un testimonio

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Un testimonio En la estancia había varios peones. Entre ellos, un viejo siempre cabizbajo a quien llamábamos Cupertino Viejo. De él se decía que, era lobizón. En unas vacaciones, vino a pasear a la estancia un muchacho que no recuerdo el nombre. Yo tenía entonces catorce años. El muchacho empezó a sentir curiosidad y a planear cómo descubrir al supuesto lobizón. Una noche, me dijo: “¿Y? ¿Te animás? Hoy tenemos que estar alerta y no dormirnos.” Planteamos hacer que dormíamos y no perderlo de vista a Cupertino Viejo. Yo ni respiraba cuando mi compañero, que estaba en la cama de al lado, me tocó un brazo. En ese momento, la luna que había estado muy clara se oscureció, pero vimos cómo el hombre se levantaba y se dirigía a los corrales. Nosotros lo seguimos. El viejo llegó hasta donde había una higuera. Muy despacio nos acercamos un poco más. Vi cómo se iba desvistiendo hasta quedar completamente desnudo. Después hizo un envoltorio con las ropas y las metió en un hueco de la higuera. Después dio tres vueltas de carnero y cuando lo volvimos a ver era un inmenso perro que sacudía sus orejas. Dio varias vueltas alrededor y, como si nos hubiera visto, se dirigió hacia donde estábamos. Mi amigo, asustado, dijo: “Vámonos.” Rápidamente nos fuimos a un galpón, donde en un zarzo algo se guardaba alfalfa. Apenas subimos, ya estaba abajo gruñendo y sacudiendo las orejas. Rafael (ahora me acuerdo de su nombre), tiró la escalera desde donde estaba y quedamos metidos en la alfalfa.

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Un testimonioEn la estancia haba varios peones. Entre ellos, un viejo siempre cabizbajo a quien llambamos Cupertino Viejo. De l se deca que, era lobizn.En unas vacaciones, vino a pasear a la estancia un muchacho que no recuerdo el nombre. Yo tena entonces catorce aos. El muchacho empez a sentir curiosidad y a planear cmo descubrir al supuesto lobizn.Una noche, me dijo: Y? Te anims? Hoy tenemos que estar alerta y no dormirnos.Planteamos hacer que dormamos y no perderlo de vista a Cupertino Viejo.Yo ni respiraba cuando mi compaero, que estaba en la cama de al lado, me toc un brazo. En ese momento, la luna que haba estado muy clara se oscureci, pero vimos cmo el hombre se levantaba y se diriga a los corrales.Nosotros lo seguimos. El viejo lleg hasta donde haba una higuera. Muy despacio nos acercamos un poco ms. Vi cmo se iba desvistiendo hasta quedar completamente desnudo. Despus hizo un envoltorio con las ropas y las meti en un hueco de la higuera. Despus dio tres vueltas de carnero y cuando lo volvimos a ver era un inmenso perro que sacuda sus orejas. Dio varias vueltas alrededor y, como si nos hubiera visto, se dirigi hacia donde estbamos.Mi amigo, asustado, dijo: Vmonos. Rpidamente nos fuimos a un galpn, donde en un zarzo algo se guardaba alfalfa. Apenas subimos, ya estaba abajo gruendo y sacudiendo las orejas.Rafael (ahora me acuerdo de su nombre), tir la escalera desde donde estaba y quedamos metidos en la alfalfa.Me pareci que estaba asustado. Yo solo tena curiosidad. Sera por eso que me venci el sueo y qued dormido hasta el otro da.Cuando me despert, o un gran revuelo. Me acerqu y vi a Rafael en el fondo de la cocina, con un enorme cuchillo en la mano, que deca a todo el que se le acercaba: "Ven noms, acercate, yo s que sos Cupertino Viejo".Lo que pas despus es de imaginarse: mi amigo qued loco y a Cupertino Viejo no se le vio ms por el lugar. Mucho tiempo despus se dijo que Rafael era un loco manso, que daba vuelta las ruedas de vaca en el campo y les haca una cruz con el cuchillo.Contado por Domingo Mendoza. El lobizn Mario Delgado Aparan