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21° Encuentro Nacional sobre Desarrollo Regional en México. Mérida, Yucatán del 15 al 18 de noviembre de 2016.
AMECIDER – ITM.
UNA MIRADA SOCIAL DE LOS AGRONEGOCIOS.
LA FIBRA DEL NOPAL COMO ESTRATEGIA DE
INSERCIÓN Y PERMANENCIA.
Mtra. Xóchitl Mora Gómez1
Dra. Lorena Vargas Rodríguez2
Anayansin Jannet Estrada Berber3
RESUMEN
El presente ensayo es producto de una serie de cuestionamientos y reflexiones sobre el
quehacer y futuro profesional de los agronegociantes,4 a partir de la realidad actual por la que
atraviesa el campo mexicano (abandono, transformación, industrialización), los altos índices de
marginación y pobreza que aquejan a nuestro país, primordialmente en las zonas rurales, y la
falta de oportunidades, que mejoren la calidad de vida, de los jóvenes recién egresados y de las
familias rurales.
“La transformación permanente de las unidades de producción campesina -o no campesina-
para adaptarse a las situaciones cambiantes de la sociedad en la cual viven y su definición
como unidad de producción es un tema de suma complejidad” (C. de Grammont, 2009:24)
El alcance de los agronegocios con una mirada social es contribuir a esa transformación con
una sinergia generada por la combinación de actividades complementarias y de la sustentabilidad
de los recursos, basada en la capacidad de los actores para coordinar sus esfuerzos
1 Maestra en Administración. Profesora e investigadora. Universidad de Guanajuato. Campus Celaya-Salvatierra.
División de Ciencias Sociales y Administrativas. Departamento de Estudios Sociales, [email protected] 2 Doctora en Ciencias. Profesora e investigadora. Universidad de Guanajuato. Campus Celaya-Salvatierra. División de
Ciencias de la Salud e Ingenierías, [email protected] 3 Alumna 6° semestre de la Licenciatura en Agronegocios. Universidad de Guanajuato. Campus Celaya-Salvatierra.
División de Ciencias Sociales y Administrativas. [email protected] 4 Término que utilizo para referirme a los profesionistas egresados de la Licenciatura en Agronegocios
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productivos (Linck, 2001:62). Se trata de generar estrategias de permanencia y mejoría de
las condiciones de la vida rural sin dejar de lado los saberes, quehaceres, experiencias y
costumbres del mundo campesino, así como sus procesos sociales más amplios. (Vizcarra,
2004:41-53)
En ese sentido, el presente trabajo centrará la atención en explicar la importancia que tiene la
perspectiva social en los agronegocios, como una alternativa de desarrollo regional ante la
precariedad del campo y el debilitamiento de las economías locales debido a una acelerada
industrialización del campo; y en el planteamiento, como estrategia de agroimpulso, del
aprovechamiento sustentable del nopal que propone rescatar una práctica y los saberes
ancestrales que permitan mejorar la calidad de vida de las comunidades rurales.
PALABRAS CLAVE: Agronegocios, Familia rural, Estrategias de inclusión
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“Las aguas del saber puedan escurrir
por paisajes diversos y fertilizar, en ese
desborde, inaprensible, los mundos plurales
del ser.”
Carlos Galano
INTRODUCCIÓN
Cuando los estudiosos del tema hablan del término agronegocio de inmediato se vincula con la
definición construida por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura) que a la letra dice:
“Los agronegocios engloban el conjunto de actividades empresariales que se llevan a cabo
desde la granja hasta la mesa. Abarcan el suministro de insumos ag rícolas, la producción y
transformación de los productos agrícolas y su distribución a los consumidores finales. Los
agronegocios son uno de los principales generadores de empleo e ingresos en todo el mundo.
