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UNA ANTOLOGÍAHISPANOAMERICANA DE1890 ¿Quésehacenloslibrospanameños?¿Porqué ocultosrecodossehurtananuestraavidez?¿Cuál extrañodestinolesenvuelve,quelesprivadelonge- vidadylesborradelcatálogodelascosasasequibles? Porqueesevidentequeunacomofatalidadsecierne conímpetuexterminadorsobreloslibrosescritospor loshijosdeestatierra .Apenassihayobraque,pa- sadosdiezaños,escapealaspotenciasdeeseadverso destino .Yestannotoriaesaverdad,quebienpu- diéramosagregaralanomenclaturadelostérminos bibliográficos,juntoalaobservación ediciónagota- da, estaotra : y desaparecida. Deahíelquelacon- servacióndelibrosyfolletospanameñosdelsiglopa- sadopuedaconsiderarsecosademilagro .Circunstan- ciaquenospermiteimaginar,esperanzados-esel reversoconsolador-,laexistenciadeunabiblioteca panameñaquenosreservaparamañanalaemoción delosdescubrimientos . Unodeesosmilagrosdeconservaciónquedanpá- buloalaesperanzalodebemosalpacienteyfervo- rosoempeñodedonAlbertoCalvo,custodiodeun 125

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UNA ANTOLOGÍA HISPANOAMERICANADE 1890

¿Qué se hacen los libros panameños? ¿Por quéocultos recodos se hurtan a nuestra avidez? ¿Cuálextraño destino les envuelve, que les priva de longe-vidad y les borra del catálogo de las cosas asequibles?Porque es evidente que una como fatalidad se ciernecon ímpetu exterminador sobre los libros escritos porlos hijos de esta tierra . Apenas si hay obra que, pa-sados diez años, escape a las potencias de ese adversodestino. Y es tan notoria esa verdad, que bien pu-diéramos agregar a la nomenclatura de los términosbibliográficos, junto a la observación edición agota-da, esta otra : y desaparecida. De ahí el que la con-servación de libros y folletos panameños del siglo pa-sado pueda considerarse cosa de milagro . Circunstan-cia que nos permite imaginar, esperanzados -es elreverso consolador-, la existencia de una bibliotecapanameña que nos reserva para mañana la emociónde los descubrimientos .

Uno de esos milagros de conservación que dan pá-bulo a la esperanza lo debemos al paciente y fervo-roso empeño de don Alberto Calvo, custodio de un

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TEORÍA DE LA PATRIA

tesoro de papeles viejos cuyo valor apenas si podemosponderar. Se trata de dos tomos de Poesía castellana,florilegio de poetas hispanoamericanos ordenado pordon Aquilino Aguirre, impresor y dueño de una im-prenta establecida en esta ciudad el año de 1879,empresa que prolongó su actividad hasta adentrarseen la última década del siglo . El tomo primero, enoctavo menor, vio la luz en diciembre de 1889 (I ) .Consta de doscientas seis páginas, de las cuales lasseis iniciales incluyen una advertencia al lector y elíndice general, constituyendo el resto del volumen eltexto antológico propiamente dicho . Representa a cin-cuenta y ocho poetas y doce países, con un total desetenta y un poemas, entre ellos La hoja, de Arnauld,traducido por Tomás Martín Feuillet, que allí figuracomo colombiano. Y sugiere muchas cosas, en rela-ción con la poesía panameña, esa solitaria inclusión,sobre todo ese eludir al poeta original para ofrecernosnada más que al traductor .

El tomo segundo, de igual formato que el primero,se publicó en diciembre de 1890 ( 2 ) . Consta de cien-to veintiséis páginas, distribuidas en forma similar alas del volumen anterior . Incluye treinta y un poemas

(') Poesía castellana. Poetas Americanos. Tomo 1. Panamá,Imprenta y Encuadernación de Aquilino Aguirre . Carrera de Cal-das, Calle 2', Casa N° 10 y 12 . 1889. VII 200 páginas .

( 2 ) Poesía castellana . Poetas Americanos . Colección Aguirre .Tomo II. Panamá, Imprenta y Encuadernación de Aquilino Agui-rre. Carrera de Caldas, Calle 2', Casa N° 10 y 12 . 1890. VII120 páginas.

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ANTOLOGÍA HISPANOAMERICANA DE 1890 127

-seis traducciones, de las cuales "cinco de los prín-cipes de la poesía del Lacio -, veintiséis poetas y nue-ve países. En la advertencia habla el compilador deun posible tercer volumen, que al parecer no se llegóa realizar.

La "Colección Aguirre" viene a ser, pues, hastadonde llegan mis informes, la primera antología de sugénero concebida y publicada en Panamá . Hecho quede suyo le concede beligerancia, a más de resultar ha-lagador. Porque las antologías son flor de cultura,presuponen cierta madurez cultural. No puede haberantologista sin abundante información, sin una capa-cidad rectora, sin un criterio de selección y ordenación .Y en don Aquilino Aguirre encontramos los paname-ños la persona que ya entonces satisfacía aquellas exi-gencias. Su selección es casi siempre acertada, y cubreprácticamente lo mejor de la poesía hispanoamerica-na del siglo pasado. Bello y Olmedo, Caro y Here-dia, Acuña y Pérez Bonalde, Gonzalves Díaz y Ole-gario Andrade, etc., son los nombres de los poetasque la integran . Y aparecen allí por expreso designiodel autor de la obra, quien concibe su trabajo comoinstrumento de solaz y recreo, no como tratado críticoo de información. Así lo declara con toda honestidaden la advertencia del tomo primero. "No somos com-petentes -dice- para juzgar de la literatura en ge-neral, ni en particular de las diversas escuelas que den-tro de ella se forman y se disputan la primacía . Nues-tro gusto personal, si nos es permitido explicarnos así,

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y el consejo de don Tomás de Iriarte que se lee alprincipio, han sido nuestra guía en la excogencia ; ypor el deseo de ofrecer variedad a nuestros lectores,no siempre hemos escogido lo mejor de cada autor ."Los versos de Iriarte a que se alude en el párrafo queacabo de transcribir pertenecen a la Fábula XX, y di-cen así :

En obra de utilidadla falta de variedadno es lo que más perjudica;pero en obra destinadasólo al gusto y diversión,si no es varia la invencióntodo lo demás es nada.

Pero, todavía hay más : al lector vigilante de hoy,abrumado por la marca ascendente de índices y an-tologías poéticas, le costará trabajo imaginar cuánarduo fue, para el antologista de ayer, esa faena queahora se nos antoja mecánica y vulgar -especialmen-te como expresión de la poesía de un país-, aunquedesde el punto de vista continental sigue siendo em-presa de esfuerzo mayor. De ahí lo escaso de lasantologías poéticas hispanoamericanas del siglo XIX.Fueron necesarias dotes sobresalientes de entusiasmoy competencia para la tarea . No debe extrañarnos,pues, que antes del libro de Aguirre la historia denuestra crítica literaria sólo registre tres obras simi-lares. La primera -lo recuerda Ernesto Mora-

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les (), crítico y antologista argentino de hoy- es lafamosa y fundamental América poética de don JuanMaría Gutiérrez, que vio la luz en el año de 1847. Lasotras dos aparecieron en el año de 1875, debidas a lapluma de José Domingo Cortés . Se trata de una nuevaAmérica poética, que "sigue el plan de la anterior",aunque le es muy inferior y acusa falta de seriedad, yde Poetisas americanas, todavía menos digno de cré-dito que el volumen hermano que le precede .

