un cuento para cada semana

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El pez que no quera ir al colegio

CUENTOS PARA CADA SEMANA

El pez que no quera ir al colegio

Qu gran susto se llev el pez Tris por no gustarle ir a la escuela y no saber leer!

El burro Orejas, despus de unos laboriosos aos de trabajo, gozaba de un buen merecido descanso.

Pero tan acostumbrado estaba a trabajar que no poda estar sin hacer nada. Paseando un da a la orilla del ro tuvo una brillante idea:

-Eso es, cada da vendr al ro a pescar y as me distraer.

Y desde entonces, sentado sobre el viejo puente que cruzaba el ro, el burro Orejas lanzaba el anzuelo al ro y esperaba a que los peces picaran.

Qu emocin al sentir el tirn dado por el pez y luego la anhelada espera de tirar del hilo hasta ver el pez agitndose al extremo del anzuelo!

Pero lo que era ocasin de alegra para el burro, lo era de tristeza para los peces que vivan en el ro. Al ver cmo l burro Orejas iba capturndolos, se reunieron todos para encontrar el modo de librarse de l .

Despus de mucho cavilar decidieron poner en el lugar donde siempre pescaba el burro Orejas, debajo del puente, un letrero con la inscripcin con letras bien grandes:

Atencin! Peligro! Aqu pesca Orejas! No comis ningn gusano.

Desde aquel da, Orejas no comprenda por qu no coga ya ningn pez. Y se rascaba, pensativo la cabeza pensando en el extrao misterio. El pececito Tris, al salir de casa, en lugar de ir a la escuela, sola dar grandes paseos por todos los recovecos del ro. Era ms emocionante nadar de un lado para otro que estar en clase, sentado, dibujando, escribiendo, contando.

Y claro est, nunca iba a la escuela y no saba leer.

Un da en una de sus correras aventureras lleg debajo del puente, al lugar donde los peces haban puesto el gran letrero.

Tris lo vio Por qu habrn puesto aqu esto? qu dirn estas letras? En este momento su atencin se vio atrada por un delicioso gusano que se columpiaba en el agua.

-Bocado exquisito - pens Tris.

Y abra su boca para tragrselo cuando, de pronto, zas! El viejo puente sobre el que se sentaba Orejas se derrumb y ste se vio sumergido en el agua. Mal lo pas. Pero pudo ver el letrero de peligro que los peces haban puesto. Y cmo era viejo y le resultaba difcil salir del agua porque los huesos le pesaban mucho, los peces, compadecidos de l. le ayudaron a salir.

El burro Orejas les prometi que nunca ms ira a pescar. Y los peces le pidieron que se acercara a la orilla, y l y ellos hablaran contndose cosas.

Tris recibi un soberano susto al ver lo cerca que estuvo de morir pescado por no saber leer y ya nunca ms dej de ir a la escuela. Y Sabis?, lleg a comprender que ir a clase era tan emocionante como pasear a lo ancho y largo del ro.

(Cuento sudamericano)

La gallina roja

Haba una vez una gallina roja llamada Marcelina, que viva en una granja rodeada de muchos animales.

Era una granja muy grande, en medio del campo. En el establo vivan las vacas y los caballos; los cerdos tenan su propia cochiquera. Haba hasta un estanque con patos y un corral con muchas gallinas. Haba en la granja tambin una familia de granjeros que cuidaba de todos los animales.

Un da la gallinita roja, escarbando en la tierra de la granja, encontr un grano de trigo. Pens que si lo sembraba crecera y despus podra hacer pan para ella y todos sus amigos.

-Quin me ayudar a sembrar el trigo? - les pregunt.

- Yo no dijo el pato.

- Yo no dijo el gato.

- Yo no dijo el perro.

- Muy bien, pues lo sembrar yo dijo la gallinita.

Y as, Marcelina sembr sola su grano de trigo con mucho cuidado. Abri un agujerito en la tierra y lo tap.

- Pas algn tiempo y al cabo el trigo creci y madur, convirtindose en una bonita planta.

-Quin me ayudar a segar el trigo? - pregunt la gallinita roja.

- Yo no dijo el pato.

- Yo no dijo el gato.

- Yo no dijo el perro.

- Muy bien, si no me queris ayudar, lo segar yo exclam Marcelina. Y la gallina, con mucho esfuerzo, seg ella sola el trigo. Tuvo que cortar con su piquito uno a uno todos los tallos. Cuando acab, habl muy cansada a sus compaeros:

-Quin me ayudar a trillar el trigo?

- Yo no dijo el pato.

- Yo no dijo el gato.

- Yo no dijo el perro.

- Muy bien, lo trillar yo.

Estaba muy enfadada con los otros animales, as que se puso ella sola a trillarlo. Lo tri-tur con paciencia hasta que consigui separar el grano de la paja. Cuando acab, volvi a preguntar:

-Quin me ayudar a llevar el trigo al molino para convertirlo en harina?

- Yo no dijo el pato.

- Yo no dijo el gato.

- Yo no dijo el perro.

- Muy bien, lo llevar y lo amasar yo contest Marcelina. Y con la harina hizo una hermosa y jugosa barra de pan. Cuando la tuvo terminada, muy tranquilamente pregunt:

- Y ahora, quin comer la barra de pan? - volvi a preguntar la gallinita roja.

-Yo, yo! dijo el pato.

-Yo, yo! dijo el gato.

-Yo, yo! dijo el perro.

-Pues no os la comeris ninguno de vosotros! contest Marcelina-. Me la comer yo, con todos mis hijos. Y as lo hizo. Llam a sus pollitos y la comparti con ellos.

Popular

Los siete cabritillos y el lobo

Era una cabra que tena siete cabritos. Un da llam a sus hijos y les dijo:

- Voy al bosque a buscar comida para vosotros. No abris la puerta a nadie. Tened cuidado con el lobo; tiene la voz ronca y las patas negras. Es malo y querr engaaros.

Los cabritos prometieron no abrir a nadie y la cabra sali.

Al poco rato llamaron:

Tan! Tan! Abrid, hijos mos, que soy vuestra madre.

- No. No queremos abrirte. Tienes la voz muy ronca. T no eres nuestra madre, eres el lobo.

El lobo se march enfadado, pero no dijo nada. Fue a un corral y se comi una docena de huevos crudos para que se le afinara la voz.

Volvi a casa de los cabritos y llam.

Tan! Tan! Abrid, hijos mos, que soy vuestra madre - dijo con una voz muy fina.

- Ensanos la pata.

El lobo levant la pata y los cabritos al verla dijeron:

-No. No queremos abrirte. Tienes la pata negra. Nuestra madre la tiene blanca. Eres el lobo.

El lobo se march furioso, pero tampoco dijo nada, fue al molino meti la pata en un saco de harina y volvi a casa de los cabritos.

Tan! Tan Abrid hijos mos, que soy vuestra madre.

Los cabritos gritaron:

- Ensanos primero la pata.

El lobo levant la pata y cuando vieron que era blanca, como la de su madre, abrieron la puerta.

Al ver al lobo corrieron a esconderse, muy asustados. Pero el lobo, que era ms fuerte, se abalanz sobre ellos y se los fue tragando a todos de un bocado. A todos, menos al ms chiquitn que se meti en la caja del reloj y no lo encontr.

Cuando la cabra lleg a casa vio la puerta abierta. Entr y todas las cosas estaban revueltas y tiradas por el suelo. Empez a llamar a sus hijos y a buscarlos, pero no los encontr por ninguna parte.

De pronto sali el chiquitn de su escondite y le cont a su madre que el lobo haba engaado a sus hermanos y se los haba comido.

La cabra cogi unas tijeras, hilo y aguja, y sali de casa llorando. El cabrito chiquitn la segua.

Cuando llegaron al prado vieron al lobo tumbado a la orilla del ro. Estaba dormido y roncaba. La cabra se acerc despacio y vio que tena la barriga muy abultada. Sac las tijeras y se la abri de arriba abajo. Los cabritos salieron saltando.

En seguida, la cabra cogi piedras y volvi a llenar la barriga del lobo. Despus la cosi con la aguja y el hilo.

Y cogiendo a sus hijos march a casa con ellos, muy de prisa, para llegar antes de que se despertase el lobo.

Cuando el lobo se despert tena mucha sed y se levant para beber agua. Pero las piedras le pesaban tanto que rod y, cayndose al ro, se ahog.

(Perrault. Versin clsica recogida oralmente.)

La casita de chocolate

Dos hermanitos salieron de su casa y fueron al bosque a coger lea. Pero cuando lleg el momento de regresar no encontraron el camino de vuelta. Se asustaron mucho y se pusieron a llorar al verse solos en el bosque.

Sin embargo, all a lo lejos vieron brillar la luz de una casita y hacia ella se dirigieron. Era una casita extraordinaria. Tena las paredes de caramelo y chocolate. Y como los dos hermanos tenan hambre se pusieron a chupar en tan sabrosa golosina. Entonces se abri la puerta y apareci la viejecita que viva all, diciendo:

Hermosos nios, ya veo que tenis mucho apetito. Entrad, entrad y comed cuanto queris.

Los dos hermanitos obedecieron confiados. Pero en cuanto estuvieron dentro, la anciana cerr la puerta con llave y la guard en el bolsillo, echndose luego a rer. Era una perversa bruja que se serva de su casita de chocolate para atraer a los nios que andaban solos por el bosque.

Los infelices nios se pusieron a llorar, pero la bruja encerr al nio en una jaula y le dijo:

- No te voy a comer hasta que engordes, porque estas muy delgado- Primero te cebar bien.

Y todos los das le preparaba platos de sabrosa comida. Mientras tanto a la nia la obligaba a trabajar sin descanso. Y cada maana iba la bruja a comprobar si engordaba su hermanito, mandndole que le enseara un dedo. Pero como tena muy mala vista, el nio, que era muy astuto, le enseaba un huesecillo de pollo que haba guardado de una de las comidas. Y as la bruja quedaba engaada, pues crea que el nio no engordaba.

- Sigues muy delgado deca -. Te dar mejor comida.

Y preparaba nuevos y abundantes platos y era la nia la que se encargaba de llevarlos a la jaula llorando amargamente porque saba lo que la bruja quera hacer con su hermano.

Escapar de la casa era imposible, porque la vieja nunca sacaba la llave del bolsillo y no se poda abrir la puerta. Cmo haran para escapar?

Un da llam la bruja a la nia y le dijo:

- Mira, ya me he cansado de esperar porque tu hermano no engorda a pesar de que come mejor que un rey. Le preparo las mejores cosas y tiene los dedos tan flacos que parecen huesos de pollo. As que vas a encender el fuego enseguida.

La nia se acerc a su querido hermanito y le cont los propsitos de la malvada bruja. Haba llegado el momento tan temido.

La bruja andaba de un lado para otro haciendo sus preparativos. Como vea que pasaba el tiempo y la nia no haba cumplido lo que le haba mandado, grit:

A qu esperas para encender el fuego?

La hermana tuvo entonces una buena idea:

- Seora bruja - dijo -, yo no s encenderlo.

- Pareces tonta - contest la bruja -; tendr que ensearte. Fjate, se echa mucha lea, as. Ahora enciendes y soplas para que salgan muchas llamas. Lo ves?

