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4.- El Arte Clásico: Roma
1. Orígenes del Arte Romano:
Roma significa un verdadero suceso en la Historia. Geográficamente esta
ciudad-Estado se encuentra en el centro del Mediterráneo que es como decir en el centro
de la cultura occidental antigua y, en cierto modo, es también el núcleo alrededor del
cual gira toda la Historia de Occidente. Roma asume la herencia de la cultura griega
clásica: su estética, su pensamiento y su refinamiento, y proyecta hacia el futuro, que
alcanza nuestros días, su lógica, su pragmatismo y su equilibrio.
El arco y el dintel nunca tuvieron tan feliz conjunción como en el arte romano; la
casa y la calzada como proyecto, intimista el uno y social el otro, han tenido en Roma la
más preclara de sus manifestaciones y los más impresionantes retratos de nuestra cultura
se gestan en lo que fue poderosa raíz de nuestra sensibilidad y nos refleja un modo de
ver la vida que resulta tremendamente actual.
1.1: Arte Etrusco:
El arte etrusco y el arte griego ( primero desde la Magna Grecia y luego desde la
propia Grecia) fueron las principales influencias artísticas que recibió originalmente el
arte romano, sobre todo hasta los inicios de su imperio.
Los etruscos estaban asentados en la región de Etruria o Toscana. Su cultura
determinará de un modo decisivo varias de las características singulares del arte
romano. Es un pueblo que rinde culto especial a los muertos y decora sus tumbas con
deliciosos frescos, en los que se representan escenas alegres de la vida. En estas pinturas
que poseen la frescura y la gracia de la pintura griega apuntan ya unas características
genuinas, como son la caracterización de los tipos y la atención al retrato.
El culto a los muerto les lleva a modelas las efigies de los difuntos que reposan
semiacostados sobre los sarcófagos unas veces, y que otras son la tapa de unos
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recipientes llamados canopes ( urnas cinerarias ). En los dos casos la sensación de
realismos de las cabezas es enorme, dando la impresión de que son perfectos retratos.
Por primera vez en la cuenca del Mediterráneo aparece el retrato como realidad
artística, y este sentido del retrato real, no idealizado, pervivirá no sólo en la cultura
romana antigua sino en toda la cultura mediterránea hasta nuestros días.
Los etruscos aportarán también en arquitectura el empleo del arco, posiblemente
importado de las viejas culturas mesopotámicas, que desarrollarán con la suficiente
perfección para poderlo transmitir técnicamente perfecto a los romanos. Otros aspectos,
como la creación de la columna toscana, de fuste liso, se deben a los etruscos.
1.2: Influencias del arte Griego:
Los romanos, al irse desplazando hacia el Sur y entrar en contacto con la Magna
Grecia y Sicilia, pudieron admirar el refinamiento y la belleza que allí había producido
el helenismo, lo que sin duda les cautivó.
Más adelante, cuando Roma conquistó Grecia a partir del siglo II a.C,
cargamentos enteros de escultura, y aun de elementos arquitectónicos griegos, se
trasladan a Roma. Con ellos llegan a la metrópoli multitud de artistas griegos; unos van
como esclavos pero otros acuden voluntariamente ante la nueva y poderosa clientela
que, preferentemente, demandará copias de la gran estatuaria griega. Gracias a esas
copias, conocemos mejor la escultura griega.
1.3: Semejanzas y diferencias entre el arte griego y el romano:
Por todo lo dicho, es cierto que se perpetúan en el arte romano muchos criterios,
principios e incluso elementos concretos del arte griego, si bien habría que matizar esta
continuidad, porque es igualmente cierto que el arte romano también tuvo su propia
aportación y, sin duda, una personalidad propia muy definida, sobre todo en el campo
de la arquitectura.
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Es cierto que se adoptan en la arquitectura romana elementos esenciales del arte
clásico como los órdenes, y que las construcciones religiosas tienen un claro referente
en el templo griego, y que muchos elementos ornamentales derivan de la arquitectura
griega, pero en muchos otros aspectos la arquitectura romana es no sólo diferente, sino
radicalmente opuesta: recordemos que la arquitectura griega carecía de la concepción
del espacio interior, mientras que la romana aporta a la historia de la arquitectura una
multiplicidad de soluciones, ricas en matices: la arquitectura romana resulta también
mucho más compleja, porque mientras la griega se conforma con una estructura tan
simple como la solución adintelada, la romana crea espacios abovedados; además
introduce nuevos materiales, nuevas técnicas constructivas, multiplicidad de edificios
diferentes, y un pragmatismo y una monumentalidad que no tenía la griega. Por todo
ello, no es sólo una arquitectura diferente, sino además mucho más trascendente en la
historia que aquélla, siendo sin duda alguna el verdadero precedente de toda la
arquitectura posterior.
Con las artes plásticas no ocurre lo mismo. La personalidad tradicional del
romano, más pragmática, podía dar lugar a una arquitectura original, pero no le era tan
propia la inclinación a la idealización artística, propia de la escultura griega. Aún así,
también habrá aportaciones propiamente romanas en este campo especialmente en lo
que se refiere al retrato y en el relieve. El primero por responder con el mismo realismo
al único valor práctico que se le podía asignar a la escultura: el de retratar, aspecto estge
que ya habían desarrollado los etruscos al realizar sus retratos funerarios. El segundo,
porque constituirá un elemento de propaganda política en muchos de los monumentos
que se levantaron al efecto, lo que permitió también una evolución considerable de sus
elementos y recursos.
2. Características propias del arte romano:
Tras un período de adaptación y maduración vemos aparecer, ya en el siglo I
a.C., un arte romano genuino, aunque esta independencia estética no se produjo a la vez
en todas las artes. En arquitectura se da bastante pronto ya que la organización urbana,
social y religiosa exige nuevos planteamientos arquitectónicos y constructivos
desconocidos por los griegos.
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La atención a la casa en la civilización romana hace que la decoración de sus
muros con pinturas, generalmente al fresco, sea cuestión de gran importancia. De las
pinturas griegas sabemos que se extendían en lugares públicos y frecuentemente
exteriores, pero las pinturas romanas se encuentran principalmente en recintos
domésticos. De ese modo la iconografía es distinta en Roma tiene una evolución
particular bastante temprana y bien diferenciada de la griega ( conocida únicamente por
referencias literarias y por reproducciones en su cerámica ).