Vistos los antecedentes, tiene importancia real laantología de Aguirre. Y si bien no puede considerár-sele obra de consulta, pues ya hemos dicho que omitetoda clase de noticias, como ideario estético conservasu valor, y representa, en cierto modo -el total delos poemas reunidos en los dos tomos suma cientodos-, un anticipo involuntario de esos famosos li-britos luego difundidos por todo el mundo bajo el ru-bro "las cien mejores poesías", y que en nuestra len-gua encontraron su molde clásico en la obra de donMarcelino Menéndez y Pelayo .

Por último, la colección Aguirre ofrece todavía unafaceta más de indiscutible interés . Porque se trata deun libro fronterizo. Un año antes de aparecer el to-mo primero, Rubén Darío publicaba en Chile Azul,pregón feliz de la aurora modernista . Y el mismo añoen que Aguirre nos dio el tomo segundo de su obra,se publico en Guatemala una nueva edición, aumen-

(a) ERNESTO MORALES : Antología de poetas americanos . San-tiago Rueda, editor . Buenos Aires, 1941 . Véanse páginas 14 y ss .

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tada, del libro de Darío (4), que se acompaña porprimera vez de la carta consagratoria de don Juan Va-lera. No obstante ello, Aguirre permanece inmune alcreciente prestigio de las nuevas maneras . Ignora aDarío, aunque recoge poemas de Salvador Díaz Mi-rón y de Gutiérrez Nájera, nombres que la crítica pos-terior cita al historiar la génesis y plasmación del mo-dernismo. Tiene, pues, la colección Aguirre, la sig-nificación de un hito, está en la encrucijada de dosrutas .

Yo creo que es motivo de legítimo orgullo el quepodamos ofrecer a la consideración de la crítica his-panoamericana este libro panameño de 1890 . Por-que es índice de un ambiente cultural no desprecia-ble, y testimonio de un alerta sentido americanista .Y creo también que es la hora de vindicar para lahistoria de nuestras letras el nombre de AquilinoAguirre. Si como impresor prestó positivos servicios ala cultura panameña, como antologista brindó a losamantes de la literatura poética una obra de sana ins-piración estética.

Panamá, diciembre de 1945 .

( 4 ) RUBIN DARÍO : Azul . Segunda edición aumentada . Prece-dida de un estudio sobre la obra por don Juan Valera, de la RealAcademia Española. Guatemala. Imprenta de "La Unión",MDCCCXC. 237 páginas .

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SOBRE LA HISTORIA DE NUESTRA

LITERATURA

Con motivo de la publicación de La literatura pa-nameña, breve recuento histórico (1946), voces ami-gas han sugerido la conveniencia de un trabajo másextenso, donde se haga verdad la historia del fenó-meno que aquel ensayo apenas insinúa. Respondoahora a la amable sugestión, para exponer las razo-nes que a mi entender dificultan la empresa, o porlo menos aconsejan una conducta cautelosa en esesentido .

Acaso el primer escollo con que tropieza quien se-riamente reflexione sobre el problema lo ofrezca ellamentable atraso en que se encuentra el estudio dela historia patria . En rigor, los panameños no hemosiniciado aún, con la competencia y la devoción queestas disciplinas requieren, el estudio orgánico y sis-temático del pasado del Istmo . Porque -es eviden-te- no tienen ese significado los trabajos realizadoshasta la fecha, por muy estimables que algunos deellos sean . Y esa condición insuficiente no debe sor-prendernos: es secuencia natural del ambiente en queese trabajo se realiza . Sin una biblioteca digna, sin

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archivos bien dotados y organizados para los fines dela investigación, la tarea de reconstruir nuestra vidahistórica queda librada por entero al esfuerzo indivi-dual, cuyas limitaciones son obvias .

Ahora bien : el conocimiento más o menos comple-to de la historia general de un país es requisito indis-pensable para el estudio de sus aspectos parciales, labase sobre que ha de apoyarse toda historia particu-lar, especialmente cuando se trata de expresiones que,como la literaria, son humo de otros caldos, compen-dio y síntesis de otras realidades. A ese respecto, yocurre lo mismo en todo el orden cultural, los pana-meños vamos a la zaga del continente, viviendo toda-vía en el estado de barbarie que antecede a todoesfuerzo civilizador de integración . Sin embargo, esadesventaja inicial, que presta cierto matiz heroico ala faena investigadora, no agota el repertorio de lasdificultades. Precisa agregar además las que emanande las exigencias mismas del tema, que tiene proble-mas y limitaciones propios .

Toda historia supone, claro está, la existencia pre-via del material historiable, material que en el casode la literatura lo constituyen los textos -poema,ensayo, novela, etc .- que han de ser objeto de ladiligencia ordenadora e interpretativa del historiador.Empero, esa irreemplazable colaboración de los textosliterarios, sin la cual no hay historia posible, se tornaen barrera difícil de franquear . Porque a la modestiacierta de nuestra producción intelectual, factor favo-

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HISTORIA DE NUESTRA LITERATURA

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rabie sólo en apariencia, se suma la dificultad casiinvencible de reunir la obra de los escritores que vi-vieron con anterioridad a la creación de la República .En cambio, es deber ineludible del historiador y delcrítico su conocimiento casi perfecto, porque cual-quier laguna puede ser origen de falsas visiones queafectan la validez del panorama total . Mi experien-cia en ese sentido es harto aleccionadora. Durantemucho tiempo, una pobre información me impidió elesbozo siquiera aproximado de la evolución literariadel siglo XIX. Según la basta y deforme visión a queestábamos acostumbrados, de la literatura políticaque se inicia con nuestra separación de España, luegode la aparición de la primera generación poética delIstmo -Pérez, Alemán, Feuillet, Colunje, Denis-,pasábamos, sin transición, a la literatura de fin de si-glo, un fin de siglo ambiguo e impreciso, donde losnombres de Jerónimo Ossa y Rodolfo Aguilera, Fede-rico Escobar y Simón Rivas, Rodolfo Caicedo y Pon-ce Aguilera se nos ofrecían mezclados con los de Da-río Herrera, Adolfo García, León A . Soto, etc., sinque a primera vista advirtiéramos su desavenencia,su radical discrepancia temperamental . Bastó, sinembargo, el conocimiento y consulta de "El Céfiro"(1866) y "El Crepúsculo" (1870), que la gentilezade don Samuel Lewis jr. puso en mis manos, y el des-cubrimiento reciente de "El Cosmos" (1896-97), pe-riódico literario de Andreve que nos presenta en sucompleto perfil la afirmación del modernismo en Pa-

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namá, al mismo tiempo que una generación literarianítidamente diferenciada ya desde 1896, para queun chorro de clara luz permitiera una nueva ordena-ción y sacara de la penumbra cosas insospechadas .Estos hechos, nada sorprendentes y sí característicosde la etapa actual de nuestra cultura, exigen una per-manente cautela siempre que se trate de formular jui-cios acerca de nuestro acontecer literario, y aconsejanun paciente esperar a que nuevas supervivencias delnaufragio de nuestro pretérito faciliten la reconstruc-ción de los datos esenciales de ese pasado, por fortunamás rico -ahora lo sabemos con certeza- de lo quehemos imaginado hasta hoy .

