una renovación divina

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UNA RENOVACIÓN DIVINA. DE UNA PARROQUIA DE MANTENIMIENTO A UNA PARROQUIA MISIONERA Introducción: Problemática de la parroquia El autor comienza el recorrido de su exposición recordando su experiencia parroquial. Objetivo del libro El autor frente a esta problemática pretende en los siguientes capítulos de su obra postular como la mucha confusión que reina en nuestra Iglesia hoy (su experiencia) tiene su raíz en una crisis de identidad. El autor busca poner las bases de un fundamento teológico para esta identidad proponiendo un modelo para la vida parroquial renovada. 1.-Una casa de oración. Recordando nuestra identidad y propósito Señala el autor que la clave para recuperar los edificios de todas las parroquias que regento fue la de plantearse la razón en particular por la que en primera instancia fueron cedidos a los grupos de la ciudad. (Situación que vivieron las parroquias de clara crisis). Hoy hablamos en la Iglesia de crisis de vocaciones, crisis de familia, crisis de matrimonios, crisis financiera, crisis de abusos sexuales, crisis de cada uno. En concreto el autor considera que esta crisis no es sino síntoma de una crisis más profunda “una crisis de identidad”. El templo Esta crisis de identidad no es diferente a la que existía en tiempos de Jesús. El autor recuerda a Wright, que habla sobre la intencionalidad de Jesús al presentarse como Mesías de los judíos cuando entra en la ciudad de Jerusalén. Su argumento es que todo estaba planeado, era intencionado. Una de las tareas que debía realizar el Mesías era restaurar el templo. En el evangelio de Marcos después de entrar Jesús en la ciudad bajo aclamaciones, vemos como se interna inmediatamente en el templo. Entonces sucedió algo extraño. San Marcos nos cuenta que Jesús echó un vistazo a su alrededor, comprobó la hora y se dio cuenta de que era tarde marchándose con los doce a pasar la noche en Betania. No es sino hasta la mañana siguiente que Jesús entra en el templo y comienza a expulsar a los que estaban vendiendo y comprando. Vuelca las mesas de los cambistas “y no consentía a nadie transportar objetos por el templo (Mc 11, 15-16). Esta acción no fue una explosión espontánea y apasionada de Jesús. No fue un momento de ira santa al encontrar un mercado en la casa de su Padre. Era un Jesús ponderado y medido que hacía un gesto simbólico con toda la intencionalidad. No estaba alterado por lo que había encontrado en el templo. Había estado yendo allí toda su vida, la compraventa de animales era parte necesaria del culto del pueblo, pués el templo era donde se hacía las ofrendas sacrificiales. No se trataba no siquiera de ira hacia los cambistas que se llevaban una comisión al

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Page 1: Una Renovación Divina

UNA RENOVACIÓN DIVINA. DE UNA PARROQUIA DE MANTENIMIENTO A UNA PARROQUIA MISIONERA

Introducción: Problemática de la parroquia

El autor comienza el recorrido de su exposición recordando su experiencia parroquial.

Objetivo del libro

El autor frente a esta problemática pretende en los siguientes capítulos de su obra postular como la mucha confusión que reina en nuestra Iglesia hoy (su experiencia) tiene su raíz en una crisis de identidad. El autor busca poner las bases de un fundamento teológico para esta identidad proponiendo un modelo para la vida parroquial renovada.

1.-Una casa de oración. Recordando nuestra identidad y propósito

Señala el autor que la clave para recuperar los edificios de todas las parroquias que regento fue la de plantearse la razón en particular por la que en primera instancia fueron cedidos a los grupos de la ciudad. (Situación que vivieron las parroquias de clara crisis). Hoy hablamos en la Iglesia de crisis de vocaciones, crisis de familia, crisis de matrimonios, crisis financiera, crisis de abusos sexuales, crisis de cada uno. En concreto el autor considera que esta crisis no es sino síntoma de una crisis más profunda “una crisis de identidad”.