Sin embargo no ocurre lo mismo con la estatuaria romana, que sigue los
modelos griegos durante casi toda su existencia. Probablemente se deba a la mayor
abundancia de estatuas griegas que de otras obras de arte, puesto que éstas eran fáciles
de transportar mientras que la pintura al fresco o la arquitectura no se puede transportar
o se hace mal.
En todo caso hay que señalar una excepción: el retrato. La tradición etrusca de
representar a los muertos como si estuvieran vivos, se conservó a través de las
mascarillas de cera que los romanos guardaban de sus antepasados. Este interés por el
realismo, tan opuesto al idealismo griego, es la mayor singularidad que presenta la
escultura romana, aunque no la única, como se verá más adelante.
3. Arquitectura y urbanismo:
3.1: El urbanismo:
El romano, a diferencia del griego, valoraba más el espacio interior y le gustaba
sentirse inmerso en él. El mundo latino tenía unas estructuras sociales y políticas
complejas y suntuosas, lo que le condujo a la construcción de grandes espacios
cerrados.
El característico sentido práctico de los romanos hará de estos espacios cerrados
algo verdaderamente adecuado al hombre, aun al precio de renunciar a los modelos de
la plástica griega. Cuando el romano toma el modelo de columnatas exteriores de los
templos griegos y los traslada al interior de sus basílicas aplica los valores constructivos
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griegos pero al servicio de una nueva dimensión espacial. El romano sabrá desarrollar
una arquitectura en la que lo importante será la creación del espacio interior.
Las primeras comunidades itálicas tenían, naturalmente, carácter agrario y por
ello sus primeras ciudades adaptan a la orografía sin un plan determinado. Se origina así
un entramado de calles que resiste mal las necesidades de una ciudad grande, como le
ocurría por ejemplo a la propia Roma.
En las ciudades nuevas, sin embargo, los romanos adoptan el sistema de
cuadrícula que ya había impuesto HIPPODAMOS en Grecia en el siglo V a.C., porque
ofrece soluciones rápidas y claras. Este sistema es mucho más evidente en aquellas
ciudades originadas en un campamento militar, pues así podían mover con la misma
celeridad en cualquier dirección. La adopción de esa organización en las ciudades es sin
duda la aportación más original de los romanos al urbanismo.
La agrupación urbanística queda referida a dos grandes ejes, la vía decumana
( brazo Este-Oeste ) y el cardo ( brazo Norte- Sur ); en su interior se encuentra el Foro y
alrededor los templos y la basílica, el teatro… En España puede apreciarse esta
organización en las ciudades de León y Mérida.
3.2: La arquitectura:
3.2.1. Características generales:
- Tendencia al colosalismo que exalta el poder de Roma.
- Predominio de la regularidad y la simetría (sistema axial) en su concepción
urbana y arquitectónica.
- Sentido práctico de la obra construida.
- Materiales: ladrillo (en edificios importantes se recubría de mármol), sillería
(obra hecha de sillares trabajados), mampostería (piedras sin labrar o de talla
tosca), mármol (para revestimientos).
- Una aportación importante fue el “opus cementicium” ( aparejo formado por
cantos rodados mezclados con una argamasa, de gran dureza y resistencia,
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compuesta de cal y arena, por tanto parecido al hormigón). Este nuevo material
permitió elevar muros gruesos, construir arcos y bóvedas…
- Uso de arcos, bóvedas y cúpulas.
- Creación de grandes espacios interiores diferentes según los edificios y su
funcionalidad.
- Variedad de construcciones y concepciones urbanísticas.
3.2.2. Arquitectura religiosa: el templo romano:
Quizás porque los grandes mitos griegos resultaban poco convincentes, los
romanos se acercan más a dioses particulares o, incluso, familiares. La devoción pública
se dirige al César.
Los templos romanos toman lo esencial de los griegos, pero introducen serias
modificaciones. Ante todo casi nunca serán perípteros y las columnas sólo ofrecerán un
pórtico a la entrada. En los lados del templo las columnas están adosadas al muro de la
cella. Además todo el templo se asentaba sobre un gran pedestal o pódium y la única
escalera de acceso estaba en la fachada principal. Los ejemplos más representativos de
este tipo de templo son el de la Fortuna Viril en Roma y el que es conocido con el
nombre de Maison Carrée, en Nimes (Francia).
Del tholos helenístico se derivará el interés de los romanos por los templos
circulares. La mayoría de las veces serán de pequeñas dimensiones y sin problemas
técnicos, ya que su cubierta es de madera. Las cúpulas se utilizan también, aunque sólo
se aprecian en el interior. Se lanzan al espacio con dimensiones gigantescas; es el caso
del Panteón de Agripa (Roma, siglo II d.C). Otra interesante construcción con gran
cúpula es la del supuesto templo de Minerva Médica ( siglo III, Roma).
3.2.3. Monumentos públicos:
Sin embargo el genio arquitectónico romano tendrá su más clara expresión en
los monumentos públicos: basílicas, termas, teatros, anfiteatros… La utilización de
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nuevos materiales, como el cemento y el ladrillo cocido, les permitían una mayor
flexibilidad y rapidez en sus obras.
La basílica, lugar de reunión para relaciones comerciales o para administrar
justicia, consta de tres naves; la central, de mayor altura, permite abrir vanos en la parte
superior para iluminar el conjunto, y con frecuencia está cubierta con bóvedas de medio
cañón. El fondo de la nave central suele ser semicilíndrico y estar cubierto con una
media cúpula. Este modelo constructivo basilical es el que emplearán más tarde los
cristianos para sus iglesias. Constituyen excelentes ejemplos: la Basílica Ulpia y la de
Majencio.
También son importantes las soluciones arquitectónicas que se dan en las
cubiertas abovedada de las termas. En el frigidarium de las termas de Pompeya se
encuentran antecedentes de trompas para sujetar cúpulas semiesféricas, y en las gigantes
termas de Caracalla en Roma los empujes de las bóvedas de aristas de la nave central
del tepidarium son contrarrestados por gruesos contrafuertes bajos los que corren las
naves laterales.