Como estaba la bruja en la boca del horno, la nia le arranc de un tirn las llaves que llevaba atadas a la cintura y, dando a la bruja un tremendo empujn, la hizo caer dentro del horno.

Libre ya de la bruja, y usando las laves, abri con gran alegra la puerta de la jaula y salieron los dos corriendo hacia el bosque. Se alejaron a todo correr de la casita de chocolate y cuando encontraron el camino de regreso a su casa lo siguieron y llegaron muy felices.

(Hermanos Grimm)

Los tres cerditos y el lobo

Eran tres hermanos. Tres lindos cerditos msicos, que decidieron hacerse su casa junto al bosque.

El primer cerdito, sin pensarlo mucho, hizo su casita de paja. Pero el malvado lobo, que viva en el bosque, era muy envidioso.

Llego cauteloso junto a la casita. Hinch los pulmones y sopl con fuerza: FFuuu FFF...!

Y toda la casita se desmoron mientras hua el cerdito.

El segundo cerdito no hizo su casa de paja. La construy con hierba fresquita del campo. Y al contemplarla tan bella se puso a cantar y a tocar la mandolina.

Poco dur su alegra. Se acerc a la casa el lobo y sopl como la vez anterior: FFuuu FFF...!

La frgil casita se deshizo y el pobre cerdito huy.

Sigui adelante el malvado lobo y descubri otra casa. Era la que el tercero de los cerditos se acababa de construir.

"Bah!", pens el lobo, "en cuanto sople sobre ella volar. Y me comer a los tres cerditos. Los he visto encerrarse en la casa hace unos momentos".

Sin embargo, por mucho que el lobo sopl y sopl hasta quedarse sin aliento, no pudo derribar la casita. Cmo era posible esto? Qu haba ocurrido?.

Pues que el tercer cerdito, ms precavido que sus dos hermanos, haba construido su casita con ladrillos y cemento. De suerte que as quedaban a salvo de los dientes tan afilados del lobo

- Cerditos, no me abrs la puerta? - grit el lobo muy enfadado. Pues os comer a pesar de ello, porque me voy a subir al tejado y entrar por la chimenea. Menudo banquete me espera, seores cerditos!

Entonces el tercer cerdito tuvo una feliz idea:

- Deprisa, hermanitos! Traed mucha lea y echmosla al fuego para que hierva en seguida el agua de la caldera. Ya noto que el lobo empieza a bajar por la chimenea.

En efecto, el agua hirvi prontamente y el malvado lobo cay en la caldera y muri abrasado, con lo cual pag sus muchas fechoras.

Entonces, nuestros tres cerditos bailaron, pues del feroz lobo se salvaron.

(Cuento popular ingls)

La ratita presumida

En un bonito pueblo haba una casita que tena fama por ser la ms limpia y reluciente. En ella, viva una simptica ratita que era muy, pero que muy presumida.

Un da, mientras barra la puerta de su casa, la Ratita vio algo en el suelo:

-Qu suerte, si es una moneda de oro! Me comprar una cinta de seda para hacerme un lazo. Entonces se fue a la mercera del pueblo y se compr el lazo ms bonito.

-Tra, lar, larita, limpio mi casita, tra, lar, larita, limpio mi casita cantaba la Ratita, mientras sala a la puerta para que todos la vieran.

- Buenos das, Ratita dijo el seor Burro. Todos los das paso por aqu, pero nunca me haba fijado en lo guapa que eres.

- Gracias, seor Burro dijo la Ratita poniendo voz muy coqueta.

- Dime, Ratita, te quieres casar conmigo?

- Tal vez - respondi la ratita -. Pero cmo hars por las noches?

-Hiooo, hiooo! buf el burro soltando su mejor rebuzno. Y la Ratita contest:

-Contigo no me puedo casar, porque con ese ruido me despertars! Se fue el Burro bastante disgustado, cuando, al pasar, dijo el seor Perro:

-Cmo es que hasta hoy no me haba dado cuenta de que eres tan requetebonita? Dime, Ratita te quieres casar conmigo?

- Tal vez, pero antes dime: cmo hars por las noches?

-Guauuu, guauuu!.

-Contigo no me puedo casar, porque con ese ruido me despertars! Mientras, un Ratoncito que viva cerca de su casa y que estaba enamorado de ella vea lo que pasaba. Se acerc y dijo:

-Buenos das, vecina!

-Ah!, eres t! dijo sin hacerle caso.

-Todos los das ests preciosa, Pero hoy ms.

-Muy amable, pero no puedo hablar contigo porque estoy muy ocupada. Despus de un rato pas el seor Gato y dijo:

-Buenos das, Ratita, sabes que eres la joven ms bonita? Te quieres casar conmigo?

-Tal vez dijo la Ratita-, pero cmo hars por las noches?

-Miauuu, miauuu! contest con un dulce maullido.

-Contigo me quiero casar, pues con ese maullido me acariciars! El da antes de la boda, el seor Gato invit a la Ratita a comer unas cuantas golosinas al campo, pero mientras preparaba el fuego la Ratita mir en la cesta para sacar la comida, y...

-Qu raro!, slo hay un tenedor, un cuchillo y una servilleta; pero dnde est la comida?

La comida eres t! dijo el Gato, y ense sus colmillos.

Cuando iba a comerse a la Ratita, apareci el Ratoncito, que, como no se fiaba del Gato, los haba seguido hasta all. Entonces, cogi un palo de la fogata y se lo puso en la cola para que saliera corriendo.

-Ratita, Ratita, eres la ms bonita - le dijo el Ratoncito muy nervioso. Te quieres casar conmigo?

- Tal vez, pero cmo hars por las noches?

- Por las noches dijo l-, dormir y callar.

- Entonces, contigo me quiero casar.

Poco despus se casaron y fueron muy pero que muy felices.

Adaptacin del cuento de los hermanos GRIMM

Al Bab y los cuarenta ladrones

Hace mucho tiempo, en una ciudad de Persia, vivan dos hermanos: uno se llamaba Kasim y el otro Al Bab. Ambos eran muy pobres. Kasim, que era el mayor, se cas con una mujer muy rica y se fue a vivir a uno de los palacios de la ciudad. En cambio, Al Bab se qued viviendo en una msera cabaa.

Ciento da de primavera caminaba Al Bab por el campo cuando oy un ruido de galope de caballos. Se oculto y vio a cuarenta jinetes armados que se detuvieron frente a una roca. Eran ladrones que iban a esconder lo que haban robado.

De pronto uno de ellos, que pareca el jefe, grit:

-brete, Ssamo!

Al momento, la roca se abri. Todos los jinetes entraron y la roca se cerr. Al cabo de un rato los ladrones salieron de la cueva.

Al Bab espero un buen rato. Luego camin hasta la roca y repiti:

-brete, Ssamo!

Y, ante su asombro, la roca se abri y aparecieron grandes tesoros de oro, plata y joyas.

-Qu maravilla! - exclam Al Bab -. Coger unas pocas riquezas, de forma que los ladrones no se den cuenta.

Al Bab no respiro tranquilo hasta que lleg a la ciudad. Pero en lugar de ir a su cabaa se aloj en una posada cmoda y limpia. All viva Zulema, la hija del dueo, de la que estaba enamorado.

Pero Kasim no tard en enterarse y olindose algo raro fue a visitarle:

-Cmo es que ahora vives en una posada si eres muy pobre? le pregunt.

- Salud, hermano dijo Al Baba, que, pese a todo, no le guardaba rencor por no ocuparse de l.

-Es que no vas a contestar a mi pregunta? insisti Kasim.

- Pues veras, he tenido un golpe de suerte dijo Al Bab.

Pero su hermano no le crey y, como Al Bab no saba mentir al final le cont la verdad.

Kasim, que era muy avaricioso, se fue a la cueva con todas sus mulas y al llegar all grito:

-brete, Ssamo!

La cueva se abri y, tras pasar Kasim con sus mulas, volvi a cerrarse a sus espaldas.

-Qu maravillas! - dijo al ver los tesoros -. Llenar de riquezas los sacos y ser muy rico.

Una vez que carg las mulas, los nervios le jugaron una mala pasada.

-Cul era la palabra? - se preguntaba, cada vez ms angustiado. Avena, cebada, cul?

Y gritaba:

-Avena, brete! Arroz, brete! Trigo, brete! - pero ninguna era la frmula buena.

En ese momento llegaron los ladrones. Al encontrar a Kasim en la cueva, quisieron matarle:

-Por favor no me matis! Os dir quin me cont el secreto de vuestra cueva! Fue m hermano Al Bab; l es el verdadero culpable de todo.

-De modo que hay ms gente que lo sabe! Lo mejor ser ir a la ciudad y matar a todos sus habitantes por s acaso hay alguien ms que conoce el secreto.

Los ladrones se ocultaron en unas tinajas cargadas sobre las mulas de Kasim, entraron sin problemas en la ciudad. El jefe se dirigi a la posada donde viva Al Bab y llev las mulas al establo.

-A medianoche - dijo a sus bandidos - vendr y har una seal para que salgis y matis a todos.

Mientras, en la posada se quedaron sin aceite. Zulema, que haba visto las tinajas, pens que contenan aceite y que si coga un poco no iba a pasar nada. Baj a las cuadras. Uno de los ladrones, creyendo que se trataba del jefe, pregunt:

- Jefe, es hora de atacar?

Ella se acerc a otras tinajas y escuch lo mismo.

Con mucho cuidado sali del establo y corri a avisar a Al Bab. Este baj a las cuadras fingiendo la voz del jefe de los bandidos, dijo:

- Un poco de paciencia, muchachos; hay un pequeo cambio de planes.

Al Bab sac las mulas del establo y las llev a los soldados del califa, que apresaron a los ladrones dentro de las tinajas.

Entretanto, Zulema haba puesto unos polvos en el vino del jefe para que se durmiera y no fue difcil apresarlo.

-Ven conmigo! Le dijo Al Bab a Zulema -. Quiero que veas una cosa.

Y condujo a Zulema hasta la cueva. All estaba Kasim, que, a causa del miedo, haba perdido la razn.

-Esto es precioso! Exclam Zulema al contemplar el oro y las joyas.

Pronto se casaron y, gracias a los tesoros de la cueva, no les falt de nada, y con gran parte del dinero se dedicaron a atender a los pobres para que pudieran ser felices como ellos lo fueron.

Adaptacin del cuento popular

El flautista de Hamelin

Hace mucho, muchsimo tiempo, en la prspera ciudad de Hameln, sucedi algo muy extrao: una maana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien provistas despensas.

Nadie acertaba a comprender la causa de tal invasin, y lo que era an peor, nadie saba qu hacer para acabar con tan inquietante plaga.

Por ms que pretendan exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal pareca que cada vez acudan ms y ms ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones que, da tras da, se enseoreaba de las calles y de las casas, que hasta los mismos gatos huan asustados.

Ante la gravedad de la situacin, los prohombres de la ciudad, que vean peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: "Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones".

Al poco se present ante ellos un flautista taciturno, alto y desgarbado, a quien nadie haba visto antes, y les dijo: "La recompensa ser ma. Esta noche no quedar ni un slo ratn en Hameln".

