una de hip hop - revistalacentral.com.ar · y firmado por el poeta, periodista y compañero de la...

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l eco del disparo calibre 38 deja una estela sonora que tarda en desapare- cer. Pero antes, se filtra por todos los rin- cones de la cuadra, de los callejones ale- daños y huye por las avenidas paralelas. Los relojes se detienen durante unos se- gundos y una alarma silenciosa comienza a sonar en la atención de los vecinos. Alar- ma que indica que es hora de esconder- se antes de que llegue la policía. O que entre en escena alguien buscando ven- ganza. Sobre el asfalto, un cuerpo comienza a desangrarse. Es el cuerpo de un pimp 1 compartiendo el espacio con autos viejos, algunos quemados, tachos de acero, ba- sura desparramada, jeringas, esquirlas de balas viejas y cáscaras de banana. Desde los edificios abandonados y los frigoríficos clausurados, los chicos, que minutos an- tes bailaban en las esquinas, observan el paisaje. Una tensa calma, como en los mi- nutos previos a una tormenta, colorea de una textura espesa el suburbio neoyorqui- no del Bronx, una tarde de verano a me- diados de los años 70. Aquí, al sur de la opulenta Manhattan, confluyen negros y latinos, italianos y ja- maiquinos. Un gran combo para el que el Imperio no tiene grandes planes. Descla- sados, desempleados, descolgados, des- alentados, desdentados, desesperados. Este es el cuadro donde tiempo atrás na- cieron tipos como Stanley Kubrick, Calvin Klein, Al Pacino, Willie Colón, el escritor Don DeLillo. Calles repletas de botellas ro- tas, papeles perdidos, zapatos sin dueños y un olor áspero donde alguna vez se levantaron las paredes entre las que vivieron Edgar Allan Poe, Mark Twain, Theodore Roosevelt y Arturo Toscanini. El panorama no cambiará mucho, pocos años después, si nos dejamos llevar por la letra que inaugura el hip hop comprometido y de denuncia: The Message es el tema que firmó Grandmaster Flash & The Furious Five en 1982. ¿Hip hop? A principios de los años 70, un tal DJ Hollywood, inventa el término “hip hop”. Sin embargo, algunos dicen que es su amigo, Lovebug Starski, quien propuso la expresión. La cuestión es que el hip hop se adueña de las calles y las alcantarillas del Bronx, y desparrama con la fuerza de una ola brava su manantial de arenga po- lítica, rítmica excitante y hedonismo icono- clasta. Además, el hip hop lleva en su san- gre una decidida actitud de irreverencia y rechazo, de compromiso y denuncia de to- 8 El texto que sigue es una introducción al libro Más que calle, editado por Longseller, y firmado por el poeta, periodista y compañero de la redacción Gustavo Álvarez Núñez. La historia seminal del hip hop en el fraseo del Bronx. UNA DE HIP HOP 1 Cafisho, proxeneta. Gustavo Álvarez Núñez, el autor

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l eco del disparo calibre 38 deja unaestela sonora que tarda en desapare-

cer. Pero antes, se filtra por todos los rin-cones de la cuadra, de los callejones ale-daños y huye por las avenidas paralelas.Los relojes se detienen durante unos se-gundos y una alarma silenciosa comienzaa sonar en la atención de los vecinos. Alar-ma que indica que es hora de esconder-se antes de que llegue la policía. O queentre en escena alguien buscando ven-ganza.Sobre el asfalto, un cuerpo comienza adesangrarse. Es el cuerpo de un pimp1

compartiendo el espacio con autos viejos,algunos quemados, tachos de acero, ba-sura desparramada, jeringas, esquirlas debalas viejas y cáscaras de banana. Desdelos edificios abandonados y los frigoríficosclausurados, los chicos, que minutos an-tes bailaban en las esquinas, observan elpaisaje. Una tensa calma, como en los mi-nutos previos a una tormenta, colorea deuna textura espesa el suburbio neoyorqui-no del Bronx, una tarde de verano a me-diados de los años 70. Aquí, al sur de la opulenta Manhattan,confluyen negros y latinos, italianos y ja-maiquinos. Un gran combo para el que elImperio no tiene grandes planes. Descla-sados, desempleados, descolgados, des-alentados, desdentados, desesperados.Este es el cuadro donde tiempo atrás na-cieron tipos como Stanley Kubrick, CalvinKlein, Al Pacino, Willie Colón, el escritorDon DeLillo. Calles repletas de botellas ro-tas, papeles perdidos, zapatos sin dueñosy un olor áspero donde alguna vez selevantaron las paredes entre las quevivieron Edgar Allan Poe, Mark Twain,

