umar ibn hafsun. un problema historiográfico, manuel pedro acién almansa

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CT]ADERI\OS DE MADix¿r AL-zAHRlt voL. 3 cónooBA L99T

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Actas de las II Jornadas de Madinat al-Zahra : Al-Andalus antes de Madinat al-Zahra. Cuadernos de Madinat al-Zahra, Año 1991, Número 3. Revista de difusión científica del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra.

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Page 1: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

CT]ADERI\OSDE

MADix¿r AL-zAHRlt

voL.

3

cónooBA L99T

Page 2: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

CIJADERNTOS DE MADINAT AL_ZAHRÁ'

Page 3: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

SUMARIO. ACTAS DE LAS II JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRA

AL-ANDALUS ANTES DE MADiNAT AL-ZAHRA

S. GUTIERREZ LLORETL;r fornuciín de Tucltnlr dade la pu'iferia del Estado Islámico Pág. 9

A. MALPICA CUELLO - A. GOMEZ BECERRA

"Donde n//n.¿/ dnÍe.t h¿bía entr¿da tn ejírcito...,E/ pob/arniento de la costa de Granac/a en el rnarco

de la fornución del Estado lslátnico Pá9. 23

V. SALVATIERRA CUENCA _J. C. CASTILLO ARMENTEROSE/ poblaniento ntral: ¿Histórico o internporal?

El caso del arrol,o del Salado, Jaín Pág. 47

M. ACIEN ALMANSA'Utnar lb¡t Haf:ttn. Un problema bistariográfico Pá9.71

E. MANZANO MORENOSeñore¡ 1 ernires: Fantilias ari¡locráticas 1, soberanía ltltejtl en Al-Andalu¡ Pág. 97

A. CANTO GARCIADe la Ceca Al-Andalu a la de A[adtnat al-Zabra' Pág. 111

CHRISTIAN E\)rERTPrecarsares de A'Iadlnat a/-Zahra'. Los Pa/acir¡¡ 0melas )t 'abbásie¡

de oriente 1' sa ceremonial attlico Pág. I23

PATRICE CRESSIEREl Renacin¡iento de la esutlttu'a de capiteles en la ípoca entiral:

entre occidente 1 oriente Pág. 161

ALFONSO JIMENEZLa Qibla extrauiada Pás.189

. CRONICA DEL CONJUNTO

A. VALLEJO TRIANOCrí¡uca, aña 1991 Pás.213

Page 4: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

ACTAS DE LAS II JORI{ADASDE MADIxar nr-znunÁ'

AL-ANDALIJS ANTESDE MADIXAT AL-ZAFIRA

Page 5: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

.UMAR IBN I{AFSUN. UN PROBLEMA HISTORIOGRAFICO

N,,f. ACIEN ALIVIANSA

Tl I ritulo de la presente comunicación surgió

-E.rrndo l'oa. ,,no, unos rttve que acel'¡ar e I

compromiso de escribir en plan divulgativo sobre

el pasado musulmán de las tierras de Málaga. Fue

entonces cuando, a1 abordar el tema de las revuel-tas de las últimas décadas del siglo IX y el prota-gonismo que tllvo en ellas cUma¡ b. Hafsun, resu-

mí con el títi-rlo aquí propuesto el hecho de que

posiblemente la figura de Ibn Flafsun fue¡a sol¡re

la que más se ha escrito de l.r historia de ¿l-Ancla-

lus y con los jr,ricios más diversos en todo tipo de

publicaciones, clue van desde monografías hechas

por especialistas hasta artícLllos periodísticos de

lficionerclos, pasando por volumit-tosas novelas his-

tóricas ( I ).

En la actualidad creo que el tema sobrepasa

con mucho 1o simplemente historiográfico, como

1o demuestran las novelas a clue l'ie aludido (2), o

e1 hecho de que en 1os años sesenta se crerr¿ una

socieclad excursionista en Ia zon¿r de Anteclr-rera,

anim¿rcla por diversas publicaciones locales, con el

fin de visitar y reconocer los lugares relacionados

con el personaje, o, en fin, que en una fecha tan

próxima como el 198i, se incluya en e1 puesto tri-gésimo séptimo de una lista de cien malagueños

ilustres cle todas las épocas, encabezada por Pablcr

Ruiz Picasso (3).

Lógicamente, de ese problema más amplio no

voy a tratar, pero también he de anunciar ya que

no he pretendido ser exhaustivo en io historiográ-fico, tarea que sería casi imposible por su proliji-

dad, pero que intencionadamente se han desecha-

do una serie de publicaciones, como las de la eru-

dición local u obras generales cle historia de Espa-

ña o l-ristoria medieval, donde generalmente se

limitan a repetir o resumir a otros autores. Po¡ el

conrrario, sí se ha prestado atención a la reciente

historiografía sobre Anclalucía donde la interpre-tación del personaje se convierte en una auténlic.r

clave, así como a las opiniones y juicios de autores

capacitados, aunque les hayan dedicado tan sólo

escasas líneas.

En esta revisión historiográfica es obligadocomenzar por 1a Histaria Arabum de RoclrigoXiménez de Rad¿r, no porqlre se acepte una pre-

tendida unidad de la l-iistoriografía española que

iría desde Isidoro hasta la actualidad sino porque,

a falta de 1os textos árabes, el arzobispo toledano

será la única fuente de información para Ia prime-ra historiografía burguesa. En dich¿r obra que se

clebe a ia conjunción de la especial elaboración de1

pasado por el feudalismo como la suma de pueblos

nuevos en 1a historia universal, y de la teoría y

práctica del arzobispo, es clecir de la teoría de la*reconquista" y cle la ambición territorial de lasede toledana, se hace un resumen preciso de laactividad de Ibn Flafstrn, donde se destaca como

uno cle los principales rebeldes, qlle se aprovecha

de la actitucl condescencliente del emir, consi-guiendo ocupar "oppida et castellzr', y Para ter-

minar poniendo en duda la sinceridad de su con-

versión al cristianismo:

7l

Page 6: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

<etsi non animo, ficte saltem ad Chrisrianinominis grariam se t¡ansferre" (4).

