una palabra no dice nada y al mismo tiempo lo esconde todo

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ensayo sobre la imagen en contra de la palabra

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Page 1: Una Palabra No Dice Nada y Al Mismo Tiempo Lo Esconde Todo

DE LA LUCHA ENTRE LA IMAGEN Y LA PALABRA

Una palabra no dice nada y al mismo tiempo lo esconde todo...una mirada no dice nada y al mismo tiempo lo dice todo...porque en tus ojos están mis alas y está la orilla donde me ahogo.

Hoy quiero iniciar-no se por qué inspiración- la reflexión de un tema super-lativo para entender, cómo el alma humana transita por caminos tan complejos en este tiempo-pos-moderno. Un tiempo/momento/hora, velado por la complejidad de la cultura y de sus contra, las contracultura, que, hoy ponen a prueba los significados que le han dado sentido-un sentido- a la vida. el título, que he puesto es previo al texto que aquí escribo, de modo que, en este momento no se si se correspondan ya que abandone esta escritura, en la que quiero desarrollar el problema que para la sociedad supone el mundo de las imágenes en sustitución del mundo de la imaginación y cómo el poder de la imagen es capaz de crear ficciones en un sentido cualitativamente diferente de las ficciones que pueden crearse con la palabra. La diferencia entre ambas es radical, esto es desde sus raíces, puesto que, por su naturaleza la imaginación es esa capacidad humana de dar forma a la realidad. No asi la imagen, que en tanto objeto real, sustituye a la imaginación y funda su poder en la capacidad de hacer creer. De pronto podemos afirmar que, mientras la imaginación pertenece al sujeto que imagina, las imágenes no le pertenecen, mejor éstas desde su poder preñan al sujeto que las observa y lo im-pregnan desde los significados que la cultura les da en el contexto del sujeto y de la producción de la imagen, de manera que, el sujeto que la observa está en la posibilidad de quedar enajenado con la imagen. La imagen pertenece a un sistema de significados -lo sospechemos o no- y ese sistema de significados con frecuencia está velado, oculto, cubierto, encubierto por y para los intereses de los productores de tales significados.Quién se imagina acaso que las imágenes pueden capturar su cuerpo, peor aún, le importaría a alguien saberlo y ¿estaría dispuesto a hacer algo?

Hoy algunas personas preferimos ver, que leer. Nos distanciamos de las palabras por alguna razón, de modo que, parece haber una gran comodidad en este distanciamiento en favor de un acercamiento con las imágenes; parece haberse abonado mucho desde que se difundió la creencia de que una imagen dice más que mil palabras. Sin embargo, la imagen nunca dice, la imagen muestra, da muestra de una idea o concepto que posibilita la atribución de determinados significados, que en la infancia llegan a internalizarse de forma muy profunda y que en la adolescencia brotan sus gérmenes en forma de identificación con determinadas pautas culturales y como impulso identitario. Impulso este, en apariencia natural, que en buena medida es pre-fabricado por alguien desconocido. Antes conocido era que el hijo era la misma imagen del padre o la hija de la madre. Eso prácticamente se ha acabado. Las pautas culturales heredadas se han diluido desde que la imagen sustituye a la imaginación, desde que la imagen sustituye a los sueños y nos hemos

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convertido en cuerpos que reproducen imágenes, en cuerpos cautivados, capturados, conquistados por las imágenes de lo que no somos ni nos pertenece, asi entonces, una niña, que se esperaría repitiera pos patrones de su cultura provincial o regional, de pronto es una lolita , o se define como otaku, o complejamente se identifica con una vampiro chupasangre.

La mirada nos provee de una sensación de empoderamiento. Ver se ha convertido en la experiencia que nos hace saber que somos, bien podemos alegorizar a Descartes afirmando que “si veo soy”, entonces el mundo se convierte es una escaparate para contemplarlo como una mercancía exhibida ante mis ojos, y me hace saber que lo puedo poseer. Aquí se da una interesante paradoja, entre el sujeto y la imagen. El sujeto en su empoderamiento supone que puede apropiarse de las imágenes que consume en tanto la imagen lo consumirá hasta saturarlo de sus significados, así el sujeto -preñado de la imagen- se dedicará a reproducir la imagen, obnubilado en su entendimiento y alentando su deseo más allá de sus naturales alcances materiales.

La imagen tiene el poder de la fascinación, el encantamiento, la seducción. De la fascinación viene la pérdida, algo se pierde, algo se muere, nos lleva a mundos inferiores, ahí va la muerte de la imaginación y habría que preguntarse si la muerte del alma. Esto es posible en cuanto la imagen se constituye en signo, significante, que le da significado a la vida del sujeto, así entonces, ya es parte de su "si mismo", le da forma, lo transforma. En este proceso de perdida el hombre se convierte en el lugar, un lugar en el que las imágenes se adueñan de su cuerpo, así entonces queda impregnado, preñado de ellas hasta saturarse, de forma que, no hay cabida, no admite más la creación, ahora es moderno completamente.

Es sorprendente -de pronto- darse cuenta que el hombre se encuentra sometido, prisionero de las imágenes que mediatizan su habla, no es él el que habla, ahora es un ser ficticio, y vive la ficción de ser lo que no es. El hombre moderno, está privado, primero, de su alma, después, de su cuerpo. Está privado por medio de los aparatos de coacción síquica que hacen del arte-la tele- un sistema donde la imagen nos ofrece una mejor experiencia, donde lo imagin-ado es mejor que lo observado. Así nos aislamos de lo real del mundo y hacemos un mundo de lo irreal.