Los agronegocios se caracterizan por trabajar con una materia prima muy perecedera, de
calidad variable y cuya disponibilidad no es constante. El sector está sujeto a controles
reglamentarios estrictos para velar por la salud del consumidor, la calidad de los productos y la
protección del medio ambiente. Los métodos tradicionales de producción y distribución
están siendo sustituidos por vínculos mejor coordinados entre los agronegocios, los
agricultores, los minoristas y otros elementos de las cadenas de suministro.” (FAO, 2015, las
negritas por el autor)
Sin embargo, no podemos dejar de lado que dicho término fue construido para justificar las
prácticas que desde el campo, en este caso el campo mexicano, el modelo neoliberal y las
políticas gubernamentales han implementado en un intento por globalizar-estandarizar- los
modos de producción (invernaderos, agricultura por contrato), los cultivos (monocultivos), los
insumos (semillas híbridas, transgénicas o modificadas) y, por precarizar el trabajo agrícola
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(mano de obra barata) inclusive, en muchas ocasiones, con prácticas de explotación en
condiciones sórdidas a mujeres, menores de edad o migrantes.
La realidad nos avasalla y nuestro campo cada día se transforma. Por un lado, la subsistencia
precaria de los productores rurales más desprotegidos tanto económica como socialmente -los
campesinos- originada por la quiebra de la economía campesina que ha generado un
empobrecimiento rural; una vulnerabilidad alimentaria sin acceso sustentable a la población de
una alimentación suficiente, nutritiva y saludable (González, Macías; 2007:47); a los grandes
flujos migratorios y al envejecimiento y feminización del campo. Y por el otro, el crecimiento
desmedido de la mancha urbana debido a la reorganización territorial originada por los
macroprocesos que ha traído como consecuencia un “desplazamiento de la frontera agrícola”
(Salles, 1989:136), industrializando las áreas que eran para las actividades campesinas.
La subordinación de una parte del campesinado mexicano a las élites agroempresariales,
nacionales o trasnacionales; o por aquellos cuantos pequeños productores que comparten junto
con la clase dominante las prebendas de los gobiernos locales para el acceso de los recursos
(concesiones de agua, financiamiento, asesoría técnica, mano de obra barata) ha permitido que
la idea del agronegocio y por ende, del quehacer del agronegociante, sea vista únicamente bajo
la mirada del mercado voraz , en la que su lógica sea la generación de ganancias a través de la
comercialización como política de abasto a la sociedad sin importar convertir al campo agrícola
mexicano en una zona de coyuntura: degradación de los suelos, contaminación y abatimiento
de los mantos freáticos, problemas de plagas y enfermedades, deterioro de ecosistemas y
afectaciones en la salud de los trabajadores y de las poblaciones por el uso intensivo de
agroquímicos (González y Macías, 2007:65); y la pérdida y/o desaprovechamiento del saber –
hacer del campesino.
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Es imperante reconfigurar las actuales prácticas agroempresariales que prevalecen en nuestro
campo, porque paradójicamente “(…) a pesar de la gran disponibilidad de recursos naturales,
en muchos rubros, las naciones, como es el caso de México, no son autosuficientes en la
producción de alimentos básicos.” (Quispe, 2010:124) y en algunos casos, por no decir muchos,
no son aprovechados de manera sustentable como una manera de mejorar sus condiciones de
vida. Y es justamente bajo esta reconfiguración donde el quehacer del agronegociante, con una
mirada social; empática y sensible, emprendedora e innovadora, consciente y responsable de
tal situación (de abandono y necesidad de cambio), puede estar presente y teniendo un impacto
favorable en pro de la visibilización de aquellos otros (campesinos, pequeños productores,
artesanos, microempresarios rurales) que les permita generar una mayor ganancia, pero
también la menor pérdida de saberes, de formas de organización (campesina comunitaria) y del
medio ambiente.
En ese sentido, el corpus del presente trabajo multidisciplinario comprende algunas reflexiones,
a manera de marco teórico, sobre algunos puntos de la política estatal que prevalecieron en el
siglo pasado (1940-1995), por considerarlos relevantes para fijar una postura sobre el futuro del
campo, a través de la unidad de producción rural –campesina y no campesina- y poder
entender la realidad actual; seguido de una reflexión sobre el enfoque social del agronegocio
como alternativa de desarrollo a partir del análisis de las estrategias de las familias campesinas
y por último, a manera de ejemplificar los alcances del agronegocio social se plantea una
propuesta para posterior investigación sobre el aprovechamiento sustentable del nopal, en
específico como fibra natural.