Pero no termina aquí el catálogo de las dificultadesa que debe hacer frente todo el que ensaye historiarnuestra literatura . Suponiéndolas vencidas, quedaríapor levantar el mapa que fije la evolución general denuestra expresión literaria -que incluye las peripeciasde nuestra evolución política- y establezca las varias ycomplejas relaciones de interdependencia, sin olvidar loque toda historia supone de previa selección, admi-tiendo que no es posible reseñarlo todo, porque unalógica cruel determina el sacrificio de nombres y obrasnada elocuentes en el terreno de lo perdurable . "No-ble deseo, pero grave error cuando se quiere hacerhistoria es el que pretende recordar a todos los héroes .En la historia literaria el error lleva a la confusión."Eso decía hace veinte años Pedro Henríquez Ureña .Y agregaba: "Con sacrificios y hasta injusticias su-

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mas es como se constituyen las constelaciones de clá-sicos en todas las literaturas () ."

¿Y cómo comportarse en el caso de los autores vi-vos? Por lo general, las historias suelen soslayar elasunto. Pero, ¿es ésa la conducta a seguir ahora yaquí? ¿Puede ser recomendable una total abstinencia?Por razones fáciles de explicar, la República permitióuna ampliación de horizontes que tuvo manifestacio-nes claras en la literatura . No creo exista período demayor riqueza general. Luego de 1903 adquierensignificación en el Istmo los géneros literarios . Gananla poesía y el cuento, se afirma y extiende la literaturadidáctica, aparece la novela, se esboza una crítica .Mas, preguntémonos: ¿cuántos y cuáles nombres, deentre los que corresponden a autores vivos, tienen ca-tegoría historiable?

Por último -este breve escrito sólo aspira a plan-tear algunos aspectos del problema-, un ensayo dehistoria literaria debe considerar lo que la crítica llevarealizado entre nosotros, circunstancia que brindatambién sus dificultades. Porque la crítica es el gé-nero que más resiente las condiciones generales decultura. Actividad responsable en grado sumo, la crí-tica literaria demanda requisitos imposibles de con-seguir en Panamá, donde la investigación erudita,fundamento objetivo para el análisis y la interpreta-ción, está por empezar . De ahí el que la crítica sea

(1 ) Seis ensayos en busca de nuestra expresión . Buenas Aires,1928. Págs. 40 y 41 .

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entre nosotros, como me observaba fino y agudo anó-nimo corresponsal, una de las modalidades de la li-teratura imaginativa -la gran novela panameña, de-cía él-, cuando no lamentable mercancía de propa-ganda, de diatriba o adulación . Semejante críticaresulta, desde el punto de vista del presunto historia-dor, un oneroso elemento perturbador . Obligado asu consulta, se ve condenado a un esfuerzo baldío .Pero son gajes del oficio que no le queda más reme-dio que aceptar.

¿Quiere decir todo lo dicho que una historia de laliteratura panameña presenta hoy dificultades insu-perables? A mi juicio, sí . Antes nos espera una la-boriosa gestión . Preparar los materiales para esahistoria posible es tarea digna y urgente, por más quesepamos que sus resultados han de ser parciales e in-terinos.

Panamá, julio de 1946.

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TRES ENSAYOSDE

INTERPRETACIÓN HISTÓRICA

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LA POLLERA

I

Por una razón de hecho que todos los hombres deesta tierra acatamos con inequívoca complacencia, lapollera ( 1 ) ha venido a ser el traje femenino nacio-nal. No hay panameña que resista al grado de ves-tirlo, y no hay panameño para quien la empolleradano sea la imagen ideal de la mujer del Istmo . Contodo, poco es lo que sabemos acerca de esta expresivacreación del alma nacional. Porque es preciso reco-nocer nuestra culpable ignorancia en este sentido . Noobstante, si las peripecias de su origen implican unenigma insinuante, en lo que respecta a su evolucióntal vez nos sea dable señalar algunos momentos desu itinerario .

Que la pollera se usaba ya en los días lejanos dela Colonia es cosa que nadie discute . Fiel testimoniode este aserto es el interesantísimo opúsculo Bosquejode la vida colonial de Panamá ( 2), de doña MatildeObarrio (Lady Mallet), donde se recoge el eco de

( 1 ) Para los panameños "la pollera" es concretamente el vis-toso traje de nuestras festividades y no la prenda común . Setrata aquí de una estilización de la pollera propiamente tal .

( 2 ) El original ingles fue editado en Nueva York, en 1915,

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una tradición familiar que podemos considerar au-téntica en su esencia . Sin embargo, aceptada su exis-tencia en el seno de la vida colonial, todo induce acreer, como luego se verá, que la aparición de la po-llera ocurre en las postrimerías de ese período de nues-tra historia . De todas maneras, ya en los días críticosdel Imperio español, próxima la independencia his-panoamericana, la pollera era traje con carta deciudadanía. En seguida tendremos ocasión de com-probarlo .

Cuando, el 2 de julio de 1814, don Pedro Juan deOlesarrage llegó al Istmo con la nueva de la restau-ración de Fernando VII, los habitantes de la ciudadde Panamá se aprestaron para días de júbilo . Enefecto, mediando el mes se iniciaron las celebraciones,que duraran toda una semana, en el recinto amura-llado de la ciudad, y se extendieron luego a los subur-bios de Santa Ana, donde las expresiones festivascobraron un carácter netamente popular . "El día dela gran solemnidad -escribe don Samuel Lewis-, elretrato del Rey, puesto en un carro exquisitamentedecorado, partió de la casa Consistoria con rumbo aSanta Ana, tirado por treinta mujeres del pueblo ata-viadas ricamente con polleras", etc. ( 3 ) . El señor

por la casa Sturgis & Walton Company, con el título Sketchesof Spanish Colonial Life in Panama . Aquí cito la versión caste-llana, publicada en el N9 6 del "Boletín de la Academia Pana-meña de la Historia", de enero-abril de 1934 .

(3 ) Ver "La última fiesta colonial", en el N 9 25 de la revista"Estudios", de julio y agosto de 1929.

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LA POLLERA

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Lewis nos hace saber que toma su información del"Diario de Madrid" de los días 12 y 13 de marzo de1815 . Y es significativo indicio de la singularidaddel traje nacional panameño el hecho de que allí sehaga expresa mención de él .