No deja de se¡ interesanre esra visión de Ximénezde R¿rda, precisamenre uno de los más importan-tes teóricos cle 1a reconquista, y sobre rodo encontraste con la elaboración que haga la historio-grafía nacionalisra cle su conversión a1 cristianis-mo.

En efecto, en Ia Histat'ia general de España clelpadre Mzrriana, obrn que podemos consider¿rrcomo la primera reinterpreración del pasado cluchace la burguesía española, tras los intenros ncr

consumados de Florián de Ocampo y Ambrosiode Morales, se traduce casi literaimente el párrafode Ximénez de Rada. diciendo:

"Los principios (del emirato 'Abd Alláh)fueron revueltos a callsa que Homar, prin-cipal entre los moros y de ingenio bullicio-so, se levantó contra. é1... Abdalla siguiírpor todas partes ¿1 Homar y le redujo a tal¿lpretura, que se huyó a rierra de cristianos,donde, dejacia la supersrición de suspadres, se bautizó, no con sinceridad y de

veras, sino con engaño, Lomo sc entendiócon el ciempo, que todo 1o declara" (1).

Como se puede irpreciar, de su cosecha tansólo incluye el lapsu.t de la huida a rierra de cris-tianos, aunque sí es suya la explicación del con-texto general de \a fitna ciel s. IX, qlre no enrien-de y la traduce en los rérminos políticos de sumomento:

"La gente de los moros después de las alre-raciones pasadas y guerras civiles comenza-ba a est¿rr dividida en bandos, ranro, quealgunos gobernadores de las ciudades, que-riendo más gobernar en slr nombre comoseñores clue en el ajeno como virreyes,tomaban ocasión de rebelarse, y a cada paso

se llamaban reyes" (6).

Lo importante es que en la obra que va a con-sagrar los clichés de Numancia, Viriaro o ia unifi-cación de 1os Reyes Ctrtólicos, no hay ningúnintento cle ¡eivindicación de Ia figura de IbnHafsun, como tampoco lo hay de los Banu Qasr,aunqlle se reconoce que eran "del linaje de los

¿¡odos" (7), y esa acrirud de Mariana continuaráhasta toda la historiografía dieciochesca, incluso

78

con Masdeu, clue conoció la breve referencia, porlo demás errada, que ie dedió el maronir¿r Casi-¡i (8).

Por tanto, habrá que esperar a clue el afrance-sado José Antonio Conde publique el primertomo cle su Histrria r/e /a dantinaciín de lo.r ár¿|,tes en

Espaíia (9) para qr,re la información sobre el rel¡el-de se consiga aumentar. En efecto, pese a los insis-tentemenre repetidos errores de Conde de confun-dir Bobastro con Barbastro, de la suplresra romade Toledo siguiendo a al-Nuwayn, o de traclucirel insulto kalb de las fuentes por un pretendidohijo llamado Calib, con dicho autor la revuekacobra su importancia y se acrecientan los cl¿rtos

biográficos, si bien con algunas inexactitudes:

"Un hombre de origen p¿1éiano, de oscura ydesconocida prosapia, llamado Omar l¡enHafs... cuenran c1r-re vivía de su trab.rjohumilde en Roncla, de 1¿r comarca cle Raya,pero no contento de sLr pobre suerte se fuea la ciudad de Torgiela a buscar su viclzr, y

se hizo salteador de caminos con orroscompañeros, a quienes por su valor acaudi-llaba: se resisrió a los caxiefes y justicia cluc

los perseguía, y cobró celebridad y muchoscompañeros y secuaces. Se encastillaron en

Adharwera, casrillo allí conocido porCalat-Yabaster, señalado por su inaccesiblefortaleza" (10).

Tras relatar sus enfrentamientos con los emi-res resalta Ia importancia del personaje diciendo

"y le llamaron rey aqr-rellos pueblos" (11), perosin incluir ningún tipo de elogio o simpatía, más

bien a1 contrario, hasra el punto de denominar elcapítulo LI con el título de De la petfidia de Ha[-¡un (I2), donde relata las supuestas alianzas conlos Af'anc. El apelarivo que le suele dar es simple-mente el de "rebelde,,, sin que aparezca ningunamención al cristianismo ni a nin¿¡ún tipo de indi-genismo, patente en la ciescripción qr-re hace desus aliados enlazc¡na deJaén:

.toda esta gente vivía de robos y desola-ción: se unieron con ellos los secuaces de

Yahye ben Suquela, amir de alárabes, y lafacción de los Maulidines, muy poderosapor sus riquezas, tenían ¿r sueldo Arabes y

Cristianos como seis mil hombres" (13).

Page 7: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

6L

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'qlllv pqv. rlrrra I? saPlrqer soi t r:luasa¡d oPU?n:)

oruo-) '¿LInSle pdl?¡sa e] as etuelu".¡u¡ ¡nbun¿ -ual-rrusu"Jr sersg anb st1 ap arrlldl- ot"lJJ ns ue s"f-rb91oapr sJuoll"rouuof JE^Jásqo ltllJIP sá'seluanJ

sr1 e opuSadt rruJluxrrlJrsg r¡3r-r8orq ns rP or-r391ouor: olJ¿LU urnq un ozzrT es Í (tZ) ?tlerJolrgr:-r8oaf ¿l ua uor"zllcrol rs ull;JEI uqI rp srPpP

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r¡qrr¡ anb uortx,rJf Qns z¿uel s"Lu r:1 'sal-Equrol rp soup ¿luasrs ap sgndsap '(opa1o¡

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?l Jp oruerLutso¡8ue Ie equlsep opu¿r-tl JeUJJTJP