Dicho esto, comenz a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta una maravillosa meloda que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijos seguan embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta.

Y as, caminando y tocando, los llev a un lugar muy lejano, tanto que desde all ni siquiera se vean las murallas de la ciudad. Por aquel lugar pasaba un caudaloso ro donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista, todos los ratones perecieron ahogados.

Los hamelineses, al verse al fin libres de las voraces tropas de ratones, respiraron aliviados. Ya tranquilos y satisfechos, volvieron a sus prsperos negocios, y tan contentos estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche.

A la maana siguiente, el flautista se present ante el Consejo y reclam a los prohombres de la ciudad las cien monedas de oro prometidas como recompensa. Pero stos, liberados ya de su problema y cegados por su avaricia, le contestaron: "Vete de nuestra ciudad!, o acaso crees que te pagaremos tanto oro por tan poca cosa como tocar la flauta?".

Y dicho esto, los orondos prohombres del Consejo de Hameln le volvieron la espalda profiriendo grandes carcajadas.

Furioso por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que hiciera el da anterior, toc una dulcsima meloda una y otra vez, insistentemente.

Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguan, sino los nios de la ciudad quienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del extrao msico. Cogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperacin, intentaban impedir que siguieran al flautista.

Nada lograron y el flautista se los llev lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adnde, y los nios, al igual que los ratones, nunca jams volvieron.

En la ciudad slo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros y bien provistas despensas, protegidas por sus slidas murallas y un inmenso manto de silencio y tristeza.

Y esto fue lo que sucedi hace muchos, muchos aos, en esta desierta y vaca ciudad de Hameln, donde, por ms que busquis, nunca encontraris ni un ratn ni un nio.

El prncipe feliz

Sobre una columna muy alta, dominando toda la ciudad, se alzaba en la plaza la estatua del Prncipe Feliz. Estaba recubierta de oro; sus ojos eran dos zafiros azules, y un gran rub rojo brillaba en la empuadura de su espada.

Una noche una golondrina decidi refugiarse entre los pies de la estatua, pero cuando meta la cabeza debajo del ala para dormir, le cay encima una gota de agua, y luego otra. Mir para arriba y vio que el prncipe lloraba.

-Por qu lloras? - le pregunt.

- Porque veo todas las miserias que pasan en la ciudad. Ahora veo a una pobre costurera que vive en una casa pequeita con su hijo que est muy enfermo y hambriento. Por favor, golondrina! llvale el rub de espada. Yo no puedo moverme de aqu.

La golondrina arranc el rub y sali volando hacia la humilde casa de la costurera que se haba quedado dormida de tanto trabajar y le dej el rub sobre la tela que estaba bordando.

Cuando regres a la estatua, el prncipe le dijo:

Mira en la buhardilla de aquella casa tan alta, hay un joven escribiendo una obra de teatro para nios. No tiene con qu calentarse y se ha desmayado de hambre. Coge el zafiro de uno de mis ojos y entrgaselo.

La golondrina tom el zafiro y volando entre las chimeneas, tejados, torres y campanarios dej la joya sobre la mesa del escritor. Cuando volvi en s y la vio se puso muy contento, porque ya poda calentarse, comer y terminar la obra.

La golondrina visit el puerto y el barrio de pescadores regresando a los pies del prncipe.

- Mira, golondrina - dijo el prncipe -, abajo en la plaza hay una nia muy pobre que vende cerillas, pero cruzar el puente ha tropezado con la acera y se le han cado las cerillas al ro. Su padre la reir, si vuelve a casa sin dinero. Coge el zafiro del otro ojo y dselo. La golondrina cogi el zafiro y pasando sobre la nia dej caer en su mano. La nia corri a su casa con aquel cristal tan precioso.

El prncipe ya no poda ver. La golondrina pudo comprobar la miseria de que el prncipe la hablaba y cmo mientras los ricos vivan en grandes casas situadas en grandes avenidas y se divertan, los pobres vivan casas pequeas y viejas, estaban tristes, beban agua de las fuentes y apenas tenan qu comer.

- Arranca el oro que cubre mi cuerpo y reprtelo entre los pobres dijo el prncipe.

La golondrina distribuy las lminas de oro por los barrios ms pobres de la ciudad, y sus habitantes daban gracias porque de nuevo podran ir a las tiendas a comprar alimentos para sus hijos.

Y la golondrina se qued a vivir junto al prncipe, en la plaza, donde haba unos hermosos jardines que regaban los chorros de unas grandes fuentes, para contarle lo feliz que haba hecho a la gente ms necesitaba.

El ratn de campo

El ratn de campo invit a su primo el ratn de la Ciudad, a pasar en el Campo, a su lado, el fin de semana.

Pipo acept la invitacin y, una vez vestido elegantemente, se prepar a partir en su potente auto. Estara muy bien junto al primo Mateo, al cual no vea desde el verano anterior.

El encuentro de los dos fue muy afectuoso. Mateo ense en seguida su casa a Pipo, y ofreci lo ms sabroso que tena en la despensa.

Pipo hizo un gesto despectivo:

-Bellotas? Nueces? Puf! Qu comida ms mala! Si vieras lo que yo como en la ciudad, te caeras de espaldas! Aquello es gloria!

Tanto insisti para que fuera a comprobarlo, que Mateo fue con su primo a la ciudad a ver la maravillosa casa donde habitaba Pipo, el cual iba describindole el men del da: dulces, naranjas, queso y otras muchas cosas de las cuales no se acordaba ya ni del nombre.

Mientras nuestros amigos estaban llenando sus estmagos, apareci un enorme gato con ganas de pelea y aire muy feroz. El pobre Mateo, acostumbrado a la vida tranquila del campo, crey ver un tigre y ambos echaron a correr tratando de escapar de sus uas.

Mateo, cuando se tranquiliz, hablo as:

- Querido primo Pipo, agradezco tu invitacin, pero te digo que la ciudad la veo llena de peligros. Yo me vuelvo a mi modesta casita y a los tranquilos campos de mi pueblo.

Y Mateo cogi su maleta y volvi a su casa y, mientras dorma la siesta en una panoja de maz, soaba con sus deliciosas bellotas sabrosas y dulces, y con su pequeo pueblo, donde tan feliz y tranquilo viva.

Adaptacin Fbulas de Esopo

Blancanieves y los siete enanitos

Hace muchos aos, la reina de un lejano pas tuvo una nia preciosa a la que llamaron Blancanieves, pues tena la piel tan blanca como la nieve. A los pocos aos la reina muri y el rey se cas con otra mujer, muy hermosa pero muy orgullosa, que presuma de ser la ms bella.

Tena un espejo mgico al que todos los das preguntaba:

- Espejito, espejito, espejito de pared, la ms hermosa del mundo, puedes decirme quin es?

Y el espejo le contestaba:

- Eres t mi reina y seora, la ms hermosa de todas.

As pasaron los aos hasta que Blancanieves se hizo mayor. Un da la reina pregunt a su espejo:

- Espejito, espejito, espejito de pared, la ms hermosa del mundo, puedes decirme quin es?

Y el espejo le contest:

- T, reina, en mi cristal lo eres, pero te gana Blancanieves.

- La reina, muy enfadada, le dijo a uno de sus soldados:

- Llvate a Blancanieves al bosque y mtala sin piedad, y para que compruebe que la has matado treme su corazn!

Un da de otoo, el soldado la llev al bosque, pero al llegar all no fue capaz de matarla. En cambio caz un ciervo para llevar a la reina su corazn y dej escapar a la hermosa joven.

Blancanieves, despus de andar mucho tiempo, encontr una casita.

- Qu cosa ms curiosa! - exclam -. Todo es pequeo! Qu raro, hay siete platos, siete cucharas, siete cuchillos, siete panecillos y siete vasos!

Blancanieves tena tanta hambre que comi un poco de cada panecillo y bebi de cada vaso. Tambin se acost en una de las siete camas que haba en la casa.

Por la noche, cuando regresaron los dueos, se les escuch exclamar:

- Quin se ha sentado en mi silla?

- Quin ha tocado mi cuchara?

- Quin ha comido en mi plato?

- Quin ha cortado con mi cuchillo?

- Quin ha mordido un trozo de mi pan?

- Quin ha pinchado con mi tenedor?

- Quin ha bebido de mi vino?

- Oh, mirad qu joven tan preciosa! - gritaron.

- Cmo te llamas y cmo has llegado a nuestra casa?

- Soy Blancanieves y necesito quedarme aqu porque mi madrastra me quiere matar.

- Si quieres puedes quedarte con nosotros y cuidar de nuestra casa - le dijeron.

A Blancanieves le pareci una idea estupenda y acept. Y as fue como se qued a vivir con los enanitos.

- Mientras, la reina, creyendo que Blancanieves estaba muerta pregunt a su espejo. Y l le respondi:

- Aunque sigues siendo hermosa, como la mayor estrella, Blancanieves, que vive en el bosque, es todava ms bella.

Se puso muy furiosa porque se dio cuenta de que el soldado la haba engaado.

- Tendr que matarla yo misma - pens.

Y as, con una pcima mgica envenen una manzana y se disfraz de vendedora.

- Toc, toc! - Llam a la puerta de la casita -. Seorita, traigo cintas, peines y diademas!

- Lo siento, buena mujer - dijo Blancanieves -. Tus artculos son muy bonitos, pero, por ahora, no los necesito.

-Oh, no importa! Acepta, al menos, este humilde regalo - y sac una manzana.

Blancanieves la mordi y cay al suelo.

- Ja, ja, ja! - se ri la bruja - se acab Blancanieves para siempre.

Y se fue al palacio a preguntar al espejo. ste respondi:

- Eres mi reina y seora, la ms hermosa de todas.

Cuando los enanitos volvieron de trabajar se encontraron a Blancanieves muerta. Lloraron mucho y permanecieron alrededor de ella varios das. Pasaba por all un prncipe y se qued asombrado de la belleza de Blancanieves.

- Es la mujer ms hermosa que he visto nunca! - Exclam. Le dio un beso muy suave y el hechizo se rompi.

- Donde estoy? - Pregunt Blancanieves.

- Ests conmigo y nunca nos separaremos.

Los enanitos, felices y contentos, cantaban y bailaban por ver la recuperacin de su amiga y pronto se celebr la boda. La bruja, mientras, preguntaba al espejo:

- Contmplame, fiel espejo, y dime sin dudar si hay una mujer ms bella en algn otro lugar.

Y el espejo respondi:

- Aunque sigues siendo hermosa, como la mayor estrella, la joven que hoy se casa es diez mil veces ms bella.

Y tanta fue su furia que cay al suelo fulminada junto a su espejo. Blancanieves, el prncipe y los enanitos vivieron muy, muy felices. Hermanos Grimm (Adaptacin).

El patito feo

Como cada verano, a la Seora Pata le dio por empollar y todas sus amigas del corral estaban deseosas de ver a sus patitos, que siempre eran los ms guapos de todos.

Lleg el da en que los patitos comenzaron a abrir los huevos poco a poco y todos se congregaron ante el nido para verles por primera vez.