Los romanos construyen teatros partiendo de la idea griega, pero en lugar de
excavarlos en la ladera de un monte, los edifican. Ello les permite aprovechar el espacio
que queda detrás de las gradas para galería y vormitorios que comunicaban con las
distintas zonas y, de ese modo la velocidad de desalojo de un teatro era muy rápida.
Por otra parte, como esas galerías eran curvas como la cavea, crearon así una
bóveda anular sin antecedentes en la historia. Además de esto, y dado que en las obras
teatrales latinas el papel que desempeña el coro es menor que en las griegas, se reduce
la orquesta y se hace semicircular. La escena, o gran telón de fondo, será una
magnificencia asombrosa, constando, generalmente, de tres cuerpos adintelados.
Cabe destacar, el teatro de Aspendos (Asia Menor) como el más grande del
Imperio, el de Marcelo en Roma con una magnífica fachada y el de Mérida en España,
uno de los mejor conservados.
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Novedad romana es el anfiteatro, que como su nombre indica surge de la unión
de dos teatros, y sirve para juegos y luchas. La planta suele ser elíptica y bajo la arena se
abren numerosos corredores y dependencias para el servicio del anfiteatro. El ejemplar
más representativo es el que edificó Vespasiano en Roma. Más tarde fue llamado
Coliseo y alcanzaba un aforo de 50.000 espectadores. Aquí, como en el Teatro de
Marcello, encontramos otra novedad, que es la superposición de órdenes o estilos en la
fachada: abajo el toscano, en medio el jónico y arriba el corintio.
Para carreras de caballos, carros y ejercicios atléticos crean el circo, que es una
adaptación del estadio griego. En el centro se levanta la spina alrededor de la cual se
extiende la pista. Era importante el Circo Máximo de Roma y en España quedan restos
en Mérida y Toledo.
3.2.4. Obras de ingeniería:
La gran expansión colonial de los romanos requiere excelentes vías de
comunicación, ya que sin ellas no se puede mantener el Imperio. Estas calzadas salvarán
grandes obstáculos gracias a lo que será la clave del éxito de la ingeniería romana: el
arco, que el arquitecto romano manejará hasta límites increíbles. Lo habían tomado de
los etruscos, pero lo emplearon con audacia especialmente en la construcción de puentes
y acueductos (el puente sobre el Tajo en Alcántara alcanza 48 m de altura).
Los romanos, más ingenieros que artistas, serán creadores de importantes obras
de carácter público; puertos, pantanos y acueductos ofrecían la infraestructura que el
Imperio necesitaba. Los acueductos salvaban grandes distancias para transportar agua
de lagos naturales o de pantanos artificiales. Resultan imponentes por sus dimensiones u
majestad el de Claudio de Roma, el de Segovia y el de los Milagros en Mérida. Los
pantanos nos muestran, una vez más, la calidad técnica alcanzada por Roma. En España
puede admirarse aún el lago de Proserpina, que suministraba agua a Mérida a través del
acueducto de los Milagros.
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3.2.5. Monumentos conmemorativos:
El arco de triunfo es el monumento que mejor refleja el deseo de los romanos de
dar testimonio de su grandeza y de perpetuar así sus hazañas. El prototipo nos lo ofrece
el arco de Tito en Roma, con un solo arco, pero los hay de tres como el de Septimio
Severo en Roma, e incluso más. Aunque normalmente ofrece sólo dos fachadas a veces
presentan cuatro, como el de Cáparra de España. Con frecuencia sus paredes se adornan
con interesantes relieves homenaje a las victorias que conmemoraran.
Otros monumentos conmemorativos de gran valor lo constituyen las columnas,
como las de Trajano, en Roma, y la de Marco Aurelio, ambas con decoración
escultórica siguiendo un sentido helicoidal.
3.2.6. La vivienda:
Podía ser de dos tipos:
- Insula: casa de vecindad de 4 ó 5 plantas, hecha sobre todo de madera. Cocina y
letrinas comunitarias.
- Domus: Casa unifamiliar de los patricios, pavimentada con mosaicos y
decoradas sus paredes con pinturas. Destacan los ejemplos de Pompeya y el
barrio residencial de Adriano, en Itálica.
4. Artes Menores:
4.1: Escultura:
La escultura romana está también vinculada a dos tradiciones principales: la
griega y la etrusca.
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La griega, es consecuencia, como ya se comentó en su momento, de la moda
romana de saquear las obras griegas y posteriormente de llevarse a Roma los escultores
helenos como contratados o esclavos. Se desarrolla así un clasicismo romano que durará
largo tiempo.
La tradición etrusca conlleva un mayor sustrato popular por lo que influirá en su
mayor realismo, que será tan característico del retrato romano. Asimismo la importancia
etrusca del tema fúnebre, dará pie al retrato funerario, muy habitual también en Roma.
En resumen el tema escultórico en Roma sigue siendo el Hombre, pero no bajo
la idealización griega, sino más bien con un carácter realista.
Dos géneros son fundamentales: el retrato y el relieve, sin olvidar en este último
campo, la importancia del relieve historicista
El retrato
Al comienzo, la escultura romana de retrato sólo representaba la cabeza y parte
del cuello. Posteriormente, se avanza en la representación de todo el busto, incluyendo
hombros y pecho.
La escultura romana del retrato nació para el emperador y luego se adaptó a otro
tipo de personajes pudientes que pudieron costearse el trabajo de los artistas. De ahí que
sea importante conocer los tipos de retratos que se hicieron a los emperadores porque
luego, en menor o mayor medida se adaptaron al resto.
- Retrato togatos. Representación religiosa con toga y manto sobre la cabeza.
- Retrato toracatos, Representación militar, con coraza.
- Retrato apoteósico, Representación divinizada divinizada de cuerpo desnudo,
corona de laurel y atributos de un dios.
El retrato romano evolucionó durante distintas etapas, y su evolución puede
rastrearse por unos cuantos detalles, como los ojos, y la forma de representar barba y
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cabello. En el retrato romano femenino, además, quedan patentes las modas en los
peinados.
El retrato romano en la República
En los retratos de época republicana la escultura romana tiene gran realismo, con
los rasgos faciales muy acentuados, que recuerdan todavía a las máscaras mayorum. El
retrato es de busto corto, mostrando sólo cabeza y cuello. Los hombres llevan pelo
corto.