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¿Hacia dónde vamos? Reflexiones sobre la política pública del campo mexicano (1940-
1995)
¿Hacia dónde vamos?, cuando “el caso del campo mexicano no está al margen de la dinámica
depredadora y dependiente que imponen los centros de poder económico y político mundial”
(Tarrío, Ruíz y Steffen, 2010: 283) La apreciación es que pese a que el panorama se muestra
fatídico5, hay alternativas para superarlo. La muestra es “su enorme capacidad de resistencia,
probada ya a lo largo de muchos años” (Rubio, 2003:31)
Y en ese sentido, sin la intención de hacer un análisis futurista o adivinatorio sobre las
expectativas del mundo rural, y tomando en cuenta que, como lo refiere Valdés (2014) “la
importancia de la prospectiva a la hora de explorar los futuros del medio rural, radica en las
siguientes consideraciones: 1) aumenta el grado de conocimiento que tenemos sobre el
presente y sobre el pasado, previo requerido para abordar la definición de posibles futuros
rurales; 2) provee de referencias válidas acerca de cómo puede ser el futuro; 3) permite la
identificación de oportunidades y peligros potenciales, discriminando respectivamente
escenarios deseables y no deseables, y 4) es una ayuda inestimable en la definición, análisis y
valoración de políticas de desarrollo rural y acciones alternativas, a través de análisis de
impactos de cada una de ellas” (Valdés, 2014:165); plantearemos algunas reflexiones y un
breve análisis sobre la situación del campo mexicano al rescatar algunos puntos de la política
estatal (1940-1995) para explicar cómo la diferenciación social es parte de la “crisis” del campo
y poder abordar el futuro del campo en un mundo globalizado y lleno de desigualdades, en el
ascenso del modelo neoliberal.
5 De acuerdo con el Banco Mundial las cifras de pobreza son dramáticas y la pobreza en el sector rural en México ha
sido peor que en el urbano. Ver Informe de Evolución de la pobreza rural urbano1_92-08 CONEVAL
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Dicho así, determinamos el análisis de dos periodos considerados relevantes en la política
estatal mexicana. El primero, entre 1940 y 1983, donde pudimos apreciar que prevalecieron las
políticas de industrialización en una economía relativamente cerrada, con proteccionismos y
subsidios a diversas industrias, incluyendo ciertos cultivos básicos (maíz y frijol). En el segundo
periodo, de 1984 a 1995, se introducen en México las políticas económicas neoliberales que
suponen un mercado abierto al comercio internacional así como a la inversión extranjera y se
eliminan la mayor parte de los subsidios; permitiendo develar la diferenciación social que
prevalece entre los estratos altos de los productores directos, beneficiados con el mayor
número de programas sociales de apoyo al campo, y los campesinos6, estratos bajos, que
siguen dependiendo de la agricultura (Otero, 2004), y de algunos pocos programas de apoyo;
así como del cambio de rumbo derivado de la “crisis” por la caída del ingreso de los productores
y de la rentabilidad rural (Rubio, 2003).
Uno de los argumentos (Otero, 2004) es que el estudio de la constitución de la clase no debe
ser sólo a partir de la ubicación de los actores en las relaciones de producción (posición
estructural), sino además relacionarse con la dimensión de la cultura regional, la intervención
del Estado y los diferentes tipos de liderazgo. Este razonamiento da pie a lo que él llama teoría
de la formación política de las clases, una noción que le permite ubicar y trazar distintas
trayectorias de clase basadas en variadas demandas políticas y culturales. En la reconstrucción
de la crisis de la agricultura desde 1940 hasta la década de 1990 se observan los agudos
procesos de diferenciación social en el campo mexicano a partir de la revisión crítica de una
serie de investigaciones basadas en datos estadísticos. Al revisar la aplicación de las políticas
6 Donde el campesino es una construcción social, una categoría de análisis que nos permite observar e identificar
características tales como el uso, manejo y respeto de la tierra (saber-hacer); participación en la sociedad, sea como unidad productiva (unidad doméstica campesina: la familia campesina) o como ente colectivo, cualquiera que sea su forma de organización (ejido, pequeño productor, jornalero, indígena, comunero) y maneras de participación en el mercado (empresa, circuitos cortos, con paquete tecnológico).