Uno a uno fueron saliendo hasta seis preciosos patitos, cada uno acompaado por los gritos de alborozo de la Seora Pata y de sus amigas. Tan contentas estaban que tardaron un poco en darse cuenta de que un huevo, el ms grande de los siete, an no se haba abierto.

Todos concentraron su atencin en el huevo que permaneca intacto, incluso los patitos recin nacidos, esperando ver algn signo de movimiento.

Al poco, el huevo comenz a romperse y de l sali un sonriente pato, ms grande que sus hermanos, pero oh, sorpresa!, muchsimo ms feo y desgarbado que los otros seis...

La Seora Pata se mora de vergenza por haber tenido un patito tan fesimo y le apart con el ala mientras prestaba atencin a los otros seis.

El patito se qued tristsimo porque se empez a dar cuenta de que all no le queran...

Pasaron los das y su aspecto no mejoraba, al contrario, empeoraba, pues creca muy rpido y era flacucho y desgarbado, adems de bastante torpe el pobrecito.

Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se rean constantemente de l llamndole feo y torpe.

El patito decidi que deba buscar un lugar donde pudiese encontrar amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto y una maana muy temprano, antes de que se levantase el granjero, huy por un agujero del cercado.

As lleg a otra granja, donde una vieja le recogi y el patito feo crey que haba encontrado un sitio donde por fin le querran y cuidaran, pero se equivoc tambin, porque la vieja era mala y slo quera que el pobre patito le sirviera de primer plato. Tambin se fue de aqu corriendo.

Lleg el invierno y el patito feo casi se muere de hambre pues tuvo que buscar comida entre el hielo y la nieve y tuvo que huir de cazadores que pretendan dispararle.

Al fin lleg la primavera y el patito pas por un estanque donde encontr las aves ms bellas que jams haba visto hasta entonces. Eran elegantes, grciles y se movan con tanta distincin que se sinti totalmente acomplejado porque l era muy torpe. De todas formas, como no tena nada que perder se acerc a ellas y les pregunt si poda baarse tambin.

Los cisnes, pues eran cisnes las aves que el patito vio en el estanque, le respondieron:

- Claro que s, eres uno de los nuestros!

A lo que el patito respondi:

-No os burlis de m!. Ya s que soy feo y desgarbado, pero no deberais rer por eso...

- Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y vers cmo no te mentimos.

El patito se introdujo incrdulo en el agua transparente y lo que vio le dej maravillado. Durante el largo invierno se haba transformado en un precioso cisne!. Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne ms blanco y elegante de todos cuantos haba en el estanque.

As fue como el patito feo se uni a los suyos y vivi feliz para siempre.

El traje nuevo del emperador

Hace muchos aos viva un Emperador que no pensaba ms que en estrenar trajes. No se preocupaba de nadie y slo iba al teatro o a pasear en su carroza por el parque para estrenar su ropa nueva. Tena un traje para cada hora del da, todos diferentes, y se deca de l que siempre estaba en el cuarto ropero. En su ciudad viva mucha gente y cada da le visitaban sastres para hacerle trajes.

Un da, se presentaron en palacio dos granujas que se hicieron pasar por tejedores. Dijeron que saban tejer la tela ms fina que exista. En verdad, no haban cosido nunca, pero engaaron al emperador contndole que toda la ropa que hicieran con esa tela slo podran verla las buenas personas. Para todos los que no hicieran su trabajo y para los que fuesen antipticos la ropa sera invisible.

-Qu telas ms maravillosas! dijo el Emperador -. Ordenar que todos los habitantes del reino se hagan vestidos de este tejido mgico. As podr descubrir a los que no trabajen bien o a los que sean antipticos! Y... Tambin yo me encargar un vestido de esa tela!

Y pag un montn de dinero a los granujas para que se pusiesen a trabajar inmediatamente. Estos fingieron tejer a toda prisa, pero no era cierto. Imitaban los movimientos de los sastres, para hacer creer en palacio que estaban trabajando.

"Me gustara saber si estos tejedores avanzan en su tarea!", pens el Emperador. Pero no se atreva a visitar a los tejedores, porque todos los que fuesen antipticos o no supiesen hacer su trabajo no veran el traje, y por si acaso l no lo vea no quera ir.

Entonces, envi al Primer Ministro y, cuando ste entr en la habitacin para ver cmo iba el traje del Emperador, pens: "No veo nada!", pero, claro, no poda decirlo por si pensaban que era antiptico o no trabajaba bien.

- Bien, Seor, qu decs de esta tela? - preguntaron los granujas.

-Oh, es preciosa! Encantadora! Qu dibujo ms elegante! Qu vivos colores!

- Nos gusta orle hablar as contestaron los bribones -. A su Majestad le va a gustar.

Cuando lleg a Palacio le cont al Emperador lo bonito que era el traje. El rey envi a otra persona del reino para que le diera otra opinin, pero pas lo mismo:

-Verdad que es una hermosa tela? - preguntaron los granujas.

Pero l pens: "Es posible? Yo no veo nada! Si lo digo pensarn que no trabajo bien o que soy antiptico".

Por eso contest:

-Es preciosa!

Das ms tarde, los bribones llevaron el traje invisible al Emperador.

Cuando ste lo vio, pens no veo nada, absolutamente nada:

Ser antiptico? No ser buen Emperador. Pero no poda decir eso y comento:

-es hermossimo!

Todos sus acompaantes aconsejaron al Emperador que lo estrenara. Nadie vea nada, pero todos decan:

-Es prodigioso! Qu bonito!:

Los dos granujas le ayudaron a ponerse el traje y sali desfilando desnudo ante todos los habitantes del reino. Todos le vean sin ropa, pero comentaban:

-Qu hermoso el traje del Emperador!. Solamente una nia que le vio desfilar fue capaz de decir la verdad:

-Pero si no lleva nada!

Y los dems empezaron correr la voz:

-Una nia inocente dice que no lleva nada:

- Est desnudo Ja, ja! Es que no se da cuenta?.

Y el Emperador, que estaba muy disgustado porque pensaba que tenan razn, pens que tena que aguantar hasta que acabase todo el desfile. Y sigui adelante ms estirado que nunca, mientras los, granujas escapaban hacia las montaas con un saco de oro cada uno.

EL Buhonero de Swaffham

Una vez, hace mucho tiempo, cuando el Puente de Londres estaba bordeado de tiendas, un buhonero viva en el campo, lejos de aquella ciudad, tuvo un extrao sueo. So que si iba al Puente de Londres le daran buenas noticias. La primera vez que tuvo el sueo no le prest mucha atencin. La segunda vez comenz a dudar, y la tercera vez que se repiti el sueo, decidi viajar a Londres.

Como era demasiado pobre para alquilar un caballo y el camino era muy largo, sus zapatos estaban desgastados cuando lleg all.

Camin de un lado al otro del puente durante tres das esperando or cules podran ser las buenas noticias soadas. Al tercer da, uno de los tenderos que tena su comercio sobre el puente no pudo contener su curiosidad.

Dej a su esposa para que sirviera a los clientes y fue a hablar con el buhonero.

- Le he visto caminar de un lado al otro del puente durante tres das enteros - le dijo -. tiene algo que vender?

-No! - respondi el buhonero.

-Entonces es que est usted mendigando? - pregunt el tendero, mirando a los desgastados zapatos y polvorienta chaqueta del buhonero.

- Por supuesto que no - replic inmediatamente el buhonero.

- Entonces, puede decirme que est haciendo? - inquiri el tendero. El buhonero le cont lo de su sueo.

El tendero entonces se ri con alborozo.

-Quiere decir que ha hecho todo este viaje a causa de un sueo? Tambin yo sueo, caramba! precisamente anoche so que en un huerto situado tras la casa de un buhonero en Swaffham, que es un lugar que no he odo hablar jams, hay un roble, y debajo del roble est enterrado un tesoro... Ahora bien, si piensa usted que yo sera tan necio como para dejar mi tienda e ir a un lugar del cual no he odo habla nunca solamente porque tuve un sueo...

-Oiga! Adnde va?

-A casa! - le respondi el buhonero volviendo su cabeza.

Qu individuo tan raro! se dijo el tendero, y volvi a su tienda moviendo la cabeza de izquierda a derecha, pensando en las excentricidades de la gente.

Cmo iba a l a saber que el buhonero viva en un lugar llamado Swaffham y que haba un huerto detrs su casa.

Incluso caminando deprisa, el buhonero tard varios das en llegar a su casa, pero tan pronto como lleg all, fue al huerto y comenz a cavar. Y era verdad: all encontr enterrado el cofre de un tesoro.

Y, de esta forma el buhonero fue hombre rico hasta el final de sus das, y todo debido a un sueo. O, mejor digo, a dos sueos: si l no hubiera hecho caso de su propio sueo, no habra odo el sueo del tendero sin duda alguna, el tesoro que lo hizo rico estara enterrado todava.

El soldadito de plomo

Haba una vez veinticinco soldados de plomo con un bonito uniforme azul y rojo y un fusil al hombro. Vivan metidos en una caja de madera y se aburran un poco. Un da oyeron una voz de nio que deca:

- Hala! Soldados de plomo!

Era la voz de Carlos, quien haba recibido los soldados como regalo de Navidad. Enseguida los sac de la caja. Todos eran exactamente iguales menos uno, que, aunque slo tena una pierna, se mantena firme como los dems.

A su lado tambin haba ms regalos, pero muy pronto el soldado de plomo se fij en una bailarina que levantaba con gracia un pie para dar a entender que estaba bailando.

"Tambin le falta una pierna, como a mi. Es la mujer que me conviene - pens el soldadito de plomo -. La quiero conocer, es tan guapa!"

El soldadito estaba detrs de una caja sorpresa desde donde poda contemplar a la bailarina. Al llegar la noche, Carlos guard todos los soldaditos excepto a l, porque no lo vio. Y, aprovechando que toda la familia dorma, los juguetes empezaron a divertirse.

De la caja sorpresa sali un mueco verde que, al ver al soldado mirar a la bailarina, le dijo:

- Soldadito de plomo, por qu en vez de mirar a la bailarina no miras el tipo que tienes?

Pero el soldadito no hizo caso y sigui mirando a la bailarina.

- Bueno, bueno, ya vers maana - dijo el malvado mueco.

Al da siguiente Carlos puso el soldadito en la ventana. No se sabe bien si por el viento o porque el mueco de la caja- sorpresa cerr la ventana, el soldadito cay a la calle.

- Mira, un soldado de plomo - dijo un nio que pasaba por la calle.

- Le haremos navegar - dijo su amigo -. Le meteremos en una barca.

Y dicho esto, hicieron un barquito de papel en el que metieron al soldado, luego empujaron el barco y el soldadito se alej por las aguas de un arroyo que se haba formado por la lluvia.

"Dios mo! Adnde ir a parar? - pensaba el soldadito -. La culpa de todo la tiene el mueco verde de la caja sorpresa. Estoy seguro de que si estuviera a mi lado la hermosa bailarina no me importara estar aqu."