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ap .{ar Ia Á rrurlrnby ap anbnp Ir uor stzuprlp

opu?ruJ,\uI u"tuaLUnP :s .{ ¡PuoJ JP sJl()JJ¡ sol

ururnrrer-u rs ¿rqo ?LllIP uE oqoIgPlr opr:louol -i

srtu¿.\rr] rp Jorrllp?rr '(9 I) roPr"l^ srrlol sglu?r-J

ersrurdsrq ¡ap'r4airg ap rl.tlttt n1 ap ,( laqrry ral

ap t1/.Lair/H r:1 ap f (eI) 9Z6l ua serpuo-I ur rPx-l

-r1gnd 'rprua"t9 ap rlttubulr t1/ pirl2q pltt().lPI{ ePvl

'laqprl .tu/ ,P t1/.uvq 11 ,P rarPpl/)'erory ap urnb

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oruotuV lsof .rocl r:¡rtlrocle ugrtlrutJoluI P-I

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¡a8o¡a¡ ue¡pod as anb 1ap op?][orr"sep '( otq;tuar:srrd oruo-r 'salourdsa sop?Jls1'llI sol Jp snlepuv-lp JP uorsr^ EI Jorn" arsa ue uelq s9tu oPuturtuoP

-e¡d '¿rru¡r¡ac1xa erual ¿puo3 anb o1 ap'oueuot:-nlo^al ro¡e,r eS.roro a] ¡s ou 'tr:uantasuo.t uE

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Page 8: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

rivalidades entre los cliversos sublevados, al igualque las que se dan entre los árabes de Elvir¿.Siguiendo ¿r l¿rs fuentes, la actuación de Ibn

$af¡hn es evidente, y así, sobre el año 888, rras su

renuncia al tírulo comp¿rrtido de gobernador deRaya, se expresa:

"se rebeló de nuevo, y comenzó a cometertodo tipo de cle¡:,redaciones sobre 1os pacífi-cos habitantes de la provincia, llevando sus

clevastaciones hasra Ecita y Osuna, en laprovincia de Córdoba" (28).

Lo que vuelve a reperir, a partir de la consecu-ción cle Poley (Aguilar):

.En ese año (889-890), I-itrbiéndose adue-ñado del fi-rerre castillo de Bulay en el dis-trito cle Cabra, comienza a molestar a los

habitantes de la Qanbaniya, o territorio de

Córdol¡a, con frecuenres incursiones" (29),

y, posteriormente .refuerz¿r las fortificacio-nes de Poley (hisn-Belay), desde dondehace frecuentes incursiones hacia los disrri-tos de Cabra y Lucena, la úrltima poblaclacle jr-Ldíos dimmíes" (10).

Transmite 1a misma opinión sobre otrosrebelcles mr-rladíes, como Sa.dün al-Surunbaqr, el

cual

"buscó refugio en las montañ¿rs entreCoimbra y Santarem, doncle llevó nna vidacie saqueo, ¿rt¿rcanclo tanto a cristianoscorrro ¿1 musulm¿rnes" (l 1),

por lo cual, su conclusión, enjuicianclo los pasajes

de Ibn FLryy,rn. cs r l.rrr:

"Ellos (muwallads, aiám, musálima, etc.)mirs que lev¿lntar el estandarte de la re-vuelt¿r contra los árabes, yzr yemeníes o

mudaríes, y, conducidos por jefes propios,como Omar ibn Hafsun y otros, llevaron ei

s¿1queo y la desolación hasta las mismaspuertas de Córdoba" (32).

Una primera y breve reflexión sobre la histo-riografía de la burguesía española h¿rsta la primeramitad del siglo XIX, nos revela que desde monar-cólo¡¡os regicidas hasta bonapartistas y liberalesno encuentran en la persona y actividad cie Ibn

80

$af¡trn, cada vez más documentacla, nada distinroa un bandido con éxito, clue se enfrenta a susgobernantes, y, sobre todo, saquezr y despoja a lapoblación menesre rosa. La única explicaciónesgrimida por los aurores, en verdad sin muchafuetza, es 1¿r de estado de necesidad o consecuenciade guerras civiles anreriores, recogiendo e1 viciadoesquema de los cronistas musulmanes, así, Gayan-gos reincide en lo de Viardot, a1 afirmar:

.En el mismo momenro, el distriro de

Sidonia se rebeló conrra el sultán, y se

expanclió la rebelión pronro por los cle

Algeciras, Rayyn y Niebla. Las causas de

esas revueltas fue 1¿r enemist¿rd entre 1os

yemeníes y los muclaríes" (33).

Pero, sin embargo, hacia la mitad del siglopasaclo las inrerpretaciones van a cambiar notable-mente , pues, por Llna parte, en España se empiezaa prestar atención al tema mozárabe, -en realidadya aludiclo por Mariana y con las firenres recopila-das en la E.rpaña Sagrada surgiendo así el discur-so de recepción en la Real Academia de la Histo-ria de don Miguel Lafuente Alcántara, Condtción 1reu/¿tcionel de a/ganas raza: españa/as 1 e.t;pecia/rnente

de la nozírabe en la Edad Media. leído en 1847

34), o el artículo de José Amador de los Ríos,Mozárabes. ntadéjare.r 1 woriscot (35), donde impon-drá una terminolo¡¡ía vigente hasta la actualidad;el literato Serafín Estébanez Calderón, qlre posre-rio¡mente gozará de grzrn inf-luencia sobre Simo-net, o 1a Hi.rtrtria general de España de ModestoLafuente (36) ¡ por orra parue, en 1861 se publi-ca en Leiden la obra de Reinl'rart P. Dozy, Hi:lot iade lo.r nutsu/ntanes de E:paña, traducida a1 castellanoen 1877 (31).