Sesenta años después, Armando Reclús, miembrode una comisión francesa que practicó varias explo-raciones en el Istmo, y autor de una curiosa memoriapertinente, nos ofrece otro interesante testimonio .Aludiendo a las festividades que con motivo del ani-versario de nuestra separación de España tuvieron lu-gar a los pocos días de su arribo, dice que "las mu-jeres de color llevan la pollera, falda ceñida a la cin-tura, con grandes volantes que las ahuecan" (4 ) . Ymás adelante, al reseñar su experiencia en las tierrasdel Darién, agrega: "Las mujeres llevan aún el an-tiguo traje de las criollas, o sea una ligera enagua dealgodón, blanca y ligera, adornada con uno o más vo-lantes, sobre los que hay estampadas algunas guirnal-das de colores chillones. Sobre los corpiños, de man-gas muy cortas, van tres guarniciones parecidas, perotan descotadas de una parte y otra, que generalmentellevan el pecho y las espaldas descubiertos. Sus cabe-llos, partidos por medio de una raya abierta sobre lacabeza, caen formando dos trenzas, cuando no sonmuy crespos o lanudos, y si son de esta clase, de modoque no pueden trenzarse, los dividen en diez mecho-

( 4 ) ARMANDO RECLÚS : Exploraciones a los Istmos de Panamáy de Darién en 1876, 1877 y 1878, Madrid, 1881, pág . 33 .

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142 TRES ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN HISTÓRICA

nes, y los arrollan formando cocas. Muchas de ellasostentan grandes peines de oro, zarcillos macizos fa-bricados en el Chocó y guarnecidos con perlas de in-significante valor, procedentes de las pesquerías dePanamá, y algunas flores naturales sobre el cabelloconstituyen el tocado favorito de aquellas mujeres .Frecuentemente gastan un sombrero de paja muy pa-recido al de los hombres, y el mayor número de ellasandan descalzas, reservando para los días de gala pe-queñas zapatillas de color verde o rosa ( s ) ." La des-cripción que antecede indica claramente que el trajeobjeto de la atención del marino francés es la pollera .

De los tiempos de Reclús a los días fin de siglo,las referencias sobran . Se trata aquí de una época enla que nos hallamos inmersos, siquiera sea a travésdel rumoroso fluir de la charla de nuestras abuelas .Y la experiencia del período que sigue bien puedesoslayarse, pues corresponde a nuestra directa y per-sonal experiencia .

Las breves noticias que me he permitido traer acuento, y que algunos estimarán improcedentes, es-tán destinadas a mostrar cómo, desde los albores dela pasada centuria, el carácter del traje que venimoscomentando fue bastante a llamar la atención depropios y extraños .

II

La pollera, lo hemos visto, existe y se usa desde los

(5) Obra citada, págs. 53 y 54 .

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LA POLLERA

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días postreros de la Colonia . Ahora bien : ¿de dóndey por cuáles recónditos caminos nos llega la pollera?¿En virtud de que razones gana beligerancia hastaconvertirse por último en emblema de la nacionalidad?

En su más amplia acepción, pollera es "vestido dela cintura abajo, y con muchos pliegues y vuelo" .Sabemos que se usó mucho en la España de los siglospasados, llevándose indistintamente como pieza inte-rior o externa. De ahí que el fundador de la Aca-demia Panameña de la Lengua haya podido decir :"La pollera americana es un vestido venido de An-dalucía con el nombre y todo ( 0 ) ." Pero lo que nosabemos con certeza es cómo y por que esa pieza deltraje peninsular, traída a la América como parte delcuotidiano vestir de la mujer del pueblo, se trueca enla pollera que todos conocemos, que no es la indumen-taria española, y sí una creación o recreación pana-meña. Porque tiene estilo propio el traje nuestro . Esparticularidad suya su indefectible color blanco, y sonnuestros también los motivos de su ornamentación,lo mismo que la significación de las prendas que leacompañan.

Por otra parte, la pollera fue en su origen, y du-rante mucho tiempo, un atavío popular, mejor aún,plebeyo. Antiguamente sólo lo usaron las esclavas, yestaba ligado a curiosos aspectos de la vida fami-

(°) Ver La pollera, en el N9 IV del "Boletín de la AcademiaPanameña de la Lengua". El trabajo está firmado por "Palabrero",seudónimo de fray PEDRO FABO.

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liar ( 7 ) .'Sirvió, además, según parece, a la rivalidad delas familias pudientes de nuestra sociedad colonial .Hablándonos de la confección de la pollera, y en parti-cular de los dibujos de punto de marca con que se sueleadornar, Lady Mallet nos cuenta : "Uno de los másbonitos de esta clase es el llamada Vallarino, y otros sedistinguen también por los nombres de distinguidasfamilias antiguas, lo que hace suponer que las damasespañolas competían unas con otras en inventar hermo-sos dibujos para los vestidos de sus sirvientas ( R ) ."

Todavía al iniciarse el último cuarto del siglo XIXera la pollera un traje de exclusivo uso popular, comolo demuestran las observaciones de Reclús antes cita-das ( 9 ) . Y en esa su condición de atavío popular

( 7 ) En su trabajo antes citado, pág . 42, LADY MALLET afir-ma: "Cuando una niñera termina su tarea de destetar debidamentesu niño, la madre le regala una cadena chata, como recompensapor sus servicios ." En esta original costumbre, lo mismo que enla circunstancia de ser la pollera una asimilación nativa del trajeespañol, se funda mi creencia a propósito de su tardío adveni-miento. Porque tanto una como otra cosa exigieron naturalmenteun lento proceso de gestación, y la vida familiar de la coloniapanameña no se normaliza, no arraiga definitivamente, sino yaen la decimoséptima centuria .

( 8 ) LADY MALLET, obra citada, pág . 42.( 9 ) Confirma la observación de Reclús un poeta panameño de

la época :Ves que no cede la acerami amigo Timoleón,a las hembras de pollerani a la noble Concepción?Pues . . . le falta educación!

Ver José MARÍA ALEMÁN: Crepúsculos de la tarde. Bogotá,1882, pág. 20.

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LA POLLERA

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está, a mi modo de ver, su potencialidad mejor, elsecreto de su triunfo ulterior. Porque ello dio mar-gen a la intervención del pueblo en su constante re-creación, lográndose así esa nota expresiva que iden-tifica la pollera con las esencias de la nacionalidad .Es fácil imaginar que una vez rotos los fundamentosde la sociedad colonial la elaboración de la pollera,que antes estuvo, cuando menos, sujeta a la revistadel ama, quedara por entero en manos de la mujerdel pueblo, que le dejó la impronta de su espontáneay personal emoción . Estoy tentado a afirmar que apartir de entonces la pollera se hace más alegre, sibien pierde en señorío y calidad . Se inicia allí unproceso de evolución -porque es evidente que la po-llera ha evolucionado-, al mismo tiempo que se ge-neraliza su uso, que se hace extensivo a todas las cla-ses sociales, adquiriendo en la aventura su indiscutidasignificación nacional . Pero, como decía hace poco,todo ello trae consigo un descenso en cuanto a sucalidad. Las finas telas con que se hicieron las po-lleras de nuestras antepasadas han dejado de usarsetiempo ha, y la paciente labor de costura de mano-delicia y orgullo de la mujer de ayer- ha sidosuplantada en parte por la confección mecánica .Otro tanto acontece con los motivos de su ornamen-tación. Tomados antes en su mayor parte de la na-turaleza, los que menosprecian la tradición preten-diendo ser de hoy desentonan con su aerodinámicamodernidad . La joyería de la pollera ha perdido,

