una rosa en la noche
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Gabriela RuizTRANSCRIPT
Una rosa en la noche
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Por: Gabriela Ruiz S.
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Capítulo 1
Había sido una semana de duro trabajo. Si no fuera porque adoraba
su trabajo… hace mucho que hubiera desistido de ir, es que su jefe
era insoportable, tenía un carácter de los mil demonios, pero ella no
se dejaba. Claro que no, sabía que su trabajo era importante, así que
no tenía reparos en ponerle un alto. Suspiró con cansancio, el
ascensor estaba dañado por lo que acababa de subir las gradas hasta
el tercer piso, a su apartamento. Al acercarse por el corredor, lo vio,
parado en el umbral de la puerta, aún a lo lejos era capaz de quitarle
el aliento. Sabía que estaría ahí… pero aún así el temor de no volver
a verlo la inquietaba todo el día hasta que, a la noche, lo volvía a
encontrar, esperándole, como siempre. Con disimulo, apuró el
caminar y cuando estaba a unos cuantos pasos, él notó su presencia
y presuroso cortó la distancia tomando su boca con pasión.
Haciendo un gran esfuerzo se separó después de un par de minutos.
Lo mejor es que entremos –exclamó en un susurro Melina.
Él asintió despacio y con cuidado la soltó, permitiendo que abriera la
puerta, para inmediatamente seguirla al interior del apartamento.
¿Tienes hambre? –Diego negó con la cabeza- Yo tampoco… estoy
exhausta –comentó.
Sin más él había dado vuelta y se dirigía a la puerta.
No –gritó- no te pido que te vayas. Quédate.
Esas eran las palabras que él deseaba escuchar. Lentamente Diego
se acercó y empezó a besar su oreja y con vehemencia pronunció:
¡Cuanto te amo! – siempre lo decía, era una constante que se repetía
en todos sus encuentros. Melina sabía que era una mentira, que
todo lo que vivían era una farsa, pero no le importaba, ya no. Todo
valía la pena solo por aquellas palabras salidas de sus labios, qué
más daba el ayer… el mañana.
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A cada caricia suya sentía como poco a poco ya no podía respirar, ni
pensar. Solo sentir…
Apaga la luz por favor –pidió con voz ahogada. Y Diego así lo hizo,
porque ya lo sabía, era la única condición siempre.
Cerró sus ojos en el último momento antes de rendirse a él. Por un
instante, cada noche, dejaba que el amor fuera ciego…
En mitad de la noche Diego despertaba y se marchaba. Depositaba
una rosa de distinto color cada noche en su almohada y tiernamente
le besaba la frente, creyendo que estaba dormida. Pero, nunca era
así, Melina siempre sentía la dulce caricia y los pasos sigilosos al
marcharse.
Ocurrió como de costumbre la puerta chirrió al abrirse y ella prendió
la luz de la lámpara… ¡Roja! por supuesto, porque era viernes. Así
que no fue solo un sueño –suspiró- Otra vez había pasado. ¿¿Por
qué??... Solía repetirse a sí misma cada mañana que eso no volvería
a suceder, que sería fuerte y rechazaría esos momentos en el paraíso
porque eran una locura… Pero ¿qué más daba? Nunca era lo
suficientemente valiente para negarle algo. Lo había intentado y
había fracasado estrepitosamente porque se sentía perdida cada vez
que miraba sus ojos, sus manos, su cabello, su sonrisa…. Poco a
poco el sueño se volvió a apoderar de Melina y con un suspiro cerró
sus ojos, todavía visualizando la imagen de su Diego.
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Capítulo 2
Abrió los ojos cuando un rayo tenue de sol iluminó su rostro. Se
levantó con la misma sensación de siempre, una mezcla de
satisfacción e irritación. Aún recordaba cuando no era así. Cuando
todavía era una joven con sueños de encontrar a la persona que
debería amar toda la vida. Sonrío tristemente, aquello era cosa del
pasado.
Se colocó debajo del chorro de agua y dejó que recorriera con
lentitud su cuerpo. Por un momento podía desterrar los
remordimientos que cada mañana la asaltaban. Vivía en una
mentira, para sostener la farsa mentía a todos, familia, amigos…
Mentir ya era una rutina y todo por Diego. Con solo pensar en él
temblaba, su cuerpo era invadido por una corriente que la sacudía
por completo. ¿Por qué no tenía una vida normal? Ella no había
escogido amar al hombre equivocado ¿o si?
Secó su cuerpo con la toalla y sin poder evitarlo, dirigió su mirada
hacia la almohada. Allí reposaba aquella rosa roja, mudo testigo de
la pasión de anoche. La tomó entre sus manos y una vez más aspiró
su aroma. El aroma de la mentira.
Unos toques en su puerta interrumpieron sus pensamientos.
Terminó de colocarse una sudadera y se encaminó a la sala.
- Mel, ¿estás lista para irnos?
- Si, solo tomo la llave.
- Ok, ve –contestó Doménica sonriendo- y lleva dinero también –
ante la mirada de Mel ella explicó- para que me invites a desayunar.
- ¿Por qué supones que aún no he desayunado?
- Oh, vamos Mel, es temprano y no creo que hayas madrugado a
cocinar ¿me equivoco?
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- No para nada –río Mel- Ya me conoces, así que mejor ahí lo
dejamos.
- Seguro, con solo pronunciar cocina, se te ponen los pelos de
punta…
- No lo dudes –aseguró la puerta Mel aún riendo por el comentario
de su amiga. Dome sabía, al igual que la mayoría, que para ella no
era ningún placer cocinar, aunque no lo hacía mal.
- Ves, tu nunca cambias –comento Dome.
- ¿Cómo así? Por supuesto que acepto cambios.
- Si, como no, por eso ya vas 4 años con el mismo jefe gruñón, con
el mismo apartamento, el mismo corte, el mismo estilo, el mismo
gusto…
- Ya, ya entendí –se volteó a mirarla y cambió de tema- ¿Cómo está
Alex?
- Inquieto –sonrió comprensivamente Mel- Está en casa de mis
padres –dijo Dome moviendo la cabeza- últimamente me trae loca –
alzó los ojos al cielo en una muda súplica.
- ¿Por qué? ¿Sigue en la etapa de preguntas incómodas?
-Dome afirmó con la cabeza suspirando cansada- Pero ahora es
peor…
- ¿Por qué? Acaso pregunta…
- Por su padre –concluyó la idea Dome sonriendo tristemente por un
instante fugaz- Vamos -empezó a correr ante Mel que no reaccionó
sino un tiempo después.
- Eso no es justo –protestó mientras intentaba alcanzarla- Llevas la
delantera -se quejó mientras oía las risas de su amiga-.
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Al llegar al árbol que señalaba el final de la carrera, Mel por poco
había alcanzado a Dome, sin embargo no importaba, solo lo hacían
por diversión… desde siempre -recordó sonriendo.
- Quien solo se ríe… -dijo Dome con intención y rieron.
- ¡Qué va! -negó Melina- Trataba de recordar desde cuando lo
realizamos.
- ¿La carrera? -ella afirmó y Dome se quedó pensativa- Desde que
éramos unas niñas -se miraron mutuamente- y de eso ya hace
mucho.
- Si, bastante -confirmó Mel perdiéndose un momento en el pasado.
- Por cierto -comentó en tono casual Doménica- esta noche tengo
unos planes perfectos en los que…
- No, gracias. Yo pasó -dijo Melina cortando a su amiga.
- Y ¿quién te dijo que te incluyen a ti? -replicó un poco molesta.
- Entonces, ¿no me incluyen? -comentó con una mezcla de
arrepentimiento y acusación.
- Este… si te incluyen -su amiga hizo una mueca- si me escucharas
Melina… esta vez es distinto, debes venir.
- Siempre es distinto Doménica -le reprochó suavemente- para ti,
pero al final resulta lo mismo para mí y no hay más que decir.
- Maldito Diego -murmuró entre dientes y Melina la miró
agudamente.
- ¿Qué dijiste?
- Nada, Mel -dijo inocentemente- pero… tú sabes que los hombres
te parecen iguales por “él”, desde que lo conociste, cambiaste.
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Capítulo 3
- Pero tú dijiste que nunca cambio, o ¿no? –bromeó sin una pizca de
humor- mismo jefe, mismo apartamento...
- Si, si lo dije. Pero me refiero al pasado. Cuando éramos unas
adolescentes ¿lo recuerdas? Eras una chica soñadora, solíamos
conversar de cómo sería encontrar al hombre ideal, al príncipe al que
rescataríamos –sonrieron con añoranza- Porque no necesitábamos
que nos rescataran…
- Pasado, tú lo has dicho, pero despertamos a la realidad.
- Y de qué manera –afirmó Dome- Pero eso no quiere decir que
debamos resignarnos porque ¿te gusta tu vida actual?
- Si, claro.
- ¿Todos los aspectos?
- No, todo ser humano tiene ciertas inconformidades.
- Sabes a lo que me refiero -terció Dome inconforme. Como todos
los días con aquel tema, nunca llegaban a nada, solo daban vueltas
al problema.
- Dome, no nos lleva a ningún lado…
- Diego -pronunció ante cualquier negativa.
- Dome basta…
- Diego intentó hundirte y tú…
- Doménica ¡basta!
- Tú no hiciste nada… era como si no te importara.
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- ¡Ya es suficiente! -Melina tenía los ojos inundados de lágrimas-
No me gusta recordar… es humillante.
- Entonces ¿por qué no lo dejas? -replicó duramente Dome- Por
favor abre los ojos -susurró consolándola- aún lo tienes en tu vida
aunque ya no esté físicamente…
El último comentario le provocó una punzada de culpabilidad que se
reflejó en sus ojos claros como la luna.
- ¿Por qué está en el pasado, verdad Mel? –pronunció con
convicción aunque con un ligero temor, hasta que ella lo confirmó
ligeramente con la cabeza gacha.
- Por un instante temí que él hubiera vuelto a tu vida –comentó con
un escalofrío recorriéndole con la sola idea.
- No, eso sería absurdo ¿no? -respondió con un deje de amargura,
emprendiendo la caminata hasta la cafetería de costumbre.
***
Al entrar buscaron una mesa para las dos, lo suficientemente
apartada para poder conversar a pesar de la gente a su alrededor.
- Melina, yo no… -empezó Doménica al mirar el rastro de lágrimas
en la cara de su amiga.
- Acepto Dome –pronunció ignorando las palabras de ella- Voy a
salir contigo -Dome sonrió y de inmediato quiso contarle sus planes
de aquella noche- Pero que conste que será la última vez que te
permito hacer de Cupido y roguemos que esta vez sea distinto.
- Lo será -afirmó Doménica con un brillo de esperanza en la mirada
***
En cuanto se despidieron, Melina entró pensativa a su apartamento.
Había aceptado salir, una vez más, con Dome ¿había hecho lo
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correcto? ¿cómo se lo iba a decir a Diego?... ¡Diego! Lo extrañaba
tanto… Tonta, tonta y mil veces ¡tonta!... Por él, no podía tener la
vida que quería; por él, no podía tener la relación que soñaba; por
culpa de él, habían fracasado sus intentos de romance; por culpa de
Diego, ella se conformaba con las migajas que él estaba dispuesto a
darle… -suspiró lentamente- Era absurdo, lo quería lejos y cerca, lo
deseaba y aborrecía, lo amaba y odiaba… todo a la vez. Si, su vida
debía cambiar… por su bien.
Tomó el teléfono… un timbre, dos, tres, cuatro… La contestadora…
- Hoy no –pronunció y cortó la comunicación bruscamente. Era una
suerte que él no hubiera contestado porque de otra manera…
Su móvil empezó a sonar. No, no iba a contestar, así que lo arrojó al
escritorio. De pronto cesó. Se acercó con temor. Un mensaje corto
y conciso: ¿Por qué?
Había tantas respuestas, pero de corazón, solo una hubiera deseado
que fuese real, tan solo un: porque no quiero verte.
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Capítulo 4
- ¿Estás lista Melina?
- Si Dome un segundo ¿Llevas tu auto?
- Si, yo conduzco.
- Vamos, estoy lista -apareció Mel con una sonrisa evidentemente
falsa.
- Mel, se que prometiste ir, pero si por cualquier motivo deseas
desistir…
- No Dome… ya no hay marcha atrás -exclamó decidida aunque
Dome no entendiera bien porque asintió y salieron.
***
- ¿Quién es? -rompió el silencio en que iban sumidas.
- ¿Quién es? -Dome pensó un instante- Ah… tú te refieres a quién
saldrá contigo.
- Evidentemente Dome, a quien más -replicó un poco cansada Mel.
- Pero no hace falta que te enfades, Mel. Yo voy a salir con Edu, mi
amigo de la empresa, él que…
- Se quien es Edu, Doménica, pero quiero saber quien saldrá
conmigo.
- Si lo sé. Yo…
- ¡No lo sabes! -reprochó incrédula Mel- ¿Cómo es posible
Doménica? Ahora mismo detienes el auto.
- No, Mel no te enfades. Lo que pasa es que Edu traerá un amigo
pero no lo conozco personalmente.
- Doménica, un día de estos…
- Ya llegamos -cortó las amenazas de su amiga con una sonrisa.
***
- ¡No puedo creer que me hayas convencido! -replicaba incrédulo
Daniel.
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- Me debías un favor. Y te la puse fácil, así que no te quejes -
contestó pacientemente Eduardo.
- ¿Fácil? Si que fácil. Si Micaela se entera…
- Es solo por esta noche, Daniel. Además que más deseas que una
cena con una hermosa chica.
- Lo único que deseaba era una noche tranquila en mi habitación
luego de la larga reunión del día…
- Es que solo a ti se te ocurre venir a trabajar sábado…
- Y se me ocurre llamarte… Solo Dios sabe por qué querría hablar
contigo -bromeó Daniel, ya que consideraba a Eduardo como su
mejor amigo. Lo apreciaba mucho.
- Porque me extrañabas -replicó irónico Eduardo provocando una
mueca en Daniel.
- No… quería avisarte de mi compromiso.
- ¡¿Cómo?! ¿Te vas a casar con Micaela? De haberlo sabido…
- ¿No me hubieras pedido cometer esta locura?
- ¡No! Al contrario, lo hubiera hecho antes…
- ¡Eres un…!
- Ahí llegan nuestras invitadas Daniel. ¡Compórtate! -lo reprendió
Eduardo sonriendo.
- ¡Imbécil! -completó sonriendo a las chicas que se acercaban a
ellos.
***
Mel se sentía nerviosa sin estar consciente del motivo. A Edu lo
conocía de siempre. Alto, guapo y enamorado de Doménica. Había
creído que terminarían juntos, hasta que Doménica conoció al padre
de Alex. Aquel hombre misterioso del que poco sabían todos. Solo
Dome y ella compartían el secreto de lo sucedido… excepto que ella
no sabía el nombre de ese hombre. Solo Doménica. Sus
pensamientos se vieron interrumpidos por la sofocada exclamación
de admiración que brotó de los labios de su amiga.
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- ¿Qué sucede? -la miró interrogante Melina hasta que siguió la
mirada de su amiga. Era Edu con su amigo. Pero ¡que amigo! Un
hombre imponente, alto, de cuerpo perfecto con largas piernas y un
torso firme vestido sobriamente, un espeso cabello negro igual que
sus ojos, rostro sumamente varonil que de inmediato contrastó en su
mente con el rostro de suaves rasgos de Diego, era todo lo que un
hombre debía ser -pensó Mel- pero no para ella. Nunca le habían
gustado brutos, insensibles y machistas como seguramente era ese
hombre a juzgar por su actitud y el modo en que sonreía.
- ¡Qué gusto verlas nuevamente! Doménica, Melina -saludó
Eduardo besando las mejillas de ellas- Él es Daniel un amigo -
Daniel se limitó a asentir sin ánimo.
- Mucho gusto -murmuraron las dos sorprendidas por la actitud de
Daniel. Parecía que estaba allí obligado.
- Bruto, insensible y machista -murmuró Melina irritada por ese
hombre.
- Arrogante -pronunció en su oído Daniel y ella lo miró interrogante-
te faltó arrogante -dijo con una mezcla de diversión y enojo.
¿La había escuchado? No creía haber hablado en tono tan alto pero
él escuchó todo… se lo merecía –pensó y de inmediato se percató,
para su alivio, que ni Dome ni Edu se habían dado cuenta de lo
dicho ya que ellos charlaban animadamente delante de ella y Daniel.
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Capítulo 5
El mesero les condujo hasta la mesa reservada. Doménica y
Eduardo charlaban animadamente mientras Daniel y Melina se
limitaban a intercambiar frases cortas cada vez que uno de sus
amigos los miraba. Se notaba que ninguno de los dos estaba a gusto
con esa salida pero trataban de disimular después de la charla en el
estacionamiento.
- ¡Mejor! –pensaba Melina- mejor que ese tipo no estuviera
interesado porque ella no quería la lata de tener que cortar en seco
los avances que hubieran sucedido si él estuviera interesado. Pero
era evidente que no -admitió con una punzada de ¿desilusión?
mientras miró con disimuló una vez más el perfil de aquel
desconocido.
Lejos estaban los pensamientos de Daniel que miró furtivamente a
Melina en el momento en que ella se adelantó para tomar su lugar en
la mesa. Él se acercó para retirarle la silla y permitir que ella se
sentara. Melina lo miró extrañada pero agradeció y se sentó
mientras se daba cuenta que los ojos de Daniel, que en un principio
le parecieron negros eran en realidad de un azul oscuro intenso.
- Si, a pesar de lo que piensas, tengo modales -pronunció Daniel
altivo y Dome y Edu lo miraron interrogantes pues no entendían su
comentario y mucho menos porque Melina se había sonrojado.
Por suerte el mesero se acercó a tomar su orden evitando una
explicación por demás incómoda. Mientras miraban el menú nadie
se percató que de pronto la cara de Doménica había perdido su
color. Estaba sumamente pálida y susurró algo incomprensible.
- Mel voy al tocador. ¿Me acompañas? -Melina miró a su amiga
evidentemente sorprendida y asintió. Se disculparon y se levantaron
con presteza a pesar de la torpeza que parecía haberse apoderado del
cuerpo de Dome.
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Al entrar Mel giró y la enfrentó:
- ¿Qué sucede Doménica? Me estás asustando…
- Sebastien -susurró
- ¿Qué? ¿De qué estás hablando?
- Mel, Sebastien está aquí -ante la interrogante en su mirada aclaró-
Sebastien Lucerni… el padre de Alex.
- ¿El padre de Alex está aquí? ¿Cómo es posible?
- No lo sé -dijo aturdida Doménica- Solo se que está aquí en este
restaurante.
- No puede ser. La ciudad es grande y puedes estar confundida…
- No, Melina. Yo se que es él. Es único… es Sebastien.
- ¿Segura? -al ver la afirmación de Dome preguntó- ¿Qué vas a
hacer?
- Nada, no creo que él haga algo -respondió un poco más tranquila
Doménica- Además seguro está de paso y tal vez ni me recuerde…
- No lo se, Dome. Lo mejor es que tú simules no recordarlo
también por el bien de Alex.
- Si tienes razón. Evitaré su mirada y no lo miraré más -dijo
aunque pensaba que era poco probable que lo lograra. Sebastien
tenía la capacidad de hacer que las mujeres lo miraran y no solo una
o dos veces sino varias veces y ella no era la excepción.
- ¿En qué mesa está? Quiero conocerlo. Tú no revelaste donde lo
conociste ni quien era…
- Está en la mesa del otro extremo acompañado de una rubia.
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- ¿La conoces?
- No estoy segura, pero creo que es… Olvídalo, mejor lo dejamos.
- Vale, pero me muero por verlo -finalizó Melina al tiempo que
iban a la mesa.
***
- Pensé que ya no venían -bromeó Edu al tiempo que separaba la
silla para Dome y le tomaba de la mano- ¿Estás bien? -le preguntó
y ella asintió.
- ¿Qué era tan urgente? -preguntó irónico Daniel mientras retiraba
la silla de Mel pero ella no le respondió porque no lo miraba-
Melina –se acercó a mirarla y en ese momento ella también lo miró.
De inmediato el ambiente se cargó de intensidad mientras aquellos
ojos azules buscaban en los ojos grises respuestas.
- Nada, no es nada -se separaron de inmediato pero ya sin poder
negar que se sentían atraídos a pesar de que no se agradaran nada.
- Olvídalo… lo mejor es que Doménica y tu ordenen -concluyó
Daniel cuando el mesero se acercaba una vez más a tomar su orden.
Las dos muchachas ordenaron pero sin evitar una cierta inquietud.
Melina por el hombre que tenía a su lado. Jamás conoció a alguien
como Daniel que con su sola presencia inundara el ambiente y le
impidiera pensar… A ella y a todas las mujeres que le echaban
miraditas. Doménica, por su parte, trataba de disfrutar de la
conversación pero no podía evitar sentir una mirada fija sobre sí.
Sabía que no podía ser él. Tenía que estar volviéndose paranoica…
pero aún no conocía a ningún hombre que le hiciera sentir lo que
sentía cuando Sebastien estaba cerca. Así que… no podía estar del
todo equivocada.
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Capítulo 6
- ¿Desean postre? -el mesero inquirió pero negaron y pidieron la
cuenta.
- ¿Qué tal si vamos a por un café? -sugería Eduardo mientras
tomaba la mano de Doménica para levantarla.
- Yo estoy de acuerdo, Edu -sonrió Doménica apoyándose en él.
- Claro, porque no -Melina miraba curiosa la actitud de Dome.
¿Apoyarse en Edu? Eso no era propio de ella.
- Si, vamos… Nosotros los seguimos -pronunció Daniel un tanto
renuente.
- Si no deseas ir… -Mel le decía.
- No, porque lo dices…
- Por tu expresión. Creo que la idea no te entusiasma, precisamente.
- No es exactamente eso, Melina -la miró y señaló discretamente-
¿Ves la mesa cerca de la salida? -ella asintió extrañada y él dijo- Es
mi socio y… -no sabía como decirlo- deseo hacer una salida rápida.
- ¿Por qué? ¿Acaso se suponía que estuvieras trabajando? -dijo
irónica.
- No, pero quiero evitar comentarios.
- ¿Es acaso muy indiscreto? -preguntó pensando en lo curioso de la
situación mientras se encaminaban a la salida.
- No, pero… -él saludó a Sebastien con un gesto- aquella mujer, si.
Apenas Sebastien había inclinado su cabeza, Antonella giró a mirar
a quien se dirigía. Era Daniel Cabalganti… acompañado de otra
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mujer -sonrió con maldad- ¡Qué gracia le haría eso a su prometida
Micaela!
- Daniel, querido ¿cómo estás? -inquirió Antonella al momento que
ellos pasaban por ahí, haciendo inevitable el acercamiento.
- Antonella, Sebastien ¡qué gusto encontrarlos por aquí! -dijo
Daniel con una sonrisa falsa- Les presentó a Melina, una amiga.
- Mucho gusto, Antonella, Sebastien -¡ya recordaba! –pensó
Melina- si que conocía a ese hombre… con razón aquel nombre se
le hizo tan familiar y su rostro… así que él era el padre de Alex.
- Si pero ya nos conocemos ¿verdad? -Sebastien sonrió y buscó con
la mirada detrás de ellos- ¿Eres Melina Báez? -aclaró.
- Si, efectivamente Sebastien Lucerni. Tienes buena memoria.
- No hemos coincidido últimamente… Una lástima -dijo
admirándola y a continuación se dirigió a Antonella- Ella es la
hermana de Danna -aclaró y sonriendo dijo- La esposa de
Leonardo.
- ¿¿Tú?? -Antonella la miró altanera- Ya decía que ese apellido me
sonaba… pero obviamente no de mi círculo -la miró pero a
continuación dijo- Daniel ¿qué haces en España?
- Negocios –pronunció secamente.