El barco cada vez tena ms agua y se hunda ms, porque era de papel. Al final le cubri la cabeza al soldadito. Pens que sera su final y slo se acordaba de la bella bailarina que tampoco tiempo pudo ver. Crea haberla perdido para siempre. Poco poco, se fue hundiendo hasta el fondo del arroyo. All se lo trag un gran pez que pasaba en ese momento.

Durante un largo tiempo, se qued a oscuras y en silencio. No saba donde estaba, aunque tena la esperanza de que alguien pescase el pez y lo rescataran. Estaba dormido cuando de pronto oy una voz que le sonaba familiar:

- Oh, mirad quin est aqu! Es mi soldadito de plomo!

Era la voz de Carlos. El soldadito no se lo poda creer. Cmo habra llegado hasta all? La cocinera de Carlos haba comprado el pez a un pescador.

Enseguida el soldado se dio cuenta de que estaban sus amigos y su querida bailarina. Su fortuna no dur mucho tiempo, ya que una rfaga de viento hizo caer de nuevo al soldadito, esta vez a la chimenea, mientras se derreta, vio a su lado a su querida bailarina, que debi caer con l.

Nada ms se supo del soldado y de la bailarina. Al limpiar la chimenea a la maana siguiente, se encontraron un corazn de plomo y una rosa de lentejuelas. Era la seal de amor que haba quedado entre el soldado y la bailarina.

(Adaptacin del cuento de Andersen)

Gulliver en Liliput

Durante muchos das, el hermoso velero en el que viajaba Gulliver haba navegado plcidamente hasta que, al aventurarse por las aguas de las Indias Orientales, una violentsima tempestad empez a zarandear el barco como si fuera una cscara de nuez. Impresionantes olas barran la cubierta y abatan los mstiles con sus velas. Al llegar la noche, una gigantesca ola levant el barco por la parte de popa y lo lanz de proa contra el hirviente remolino entre un espantoso crujir de maderas y los gritos de los hombres.

-Slvese quien pueda! - Grit el capitn.

No hubo ni tiempo de arrojar los botes al agua y cada uno trat de ponerse a salvo alejndose del barco que se hunda por momentos.

Empujado por el viento, cegado por la espuma, Gulliver nadaba en medio de las tinieblas. Pasaba el tiempo y la fatiga haca presa en l.

"Mis fuerzas se agotan", pensaba; "no podr resistir mucho"

De pronto, noto que su pie chocaba contra algo firme. Unas brazadas ms y se encontr en una playa.

- Estoy salvado! - murmur con sus ltimas fuerzas, antes de dejarse caer sobre la arena. Al punto, se qued profunda y plcidamente dormido.

l no poda saber que haba llegado a Liliput, el pas donde los hombres, los animales y las plantas eran diminutos. Por otra parte, no haba tenido tiempo de ver nada ni a nadie. En cambio, los vigas de ese reino s le vieron a l y corrieron a la ciudad para dar la voz de alarma.

- Ha llegado un gigante!

Inmediatamente todas las gentes de Liliput se encaminaron hacia la playa, no sin temor. Llegaban despacito y, desde lejos curioseaban al grandulln.

- Tenemos que impedir que nos ataque - dijo un leador-. Vayamos a por cuerdas para atarle!

En medio de una frentica actividad, todos se dedicaron al acarreo de estacas y cuerdas. Luego rodearon a Gulliver y empezaron a clavar las estacas en la arena con gran habilidad. Seguidamente, treparon sobre su cuerpo y fueron realizando un trenzado de cuerdas habilidoso y prctico, sujetando las cuerdas en las estacas.

El sol haba empezado a calentar cuando un viejecito que se apoyaba en un diminuto bastn, toco sin querer la nariz del prisionero, que estornud aparatosamente.

Que conmocin! Muchos hombres salieron despedidos, otros emprendieron la huida. Gulliver not que delgadas cuerdas lo sujetaban y sinti algo que le pasaba sobre el pecho; dirigi la mirada hacia abajo y descubri una diminuta criatura con arco y flecha en las manos y un carcaj a la espalda. No menos de otros cuarenta seres similares corran por su cuerpo.

En su prisa por huir, algunos rodaron y se hicieron numerosos coscorrones. Muertos de miedo, los liliputienses fueron a esconderse tras las rocas, los rboles o en las madrigueras.

- Qu es esto? - exclam el nufrago-. Quin me ha hecho prisionero?

Sin ms que un pequeo esfuerzo se incorpor, haciendo saltar las cuerdas. Y al observar de reojo el temor con que se le contemplaba, fue incapaz de contener la risa.

Quiz porque le vieron rer y porque no se levantaba, los liliputienses avanzaron un poquito hacia el extrao visitante.

- Acercaos, no soy ningn ogro - dijo Gulliver.

Pero se dio cuenta de que no le entendan y fue probando con los muchos idiomas que conoca hasta acertar con el utilizado en Liliput.

- Hola amigos...

Los liliputienses vieron en estas dos palabras buena voluntad y se acercaron un poco ms. Por otra parte, como jams haban visto gigante alguno, tampoco queran perderse el acontecimiento.

Pero el nufrago estaba hambriento y, con su mejor sonrisa, dijo:

- Amigos, os agradecera que me trajerais algo de comer.

Un poco por la sonrisa y otro poco porque les convena conquistar su favor, los hombrecillos le aseguraron que iba a estar muy bien servido. Con gran presteza le presentaron una oppara comida. Cierto que los bueyes de Liliput eran como gorriones para el visitante y necesit unos pocos para saciar su apetito. En cuanto a los barriles de vino, se le antojaban dedales e iba despachando cuantos le servan con la mayor facilidad.

Mientras coma, los liliputienses se dedicaron a contarle su vida y milagros. Supo el viajero que estaban gobernados por Lilipn I, rey justo y bueno y que por aquellos das se hallaban en guerra con los enanos del pas vecino. Esta situacin les afliga mucho.

- Mirad! - Anunci un enano pelirrojo. Ah llegan Sus Majestades.

En efecto, los monarcas, rodeados de toda su corte, se acercaban deferentes, tras abandonar su lindo carruaje en el que llegaron, curiosamente arrastrado por seis ratones blancos.

La reverencia con que Gulliver recibi a los soberanos agrad mucho al rey Lilipn y extasi a la reina Lilipina. Pronto el rey y el viajero entablaron una animada conversacin.

Descubri Gulliver que el monarca era inteligente, pues le habl de las mquinas que usaban para cortar rboles y arrastrar la madera, y de otros ingenios muy interesantes. Tambin Lilipn descubri la vala del viajero.

- Veo que posees una gran inteligencia, Gulliver, y espero que te agrade el favor que mis sbditos te dispensan. Todos deseamos que te encuentres en Liliput como en tu propia casa.

- Estoy muy agradecido, Majestad - respondi Gulliver, inclinndose.

- Ejem... Si alguien atacara tu casa la defenderas. No es as?

- As es, Majestad, pero... no os comprendo...

Entonces el soberano, con aire doliente, explic al visitante el problema que le haba cado encima a causa de su guerra con los enanos del pas vecino. Y como Gulliver haba cobrado simpata a los liliputienses, replic:

-En este momento me considero en mi casa, seor; por lo tanto, voy a defenderla. Dnde estn los enemigos de Liliput, que desde ahora lo son mos?

En ese momento, a galope de un caballo diminuto, se present un despavorido mensajero.

-Majestad! - anunci, casi sin aliento-. Sucede algo espantoso! La flota enemiga se est acercando a nuestra isla, dispuesta a atacarnos.

El rey y Gulliver; seguidos de algunos cortesanos, subieron a un montecillo desde el que se divisaba el horizonte; sobre las olas pudieron descubrir cientos y cientos de diminutos barcos, muy bien pertrechados, rumbo a Liliput.

- No podremos hacerles frente! - se lamentaban los liliputienses.

- Acabarn con todos nosotros!

Gulliver, sereno y arrogante, dijo:

- Tranquilos, amigos; permitid que sea yo quien reciba a la flota. Os aseguro que van a conocer la derrota. Y ahora id a refugiaos en el bosque y dejadme solo.

Ante el asombro general, le vieron entrar en el agua y, sin mas que alargar los brazos, fue apoderndose de los barcos enemigos con sus enormes manos. Enseguida empez a repartir los barcos por sus ropas, como su fueran avellanas, con sus guerreros dentro. Se llen los bolsillos y, los que sobraron, los colg de los botones de su levita y hasta puso alguno en los lazos de los zapatos. Regres luego a la playa y fue colocando los barquitos en hilera. Bien dispuestos ya y plantado ante ellos, Gulliver exigi:

- Rndanse si no quieren perecer!

Naturalmente, ms muertos que vivos, los enemigos de Liliput se rindieron como un solo hombre.

Viendo tamaa maravilla, despus de lo mucho que aquella guerra le haba hecho sufrir, Lilipn I, con la voz rota de la emocin, grit:

- Viva el gran hroe Gulliver!

Las gentes, delirantes de entusiasmo, atronaron la playa con sus aclamaciones. Los ms ancianos abrazaban a sus hijos, que ya no tendran que enzarzarse en guerras, puesto que el enemigo estaba vencido. Las mujeres lloraban y rean a un tiempo.

Seguidamente, en medio de un gran ceremonial, el soberano nombr a Gulliver generalsimo de sus ejrcitos.

- Agradezco el honor, Majestad, pero creo que no vais a necesitar ms generales. El enemigo est vencido y espero que vuestras guerras hayan terminado para siempre.

- Y que importan las guerras tenindote a ti como aliado? - replic el monarca, un tanto fanfarrn.

- Slo ser vuestro aliado si devolvis la libertad a los prisioneros. Su rey os dar palabra de no volver a atacaros.

As sucedi y los dos monarcas firmaron una paz duradera y hasta intercambiaron regalos. Luego, el propio Gulliver puso los barquitos en el agua, con sus tripulaciones dentro y despidi la flota vencida agitando su mano.

- es un poco raro el gigante - pensaba el rey Lilipn I, sin comprender del todo tanta generosidad.

- Qu gesto tan elegante! - dijo Lilipina con un largo suspiro, aludiendo a la generosidad del vencedor.

Honrado, aclamado y querido, Gulliver pas en Liliput varios aos. El pueblo entero haba colaborado en construirle una gran casa con todas las comodidades. Sin embargo, el viajero senta nostalgia de su patria y de su familia. Por otra parte, comprenda que con l all, las provisiones de los liliputienses corran el peligro de acabarse, pues coma el solo tanto como el pas entero.

Un da le habl al monarca con toda sinceridad, manifestando su nostalgia.

- oh, como siento que no quieras quedarte para siempre, Gulliver!

La reina Lilipina, que era aguda, pregunt con una sonrisa:

- Te irs andando, Gulliver?

- Sabis que eso es imposible, seora. Pero algn da puede llegar un barco...

Con frecuencia atisbaba el horizonte desde un montculo y cierto da apareci el ansiado barco no lejos de la costa y el viajero le hizo seales para que se aproximara.

El velero se acerc a la playa y Gulliver se despidi de sus amigos.

Los reyes y el pueblo entero le entregaron regalos, todos diminutos, pero muy apreciados por el viajero. Con verdadero afecto estuvieron en la playa, agitando sus manos, hasta que vieron la silueta graciosa del velero perderse en la lejana bruma.

