una oportunidad al amor

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    PORTADA

    Una oportunidad al amorCaptulo gratis

    L. A. Lugo

    Coleccin

    Novelas

    www.librosenred.com

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    CRDITOSTCNICOSYLEGALESDireccin General: Marcelo Perazolo

    Diseo de cubierta: Daniela Ferrn

    Foto de cubierta: Fallon ChanDiagramacin de interiores: Vanesa L. Rivera

    Est prohibida la reproduccin total o parcial de este libro, su tratamientoinformtico, la transmisin de cualquier forma o de cualquier medio, ya seaelectrnico, mecnico, por fotocopia, registro u otros mtodos, sin el per-miso previo escrito de los titulares del Copyright.

    Primera edicin en espaol en versin digital

    LibrosEnRed, 2012

    Una marca registrada de Amertown International S.A.

    Para encargar ms copias de este libro o conocer otros libros de esta colec-cin visite www.librosenred.com

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    NDICE

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    CAPTULODOS

    Si Raquel no hubiera conocido bien a su padre, quizs en ese momentoestuviera riendo a carcajadas; mas la situacin no era para rerse. Don LusRamrez tena una expresin serena y seria en el rostro. Cerr la puertalentamente y se sac el sombrero de nuevo. No solamente esperaba unaexplicacin para lo que acababa de escuchar, si no tambin que su padrese retractara.

    Don Lus volvi a sentarse en el silln y la mir expectante.

    Ciertamente no habr escuchado bien camin a pasos lentos de vueltahacia el escritorio y le mir intrigada. Debo suponer que es una broma.

    Cundo me has escuchado bromear? le pregunt enarcando las cejas.

    Exclusivamente en este momento dijo.

    Don Lus aclar su garganta.

    Es una larga historia.

    Sorpresivamente ahora tengo todo el tiempo del mundo para escucharla.

    Don Lus se levant y camin hacia la ventana, dndole la espalda. Raquel

    lo sigui con la mirada, preguntndose si en realidad su padre estaba ner-vioso. Sera posible que su padre estuviera incmodo?

    La nca puede pasar a manos de Leandro y Victoria Ortega si no te casascon l.

    Raquel ri. A pesar de su risa, no pudo evitar el escalofro que recorri sucuerpo. Su padre le estaba hablando de compromisos y de cosas imposiblesque solamente ocurran en pelculas e historias de telenovelas.

    Me dices que un desconocido es mi prometido y esperas que lo tome se-riamente. Te has vuelto loco?

    Sinceramente, no se trata de si estoy loco o no, pues ya es un hecho. Tomatu tiempo y escchame atentamente. De ti depende que la nca Ramrezquede en nuestro poder o pase a manos de los Ortega.

    Raquel se estremeci por dentro ante las palabras de su padre, pero man-tuvo su serenidad. Ciertamente se debata entre la posibilidad de que su

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    padre estuviera exagerando y la de que lo que saliera de sus labios a conti-nuacin fuera algo muy grave. Aunque hubiera preferido salir de all y ne-garse a escuchar aquel absurdo, saba que la duda nunca la dejara olvidarlo que acababa de or. Se sent.

    Hace ya algunos aos estuve a punto de perder la nca y quedarnos enla ruina. El pas en aquellos aos estaba pasando por una muy mala tem-porada econmica; las cosechas se perdieron, estaba endeudado hasta elcuello Y no tuve ms remedio que buscar ayuda. El banco me neg elcrdito porque estaban enterados del estado de mis cuentas y de que tenamuchos acreedores. La nca no era suciente para garantizar el prstamo,as que recurr a Carlos Ortega. Carlos no tuvo inconveniente en ayudarme,pero a cambio de que le entregara la nca como garanta.

    Raquel no dijo nada. Ciertamente era una situacin muy difcil y al mismotiempo pareca increble. Estara su padre hablando con la verdad? Sin em-

    bargo, nunca antes haba escuchado a Don Lus Ramrez decir una mentira.Carlos me dio un plazo para pagar, pero las cosas no han marchado muybien y t lo sabes. La ltima vez que estuvo aqu, Carlos me asegur queme dara un plazo ms para reunir el dinero y se march armndome quevolvera a comunicarse conmigo sobre el asunto. Pero su muerte nos sor-prendi a todos.