El retrato romano en época de Augusto
La escultura romana de esta época se idealiza. Los rasgos acusados se disimulan.
El pelo sigue siendo corto, aunque se alarga con respecto al de la República, con
mechones suaves y ondulados que se van ajustando a la forma de la cabeza.
En los retratos femeninos, se muestra un peinado con el pelo recogido hacia
atrás y una especie de tupé (el nodus) sobre la frente.
Escultura de los retratos durante la época de los Flavios. Siglo I
Este periodo constituye un momento de esplendor en la escultura romana. En el
retrato se tiene a un realismo donde se recogen los rasgos propios del representado pero
sin acusarlos.
El busto se alarga hasta recoger hombros y pectorales. El peinado se abulta y los
rizos se hacen más amplios, acentuándose los claroscuros.
En el retrato femenino, Julia, hija de Tito, va a impuso peinados altos muy
llamativos.
Escultura romana y el retrato de los siglos II y III
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La escultura romana de los siglo II y III tienden a un creciente barroquismo. El
pelo se esculpe más largo y separado de la cabeza, con rizos muy abultados y barba, por
lo que se expresa un gran dinamismo.
Desde tiempos del emperador Adriano, se empiezan a tallar los ojos.
En la escultura femenina, Faustina aparece peinada con raya al medio en el que
el pelo cae formando ondas muy suaves y se recoge en la nuca o sobre la cabeza
formando un moño.
El retrato romano en el siglo IV
En este periodo avanzado del arte romano, marcado por la presencia del
cristianismo, los retratos se deshumanizan. Se pierde la preocupación por hacer retratos
que se acerquen a la naturaleza real hombre, y se tiende a una esquematización que aleja
al emperador de la sociedad. Por tanto, su escultura se puede considerar "anti-clásica".
Las facciones son desproporcionadas y con una talla muy dura.
Tal evolución se aprecia perfectamente en las abundantes representaciones de
Constantino. Este retrato tardorromano anticipa el noble hieratismo de la escultura
bizantina.
El relieve
El relieve se vincula fundamentalmente al marco de los edificios
conmemorativos y tiene habitualmente un sentido narrativo. Por ello aparecen ornando
los arcos de triunfo y las columnas, y siempre rememorando las hazañas de sus
promotores, con ese sentido de narración. No obstante no es el único ámbito en el que se
localizan, porque también adornan otros tipos de edificios, véase el caso del Ara Pacis,
que cuenta con un friso de magníficos relieves, también realizados con un manifiesto
sentido narrativo.
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En el relieve romano destaca principalmente el nivel técnico alcanzado por sus
artífices. Sorprende su detallismo y precisión en el modelado, su perfecto realismo y su
capacidad perspectiva aprovechando el diferente bulto redondo de las figuras según se
coloquen en altorrelieve, mediorrelieve o bajorrelieve. Sobresale también su ritmo
compositivo, logrado a base de variar hasta el infinito las diversas actitudes de los
personajes y otorgarle a la narración una movilidad y una riqueza gestual que la hace
muy dinámica.
Los ejemplos más representativos son:
- Arco de Tito (80-85): Consta de un solo vano. En su interior los relieves
representan la toma de Jerusalén. En una escena los legionarios de Tito pasean
triunfantes por Roma, a su regreso de Palestina, lo arrebatado en el Templo de
Jerusalén y obtenido como botín de guerra. En el relieve se pueden ver varios
planos de profundidad, lo que crea visibles contrastes de luces.
- Arco de Constantino ( 312 – 316 ): aparecen tres vanos. En sus relieves
representan motivos alusivos a los años de gobierno de Constantino y a su
victoria sobre Majencio.
- Columna Trajana ( 101 – 107 ): Tiene un fin funerario y conmemorativo.
Representa las campañas contra los dacios. Los relieves aparecen en un friso en
espiral, tienen poca profundidad; se representa el paisaje. Hay una gran variedad
descriptiva: asalto a las ciudades, incendio de aldeas…
- Columna de Marco Aurelio ( 180 – 193 ): conmemora la victoria sobre los
marcómanos ( Europa del Este ). No aparecen tantos fondos paisajísticos. Se
aprecia la mayor crudeza de los combates.
4.2: Pintura:
En la pintura romana va a influir decisivamente el arte griego, ya que ya desde la
época de César llegaron pinturas griegas que arrancaban de las paredes y se llevaban a
Roma. Ésta es una de las razones por las que apenas se conservan pinturas murales
griegas.
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Al igual que otras artes, la pintura en Roma tenían una finalidad práctica:
decorar las casas y palacios. La condición social del pintor era la de un artesano, aunque
los que pintaban sobre tabla tenían mayor prestigio.
La pintura mural se realizaba con la técnica del fresco, aunque también se
discute que en algunas ocasiones se utilizaran técnicas mixtas. Para la pintura sobre
tabla se utilizaban las técnicas al temple y a la encaústica. La gama de colores era
amplia, ya que a la del mundo griego y egipcio se les suman algunos colores más.
Destacan el negro, el blanco, el rojo y el amarillo, aunque a veces también se
utilizaron verdes, azules y violetas. Se aplicaban mezclados con agua y a veces con
cola.
La pintura romana se clasifica en cuatro estilos a partir del siglo XIX y fueron
establecido en base a las pinturas conservadas en Pompeya.
Las pinturas de Pompeya son las mejor conservadas ya que en el año 79 d.C. una
erupción del Vesubio cubrió toda la ciudad, permitiendo que se conservaran las pinturas
(entre otras muchas cosas) como no se han conservado en ninguna otra ciudad. Todas
las pinturas de Pompeya se encontraban en Domus.
Estilos de Incrustación
Este estilo de pintura romana se desarrolla desde mediados del s.II a.C. hasta
principios del s.I a.C., todavía en época republicana.
Es así llamado porque imita la decoración de mármoles que se aplicaban en
época helenística. Es un estilo muy colorista, de aspecto muy suntuoso. El muro suele
estar dividido en tres: un zócalo pintado imitando granito, una zona media imitando
mármol y un remate a modo de cornisa realizada en estuco.