Simbad el marino

Hace muchos aos naci Simbad en una ciudad de Bagdad. Siendo an muy joven hered de su familia una enorme fortuna que gast en lujos y fiestas. Cuando le quedaba ya poco dinero decidi embarcarse en un navo y marcharse hacia las Indias para comerciar.

Un da muy caluroso el viento dej de soplar y el barco se par muy cerca de una isla. Simbad y otros tripulantes del barco decidieron hacer una excursin por la isla y, una vez all, prendieron fuego para asar carne. De repente, el suelo se estremeci como si fuera sacudido por un terremoto. Lo que haban credo una isla era el lomo de una gran ballena!

El animal empez a dar coletazos y Simbad cay al agua. Los tripulantes del barco pensaron que se haba ahogado. Sin embargo, Simbad consigui agarrarse a una madera. Al cabo de dos das una ola le arroj sobre una isla.

-Qu ser esto? exclam extraado al ver una bola blanca de gran tamao.

De pronto, Simbad mir a lo alto y vio a un inmenso pjaro que iba hacia l.

-Es el pjaro Roc dijo asustado.

En efecto, era el pjaro Roc y aquella bola blanca era uno de sus huevos. De hecho, lo que hizo el enorme animal fue dejarse caer sobre el huevo para calentarlo.

-Ya S lo que har! - pens Simbad-. Enrollar mi turbante a la pata del pjaro Roc.

Y al amanecer, el pjaro se ech a volar y el marino con l, hasta otro lugar en el que se pos.

-Bueno! exclam el marino -. Veamos dnde he venido a parar.

En seguida se dio cuenta de que se hallaba en un profundo valle, rodeado de montaas tan altas que era imposible escalarlas.

En la falda de una de las montaas se sent a descansar cuando, de repente, vio que estaba rodeado de serpientes.

-Qu mala suerte! - se lament -. Consigo escapar de un callejn sin salida para venir a otro peor!

Sin embargo, aquel misterioso valle tambin estaba lleno de preciosos diamantes.

-Aqu estoy rodeado de una fortuna con la que podra comprar medio mundo y condenado a no salir jams de este lugar !exclam Simbad!.

Por lo que pudiera pasar, llen de diamantes una bolsa de cuero que llevaba.

- Ya s lo que har para salir de aqu matar a una serpiente y me atar a ella con el turbante.

As lo hizo, y se tumb a la espera de que el pjaro Roc viese la serpiente y la cogiera para comrsela.

Pocos minutos despus el monstruo de los aires plane sobre el valle y al ver la serpiente la apres con sus garras.

Durante el viaje, el pjaro sobrevol el mar y Simbad divis un enorme barco navegando sobre las aguas azules. Cort con un cuchillo el turbante y cay al agua confiando en que los tripulantes del barco le rescataran. Por fin estaba a salvo!

Gracias a los diamantes no le falt de nada, pero muy pronto volvi a embarcarse.

En esta ocasin unos piratas asaltaron su barco y apresaron a Simbad para venderlo como esclavo.

- Pareces un hombre fuerte dijo un mercader que quera comprarlo dime las cosas que sabes hacer para ver si me puedes servir.

- Manejo muy bien el arco contest Simbad.

- Bien demustramelo. Ve a la selva y treme marfil de elefantes le pidi el mercader.

A Simbad le daba mucha pena cazar elefantes y siempre fallaba los disparos. Un da vio un elefante muy viejo y lo sigui. Este le llev hasta el cementerio de los elefantes. All haba tantos colmillos que cuando inform a su amo ste se volvi loco de alegra.

En agradecimiento le dej libre y le regal un barco para que Simbad siguiese corriendo aventuras.

Adaptacin del cuento Oriental

La liebre y la tortuga

En una apartada aldea, habitada nicamente por animales, viva una lenta Tortuga muy trabajadora. Con su paciencia, se haba construido una preciosa casita que gustaba a todos menos a la Liebre.

La Liebre era muy presumida porque corra ms que nadie, pero tena mucha envidia porque no haba conseguido una casa tan bonita como la de la Tortuga.

La Liebre se burlaba de la Tortuga cuando la vea trabajar en la huerta y, por las noches, tocaba la trompeta para no dejarla dormir. Siempre se rea de ella y le deca:

Qu lenta eres! Aprende de m que siempre llego la primera a todas partes.

En la aldea, todos se enfadaban con la Liebre pues queran mucho a la Tortuga porque era muy buena.

No te da vergenza? - le deca Osito a la Liebre. Ella hace lo que puede, todos la queremos. Trabaja y va a la escuela. Deberas aprender de ella.

Pero la Liebre no haca caso y segua burlndose de la Tortuga.

Un da, la Tortuga que ya estaba harta de aguantar las impertinencias de la Liebre, le dijo:

Yo me esfuerzo por ser ms rpida y puedo correr tanto como t. Cuando quieras, te lo demostrar.

A la Liebre casi le da un ataque de risa. Pero luego acept porque estaba segura de que iba a ganar y a reirse mucho de la Tortuga.

Todos los vecinos acudieron a ver la carrera y animar a la Tortuga. Sealaron la meta. El Perro dio la salida y todos esperaron a ver qu pasaba.

La Liebre sali como una flecha. La Tortuga iba detrs, sudando, pero a cada momento se quedaba ms retrasada.

-En buen lo te has metido! deca Osito. Si no corres ms, hars el ridculo.

La Tortuga no deca nada y segua sudando y avanzando a su paso cansino. Los animalitos le gritaban para darle nimos, pero cada vez la distancia entre las dos era ms grande.

En ese momento, la Liebre que iba muy adelantada, pas por delante de la huerta del Perro y vio unas zanahorias riqusimas. Como era muy golosa, no pudo resistir y se par a comer algunas. Mientras, la Tortuga segua avanzando lentamente.

-nimo! No te pares! Contina! - le deca la Ardillita a la cansada tortuga.

La Liebre, con su barriga llena de zanahorias, y segura de que la Tortuga vena muy detrs de ella, se haba echado a dormir una siestecita a la orilla del camino. Cuando quiso darse cuenta, comprob que la Tortuga ya haba pasado y estaba cerca de la meta.

-Bah! Dijo, en un par de zancadas alcanzo y adelanto a esa tonta. Y se puso a correr como un rayo.

Pero ya era demasiado tarde. Cuando la Liebre quiso adelantar a la Tortuga, esta ya estaba entrando en la meta.

La Liebre no se lo poda creer pero era cierto, La Tortuga haba ganado!!!

La Liebre, llena de rabia y de vergenza, se ech a llorar. Pero la Tortuga se acerc a ella, le dio un beso y le dijo que s quera podan ser amigas.

La Liebre aprendi la leccin y ya nunca volvi a burlarse de la Tortuga y de nadie ms. (Popular)

Merln el mago

Hace muchos aos, cuando Inglaterra no era ms que un puado de reinos que batallaban entre s, vino al mundo Arturo, hijo del rey Uther.

La madre del nio muri al poco de nacer ste, y el padre se lo entreg al mago Merln con el fin de que lo educara. El mago Merln decidi llevar al pequeo al castillo de un noble, quien, adems, tena un hijo de corta edad llamado Kay. Para garantizar la seguridad del prncipe Arturo, Merln no descubri sus orgenes.

Cada da Merln explicaba al pequeo Arturo todas las ciencias conocidas y, como era mago, incluso le enseaba algunas cosas de las ciencias del futuro y ciertas frmulas mgicas.

Los aos fueron pasando y el rey Uther muri sin que nadie le conociera descendencia. Los nobles acudieron a Merln para encontrar al monarca sucesor. Merln hizo aparecer sobre una roca una espada firmemente clavada a un yunque de hierro, con una leyenda que deca:

"Esta es la espada Excalibur. Quien consiga sacarla de este yunque, ser rey de Inglaterra"

Los nobles probaron fortuna pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no consiguieron mover la espada ni un milmetro.

Arturo y Kay, que eran ya dos apuestos muchachos, haban ido a la ciudad para asistir a un torneo en el que Kay pensaba participar.

Cuando ya se aproximaba la hora, Arturo se dio cuenta de que haba olvidado la espada de Kay en la posada. Sali corriendo a toda velocidad, pero cuando lleg all, la puerta estaba cerrada.

Arturo no saba qu hacer. Sin espada, Kay no podra participar en el torneo. En su desesperacin, mir alrededor y descubri la espada Excalibur. Acercndose a la roca, tir del arma. En ese momento un rayo de luz blanca descendi sobre l y Arturo extrajo la espada sin encontrar la menor resistencia. Corri hasta Kay y se la ofreci. Kay se extra al ver que no era su espada.

Arturo le explic lo ocurrido. Kay vio la inscripcin de "Excalibur" en la espada y se lo hizo saber a su padre. ste orden a Arturo que la volviera a colocar en su lugar. Todos los nobles intentaron sacarla de nuevo, pero ninguno lo consigui. Entonces Arturo tom la empuadura entre sus manos. Sobre su cabeza volvi a descender un rayo de luz blanca y Arturo extrajo la espada sin el menor esfuerzo.

Todos admitieron que aquel muchachito sin ningn ttulo conocido deba llevar la corona de Inglaterra, y desfilaron ante su trono, jurndole fidelidad. Merln, pensando que Arturo ya no le necesitaba, se retir a su morada.

Pero no haba transcurrido mucho tiempo cuando algunos nobles se alzaron en armas contra el rey Arturo. Merln proclam que Arturo era hijo del rey Uther, por lo que era rey legtimo. Pero los nobles siguieron en guerra hasta que, al fin, fueron derrotados gracias al valor de Arturo, ayudado por la magia de Merln.

Para evitar que lo ocurrido volviera a repetirse, Arturo cre la Tabla Redonda, que estaba formada por todos los nobles leales al reino. Luego se cas con la princesa Ginebra, a lo que siguieron aos de prosperidad y felicidad tanto para Inglaterra como para Arturo.

"Ya puedes seguir reinando sin necesidad de mis consejos -le dijo Merln a Arturo-. Contina siendo un rey justo y el futuro hablar de ti"

El gigante egosta

Los nios pasaban junto al jardn del Gigante todas las tardes cuando salan de la escuela. La hierba del suelo pareca una alfombra de terciopelo verde y las florecillas brotaban entre ella. Tambin crecan doce albrchigos que daban ricos frutos. Los pajarillos se posaban en sus ramas piando con dulzura. Y los nios decan:

-Qu felices seramos si pudisemos jugar ah!

El Gigante hizo un viaje que dur siete aos. Cuando volvi a su castillo vio que los nios jugaban en el jardn. Y grit con voz de trueno:

-Qu hacis aqu?

Los nios echaron a correr llenos de miedo.

- Este jardn es slo mo y no permitir que nadie se aproveche de l.

Desde aquel da los pobres nios pasaban por delante del jardn sin poder entrar. Y recordaban lo felices que haban sido all.

Lleg la primavera y todos los rboles se llenaron de flores y pjaros. Slo el jardn del Gigante segua como en invierno. Los pjaros no cantaban porque no vean a sus amigos los nios y los rboles se olvidaron de hacer brotar sus capullos.