    Su padre volvi al silln y enlaz sus manos sobre el escritorio mientras lamiraba jamente. Raquel trag con dicultad.

    Recib una carta del abogado de Carlos con la copia de una clusula de sutestamento. En ella me explica que haba tomado una decisin sobre la n-ca y que deseaba que su hijo, Leandro Ortega, y t, contrajeran matrimonioy as saldar la deuda que tenamos. Don Lus abri uno de los cajones dellado izquierdo y sac un sobre ponindolo sobre el escritorio, frente a Ra-quel: Lela.

    Raquel no quera leerla, pero saba que necesitaba hacerlo si quera creeraquella historia tan insensata. La tom rpidamente y la abri antes dearrepentirse. Tal como le haba dicho su padre, Don Carlos explicaba a DonLus los trminos de su testamento. Le peda que recibiera en la nca a suhijo Leandro Ortega y a su hermana Victoria, para preparar la boda entresu hijo y Raquel. Raquel deba leer el testamento para comprender las clu-

    sulas del mismo.Raquel sinti un nudo en la garganta. Era increble, pero al mismo tiempoera real. La certeza de que su vida cambiara desde ese da en adelante lainvadi por completo. Pero, por qu? Por qu Don Carlos haba propues-

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    to algo semejante? La desconcertaba profundamente que todo aquello leestuviera sucediendo.

    En la clusula, Don Carlos explica muy claramente que si te niegas, Lean-dro y Victoria pasarn a ser los dueos de todos estos terrenos. Solo nos

    quedara la casa en Puerto Plata.Pensar que la nca poda pasar a manos de Leandro Ortega, un hombreque no conoca, que poda acabar con las tierras y ser dspota con los tra-bajadores, la aterrorizaba. Sinti una impotencia sin lmites. La mirada dedespecho que le lanz a su padre hizo que Don Lus se estremeciera.

    Raquel, no fue mi idea. Nunca pens que Don Carlos fuera a hacer algosemejante y mucho menos que pusiera tales estipulaciones para saldar ladeuda.

    Pero, por qu yo? Acaso Don Carlos me odiaba tanto que quera hacer-

    me pagar por algo? No lo entiendo.Ya no saba qu ms pensar. Aquella noticia le abra viejas heridas. Cmopudieron Don Carlos y Doa Julieta hacerles esto? Cmo pudieron hacerleaquello a su propio hijo?

    No creo que Carlos te odiara. En todo caso, la pregunta nunca tendr res-puesta. Lo que s puedo decirte es que Carlos pensaba que era hora de quesu hijo se casara y formara una familia. Carlos siempre pens que Leandronunca buscara una compaera si l no le empujaba a hacerlo. As que notenemos otra opcin. O te casas con Leandro o nos veremos en la calle.

    Era denitivo. Raquel estaba soando. No, era una pesadilla. Ella sera el

    cordero que habra que sacricar para salvar a su familia. Denitivamentetena que ser una broma de mal gusto.

    En tus manos est el que la nca sea de los Ortega o de los Ramrez, comosiempre ha sido.

    Don Lus posea la llave que la empujara a hacer lo que no quera, pensRaquel. Se vala de sus sentimientos y, lo que era peor, se vala del amorque ella le tena a la nca. All haba nacido y haba crecido. Sus momentosfelices estaban en cada rincn y en cada lugar de la hacienda, y los msdesdichados tambin. Don Lus saba que si estaba en sus manos defenderlas tierras, lo hara. Siempre haba sido as.

    Pero haba un lmite. Nunca se vendera por dinero y mucho menos porculpa de una deuda de Don Lus Ramrez.

    Me parece increble que ests de acuerdo con esto. Cmo me pides queme case con un desconocido? sinti nacer dentro de ella la rabia que ha-

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    ba tratado de evitar y se levant. Acaso no piensas en la infelicidad queesto me traer? Por supuesto que no! Contest sin dar a su padre tiempopara responder; est visto que no lo has hecho. Estamos hablando de mivida, de mi futuro un futuro que estar rodeado de tristeza al lado de

    un desconocido que puede ser un run. Nunca pens que Don Carlos separeciera tanto a ti aadi decepcionada. Los dos son unos egostas.

