y el que nos descubre el significado profundo del sacramento.

Cuando Jesús pasa de este mundo al Padre, se hace necesario otro lugar

de encuentro con Dios donde el hombre pueda participar de su salvación. Ese lugar lo va ha ocupar la comunidad, el grupo de los que

creen él (Jn 17, 18 – 19). Él se irá, pero nos enviará su Espíritu (Jn. 16,7ss) que nos lo hará presente hasta el final de los tiempos (Mt. 28,

20).

En el espacio de tiempo comprendido entre la ausencia física de Jesús y

su venida al final de los tiempos, la Iglesia continúa haciendo presente entre los hombres la acción salvífica de Dios en Cristo. La Iglesia es el

cuerpo de Cristo a quien alcanza en su totalidad la vida divina: todos los bautizados (1 Cor 12, 13; Rom 8,11) y los que participamos en la

misma mesa (1 Cor 10, 16ss) somos miembros de un cuerpo (1 Cor 12,27) cuya cabeza es Cristo (Ef. 1, 22; Col.1, 18 – 24).

La Iglesia es, por tanto, la presencia salvífica de Cristo en la

historia, la comunidad escatológica de la salvación. Así se autocomprendió en sus comienzos, como aparece a lo largo del libro de los Hechos de los apóstoles. Y, por eso, el Concilio

Vaticano II la describe como sacramento o signo. Hasta que Jesús vuelva, la Iglesia es, en el mundo, sacramento universal de

salvación.

Esto hace que lo visible de la Iglesia, es decir, sus estructuras, sus instituciones, su palabra, su presencia en el mundo, etc., ha de

transparentar la vida de la que es portadora. No puede separarse la sacramentalidad general de la Iglesia, de la sacramentalidad de los ritos

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litúrgicos. Cuando esta separación aparece, automáticamente trae consigo el vaciamiento y el desprestigio de los sacramentos.

Todo sacramento debe ser comprendido desde la sacramentalidad de la

Iglesia. Si la Iglesia es esencialmente un pueblo unid, una comunidad de creyentes, todo sacramento tiene una dimensión comunitaria y su

celebración ha de significar una experiencia comunitaria.

La unidad y comunión de la Iglesia, Pueblo de Dios, la realiza el Espíritu

Santo (cf. CEE 1097) que prepara los corazones de sus miembros para celebrar bien la liturgia, en la que se encuentran con el Señor (cf. CCE

1098).

Los sacramentos de la Iglesia son acciones simbólicas del acontecimiento salvador de Jesucristo: Él, que es sacramento del Padre,

comunica a la Iglesia su propia vida en el Espíritu, convirtiéndola en sacramento suyo en la historia.

Esta comunidad de creyentes es Jesús, sujetos a las limitaciones del

espacio y el tiempo, actualizan en su existencia la Buena Noticia de la salvación y “pregustan” y participan en la liturgia celestial,que se

celebra en la ciudad santa, hacia la que se dirigen, por medio de la

celebración de los sacramentos y la liturgia de aquí abajo (cf. CCE 1090).

LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA

Esta sacramentalidad, la Iglesia la expresa y comunica de forma

privilegiada a través de los siete sacramentos. Su número hace evocación de la plenitud que el número siete representa en la Biblia,

manifestando que a través de ellos se hace presente la única Historia de la Salvación.

Ciertamente, la relación que se da entre las diversas realidades

sacramentales y la salvación realizada por Dios en la historia humana no es la misma, pero todas manifiestan la profunda verdad de la Nueva

Creación inaugurada por el primogénito de entre los muertos.

Jesús anuncia con palabras y gestos la llegada del Reino de Dios, y así

algunas mujeres y hombres de su tiempo perciben en Él al Mesías prometido, al Ungido de Dios que trae la salvación a todos los pueblos,

“para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar a su pueblo por el camino de la paz”.

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Los gestos y palabras de Jesús persisten en los sacramentos que la Iglesia celebra, y con los que se nutre y alimenta. Estos siete

sacramentos fueron instituidos por Cristo y son: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio.

Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los

momentos importantes de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los cristianos. Hay aquí

una cierta semejanza entre las etapas de la vida natural y las etapas de

la vida espiritual (cf. S. Tomas de A. S. Th. 3, 65,1).

Siguiendo esta analogía trataremos, en las unidades didácticas siguientes, en primer lugar los tres sacramentos de la iniciación

cristiana, finalmente, los sacramentos que están al servicio de la comunión y misión de los fieles. Ciertamente este orden no es el

único posible, pero permite ver que los sacramentos forman un organismo en el cual cada sacramento particular tiene su lugar

vital. En este organismo, la Eucaristía ocupa un lugar único, en cuanto “sacramento de los sacramentos”; “todos los otros

sacramentos están ordenados a este como a su fin” (cf. S. Tomas de A. S. Th. 3, 65,3) (cf. CCE 1210 – 1212).

Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1115, 1118

“Los sacramentos, como “fuerzas que brotan” del Cuerpo de Cristo (cf. Lc. 5,

17; 6, 19; 8,46) siempre vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo

que actúa en su cuerpo que es la Iglesia, son “las obras maestras de Dios” en la

nueva y eterna Alianza.”

“Los sacramentos son “dela Iglesia” en el doble sentido de que existen “por ella”

y “para ella”. Existen “por la Iglesia”, porque ella es el sacramento de la acción

de Cristo que actúa en ella gracias a la misión del Espíritu Santo. Y existen

“para la Iglesia”, porque ellos son “sacramentos que constituyen la Iglesia” (S.

Agustín, civ. 22, 17; S. Tomás de A., s.th. 3. 64, 2 ad 3), manifiestan y

comunican a los hombres, sobre todo en la Eucaristía, el misterio de la

comunión del Dios Amor, uno en tres Personas.”

2. DIMENSIONES DE LOS SACRAMENTOS

Los sacramentos, como toda acción simbólica, mantienen una relación

con diferentes aspectos de la realidad de la que surgen y están

configurados: tienen una constitución material concreta, se asientan en la experiencia humana de la existencia, se desarrollan en el tiempo,

expresan la fe que se vive en comunidad, e inciden en la vida y costumbres de las personas.

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A todas estas relaciones, vamos a denominarlas dimensiones de los sacramentos, que, brevemente, vamos a profundizar.

DIMENSIÓN CÓSMICO – BIOLÓGICA

Los sacramentos cristianos se realizan siempre a través de acciones y

gestos, que utilizan realidades materiales: lavarse con agua, comer pan,

ungir con aceite las manos, etc.

Toda realidad material nos remite a la naturaleza de la que ha sido tomada y al trabajo humano que se ha precisado para su elaboración.

Así mismo, los gestos nos evocan la vida privada y social de los hombres que los utilizan en su comunicación.

En resumen, que los signos sacramentales están radicados en el orden

cósmico – biológico y de él son tomados.

DIMENSIÓN HISTÓRICA

La salvación de Dios acontece en la historia humana. Es en la misma historia de los hombres donde Dios ha querido actuar para salvarnos.

Los sacramentos, que se desarrollan en el tiempo y en el espacio,

actualizan de forma permanente el encuentro salvador del hombre con Dios en Cristo.

DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA

En los sacramentos, la Iglesia celebra la acción de Cristo resucitado

iluminando las situaciones humanas significativas y momentos importantes de la vida del hombre: enfermedad, nacimiento, amor,

pecado, etc.

El sacramento cristiano confiere sí un nuevo sentido a la vida del hombre, para que pueda asumirla y expresarla a la luz de Cristo.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1153

Toda celebración sacramental es un encuentro de los Hijos de Dios con su

Padre, en Cristo y en el Espíritu Santo, y este encuentro se expresa como un

diálogo a través de acciones y de palabras. Ciertamente, las acciones simbólicas

son ya un lenguaje, pero es preciso que la Palabra de Dios y la respuesta de fe

acompañen y vivifiquen estas acciones, a fin de que la semilla del Reino dé su

fruto en tierra buena. Las acciones litúrgicas significan lo que expresa la Palabra

de Dios: a la vez la iniciativa gratuita de Dios y la respuesta de fe de su pueblo.

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DIMENSIÓN PASCUAL, PNEOMATOLOGICA Y DE FE

En todos los sacramentos se simboliza, se significa y se hace presente el Misterio de Cristo, de su Pascua; misterio que purifica, renueva,

transforma, diviniza. Además, se significa y se actualiza la acción y la efusión del Espíritu. Los sacramentos son, simultáneamente, de Cristo y

del Espíritu Santo.

Las diferentes expresiones que se suceden en una celebración

sacramental (palabra, gestos, canto, posición corporal, etc.) nos remiten a la fe en la que encuentran los símbolos sacramentales su significación

específica (cf. CCE 1122 – 1126).

Los sacramentos siempre son sellos de la fe que ha sido educada en el lenguaje de la Iglesia, a través de la evangelización y la catequesis.

Expresan la fe de la Iglesia, suponen y exigen la fe de la persona que celebra el sacramento, y alimentan y nutren el crecimiento de la fe de

quienes los celebran.

DIMENSIÓN ECLESIAL Y COMUNITARIA

La presencia de Jesucristo en la celebración sacramental se realiza de

diferentes formas. Aquí destacamos dos que atañen directamente a la comunidad constituida como asamblea celebrativa: la asamblea litúrgica

y quien la preside.

LA ASAMBLEA LITÚRGICA

En cualquier celebración sacramental lo que primero salta a la vista es el grupo de personas que se reúnen en un lugar determinado (ordinariamente, el templo) para formar una comunidad celebrativa.

Como todo grupo humano, esta comunidad se siente afectada por la

situación por la que pasa la sociedad en la que vive. Al tiempo, es un conjunto de personas que ha encontrado en Cristo el fundamento de su vida. Siendo una comunidad plural en sus miembros, éstos se organizan

para realizar las diferentes funciones de servicio, que se transparentan en la liturgia: el presidente de la celebración, los diversos ministros y

personas que ejercen servicios variados, los que reciben el sacramento.

La propia asamblea hace presente a Cristo, recordando sus palabras:

“donde dos o tres están reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de

ellos”.

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El sacerdote presidente de la celebración, que representa a Jesucristo Cabeza de la Iglesia, esposo fiel de la Iglesia, único pastor y sacerdote.

Así mismo, toda comunidad que se reúne a celebrar los sacramentos

remite a la Iglesia universal de quien recibe la Tradición y a quién está unida para que esos sacramentos sean lo que representan.

DIMENSIÓN ÉTICO – PROFÉTICA – ESCATOLÓGICA

A través de los sacramentos, los cristianos anticipan el mundo nuevo, la Nueva Creación que ha sido inaugurada por Cristo. Esta realidad les

hace traducir en toda su vida las actitudes que han celebrado, anticipando de forma efectiva esa plenitud de amor que aguardan en la

esperanza.

9

Los sacramentos de la iniciación cristiana (I):

Bautismo y Confirmación

1. EL BAUTISMO

EL HECHO DEL BAUTISMO

El término bautismo procede del verbo griego Bantiseiv (baptizein), que significa sumergir reiteradamente en el agua i. Son numerosas las

religiones no bíblicas que emplean el rito del baño como signo de purificación, y en el mismo judaísmo contemporáneo a Jesús existían

diversas abluciones con carácter penitencial tanto en los movimientos bautistas, como entre los esenios de Qumram.

PUERTA DE ENTRADA

El día de Pentecostés, tras la venida del Espíritu Santo, Pedro

predicaba a Jesucristo crucificado como el Mesías y el Señor por su Resurrección. Sus oyentes preguntaban: "¿Qué tenemos que hacer,

hermanos?". Pedro les contestó: "Arrepentíos y bautizaos cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo" (Hech 2,37-38).

Por este texto de los Hechos de los Apóstoles podemos ver como la escucha de la Palabra, la conversión y el Bautismo están

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estrechamente vinculados entre sí. El Bautismo ha sido desde siempre la puerta de entrada de toda vida cristiana, y junto con la

Confirmación y la Eucaristía, forma la triada de sacramentos llamados de "iniciación cristiana".

PREFIGURADO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

La primitiva Iglesia, al leer el Antiguo Testamento, descubría en él diversos arquetipos y símbolos, "prefiguraciones" del Bautismo

cristiano:

- la imagen del espíritu aleteando sobre las aguas primordiales

(Gn 1,2), así como la del diluvio (Gn 7,17-24; 8,1-22), hacían presente al hombre nuevo que nacía de la fuente bautismal.

- los arquetipos de las aguas como camino hacia la libertad, en el

mar Rojo (Ex 14,15-31), o puerta para adquirir la Tierra prometida, aludiendo al paso del Jordán (Jos 3,14-17), van a ser

utilizados por los Padres de la Iglesia de los primeros siglos para ilustrar la experiencia bautismal (cf CCE 1217-1222).

EL BAUTISMO DE JESÚS

Sin embargo, el hecho más importante para interpretar el Bautismo

cristiano es el Bautismo de Jesús, en el que culminan las

prefiguraciones del A. Testamento sobre este sacramento 1223). Los cuatro evangelios cuentan el Bautismo que recibió Jesús (Me 1,9 11; Mt

3,13-17; Le 3,21-22; Jn 1,32-34) y los cuatro conceden excepcional importancia a este hecho, porque representa el punto de partida y el

comienzo del ministerio público de Jesús (Hch 1,22; 10,37; 1 Jn 5,6). Coinciden en narrar dos cosas: el descenso del Espíritu y la

proclamación divina asociada a la venida del Espíritu.

Agua: funciones simbólicas

Las funciones simbólicas del agua pueden distribuirse en cuatro grupos:

El agua da la vida: donde hay agua, hay vida y donde falta, sobreviene a

muerte. Todo ser vivo precisa del agua para ser, y el agua, está en el origen de toda la vida, por eso ella es símbolo de fertilidad, de

fecundidad, de vida (Is 55,10; Ez 47). \

El agua lava, por lo que muchas religiones utilizan estos lavatorios para

representar el perdón de los pecados y la santidad interior. En el Levítico, los capítulos 11 al 16 establecen varias abluciones con cierto carácter

cultual, ya que tienen un significado de purificación moral primordialmente.

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Ezequiel anuncia que en los tiempos mesiánicos Dios va a saciar al pueblo con un agua pura que le va a purificar (Ez 36,25).

El agua apaga la sed, la cual ilustra, también, el deseo profundo del ser humano de felicidad, amor, libertad, verdad. Moisés en el desierto (Ex 17)

hizo brotar agua de la roca en el Horeb, saciando al pueblo sediento, pero esta sed puede representar también sentimientos más profundos: "como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti. Dios mío"

(Sal 42 [41]). Isaías anuncia que "sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación" (Is 12,3). El evangelio de Juan describe a Jesús como el

que da el agua que apacigua la sed (4,11-14, 6,35) y que genera una fuente en nuestro interior (7,37-38). El Apocalipsis insiste en este simbolismo en 7,17; 21,6 y 22,1.

El agua que mata, que destruye, es el simbolismo más frecuente en la Biblia. Los grandes símbolos del agua en el Antiguo Testamento son el

Diluvio (Gn 7) y el paso del Mar Rojo (Ex 14) en los que algo muere para dar origen a una nueva historia. Estos dos símbolos van a ser aplicados al bautismo cristiano en I Pe 3,20s, y I Cor 10, Is. El agua evoca, en diversos

lugares del Nuevo Testamento, el sacramento del bautismo (Jn 3,5; 19,34) que nos hace nacer a una nueva vida.

Según el judaísmo antiguo, la comunicación del Espíritu significa

la inspiración profética. La persona que recibe el Espíritu es llamada por Dios para ser su mensajero (Eclo 48,24; Dn 13,45).

Por lo tanto, en el momento del bautismo, Jesús recibió del Padre la vocación y el destino que marcó y orientó su vida.

La proclamación divina, "Tú eres mi hijo amado, en tí me complazco" (Me 1,11; Mt 3,17; Le 3,22), acompañó la venida del Espíritu. Estas

palabras evocan el texto de Isaías que da inicio a los cantos del Siervo de Yahvé (Is 42,1); este Siervo es el hombre solidario con

el pueblo pecador, al que libera y salva a través de su sufrimiento y muerte (Is 53,1-12).

Con ocasión de su bautismo, Jesús experimentó su vocación, aceptando la misión y el destino que le llevarían a su muerte violenta. Así se explica que las dos únicas veces que Jesús utiliza el

verbo bautizar (Me 10,38; Le 12,50) sea para referirse a su propia muerte.

El bautismo para Jesús tiene un sentido concreto: es el acto y el momento en que el hombre asume conscientemente una

vocación y un destino en la vida, la vocación y el destino de la

solidaridad incondicional con los hombres, especialmente los más pobres, hasta llegar a la misma muerte.

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BAUTISMO CRISTIANO

Juan bautiza en vistas al juicio último de Dios; el Bautismo cristiano es participación en la muerte y resurrección de Jesucristo; es

decir, el bautizado ha muerto a una forma de existencia, para nacer a otra nueva que no acabará jamás. De esa nueva vida es testigo entre

los hombres, y de su comunión con el Padre, serán sus actitudes los

mejores signos (Ef 4,2-6). La fuerza del Bautismo cristiano brota de la muerte y resurrección de Jesucristo y del envío del Espíritu Santo, acontecimientos en los que culminó la misión mesiánica de Jesús,, iniciada

públicamente en su bautismo (cf CCE 1223-1225).

La Iglesia bautiza porque así realiza el mandato de Jesús resucitado (cf. Mt 28,18-19), y porque está llena del Espíritu Santo

para comunicar la salvación a través de este sacramento (cf CCE 1226).

El Bautismo es el sacramento de la fe (Me 16,16). Pero la fe tiene

necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia

puede creer cada uno de los cristianos y en dicha fe se es bautizado. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y

madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del

Bautismo. Cuando se trata del Bautismo de niños, para su crecimiento en la fe es necesaria la ayuda de los padres, padrinos y comunidad

cristiana (cf CCE 1253-1255).

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1227

Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Ga 3,27).Por el Espíritu

Santo, el bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica (cf 1 Co

6,11; 12,13).

El bautismo cristiano primitivo

Según la Tradición Apostólica de Hipólito de Roma, s. III

"Que baje al agua y que el que le bautiza le imponga la mano sobre la

cabeza diciendo: ¿ Crees en Dios Padre Todopoderoso ? Y el que es bautizado responda: Creo. Que le sumerja en el agua una vez, teniendo la mano puesta sobre su cabeza. Que después de esto diga: ¿ Crees en

Jesucristo, el Hijo de Dios, que nació por el Espíritu Santo de la Virgen María, que fue crucificado en los días de Poncio Pilato, murió y fue

sepultado, resucitó al tercer día vivo de entre los muertos, subió a los

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cielos, está sentado a la diestra del Padre, vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos? Y cuando él haya dicho: Creo, que le sumerja en el agua por

segunda vez. Que diga otra vez ¿ Crees en el Espíritu Santo y en la santa iglesia y en la resurrección de la carne? Que el que es bautizado diga: Creo. Y que le sumerja por tercera vez. Después de esto, cuando sube del

agua, que sea ungido por un presbítero con el óleo que ha sido santificado, diciendo: Yo te unjo con óleo santo en el nombre de

Jesucristo. Y luego cada cual se enjuga con una toalla y se ponen sus vestidos, y hecho esto, que entren a la Iglesia. "

EL SIGNIFICADO DEL BAUTISMO

El Bautismo, por ser un sacramento de iniciación, tiene unos efectos de regeneración e incorporación muy especiales:

Al bautizado le son perdonados los pecados y recibe una vida nueva, se une a la muerte y resurrección de Jesucristo, participa de su misión sacerdotal, profética y real y es

incorporado a la Iglesia.

EL BAUTIZADO RECIBE EL PERDÓN DE LOS PECADOS Y UNA VIDA NUEVA

El paso del mar Rojo fue para los israelitas el paso de la esclavitud a la libertad. Por eso, el Bautismo, que vinculó a aquellos hombres al

destino de Moisés (1 Cor 10,2), fue el bautismo de la liberación. Asimismo, el Bautismo cristiano comporta una experiencia de

liberación: de la misma forma que el paso del mar Rojo fue para los israelitas la experiencia fundamental de su liberación, así el paso por

el agua bautismal comporta para los cristianos la experiencia de su

propia libertad.

Por el Bautismo, el cristiano se separa del destino colectivo de una

humanidad fatalmente sometida a la esclavitud del pecado, liberándose del pecado original que corrompe y desgarra al hombre y al mundo. La

persona que ha vivido la experiencia del Bautismo, ha vivido la experiencia de la liberación del pecado. El pecado ya no tiene dominio

sobre los cristianos (1 Jn 3,5-6).

Pablo, para explicar que los cristianos no están sometidos al pecado,

dice que los creyentes están liberados del pecado por estar liberados

de la ley. Por consiguiente, la experiencia del Bautismo es la experiencia de la libertad más radical, la liberación de la ley en su

sentido más profundo, de todo lo que desde fuera se impone al hombre (Rom 13,8-10; Gal 3,10.17; 4,21-22).

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Para el bautizado no existe más ley que la del amor; a eso se refiere

Pablo en Rom 13,8-10 y en Gal 5,14. Luego la experiencia

fundamental del creyente en el Bautismo es la experiencia del amor, no sólo del amor a Dios, sino también del amor al prójimo, ya que a

eso se refieren expresamente los textos^ citados de Romanos y Calatas: el que ama al prójimo, hasta las últimas consecuencias, cumple

la ley plenamente (cf CCE 1262-1264).

SE UNE A LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO

De la misma manera que Jesús pasó por la muerte, para llegar a una

vida sin límites, igualmente el cristiano tiene que pasar por una muerte, el Bautismo, para empezar una nueva vida, la vida de la fe, la vida

propia del cristiano. Esto es lo que dice Pablo a los Romanos:

"¿Ignoráis acaso que todos a quienes el bautismo ha vinculado a Cristo hemos

sido vinculados a su muerte? En efecto, por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo quedando vinculados a su muerte, para que así como Cristo ha

resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. Porque si hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección."

(Rom 6,3-5)

Los cristianos que siguen el destino de Jesús hasta la muerte, cosa que se expresa simbólicamente mediante las aguas bautismales,

encuentran con Él la vida y la liberación.

"Morir con Cristo" significa morir al mundo, al orden establecido,

como fundamento de la vida del hombre (Gal 6,14) o a los poderes

del mundo que esclavizan (Col 2,20), a la esclavitud de la ley (Rom 7,6), a la vida en pecado (Rom 6,6) o a la vida para sí mismo (2 Cor

5,14-15).

Todo esto ocurre en el Bautismo cristiano. Por eso el verdadero

creyente está entregado continuamente a la muerte por causa de

Jesús, para que también la vida de Jesús se transparente en su carne mortal (2 Cor 4,11; Col 1,24) (cf CCE 1265-1266).

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1265

El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del

neófito "una nueva creación" (2 Cor 5,17), un hijo adoptivo de Dios (cf Ga

4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1,4),

miembro de Cristo (cf1 Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y

templo del Espíritu Santo (cf I Co 6,19).

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EN EL ESPIRITU, PARTICIPA DE LA MISION SACERDOTAL, PROFETICA Y

REAL DE CRISTO

Quien recibe el Bautismo queda revestido de Jesús el Mesías, lo

que significa que la misma vida de Cristo está presente y actúa en el que ha recibido el Bautismo.

El bautizado, unido a Cristo en la Iglesia, es, como Cristo, sacerdote, profeta y rey, y está llamado a dar testimonio del Señor

en este mundo. El concilio Vaticano II ha enseñado que "los bautizados son consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la

regeneración y la unción del Espíritu Santo" (LG 10; cf 1 Pe 2,9-10).

Esta participación en la misión de Jesucristo, el cristiano la recibe por el Bautismo a través de la presencia del Espíritu en el bautizado.

Incorporados a Cristo por el Bautismo, a su muerte y resurrección, el bautizado es configurado con Cristo (cf Rm 8,29).

El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble

(carácter sacramental) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar

frutos de salvación (cf DS1609-1619). Dado una vez por todas, el

Bautismo no puede ser reiterado (CCE 1272).

La presencia del Espíritu

Para la comunidad primitiva la relación entre el Bautismo cristiano y la presencia del Espíritu fue un dato de experiencia antes que un objeto de enseñanza (Hch 10,47; 1 Cor 12,13).

Este sentido de experiencia es lo que explica la diferencia y la unidad, al mismo tiempo, de las diversas formas que utilizan los autores del Nuevo

Testamento para hablar del Espíritu.

El bautizado es una persona de Espíritu, una persona animada por una

fuerza sobreabundante que se traduce en alegría, en amor y en libertad.

Esa fuerza es el Espíritu que empuja a los creyentes a dar testimonio de Jesús hasta el fin del mundo (Hch 1,8), a ofrecer sus cuerpos y sus vidas

como ofrenda agradable a Dios, y a trabajar en el mundo por lograr una sociedad más acorde con la voluntad del Padre.

SE INCORPORA A LA IGLESIA

La Iglesia es la comunidad de los bautizados, pues el efecto fundamental del Bautismo es incorporar al hombre a la comunidad de

la Iglesia (1 Cor 12,13; Gal 3,27). El Bautismo es el sacramento que

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configura a la Iglesia, es decir, la Iglesia tiene que ser la comunidad que nace del Bautismo, que, por consiguiente, se confiesa de

acuerdo con lo que significa el Bautismo (cf. Hch 2,41.47; LG 11; DS 1314).

La Iglesia es la comunidad de los que libre y conscientemente han

asumido como destino en la vida sufrir y morir por los demás, es

decir, la Iglesia es la comunidad de los que viven para los demás; es, así mismo, la comunidad de los que se han revestido de Cristo (Gal

3,27) reproduciendo en su vida lo que fue la vida de Jesús el Mesías; la comunidad de los hombres y las mujeres a quienes guía y lleva el

Espíritu.

Todo lo que acabamos de decir es el ideal de la Iglesia que determina el horizonte hacia donde ha de caminar. Ese ideal inspira nuestra

acción para ir acercando la Iglesia a su verdadera naturaleza de comunidad de comunidades que viven en libertad el compromiso de su

fe en Jesús (cf CCE 1267-1271).

Ideal

En el lenguaje corriente, el término "ideal" se entiende frecuentemente

como opuesto a "real", algo a lo que se aspira, sin un fundamento

concreto, a veces, en la realidad. Por el contrario, en el cristianismo, el ideal es un objetivo infinitamente grande, bello, justo y verdadero, una meta a la que se dirige nuestro corazón sin saciar jamás su deseo, pero al

mismo tiempo es algo que ya poseemos, más aún, algo que ya nos posee y que corresponde a nuestro ser y expectativas, confiriendo un fundamento

de sólido realismo a nuestra esperanza de infinito.

LA CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO

Comenzamos este apartado señalando que todo ser humano no bautizado, y sólo él, es capaz de recibir el Bautismo. El ministro

ordinario del Bautismo es el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono. En caso de necesidad, cualquier

persona, incluso no bautizada, si tiene la intención de hacer lo que

hace la Iglesia al bautizar y emplea la fórmula bautismal trinitaria (cf CCE 1246 y 1256).

El rito completo consta de tres momentos:

- Preparación: consiste en la bendición del agua, en la renuncia al pecado, en la

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profesión de fe y en una pregunta sobre el deseo de ser bautizado (en el caso de los niños, responden los padres y

padrinos). - Ablución o bautismo: mientras el ministro baña en agua a quien se

bautiza (bautismo por inmersión), o derrama agua sobre la cabeza (bautismo por infusión) dice: "yo te bautizo en el nombre del Padre y

del Hijo y del Espíritu Santo".