- Ah ya veo tus “negocios” -dijo con maldad y siguió- Por eso no
está Micaela contigo.
- Antonella… -pronunció Sebastien a modo de advertencia.
- ¿Ahora no puedo hacer una observación? -estaba molesta- Solo
deseaba saber donde estaba Micaela, su prometida –aclaró para
fastidiar a Melina- para saludarla.
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- Esta en casa de sus padres. Por si deseas pasar a visitarla,
Antonella -cortó Daniel con ironía y Sebastien se echó a reír.
- En otra ocasión -Antonella estaba más que molesta- Adiós
Daniel –y mirándola con desprecio dijo- Melina.
- Adiós Antonella, Sebastien -dijo Daniel retirándose con Melina
que también se despedía.
- ¿Qué es tan gracioso? -preguntó Mel al salir del restaurante.
- Todos conocemos la situación de Antonella, Mel -por primera vez
utilizaba aquel apelativo- Es porque ella no tiene ningún dinero pero
trata de vivir y se comporta como si fuera de la realeza.
- Antonella dices ¿no? Ya decía que me sonaba de algún lado…
- El que tiene dinero es su medio hermano, Sebastien -dijo y
recordó- Por cierto ¿ya lo conocías?
- Si, lo conozco -asintió afirmativamente- Es amigo de mi cuñado
–aclaró al ver la pregunta en el rostro de Daniel.
- ¿Quién es tu cuñado, Melina? -el círculo del que tanto hablaba
Antonella, en verdad, si era bastante reducido, así que era poco
probable que no hubiera por lo menos escuchado del amigo de
Sebastien… además, que él mismo pertenecía a ese “círculo”.
- Es Leonardo Ferraz ¿lo conoces? -Mel preguntó inocentemente.
- Si, creo que son los mejores amigos -comentó- Sebastien es un
buen tipo pero la mayoría del tiempo hablamos de negocios…
- ¿Son socios? ¿Dónde lo conociste? -preguntó curiosa.
- Nos conocemos desde la infancia -Mel lo miraba expectante-
Asistimos a las mismas fiestas… -dijo como si eso lo aclarara todo.
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Capítulo 7
- ¿Las mismas fiestas? -Eso solo podía significar que…
- Si, Melina. Estás en lo cierto -dijo al leer su expresión- Yo
pertenezco a su “selecto círculo” -se burló.
- Eso quiere decir que tú también eres parte de las familias más
influyentes de Italia -él afirmo- ¿Entonces eres italiano? -inquirió
tontamente.
- De familia, si. Yo nací aquí en España pero siempre viví allá.
- Es curioso que no te haya visto en la boda de mi hermana Danna -
dijo Melina recordando- Me serías familiar… -siguió aunque lo que
realmente quería decir es que no se habría olvidado de un hombre
como él.
- Seguro no asistí -cortó él sus divagaciones- Mis salidas en
sociedad son muy limitadas…
- Me imagino porque… -ella lo entendía porque tampoco se sentía
muy cómoda en aquel ambiente. En realidad, no entendía como su
hermana podía vivir con toda esa pomposidad.
- ¿A ti tampoco te gusta? -ella negó y el sonrío- Hasta que tenemos
algo en común… -se echaron a reír y en ese momento alcanzaban el
auto de él. Doménica se había adelantado con Eduardo así que
debían encontrarlos en el café.
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- Los esperábamos ¿qué los retuvo tanto? -preguntó Eduardo
curioso pero Doménica no los veía. Ella si había visto lo que los
retuvo.
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- En el restaurante estaba uno de los socios, Sebastien Lucerni ¿lo
recuerdas? -aclaró sin intención a Eduardo que enseguida notó la
incomodidad de Dome.
- No, lo recuerdo de nombre… pero no -Eduardo estaba tenso.
- No tiene importancia. ¿Ordenaron ya? -cambió hábilmente de
tema Daniel y no se volvió a recordar a aquel hombre.
***
- Gracias por dejar de hablar de él -Melina lo miró sincera al salir
del café.
- No entiendo muy bien porque… pero de nada -dijo Daniel- Y no
haré preguntas –Melina sonrió.
- ¿Te meterás en problemas con tu novia? -inquirió.
- Ah, lo que ha dicho Antonella –recordó tras dedicarle una mirada
extraña- No lo creo -negó aunque bien sabía que mentía.
- ¿No crees que le cuente? -preguntó sabiendo los alcances de esa
mujer.
- Claro que lo hará. Pero ella debe confiar en mí.
- Si, lo sé -de pronto el ánimo de Mel se apagó.
- ¿Tienes problemas con tu novio? -inquirió sorprendiéndola.
- ¿Disculpa? Yo no tengo…
- Bueno, no se si sea tu novio… Pero lo quieres ¿no?
- No es mi novio, exactamente.
- Pero ¿lo quieres? -Daniel no necesitó una respuesta en palabras.
La mirada de Melina lo dijo todo- ¿Por qué nadie lo sabe?
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- Nadie sabe ¿qué? -Melina no quería hablar de “él”.
- Que tienes una relación -ella lo incitó a seguir- Es evidente que
no, porque si tu amiga lo supiera no te hubiera traído hasta aquí y
menos planearía una cita para ti.
- No… -Mel negaba pero continuó por otro lado- Y ¿por qué tu
amigo ha hecho lo mismo? Edu sabe que tienes novia o ¿no lo sabe?
-Mel no quería pensar que él era como todos los hombres que
negaban sus relaciones para mantener varias a la vez.
- Si lo sabe -Daniel bajó la voz- Pero no lo acepta -Melina rió- Él
cree que no es la persona adecuada para mí.
- ¿Por qué? No es su decisión…
- ¿Por qué? -Daniel sonrió- Tiene sus motivos, así como supongo
Doménica tiene los suyos para no aceptar a tu…
- Si, supongo que sí -dijo cortante.
- ¿No te gusta hablar de él no? -Daniel pronunció con ternura y
Mel esperaba los reproches de él, como lo hacían todos, de porque si
ni siquiera podía hablar de él seguía enamorada de Diego. Pero,
esperó y nada. Él solo la miraba con ternura y tomó su mano.
- Duele, Daniel, duele hablar de él -Melina lo miró con una sonrisa
triste y bajó del auto. Sin mirar atrás. Habían llegado a su
apartamento.
Subió los tres pisos porque no quería apresurar su llegada. Por
primera vez, no estaba ansiosa por lo que le esperaba.
- ¿Dónde estabas? -Diego estaba furioso- Has demorado bastante
esta vez… -pronunció maldiciendo en sus adentros a la entrometida
de Doménica.
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Capítulo 8
- Diego… -pronunció lentamente mientras temblaba. Su Diego
estaba ahí, esperándole apoyado en la puerta mientras sus ojos
celestes refulgían de ira contenida. Se acercó para ponerse a su
altura. Ella era casi tan alta como él, sin embargo había un aire
intimidante que hizo que quisiera retroceder.
- ¿Con quién, Melina? -Diego preguntó entre dientes.
- Yo… no lo conoces -dijo por toda respuesta y él intentó
controlarse. ¿Desde cuando era posesivo?
- No me vuelvas a hacer esto, Mel -la estrechó en sus brazos y
tomó su boca apasionadamente.
No supo bien como sucedió todo, pero se encontraba con Diego
amándola en su cama. Como sucedía cada noche que él iba a verla.
- Te amo, Mel -pronunció anhelante mientras recorría todo su
cuerpo.
- Una última vez -se prometía internamente Mel mientras se dejaba
llevar otra vez- …pero nunca era suficiente.
***
Se despertó en la madrugada. Curiosamente, Diego aún dormía a su
lado. Acomodándose de lado para mirarlo mejor, empezó a recorrer
con su mirada cada una de sus facciones. Era un hombre
sumamente guapo, de rasgos suaves como un niño -sonrió- aunque
alto, de 1.80 (afortunadamente porque ella casi sobrepasaba el 1.74),
sus ojos eran todo un espectáculo que le encantaba presenciar y él
siempre sonreía al verla mirando detenidamente sus preciosos ojos
celestes, que ahora, al estar cerrados le daban un aire aún más
infantil, que estaba muy lejos de reflejar su verdadera personalidad
apasionada, solo esos labios lo delataban, era lo único que denotaba
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su verdadero “encanto” cuando sonreía seductoramente. Si, era uno
de esos hombres que atraían por su personalidad y su físico pero…
había un gran problema entre ellos: él no podía ser fiel. No entendía
el concepto de fidelidad y por lo tanto el respeto brillaba por su
ausencia en su “relación” -suspiró cansada de la situación- ¿Hasta
cuando seguirían viéndose a escondidas? Siempre -le susurró una
vocecita y temió que fuera verdad… Diego… su obsesión, su
fantasía, su amado Diego que lo llevaba marcado en su piel, en su
alma, en su vida… ¿Cómo podía estar tan equivocada? Sabía todo
lo que él hacía y a pesar de ello, no lograba darle fin a toda esta
situación. Nunca podría porque él estaba en su mente a cada
instante… ¿A qué momento se había enamorado así? ¿Y porqué de
alguien que no era precisamente un ángel como aparentaba?
Siguió mirándolo entre enfadada y fascinada. Sus piernas se perdían
en medio de las sábanas e impedían una completa visión, pero, su
torso estaba descubierto y se podía observar claramente sus
músculos perfectamente marcados. ¿Cuántas mujeres ya lo habrían
tenido así? Ella sabía que no era la única… en realidad nunca quiso
ser la primera de un hombre… solo la última en su vida. Deseo
acariciarlo una vez más, encender el fuego que los había consumido
momentos antes y sin poder contenerse más recorrió con un dedo las
facciones de Diego y bajo lentamente por su cuello hasta llegar a su
torso. Se detuvo y colocó su mano sobre su pecho, como una
súplica silenciosa de lo que quería de él. Quería lo que estaba bajo
el calor de su mano. Quería ser amada por su esquivo corazón.
- ¿No puedes dormir, Mel? -Diego abrió sus ojos perezosamente y
le sonrió en la penumbra de la habitación.
- No, Diego… -Mel le devolvió la sonrisa y retiró su mano.
- ¿Qué sucede amor? -él la miraba con ternura pero ella sabía que
su asunto no tenía solución. Él nunca entendía.
- Nada… Es solo que me extraña verte aquí aún -Mel lo miró triste.
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- ¿Quieres que me quede contigo? -preguntó y ella estaba incrédula
- Si, eso es lo que más quiero Diego…
- Deseo concedido, Mel -respondió sorprendiéndola por esa acción.
Ella no respondió. Solo se acurrucó a su lado para, por primera vez,
sentir lo que es despertar por la mañana en los brazos del ser amado.
***
Sentada con su taza de café en la mano rememoraba la noche vivida
y la sensación de satisfacción al despertar y ver el rostro de Diego
mirándola con esos ojos celestes y sonriendo. Jamás se le borraría
ese rostro… Él ya se había marchado. Estaba ahí, más sola que
nunca… Irónico pero, ya lo extrañaba…
El timbre interrumpió sus pensamientos. Era un sobre con su
nombre y de inmediato reconoció la caligrafía impecable de su
hermana Danna. Era extraño 2 cartas tan seguidas. Pero tan solo
era una nota, con una tarjeta adjunta y 3 pasajes de avión. La nota
decía: Son para ti, Doménica y Alex. La tarjeta: una invitación para el
cumpleaños número 10 de Beth, la hijastra de Danna. Eso
significaba que viajaría a Italia.
***
Arregló sus asuntos en el trabajo. Naturalmente su jefe le había
fastidiado la existencia pero que más daba. Voy a tomar mis
vacaciones -dijo Melina. Y él no tuvo más remedio que aceptar
aunque a regañadientes. Se iba a quedar 2 semanas en Italia, según
sus cálculos, aunque probablemente Danna no le dejaría marchar tan
pronto. Pero ella debía regresar. Tenía que regresar por Diego.
¡Diego! Aún no hablaba con él… Esa era la parte más difícil.
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Capítulo 9
“Debo verte esta noche” escribió y esperaba que Diego no tomara
equivocadamente sus palabras. No tenía nada que ver con lo de la
noche pasada pero no pudo evitar temblar ante una respuesta
negativa o el fin definitivo de lo poco que compartían.
“Veré que puedo hacer” fue la escueta respuesta y Melina confirmó
sus temores. Estaba segura que él creía ver problemas en el
horizonte.
***
Nerviosa esperaba en su apartamento pero el timbre no sonaba…
Llegó -pensó mientras se dirigía a la puerta para abrirle-.
- Pensé que ya no venías… -iba diciendo mientras abría la puerta y
se quedó callada- ¿Doménica?
- ¿Por qué no vendría? -Dome se quedó estática al ver su
semblante- ¿Pasa algo? ¿Esperas a alguien más?
- No… exactamente -Mel no sabía que decir. ¿Qué hacía ahora?-
Yo…
- ¿Habías olvidado que me dejaste un recado para que viniera? -
¡Tonta! Lo había olvidado por completo…
- Pero te dije en la mañana…
- Si pero la curiosidad pudo más -Dome estaba incómoda- Pero si
te parece mejor yo vuelvo mañana.
- No, claro que no. Entra y te contaré -Mel esperaba que Diego se
tardará. No podía pedirle a Doménica que se retirara porque lo haría
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pero mañana la sometería a un interrogatorio y… si quería que todo
siguiera siendo un secreto debía evitar sus cuestionamientos.
- Claro. ¿Te parece si preparo un café? -Dome estaba inquieta y
Mel lo notó.
- A ti como que te sucede algo -Mel la miró interrogante.
- No, no es nada. Es la impresión de ayer –se apagó su mirada-
Pero no evadas el tema y cuéntame -sonrió aunque no la engañó.
- Vale, es que recibí carta de Danna….
***
Diego estaba desconcertado. ¿Por qué se había quedado con ella
toda la noche? Sabía que era un peligro porque Mel podía
malinterpretarlo… y sin embargo lo hizo. ¿Será que estaba…? No,
él sabía que amaba a Mel pero no tanto como para atarse. Ella
estaba al tanto que él no era de esos hombres y no podía esperar un
futuro con casa e hijos con él. Pero, ahí estaba frente al edificio en
el que vivía ella, debatiéndose entre entrar o no.
***
- ¿Y te mandó pasaje para Alex y para mí? -Dome preguntó una
vez más.
- Si, quiere que asistan los dos. ¿Qué te parece?
- No lo sé. No es una buena idea precisamente… -Mel no entendía
su resistencia.
- Desde que ellos se casaron tú no volviste a asistir a ninguna de las
fiestas que organizaron…
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- Es mejor que me vaya -Dome la miró triste- Extraño a Alex y
seguro está preguntando por mí.
- Esta bien, Dome -no debía ni quería retenerla más- Tú me avisas
que decides. Aunque me encantaría que vayas pero…
- Adiós Mel -se despidió sumamente apagada.
- Adiós y saluda a Alex y a tus padres -Mel la miró extrañada pero
cerró la puerta.
No había pasado ni cinco minutos cuando el timbre volvió a sonar.
¿Sería Diego o Doménica nuevamente?
- Melina… -Diego la estrechó sin poder evitarlo y ella se dejó.
- Diego, espera… -Mel se separó y le invitó a entrar- Debemos
hablar.
- Hablar -repitió con aire cansado y se sentó en el sillón cercano.
- Si, hablar -le molestó su reacción. ¿Es que solo pensaba en
llevarle a la cama?- Diego, me voy a Italia -soltó rápidamente.
- ¿Cómo? ¿Qué te vas? -él no entendía nada- ¿Por qué? ¿Por
cuánto tiempo?
- Yo… debo ir -contestó sin mirarlo- Pero…
- Me vas a dejar… -fue más una afirmación que una pregunta
hecha con una voz sumamente triste.
- No, Diego. Yo me voy por una corta estadía -él se sintió vivo
otra vez- Yo jamás podría dejarte… -murmuró acercándose a
besarle ligeramente en los labios. Él no necesito más invitación para
empezar a seducirla tiernamente.
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Capítulo 10
Tenía todo listo. Se despidió de Dome y Alex que al final no se
habían decidido a asistir. Prometo traer muchos dulces -le había
dicho a Alex que saltó contento pero Doménica estaba extraña.
¿Qué tendría? Ya no había tiempo de preguntar porque anunciaron
que su vuelo estaba a punto de despegar. Debía llamarle apenas
llegara a Italia.
Sentada en su lugar, Mel empezó a recordar su historia con Diego.
Había iniciado hace tanto tiempo ya. Cuando ella tenía 15 años lo
conoció. Él era un joven de 18 años en ese entonces, tan seguro de
sí y con un aura magnética que le conquistaron de inmediato. Diego
era parte de una banda de rock y al darse cuenta que ella lo atraía, se
sintió eufórica y ni que decir de sus amigas, chiquillas que la
alentaron a ir tras él. Incluso Doménica, en un principio estaba
fascinada con él y le animó a seguirle la corriente. Y si, en poco
tiempo ya estaban saliendo formalmente. No había pasado ni un
mes y empezaron los rumores. Que él estaba con otras, que se
aprovechaba de su fama entre las jóvenes, que estaba jugando con
ella. ¡Envidia! Había creído en ese entonces y empezó a volverse
inmune a los comentarios. No son verdad -decían sus amigos- y
ella estaba segura de conocer a Diego. Casi un año sin escuchar
nada de lo que se decía y tal vez hacerse un tanto ciega -ahora que
recordaba- porque él siempre fue un coqueto pero de ahí no pasaba.
Solo flirteaba y era normal -en su opinión- de eso se trataba su
trabajo. Debía atraer nuevas jóvenes fanáticas a su banda y ella lo
apoyaba incondicionalmente. Hasta que vio con sus propios ojos.
Él estaba besando a una de las chicas…
- ¿Desea algo señorita? -preguntó la aeromoza interrumpiéndola.
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- Un zumo, gracias -se lo entregaron y los recuerdos acudieron
nuevamente.
Tuvieron una discusión tremenda por eso. Él, pasada la ira, le pidió
disculpas porque la chica se lanzó a besarlo pero Mel no le creyó
nada. Se terminó -pronunció con cierto temor y se alejó herida.
Después de todo, los rumores siempre tienen algo de verdad -
reflexionó aquella ocasión. No se habían vuelto a ver pero se enteró
que la banda se disolvió cuando Diego abandonó el liderazgo.
Después de dos años, se volvieron a ver en la Universidad. Él
estaba en cuarto año y ella ingresaba a primero. Su rostro seguía
igual, no había cambiado excepto su cabello que ahora lucía mucho
más corto y bien peinado. Estás hermosa, Mel -él le había dicho
admirado. Tú no has cambiado, Diego -respondió y se alejó riendo.
Él empezó a buscarla. Se hicieron amigos y compartían largas
charlas en la tarde y Mel pensó que Diego si había cambiado en su
personalidad. Ahora lo notaba más maduro y bromeaba más. Se
sintió cada vez más cerca de él y sin notarlo casi se encontró
enamorada de él. Pero esta vez no era un caprichito de adolescencia,
ya no se sentía “enamorada” de un ídolo, sino de él, del verdadero
Diego y de su forma de ser con ella.
Después de un año juntos, como amigos, él le pidió que fuera su
novia. Aceptó, a pesar de la fama de él. Había madurado, si, pero
seguía siendo todo un cazador de mujeres. Empezaron a ser una de
las parejas más conocidas y estables de la Universidad. Despertaban
envidias por lo atractivos que eran. Él, alto, guapo e inteligente al
igual que ella, alta, bella e inteligente. Cuando estaban a un día de
celebrar su primer aniversario, Melina decidió ir a su departamento
sin avisar. ¡Grave error! Porque lo que vio la dejó paralizada. Ella
no había ido nunca pero tenía las llaves que él le había dado y entró
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para toparse con un espectáculo que bien podría haber evitado.
Diego besaba apasionadamente a otra mujer que estaba
semidesnuda, al igual que él. No, no podía estar pasando. Corrió
desconsolada y Diego trató de alcanzarle. No lo logró y ella se
rehusó a hablar de lo sucedido, ni siquiera se lo contó a Doménica.
Estaba dolida y no entendía que era lo que había hecho mal. Ella lo
amaba, pero aún no se había acostado con él.
Diego terminaba ese año la Universidad y se graduó de doctor. Aún
lo apreciaba -se dijo Mel- por lo que asistió a su incorporación. Lo
felicitó con un abrazo que le recordó lo cálidos que eran los brazos
de él. Aún lo amaba… y después de un par de meses había vuelto a
su lado. Nadie sabía el motivo de su separación anterior por lo que
en ese entonces no hubo reclamos ni alegatos de ningún lado.
Estaban juntos y al cumplir nuevamente un año juntos, Mel visitó su
apartamento. Pero era uno nuevo y esta vez, ella no se iba a ir tan
rápidamente. Su visita no era lo que había planeado pero, no iba a
negar, que era eso lo que quería que pasara. Se entregó a Diego y le
otorgó su pureza que, para ella, era algo muy significativo que se
había prometido entregarla al hombre de su vida. Y así lo hizo -
pensó- No se arrepentía a pesar de todos los sucesos posteriores.
Los primeros meses después de aquel día, sus encuentros se hicieron
asiduos y no le importaba lo que dijeran. Al fin y al cabo ya tenía
21 años y nadie tenía porque decirle lo que debía hacer. Él visitaba
su apartamento o ella el de él. Creía que todo era felicidad pero al
parecer, Diego no pensaba lo mismo, porque volvió a coquetear con
mujeres. ¿O será que nunca había dejado de hacerlo? Coqueteos lo
acepto, pero si se pasa de ahí… Te dejo -le había amenazado y él
había asentido empezando a besarle y logrando que olvidara su
enojo y solo estuviera consciente de él.
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Capítulo 11
Era una mentira, por supuesto. Diego había seguido con sus
andanzas y primero lo hacía a escondidas, para evitar que se
enterara. Pero poco a poco empezaron a hacerse públicas. Tanto
que todos los que se atrevían le decían lo que ocurría a una Mel
cegada y otros tantos se limitaban a verle con lástima. Ella sentía
que se hundía en un abismo por Diego. Empezó a restarle
importancia a su empleo y casi no se concentraba pensando en
donde estaría Diego y con quien. Él le había vuelto una celosa
obsesiva y la situación era insostenible. Discutían y se
reconciliaban en la cama. Se estaba volviendo una persona taciturna
y su carácter alegre cambió notablemente. No, era insoportable y
aún peor fue cuando todos empezaron a meterse en su vida. Solo
lograron que ella se aferrara más a él. Doménica le dio un
ultimátum o lo dejaba o se olvidaba de lo que ella había sido alguna
vez porque esa relación la estaba acabando física y mentalmente. Se
había distanciado por primera vez de Doménica y se aisló del
mundo. Diego muchas veces no llegaba a dormir y ella sentía que se
moría poco a poco.
No recordaba exactamente que fue lo que le hizo reaccionar. Tal
vez empezó a darse cuenta de lo que Diego le estaba haciendo
cuando asistió a la boda de su hermana Danna. Allí vio, para variar,
como él coqueteaba con las invitadas de casi toda edad. Pero aún
estuvo un par de meses más hasta que se alejó definitivamente de
Doménica y del mundo. Cuando por fin se decidió a dejarlo fue
porque lo siguió un día. Ver era mucho más efectivo que saber y fue
consciente de lo que estaba soportando. Una pesadilla. Se separó de
Diego y alquiló el piso en el que vivía hasta ahora y Doménica fue,
inclusive su hermana vino de Italia, solo para asegurarse de que su
historia con Diego, era eso… historia.
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***
- Mel, ¿Cómo estuvo el viaje? -Danna interrogaba mientras le daba
un fuerte abrazo- Parecen siglos desde la última vez que viniste.
- No por gusto, Danna -Mel le besó en la mejilla- Mis ocupaciones
no me dan tregua.
- Yo también trabajo pero igual te visitó… -al ver el semblante de
Mel cambió- Si se que es una ventaja que mi esposo sea mi jefe -
sonrieron y caminaron al interior de la casa.