    Raquel estaba totalmente desolada. Primero, Don Carlos quera que ellasaldara una deuda que no era suya y segundo, su padre ni siquiera le dabaotra salida.

    Y qu sugieres que te diga? Don Lus se levant y enfrent su mirada.Quieres que te diga que hay otra salida? Pues s, s la hay. Puedes negartey entonces tendremos que empezar a recoger nuestras cosas para que losOrtega tomen posesin de la nca. Esa es tu otra opcin. Es eso lo quequieres?

    Raquel ahora se senta ms que indefensa. Con su padre siempre se habasentido as.

    Por qu yo? Muy bien haba podido ser Roco. A ella le hubiera parecidoalgo normal y te apoyara en todo.

    No fue mi eleccin, hija. Carlos Ortega fue muy claro en su testamentocuando dijo que t debas casarte con Leandro si queramos preservar lanca.

    Raquel se volvi sintiendo algo que no saba explicar. Don Lus Ramrez lahaba llamado hija. Cuanto tiempo tena que no haba escuchado esa pala-

    bra de boca de su padre? Mucho, mucho tiempo. La ltima y nica vez quela haba escuchado haba sido quince aos atrs, cuando su to Franciscomuri y l haba tratado de consolarla, sin resultado.

    Respir profundamente para controlar su cuerpo y aplacar el sentimientode tristeza que la embargaba. La furia que la llenaba ahora era mucho msfuerte que cualquier otro sentimiento que le hubiera podido despertar elhecho de que Don Lus Ramrez por n la mirara como una hija. Saba quel lo haca porque ella era su nica tabla de salvacin. Si se negaba, todo loque su padre tena pasara a manos de unos desconocidos. Estaran arrui-nados.

    Puedes estar seguro se volvi hacia l dejando a un lado todo pensa-miento de conmiseracin, de que no me casar con el hijo de Don CarlosOrtega.

    No tomes una decisin tan a la ligera, Raquel su padre le estaba suplican-do y aquello era algo casi imposible de creer.

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    No me han dejado ningn otro camino

    Yo s la interrumpi, que hars lo mejor, por ti y por la familia.

    Se sinti mucho ms furiosa al escuchar aquellas palabras. Su padre la esta-ba chantajeando emocionalmente.

    No se apresur a responder. No ser el cordero sacricado. No me casa-r con ese hombre y punto.

    Entonces en tus hombros caer la perdicin de la familia.

    No poda creer que su padre fuera tan fro, tan dspota.

    No. La perdicin de la familia est en tus hombros desde el mismo da enque pusiste la nca en peligro y sali de la habitacin sin esperar la res -puesta de su padre.

    Se detuvo un instante para recuperar el aliento y cerr los ojos para con-

    trolar la rabia. Denitivamente no poda perder la calma. Tena que darsetiempo para pensar. No deba aquear. No en aquella casa.

    Camin por el amplio pasillo de la casa Ramrez y esta vez no lo hizo tanrpidamente como estaba acostumbrada a hacerlo. Sus tacones hacan ecoen el piso que pareca brillar gracias a la luz que entraba por la ventanadel fondo, ahora frente a ella, donde haba una pequea mesita adornadacon un hermoso jarrn lleno de ores. La cortina se ondulaba por la brisafresca de la tarde. El brillo del piso se deba a que Mecho y velin todas lasmaanas se encargaban de trapear el suelo de azulejos color crema.

    Esta vez no evadi el saln principal donde saba se encontraban su madre

    y su hermana gracias a las voces que llegaron hasta sus odos. Poda imagi-nar tambin que ellas habran escuchado sus botas resonar por toda la casay no haba escapatoria. Se detuvo en el umbral de la puerta. No se habaequivocado al suponer que todas las miradas estaran puestas sobre ella.

    Las damas no estaban solas. Rubn Alonso Tiburcio y Galn las acompa-aba, seguramente en una muy aburrida conversacin, pens Raquel. El

    joven, de pelo castao y ojos marrones, tena una taza de caf en las manosy se levant en cuanto la vio. Era de la misma estatura que ella, atractivo yapuesto, a su manera. Su barbilla rme demostraba que haba pasado mu-cho trabajo durante el corto transcurso de su vida; tena 28 aos.