- Ritos complementarios: son la crismación, por la que el ministro

unge la cabeza a cada bautizado con el santo crisma, como señal de incorporación al pueblo creyente; la vestidura blanca, signo de la

nueva vida y dignidad del cristiano; la entrega de la luz de Cristo expresada por una velita cuya llama ha sido tomada del cirio pascual.

2. CONFIRMACIÓN

EL HECHO DE LA CONFIRMACIÓN

El nombre de este sacramento proviene del latín " confirmatio", que

significa fortalecimiento. Sin embargo, a lo largo de la historia, ha sido denominado de diversas maneras, como, por ejemplo, consignatio

(señal de la cruz hecha con la mano), chrismatio (unción con aceite

perfumado y consagrado) manus impositio (imposición de manos). En Oriente recibe el nombre de sello (a^payio, sfragis) o crisma (|i\|/pov,

mi/ron).

El Nuevo Testamento no habla del sacramento de la Confirmación como tal, aunque se ha querido ver unos precedentes en dos textos

de los Hechos de los Apóstoles:

- cuando Pedro y Juan van a imponer las manos a los recién bautizados de Samaría para que reciban así el Espíritu Santo (Hch

8,14-17)

- y cuando Pablo bautiza e impone las manos a unas cuantas

personas en Éfeso, con lo que reciben el Espíritu Santo (Hch 19,5-

7).

Hoy podemos afirmar que en ninguno de estos casos estamos ante el sacramento de la Confirmación. Sin embargo, en ellos se enseña

algo que va a tener una cierta analogía con el sacramento: los nuevos cristianos se van a incorporar de una forma más efectiva

a la unidad y a la comunión con la Iglesia.

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Desde los primeros tiempos de la Iglesia, cuando se administraba el Bautismo, se tenía la costumbre de que el obispo utilizara un gesto

o ritual de bendición: la imposición de manos sobre la cabeza del recién bautizado. Así se recordaba lo que hicieron los apóstoles, según

aparece en el libro de los Hechos (Hch 8,14-17; 19.5-7).

Igualmente, existía la costumbre de ungir con aceite en la cabeza o

en el pecho a los recién bautizados. Este aceite había sido previamente bendecido por el obispo. Esta costumbre, con ligeras

variantes en algunos casos, se mantuvo así hasta el siglo V; hasta ese siglo no existió un rito religioso separado del Bautismo, para imponer

las manos o para ungir a los cristianos, ya que todo lo realizaba el obispo en la misma celebración.

Cuando se imponen los bautismos masivos de niños recién nacidos a

finales del siglo IV, se ve la necesidad de que los presbíteros y diáconos administren el Bautismo, mientras que la imposición de

manos y la unción se retardaba para cuando el obispo pudiera.

Por consiguiente, lo que llamamos hoy Confirmación, en un principio no existió separado del Bautismo como sacramento distinto y completo.

Sin embargo, hay que admitir que el gesto simbólico de imponer las

manos y de ungir con el crisma es un hecho muy antiguo, que se remonta hasta los primeros tiempos de la Iglesia (cf CCE 1286-1289).

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1302

De la celebración se deduce que el efecto del sacramento es

la efusión plena del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los apóstoles el día de Pentecostés.

La "consignatio", en el siglo IV

Teodoro de Mopsuestia, Homilías catequéticas, 6,8. Siglo IV

Así cuando tu has recibido la gracia por medio del bautismo y has sido revestido de una vestidura blanca y resplandeciente, el obispo se adelanta, te signa en la frente y dice: "es signado un tal en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Porque Jesús, después de salir del agua, recibió la gracia del Espíritu Santo, que en forma de paloma vino a morar sobre él, como consecuencia de lo cual se dice de él que fue ungido por el Espíritu Santo... También tú necesitas, pues, recibir la consignación en la frente. Y al signarte el Obispo dice: "Un tal es signado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", de manera que tú poseas este signo y sea prueba de que, cuando

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fueron nombrados el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, también el Espíritu Santo descendió sobre ti y fuiste ungido.

Significado de la confirmación

Lo primero que conviene reafirmar es que el sacramento por el que

recibimos el Espíritu Santo, el sacramento del Espíritu, es el Bautismo. Sin embargo, la Confirmación está en relación con el

Bautismo, como acabamos de ver, desde los inicios de la Iglesia, llevando a plenitud la gracia bautismal (cf. CCE 1285).

Si establecemos analogías con el misterio de Cristo y de la Iglesia,

podemos decir que:

- si el Bautismo nos asocia a la Pascua del Señor, su muerte y resurrección (Rom 6,3-4), la Confirmación simboliza la vida que

recibimos en Pentecostés como fruto de la Pascua; - así mismo, igual que el Espíritu fecunda las entrañas de María de

Nazaret, por el Bautismo somos concebidos como hijos de Dios en el seno de la Iglesia; así como en el Jordán, al sumergirse en el agua,

Jesús es consciente de la misión que debe de emprender, la Confirmación nos vincula a la misión de Cristo de una forma más concreta y efectiva.

Lo que caracteriza el símbolo de la Confirmación es la imposición de

manos y la unción con el crisma. A través del significado de esos gestos es como podremos llegar a comprender el sentido que tiene la

Confirmación.

LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS

La imposición de manos no tiene especial relevancia en la tradición del Antiguo Testamento. Algunas veces es mencionada como gesto de

bendición (Gen 48,18; Is 44,3) y otras como gesto que expresa la

transmisión de un poder, un oficio o una tarea (Num 27,12ss; Dt 34,9). En este sentido se puede decir que en la Confirmación el obispo, en

nombre de la Iglesia, bendice a los bautizados para que el Espíritu Santo los fortalezca y lleve a plenitud la gracia del Bautismo, los haga

testigos de Cristo (cf CCE 1285) en el mundo extendiendo y defendiendo la fe con sus palabras y sus obras (cf CCE 1285 y 1303).

La iniciación cristiana es eminentemente eclesial por lo que el

perfeccionarla y sellarla pertenece al obispo, que es el portador

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específico de la apostolicidad de la Iglesia y representante de su unidad y catolicidad.

Con la imposición de manos se hace la inserción plena de las

personas bautizadas en la comunidad apostólica por sus representantes cualificados, acrecentando en ellas de esta manera los

derechos y deberes que dimanan y se derivan de la pertenencia a la

comunión eclesial.

Esta inserción es una verdadera participación en el profetismo de Cristo, que los cristianos tendrán que realizar asumiendo, anunciando

y confesando la fe en Cristo, testimoniando, con palabras y con obras, la verdad evangélica, a través del espacio y del tiempo y siendo

fermento de santidad en el mundo, de la santidad bíblica, que es empeño por establecer la justicia, la libertad y la paz.

Unción con el crisma

En el Antiguo Testamento tiene una significación importante el

gesto de ungir a los reyes (1 Sam 10,1; 16,13; 1 Re 1,39). Mediante la unción, se otorgaba al rey el poder para ejercer su función

(Sal 45,8.9) que estaba estrechamente relacionada con la defensa de

la justicia.

Según la mentalidad hebrea, la defensa de la justicia consistía especialmente en la defensa de los pobres y desvalidos, los

huérfanos y las viudas, es decir, de los que por sí mismos no podían defenderse. Y esto lo hacía el rey en nombre de Dios.

Para el Nuevo Testamento, Jesús es el Ungido por excelencia. Así lo manifiesta el evangelio de Lucas al narrar el suceso acaecido en la

sinagoga de Nazaret, donde se lee el texto del profeta Isaías haciendo referencia a Jesús:

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena

noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del

Señor." (Le 4,18-19) El cristiano, al recibir la Confirmación, queda ungido y enviado para la misión de anunciar la fe, testimoniar la verdad, comprometerse en la implantación en el mundo de la justicia,

la libertad y la paz, para ser fermento de santidad y edificar la Iglesia por medio de sus carismas.

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La Confirmación, como el Bautismo, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el "carácter", que es el signo de que Jesucristo

ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu, revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo, como hemos expresado

anteriormente (cf CCE 1304).

La confirmación debe ser preparada con una catequesis adecuada

sobre su significado y sus "efectos" en los confirmandos, y ha de recibirse en estado de gracia (cf CCE 1309-1310).

El rey como defensor de la justicia en nombre de Dios

Para entender el alcance de esta función real, hay que recordar que, según el Antiguo Testamento, el gran defensor de la justicia a favor de los

débiles es Dios mismo, el Santo de Israel. Así se expresa con toda claridad en los salmos: Por ejemplo, en el salmo 82 se dice: "Dios se levanta en la

asamblea divina... ¿Hasta cuando defenderéis la injusticia, poniéndoos a favor de los malvados? Defended al desvalido y al huérfano, haced justicia al humilde y al necesitado, rescatad al desvalido y al pobre, libradlo de las

manos del malvado" (1-4). En este sentido se pueden situar lo salmos 68, 86 y 98: Dios hace justicia defendiendo eficazmente a los que no pueden

valerse por sí mismos, es decir, los pobres y débiles de la tierra. Por otra parte, según la mentalidad del Antiguo Testamento, Dios ejercía

esta función, no directamente, sino por mediación del rey. Es decir, la tarea primordial del rey consistía en hacer justicia en nombre de Dios.

Cuando en el Antiguo Testamento se describe lo que era un rey ideal, se explica diciendo que era el defensor de la justicia a favor de los pobres y marginados. Así, en el salmo 45, se le dice al rey: "amas la justicia y odias

la maldad, por eso te ha ungido el Señor tu Dios con perfume de fiesta entre tus compañeros" (8). Y más claramente en el salmo 72: "Oh Dios,

da tu juicio al rey, tu justicia al heredero del trono, para que gobierne a tu pueblo con justicia, y a tus humildes con equidad. Que venga la paz al pueblo desde los montes y la justicia desde las colinas; que defienda a los

humildes, que salve a los pobres y aplaste al opresor... Porque él librará al pobre que suplica, al humilde que no tiene defensor; tendrá piedad del

pobre desvalido, y salvará la vida de los pobres. Los librará de la violencia y de la opresión, pues sus vidas valen mucho para él" (1-4.12-14).

LA CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN

En la celebración litúrgica de este sacramento concurren tres

elementos:

- la renovación de las promesas del bautismo, por la que el confirmando hace expresión y compromiso explícito de vivir a la

manera de Cristo;

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- la imposición de manos que el obispo hace sobre los

confirmandos;

- el momento culminante de la Confirmación por la que el Obispo impone su mano sobre la cabeza del confirmando y le unge en la

frente con el santo crisma mientras pronuncia estas palabras:

"recibe por esta señal el don del Espíritu Santo".

El ministro del sacramento de la Confirmación es el Obispo que, como sucesor de los Apóstoles, preside la Iglesia particular y garantiza su

unidad. Puede administrar el sacramento de la Confirmación un sacerdote debidamente delegado por el Obispo (cf LG 26).

Catecismo de la Iglesia Católica, n,1304

La confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud, sólo se da una

vez. La Confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual

indeleble, el "carácter" (cfDS 1609), que es el signo de que Jesucristo ha

marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto

para que sea su testigo (cf Lc 24,48-49).

UNIDAD DIDÁCTICA 10

Los sacramentos de la iniciación cristiana (II):

Eucaristía

1. EL HECHO DE LA EUCARISTÍA

La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante distintos nombres que se le da. Cada uno de estos

nombres evoca alguno de sus aspectos. Se le llama: Eucaristía, Banquete del Señor, Fracción del pan, Asamblea

eucarística, Memorial de la pasión y de la resurrección del Señor, Santo Sacrificio, Santa y divina liturgia, Comunión,

Santa Misa (cf. CCE 1328-1332). Explicitamos uno de estos nombres, Eucaristía, y nos detenemos a considerar su

significación.

"Eucaristía" procede de la palabra griega (eujaristein) que significa agradecer, expresar agradecimiento. En realidad, este término es

el utilizado para traducir el hebreo "berakah" que manifiesta la alabanza, la bendición que el pueblo dirige a Dios recordando sus

intervenciones salvadoras. Y es que parece que la comida

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festiva, el banquete, es un momento privilegiado de reunión, de celebración, de expresión de gozo y alegría.

Los judíos celebran anualmente su liberación de la esclavitud

de Egipto en una cena pascual. En ella, el niño más pequeño de la casa sigue preguntando al anciano de cada familia el porqué de la

celebración, y éste le narra con detalle las hazañas que Dios ha

hecho para sacarlos de la esclavitud.

Jesús también compartió su alimento y alegría en comidas de diversos tipos, con diferentes motivos y circunstancias. Tan es así,

que el hecho de compartir el pan con otras personas aparece como constitutivo de la experiencia que tuvieron las primeras

comunidades de la Eucaristía.

EL ORIGEN DE LA EUCARISTÍA

Hoy es una opinión generalmente admitida vincular el origen de la celebración de la Eucaristía a las comidas que Jesús celebraba con la

gente de su tiempo, a la cena que precedió a su muerte en la cruz y a las comidas del Resucitado evocadas en el Nuevo Testamento.

LAS COMIDAS DE JESÚS

Para un oriental, incluso en nuestros días, acoger a una persona e invitarla a la mesa representa una muestra de respeto. Además,

significa una oferta de paz, confianza, fraternidad y perdón. La comunión de mesa expresa la comunión de vida. En este

horizonte hay que situar las comidas de Jesús que nos narran los evangelios y, también, las parábolas de banquetes y bodas que

Jesús utiliza para expresar la realidad del Reino.

Jesús acoge a pecadores y a otras gentes marginadas y come con ellos. Esta actitud de Jesús fue motivo de escándalo: la bondad y

el amor de Dios tropiezan en este mundo viejo con mucha incomprensión y mucha resistencia (cf Me 2,15 ss; Le 7,34-50; 15;

19,1-10). Mediante sus comidas, Jesús anticipa el Reino definitivo

con un gesto profético en el que Dios ofrece el perdón y llama a unirse a Él a todos los seres humanos.

Sentados en torno a la misma mesa, compartiendo el mismo pan, los

comensales se convierten en familia de hermanos, prefigurando la fraternidad a la que la historia está destinada por voluntad de Dios.

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LA ÚLTIMA CENA

En los textos de la institución de la Eucaristía, la cena de Jesús con

sus discípulos está referida a su muerte en favor de los hombres (Le 22,14-21 y par.; 1 Cor 11,23-27).

Por esta referencia que tiene el banquete eucarístico, el partir el pan y beber de la misma copa son dos gestos que han de estar siempre

en el corazón de la comunidad cristiana. Con

estos gestos, Jesús expresa la actitud de servicio con que se presentó entre los hombres. Un servicio que fue una constante en su vida (Mt

20,28; Flp 2,7) y que tiene en la entrega de la propia vida (Jn 13,1; 15,13-15) la mejor garantía de seriedad y autenticidad.

El evangelio de Juan se ocupa largamente de la Eucaristía (Jn 6),

pero no nos narra su institución. Sin embargo, deja en su lugar dos hechos que nos ponen en contacto con su significación fundamental:

- Jesús toma una jofaina y, en actitud de siervo, se pone a lavar los

pies de sus discípulos. Es el gesto anticipado de su muerte como servicio a la humanidad (Jn 10,11).

- Jesús proclama un único mandamiento: el del amor mutuo,

pero al estilo de su amor, es decir, hasta el sacrificio de la propia

vida (Jn 13,34-35) (cf. CCE 1337-1344).

LAS COMIDAS DE JESÚS RESUCITADO

Precisamente fueron la cruz y la resurrección de Jesús la ratificación

de sus palabras en la última cena. Tras la Pascua, Jesús se aparece a sus discípulos comiendo con ellos. Camino de Emaús (Le 24,13-35)

Jesús explica la Palabra, iluminando los acontecimientos que cegaban la esperanza de los dos discípulos entristecidos. Al partir el pan, ellos

le reconocen, se les abren los ojos, y este gesto adquiere, ya para siempre, el sello de la alegría escatológica, definitiva.

Por todo lo dicho se comprende que tanto las comidas del Jesús

histórico, como la última cena y las comidas del Señor resucitado, están bajo el signo del Reino futuro de Dios.

LA COMUNIDAD CRISTIANA, COMUNIDAD EUCARÍSTICA

Nacida del Espíritu, la comunidad cristiana se configura esencialmente como comunidad eucarística. Es el dinamismo del Espíritu el que la

conduce a ese término. Todo ello aparece expresado en el resumen de

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la vida comunitaria de la Iglesia de Jerusalén narrada en Hechos de los Apóstoles 2, 42-47:

"Los que habían sido bautizados perseveraban en la enseñanza de los apóstoles \j

en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones. Todos estaban impresionados, porque eran muchos los prodigios y señales realizados por los

apóstoles. Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos, según las necesidades de cada uno. Unánimes y constantes, acudían diariamente al Templo, partían el

pan en las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y se ganaban el favor de todo el pueblo. Por su parte, el Señor

agregaba cada día los que se iban salvando al grupo de los creyentes."

En este texto observamos que la celebración eucarística forma parte de la vida de la comunidad, estableciendo con ella una estrecha

relación. La celebración ^ lleva a la vida y la vida, en la que todo se comparte, se celebra y cobra sentido en el gesto de "partir el pan".

La comunidad cristiana es eucarística porque comparte un mismo pan

y, también, porque comparte sentimientos y bienes entre los hermanos. A esto se siente conducida por el hecho de comer de un

mismo pan: Cristo, asimilado, unifica a todos los miembros hasta el punto de que "los creí/entes pensaban y sentían lo mismo, y nadie

consideraba como propio nada de lo que poseía, sino que tenían en común

todas las cosas." (Hch 4,32).

La significación profunda de la Eucaristía está estrechamente vinculada a la experiencia de la comunidad, de la nueva familia, de la fraternidad, nacida del sacrificio de Cristo.

Pablo tiene esta vivencia de la Eucaristía y la expresa con la imagen del

cuerpo:

"El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no nos hace entrar en comunión con

la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no nos hace entrar en comunión con el cuerpo de Cristo? Pues si el pan es uno sólo y todos participamos de ese

único pan, todos formamos un sólo cuerpo."

(1 Cor 10,16-17)

Aquí nos dice Pablo que "el pan que compartimos" es participar y estar en el cuerpo de Cristo. La Eucaristía comporta, por tanto, el hecho y

la experiencia consiguiente de lo que es "el cuerpo de Cristo", la

puesta en práctica del amor mutuo expresado en el servicio y en la disponibilidad hacia los demás.

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Precisamente por eso, Pablo recrimina a la comunidad de Corinto por

sus divisiones y diferencias que están invalidando la cena del Señor (1 Cor 11,17-34). Con su advertencia les viene a decir que no basta con

hacer el rito de partir el pan, sino que es preciso vivir con la unidad y solidaridad que el gesto eucarístico significa (cf. CCE 1368-1372 y 1396-

1398).

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1335, 1407

Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor elijo la

bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para

alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de

su Eucaristía (cf Mt 14,13-21; 15,32-39). El signo del agua convertida en

vino en Cana (cf Jn 2,11) anuncia ya la hora de la glorificación de Jesús.

Manifiesta el cumplimiento del banquete de las bodas en el Reino del

Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo (cf Me 14,25) convertido en

sangre de Cristo.

La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en

ella Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de

alabanza y acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su

Padre; por medio de este sacrificio derrama las gracias de la salvación

sobre su Cuerpo, que es la Iglesia.

La celebración de la Eucaristía en el siglo II San Justino, Apología I, 67. Año 150, aprox.

Y el día que se llama del sol, en un mismo lugar se tiene una reunión de

los que habitan en las ciudades o en los campos. Se leen públicamente las memorias de los apóstoles y los escritos de los profetas en cuanto el tiempo lo permite. Cuando cesa el lector, el presidente hace en un

discurso una amonestación y exhortaciones a imitar esas bellas cosas. Luego nos levantamos todos y oramos juntos en alta voz. Después,

como ya hemos dicho, cuando se termina la oración, se trae pan con vino y agua. El que preside hace subir al cielo, en cuanto puede, las oraciones y las eucaristías y todo el pueblo responde con la aclamación "amén".

Luego tiene lugar la distribución y repartición de estos alimentos eucaristizados, que son llevados también a los ausentes por los

diáconos. Los que están en la abundancia y tienen voluntad dan lo que les place, cada uno por su propia elección. Y lo que se reúne se deposita cerca del presidente y... él se cuida de socorrer a todos los que se hallan

en necesidad.

1. SIGNIFICADO DE LA EUCARISTÍA

LA NUEVA PASCUA

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En los evangelios se establece una estrecha conexión entre la cena eucarística y la fiesta de la Pascua (Mt 26,2.17.18-19 y par.; Jn

6,4; 11,55; 1 Cor 5,7). Esto nos indica que para los evangelios la Eucaristía es la nueva Pascua de los cristianos.

Sabemos que, en la tradición del Antiguo Testamento, el

acontecimiento de la Pascua se pone en estrecha relación con la salida

de Egipto (Ex 12,21-23). La celebración de la Pascua estaba dedicada a conmemorar lo que Dios hizo con su pueblo al liberarlo de

la esclavitud

(Dt 16,1; Ex 12,11-14).

En la Pascua de Jesús se vence la esclavitud de la muerte y el pecado, abriéndose el camino hacia la salvación. Si la Eucaristía

viene a sustituir para los cristianos lo que era la antigua Pascua para los judíos, el sentido de la Eucaristía es también el de celebrar la

liberación integral que nos consigue Jesús.

La Eucaristía aparece así como la gran fiesta de los hombres libres que se comprometen a generar en el mundo la misma libertad de la

que ellos gozan.

ACTUALIZACIÓN DEL SACRIFICIO DE JESUCRISTO

La cena pascual consistía, además, en el sacrificio de un cordero (Ex

12,1-14.43-45). El paralelismo que existe entre Jesús y el cordero pascual (Me 12,22-24; Le 22,19 s; Jn 19,36; 1 Cor 5,7) nos hace ver que

la Eucaristía es la actualización del auténtico sacrificio, en el que Jesús se entrega por los demás. El carácter de sacrificio de la Eucaristía

se halla claramente indicado en las palabras que Jesús pronunció sobre el cáliz, según Mateo 26,28:

"Ésta es mi sangre, la sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de los pecados".

Esta frase evoca el relato en el que Moisés rocía con sangre del

sacrificio del Sinaí al pueblo (Ex 24,8), al tiempo que dice:

"Esta es la sangre de la Alianza que el Señor ha hecho con vosotros”.

Los profetas del Antiguo Testamento fueron profundizando en el sentido del sacrificio, desvinculándolo de las meras ofrendas exteriores

y conectándolo con una vida coherente con la Alianza (Is 1,10-16; Os 6,6; Mi 6,5-8). En este sentido es en el que la carta a los Hebreos

pone en boca de Cristo las palabras del salmo 40:

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"No has querido sacrificio ni ofrenda, pero me has formado un cuerpo; no has aceptado holocaustos ni sacrificios expiatorios. Entonces yo dije: Aquí

vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad. Así está escrito de mí en un capítulo del libro."

(Heb 10,5-7)

Por consiguiente, la ofrenda de Jesús, de su persona, no es algo

exterior a él, sino que ofrece su cuerpo entregado y su sangre derramada. Siguiendo el encargo del Señor, "haced esto en memoria

mía" (Le 22,19; 1 Cor 11,24), cuando la Iglesia celebra la Eucaristía

actualiza el sacrificio único de Jesucristo. Por la palabra y los signos eucarísticos, se hace presente el sacrificio de la cruz, de un

modo incruento (cf. DS 1738-41, 1743; cf. CCE 1362-1367).

LA NUEVA ALIANZA

La carta a los Hebreos, para explicar la novedad de la Alianza que se establece con la muerte de Cristo, cita textualmente un pasaje de

Jeremías "(31,31-34), en el que Dios anuncia una Nueva Alianza:

"Vienen días, dice el Señor, en que yo concluiré con el pueblo de Israel y de Judá una alianza nueva; no como la alianza que hice con sus antepasados

cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ellos no fueron fieles a mi alianza, y por eso los deseché, dice el Señor. Pero ésta es la alianza que yo haré con el pueblo de Israel, después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis

leyes en su mente y las escribiré en su corazón; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Nadie tendrá ya que instruir a su conciudadano ni a su hermano

diciendo: Conoce al Señor, porque todos me conocerán, del menor al mayor. Pues yo perdonaré su maldad \j no me acordaré más de sus pecados."

(Heb 8,8-12)

Los años de la Alianza sellada en el Sinaí han concluido. La relación

con Dios seguirá siendo básica: "Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo". Pero esa relación es ya radicalmente distinta. La Alianza

antigua estaba basada en la Ley escrita, exterior al hombre. Por el contrario, la Alianza Nueva se basa en una ley inscrita en el corazón

del hombre, es decir, en lo más íntimo de su ser.

Esto quiere decir que la nueva relación con Dios tiene como

fundamento una experiencia profunda, directa e inmediata, que vive el creyente en su intimidad. Al no existir ya una ley exterior,

sino la ley que Dios mete en el corazón, la novedad de esta situación se define por la grandeza y la generosidad del corazón.

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Frente a la norma desde el exterior a la persona, que caracterizaba a la antigua situación, Dios dispone que los hombres se entiendan con

él desde la propia experiencia interior. No será una experiencia caprichosa y arbitraria, sino la experiencia de la generosidad, nacida

en uno al sentirse perdonado y querido (Jer 31,34).

Por consiguiente, la Eucaristía es el sacramento que marca la nueva

situación de los creyentes: la situación que consiste en el amor y en la libertad. Si la Eucaristía es la Nueva Alianza, quiere decir que en la

Eucaristía se da la experiencia del amor, de la autonomía y de la libertad.

LA PRESENCIA REAL DE CRISTO

Cuando Jesús instituyó la Eucaristía, tomó un pan, pronunció la

bendición, lo partió y se lo dio a los discípulos diciendo: "Tomad, comed; esto es mi cuerpo" (Mt 26,26 y par.). En esta frase sorprende el realismo

con que se identifica al sujeto "esto" (el pan) con el predicado "mi cuerpo" (la persona de Jesús). Las palabras de Jesús no dejan lugar a

dudas. No se trata de una comparación: esto es como mi cuerpo, sino de una afirmación real: esto es mi cuerpo.

La Iglesia ha afirmado siempre esta presencia singular de Jesucristo, al tiempo que la definía como misterio de fe (cf. DS 1636,1651, 1652;

SC 7). Por ello, la fe en la presencia real í de Jesucristo en la Eucaristía no tiene relación con el substrato accesible al estudio científico, sino a

un ámbito no accesible a la experiencia humana sensible.

El pan y el vino pierden en la Eucaristía su sentido natural como alimento corporal y reciben un nuevo ser y un nuevo sentido. Son

signos simbólicos reales de la presencia real y de la entrega personal de Jesucristo. En los signos sensibles de pan y de vino, se hace

presente realmente Jesucristo, que se entrega por nosotros (cf. CCE 1373-1381).

PRENDA DE LA GLORIA FUTURA

La Eucaristía es prenda de la gloria que esperamos. En la última Cena, el Señor mismo atrajo la atención de sus discípulos hacia el

cumplimiento de la Pascua en el Reino de Dios:

"Os digo que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre".

(Mt 26,29; cf. Le 22, 18; Me 14, 25)

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Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía recuerda esta promesa, la

recibe como prenda y su mirada se dirige hacia "el que viene" (Ap 1,4). En su oración, implora su venida: "Maraña tha" (1 Co 16, 22), "Ven,

Señor Jesús" (Ap 22, 20), "que tu gracia venga y que este mundo pase" (Didache 10, 6) (cf. CCE 1402-1405).