- ¿Dónde está Leonardo? -preguntó curiosa por su ausencia.
- Tuvo una reunión de emergencia -suspiró- pero naturalmente yo
me escapé… Debo conversar contigo -replicó seria.
- Danna, puede esperar ¿verdad? -Melina estaba cansada- Quiero
tomar una ducha y realizar un par de llamadas…
- Claro que si, Mel. ¡Qué mala anfitriona soy! -Danna dijo
mortificada- Mira tu cuarto está listo. Ve y has todo lo que debas.
- ¿No te opones? -Mel la miraba extrañada- El matrimonio te ha
sentado bien -sonrió y Danna le hizo una mueca.
- Quiero hablar, Mel. Pero lo mejor será dejarlo para más adelante.
- Por mi está bien, Danny -sonrió al ver su cara de fastidio.
- Sé que lo utilizas para molestarme -gritó Danna mientras Mel se
alejaba- Pero no conseguirás librarte de la charla esta vez…
Melina sonrió al escuchar los gritos de su hermana. No se detuvo
pero recordó a lo que ella se refería. En todas las ocasiones que su
hermana había tocado el tema de Diego, ella lo había esquivado
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hábilmente. Llevaba casi tres años escapando de esa charla. ¿Será
que había llegado el momento de hablar? Esperaba que no.
Salió de la ducha dispuesta a hablar con Doménica. Empezó a
marcar pero se encontró digitando un número distinto.
- Si -contestó Diego con voz profunda.
- Hola, soy yo. ¿Estás muy ocupado? -dijo escueta por si acaso
alguien estaba escuchando.
- No, exactamente. ¿Apenas llegas?
- No, hace unas horas…
- ¿Cuándo vuelves?
- Aún no lo sé…
- Te extraño, Mel -bajó la voz perceptiblemente- no se como
estuve tan loco como para dejarte ir…
- No me dejaste ir… Yo me marché -aclaró Mel sin saber porque-
Te llamo más tarde.
- Espero tu llamada. Adiós -Diego colgó sin esperar respuesta.
Estaba enfadado.
- Gracias por preguntar como me siento yo… -le dijo Melina a la
bocina del teléfono. Estaba empezando a cansarse de ese juego.
Escuchó unos pasos que se dirigían a su habitación, así que optó por
terminar de vestirse. No tenía ánimo de nada por lo que era mejor
dejar la llamada a Doménica para más tarde.
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Capítulo 12
- ¿Puedo pasar, Mel? -Danna preguntó y ella le abrió la puerta.
- Claro Danna, pasa -Mel se paró frente a la ventana y miró
distraídamente- ¿Qué sucede?
- Melina, tu sabes que no me gusta meterme en tu vida -Danna no
sabía como continuar y vacilante dijo- Yo temo que tu…
- Danna es mejor dejarlo… -Mel bajo el tono amenazante.
- No, Mel. Creo que ya esperamos bastante. Yo sé que no soy
nadie para opinar pero…
- Danna tu eres mi hermana y a pesar de todo te quiero y respeto
mucho. Tú pasaste por tanto y yo… Eres muy valiente pero tienes
razón. No voy a discutir mi vida personal contigo ni con nadie.
- Melina yo no quiero obligarte a hablar de algo que no quieres,
pero solo quería decirte que yo estaré ahí para lo que necesites…
Yo estoy dispuesta a escucharte cuando así lo decidas y prometo no
juzgarte… Yo también te quiero hermanita –se acercó a abrazarla y
sonrió- sigues pareciéndome enorme -bromeó.
- Yo no tengo la culpa de que seas tan pequeñita -río al ver la cara
de Danna. Ella apenas medía 1.60 por lo que parecía bastante chica.
- Pues a mí me gusta así -una voz masculina se escuchó desde el
pasillo. Leonardo entró sonriendo y dijo- ¿Interrumpo?
- No claro que no, cariño -Danna se acercó y besó ligeramente sus
labios- Estaba comentando con Mel los preparativos de la fiesta.
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- ¿Con Mel? ¡Increíble! -dijo bromista y Mel cerró sus ojos con
gesto amenazante- ¿Qué? -puso gesto inocente- No te gusta la
organización de fiestas ni nada que tenga que ver. ¿O me equivoco
cuñadita? -él acercó a su cuerpo a Danna que contenía las ganas de
echarse a reír- Antes que haya una masacre me voy -Danna río
abiertamente- Solo venía a decirles que la comida esta servida.
- Gracias amor. Vamos Mel -Danna aún reía.
- Si, vamos -¿Con qué su cuñado quería bromear no?- ¡Leonardo!
–gritó al tiempo que tomaba un cojín y se lo arrojaba.
- ¿Has visto lo que ha hecho nuestra invitada? -fingió un gesto
severo- Es inconcebible -dijo evitando sonreír divertido.
- Tú te lo buscaste, querido -Danna sonrió- Sabías que Mel no se
quedaría quieta…
Escuchó como las risas de Leonardo y Danna se perdían en el
pasillo. Ellos se amaban tanto que a veces deseaba tener la vida de
Danna. Como en ese momento… ¡Qué no daría por tener un
hombre así en su vida! Que la amara tanto como su cuñado amaba a
su hermana, que la respetara y cuidara… que quisiera formar una
familia… Algo que era un sueño que nunca compartiría con Diego.
***
- Bienvenida Mel -Leonardo dijo serio y Mel le sonrió- Espero que
tu estadía sea larga.
- Gracias, Leonardo. Veré que puedo hacer -Mel estaba consciente
del gran aprecio que su cuñado sentía hacía ella. Era mutuo.
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- Hola Mel ¿viniste a mi fiesta? -Saludaba sonriente Beth, la hija de
Leonardo con su primera esposa- Me alegro tanto -abrazó a Melina
que la estrechó cariñosamente. Quería mucho a esa niña.
- Hola pequeña. Si, he venido a tu fiesta, además te extrañaba
mucho ya -con un gesto señaló al segundo piso- te tengo un
obsequio.
- Gracias tía Mel -le encantaba ver a esa chiquilla sonriendo y al
mismo tiempo le recordaba lo que no llegaría a tener. Su ánimo se
nubló pero nadie lo comentó.
- ¿Dónde está André? -Mel trató de alejar esos pensamientos
preguntando por su otro sobrino. André era el único hijo de Danna y
Leonardo.
- Está en su habitación. Seguro pronto se despierta y lo podrás ver
-Danna sonriente respondió y como la cena fue servida, todos se
dispusieron a comer.
***
Estaban disfrutando de un café. Beth se había ido a dormir y solo
quedaban en la salita Leonardo, Danna y Mel. Comentaban de la
fiesta. Estarían presentes solo la familia y amigos íntimos. Mel
empezó a revisar la lista de invitados. La mayoría eran conocidos
suyos pero solo un nombre le llamó la atención. Micaela Sauz
constaba como invitada y se le hizo muy familiar. Ese nombre…
definitivamente lo conocía de algo. Tal vez porque asistió a la boda
de Danna también pero… ella apenas recordaba a alguien de aquella
vez. Eran tantas personas… Pero si no era de ahí… ¿de donde
recordaría a una mujer, que obviamente, jamás conocería en otro
lado?
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Capítulo 13
- Me retiro. Gracias por la cena Danna, Leonardo -pronunció
despidiéndose Mel al tiempo que soltaba la lista en una mesita del
costado- Bonna notte.
Ambos asintieron viendo como ella se alejaba con la mente ya
perdida en lejanos momentos.
- Estoy preocupada. Mel no habla y temo que lo que se guarda la
está consumiendo -Danna lo miró reflejando su incertidumbre.
- Tranquila, cariño -Leonardo se acercó a cubrirla con sus brazos-
Decidiste no presionarla para que hablara ¿verdad? -ella asintió-
pues no lo hagas, ella te lo contará todo cuando este lista.
Danna sintió como su inquietud se desvanecía con el contacto del
cuerpo de su esposo. Él la estrechó aún más besando su cuello y ella
perdió la noción de sus pensamientos.
***
Mel entró a su habitación. Se sentía sola y esa sensación ya era tan
familiar que no le extraño. La soledad había sido su compañera
desde que conociera a Diego. ¿Por qué nunca reunía el valor para
dejarlo? Esa fijación con él… Nuevamente los recuerdos la
transportaron al pasado.
Habían pasado más de dos años de su sonada ruptura y coincidir con
él en una fiesta fue un shock total. ¿Por qué? -se había preguntado-
Estaba pasándola tan bien con un chico que había conocido ahí y
ahora la conversación ya no le parecía tan interesante. ¡Diego estaba
guapísimo! El nuevo corte de cabello le daba un aspecto aún más
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maduro y sofisticado, vestía sencillo pero elegante… e iba
acompañado.
- ¿Mel, estás bien? -preguntaba impaciente Miguel.
- Si, lo siento. Es que me pareció haber visto a alguien familiar…
- ¿Conoces a Diego? -preguntó al ver la dirección de la mirada de
Mel- No importa, vamos -se vio conducida por Miguel hacia ellos.
- Yo… -trataba de alejarse pero el encuentro se hacía inevitable…
- Diego, Kristen ¿cómo están? -Miguel saludó alegremente-
Quiero presentarles a Mel, una amiga -le dirigió una mirada cargada
de deseo- Mel, ellos son Kristen y mi cuñado querido -sonrió.
- ¿Cuñado? -pronunció Mel incrédula. ¿No podía referirse a…?
- Si Mel. Kristen es mi hermana y Diego es su novio.
Después de la sorpresa y asimilar la terrible coincidencia, Mel trató
de ignorar a Diego. Algo imposible porque sus ojos la tenían
hipnotizada y las miradas que le dedicaba hacían que su cuerpo
vibrara. Miró a Miguel quien bromeó y le hizo sonreír. Estaba
reencontrando su espíritu y empezó a superar, de a poco, el pasado.
- Mel, ¿puedo acompañarte? -Miguel no quería que se marchara
aún- Yo te llevo a tu departamento, si el problema es el transporte…
- Yo… -Mel dudaba en quedarse o irse. Se sentía bien pero…-
¿Qué dices Stella? -preguntó a su otra amiga. Doménica ya se había
marchado por Alex, así que solo quedaron las dos.
- Por mi no hay problema. Si nos llevan, podemos quedarnos -
Stella estaba entusiasmada con un chico.
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- Si creo que si -Mel asintió y Stella volvió a entrar a la fiesta-
Vamos -siguió detrás de Miguel y sintió como una mano le
aprisionaba el brazo evitando que avanzara- ¿Qué demonios…? -no
quería llamar la atención por lo que solo miró a su interceptor-
¿Diego? -exclamó temblorosa al reconocer esos ojos destacando en
la penumbra que cubría su rostro.
- ¿Ya no me saludas? -Diego dijo con voz seductora- No recuerdo
que estuviéramos enfadados…
- No, no lo estamos -¡Cínico! Pensó Mel y quiso gritárselo pero se
contuvo- Solo que yo ya no soy tu amiga y no tengo porque
saludarte…
- Si yo no te pido que seas mi amiga -Diego ignoró el tono de
advertencia de Melina e intentó abrazarla- Yo quiero que seas…
- No sigas, Diego -Mel trataba de controlarse y se alejó- Yo no
quiero escucharte. Además, tu novia te espera.
- Yo no tengo… -Diego estaba diciendo cuando Miguel apareció.
- ¿Qué pasa chicos? ¿Por qué no entran? -se acercó colocándose en
la mitad de los dos y abrazándolos amistosamente.
- ¡No la toques! -Diego gritó sorprendiéndolos a los dos.
- ¡Estás de broma! -Miguel dijo incrédulo- ¿Qué te pasa cuñadito?
- ¡No soy tu cuñado! -Diego exclamó furioso.
- ¡Bien!, si eso es lo que quieres… -Miguel se alejó enfadado y
tomó el brazo de una aún sorprendida Mel. ¿De cuando acá Diego
tenía esos arranques posesivos? Y… ¿¿con ella??
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Capítulo 14
- ¿A dónde van? -Diego no creía que Mel se estuviera alejando.
- A la fiesta… -Miguel respondió evidentemente molesto- ¿Por
qué? ¿Algún problema, Diego?
- No, tú puedes irte. Pero Mel se queda.
- ¿Disculpa? Ella va conmigo…
Mel veía impotente como ambos hombres se enfrentaban. No quería
ningún escándalo y finalmente intervino:
- Basta -se interpuso entre ellos- Yo voy a hacer lo que quiera y
ustedes no me lo van a impedir. Regreso a la fiesta -dijo y Miguel
tomó a Melina por los hombros en signo de posesión- Pero antes
voy a hablar con Diego -finalizó sabiendo que Diego no se quedaría
tan tranquilo.
- Bien, si eso es lo que quieres -Miguel estaba enfadado y se sentía
un intruso- ¡Quédate con él! -concluyó empujándola contra el
cuerpo de Diego.
Melina estaba aturdida y sentía como Diego la tomaba entre sus
brazos acercándola más a su duro torso. Sintió como su cuerpo
reconocía de inmediato a aquel hombre. A pesar de todo el daño, el
amor seguía presente y ella no entendía como le podía estar
ocurriendo todo eso.
- Diego… -su voz estaba vacilante- suéltame -dijo y sintió como
él aflojaba el abrazo y la dejaba libre. Se sintió vacía y… sola-
¿Qué quieres? -quería que fuera claro y conciso. No necesitaba
rodeos ni falsas promesas.
Una rosa en la noche
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- Te quiero a ti -respondió con presteza intentando acercarse.
- Basta de bromas, Diego -ella estaba nerviosa por su cercanía-
Quiero volver a la fiesta… -comentó distraída.
- Vamos pero primero debes escucharme -Mel no quería…
inconscientemente sabía que terminaría convenciéndola.
- No hay nada que… -Mel alzó sus ojos y se vio reflejada en la
mirada de Diego. ¡Grave error! Estaba hipnotizada y ya no sentía
como él acortaba la distancia.
- Yo te quiero a ti -repitió y Mel cerró los ojos con fuerza- Mel,
mírame -tomó con dulzura su rostro- Yo quiero volver contigo.
- Diego, es imposible… -dijo ya sin convicción.
- Nada es imposible -pronunció suavemente mientras tomaba su
boca en una caricia que ambos ansiaban y que ya no era factible
retrasar más.
Mel sintió como las sensaciones aún ahora volvían a recorrerle y
hacían que se estremeciera con solo evocarlas. No tenía remedio.
Intentaba y fracasaba miserablemente al pretender poner distancia.
Tal vez ella misma se saboteaba -pensó y continuó viendo las
imágenes frente a sí de aquella noche.
No habían vuelto a la fiesta. Diego la llevó hasta su apartamento y
ahí se fundieron en uno solo. Se desnudaron con avidez como si eso
calmara su ansiedad por estar juntos. Había sido demasiado tiempo
alejados y poco importaba el pasado. Solo estaban conscientes del
mundo de emociones que se arremolinaban en su interior. Te amo -
había repetido Diego hasta la saciedad- Te amo Mel -y esas
palabras aún ahora retumbaban en sus oídos, recordándole que
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estaba condenada a escucharlas como su sentencia de muerte porque
eran una dulce mentira.
***
Sintió como una ráfaga fría le helaba el corazón. Fue a cerrar la
ventana de la habitación y empezó a quitarse la ropa. Se metió entre
las cobijas arrebujándose en un vano intento de entrar en calor. No
quería hacerlo. ¡No!... ¡Quería hacerlo pero no debía! Pero
¿cuándo el corazón le hace caso a la razón?
La contestadora saltó después de 4 timbres. Lo intentó varias veces
más. Finalmente se dio por vencida y le dejo un mensaje. Te llamé
como prometí -dijo y colgó triste. Como era de imaginarse, Diego
no estaba. Él le había dicho que esperaría su llamada… ¡Ingenua!
¿Es que nunca dejaría de ser tan tonta? Obviamente estaría con su
conquista de turno. Su nueva “novia” -repitió en voz alta con
amargura- Lo que ella nunca sería… porque ella misma no se lo
había permitido. ¿Para qué? ¿Para qué quieres que sea tu novia? -
le había dicho aquella vez mientras se vestía- Sé que eres un
mujeriego y no has cambiado nada. Sigues en lo mismo solo que
ahora mejoraste tus técnicas ¿no? -pronunció con rabia- Pero ese
no es ni quiero que sea mi problema. Tú sigue con tu vida y yo
seguiré con la mía. ¿Qué resultó de esta noche? Nada. Una noche
estupenda pero eso es todo -cuando él iba a protestar ella finalizó-
No olvides que yo sí recuerdo que tu novia es Kristen -dijo con
repulsión en la voz. Una repulsión y odio dirigido a sí misma.
¿Cómo había sido tan tonta como para olvidarlo? Se había dejado
llevar sin pensar en esa pobre chica ilusionada con Diego. En
realidad lo había olvidado… todo olvidaba en los brazos de él. Sin
más había salido de ahí seguida por él. ¡Qué resolución ni nada! En
un instante volvía a estar nuevamente rendida en sus brazos.
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Capítulo 15
El presente le golpeó el rostro nuevamente cuando traía a su mente
los recuerdos de las conquistas de Diego. Había llegado al punto de
que, como ellos no “tenían nada”, ella lo veía en los bares con sus
novias, una distinta cada semana, y Mel no se daba por enterada. Si
bien el dolor se reflejaba en sus facciones, no protestaba y seguía
con esa absurda e insostenible situación. Miles de veces Dome le
había interrogado pero ella no contaba nada. Sentía vergüenza y
odio por su debilidad. Solo se limitaba a negar cualquier relación
entre ella y Diego, al fin y al cabo, entre ellos no existía nada
parecido a una relación… era tan solo unos momentos de pasión.
Sintió como sus mejillas se mojaban y el sabor salado de las
lágrimas llegó a sus labios. Lágrimas de impotencia, ira, odio…
¡Te odio Diego! -susurró mientras aplastaba su rostro contra la
almohada para evitar los sollozos que amenazaban con salir de su
garganta- ¡Cuánto te odio! -murmuró y el sueño le ganó la partida
borrando por una noche las marcas de dolor en su hermoso rostro.
***
La luz del amanecer inundó de a poco la habitación y Mel despertó
un tanto sobresaltada. ¿Qué había estado soñando? Recordó
fragmentos sueltos y dos imágenes claras. ¿Qué significaban? ¿Por
qué soñar con ellos? Uno estaba presente en su vida: Diego… y al
otro… apenas lo conocía.
El desayuno estaba servido y en la mesa ya estaba toda la familia.
Saludó sonriente pero enseguida cambió de humor cuando su
hermana le contó lo que tenía planeado para aquel día: ¡Compras! -
había dicho y Mel hizo una mueca lamentando haber venido antes.
¡Qué tortura más efectiva si quería hacerla hablar!
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Caminaron por más de tres horas seguidas buscando el “vestido
perfecto” para Melina. Ella ya estaba cansada y no le importaba si
le ponían un trapo cualquiera con tal de acabar con este recorrido.
- Si, pero no es lo que estamos buscando -dijo por enésima vez
Danna y ella le dedicó una mirada asesina- ¿Qué?
- Nada -murmuró entre dientes entrando una vez más al vestidor.
Finalmente encontraron un vestido que convenció a Danna. El
evento sería en la mañana por lo que un vestido corto y no muy
formal era lo ideal. Melina asintió sin darle mucha importancia, lo
único que quería era irse a sentar con un buen libro un largo tiempo.
***
- ¿Dome? -Mel interrogó por el teléfono- ¿Estás bien?
- Perfectamente, Mel -seguía con una voz extraña- ¿Por qué?
- Por nada -desistió porque Dome no decía nada- ¿Y Alex?
- Muy juguetón preguntando por ti.
- ¿Está por ahí? -Mel inquirió y oyó la risa de Dome.
- Si, está conmigo. Te lo paso.
Mel habló un tiempo con Alex. ¡Estaba cada día más preguntón! Y
ya lo extrañaba. El hijo de Dome era como si fuera suyo y como
ella era su madrina… siempre estaba pendiente del pequeño. Dome
preguntó por su hermana y le envió disculpas por no poder asistir.
Se despidieron sin conversar nada en concreto.
***
Una rosa en la noche
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Desde muy temprano el bullicio se había apoderado de toda la
mansión. Gente corría por aquí y por allá para hacer que todo
estuviera perfecto. Mel abandonó su cama con resistencia. Danna
había insistido en que ella también se arreglará con la estilista y no
tuvo más remedio que aceptar. ¡Cuando su hermana tenía una idea
nada ni nadie le hacía desistir! Con desgana admitió que había
hecho un buen trabajo. Destacaba sus ojos grises claros y su cabello
castaño estaba arreglado de tal manera que quedaba bastante suelto.
Era todo muy natural, como a ella le gustaba.
- Mamá ¡qué gusto verte! -Mel abrazó a su madre- Caro, señora
Rivas ¿cómo están? -saludó a la amiga de su hermana y su madre.
- Igualmente, hija. ¿Cuándo llegaste? -terció
- Hace unos días -suspiró cansada- Danna me ha tenido loca con lo
de los preparativos…
- ¡Me imagino! -comento Caro riendo- con lo perfeccionista que
es… ¿Dónde está Dome?
- Dome no pudo venir -la miraron extrañadas- Es que tuvo un
problemita con Alex.
- ¿Alex está bien? -Caro dijo preocupada.
- Si, solo que se resistió a viajar -inventó mientras pensaba en el
motivo de la ausencia de Dome. En realidad no lo sabía… con
certeza. Tenía una ligera sospecha que se relacionaba con cierto
hombre que estaba no muy lejos de ella.
- Bueno, en otra ocasión será -aceptaron y siguieron charlando
animadamente en tanto esperaban a que aparecieran los anfitriones.
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Capítulo 16
Después del brindis, Melina ya no pudo más. Se escabulló por un
costado porque, aunque no fuera una pomposa fiesta, si era muy
elegante y ella no sentía que encajaba ahí. Caminó hasta dar con
uno de los jardines más apartados. Empezó a escuchar a alguien
siguiéndola con pasos sigilosos, cuando iba a enfrentar al
desafortunado intruso escuchó su voz:
- ¡¿Melina?! -preguntó con aquella voz tan… magnífica.
- Daniel… -susurró al tiempo que volteaba para mirarlo.
- ¿Huyendo? -sonrió comprensivo mientras ella agachaba la cabeza
como una niña descubierta en medio de una travesura- Yo también.
- ¿Si? -Mel lo miró curiosa- Es extraño verte aquí. Tú dijiste…
- ¿Qué no asisto a estos eventos? -Mel afirmó- Si, pero esta vez
hice una excepción.
- ¿Por qué? -él se lo pensó un poco.
- Quería conocer a tu hermana.
- ¿Danna? -sintió un nudo- Está casada… -dijo sarcástica.
- Si, lo sé -contestó igual- Es una lástima -comentó y Mel empezó
a sentir rabia hasta que vio que él se estaba riendo.
- ¿De qué te ríes?
- Nada, Melina -Daniel se detuvo y la miró- Solo quería saber si se
parecen.
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- ¿Y? -él ladeó la cabeza- No somos parecidas, precisamente.
Danna tiene la estatura, cabello y ojos de mi madre. Yo tengo la
estatura, cabello y ojos de mi padre.
- Si, no las hubiera relacionado a primera vista pero…
- Obviamente, no. Mi hermana es elegante, pequeña y hermosa.
Como una princesa -Melina comentó lo último un tanto irónica.
- ¿Qué quieres decir? ¿Princesa? -Daniel estaba divirtiéndose.
- ¿No la has visto? ¡Es perfecta! -Mel bufó- No sé como lo
soporta… -susurró- Su vestido le calza como a una muñequita
delicada y pequeña –sonrió mirándose- y a mi… ¡a mi! ¡Por qué
tuve que hacerle caso! -se lamentaba y Daniel sonrió.