En cambio, el hielo y la nieve estaban contentos.

- Que bien estamos aqu! La primavera se ha olvidado de este jardn y vamos a vivir todo el ao en l. Podemos invitar al viento fro para que pase una temporada en nuestra compaa.

Y el viento fro lleg rugiendo y derribando chimeneas.

Tambin invitaron a su amigo el granizo. Y todas las tardes caa con fuerza sobre los tejados, rompiendo casi todas las tejas del castillo.

El Gigante, sentado detrs de la ventana, miraba al jardn y deca:

- No comprendo por qu la primavera no llega a mi jardn.

Pero la primavera no lleg. Ni el verano tampoco. Y el otoo vino repartiendo sus frutos en todos los jardines, menos en el suyo.

Una maana, el Gigante acababa de levantarse y, al echar una mirada sobre su jardn, vio a un nio chiquitn en el rincn ms apartado. All haba un rbol cubierto de nieve y el viento ruga entre sus ramas.

El nio abra sus bracitos para alcanzarlas, pero no poda y lloraba dando vueltas alrededor de su tronco.

El Gigante pens al verlo:

- Qu egosta he sido! Nunca he ayudado a nadie: todo lo he querido para m. Por eso la primavera no quiere venir a mi jardn.

Entonces baj las escaleras para ayudar al nio a subir al rbol. Los nios que lo vieron echaron a correr asustados. Slo qued el pequen y no escap porque tena los ojos llenos de lgrimas y no poda ver.

El Gigante se acerc a l y, cogindolo con sus manazas, lo coloc en el rbol. Entonces el jardn se cubri de rosas y los pjaros se posaron en los rboles piando con alegra.

El nio chiquitn, muy agradecido, rode el cuello del Gigante con sus bracitos y le dio un beso.

Los dems nios, al ver que el Gigante no era tan malo, entraron en el jardn y all rein otra vez la primavera. Y todos los das volvieron a jugar con l.

Pero el Gigante estaba triste. Ya no volvi a ver ms a aquel nio chiquitn que le dio un beso.

Pasaron los aos. El gigante se hizo viejecito y no poda bajar a jugar con los nios. Los miraba, sentado en su silln.

Una maana de invierno vio con sorpresa que el rbol del rincn ms apartado del jardn, estaba lleno de flores blancas. All estaba tambin el nio chiquitn, al que ayud una vez a subir a sus ramas.

Baj hacia aquel lugar lleno de alegra. Se acerc al nio y le pregunt:

- Quien eres t, bello nio?

El nio slo le contest:

- T me dejaste jugar un da en tu jardn; hoy jugars t en mi jardn.

Aquella tarde, cuando los nios salieron de la escuela y entraron en el jardn del Gigante, vieron a este dormido para siempre bajo el rbol de su rincn ms apartado.

El Gigante tena la sonrisa en los labios y todo su cuerpo estaba cubierto de preciosas flores blancas.

(Oscar Wilde. Adaptacin)

Las habichuelas mgicas

Juan viva con su madre en el campo. Un da, mientras Juan paseaba, Se encontr un paquetito debajo de un rbol. Mir dentro del paquetito y vio que en l slo haba unas pequeas semillas redondas; entonces, Juan se guard las semillas en el bolsillo y se fue muy contento a su casa.

Juan plant las semillas en el jardn de su casa y se fue a la cama porque estaba muy cansado. A la maana siguiente, Juan descubri que, de las semillas, haban crecido races y tallos tan largos que se perdan en las nubes. Juan trep por uno de los tallos y al llegar arriba, vio un castillo.

Juan se acerc al castillo y entr con mucho cuidado. Dentro del castillo, sentado en un silln, vio a un gigante que roncaba sin parar, con un montn de monedas de oro a sus pies.

Juan se acerc al gigante de puntillas y se llen los bolsillos de monedas. Pero, de pronto, l gigante despert y, dando un rugido, intent atrapar a Juan.

Juan corri hasta el tallo de las habichuelas mgicas, descendi por la planta y, cuando lleg al suelo, con un hacha cort el tallo para que el gigante no pudiera bajar.

Juan y su madre vivieron muy felices desde entonces con las monedas de oro del gigante.

HERMANOS GRIMM (Adaptacin)

La princesa y el guisante

Haba una vez un prncipe que quera casarse con una princesa, pero con una verdadera princesa de sangre real. Viaj por todo el mundo buscando una, pero era muy difcil encontrarla, mucho ms difcil de lo que haba supuesto.

Las princesas abundaban, pero no era sencillo averiguar si eran de sangre real. Siempre acababa descubriendo en ellas algo que le demostraba que en realidad no lo eran, y el prncipe volvi a su pas muy triste por no haber encontrado una verdadera princesa real.

Una noche, estando en su castillo, se desencaden una terrible tormenta: llova muchsimo, los relmpagos iluminaban el cielo y los truenos sonaban muy fuerte. De pronto, se oy que alguien llamaba a la puerta:

- Toc, toc!

La familia no entenda quin poda estar a la intemperie en semejante noche de tormenta y fueron a abrir la puerta.

- Quin es? - pregunt el padre del prncipe.

- Soy la princesa del reino de Safi - contest una voz dbil y cansada. - Me he perdido en la oscuridad y no s regresar a donde estaba.

Le abrieron la puerta y se encontraron con una hermosa joven:

- Pero Dios mo! Qu aspecto tienes!

La lluvia chorreaba por sus ropas y cabellos. El agua sala de sus zapatos como si de una fuente se tratase. Tena fro y tiritaba.

En el castillo le dieron ropa seca y la invitaron a cenar. Poco a poco entr en calor al lado de la chimenea.

La reina quera averiguar si la joven era una princesa de verdad.

"Ya s lo que har - pens -. Colocar un guisante debajo de los muchos edredones y colchones que hay en la cama para ver si lo nota. Si no se da cuenta no ser una verdadera princesa. As podremos demostrar su sensibilidad".

Al llegar la noche, la reina coloc un guisante bajo los colchones y despus se fue a dormir.

A la maana siguiente, el prncipe pregunt:

-Qu tal has dormido, joven princesa?

- Oh! Terriblemente mal - contest -. No he dormido en toda la noche. No comprendo qu tena la cama; Dios sabe lo que sera. Tengo el cuerpo lleno de cardenales. Ha sido horrible!

- Entonces, eres una verdadera princesa! Porque a pesar de los muchos colchones y edredones, has sentido la molestia del guisante. Slo una verdadera princesa poda ser tan sensible!

El prncipe se cas con ella porque estaba seguro de que era una verdadera princesa. Despus de tanto tiempo, al final encontr lo que quera.

Y colorn colorado, este cuento se ha acabado.

Andersen (Adaptacin)

Los msicos de Bremen

Haba una vez un burro. Era un burro muy viejecito. Toda su vida se la haba pasado cargando sacos de trigo y llevndolos al molino. Y por eso estaba muy cansado, tan cansado que ya no poda trabajar ms. Su amo pens que lo mejor era vendrselo a los gitanos y, al menos, ganara algn dinero. Pero el burro, cuando vio lo desagradecido que era su amo, dijo: "Menuda tristeza, ahora que soy viejo ya no me quiere y me va a vender. Eso no se le hace a un amigo". Y se escap.

El burro se escap, y cuando ya llevaba mucho tiempo caminando se encontr con un perro tumbado a la orilla del camino. Le pregunt: "Por qu ests tan cansado?". Y el perro le respondi que se haba escapado porque su amo le quera matar. "Dice que soy muy viejo y ya no sirvo para cuidar el ganado." EL burro le dijo: "No te preocupes, vente conmigo". "A donde?" "A la ciudad." "Y, qu haremos all?" "Podemos ser msicos, yo toco la guitarra y t el tambor. Te parece bien?" Y el perro, despus de pensarlo un poco, se anim y se fue con el burro.

El perro y el burro, con su guitarra y su tambor, continuaron caminando. Y se encontraron con un gato que pareca muy triste.

"Qu te pasa minino? Pareces muy triste." "Como estoy viejo y no puedo correr detrs de los ratones, mi ama no me quiere." "Te quieres venir con nosotros?" Le explicaron que iban a la ciudad y que all seran msicos. Se puso muy contento y se fue con ellos.

Al poco rato pasaron por una granja y oyeron un gallo que chillaba a todo chillar. Se acercaron junto a l. "Qu te pasa?" "Que nadie me quiere. He odo decir a mi ama que maana me iba a desplumar y a guisarme con arroz." "Deja de chillar, gallo, y vete de aqu corriendo. Quieres venir con nosotros a la ciudad? T sers el cantante de nuestra orquesta."

Y tambin al gallo le pareci bien y se march con ellos. Anda que te anda se hizo de noche.

Como era de noche, decidieron dormir en un bosque que haba all cerca. Dijo el burro: "Perro, chate debajo del rbol".

El gato decidi subir al rbol y, desde arriba, vigilar con un ojo abierto. El gallo quiso acompaarle, porque as si el gato vea algn peligro, l avisara a gritos. Al gato le pareci muy bien y, como era muy amable, le dijo: "Vale, pero duerme tranquilo, si yo veo algo te toco la pata y te despierto". Y empezaron a dormir.

Pero de pronto, el gato vio a lo lejos una lucecita: avis al gallo. El gallo le dijo al burro que si no sera una casa. Y el burro y el perro pensaron que tenan que ir a ver. Echaron todos a andar atrados por la luz, hasta que llegaron a una hermosa casa.

El burro mir por la ventana y les dijo a los otros que vea a unos individuos que se disponan a darse un banquetazo. Al hablar de comida todos se dieron cuenta de que no haban cenado y tenan mocha hambre. Los hombres que estaban dentro eran una banda de ladrones muy peligrosos. Como los animales tenan mucha hambre, se pusieron a pensar y decidieron maullar, ladrar, rebuznar y cantar a la vez, para asustarles y quedarse solos en la casa con toda la comida. Cuando los ladrones oyeron semejante ruido, se asustaron, creyeron que eran fantasmas y salieron corriendo, y los cuatro animales entraron y se pusieron a comer.

Despus de comer decidieron quedarse all a dormir porque se estaba muy a gustito . Apagaron la luz. El burro se ech sobre un montn de paja, el gallo se subi a una viga, el perro se ech detrs de la puerta, y el gato se enrosc como un ovillo junto al fuego, y as se quedaron dormidos. Los ladrones volvieron sin hacer ruido hasta la casa y miraron por la ventana. Como la luz estaba apagada, y el capitn mand a un ladrn que entrase por la ventana y viera qu ocurra dentro. "No te preocupes", le dijo "Los fantasmas no existen". El ladrn entr y fue a pisar al gato, que le ara bufando. Asustado, sali corriendo hacia la puerta, y pis al perro, que le mordi y le gru. "Jefe, hay un fantasma que me ha araado y luego me ha mordido!" Muerto de miedo, iba diciendo esto cuando tropez con el burro, que le dio una coz, mientras deca "uh, uh". "Ay, mamata, ahora me est dando patadas en el trasero." El ladrn salt como pudo por la ventana y se fue corriendo hasta donde estaba su capitn.