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1409

La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir,

de la obra de la salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace presente por la

acción litúrgica.

3. LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA

Los cristianos nos congregamos para celebrar la Eucaristía, presididos

por los sacerdotes, es decir, por los obispos o los presbíteros. Los sacerdotes son signos de Jesucristo, supremo y único sacerdote, que

es quien realmente preside.

La celebración de la Eucaristía consta esencialmente de las siguientes partes:

RITOS INICIALES

En ellos, presentándonos ante Dios, como Padre, Hijo y Espíritu Santo,

se realiza el acto penitencial y se proclama un himno de alabanza a

Dios (Gloria), que se omite en los tiempos de Adviento y Cuaresma.

LITURGIA DE LA PALABRA

En la liturgia de la palabra se leen textos del antiguo testamento y del nuevo Testamento, seleccionados por la Iglesia, que nos

recuerdan las maravillas del Señor a favor de los hombres de todos los tiempos. La proclamación de los textos bíblicos actualiza el misterio de

nuestra salvación, que se celebra en el transcurso del año litúrgico. Termina la Liturgia de la Palabra con la Oración Universal.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Se inicia con la ofrenda del pan y del vino, que el sacerdote

presenta a Dios Padre y pone sobre el altar. Después, el sacerdote

recita la Plegaria Eucarística, que es una oración de acción de

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gracias y de alabanza que se dirige a Dios Padre. También es una oración de consagración por la que el Señor Jesucristo se hace

presente en el pan y en el vino eucarísticos. La Plegaria Eucarística se completa con unas súplicas e intercesiones a Dios Padre, por medio de

Jesucristo.

LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA

La recitación de la Plegaria Eucarística, unida a la comunión del pan y

del vino consagrados, constituyen el momento culminante de la Eucaristía. El cuerpo y la sangre de Cristo están destinados a ser

recibidos por los cristianos como comida y bebida espirituales.

RITOS DE DESPEDIDA

La bendición y la despedida concluyen la celebración.

UNIDAD DIDACTICA 11

Los sacramentos de curación: Penitencia y

Unción 1. SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN

EL HECHO DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

Este sacramento recibe diversos nombres: sacramento de conversión, sacramento de la Penitencia, sacramento de la

confesión, sacramento del perdón, sacramento de la reconciliación (cf. CCE 1423-1424).

Las primeras comunidades cristianas contemplaron con estupor la

fuerza sugerente que tenía el espíritu del mundo. Aun después del bautismo, este espíritu y la tradicionalmente llamada concupiscencia -

inclinación al mal-, que permanece en los bautizados (cf CCE 1426), tentaban a los hermanos y les hacían separarse del camino cristiano

emprendido.

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Partiendo de esta realidad, la naciente Iglesia se plantea la necesidad de

un segundo bautismo laborioso o segunda tabla de salvación, como denominaban los Santos Padres al sacramento de la Penitencia. Esta

segunda oportunidad que se ofrecía a los que se habían alejado del proyecto cristiano de una forma notoria, encontraba su apoyo en la

actitud de Jesús con los pecadores (Me 2,5.17; Jn 8,1-11; Le 7,37-50

etc).

La autoridad que Jesús posee para librar del pecado $, la va a transmitir a la Iglesia (Jn 20,22-23), haciéndola portadora de reconciliación:

"A continuación sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo: a

quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados".

Esta reconciliación o acogida a los que han pecado se ejerce en la

comunidad cristiana a través de una praxis curativa. Aquél que se ha alejado del camino de Jesús debe realizar un esfuerzo manifiesto de

conversión para que la reconciliación sea efectiva. Esto es lo que expresan textos como 1 Cor 5,1-11 ó Mt 18,15-18:

"Si tu hermano te ofende, ve y házselo ver, a solas entre los dos. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros

dos, para que toda la cuestión quede zanjada apoyándose en dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un recaudador."

El sacramento de la Penitencia tiene un puesto relevante en la vida

de la Iglesia. Esta es consciente de que Jesucristo le ha confiado, en los

Apóstoles y en sus sucesores, el poder de perdonar los pecados. Por consiguiente, ha visto siempre en este sacramento el signo del perdón

de Dios confiado a la propia Iglesia. Esta dimensión eclesial de la Penitencia se expresa sobre todo en las palabras de Jesús a Pedro:

"Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".

(Mt 16,19)

Las palabras atar y desatar significan: al que excluyáis de vuestra comunión (atar = excomulgar), está también excluido de la comunión

con Dios; al que, a su vez, aceptéis de nuevo en vuestra comunión (= levantar la excomunión), también Dios le acepta en su comunión.

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La reconciliación con la Iglesia es el camino de la reconciliación con Dios. Este aspecto se expresaba perfectamente con la penitencia

pública de la Iglesia antigua. Por esta razón, en la absolución sacramental, obligatoria desde el año 1975, se dice:

"Dios Padre misericordioso,... te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el

perdón y la paz."

(cf. CCE 1443-1445)

El sacramento de la penitencia tiene una historia larga y complicada, en

la que se han dado múltiples cambios y formas diversas de celebración (cf. CCE 1447). Bajo cualquiera de ellas, la Iglesia ha tenido la certeza

de que esa acción sacramental es la principal manifestación de que

Jesús, el Señor, le ha confiado el poder de perdonar los pecados cometidos después del Bautismo (cf. DS1701). Como estructura

esencial, el sacramento de la Penitencia ha conservado dos principios básicos (cf. Catecismo católico para adultos, Conf. Ep. alemana, pp.

405-406):

- por una parte, en actos humanos de conversión, posibilitados por la gracia: el arrepentimiento, la confesión y la satisfacción;

- y, por otra, en la acción de la Iglesia, o sea, en que la comunión

eclesial, bajo la dirección del obispo y del sacerdote, en nombre de Jesucristo, otorga el perdón de los pecados, fija las formas necesarias de la satisfacción, reza por los pecadores y hace penitencia con ellos en

virtud de su función vicaria, para concederles finalmente, la plena comunión eclesial y el perdón de los pecados (cf CCE 1448-1449 y 1461-

1467).

De este modo, el sacramento de la penitencia es al mismo tiempo un

acto totalmente personal, y una celebración eclesial y litúrgica.

Pecado

La realidad del mal es algo evidente para todo aquel que no quiera estar

ciego ante lo que ocurre cotidianamente. Este mal es visto por el creyente como la expresión de la ruptura que existe entre Dios y el ser humano, esa grieta que nace del corazón de cada persona y que separa a los hombres,

oprime a los débiles, olvida a los pequeños e ineficaces. Esa ruptura es a lo que llamamos pecado. El pecado conlleva tres dimensiones que están en

relación continua, pero que al tiempo no pueden diferenciarse:

- El pecado como rechazo de sí mismo, como fractura entre lo que realmente soy y lo que estoy llamado a ser, entre lo que realizo y aquello

que, en virtud de mi capacidad, podría realizar.

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- El pecado como rechazo a los demás, notablemente unida a la anterior, pues mis opciones por acaparar, conservar o utilizar mis cualidades y

dones para mi propio beneficio y disfrute, privan a otros de posibilidades y esperanzas.

- El pecado como rechazo a Dios: detrás de las dos dimensiones anteriores, más profundo que ellas mismas, está el rechazo de un Hacedor, de un Señor, del que recibe el don y la cualidad. Al afirmarme a

mí mismo, niego al otro como humano, pero niego al Otro como Dios.

Breve síntesis histórica del sacramento de la Penitencia En el siglo III aparecerá la llamada penitencia canónica. Consta de tres

momentos sucesivos: reconocimiento ante la comunidad del pecado, cumplimiento de la penitencia impuesta y reincorporación a la comunidad.

Estaba dirigida a todo aquel que contravenía las actitudes cristianas con gravedad. Principalmente reconciliaba a aquellos que cometían adulterio, homicidio o apostataban (es decir, renegaban de la fe ofreciendo culto a los

ídolos paganos). Esta penitencia suponía el ingreso en el grupo de los penitentes que estaban situados en un lugar especial en las celebraciones

litúrgicas y solían vestir de una forma que les identificaba. Su incorporación plena a la comunidad no se daba sin un proceso largo, durante el que debían someterse a ayunos, continencia perfecta, abandono de negocios, etc. Cierto

que toda la comunidad acompañaba al penitente con la oración y la acogida, pero la situación era tremendamente dura para el arrepentido. Si a esto

añadimos que sólo una vez. en la vida podía recibirse, podemos comprender que algunos no quisieran recibir el bautismo hasta poco tiempo antes de morir.

A partir del siglo VII comenzó a extenderse la llamada penitencia tarifada. En

esta nueva modalidad del sacramento de la reconciliación se mantienen los tres momentos que la práctica penitencial tenía: confesión o reconocimiento de los pecados, el cumplimiento de la penitencia y, una vez que se ha completado

el segundo momento, la reconciliación final y la absolución. Sin embargo, esta forma de celebrar el sacramento va a tener como característica la catalogación

de los pecados, a los que se asignan unas penitencias concretas en los catálogos, " tarifcuidóse", la falta. Por otra parte, se pierde el carácter

comunitario y visible de la penitencia, que puede recibirse en más de una ocasión. El rigor de algunos de sus actos de satisfacción o la utilización de personas que, previo pago, realizaban las acciones penitenciales en nombre del

pecador, van a ocasionar un progresivo deterioro en la celebración de esta forma de penitencia.

Si a lo anterior unimos la insistencia que la teología comienza a hacer en el poder del sacerdote para perdonar los pecados a quien, con humillación y vergüenza, se presenta ante él, comprenderemos la razón de la práctica de la

penitencia de confesión. En ella, el penitente recibe la absolución tras haber confesado los pecados, quedando relegada a un momento posterior la satisfacción de la penitencia. Esta nueva modalidad va a generalizarse en el

siglo XIII. El Concilio de Trento enseña que los actos del penitente -contrición,

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confesión y satisfacción- constituyen "en cierto modo la materia de este sacramento", mientras que las palabras de la absolución pronunciadas por el

sacerdote representan la forma (cf. DS 1673). El fruto de este sacramento consiste en la reconciliación con Dios y con la Iglesia. Frecuentemente produce paz y alegría de conciencia y un gran consuelo del alma (cf DS 1674-1675).

Desde el Concilio Vaticano II se ha realizado una profunda renovación de todo el proceso penitencial. El sacramento no queda reducido a la "confesión" de los

pecados, sino que ésta es una fase dentro de un proceso de conversión. Se insiste en presentar el sacramento de la penitencia o reconciliación como una celebración eclesial, en la que toda la Iglesia se encuentra afectada.

A esto han colaborado deforma decisiva las tres fórmulas por las que puede desarrollarse la celebración del sacramento, que detallaremos posteriormente.

En esta renovación conciliar, se procede a dar una importancia grande a la Palabra de Dios, así como a la expresión de acción de gracias, que es un

elemento integrante de la celebración y del que no se debe prescindir

Conviene añadir además que existen diferentes formas de penitencia no sacramental: por

ejemplo, al inicio de toda Eucaristía, la lectura de la Palabra de Dios, el acompañamiento espiritual, etc (cf CCE, 1434-1439).

SIGNIFICADO DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

El sacramento de la Penitencia es un encuentro gozoso de reconciliación. En él intervienen siempre tres sujetos que lo configuran como sacramento: Dios, que busca, salva y renueva a la

persona; la Iglesia, que hace visible en su seno el encuentro de reconciliación y la persona que acoge en su propia vida el don de la

reconciliación.

LA MISERICORDIA ENTRAÑABLE DE DIOS La reconciliación es, fundamentalmente, una obra de Dios. Una obra en la que interviene tal como es:

- Padre que busca a sus hijos perdidos, que sale a su encuentro

constantemente. Este es el significado profundo de toda la Historia

de la Salvación: un padre que busca a sus hijos de formas diversas para otorgarles su propio hogar, su propia alegría, su propia vida.

- Hijo que, en su Muerte y Resurrección, manifiesta lo que es la

reconciliación: un

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proceso de lucha contra el mal, una entrega al servicio de los demás, un camino de dolor (via crucis) hacia una situación nueva

de amor.

- Espíritu que es la misma vida de Dios derramada sobre los creyentes, que nos mueve a la conversión, nos transforma y nos

renueva en la fe.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1432

El corazón del hombre es rudo y endurecido, es preciso que Dios dé al

hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es

primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a él

nuestros corazones: "Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (Le

5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al

descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece

ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios

por el pecado y verse separado de él. El corazón humano se convierte

mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za 12,10).

LA IGLESIA, HACE VISIBLE EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

La Iglesia, familia de los que siguen a Jesús, participan de su Espíritu y

se reconocen hijos del mismo Padre, se interesa por la situación de cada uno de sus miembros. No puede quedar indiferente ante el pecado de

uno de sus componentes que necesariamente afecta a la comunidad entera.

Los asuntos de la familia, que repercuten en toda ella, no pueden ser

solucionados individualmente. Por eso la reconciliación no es nunca un asunto privado, sino comunitario, eclesial.

Todo esto se manifiesta mediante:

- La presencia de la Iglesia, a través de la Palabra de Dios que a

todos invita a la conversión, los signos litúrgicos que para todos expresan el perdón y el servicio ministerial del sacerdote que simboliza la presencia de Cristo, la apostolicidad y el envío de Jesús.

- La absolución sacramental condensa todos los momentos que

integran el sacramento del perdón (examen de conciencia, confesión, satisfacción). La absolución del ministro ordenado que hace presente a Cristo y a la Iglesia, no es sólo una expresión de la buena noticia del

perdón de los pecados o una mera declaración de que Dios los ha perdonado; gracias a ella, somos readmitidos a la plena comunión

eclesial -como enseña la doctrina de la Iglesia- de modo que es un acto judicial que le compete exclusivamente al que puede actuar en nombre de Jesucristo para toda la comunidad de la Iglesia (DS 1685; 1709-1710), y

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que está obligado a guardar secreto "sigilo sacramentar (cf. CCE 1467). Sin embargo, el sacramento de la penitencia es un tribunal de gracia, en

el que Dios, Padre misericordioso, vuelve justo al pecador por la muerte y la resurrección de Jesucristo en el Espíritu Santo (cf. CCE 1461-1467).

- La ayuda y acompañamiento de la comunidad particular. En esta comunidad la intervención de la Iglesia en el proceso penitencial se

concreta en el perdón mutuo y la corrección fraterna, la palabra de ánimo, el ejemplo de vida, el servicio a los demás y la propia celebración del sacramento.

EL SER HUMANO AL ENCUENTRO CON DIOS MISERICORDIOSO

Sin embargo, todo lo hasta aquí dicho no puede realizarse si el hombre

no acoge el don que el Padre le ofrece; Dios no puede reconciliar a quien

no quiere reconciliarse. El riesgo del Padre es la libertad del hijo. Por eso, los actos del penitente son de la máxima importancia y pueden

reducirse a tres: conversión, confesión y satisfacción.

Conversión (cf CCE 1451-1454)

Conversión, que no es un simple remordimiento o malestar. Implica el saberse alejado de Dios a causa del pecado, y el rechazo de esta

situación o actitud que obstaculiza las relaciones con Dios y con los demás.

Esta conversión es llamada también contricción. Puede ser perfecta,

cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas y obtiene el perdón de los pecados veniales1 y también de los mortales f, siempre

que haya firme resolución de confesar tan pronto sea posible. Es

imperfecta, cuando, movidos por la gracia de Dios y bajo el impulso del Espíritu Santo, brota de la consideración de la fealdad del pecado o

del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador; esta contricción, conocida también por

"atrición" no alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia.

Confesión: expresión de la conversión (cf CCE 1455-1458)

La Iglesia reconoce que hay diferentes maneras de expresar

externamente esta conversión. Todas ellas son válidas y suficientes siempre que no se trate de pecados que supongan una ruptura con Dios

y la Iglesia. Cuando se trata de un pecado mortal, donde queda comprometida esta relación, la Iglesia estima necesaria la confesión

oral de ese pecado.

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Pecado venial, pecado mortal

El pecado tiene una gradualidad. No todo es igual ni toda opción

compromete de igual manera a la persona. Por ello, podemos establecer tres situaciones diferentes:

• Pecado mortal: es una opción libre, premeditada, consciente, que implica una ruptura radical con Dios y con los demás. Aun cuando puede manifestarse en actos singulares y aislados, se expresa también en actitudes o en un conjunto de actos.

• Podemos encontrar, también, situaciones en las que, pese a que la acción es grave en sí misma, las circunstancias que la rodean se orientan a dibujar una realidad en la que no hay pleno consentimiento ni libertad total. Se manifiesta todo ello en la inmediata reacción de la persona para repararlo, para evitar las circunstancias que lo facilitaron, etc.

• Por fin, podemos hablar de pecado venial, que hace referencia a las faltas cotidianas; son signos de nuestra debilidad y limitación, de nuestra falta de amor a los demás y a Dios. Como es evidente, estas situaciones no guardan relación de igual manera con el sacramento de la Penitencia, ni con la conversión inherente a todo proceso penitencial.

La confesión de la culpa, incluso desde el punto de vista humano, tiene un efecto liberador y reconciliador. Por la confesión el hombre se sitúa

ante su pasado pecador, acepta su responsabilidad y, al mismo tiempo, se abre nuevamente a Dios y a la comunión de la Iglesia, obteniendo así

un futuro nuevo.

Según la doctrina de la Iglesia, la confesión de las culpas es una parte

esencial e irrenunciable del sacramento de la penitencia, para someterse al juicio de la gracia de Dios (DS 1679,1706). Por esta razón, es necesario confesar los pecados graves (pecados mortales)

que el penitente recuerde después de un diligente examen de su conciencia, de tal modo que se manifieste adecuadamente la situación

concreta de los pecados en cuanto al número, especie y circunstancias (cf. DS 1707).

SATISFACCIÓN: OBRAS DE CONVERSIÓN O COMPROMISO

(CF1459-1460)

Durante mucho tiempo este elemento ha tenido una importancia ridícula

en la celebración del sacramento. Se asimilaba al pago de una culpa o al castigo por el pecado. Sin embargo, es una parte necesaria e integrante

del proceso de conversión, ya que manifiesta que por el sacramento de la penitencia no huimos de nuestras responsabilidades, sino que la

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conversión cristiana transforma la vida y procura reparar, en lo posible, el mal causado.

En el sacramento de la Penitencia, Dios, Padre misericordioso, que

reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo, y derramó el Espíritu Santo, para el perdón délos pecados, por el

ministerio de la Iglesia, perdona al cristiano los pecados cometidos

después del Bautismo.

CELEBRACIÓN DE LA PENITENCIA (CF CCE, 1480-1484) A raíz de las nuevas disposiciones de 1974, se reconocen tres formas de celebración de la penitencia sacramental: Forma A: Celebración de la reconciliación para un solo penitente

También esta forma debe tener una cierta estructura litúrgica: salutación del sacerdote, lectura de un texto de la Escritura, confesión

de los pecados e imposición de la penitencia, oración absolución del sacerdote extendiendo las manos, doxología final y despedida litúrgica

con la bendición sacerdotal. En la práctica, sin embargo, todavía no se ha generalizado esta forma renovada del sacramento de la penitencia.

En caso de que lo sugieran razones pastorales, el sacerdote puede

omitir o abreviar algunas partes del rito. Pero siempre han de conservarse íntegramente las partes siguientes: la confesión oral de los pecados, y la aceptación de la imposición de la penitencia, el

requisito del arrepentimiento, la fórmula de la absolución y la despedida. En peligro de muerte basta que el sacerdote pronuncie las

palabras esenciales de la absolución: "Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo".

Forma B: Celebración comunitaria de la reconciliación con

confesión y absolución individual

En esta forma la confesión y la absolución individual van unidas a una celebración colectiva de la penitencia, para prepararse y dar gracias

colectivamente.

La confesión individual queda, por tanto, incluida en una Liturgia de

la Palabra con lectura de la Escritura y homilía, examen colectivo de conciencia y confesión general de los pecados, oración del

padrenuestro y acción de gracias colectiva. Esta celebración

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comunitaria expresa más claramente el carácter eclesial de la penitencia.

Forma C: Celebración comunitaria de la reconciliación sin previa

confesión individual y con absolución general (CCE 1483) Esta forma sólo está permitida en casos de grave necesidad, es decir, cuando amenace un peligro de muerte, o cuando, teniendo en cuenta el número de

penitentes, no hay bastantes confesores para oír debidamente la confesión de cada uno dentro de un tiempo razonable, de suerte que, sin culpa por su parte, se verían privados durante mucho tiempo de la gracia del sacramento o de la

sagrada Comunión. En estos casos, sin embargo, se presupone la voluntad de confesar individualmente los pecados graves lo antes posible. Determinar

si se da tal necesidad grave es prerrogativa del obispo de la Diócesis asesorado por los restantes miembros de la Conferencia episcopal (cf CIC can. 961). Sin

embargo, "una gran concurrencia de fieles con ocasión de grandes fiestas o de peregrinaciones no constituyen por su naturaleza ocasión de la referida necesidad grave" (CCE 1483). Siempre es necesario el

permiso del Ordinario de lugar.

De estas tres formas de celebración sacramental de la penitencia hay que distinguir las liturgias de la penitencia en sentido estricto. Estas

son expresión y renovación de la conversión que se ha dado en el Bautismo. Estas liturgias de la penitencia no deben confundirse, pues,

con la celebración del sacramento de la Penitencia.

2. LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

EL HECHO DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN

La enfermedad es algo que incide en todo hombre y le afecta en lo más

profundo de su ser. El hombre experimenta en ella su limitación y descubre la soledad, el abatimiento, la preocupación, la angustia e

incluso la desesperación. Por otro lado, la enfermedad pone en evidencia todo aquello que es transitorio, apariencia, circunstancial y muestra lo

que es verdadero y perdura (cf. CCE 1500).

La Escritura ve en la enfermedad un efecto del pecado (cf. CCE 1502),

un indicio del mal y el dolor que hace realidad las palabras del apóstol Pablo en su carta a los Romanos (Rom 8,22-24) cuando señala que toda

la Creación gime por la plena manifestación de los hijos de Dios; incluso nosotros mismos, que tenemos el Espíritu como anticipo, participamos

del universal dolor de parto aguardando la plenitud de la Nueva Creación.

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Jesús aparece en los evangelios como el gran adversario y el vencedor

de la enfermedad. En sus curaciones aparece la proximidad del Reino

que hace presente en su persona, y cuya llegada significa la salvación del hombre, su liberación en alma y cuerpo (cf. CCE 1503).

Debido a esta actuación de Jesús, la Iglesia se ha sentido llamada a una

especial solicitud hacia los enfermos, procurándoles el alivio y fortaleza. El medio más excelente es el sacramento de la Unción que manifiesta

que Dios no olvida a las personas gravemente enfermas, ni a los ancianos, ni a aquellos que se encuentran en un momento difícil. Al

contrario, como Padre lleno de bondad, ha preparado un apoyo para aquellos hijos suyos.

Este gesto sacramental que realiza la comunidad cristiana se basa en la

conducta de Jesús, insinuándose en el relato de la misión de los

apóstoles:

"Ellos se fueron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban."

(Me 6,12-13) (cf. CCE 1506)

Más adelante, en la carta de Santiago, se nos testimonia la práctica de la Iglesia primitiva:

"¿Hay alguno enfermo? Llame a los responsables de la comunidad, que

recen por él y lo unjan con aceite invocando al Señor. La oración hecha con fe dará la salud al enfermo y el Señor hará que se levante; si, además, tiene

pecados, se le perdonarán." (St 5,14-15)(cf. CCE 1510)

También Jesús resucitado se acerca hoy al que padece enfermedad a través del sacramento de la unción de enfermos. Con Jesús, la

comunidad cristiana ora por el enfermo y muestra su interés por el que sufre, haciéndole compañía, cuidando de él, confortándole.

LA ENFERMEDAD Y LA SALVACIÓN DE DIOS

En el Antiguo Testamento existe una larga tradición de oraciones que se refieren a la enfermedad: Salmos 6, 22, 38, etc. Jesús mismo,

antes de la Pasión, oró a Aquél que sabía podía librarlo de esa hora amarga (Me 14,36 y par.). Jesús, además, enseñó a sus discípulos a

orar con espíritu humilde y corazón confiado en todas las dificultades.

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La situación difícil y dolorosa de la enfermedad, es también lugar en el que se realiza la salvación de Dios, momento en que Dios manifiesta al

hombre su amor y su acogida. La encarnación de Cristo, su existencia en la fragilidad, nos lleva a comprender que, como él, también nosotros debemos aceptar libremente las limitaciones de nuestra existencia.

Jesús, presentado por Pilatos como el hombre, tras ser azotado, vejado,

y suspendido en la cruz, nos muestra como se vence el dolor desde la entrega libre y gratuita de la vida en favor de todos, confiando de forma

absoluta en la victoria que su Padre le va a otorgar.

Todo cristiano participa de la muerte y resurrección de Cristo desde su bautismo, pero este misterio pascual se hace presente de forma

especial en el hermano enfermo (cf. CCE 1521).

SIGNOS DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN

En el sacramento de la Unción de los enfermos se realizan dos

gestos o signos que tienen un profundo sentido: la imposición de manos y la unción con aceite.

La imposición de las manos y la unción con el óleo santo han sido

gestos que aparecen en las Escrituras y que significan la bendición de Dios y la presencia del Espíritu que impregna toda la persona.

Cuando estos dos gestos se realizan en la enfermedad, transparentan

un nuevo significado que hace referencia de una forma más plena al misterio de la cruz y a la esperanza de la resurrección.

El mismo Jesús practicó el gesto de la imposición de manos sobre los

enfermos (Me 6,5; Mt 8,3; Le 4,40) y lo encargó a sus discípulos (Me

6,18), que lo practicaron habitualmente (Hch 9,12.17; 28,8). Es un signo de la bendición que este sacramento confiere.

Respecto a la unción, los seguidores de Jesús, aun cuando estaban con

él, ungieron a los enfermos (Me 6,13), y el mismo Jesús utilizará otros símbolos como la saliva (Me 7,32-33; 8,23; Jn 9,6) para devolver la

salud. Esta unción con aceite simboliza la unción del Espíritu, que conforta y auxilia en la enfermedad, identificando al cristiano con

Jesucristo resucitado.

Sabemos que en la antigüedad era un medio muy extendido de curación el ungir con aceite y diversos elementos medicinales las partes del cuerpo

afectadas por la enfermedad. No hemos de olvidar que hoy en día la mayor

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parte de nuestras cremas dermatológicas y analgésicas llevan en su composición un alto porcentaje de grasa.

El sentido fundamental de este sacramento lo podemos concretar en

estas afirmaciones (cf. LG 11; SC 73-75):

- A través del sacramento de la Unción, la Iglesia se dirige al Señor

para pedir la salvación y el alivio de sus miembros enfermos, así como la fortaleza para aquellos que afrontan * la debilidad de la

vejez (cf. CCE 1520).

- Por la Unción, el enfermo y el anciano se ven fortalecidos en su

fe porque se hace patente la relación profunda que su situación guarda con la muerte y resurrección de Jesucristo (cf. CCE 1521).

- Este sacramento perdona los pecados de aquel que lo recibe,

haciendo presente la misericordia de Dios (cf. CCE 1520).

- La solidaridad y el servicio de la Iglesia para con sus enfermos

y ancianos se concentran litúrgicamente en los gestos que se realizan en este sacramento (cf. CCE 1522).