    Rubn Tiburcio era el dueo de la nca Tiburcio, uno de sus vecinos. Sumadre haba muerto en el parto de los mellizos, Daniela y Jos, ocho aosatrs y su padre tambin haba muerto, dos aos despus, en un accidenteautomovilstico. Desde entonces, Rubn se haba encargado de sus tierras.Raquel lo admiraba y haban sido amigos desde muy jvenes. Todos en el

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    pueblo alababan su valerosa forma de ser que muy pocos hombres que ellaconociera posean.

    Buenas tardes dijo Raquel y entr a la habitacin sacndose el sombrero.

    Cmo ests? Rubn dej la taza de caf sobre la pequea mesa del cen-tro del saln y tom la mano que Raquel le ofreca entre las suyas, acercn-dose para darle un beso en la mejilla derecha.

    Estoy bien Raquel sonri, devolvindole la expresin de complacenciaque Rubn le diriga.

    Raquel su madre se levant y Raquel se volvi hacia ella sacando su manode entre las de Rubn, Rubn se quedar a cenar. Lo invitamos hace variosdas, recuerdas?

    La verdad es que no dijo y se volvi hacia Rubn. No me lo dijiste, ma-dre. Pero es imposible que los acompae y de veras que me tienen que dis-

    culpar. Lo siento mucho, Rubn. Tengo que volver a la nca porque perdmucho tiempo hablando con mi padre.

    Raquelita Estoy segura de que maana tendrs tiempo para terminar eltrabajo. A Rubn no le va a gustar que le hagas un desaire.

    Estoy segura de que Rubn lo comprende. No es as?

    Claro Rubn se mostr un poco esperanzado. Si lo deseas puedo acom-paarte hasta afuera

    Raquel sonri y asinti. Cuanto antes saliera de la habitacin, mejor se sen-tira. Aquellas reuniones de su madre y su hermana la enfermaban.

    Si me disculpan, Doa Rosa, Roco.

    Por supuesto contest Doa Rosa con una sonrisa.

    Raquel volvi a ponerse el sombrero y se disculp. La mirada que cruzaronDoa Rosa y Roco no le pas inadvertida y se pregunt qu se estabanimaginando aquellas dos.

    Rubn camin a su lado hasta el patio donde haba dejado amarrado aOscuridad. Su caballo pareca feliz de verla, pues relinch nada ms salir alaire fresco. El sol bajaba por el oeste y la tranquilidad de la tarde era inte-rrumpida solo por el cacareo de las gallinas y el ladrido de los perros. Ms

    lejos de all, Raquel saba, el ruido de los campesinos mientras terminabande arar la tierra y de recoger frutos interrumpira la paz de la tierra y muchoms lejos an, los autos y la gente, las maquinas y la msica interrumpiranel silencio en otro lugar. Sin embargo ste era el momento, y Raquel eraconsciente del hombre que caminaba a su lado.

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    Estara equivocado si digo que presiento un poco de preocupacin en ti?Rubn se detuvo al mismo tiempo que ella lo haca para enfrentarlo.

    No, no es nada dijo maldicindose por bajar la guardia.

    Yo no pienso de esa manera dijo l y Raquel saba que no era fcil hacercambiar de parecer a Rubn Tiburcio.

    Qu te propones ahora? Evitar mis pesares? pregunt con una sonrisaforzada.

    Trato de hacerlos ms soportables, pero no me dejas.

    Raquel continu mirndolo todava con la sonrisa en los labios y lleg hastaOscuridad. Acarici el cuello del animal y lo desat. Bajo ningn conceptoquera que Rubn se enterara de sus problemas.

    Me alegra saber que te preocupas por m, Rubn. En realidad, te lo agra-dezco, pero no me sucede nada. Solo son preocupaciones de trabajo y sa-brs tan bien como yo que esas cosas no la podemos evitar.

    Puedes pensar menos en ellas.

    Y dejar que se acumulen? No, mientras ms rpido termine con ellas antespodr respirar tranquila.

    Tal vez podra ayudar en algo?

    Gracias Raquel no dej de sonrer, pero no. De todas maneras, no po-dras.

    Siempre pensara que Rubn era especial. Lstima que aos atrs se hubie-

    ra jado en la persona equivocada. Quizs si se hubiera dado una oportu -nidad con l ahora su vida fuera completamente distinta.

