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poesia de Unamuno

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A mi buitre

A mi buitreEste buitre voraz de ceo torvo que me devora las entraas fiero y es mi nico y constante compaero labra mis penas con su pico corvo.El da en que le toque el postrer sorbo apurar de mi negra sangre, quiero que me dejis con l solo y seero un momento, sin nadie como estorbo.Pues quiero, triunfo haciendo mi agona, mientras l mi ltimo despojo traga, sorprender en sus ojos la sombramirada al ver la suerte que le amaga sin esta presa en que satisfaca el hambre atroz que nunca se le apaga.

Al amor de la lumbre cuya llama...

Dulcissime vanus Homems.

Al amor de la lumbre cuya llamacomo una cresta de la mar ondea.Se oye fuera la lluvia que goteasobre los chopos. Previsora el ama

supo ordenar se me temple la camacon sahumerio. En tanto la Odiseamontes y valles de mi pecho oreade sus ficciones con la rica trama

preparndome el sueo. Del castaoque ms de cien generaciones de hojacriara y vio morir, cabe el escao

abrasndose el tronco con su rojabrasa me reconforta. Dulce engaola ballesta de mi inquietud afloja!

Castilla

Tu me levantas, tierra de Castillaen la rugosa palma de tu mano,al cielo que te enciende y te refresca, al cielo, tu amo.Tierra nervuda, enjuta, despejada,madre de corazones y de brazos,toma el presente en ti viejos colores del noble antao.Con la pradera cncava del cielolindan en torno tus desnudos campos,tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro y en ti santuario.Es todo cima tu extensin redonday en ti me siento al cielo levantado,aire de cumbre es el que se respira aqu, en tus pramos.Ara gigante, tierra castellana,a ese tu aire soltar mis cantos,si te son dignos bajarn al mundo desde lo alto!

De vuelta a casaDesde mi cielo a despedirme llegas fino orvallo que lentamente baas los robledos que visten las montaas de mi tierra, y los maces de sus vegas.

Compadeciendo mi secura, riegas montes y valles, los de mis entraas, y con tu bruma el horizonte empaas de mi sino, y as en la fe me anegas.

Madre Vizcaya, voy desde tus brazos verdes, jugosos, a Castilla enjuta, donde fieles me aguardan los abrazos

de costumbre, que el hombre no disfruta de libertad si no es preso en los lazos de amor, compaero de la ruta.

Dime qu dices, mar!Dime qu dices, mar, qu dices, dime!Pero no me lo digas; tus cantaresson, con el coro de tus varios mares,una voz sola que cantando gime.

Ese mero gemido nos redimede la letra fatal, y sus pesares,bajo el oleaje de nuestros azares,el secreto secreto nos oprime.

La sinrazn de nuestra suerte abona,calla la culpa y danos el castigo;la vida al que naci no le perdona;

de esta enorme injusticia s testigo,que as mi canto con tu canto entona,y no me digas lo que no te digo.

Dolor comnCllate, corazn, son tus pesaresde los que no deben decirse, dejase pudran en tu seno; si te aquejaun dolor de ti solo no acbares

a los dems la paz de sus hogarescon importuno grito. Esa tu queja,siendo egosta como es, reflejatu vanidad no ms. Nunca separes

tu dolor del comn dolor humano,busca el ntimo aquel en que radicala hermandad que te liga con tu hermano,

el que agranda la mente y no la achica;solitario y carnal es siempre vano;slo el dolor comn nos santifica.

Dormirse en el olvido del recuerdo...Dormirse en el olvido del recuerdo,en el recuerdo del olvido,y que en el claustro maternal me pierdoy que en l desnazco perdido!T, mi bendito porvenir pasado,maana eterno en el ayer;t, todo lo que fue ya eternizado,mi madre, mi hija, mi mujer!

El armador aquel de casas rsticas...

Mateo, cap. XIII, II - Corn III, 6.

El armador aquel de casas rsticashabl desde la barca:ellos, sobre la grava de la orilla,l flotando en las aguas.

Y la brisa del lago recogade su boca parbolasojos que ven, odos que oyen gozande bienaventuranza.

Recin nacan por el aire clarolas semillas aladas,el Sol las revesta con sus rayos,la brisa las cunaba.

Hasta que al fin cayeron en un libro,ay tragedia del alma!:ellos tumbados en la grava seca,y l flotando en el agua.