- ¿A qué te refieres exactamente? A mi me parece que…
- Soy como una palmera -concluyó y él se echó a reír- ¿¿Qué?? -
replicó molesta.
- ¿Una palmera? Pero…
- Si, me queda como si una palmera gigante se hubiera puesto un
vestido. Mírame -quejándose se dio una vuelta- ¿qué te parece?
- Que si me dejas completar una frase podremos conversar -él
sonrió al ver que ella se azoraba un poco- Bien, ahora que puedo te
digo que yo no comparto tu opinión. Te ves muy guapa y no te
pareces a una palmera precisamente -él sonrió seductor y miró sus
largas piernas- estás… espectacular -soltó con voz ronca y Mel
sintió un ligero cosquilleo- Quiero decir el vestido es hermoso y te
sienta muy bien -terminó después de carraspear un poco.
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- Gracias, Daniel -Mel sonrió radiante sintiéndose en verdad
espectacular- ¿Viniste solo?
- No -dijo un poco cortante y acercándose le preguntó- ¿Y tú?
- Si -respondió escueta y bajó la mirada.
- Melina, ¿cómo estás? -preguntó con ternura sabiendo que no
necesitaba decir más.
- Bien… -dijo bajito pero enseguida negó con la cabeza. Aquel
hombre no se merecía esa respuesta sin sentido- Mal… -fue tan
solo un susurro pero Daniel lo escuchó perfectamente y sin
pensárselo mucho le tomó una de sus manos entre las suyas y la
apretó con cariño. Transmitiéndole fuerza y valor para revelar lo
que tanto daño le hacía. Melina se sentía sumamente extraña y…
protegida. No sabía como, pero Daniel le hacía desear contarle toda
su historia y refugiarse en sus brazos del dolor punzante que le
amenazaba. No había sido capaz de hablar con nadie sobre Diego,
ni siquiera con Doménica, pero con él… con Daniel el panorama
daba un giro. Parado ahí tomando su mano, tan seguro y varonil, le
hacía desear por una vez derrumbarse en los brazos de alguien sin
importarle si era juzgada o recriminada- Yo… -sintió como las
lágrimas pugnaban por salir y un nudo atenazaba su garganta. Él se
acercó más a ella y apretó más aún su mano.
- ¿Por qué? -fue algo pronunciado suavemente.
- No puedo dejarlo… -Mel sentía como la voz se le cortaba como
siempre que intentaba hablar- Yo estoy… -ella se puso rígida de
pronto y se separó desistiendo de hablar.
- ¿Qué es lo que…? -empezó a decir Daniel para mirar quien los
interrumpía y su voz también se atoró por la sorpresa.
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Capítulo 17
Una mujer se acercaba con paso firme hacia ellos. Daniel
instintivamente soltó la mano de Melina y se alejó más. Quien se
acercaba era fina y bonita, con su vestido parecía una de aquellas
mujeres artificiales -pensó Mel y enseguida notó algo de tensión en
Daniel- no podía ser ella la…
Todas sus dudas se despejaron cuando la mujer se acercó a Daniel
besándolo ligeramente en los labios y a continuación tomó su brazo
posesivamente aprovechando, de paso, para presumir el hermoso
brillante que tenía en su dedo.
- Melina, ella es Micaela -Daniel las presentó repentinamente serio.
- Su prometida -completó la mujer por si el anillo no hubiera sido
suficientemente claro- y tú eres… -pronunció con desprecio.
- Hermana de la anfitriona -culminó viendo como a esa mujer se le
helaba la sonrisa. ¡Bien merecido!
- Disculpa, no sabía que fueras cuñada de Leonardo… -emitió con
falso arrepentimiento pero añadió con malicia- y hermana de la
diseñadora -lo dijo con tal arrogancia que Mel deseó partirle uno de
los maceteros cercanos en su “real” cabeza.
- Si, una de las mejores diseñadoras del mundo ¿sabías? -al ver que
Micaela se quedaba repentinamente muda añadió- ¿¿no?? Claro
que no, obviamente tú no sabes nada más que el color de moda
¿cierto? -Mel sonrió fingidamente- Debo irme, porque mi hermana,
la diseñadora, debe estar buscándome -añadió con intención y
soltando una ligera risita al oír el bufido de la mujer.
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Daniel miró como Mel se alejaba y trató de reprimir una sonrisa que
amenazaba con aflorar a sus labios. Micaela no debería haberse
comportado así pero Mel le había puesto en su lugar. No debería
alegrarse precisamente, pero alguien debía bajarle los humos a su
futura esposa o terminaría por volverse loco y le agradecería al cielo
y a Mel si ella era la persona adecuada para hacer de Mica una
persona más natural.
¡Qué mujer más insoportable! -pensó Micaela y viendo a Daniel
apretó aún más su brazo- No había creído cuando Antonella le había
contado que había visto a su Daniel con una mujer. Él sabía muy
bien que ella era muy celosa así que decidió no confrontarlo.
Melina Báez -había dicho Antonella- y ahora ella empezaba a
sospechar que tal vez había algo raro ahí. ¡Una oportunista igual
que su hermana! -comentó despidiéndose Antonella y Micaela
prometió no dejar a Daniel nunca en libertad.
Melina aún sonreía al recordar la cara de fastidio de aquella mujer.
Ella había empezado y solo se había defendido, así que se merecía
que su máscara se desfigurara aunque fuera un momento. Empezó a
mirar a su alrededor nuevamente a los invitados.
- ¡Qué bueno verte, Melina! -una voz sexy habló a su espalda y la
sobresaltó. ¿Qué estaba pasando?- Te ves preciosa.
- ¡Sebastien! -lo miró sorprendida. Él no solía buscarla y mucho
menos le hacía cumplidos- Igual te ves muy bien,
- ¿Por qué no bailas? -el sonrió seductor y ella empezó a pensar
que ese vestido tenía algo mágico.
- ¿Qué? Porque no estoy de ánimo -no sabía ni que decir.
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- ¡Lástima! Yo deseaba tanto bailar contigo -susurró galante y ella
empezó a mirarlo como si estuviera loco.
- ¿Sebastien estás bien? -Él nunca se había fijado en ella. Desde el
principio “trataba” con Dome y ahora sabía toda su historia-
Generalmente, tú…
- ¿No soy así? -él preguntó divertido.
- No, siempre eres así -Mel dijo retadora- pero no conmigo.
- ¡Atrapado! -él sonrió y ella entendió el encanto matador del que
hablaban las mujeres- Solo quiero hablar…
- ¿De qué? -ella no iba con rodeos y eso hizo que él se separara.
- ¿Doménica está bien? -Mel lo miró sorprendida.
- ¿Por qué?
- Porque no ha venido -él habló con un tono despreocupado- Y se
que es muy amiga de Danna también… Simple curiosidad.
- ¿Si? -Mel no se lo creía. ¿De cuando acá Sebastien tenía “simple
curiosidad”?- Te conozco, Sebastien. Me agradas pero no voy a
decir nada de Dome… solo que esta perfectamente desde la última
vez que la vi.
- ¿Y no vino por?
- Porque no pudo. ¿Algo más para satisfacer tu simple curiosidad?
-Mel dijo sonriendo irónica porque no iba a decir nada de nada
además de que se le podía escapar el gran secreto y Doménica le
mataría.
Sebastien fingió mirarla resignado pero no la engañaba.
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Capítulo 18
- ¡Nunca vas a caer! -sonrió inocentemente y Mel entendió que era
lo que hacía irresistible a Sebastien. Era esa mezcla de ángel –
demonio. Pasaba de ser un corderito a todo un lobo en segundos.
Pero eso si -pensó Mel- nunca lo había visto sin esa sonrisa
seductora y ese brillo de cazador experimentado.
- ¡Ni lo intentes! -bromeó mientras tomaba su mano para ir a la
pista de baile. Ella lo apreciaba mucho. Le parecía un hombre
sumamente atractivo, al igual que su cuñado Leonardo y el hijo de
éste, Stefano. En realidad, en Italia había conocido a muchos
hombres por los que bien podría derretirse pero más allá de
admirarlos, no le provocaban nada… porque no eran Diego –suspiró
y curiosamente su mente pasó una imagen- porque no eran ¿Daniel?
- ¿En quién piensas? -Sebastien le miró inocente.
- ¡Qué curioso eres! Nadie en especial…
- ¿Adivino? -Mel lo miró suplicante pero él no se calló- Estabas
pensando en… lo bien que se ve ese pastel de cumpleaños -sonrió y
le tomó la mano- Vamos que yo también tomaré un pedazo.
Melina sonrió porque siempre había pensado que Sebastien era un
tanto bromista, si pero insensible y con la actitud de ahora le estaba
demostrando que estaba equivocada. Era un gran hombre y tenía
mucho en común con Doménica. ¿Por qué no se habrían
enamorado? ¿Por qué no estaban juntos?
***
Se estiró una vez más en el sillón para desechar un ligero letargo que
parecía haberse adueñado de su cuerpo. ¿Sería por el libro que tenía
Una rosa en la noche
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entre manos? Claro que no, a ella siempre le había gustado leer…
de hecho era una de sus mayores aficiones pero… no podía
concentrarse. ¿Por qué? Por el mismo motivo de siempre. Suspiró
mirando al teléfono en una súplica absurda. Cerró el libro,
definitivamente no se iba a poder quedar tranquila hasta no tomarlo.
Cuando estaba a punto de alzar la bocina éste sonó inesperadamente.
- ¿Diga? -saludó y recordó que estaba en Italia- Excusi ¿Pronto?
- ¿Melina? -ni siquiera aguardo respuesta- Estaba pensando si
todavía estarías aquí, así que llamé a Eduardo para que le preguntara
a Doménica, pero luego recordé que tengo el número de Leonardo y
me dije mejor llamo directamente y pregunto por ti…
- ¿Daniel? -Mel sonrió cortando la retahíla de palabras de él. Era
inconfundible pero… debía preguntar.
- Disculpa, Melina. Si, soy yo -pronunció en tono divertido-
¿Cómo estás?
- Aburrida y ¿tú?
- ¿Sola?
- Casi… -en realidad estaban todos excepto Beth. Pero, Leonardo
y Danna habían desaparecido hacía un buen tiempo…
- ¿Quieres salir?
- ¿Contigo? -preguntó automáticamente.
- Obviamente… -dijo en tono sarcástico- pero si quieres llamó a un
amigo para ti y…
- No, tonto -Melina se reía divertida- me conformó contigo.
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- Muy graciosa…
- No te enfades…
- Claro que no, Mel. ¿Qué dices?
- Seguro ¿a dónde…?
- ¡Sorpresa! -le interrumpió Daniel- Pasó por ti en cinco minutos.
- Hummm –Mel se lo pensó- Que sean diez -culminó sonriendo.
- ¡Y que conste que estabas loca por salir! -dijo riendo Daniel y
colgó.
Melina subió a su cuarto prácticamente volando. No se había
maquillado pero ya no le daba tiempo así que se puso solo un poco
de brillo labial y se rizo ligeramente sus pestañas. Ya estaba -pensó
y miró su melena ligeramente ondulada recogida en una coleta.
Siempre le había parecido curioso el contraste entre sus ojos grises
clarísimos y su cabello castaño oscuro que era prácticamente negro.
No sabía a donde irían por lo que se quedó con los jeans y tan solo
se cambió el blazer por una blusa fresca. Dudaba entre quedarse con
ella o ponerse algo más abrigado. Se acercó a la ventana. El sol
seguía brillando intensamente sin una sola nube en el cielo… y un
auto entraba en ese momento por el jardín.
Bajo presurosa para evitar que alguien la viera salir. No quería
chismes ni preguntas y estaba segura que quien llegaba era Daniel.
Cuando el mayordomo se acercaba a la puerta, Mel se adelantó
aclarando que era a ella a quien buscaban. Abrió la puerta y se
encontró con un hombre tan magnífico y… distinto que dudó si era a
él a quien esperaba ¿era la primera vez que lo veía?
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Capítulo 19
- ¿Mel, vamos? -preguntó cuando sintió que ella había dejado de
observarle impactada. ¿Qué les pasaba a las mujeres? No –se
corrigió- A esa mujer en particular. Lo miraba como si apenas lo
hubiera conocido y aquel atento examen estaba teniendo
consecuencias…- ¿Vamos?
- ¿Vamos? -Mel repitió y de pronto se sintió totalmente estúpida-
Si vamos Daniel -dijo atropelladamente y sonrojándose.
Él le abrió la puerta del coche y cuando iba a ponerlo en marcha,
preguntó:
- ¿Te despediste? –Daniel la miró un tanto acusador cuando negó-
Se pueden preocupar, Mel -dijo condescendientemente.
- Soy lo suficiente grandecita para salir sin permiso -contestó
enfurruñada porque él tenía razón pero no quería que nadie supiera
que estaba con él- Además no van a pensar que me han raptado ni
nada parecido…
- Melina, es tu hermana y…
- Y está ocupada con su marido, Daniel -sonrió al ver que él
parecía avergonzado- No creo que le hiciera gracia que los
interrumpiera ya que…
- Si, me lo imagino -cortó avergonzado y arrancó el motor ante las
risas de Melina.
Era bueno fastidiarlo un poco. Se imaginaba lo que él estaba
pensando. Ni siquiera iba a completar la frase porque estaba
bastante claro -sonrió traviesa y de pronto se puso seria al recordar
su primera reacción ante Daniel- ¿Qué le había pasado? No lo
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sabía, pero hasta ahora no asimilaba el cambio en Daniel. Era
guapísimo y desde que lo conocía sabía eso pero… no era lo mismo.
Había un cambio aunque no sabía cual… ¿o el cambio estaría en
ella?
- Te quedaste muy callada, Mel. ¿Qué piensas?
- En ti -soltó repentinamente y un poco sonrojada aclaró- en tu
invitación, quiero decir.
- Si, ¿por qué? ¿Hay algo misterioso en que te invite?
- No lo creo… ¿o si? -lo miró extrañada.
- No, ¿acaso no se puede invitar a una amiga a tomar un helado?
- ¿Helado? -así que ese era el misterio pero no le paso por alto una
palabrita que no supo porque le molestó.
- ¿Estas a dieta? -se burló
- No, me encanta el helado -dijo haciéndole una mueca- ¿Crees
que necesito una dieta?
- No, por supuesto que no…
- Tú lo dijiste…
- No, te pregunte si estabas a dieta -Daniel aclaró- todas las
mujeres cuentan las calorías o algo así y…
- Yo no soy como todas las mujeres -dijo algo molesta. No le
gustaba que generalizaran a “todas las mujeres” en ningún aspecto-
O al menos no a las que tú conoces.
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- No tengas la menor duda -concordó aunque Mel no supo si
tomarlo como un cumplido- ¿Y qué tal la fiesta?
- Bien, fue todo un éxito -comentó sin saber que decir- Pero no te
quedaste…
- No, tuve que irme… -Daniel se quedó pensativo
- No me di cuenta en que momento…
- Estabas bastante ocupada -comentó en tono raro
- ¿Si? -no podía recordar que estaba haciendo.
- Bailabas con Sebastien -dijo como si le leyera la mente- Te veías
muy a gusto con él…
- ¿Te pareció? -Mel reprimió una sonrisa- Me agrada y somos
buenos amigos -no supo porque lo dijo- Él ayudó mucho en la
historia de mi hermana y Leonardo.
- Me lo imagino…
- ¿No le agrado a tu novia verdad? -Mel soltó sin pensar y él se
limitó a sonreír.
- ¿Por qué?
- Creo que fue bastante evidente… En fin, quiero saber algo pero…
- Dímelo…
- ¿Por qué ella? -Mel no sabía explicarse- Quiero decir -él estaba
expectante- ella no me parece… no, si es tu tipo pero… al mismo
tiempo… -¿cómo decirle que parecía tan cabeza hueca y no entendía
que veía un hombre como Daniel en ella?- ¿Por qué ella? –repitió.
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Capítulo 20
¿Por qué ella? La pregunta parecía resonar entre ellos invadiendo el
ambiente. Incluso la música del auto parecía haber descendido en
intensidad. Él se lo pensó.
- Porque nos conocemos de toda la vida -Daniel tenía fija la vista
en el horizonte- Micaela sabe lo que me agrada y lo que no. Ella
es… -ladeó un poco la cabeza- Ella sabe… Micaela asiste a los
eventos… me representa a mí… siempre… -Daniel la miró un
instante y sonrió- ¡Nunca me habían hecho esta pregunta!
- No quise incomodarte… Soy muy curiosa, es un defecto -se
sonrojó.
- No hay problema, Melina…
- Hablas de ella como si fuera una empleada tuya -Mel lo miró un
tanto enfadada- Me representa en eventos que odio…-hizo como si
lo imitara- Daniel, yo…
- ¿Me estás criticando?
- Claro que no -Mel lo miró retadora- Yo no soy nadie para criticar
tu vida y relaciones…
- Relación, Mel. Además yo no tengo ningún problema porque me
imaginó lo que pensabas escuchar… ahora… respóndeme tú. ¿Por
qué él?
Eso ella no se lo esperaba. Había caído en su propia trampa porque
era cierto… él le había respondido y ahora no podía negarse… sería
injusto.
- Porque… -titubeó un poco- porque lo amo.
- ¡No! -Daniel alzó la voz y Mel lo miró sorprendida- ¡Esa es la
salida fácil!
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¿De qué estaba hablando? ¿¿Salida fácil?? ¡¡¡Salida fácil!!! Vaya
salida fácil lo que él consideraba. No había nada de “fácil” ni
“simple” en confesar que amas al hombre equivocado. En admitir
que no es la vida que quieres pero es lo que tienes… ¡Como podía
siquiera pensarlo! -Mel iba a hablar pero Daniel continuó:
- ¿No estás de acuerdo no? -Daniel hizo un amago de sonrisa- Se
te nota en tu expresión… pero es cierto y antes de que me
contradigas -se adelantó a sus protestas- ¿Qué hay más fácil que
una simple frase hecha? Porque lo amo… -sopesó sus palabras- Lo
amas, puede ser pero… hay motivos más complejos. No puedes
pensar que con un “porque lo amo” se explica un ¿por qué él?
Razones, Melina, dame razones con las que yo pueda entender tu
“porque lo amo”
Ella estaba desconcertada. ¿Razones?... ¡El amor no tiene razones!
–quería gritarle- pero… eso no era cierto. Siempre había razones.
Pero eso era en otras relaciones. La suya con Diego era distinta…
Él estaba insinuándole algo… ¿Tenía razón?
- Razones de conveniencia como las tuyas… ¿Eso es lo que pides?
-Mel disfrazó sus dudas con un ataque- Yo valoro una relación por
lo que yo puedo aportar en ella y no por lo que recibo a cambio.
- Tienes razón, Melina. Pero eso no contesta mi pregunta -Daniel
no la miraba- Si, razones de conveniencia… como tu las llamas -
dijo irónico- es eso lo que pido.
- No tengo ese tipo de razones… creo que quedó claro que…
- Si, tú valoras por lo que tú puedes aportar en ella pero… ¿vale la
pena solo tú aporte? -Mel estaba seria- Y si tú respuesta es si… ¿en
qué momento es conveniente el aporte del otro? Las relaciones son
de dos…
- Si… -Daniel había hecho la pregunta que a ella le había rondado
desde hace bastante tiempo pero no se había atrevido a poner en
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palabras… ¿hasta cuándo esperaría por Diego? ¡Diego!...- Lo amo
no es suficiente… -admitió triste- pero… estoy tan acostumbrada a
decirlo… pensarlo -se sorprendió a sí misma por la confesión-
Quisiera encontrar razones… Él es… Él es para mí… -dijo
temblorosa- Yo… -trataba de encontrar palabras pero… no era tarea
fácil y sentía que no tenía fuerza para seguir con eso- Él… -lo
intentó una vez más…
- Hemos llegado -Daniel anunció porque sentía el dolor en las
palabras de Melina y quería evitarlo. Quería dejar de escucharlo…
ojalá pudiera sanarlo -deseó inconscientemente mientras una gran
fuerza se apoderaba de su corazón- ¿por qué estaba pensando eso?...
Porque… la quería mucho -se contestó- es una persona excepcional
y no es justo que sufra…- Vamos Mel -abrió la puerta y le extendió
la mano que ella tomo gustosa. Él había descendido antes solo para
conducirla al interior de aquel establecimiento tomada de su brazo.
- Gracias Daniel -pronunció suavemente acariciando ligeramente
su brazo y no necesitó decir más para que se entendieran.
- Eres única, Melina -él posó su mano sobre la de ella que
descansaba en su otro brazo- ¿Lo sabías? -dijo bajo y a
continuación alzó su mano y le sonreía a un hombre mayor que los
recibía con entusiasmo en la puerta.
- Donatello, ¡que alegría verte! -saludaba Daniel- Te presentó a
Melina.
- Hijo, hace tiempo que no vienes… -se dirigió a Mel- Mucho
gusto, señorita. Es muy bonita.
- Gracias… el gusto es todo mío -sonrió Mel.
- Ya era hora que nos presentaras a tu novia… -dijo Donatello-
Ven, que a Rafaella le encantará verte -les condujo adentro.
Una rosa en la noche
Gaby’s B
- 61 -
Capítulo 21
Era un local un tanto rústico pero no en la construcción sino en la
decoración. Las pinturas que colgaban ahí rivalizaban en belleza
con los paisajes que se apreciaban a través de los ventanales.
- Siéntense por favor -hablaba en italiano sonriendo- ¿lo hablas
cierto? -Donatello miró a Mel.
- Efectivamente -le sonrió y a continuación ordenaron unas copas
Piaccere italiano ofertadas en el menú.
- Enseguida chicos -dijo dirigiéndose a una habitación interna-
Esta es Rafaella -presentó a Mel en el momento que volvió a salir.
- ¡¡Daniel!! ¡Qué gusto verte! -Rafaella se acercaba a abrazarlo- Y
esta bella chica es…
- Melina, su novia -Donatello se adelantó a contestar.
- ¡Pero que placer tenerlos aquí! -interrumpió a Daniel y Mel que
iban a hablar- Seguro eres una persona muy especial para haber
ganado su corazón… es un buen chico.
- No, Rafa -Daniel la corrigió- Mel es solo una buena amiga.
- ¿De verdad? -exclamó mirando a Melina.
- Si, somos buenos amigos -ella lo miró con cariño.
- Si ustedes lo dicen… -Rafaella contestó vacilante- ¿Te ha
gustado Italia? -cambió de tema mientras era servido su pedido.
Compartieron la mesa los cuatro.
***
Una rosa en la noche
Gaby’s B
- 62 -
- Son buenas personas -Mel sonreía como una chiquilla- me ha
encantado conocerlos.
- Y ellos estaban encantados contigo -Daniel le ofreció el brazo-
¿Quieres dar un paseo?
- Claro que si, vamos -tomó su brazo entusiasmada casi guiándolo.
- ¿Estás acostumbrada a hacer las cosas a tu manera no? -él bromeó
y ella le dio un empujoncito.
- Algo así…
- Por aquí… -tomaron un sendero poco transitado. La brisa se
sentía en sus rostros y Mel creyó que se llevaba un poco del peso de
su corazón.
- ¿Por qué me trajiste?
- ¿Es una pregunta con doble fondo?
- ¿¿Qué?? No, para nada… Pero, es curioso…
- ¿Qué? -Daniel se detuvo- ¿Por qué no a Micaela es eso?
- ¿Eres adivino? -Melina se rió ante la cara de él- Pareces entender
todo lo que te digo… sin que te lo explique…
- Es que en mi vida anterior fui mujer… -soltó irónico provocando
que Mel se riera como nunca- Me pasa solo contigo… -dijo serio.
Mientras la risa se esfumaba su mente iba procesando aquellas
palabras… Me pasa solo contigo… ¿sería cierto?