En realidad, Dozy ya se había ocupado unosaños antes del tema en slls Recherches (38), plan-teado la ubicación de Bobastro, pero en la Histut iade /o.r nrusu/wdner se va a dar la paradoja de añadirun ÉJran cúrmulo cle información y, junro a ello,presentar un análisis de lo más ideológico. Comosuele ocurrir con la mzryoría de los orientalistas,en el erudito holandés no aparece una tendenciaideológica definida, sino más bien un eclecricis-mo, cuyas trazas funclamentales conviene desvelar,puesto que la mayoría cle ellas van a permanecer

indisolr,rblemente unidas a Ibn Hafsun durantemucho tiempo.

Page 9: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

Así, por ejempio, en la catactertzación del ini-cio de la revuelta y en la semel'anza que establece

con los relatos románticos del bandolerismo, lle-gando a compararlo con José María el Temprani-

llo (i9), la posterior historiografía española loacusatí de contemporaneidad y de dejarse llevarpor dichos ¡elatos ('i0). Pero, sin embar¡¡o, los

esqLlemas que Lltiliza Dozy son, por una parte, lavisión volteriana de España (.4t¡, y por otra, la

concepción de espíritu del pr-reblo, tal como la

había explicitado la historiografía postnapoleónica

de los Thierry, H. Martin o Michelet. Sobre eilolos siguientes párrafos son suficientemente explí-ci tos:

"En el s. IX... Reya... tenía una población

casi exclusivamente española enteramenteparecida a la actual, con el mismo carácter

y 1os mismos gustos, los mismos vicios y

ias mismas virtrides. Algunos... cristianos,

otros, el mayor número, musulmanes; pero

todos se reconocían españoles, todos tenían

un odio implacable a los opresores de su

patria, y apasionados de su independencia,

no queriendo que la tiranía extranjeraengordara más tiempo con slrs despojos,acechaban todos el momento de sacudir e1

yugo" (,12).

O cuando explica l¿rs diferencias que se dan en

Bobast¡o en sr-rs últimos momentos:

"la luch¿r había perdido el c¿rrácter nacion¿r1

y, por decirlo así, universal que había teni-do en su origen, p¿ra convertirse en mera-

mente re1igiosa... pues es sabido que e1

español es siempre Lrn creyente exaltado

cualquiera sea la religión que adopte,, (43).

Sin embargo, ese concepto de pueblo inmuta-ble realizador de sus designios se aprecia matizado

por ideas semejantes a las de un Carlyle o, a veces,

por influencia del propio Mariana, cuya tendencia

de historia nacional se había vuelto a imponer en

e1 conservadurismo español de la época en detri-mento de la de Mayans o Masdeu; de ese modo se

explica que tras la clescripción de1 pueblo dada

más arriba, añada:

"les faltaba un jefe de carácter superior,

capaz de dirigir hacia un objeto preconce-

bido sus v¿rgos arranques de patriotismo"(44),

y tras su vuelta a Bobastro después de abandonar

Córdoba:

"ese José María de1 s. IX, no fr-re ya uncapitán de bandoleros, sino el jefe cle toda

la raza espalola del mediodía" (41),

o explicando e1 éxito de'Abd al-Rahmán III sobre

toclo tipo de rebelcles, escri be qr,re la causa fue,

entre los arisrócratas árabes

.la muerte de hombres sLrperiores>, y <en

el partido español... (clue) a la ardiente y

vigorosa generación de 884 había sucediclo

otra nlreva, que no tenía ni los agravios, niia arrogancia ni la fiereza, ni 1as pasiones,

ni la energía de 1a que le había prececlido"

(46),

para finalizar recapit Lrlando sobre Ibn Hafsun :

<es preciso reconocer en él un héroe verda-

deramente extraordinario, y ta1 como Espa-

ña no 1o había producido desde que Viriatojuró libertar a su país de la dominaciónromana" (17).

Independientemente de esas explicacionesideológicas, el eclecticismo de Dozy se aproxima

también al culto a la fuente establecido por L. von

Ranke, hasta el punto qlre la información que

consiguió reunir es casi la misma que poseemos en

ia actualidaci, completando los datos de su biogra-

fía: determinó su prosapia visigoda, el traslado de

su antecesor cle la zona de f'akurunná a la de

Rayya, su "engrandecimiento, en el nuevo lugar,

explicado por Dozy en términos qlre recuerdan su

origen hugonote:

.gracias a su actividad y economía Hafzhabía reunido una hermosa fortuna. Sus

convecinos, menos ricos que é1, 1o respeta-

ban y io honr¿rban hasta e1 punto de lla-marle, no Hafz sino Hafzun, cuya termina-ción equivalía a un título de nobleza" (48).

Corroboró sus inicios como bandolero, 11a-

mándolo "ladrón de camino real" (49), sus ve lei-

81

Page 10: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

dades con los emires y con slrs trliados, etc., con

gran acopio de traclucciones, que llegan al caso de

entrar en contr¿rdicción con slrs postulaclos nacio-

nzrlisttrs, pues aún ciespués de la primera etapa, en

que se dedicaba a .correrías, llevarse ganados e

imponer contribuciones ilegales a los cortijos ,ris-

lados" (50), tras 1a clerrota de Ibn Flafsun ante los

árabes cle Elvira,

"1es echó en cara (a sus aliados los habitan-tes de Elvira) qlre se habían conducicicrcobardemente en la pelea, y, colérico, les

impuso Llna enorme contribución, ciiciendoque ellos clebían pagar los ¡¡zrstos de untr

guerra que é1 sólo había emprendido en su

provecho" (51).

Describiendo 1as incursiones por la campiñacordobesa:

"llegada la noche, salía de su castillo(Poley), a donde volvía al am¿rnecer, y casas

destruidas, lugares incendiados y cacláveres

insepr-rltos señalaban su c¿rmino" (12).