En horas de insomnio Me voy de aqu, no quiero ms orme;de mi voz toda voz suname a eco,ya falta as de confesor, si peco se me escapa el poder arrepentirme.

No hallo fuera de m en que me afirme nada de humano y me resulto hueco;si esta crcel por otra al fin no truecoen mi vaco acabar de hundirme. Oh triste soledad, la del engaode creerse en humana compaamovindose entre espejos, ermitao.

He ido muriendo hasta llegar al daen que espejo de espejos, soy me extraoa m mismo y descubro no viva.

En un cementerio de lugar castellano

Corral de muertos, entre pobres tapias, hechas tambin de barro, pobre corral donde la hoz no siega, slo una cruz, en el desierto campo seala tu destino. Junto a esas tapias buscan el amparo del hostigo del cierzo las ovejas al pasar trashumantes en rebao, y en ellas rompen de la vana historia, como las olas, los rumores vanos. Como un islote en junio, te cie el mar dorado de las espigas que a la brisa ondean, y canta sobre ti la alondra el canto de la cosecha. Cuando baja en la lluvia el cielo al campo baja tambin sobre la santa hierba donde la hoz no corta, de tu rincn, pobre corral de muertos!, y sienten en sus huesos el reclamo del riego de la vida. Salvan tus cercas de mampuesto y barro las aladas semillas, o te las llevan con piedad los pjaros, y crecen escondidas amapolas, clavelinas, magarzas, brezos, cardos, entre arrumbadas cruces, no ms que de las aves libres pasto. Cavan tan slo en tu maleza brava, corral sagrado, para de un alma que sufri en el mundo sembrar el grano; luego sobre esa siembra barbecho largo! Cerca de ti el camino de los vivos, no como t, con tapias, no cercado, por donde van y vienen, ya riendo o llorando, rompiendo con sus risas o sus lloros el silencio inmortal de tu cercado! Despus que lento el sol tom ya tierra, y sube al cielo el pramo a la hora del recuerdo, al toque de oraciones y descanso, la tosca cruz de piedra de tus tapias de barro queda, como un guardin que nunca duerme, de la campia el sueo vigilando. No hay cruz sobre la iglesia de los vivos, en torno de la cual duerme el poblado; la cruz, cual perro fiel, ampara el sueo de los muertos al cielo acorralados. Y desde el cielo de la noche, Cristo, el Pastor Soberano, con infinitos ojos centelleantes, recuenta las ovejas del rebao! Pobre corral de muertos entre tapias hechas del mismo barro, slo una cruz distingue tu destino en la desierta soledad del campo!

Es una antorcha al aire esta palmera...Es una antorcha al aire esta palmera,verde llama que busca al sol desnudopara beberle sangre; en cada nudode su tronco cuaj una primavera.Sin bretes ni eslabones, altaneray erguida, pisa el yermo seco y rudo;para la miel del cielo es un embudola copa de sus venas, sin madera.No se retuerce ni se quiebra al suelo;no hay sombra en su follaje; es luz cuajadaque en ofrenda de amor se alarga al cielo;La sangre de un volcn que enamoradadel padre sol se revisti de anheloy se ofrece, columna, a su morada.

Hasta que se me fue no he descubierto...Hasta que se me fue no he descubiertotodo lo que la quise;yo crea quererla; no sabalo que es de amor morirse.Era como algo mo entonces, eracostumbre..., que se dice...;pero hoy soy suyo yo, soy de la muertea quien nadie resiste.Al irse naci en m... no!, que en torturasen ella nac al rseme;lo que cre yo sueo era la vela;he nacido al morirme.Por fin ya s quin soy... no lo saba...Lo s? Quin sabe en este mundo triste?Hay quin sepa lo que es saber y entiendalo que la nada dice?Mi madre naci en m en aquel daque se me fue Teresa... Madre, dimede dnde vine, adnde voy perdido,por qu al amor me diste...

Hay ojos que miran, -hay ojos que suean...Hay ojos que miran, -hay ojos que suean,hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan,hay ojos que ren -risa placentera,hay ojos que lloran -con llanto de pena,unos hacia adentro -otros hacia fuera.Son como las flores -que cra la tierra.Mas tus ojos verdes, -mi eterna Teresa,los que estn haciendo -tu mano de hierba,me miran, me suean, -me llaman, me esperan,me ren rientes -risa placentera,me lloran llorosos -con llanto de pena,desde tierra adentro, -desde tierra afuera.En tus ojos nazco, -tus ojos me crean,vivo yo en tus ojos -el sol de mi esfera,en tus ojos muero, -mi casa y vereda,tus ojos mi tumba, -tus ojos mi tierra.