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también, en autenticidad y riqueza . Y ya no se usanmuchas de las prendas que antaño se lucieron . Has-ta el sombrero Panamá, que tanto señorío agrega ala pollera, se lleva cada día menos, al punto de quesu uso constituye una rareza, una rareza de buengusto, dicho sea al pasar . "Convencionalismo de laépoca -arguye Nicolle Garay- y acaso razones eco-nómicas de peso han transformado de un modo visiblela primitiva indumentaria popular que, tal cual selleva al presente, causaría extrañeza a nuestras ta-tarabuelas, si del sepulcro pudieran levantarse parapresenciar nuestros modernos carnavales (t° ) ." Qui-zá se justifique el desencanto apenas velado en lafrase de Nicolle ; puede ser que ande falta de razón .Mas no se trata aquí de una invitación a revivir tiem-pos idos, de un suspirar por excelencias que fuerony que convendría recomenzar ; se trata sencillamentedel respeto del pasado, de un pasado capaz de legar-nos la pollera, logro feliz que conviene conservar ensu prístina integridad. Porque -aceptémoslo sin re-ticencias- la pollera no es un traje de nuestrosdías ( ) .

( 10 ) Citada por NARCISO GARAY en Tradiciones y cantares,pág . 149 .

(11) No se trata, en rigor, de un traje arcaico, en cuanto pue-da decirse que tuvo extendido uso en tiempos pasados. Nuestrapollera fue siempre indumentaria de fiesta, que debió iniciarsecomo una simple superación, al principio modesta, de la polleradiaria, para ir ganando gradualmente en riqueza, perfección e in-dividualidad . Pero su evolución estuvo condicionada por los usosy costumbres de una sociedad que no es la nuestra . Sólo en ese

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LA POLLERA

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III

Pero con todo y sus ligeras transformaciones -queacaso no sean tan de lamentar, pues que traducen as-pectos varios de nuestra sensibilidad y han coadyuva-do a su imposición final-, con todo y ser una delas más puras realizaciones de nuestro ayer, la pollerasigue siendo un traje de singular belleza, ornamentonatural del encanto y la gracia de nuestras mujeres ;sigue siendo uno de los más donosos testimonios dela nacionalidad. Hay en ello razón de sobra parajustificar su exaltación y su culto, y motivos que nosurgen a velar por su autenticidad, escudriñando suorigen y su historia para extraer de ellos el mensajede emoción nacionalista que encierra . Porque, aun-que no lo sepamos con entera certidumbre, la polleraes hontanar permanente de inspiración terrígena.Sirve de fondo obligado a todas las expansiones denuestro pueblo; vive en el cantar anónimo de los cam-pesinos de nuestro interior ; está presente en el recuer-

sentido puede decirse que es un traje de ayer. Porque chocancon el espíritu que de hecho le atribuimos ciertas tendenciasa transformarla en un sentido actual .

En artículo reciente, aparecido en "La Estrella de Panamá" de4 de marzo de 1945, doña MATILDE OBARRIO (LADY MALLET)vuelve sobre el tema, suministrando nuevas noticias de gran inte-

rés, precisamente relacionadas con el fenómeno desu indiscutibleevolución. Pero quedan todavía muchos puntos por resolver. ¿Enque medida nació la pollera en la ciudad de Panamá? ¿Cuántodebe al aporte interiorano? ¿Se trata de un proceso simultáneocon ligeras diferencias en sus resultados?

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do de todos los panameños del extranjero. Ha gana-do, asimismo, la devoción de nuestros artistas. DesdeGaray a Ivaldi alienta en la obra de nuestros pintores .Y ha dado calor entrañable a la vocación de nuestrospoetas. Hizo de Miro el cálido evocador de Lienzo an-tiguo ; dio vida a la vena popular de Gaspar OctavioHernández, en alguno de sus Cantares de Castilla delOro, y arranco a una de nuestras mujeres -AnaIsabel Illueca- estos versos sencillos pero admirables :

No me pidasque cambie mi vestuariopor gasas ni por sedas.Ninguna panameñacambiaríapor nada, su pollera .

Resolvámonos los hombres, en justa corresponden-cia, a imitar tan ejemplar conducta, negándole a laempollerada todo valor de cambio .

Enero de 1941 .

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ESQUEMA DE LA EVOLUCIÓNECONÓMICA Y POLÍTICA DEL ISTMO

1

Todos los problemas que hoy gravan y complicanla vida panameña tienen su origen en la peculiar cur-va histórica del Istmo. Antes del descubrimiento, elsuelo nuestro dió asiento a una nutrida población in-dígena, población que no llegó a estructurar una uni-dad cultural compacta y homogénea . Por el contrario,núcleos distintos de civilización confirman la ausen-cia de esa unidad, e invitan a pensar más bien en po-sibles influencias de culturas extranjeras contempo-ráneas .

El descubrimiento interrumpió el desenvolvimientonatural de los pueblos autóctonos del Istmo e introdujouna serie de nuevos factores que suministran la base denuestro desarrollo posterior . Junto con sus institucio-nes, el español trajo al esclavo negro . En cambio, exter-minó en su casi totalidad al aborigen . De ese modotuvimos una temprana y aguda crisis de población . Esaausencia de elemento humano, unida a nuestra admira-ble posición geográfica y a la dirección que tomó la

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explotación de las colonias hispanoamericanas, deter-minaron ya entonces lo que parece ser el tema capitalde nuestra historia: el hecho de que los intereses delsector destinado al tráfico de hombres y especies hayanoperado siempre en forma contraria a los del sectorcampesino, posponiendo indefinidamente el desarro-llo de nuestro interior . Siendo el nuestro un país de

posibilidades agrícolas, y dueño al mismo tiempo decondiciones óptimas para el comercio, circunstanciasespeciales dieron siempre la primacía a los intereses deeste último. El territorio panameño interesó a España

política y comercialmente . Por eso, y por la falta debrazos que exige el trabajo agrícola, se descuidó el cul-tivo de la tierra durante todo el período colonial . Losnúcleos importantes de población -una población sinarraigo y sometida a constante movimiento- quedaroncentralizados en la zona de tránsito. Y si descontamoslo relativo a la industria minera, que ocupó durante la

primera época colonial cerca de 2 .000 negros, en la re-gión de Veraguas, podemos afirmar que el resto delpaís quedó casi deshabitado, beneficiándose únicamentecon la actividad adánica de colonos que vivieron disper-sos y sin contactos vivificantes con los otros pobladoresdel territorio nacional. Sólo en los terrenos circunve-cinos a la zona de tránsito alcanzó algún desarrollola ganadería. Sin embargo, aun este auge relativo es-tuvo siempre supeditado a las alternativas del comer-cio con la metrópoli, pues las posibilidades de realizaraquellos productos guardaban relación directa con el

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EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y POLÍTICA DEL ISTMO 151

arribo e importancia de las flotas que hacían el comer-cio de Indias .