El templo

Esta crisis de identidad no es diferente a la que existía en tiempos de Jesús. El autor recuerda a Wright, que habla sobre la intencionalidad de Jesús al presentarse como Mesías de los judíos cuando entra en la ciudad de Jerusalén. Su argumento es que todo estaba planeado, era intencionado. Una de las tareas que debía realizar el Mesías era restaurar el templo. En el evangelio de Marcos después de entrar Jesús en la ciudad bajo aclamaciones, vemos como se interna inmediatamente en el templo. Entonces sucedió algo extraño. San Marcos nos cuenta que Jesús echó un vistazo a su alrededor, comprobó la hora y se dio cuenta de que era tarde marchándose con los doce a pasar la noche en Betania.

No es sino hasta la mañana siguiente que Jesús entra en el templo y comienza a expulsar a los que estaban vendiendo y comprando. Vuelca las mesas de los cambistas “y no consentía a nadie transportar objetos por el templo (Mc 11, 15-16). Esta acción no fue una explosión espontánea y apasionada de Jesús. No fue un momento de ira santa al encontrar un mercado en la casa de su Padre. Era un Jesús ponderado y medido que hacía un gesto simbólico con toda la intencionalidad. No estaba alterado por lo que había encontrado en el templo. Había estado yendo allí toda su vida, la compraventa de animales era parte necesaria del culto del pueblo, pués el templo era donde se hacía las ofrendas sacrificiales. No se trataba no siquiera de ira hacia los cambistas que se llevaban una comisión al convertir monedas de todas las naciones a la moneda exclusiva del templo, el único dinero con el que se podían comprar los animales del templo.

La acción de Jesús no solo interrumpió a los que estaban ganando dinero en el templo, sino también a quienes compraban o trataban de entrar en los atrios interiores del Templo. Jesús cierra todo el Templo durante un rato e invoca la autoridad de los profetas: “¿No está escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos?” Vosotros en cambio la habéis convertido en cueva de bandidos (Mc 11,17).

Pero la clave para comprender las acciones de Jesus en está la primera cita, la de Isaias, en la que Dios recuerda al pueblo judío que el Templo estaba destinado a ser su casa de oración para todos los pueblos, que la elección exclusiva de Dios para con Israel pretendía la más generosa inclusión de todas las naciones: A los extranjeros que se han unido al Señor para servirlo, (…) lo traeré a mi monte santo, los llenaré de júbilo en mi casa de oración; sus holocaustos y sacrificios serán aceptables sobre mi altar; porque mi casa es casa de oración, y así la llamaran todos los pueblos” (Is 56, 6-7). (escrito s. VI a C. antes del exilio de la construcción del templo)- Es clara la intención de Dios no solo para el Templo, sino para la misma nación de Israel, que sea un canal de salvación para todos los pueblos. “Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supevivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el con fin de la tierra”. (Is 49, 6)

Consciente de esta llamada, Aquel de quien se declaró en ese mismo templo por labios de Simeón que era cumplimiento y encarnacion de aquella profecía (Lc 2, 29-32) veía en ese momento un templo que no reflejaba

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esa radical inclusión de todas las naciones a través de la elección exclusiva de Israel. Al contrario vio un pueblo que se había olvidado de su vocación, que había hurtado a los gentiles su inclusión en la alianza con Dios. Habían decidido que bastaba con quedárselo para ellos mismos. Estaban satisfechos con su statu quo, pagados de sus cultos rituales y habían olvidado su propósito: su identidad proclamada por los profetas de Israel, con frecuencia a costa de su propia vida.