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neoliberales, Otero (2004) observa procesos de diferenciación7 cada vez más extremos; aunque
de manera paradójica en la agricultura campesina, las reformas están creando las bases para el
surgimiento de un campesino empresarial con recursos suficientes –capital y trabajo– para
enfrentar los retos de la modernidad neoliberal, en cambio, este mismo contexto provoca la
eliminación del campesino pobre y el surgimiento de un productor cada vez más marginal,
definido como “semiproletariado“, una persona con escasa tierra y poco productiva, sin capital
suficiente y buscando siempre complementar sus ingresos incorporándose a otras actividades
económicas.8
Rubio (2003) arguye sobre la crisis del campo y la presencia de inversión extranjera, que si bien
los años setentas (1970) constituyeron un ascenso de capital agropecuario en el país, con la
presencia de agroindustrias trasnacionales, en la década siguiente (1980) ambas industrias
decaen debido a la falta de rentabilidad de todos los cultivos y productos. La crisis se agudiza.
Los ochentas (1980) anuncian el fin del llamado Estado benefactor, y el comienzo del modelo
neoliberal, un nuevo paradigma en el que la economía sería regulada por el mercado, de
acuerdo con propuestas –impuestas- por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional,
con la anuencia y apoyo de las políticas impuestas en el país por un grupo de tecnócratas
(Tarrío, Ruíz y Steffen, 2010:287)
Sin embargo en los noventas (1990) inició, se supone, una etapa de recuperación, comandada
por la producción agroindustrial. No debemos olvidar que es la década del fortalecimiento del
7 Como puede apreciarse, en algunos autores, aún están los enfoques neomarxistas al abordar sus análisis desde el
enfoque de clases (diferenciación). Pensamos que aún es válido “si consideramos que el sistema capitalista se ha
transformado y se ha adaptado a las nuevas condiciones sociales, económicas, políticas y culturales, sigue siendo en esencia una lucha entre los desposeídos contra la élite que mantiene el poder”(Sámano, 2014:53) 8 Inclusive como trabajador de su propia tierra, al verse en la necesidad de rentarla a la élite agroempresarial.
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modelo neoliberal; es la década del sexenio salinista y con él llegaron una serie de ajustes,
acuerdos y reformas estructurales para el país, tales como la firma del TLC, la privatización de
empresas paraestatales y la desaparición de los subsidios al campo (desaparece CONASUPO).
Los indicadores muestran que la crisis se superó en los noventas pero, ¿por qué entonces los
productores rurales enfrentan una pérdida en sus productos y son sometidos a una situación de
exclusión (diferenciación social) y ruina?
Linck (2001) señala al respecto, que dicho panorama (el de los noventas) no generó la ruina de
la agricultura campesina que se pronosticaba, aun cuando dichas acciones contribuyeron a
agudizar la pobreza y la marginación de amplios sectores sociales, y en contra de lo esperado
el número de campesinos logró estabilizarse y con ello, que se abrieran espacios para que
cobraran fuerza respuestas sociales “a tal punto que se puede hablar del “renacimiento
campesino“, de la búsqueda de una valorización más extensa de los recursos asentada en la
implementación de estrategias de diversificación, en una disminución del uso de insumos de
origen industrial, de los nuevos giros de los procesos organizativos fincados en la búsqueda de
alternativas de mercado y de financiamiento“.