Unción de los enfermos

Durante largo tiempo, la unción de los enfermos se había convertido en la unción que se administraba al moribundo o agonizante, oscureciéndose su

sentido esencial. De esta práctica derivaría el denominar a este sacramento "Extrema Unción" (cf. CCE 1512), que sería modificado por la Constitución

Apostólica que escribió en 1972 Pablo VI, en la que se utiliza el término de "Unción de Enfermos " que expresa mejor su contenido y significado (cf CCE 1513). A partir de la renovación litúrgica postconciliar, la unción de los

enfermos ya no forma parte normalmente de los "últimos sacramentos ", que se recibirían únicamente en peligro inmediato de muerte, sino que se ha

incluido en el marco de la visita a los enfermos, siguiendo el espíritu del Evangelio y la pastoral de los enfermos.

Catecismo de la Iglesia Católica, n.1532

La gracia especial del sacramento de la Unción de los enfermos tiene como

efectos:

- la unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la

Iglesia;

- el consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los

sufrimientos de la enfermedad o de la vejez;

- el perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el

sacramento de la Penitencia;

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- el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual; -

la preparación para el paso a la vida eterna.

ADMINISTRACIÓN DEL SACRAMENTO

Son receptores del sacramento los fieles que por enfermedad grave

o a causa de su avanzada edad se encuentran en peligro de muerte. El sacramento puede repetirse si el enfermo recupera de nuevo sus

fuerzas después de recibir la Unción de los Enfermos o si durante la misma enfermedad se presenta una nueva recaída (cf. CCE 1515). Es

propio recibir la Unción antes de una operación importante.

sacerdotes: obispos y presbíteros, pueden administrarlo (cf. CCE 1516-

1517). La liturgia sacramental, en su forma renovada, concuerda totalmente con lo que dice la carta de Santiago. Comienza con la

imposición de manos del sacerdote en silencio y con una alabanza del aceite consagrado, que en su forma básica se remonta al siglo IV.

El signo sacramental quedó fijado en la Constitución apostólica de Pablo

VI del modo siguiente:

"El sacramento de la Unción de los enfermos se administra a aquellos cuyo estado de salud implica un peligro de muerte, ungiéndoles en la frente y en

las manos con aceite de oliva consagrado en la forma reglamentaria... y pronunciando una vez las siguientes palabras: Por esta santa unción y por

su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Amén."

La doble unción en la cabeza y en las manos expresa que el

sacramento conviene al enfermo en su totalidad, como persona que piensa y actúa. La gracia propia del sacramento se significa muy

acertadamente con la unción del aceite, ya que ésta, según la Sagrada Escritura, es un símbolo de la unción con el Espíritu Santo.

Jesucristo es el ungido con el Espíritu, el Cristo por antonomasia.

Usualmente, el aceite utilizado en el sacramento de la Unción ha sido

bendecido por el Obispo en la misa crismal de Jueves Santo, en la que se bendicen también los óleos sagrados que a lo largo de todo el año se

van a utilizar para el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal.

El verdadero efecto del sacramento consiste, pues, en la asistencia del Señor con la fuerza del Espíritu Santo (cf. DS 1695-1696) que:

- sana las heridas del hombre viejo, santifica y suscita la nueva

criatura;

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- produce la salud del alma y, sí Dios así lo quiere, también la del cuerpo (cf DS 1324);

- si es necesario, y siempre que se dé el arrepentimiento requerido, limpia, como hemos dicho anteriormente, las culpas y las reliquias del

pecado;

- alivia y fortalece el alma del enfermo, excitando en él una gran confianza en la misericordia divina (cL DS 1696; CCE 1520),

La Iglesia, con la unción y la oración, encomienda a los enfermos al Señor paciente y glorificado para que los alivie y los salve, e incluso los exhorta "a

que, asociándose voluntariamente a la pasión y muerte de Cristo, contribuyan así al bien del Pueblo de Dios" (LG 11; cf. CCE 1522).

Así, en el sacramento de la unción de los enfermos se consuma lo que

comenzó en el bautismo: la identificación con la muerte y la resurrección del Señor. Es la consumación no sólo de la penitencia,

sino de toda la vida cristiana y es también baluarte de la nueva vida (cf DS 1694).

CELEBRACION DE LA UNCION DE LOS ENFERMOS

Siempre que sea posible, la Unción debe ofrecerse pronto al enfermo y

se le debe administrar en una celebración en la que esté presente la comunidad local, por lo menos mediante los familiares, amigos y

algunas de las personas que asisten.

La celebración litúrgica consta de las siguientes partes:

- saludo y preparación;

- liturgia de la Palabra;

- liturgia sacramental, que a su vez se compone de: imposición de

manos por parte del sacerdote, alabanza del aceite consagrado,

signo sacramental por el que se unge la frente y las manos del enfermo al tiempo que se dice:

"Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Amén."

Además, puede participar el enfermo de la comunión del Cuerpo de

Cristo que, en peligro de muerte, se llama viático, es decir, alimento para el último viaje.

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UNIDAD DIDÁCTICA 12

Los sacramentos del Orden y el Matrimonio

1. EL SACRAMENTO DEL ORDEN

EL HECHO DEL SACRAMENTO DEL ORDEN

Para encontrar una referencia válida que explique la existencia de unos ministerios ordenados 1 concretos dentro de la comunidad cristiana, es

preciso acercarse a Me 3,13-19 (cf Le 6,12-16). En este texto se advierte como Jesús elige de forma solemne,- "designó"- a Doce de

entre sus discípulos para "que fueran sus compañeros y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios". Así se crea, se constituye el

grupo de los Doce, decisivo en los albores del cristianismo. Esto resulta tan evidente que, con el fin de suplantar a Judas y restituir el

número, se incorpora a Matías como sustituto (Hch 1,15-26).

Las denominaciones varían ampliamente según las diversas

comunidades, por lo que podemos encontrar apóstoles, profetas, doctores (1 Cor 12,28; Ef 2,20; 3,5; 4,11), presbíteros (Hch 11,30;

14,22); obispos (£7ttGK07r, episcopos) (Flp 1,1; 1 Tim 3,1-7); diáconos (1 Tim 3,8-13; Flp 1,1); pastores (raniiev, poimen) (Ef 4,11; 1

Pe 5,2-£); pilotos (1 Cor 12,28); presidentes (Rom 12,8; 1 Tes 5,12) etc.

Todos estos términos no designan la misma función, pero podríamos

afirmar que, de diferentes maneras, todas ellas tienen una orientación hacia la predicación del Evangelio y la edificación y santificación

de la Iglesia.

La comunidad cristiana, en su liturgia, ve el sacerdocio y a los sacerdotes del Antiguo Testamento como prefiguraciones que

encuentran su cumplimiento en Cristo Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote,

que incorpora a su único sacerdocio a los Apóstoles y sus sucesores sacerdotes (cf. CCE 1541).

Durante los siglos II y III se va a dar una consolidación de nombre y

contenidos del ministerio apostólico bajo las denominaciones de diácono, presbítero, y obispo f, configurándose como ministerio de santificación,

gobierno y enseñanza en la comunidad cristiana (cf. CCE 1554).

En aquel momento el ministerio se concibe en estrecha vinculación a la comunidad cristiana, como función y servicio dentro de ella y para ella.

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Esta situación se verá perturbada en los siglos venideros debido al

cambio de situación que se opera en el Imperio: la Iglesia, de ser perseguida, pasa a ser religión oficial y sus ministros devienen

personajes importantes cuya responsabilidad y autoridad comienza a desbordar los límites eclesiales.

Ordenado, ordenación

El término "ordinatio", ordenación, se utilizaba en el Imperio romano

para designar la entrada en el escalafón de los funcionarios imperiales. A partir de este momento el funcionario pertenecía a un orden diferente del resto del pueblo (cf. CCE 1537).

A partir del siglo tercero se comenzó a utilizar en algunos lugares esta expresión para designar una dignidad o estado en la Iglesia. Esta

denominación se extendería a toda la Iglesia con el paso del tiempo, dando nombre al sacramento por el que son constituidos obispos, presbíteros y diáconos ciertos cristianos.

El distanciamiento entre el obispo y su presbiterio, la separación

cada vez más acentuada entre clero y no clero, la institucionalización de la vida eclesial y la reducción del ministerio

ordenado a tareas meramente cultuales va a originar la pérdida de la riqueza total que contiene el ministerio apostólico.

La Reforma protestante va a arremeter contra esta situación, afirmando que no hay más sacerdote que Cristo, quedando todo

cristiano constituido sacerdote por la fe y el bautismo. Lutero declara que por ello no podía considerarse el Orden como sacramento y sólo

reconoce como ministerio el de la predicación.

El Concilio de Trento, por el contrario, reafirma y declara que el sacramento del Orden es un sacramento instituido por Cristo, que

comunica poder y gracia, y no puede entenderse sólo en relación al ministerio de predicar el Evangelio (cf. DS 1764-1778).

Obispos, presbíteros y diáconos

El sacramento del orden es único, pero se confiere en tres grados:

Los obispos, por el sacramento del Orden reciben la plenitud del sacerdocio y presiden las locales (CCE 1555 – 1556)

Los presbíteros por el sacramento del Orden participan del sacerdocio de cristo, cabeza de la Iglesiay son por ello verdaderos sacerdotes que

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cumplen su ministerio propio como colaboradores de los obispos. Presidn las parroquias y comunidades cristianas (CCE 1562 -1568).

Los diáconos reciben el sacramento del Orden. Aunque éstos no son sacerdotes, sí son verdaderos ministros de Cristo y de la Iglesia. Los

diáconos son ordenados para cooperar con los obispos y presbíteros en la liturgia, en la predicación de la Palabra de Dios y en la atención a las

necesidades materiales de la comunidad (CCE 1569-1570).

Actualmente se ha dado un proceso de renovación que acerca la concepción de los Santos

Padres (s. III-IV). Se van rescatando términos y actitudes como la colegialidad, la colaboración de los clérigos y los laicos, el obispo como

cabeza, etc., que si bien nunca se negaron, permanecieron en la oscuridad durante largo tiempo.

El Vaticano II concibe la Iglesia como Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo, cuya cabeza es Cristo, sacerdote, profeta y rey, a quien hacen

presente por su ministerio los ministros de la Iglesia. Toda esta renovación no se ha dado sin crisis, problemas e interrogantes.

SENTIDO DEL SACRAMENTO DEL ORDEN

EL MINISTERIO ORDENADO EN EL SENO DEL PUEBLO DE DlOS El Concilio Vaticano II afirma la común dignidad y la igualdad

fundamental de todos los miembros del Pueblo de Dios, junto con la existencia de diferentes servicios y ministerios para el bien común

de todos los bautizados (cf. LG 9,10,18). Entre estos servicios y ministerios existe uno llamado ministerio

ordenado, que no se sitúa aparte ni por encima del Pueblo de Dios, sino dentro y al frente de él. Quienes lo reciben en el sacramento del

Orden, participan de la autoridad y misión de Cristo Sacerdote, Cabeza y Pastor de la Iglesia, para que puedan servir a todo el Pueblo de Dios (cf

LG 18; CCE 1548).

Este ministerio ordenado, que algunos cristianos reciben, se llama

también sacerdocio ministerial y es distinto esencialmente y no sólo en grado del sacerdocio común que todos los cristianos reciben en

el Bautismo (cf. LG 10; CCE 1547). Hemos hablado en la unidad 7 sobre los signos y símbolos, tratando de explicar así la forma por la que los sacramentos hacen presente y actuante a Cristo Glorioso en la Iglesia. Desde este presupuesto ya

establecido, se puede percibir cómo el sacramento del Orden es el símbolo que hace patente a lo largo de la historia la dependencia que

tiene la Iglesia de su Señor y cómo ella sigue siendo, convocada y presidida por El.

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Pablo, en su I Carta a los Corintios, establece que la Iglesia es el

Cuerpo de Cristo (12,12); sin embargo, Cristo Cabeza tiene respecto de ella una autoridad (Ef 1,22-23). Así, Cristo Glorificado es el principio

y fuente de la Iglesia, dándose entre los dos misteriosas relaciones de dependencia como cabeza y cuerpo. La Iglesia procede toda ella de su

Señor, por tanto es el mismo Cristo quien en el Espíritu la convoca,

reúne, alimenta y salva.

El ministerio apostólico es signo y servidor de esta relación entre Cristo y la iglesia, situándose frente al Pueblo de Dios, sin dejar de

formar parte de él.

Es decir que los ministros ordenados hacen presente a Cristo Cabeza en el seno de la comunidad, manifestando así la dependencia que ésta tiene respecto a su Señor, con el fin de que

todos sus miembros lleguen a realizar su vocación bautismal (LG 18; cf CCE 1548-1549).

Esta realidad profunda se expresa en el servicio de dirección,

coordinación, gobierno, presidencia y unidad que obispos y presbíteros realizan.

Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1547-1548

"El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los

presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, "aunque su

diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al

otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único

sacerdocio de Cristo" (LG 10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio

común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal

(vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el

sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al

desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los

medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su

Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el

sacramento del Orden.

En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está

presente en su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño,

sumo sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que

la Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en virtud del sacramento del

Orden, actúa "in persona Christi Capitis" (cfLG 10; 28; SC 33; CD 11; PO

2,6): El ministro posee en verdad el papel del mismo Sacerdote, Cristo

Jesús. Si, ciertamente, aquél es asimilado al sumo Sacerdote, por la

consagración sacerdotal recibida, goza de la facultad de actuar por el

poder de Cristo mismo a quien representa" (Pío XII, ene. Mediator Dei)."

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NOTAS QUE CARACTERIZAN AL MINISTERIO ORDENADO •El sacramento del Orden es una incorporación al ministerio apostólico,

por lo que su misión entra en relación con la misión de Cristo y los

Apóstoles tanto en los tipos de actividad que desarrolla como en la apostolicidad del marco geográfico al que está dirigido.

•Los cristianos que reciben el sacramento del Orden quedan

configurados para siempre a Cristo Cabeza, Pastor y Servidor de su

Iglesia, con el fin de enseñar, santificar, guiar y servir, en nombre suyo, al Pueblo de Dios, cada uno según el grado del orden recibido (cf. LG

21,28; CCE 1548).

•El Espíritu Santo es el agente principal de la ordenación, siendo la

fuente de donde brota el carisma ministerial de enseñanza, santificación y dirección. Mediante el gesto de la imposición de las manos se significa

que los ministros ejercen su misión en el Espíritu de Jesús.

•Dios suscita los ministerios en la comunidad y para la comunidad (1

Cor 12,7; 14,3-12; Ef 4,12): Por eso, desde el Nuevo Testamento los

ministerios no se conciben sin la comunidad. Es tan profunda la relación entre el ministro y su Iglesia que éste la representa, adquiriendo un

carácter de personalidad corporativa.

•El ministerio, en el Nuevo Testamento, se concibe como un servicio.

Tomando como punto de apoyo Mt 20,20-28, la Iglesia apostólica y los Padres de la Iglesia hablan de los responsables y sus funciones

utilizando el término "diakonía". Esta palabra significa servir a la mesa, acción que realizaban habitualmente los esclavos. La acción diaconal de

los ministros se concreta en el servicio a la Palabra, a la unidad y a las mesas o caridad (cf. CCE 1551).

•El ministerio ordenado es colegial, es decir, que por el sacramento del

Orden quien lo recibe pasa a formar parte de un colegio que está

formado por quienes lo recibieron con anterioridad.

•El signo de la transmisión de los ministerios ordenados es desde la

época apostólica la imposición de manos junto con la oración (cf. Hch 6,6; 13,3; 1 Tim 4,14; CCE 1538).

•Lo mismo que en el Bautismo y en la Confirmación, la participación en el ministerio de Jesucristo se otorga de una vez para siempre. Por este

motivo, el sacramento del Orden imprime un carácter imborrable y no

puede repetirse (cf. LG 21; 28; PO 2; cf. CCE 1581-1582).

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Colegialidad

La colegialidad del presbiterado evoca la forma colegial en que se

dirigían las comunidades cristianas en los primeros siglos, bajo la autoridad del Obispo. Este es asesorado y asistido en su misión de dirección y gobierno por el presbiterio. La colegialidad del episcopado se

fundamenta; en la colegialidad de los Doce (Hch 1,13-26; 6,1-6; LG 22). La unidad de la Iglesia Universal se ^ expresa a través de este colegio

episcopal presidido por el Obispo de Roma, y que se concreta en í los diversos concilios ecuménicos y regionales (LG 23). Esto se manifiesta litúrgicamente por la | presencia necesaria de, al menos, tres obispos en

toda consagración episcopal. Así mismo, el ¥ nuevo presbítero es recibido en el colegio presbiteral o presbiterio mediante la imposición de

lítanos de todos los presbíteros presentes en la ceremonia. La unión del Obispo con su presbiterio y sus diáconos es signo de la comunión interna de la Iglesia local (cf. LG 28; PO 7-8).

LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL ORDEN Solamente los obispos válidamente ordenados pueden administrar el

sacramento del orden, (cf CCE 1575-1576) y sólo el varón bautizado lo

puede recibir válidamente (cf CCE 1577). En la celebración del sacramento podemos encontrar tres partes:

- La preparación, que está integrada por la llamada a los

candidatos, presentación al Obispo, elección y alocución del Obispo,

un pequeño diálogo y las letanías de los santos.

- La imposición de manos y oración consacratoria, que es el

momento central del sacramento. El gesto de la imposición de las manos conlleva en toda la tradición bíblica (Num 27,15-23; Dt

34,9; 1 Tim 4,14; 2 Tim 2,6) la idea de la transmisión de un oficio.

En la consagración episcopal, son todos los obispos presentes (al menos tres) quienes impondrán la mano al candidato: acto

seguido se pondrá sobre su cabeza el libro abierto de los evangelios. En la ordenación presbiteral, los presbíteros

presentes imponen las manos como gesto de acogida al nuevo ordenado, pero es la imposición de manos del Obispo el signo que

hace efectiva la ordenación.

- Para terminar el rito, se han ido introduciendo a lo largo de la

historia diferentes acciones explicativas del ministerio que va a ejercerse:

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- al obispo se le otorgan el báculo y se le impone el anillo

episcopal y la mitra; también recibe el libro de los evangelios

y se sienta en la cátedra, ungiéndosele la cabeza.

- los presbíteros reciben la patena y el cáliz, se les ungen las

manos y se les coloca la estola y la casulla;

- a los diáconos se les entrega el libro de los evangelios,

imponiéndoles la estola cruzada por el pecho y la dalmática.

Catecismo de la Iglesia Católica, nn.!554;1573

"El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos

órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de obispos,

presbíteros y diáconos' (LG 28). La doctrina católica, expresada en la

liturgia, el magisterio y la práctica constatóse de la Iglesia, reconocen

que existen dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de

Cristo: el episcopado y el presbiterado. El diaconado está destinado a

ayudarles y a servirles. Por eso, el término "sacerdos" designa, en el uso

actual, a los obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos. Sin

embargo, la doctrina católica enseña que los grados de participación

sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado de servicio (diaconado)

son los tres conferidos por un acto sacramental llamado "ordenación", es

decir, por el sacramento del Orden: 'Que todos reverencien a los

diáconos como a Jesucristo, como también al obispo, que es imagen del

Padre, y a los presbíteros como al senado de Dios y como a la asamblea

de los apóstoles: sin ellos no se puede hablar de Iglesia' (S. Ignacio de

Antioquía, Trall. 3,1). "

"El rito esencial del sacramento del Orden está constituido, para los tres

grados, por la imposición de manos del obispo sobre la cabeza del

ordenando, así como por una oración consecratoria específica que pide a

Dios la efusión del Espíritu Santo y de sus dones apropiados al ministerio

para el cual el candidato es ordenado (cfPío XII, const. ap.

"Sacramentum ordinis": DS 3858)."

2. El Matrimonio

EL HECHO DEL MATRIMONIO

En la vida del varón y de la mujer se da un momento en que, normalmente, brota el amor. Llevados de ese amor deciden entrar en

una comunión estable de vida y formar una familia. A esta decisión y

compromiso de vida y amor se le llama matrimonio.

El matrimonio y la familia se cuentan entre los bienes más valiosos de la humanidad. Son la célula fundamental de la comunidad humana:

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"el bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está

estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar" (GS 47).

Este compromiso público que se llama matrimonio, tiene una serie de

características que le distinguen de otras formas de relación interpersonales. Pasemos a enumerarlas a continuación:

- El matrimonio es una relación interpersonal que se sitúa en una

profundidad diferente a toda otra relación. Esto hace que toda otra comunicación interpersonal anterior quede plenificada por el amor

matrimonial y que toda posterior quede necesariamente coloreada por ella.

- El amor matrimonial abarca a toda la persona, no siendo sólo

sentimiento, ley, obligación, realidad que se da a tiempo parcial.

Por el contrario, este amor promueve a toda la persona y su mundo de relaciones y actividades.

- La relación de amor matrimonial es una unión que se abre al

futuro con esperanza, radicando en esa tierra la fidelidad. Una fidelidad creativa, abierta, enriquecedora, que es ejercicio de la

libertad y de la responsabilidad de la persona.

Es una unión que provoca vida, que es creadora. Si es cierto que no puede Matrimonio identificarse sin más sexualidad y procreación, sería

absolutamente ingenuo negar que ambas estén estrechamente unidas. Por otro lado, la fecundidad matrimonial, que se manifiesta

normalmente a través de los hijos, puede desarrollarse en otros terrenos como la acogida, la promoción de las personas, el trabajo por

la justicia, el arte, etc.

El matrimonio está llamado a su publicidad, es decir, a que sea expresada públicamente la relación de amor entre las dos personas a las

que atañe, lo que implica una cierta Institucionalización.

MATRIMONIO

El matrimonio se ido configurándose diversas maneras a lo largo de la historia. Ya en los pueblos antiguos encontramos normas y costumbres que regulan la unión estable del hombre y la mujer para constituir una

familia. Matrimonio y familia son considerados en esas sociedades como la base de la comunidad humana, no dejándose, por tanto, en manos del

capricho o del interés de los hombres. Por ello, a lo largo de los siglos han existido diversas formas de contraer matrimonio, siempre se ha

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rodeado su celebración de ritos sagrados, de un ambiente festivo y gozoso, que expresa un compromiso público.

LA CONCEPCION CRISTIANA DEL MATRIMONIO

La concepción cristiana del matrimonio se nos ha revelado a lo largo

del Antiguo y del Nuevo Testamento, perfilándose más detalladamente en las cartas de San Pablo (cf. Gen 1-2; Os 1-3; Jn 2-3; Me 10,2-9; Mt 19,3-9; Ef 5,31-33; 1 Cor 7,39).

La Iglesia de nuestro tiempo se ha pronunciado frecuentemente sobre el matrimonio y la familia: la encíclica Casti connubii (1930) de Pío XI;

la constitución Gaudhim et spes del Concilio Vaticano II (cf. GS 47-52); la encíclica Humanae vitae (1968) de Pablo VI y la exhortación apostólica Familiaris consortio de Juan Pablo II (1981).

Una de las páginas más bellas del Génesis es aquella en que el hombre

se encuentra solo en medio de la creación. A pesar de poner nombre a todos los animales y cosas, se siente mudo, incapaz de pronunciar una

palabra porque nadie le da respuesta. En esos momentos de soledad existencial y de pobreza vital, Dios le presenta a la mujer. A partir de

esos momentos se inicia el diálogo y el encuentro de amor en la historia y el matrimonio se perfila poco a poco, hasta quedar plenamente

clarificado en la persona de Cristo (cf. CCE 1603-1605).

A lo largo del Antiguo Testamento la Alianza de amor entre Dios y su

pueblo ha sido simbolizada en diferentes ocasiones por el amor matrimonial (Os 1-3; Jer 3; Ez 16 y 23; Is 54). Los libros sapienciales, a

su vez, trataron de explicar en diferentes ocasiones el último sentido del matrimonio en la Alianza (Prov 5, Cantar, Eclo 25,13-26,18).

Sin embargo, si los cristianos consideramos a Cristo como revelación

plena del Misterio de Dios, es preciso que Él sea quien nos desvele también el sentido profundo del matrimonio en el Plan de Salvación.

Jesús estuvo presente en una boda en Caná de Galilea, reconociendo

con su presencia el valor humano del matrimonio.

Además, recogiendo la imagen matrimonial de la Alianza que sugieren

los profetas, comparaba el Reino de Dios con un banquete de bodas en el que se identifica con el esposo. Durante este banquete los amigos del

novio no ayunan (Mt 9,14-15), son invitados los que están en los caminos mientras que algunos rechazan la llamada (Mt 22,1-14; Le

14,16-24), y es preciso estar alerta para participar en la fiesta (Mt 25,1-13).

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En Mt 19,3-9 Jesús reafirma el ideal originario de la creación (Gen 2,24) al defender la indisolubilidad de la alianza matrimonial. Jesús, en este

momento, supera la Ley, manifestando la profunda relación que existe entre el orden de lo creado y la Alianza. Aquí está el origen del

sacramento del matrimonio: Jesús le reconoce como instituido desde la creación, cobrando para él una dimensión especial. Esta significación

particular será claramente expresada por San Pablo en la carta a los

Efesios:

"Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser. Este símbolo es magnífico; yo lo estoy aplicando a Cristo y a la Iglesia; pero también vosotros, cada uno en

particular, debe amar a su mujer como a sí mismo, y la mujer debe respetar al marido".

(Ef 5,31-33)

Para los cristianos, la mutua entrega de un varón y una mujer

bautizados es sacramento, es decir, un signo que expresa y realiza la Alianza de amor y fidelidad de Cristo con su pueblo, la Iglesia.

Todo bautizado está unido con Cristo para siempre. Cuando el varón y la mujer bautizados se

unen, es Cristo quien los une, y su mutuo amor es una participación del amor de Cristo.

El Matrimonio cristiano es alianza por la que un varón y una mujer bautizados se

comprometen a unir sus vidas para siempre, en indisoluble comunión de amor

fecundo:

"El matrimonio de los bautizados es así un símbolo real de la nueva y eterna alianza que se estableció en la sangre de Cristo".

(FC 13; cf. CCE 1612-1617)

Catecismo de la Iglesia Católica nn.1612; 1617

La alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel había preparado la nueva y

eterna alianza mediante la que el Hijo de Dios, encarnándose y dando su

vida, se unió en cierta manera con toda la humanidad salvada por Él (cf GS

22), preparando así "las bodas del Cordero" (Ap 19,7.9).

Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la

Iglesia. Ya el bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial.

Es, por así |§ decirlo, como el baño de bodas (cf Ef5,26-27) que precede al

banquete de bodas, la Eucaristía. El Matrimonio cristiano viene a ser por su

parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto

que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es

un verdadero sacramento de la Nueva Alianza (cf DS 1800; cf CIC can.

1055,2).

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EL MATRIMONIO ES SIGNO DE CRISTO

Como acabamos de ver, la Alianza de Dios con los hombres va a significarse a través del matrimonio en el Antiguo Testamento. Jesucristo es plenitud de esa Alianza; en él Dios pronuncia un sí irrepetible al ser humano, haciéndose carne esa Alianza de Dios con el hombre.

El amor matrimonial de los que se unen en el Señor es símbolo que actualiza el amor de Dios aparecido en Jesucristo, siendo el matrimonio una realidad en la que se vive, de forma peculiar, la

muerte y resurrección, la Pascua.