Estilo Arquitectónico
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Se desarrolla durante el s.I a.C, en la época de César. Es llamado estilo
arquitectónico porque imita no sólo revestimientos sino también arquitecturas. También
es llamado "Estilo de perspectiva arquitectónica" porque busca profundidad y
perspectiva. Esto hace que las estancias parezcan más grandes. Se dan frecuentemente
las ventanas, tras las que se puede ver edificios, y resulta más teatral, además, aparece el
paisaje.
En definitiva se trata de una pintura romana que tiende a la disolución del muro.
Es un estilo ya de plena creación romana.
Estilo Mixto u Ornamental
Se dio entre el 27 a.C. hasta la mitad del s.I d.C, es decir, durante la época de
Augusto y sus sucesores. Es un estilo mixto porque en cierta manera es una mezcla de
los dos anteriores. Es un estilo menos real y más fantástico.
Se caracteriza por la representación de elementos ornamentales muy ligeros,
apareciendo también edificios fantásticos, frisos con niños, elementos vegetales muy
estilizados, figuritas de animales, de humanos también pero más pequeñas y delicadas, y
pequeñas escenas mitológicas. Los colores son muy intensos.
Se dio más en Roma que en Pompeya y destacan las de la Domus Aúrea de
Nerón.
Estilo Ilusionista o Escenográfico
Se trata de la pintura que se manifiesta desde la época de Nerón, en la primera
mitad del siglo I, hasta el final de este siglo. Toma elementos del segundo y tercer
estilo.
Es el estilo más confuso. En él aparecen también escenas mitológicas, históricas,
tiene un gran recargamiento decorativo, aparecen cortinajes y telones y cobra mucho
desarrollo el paisaje. También aparece en la Domus Aúrea de Nerón y en la casa de los
Vetii en Pompeya.
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También hay frescos llamados por Vitrubio "Megalográficos", que se dan en el
s.I a.C. y parte del I d.C. Representan personajes de tamaño natural que componen
escenas. Pueden aparecer aquitecturas para dar un mayor realismo. No hay muchos,
pero sí de una gran calidad. Destaca "La villa de los misterios", en Pompeya, de época
de Augusto.
Después del s.I d.C. la pintura se limita a grandes masas pictóricas sin delimitar,
con búsqueda de efectos claroscuristas con un gran detallismo en las representaciones,
pero después se da una reiteración de los estilos pompeyanos. En el s.II encontramos
muchos mosaicos y revestimientos de mármol sin compartimentación. En época de
Adriano se hacen muchos estucados con pinturas geométricas y vegetales y pinturas con
un sentido muy pictórico, con colores más claros y sfumato.
La pintura de caballete y los pequeños frescos también se dan. Los temas se
enriquecen: historia, paisajes de distintos tipos, mitología, bodegón, vida cotidiana,
animales y el retrato. El retrato se da desde el s.I a.C. pero es en el s.II cuando
proliferan. Destacan los del Fayum, unos retratos funerarios en tela o en madera que
están realizados con la técnica de la encáustica.
Un buen ejemplo de retrato es "El panadero y su esposa", del s. I en Pompeya.
4.3: Mosaico:
Etimológicamente la palabra mosaico deriva de mousaes, que en griego quiere
decir "musa", quizá porque antiguamente se consideraba que un arte tan sublime sólo
podía estar realizado por artistas inspirados por ellas.
Y aunque los griegos fueron grandes maestros la técnica (antes que ellos ya lo
habían utilizado los sumerios o los cretenses), como así lo atestiguan los mosaicos
helenísticos, fueron los romanos los que se convertirían en auténticos expertos de este
arte, propagándolo por toda la cuenca mediterránea. Tan apreciado sería que se llegaron
a promulgar decretos para fijar el precio de las obras.
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En efecto, cuando las pretensiones imperialistas de Roma llevaron a sus legiones
a la zona de Asia Menor, el mosaico ya era una técnica sobradamente conocida en
aquellas tierras (Hefestión y Sosos de Pérgamo fueron artistas de excepcionales dotes),
y al igual que sucedió con otras muchas disciplinas, los romanos se dejaron permear por
las influencias extranjeras y adoptaron la manera de hacer helena, perfeccionándola y
aportando nuevas ideas.
Aunque al principio los mosaicos se utilizaron para decorar fundamentalmente
paredes y techos, con el paso del tiempo y la mejora de las técnicas, comenzaron a
usarse también para cubrir la superficie del suelo, elaborando así unos espectaculares
pavimentos que conferían a las villas y palacios una majestuosidad adicional, denotando
la posición social y el poder de sus inquilinos. Con la llegada de la época imperial el
mosaico se popularizó y comenzó a utilizarse también en los templos, teatros, baños
públicos e incluso en las tiendas.
Los mosaicos están compuestos por pequeñas piezas cúbicas llamadas teselas
(del latín tesselae, que a su vez proviene del griego tessellae es decir "cuatro"). De
hecho este arte era conocido también como opus tesselatum. Los materiales pueden ser
muy variados y van desde las rocas calcáreas hasta el vidrio pasando por la cerámica. Se
tallaban de diferentes tamaños y dependiendo de ésto, de los motivos elegidos o de el
lugar en el que debía ser lucido, los mosaicos adoptaron diferentes nombres.
Así por ejemplo en el llamado opus sectile se usaban piedras de diferentes
tamaños, generalmente de mármol de varios colores, para recortar formas geométricas
de un modo muy parecido al del procedimiento de la taracea. El opus vermiculatum (de
vermis, que significa gusano) hacía uso de teselas muy pequeñas con las que se
alcanzaba una gran precisión, perfilando los bordes de las figuras representadas y las
zonas que requerían mayor detalle. También estaba el opus musivum, empleado en los
muros, el opus signium, que confería a las obras una gran resistencia o el opus
lithostrotum, usado para pavimentar vías o plazas. Sin embargo, los trabajos más finos y
complejos podía llevarse a cabo sobre paneles para facilitar su transporte y evitar su
degradación. La mayoría fueron realizados por artistas anónimos que, dada la
complejidad del trabajo, debían coordinarse con pintores y arquitectos para que el
resultado final fuera satisfactorio. Las escuelas de Túnez y Siria fueron particularmente
apreciadas.
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Uno de los lugares donde se han encontrado mosaicos más bellos y mejor
conservados ha sido en Pompeya, ciudad romana que quedó sepultada bajo la lava del
Vesubio en el año 79 de la era cristiana. En ella se han desenterrado bellos pavimentos
prácticamente intactos y mosaicos en miniatura de sorprendente realismo.