Sin duda que la globalización neoliberal trastocó los mundos rurales; “sin embargo, no siempre
en la forma esperada y de alguna manera anticipada por historiadores, como quien vaticinó la
eliminación del campesinado como el fenómeno social más sobresaliente del siglo XX, las
sociedades rurales a lo largo de la historia se han adaptado, resistido, integrado o han
participado en las transformaciones económicas y sociales más amplias” (Keilbach et al,
2012:21)
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Y es así, que el futuro del campo mexicano- campesino o no campesino- atraviesa una
coyuntura importante “no tanto por la desaparición de la actividad agropecuaria, (…), sino por el
impresionante crecimiento de los ingresos no agrícolas en los hogares rurales” (C. de
Grammont, 2009:15). Siendo éste el escenario en el que los agronegociantes deben poner en
práctica sus conocimientos, habilidades y actitudes en pro del fortalecimiento de las economías
locales.
Estrategias de las familias rurales, una mirada social de los agronegocios
Las acciones de las personas son clave para entender cómo de manera cotidiana se está
reconfigurando su mundo social.
Rubio (2003) refiere que las “estrategias de vida o de sobrevivencia, según las cuales los
productores rurales construyen su identidad social, en igualdad de circunstancias que otros
actores sociales como las empresas trasnacionales, (…) explican la permanencia de los
productores rurales en el campo, a pesar de la aguda exclusión que enfrentan“. Esto es, en
parte, lo que les permite insertarse a las dinámicas depredadoras y dependientes que imponen
los centros de poder económico y político mundial-globalización neoliberal-, e impulsar su
permanencia. .“El campesino genera vínculos de distinta naturaleza con el mercado” (Salles,
1984:129), sea porque se presentan como vendedores de productos o de fuerza de trabajo, o
porque ante la inevitable terciarización del campo (turismo y oferta de servicios tales como
música a través de las bandas de viento) las estrategias de los hogares campesinos o no
campesinos, de una u otra manera, se integran al mercado capitalista.
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Aun cuando los productores rurales impulsan formas de resistencia individual ante la exclusión
(migración, empleos informales, actividades complementarias), a la vez “la unidad campesina
constituye (…) un mecanismo de reproducción y generación de fuerza de trabajo barata, un
atractivo esencial para la inversión del capital extranjero“(Rubio, 2003:28). Por ende, no
podemos perder de vista la importancia y continuidad de la organización económica campesina
donde el grupo doméstico familiar juega ese papel de productor y reproductor y donde éste,
haciendo alusión a Eduardo Archetti, 1978 (en Salles, 1984:135) “(…) solo cobra sentido al
tomar en cuenta los vínculos que existen entre su particular modo de operar y el sistema
dominante”.
La tierra, (Salles, 1984; Tarrío, Concheiro y Diego, 2003) patrimonio fundamental de la familia
campesina, es el medio de producción y del territorio que sustenta la reproducción social como
país, de su cultura e identidad, de la organización social, política y económica; funge como
medio de reproducción del grupo doméstico y como medio de producción y reproducción
biológica; y también como muestra de nuestra biodiversidad y diversidad cultural. Bajo tales
consideraciones, los campesinos son empujados a redefinir las condiciones que les permitan
asegurar su supervivencia a través de intensificar el trabajo familiar, diversificar labores, enviar
al exterior fuerza de trabajo y especializarse en determinadas actividades, en donde por
ejemplo, el aprovechamiento sustentable del nopal puede resultar una alternativa o
complemento del ingreso campesino familiar. Inclusive, me atrevo a decir hasta ahora, que la
realización (en un inicio) de estas “otras labores se crean, de forma natural, por los ciclos
agrícolas que condicionan los montos de trabajo requeridos en la agricultura y, socialmente, por
la escasez de recursos, medios de producción y tecnología, que permitan una mayor
continuidad del trabajo agrícola” (Salles, 1984: 141)
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Salles (1984:132) al citar a Jerzy Tepicht “los campesinos han sobrevivido en diferentes
formaciones sociales, y su poder de adaptabilidad a ellas los ha hecho interiorizar,
recodificándolas en sus propios términos, las leyes económicas de los sistemas dominantes”.