Actitud que es compartida por los restantes

miembros dei .partido español"; así, Ibn Masta-na, en una de las treguas que había concertadoIbn Hafsun con el sultán,

"prefirió a permanecer ocioso, hacer una

alianza con 1os árabes vecinos que acababan

de fortificarse e n C¿11a-Y¿1hcib (A1calá 1a

Real), y tomar parte en las expedicionesclue hacían para saqllear a 1as personas hon-rzrdas clue no habí¿rn quericlo sublevarse,

o 3),

y 1os encastillados cle Jaén y Elvira,

"se habían convertido en salteadores. sin feni ley, que desde 1o aito de sus almenas

acechaban a los caminantes y caían sobre

ellos con la rapidez de aves de rapiña, sindistinguir de amigos ni de enemigos"(14¡'

La explicación de estas contradicciones leresulta difícil y tras anotar que slr alianza con el

rebelde árabe de Sevilla Ibrahtm b. Fláiiái la con-

sumó "porque 1o rehabilitaría en el ánimo de los

musulmanes>, ante las deserciones clue conllevó

82

su paso al cristianismo, y que su búrsqueda de

apoyo en los Fatimíes "prueba c1r-re Ibn Hafzunempezaba a no contar con sus compatriotas" (1i),esboz¿r que Ia mayoría de la población se planteóla disyuntiva burguesa de pazlanarqúa (16), para

concluir que

<entre los españo1es... 1os cristianos eran

1os írnicos que habían conservado entusi¡s-mo y energía, mientras que 1os musulm¿r-

nes hacían traición en todas partes" (57).

Resumiendo, estas ya largas citas del sab:io

holandés se justifican por su gran aporte informa-tivo, pero también porque no deja de ser curioso

que venga de un historiador extranjero la primerainterpretación nacionalista o, con mayor preci-sión, nacionalitaria, si diferenciamos entre los

planteamientos de mediados clel siglo pasaclo y 1os

clue se dan a finales dei mismo y principios delactual (58).

El encargado de llev¿rr a cabo dich¿r reconver-

sión será Francisco Javier Simonet, quien ya en

1858 esbozó el tema bajo lzr forma de una leyenda

histórica (59'), a lo c1r,re seguirán una serie de ¿rrtí-

cuios en los años sesenta y setenta, para cu.lminarcon su Hi:tr,,ria de /os nto:ár¿lar, publicada póstu-mamente (60). La evolución general de sr-r pensa-

miento histórico ha sido claramente advertida porManuela Manzanares, centránclose en destruir la

imagen de a1-Andalus que habían establecido los

ilustrados y que llegó h¿rsta Pascual de Gayangos,

y sustituirla por la de 1os ¿írabes bárbaros, cuyo

único mérito aceptable serí¿r el de haber adoptado

algo de civilización española (61). Con respecto a

la figura de Ibn $af9hn, fue el primero en identi-ficar el yacimiento de las Mesas de Villaverde(Ardales) con el lugar de Bobastro (62), pero sinañadir prácticamente ninguna información a la ya

aportada por R. Dozy, aunque no obstante reela-

l>orará la interpretación en una dirección muydeterminada.

Desde el principio son evidentes los clichés,

convirtiendo ahora a Ibn Hafshn en un nuevoPelayo, a1 parecer siguicnclo a Estébanez C¿lderón(63), mientras que el pllesto de Viriato se lo otor-ga aI qa'id. de Archidona, 'Ay5hn, apresado por el

emir al-Mundir mediante una traición (64).Bobastro se convierte en el .baluarte de la nacio-

nalidad hispzrno-cristi¿rna" (65), mientras clue los

Page 11: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

mozárabes de Poley, ajusticiados por 'Abd Allahen el 890-891 , los apeilida " los mártires de

Poley, (66).

La primera diferencia notable con respecto a1

planteamiento de Dozl' consiste en 1as matizacio-nes qlle hace entre los "españoles" del anterior,llevando la peor parte los muladíes, los cuales,

<por su misma traición, y por la apostasía

en que cayeron e11os o sus próximos des-

cendientes, aqr-Lellos malvados dejaron de

ser cristianos y españoles, mezclándose al

fin con el pueblo musulmán" (67),

aunque las diferencias que enclrentra entre los dis-tintos rebeldes le llevan a purificar y a definir aún

más el espíritl1 patrio, ya que "la desunión y dis-cordia de los cristianos sometidos> se debe a 1a

existencia de dos grupos,

<Lrno complresto en su mayor parte del e1e-

mento hispano-romano... otro, reclutadoprinciptrlmente entre Ia raza visigoda y más

celoso de los inte¡eses militares que de lareligión y cle la rest¿r¡lr¿rción nacional o

(68)

Y la misma connotación racista qlre ha utili-zado para defini¡ el espíritu español le servirá para

la explicación de Ia fitna en general:

.el ca¡ácter de estas luchas y guerras fue, al

p¿1recer, más de raza qlle de religión; pero

el fe¡vor cristiano había de tener forzosa-

mente gran influencia entre los españoles,

como uno de los caracteres más señalados

de su n¿rcionalidad" (69).

por lo qLle puede llegar a 1a simplilicaciónguiente:

"poseídos del fanatismo religioso y de

antipatía de razas, árabes y beréberes

opusieron en todas partes... contramozárabes y mLLiadíes" (70).

sl-

1a

SC

los

Con la adición providencialista siempre pre-

sente, sigue a Dozy en 1a "restauración nacional"como causa de la agitación en 1a kilra de Rayya,

así como en la esperanza del caudillaje, e inclusoen e1 .engrandecimiento, de su padre Hafs, sinadvertir ias connotaciones de la ética protestante

que se daban en el holandés (7 1). Sin embargo, sí

se separa de éste cuando narra la primera etapa de

bandolero, en la que con e1 racismo justifica latergiversación:

"y entrando en las alquerízrs y pueblos del

contorno, despojaba y mataba a los enemi-

gos de su raza y se recogía con Ia presa a su

inexpugnable refugio" (72),

al igual que también se distancia de Dozy en laexaltación de su héroe:

<conve rtido en caudiilo de ia oprimidanacionalidad española, Omar supo hacerse

digno de su alta misión. Despojóse entera-

mente de sus antiguos defectos... desple-

gando en su lugar insignes cualidades y

virtudes propiamente cristianas" (73).