- Te has quedado callada…
Una rosa en la noche
Gaby’s B
- 63 -
- Es que… eres muy especial, Daniel -Mel no sabía que era lo que
su corazón gritaba… no entendía el mensaje y sin duda su cerebro
tampoco le daba las señales correctas para entender lo que sentía-
¿Puedo abrazarte? -Ni siquiera lo había razonado… solo habían
salido aquellas palabras… pero él ni siquiera le dejo terminar la
frase… la envolvió en sus brazos y la estrechó intensamente.
- Estás temblando… -él susurró y ella asintió a pesar de la cálida
tarde- Melina, ¿qué sucede? -en su oído su voz no fue más que una
ligera brisa…
- Shhh –ella no lo veía, no lo escuchaba, no quería pensar ni
contestar nada… los razonamientos no tenían cabida… era un
momento hecho solo para ser disfrutado por sus sentidos sin
cuestionamientos…
***
- Gracias por una tarde preciosa… -Melina se despedía triste de
Daniel- Yo… -¿qué era lo que quería decir?
- No será la única… -Daniel la miraba y sin pensarlo pasó su mano
por la mejilla de ella- Mañana ¿a la misma hora?
- Por supuesto… -Mel trató de sonreír- Pero el lugar lo elijo yo
esta vez…
- Trato hecho… -Daniel quería añadir algo…- Melina… -se
quedó en silencio.
- ¿Si? -ella lo miró vacilante.
- Gracias a ti… -concluyó despidiéndose y arrancando el auto.
- ¿Dónde estabas Mel? -Danna estaba furiosa- ¿¿Y esa chaqueta??
Una rosa en la noche
Gaby’s B
- 64 -
Capítulo 22
- Danny… -Mel la miró sonriendo- no soy una niña…
- Pero eres mi hermana menor y…
- Tan solo un año, Danny…
- Pero eres menor y estás en mi casa -Danna dejó entrever la
preocupación que sentía- pensé que te había sucedido algo…
- No, Danna… estoy bien -Mel le abrazo- Y no te lo voy a decir…
- Si no he preguntado… -Danna hizo un mohín.
- Pero lo harás… -se rió al ver su cara- Confórmate con saber que
es un amigo que conocí en España y volví a ver en el cumpleaños de
Beth…
- ¿¿Aquí?? -ella no lo creía- Entonces lo conozco… -le miró
suplicante- nombre por favor…
- No, que no… -Mel negó- Te dije que debías conformarte con esa
información… voy a mi cuarto -se rió mientras Danna protestaba.
- Ni creas que me voy a quedar quietecita… -Danna gritaba una
vez más- Tengo la lista y lo voy a averiguar… -asomaba su cabeza
a la escalera que conducía a los dormitorios.
- No lo dudaba ni un segundo… -susurró Mel mientras cerraba
despacio la puerta de su habitación.
***
Se despojaba de su ropa. Se sentía algo cansada después del
interrogatorio de la cena. Si su hermana era buena en eso… su
Una rosa en la noche
Gaby’s B
- 65 -
cuñado era mejor. No en vano tenía tanto éxito en los negocios.
Pero no lo sabían. Al menos no con certeza… ¿por qué? Por una
simple y sencilla razón: Daniel estaba a punto de casarse. ¿Quién
iba a sospechar que era él su misterioso amigo?
Cuando se metió entre las sábanas miró de reojo a su mesita de
noche. Ahí estaba su teléfono. ¿Habría llamado Diego? No…
seguro que no. Él nunca llamaba… él nunca estaba… él no la
necesitaba… No se merecía ni una sola mirada pero ella le
entregaba su vida… irónico pero cierto… ¿en realidad se podía amar
hasta ese punto? Un recuerdo fugaz cruzó su mente… aquel
hombre… la miraba… ¿por qué él?... decía suavemente… y ella
solo podía pensar en una cosa…algo inexplicable… aquel hombre…
no era Diego.
Tomó el teléfono y como ya había concluido… no tenía ni un solo
mensaje… Lo iba a llamar… empezó a marcar y se detuvo… ya lo
había hecho… no lo voy a volver a hacer -se prometió apagando su
móvil y se tapó con las sábanas.
***
- Buenos días Danny. ¿Tú aquí? -Mel sonrió ante la cara de
fastidio de Danna- Parece que no pasaste una buena noche… tendré
que hablar con Leonardo -Danna se sonrojó y Melina no pudo
reprimir una carcajada- ¿Qué es eso? -tomó el papel de sus manos.
- La lista… la he revisado tres veces…
- ¿Y? ¿A qué conclusión has llegado? -fingió sorpresa.
- ¿Te has vuelto una payasa sabías? -Danna se rió. Finalmente
Melina era la que hizo una mueca- Ninguna… estoy decepcionada.
Una rosa en la noche
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- 66 -
- A su tiempo, Danna. Lo sabrás a su tiempo -respondió misteriosa
y salió a pasear por los jardines.
Danna sabía que debía darle su espacio y no la siguió. Desde luego,
no tenía nada que ver con la repentina llegada de su esposo…
Mel caminaba lentamente. Quería disfrutar sin prisas… no había
ningún apuro. Solo sus pensamientos dictaban sus movimientos…
quería sentirse libre… libre de culpa, de enojo, de remordimientos…
Con Daniel se sentía así… no tenía que fingir… él irradiaba una
tranquilidad envidiable… y ella podía hablar… pero -se detuvo de
golpe- no lo escuchaba… ¿o si? Bueno, sabía de él… no mucho,
claro… lo suficiente. ¿De verdad era suficiente? No quería
perderlo… era la única persona con quien no pretendía ser… Y, no
se explicaba… porque con “él” precisamente… con él que lo
conocía de nada.
Tal vez era eso -se sentó en un banco en medio del jardín- las
personas siempre actuaban distinto en el anonimato… Y en eso, ella
no era la excepción. Aquella fragancia… -buscó a su alrededor-
Claro… a su espalda estaba un hermoso rosal. Blancas… ¿es que
acaso el cielo se confabulaba contra ella? Era martes ¿¿no?? Por
supuesto… aquel día Diego habría llevado una rosa blanca.
¡¡Diego!! Ya estaba otra vez pensando en él… y… ¡¡qué importaba
la dichosa resolución!! -se levantó de golpe y se dirigió a su
dormitorio… Allí había dejado su celular.
Apenas lo encendió recibió un mensaje: Tiene un nuevo mensaje de
voz.
Nerviosa marcó al buzón… Presionó la tecla de reproducción y las
palabras se sucedieron en tropel…
Una rosa en la noche
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- 67 -
Capítulo 23
Mel…esperé tu llamada. Pero surgió algo repentino y no quiero
aburrirte con detalles. ¿Estás enfadada? Yo si… porque aún estoy
esperando… ¿quién te tiene tan ocupada? Realmente… espero
estar imaginando cosas. Te amo.
Era la quinta vez que lo escuchaba. No porque no lo hubiera
entendido la primera, ni porque con una segunda quisiera identificar
la voz… Obviamente sabía quien era… Pero intentaba encontrarle
sentido. Había un algo oculto que se le estaba escapando… ¿quién?
Él le había preguntado “quién” la tenía tan ocupada no “que”…
¿sospechaba? ¿Entendía los alcances de aquellas palabras? No
quería pelear… de verdad, no quería… pero eso no se lo iba a
permitir… él la conocía perfectamente… ¿o no? Claro que si…
sabía que ella no era así pero… había desconfiado… Debían hablar.
- Diga
- Hola, soy yo… -Mel se vio interrumpida.
- ¿Me puede llamar más tarde? -era la voz de Diego- Estoy en
medio de algo importante…
- Claro… pero no te entiendo… -Mel se sintió furiosa porque
parecía pensar que la manejaba a su antojo y ¿no que estaba
esperando?- No importa… nunca lo he hecho. Adiós.
Colgó frustrada y enseguida tuvo una llamada de vuelta.
- ¿Si?
- ¿Cómo estás Mel? Estuve intentando comunicarme pero…
- Llamada de mi madre -interrumpió a Dome decepcionada.
Una rosa en la noche
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- Te escucho… hummm… extraña. ¿Sucedió algo?
- Nada extraordinario… -Mel se sentó repentinamente cansada-
Excepto que encontré varios rostros familiares…
- Como es de suponerse… -se rió Dome y eso alivió a Mel.
- Pero no te imaginas a quien…
- ¿Quién? -preguntó tensamente.
- ¡Daniel, claro! -Mel se rió porque podía imaginarse la cara de
Doménica- ¿el amigo de Edu, recuerdas?
- Sé quién es, Mel… ¡muy graciosa!
- ¿Por qué? ¿Tú de quien pensabas…? -dijo fingiendo inocencia-
Ah, tú creíste que hablaba de…
- Si, si -para que negarlo- Ahora que quedó claro… ¿qué pasó?
- Nada…
- Melina… -rebatió en tono de advertencia.
- ¿Recuerdas la primera vez que saliste con Sebastien? -Mel no
esperó respuesta- Claro que si -se auto contestó- Me dejaste
intrigada… toda la noche…
- Pero no es lo mismo… -replicó Dome.
- No pude dormir pensando en como había sucedido aquel beso…
tú… tan recatada…
- Mel… al grano -Dome no quería volver a evocar esos recuerdos.
- ¡Qué no te cuento nada! -soltó riendo de golpe.
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- ¿¿Cómo?? -Dome gritó- No te vas a atrever a dejarme así…
- ¿Lo apuestas? -Mel no escuchó nada- Adiós Dome.
- Pero… no es justo…
- Cuida mucho a Alex.
- No es lo mismo… tú no tienes fecha de retorno…
- Ciao Dome - colgó a pesar de las protestas de su amiga.
Soltó su celular aún riendo por los pucheros que de seguro estaba
haciendo Doménica. ¡Bien merecido! ¿Quién le mandaba a intentar
hacer de Cupido? Se las cobraba de aquella cena y también de aquel
secreto con Sebastien… ¡haber cuanto le duraba la paciencia!
No mucho, a juzgar por lo rápido de su llamada. Cinco minutos…
para ser exactos.
- ¡Qué poco sentido del humor tienes!
- Si… en algo estamos de acuerdo –la voz de Diego congeló la
sonrisa en la cara de Mel.
- ¿Diego? -pregunto tontamente porque ya sabía que era él.
- ¿Esperabas a otra persona? -rebatió con voz fría, cargada de celos
y… ¿triste?- No importa…
- No… -Mel lo cortó- no esperaba a nadie y ¡no!, si importa… ¿qué
estás pensando?
- No quieres saberlo, Mel…
- Yo no soy así, Diego…
Una rosa en la noche
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Capítulo 24
- ¿Así? ¿Cómo? Ni siquiera he dicho nada…
- No hace falta…
- ¿De verdad? -Diego se quedó momentáneamente callado- Si, es
cierto… ¿estás con él?
- No sé a qué te refieres… -no podía hablar de Daniel…
- Eso suponía… -sonaba satisfecho- ¿Necesitabas algo?
- ¿Qué? -Mel estaba incrédula- Necesitaba hablar contigo… -
susurró triste.
- Te escuchó entonces… pero que sea rápido.
- Diego… -se sentía decepcionada e intentó calmar esa ansiedad
interna- Te amo… -probó su reacción.
- Eso ya lo sé… -pronunció arrogante- ¿algo más?
- ¿Qué es lo que te…? -iba diciendo y se detuvo… de pronto lo
entendió todo- Tú… ¡increíble! Estabas con ella…
- Yo… -se calló demasiado tiempo- no sé de que hablas…
- ¿Cómo te atreves? -Mel se sentía herida- ¿Estás insultando mi
inteligencia? Porque soy más que un cuerpo por si no lo has
notado…
- Yo… ¿de verdad vamos a discutirlo? -Diego aceptó finalmente.
- No, no hace falta…
- ¿Estás enfadada?
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- No… -soltó de repente y miró un auto que la esperaba- Adiós.
- Espera Mel… no hace falta que finjas…
- No finjo nada… realmente no estoy enfadada.
- Sabes que no me refiero a eso… No debes fingir que tienes a
alguien esperándote…
Eso había ido demasiado lejos… ¿Qué se creía? ¿Un ser único e
incomparable? ¿El centro de su existencia?
- ¿Disculpa? Diego… estás equivocado. No tienes idea de cuanto.
- ¿Qué quieres decir?
- Ve, diviértete… hablaremos a mi regreso -eso sonaba a ultimátum
- Tú sabías bien lo que sucedía…
- Evidentemente -no era la observación más caballerosa pero él no
se iba a dejar ganar esa batalla- y tú lo sospechas…
- No entiendo…
- ¿Más claro? -Mel replicó sarcástica- bueno… tenías razón. No,
no saques conclusiones adelantadas… si hay alguien que me
espera… Y no es una mujer.
- ¿Quieres decir qué…?
- ¿Aún no lo entiendes Diego? -Mel dijo irónica- Pensé que eras
más ingenioso -soltó una risotada- Un amigo –pronunció con
intención.
- No, Melina. ¡Espera! Yo te amo… no cometas una locura.
Una rosa en la noche
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- Sabes… demasiado tarde -colgó sintiendo unas intensas ganas de
llorar… él no iba a llamar. Lo conocía, era demasiado orgulloso… y
con lo que le había insinuado… bueno, no le tendría en el mejor
concepto. Y… ¿qué rayos le importaba? Él estaba con otra. Su
tono de voz y su trato cambiaban cada vez que tenía una nueva
conquista… seguramente la estaba seduciendo en ese mismo
instante… ¡Dios! ¿Cómo podía dejar que la tocara después de eso?
¡No lo entendía! ¡No se entendía a sí misma! ¡Lo odiaba una y mil
veces! Y… sin embargo… volvía a sus brazos. Él… Diego… estaba
muy confiado. Lo sintió cuando dijo: No debes fingir que tienes a
alguien esperándote… ¿De verdad era tan patética? “Fingir” ella
no necesitaba fingir nada… -se miró al espejo- ella era atractiva…
no extremadamente bella, pero atractiva con aquellos ojos grises,
rostro claro y cabello oscuro, alta y bien proporcionada… ¿por qué
tendría que fingir algo como eso? ¡No! No podía ser tan
transparente… pero lo era… Diego sabía que ella lo amaba intensa y
locamente. ¡Él lo sabía! ¡Dios! Y… se estaba aprovechando de eso.
No, no era posible… ella no podía estar tan ciega.
***
Daniel decidió esperar cinco minutos más. No creía que Melina
hubiera olvidado su cita. Tan solo habían hablado ayer… y aún
recordaba lo vulnerable que estaba en sus brazos. La había
consolado con el calor de su cuerpo. Sin palabras… solo
estrechándola y enseguida ella se había moldeado a él. Sin reservas
se había apoyado buscando su consuelo… Y esperaba que lo
hubiera hallado. Porque él si lo había hecho… no era que necesitara
desahogarse ni nada pero… necesitaba calor humano. No el que se
obtiene en la íntima de unión de dos cuerpos sino aquella que solo se
logra en la íntima unión de dos almas… y fue con ella. Con Melina
Una rosa en la noche
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- 73 -
y no con Micaela con la que se sintió… bien, en paz… vivo. No
tenía sentido pero supuso que era porque Mel era su amiga a pesar
de no conocerla de años sentía que sabía mucho porque ella era
transparente, no escondía nada, sus actitudes demostraban
claramente quien era y que quería de la vida… ¡cuánto admiraba
eso! Tan segura… excepto en su relación con aquel tipo… porque
no sabía su nombre pero era un completo tarado si hacía sufrir de
aquella manera a Melina. ¿Por eso no saldría? ¿Estaría hablando
con él?
No tuvo mucho tiempo para continuar especulando porque una
figura se dirigía sigilosa hacia el auto. Era ella que venía…
derrotada.
Callada subió al auto por la puerta del pasajero. Se sentó con la
mirada perdida en un lejano punto en el horizonte.
- ¿Qué te hizo está vez? -Daniel inquirió bajo.
- ¿Te atreves a juzgarme? Tú no me conoces… -Melina gritó
furiosa y él la miró sorprendido- ¿Esta vez? ¿Acaso sabes lo que he
pasado otras veces? ¿Conoces mi situación? -ella estaba agitada y
movía las manos frenética en el aire- Evidentemente no… tú…
- Yo no estoy juzgándote, Melina. Ni siquiera lo intentaría -ella iba
a replicar con ojos refulgentes pero él no se detuvo- Tú te estás
juzgando… estás batallando contigo misma y no me atrevería a
meterme. No conozco lo que vives… pero tengo una idea de cómo
eres… y no me mires así -detuvo sus manos con las suyas- Eres
real… eres transparente…
- No, Daniel… transparente no… por favor… -suplicó desviando la
vista.
Una rosa en la noche
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Capítulo 25
- Melina… cálmate. No puedo verte así…
- ¡Increíble! ¡Nunca pensé que fuera tan patética! -Mel negó
furiosa nuevamente- Solo vine a cancelar nuestro encuentro.
Intentó bajarse pero él no la soltó. No iba a dejar que se fuera así.
- Melina… ¡detente! –ordenó porque ella empezó a agitar
nuevamente sus brazos- No vas a ir a ningún lado a no ser que
vayas conmigo.
- ¿Cómo? ¡Qué no! Yo no soy un objeto que puedas llevar contigo
cuando quieras… ¡No lo soy! -Mel se sacudía y todas esas palabras
eran dirigidas a un punto detrás de Daniel. No hablaba de él… no
era contra él.
- ¿Estás enfadada con él? ¿Por qué no se lo dices? ¿Por qué te
desquitas conmigo? No, no lo niegues… no te mientas…
Mel se calmó repentinamente. Bajo sus brazos… vencida. Era
cierto… toda su frustración e ira iban dirigidas a Diego. Solo y
exclusivamente a él… pero… aquí estaba… insultando a Daniel y
comportándose como una loca histérica.
- No… Daniel, lo siento -se disculpó sinceramente y él tomó su
mano- Yo no quise…
- Lo sé, Melina. Aceptó tus disculpas si me acompañas…
- Pero… -negó tristemente- no soy una buena compañía para nadie
en estos momentos, Daniel… y no quiero que te enfades conmigo.
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- Demasiado tarde, Melina. Yo ya estoy enfadado -Daniel la miró.
No bromeaba- Pero, es que ser atacado así… en fin, igual quiero
pasar la tarde contigo…
- A pesar de que estás enfadado…
- Si.
- A pesar de que no llego a ser ni siquiera una compañía aceptable.
- Si -él sonrió… solo un poco.
- A pesar de que te grité y parezco una loca histérica…
- Si -ahora si, definitivamente era una sonrisa.
- A pesar de... –ella empezaba a curvar sus labios.
- De lo que sea, Melina -él rió- lo que se te ocurra.
- A pesar de que…
- ¡Oh Santo cielo! No vamos a continuar con esto toda la tarde… -
Daniel hizo una mueca impaciente y… ella, increíblemente, rió. No
demasiado fuerte, no demasiada larga, pero… una risa al fin.
***
Nuevamente salían de la ciudad con rumbo desconocido. Esta vez
Melina no hizo preguntas. Confiaba en que él la llevaría al lugar
correcto y no estaba de ánimo, precisamente, para recordar los
posibles lugares que había investigado donde podrían ir. Lo miró
furtivamente… solo un instante. Él se veía muy concentrado en el
camino, su perfil serio atraía su mirada una vez más… solo un
instante más -pensó y él giró fugazmente… fue tan solo un segundo
el encuentro de sus miradas pero se sintió como si hubiera
Una rosa en la noche
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- 76 -
transcurrido toda sus vidas en aquel instante que prometía
eternidad… una eternidad juntos… y ellos no lo entendían.
La canción flotaba en el aire aún, cargado de intensidad, pero
ninguno de los dos lograban comprender lo que pasaba… ¿qué era
lo que estaba pasando? Como un adagio se extendía entre ellos la
suave voz del intérprete que contaba una historia de un amor
inexplicable… inexistente para los dos… que los llevaba a una larga
separación… y luego a un apasionado reencuentro. Sin pasado…
sin recuerdos… tan solo con un futuro… de la mano del amor.
Lentamente la voz se apagó y en ese momento Melina se dio cuenta
que había cerrado los ojos y apoyado su cabeza en el respaldar del
asiento. ¿Habían llegado ya?
***
- Es hermoso -admiraba una vez más el paisaje ante ellos- ¡Quien
imaginaría que alguien como tú conocería algo así!
- ¿Alguien como tú? ¿Qué se supone significa eso? -Daniel se
detuvo a mirarla.
- Quise decir… -¡es que no podía quedarse callada nunca!- Tú
pareces un hombre de negocios… solo interesado en eso.
- ¿Desde cuando has sacado esa conclusión?
- Desde el primer día…
- ¿Cuándo nos conocimos? -replicó incrédulo.
- Por supuesto… ¿Quién sino un adicto al trabajo viaja a una
reunión de negocios en sábado?
Una rosa en la noche
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Capítulo 26
- ¿Te parece mal?
- No… si… -divagó un momento- un poco extraño… en todo caso.
- ¿Extraño? -Daniel se dio vuelta y continuó caminando- No lo
entiendo… a mi me parece perfectamente normal.
- Si, claro -no se le ocurría nada que decir.
- ¿Qué ha sido eso? ¿Condescendencia? ¿Acuerdo? -lucía
sorprendido- ¿Melina, eres tú?
- ¿Qué quieres decir? -Mel lo miró como si estuviera loco.
- Tú siempre dices la última palabra… también lo noté desde la
primera vez que te vi… Y ahora… si, claro… no es muy común.
- ¿Te parece mal?
- Mas bien, extraño… diría yo… -dijo con una sonrisa burlona.
- ¿Te burlas de mí?
- Nunca -exclamó sonriendo- Solo me estoy riendo un poco…
- ¿De mí? -Mel parecía enfadada
- No… contigo -él siguió caminando sin evitar ver la mueca que le
hizo Melina y luego aquella sonrisa. Así le gustaba verla…
sonriente, relajada, bueno… admitía que también le encontraba su
lado bueno a verla enfadada, dispuesta a pelear, burlona… Si, eso le
hacía sentirse… bien. Todas sus emociones le provocaban un cierto
aire de bienestar… incluso la tristeza, vulnerabilidad… lo único que
Una rosa en la noche
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no soportaba… la única emoción que deseaba no volver a ver en
esos ojos grises era… la derrota.
- Sigo pensando lo mismo… -murmuro Mel sin mirarlo.
- ¿De qué?
- De ti… -pronunció con un brillo de diversión en sus ojos.
- De mí… ¿Qué era…? -fingió tratar de recordar- Insensible,
machista, arrogante, bruto…
Mel se puso roja… rojísima… ¿no que los hombres no recordaban
los detalles?
- Yo… no….
- Uno no olvida fácilmente esas palabras -sonrió irónico.
- Pero yo no… arrogante no…
- ¿Entonces no piensas que lo soy?
- ¿Arrogante? -él asintió- Claro que eres, pero eso yo no lo dije…
- Lejana… -empezó a decir él.
- ¿Qué?
- Altiva…
- ¿A qué…?
- Dura… -terminó él- Eso fue lo que yo pensé… de ti.
- Ah -fue todo lo que dijo. ¿Lejana, altiva, dura? ¿Así es como se
veía? Bueno, por lo menos él fue lo suficientemente inteligente
como para no decírselo.
Una rosa en la noche
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- ¿Es todo lo que dirás? ¿Ah? -Daniel pronunció tranquilamente.
- No -dijo Mel.
- Yo no -rebatió él.
- ¿Yo no? -¿qué significaba eso?
- Yo no sigo pensando eso… de ti -finalmente pronunció dejándola
sin palabras.
- ¿De verdad? -no quería mirarlo… ¿¿qué estaba pasando??
- Ven, sentémonos -le tomó la mano guiándole a una banca
cercana- Fue algo… raro ¿no? -Daniel sonreía incómodo.
- Si… -Melina quería ordenar sus ideas- ¿Tú… estás enamorado?