Ya en 1607 se quejaban los moradores de la ciudadde Panamá de una recaída en la situación económica,señalando como causas principales -no se menciona laactividad pirática- las que siguen: "Primera : que unaparte de las mercaderías que vienen de España para elPerú, toman su derrota por Nueva España . Segunda,y más importante, el haberse introducido la navegaciónde la China, que ha engrosado con daño general deEspaña y de esta provincia, y consume muchos millo-nes de plata que se llevan a perder para siempre entreaquellos bárbaros. Tercera : que el Perú tiene vino decosecha para sí y para cargar a Nueva España [sigueuna enumeración de otros productos] ; y Cuarta: laplata que solía pasar por aquí para España se dividey divierte, parte a la China, parte a Nueva España ."Y agregaban luego : "Por estas razones, las recuas,barcos y navíos son en Panamá en muy menor número,tienen que hacer menos tiempo y ganan menos fletes ;no trabajan sino los siete u ocho meses al año . Consi-guientemente todos los tratos y granjerías han mengua-do." Y más adelante aún : "De todo se ha seguido quela ciudad no tiene el tercio en vecinos, ni en haciendas,que solía, y en todo decrece cada día () ." Por aquelentonces la población de Panamá apenas si sumaba

( 1 ) Descripción de Panamá y su Provincia, en el tomo VIIIde la "Colección de Libros y Documentos referentes a la Historiade América", págs . 175 y 176 .

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unos 548 europeos, que tenían a su servicio 3.271 escla-vos, entre varones y hembras ( 1 ) . La cifra implicaun indudable retroceso si consideramos que treintaaños antes la ciudad albergaba con frecuencia unos"ochocientos hombres poco más o menos" ( 3 ) .

Tal es, a grandes rasgos, el fundamento económicode nuestra vida colonial. La población rural del Istmocreció con una lentitud desesperante ; la de la zona detránsito estuvo sujeta, a más de sus limitaciones natu-rales, a las contingencias del comercio con la metrópoli .

Por el año de 1793, según Arce y Sosa, nuestrapoblación sumaba, con excepción de militares y ecle-siásticos, unos 71 .888 habitantes (4)

. Sin embargo, uncronista de la época da, para fin del siglo dieciocho, untotal aproximado de 60.000 individuos, de los cuales36.831 eran negros, con más de 3 .000 esclavos ( s ) .

Nuestra separación de España no transformó sensi-blemente la realidad que nos legara la colonia . Paralos panameños la revolución del siglo pasado tuvoescaso contenido. En llegando a Panamá la revoluciónamericana frenó todas sus ansias políticas y económicas .Los grupos dominantes entonces no dejaron de apro-

(2) Obra citada, pág . 168.('3 ) Sumaria descripción del Reyno de Tierra Firme, etc ., en

la obra Costa Rica, Nicaragua y Panamá en el siglo XVI, deM. DE PERALTA, págs. 527 y siguientes .

( 4 ) ARCE y SOSA : Compendio de Historia de Panamá, pág .176 .

(') Ver la Descripción del Reyno de Santa Fe de Bogotá, deFRANCISCO SILVESTRE .

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vechar la ocasión . Y los que fueron fieles vasallos de laCorona pasaron a ser luego entusiastas bolivarianos ."El jefe Superior del Istmo se declara que lo es el se-ñor José de Fábrega, Coronel que fue de los ejércitosespañoles; quedando en el mismo pie en que actualmen-te se hallan todas las Corporaciones y Autoridades, asíciviles como eclesiásticas." Eso dice uno de los artícu-los,del acta de independencia de 1821, demostrando laexigua significación de aquel movimiento . Nuestraunión a Colombia permitió, no obstante, una ciertamejoría para los intereses comerciales e hizo que lasguerras de la independencia repercutieran en seguidaen el suelo del Istmo. Un continuo ir y venir de tropasagitaba la vida panameña . Para las nuevas repúblicasnuestro territorio importaba mucho : no es vana su geo-grafía excepcional. Mientras tanto, en Europa, el in-dustrialismo crecía vertiginosamente. Pronto el ape-tito de las grandes potencias clavaría miradas codicio-sas sobre la frágil cintura ístmica, subrayando su im-portancia internacional . Con todo, dentro del pequeñocosmos nuestro la vida seguía desarrollándose con mu-cha dificultad. La población del campo continuabasiendo escasa, y la zona de tránsito acaparaba las me-jores energías y los mejores esfuerzos .

Por el año de 1843 la población panameña alcanza-ba la cifra de 119.002 habitantes. Pocos años despuésel descubrimiento del oro, en California, y la cons-trucción del ferrocarril transístmico, provocaron unresurgimiento económico . Pero aparte de tratarse,

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como siempre, de florecimientos momentáneos, poraquel entonces se iniciaba también un período difícilde la historia colombiana, período de guerra civiles quese sucedieron con pequeñas interrupciones hasta fene-cer el siglo, y que hicieron de un pueblo pobre un pue-blo desolado. Nada de esto impidió que el censo de1870 arrojara un total de 220.542 almas (°) .

Cuando la zona de tránsito concretó su destino y lostrabajos del Canal empezaron, tiempos nuevos de bo-nanza parecieron llegar para los panameños . Empero,todos los períodos de auge económico que se han pro-ducido a lo largo de nuestra historia tuvieron siempreconsecuencias locales e inmediatas, resultando con eltiempo más bien onerosas . El Canal trajo la República,y, con ella, un nuevo y más acelerado compás de mar-cha en el proceso negativo de nuestra economía campe-sina a que antes aludíamos . De ahora en adelante, cadavez con mayor fuerza, el Canal actuará a manera deimpedimento para el desarrollo económico de nuestrointerior. De la campiña emigrarán no sólo hombres,sino también pequeños capitales acumulados a través

(°) Los datos que aparecen en este párrafo han sido tomadosdel estudio titulado La Población del Istmo, de don EUSEBIO A .MORALES, que se incluye en el tomo segundo de sus Ensayos,Documentos y Discursos. El doctor MORALES habla de un censolevantado en el año de 1870 . Sin embargo, en una obra de FELIPES . PAZ -Elementos de Demografía- aparece una lista de loscensos levantados en Colombia hasta el año de 1912, en dondeno se hace mención de aquel . Se refiere, en cambio, a un censode 1869 y a otro de 1871. No sabemos si se trata de error deluno u omisión del otro .

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de muchos años de ingentes fatigas. La zona del Canalpolarizará sobre sí la atención nacional, inspirandotodas las iniciativas y sustentando todas las esperanzas .Pero aquí también las cosas tienen su límite . Díallegará en que el abandono del campo no será aconse-jable. La ciudad -la Zona del Canal- no cuenta yacon oportunidades que ofrecer . Y cada desertor delcampo será un desocupado de la ciudad . Nuestros cen-tros urbanos crecen como apéndices del Canal, comodepósitos de tránsito del comercio mundial. Su vidaquedará ligada a los altibajos de ese comercio mundial .Al mismo tiempo -cosa peligrosa- en ellos radicael centro político y espiritual de la nación . Y nuestracampiña queda abandonada a su propia suerte, al mar-gen casi de la vida republicana, con su vieja miseria desiempre que la imposibilita para superar por sí solasu actual situación .