Ló¡¡icamente, tras la exaltación del héroe, las

relaciones con sus aliados continúan desequili-brándose a favor de Ibn Hafsun con el cual los

encastillados de Jaén,

<para su mayof segufidad, ajustaron tfatos

de alianza o vasallal'e", y el mismo Ibn al-

Saliya .se acogió a la alianza y protección

de Omar, proclamándole por su rey y em-

parentando con é1" 1i'4),

por io que no es de extrañar que sus incursiones

hasta las cercanías de Córdoba en el 890 se inter-pfeten como qlle

.Omar pudo dar vuelo a los osados proyec-

tos que alentaba su grande ánimo, y pensar

nada menos que en 11evar sr-rs armas contra

la misma Córdoba... proclamándose Rey de

España" (71).

También sigue a Dozy en la explicación de su

conversión al cristianismo, y sus relaciones con 1os

Banu Iüiiái y 1os Aglabíes, aunque el reconocr-

miento de los Fátimíes no 1e merece ningúncomenta¡io (76). Igualmente da la misma explica-

ción de la decadencia del "partido español" que

.suspiraba ya por el reposo y el bienestar de laesclavitud" (71), pero, sin embar¡¡o, abunda en la

explicación del fracaso de la revuelta porque

83

Page 12: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

"(los españoles) ninguno de ellos había cre-

ado un Estado sobre las bases de las anti-guas leyes y civilización hispano-gótico-cristiana, restaLrrando 1a I¡¡lesia y 1a

Monarquía, rodeándose del clero y de 1a

nobleza, y marchando al combate con laenseña de la Cruz. como en los montes de

Asturias. Solamente Ibn Hafsun 1o había

ensayado, pero tardía e imperfectamente>(78)'

Finaimente, para los úitimos momentos de

Bobas¡ro. ecenrúa los rérminos ya propuesros:

"allí debían allmentar las dificultades, por-qr-re la lucha iba a ser con españoles cristi¿-nos, creyentes y entusiasras y no con mula-díes flacos y veleidosos" (79).

En definitiva, con Simonet, Ibn Flafsun pasa

del enfoque nacionalitario al peor nacionalismoespañol, clue hzr sido juzgado de carlista (80), pero

qlre en realidad fue providencialista, beato y racis-

t¿r. No obstante. las caracterizaciones de Simonetvan a perdurar -a diferenci¿r de 1as de Gayangos

qr-re difícilmente pudieron pasar a algún libro de

texto (81)-, difundiéndose en historias generales,

en Ia historiografía local y en manuales, aunque a

decir verdad, nunca con la misma vehemencia.Menéndez y Pelayo lo recogió en el capítulo dedi-cado a "Judaizantes y mahometizantes" de la 1.'ed. de su Hi¡taria de los heterodoxlr erptzñller, lla-mándolo

"el Pelayo de Andalucía, (que) comenzóaqr,rella heroica resistencia, menos afortu-nada que la de Asturias, pero no menos

gloriosa", y "a pique estuvo de formar unimperio cristiano en Andalucía y adelantar

en cinco siglos la Reconquista" (82).

Con términos muy semejantes se expresa en

el mismo año 1880 Guillén Robles:

.aquel terrible Omar ben Hafsun, quehubiera adelantado el ideal de la Recon-qr-rista, de haber estado a la altura de sus

alientos las monarquías cristianas delNorte , (83), y "no se explica el historiadorcómo la sociedad alarbe quedó vencedora,

y cómo la Reconquista meridional no se

enl,azó a su hermana del Norte, para acabar

81

con la morisma"... (puesto que) "los mula-díes o mestizos, en la cual (raza) parecíaque habían resucitado las antiguas virtudeshispanas" (84).

Ese mismo espíritu nacional será también loque recoja eI A[anaa/ de Pedro Aguado Bleye,cuya 1." ed. data de I9l4 y se reeditará en mú1ti-ples ocasiones, denominándolo "El gran movi-miento españolista del s. IX", mientras que a

cUmar lo llama

"caudillo de toda Ia raza españo1a delMediodía" y "caudi1lo español sin otroprecedente que el de Viriato", cuya actua-

ción sería <sorprendente para quien no

tuviera en clrenta el espíritu nacional que

animaba este movimiento" (85).

Y la Historia de España de Antonio Ballesre-fos:

"De todas las insurrecciones la más impor-tante fue 1a de1 Mediodía porque al espíri-ti-r de rebelión se unía el deseo secuiar de

independencia de la raza, clominada por los

árabes, y 1a religión cristiana que los enar-

decía para la 1ucha" (f36);

llegando a convertir Bobastro en un centro de

ascetismo (87).

El esquema así establecido será seguido inclu-so por especialistas, como el arabista Angel Gon-zálezPalencia, que publicó en 1925 su Hi¡toria de

la España nusrln¡ana (88), continuando con lafigura del héroe y del soberano:

.fue el jefe de Ia raza española del Medio-día, querido y respetado de todos por sus

buenas cualidades"... y .se hizo reconocer

por muchos señores de castillos como su

soberano, siendo el verdadero rey delMediodía" (89).

Por lo demás, sigue a Dozy en la explicación

de las relaciones con los Aglabíes: "viéndose rey

de España y que los árabes y beréberes no 1o reco-

nocíano (90), con los Banü FIniiái, y en el cambio

de la lucha a favor de Córdoba, plles ya con 'Abdal-Rahman III, "la desmoralización de Ios señores

de los castillos era grande, y la lucha, perdiendo

su carácter nacional, vino a ser religiosa,' (91),

Page 13: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

siendo curioso que esa desmo¡alización la limite a

los nseñores de los castillos", y no la refiera al

común de la población, como se hacía con anterio-

ridacl. Y asimismo también es novecloso el asimi-

lacionismo en su concepto de español, evider-rte

cuando describe el c¿rlifato de Córdoba como la

const't rre ncia dr ]¿ victorir y

.l¿r constitución de un Estado, tan español

como los cristianos del Norte, aunque de

tipo feuclal, apoyado en Lrna nueva aristo-

cr¿1cia adicta especialmente a la persona del

Califa, los eslavos" (92).