Horas serenas del ocaso breve...

Horas serenas del ocaso breve,cuando la mar se abraza con el cieloy se despiertas el inmortal anheloque al fundirse la lumbre, la lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,las estrellas se posan en el suelode la noche celeste, y su consuelonos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,lgrima de las olas gemebundas,entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundasy recoge en el lecho de su vidael poso de sus penas ms profundas.

La luna y la rosa A Jules Supervielle

Mira que es hoy en flor la rosa llena; cuando en otoo de su fruto rojo ser la rosa nueva...En el silencio estrellado la luna daba a la rosa y el aroma de la noche le hencha -sedienta boca- el paladar del espritu, que adurmiendo su congoja se abra al cielo nocturno de Dios y su Madre toda...

Toda cabellos tranquilos, la luna, tranquila y sola, acariciaba a la Tierra con sus cabellos de rosa silvestre, blanca, escondida... La tierra, desde sus rocas, exhalaba sus entraas fundidas de amor, su aroma ... Entre las zarzas, su nido, era otra luna la rosa, toda cabellos cuajados en la cuna, su corola; las cabelleras mejidas de la luna y de la rosa y en el crisol de la noche fundidas en una sola... En el silencio estrellado la luna daba a la rosa mientras la rosa se daba a la luna, quieta y sola.

La mar cie a la noche en su regazo...La mar cie a la noche en su regazoy la noche a la mar; la luna, ausente;se besan en los ojos y en la frente;los besos dejan misterioso trazo.

Derrtense despus en un abrazo,tiritan las estrellas con ardientepasin de mero amor, y el alma sienteque noche y mar se enredan en su lazo.

Y se baa en la oscura lejanade su germen eterno, de su origen,cuando con ella Dios amaneca,

y aunque los necios sabios leyes fijen,ve la piedad del alma la anarquay que leyes no son las que nos rigen.

Horas serenas del ocaso breve,cuando la mar se abraza con el cieloy se despierta el inmortal anheloque al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,las estrellas se posan en el suelode la noche celeste, y su consuelonos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,lgrima de las olas gemebundas,entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundasy recoge en el lecho de su vidael poso de sus penas ms profundas.

La oracin del ateoOye mi ruego T, Dios que no existes,y en tu nada recoge estas mis quejas,T que a los pobres hombres nunca dejassin consuelo de engao. No resistes

a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.Cuando T de mi mente ms te alejas,ms recuerdo las plcidas consejascon que mi alma endulzme noches tristes.

Qu grande eres, mi Dios! Eres tan grandeque no eres sino Idea; es muy angostala realidad por mucho que se expande

para abarcarte. Sufro yo a tu costa,Dios no existente, pues si T existierasexistira yo tambin de veras.

Lucirnaga celeste, humilde estrella...Lucirnaga celeste, humilde estrellade navegante gua: la Boquillade la Bocina que a hurtadillas brilla,violeta de luz, pobre centella

del hogar del espacio; nfima huelladel paso del Seor; gran maravillaque broche del vencejo en la gavillade mies de soles, slo ella los sella.

Era al girar del universo quiciobasado en nuestra tierra; fiel contrastedel Hombre Dios y de su sacrificio.

Coprnico, Coprnico, robastea la fe humana su ms alto oficioy diste as con su esperanza al traste.

Madre, llvame a la cama...

Madre, llvame a la cama.Madre, llvame a la cama,que no me tengo de pie.Ven, hijo, Dios te bendigay no te dejes caer.

No te vayas de mi lado,cntame el cantar aqul.Me lo cantaba mi madre;de mocita lo olvid,cuando te apret a mis pechoscontigo lo record.

Qu dice el cantar, mi madre,qu dice el cantar aqul?No dice, hijo mo, reza,reza palabras de miel;reza palabras de ensueoque nada dicen sin l.

Ests aqu, madre ma?porque no te logro ver...Estoy aqu, con tu sueo;duerme, hijo mo, con fe.