II

La Colonia no significó únicamente dependenciatotal, sino que, como hemos visto, tampoco permitió eldesarrollo de una economía orgánica que fuera luegosustentáculo de una actividad política independiente .Y este hecho, de importancia capital, no ha sido se-ñalado en sus dimensiones reales . Él nos aclara, faci-litándonos su comprensión, el contenido de los movi-mientos separatistas del Istmo. Nos suministra, ade-más, alguna luz sobre el proceso de nuestra políticainterna .

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La separación de España trajo para los panameñosun cambio ganancioso en la relación de dependencia .Panamá, que no podía permanecer fiel a la Coronauna vez perdida para esta la América, no podía, tam-poco, afrontar el riesgo de un gobierno propio . Conuna economía fláccida, sin una clase dominante ca-paz de asumir la dirección del país, tuvo que sumarsepor fuerza a un organismo político superior e inde-pendiente . De ahí su justificado entusiasmo por larepública de Bolívar. Y de ahí, también, el que ca-yera en una nueva relación de sometimiento . Al agre-garnos a la Gran Colombia, y no obstante el hechode haber contado desde entonces con un fundamentoinstitucional escrito de contenido más o menos libe-ral, no hicimos en realidad otra cosa que cambiar demetrópoli . Económicamente, persistimos en nuestratradicional miseria; políticamente, pagamos tributo aBogotá. Nuestra experiencia colombiana fue una tris-te respuesta a las esperanzas alimentadas en el mo-mento de la anexión. La turbulenta política de allen-de el Atrato durante la segunda mitad del siglo XIX,fiel trasunto de un permanente malestar entre las ma-sas populares sobre las que se apoyaron las escaramu-zas de liberales y conservadores, no pudo ser más gra-vosa para los intereses del país. Pero la invalidez delos panameños para el ejercicio de un gobierno propioe independiente impidió, no obstante desearlo ardien-temente, romper una vinculación que resultaba exce-

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sivamente cara (7 ) . Circunstancias muy particularespermitieron después el cumplimiento de aquella aspi-ración.

Nuestra separación de Colombia tiene un signifi-cado similar al del movimiento que nos desligara deEspaña ochenta años antes . La independencia de1903 se cumplió a través de un compromiso que coar-ta demasiado nuestra realidad soberana . Y es queaquí otra vez cuestiones de orden internacional apor-taron el factor decisivo . No quiere decir esto, sin .embargo, que los movimientos aludidos carecieran defundamentación nacional. Tanto en una como enotra ocasión los intereses mayoritarios del país estu-vieron de acuerdo con el sentido del movimiento, peroel poder de las fuerzas encargadas de hacerlos valerfue siempre menor que el poder representante de losintereses extraños . Por otra parte, la debilidad eco-nómica del Istmo no permitió la estructuración declases sociales definidamente perfiladas, determinan-do así la consecuente debilidad e imprecisión de nues-tras luchas políticosociales. Sin una unidad económi-cosocial de significación actuante y afirmativa, des-provistos de un programa de aspiraciones concretas deinconfundible contenido nacional, nos fue imposible

(7) Durante el período de nuestra unión a Colombia se susci-taron múltiples conatos de secesión. En el año de 1841 tuvimos

"estado libre". También hubo panameños que pensaron en unaposible anexión al Ecuador. Y no faltaron quienes idearon unseudoestado autónomo, acogido al amparo tutelar de un grupode potencias .

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formular una política de contornos precisos. Por esocuando la independencia del año 21 llegó, los pana-meños no tuvimos grandes pedidos que hacerle . Comohemos visto, ni siquiera el personal burocrático de lacolonia fue removido. Todo quedó poco más o menoslo mismo que la víspera. Y cuando nuestra secesión deColombia se produjo, los panameños no estábamos encondiciones que permitieran otra cosa que amenguarla rudeza de las obligaciones que nos fueron impuestas .

Los sucesos de noviembre de 1903 se cumplieron,si no de una manera fundamentalmente distinta, símucho más compleja . Por sobre la presión de las fuer .zas negativas que a lo largo de nuestra historia hanimpedido la formación de una sana economía cam-pesina, al fenecer el siglo pasado en nuestro interiorhabía llegado a tomar cuerpo algo así como una clasede hacendados . Pero esta clase, que hubiera podidoaportar un ideario a la política del país, no tuvo oca-sión de intervenir eficazmente en la gestión separa-tista. La separación de Colombia fue gestionada porun pequeño grupo de hombres de la capital, que novieron mucho más allá de sus conveniencias persona-les, y que estaban sometidos, acaso sin saberlo, a lainfluencia de los intereses norteamericanos . Sin unapolítica propia, sin un programa de importancia na-cional, fueron arrollados por la fuerza de los aconte-cimientos .

Abril de 1938.

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HACIA UNA VISIÓN PANAMEÑA

DE NUESTRA HISTORIA

Lo primero que llama la atención del que mira re-trospectivamente en la vida panameña es la aparenteo real antinomia que nace de nuestra condición depaís campo-país tránsito. Somos, al mismo tiempo queun pueblo dotado con largueza para las faenas pro-pias de la vida campesina, un pueblo conformado porla geografía para las necesidades de tránsito del co-mercio mundial . En este hecho, que ha dividido alpaís en dos zonas geográficas nítidamente diferencia-das -atendidas también incidencias de orden secun-dario que lo condicionan-, está la clave que nos fa-cilitará la comprensión de nuestra historia . Todo de-penderá de nuestras aptitudes para enfocarlo . Porquepuede mirarse desde ángulos diversos. Por desgracia,la versión a que se nos ha querido acostumbrar no es,claro está, la que mejor nos encuadra . Me refiero ala teoría según la cual el destino panameño está com-pendiado en la ruta interoceánica . No niego el fondode verdad que la observación contiene . Afirmo, sí,que desde un punto de vista objetivo y nacional esedestino está por realizarse. Precisamente por el hechode ser el nuestro un pueblo atrasado, sin industrias

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de ninguna clase, las posibilidades comerciales de lazona de tránsito carecen de relación orgánica con lavida económica propiamente nacional . La zona detránsito ha estado siempre, sin remedio, destinada aser instrumento de los otros : de pueblos para quienesconstituía el complemento lógico de su comercio ex-terior, de hombres que encontraron en ella el sitioideal para sus proyectos de lucro rápido y fácil . Noquiere decir esto que a nosotros no nos ha reportadobeneficios también. Los beneficios existen y se expre-san en hechos que sería tonto desconocer . Pero no esmenos cierto que por razón de nuestra debilidad comonación faltaron siempre los medios para ordenar esaactividad, para condicionarla de manera que se vincu-lara en forma orgánica al resto del país, contribuyen-do real y sistemáticamente a su desenvolvimiento gra-dual. Por no haberlo logrado, por nuestra incapacidadde ayer y de hoy para domeñar el monstruo, los inte-reses foráneos han impuesto sus propias condiciones,determinando un desequilibrio entre la zona de trán-sito y el interior del país a todas luces fatal . Desequi-librio que estamos obligados a extirpar, o cuando me-nos a atenuar, que tuvo manifestaciones violentas du-rante la colonia y durante el siglo pasado, pero queasumió caracteres alarmantes -por cuanto insinuabasu estabilización- después de la República, por elhecho del Canal. Y han sido tan poderosos sus efec-tos, que a los hombres nacidos en la capital republi-cana se nos interponen como espesa niebla que impide

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VISIÓN PANAMEÑA DE NUESTRA HISTORIA 161

ver con claridad que cosa fue y cómo fue Panamáantes de 1903 .