Pone en “evidencia la existencia de diferentes contextos de integración al mercado (…),” y
como “(…) los campesinos responden con el desarrollo de otras actividades (…). Donde “estas
estrategias implican una iniciativa campesina para garantizar su supervivencia, (…) siempre que
existan condiciones locales para la organización y la asociación solidaria de familias y grupos
campesinos” (Salles, 1984:136,139, cursivas son autoría propia)
En las dos últimas décadas del siglo pasado (C. de Grammont, 2009) “se transitó de una
sociedad agraria, en la cual predominaba el sector agropecuario, a una sociedad rural en donde
este sector no sólo coexiste con otras actividades económicas, sino que es la actividad menos
importante tanto en términos de la población económicamente activa involucrada, como del
número de los hogares y del ingreso obtenido”
Marielle Martínez (1980) (en Salles1984:151) refuerza estas ideas al citar que “lo que empuja a
las familias a diversificar e intensificar su trabajo es su incapacidad para asegurar su
reproducción global merced a la sola actividad agrícola; pero una vez reconocida esta tendencia
general, se descubre que lo que determina de manera directa a qué actividad o actividade s
particulares se consagrará el grupo doméstico es la magnitud y la composición de su fuerza de
trabajo”. Sin embargo, la misma autora afirma que el desempeño de esas otras actividades
determina nuevas formas de vida y de nuevos tipos de inserción social, que al ser expulsados
del campo, se despojan de su condición de campesinos.
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Ante esta afirmación, cabe resaltar que la propuesta que se plantea de los alcances de los
agronegociantes con una mirada social es precisamente contribuir a que no se llegue a la
llamada “desagrarización”9, sino lograr una sinergia generada por la combinación de actividades
complementarias en torno a las faenas del campo; y del aprovechamiento de los recursos
basada en la capacidad de los actores para coordinar sus esfuerzos produ ctivos (Linck,
2001:62). Se trata de generar estrategias de permanencia y mejoría de las condiciones de la
vida rural sin dejar de lado los saberes, quehaceres, experiencias y costumbres del mundo
campesino, así como sus procesos sociales más amplios dentro de los cuales se van definiendo
sus identidades de clase, etnia, género y generación y que ante los puntos de vista
generalmente aceptados sobre las estrategias de reproducción social tienden a universalizarse
en los procesos de integración al sistema mundial (Vizcarra, 2004:41:53). Considero que el
mayor reto es, que tanto académicos como agronegociantes, ampliemos nuestra comprensión
sobre las capacidades de organización, resistencia, iniciativa económica, invención e
innovación social dentro del contexto de la vida cotidiana de las propias comunidades o
sociedades rurales, derivadas éstas de una importante variedad de actividades y de creatividad
invisible que forman parte de sus estrategias de permanencia y reproducción. Donde la
creatividad, el saber-hacer, la experiencia, las habilidades y todo lo que se pueda aunar, se
convierte en capital.
Ante tal situación del campo y del papel de los agronegocios, impuestos por el poder
hegemónico trasnacional, ¿será posible pensar en otra forma de gestión y desarrollo de los
agronegocios que se vincule con la noción de desarrollo rural, en donde la equidad y la justicia
social sean los elementos vinculados a las prácticas agroempresariales?
9 Término referido a “la disminución progresiva de la contribución de las actividades agrícolas a la generación de ingreso
en el medio rural” (Escalante et al. 2008:89; Bryceson 1996:99, citado en C. de Grammont 2009:15)
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¿Se puede pensar en los agronegociantes como agentes de cambio que impulsen
conjuntamente con los sociedades rurales -campesinas o parcialmente campesinas (porque
realizan otras actividades complementarias)- un esquema de colaboración hacia la economía
social y solidaria, como estrategia de permanencia y supervivencia?
¿Será posible que se conviertan en un agroimpulso?