-fue dicho sin pensar- No… no me lo digas. Es algo inoportuno…
y ni siquiera se por qué lo dije…
- No tiene importancia… -Daniel miraba al suelo- ¿Tú si?
- ¿Yo? No lo sé. Ya no lo sé. Creía que si pero… me hicieron
reconsiderarlo… -no había mucho más que decir… él había sido
quien le hizo replantearse el rumbo de su vida junto a Diego…
Afirmó la incipiente idea de que ella merecía más… sin palabras…-
Tú no eres un hombre común…
Daniel parecía distraído pero escuchaba cada una de las reflexiones
de Melina. Cada palabra valía la pena ser escuchada… solo por
venir de ella… de lo que realmente sentía.
- Tú… -empezó Melina
- ¿No soy lo que imaginaste?
Una rosa en la noche
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- Al contrario… eres exactamente lo que imagine… -ella se quedó
quieta- y mucho más -admitió.
- ¿Qué fue lo que sucedió, Melina? -inquirió repentinamente y ella
no quiso frenar el torrente de palabras que fluyeron de si… solo para
relatar su historia… no tan extensa, ni con todos los detalles… pero
suficiente para intentar explicar la pregunta que siempre surgía en la
mente que conocía aquel capítulo de su vida: ¿Por qué seguía con
él?
***
Fue una tarde llena de pasado. De recuerdos únicos, verdaderos y
amargos… Mel creyó que iba a llorar cuando contará su historia….
No fue así, se mantuvo firme, sin mirarlo y de vez en cuando un
matiz de dolor empañaba su voz. Pero eso era todo… incluso daba
la sensación de estar relatando una película y no su vida. Daniel no
tenía –según él mismo- una historia tan peculiar… pero le narró
como conoció a Micaela, su futura esposa, como crecieron juntos y
la atracción mutua se hizo más fuerte hasta llegar al punto en que
estaban ahora… A un paso de casarse.
- ¿Cuándo te casas?
- Dentro de un mes
- ¿Tan pronto?
- Han sido más de cinco años juntos… -él se justificó.
- Pero… -Mel necesitaba saber… ¿la amaba?- ¿Estás seguro?
Eso extrañó a Daniel. Melina sabía hacer las preguntas más curiosas
y exactas para dejar a las personas desconcertadas.
- Después de todo -él esbozó una sonrisa- tal vez si amo a Micaela.
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Capítulo 27
Había sido una revelación inesperada para los dos. Se quedaron en
silencio… cada uno sumido en sus pensamientos. Mel se sentía
tonta por haber formulado esa pregunta… obviamente si iba a dar un
paso tan importante debía estar seguro. Finalmente había admitido
que amaba a Micaela… estaba sorprendida… y no se explicaba por
qué.
Daniel aún reflexionaba sus palabras. Tal vez si amo a Micaela –
había dicho- y… probablemente era cierto. Él se casaba porque su
relación era larga y estable, porque ella estaba ahí, no quería
defraudarla y… por comodidad. Debía aceptarlo. En verdad, creía
que el amor era solo una ilusión propia del inicio de un romance…
por eso no le había dado tanta importancia a que tal vez ya no
sintiera lo mismo por Micaela… solo comodidad. Pero… sin
pensarlo, había admitido que la amaba. Se sentía confuso… todo lo
que creía no era así…
- Mel ¿caminamos? -ofreció y ella aceptó. La suave brisa golpeaba
sus rostros y los despeinaba ligeramente- Te has quedado callada…
- Daniel, yo… -Mel olvidó lo que iba a decir.
- ¿Si? -esperó que continuase pero no habló- Melina, quiero darte
algo… -la condujo hasta una niña pequeña que vendía flores…
rosas.
Compró una rosa de color rosado muy intenso. Y se la extendió.
- Melina… ¿qué sucede? -Daniel la miraba curioso- tómala, es
para ti.
- Yo… -ella lo miró- no la quiero, Daniel.
Una rosa en la noche
Gaby’s B
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- Es solo un símbolo de amistad, Mel… -él malinterpretó su
negativa- No significa un compromiso o… algo más…
- Lo sé, Daniel… Sería algo absurdo pensar… -Mel esquivó su
mirada- Quedó muy claro lo que sientes por… ella –vaciló al final.
- Melina… entonces…
- Él… Diego -aclaró- es un gesto típico de él…
- ¿Obsequiarte rosas?
- Una rosa… una sola rosa en cada encuentro… -dijo Mel.
- Yo… lo siento… no quise… -él tartamudeo un poco. De ninguna
manera quería parecerse a ese tal Diego.
- No es un gran problema. Tranquilo -ella trató de sonreír- Solo…
-tomó la rosa de su mano- no la quiero… -dijo mirándola como si
fuera la culpable de algo.
- Dámela entonces… -él la tomó de vuelta- Tendré que pensar en
un regalo más adecuado… -sonrió cálidamente- ¿algo más que esté
en tu lista negra?
Eso le arrancó una pequeña sonrisa.
- Hummm… -simuló pensar- No… creo que es lo único.
- Bien… ¿te parece si damos otra vuelta por aquí? -preguntó
internándose por otro camino.
***
Mientras paseaba por los jardines se le escapó un involuntario
suspiro. Solo pensar en alejarse hacía que una especie de vacío se
Una rosa en la noche
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- 83 -
instalará en su estómago. No podía ser por Daniel… ¡¡por supuesto
que no!! Él… él había sido un buen amigo, una persona paciente
que le escuchaba y le hacía reír… que la hacía enojar y pelear…
¡Habían sido dos semanas de lo más estupendas! Por el hecho de
alejarse de su realidad, claro, no porque las hubiera pasado al lado
de él… ¿O…? ¡¡No!! ¡No podía permitirse ni siquiera pensar en
una posibilidad tan descabellada! ¡Por qué estaba enamorada de
Diego ¿no?! ¡¡¡Dios!!! Si ya no era una adolescente que cambiara
de opinión a cada momento… Así que… ¡sí! Amaba a Diego. No
había que darle más vueltas al asunto. Pero… entonces… ¿por qué
se encontraba extrañando a Daniel? ¿Por qué quería verlo antes de
irse a España?
- No me gustan las despedidas -había dicho Daniel ayer.
- ¡¡Ya!! -soltó Mel incrédula y lo retó con la mirada.
- Vale… -él la miró escogiendo las palabras- Mañana debo
arreglar unos asuntos…
- ¿Asuntos? ¡Daniel! -ella dijo impaciente.
- De la boda -concluyó y Mel sintió como se le encogía el corazón.
- Ah -vaciló y tras un silencio incómodo se despidieron con un
tenso beso en la mejilla.
Aún creía sentir el cálido aliento de Daniel en su mejilla. No le
dirigió ni siquiera una última mirada y… lo lamentaba. ¿Qué le
sucedía? Esa pregunta rondaba su cabeza hace algún tiempo…
¡Daniel! -suspiró una vez más y pronunció su nombre como si con
ello lograra traerlo hasta ese jardín… hacía el lugar donde ella lo
esperaba. Se estremeció y decidió ir a por una chaqueta a pesar del
clima relativamente templado.
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Capítulo 28
Mel entró en su cuarto y abrió el ropero. Estaba a punto de tomar un
sweater… cuando la vio. Esa era la chaqueta que Daniel le prestara
el primer día. Habían salido de la heladería y conversaban
entretenidamente mientras caminaban… de pronto él había
pronunciado aquellas palabras: Solo me pasa contigo. Y ella se
sintió desfallecer… confundida por lo que esas simples palabras
despertaron en su interior. Y, casi sin pensar, le había pedido que le
abrazara… ¡Qué tonta debió parecer! ¡Tan… frágil! ¡¡No!! Sentía
como la vergüenza le invadía pero él no dudó ni un segundo… ni
siquiera le dejo terminar. La tomó entre sus brazos aún antes de que
ella acabara de pedirlo… de procesarlo en su mente. Recordaba
vagamente que él había preguntado algo más… pero ya no era
consciente del todo… simplemente se acurrucó en sus brazos y él le
brindó seguridad… estabilidad… cariño. Aquel desconocido que
parecía entender sus sentimientos mejor que ella misma. ¡Daniel!
De pronto él se separó pero solo unos instantes en los que se quitó la
chaqueta y se la pasó por los hombros. Continuó abrazándola y
tenía la sensación de que una pequeña eternidad había pasado desde
aquel instante. Una especie de reconocimiento. Una corriente de…
Luego se separaron y sumidos en sus pensamientos se dirigieron al
auto. Dentro de el, continuaron conversando… como si no hubiera
ocurrido nada extraordinario.
Tomó la chaqueta entre sus manos y la acarició con levedad. Ya no
quería darle más vueltas… no quería buscar explicaciones… Aspiró
su aroma y, por increíble que fuera, parecía tener aún un ligero toque
de la fragancia de Daniel. ¡Se estaba volviendo completamente
loca! -pensó disponiéndose a arrojar la chaqueta lejos de ella-
Una rosa en la noche
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Pero… no pudo. Se quedó contemplando, absorta, como sus dedos
la aferraban con fuerza.
Fue hasta su cama y se sentó, incapaz de seguir en pie. Eran
demasiadas revelaciones que su corazón le gritaba y la estaban
abrumando. Levemente, le llegó una pequeña señal a su mente…
Pero, ¡es que era imposible!
Negó enfáticamente con su cabeza como si tuviera que probar a
alguien que estaba equivocado… Tal vez a ella misma.
Lo mejor era seguir con sus planes. Si, mañana mismo se iría a
España y no volvería la vista hacia Italia en mucho tiempo.
***
Alzó la mano una vez más hacia la pareja que se despedía
calurosamente. Danna y Leonardo le habían acompañado hasta el
aeropuerto. Había llegado el momento de dejar Italia. El corazón se
le encogió una vez más… sentía que algo la retenía. Creyó verlo…
pero era demasiado. Rápidamente se subió al avión y no miró para
atrás. Ni siquiera una vez.
***
Apenas llegó tomó una ducha y se durmió de inmediato. Estaba
cansada… pero no, precisamente, por el viaje. Lo que en realidad le
molestaba era la situación tan absurda en la que estaba…
El amanecer de un nuevo día se anunció cuando un tenue rayo de luz
bañó su rostro adormilado. De a poco abrió sus ojos y sonrió. Creía
haber tomado una decisión definitiva que, aunque no lograra hacerla
feliz, si le proporcionara una paz que tanto ansiaba. Se vistió
dispuesta a visitar a Doménica.
Una rosa en la noche
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- 86 -
***
- Hola Dome ¡me alegra tanto verte! -Mel abrazó a su amiga a
pesar de la tensión que notó en ella- ¿Sucede algo? -inquirió
frunciendo el ceño.
- Melina, pasa… -Dome se dirigió a la sala- Si -fue lo que dijo.
- ¿¿Si??
- Si sucede algo… claro.
- ¿Alex está bien?
- Perfectamente.
- ¿Tú estás bien?
- Si.
- ¿Tus padres…?
- Todos están perfectamente, Melina -soltó Dome con reproche-
Menos tú.
- ¿¿Yo?? -Mel la miró intrigada- Ah, quieres saber que sucedió en
Italia…
- No -fue la tajante respuesta.
- ¿¿No?? Dome, ya, ¿qué pasa?
- ¿Cómo pudiste Melina? -Doménica se paró y le dio la espalda.
- ¿Cómo pudiste…? -Mel repitió sin entender- ¿A qué te refieres?
- Volver con Diego… -pronunció y Melina palideció al instante.
Dome no podía… no sabía…
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Capítulo 29
- ¿Yo? -Mel miró al suelo mientras Dome le encaraba- Yo no…
- No intentes negarlo.
- Pero…
- No funcionará -Dome dijo cortante- No quiero justificaciones.
- Yo… no sé qué decir -Mel vaciló- Dome, mírame. No quise
mentirte… se me fue de las manos… Doménica -insistió
- ¿Lo amas? -fue la sencilla pregunta- No… no me lo digas a mí -
se apresuró a añadir en cuanto Mel abrió la boca- Solo deseaba que
reflexionaras eso… -Dome se acercó.
- Dome…
- ¡No! ¡No deseo juzgarte! -Doménica le abrazó- Yo no quiero
opinar en tu vida privada, Mel… pero me duele que me dejes a un
lado…
- No… tu eres mi amiga… puedes opinar…
- No -ella le cortó- no lo voy a hacer. O, al menos ya no -sonrió
levemente- Melina, yo no tenía derecho a querer separarte a ti de
Diego… a pesar de todo. Ahora sé que debí dejar que tú tomaras la
decisión, como lo hiciste, pero sin alejarme de ti. Eso estuvo mal…
Yo no apruebo tu relación con Diego, lo sabes y no voy a mentir,
pero no te pido que lo dejes… Si eres feliz con él, adelante, sigue.
Pero, por una vez, mira las cosas objetivamente… Inténtalo. Y, si a
pesar de eso, decides continuar con él… no me voy a enfadar. Ni
siquiera voy a protestar… Mel, es la última vez que hablaremos de
eso… después es cosa tuya.
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- Dome, yo… -Mel no sabía si contarle su resolución pero decidió
esperar- Gracias. Eres una buena amiga -la abrazó y esbozó una
sonrisa.
- Ahora ¿quieres contarme qué diablos pasó en Italia? -Dome la
abrazó riendo como si la charla anterior no hubiera tenido lugar- No
he podido dormir de lo intrigada que me tienes… -bromeó y Mel
empezó a contar la historia a breves rasgos sin dejar de pensar en
como pudo haberse enterado de su “relación” con Diego. Se
suponía que nadie lo sabía… salvo ella y Diego… y Daniel.
Al despedirse Mel se giró:
- Una única cosa… ¿cómo?
- Él mismo me lo dijo.
Ella no necesitó más para querer hablar cuanto antes con Diego. Su
resolución era aún más fuerte que antes.
***
No había logrado localizar a Diego. Seguro estaba “muy ocupado”,
pero igual le dejó un mensaje avisándole que ya estaba de vuelta.
Tenían que hablar…
Su celular interrumpió sus pensamientos:
- ¿Diga?
- ¿Melina? -sintió como su corazón se saltaba un latido. ¡Era
imposible!
- Daniel -respondió segura tras aspirar fuertemente.
- Me reconociste…
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- Si… -Mel no lo negó. ¿Para qué?
- ¿Puedes bajar? -inquirió simplemente.
- ¿Por qué?
- Hay una sorpresa para ti.
- ¿Sorpresa? Daniel…
- Baja y lo verás -dijo él y colgó. Mel se paró rápidamente. No
podía tratarse de…
Una vez se asomó al umbral giró buscando para ambos extremos.
Nada. Simplemente un auto rojo y al otro lado la calle desierta. La
puerta del auto se abrió y bajó Daniel impecable con un terno gris
que le calzaba a la perfección. En su mano tenía… la chaqueta de
aquel día en la heladería, que tras mucho esfuerzo se había decidido
a devolver.
- Daniel… tú… ¿Qué haces aquí? -Mel estaba sorprendida.
- ¿Ese es tu saludo? -Daniel sonrió irónico- ¿Qué haces aquí?
- No… claro que no -Mel se acercó a besarlo en la mejilla pero fue
tan solo un roce porque él se alejó de inmediato.
- ¿Me invitarás a pasar? -él sonrió provocativo y luego se burló-
Es una broma… -repuso con un brillo de tristeza en su mirada al ver
la expresión de Melina.
- Si… yo… no es que no quiera pero…
- Melina, ¿me acompañas a cenar? -dijo él ignorando sus palabras.
- Pero… -como él iba a insistir, accedió- Vale, espera un segundo.
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Capítulo 30
Una vez que él asintió, Melina salió presurosa escaleras arriba.
Debía cambiarse porque no quería desentonar con Daniel. Iba tan
elegante y guapo. ¡Santo cielo! ¡¡Estaba aún más apuesto de lo que
recordaba!! Rápidamente se colocó un pantalón negro con una blusa
rosa cruzada. En cuanto se colocaba el abrigo, decidió que era
mejor ponerse una falda. Tenía tan solo dos porque no le gustaban,
precisamente. Una era bastante antigua, pero la otra, Danna la había
convencido de adquirirla en su largo día de compras. Se la puso y
salió sin mirarse en el espejo para no arrepentirse.
***
Daniel sonrió al ver como Melina se perdía rápidamente por los
escalones. No sabía que le pasaba. No… si lo sabía. Es más, por
eso estaba ahí. En España cuando debería estar en Italia. Mas,
todos sus asuntos ya estaban resueltos o casi… Él ya había tomado
su decisión. Sintió aquellos sutiles pasos que sin duda le pertenecían
a la mujer que… Detuvo sus pensamientos en cuanto la vio
aparecer. El aire se negó a salir de sus pulmones. Estaba ahí,
parado, a punto de ahogarse mirando embelesado a Melina. Llevaba
un abrigo abierto que dejaba ver una blusa y… ¡Dios!... una falda.
Dejaba al descubierto sus bonitas piernas con elegancia. Sin mostrar
demasiado pero si lo suficiente como para provocarle un paro
cardíaco. Sintió como si su corazón se saltara un latido en cuanto
ella tocó su brazo.
- Siempre pensé que tenía un corazón sano -murmuró bajo.
- ¿Qué?
- Nada Melina. Estás muy bella –dijo mirando sus piernas.
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- Gracias, Daniel. –Mel no sabía porque se sentía incómoda ante
esa escrutadora mirada. No, incómoda no era la palabra… era… no
sabía… pero un calorcito le recorría con sutileza cada terminación
nerviosa- Tú te ves bien.
- ¿Solo bien? -preguntó dirigiéndole una mirada retadora.
- Muy bien -aceptó sin mirarlo- Magnífico, en realidad –susurró.
- ¿Qué? -inquirió elevando una ceja.
- Nada. ¿Nos vamos? -articuló rápidamente y él soltó una
carcajada por lo bajo.
***
Después de una charla decidieron ir a donde Melina sugirió. Él
aceptó con la condición de que él escogería el lugar más adelante.
- Vale… -aceptó Mel pensando que él se refería a una próxima
cita… ¡cita!- ¿Por qué…? -preguntó mirando la chaqueta.
- Pensé que te la habías quedado -dijo y ella se sonrojó- No me
refería… no era un reproche –sonrió- Solo… en fin, como me la
enviaste decidí venir a darte las gracias.
- ¿Hasta aquí? -Melina sonrió sarcástica- ¡¡Ya!!
- Es una palabra muy frecuente en ti -Daniel ladeó una sonrisa-
¡¡Ya!! -intentó imitarla- la dices con un acento… agradable -él
sacudió la cabeza como apartando unos pensamientos inoportunos-
Y… también vine a verte -de refilón vio que ella se sobresaltaba-
No nos despedimos… -buscó una palabra- adecuadamente.
- Adecuadamente… yo… te dije que me iba.
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- Si pero no pensaba dejarte ir sin despedirme. Con algún detalle o
algo…
- Tú estabas… yo lo comprendo.
- No, un asunto de negocios se presentó y tuve que viajar a Los
Ángeles -miró como la cara de Mel adquiría una sonrisa inusual-
Cuando regresé, tú te habías marchado -no le iba a revelar que la
había visto en el aeropuerto.
- No lo sabía… pensé… en fin -descartó con una mano- ya que
estás aquí…
Disfrutaron de una cena deliciosa. Melina sintió varias punzadas
durante toda la cena por las miradas coquetas que le dedicaban las
mujeres a Daniel. Él no parecía ser consciente pero aún así… ¿Será
que… estaba celosa? No, imposible…
Pero él tampoco lo había pasado tan bien. Aún cuando había
bromeado y sonreído con Melina, no podía evitar ser consciente de
las miradas de deseo que le dedicaban los hombres. Sin descaro,
contemplaban la gracia de sus movimientos y sus largas piernas… él
no los culpaba porque ella era hipnotizante. Y, aún así, no podía
quitarse de la cabeza la idea de cubrirla con su chaqueta, tomarla
entre sus brazos y sacarla de ahí… con una única dirección: la de su
habitación.
- Daniel… -susurró y él la miró con un ansia tal que sintió como el
mundo se desvanecía a su alrededor. Un ligero temblor la recorrió
al tiempo que él le acarició levemente la mejilla y rozó con un dedo
sus labios…- Daniel… -repitió confundida pero sus palabras se
vieron sofocadas cuando él dijo con resolución:
- La cuenta, por favor -dirigiéndose con voz algo ronca al mesero.
Una rosa en la noche
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Capítulo 31
Mel salió rápidamente del restaurante mientras Daniel pagaba la
cuenta. Aún no entendía como sus piernas la sostenían todavía
después de sentirlas tan débiles hace unos instantes.
- Melina… -susurró Daniel al tiempo que le alcanzaba tomándole
la mano. Ella se volteó de inmediato. Lo miró y susurró:
- Esto está mal… tan mal… -pero no lo suficientemente fuerte
como para no ser más que unos ligeros movimientos de sus labios.
Sintió como se acercaba a él… por voluntad propia.
- Melina… debemos hablar… -dijo entrecortadamente Daniel y
notaba el cuerpo de ella más cerca.
- Daniel… -no fue más que un suspiro matizado con un anhelo en
su voz.
- Primero… -logró pronunciar y sintió aquel suave cuerpo apoyado
totalmente contra él y con la cabeza en alto… mirándolo con
aquellos delicados labios a su alcance… tan solo debía bajar un…
¡Dios!
Sus palabras se vieron calladas por aquel leve contacto. Sus
pensamientos se nublaron cuando la empezó a besar y ella le
correspondió de una manera igualmente apasionada. Era tal como
se la había imaginado... No… mejor. Más dulce, más entregada…
Melina estaba sorprendida por la reacción de su propio cuerpo. En
un instante había pasado de estar a una distancia segura a besar a
Daniel, con un ansia inusitada. Sentía los latidos de su corazón con
la fuerza del bombeo, pero por todo su cuerpo… se sentía… más
viva que nunca. Se sentía… eufórica… feliz.
Una rosa en la noche
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Conforme la lenta caricia iba tocando a su fin, Daniel y Melina se
resistían a separarse. Reticentes, por lo que podrían hallar en la
mirada del otro, aspiraron fuertemente tratando de controlar los
desbocados latidos de sus corazones. Mel aún estaba apoyada en el
pecho de Daniel, y él todavía le rodeaba la cintura con un brazo.
Las palabras no tenían razón de ser en ese instante. Aún no. Daniel
apoyó su frente en la frente de Mel y finalmente la miró. Ella aún
cerraba los ojos pero los abrió de a poco. En medio del silencio una
sonrisa empezó a dibujarse en sus rostros. Sonriendo se separaron y
tomados de la mano se dirigieron al auto de Daniel.
- ¿Te gustó? -Mel abrió desmesuradamente los ojos- La cena…
quiero decir -aclaró Daniel un poco azorado al ver como el carmín
en las mejillas de ella adquiría mayor fuerza.
- Si, deliciosa -Mel simuló toser- Daniel…
- Hummm –él no la veía. Miraba el camino frente a él.
- Yo… -Mel perdía el hilo de sus pensamientos al recordar el mar
de fuego que se extendió por su cuerpo momentos antes por aquel
beso- Daniel… gracias.
- ¿Por qué? -preguntó desconfiado.
- La cena -casi se atraganta Mel- por supuesto.
- Si, claro -Daniel sonrió- de nada.
- No quiero… -Mel se cortó de pronto.
- ¿Qué? -la miró- ¿Qué pasa? -le empujó a continuar.
- Nada… -Mel desvió su mirada- luego te lo diré.
Una rosa en la noche
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- No podemos ignorar…
- No
- Vamos a…
- La próxima vez
- ¿Yo escojo cierto? -inquirió él.
- ¿Qué? -interrogó- ¡Ah!... si, en eso quedamos.
- Está bien.
- Y… -ella lo instó a seguir.
- ¿Y qué?
- ¿Dónde? ¿Cuándo? -se moría de curiosidad.