    Sin embargo aadi, es algo que requiere de todo mi tiempo y concen-tracin.

    Subi sobre Oscuridady lo hizo volver hacia el camino que tomara.

    Vuelve a la casa y no hagas esperar a las damas. No te lo perdonaran.

    Mientras Rubn asenta, Raquel empez el galope por el camino angostohasta los establos y las ocinas de la hacienda. El sol se pona por el oc-cidente haciendo de la tarde la ms bonita de las horas del da, cuando

    los hermosos rayos anaranjados brillaban en el horizonte. Los trabajadoreshaban terminado ya su jornada de trabajo y se alejaban en grupos despi-dindose hasta el da siguiente. Raquel les sonri y recibi con agrado lasdespedidas.

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    Entr a la ocina y se sac el sombrero. El ambiente de aquellas cuatroparedes solitarias la induca a pensar y se sent detrs de su escritorio. Lle-vaba exactamente dos aos trabajando en aquella ocina y era su rincnespecial. All tomaba decisiones y tena las riendas de todo. En aquel lugar

    controlaba la situacin y poda cambiar las cosas. Deba arriesgarse a per-derlo?

    Todo era tan difcil!, pens hastiada de los pesares y problemas quesiempre la haban rodeado. Haba demostrado ser una cobarde, aunque losdems pensaran lo contrario. Ella saba que nunca tendra el valor para su-perar las dicultades que tena y las que vendran. Termin de recoger susltimos pagos del mercado y volvi a tomar el sombrero. El da de trabajoestaba terminado, pero las preocupaciones no.

    El camino hacia la casa de los Aguirre le pareci ms largo que nunca. Esta-ba oscureciendo y saba que pronto estara cada uno en su casa, cenando,

    agradecidos por el pan de ese da y escuchando la radio en la emisora RadioSanta Mara, rezando por media hora. A pesar de ser creyente, nunca to-maba tiempo para asistir a la iglesia y pasara mucho tiempo antes de quevolviera a hacerlo.

    La casa de Sebastin y Laura estaba un poco alejada de la casa Ramrez, enterrenos que antes le pertenecieron. Mientras Sebastin fue administradorde la nca, le haba comprado los terrenos a su padre donde haba cons -truido una pequea casa que comparti con su hija y su esposa hasta questa muriera. Ahora eran solamente Sebastin y Laura. La distancia de lacasa favoreca a Raquel, que cada vez que quera alejarse de los problemas

    familiares y de la gente que la hastiaba, se refugiaba con sus amigos. Allsiempre era bienvenida sin importar la hora.

    Como siempre, dej a Oscuridadatado al rbol de cerezas que estaba fren-te a la casa, y se encamin hacia la entrada. Laura apareci frente a ellaabriendo la puerta con una sonrisa.

    Llegas justo a tiempo Raquel le correspondi a su abrazo. La cena estlista.

    Y quin te dijo que vena a cenar? escuch la puerta cerrarse detrs deella mientras entraba a la sala.

    Simplemente porque no puedes negarte a mi invitacin.Ests segura de que no me queda otra salida?

    As es...

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    Laura vesta una falda sencilla de volantes y una blusa de su mismo color,amarillo plido. Su pelo color castao claro, que siempre llevaba en rizos,ahora lo tena atado a una cola en la parte de atrs de la cabeza. Laura erahermosa, pensaba Raquel, y muchas veces se preguntaba por qu la joven

    no haba encontrado un hombre que la quisiera y que se casara con ella,pero la verdad era que su amiga casi nunca haba salido del pueblo, y en elpueblo muy pocos hombres eran merecedores de una mujer como Laura.

    Raquel se sac el sombrero y lo dej sobre la pequea mesa en medio delas mecedoras que completaban el mobiliario de la sala y observ todo a sualrededor. La mesa de cuatro sillas, cerca de la puerta de la cocina, cubiertapor un mantel color azul claro que haca juego con las cortinas. Haba un

    jarrn con ores articiales encima. Esta vez, la mesa se encontraba prepa-rada con vajilla para tres personas. Una de las ventanas estaba abierta y alventilar el aire fresco haca elevar las cortinas que se ondulaba libremente.La luz de la bombilla en el techo, como siempre, era plida, pues la electri-cidad no llegaba con tanta intensidad a esos lados de la nca, y los Aguirreeran unas de las pocas familias del pueblo que podan disfrutar de estacomodidad.