Pero, hay más: esa caricaturesca visión no la ori-gina únicamente el impacto del Canal, verdadero cata-clismo en el proceso de nuestra historia . Se apoyatambién en nuestro desconocimiento de esa historia,que espera una interpretación adecuada y su divulga-ción profusa -porque la historia sólo existe en nues-tra conciencia y en nuestra interpretación-, se apoya,decía, en la ignorancia que de la historia patria tene-mos los panameños, al mismo tiempo que en la tesisextranjera de esa historia, a que antes aludíamos, tesisinteresada y parcial, y que no podemos suscribir . Elhecho es comprometedor y exige una actitud vigilante .No es por azar que la historia panameña la conocenmejor los extraños . No es mera coincidencia, tam-poco, el que todas las interpretaciones extranjeras denuestra historia se hermanen al considerar y dar im-portancia solamente a aquellos aspectos que se refie-ren a las posibilidades de la zona de tránsito, a lo quese ha dado en llamar nuestro destino universal . Elloes resultado del acuerdo tácito entre intereses que seempeñan en ver nada más que un camino donde haytambién una nación. Según ese punto de vista, nues-tros momentos de auge y decadencia están reguladospor la utilización o desuso del Istmo como instrumen-to del comercio mundial . En consecuencia, puedenseñalarse tres etapas en el curso de nuestra historia :la primera, que abarca el período comprendido entre

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los días del descubrimiento a comienzos del siglo XVIII,en que el comercio de la metrópoli abandona la rutade Panamá por la más segura del Cabo de Hornos ;la segunda, de sopor y decadencia, correspondiente alsiglo XVIII; por último, la etapa que se inicia con laindependencia de las colonias hispanoamericanas yllega a nuestros días.

He aquí, para los no panameños, la visión esque-mática de nuestra historia, de toda nuestra historia ;lo que hasta hoy nos ha servido para sustentar un es-bozo de conciencia nacional . Pero, en rigor, esa in-terpretación carece de validez para nosotros . Para loshijos del Istmo Panamá es o debe ser algo más quela zona de tránsito. Es, también, aquella porción noutilizable desde el punto de vista de los intereses ex-traños; es el interior de la República, la reserva de lanación, donde siempre hubo laborioso quehacer, unpobre y humilde quehacer, pero honrado y viril, an-terior y posterior a los momentos de decadencia de lazona de tránsito, y donde se ha ido gestando la na-cionalidad . Esta otra visión de una historia nuestrahumilde y esforzada, que yo creo la única aceptablepara los panameños, encuentra en los períodos de la-xitud a que se refiere el concepto meteco etapas de uninterés fundamental. Porque -poned cuidado-cuando desaparecen las posibilidades de vida fácil,aunque artificial, con que nos ha regalado de modointermitente la zona de tránsito, es cuando los pana-meños se vuelven sobre sí mismos, cuando con inten-

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VISIÓN PANAMEÑA DE NUESTRA HISTORIA 163

sidad mayor se han dado a la tarea de ir creando lasbases de una sociedad estable, arraigada en la tierra .En ese sentido, urge la vindicación de nuestro sigloXVIII, que debe ser objeto de un minucioso estudio .Ciertamente, entonces se percibe mejor que en ningúnotro tiempo esa corriente de afianzamiento en la tie-rra, de afirmación en lo nuestro, corriente que prontobrinda sus frutos y se manifiesta en hechos de natu-raleza varia. Recordemos que durante el siglo XVIIIse funda y vive su vida la Universidad de San Javier ;que son del siglo XVIII Manuel Joseph de Ayala y An-tequera, el doctor Isidro Arroyo y los López Ruiz, lomismo que otros muchos panameños de sobresalienteactuación en la vida de la colonia hispanoamericana ;recordemos, por último -el dato lo ofrece un docu-mento de 1790-, que durante la centuria calumnia-da nuestra actividad ganadera, hasta entonces locali-zada en los alrededores de la zona de tránsito, se dis-persa y difunde por todo el interior para sentar lasbases firmes de la industria agropecuaria nacional, hoymejor distribuida . Son hechos como éstos, y otrosque una inaplazable y responsable faena de investiga-ción sin duda aportará, los que cuentan para la com-prensión de nuestro desenvolvimiento histórico . Sonhechos de ese tenor, y las manifestaciones culturalesde diversa índole a que dan lugar, los que permitirándesentrañar la verdadera intimidad panameña, faci-litándonos el encuentro de las soluciones por las quedesesperamos ahora .

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Sin embargo, no podemos aguardar, inertes, a queesa tarea de investigación minuciosa, que puede tar-dar, nos ponga sobre la pista de la verdad panameñade ayer y de mañana. Hay otros medios capaces defacilitar estructuras aproximadas, andamiajes provi-sionales. Me refiero a la empresa de recoger y orga-nizar los datos que registran la labor con que cadapueblo, cada provincia, ha contribuido a forjar lo quehoy tenemos, de modo que se prepare el camino parala ordenación e integración final de esos esfuerzosplurales que constituyen la historia humilde, peroreal, auténtica, de la nación panameña.

Panamá, marzo de 1945.

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INDICE

Proemio 9La literatura de Panamá 11La verdad sobre don justo Arosemena27Rodolfo Aguilera 33Don Guillermo Andreve y su labor literaria . . . . 37Apuntes sobre Darío Herrera43

En torno a Demetrio Fábrega53

Introducción a la obra poética de Ricardo Miró . . 61Gaspar Octavio Hernández83

Juan Antonio Susto 95Ignacio de J . Valdés jr . •99Las mujeres en la poesía panameña105Una antología hispanoamericana de 1890 . . . . 125Sobre la historia de nuestra literatura131

Tres ensayos de interpretación histórica

La pollera 139Esquema de la evolución económica y política del Istmo 149Hacia una visión panameña de nuestra historia . . . 159

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SE ACABÓ DE IMPRIMIR ESTE LIBRO

CUYA EDICIÓN CONSTA DE DOS MIL CINCUENTA EJEMPLARES

CINCUENTA DE LOS CUALES, EN PAPEL ESPECIAL,

NUMERADOS DEL 1 AL 50EL DÍA 15 DE NOVIEMBRE DE 1947

EN LOS TALLERES GRÁFICOSDE SEBASTIÁN DE AMORRORTU E HIJOS, S. R . L.

CALLE LUCA, 2237

BUENOS AIRES

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