- Pronto -culminó él y no hablaron más hasta llegar al
departamento de Mel.
***
Melina miraba el perfil de Daniel mientras conducía. Ese brillo en
su mirada, aquel gesto de su boca cuando trataba de contener la risa,
su ceja que se alzaba imponente cuando replicaba sarcástico.
Pequeñas cosas que no tenía consciencia de conocer pero las sabía.
Era extraño como se puede convivir poco tiempo con una persona y
sientes que ya la conoces de toda la vida. Y, como, al contrario,
puedes vivir años con otra persona y sabes apenas algo de él… te
pones a reflexionar que no lo conoces… que no sabes de sus
“asuntos” y aspiraciones. Era tal el contraste de sus percepciones
entre Diego y Daniel… sus sentimientos –suspiró- al primero creía
amarlo pero ya no estaba tan segura y al segundo creía tenerle cariño
Una rosa en la noche
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pero tenía la sensación asfixiante de haberse equivocado
nuevamente.
Daniel sentía aún rezagos del beso compartido con Melina. Aquella
electricidad todavía recorría sus terminaciones nerviosas y por aquel
aire de confusión y complicidad entre ellos parecía ser que Mel
también lo sentía. No podían engañarse más… eso no era una
simple amistad. O al menos sus cuerpos no estaban de acuerdo. Él
casi sonrió recordando la manera en que el cuerpo de ella se apoyaba
en él, la forma tan única de cerrar sus ojos ocultando aquel gris
precioso, los movimientos que solía hacer con sus manos cuando
estaba nerviosa, aquel ligero hoyuelo cuando sonreía… Había
estado considerando esas certezas una y otra vez… reviviendo…
recordando cada palabra, gesto, encuentro… Pero, no había
concluido nada seguro aún. Nada prometedor… o ¿tal vez no lo
veía? Bueno, por lo pronto ya había tomado medidas definitivas
que, Mel aún no se enteraría.
***
- ¡Qué gusto verte, Daniel! -Mel se estaba despidiendo- Ha sido…
- ¿Podemos hablar?
- ¿Ahora? -vaciló Mel al verse frente a su departamento…
- Si, yo elijo, ¿recuerdas? -Daniel hizo aquel gesto tan suyo- Pero
si tienes alguna objeción…
- No -contestó enseguida- ¿Quieres pasar a mi departamento o
prefieres otro lugar?
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- Yo deseo ir a tu departamento Mel –él se acercó lentamente-
conocer tu personalidad más profundamente a través de él…
descubrir todos tus rincones y secretos…
- Daniel, espera… -Mel empezaba a sentir un calor abrasador con
sus palabras.
- … tomando un café contigo -concluyó- ¿Qué te parece?
- Claro -ella casi suspiró aliviada. Sus pensamientos habían estado
tomando otro rumbo muy diferente- Ven…
Daniel siguió detrás de Mel y sonreía. Sin duda ella había estado
pensando lo mismo que él… Pero no, él sabía que aún tenían mucho
que arreglar… tanto que decir… que contar. No era tiempo, por
muy guapa y deseable que estuviera Mel, de pensar en eso.
- Daniel ¿en qué negocio estás ahora? -Mel preguntó sinceramente
interesada.
- En los Ángeles estamos preparando todo para nuestra nueva sede,
aquí, en España -empezaba a explicar mientras le ofrecía el brazo
que Mel tomó encantada mientras escuchada embelesada a Daniel.
Terminaron de subir el último tramo de escalera y al estar tan
concentrados en la charla no repararon en un hombre que los miraba
atentamente desde el umbral de una puerta cercana. Conforme la
animada pareja se acercaba, aquel hombre apretó fuertemente los
puños, casi asfixiando la rosa que tenía entre sus manos y mientras
contenía el instinto de atacarlos, Melina alzó la vista instintivamente
y su sonrisa se congeló. La tensión se apoderó de cada uno de sus
músculos y Daniel dirigió sus ojos hacia donde se perdía la mirada
de Melina. No necesito palabras. Así que ese era el famoso Diego.
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Capítulo 32
No sabía como pero Mel se vio frente a frente a unos pasos de
Diego. Definitivamente, no le había hecho caso a su instinto que le
pedía huir a gritos. Pero no, ahí seguía mirando anonadada
alternativamente el rostro de uno y otro hombre. Diego, con ira
apenas contenida y Daniel con fría indiferencia aunque su
mandíbula estaba muy tensa. Finalmente, Mel pudo pronunciar:
- Daniel, él es Diego… un amigo -dijo entre dientes y las miradas
de ambos hombres centellearon, una con celos y la otra con
satisfacción. Se evaluaron mutuamente y, sorprendentemente, se
dieron la mano, aunque con evidente desconfianza y reto intrínseco.
- ¿Qué es lo que quieres, Diego? -inquirió y él la miró dolido.
- Necesitamos hablar…
- ¿De qué?
- ¿De verdad quieres que te lo diga frente a este sujeto?
- Él lo sabe, Diego. No hay…
- ¿Qué? ¿Estás diciendo que confiaste nuestra historia a este…
desconocido?
- Oye amigo, basta -Daniel empezó amenazante.
- No, Daniel. ¡Déjalo! -Mel le tomó un brazo- No quiero peleas.
- Vamos a hablar, Melina -dijo Diego haciendo uso de la poca
fuerza de voluntad que le quedaba- Ahora.
- No tienes que hacerlo… -decía Daniel.
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- Si que debe… -explotó Diego- Y tú no te metas. Tú que sabes…
-se enfrentó a Daniel que lo superaba en estatura con por lo menos
10 cm.
- Lo suficiente para saber que no eres lo bastante hombre… -
respondió Daniel.
- ¡¡Basta!! -Mel se interpuso entre ellos- Esto no es un ring y están
haciendo un escándalo -Mel respiró hondo tomando fuerza- Diego
tiene razón, hay cosas que debo resolver con él. Pero no ahora –dijo
haciendo que el asomo de sonrisa en Diego desapareciera- En este
momento estoy con Daniel y no quiero…
- Melina, tú eres mi novia -dijo remarcando con fuerza.
- No lo soy, Diego. Yo…
- Como prefieras pero eres mía. Mía y de nadie más…
- No, un momento, yo no te pertenezco -Mel lo pensó mejor-
Cuanto antes, mejor -murmuró y a continuación se dirigió a Daniel-
lo más conveniente es que…
- Hables con él, lo sé -Daniel sonrió comprensivo y sin esperar
réplica se alejó- Adiós Melina -dijo sin mirarla.
- Daniel, espera… -por poco lo siguió hasta que sintió una fuerte
mano apresándole el brazo.
- Tú no te vas, Melina -Diego sonrió irónico- primero te quedas
conmigo antes de ir detrás de ese “noviecito” tuyo.
- Él no es mi novio. Es un amigo.
- Mejor para ti, Melina. Porque no creo que te acepte tal como eres.
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- 100 -
- ¿A qué te refieres? -Mel soltó incrédula- No, no me lo digas.
Primero entremos y ahí hablamos.
Mel le hizo una seña a Diego para que se sentara en un sillón. Ella
también se sentó y lo miró.
- Ahora si, explícate -exigió retomando la plática.
- Mel, tú eres mía. No, no lo niegues. A pesar de todo, siempre
vuelves a mi lado. ¿Por qué crees que es eso? ¿Por qué? -Diego
sonrió seguro- Porque me amas, porque siempre me amaste y no
podías alejarte de mi lado. –Él se paró meditando sus palabras- Yo
te amo, Mel. Sé que no he sido el mejor de los novios. Que te he
fallado muchas veces. Pero -él se puso sombrío- tenía miedo,
Melina. Miedo de amarte demasiado… de enamorarme como un
loco de ti y quería evitarlo. No sabía como. Al principio pensé que
si no tenía una relación seria contigo y alternaba con otras mujeres
no perdería mi independencia. Podría controlar mis sentimientos y
evitar que se desboquen pero… no fue así. Estaba equivocado…
- No… -Mel abrió ligeramente los labios negando con énfasis. No
podía estarle haciendo esto… Era una escena nueva pero que
predecía echar por tierra, nuevamente, todas sus resoluciones.
- Yo te amo Mel. Cada día más. De verdad te amo. Ya no puedo
pretender más. Ya no. Mi corazón es tuyo. Siempre tuyo y
puedes…
- Diego… -interrumpió vacilante- Diego, no sigas… -se acercó a
ella y le tomó una mano entre las suyas, al tiempo que se arrodillaba
a su lado.
- Cuando pensé que te perdía quedó en claro mis sentimientos, Mel.
Decidí arriesgarme a aceptar que te amo. Por eso vine a confesarte
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todo y a pedir perdón. Si, estuve con muchas mujeres, lo acepto.
Pero no amé a ninguna. Las besé, abracé y me acosté con ellas…
pero nunca eran como tú. No, Mel, espera… de eso ya es pasado.
Si, últimamente no voy a negar que conquistara una que otra mujer
pero ya no, ya no me he acostado con ninguna desde hace más de un
año… Solo contigo, Mel. Sabes ¿por qué? Porque ya no me
interesaba, no era igual… Porque a ti te amo…
- Diego… no hagas esto. Si no estás completamente decidido…
- Mel, lo estoy -dijo poniéndole un dedo en sus labios para
acallarla- Melina Báez ¿quieres casarte conmigo? -pronunció y
sacó un anillo de su bolsillo.
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Capítulo 33
Tras cerrar la puerta se recostó sobre ella. ¡Quién se iba a imaginar
que esto le sucedería a ella! ¡Precisamente a ella en este día! -
suspiró cansada- ¡Qué ironía! Pero si hasta parecía una telenovela –
rió sarcástica- Las palabras con las que ni se atrevió soñar,
finalmente habían sido pronunciadas e increíblemente por el hombre
que, se suponía, amaba. Pero no era lo que había esperado. No era
suficiente. Algo había cambiado entre ellos. Ya no se sentía la
misma Melina y todo… todo por un beso… unas palabras… unos
momentos… unas caricias… por Daniel. Él se había vuelto
necesario en su vida, no sabía desde que momento sentía eso… pero
así era. No lo podía cambiar. Y -de pronto se dio cuenta- otra
vez… otra vez lo había hecho todo mal. Porque la situación era aún
peor que antes… Daniel estaba comprometido. Pronto se casaría y
estaría fuera de su alcance para siempre. ¿O…? ¡¡No!! Suficientes
humillaciones había pasado con Diego… ocultar su relación le
había agotado física y mentalmente. Y solo de pensar en que se
podría repetir… le recorrió un escalofrío. No, una cosa era un
soltero y mujeriego que un hombre casado. En el último caso, no
había solución posible… a no ser que… no se casara…
Se sentía inquieta, debía buscar una solución. La más razonable era
dejar a Daniel seguir con su vida y aceptar la propuesta de Diego, al
fin y al cabo alguna vez lo amó infinitamente y podría volver a
hacerlo ¿no?... Y la otra era renunciar a un futuro con Diego para
siempre y arriesgarse a que Daniel eligiera entre su novia y ella…
Pero no, tenía miedo de lo desconocido. Era una mujer de
costumbres, de cosas seguras y concretas… no de castillos en el aire.
Y con Daniel… no tenía un futuro cierto porque… él admitió amar a
su novia. En cambio con Diego… ya lo conocía, él le había
Una rosa en la noche
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prometido un futuro juntos con un anillo y no estaba segura de no
sentir nada por él.
Las opciones estaban planteadas… solo restaba escoger.
***
- ¿Mel? Pasa, por favor.
- Hola Dome, ¿cómo te va?
- Pues, a juzgar por tu aspecto, creo que mejor que a ti -comentó
sarcástica- pero siéntate y te escucho.
- ¡Ya! -dijo Mel cayendo sobre el sillón- Mi vida es un caos.
¿Quieres saber por qué? -no esperó respuesta- Por supuesto. Tú
debes saberlo. Creo que estoy enamorada…
- ¿de Diego? -preguntó bajo.
- Si… -y se apresuró a añadir- y de Daniel…
- ¿Cómo? ¿Estás enamorada de los dos? Pero…
- Técnicamente, si. Es evidente que solo amo a uno de los dos
pero… no sé a cual.
- ¿Cuándo sucedió? La última vez no hablaste de amor,
precisamente…
- No, es que no lo sabía. No -se corrigió- inconscientemente lo
sabía… es decir lo sabía pero no lo entendía… ¿me sigues?
- Ni de cerca… -protestó Dome- creo que ni tú te sigues…
- Cierto, pero te lo explico: ayer salí con Daniel -Dome miraba
expectante- lo besé y sentí… experimenté magia… no lo sé…
Una rosa en la noche
Gaby’s B
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siempre que estoy con él… simplemente sucede… Y luego, mientras
subía con él a mi departamento encontré a Diego… esperándome…
pero yo ya había resuelto dejarlo… para siempre -Dome sonrió-
Espera, hay más -frenó su entusiasmo- Todo se vino abajo cuando
Diego habló… me pidió matrimonio después de una larga lista de
sentimientos y perdón…
- ¿Qué que? -Dome saltó de su asiento- ¿Qué Diego hizo que?
- Si, matrimonio Dome. Mira -le enseñó la sortija de compromiso.
- ¡Increíble!
- Lo sé.
- Sabes lo que significa ¿cierto?
- ¿Qué me ama? -bromeó Mel- claro que lo sé, Dome…
- ¿En serio? -inquirió temerosa.
- Por supuesto. Esto -señaló el anillo- es un chantaje emocional…
Sí, no me mires así… lo sé. Sabes ¿Por qué lo hizo? Porque
peleamos por teléfono y yo insinué que tenía un “amigo” -casi
sonrió- Le declaré un ultimátum, Dome. Y él, solo reaccionó de la
única manera posible…
- Intentando atarte a su lado… -dijo Dome- porque se siente tu
dueño.
- Efectivamente. Él, ahora que me alejo, se da cuenta que me
ama… ¡Qué conveniente! ¿no? -Mel comentó irónica- Pero ya me
cansé… este tira y afloja que ha sido nuestra relación ha llegado a su
fin.
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Capítulo 34
- Eso quiere decir… -preguntó cautelosa.
- Quiere decir que tengo dos opciones: termino para siempre todo
vínculo con Diego a favor de “otra relación” o…
- ¿O?
- O me caso de una maldita vez.
- ¿Disculpa? Melina… no hablarás en serio…
- ¿Por qué no?
- ¿Y qué hay de Daniel? -desvió el tema.
- ¿Qué hay con él? -trató de desentenderse- Ah… la otra relación…
- Si, tus sentimientos hacia él…
- Son imposibles -cortó Mel.
- ¿Por qué? ¿Es qué él no te ama?
- Peor… -Mel desvió la vista- Ama a otra… -una risa rota se
elevó por su garganta- a su prometida para ser exacta.
- ¿Su qué…? –Dome exclamó incrédula- ¡Voy a matar a Eduardo!
–juró entre dientes.
- ¡No lo hagas! -Mel sonrió- Él no tiene la culpa de…
- ¡Claro que sí! A menos que no sepa…
- Si sabe… -interrumpió Mel- lo supo ese día -aclaró.
- Vale, pero ¿hay algo que puedas hacer?
Una rosa en la noche
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- ¿Cómo qué? Ir a impedir la boda cuando el sacerdote pronuncie
“¿hay algún inconveniente para esta unión?” -imitó con voz grave.
- Bueno, puede ser…
- ¡Ja! -Mel la miró de hito en hito- Y ¿qué se supone diga? ¿No
realice esta boda porque amo al novio? ¡Es absurdo!
- Bueno planteándolo así… -Dome ladeó la cabeza- Pero tienes
algún indicio de…
- No con total seguridad -terció Mel- No como para arriesgarme a
semejante ridículo…
- En ese caso… la decisión es tuya -concluyó Dome- aunque hay
una tercera opción –dijo interrumpiendo el frenético movimiento de
Mel.
- ¿Cuál?
- ¿No la sabes?
- Evidentemente no o no te lo estaría preguntando.
- Bueno, en ese caso. No puedo hacer nada. No, Mel, no te
enfades. Es algo que tú debes ver por ti misma. ¡Buena suerte!
- ¿Buena suerte? -Mel le hizo una mueca- ¿Eso es todo? -bufó
molesta- Gracias, supongo -murmuró pero abrazó sinceramente a
Dome- Adiós entonces.
- Adiós Mel -Dome vio como se alejaba y se mordió la lengua para
no gritarle la tercera opción, que a su parecer, era la única viable.
***
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Apenas llegó a su hogar, conectó el celular que se había quedado sin
batería. ¡Menudo rollo! Tenía un mensaje de voz. ¿Por qué
llamaban cuando no podía contestar?
Melina soy yo, Daniel. Hablo para despedirme. Parto esta tarde a
las 3:00 con rumbo a Italia. Tú imaginas las causas, supongo. En
fin. Un… abrazo y espero volver a verte. Adiós.
Melina no lo podía creer. Daniel la estaba abandonando… para
siempre. Iba rumbo a su boda. ¡No! Un sentimiento se arremolinó
en su interior. Debía impedirlo a toda costa. Aún podía llegar al
aeropuerto e impedir que tomara ese avión.
Mientras iba en camino, sus pensamientos volaron hacia todos los
momentos que pasaron juntos… los mejores instantes de su vida
eran con él pero… estaba siendo tremendamente injusta porque, ella
aún no tenía en claro sus sentimientos… solo sabía que no lo quería
lejos y menos en brazos de otra. Estaba siendo egoísta, lo sabía,
pero solo rogaba porque Daniel no fuera consciente de su
incertidumbre.
En cuanto pisó el aeropuerto trató de localizarlo. No fue muy difícil
pues su más de 1.90 m. no pasaba desapercibido. Con grandes
zancadas trató de ponerse a su altura pero cuando estaba a unos
pasos de él, se dio cuenta que no sabía que decir… quería huir…
¡no! No quería pero… estaba tan confundida… -retrocedía
inconsciente… demasiado tarde. Él la miró y sin dudarlo le dedicó
una sonrisa que la congeló en el lugar en el que estaba.
- Daniel… -susurró y en un momento se encontraba ya rodeada de
aquellos fuertes brazos.
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Capítulo 35
Al separarse se evaluaron mutuamente y mientras Mel trataba de
mantener una sonrisa serena, Daniel fruncía el ceño.
- ¿Lo hiciste? -terció Daniel.
- Si… creo… -se corrigió- ya está todo arreglado.
- Aja -soltó en tono extraño.
- Seguro, Daniel. Él solo me hizo una proposición que yo… bueno
yo ya tomé una decisión definitiva… -soltó una risita nerviosa.
- ¿De verdad? -él no sonreía
- Si yo…
- ¿Estás completamente segura? -él la miró sin emoción.
- Por supuesto, Daniel. Yo…
- Tengo algo para ti… -él le impidió continuar y ella miró
expectante lo que él extraería de aquella bolsa… algo como… ¡no
podía ser posible! ¿era una broma? -se preguntó Melina-
¡maldición! ¿qué demonios estaba haciendo extendiéndole aquella
rosa ante sí?- ¿Qué sucede? Es para ti, Melina.
- ¿Cómo…? ¿Qué sucede? -Mel no podía entenderlo- ¿Has
olvidado que…?
- ¿Qué, Mel? -él le sonrió sin humor- ¿He olvidado qué?
- ¿Por qué…?
- Tómala… es para ti -repitió por última vez.
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- Pero Daniel… -ella quería extender su mano, de verdad, le
enviaba frenéticas órdenes que su cerebro se negaba a obedecer.
- No hace falta, Melina -él cortó su argumento restándole
importancia- ya sé cual es tu decisión.
- ¡Eso es imposible! ¿Cómo podrías…?
- ¿O lo correcto es tu indecisión? -Daniel estaba muy serio.
- ¡No! Daniel…
- Melina, de verdad, no es necesario. Sea cual sea... el panorama no
es halagador para ninguno de los dos.
- ¿Qué quieres decir? -exclamó pero él ya se estaba alejando-
Daniel, espera -le tomó el brazo- No puedes irte así…
- Melina mi vuelo está a punto de salir… -él suavizó su expresión.
- Pero… -ella pensó rápidamente un argumento para refutar sus
conclusiones. Había tanto por decir… pero simplemente no
encontraba las palabras…- No te alejes de mí, Daniel. Yo…
- Melina… -él soltó un pequeño suspiro mientras acallaba con un
dedo sus palabras- Hay cosas que no se pueden cambiar. No se
puede ignorar ciertas conductas correctas. Tal vez en este momento
no lo entiendas… pero más adelante lo harás. Y llegarás a la
conclusión de que fue lo mejor… lo correcto.
- Pero… -ella tembló bajo el contacto de Daniel.
- Sin peros, Melina. Es algo que quisiera… ¡no! -negó
vehementemente- no puedo ignorar. En realidad -lo pensó mejor-
No quiero ignorarlo. Es lo correcto… mi deber -concluyó mientras
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tomaba su rostro con ambas manos- Adiós Melina -susurró
suavemente y mientras acercaba su rostro hacia él… besó
castamente su frente y se alejó. Sin esperar una réplica. Sin mirar
atrás.
Mel había quedado aturdida por el contacto y por aquellas palabras.
No entendía nada de lo que sucedía. Era tan absurdo. ¿Dé que
estaba hablando? ¿Qué deber no quería ignorar? ¡No! Por
supuesto… su boda. Él estaba hablando de casarse… pero ¿por qué
el misterio? Si no quería… no, él había dicho que era lo correcto.
Qué… pero… por más misterio en aquellas palabras… ni de lejos
eran una confesión de amor. No había dicho que la amaba a ella ni
se había retractado de amar a su prometida. ¿Por qué todo tenía que
ser tan complicado? -de repente se dio cuenta que estaba parada
como una tonta ahí sola y se dio vuelta ya que él ni siquiera le había
dedicado una última mirada.
Daniel caminó con paso firme hasta la puerta que conducía a la
pista. No quería mirar porque temía arrepentirse de su decisión y
correr a estrechar entre sus brazos a Mel y besarla hasta dejarle
rendida contra él. Era un absurdo lo que pensaba. ¿Debía quedarse
y…? Claro que no. La decisión la había tomado con la cabeza fría
y había que conservarla aunque por dentro le estuviera recorriendo
una cierta reticencia a dejarla sola… a merced de sus decisiones.
¡No! Ya todo estaba resuelto. Además no iba echar a perder lo que
tanto le había costado… definitivamente llevaría su plan hasta las
últimas consecuencias. Aunque ello conllevara la posibilidad de ser
desdichado de por vida. Miró una última vez… Mel se había ido.
Escondida en un rincón, vio como la alta figura de Daniel se perdía
en el interior del avión… una intensa desesperación le recorrió
entera… sin darse cuenta, se había echado a llorar.
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Capítulo 36
Italia, 1 año después.
- ¡Finalmente te dignaste a venir! -la reprendió bromeando Danna
mientras la abrazaba- Estás más delgada… -miró preocupada.
- ¡Tú sigues igual de fabulosa! -terció Mel riendo- Y no estoy más
delgada, son ideas tuyas… aunque sería muy halagador -se burló.
- ¡Qué gusto tenerte aquí, Melina! -su cuñado besaba su mejilla-
Vamos, en casa nos esperan Beth y André.
- ¡Ya quiero verlos! ¿Cómo están mi niña y mi travieso?
- Creciendo… -rió Danna- te extrañan mucho, Mel…
- Ya no Danny -se rió de su hermana- ya estoy de vuelta -dijo y
ambos asintieron entendiendo el doble fondo de aquellas palabras
pronunciadas tan despreocupadamente.
- Y cuéntame… ¿qué has hecho en este tiempo?
- ¡Ay Danna! Te escribí por lo menos cada mes contándote los
pormenores y me visitaste dos veces… pero, no hay novedades. Me
va muy bien en mi nuevo empleo y he buscado un piso más céntrico.
- ¿Has considerado mi propuesta? -Danna la miró interrogante.