Aunque en los primeros tiempos los mosaicos solían realizarse con teselas
pequeñas después comenzaron a usarse piezas de mayor tamaño. Las composiciones
podían ser policromas o bien estar elaboradas sólo con colores blanco y negro, pero
siempre se tendía a dotarlas del mayor grado de realismo posible.
Para realizar la obra se partía de una pintura de la que se tomaba el modelo,
dividiéndose las diferentes zonas por colores planos. Entonces se sacaba una plantilla en
tela o en papiro y sobre ella se procedí a colocar cuidadosamente las teselas siguiendo el
dibujo pero con su posición invertida, de manera que la cara que después quedaría
expuesta permanecía oculta a los ojos del artesano. Luego se allanaba la superficie y
sobre un lecho de cemento se iban situando las teselas hasta completar el conjunto, que
finalmente se aglomeraba rellenando los huecos con masilla.
Los temas más frecuentes en los que se inspiraban los artistas (o aquellos que les
encargaban las obras) eran los relacionados con la mitología, aunque también eran muy
apreciadas las escenas de caza y de la vida cotidiana o los símbolos y monstruos
marinos, muy empleados en las termas, por ejemplo. También encontramos mosaicos
puramente geométricos, con elaboradas grecas o intrincados diseños en forma de
estrella.
Pero si hablamos del mosaico romano no podemos olvidar mencionar a su
heredero más inmediato, aquel que continuó su tradición cuando el imperio occidental
sucumbió a manos de los bárbaros: el mosaico bizantino, que siguió elaborándose y
perfeccionándose en el Imperio Romano de Oriente con capital en Constantinopla. Allí
los muros, cúpulas y bóvedas de las iglesias y mausoleos tomaron todo el protagonismo,
cubriéndose con temas de la iconografía cristiana que resplandecían además con una
nueva aportación, el recubrimiento de las teselas con láminas de oro o plata que confería
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a las superficies un esplendor difícil de igualar. Ejemplos magníficos de esta época los
podemos encontrar en Rávena, Venecia o la propia Constantinopla (hoy Estambul).
Con el paso del tiempo el arte musivario se fue desarrollando y cada época
aportó un estilo y unos materiales diferentes, aunque manteniendo siempre la esencia.
Tanto los bizantinos, que ya hemos mencionado, como los islámicos fueron grandes
amantes del mosaico como elemento decorativo. El Renacimiento continuó impulsando
esta técnica, que se vio renovada con la llegada del Modernismo y aún en la actualidad
sigue siendo apreciada. De hecho, si observamos con detenimiento una composición
realizada con teselas, nos sorprende lo cerca que está de una técnica tan moderna como
es el puntillismo, inventado hace poco más de un siglo por los impresionistas, y acaso
ese mosaico tenga miles de años de antigüedad...
5. Arte en la Hispania Romana:
5.1: Conquista:
La entrada de los romanos en Hispania se produce cuando la presencia
cartaginesa en la península alcanza su mayor importancia, especialmente en el siglo III
a.C. Hasta la aparición de los primeros problemas con la potencia surgente (Roma) en el
año 226 a.C. se establece un pacto entre Cartago y Roma que divide la península en dos
zonas de influencia. El conflicto de Sagunto en el año 219 a.C. provocará la entrada de
tropas romanas en el 218 a.C. a través de Ampurias, dirigidas por Publio Cornelio
Escipión y su hermano Cneo. Sin embargo este primer ejército fue derrotado por los
cartagineses en la batalla de Castulo (212 a.C.). Al año siguiente desembarcó otro
Publio Conelio Escipión, hijo del primero de los anteriores y conocido en el futuro
como "Africano" porque vencerá años después a Aníbal en Zama, que tomó Cartago
Nova en el año 209 a.C. y acabó con los cartagineses en la batalla de Ilipa. El final de
esta fase de la conocida como Segunda Guerra Púnica provoca que Hispania se
convierta en Provincia romana "de facto".
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En el año 197 a.C. la península fue dividida en dos provincias encomendadas a
Pretores: Hispania Citerior e Hispania Ulterior, situándose el límite de ambas cerca de
Cartagena.
Tras las revueltas de los lusitanos dirigidos por Viriato, la guerra celtibérica de
mediados del II a.C. y la caída de Numantia en el año 133 a.C. a manos de un tercer
Escipión, conocido como "Emiliano" y "Numantino", Roma envía a la península una
comisión de diez senadores para establecer el sistema provincial definitivo y sus leyes.
Desde entonces hasta finales del I a.C. la presencia romana es constante. Se conquistan
las Baleares, comienza un período de paz, se fundan las colonias, se construyen calzadas
y el latín entra a formar parte de la vida de los habitantes peninsulares.
No obstante, el siglo I a.C. tendrá a Hispania como protagonista de buena parte
de los conflictos internos de Roma. La guerra civil entre Mario y Sila tendrá su episodio
bélico en el norte peninsular con la rebelión de Sertorio, antiguo gobernador de la
Citerior. Cneo Pompeyo Magno, un general legendario, entrará en la península y le
derrotará, terminando el intento secesionista en el año 72 a.C.
Poco tiempo después el mismo Pompeyo y su gran rival, Julio César, tendrán en
Hispania enfrentamientos muy relevantes en la nueva guerra civil romana. En Lérida y
Munda (Córdoba) se desarrollarán combates que acabarán con el dominio pompeyano
en el año 45 a.C.
En el 27 a.C. el emperador Octavio Augusto reestructuró Hispania: la Citerior
pasará a llamarse Tarraconense -provincia imperial, ocupando el mismo territorio- y la
Ulterior se dividirá en Betica -provincia senatorial- y Lusitania -imperial-compartiendo
un territorio que verá sus límites modificados a lo largo de la historia. El Emperador
rematará la conquista total de Hispania incorporando los territorios de cántabros y
astures al norte del Duero en el año 19 a.C.
Desde el siglo I d.C. Hispania se distribuirá en "conventus", circunscripciones
judiciales más pequeñas dependientes de las provincias (7 en la Tarraconense, 4 en la
Betica y 3 en Lusitania). En cada provincia había un legado del Emperador; en la Betica
y Lusitania, además un Procónsul y un Cuestor.