Me destierro a la memoria...Me destierro a la memoria,voy a vivir del recuerdo.Buscadme, si me os pierdo,en el yermo de la historia,

que es enfermedad la viday muero viviendo enfermo.Me voy, pues, me voy al yermodonde la muerte me olvida.

Y os llevo conmigo, hermanos,para poblar mi desierto.Cuando me creis ms muertoretemblar en vuestras manos.

Aqu os dejo mi alma-libro,hombre-mundo verdadero.Cuando vibres todo entero,soy yo, lector, que en ti vibro.

Morir soandoltimo poema de Unamuno, muerto el 31-XII-1936 Au fait, se disait-il a lui-mme, il parait que mon destin est de mourir en rvant. (Stendhal, Le Rouge et le Noir, LXX, La tranquillit)

Morir soando, s, mas si se sueamorir, la muerte es sueo; una ventanahacia el vaco; no soar; nirvana;del tiempo al fin la eternidad se aduea.

Vivir el da de hoy bajo la enseadel ayer deshacindose en maana;vivir encadenado a la desganaes acaso vivir? y esto qu ensea?

Soar la muerte no es matar el sueo?Vivir el sueo no es matar la vida?A qu poner en ello tanto empeo?:

aprender lo que al punto al fin se olvidaescudriando el implacable ceo-cielo desierto- del eterno Dueo?28 -da de Inocentes- de diciembre, 1936.

Noche de luna llena

Noche blanca en que el agua cristalinaduerme queda en su lecho de laguna,sobre la cual redonda llena lunaque ejrcito de estrellas encamina.

Vela, y se espeja una redonda encinaen el espejo sin rizada alguna;noche blanca en que el agua hace de cunade la ms alta y ms honda doctrina.

Es un rasgn del cielo que abrazadotiene en sus brazos la Naturaleza;es un rasgn del cielo que ha posado

y en el silencio de la noche rezala oracin del amante resignadoslo al amor, que es su nica riqueza.

Nuestro secretoNo me preguntes ms, es mi secreto,secreto para m terrible y santo;ante l me velo con un negro mantode luto de piedad; no rompo el seto

que cierra su recinto, me sometode mi vida al misterio, el desencantohuyendo del saber y a Dios levantocon mis ojos mi pecho siempre inquieto.

Hay del alma en el fondo oscura simay en ella hay un fatdico recodoque es nefando franquear; all en la cima

brilla el sol que hace polvo al sucio lodo;alza los ojos y tu pecho anima;concete, mortal, mas no del todo.

Ofelia de Dinamarca

Rosa de nube de carneOfelia de Dinamarca,tu mirada, suee o duerma,es de Esfinge la mirada.En el azul del abismode tus nias - todo o nada,ser o no ser-, es espumao poso de vida tu alma?

No te vayas monja, espramecantando viejas baladas,suame mientras te sueo,brzame la hora que falta.Y si los sueos se esfuman- el resto es silencio -, almohadahazme de tus muslos, virgen

Orhoit Gutaz

Passteis como pasan por el roble las hojas que arrebata en primavera pedrisco intempestivo; passteis, hijos de mi raza noble, vestida el alma de infantil eusquera, passteis al archivo de mrmol funeral de una iglesia que en el regazo recogido y verde el Pirineo vasco al tibio sol del monte se acurruca. Abajo, el Bidasoa va y se pierde en la mar; un peasco recoge de sus olas el gemido, que pasan, tal las hojas rumorosas, tal vosotros, oscuros hijos sumisos del hogar henchido de silenciosa tradicin. Las fosas que a vuestros huesos, puros, blancos, les dan de ltima cuna lecho, fosas que abri el can en sorda guerra, no escucharn el canto de la materna lluvia que el helecho deja caer en vuestra patria tierra como celeste llanto... No escucharn la esquila de la vaca que en la ladera, al pie del casero, dobla su cuello al suelo, ni a lo lejos la voz de la resaca de la mar que amamanta a vuestro ro y es canto de consuelo. Fusteis como corderos, en los ojos guardando la sonrisa dolorida lgrimas del ocaso, de vuestras madres el alma de hinojos, y en la agona de la paz la vida rendsteis al acaso..!. Por qu? Por qu? Jams esta pregunta terrible tortur vuestra inocencia; nacsteis... nadie sabe por qu ni para qu... ara la yunta, y el campo que ara es toda su conciencia, y canta y vuela el ave... Orhoit Gutaz! Peds nuestro recuerdo y una leccin nos dais de mansedumbre; calle el porqu..., vivamos como habis muerto, sin porqu, es lo cuerdo... los ros a la mar..., es la costumbre y con ella pasamos...