Theodore Roosevelt y Arturo Toscanini. Elpanorama no cambiará mucho, pocos añosdespués, si nos dejamos llevar por la letraque inaugura el hip hop comprometido yde denuncia: The Message es el tema quefirmó Grandmaster Flash & The FuriousFive en 1982.¿Hip hop? A principios de los años 70, untal DJ Hollywood, inventa el término “hiphop”. Sin embargo, algunos dicen que essu amigo, Lovebug Starski, quien propusola expresión. La cuestión es que el hip hopse adueña de las calles y las alcantarillasdel Bronx, y desparrama con la fuerza deuna ola brava su manantial de arenga po-lítica, rítmica excitante y hedonismo icono-clasta. Además, el hip hop lleva en su san-gre una decidida actitud de irreverencia yrechazo, de compromiso y denuncia de to-

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El texto que sigue es una introducción al libro Más que calle, editado por Longseller,

y firmado por el poeta, periodista y compañero de la redacción Gustavo Álvarez Núñez.

La historia seminal del hip hop en el fraseo del Bronx.

UNA DE HIP HOP

1Cafisho, proxeneta.

Gustavo Álvarez Núñez, el autor

das las miserias que andan dando vueltas (eco-nómicas, sociales, políticas). Por eso en TheMessage se escucha rapear cosas como:

Vidrios rotos por todos lados / Gente mean-do en las escaleras / Vos sabés: no les im-

porta / No soporto el olor, no soporto el rui-do / No tengo plata para mudarme, creoque no tengo opción / Ratas adelante, cu-carachas atrás / Drogadictos en el callejóncon bates de baseball / Traté de escapar-me, pero no pude ir lejos / Porque el hom-

bre de la grúa se llevó mi auto.

Mientras tanto, alguien con un revólver cali-bre 38 aún caliente entra por un callejón, su-be la escalera de incendio de un edificio, queforma varias zetas, hasta llegar al techo. Des-de allí logra una perspectiva más segura y pa-norámica de la escena. Agazapado, puede vercuando unas señoras que salen de un con-dominio próximo rodean el cuerpo tendido,se arrodillan y, entre llantos, maldicen miran-do al cielo. Luego se acercan otros; esta vezson niños y hombres que balbucean algo envoz baja y salen corriendo en distintas direc-ciones. El barrio transpira una rabia ofuscada, obtu-sa, impotente. Para los más jóvenes, la edu-cación no alcanza cuando el espejo familiardevuelve una imagen de parias sociales y clan-destinos eternos. Está la violencia de las pan-dillas, están los edificios que se vienen aba-jo, está la pobreza, están las drogas. Está lapolicía, buscando siempre el paso errado. Lascaras miran mal porque no parecen permitir-se la risa. La ingenuidad es una estación quecasi todos los chicos pasan de largo. Aquí, en el Bronx, la palabra perdón no exis-te en los diccionarios. Los hombres y niñosamigos del nuevo cadáver inician un rastrilla-je violento para alcanzar al culpable. Alguienles entrega información, a cambio de circula-ción segura en el futuro: lo vimos subir poresas escaleras de ahí, debe estar escondidoen el techo. El rumor se transforma en estra-tegia y ejecutan una emboscada. Unos subenpor las mismas escaleras y otros por las delos edificios aledaños. Tienen pocos minutospara cazar la presa. El volumen de las sirenasempieza a hacerse cada vez más real. Se tra-ta de un juego donde hay un tiempo para ma-tar, en un contexto donde matar el tiempo esun quehacer natural. Aunque ellos no tienenuna noción precisa de lo que es el tiempo.Como tampoco entienden el concepto de per-der, cuando no tienen nada que defender ninada que aguardar.Los niños que ahora acompañan a los adul-tos en la cacería pasaron antes por unaprueba que les permite tener el derechode pertenecer. Niños menores a diez añosque seguramente han fumado su primer ci-garrillo a los siete, y que le dieron su primer“beso” a una botella de alcohol a la mismaedad. Justo al salir de la escuela, en medio de

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un parque cualquiera. Tal vez en el EchoPark, la Meca de las pandillas. Pandillascon nombres como Black Spades, Sava-ge Nomads, Savage Skulls, Chinagalings,Ghetto Brothers, Javelins y tantas otras. No cualquiera puede formar parte de es-tas bandas que intimidan al barrio, quetienen sus sucursales del terror urbano encualquiera de las plazas o parques. Barrasque se pertrechan con todo tipo de ele-mentos para hostigar a todo aquel que seinterponga en su camino: bombas molo-tov, bates de béisbol, cadenas, estiletes,etc. Para convertirse en componente deuna pandilla hay que atravesar una seriede ritos de iniciación que ponen en jue-go la vida. Como enfrentarse solito a lapandilla entera. Sí, solito. Otros ritualesimplican el robo de una anciana que ca-mina sola por elparque, cuandono tienen queviolar a una mu-