Cuando lleg junto al capitn le dijo: "Jefe, un fantasma me ha araado, otro me ha clavado un cuchillo y otro grandote me ha golpeado". "Con un garrote?" "S, jefe, con un garrote." Estaba diciendo esto cuando se oy al gallo: "Kikirik" El capitn dijo: "Has odo?, alguien est diciendo trarmelo aqu". Y los ladrones salieron corriendo muertos de miedo.

Desde entonces, los msicos de Bremen, tienen una casa donde vivir tranquilos sin miedo a que los vendan o se los coman.

Y colorn colorado, este cuento se ha acabado.

(Andersen)

La liebre y la tortuga

En el centro del bosque haba un amplio crculo, libre de rboles, en el que los animales que habitaban aquellos contornos celebraban toda clase de competiciones deportivas.

En el centro de un grupo de animales hablaba la bonita y elegante Esmelinda, la liebre:

- Soy veloz como el viento, y no hay nadie que se atreva a competir conmigo en velocidad.

Un conejito gris insinu, soltando la carcajada y hablando con burlona irona:

- Yo conozco alguien que te ganara...

- Quien? - Pregunt Esmelinda, sorprendida e indignada a la vez.

- La tortuga! La tortuga!

Todos los all reunidos rompieron a rer a carcajadas, y entre las risotadas se oyeron gritos de: "La tortuga y la liebre en carrera! Frente a frente!

En el centro del grupo la liebre alz su mano para ordenar silencio.

- Qu cosas se os ocurren! Yo soy el animal ms veloz del bosque y nadie sera capaz de alcanzarme.

Y se alej del lugar tan rpidamente como si tuviera alas en los pies. La liebre se dirigi al mercado de lechugas, pues la tortuga era vendedora de la mencionada mercanca, y se aproxim a la tortuga contonendose:

- Hola tortuguita, vengo a proponerte que el domingo corras conmigo en la carrera.

La tortuga se le qued mirando boquiabierta.

- T bromeas! Yo soy muy lenta y la carrera no tendra emocin. Aunque, quin sabe!

- Como? Pobre animalucho. Supongo que no te imaginars competir conmigo. Apostara cualquier cosa a que no eres capaz.

- Ir el domingo a la carrera.

Una vieja tortuga le dijo:

- Tu eres lenta pero constante...; la liebre veloz, pero inconstante ve tranquila y suerte, tortuguita.

El domingo amaneci un da esplndido. En el campo de los deportes reinaba una gran algaraba.

- Vamos, retrate! - le gritaban algunos a la tortuga. Pero la tortuga, aunque avergonzada no se retir.

La liebre, despus de recorrer un trecho se ech a dormir y cuando despert sigui riendo porque la tortuga llegaba entonces a su lado.

- Anda, sigue, sigue! Te doy un kilmetro de ventaja. Voy a ponerme a merendar.

La liebre se sent a merendar y a charlar con algunos amigos y cuando le pareci se dispuso a salir tras la tortuga, a quien ya no se la vea a lo lejos.

Pero, ay!, la liebre haba sido excesivamente optimista y menospreciado en demasa el caminar de la tortuga, porque cuando quiso darle alcance ya llegaba a la meta y ganaba el premio.

Fue un triunfo inolvidable en el que el sabio consejo de una anciana y la preciosa virtud de la constancia salieron triunfales una vez ms.

(Emilio Junquito)

El nio de la selva

Mowgli era un nio que haba sido criado en la selva por una loba.

Mowgli creci feliz entre los animales de la selva, pero Mam Loba estaba preocupada porque saba que el gran tigre Shere-Khan haba amenazado con devorar al pequeo. Por eso, Mam Loba llam una noche a la pantera negra Bagheera, y le pidi que llevara a Mowgli al poblado de los humanos para que estuviera a salvo de Shere-Khan.

Al da siguiente, Bagheera y Mowgli partieron hacia el poblado. Por el camino encontraron al gran oso Baloo, que decidi acompaarles en su viaje. Un rato despus, encontraron a la serpiente Kaa, amiga de Shere-Khan.

La serpiente, en un momento de descuido, quiso raptar a Mowgli, pero Bagheera y Baloo se dieron cuenta a tiempo, regaaron a Kaa e impidieron que se llevara a Mowgli. Los tres amigos continuaron su camino saludando a todos los amigos de la selva; se encontraron al coronel Hati, el jefe de los elefantes, y a su familia; al rey de los monos; a los buitres, unos animales muy feos pero muy simpticos...

Y as, poco a poco, los tres amigos llegaron al poblado de los humanos.

Mowgli se despidi muy triste de sus amigos, pero les prometi volver a verlos muy pronto.

Mowgli pensaba que de vez en cuando ira a la selva y all se encontraran todos de nuevo y jugaran como lo haban hecho siempre. Rudyard Kipling (Adaptacin)Juan el distrado

Sus dos hermanos se haban perdido en el bosque. El padre, la madre y todos los vecinos del pueblo salieron en su busca y no pudieron encontrarlos en toda la noche. Ni por los campos ni en el bosque dieron con ellos.

Juntos los tres volvan a su casa cuando vieron un gran hormiguero.

- Vamos a destruirlo - dijeron los hermanos.

- No - replic Juan -. Dejadlas en paz. No os molestan. No quiero que destruyis el hormiguero.

Andando, andando llegaron al borde de un lago donde nadaban algunos patos.

- Por qu no cogemos uno? Lo llevaremos a casa para comer.

- No - dijo Juan -. Dejad tranquilos a los patos. No quiero que los matis.

Al caer de la tarde los tres hermanos llegaron a la puerta de un castillo. Entraron y llegaron hasta el patio. No vieron a nadie. Llegaron hasta las cuadras y las vieron llenas de caballos convertidos todos en estatuas de piedra.

Subieron al piso y en las salas encontraron a muchos hombres, mujeres y nios convertidos en estatuas de piedra. Siguieron andando y en un rincn, junto a una mesa, encontraron a un seor, ya anciano. Este anciano les recibi con cario, les dio de cenar y les prepar las camas para dormir.

Al da siguiente, al levantarse, Juan no vio a sus hermanos.

Daba vueltas buscndolos cuando se encontr con el ancianito. Este anciano le llev a una sala donde estaban sus hermanos y otros seores y seoras convertidos en estatuas de piedra.

- Ves todo esto? Pues si quieres salir de este castillo y que tus hermanos vuelvan a la vida tienes que hacer dos cosas muy difciles. Si lo consigues, te salvas. Si no lo consigues, t mismo te quedars aqu convertido en una estatua de piedra. La primera cosa es que antes de que termine este da tienes que encontrar mil perlas que una de las princesas perdi en el parque el ltimo da de su vida.

Juan busc las perlas, pero al anochecer slo haba encontrado diez perlas. Se sent en el csped y se puso a llorar.

La reina de las hormigas, a quien Juan haba salvado la vida, le llam y le dijo:

- Qu te pasa? Por qu lloras?

- Tengo que buscar y entregar mil perlas perdidas en este parque y no tengo ms que diez.

- No tengas pena. Eso corre de mi cuenta, yo te ayudar.

Llam a cinco mil hormigas y ellas en poco tiempo juntaron todas las perlas en un gran montn.

- Gracias, gracias, amiga hormiga!

Al da siguiente el anciano dijo a Juan:

- Has resuelto la primera dificultad. Vamos con la segunda. A otras princesa se le cay la llave de su habitacin en ese estanque. Tienes que buscarla y traerla. Si no me la entregas te convertirs en estatua de piedra.

Juan, desesperado, llorando, se va al borde del estanque. Los patos que le ven se acercan y le dicen:

- Juan, ests triste, lloras; qu te pasa?

- Si, tengo que buscar y entregar una llave que est en el fondo de este estanque y eso es imposible. No lo puedo hacer. Si no entrego la llave me convertir en estatua de piedra.

- T no lo puedes hacer, pero nosotros s.

Y al momento todos los patos se zambullen y al poco rato aparece uno de ellos con la llave en el pico y se la entrega a Juan.

-Gracias, amigos! Muchas gracias!

Y ech a correr. Entreg la llave al ancianito y al momento estaba con sus hermanos. Con ellos, todos los prncipes, princesas, seores y hasta los caballos recobraron la vida.

Los tres hermanos salieron del castillo y se reunieron con sus padres, que se alegraron mucho de verlos.

Hermanos Grimm (Adaptacin)

La lechera

Hace mucho tiempo, en una granja rodeada de animales, viva la joven Elisa. Una maana de verano se despert antes de lo acostumbrado.

Felicidades, Elisa! - le dijo su madre -. Espero que hoy las vacas den mucha leche porque luego irs a venderla al pueblo y todo el dinero que te den por ella ser para ti. Ese ser mi regalo de cumpleaos.

Aquello s que era una sorpresa! Con razn pensaba Elisa que algo bueno iba a pasarle! Ella que nunca haba tenido dinero, iba a ser la duea de todo lo que le dieran por la leche. Y por si fuera poco, pareca que las vacas se haban puesto tambin de acuerdo en felicitarla, porque aquel da daban ms leche que nunca!

Cuando tuvo un cntaro grande lleno hasta arriba de rica leche, la lechera se puso en camino.

Haba empezado a calcular lo que le daran por la leche cuando oy un carro del que tiraba un borriquillo. En l iba Lucia hacia el pueblo para vender sus verduras.

-Quieres venir conmigo en el carro? - le pregunt.

- Muchas gracias, pero no subo porque con los baches la leche puede salirse y hoy lo que gane ser para m.

-Fiuuu...! vaya suerte! - exclam Luca -. Seguro que ya sabes en lo que te lo vas a gastar.

Cuando se fue Luca, Elisa se puso a pensar en las cosas que podra comprarse con aquel dinero.

Ya s lo que voy a comprar: una cesta llena de huevos! Esperar a que salgan las pollitos, los cuidar y alimentar muy bien. y cuando crezcan se convertirn en hermosos gallos y gallinas.

Elisa se imaginaba ya las gallinas crecidas y hermosas y sigui pensando qu hara despus.

- Entonces ir a venderlos al mercado, y con el dinero que gane comprar un cerdito, le dar muy bien de comer y todo el mundo querr comprarme el cerdo, as cuando lo venda, con el dinero que saque, me comprar una ternera que d mucha leche. Qu maravilla! Ser como si todos los das fuera mi cumpleaos y tuviera dinero para gastar.

Ya se imaginaba Elisa vendiendo su leche en el mercado y comprndose vestidos, zapatos y otras cosas.

Estaba tan contenta con sus fantasas que tropez, sin darse cuenta, con una rama que haba en el suelo y el cntaro se rompi.

-Adis a mis pollitos y a mis gallinas y a mi cerdito y a mi ternera! Adis a mis sueos de tener una granja! No slo he perdido la leche sino que el cntaro se ha roto. Qu le voy a decir a mi madre? Todo esto me est bien empleado por ser tan fantasiosa!

Y as es como acaba el cuento de la lechera. Sin embargo. cuando regres a la granja le cont a su madre lo que haba pasado. Su madre era una madre muy comprensiva y le habl as:

- No te preocupes, hija, cuando yo tena tu edad era igual de fantasiosa que t, pero gracias a eso empec a hacer n