Así la donación, el perdón, los conflictos, las deficiencias, las culpabilidades, todo lo que es y significa una vida en común, está integrado en el triunfo pascual del amor de Dios, porque:

"el amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y enriquece por la

virtud redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia." (GS 48; cf. CCE 1642)

EL MATRIMONIO ES SACRAMENTO DE LA IGLESIA

El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Iglesia "Lumen Gentium",

dice que el matrimonio y la familia son como una Iglesia en pequeño, Iglesia doméstica (LG 11).

Los cónyuges poseen dentro de la comunidad cristiana un carisma

que les es propio, una vocación y una misión singular: ser testigos en el mundo del amor de Dios y transmitir y educar a sus hijos en la

fe.

"En virtud del sacramento del matrimonio se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y educación de la prole y por eso tienen su propio don, dentro del pueblo de Dios, en su estado y

en su forma de vida". (LG 11)

Las familias, a través de la aceptación y educación de los hijos, por su

ejemplo de vida en común, su hospitalidad mediante la apertura de su casa a los que precisen apoyo, acogida o como lugar de reunión eclesial,

pueden constituir células vivas en la Iglesia (cf. CCE 1655-1657).

EL MATRIMONIO ES SIGNO ESCATOLÓGICO

Desde el mismo carácter festivo de la boda, el matrimonio simboliza la

alegría y plenitud de toda la realidad al final de los tiempos (Me 2,19; Mt 22,1-14; 25,1-13). Es signo, no la realidad.

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Para un cristiano, el matrimonio es una alianza que está en una constante dinámica de perfeccionamiento hacia la plenitud del amor

divino. Si bien la comunidad matrimonial de dos cristianos queda rota por la muerte, no se rompe la comunión, porque para el creyente, morir

es vivir con el Señor (cf 2 Cor 5,8). El matrimonio es así lo penúltimo y no lo último.

Para el cristiano, nadie puede saciar todas las expectativas, ni plenificar todas las inquietudes. Aquí aparecen con claridad las palabras de Jesús:

"Si uno quiere ser uno de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí

mismo, no puede ser discípulo mío". (Le 14,26)

Esto puede llevar a comprender que el carisma del celibato

presencializa al hombre y mujer casados él carácter absoluto del Reino, al tiempo que el matrimonio hace presente al célibe la bondad de todo lo creado y la necesidad de no aislarse del mundo,

sino de adecuarlo a la voluntad de Dios.

Desde esta perspectiva vislumbramos que matrimonio y celibato en la Iglesia constituyen dos regalos de Dios a los hombres que mutuamente

se enriquecen y complementan (cf. CCE 1618-1620).

PROPIEDADES DEL MATRIMONIO CRISTIANO

(CF. CCE 1644-1654)

Las propiedades del matrimonio cristiano son: unidad, fecundidad y fidelidad indisoluble.

UNIDAD El amor de los cónyuges tiende esencialmente a la unidad en una

comunidad personal, que abarca todos los sectores de la vida. Como ya no son dos, sino una sola carne (Mt 19,6; cf. Gen 2,24), los esposos

están llamados a unirse y compenetrarse cada vez más profundamente por la fidelidad con que diariamente cumplen su promesa matrimonial:

"La comunión conyugal tiene su raíz en el complemento natural que existe

entre el hombre y la mujer y se alimenta mediante la voluntad personal de los esposos de compartir todo su proyecto de vida, lo que tienen y lo que son."

(FC 19)

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Esta comunidad humana es sancionada, purificada y perfeccionada por

la comunión en Jesucristo, conferida por el sacramento del matrimonio y se hace cada vez más profunda por la oración y por la recepción común

de la Eucaristía:

"Semejante comunión queda radicalmente contradicha por la poligamia, que

se opone directamente al designio de Dios... porque contradice a la igual dignidad personal del hombre y de la mujer, que en el matrimonio se dan con un amor total y, por lo mismo, único y exclusivo".

(FC 19; cf. CCE 1644-1645)

FECUNDIDAD

La fecundidad es también parte esencial del matrimonio, porque la naturaleza misma del amor matrimonial exige que sea fecundo. El hijo

que nace de la unión de los casados no es una consecuencia accidental

del amor que se profesan, sino su realización y consumación.

Es este un servicio a la vida que Dios mismo encargó e incluso prescribió a los esposos en la creación: "Y los bendijo Dios, diciéndoles "Creced y multiplicaos"

(Gen 1,28). Gracias a la fecundidad, los cónyuges participan del amor creador de Dios; son en cierto modo colaboradores e intérpretes de ese

amor creador.

Sin embargo, la fecundidad del amor matrimonial no se limita a la procreación; se prolonga y enriquece con los frutos de la vida moral,

espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Es más, los padres son los primeros y principales

educadores de sus hijos (cf. Vaticano II, Declaración sobre la educación cristiana de la juventud, 3).

En este sentido pleno, la tarea fundamental del matrimonio y la familia es servir a la vida

(cf. GS 50; FC 28). Por esta razón, aquellas personas mayores que, al contraer matrimonio, ya no pueden esperar descendencia, así como los

cónyuges a quienes les ha sido negada la bendición de los hijos, pueden aspirar también a un matrimonio humano y cristiano lleno de sentido.

La misión de servir a la vida tropieza hoy, por múltiples razones, con

una coyuntura social y cultural en la que a muchos cónyuges les resulta difícil aceptar la doctrina de la Iglesia y llevarla a la práctica. La Iglesia

tiene conciencia de la penosa y a veces dramática situación de muchos cónyuges y de las múltiples dificultades de tipo personal y social que

deben afrontar. Pero hoy más que nunca tiene que ponerse de lado de

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la vida frente a la mentalidad del mundo actual, que en ocasiones se muestra contraria a la misma.

El orden moral no fue creado por la Iglesia y no depende de su juicio; le

ha sido dado al hombre por Dios mismo. Por esta razón, en última instancia, son los esposos los que tienen que tomar por sí mismos,

delante de Dios, y con un sentido de paternidad responsable, la decisión

sobre el número de sus hijos.

Sin embargo, no pueden atenerse sin más a su propio criterio, sino que deben dejarse guiar por una conciencia iluminada por los mandamientos

divinos y por la interpretación que de ellos nos ofrece el Magisterio de la Iglesia, según el cual, el amor matrimonial ha de estar abierto siempre a

la vida.

En la formación de este juicio deben tener en cuenta tanto su propio bien personal como el de los hijos -los ya nacidos y los todavía por

venir-, las circunstancias materiales y espirituales, el bien de toda la familia, de la sociedad temporal y de la Iglesia (cf. GS 20; FC 29-33).

Ante las dificultades que acabamos de mencionar, los esposos deben

vivir la paternidad responsable con un esfuerzo constante para superar

las dificultades que les salgan al paso, con una actitud de disciplina y moderación, con la oración y la recepción frecuente de los sacramentos

(cf. FC 34; cf. CCE 1652-1654).

FIDELIDAD INDISOLUBLE

Finalmente, es parte esencial del matrimonio la indisolubilidad del vínculo. Esta fidelidad por encima de toda prueba es consecuencia de la

entrega total con que se dan y aceptan mutuamente los consortes. El amor digno de este nombre es siempre definitivo, y no puede darse de

manera condicionada y en plan de prueba. Hay que añadir que también

el bien de los hijos hace indispensable la fidelidad incondicional y el vínculo indispensable de los esposos. Esta es la voluntad de Dios,

expresada en la misma creación: "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el

hombre" (Mc 10,9).

El argumento más profundo en favor de la indisolubilidad del matrimonio

se basa en la fidelidad de Dios a su alianza, especialmente en la fidelidad indisoluble que Cristo profesa a su Iglesia y de la que el

sacramento del matrimonio es signo y fruto. La indisolubilidad del vínculo matrimonial adquiere así, por medio de este sacramento, una

especial solidez (cf. CCE 1646-1648).

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Uno de los deberes más importantes y más urgentes de la Iglesia de

nuestro tiempo es exponer el valor de la indisolubilidad del matrimonio y de la fidelidad con que los esposos deben amarse; y a los que

consideran cunen o incluso imposible vincularse para toda la vida a una persona, ha de predicarles la Buena Noticia del amor eternamente fiel

que Dios nos tiene. De esta fidelidad participa el matrimonio y gracias a

ella se conserva y se mantiene.

De esta manera la Iglesia quiere ayudar y animar a los que se esfuerzan por ser fieles en el matrimonio, con frecuencia en medio de grandes

dificultades. Pero también hay que reconocer el valor del testimonio de aquellos cónyuges que, abandonados por su consorte, renuncian a

contraer una nueva unión, apoyándose en la fuerza de la fe y de la esperanza cristiana (FC 20).

No obstante, la Iglesia ha sufrido desde el principio la dolorosa

experiencia de que también el matrimonio entre cristianos puede fracasar. Hay situaciones en las que resultan inútiles todos los

esfuerzos que se hacen por salvar el matrimonio; es preciso considerar, entonces, como recurso extremo, la separación de los

esposos. Es éste un camino que la Iglesia acepta. La comunidad

eclesial debe ayudar a estas personas para que puedan hacer frente a su difícil situación y mantener la fidelidad (cf FC 83; CCE

1649). Muchos de los que se divorcian contraen nuevas nupcias fuera de

la Iglesia. Hay que juzgar con imparcialidad la situación de estos separados que se casan de nuevo por lo civil. Pues existe una

diferencia importante entre quienes a pesar de sus sinceros esfuerzos por salvar el matrimonio anterior, han sido

injustamente abandonados, y quienes han destruido un matrimonio válido por culpa grave personal. Es importante tener

presente que aquellos cristianos no se hallan excluidos de la Iglesia. Los sacerdotes y toda la comunidad deben ayudarles con

amor solícito, para que no se consideren separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar como bautizados. Pueden

y deben, sobre todo, oír la palabra de Dios, participar de la

celebración de la Eucaristía, rezar asiduamente y cooperar en las obras de amor al prójimo y en las iniciativas encaminadas a

fomentar la justicia. 'La Iglesia debe orar por ellos, darles ánimo, mostrarse

como madre misericordiosa y fortalecerles así en la fe y en la esperanza" (FC 84; cf.

CCE 165).

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A pesar de todo, la Iglesia, fiel a la palabra de Jesucristo, no puede reconocer semejante unión como matrimonio sacramental,

si estas personas estuvieran válidamente casadas y mientras viva el consorte del primer matrimonio. Estos separados, casados de

nuevo por lo civil, viven objetivamente en contradicción con el orden establecido por Dios; por este motivo, según la práctica de

la Iglesia, no pueden ser admitidos, a la cena eucarística

mientras vivan en comunidad conyugal plena (cf. FC 84; cf. CCE 1650).

LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

La celebración de este sacramento requiere la presencia de la

comunidad cristiana que acompaña, testifica y se compromete con la

pareja que contrae matrimonio. Es preciso señalar que los ministros de este sacramento son los

contrayentes, que expresan ante un testigo cualificado de la iglesia (habitualmente un ministro ordenado) su consentimiento de darse y

recibirse mutuamente para toda la vida.

Tras estas palabras se intercambian los anillos que son símbolo de su amor y fidelidad. Si parece oportuno, pueden entregarse unas monedas

a modo de arras, como signo de los bienes que el matrimonio desde ese momento va a compartir (CCE 1621-1624).

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III: LECTURAS COMPLEMENTARIAS

A. LA PASTORAL EN LA IGLESIA.

I. LA ACCIÓN PASTORAL EN LA IGLESIA II. LA COMUNIDAD CRISTIANA EN LA IGLESIA

5.1 ¿QUÉ ES LA PASTORAL?

Cuando hablamos de “Pastoral Integral” es muy importante entender el sentido de estas dos palabras:

PASTORAL: viene de la palabra PASTOR. Cristo es el BUEN PASTOR ( Jn.10,14-16)

Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, a la acción

salvadora de Dios se le compara con la acción de un Pastor, que cuida y da la vida por sus ovejas. (Is. 40,11; Ez.34).

La Pastoral es hacer presente la vida de Dios, es hacer que el hombre viva la vida de Dios. En este sentido es sinónimo de

EVANGELIZACIÓN = Hacer presente a Cristo. La Iglesia da el nombre de PASTOR a los responsables de

predicar la Palabra de Dios, de ofrecer la santificación a los hombre y de guiar a los cristianos (El Papa, los Obispos y

Sacerdotes = Son la Cabeza de la Iglesia). Por razón del bautismo y la confirmación los Laicos participan a su

medida de esta misión y responsabilidad pastoral.(Mt.20,1-8) A la acción evangelizadora de la Iglesia que desempeñan el Papa,

los Obispos, los Sacerdotes y los Laicos la llamamos: PASTORAL.

Con la palabra “INTEGRAL” se quiere decir que la acción pastoral, o

sea la acción evangelizadora de la Iglesia, debe atender a todos los aspectos de la vida de Dios en nosotros en forma unida y no solo alguno

de ellos. Por tanto, nuestra Pastoral es Integral si logra unificar los siguientes elementos:

1. Integrar a los Agentes de pastoral en unidad de equipo, se

requiere que actúen en equipo.

La acción multiforme de la comunidad eclesial, animada por el Espíritu

Santo, para la realización en el tiempo del Proyecto de Salvación de Dios, sobre la humanidad, y sobre su historia, en relación a las situaciones concretas de vida.

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2. Integrar la catequesis, la Celebración de los Sacramentos, los servicios de caridad y justicia, en una acción unida; se requiere que

los aspectos profético, litúrgico y social vayan unidos. 3. Lograr orientar la diversidad de actividades parroquiales hacia un

resultado común, establecido por Jesucristo, que es la realización del Reino de Dios en Comunidad. Se requiere tener como objetivo la

formación de Comunidades según el Evangelio

4. Lograr organizar las diferentes actividades pastorales dentro de un plan de trabajo, esto es, que la acción pastoral debe realizarse a

través de un Proceso de Planeación, en donde haya la participación de todos.

5.2 El Contenido de la acción Pastoral

El Contenido de la Acción Pastoral son las acciones fundamentales que debemos practicar y ofrecer a los demás para vivir la Evangelización de

Cristo y la salvación de Dios, que deben ser las mismas que Dios ha mandado realizar tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento,

mediante Jesucristo para salvar al hombre. Estas acciones son:

La acción Profética: Anunciar la Palabra de Dios. La Acción Litúrgica: Celebrar y recibir la santificación de Dios.

La Acción Social: Promover la justicia y la caridad para hacer de

la sociedad un Pueblo de Dios.

5.3 El Objetivo de la Acción Pastoral: Formar Comunidades según el Evangelio

Para determinar el objetivo de la Acción pastoral, o sea, el resultado que

debemos alcanzar mediante la acción evangelizadora, es necesario darnos cuenta de cuál fue el objetivo que Jesús tuvo en su misión, ya

que nuestra acción pastoral no puede estar fuera del objetivo del Señor.

La implantación del Reino de Dios

El Evangelio nos descubre que Jesús tuvo como objetivo de su misión: Ayudar al hombre a vivir el Reino de Dios mediante la

Conversión.

Así lo manifiesta desde su predicación inicial: “el plazo está cumplido, el Reino de Dios se ha acercado. Tomen otro camino y

crean en la Buena Nueva” (Mc. 1,15). Las actividades que Jesús realiza (la elección de los Apóstoles,

la fundación de la Iglesia, su fidelidad hasta su Muerte y Resurrección, la encomienda que deja a su Iglesia en la persona

de los Apóstoles para seguir evangelizando, la promesa de su

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asistencia permanente) que son la Acción Pastoral de la Iglesia, y por tanto, nuestra propia Acción Pastoral, no son en sí el

objetivo de Jesús ni el resultado de su Misión. Son medios que Jesús utiliza. El resultado último de la Misión de Jesús en este

mundo es: implantar el Reino de Dios.

5.4 ¿En qué consiste el Reino de Dios que Jesús se ha

propuesto como Objetivo?

Jesús nos revela el Reino de Dios con su predicación y sus hechos:

El Reino de Dios es vivir la Conversión Mt.4,17 Es vivir la fe y la liberación de toda esclavitud Lc. 4,16ss.

Es vivir la pobreza solidaria, la mansedumbre, la misericordia, la limpieza de corazón etc. Es vivir las Bienaventuranzas del Señor

Mt. 5, 3-12. Es liberar del pecado, dar salud y vida y atender a los pobres

Lc.7,18-22. Es convivir en fraternidad y compartir con los más necesitados Mt,

25,34-45.

Hacer y vivir el Reino de Dios es hacer y vivir estas obras. El Reino

de Dios existe allí donde los hombres guiados por la luz y la fuerza del Espíritu Santo, anuncian, viven y hacen las obras que Jesús

anunció, vivió e hizo. Esta es la tarea del apostolado en las Parroquias.

5.5 Formar Comunidades según el Evangelio

Jesús quiso que la vivencia del Reino de Dios se expresara en la

vivencia de una comunidad de personas. El ingreso en el Reino, el crecimiento en él y la salvación eterna, se harían a través de los

mismos hombres relacionados en Comunidad.

Cuando Jesús llamó a sus Apóstoles, los llamó para tres cosas fundamentales: (Mc. 3,13-15.)

Para que estuvieran con El y fueran sus compañeros (formar una comunidad con El y entre sí)

Para enviarlos a predicar anunciando el Reino de Dios. Para expulsar los demonios, liberando a los hombres de

toda esclavitud

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Los Apóstoles buscaban obtener con su acción evangelizadora, que se aceptara a Cristo no solo mentalmente, sino que formaran una

Comunidad en la cual, compartirían la Palabra de Dios, la Oración, la fracción del Pan y la ayuda mutua. (Hechos 2,42-47) y serían testimonio

de vida individual, social y religiosa para los demás. (Hech. 5,12-16).

El aspecto comunitario del Reino de Dios y de la Iglesia, el C. Vaticano

II lo señala afirmando: “Cristo, el Único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia Santa. Comunidad de fe,

esperanza y caridad, como un todo visible” LG 8.

Si Jesús y sus apóstoles, en su acción evangelizadora, buscaron formar comunidades en las cuales los convertidos al evangelio pudieran vivir,

experimentar y comunicar a los demás el Reino de Dios, es por eso que el Objetivo de nuestra Acción Pastoral debe ser: Formar comunidades

según el Evangelio, en donde los hombres que aceptan a Jesucristo, vivan juntos los valores del Reino; en donde se comparta la Oración, la

enseñanza de la Palabra de Dios, la fracción del Pan y la ayuda mutua; en donde se proyecten con espíritu misionero, conforme a la propia

vocación y los dones recibidos, al servicio de los demás.

Si el objetivo de la acción pastoral es formar comunidades según el

evangelio, las acciones particulares de la catequesis, de la liturgia, de los servicios sociales de caridad y justicia, de movimientos y

asociaciones eclesiales, etc., deben ser medios para ese fin, deben orientarse a la formación de esas comunidades.

5.6 La acción pastoral de la Iglesia contra la pobreza

Durante el Encuentro se ha hecho un estudio sobre la Caritas in Veritate del Papa Benedicto XVI, bajo la guía del jesuita colombiano Sergio

Bernal Restrepo, quien ha sido profesor de doctrina social de la Iglesia en la Universidad Pontificia Gregoriana. En consonancia con la reciente

encíclica, el religioso señaló que “sin la perspectiva de una vida eterna, el progreso humano en este mundo se queda sin aliento".

"Encerrado dentro de la historia, queda expuesto al riesgo de reducirse

sólo al incremento del tener; así la humanidad pierde la valentía de

estar disponible para los bienes más altos, para las iniciativas grandes y desinteresadas que la caridad universal exige", aclaró el padre Bernal

Restrepo.

Un tercer enfoque de los trabajos ha sido el discernimiento de los desafíos que la pobreza pone a la misión de la Iglesia y las líneas de

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acción para responder a ellos. "No es la intención hacer un programa de acción para toda la República, pero sí se espera que, con la riqueza de

los aportes compartidos, en cada Diócesis se implementen estrategias locales en la lucha contra la pobreza y la atención de las personas

pobres".

Las acciones que se esperarían estarían en consonancia con los cauces

ordinarios de la pastoral social, que son la asistencia social, la promoción humana, el apoyo a la organización de las comunidades y la

promoción de la aceptación fraterna, que tiene incidencia en la cohesión social”, han señalado los responsables del Encuentro.

5.7 La Acción Pastoral en la historia de la Iglesia

El objetivo de este resumen, es que los alumnos puedan llegar a

reconocer la perspectiva histórica sobre como la acción pastoral de los agente de distintas épocas influyeron sobre su auto concepción de la

Iglesia.

Época Primera: la acción pastoral de la Iglesia en el imperio Romano (S.II-III)a)

a) Agentes del ministerio

Los agentes del ministerio son toda la comunidad de creyentes es de este modo como todos son considerados discípulos del Señor y

hermanos entre si como discípulos de Jesús. También los episcopios diáconos y presbíteros que son los encargados de organizar a las

comunidades, también se encuentra el laico que está encargado de guardar y administrar la eucaristía, participan en las asambleas, en las

acciones de los presbíteros y obispos.

Junto al grupo de viudas se destacan el siglo III en Siria las diaconisas quienes reciben la imposición de mano con un misterio semejante al de

los diáconos.

b) Acciones pastorales

En la Iglesia primitiva, la fe en Jesús, el testimonio de vida y la

enseñanza de la palabra de Dios están en primer plano. El anuncio es la primera tarea de la comunidad que termina después de la fe y de la

conversión, en el bautismo y en la eucaristía, es por esto que podemos que se puede afirmar que la edad post-apostólica esta penetrada

hondamente por el valor santificador de la palabra y la predicación, es

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de este modo como la acción pastoral se de la Iglesia se centra en el anuncio del misterio de Cristo y en su celebración cultural. La

predicación misionera y la homilía litúrgica nacen con los apóstoles y discípulos, que reconocen al Señor como único profeta y maestro. Los

cristianos sufren grandes persecuciones, es así como la Iglesia pasa hacer una fuerza espiritual importante en el imperio Romano.

c) Concepción de la Iglesia

La Iglesia se edifica en el mundo mediante el Espíritu de Dios y el ejercicio de los diferentes servicios y carismas de la comunidad de los

fieles, la Iglesia es una congregación de fieles creyentes en Jesús resucitado que recibe su misión del Espíritu de Dios. Bajo la imagen de

una virgen, la Iglesia aparece como guardiana y protectora de la fe y Cristo es la fuente de sus posibilidades y deberes. Es así como el Señor

engendra en su esposa, por la palabra y la acción sacramental, la vida eterna de Dios.

La Iglesia es la madre fecunda y ejerce su acción pastoral como

mediadora de la verdad y de vida. Desde fines del siglo II los cristianos tienen una conciencia clara de la universalidad de

la Iglesia, esto por su propia constitución y por extenderse hasta los

extremos del orbe entonces conocido.

Época Patrística: acción pastoral de la iglesia en el imperio cristiano (s IV-VII)

a) Agentes del Ministerio

Los agentes del ministerio son los Padres quienes son los responsables

de la comunidad y comendadores de la Escritura estos deben edificar el pueblo de Dios con un concepto de Iglesia que pretende mantener un

admirable equilibrio entre jerarquía y los fieles.

b) Acciones pastorales

En los S.IV y V se convierten al cristianismo grandes masas de paganos

es así como el acento de los escritos patrióticos caen sobre la fe. Se combaten las herejías y se expone la doctrina de la salvación

afirmándose en la narración bíblica. Desciende el número de adultos bautizados y se acrecienta el bautismo infantil. En el siglo II la mayor

parte de la población romana aún habla griego pero ya comienza en ese tiempo a introducir el latín. Se destacan las escuelas pre-sacerdotales

para la formación de clérigos.

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c) Concepción de la Iglesia

En el siglo IV la Iglesia tiene una nueva fisonomía pastoral pues el

cristianismo deja de ser religión prohibida y se convierte en religión oficial o de estado, la Iglesia pasa de la persecución a la paz de

Constantino La Iglesia en esta época es vista tal como una madre que

cuida a sus hijos es la mediadora de salvación, es la esposa que cuida a los hijos a quienes ha engendrado con su palabra y sacramento.

Época medieval: la acción pastoral de la Iglesia en la cristiandad

( s. VIII- XV)

a) Agentes del Ministerio

Se oscurece la conciencia eclesial de los laicos como ciudadanos del mundo y miembros del pueblo de Dios, pues se produce una

clericalización de la Iglesia y una sacralización de la sociedad, hay una negación de la conciencia comunitaria de la Iglesia ya que las relaciones

de la jerarquía con los príncipes influyen de manera negativa en la sociedad y los fieles pasan a considerarse como masa de súbditos tanto

para la iglesia como para el estado.

b) Acciones Pastorales

La Iglesia se inserta de lleno en la comunidad humana de este tiempo, con la autoridad de sus pontífices y obispos, sus instituciones docentes,

la comunidad de las órdenes mendicantes y el apoyo de los príncipes cristianos, la iglesia viene hacer la que sustenta la cavilación cristiana.

Los padres y la comunidad eclesial reaccionan ante las herejías contra la Iglesia. El método sistemático y especulativo de la teología se introduce

en la catequesis y en la predicación. Cristo es la cabeza invisible de la Iglesia.

c) Concepción de la Iglesia

La situación del pueblo es difícil en esta época ya que se acentúa una concepción de Iglesia como una institución sociológica, en el sentido de

sociedad y factor estructurante de la sociedad política. La Iglesia es entendida como Congregatio Fidelium, la Iglesia como una

institución polariza la totalidad del universo y de la comunidad humana. En el s. XIII y bajo la influencia de San Agustín solo participan en la

Iglesia aquellos que están unidos por el bautismo y por la fe. En esta

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época la Iglesia se va liderando como Ecxlesia Regina pues es la que tiene el poder, soberanía y dominio sobre la humanidad.

Época Moderna: acción pastoral de la Iglesia en la reforma y

Contrarreforma (s XVI – XVII)

a) Agentes del Ministerio

Trento intenta una reforma del ministerio episcopal pues se necesita

fortalecer la verdad de la Iglesia, su misión, y la autoridad del Papa y los Obispos. Los Padres tridentinos reconocen que la disciplina eclesiástica

se encuentra gravemente desviada y que las costumbres del clero se han corrompido.

b) Acciones pastorales

Está centrada en la función del ministerio jerárquico y en el opus

operantum de los sacramentos los padres conciliares ante la reforma protestante aconsejan tener prudencia en la lectura de la Biblia y noción

a las orientaciones de las devociones populares, por medio de las artes se manifiesta la oposición ante la postura del protestantismo.

c) Concepción de la Iglesia

Antes de Lutero se había roto la unidad religiosa medieval. Desde el s. XIV hasta finales del s.XV se pronuncian gritos contra el curialismo y

clericalismo de Roma. El nuevo humanismo exalta al hombre y el protestantismo de Lutero pone en crisis la necesidad y función del

aparto institucional de la Iglesia, esto la hace una Iglesia sin valor , puesto que la postura protestante expone libremente que la Iglesia es

corrupta, el Papa y los Obispos n tiene poder puesto que el hombre no los necesita para salvarse puesto que solo la fe salva, acá la palabra

está por encima del sacramento el sacerdocio de los fieles esta sobre el sacerdocio jerárquico y las iglesias locales sobre la universal.

5.7 Criteriología de la Acción Pastoral

Principios de la Acción Pastoral

Principio Teocéntrico:

El primer presupuesto de cualquier acción pastoral consiste en: EXAMINAR el lugar que ocupa Dios. La acción pastoral de la Iglesia tiene

su origen en la DECISIÓN LIBRE DEL PADRE, que nos eligió antes de la

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creación del mundo y nos predestinó a la adopción de hijos. (Ef 1,4-5.10).