La tenclencia asimilacionista inaugurada por

GonzáIez Palencia (93) es totalmente congruente

con los postulados de la escuela de arabistas espa-

ñoles iniciada por Coderx y que tiene su expresión

más floreciente en ia primera mitacl de nuestro

siglo; en ella se recoge el aperturismo de los ilus-

trados, clue veían en a1-Andalus una ¿rlternativ,t

frente a los rescluicios de 1¿r España feudal contra

la que ellos luchaban, llegando este asimilacionis-

mo hasta Américo Castro ,!4). EI logro de esa

especie de consenso en que el nacionalismo asume

tocl¿r su histori¿r quizás sea la explicación de que e1

tema no se vuelva a remover hasta la aparición del

iranquismo.

Pero en éste vuelve e resurgir cr-rn importentes

vatiantes clurante e1 decenio cle los cuarenta. En

esos años aparece 1a pretendida biografía crítica de

Fidel Fernández (95), que no supone sino un

recuerdo oportunista de los planteamientos de

Simonet, pero también hacen su aParición las

interpretaciones cle Sánchez Albornoz y de Isidro

de las Cagigas.

No cabe duda de cllre en don Claudio el tema

de Ibn Flafsün es Lrn trpartado menor para su gran

problema del ser español, e incluso en su oposi-

ción al asimilacionismo imperante. Como acos-

tumbra, la cuestión la plantea a boctrjarro, y ya en

la Introdncción a La España nutsrt/nuna, se pre-

gunta:

"si al-Andalus es foco cultural y pudo ilu-minar las tinieblas de Occidente ¿cómopudo prestar servicio a Europa la España

cristiana al guerrear contra ese país desbor-

dante de cultura?" (96).

Pero l¿r pregunta es retórica, puesto que tiene

la respuesta fulminante: porque

.su régimen político se orientalizó muy

pronto>... (fue un régimen) "en que lalibertad humana sucumbe y se anula ante

la autoridacl absoluta de gobernantes que

tienen la unción de 1o ultraterreno".

Sería fácil relacionar la inmediatez de la res-

puesta con la inmediatez de los primeros momen-

tos de1 franquismo y su parafernalia "mora", pero

en realidad la contundencia de la respuesta es más

profunda, cuando culmina su razonamiento:

.Oriente puede comprender la igualdad...

pero no la libertad" (!7).

Con ello lo que hace es traducir casi literal-mente 1os primeros párrafos de l'a Fila:afía cle la

hi.rtoria de Hegel (98), y de ahí Ia contundenciil y

seguridacl e n la respuesta, y clLre ltr oposición

Oriente/español sea una cie las claves de su obra,

lo que es evidente en sus juicios sobre la revuelta

del siglo I X en general y sus t onsecuencias:

"La grco rebelión de los españoles someti-

dos y e1 clespertar que el1a provocó, rápida-

mente, de las ambiciones de la aristocracia,

de origen oriental, hizo penoso el reptar de

la España islamita hacia la eterna meta>(L)g),

pllesto que se trataba de la conciencia española

frente a una

.insi¡¡nificante minoría de orientales y de

africanos que los regía y los explotaba"( 100),

fenómeno que, según éi, se daba en todo el país, y

lo mantendrá, casi en los mismos términos, en sus

ensayos de senectud (101). En ese contexto nuevo

la figura de Ibn FIaf,sün no merece ya una explica-

ción particular, por lo clue se repiten los datos ya

conocidos:

.Otra vez la raza hispana alumbró un gran

capitán popular. Como Vriato (se caracte-

rizapor la) astucia, bravura y iusticia",

y en consecuencia,

8i

Page 14: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

"los españoles, cristianos o musulmernes, leamaron con pasión" (102).

El fracaso de 'Umar ante el Estado cordobés1o explica con los mismos términos de Dozy; pero

sí es significativo que el éxito de éste y la consti-tución del califato sean posibles gracias a una

<nueva generación de españoles que habían

padecido los horrores y desastres de la gue-rra civil" (103),

1o que resulta una clara transposición de su trage-dia personal, y otra de las claves de su obra, que es

la aparición de1 espíritu español fratricida.A1 año siguiente de la publicación de La

España uut.ril/nt¿tna de Sánchez Albornoz aparece eltomo 1 ."' de AIinorías ítnico-religic,sa.r de la EdadAledia español¿, de Isidro de las Cagi¡¡as, dedicado

a los mozárabes (104). En esta obra se realiza porprimera vez Lrn análisis l-ristoriográfico, donde IaHistaria de Dozy queda descalificada porque <su

autor ni era cristiano ni era español" (101), pero

también Ximénez de Rada... .falsea completa-mente la figura" y... "al padre Mariana... se le

olvida incluso anotar... su nombre, (.rlc), advir-tiendo a continuación de los errores de Casiri y de

Conde (106).

Ese mismo criticismo lo lleva a las fi-rentes,

negando el relato de ia huida a Táhart (107), así

como tampoco acepta el sentido de la transforma-ción de Hafs en Flafsun, admitida por todos y quepartía clei barón de Slane (108); pero dicho criti-cismo se revela como una treta. cuando en los tex-tos árabes,

"la ética de este genial caudillo del pueblomozárabe, es bastante confusa; ¿1 veces es

incluso desconcertanre... por ser conocidosólo a través de sus enemigos" (109),

por lo que, a partir de esa premisa, puede rehacerperfectamente su figr-rra; de esta forma rechaza los

d¿¡os relteren(es a su primera erapa:

"hechos de bandolerismo, mal explicados ynada concretos, que quieren atribuirle gra-ciosamente , acaso como razonamiento poco

convincente de su rebeldía posterior>,

o, más adelante, al compararlo con El Cid,

86

"el condontierismo (rlc) atribuido al Cid.tuvo e1 precedente del bandolerismo con el

que quisieron manchar la fama esplendoro-sa de 'Umar b. FIafsun" (110).