    Raquel Sebastin apareci frente a ella por la puerta de la cocina.

    Te tienen de cocinero, Sebastin?

    Llevaba sobre su ropa un delantal que muchas veces le haba visto puesto aLaura y que luca sumamente gracioso en su padre. Evit rer, porque Sebas-tin no le perdonara que se burlara de l y lo mir solo con una sonrisa enla comisura de sus labios. Sebastin se miraba el delantal con indignacin.

    Me veo ridculo? mir de Raquel a Laura.

    Laura lo mir sonriendo.

    Por supuesto que no, pap.

    S, claro. Me quedo con l solo porque Raquel no se burlara de m, perosi hubiera sido otra persona quien hubiera llegado, nunca me hubiera vistocon esto puesto.

    Ests exagerando, pap.

    Exagerando... murmur mientras regresaba hacia la cocina y Raquel ri

    por lo bajo.Solo a ti se te ocurre

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    La ltima vez que cocin, la mitad de la comida se qued en su ropa. Tuveque deshacerme de las prendas porque ni el cloro logr sacarle las man-chas.

    Si yo fuera t, me preocupara por limpiar la cocina.

    Ni lo digas Laura vir los ojos hacia el techo en seal de resignacin.Pero sintate, donde siempre.

    Pasar a lavarme las manos.

    Raquel se dirigi al bao y regres unos minutos ms tarde para encon-trarse la cena servida y a Sebastin quitndose el delantal. Sebastin habapreparado todo un manjar de arroz, frijoles, pollo guisado y ensaladas depapa y aguacate. Pareca que haba comida para ms de 10 personas.

    Bueno, espero que las dos aprecien mi comida. Mira que pas la mayorparte de la tarde preparando todo.

    Ya me imagino. Aqu hay comida para alimentar a toda la nca comentRaquel y Laura ri.

    Pap se esmer y maana se pasar comiendo lo que sobre todo el da.

    Raquel no pudo evitar rer al ver la expresin de Sebastin al imaginarsecomiendo lo mismo para desayuno, almuerzo, y cena.

    Despus de dar gracias por los alimentos, Raquel fue la primera en recibirsu porcin por parte de Laura, pero no llev a la boca su primer bocadohasta que Sebastin y Laura se hubieron servido.

    Y bien? pregunt Sebastin.

    Raquel observ la inquietud de Sebastin mientras esperaba su veredicto.

    Creo que le falta algo. No tiene sabor. Creo que le falta sal...

    Y vinagre aadi Laura con inocencia.

    S, tambin eso. El arroz est duro

    Algo ms que tal vez desearan comentar? pregunt Sebastin y las dosse quedaron en silencio. Yo creo que tendremos que botar todo esto y talvez ustedes dos podran preparar algo rpido. Digo, porque no se comernla comida si sabe tan mala.

    Espera, Sebastin Raquel levant una mano en seal de protesta. Solopretendamos hacer una crtica constructiva.

    Pues la prxima vez gurdense sus crticas.

    Raquel y Laura rieron.

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    No te pongas as, pap. La cena est deliciosa.

    S, as es Raquel lo mir con afecto. Por nada del mundo comera otracosa esta noche.

    Lo s dijo Sebastin con una sonrisa pcara. Nunca podran conseguir unmejor cocinero.

    Todos rieron. Raquel tena que admitir que siempre que cenara con aque-llos dos, cualquier preocupacin quedaba a un lado. En aquel caso, todolo que haba ocurrido una hora antes estaba olvidado y se concentr endisfrutar de la noche.

    La cena en aquella pequea casa le era mucho ms grata que las que com-parta con su familia en la casa grande. Mientras que con Laura y Sebastincomparta la risa y la conversacin amena, con los Ramrez comparta elsilencio y muchas veces la tirana. El ambiente estaba tenso con demasiada

    frecuencia y Raquel no recordaba de una velada divertida con su familiadesde que Francisco no estaba.