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Hispania tuvo un gran florecimoento con la dinastía Flavia y, muy
especialmente, con la iniciada por los primeros Antoninos, Trajano y Adriano.
procedentes de Hispalis. El Imperio Romano, por entonces, alcanza su máximo
esplendor y su máxima extensión.
A principios del siglo III d.C. el emperador Caracalla, además de extender la
ciudadnía romana a todos los habitantes del Imperio,creará por cierto tiempo la
Hispania Nova Citerior Antoniniana, incluyendo los territorios galaicos y astures.
Con el emperador Diocleciano Hispania fue una de las tres Diócesis de la Prefectura de
las Galias, y tuvo seis provincias: Lusitania, Betica, Tarraconense, Gallaecia,
Cartaginense y Mauritania Tingitana -en el norte de Africa-.
Desde la época de Constantino existirá también la provincia Balearica.
5.2: Organización jurídico local:
La organización legal romana diferenciaba los núcleos urbanos en varios tipos:
- Colonias: centros de población habitados por los romanos -por motivos
militares o para descongestionar núcleos mayores-.
- Municipios: ciudades incorporadas a Roma por derecho de ciudadanía o
derecho latino -sus habitantes tenían autonomía pero pagaban tributos y
cumplían para el servicio militar-.
- Ciudades indígenas: ciudades federadas (pactos con Roma); ciudades
estipendiarias (sometidas al gobernador de provincia, pagan tributos); ciudades
libres (sin sometimiento al gobernador, pagan tributos)
Estos núcleos ocupaban poco menos que una quinta parte de las poblaciones de la
península; la mayoría seguían siendo "castros" indígenas más o menos controlados por
Roma.
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Los habitantes se dividían en: cives -ciudadanos de pleno derecho-, coloni -con
derechos completos o especiales según su localización y procedencia-, incolae -
domiciliados sin ser ciudadanos-, hospites -de residencia temporal- y servi -esclavos,
fuera de todo derecho.
En la península existían además dos peculiaridades sociales: la primera,
compartida con el mundo romano, la clientela: el sometimiento a un patronus; un pacto
de fides casi de tipo religioso. La segunda, propia de los orígenes celtibéricos, la
devotio: la culminación de la fides, el ofrecimiento de la vida por el jefe como acto de
servicio a los dioses, y realizada por los llamados soldurios.
En cuanto al gobierno, éste se repartía, como en la metrópolis, en diversos
estamentos:
- El pueblo, repartido en tribus que elegían a sus magistrados.
- Los magistrados, parecidos a los romanos: los más característicos son los
Duumviri, semejantes a los Cónsules en sus jurisdicciones civil y militar. Había
además Ediles y Cuestores.
- El Senado de las comunidades, con 100 miembros, reunido en asamblea
legislativa llamada Curia, ocupada especialmente por los decuriones, los
hombres más importantes de cada población.
5.3: Arte:
El arte hispanorromano, por la diversidad de las culturas hispanas preexistentes,
por el distinto y escalonado grado de romanización que se registra en ellas, por los
múltiples niveles en los que el mismo arte romano se expresa o se proyecta, por las
numerosas vías por las que penetró en Hispania, será un arte heterogéneo y complejo de
ordenar, clasificar y valorar científicamente, según vamos viendo en lo que va dicho.
Buena parte de su problemática es la que corresponde a una cuestión medular en el arte
del Imperio, que es el llamado arte romano provincial. Los planos en los que se
desenvuelve el arte romano son fundamentalmente dos, en los que se compendian
muchos estratos de matices distintos. Puede hablarse de un arte oficial, trasunto más o
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menos directo de los modelos de la corte, e incluso de un arte culto, de espectro más
amplio, vinculado igualmente a las directrices romanas o a la de los ambientes elevados
de tradición helenística de forma más general.
Estos dos niveles, resumibles en uno de los correspondientes a la clasificación en
dos de que se hablaba, se expresan de manera más o menos homogénea en todo el
Imperio. Es el gran arte romano, sobre todo en el campo de la escultura, fuertemente
deudor del clasicismo griego o de los estilos helenísticos, convertido por Roma en una
expresión altamente politizada, al servicio de los poderosos aglutinantes ideológicos que
un Imperio como el romano precisaba. No será por ello extraño que buena parte de la
producción de este arte superior, se concibiera al servicio del culto al Emperador, a la
Casa Imperial o a Roma y sus dioses tutelares.
Pero junto a este arte áulico conviven en el Imperio formas de arte distinto,
como el provinciano, de raíz más popular, que en cada lugar se ofrece con rasgos
propios; corresponde a una parcela de la producción artística muy próxima, en cuanto a
condicionantes y resultados, a la del arte plebeyo, según lo caracterizó el investigador
Ranucchio Bianchi Bandinelli para el ámbito itálico. Como expresiones artísticas de
propósitos más finalistas y prácticos, comparten una menor preocupación formal, la
tendencia a primar los aspectos irracionales y simbólicos sobre la pureza estilística, a
optar por las soluciones plásticas o técnicas más simples, como el linealismo en los
pliegues de los ropajes, y otros rasgos.
Como quiera que los niveles expresados no son estancos, sino que se influyen
continuamente entre sí, los fenómenos propios del arte provincial resultan de una gran
complejidad. La discusión sobre sus problemas y su significación empezó ya en el siglo
XIX, y suscitó una interesante polémica en las primeras décadas de este siglo. Se ponía
en cuestión el arte de las provincias, particularmente la escultura, con especial atención
a lo que ocurría en la Galia, las regiones centroeuropeas y la propia Italia. Era preciso
poner en orden la crítica artística de una interesante producción que no obedecía a las
pautas del arte romano oficial, así como proceder a su correcta valoración cultural e
histórica. El arte provincial entendido como tosca o bárbara imitación del oficial era una
concepción simplista de una realidad mucho más compleja y rica en matices.
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Según el arqueólogo italiano G. A. Mansuelli, en el estudio de esa realidad se
advierten desde posturas nacionalistas, tendentes a contraponer a las aportaciones
romanas la persistente vitalidad de las etnias y las culturas locales (una afirmación del
Kunstwollen prerromano), a las no menos unilaterales tesis centristas, que consideran a
lo romano el principal o único protagonista de las iniciativas que conforman el arte
provincial.