Es imprescindible que ante tales desafíos, necesidades y alternativas estratégicas que
enfrentan el sector rural, “debe abordarse desde un desarrollo rural incluyente, sustentable, con
crecimiento económico y justicia social. Dicho desarrollo debe tomar en cuenta, entre otros
factores, la mejoría de la calidad de vida, disminución de la pobreza, recuperación de los
recursos naturales en el campo y en las ciudades, rentabilidad en la producción, (…)” (Tarrío,
Concheiro y Diego, 2003: 57)
Donde la explotación de la tierra, el abuso excesivo y agresivo de recursos naturales, la
tecnificación que modifica y altera los ecosistemas, las prácticas que dejan de lado el saber -
hacer locales son factores invaluables que deben ser considerados por los agronegocios pero
vistos desde una mirada social, esto es que permita su conservación y reproducción y, donde
éstos sean capaces de hacer negocio desde esa mirada social, en una lógica distinta y sin dejar
de lado o fuera al monstruo voraz llamado neoliberalismo (puesto que es casi imposible, según
el pasado y el presente narrado), entendiendo que sin dejar de estar inmerso en el (libre)
mercado se está pero en el otro mercado, en el que subsiste la equidad, la justicia y la
solidaridad como ejes del desarrollo rural.
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Donde desde la perspectiva de la economía moral, “que permite estudiar los mecanismos de
resistencia bajo una lógica en la ética de subsistencia de las comunidades campesinas, dentro de
una dimensión moral“ (Scott, 1976 en Vizcarra, 2004:61) sea la estrategia y desde donde se
puedan crear redes (regionales y nacionales) para intercambio de bienes y saberes; se pueda
crear un capital social que fortalezca la organización económica de los involucrados y se
puedan generar alternativas de empleo que contribuyan al equilibrio de la migración (nacional e
internacional). Todo ello con el afán de “(…) buscar una armonía e interrelación macrosocial,
sectorial y espacial, entre el desarrollo agro, económico no agro y el social, en el sector rural”
(Tarrío, Concheiro y Diego, 2003:65) y dar la batalla a la economía capitalista.
En buena medida es entender que puede surgir una organización productiva desde abajo.
En ese orden de ideas, es invaluable identificar necesidades concretas de individuos
específicos y de reconocer la diversidad de nuestras sociedades, puesto que son esas
comunidades heterogéneas, a veces dispersas, las que son necesarias unir mediante el
establecimiento de valores acompañados de mecanismos creíbles de cumplimiento (Grynspan,
2008). Las sociedades (rurales y urbanas) están en constante transformación -biotecnología en
las tierras agrícolas, migraciones, políticas económicas centradas en el mercado y el capital
(neoliberalismo económico), crecimiento demográfico, globalización y desigualdad económica y
social- y nos obliga a que “solo entendiendo las transformaciones por las que atraviesa el
planeta, podremos ser capaces de considerar cual es la mejor forma de prepararnos para ellas”
(Kennedy, 1993 en Cobos, Hurtado y Rosas, 2013:186)
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La propuesta: fibra del nopal
Imagen 1. Parcela de nopal para invernadero de granna cochinilla
Fuente: archivo personal
Imagen 2. Penca madura de desecho
Fuente: archivo personal
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Imagen 1. Mujer extrayendo la fibra
Fuente: archivo personal
En esta propuesta, se presenta un producto natural con potencial de uso versátil en la industria;
además, que por tratarse del aprovechamiento de una planta enteramente mexicana, como es
el nopal, permite reforzar la identidad nacional. En México, el nopal es cultivado ampliamente
con propósitos comerciales principalmente para la tuna, el forraje o nopalito verdura. Otros
esfuerzos de uso de nopal en nuestro país, están surgiendo para criadero de la granna
cochinilla en grandes naves de invernaderos y posterior obtención del colorante carmín. La
poda de los cultivares desecha grandes cantidades de nopal que no siempre tienen ganancia
económica.
Esta situación, es la que motiva la propuesta: obtener la fibra dura de cladodios de nopal de
desecho.
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Es pertinente destacar que la fibra dura de nopal no se ha investigado, ni reportado en
aplicaciones con valor económico significante, a saber escaza producción de artesanías y
posiblemente composta (abono orgánico para suelos).
El trabajo busca, en desarrollo futurista, aplicaciones como los llamados materiales compósitos,
teniendo a la fibra de nopal como material de refuerzo (Fuentes et al, 2011). Otras más, están
sujetas a los resultados de las pruebas mecánicas, térmicas, eléctricas y otras físicas que
orienten dichas aplicaciones. Sin duda, es posible la fabricación de diferentes tipos de papel,
como el moneda, el que recubre al filtro o mismo cigarro, papel filtro de uso de laboratorio,
papel para uso culinario como bolsas de té, en filtros de cafeteras, etc.