    Fue un fastidio interrumpir la noche y al mismo tiempo que pensaba ensu padre, la realidad de la situacin regres a ella. Mientras desataba aOscuridady tomaba de nuevo el rumbo a su casa, ya despidindose de losAguirre, Raquel volvi a recapacitar en lo que su padre le haba comunica-do. Sera posible que no pudiera hacer nada ms que casarse para salvarla nca de un futuro incierto que poda ser mucho peor de lo que se ima-ginaba? Podra aceptar el destino que Don Lus con su egosmo y que DonCarlos con su cinismo hubieran decidido para ella?

    El silencio de la noche era extenso y despus de despedirse de Ramn, elvigilante de los establos, y de dejar a Oscuridaden su cuadra, Raquel cami-n hasta la casa.

    La vivienda se encontraba en silencio cuando ella entr, aunque las lucesde los salones estaban encendidas. Raquel se imagin a Mecho preparandolas habitaciones y a los habitantes de la casa en sus respectivos aposentos.Camin hacia la gran escalera que la llevara a la segunda planta para to-mar un bao antes de tirarse sobre su cama y ver lo que le esperaba con elsueo.

    Te estaba esperando.

    Quizs en otro tiempo la voz de Roco la hubiera sorprendido, pero en esemomento no poda hacerlo. Su hermana estaba lista para irse a la camacon un hermoso camisn color rosa debajo de un salto de cama del mismocorte y color que la hacan ver sumamente sensual. Llevaba el pelo atadoen una cola a la nuca y el rastro del maquillaje que la cubriera durante todo

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    el da haba desaparecido. Raquel termin de subir los ltimos peldaosque la separaban de su hermana para estar a su disposicin y la mir conperspicacia. No se equivocaba al pensar que Roco se propona algo, puesmuy pocas veces su hermana se dignaba a tener una conversacin con ella

    a menos que quisiera algo.Te escucho.

    Vamos a mi habitacin, Raquelita...

    Raquel se encogi de hombros y camin detrs de su hermana. Cuntoodiaba cuando Roco la llamaba por el apodo que le haba puesto cuandoeran nias! Y por ms que se lo deca, Roco insista en llevarle la contraria.Por qu sospechaba que lo que ira a continuacin no le gustara para na-da?

    Y bien? De qu se trata? permaneci de pie, observando a su hermana

    sin prestar atencin a su alrededor, a pesar de que cualquiera que entraraa aquella habitacin quedara encantado con su decoracin, sumamenterenada. Gracias a Dios prefera su hermoso dormitorio, que desprendaun aura de sencillez y belleza que solo personas como ella podan apreciar.Nunca esperara que Roco se sintiera a gusto en un aposento como el suyo.

    Ven, sintate conmigo Raquelita pareca angustiada.

    No.

    Ven, no seas mala. Necesito hablar contigo. Es que hoy me enter de algomuy grave...

    Roco...Raquelita, por favor... esto es importante.

    Raquel suspir y se sent al lado de su hermana.

    Pap nos comunic que los Ortega llegan maana y... estoy muy preocu-pada.

    Preocupada? Raquel la mir atontada.

    Roco preocupada? Por qu?

    Raquelita, esto no se lo he dicho a nadie, pero Leandro y yo tuvimos unarelacin Bueno, estuvimos juntos en Espaa.

    Raquel la mir an ms confundida que nunca. Adnde quera llegar Ro-co? De pronto empez a sentir una ansiedad que la tom desprevenida.

    Juntos? Leandro Ortega y t? pregunt enarcando las cejas.

  • 7/25/2019 Una Oportunidad Al Amor

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    Una oportunidad al amor

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    Roco le tom la mano y la apret con fuerza.

    Cuando estuve en Espaa, Leandro y yo mantuvimos un idilio. Me enamo-r de l profundamente. Pero cuando tena que regresar, le dije que no eraposible continuar con nuestra absurda relacin. Espaa estaba muy lejos y

    l no quera dejarla. Ah, Raquelita... qu poda yo hacer? Pap no iba adejar que me quedara en Espaa.

    Roco empez a llorar, mientras sujetaba la mano derecha de Raquel confuerza. Raquel trag con dicultad. Jams pens que Roco llegara a sor-prenderla tanto. Siempre esper cualquier cosa de ella, con su actitud tanfrvola, pero esto era demasiado. Ella hablaba de un amoro haca algunosaos, no recordaba con exactitud. Roco jams le haba conado cosas co -mo aquella. Claro que nunca haban sido muy buenas hermanas, despusde lo que Roco le haba hecho... pero de eso ya no quera acordarse. Eraposible que an mantuviera ese rencor contra ella?

