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Una palabra que cambia tu vida Por Eliezer Ronda Cuando era pequeño una de las cosas que más me orientaron mis padres era el que tenía que ser agradecido con todas las personas que estaban a mi alrededor. Una de las estrategias que utilizaron para darme aquello que quería era que lo condicionaban a que les dijera la “palabra mágica”: Gracias. Fueron muchas las ocasiones en las que tuve que esperar a que me dieran lo que ansiaba sino daba “las gracias.” Sin lugar a dudas, su deseo es que creciera como una persona con buenos modales y valores ante la sociedad. De la misma forma nos hemos preocupado en gran manera a ser cristianos de “buenos modales” evangélicos que hasta podemos abusar del discurso del agradecimiento. Hasta decimos que si comentáramos de las cosas por las cuales somos agradecidos que un sólo servicio no bastaría para darle las gracias a Dios. Estoy convencido que la mayor parte de las personas que dicen eso, no durarían ni diez minutos en nombrar las razones por las cuales darle gracias a Dios. Es por ello, que con el tiempo me he puesto a pensar en que consiste el ser agradecido en realidad. En texto bíblico podemos observar lo siguiente: “Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Su adoración no es más que un mandato enseñado por hombres” (Isaías 29:13 NVI).Es muy interesante observar que la palabra honra en este verso bíblico viene del vocablo hebreo kâbad que significa “hacer pesado en forma severa.” Es decir, cuando lo que decimos en aparente gratitud no lo vivimos y parte de una tradición a la cual no hemos querido comprender, hacemos de nuestro discurso uno que sea muy pesado a los oídos de nuestro Señor. Por lo tanto, debemos revisar que nuestra expresión de agradecimiento no puede estar limitada a lo que decimos sino a lo que vivimos. En una ocasión, Jesús compartió una parábola a sus discípulos acerca de la verdadera oración que Dios escucha. En la misma hace una comparación entre un fariseo y un publicano. Todos sabemos que el que gozaba de la mejor reputación social era el fariseo puesto que vivía guardando la ley y era un líder de la sinagoga, en cambio, el publicano no era más que un individuo aliado con el gobierno opresivo de Roma. En este caso el fariseo comienza orando diciendo: “Dios, te doy gracias, que no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; Ayuno dos veces á la semana, doy diezmos de todo lo que poseo” (Lucas 18:11-12 RV 1960). Es curioso ver que este líder religioso comienza dando “gracias” a Dios por él mismo. Claro está, cuando vemos esta porción solemos criticar esta actitud del fariseo, por su arrogancia y prepotencia personal. Pero cada vez que medimos nuestra espiritualidad por lo que decimos en nuestro de intento “ministrar el corazón del Padre” y no vemos nuestra humanidad y el alcance de Su gracia sobre nosotros, anulamos lo que decimos en nuestros servicios de adoración. Es muy tentador encerrarnos en nuestros propios mundos evangélicos cargados de “gritos de júbilo” y olvidar que la gratitud no puede ser comprada con palabras hermosas o elocuentes que sean meras tradiciones humanas aprendidas de quienes nos han dirigido en los servicios de adoración. Se necesita sobre todas las cosas humildad. Es decir, la verdadera gratitud parte de la humildad. . El salmista dijo: Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y