De manera que la sinergia permita aspirar a mayores capitales en constante movimiento con
creación de empleos, y todas las implicaciones que esto genera.
RESULTADOS
En la Figura 2 se presenta la imagen de las fibras de dos especies de nopal, la Opuntia
spinulifera y la Opuntia ficus indica, obtenidas por una metodología no descrita en este trabajo,
debido a que aún está en avance para su optimización. Sin embargo, se destaca la calidad de
las fibras respecto a limpieza, color, sin fracturas (prácticamente completa toda la estructura de
la penca de nopal adulta). La geometría de las estructuras fibrilares de ambas especies de
nopal difiere. Es de llamar la atención, que aparecen geometrías periódicas en forma de rombos
para la especie Opuntia spinulifera, además de mayor diámetro en promedio en las fibras
respecto a la Opuntia ficus indica.
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Imagen 2. Fibras duras de nopal Opuntia spinulifera y Opuntia ficus indica
Fuente: archivo personal
Para compartir….
Esta iniciativa, surge como una motivación en el aprovechamiento sustentable de productos
naturales desde su cultivo hasta su transformación y comercialización; esto comprende
desarrollo de productos innovadores y amigables con el ambiente. El trabajo requiere la
colaboración de grupos multidisciplinarios para su óptimo desarrollo.
Es de suma importancia, el comprender y analizar la idiosincrasia de los diferentes sectores
involucrados en este desarrollo de propuesta, desde el producto, la transformación y la
comercialización. Razón por la cual, este grupo multidisciplinario parte del conocimiento
tradicional para sus invenciones.
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CONCLUSIONES
Hablar de sustentabilidad implica retos, compromisos y vencer obstáculos; máxime, cuando se
evoca desde las universidades. Universidades que a través de sus formadores, catedráticos,
facilitadores, profesores, o cualquier otra analogía, forjan a los actores sociales que incidirán o
no, en la construcción de una sociedad sustentable, justa y equitativa. Es menester, que dentro
de las universidades se forje el camino hacia la construcción de una racionalidad ambiental que
supere la linealidad del desarrollo y transforme la realidad, hasta ahora, regida por una
racionalidad económica dominante. La racionalidad ambiental nos obliga como investigadores
sociales a replantear, construir, de-construir y transformar a través de hilvanar el saber y actuar
en congruencia y pertinencia; a romper con nuestras barreras mentales en el ánimo de
transformar nuestro mundo, en un mundo mejor: un mundo sin pobreza, sin marginación, sin
discriminación, sin desnutrición, con educación y con un saber sin condición.
Ello implica un nuevo pensamiento y una nueva ética: forjarse nuevas técnicas, generar nuevos
procesos productivos, potencializar la creatividad cultural, la innovación y el emprendedurismo
empresarial y social, amalgamar nuevas identidades, dialogar con seres y saberes que bordan
un nuevo tejido social que sustenta la vida. (Leff, 2008:159). Significa que, como investigadores,
pongamos la mirada (visibilizar) en aquellos otros10 que aún están invisibilizados pero
intentando mejorar su calidad de vida y la de su entorno.
Es menester señalar que el debilitamiento en las economías locales como resultante del
crecimiento urbano es un referente que albergan recursos de extraordinaria importancia. Si bien
es cierto que puede presentarse un alto despoblamiento rural debido a la creciente urbanización
del campo, debido a la edificación de naves industriales en donde se albergaban tierras fértiles,
10
V.gr., pequeños productores, campesinos, artesanos o microempresarios
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también es cierto que el repoblamiento de dichas áreas es posible. Refiriéndonos a que por un
lado, la mancha urbana crece y extiende, cual pulpo sus tentáculos hacia la zona rural, pero por
el otro, ésta se defiende y trasciende hacia otras formas y otras lógicas de permanencia y
sostenimiento ante la baja rentabilidad del campo y los altos índices de pobreza.
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