¿Hip hop? Aprincipios de los años

70, un tal DJHollywood, inventa el

término “hip hop”.Sin embargo, algunos

dicen que es suamigo, LovebugStarski, quien

propuso la expresión.

jer… Pertenecer tiene sus riesgos y salvaja-das. Muchos de esos potenciales miembrosde las gangs terminan apareciendo muertosen construcciones desocupadas, mientras lapolicía se desentiende creyendo -o haciendode esa supuesta creencia un artilugio de su-pervivencia- que se trata de un suicidio. Las gangs2 , las bandas callejeras, nacen enLos Ángeles en los años 40 como grupos dedefensa contra los spook hunters (cazadoresde espectros), gangs blancos que quemanlas casas de los negros que osan instalarse ensu zona. De hecho, mimetizan su imagen ysu territorialidad. Alrededor de 1968 nacenlos Crips, y un poco más tarde los Bloods, gru-pos que emulan a los Black Panthers (o Pan-teras Negras) pero que, progresivamente, pier-den su contenido sociopolítico para ceñirse a

TRIPLEDOBLEVéwww.myspace.com/ganposta

vida puede ser otra cosa que drogas y violen-cia. No será extraño, entonces, que haya jó-venes que hagan declaraciones como estamuchos años después: “Sin el hip hop yo se-ría otra persona. No sólo te abre una miradacrítica sobre las cosas, sino que te permitebuscarle los detalles a todo. En mi caso, el hiphop me sacó adelante: en vez de estar ahíafuera, robando o metido en drogas; estoyacá, escuchando música y tratando de sermejor, gracias al hip hop”.La del hip hop, entonces, es una historia alu-cinante, increíble. En donde muchos chicosque no tenían nada que perder, hicieron deese destino una fuente inagotable de músicay diversión, activismo político y estilo de vida.En lo que sigue describo sus móviles, sus re-sortes, sus héroes (ascensos y caídas), susbúsquedas por encontrar algo que trascien-da sus propias búsquedas, sus claudicacio-nes, esa pequeña gran historia que va delBronx a Eminem.

fras

eo d

el B

ronx

2 Relats Dani, “Miedo a un planeta negro: la vieja escuela del hip hop (1973-1989)” en Loops, Reservoir Dogs, 2002.

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una de las más básicas conductas de autoconservación: la defensa de un territorio.Paréntesis: si de historia se trata, en octubrede 1966, en Oakland (California), Huey New-ton y Bobby Seale forman el partido de losPanteras Negras. La idea es defender las mi-norías y luchar para instalar el socialismo re-volucionario en la sociedad norteamericana.Además, su actitud es rescatar la concienciade los negros: el Black Power (Poder Negro)toma cuerpo como filosofía de la resistenciaal poder de los blancos. Sus rebeliones y con-denas también reciben la represión más des-piadada. Para 1973, la mayoría de los dirigen-tes de los Panteras Negras están muertos ohan escapado del país.Pero volviendo al Bronx, ahora, en la calle,una ambulancia se detiene junto al cuerpotendido del pimp, rodeado por las señorasque lloran (alguna lo hace secretamente porél). Mientras, en el techo, uno de los gruposencontró al asesino, que desempuña su cali-

bre 38 y lanza amenazas. Se van sumandootros hombres y niños, que vienen desde to-das las direcciones. Es uno contra muchos. Yno hay salida. No hay tiempo. Sólo el hedora la muerte que se aproxima.

No me empujes, estoy cerca del borde / Es-toy tratando de no perder la cabeza / A ve-

ces es como en la selva / Me pregunto:¿Cómo evitaré hundirme?

La pregunta que se hace Grandmaster Flash& The Furious Five en 1982 encuentra una res-puesta en contra lo que le pasa a cada unoante esa selva. El hip hop crece como salva-ción. El hip hop se instala como el puente en-tre la vida sin esperanza alguna y un caminoa la gloria. El showbiz, el sistema en definiti-va, convierte al hip hop en una escalera a lafama, pero también, sin habérselo propues-to, en una fábrica de reinserción social: les daarmas nuevas a chicos que no saben que la

El showbiz, el sistema endefinitiva, convierte al

hip hop en una escaleraa la fama, pero también,sin habérselo propuesto,

en una fábrica de reinserción social.