LA CONSTRUCCIÓN SOBRE LA IGLESIA, "decretó elevar a los hombres a

la participación de la vida divina, a raíz del pecado de Adán, no lo abandonó sino dispensó en auxilio para la salvación en atención a Cristo

Redentor. Y determinó CONVOCAR a los creyentes en Cristo en la gaita

Iglesia".

EL VATICANO II, habla de los designios de Dios que son abundantes y constituyen los designios primeros de la acción pastoral. "Si El no

hubiese manifestado su PLAN, no podríamos trazar ninguna PLANIFICACIÓN PASTORAL, más aun lo ordena, dirige y gobierna el

mundo y los caminos de la comunidad cristiana, con sabiduría y amor."

La Teología pastoral nace al final del s. XVIII, con una orientación ANTROPOCÉNTRICA UNILATERAL por influjo de la filosofía de su tiempo.

El verdadero carácter TEOCÉNTRICO DE LA PASTORAL de J. M. SAILER y J. B. HIRSCHER con el paso de la filosofía a la religión y la escolástica al

evangelio. Pusieron ambos de relieve el aspecto divino del hecho religioso frente al peligroso ANTROPOMORFISMO de AUFKLÄRUNG. La

concepción pastoral avanza con lentitud por salir del NATURALISMO,

orientándose hacia la REVELACIÓN.

La ACCIÓN PASTORAL DE LA IGLESIA tiene que huir del PELAGIANISMO al ACENTUAR LA PRIORIDAD DE DIOS, en cuya acción colabora el

hombre en la historia.

LA RELIGIÓN CRISTIANA no consiste en un ascenso del hombre hacia Dios, como lo propugnan las religiones ascéticas, sino en el descenso de

Dios al hombre, ya que es una RELIGIÓN MISTÉRICA. En la acción pascual de Dios a través de Cristo.

Es fundamental el concepto de Dios en todo pensamiento y obra

pastoral

Principio Cristológico

"El verbo de Dios por quien fue hecho, se encarnó, Hombre perfecto

para salvar a todos. El es el fin de la historia humana." JESUCRISTO, verdadero Dios y verdadero hombre, prototipo de toda mediación

cristiana. "Su humanidad unida a la persona del Verbo es instrumento de salvación." Toda acción pastoral por ser cristiana, tiene que ser

TEÁNDRICA, es decir DIVINO - HUMANA. El quehacer pastoral se debe

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dar como una SIMBIOSIS entre la participación de Dios y del hombre, cuyo modelo reside en Cristo mediador. Si cortamos la intervención de

Dios en Cristo, llegamos a un PELAGIANISMO PASTORAL; pero si prescindimos del ACTO PERSONAL HUMANO, nos encontramos con un

DOCETISMO APOSTÓLICO.

El principio CRISTOLÓGICO nos muestra la perfecta colaboración

TEÁNDRICA O SINERGIA entre el obrar de Dios y el obrar del hombre. JESUCRISTO ES EL COLABORADOR PERFECTO DE Dios. La acción de la

Iglesia deberá contemplarse siempre a la luz de la acción pascual de Cristo. Nos ayudará rechazar la tentación del "MILAGRISMO", Dios

acepta el ministerio de la Iglesia, divino - humano, como aceptó el servicio TEÁNDRICO de Jesucristo.

Principio Pneumatológico

La acción pascual del Señor, fruto histórico de los designios del Padre,

por el Espíritu donde los últimos tiempos que "ya" han comenzado. El Espíritu es el dador de vida y el crecimiento del pueblo de Dios

simbolizado por el VIENTO, SOPLO, ALIENTO A LA VIDA HUMANA, EMBAJADOR de un mundo definitivo; conjuntamente con el juicio de

Dios, cumplido plenamente en Cristo cabeza. El Espíritu es el

fundamento del nuevo pueblo. Y conserva una cierta libertad o autonomía dentro de la vida de la Iglesia. Guía la Iglesia a toda verdad

(cf. Jn. 16,13), unifica la comunión y ministerio; provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y embellece con sus frutos.

CONGAR la resume: "Cristo es la causa eficiente fontal, de la misión del

Espíritu como la de los apóstoles. La causa final de esta doble misión continúa la obra de Cristo estableciendo la Iglesia, el Espíritu y los

apóstoles son causa inmediata eficiente pero ambas viven y trabajan, los apóstoles son causa FORMAL, forman parte de la institución, no sólo

son los que edifican la casa de Dios - causa inmediata (1 Co 3,9-17) sino las mismas piedras del edificio - causa formal (Ef 2.20).

Principio Eclesiológico

- La teología pastoral presupone un conocimiento esencial de la Iglesia y un ANÁLISIS TEOLÓGICO DE LA SITUACIÓN ACTUAL

-Ni se puede JUZGAR EL PRESENTE (porque es) y NORMATIVIZAR EL FUTURO (lo que debe ser).

La comunidad cristiana primitiva reconoció ECCLESIA PUEBLO DE DIOS

en analogía con la SINAGOGA JUDÍA, no con la POLIS GRIEGA ROMANA.

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Los cristianos se reúnen para OÍR lo que Dios dice, no para decir o decidir sin presupuestos divinos previos. Usan tres vocablos: IGLESIA

TOTAL, COMUNIDAD LOCAL Y ASAMBLEA CULTUAL. Se le denomina PUEBLO DE DIOS. Comunidad cristiana como CUERPO DE CRISTO Y

TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO. San Cipriano afirma: Toda Iglesia es una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu

Santo"

Al verdadero concepto ECLESIOLÓGICO ACTUAL deberá ajustarse a

nuestra pastoral. TEOLÓGICAMENTE K. RAHNER afirma: la Iglesia es la comunidad socialmente constituida por la FE, ESPERANZA Y CARIDAD

que se actualiza en Cristo en el mundo, como realidad y verdad plena de la revelación ESCATOLÓGICA de Dios.

La Iglesia es el pueblo de Dios que vive del cuerpo de Cristo y en la

celebración eucarística se hace cuerpo de Cristo Visibilidad del SACRAMENTO. Su principio no es la SANGRE, sino la FE (bautismo); su

existencia reside en una ENTREGA (AGAPÉ, MARTYRIUM), acto de entrega de Cristo (eucaristía). Existe correspondencia entre JERARQUÍA-

SACRAMENTO y jurisdicción -orden, Pero el centro de la Iglesia no es el CRISTO HISTÓRICO sino el CRISTO PASCUAL que habla en el ESPÍRITU.

Principio Histórico Salvífico

- El N.T. no habla de HISTORIA DE SALVACIÓN sino de "OIKONOMIA", presenta unos sucesos salvadores donde Dios interviene en la HISTORIA

Algunos exégetas cómo CULLMAN, afirman que entre la historia de

salvación, constituida por sucesos salvadores de los KAIROI SAGRADOS o instantes cruciales, e historia profana, constituida por hechos

históricos humanos, no hay identidad sino analogía.

Hoy se tiende, después de la Pacem in terris, de Juan XXIII y Vaticano II, a considerar la historia GLOBAL.

Pablo VI decía (Sept. 1966) a los teólogos reunidos en Roma: "El

concilio exhorta a los teólogos a que elaboren una teología que sea a la

vez pastoral y científica; que se mantenga en estrecho contacto con las FUENTES PATRÍSTICAS, HISTÓRICAS Y ESPECIALMENTE BÍBLICAS, que

se respete la autoridad docente de la Iglesia y en particular al vicario de Cristo, relacionada con la humanidad según ésta es vivida en la

actualidad histórica concreta.

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La historia de salvación hay que relacionarla totalmente con la historia actual. Iluminar evangélicamente todos los acontecimientos, supone la

visión el don del Espíritu de la Sabiduría, así son más profundos, más evangelizados y catequizados.

5.8 La Pastoral Familiar

En nuestra Iglesia Diocesana existen diversas pastorales, que trabajan en la evangelización, la construcción y la implantación del reino de Dios,

en una forma particular y especifica dentro de la pastoral orgánica diocesana. Por eso presentaremos cada una de ellas, para conocer su

trabajo, sus metas y objetivos. Iniciaremos con la Pastoral Familiar… LA PASTORAL FAMILIAR. Es la acción evangelizadora de la Iglesia,

orientada por sus pastores con la familia acompañándola en todas las etapas y situaciones de su existencia para ayudarlas a cumplir su misión

en el mundo. Objetivo general. Formar o consolidar Equipos de Pastoral Familiar en las Parroquias para que trabajen en forma real, organizada,

básica y operante en su comunidad Objetivo particular Transmitir la buena nueva del Matrimonio, Familia y la Vida en todas las etapas y

situaciones de la Iglesia Doméstica para que se desarrolle en forma integral conforme al Plan de Dios. PASTORAL FAMILIAR DEBE. Anunciar,

celebrar y servir al evangelio de la familia y de la vida en todos sus

contextos. PASTORAL FAMILIAR ES. BÁSICA = Por su misma naturaleza, presente y anterior a todas las pastorales. SENTIDA = Acogida y

asumida por toda la comunidad diocesana, es pieza maestra para la articulación de una pastoral orgánica. REAL = El primer responsable es

el Señor Obispo, quien debe dedicarle tiempo, atención, personas y recursos. PRIORITARIA = Porque está presente en toda actividad

pastoral de la Iglesia, que tiende a la salvación del hombre. La cual siempre sale de la familia y llega a la familia. ESPECÍFICA = Se dirige a

la familia en cada etapa, situación o circunstancias. OPERANTE = Insertada en la pastoral orgánica. Todo se ha desarrollado desde lo

establecido en nuestro Primer Sínodo Diocesano DESAFÍOS. Que la Pastoral Familiar diocesana cuente con programas adecuados y

oportunos, para que con sentido eclesial promuevan los diferentes movimientos de familia. Que la pastoral familiar, en coordinación con las

pastorales implicadas, promueva la eficaz preparación y vivencia del

matrimonio de manera: Remota (niños y jóvenes), próxima (novios), inmediata (contrayentes) y acompañamiento familiar (casados). 138.

Que las familias cristianas sean promotoras eficientes de la Cultura de la Vida. LÍNEAS DE ACCIÓN. 183. Que la Comisión de Pastoral Familiar

integrada por los representantes de los diversos movimientos familiares promueva la formación integral de la familia en sus diferentes etapas,

sin olvidar aquellas que viven en situaciones difíciles e irregulares. Que

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en cada parroquia se promueva la Pastoral Familiar vinculada a la Comisión diocesana para que anime la integración familiar, la

participación activa en las celebraciones litúrgicas y el compromiso social. Para la unificación de criterios de preparación y celebración del

Sacramento del Matrimonio en la Diócesis se dispondrá de un prontuario matrimonial explicitando las normas del derecho universal y particular.

PROCESO DE PREPARACIÓN DEL AGENTE DE PASTORAL FAMILIAR I.

Convocar a las parejas a conocer que es la pastoral familiar y la necesidad de trabajar en sus parroquias en defensa de la familia y de la

vida esto es establecer un compromiso II. Iniciar la formación como agentes de pastoral familiar parroquia, esto nos lleva a seguir un

programa III. La parroquia contara con agentes preparados para llevar a cabo el trabajo. CAPACITACIÓN. 1.-PARROQUIAL. Lectura de

documentos básicos sobre la familia, Crecimiento en la formación Espiritual, Capacitación en áreas generales (didáctica, liderazgo, oratoria

etc.) 2.-DIOCESANO. Reuniones periódicas para evaluar nuestra formación en las tres áreas anteriores, Informes de actividades

realizadas, Retiros y talleres de capacitación, Participar en las actividades que requiera la Diócesis COMPROMISO. PARROQUIAL: Asistir

y participar en los eventos de capacitación y en los solicitados por el Párroco que surjan del conocimiento de nuestra realidad para promover

y defender el Evangelio de la familia y de la vida con entrega total.

DIOCESANO: Asistir y participar en lo convocado a nivel Diocesano, sabedores que será en la línea de cumplir nuestro Plan Diocesano de

Pastoral Familiar apegado a lo solicitado por nuestro Señor Obispo y Sacerdotes responsables.

La Iglesia acompaña a la familia cristiana en su camino

Al igual que toda realidad viviente, también la familia está llamada a

desarrollarse y crecer. Después de la preparación durante el noviazgo y la celebración sacramental del matrimonio la pareja comienza el camino

cotidiano hacia la progresiva actuación de los valores y deberes del mismo matrimonio.

A la luz de la fe y en virtud de la esperanza, la familia cristiana participa,

en comunión con la Iglesia, en la experiencia de la peregrinación terrena

hacia la plena revelación y realización del Reino de Dios.

Por ello hay que subrayar una vez más la urgencia de la intervención pastoral de la Iglesia en apoyo de la familia. Hay que llevar a cabo toda

clase de esfuerzos para que la pastoral de la familia adquiera consistencia y se desarrolle, dedicándose a un sector verdaderamente

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prioritario, con la certeza de que la evangelización, en el futuro, depende en gran parte de la Iglesia doméstica.

La solicitud pastoral de la Iglesia no se limitará solamente a las familias

cristianas más cercanas, sino que, ampliando los propios horizontes en la medida del Corazón de Cristo, se mostrará más viva aún hacia el

conjunto de las familias en general y en particular hacia aquellas que se

hallan en situaciones difíciles o irregulares. Para todas ellas la Iglesia tendrá palabras de verdad, de bondad, de comprensión, de esperanza,

de viva participación en sus dificultades a veces dramáticas; ofrecerá a todos su ayuda desinteresada, a fin de que puedan acercarse al modelo

de familia, que ha querido el Creador “desde el principio” y que Cristo ha renovado con su gracia redentora.

La acción pastoral de la Iglesia debe ser progresiva, incluso en el sentido

de que debe seguir a la familia, acompañándola paso a paso en las diversas etapas de su formación y de su desarrollo.

5.9 Pastoral Educativa

La acción pastoral educativa es la educación cristiana, o sea, es la

tarea de la comunidad eclesial, que animada por el Espíritu Santo,

busca actualizar la praxis de Jesús Maestro, para implantar el Reino de Dios en el mundo de la educación, constituyendo Comunidades

cristianas.

Es una acción de la IGLESIA que mira la vida concreta de los alumnos y desde los VALORES EVANGÉLICOS invita a crear una

COMUNIDAD DE CREYENTES

Convencimientos Básicos

Lo específico de la Escuela es lo educativo y eso se especifica en

los contenidos. Lo específico de un plantel docente es su ciencia, su saber, su

cultura.

Lo que buscan, los que se aproximan a una escuela, aún a una católica, es saber.

Si la escuela quiere hacer una propuesta pastoral, tiene que ser una pastoral acerca del saber, una pastoral acerca de los saberes:

si la pastoral que llamamos educativa no está en los currículos académicos, en las asignaturas, si no está ahí, sencillamente… LO

PASTORAL NO ESTÁ.

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La yuxtaposición no es camino válido de la Pastoral educativa. La consideración crítica de las ciencias en este cambio epocal

puede ser un camino para hacer posible esta pastoral. Todo esto no se puede hacer si no hay un/unos cuerpo/s de

educadores conscientes del cambio necesario. El principal actor del cambio institucional es el docente y el docente en grupos o

comunidades conscientes y responsables.

5.10 Pastoral Migratoria

El trabajo de Pastoral Migratoria va más allá de un compromiso de

amistad, entre instituciones y organizaciones internacionales, porque nosotros priorizamos al ser humano, independientemente de su

condición social, religiosa, cultural y de su condición legal, etc. Es decir hacemos un trabajo sin discriminación, enfocando siempre la

solidaridad. Dando cumplimiento al papel de la iglesia dentro de la doctrina social, enmarcada en las direcciones pastorales

correspondientes.

Objetivo General

Brindar atención humana y solidaria, apoyando a los Migrantes,

Emigrantes, Desplazados y Refugiados, promoviendo el cumplimento de sus derechos, respetando su condición psicológica, social, legal y

valorando sus diferencias culturales, costumbres.

Misión

Busca promover el cumplimiento de los derechos humanos de los más necesitados, prestando un servicio evangelizador y de promoción social

a los Migrantes, Emigrantes, Inmigrantes, Desplazados y Refugiados realizando con ellos a nivel personal, familiar actividades de asistencia

social, acogida, apoyo, orientación y sensibilización.

Visión

Nuestro servicio obedece a la búsqueda de solidaridad con los

migrantes, solicitantes de refugio y refugiados, gente pobre que en sus desplazamientos, son víctimas de discriminación, destrucción familiar,

pérdida de identidad, abandono, desarraigo, vulneración de derechos y abusos de todo orden. Dando cumplimiento a las enseñanzas de la

Iglesia católica.

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Servicios

Acogida y orientación a los Migrantes, Desplazados y Refugiados.

Atención diaria de solicitud de asistencia humanitaria (alimentación, vivienda, salud, educación, elementos de habitad y

cocina, atención medica, entrega de medicamentos).

Alojamiento temporal en la Casa de Acogida Cristo Peregrino Coordinación para facilitar el acceso a los servicios que prestan las

instituciones públicas como: Entidades educativas, cuidado diario y de salud.

Apoyo de orientación psico-social. Asesoría Legal en todos los ámbitos (documentación, apelaciones,

juicios de alimentos dirigidos a migrantes, refugiados y gente pobre del sector.

Acompañamiento a las familias de los Migrantes, desplazados, Refugiados, gente pobre del sector mediante visitas domiciliarias

para detectar los problemas y posibles soluciones. Financiamiento de pasaje a gente pobre del sector, desplazados,

Migrantes y refugiados a diferentes lugares. Capacitación técnica dirigida maestros de los establecimientos

educativos y formación ocupacional y sensibilización dirigida a los

migrantes, refugiados y gente pobre del sector. Con lo que propiciamos el desarrollo humano.

Organización de actividades para facilitar el intercambio e intercambio de experiencias para fortalecer lasos de amistad y

solidaridad. Coordinación para que mediante la organización la población

receptora y migrante puedan acceder a préstamos para desarrollar proyectos Productivos.

Orientación y mediación para ubicación laboral. Acompañamiento a grupos de apoyo familias de migrantes cuyos

jefes de familia salen de su país. Sensibilización en las parroquias de la provincia para formar

agentes de pastoral solidarios con sus hermanos migrantes.

5.11 La Pastoral Misionera con los Niños

Es Jesús mismo quien nos ha llamado: "ven y sígueme", "amigos", "Id

y evangelizad a todas las gentes" (Mt 28,19). Espera que seamos sus discípulos y que hagamos discípulos para El. Esto es lo que se

proponen los niños en la Infancia Misionera: "ser amigos de Jesús y hacer amigos para Jesús".

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La Infancia Misionera se propone conseguir que los niños cumplan adecuadamente su misión local y universal. En esta pastoral misionera,

no sólo somos misioneros sino que ayudamos a que otros sean misioneros. Nos proponemos "ser" discípulos de Jesús, "hacer

discípulos" para Jesús y ayudar a "que ellos hagan" más discípulos para El. Por ello, esta pastoral misionera ha de tener una efectiva prioridad

dentro de la pastoral diocesana y parroquial (RM 83).

La Infancia Misionera, realmente, es la principal Obra de la Iglesia

universal y de cada Iglesia particular para la pastoral misionera con los niños.

Este servicio misionero se realiza con el protagonismo de los mismos

niños. Jesús mismo es quien les ha dado una misión muy importante en la Iglesia y en el mundo. Ellos mismos han de realizarla evangelizándose

y evangelizando. Los niños ciertamente son destinatarios de la pastoral misionera. Pero, ante todo, son sus protagonistas: por ello, la pastoral

misionera habrá de ser siempre "con" los niños.

Una Pastoral Misionera con los niños requiere la realización de servicios en cuatro áreas, entre sí complementarias:

1. Animación Misionera

Para despertar, avivar y sostener en los niños el espíritu misionero universal. Los medios que generalmente se utilizan para ello son: la

oración, la información misionera, la motivación misionera, la asociación de los niños y su acompañamiento misionero.

2. Formación Misionera

Para ayudar a que los niños hagan la "Escuela con Jesús" y, así, tengan criterios y mentalidad misionera, como la de su Maestro. Comprende

como contenidos y actividades: la catequesis y teología de la misión, la espiritualidad misionera y la Metodología y práctica misioneras.

3. Comunión y Organización Misionera

Para promover la comunión misionera entre los niños. La organización ayudará a utilizar adecuadamente los recursos disponibles para su

servicio misionero y a integrar bien los servicios de los niños y los de sus animadores en la comunidad eclesial.

4. Cooperación Misionera

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Para ayudar a que cada niño realice los aportes misioneros que le

corresponden en su comunidad local y en favor de la evangelización universal, especialmente por los niños en "la misión ad gentes".

Así, la Infancia Misionera con esta animación, formación, comunión y

cooperación misioneras, ayuda a cada niño para que sea misionero en

su familia, en su escuela, en su comunidad y misionero para el mundo entero. Sirviendo a los niños en las cuatro áreas, la Infancia Misionera

cumple su principal finalidad que es la de su educación misionera y logra, también, promover su creciente cooperación misionera universal.

5.12 Visitación a los Enfermos

Objetivos

Entender las teodiceas que se utilizan para describir el sufrimiento

y cómo entenderlo Entender aquellas cosas que debemos saber cuándo ayudamos a

personas que están sufriendo o enfermas Aprender a cómo ayudar a aquellas personas que están luchando

con la enfermedad

Explorar y entender nuestra responsabilidad pastoral con aquellas personas enfermas

Sugerir una lista de pasajes bíblicos que se pueden utilizar cuando visitamos a personas enfermas

Teodiceas Comunes para entender el sufrimiento

A. Teodiceas = formas que usamos para darle sentido a las

paradojas del bien y el mal

Libre albedrío - El sufrimiento es algo que nosotros mismos o mismas provocamos por nuestro "libre albedrío". Esta es la

libertad de escoger entre el bien y el mal. Como humanos no somos seres pasivos en lo que nos ocurre, sino que sufrimos las

consecuencias de nuestras decisiones.

Castigo - El sufrimiento sirve para castigarnos y enseñarnos a ser perfectos o perfectas. El castigo es una forma de llevarnos a la

meta final que es la salvación sin violar nuestra libertad. Pedagógico - El sufrimiento es un elemento pedagógico para

enseñarnos. Este argumento presenta muchas preguntas éticas. Auto limitación de Dios - Los teólogos judíos utilizaron este

argumento para poder justificar lo que pasó en el holocausto

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durante los años cuarenta en Europa. Sin embargo, este argumento también presenta muchos problemas, especialmente la

pregunta si Dios se auto-limita para permitir que el mal exista, entonces no es un Dios que merece nuestra adoración.

B. ¿Cómo entendemos el sufrimiento en el contexto Cristiano y

cuál es la diferencia entre sufrimiento y dolor?

El sufrimiento surge cuando "la integridad y la existencia

continuada de un ser humano es amenazada" por fuerzas externas o internas.

El dolor es una condición física que crea malestar en nuestro cuerpo en grados diferentes. El dolor es solamente un síntoma,

una sirena o campana que suena para decirnos que nuestro cuerpo está en peligro o está siendo atacado por algo.

La medicina moderna pone su atención en la eliminación del dolor, pero no toca el sufrimiento humano.

Un elemento crítico del sufrimiento es que no le hace sendido al que lo está pasando.

El sufrimiento es parte integral de nuestra humanidad. Somos personas limitadas. Nuestros cuerpos son finitos, como tal están

propensos a enfermarse, a experimentar el sufrimiento, y a sufrir

limitaciones cuando lucha con el ambiente externo. El sufrimiento es más que la enfermedad. El sufrimiento puede ser

creado por condiciones socio-económicas, puede ser creado por la opresión, la explotación, y el desaforo social. Cuando la gente

experimenta la falta de poder para trabajar con sus propias circunstancias, se produce estrés y sufrimiento, el cual se refleja

en condiciones de pobreza, educacionales, de salud y de bienestar en las comunidades afectadas.

Cosas que tenemos que entender al trabajar con la enfermedad

La enfermedad produce una crisis en la persona enferma y en su

familia inmediata. La enfermedad desestabiliza a la persona y a su familia.

La enfermedad puede ser una carga económica para la familia.

La enfermedad puede crear coraje en la persona y en su familia si la iglesia no los/las atiende propiamente.

Ministerio y cuidado pastoral con las personas enfermas

Como pastores y pastoras en iglesias, una de nuestras grandes

responsabilidades es el cuidado pastoral de los enfermos de nuestra

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iglesia y de la comunidad donde servimos. Este cuidado se da en varias formas de ministerio que detallamos a continuación:

Presencia - esté presente con la persona enferma y con su

familia a través de su enfermedad Escuchar - el dolor por el cual la persona está pasando y darle el

apoyo moral y espiritual que necesita

Oración - ore con mucha fe y con autoridad, Dios está de su parte

Calor humano - ame a la persona y entienda su sufrimiento y las presiones por las cuales pueda estar pasando

Apoyo práctico - pregunte a la persona si hay algo que usted o la iglesia puedan hacer por ellos. Pregunte si quieren que la iglesia

ore por ellos y busque formas prácticas para apoyar a la persona y a su familia durante la crisis.

Formas en las que el cuerpo sana

Cuando el cuerpo se enferma hay varias formas en las cuales puede

recobrar la salud. En nuestro mundo existe una variedad innumerable de enfermedades a las que nuestros cuerpos son susceptibles.

Reconocemos que hay varias formas en las cuales el cuerpo puede

encontrar sanidad. Estas son:

1. El cuerpo se sana así mismo a través de la habilidad recuperativa que Dios le dió. Algunas formas son la restauración que producen

las células blancas al atacar las infecciones del cuerpo, o el crecimiento de los huesos y las células dañadas y a través de

muchos otros procesos que los doctores continúan descubriendo cada día.

2. La persona puede ser sanada cuando se pone en las manos de un

médico para recibir tratamiento. Dios usa los doctores y doctoras en medicina para sanar la enfermedad. Por

ejemplo, una persona con neumonía puede acudir a un médico para que diagnostique su enfermedad y prescriba los antibióticos

necesarios para la sanación. Usualmente si la persona sigue las

instrucciones del médico puede sanar rápidamente. Una persona puede tener problemas con su corazón. El o ella pueden acudir a

un médico para que determine si la persona tiene bloqueadas las arterias de su corazón. El médico puede determinar si una

intervención quirúrgica puede reparar las arterias, de no ser asi la persona podría morir. En la mayor parte de los casos la persona

que es intervenida puede recuperar y regresar a su vida normal.

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Toda esta sabiduría es dada por Dios para que nosotros y nosotras la usemos.

3. Tercero, Dios puede sanar el cuerpo a través de un milagro--

la divina sanidad de Dios. Una persona que ha caido enferma puede tornarse a Dios en busca de un milagro. Dependemos de

la voluntad de Dios y de nuestra fe para que se realice el

milagro de Dios. Algunas personas son sanadas por su propia oración. Otras veces la persona es sanada por la oración de otras

personas, especialmente la iglesia. Algunas personas se les ha sido dada el regalo de la sanidad. En 1ra. de Corintios 12:4-11, se

nos habla de que hay una variedad de dones que Dios le ha dado a aquellos o aquellas que creen en Cristo y que le son fieles. Estos

o éstas reciben esos dones, entre ellos, el de la sanidad.

