una bella casucha

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El comedor de invitados es casi tan grande como el State Dining Room de la Casa Blanca: cien cubiertos sobrados.En el garaje caben sus veinte coches de época. La piscina, de mármol de Carrara y en forma de «L», tiene hilo musical subacuático.Por todas partes se ven televisiones: treinta y dos monitores formando una deslumbrante pared electrónica.Un sistema «inteligente» de cien microcomputadores vela por el mínimo detalle.La casa de huéspedes vale 200 millones; la del guarda, más modesta, cien millones (la del perro, mínimo, como la de los Boyer).La obra faraónica, aunque desde fuera no se aprecie, ha costado la friolera de 5.000 millones de pesetas y ha tardado seis años en terminarse (tres veces más que el rascacielos más alto de Seattle, el Seafirst Center, 76 pisos).Con ustedes, la nueva «cibermansión» en el lago Washington, a punto de estrenarse. ¿Acaso dijo que no le iban las ostentaciones?

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El pin electrónico

Aunque a Melinda no le gusta mucho la idea, él se ha emperrado en implantar el uso del «pin» electrónico hasta en el último rincón. Prendido en la solapa, el «pin» sirve lo mismo para abrir la puerta sin necesidad de llave, o encender la luz sin pulsar el interruptor, o caldear tu habitación a la temperatura ideal. «He querido incorporar las últimas innovaciones, pero de un modo suave, poco intimidatorio», se defiende. «La tecnología ha de estar a nuestro servicio; no podemos hacernos esclavos de ella, de eso estoy convencido». «Dentro de unos años, la mayoría de las casas americanas funcionará más o menos como la mía», vaticina. «Y al cabo de un tiempo, nos resultará extraño pensar cómo podíamos vivir sin estos inventos, como hoy ocurre con el lavavajillas o con la televisión».

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El entretenimiento, por cierto, juega un papel vital: televisiones de alta definición, consolas que convierten automáticamente la «caja tonta» en la «caja lista» (o sea, el ordenador). «Las posibilidades de ocio en el hogar serán inmensas», explicaba ya en su particular libro de las profecías (The Road Ahead). «Lo cual no nos hará necesariamente ostracistas». La cultura con mayúsculas también está presente. De las paredes cuelgan reproducciones electrónicas de los cuadros más valiosos del mundo. En la biblioteca reposa uno de los códices más preciados de Leonardo Da Vinci, adquirido en varios millones de dólares A falta de los últimos retoques, quienes han tenido el privilegio de ver la casa admiten que el resultado es deslumbrante... «Desde fuera no tiene desde luego la vista del "palacio" de Donald Trump», sostiene el arquitecto y crítico Mark Alan Hewitt. «Pero una vez dentro el efecto es cegador. Hay un algo intangible en la alta tecnología que infunde a la vez respeto y veneración».

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