- La verdad… si -Mel desvió la vista incómoda.
- Más adelante podrán seguir platicando, Danna. Ahora vamos al
auto pronto que los niños deben estar ansiosos -intervino Leonardo
sonriendo, logrando distender aquel aire tan cargado.
***
Una rosa en la noche
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- 112 -
Ni bien dieron la última vuelta para llegar a la mansión, Melina
enseguida empezó a recordar lo sucedido en aquella misma salida,
frente aquel portón cuando Daniel la esperaba. ¡No! Por eso se
resistía a volver a Italia. Sabía que a cada paso recordaría a
Daniel… pero eso no era más que una excusa. Para recordar a
Daniel no necesitaba estar en un lugar determinado… ni siquiera
mirar un objeto determinado. Él estaba presente en su vida pero…
no como algo destructivo. Era curioso, pero el recuerdo de Daniel
no le hacía daño. En realidad sentía un vacío asfixiante pero… le
permitía seguir con su vida. Normalmente… bueno, casi. Porque su
vida ya no era la misma. Habían sucedido muchos cambios
positivos durante ese año. Empezando porque se había negado a la
petición de Diego y, aún más, cortó toda relación con él. No había
sido fácil que él se resignara a dejarla en paz. Hasta el último
instante intentó utilizar todo tipo de chantaje emocional… le dolía
verlo así, hasta cierto punto le tenía lástima. Incluso, simpatía
porque finalmente, había mostrado con hechos que se había
reformado. Había madurado tan de repente que ni siquiera se había
dado cuenta de que él ya no salía frecuentemente, ya no se le veía
con multitud de mujeres, a pesar de que lo seguían y… lo más
sorprendente… se había enfrascado completamente en el trabajo.
Era un cambio radical, que se había negado a creer, pensaba que tal
vez solo era algo temporal… pero no. Hasta el momento seguía así,
a pesar de que ya había pasado seis meses desde su “redención”.
Incluso habían hablado una o dos veces. Se mostraba más maduro y
aquel aire de seductor ya no era un escudo, hasta se permitía sonar
inseguro… ¡Estaba irreconocible! Aún así, ella ya no sentía nada.
Lo veía y solo sentía simpatía. Nada más. Había pensado que tal
vez se notaría vulnerable frente a él por su cambio… pero no. Ni
aunque hablara de amor… él no era más que parte de su pasado. Era
un alivio, en cierta manera, saberse finalmente libre y segura de lo
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que se quería… lo que se deseaba y necesitaba… lo que amaba. A
pesar de que ya no estuviera a su alcance… a pesar de las
circunstancias… amaba a Daniel Cabalganti y… no iba a hacer nada
para cambiar eso. Él había sido lo más real de su vida… aún ahora
lo seguía siendo… y no sabía si alguna vez cambiaría eso.
***
Una vez efectuados los abrazos y pequeñas charlas de bienvenida,
Mel subió a su habitación y la encontró tal y como la había dejado la
última vez. Recorrió lentamente cada tramo de la habitación. Era
tan elegante y… familiar. Le estaba viendo otra cara a Italia…
empezaba a sentirse como si hubiera regresado a casa. ¡Qué locura!
Pero tal vez Danna tuviera razón en sus sugerencias de ir a vivir en
Italia. Sería una experiencia totalmente nueva, podría finalmente
pasar tiempo de calidad con su única hermana, con la que no había
crecido, pues Danna y sus padres siempre vivieron en Ecuador y
ella, desde que tenía 6 años, vivía en España con una tía. Había sido
doloroso estar con su familia solo en vacaciones pero… eso era
pasado. Ahora veía un futuro brillante, rodeada del cariño de
aquella familia que estaba en la sala, tal vez… hasta se decidiera a
tener un hijo propio. Sola. Como lo había hecho Doménica.
Se asomó por la ventana y… el mundo se vino a sus pies. Tenía que
ser una coincidencia. Por supuesto… no podía ser el auto de Daniel.
Aunque… era muy probable que lo fuera. Pero nadie bajó del auto.
En un instante, había acelerado desapareciendo de su vista.
- ¿Volvería a ver a Daniel en algún momento? -se preguntó en voz
alta- Probablemente si… si de verdad consideraba quedarse a vivir
en Italia.
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Capítulo 37
Recorría los jardines a paso lento. Aspiró el aroma de aquel rosal
que una vez le había recordado a Diego. Ahora, ya no lo hacía más.
Su pelea con las rosas había terminado -sonrió y siguió su camino-
Su hermana le había invitado para participarle de una maravillosa
noticia. Estaba embarazada nuevamente… por eso estaba aún más
radiante. Se sentía realmente feliz. Al convivir con ellos se había
dado cuenta que no eran lo que imaginaba. Siempre había creído
que todo era total armonía entre Leonardo y Danna… pero no era
así. Tenían sus desacuerdos pero… lo discutían respetando sus
puntos de vista. Tal vez se alteraban un poco pero solo porque los
dos eran unos tercos. ¡La pareja perfecta ja! -había dicho su
hermana- eso no existe, Mel. Pero aquel matrimonio funcionaba a
pesar de todo. La clave es la comunicación -había comentado su
hermana y era cierto. El consenso no tardó en llegar porque
Leonardo cedió en su posición haciendo que Danna aceptara trabajar
solo hasta los 5 meses de embarazo cuando ella quería hacerlo hasta
el final. Sonriendo ellos se habían reconciliado… parecía tan
sencillo -suspiró y de pronto deseó tener esos pequeños
desacuerdos- discutir riendo como lo hacía con Daniel… intentando
que él se riera dejando de lado su seriedad habitual… que bromeara
como solo él podía hacerlo.
Para cuando se dio cuenta, ya estaba frente a un auto mientras
manejaba hasta la heladería. Los dueños la recibieron sonriendo.
No se habían olvidado de ella. Pero… algo la extrañó. Le
preguntaron si ya era novia de Daniel. No -contestó triste- él está
casado ¿no lo sabían? Ellos asintieron y desviaron el tema.
Terminó su helado y empezó a vagar por aquellos rumbos que eran
tan familiares como si los hubiera recorrido toda su vida. Pasó por
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aquella pequeña desviación y parecía que hubiera sido ayer cuando
habían estado abrazados con Daniel, riendo y hablando de sus vidas.
Él conocía todas sus facetas… incluso la neurótica -sonrió- y ella
también lo conocía… ya no tenía dudas. E, increíblemente, le
empezó a encontrar sentido a las palabras de Daniel… las últimas
palabras que le había dirigido antes de despedirse…
- Melina… -se paró de golpe. Alguien se acercaba y apostaría la
mitad de su vida a que era…
- Daniel… -pronunció y se volteó a mirarlo. Si, efectivamente, él
estaba ahí. ¿Sería un sueño? Tal vez se quedó dormida y… Pero
parecía tan real… sin detenerse a pensar le rozó ligeramente-
Eres… real…
Daniel se rió al ver la perplejidad en el rostro de Melina. Estaba
hermosa aunque un poco pálida. Pero aún así… se alegraba tanto de
finalmente tenerla a su lado.
- Me has hecho esperar bastante… -él murmuró desviando la vista-
un año y veinte días para ser exacto.
- ¿Has llevado la cuenta? -Mel sonrió.
- ¿Tú no?
- Claro que si. Con horas incluso -admitió riendo.
- Así que es cierto… -él la miró- de verdad estás aquí…
- Es lo mismo que yo estaba preguntándome… Daniel -ella
caminó un poco- ¿qué haces aquí?
- Es lo que yo estaba a punto de preguntarte a ti… -él le tomó la
mano tan levemente que ella sintió un pequeño calorcito.
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- Yo… yo vine a visitar a mi hermana…
- ¿Nada más?
- Claro que hay algo más, Daniel… tú lo… -de pronto se detuvo a
mirarle la mano que apretaba la suya- ¿Por qué no llevas aro? -
frunció el ceño sin notarlo.
- Si te gustan los aros, me pongo los que quieras -él alzó su ceja
irónico ante la mirada indignada de ella.
- Daniel, es serio. ¿Por qué…?
- ¿Por qué lo llevaría? -él se hizo el desentendido.
- ¡Como que por qué! Por qué es lo que se supone llevan los
hombres casados…
- Si, estoy completamente de acuerdo… -Daniel sonreía.
- ¿Qué me he perdido? -Mel lo miraba interrogante- ¿Qué es tan
gracioso?
- Nada… solo que es cierto… lo llevan los hombres casados…
- Entonces ¿por qué…? -Mel empezó a entender. ¿Será que Daniel
le estaba insinuando que…?- Daniel Cabalganti, ¿estás casado?
- ¿Es una propuesta? -Daniel sonrió ante la mirada asesina de ella-
Supongo que…
- Nada de supongo que… lo estás si o no -Mel estaba a punto de
sonreír por aquella situación absurda.
- No, a menos que tú aceptes ser mi esposa… -Daniel estaba serio y
Mel estuvo a punto de caer redonda a sus pies.
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Capítulo 38
- ¿Qué? -Mel lo miró de hito en hito y Daniel empezó a esbozar
una sonrisa- ¿Estás diciendo que no te casaste?
- No.
- Pero tu boda… hace un año… tú…
- Yo cancelé esa boda, Melina. La cancelé un minuto antes de
viajar a España…
- ¿Cuándo viajaste…? -Mel se quedó perpleja- ¿Te refieres a que
la cancelaste antes de nuestra cena y…? -se sonrojó.
- … Y de nuestro beso -él concluyó- Si, lo hice.
- Pero… yo pensé que… -Mel se rió- Ahora lo entiendo todo. Por
supuesto. Tus palabras… tú querías que decidiera por mí misma…
ese era tu deber ¿cierto?
- Si -Daniel asintió- habría adorado quedarme a tu lado mientras
enfrentabas todas esas decisiones pero, no quería presionarte,
Melina. Deseaba que si tú venías a mí, fuera por voluntad propia.
No por venganza ni por obligación… sino por…
- Amor… -concluyó Melina echándose a sus brazos- ¡Cuánto te
extrañé, Daniel! Lamento haber tardado tanto…
- No tiene importancia -susurró él contra su pelo- te habría
esperado hasta el último instante…
- Te amo, Daniel… -Mel tomo su cabeza y la bajó hasta la suya-
¿Qué esperas para besarme?
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- ¡Pequeña impaciente! -se rió y en el último instante antes de
fundirse en un apasionado beso susurró- Finalmente… te amo
Melina.
Y sonriendo se desvaneció el mundo a su alrededor. El amor que los
había llevado a separarse finalmente los unía con mano de hierro.
Un año había sido el tiempo que le tomó hacer que volvieran…
pero, que más daba. A otros les costaba toda una vida encontrar al
amor de su vida, si es que eso existía, pero viendo a la pareja que
yacía estrechamente abrazada en mitad del campo… bien se podía
concluir que… si.
***
La boda había sido discreta. Se celebró en los jardines de la
mansión de Daniel. Todo era muy sencillo e incluso la novia hizo su
aparición con un vestido simple que lograba resaltar su belleza
natural. Con su hermoso cabello negro suelto, el ligero velo
revoloteaba alrededor de su cabeza mientras la brisa no le dejaba ni
un solo cabello en el lugar correcto. Qué iba a hacer -pensó
Melina- ella nunca sería tan perfecta como su hermana ni tan
hermosa como Dome. Incluso la naturaleza estaba de acuerdo.
Pero no el novio que la esperaba en el altar. En cuanto Melina llegó
a su lado, sola, sin que nadie la condujera, pues así había vivido, él
le sonrió con una ternura tal que sintió como su estómago se
encogía. Te amo -susurró atrapando con su pulgar una lágrima que
se deslizaba por su mejilla- de ahora en adelante siempre estaré
contigo… a tu lado -Daniel sonrió- Ya no estás sola…
- ¿Cómo supiste…? -estaba preguntado ella cuando el sacerdote se
aclaró la garganta, obligándola a guardar silencio, y empezó la
ceremonia.
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***
- Te encanta escapar ¿verdad? -Daniel sonrió mientras era
arrastrado por Melina.
- ¿A ti no? -Mel no lo miró.
- Claro que si… pero no creo que sea lo correcto cuando es nuestra
propia fiesta -él rió mientras Mel sofocaba un bufido de
impaciencia pues no se decidía por el camino a tomar.
- ¡Me rindo! Esto es un laberinto, Daniel…
- ¡No estoy de acuerdo! Y no solo porque sea nuestra casa -dijo
duramente pero apenas conteniendo la risa- Si me dejaras guiarte…
- Soy una mujer de costumbres, Daniel -Mel rió aunque estaba algo
sonrojada- Tendré que considerar la sugerencia…
- ¿Sugerencia? -Daniel la miró incrédulo- Si quieres llegar a
alguna parte es mejor que yo tome el control -y sin esperar
respuesta la tomó entre sus brazos y la cargó hasta su habitación.
- ¡Daniel! ¡Bájame! -Melina reía y disfrutaba de estar entre los
brazos de su esposo.
- ¡Cómo ordene, señora Cabalganti! -dijo riendo mientras la
depositaba en la cama y él se colocaba encima.
- ¡Daniel! ¡Sabes que no me refería a esto! -ella se removió
juguetonamente mientras le acariciaba la espalda lentamente.
- ¿Entonces? ¿Tal vez querías esto? -preguntó empezando a
acariciar con suma destreza cada una de las partes de su cuerpo. No
dejaba de explorar con sus manos mientras le despojaba…
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despacio... de su vestido de novia. A cada centímetro de piel que
descubría, le llenaba de atenciones… con su boca cubrió la boca de
Melina… acallando sus palabras y suspiros. Mel era una mujer
apasionada, sus manos empezaron a explorar con una extraña
timidez el cuerpo de su esposo… pero las barreras empezaron a
desaparecer… solo podía pensar en Daniel y en tenerlo tan cerca de
ella como fuera posible. Sus almas ya estaban unidas para
siempre… ahora solo restaba la unión de sus cuerpos…
El tiempo voló. Se amaron de mil maneras distintas. Fue una
experiencia única para los dos… Tan única como la primera vez.
- Eres tan bella, Melina… -Daniel la acunó contra su cuerpo- cada
vez… es distinto…
- Mejor… -rió Melina abrazándose a él- Te amo, Daniel.
- Yo te amo, Melina. No tienes idea cuanto… -susurró mientras le
acariciaba su larga melena negra- Recuerdas…
- ¿Qué? -lo miró con los ojos entrecerrados por el sueño.
- Te dije que eras única… pero… no es suficiente…
- Si… -ella murmuró somnolienta- yo dije que eras especial…
- Aja…
- Y sin duda… eres mucho más que eso… -dijo antes de suspirar
ligeramente y perder el hilo de sus pensamientos- Siempre me
pasa… -murmuró pero él no pudo preguntar que quería decir
porque Mel ya estaba dormida.
- Amor mío… -sonrió, dejando ya que el sueño se apoderara de él y
pasando un brazo por su cintura, se durmió.
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Epílogo
Italia, (nuevamente), 1 año después.
- ¿Dónde está Melina? -Daniel preguntaba al ama de llaves que le
señaló el cuarto de la pequeña Aurora- Debí imaginarlo… gracias.
Se encaminó hasta el cuarto de su hija de casi tres meses. Sonrió al
ver como Mel estaba sentada con Aurora en el regazo. Se la veía tan
serena y muy enfocada en su nuevo papel de mamá… y no era la
única.
- Daniel ¿qué haces ahí? -Melina alzó risueña su cabeza- No te
quedes en la puerta… entra.
- Como usted ordene, señora -bromeó logrando que ella soltara una
risita y con paso firme pero con inusual delicadeza se acercó a besar
la frente de la pequeña y a Mel le rozó la mejilla- ¿Quieres que la
cargue yo?
- En un momento… -Mel la miró una vez más y sonriendo le
extendió la niña a Daniel- Quiero hacerte una pregunta… desde
hace algún tiempo…
- ¿Si? -inquirió absorto en la bebé que tenía en brazos.
- Si, pero no ahora… evidentemente no estas disponible…
- Por supuesto -él dijo sin escucharla.
- Aunque te dijera que estoy embarazada otra vez… -soltó irónica
- Tienes razón -ni siquiera la miraba- ¿algo más?
- Daniel, no me estás escuchando… -se quejó haciendo pucheros y
finalmente él la miró- te dije que estaba embarazada y eso…
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- Es imposible… -comentó Daniel y Mel se rió.
- Claro que lo es, pero quería saber que tanta atención me ponías.
Por tu cara, ninguna…
- No te enfadas ¿cierto? -Daniel puso aquel gesto que la volvía loca
- No… puedo aceptar que pongas atención a otra mujer… -Mel
sonrió- siempre que sea nuestra hija… está bien.
- Si –él sonrió- ahora ¿cuál era tu pregunta?
- ¿Por qué… -ella se encaminó a mirar por la ventana- tú…
confesaste amar a Micaela?
- ¿Qué? -¿a qué venía esa pregunta?- ¿por qué después de tanto
tiempo tú…?
- Es algo que siempre quise saber… -ella soltó con una sonrisa y él
respiró aliviado porque no era un reproche- ¿Me mentiste o no?
- Creo que si escojo una de las dos opciones saldré mal parado -él
se colocó al lado de Mel- Fue una forma de auto convencimiento…
- ¿Auto convencimiento? Pensé que era a mí a quien querías…
- A los dos -aclaró- Mel, desde que empecé a pasar tiempo contigo
yo miré al amor de otra manera. Siempre estuve convencido de que
el amor solo era un concepto utópico propio del inicio de un
romance pero tú… a pesar de lo herida que estabas… creías en el
amor. Era impactante ver tu punto de vista tan distinto al mío. Yo
era aún más práctico e independiente… Micaela no invadía mi
espacio de ninguna forma… y hasta cierto punto eso me complacía.
No teníamos nada en común y pensé que ese era algo a favor… ella
cumpliría los compromisos que yo tanto odiaba y yo cumpliría con
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mi deber en los negocios que tanto le disgustaban. Era una unión
esperada y conveniente. Estaba tan seguro de eso que el
replantearme la situación fue un golpe severo a mi confianza… y
todo por ti. Por tus pensamientos -él tomó la mano de Mel- y como
mi cerebro trataba de controlarlo todo… simplemente trato de
convencerme de que era lo correcto… de que si seguía con Micaela
era porque la amaba… y surgieron las palabras…
- No las digas… -ella lo miró- ahora sé que podríamos llamarla
una “mentira inconsciente” -apretó su mano- pero… ¿cómo
lograste separarte de ella? Seguro no fue fácil…
- No, no lo fue… -él se llevó su mano a los labios- Fue difícil
convencerla de que no existía amor entre nosotros… ella no
aceptaba que era conveniencia lo que nos unía… comodidad… pero,
¿sabes lo que es la humillación para una mujer de su tipo? Eso fue a
lo que apelé… si no accedía a cancelar ella el compromiso lo haría
yo… frente a todos…
- ¿De verdad se lo planteaste así? -Melina podía imaginarse la cara
de Micaela cuando vio la férrea decisión en Daniel- Pero tú odias
los escándalos… prefieres un perfil bajo…
- Efectivamente… pero ella no estaba tan segura. Y finalmente se
resignó… aunque yo tuve que pagar por lo que conlleva cancelar
una boda con prácticamente todo listo.
- Debiste obligarme a venir contigo… -Mel pensó en voz alta- así
ya teníamos todo listo y solo restaba decir si acepto -se rieron por la
ocurrencia.
- Lo hubiera hecho… pero debías arreglar tus asuntos sola… lo sé.
- No te equivocaste. Si me hubieras obligado, habría huido…
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- Tenía una ligera idea… -él ladeó la cabeza y de pronto dijo- Me
has hecho olvidar por completo a qué venía…
- No… la charla está muy entretenida… -Mel protestó.
- Seguro, pero nuestros invitados ya han llegado… -miró su reloj-
hace media hora que nos esperan…
- ¿Por qué…? -ella empezó y recordó- ah, el aniversario.
- Dicho de esa manera… parece que no disfrutaste, precisamente,
nuestro primer año juntos… -alzó la ceja irónico.
- Disfrute si… y mucho más, pero… no las fiestas…
- No es una fiesta -él no le dio importancia- es una pequeña reunión
y, déjame recordarte que fue tú idea…
- Vale, vale… no hace falta que te enfades… -Mel lo abrazó.
- Por cierto, Doménica ha venido…
- ¿Dome está aquí? -alzó la cabeza de golpe porque estaba a punto
de darle un beso- Pudiste haber empezado por ahí… -pronunció
saliendo presurosa…
- Créeme que la próxima vez… lo recordaré -dijo apenas
conteniendo la risa y con la pequeña Aurora aún en brazos bajo tras
su esposa.
***
En el sobrio salón les esperaban sentados: Leonardo y Danna con
sus hijos: Beth, André y Danaé (la pequeña de 5 meses). Carolina y
sus padres. Doménica con su hijo Alex y su recién estrenado
esposo, Sebastien. Su madre y los padres de Daniel.
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Saludaron afectuosamente y los condujeron hasta el comedor donde
se sirvió una variedad de exquisitos platos. Conversaron
animadamente y cuando empezaron a servir el postre, Mel se inclinó
hacia Daniel.
- ¿Por qué no ha venido Edu?
- Él está… -Daniel se quedó callado- no era conveniente.
- ¿Por qué? ¿Han discutido?
- No precisamente… él está saliendo… -Mel le dedicó una mirada
incrédula- con Micaela…
- ¿Con Micaela? -gritó y todos la miraron- Lo siento…
continúen… -murmuró azorada- ¿Eso te ha molestado?
- No, en absoluto. Pero Eduardo pensó que lo mejor era no venir.
- ¿Por mí? -Daniel asintió- Pero que absurdo -dijo Mel- si a ti no
te ha molestado ¿por qué lo haría a mí? -Mel sonrió- La próxima
dile a Eduardo que es bienvenido venga con quien venga…
- ¿En serio? -Daniel sonrió- Gracias por entenderlo… eres única.
- No es para tanto… -Mel lo besó- Pensé que se odiaban… -
murmuró y Daniel finalmente se rió.
***
- ¿Cómo estás Dome? -Mel sonrió al ver que Dome le restaba
importancia con las manos.
- Bien, aparentemente y ¿tú?
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- Mucho mejor ahora que ha pasado lo del parto… -Mel bromeó-
por cierto, no he tenido la oportunidad de agradecerte…
- ¿Por qué? -Dome la miró extrañada.
- Hay tantas cosas, en realidad… -Mel se sentó a su lado- pero por
una en especial: la tercera opción…
- ¿La tercera…? -Dome sonreía- ¡Ah! ¿Entonces la sabías?
- No, en realidad me costó encontrarla -Mel decía melancólica-
Aquel año me enseñó tantas cosas… entre ellas que siempre hay una
tercera opción: la soledad. En ese momento necesitaba estar libre de
una relación para pensar claramente… para aclarar mis sentimientos.
Tú críptico consejo me llevó a la paz que necesitaba…
- ¡Cuánto me alegro, Melina! -Dome la estrechó en un abrazo.
- Si, y el reencontrar a Daniel me dio la felicidad… -dijo sonriendo.
- Pues, tu amado viene para acá… -rió Dome mientras él abrazaba
a Melina por detrás y le susurraba algo al oído que hizo que ella se
sonrojara- ¡Mira! ¡Han cambiado los papeles! Ahora eres tú la que
se sonroja -bromeó Dome haciendo que el carmesí subiera de tono y
riendo aún fue hasta Alex que jugaba con Sebastien.
Unidos por un abrazo, Daniel y Melina elevaron sus copas para
celebrar, junto a sus seres queridos, el primer año de una intensa
felicidad. Sonriendo, bebieron un sorbo y los invitados
prorrumpieron en aplausos cuando Daniel tomó a Mel en brazos y la
elevó en el aire para, finalmente, depositar un apasionado beso en
sus labios.
FIN