Pasajes que nos hablan de sanidad en la Biblia

1 Reyes 17:8-24 2 Reyes 5:1-14

Mateo 9:1-8 Mateo 9:18-26

Mateo 9:27-37

Marcos 7:31-37 Marcos 8:22-25

Lucas 7:11-16 Lucas 13:11-13

Lucas 14:1-6 Lucas 17:11-19

Juan 4:46-53 Juan 5:1-9

Juan 9:1-41

Juan 11:1-45 Marcos 1:23-27

& Lucas 4:33-36 Mateo 8:5-13 &

Lucas 7:1-10

Mateo 12:22-26 & Lucas 11:14-

18 Mateo 15:21-31

& Marcos 7:24-30

Mateo 8:2-4, Marcos 1:40-45,

Lucas 5:12-17

Mateo 8:14-17, Marcos 1:29-33,

Lucas 4:38-41 Mateo 8:28-34,

Marcos 5:1-20,

Lucas 8:27-39 Hechos 3:1-10

Hechos 8:4-8 Hechos 14:8-10

Hechos 16:16-18 Hechos 20:7-12

Textos bíblicos útiles

COMO CONFRONTAR LA

ENFERMEDAD:

Salmo 23 Marcos 1:29-34

Marcos 6: 53-56 Santiago 5:14-16

COMO SUPERAR LA ADICCION:

Salmo 40:1-5, 11-

17 Salmo 116:1-7

Proverbios 23:29-35

2 Corintios 5:16-21 Efesios 4:22-24

DONDE ENCONTRAR

FUERZAS:

Salmo 46 Salmo 138

Isaías 40:27-31 Isaías 51:12-16

Efesios 6:10-20 2 Tesalonicenses

2:16-17

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5.13 Líneas Pastorales en las Comunicaciones Sociales

La primera propuesta de estas Líneas había sido elaborada sobre los siguientes puntos:

COMUNICACIÓN (La evangelización en el actual proceso de la

Comunicación Social. La comunicación dentro de la Iglesia, la

comunicación hacia la Iglesia y la comunicación desde la Iglesia) EVANGELIZACIÓN (La Evangelización ante los desafíos y con las

posibilidades de la Comunicación Social MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL (Los Medios y la Iglesia,

Los Medios de la Iglesia, los Iglesia en los Medios.

1. La Iglesia vive para evangelizar. La auténtica Fe de la Iglesia pide y exige hacerse cultura. Es misión de la Iglesia la evangelización

de la cultura. Como está inserta en el tiempo, busca, con los criterios del Evangelio, transformar su tiempo en un tiempo

nuevo. A la luz del Evangelio, la Iglesia está llamada a hacer un aporte de discernimiento de lo que favorece y de lo que entorpece

la vocación humana integral. En lo más profundo de su vocación está el salir de sí, el darse: es su vocación misionera.

2. La Iglesia es comunión. “La Iglesia es signo e instrumento de

salvación, es decir, de la unión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí”. Es tarea de la Iglesia, por tanto, establecer

vínculos de los hombres con Dios y de éstos entre sí. Es lo esencial de la comunicación. Uno de sus pilares es la unidad. Es

una unidad plural, donde todos tienen la misma dignidad, pero cada miembro realiza distintas funciones y tiene diversos

carismas.

En términos comunicacionales, la imagen de la Iglesia debe entenderse como la proyección exterior de su identidad. En este sentido es

necesario buscar la coincidencia entre: la imagen externa, la que se conforma en la mente de las

personas, con su identidad propia: vivir y anunciar a Jesucristo, Señor

de la Historia.

5.14 La comunicación de la Iglesia

El desarrollo formidable del fenómeno comunicacional plantea

situaciones nuevas, desconcertantes y, por lo tanto, desafiantes. Creemos necesario que en la Iglesia, principalmente en los Pastores, se

dé un gran giro de su mentalidad y actitud respecto de la

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comunicación: parece necesario dejar de entenderla como una función secundaria de apoyo a la evangelización y pasar a considerarla

como un ingrediente necesario y estratégico en su misión.

El Documento de la Conferencia Episcopal Española señala que debemos “provocar en la propia Iglesia un cambio importante en su estrategia

comunicativa y en su acción pastoral, pues no basta ya con una concepción difusora e instrumental de las comunicaciones, sino que es necesario una

pastoral cultural que, por una parte, contribuya a que toda la labor de la Iglesia en su conjunto y en sus propias instituciones y comunidades sea ella misma mas comunicativa y, por otro lado, se proceda de manera más creativa

y audaz a una presencia eficaz de la Iglesia, destinando para ello más medios y personas cualificadas que, con su trabajo profesional o voluntario, hagan de la

comunicación el ámbito privilegiado de su compromiso cristiano, con una espiritualidad propia. Y sobre todo, y aquí probablemente este el mayor de los reto, formar a los fieles en el uso responsable de los medios y en la justa

exigencia de sus derechos como público.”1

Nuestra labor pastoral en este proceso de comunicación, para ser posible y eficaz, requiere actitudes lúcidas y acciones concretas.

La Iglesia debe ser capaz de asumir que la información no es algo que

pueda ser entendida sólo por sí misma (por el valor que encierra o el modo como se la presenta), sino que siempre está requiriendo una

específica y explícita decisión por parte de quien la recibe. Y esta surge

a través de una síntesis de tres selecciones diferentes:

selección de información (contenidos), selección de cómo se expresa esta información y

selección de lo que se entiende o se mal entiende de esta expresión y de su contenido.

Ninguno de estos componentes, aisladamente considerados, crea

comunicación. Ésta se logra sólo cuando se pueden procesar en conjunto.

Es decir, sólo logramos comunicación cuando podemos articular un

mensaje: cuyo contenido sea de interés,

que sea expresado por medios y maneras adecuadas y que sea comprensible tanto en su forma como en su fondo.

1 CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA, Comunicación y Misión. Directorio sobre las comunicaciones sociales en la misión de la Iglesia, según el Prologo presentado por la Comisión Episcopal de medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española, (24.01.06), n-p. 3-4.

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No hay comunicación si falla alguno de estos tres aspectos, por valiosos que sean los demás.

Entendemos que distinguir estos tres

componentes de todo fenómeno comunicacional, es decir, el contenido,

la expresión y el entendimiento, y

actuar con relación a ellos para que logren crear comunión, es el propósito

y el aporte de una Pastoral de las Comunicaciones.

En el gráfico siguiente puede

observarse el planteamiento general que ilumina esta propuesta: generar

un flujo comunicacional de doble vía, con centro en cada diócesis y encarnada en cada realidad parroquial. El primer agente de pastoral

es el propio “pastor”, llamado a ser el protagonista de la comunicación eclesial, de doble vía.

5.15 Objetivos de una Pastoral de la Comunicación

Estos lineamientos para las Comunicaciones Sociales procuran: Fortalecer la comunicación social en la vida y en la acción misionera

de la Iglesia. Desde el Concilio hasta hoy la Iglesia ha tomado todavía más conciencia de la importancia de conjugar todos los

ámbitos de la vida eclesial con esta nueva realidad cultural y social […] y promover la comunicación en el campo eclesial para que su

presencia en los medios sea más incisiva”2. Proponer en la Iglesia un cambio importante en su estrategia

comunicativa y en su acción pastoral, capacitando a los agentes para lograr una planificación orgánica: “El fenómeno actual de

las comunicaciones sociales impulsa a la Iglesia a una suerte de ‘conversión’ pastoral y cultural para estar en grado de afrontar de

manera adecuada el cambio de época que estamos viviendo. De esta exigencia se deben hacer interpretes, sobre todo, los pastores: es

importante trabajar para que el anuncio del Evangelio se haga de

modo incisivo, que estimule la escucha y favorezca la acogida”3.

2 CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA, Orientaciones pastorales Comunicare il Vangelo in un mondo che cambia, (29.06.2001), n. 39. 3 JUAN PABLO II, Carta Apostólica a los responsables de las comunicaciones sociales, (24.01.2005), n. 8.

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I. LA COMUNIDAD CRISTIANA EN LA IGLESIA

Rol de los cristianos: La doctrina Social de la Iglesia tiene como

principales destinatarios a los católicos laicos que se mueven en el mundo de la política. Aunque la Iglesia afirma que no debe inmiscuirse

en ¡apolítica, como ya hemos visto, al mismo tiempo Juan XIII afirmó que 105 fieles que actúan en política deben respetar los principios del

derecho natural, observar la doctrina social de la Iglesia y especialmente obedecer las directrices de las autoridades eclesiásticas. Y esto se debe

a que la Iglesia tiene el derecho y al mismo tiempo el deber de tutelar los principios de la fe y de la moral, y también el de interponer su

autoridad cerca de los suyos, aun en la esfera del orden temporal, cuando es necesario comunicar cómo deben aplicarse dichos principios a

los casos concretos.

Poco después el Concilio afirmaba que «es de suma importancia, sobre

todo allí donde existe una sociedad pluralista, tener un recto concepto de las relaciones entre la comunidad política y la Iglesia y distinguir

netamente entre la acción que los cristianos, aislada o asociadamente, llevan a cabo a título personal, como ciudadanos de acuerdo con su

conciencia cristiana, y la acción que realizan, en nombre de la Iglesia, en comunión con sus pastores.

Esta división entre las acciones de los cristianos “como ciudadanos” y la

acción en conjunción con los pastores, puede ejemplificarse, la primera con la Democracia Cristiana, y la segunda con la Acción Católica. Esta

última es una institución de la Iglesia, mientras que los partidos demócrata cristianos, aunque basan sus plataformas en algunos

principios tomados de las enseñanzas de la Iglesia Católica mantienen

independencia frente a las jerarquías eclesiásticas.

Bibliografía

IDEAS PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL PROYECTO CURRICULAR DE

UNA ESCUELA EN PASTORAL (Primera Parte).

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Santiago Rodríguez Mancini – Javier Castagnola – Patricia Cesca Colección Cruz del Sur - Editorial Stella 2000

CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA, Comunicación y Misión. Directorio sobre las comunicaciones sociales en la misión de la

Iglesia, según el Prologo presentado por la Comisión Episcopal de medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal

Española, (24.01.06), n-p. 3-4.

CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA, Orientaciones pastorales Comunicare il Vangelo in un mondo che cambia, (29.06.2001), n.

39. JUAN PABLO II, Carta Apostólica a los responsables de las

comunicaciones sociales, (24.01.2005), n. 8.

B. LA INICIACIÓN CRISTIANA

LA INICIACIÓN CRISTIANA EN CUANTO MEDIACIÓN DE LA

IGLESIA

LXX Asamblea Plena de la

conferencia Episcopal Española, La Iniciación Cristiana, 27-11-98

(selección de textos)

Sentido amplio de la palabra Iniciación

17 Al término "iniciación" se le suele asignar el significado de proceso de aprendizaje o introducción progresiva en el conocimiento de una teoría

(doctrina) o de una práctica (oficio, disciplina, ocupación o profesión); y también el significado de proceso de socialización por el cual una

persona asimila existencialmente las creencias, normas, valores, comportamientos, actitudes y ritos de un determinado grupo social.

En las religiones primitivas suele aplicarse el término "iniciación" al

conjunto de pruebas, ritos y enseñanzas que el niño ha de superar al llegar a la pubertad, para ser introducido en la vida adulta, logrando así

una nueva identidad personal y el reconocimiento social. En las religiones antiguas la iniciación llevaba consigo la introducción en una

experiencia religiosa, mediante el conocimiento de cosas ocultas y la práctica de unos ritos para transformar a los iniciados. En todos estos

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significados de la iniciación se subraya ante todo el carácter religioso y socio-cultural del proceso iniciático.

Concepto específico de la Iniciación cristiana

18 La Iniciación cristiana, aunque pueda aparecer con algunos puntos

de contacto con el lenguaje y las formas iniciáticas de las religiones, es,

sin embargo, un hecho de naturaleza diferente. La expansión del Evangelio en el mundo de la antigüedad hizo que la Iglesia admitiera

algunas expresiones rituales procedentes de la gentilidad, como había hecho antes respecto del mundo judío. Pero al asumir estos elementos,

realizó un adecuado discernimiento bajo la luz del Espíritu Santo, entre lo que era incompatible con el mensaje cristiano y lo que podía ser

armonizado con la tradición apostólica.

Como se ha explicado más arriba, la Iniciación cristiana tiene su origen

en la iniciativa divina y supone la decisión libre de la persona que se convierte al Dios vivo y verdadero, por la gracia del Espíritu, y pide ser

introducida en la Iglesia. Por otra parte, la Iniciación cristiana no se puede reducir a un simple proceso de enseñanza y de formación

doctrinal, sino que ha de ser considerada una realidad que implica a toda la persona, la cual ha de asumir existencialmente su condición de

hijo de Dios en el Hijo Jesucristo, abandonando su anterior modo de

vivir, mientras realiza el aprendizaje de la vida cristiana y entra gozosamente en la comunión de la Iglesia, para ser en ella adorador del

Padre y testigo del Dios vivo.

19 La Iniciación cristiana es la inserción de un candidato en el misterio de Cristo, muerto y resucitado, y en la Iglesia por medio de la fe y de

los sacramentos. El Catecismo de la Iglesia Católica, inspirándose en las Observaciones generales tanto del Ritual del Bautismo de Niños como

del Ritual de la Iniciación cristiana de Adultos, afirma: La Iniciación cristiana, como "participación en la naturaleza divina", "se realiza

mediante el conjunto de los tres sacramentos: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación, que es su afianzamiento; y

la Eucaristía, que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser transformado en él".

El itinerario catequético de la Iniciación cristiana

20 Esta inserción en el misterio de Cristo va unida a un itinerario catequético que ayuda a crecer y a madurar la vida de fe. En efecto, "la

catequesis es elemento fundamental de la Iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación". La

catequesis como "educación en la fe de los niños, de los jóvenes y los

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adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras

a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana". En estos momentos, allí donde el catecumenado no ha sido todavía restablecido, la catequesis ha

de asumir esta misma función, orientando a los ya bautizados a incorporarse más plenamente en el misterio de Cristo. Además, "la

catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y

sacramental, porque es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía, donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de

los hombres".

21 Completada la Iniciación cristiana, es necesaria también la educación permanente de la fe en el seno de la comunidad eclesial.

"La educación permanente de la fe se dirige no sólo a cada cristiano, para acompañarle en su camino hacia la santidad, sino también a la

comunidad cristiana en cuanto tal, para que vaya madurando tanto en su vida interna de amor a Dios y de amor fraterno, cuanto en su

apertura al mundo como comunidad misionera". Esta educación permanente, junto con la catequesis de iniciación, ha de formar parte

del proyecto catequético global de la Iglesia particular.

El camino para llegar a ser cristiano consta de varias etapas. Este

camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Comprende siempre

algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la

efusión del Espíritu Santo, y el acceso a la comunión eucarística.

Dos formas de Iniciación cristiana

22 La Iniciación cristiana, manteniendo los elementos y los fines esenciales, ha variado mucho en sus formas a lo largo de los siglos y

según las circunstancias. En los primeros siglos comprendía un tiempo de catecumenado con los ritos que jalonaban litúrgicamente el

itinerario y que desembocaban en la celebración de los sacramentos de la iniciación. Esta forma ha sido restaurada por el Concilio Vaticano II

para los países de misión y, a discreción del Obispo propio, para cualquier diócesis; es la forma prevista también para los adultos no

bautizados e incluso para los niños en edad escolar que piden este

sacramento.

Desde que la administración del bautismo a los niños vino a ser la forma

habitual de recepción de este sacramento, la celebración se ha convertido en un acto único que integra de manera abreviada las etapas

previas a la Iniciación cristiana. Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. Se trata no sólo de

la necesidad de una instrucción posterior al bautismo, sino del desarrollo

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de la gracia bautismal en orden a la conversión personal, en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis "que

nunca debe faltar a los niños cristianos". De este modo, la Iniciación cristiana queda organizada en un itinerario catequético y sacramental, y

se desarrolla principalmente durante la infancia y la adolescencia. La meta es siempre la confesión de fe y la plena y consciente integración

del bautizado en la comunión y en la misión de la Iglesia.

23 Hoy, pues, tenemos entre nosotros dos formas de recorrer el

camino de la Iniciación cristiana: a) la que afecta a los párvulos que son incorporados en los

primeros meses de su vida en el misterio de Cristo y en la Iglesia por el Bautismo, y se recorre, con la recepción de los sacramentos

de la Confirmación y de la Eucaristía, a lo largo de la infancia, la adolescencia y la juventud;

b) la Iniciación cristiana de personas no bautizadas (niños, jóvenes o adultos) que se lleva a cabo mediante la participación

en un catecumenado, que culmina en la celebración de los tres sacramentos de la iniciación.

Ante las exigencias actuales de la evangelización con muchos adultos ya bautizados pero en realidad no catequizados, o alejados de la fe, o

incluso sin haber completado la iniciación sacramental, ambas formas de

Iniciación cristiana propiamente dicha son hoy necesarias.

C. LA EUCARISTIA

INTRODUCCIÓN A LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA

La vida humana inicia en la Concepción, cuando los gametos, óvulo y espermatozoide, se unen para el comienzo de la formación de un nuevo

ser. Padre y madre ponen cada uno su semilla y Dios concede el don de la vida y del alma, para el nacimiento de un nuevo ser humano.

Pero es en el parto, en que ese nuevo ser humano, comienza actuar en la sociedad, sencillamente es el inicio de su vida. Este bebé crece, se

hace niño, aprende, juega, perfecciona sus habilidades, luego viene un desarrollo drástico, cuando entra a la pubertad, ya que son los cambios

para la madurez de su cuerpo y el convertirse en un adulto, este niño ha entrado a la adolescencia. Luego es adulto, según su vocación, la

mayoría busca su pareja para fundar una familia, otros se entregan al

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servicio de la sociedad y no viven en pareja, de forma indiferente, en pareja o no, el individuo continúa con su desarrollo intelectual,

aportando a la sociedad, luego comienza a envejecer y muere. Así es el ciclo de la vida humana para la mayoría de nosotros.

En nuestra vida Espiritual, nosotros tenemos también un nacimiento, un

desarrollo, un mantenimiento, un cambio drástico, y un final en esta

tierra. Cristo al venir a la tierra nos da le Evangelio, culmina la revelación y nos concede 7 Sacramentos. Escoge a 12 Apóstoles en

función de Sacerdotes Ministros de un pueblo Sacerdotal, para la administración de dichos Sacramentos, para cuidar, guiar y explicar al

Pueblo, la Iglesia, comunidad de sacerdotes en participación de ese Sacerdocio Único de Jesucristo.

Cristo, nuestro Señor, camina a nuestro lado por medio de los 7

Sacramentos, durante toda nuestra vida. Dichos Sacramentos se dividen entre ellos mismos en tres grupos: Sacramentos de la Iniciación

Cristiana, Sacramentos de Curación y Sacramentos al Servicio de la Comunidad. En los Sacramentos de la Iniciación cristiana, encontramos

el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.

Al leer este artículo, habrán ya conocido el Sacramento del Bautismo y

de la Confirmación. Un cristiano nace en la fe, en el momento de su bautismo, deja de ser una criatura sencilla y pasa a ser un hijo de Dios,

el Pecado Original es borrado, aunque se mantiene su conscupiciencia (inclinación a cometer el pecado), e inicia la vida Sacramental. En la

Confirmación es aceptada y confirmada nuestra fe Católica.

Pero todo culmina en la Eucaristía. Si, la Eucaristía es la culminación la Iniciación de la fe Cristiana. El cristiano que a sido elevado a la dignidad

del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con

toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor.

Más, hay que poner atención en un punto interesante. Cuando hay un bautismo... hay Eucaristía, cuando hay Confirmación... hay Eucaristía,

cuando hay un Matrimonio o una Ordenación Sacerdotal... hay

Eucaristía, cuando hay una Unción General de los Enfermos, Semana Santa... hay Eucaristía (aunque este sacramento al igual que el

sacramento de la confesión, no necesariamente se deba de realizar con Eucaristía, sino personalmente) y cuando hay un funeral.. hay

Eucaristía.

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La Eucaristía es "fuente y cima de toda la vida cristiana" (Lumen Gentium 11). Hermanos, todos los demás Sacramentos, todos los

ministerios eclesiales y obras de apostolado, todo, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. En ella está todo el bien espiritual de la

Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua.

Sólo imaginen, Eucaristía en la Tierra, Eucaristía en el Cielo, si, nosotros

nos unimos con la Iglesia Triunfante (los Santos en el Cielo) y anticipamos nuestra vida eterna. En ella realizamos la comunión de vida

con Dios y la unidad de la Iglesia. Es sencillo, en ella está Cristo presente físicamente, y en Cristo Dios santifica al mundo, y del culto

que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por él al Padre.

Es por eso hermanos míos, que los invito a leer uno a uno los subtemas que iré desarrollando sobre la Santísima Eucaristía, para descubrir el

valor tan importante en la vida del cristiano.

El sacramento de la Eucaristía y sus nombres

Hermanos míos, todos los domingos los cristianos asistimos a Misa, a darle gracias a nuestro Señor Jesús por todo lo recibido durante la

semana. Pero el problema es que muchos van por una tradición dada de

padres a hijos, sin una formación y razón alguna, repiten las oraciones, sin saber el porqué de dichas oraciones y ven una consagración de pan

y vino, donde la fe sobre la presencia real hace falta.

Por ejemplo, pocos saben porque le llamamos Misa... muchos no saben que antes, al final de la liturgia con el envío de los fieles (missio) para

que pusieran en práctica la enseñanza dada después de la Eucaristía, tomada de las últimas palabras: ite missa est. ¡Pero también muchos no

saben de donde proviene la palabra "Eucaristía"!. Eucaristía significa "acción de gracias" o "dar gracias", viene de las palabras "eucharistein"

Y habiendo tomado pan habiendo dado gracias quebró y dio a ellos diciendo - Lucas 22, 19 y habiendo dado gracias partió y dijo - 1°

Corintios 11, 24

Recuerdan las bendiciones judías que proclaman - sobre todo durante la

comida - las obras de Dios: la creación, la redención y la santificación

Hermanos míos, tan bello es nuestro Sacramento, que no sólo esos nombres han recibido durante la historia de la salvación de la Iglesia. Y

eso es lo que analizaremos a continuación:

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Una tradición muy normal de las familias judías, en especial, todo un rito propiamente de los judíos, era que el cabeza de la familia bendicía

(daba gracias a Dios) y distribuía el pan, esa misma tradición lo tenemos también nosotros los cristianos, a la hora de comer, donde el

papá, como cabeza de la familia, o la mamá hacen la oración dando gracias al Señor para que bendiga los alimentos. Pues así el Señor en la

Última Cena lo hace, como nos cuenta el Evangelista san Mateo, Mateo

26, 26. Y san Pablo nos lo recuerda.1° Corintios 11, 24

Este rito de "partir el pan y darlo", es conocido como Fracción del Pan. Los primeros cristianos le comienzan a llamar así. Hechos 2, 42

La misa también es un Gran Banquete, ¡claro que lo es! es llamado así

porque en Cielo, en la Jerusalén celestial, abra un gran banquete. Apocalipsis 19, 9. Ya que la anticipación de ese Gran Banquete, es la

Cena que el Señor celebró con sus discípulos víspera de su pasión.

También la misa es una Synaxis, una palabra griega que significa "Reunión", donde los fieles se reunen a celebrar la Eucaristía en

Asamblea, que es la expresión visible de la Iglesia, es por eso que también es llamada: Asamblea eucarística.

Otros nombres Santísima Eucaristía, ya que tienen un significado muy especial, son: Memorial, Santo Sacrificio, Santo Sacrificio de la Misa,

Sacrificio de Alabanza, Sacrificio Espiritual, Sacrificio Puro y Santo, Santa y Divina Liturgia de los Santos Misterios, Santísimo Sacramento,

Comunión, Las Cosas Santas.

Los signos del Pan y el Vino. Prefiguraciones.

En Salmo de la Gloria de Dios en la Creación. El Salmista resalta tres productos muy importantes de la tierra, el Pan, el Vino y el Aceite, son

los productos característicos de la región. Son considerados "Frutos de la Tierra" y "de la Vid", dones del Creador, para luego ser fruto "del

trabajo del hombre". Salmo 104, 13-15. En la Eucaristía utilizamos el Vino y el Pan, se encuentra en el corazón de la celebración, por las

palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten

en Cuerpo y Sangre de Cristo. La Iglesia, fiel a su Esposo continúa celebrándolo, en memoria de Él, hasta su retorno glorioso.

En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como primicias de

la tierra en señal de reconocimiento del Creador. Vemos nuestra primera Prefiguración en Melquisedec:

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"… Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo" - Génesis 14, 18

Prefiguación: Representar anticipadamente algo.

El Señor, fue revelando previamente huellas, pistas, que en el momento

en que se realizaron no significaban lo que vendría después, pero que

simbólicamente, por medio de esas pistas, se entendería luego, toda la realidad Figurada en Cristo. Son pistas sobre el Plan de Salvación, sobre

el Mesías y sobre toda la redención.

Con la prefiguración de Melquisedec. Releemos bien el versículo del Génesis, y ahora leemos este en el Nuevo Testamento:

"Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, a

semejanza de Melquisedec." - Hebreos 5, 6

Y luego en la Última Cena:

Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: "Tomad, este es mi cuerpo." Tomó luego una copa y, dadas

las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: "Esta es mi

sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo

en el Reino de Dios." - Marcos 14, 22 – 25

Cristo ofrece un sacrificio con el pan y el vino, como el antiguo sacerdote, que luego pasa a ser Cuerpo y Sangre, es un ejemplo, en

donde vemos prefigurada la Santa Misa.

Otras prefiguraciones que observamos son:

Profecía de Malaquías. Malaquías 1, 10-11.

Un culto sacrílego no puede agradar al Señor, sino más bien, lo enfurece. Las ofrendas en estas condiciones no son gratas, tanto las

oblaciones incruentas como los sacrificios cruentos llevan el sello de

desprecio a Dios, y como tales, no son aceptables. Por eso, Dios establecerá un nuevo sacrificio puro y universal que no estará vinculado

a los indignos descendientes de Leví. Esto responde sencillamente en absoluto al Santo Sacrifico de la Santa Misa.

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La Pascua Judía

Anualmente el pueblo judío celebraba juntos la liberación de Egipto y el inicio del éxodo. Consiste en celebrar la buena nueva de Dios que salva

a su pueblo y se celebra como un sacrificio-banquete. (Éxodo 13, 3-10)

Los sacrificios en Israel

Tenemos los:

o Holocaustos: En él se quema toda la víctima y no se guarda nada. Es un homenaje de adoración a Dios.

o Sacrifico Pacíficos: Aquí la víctima es comida por los

oferentes. Se reparte entre Dios, el sacerdote y el oferente. Su sentido es de dar gracias y comunión con Dios al

participar de la misma comida.

o Sacrificio de expiación: Se realizaba para reparar por los pecados. Como la sangre era el centro de la vida, se usaba

especialmente en este tipo para recuperar la amistad con

Dios.

Ya que la misma Misa se actualiza y conmemora el Sacrificio del Señor en la Cruz.

Sacrificio de Abel

"Por la fe, ofreció Abel a Dios un sacrificio más excelente que Caín, por

ella fue declarado justo, con la aprobación que dio Dios a sus ofrendas; y por ella, aun muerto, habla todavía". - Hebreos 11, 4

El autor de hebreos, nos presenta Abel como modelo de fe, ya que sus

sacrificios fueron aceptados por Dios. Luego vemos en: "y a Jesús, mediador de una nueva Alianza, y a la aspersión purificadora de una

sangre que habla mejor que la de Abel". - Hebreos 12, 24

Aquí la comparación que es establecida entre el sacrificio propio de

Jesús en la cruz y el sacrificio, también personal, de Abel.