Han sido de gran interés, en esta línea, los estudios de Bianchi Bandinelli.
Subraya éste la diversidad de color de los diferentes artes provinciales, aunque se
detecten rasgos comunes. En general, la mayor parte de la producción provincial es obra
del artesanado popular, impulsado muchas veces por la necesidad o el deseo de ofrecer
un trasunto asequible y económico de las obras de alto precio que se importaban de
Roma o de otros centros de tradición helenística. Pero el arte popular -añade el citado
autor- no es sólo imitación ni sólo reflejo del arte de Roma; puede contener elementos
de gusto personal que, sobre todo en las individualidades más capaces, se concentran en
afirmaciones de una poética nueva. Ciertas técnicas propias de lo provincial, como la
simplificación, el linealismo en los plegados, o el surco de contorno en los relieves (para
forzar artificialmente la sensación de bulto), se elevan al rango de estilo.
Uno de los meollos de la tesis de Bianchi Bandinelli es que ese estilo provincial,
bien representado en monumentos como el mausoleo de los Julios de Saint-Remy
(Provenza) o, en España, la Torre de los Escipiones (Tarragona), junto con el plebeyo -
en su afán narrativo, simbólico, expresionista, determinante de efectos como la
perspectiva jerárquica-, se imponen en el arte oficial romano, de forma paralela al
fenómeno sociológico por el que fueron cobrando importancia en Roma las clases
medias, y ascendiendo a la corte las elites provinciales. Estos fenómenos, que cobraron
notable fuerza con los Flavios, adquirieron carta de naturaleza con Trajano. La
progresiva imposición, desde fines del siglo II d. C., de las tendencias irracionalistas y
simbólicas, frente a las racionalistas y naturalistas de raíz helénica, caracterizaron el arte
romano tardío y -concluye B. Bandinelli- prepararon la transición al arte de la Edad
Media.
En Hispania existen espléndidos ejemplos de arte áulico u oficial, en general en
las grandes ciudades, como Emerita, Tarraco, Corduba, Italica, etc., donde la vida
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oficial exigía o propiciaba su implantación, y más repartidamente en todas partes donde
hubiera gentes capaces de conectar con los gustos de ese arte áulico y soportar sus
costes. Su estudio queda facilitado por la pertenencia a un lenguaje de normas bastante
fijas, con patrones válidos en todo el Imperio, y girando fundamentalmente en torno a
las tendencias definidas para Roma. Son igualmente abundantes los testimonios del arte
provincial, y aquí las dificultades de estudio, de interpretación, de valoración como obra
de arte y como expresión cultural, se acentúan extraordinariamente. Entre otras cosas
porque aspectos básicos, como los impulsos culturales y mentales que los determinaron
y les dieron forma, pueden quedar oscurecidos por la expresión de un lenguaje artístico
menos legible o traducible. Es como una escritura cuyos signos no estuvieran
claramente definidos, y que expresara una lengua poco o nada conocida. Eso nos daría
la imagen de una complejidad extrema poco común, pero con la que subrayo las
dificultades que entraña el acercamiento a esta parcela del arte antiguo.
Pongamos un ejemplo apropiado entre los que nos ofrece la Hispania romana. Y
lo tenemos en una copiosa producción de estelas funerarias, que se reparten por un
amplio sector de la Meseta, el norte y el noroeste de la Península. Uno de los grupos
más característico y justamente famoso se concentra en la provincia de Burgos, en
particular en Lara de los Infantes. Son estelas para hincar sobre la tumba, decoradas por
su cara anterior, en la que figura a menudo la cartela con la inscripción dedicatoria. La
ornamentación suele constar de figuras animales y humanas, aisladas o formando
escenas -jinetes, temas de caza y de guerra, banquetes funerarios, etc.-, y abundantes
motivos geométricos, como sumarias representaciones arquitectónicas y,
particularmente, signos astrales, muchas veces a la manera de un gran disco que alberga
una roseta o un vórtice helicoidal, en la parte superior de la estela. En las
representaciones figuradas se acentúan la ingenuidad y la torpeza de los dibujos y, en
todo, predomina el relieve plano y el recurso a la incisión para indicar los detalles. Los
mejores efectos decorativos caen del lado de los geometrismos, a veces muy
primorosos.
Estos monumentos funerarios han dado lugar a una amplia literatura científica,
que ha visto en su innegable expresividad la posibilidad de escudriñar sobre las
creencias y señas de identidad de quienes los encargaron. En general, su localismo
artístico, el tipo de escenas representadas en ellas y, sobre todo, la proliferación de
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signos astrales, todo ello unido a su área geográfica de distribución, las hizo ver como
clara expresión de indigenismo, y Antonio García y Bellido, que les dedicó espléndidos
estudios, sentenciaba su abolengo céltico.
Sin embargo, en una reconsideración reciente del arte y de la significación de
estos monumentos, José Antonio Abásolo considera más atinado quitar peso a la
supuesta carga indigenista de las estelas, cuyo repertorio formal -decorativo y
simbólico- se mueve en el marco de lo puramente romano, atestiguado por todo el
Imperio. La morfología y la decoración responden a una inspiración clásica, de modo
que sus formas remedan a menudo, con sus simplificadas arquitecturas, los esquemas de
monumentos mayores del tipo de los turriformes con edícula u otros parecidos. Y el
conjunto de signos o motivos decorativos que ofrecen, se comprenden igualmente en el
seno del simbolismo funerario romano, tal y como se manifiesta en todo el Imperio. En
ello habría que incluir los mismos signos astrales, aunque también pueda entenderse su
proliferación, o la importancia compositiva que se les concede, como resultado de una
particular predisposición a las manifestaciones de este tipo en las gentes de la zona.Se
trataría, en suma, de productos de arte romano provincial, formado a impulsos de
corrientes venidas de forma poco precisable, pero que pudieron ser vehiculadas por los
movimientos de la milicia y contactos de otro tipo, que enlazan estos monumentos con
tendencias que parecen especialmente propias del norte de Italia. Son una buena
muestra de un arte provinciano, en el que se añaden elementos también locales, y en
cuya configuración cuentan factores muy complejos, e inciden las tendencias
reiterativas de talleres artesanales poco dados a la renovación de sus repertorios
artísticos.
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