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Una palabra que cambia tu vida Por Eliezer RondaCuando era pequeo una de las cosas que ms me orientaron mis padres era el que tena que ser agradecido con todas las personas que estaban a mi alrededor. Una de las estrategias que utilizaron para darme aquello que quera era que lo condicionaban a que les dijera la palabra mgica: Gracias. Fueron muchas las ocasiones en las que tuve que esperar a que me dieran lo que ansiaba sino daba las gracias. Sin lugar a dudas, su deseo es que creciera como una persona con buenos modales y valores ante la sociedad. De la misma forma nos hemos preocupado en gran manera a ser cristianos de buenos modales evanglicos que hasta podemos abusar del discurso del agradecimiento. Hasta decimos que si comentramos de las cosas por las cuales somos agradecidos que un slo servicio no bastara para darle las gracias a Dios. Estoy convencido que la mayor parte de las personas que dicen eso, no duraran ni diez minutos en nombrar las razones por las cuales darle gracias a Dios. Es por ello, que con el tiempo me he puesto a pensar en que consiste el ser agradecido en realidad. En texto bblico podemos observar lo siguiente: Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazn est lejos de m. Su adoracin no es ms que un mandato enseado por hombres (Isaas 29:13 NVI).Es muy interesante observar que la palabra honra en este verso bblico viene del vocablo hebreo kabad que significa hacer pesado en forma severa. Es decir, cuando lo que decimos en aparente gratitud no lo vivimos y parte de una tradicin a la cual no hemos querido comprender, hacemos de nuestro discurso uno que sea muy pesado a los odos de nuestro Seor. Por lo tanto, debemos revisar que nuestra expresin de agradecimiento no puede estar limitada a lo que decimos sino a lo que vivimos.

En una ocasin, Jess comparti una parbola a sus discpulos acerca de la verdadera oracin que Dios escucha. En la misma hace una comparacin entre un fariseo y un publicano. Todos sabemos que el que gozaba de la mejor reputacin social era el fariseo puesto que viva guardando la ley y era un lder de la sinagoga, en cambio, el publicano no era ms que un individuo aliado con el gobierno opresivo de Roma. En este caso el fariseo comienza orando diciendo: Dios, te doy gracias, que no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adlteros, ni aun como este publicano; Ayuno dos veces la semana, doy diezmos de todo lo que poseo (Lucas 18:11-12 RV 1960). Es curioso ver que este lder religioso comienza dando gracias a Dios por l mismo. Claro est, cuando vemos esta porcin solemos criticar esta actitud del fariseo, por su arrogancia y prepotencia personal. Pero cada vez que medimos nuestra espiritualidad por lo que decimos en nuestro de intento ministrar el corazn del Padre y no vemos nuestra humanidad y el alcance de Su gracia sobre nosotros, anulamos lo que decimos en nuestros servicios de adoracin. Es muy tentador encerrarnos en nuestros propios mundos evanglicos cargados de gritos de jbilo y olvidar que la gratitud no puede ser comprada con palabras hermosas o elocuentes que sean meras tradiciones humanas aprendidas de quienes nos han dirigido en los servicios de adoracin. Se necesita sobre todas las cosas humildad. Es decir, la verdadera gratitud parte de la humildad. . El salmista dijo: Reconoced que Jehov es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con accin de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre (Salmo 100:2-3 RV 1995). Es interesante que la actitud de tal agradecimiento surge de aquel que reconoce que Jehov es su Dios y que fue l quien nos hizo y que nosotros no somos auto-desarrollados por nuestras habilidades humanas. Es decir, nuestra gratitud debe ser la evidencia de reconocimiento de nuestra dependencia de l. Por lo tanto no podemos darle demasiado peso gravoso a lo que decimos si no somos capaces de vivir agradecidos en humildad.

Es muy triste como en ocasiones algunos lderes de los ministerios de alabanza creen que la cancin se sujeta a la poesa con la que se elabora su expresin. Es como si el contenido de la composicin fuera suficiente. Para ser ms claro, no hay palabras mgicas que puedan comprar el favor de Dios para con sus hijos e hijas. Cuando mis padres comenzaron a observar que mis intenciones era manipularlos para que me dieran ms dinero por mi aparente buen comportamiento y de esa forma comprar dulces en la tienda, automticamente me negaban el pedido, puesto que conocan las intenciones de mi corazn y que solo buscaba comer y comer ms chocolates con el fin disfrutarlos personalmente y ni compartirlos con mis otros tres hermanos. De igual forma es importante comprender que Dios no puede ser manipulado con nuestro egosmo disfrazado de una cancin de alabanza. Se necesita un corazn agradecido que no intente fundamentarse en la apariencia y la buena reputacin social, sino que pueda decir como el publicano: Oh Dios, ten compasin de m, que soy pecador! (Lc 18:13b NVI).