La misma arquitectura del templo comunicaba esta teología de exclusión. Por su muerte y Resurrección Jesús deja que el templo de su cuerpo sea destruido y reedificado para que, en su persona, se manifieste el nuevo templo de Dios, donde la tierra está unida al cielo. En este templo no hay mas muros de separación (Ef 2, 14). No hay judío ni griego, hombre o mujer (Gal 3,28). todos son sacerdotes y tienen acceso al sanctasanctórum, el santuario interior. Jesús cumple en su persona el destino de Israel. La misión de Inclusión es dada al Nuevo Israel, aquellos llamados por Jesús, su “ekkesia”, para que vayan y hagan discípulos de todas las naciones. En conclusión, la crisis de identidad de nuestra Iglesia de hoy día no es diferente de la que existía en tiempos de Jesús. Nosotros nos hemos olvidado hasta tal punto de nuestra llamada misionera esencial que nos hemos contentado con el mantenimiento y el servicio a nosotros mismos. Sucede como con el acontecimiento del titanic (14 de abril del 2002 – se cumplio un centenario) como de los 18 botes lanzados desde el barco, quedaron un total de 472 plazas sin usar. Y solo 2 de los 18 botes acudieron al rescate de los supervivientes a pesar de las quejas de algunos viajeros. El autor recuerda como, “para cuando los que estaban en los botes salvavidas recordaron su misión, solo se pudo encontrar a nueve personas con vida…”

Esta ha de ser una metáfora de la Iglesia. Que ha de recordarnos que existimos para la misión. Como Jesús, hemos sido enviados a “buscar y a salvar” a aquellos que están pereciendo y hay sitio de sobra en los botes salvavidas. Aún así ,como Iglesia nos quedamos sentados a una distancia prudencial con demasiada frecuencia, mas preocupados de nuestra propia comodidad y necesidades. Puede que, si algunos pocos nadan hasta nosotros, los ayudemos. Pero… ¿ir hasta ellos? No se trata solamente del desafío de salir de nuestra zona de comodidad y necesidades, es algo que está totalmente fuera de nuestro marco de referencia porque hemos olvidado lo fundamental nuestra identidad. Los botes salvavidas existen para rescatar personas. Cualquier miembro de la tripulación que se atreva a perturbar la vida en el bote salvavidas rápidamente oirá un coro de quejas de pasajers que se oponen a que se les incomode de alguna manera. Nos lamentamos de la tragedia de la perdida de fe, secularización, la clausura de iglesias y toda la retahíla, pero no se nos ocurre echar mano a los remos y ponernos a remar.

Existimos para la misión ¿Cuál es la misión de la Iglesia? Mt 28, 19-20

Id, pués, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandando”.“Id, haced, bautizad y enseñad” – cuatro imperativos. (haced discípulos- math- eteusate) que usa el evangelio. Señala el autor que ser un discípulo es estar embarcado en un proceso de aprendizaje de toda una vida, el cual tiene por objeto aprender de Jesús el profesor y de los labios de Jesús el maestro. A toda vista, la única solución es volver a lo que Jesús nos pidió hace dos mil años; que no hagamos simplemente creyentes o “católicos practicantes” sino que hagamos discípulos.

Evangelización

Sabemos que porque alguien crea en Jesús o vaya a la Iglesia, no significa necesariamente que tenga sed. Algo debe ocurrir para despertar esta sed; ese algo es la evangelización. Que ser evangelizado no solo es escuchar las maravillosas verdades y conocerlas, sino llegar a conocerle a él (no solo creer en él, sino amarle y estar enamorado de él). Solo cuando llegamos a encontrarnos con él como alguien vivo y real- aquel que es el camino la verdad y la Vida- deseamos entonces caminar por su senda, anhelar su verdad y buscar vivir su vida.

¿Qué es lo que hay que hacer?

Jesucristo debe ser propuesto de nuevo. Esta Iglesia de discípulos debe “ir” y “hacer discípulos” de todas las naciones. “como el Padre me ha enviado así os envío Yo”(Jn 20, 21). Tenemos que trabajar para crear espacios en los que la gente llegue a conocer a Cristo como el Señor viviente, despertando esa sed para después comenzar a formarlos, a hacerlos discípulos. Llamados hacer discípulos apostoles, asumir el Gran envío. ¿Hacemos conscientes de esta experiencia a los demás en la parroquia?

Alex Gordillo (Resumen) T. Práctica