Por qu esos lirios que los hielos matan?Por qu esos lirios que los hielos matan?Por qu esas rosas a que agosta el sol?Por qu esos pajarillos que sin vuelose mueren en plumn?

Por qu derrocha el cielo tantas vidasque no son de otras nuevas eslabn?Por qu fue dique de tu sangre puratu pobre corazn?

Por qu no se mezclaron nuestras sangresdel amor en la santa comunin?Por qu t y yo, Teresa de mi almano dimos granazn?

Por qu, Teresa, y para qu nacimos?Por qu y para qu fuimos los dos?Por qu y para qu es todo nada?Por qu nos hizo Dios?

Qu es tu vida, alma ma?, cul tu pago?Qu es tu vida, alma ma?, cul tu pago?,Lluvia en el lago!Qu es tu vida, alma ma, tu costumbre?Viento en la cumbre!

Cmo tu vida, mi alma, se renueva?,Sombra en la cueva!,Lluvia en el lago!,Viento en la cumbre!,Sombra en la cueva!

Lgrimas es la lluvia desde el cielo,y es el viento sollozo sin partida,pesar, la sombra sin ningn consuelo,y lluvia y viento y sombra hacen la vida.

Sed de tus ojos en la mar me gana...Sed de tus ojos en la mar me gana;hay en ellos tambin olas de espuma;rayo de cielo que se anega en brumaal romprsele el sueo, de maana.Dulce contento de la vida manadel lago de tus ojos; si me abrumami sino de luchar, de ellos rezumalumbre que al cielo con la tierra hermana.Voy al destierro del desierto oscuro,lejos de tu mirada redentora,que es hogar de mi hogar sereno y puro.Voy a esperar de mi destino la hora;voy acaso a morir al pie del muroque cie al campo que mi patria implora.

Si t y yo, Teresa ma, nunca...Si t y yo, Teresa ma, nuncanos hubiramos visto,nos hubiramos muerto sin saberlo:no habramos vivido.Tu sabes que morirse, vida ma,pero tienes sentidode que vives en m, y viva aguardasque a ti torne yo vivo.Por el amor supimos de la muerte;por el amor supimosque se muere; sabemos que se vivecuando llega el morirnos.Vivir es solamente, vida ma,saber que se ha vivido,es morirse a sabiendas dando graciasa Dios de haber nacido.

Te da en la frente el sol de la maana...

Te da en la frente el sol de la maanarecin nacido, plida doncella,misteriosa visin, fugaz estrella,que te derrites en la luz. Hermana

de la que nace cuando la campanatocando a la oracin doliente sellala fatiga de un da ms, la mellaque sume el alma en la mortal desgana.

El alba y el ocaso cruzan manos,y as, a la silla de la reina, al daya la noche, rendidos soberanos,Los llevan a enterrar. Triste seraque al despertar de nuestros sueos variosluz y sombra lucharn a porfa.

Ver por tiMe desconozco, dices; mas mira, ten por ciertoque a conocerse empieza el hombre cuando clamame desconozco, y llora;entonces a sus ojos el corazn abiertodescubre de su vida la verdadera trama;entonces es su aurora.

No, nadie se conoce, hasta que no le tocaLa luz de un alma hermana que de lo eterno llegay el fondo le ilumina;tus ntimos sentires florecen en mi boca,tu vista est en mis ojos, mira por m, mi ciega,mira por m y camina.

Estoy ciega, me dices; apyate en mi brazo y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa sendaperdida en lo futuro;ver por ti, confa; tu vista es este lazoque a ti me at, mis ojos son para ti la prendade un caminar seguro.

Qu importa que los tuyos no vean el camino,si dan luz a los mos y me lo alumbran todocon su tranquila lumbre?Apyate en mis hombros, confate al Destino,Ver por ti, mi ciega, te apartar del lodo,te llevar a la cumbre.

Y all, en la luz envuelta, se te abrirn los ojos,Vers cmo esta senda tras de nosotros lejos,se pierde en lontananzay en ella de esta vida los mseros despojos,y abrrsenos radiante del cielo a los reflejoslo que es hoy esperanza.