El Sacrificio de Abraham

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"Alargó Abraham la mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo". - Génesis 22, 10

Vemos que Abraham iba a proceder a sacrificar a su hijo, por mandato

del Señor, pero no lo sacrificó, sino que salió un ángel del Cielo y le pidió Abraham que no lo sacrificara, en vez de eso aparece un corderito

al lado. Lo importante es lo que nos explica el Apóstol Pablo: "El que no

perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?" - Romanos

8, 32

Dios no perdonó a su Hijo, sino que lo entrega, la Eucaristía es la actualización de ese Sacrificio de forma incruenta de Cristo en la cruz.

"Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único" - Juan 3, 16

El Maná

Así como Dios alimentó al pueblo de Israel con el Maná en el desierto,

así lo vemos en el relato del capítulo 16 del Éxodo. Así como el Señor les dio el maná del desierto hasta que llegaran a la tierra prometida. Así

los cristianos recibimos la Eucaristía todos los días y en especial los

domingos, hasta el día en que cada uno lleguemos a la patria celestial. Pero también este recuerdo, del maná en el desierto, sugerirá siempre a

Israel que vive del Pan de la Palabra de Dios. Deuteronomio 8, 3

Salomón

La Sabiduría ha edificado una casa, ha labrado sus siete columnas, ha hecho su matanza, ha mezclado su vino, ha aderezado también su

mesa. Ha mandado a sus criadas y anuncia en lo alto de las colinas de la ciudad: "Si alguno es simple, véngase acá."Y al falto de juicio le dice:

"Venid y comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado;

dejaos de simplezas y viviréis, y dirigíos por los caminos de la inteligencia." - Proverbios 9, 1-6

Esta es una prefiguración completa. Miramos las tres partes más importantes: ha edificado una casa: La institución de la Iglesia, ya

que ella es llamada casa: "pero si tardo, para que sepas cómo hay que portarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y

fundamento de la verdad". - 1° Timoteo 3, 15

Siete Columnas: Los 7 Sacramentos.

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Comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado: Prefiguración

de la Eucaristía.

Hemos visto hasta aquí, las prefiguraciones que se encuentran en el Antiguo Testamento, pero existen prefiguraciones Neotestamentarias,

las cuales son las siguientes:

Multiplicación de los Panes

En los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la

bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, en estos milagros se prefiguran la

sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía.

Las Bodas de Canaán

"Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos". - Juan 2, 11

El signo del agua convertida en vino en Caná anuncia ya la Hora de la

glorificación de Jesús. Manifiesta el cumplimiento del banquete de las

bodas del Cordero, en el Reino del Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo, convertido en la Sangre de Cristo: "Yo os aseguro que ya no

beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios". - Marcos 14, 25

Institución de la Eucaristía

El Padre tanto amó al mundo que envió a su Único Hijo. Todo fue creado

por medio de Él y para Él. Dios es Amor. Y el Hijo obediente a su Padre baja del Cielo y se hace hombre, lo hace por amor. El Hijo amó tanto a

los suyos que tuvo que hacerse hombre, para acercar al hombre a Dios, tuvo que hacerlo y así anunciar el evangelio, con amor, escogió a 12

como sus apóstoles, sus mejores amigos. Tanto amo a los pobres, a los niños, a los puro de corazón, a todos sus discípulos que lo seguían, y no

sólo a ellos, sino también a todos los que lo ofendieron y gritaron su

muerte... si, lo hizo, porque agonizando en la cruz dijo a su Padre que los perdonara, porque no sabían lo que hacían...

Tanto amó a los suyos y los amó hasta el fin. Y sabiendo que se

aproximaba la hora de su muerte, hora en que tenía que sufrir, ser golpeado y humillado, sabiendo que iba a morir en una cruz, resucitar al

tercer día y regresar a su Padre... sabiendo que sus mismos discípulos

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iban a huir durante y después de su muerte, excepto ese discípulo amado y las mujeres que junto a su madre estaban al lado de la Cruz...,

sabiendo todo eso, en el transcurso de la cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento de amor,“amaos uno a los otros como yo os he

amado”, les prometió el Paráclito que los iba a guiar y explicar todas las cosas de Dios. Decidió dejarles una prenda de este amor, para no

alejarse de los suyos a quienes amaba, los hizo partícipes de su Pascua,

instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección, y ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno, por

que en ella, el mismo Cristo está presente, a nuestro lado y acompaña a su Iglesia todos los días, ahí lo ves en el Sagrario, puedes ir a visitarlo y

hablar con Él, está en la Custodia cuando es expuesto su Santísimo Sacramento, y no una presencia espiritual solamente, sino Física y

Espiritualmente, en toda su integridad y Divinidad, y también está en la Misa, celebrada todos los días y especialmente los domingos, este es su

Sagrado Corazón, la Santa Eucaristía, la prenda de Amor que nos dejó el Maestro, lo más importante para el cristiano... la Santa Misa.

Los tres evangelios Sinópticos y san Pablo narran el relato de la

institución de la Eucaristía, pero san Juan nos relata las palabras de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, las palabras que preparan la

institución de la Eucaristía: Cristo se designa a si mismo como el pan de

vida, bajado del Cielo.

Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que había anunciado en Cafarnaúm: dar a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre:

Llegó el día de los Azimos, en el que se había de inmolar el cordero de

Pascua; (Jesús) envió a Pedro y a Juan, diciendo: `Id y preparadnos la Pascua para que la comamos'...fueron... y prepararon la Pascua.

Llegada la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y les dijo: `Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer;

porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios'...Y tomó pan, dio gracias, lo partió y

se lo dio diciendo: `Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío'. De igual modo, después de

cenar, el cáliz, diciendo: `Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre,

que va a ser derramada por vosotros' (Lc 22,7-20; cf Mt 26,17-29; Mc 14,12-25; 1 Co 11,23-26).

En el transcurso del banquete pascual, Jesús da el sentido definitivo a la

pascua judía. Su muerte y resurrección, anticipa la Pascua Nueva, celebrada en la Eucaristía, que cumple la pascua judía y anticipa la

pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino.

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La Presencia Real de Jesucristo

El Señor se encuentra presente en diferentes maneras: en su Palabra,

en la oración, en las reuniones donde sea invocado y dedicado, en los pobres, en los enfermos, en los desprotegidos y marginados, en los

sacramentos, ya que Él es el autor de ellos cuando son realizados, en el

sacrificio de la Misa y en el Sacerdote que la celebra, ya que el sacerdote es: In persona Christi Capitis... pero sobre todo, Él se

encuentra presente en las especies eucarísticas.

“Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo

coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi

carne por la vida del mundo.” - Juan 6, 48-51

Estas son las palabras de nuestro Señor Jesucristo, con respecto a la Sagrada Eucaristía, siendo totalmente muy enfático en decir que su

carne es la que dará por la vida del mundo entero. Lo esencial es recalcar que, quién coma su cuerpo, su carne, vivirá para siempre...

Tal es la crudeza con la que habla nuestro Señor Jesucristo que identificamos este primer grupo:

Discutían entre sí los judíos y decían: "¿Cómo puede éste darnos a

comer su carne?" Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis

vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera

comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. - Juan 6, 52-56

El Señor no habla en sentido figurado... a la respuesta de los judíos, con

su incredulidad... el Señor no repara para aclarar que no es como piensan, porque los judíos pensaban que como era posible comerse a

este... lo estaban entendiendo como si fuera canibalismo

Hasta tal punto que:

Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: "Es duro este

lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?" Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: "¿Esto os

escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba

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antes?... "El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. "Pero hay entre

vosotros algunos que no creen." Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y

decía: "Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre." Desde entonces muchos de sus discípulos se

volvieron atrás y ya no andaban con él. Juan 6,60-66.

Muchos discípulos reaccionan y se asombran, y niegan, porque esas

palabras de Jesús, de comer su carne y beber su carne, lo vemos textualmente, “es duro este lenguaje”.

Ya no son los judíos quienes hablan aquí, sino los mismos discípulos del

Señor... quienes se asombran y rechazan eso que Él dice. Son las personas que lo han seguido, que han escuchado sus enseñanzas... son

las personas que habían aceptado sus promesas... esas personas... creían en Él... pero al parecer no era una fe totalmente entregada.

Y el Señor nos vuelve asombrar con la respuesta, en la primera no

contradice ni aclara a los judíos, y en esta tampoco lo hace, como lo hacía con sus parábolas... sino: ¿Esto os escandaliza?…. Y decía: "Por

esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el

Padre.". Es decir... ¿no creen?, pues ¡adiós!

Así de determinante fue el Señor, ese fue el momento en que Judas el demonio se le metió en el corazón e hizo que se separara del grupo:

Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

Y los falsos discípulos se fueron, quedando los que se mantenían y los

apóstoles: Jesús dijo entonces a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?” - Juan 6, 67

El Señor nos asombra, es directo, sin pelos en la lengua. Aún no les

aclara sobre dichas palabras como lo hacía e las parábolas, por si hubiese sido una comparación, sino que directamente les dice:

¿También vosotros queréis marcharos?, es decir, creen o se van, no los

retengo. Es sencillamente un ultimátum, significando que es la condición para ser discípulo 100% de Cristo.

Simón, como lo vemos siempre durante las Sagradas Escrituras,

tomando la palabra por los 12 responde: Le respondió Simón Pedro: "Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida

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eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios." Juan 6, 68-69

Estas palabras de Pedro tienen un significado importante, no todos

responden, responde Pedro en representación de todos. El Papa, así como Pedro, es la voz que representa a la Iglesia delante de Cristo, es el

mismo liderazgo que veremos durante el nuevo testamento, en especial,

Hechos de los Apóstoles, éste es el regalo más preciado que nos dejó nuestro Señor Jesucristo, su Cuerpo y su Sangre, para ser verdadera

Comida y Bebida en nuestras vidas.

Memorial, Memorial Sacrificial.

Memorial Un mandamiento es un precepto, de un superior a un inferior. A los

antiguos, el Señor les dio preceptos morales, el Decálogo o mejor conocido, como los 10 Mandamientos.

Cristo, en la Última Cena, dió un mandamiento: Tomó luego pan, y,

dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío . San Lucas

22, 19

Y éste mismo mandamiento nos lo recuerda san Pablo: Porque yo recibí

del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo:

"Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío... 1º Corintios 11, 23-24

Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la

muerte del Señor, hasta que venga.- 1º Corintios 11, 26

Desde el comienzo, nuestra Madre la Iglesia, fue fiel a la orden del Señor: Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la

comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. - Hechos de los Apóstoles 2, 42

En los primeros días de la semana (Domingo): El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan, Hechos

de los Apóstoles 20, 7

Así desde los días antiguos hasta el día de hoy, se ha mantenido siempre, hoy la encontramos en todas las partes de la Iglesia, con la

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misma estructura fundamental y sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia. Por eso llamamos a la Sagrada Eucaristía: Memorial.

Memorial Sacrificial

Memorial no es solamente un recuerdo, en el sentido dado por las

Sagradas Escrituras es la proclamación de las maravillas realizadas por

Dios a favor de los hombres. Lo vemos en el Éxodo: Moisés dijo al pueblo: Guarden el recuerdo de este día en que ustedes salieron de

Egipto, ese lugar de esclavitud, porque el Señor los sacó de allí con el poder de su mano. Este día, no comerán pan fermentado. Éxodo 13, 3

La Pascua de los judíos no se guardaba simplemente para recordar que

salieron de Egipto. Así como la Eucaristía es nuestra celebración más importante y más especial del Cristiano, así lo era la Pascua para el

Judío, donde se proclamaba, se anunciaba y se compartía, todas las maravillas y todas las acciones de Dios en favor de su Pueblo, que lo

liberó de Egipto, se hacían presente en sus vidas.

Y en el pasado se hacían sacrificios (como lo vimos en el tema de las prefiguraciones Eucarísticas) por el perdón de los pecados. En el nuevo

testamento, obtiene un nuevo significado:

De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a

Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos. El es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin

mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. El no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer

sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

Hebreos 7, 25 - 27

Ya no son muchos sacrificios para el perdón de los pecados, sino uno sólo, de una vez y para siempre. Ya no es que simplemente se hizo y lo

que nos queda es un recuerdo... el Sacrificio sigue Vigente, se hace presente en el Altar.

No lo volvemos a sacrificar, sino que sencillamente se mantiene y se hace presente, se renueva con todos nuestros sacrificios

unidos al suyo.

Elaborado por: Christopher A. Rojas Vásquez.

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OTRAS LECTURAS COMPLEMENTARIAS

- Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1066 – 1112; nn. 2558 – 2856 y nn. 1113 – 1134.

- Catecismo para adultos. Conferencia Episcopal Alemana, BAC, Madrid, 1988.

- Sacrosanctum Concilium, nn. 1 – 13; 102 – 110.

- III Conferencia General Episcopal Latinoamericana, Medellín: capítulo sobre la liturgia.

- III Conferencia General Episcopal Latinoamericana, Puebla, nn. 895 - 963.

IV. BIBLIOGRAFÍA

- Autores cristianos (1986), Concilio Vaticano II, Editorial católica, España.

- Concilio Ecuménico Vaticano II (1992), Catecismo de la Iglesia

Católica, Librería Juan Pablo II, Colombia.

- Cristianismo y Justicia (1999), El tercer milenio como desafío para la Iglesia, En la revista Cristianismo y Justicia, Barcelona –

España.

- Gonzales Faus, José I. (2003), ¿Para qué la Iglesia?, En la revista Cristianismo y Justicia, Barcelona – España.

- Instituto internacional de tecnología a distancia (2001), Iglesia

y Sacramentos, Editorial Don Bosco, La Paz – Bolivia.

- Josep Giménez, Xavier Alegre (2008), ¿Qué pasa en la Iglesia?,

En la revista Cristianismo y Justicia, Barcelona – España.

- Juan Pablo II (1999), Encíclicas, Santillana, Sao Paulo – Brasil.

- Oller i Sala, M. Dolors (2008), Construir la convivencia. El nuevo orden mundial y las religiones, En la revista Cristianismo

y Justicia, Barcelona – España.

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- PESSOA, Aurelio ofm.. (1994), Ministerios eclesiales y comunidad cristiana. Facultad de Filosofía y Teología.

Cochabamba UCB.

- Segura Carmona, Harold (2002), Hacia una Espiritualidad Evangélica Comprometida, Ediciones Kairos, Buenos Aires –

Argentina.

- Sociedad Bíblica Católica Internacional (1994), La Biblia

Latinoamérica, Editorial Verbo Divino, España.

- Traductores de la edición española, (1998), Desclée de Brouwer S.A. La Biblia de Jerusalén. Bilbao - España

PÁGINAS DEL INTERNET

www.aciprensa.com www.acidigital.com

www.lacasadelabiblia.es www.corazones.org

www.enciclopediacatolica.com www.vatican.va

www.mercaba.org www.encuentra.com

www.churchforum.org www.wikipedia.org

V. GLOSARIO

A

AGENTE EVANGELIZADOR: expresión genérica para referirse a quienes tienen responsabilidades específicas en la acción pastoral de la

Iglesia: Sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos con tareas de responsabilidad en la evangelización.

ARQUIDIÓCESIS: Es la diócesis que en cabeza, la capital de una

provincia eclesiástica.

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ARZOBISPO: Es el obispo que preside una arquidiócesis.

ASAMBLEA: Comunidad de creyentes reunidos para una celebración religiosa.

APOLOGÍA: Expresión escrita u oral de defensa o justificación. En las

celebraciones existen en forma de oración.

APOSTOLES: Significa “enviados”: “Después Jesús subió a un cerro y

llamo a los que le parecía bien. Una vez reunidos, eligió entre ellos a doce para que le acompañaran y mandarlos a anunciar el mensaje. A

éstos les dio el nombre de apóstoles,… (Mc 3,13).

APOSTASIA: Acción de abandonar públicamente la religión que se profesa.

B

BENDICIÓN: Es invocar sobre una persona o cosa el favor de Dios. Ya

en el Antiguo Testamento Dios concedió a los hombres que bendijeran en su nombre. (Núm 6,23-27).

C

CARISMA: Habilidad dada por Dios gratuitamente para el bien de los demás. San Pablo en la primera carta a los Corintios distingue nueve

carismas (1 Cor 12,4-5). El Espíritu lleva ahora a la Iglesia a preocuparse más por la construcción de un mundo más justo. El carisma

mayor es el Amor (1 Cor 13,13). Es el don gratuito que el Espíritu de Dios otorga a una persona para llevar acabo una actividad o realizar

una forma de vida, que sirva para la edificación de la Iglesia y el bien de la sociedad.

CATECUMENADO: Es la preparación que la antigua Iglesia daba a los

que aspiraban al bautismo. Los aspirantes eran instruidos por catequistas que los iniciaban en la vida cristiana y en la oración. Se

explicaba el símbolo de la fe (el Credo) y el Padre Nuestro. Renunciaban

a satanás y al espíritu del mundo. Había varios “escrutrinios” o exámenes escalonados. Con el bautismo recibían la fortaleza de Cristo.

CATEQUESIS. Es la acción por la cual la Iglesia educa en la fe a sus

miembros, sean adultos, niños o jóvenes. Educación progresiva y ordenada de la fe. Conlleva un proceso de conversión y crecimiento

permanente de la fe.

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CATOLICO: LITERALMENTE SIGNIFICA “TODO EL MUNDO”. ES DECIR,

Jesús propone una fe para todos los hombres, para todas las épocas, para todas las razas y culturas. Este es el sentido de la Iglesia Católica.

CISMA: Separación entre los miembros de la Iglesia Católica, no por

motivos de fe sino por no obedecer al Papa, sucesor de Pedro. No ha de

haber cismas porque formamos un solo cuerpo, el Cuerpo de Cristo.

CLERO: Conjunto de hombres consagrados a Dios en el servicio de la Iglesia: obispos, sacerdotes, diáconos casados y los que se preparan al

sacerdocio en su fase próxima.

CLERO DIOCESANO: Cada Diócesis tiene un “clero diocesano”, conformado por los sacerdotes y diáconos que dependen directamente

del Obispo y no de una Congregación religiosa.

COMUNIDAD CRISTIANA: Es un grupo de creyentes que viven su compromiso con Jesucristo, junto y de manera estable y fraternal.

Dentro de la Iglesia tiene denominaciones genéricas y particulares. De este modo se denomina a todos los componentes de una parroquia,

también a un grupo pequeño de personas cristianas.

COMUNIDAD ECLESIAL DE BASE: es un grupo de creyentes,

generalmente alrededor de un territorio parroquial, que viven su compromiso con Jesucristo, junto y de manera estable y fraternal. Se

reúnen periódicamente a estudiar, orar, programar acciones apostólicas.

CONCILIO: Asamblea de representantes autorizados de varios o todas las iglesias particulares. Toma decisiones sobre la doctrina y la vida

cristiana. El modelo del Nuevo testamento se encuentra en la asamblea de Jerusalén (Hch.15; Gal. 2, 1-10)

CONFERENCIA EPISCOPAL: Reunión de obispos que en alguna nación

o región se agrupan en fechas determinadas, para comunicarse las luces de prudencia y experiencia, deliberar entre sí y formar una santa

conspiración de fuerzas para bien común de la Iglesia.

CONFESIÓN: El sentido más común se refiere al reconocimiento y a la

explicación de un hecho o de una verdad en general. El mundo religioso tiene relación directa con la doctrina propia a una traducción y a las

personas que la profesan.

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CONGREGACIÓN: En nuestro medio tiene dos sentidos diferentes según aparezca en contexto católico o evangélico. En el mundo católico

se usa como sinónimo de las órdenes religiosas. En el lenguaje evangélico se refiere a la comunidad o iglesia local, a la instancia en la

que las y los creyentes se “congregan”

D

DIACONO: Ministro eclesiástico que forma parte del clero, junto al

obispo y al sacerdote. Puede impartir la bendición, presidir una celebración del matrimonio, bautizar, predicar, celebrar exequias y

liturgia de la Palabra. Su principal función es el servicio a los pobres y a la comunidad.

DIOCESIS: Es una porción del pueblo de Dios, presidida por el obispo,

y por este unida a la Iglesia universal presidida por el Vicario de Cristo, el Papa.

DOGMA: es un punto de doctrina que la Iglesia ha definido de manera

muy precisa y solemne, generalmente para subrayar su importancia y destacarla ante los fieles. Los católicos tienen la obligación de aceptar

los dogmas.

E

ECLESIOLOGÍA: Parte de la teología sistemática que se dedica al

estudio teológico de la Iglesia en su concepto más amplio y genérico.

ECUMENISMO: Por su origen, significa “universal”. El movimiento ecuménico significa la apertura de diálogo hacía otros cristianos, no

católicos.

ENCICLICA: Documento solemne del Romano Pontífice sobre asuntos de fe y costumbres, dirigido a todos los católicos del mundo y con

frecuencia a todos los hombres de buena voluntad.

ESCATOLOGIA: Esta palabra viene del griego y significa “último”, pero

lo que nosotros entendemos ahora, es lo que sucederá al final de los tiempos: el juicio de Dios y la vuelta gloriosa de Cristo.

EVANGELIZAR: Consiste en anunciar la Buena Nueva del Evangelio,

por medio del testimonio, a los hombres situados históricamente, para que se conviertan y sean liberados.

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H

HEREJÍA: Contrariamente al sentido del cisma el término hace referencia a los contenidos mismos de la fe y al rechazo de una verdad

que la iglesia considera como fundamental para su identidad y doctrina.

I

IGLESIA, CUERPO DE CRISTO: Jesucristo es siempre el Señor y la

Cabeza de su cuerpo que es la Iglesia: Él la dirige y llena de vida por el Espíritu y el misterio apostólico. Ella no deja de vivir de la gloria y amor

de su Señor. En la primera carta a los Corintios, Pablo dice que Cristo es un cuerpo

con muchos miembros distintos que se necesitan mutuamente, que deben mantenerse unidos y actuar en estrecha armonía (cf. Rom. 12,4-

9), compartiendo sufrimientos y honores (1 Cor 12, 26) y protegiendo a los más débiles y pobres (1Cor 12, 22-25)

INFALIBLE: En sentido eclesiástico significa lo que no pude fallar en la

fe.

J

JERARQUÍA: Es la autoridad de la Iglesia. La forman el Papa y los

obispos en comunión con los sacerdotes y diáconos.

K

KERIGMA: Término griego derivado de “Kerix”, heraldo, mensajero. Significa el mensaje cristiano con su matiz de alegre anuncio.

L

LAICO: o “seglar” Viene del griego “laos”, que significa “pueblo”. Son

laicos los cristianos no consagrados por el sacramento del Orden. Ellos desarrollan su vida de fe en las tareas normales del mundo: vida

matrimonial, política, profesional, etc.

LEY: Es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó (cf. Jn 13, 34) esta es la ley nueva del Espíritu (Rm 8; Ga 5, 25).

LITURGIA: Es el conjunto de ritos establecidos para celebrar los cultos religiosos. Enseña al pueblo a recordar y a vivir los grandes misterios

cristianos.

M

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MINISTERIO: Es el servicio encomendado a algunos miembros de la

Iglesia para atender algunas necesidades pastorales. Hay ministerios ‘ordenados‘: obispo, presbítero, diácono, quienes ejercen un ministerio.

Hay otros ministerios ‘no ordenados‘: acólitos, lectores, ministros de la comunión, etc. Son ‘laicos‘.

MINISTRO ORDENADO: Sacramento es un signo sensible instituido por Cristo, que comunica la gracia. Se refiere a un ministro particular y

específico dentro de la multiplicidad de ministerios relacionados con todos los dones y carismas que el Espíritu Santo otarga a las y a los

creyentes mediante el bautismo. El ministro ordenado está relacionado con funciones específicas al interior de la comunidad cristiana pero no

necesariamente con el poder dentro de ella.

MISTERIO Y SACRAMENTO: “La palabra mistetio” procede del término griego “mysterion”. Cuando “myterion” aparece en la Biblia quiere

expresar el plan que Dios tiene para liberar al ser humano de todo que le causa dolor e impide su felicidad. Este plan de salvación ha estado

oculto a lo largo de los siglos y se manifestó en la persona de Jesucristo (Rom 16,25-26). Al traducir “mysterion” al latín se emplea la palabra

“sacramentun”, de la que se deriva sacramento. Inicialmente, pues,

misterio y sacramento son palabras sinónimas, pero el paso del tiempo va ha desplazar el significado de sacramento hacia las realidades que

hacen presente el misterio, el plan de Dios. Por lo tanto “misterio” es el término que designa el plan por el que Dios quiere salvar a la

humanidad y “sacramento” el signo o realidad que lo manifiesta y lo contiene.

O

OBISPO: Sacerdote que ha recibido la plenitud del sacramento del

Orden. Es la autoridad máxima, pastor y jefe de una Iglesia particular diocesana, denominado también ORDINARIO de esa diócesis. Los

obispos son sucesores directos de los apóstoles.

ORTODOXO: Es una palabra griega que significa el que sigue una

doctrina verdadera. Actualmente se aplica a las Iglesias Orientales que conservando la fe recibida y la validez de los sacramentos, por causas

políticas y malos entendidos, se separaron de la Iglesia católica romana, no reconocen el Vicario de Cristo como Pastor Universal de toda la

Iglesia.

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P

PAPA: Sumo Pontífice Romano, Vicario de Cristo, sucesor de San Pedro

en el Gobierno Universal de la Iglesia Católica. Obispo de Roma. El Papa goza de plena jurisdicción sobre toda la Iglesia católica de la que es su

cabeza visible.

PARROQUIA: Una determinada comunidad de fieles, constituida de

modo estable en una diócesis y que se encomienda a un párroco. La parroquia es la más pequeña división jurídica de la Iglesia.

PASTORAL: Expresión que designa el tipo de acción de la Iglesia en el

mundo.

PASTORAL SOCIAL: La Pastoral social es la aplicación del pensamiento social a la evangelización de la sociedad en la que vivimos. Toda

evangelización auténticamente liberadora tiende a transformar las actuales relaciones personales y estructurales, para crear una sociedad

verdaderamente participativa y fraterna. En este sentido, toda pastoral debe ser social.

Q

QAHAL, EKKLESIA: En los escritos de la literatura helénica antigua, el término “ekkesia” designa a la asamblea que convoca la autoridad civil

para tratar problemas ciudadanos; al traducirse la Biblia al griego, “eklesia” tradujo la palabra hebrea “qahal”, que en la escritura

significaba la asamblea santa convocada por Dios (Dt. 23,2-9) de esta manera una palabra que tenía en su origen un sentido civil, pasa a

determinar una realidad de carácter religioso.

S

SACRAMENTOS: Los sacramentos son signos visibles y eficaces de la gracia, instituidos por nuestro señor Jesucristo para santificarnos.

SERVICIO: Es la acción que, fundamenta en el carisma recibido, se desarrolla a favor de la comunidad cristiana y de las personas con las

que se comparte la vida. Este servicio se puede realizar de forma ocasional, espontáneo, o de una manera más institucionalizada y

estable.

Page 194: UNIVERSIDAD SALESIANA DE BOLIVIAvirtual.usalesiana.edu.bo/web/contenido/dossier/12015/3517.pdf · Los sacramentos de “Curación”. La Penitencia y la Unción. Los sacramentos del

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SINCRETISMO: Resultado de una interpretación histórica de dos (o más) universos religiosos.

La palabra en la historia de la iglesia tiene una connotación muy negativa. Con la distancia que ofrece el tiempo vale la pena interrogarse

para saber en qué medida ciertas herejías o heréticos contenían aspectos importantes para la fe pero amenazaban determinada

organización eclesiástica.