    S, porque Roco y Andrs le haban roto el corazn. Porque su mundo sehaba venido abajo cuando Andrs se comprometiera con Roco en vez decon ella. Porque sus ilusiones se haban evaporado, as como cualquier otrovestigio de consideracin hacia su hermana despus de que los dos la trai-cionaran.

    Leandro me llam, pero yo no respond a sus llamadas. Y ahora... ahoral viene

    Roco se par de pronto y camin hacia el espejo.

    Y si viene por m? Leandro viene por m y yo... Me pedir una explica-

    cin? Raquelita... se volvi a mirarla con los ojos muy abiertos. Y si mepide que nos casemos?

    Perfecto, ahora adems de encontrarse comprometida con un hombre queno conoca, tambin lo comparta con su hermana. Aquello era para rerse.O no?

    No, aquello era para llorar. Si por lo menos pudiera hacerlo llorar comouna magdalena. Sera intil y lo saba. Pens que nada de lo que hiciera sufamilia podra sorprenderla ms.

    Me ests escuchando?

    Roco pareca ms angustiada que antes. Ni siquiera saba lo que Don Carlosy Don Lus haban hecho. Cmo reaccionara cuando lo supiera? La odiarao sentira alivio? Estara an enamorada de Leandro Ortega?

    Asinti.

  • 7/25/2019 Una Oportunidad Al Amor

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    L. A. Lugo

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    Ah! No puedo decirle esto a mam y mucho menos a pap. Todo estetiempo lo he callado. Hasta me haba olvidado de lo que sucedi... peroahora Leandro estar aqu y no s cmo ir a reaccionar.

    Roco, por favor. Esto sucedi hace tantos aos se levant y la mir ja -

    mente. Dime si an ests enamorada de ese hombre.No lo s, Raquelita Roco subi las manos en seal de frustracin.

    Entonces, qu tal si l ya te olvid y ha aceptado tranquilamente que lode ustedes es el pasado?

    T crees?

    Podra ser dijo, esperando as poder aplacar el nerviosismo de su herma-na y salir de all lo ms pronto posible.

    En ese momento ni ella misma tena las ideas claras y necesitaba pensar...Y descansar.

    No, no es as. Si no, a qu viene?

    Acaso no te explic pap que vendr a trabajar? Pap piensa abrir unaclnica en la nca...

    Esa es solo una excusa, Raquel Roco se volvi a sentar.

    Lo s, pens Raquel.

    Roco, lo nico que s es que te estas preocupando antes de tiempo. Porqu no descansas y maana cuando l llegue, hablas con l? Entonces sa-brs a qu vino.

    Tienes razn...Raquel camin hacia la puerta y sali sin decir ms. Ese da haba resultadoimpredecible. Estaba acostumbrada a su rutina montona y le gustaba por-que saba a qu atenerse. En cambio, haba tenido una conversacin signi-cativa con su hermano, con quien casi no intercambiaba palabras. Habadiscutido con su padre y hoy ms que nunca l la haba apualado. Luegosu hermana, con la noticia ms sorprendente de todas. Hubiera esperadocualquier cosa ese da, menos que ella se tendra que enfrentar al diablo,solo para salvar a una familia que nunca la haba acogido en sus brazos.Casarse con un desconocido era algo fuera de lo comn, algo descabella-

    do. Ciertamente no lo hara solo porque su padre hubiera hecho un malnegocio con la fortuna de la familia y porque Don Carlos Ortega hubieradecidido encontrarle una esposa a su hijo. No lo hara.

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    Acerca de la autora

    L. A. Lugo

    E-mail:[email protected]

    L. A. Lugo naci en la Repblica Dominicana, pero emigr a los EstadosUnidos cuando tena 13 aos. Ingres a la Fuerza Area de los Estados Uni-dos y ahora pertenece a la Guardia Nacional de Nueva York. Estudi Inge-niera Elctrica y Matemtica. Actualmente, trabaja en una empresa de gasy electricidad en el Departamento de Pronstico de Energa.

    mailto:[email protected]:[email protected]
  • 7/25/2019 Una Oportunidad Al Amor

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