Por lo demás es de destacar el papel que le

otorga a ia Iglesia en la concatenación de larevuelta con la anterior de los mozárabes de Cór-doba, siendo así

"los primeros nutrienres de la revuelta, 1os

mozá¡abes... sañudamente perseguidos porMuhammad... (1o) que aprovecha e1 clero crisrixnopara alentarlos en slr independencia, recordándo-les a cada instante la gloria de los mártires cordo-besesr... (y junto a ellos, los renegados) "borrandolas diferencias religiosas -más aparentes que rea-

les-... sentían el patriotismo de un nacionalismoincipiente" (1 I 1).

Repite 1o de que "fue el verdadero Rey clel

Mediodía" (112), y explica de forma originai las

aiianzas con personajes extraños a su .reino'poniendo al mismo nivel, por vez primera, a los

Aglzrbíes y a Alfonso III:

"en el momento de mayor esplendor... nos

sorprende nuestro caudillo con algo verda-deramente incomprensible... alianza contabbásíes, reinos cristianos o réguios semi-cristianos-semi-musulmanes" ( 1 1 2),

pero es algo que aprovecha para el también nove-doso ensalzamiento político, pues de ello resulta

<ran consumado político como hábil gue-¡¡jlls¡6" (1 l4).

También resulta original la interpretaciónque ofrece de su conversión al cristianismo, frentea la traclicional ofrecida por Dozy y Simonet comoun acto personal y no impuesro por las circuns-tancias, que para Cagigas, por e1 contrario, se

debió a un

.fuerte movimiento cristiano, -como ma-nifestación popular de todo el Mediodía-que debió arrastrar a sus mismos jefes yprobablemenre contra sus propias volunta-des" (1 15).

Los ingredientes de criticismo y originalidadque se dan en este estudio se vuelven contradicto-rios y confusos en muchas ocasiones, como en e1

Page 15: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

papel de la Iglesia frente al cristianismo popular

clel Mediodía, la eqr,ripartrción entre 'Abbásíes yreinos cristiar-ros clel Norte , la comparación con e1

Cicl, ,peyorativa para éste?, o, en 1in, las cludas

entre consiclerarlo como movimiento patriótico o

religioso. Por tzrnto, la explicación de esas contra-clicciones y confusiones no resulta sencilla, aunqLre

se puecle encontrar Llna en su también contraclic-

toria bio¡¡rafí¿l, como es el hecho cle la publicaciór'r

de sus obras en el franquismo, cunndo con ¿1nte-

noridad h¿rbía siclo uno cle 1os más inmediatoscolaboradores de Blas Infánte; toclo parece indic.rrque se trata de materiales reunidos con una finali-d.rtl ,rnd.rlucistit. ¡erL, (lrrr tienr quc rcconrert irpara ser aceptados por el nuevo régimen: recorcle-

mos que en el año 50 publicó sL1 extr¿lña Anda/a-

cía ¡utt¡l/t¡t¿n../ (116), y c1r-riztís se cleba también a

esa cliferencia política, el hecho de qr-re Sáncl'iez

Albornoz lo olvide completamente en los rep¿rsos

¿r las novedades bibliográfic¿1s qlre incluyó en la2.",v 3." ed. de La E.t:paña tttttstr/nttrta (1 77).

E1 panorama hasta ahor¿r trzrzaclo, n¿rcionalista

con diversos mzrtices, pero siempre elogioso opanegírico, va a empezar a moclificarse a partir de

la obra E. Lér'i-Provengal. Su Histaire cle /'E.rpagne

t¡utstt/¡¡trtne comenz¿rr¿i a publictrrse en 19i0 (118),

pero ya antes, en 19ifl, en las conferencias que se

reuni¡án en su libro L¿ cit'i/izaciítt írc¡be en Esp,tñ,t

(1 19), cleciica unas breves líneas a Ia J)nta de fines

del emirato, doncle se advierte una complejiclacl

mayor, y, sobre todo, los prot,rgonistns no son sólo

los "españoles":

" los montañe se s be rébe res ¡:,restaban su

aylrda, al i¡¡ual qr,re los írral¡es de las lianr-L-

r'.rs, '.r los movimientos nacionalist¿rs provo-

cados por los neo-musulm¿rnes con el con-

curso cle elementos perturbadores de las

comunidades cristianas. mozárabes" ( 1 20).

Con estos precec'lentes no es de exrtañar que

elr 1as páginas que declica en la Histoir¿ a nuestro

personaje, sea consciente de ir contra la opiniónde los histori¿rdores modernos y slr visión naciona-

lista ( I 21 ). Pese a e l1o, no duda en llam¿rr1o

.conductor cle hombres" y considerarlcrcomo el "c¿ruclillo" esperado por las masas

(122), e incluso como "héroe de la inde-pendencia española" (1 2.1).

Sin embargo, de sus relatos lo que se extrae

principalmente es l¿r actuación clepredatoria y una

ética poco justificable, escribiendo sobre sus ini-c.ios, c1r,re los hace acompañado de un¿r

"cuaclrilla de gañanes fuera de la ley"¡21), r- qne zr la vuelta de Córdob¿r .incre-menra e] asalto cle caminosr, pero ya con

una intención de .formarse Lrn principadoindependiente" (125),

que es en lo que queda el ante¡ior "Reino del

Mediodía", alrnqlre ese principaclo esté formadopor personajes como los Banu Matruh de la zona

de Priego, segúrn é1,

"agitadores a sueldo del capitán cle Bobas-

rto" (726).

La ética en las relacioncs con sus vecinos es

bast¿rnte dudosa, y¿r clLre,

"alienta o, sostiene reerlmente, ¿ los rebel-

cles cle poca monta qlre se agitan clentro cle

su órbita, presto, sin embargo) a arremeter

contr¿1 ellos y a anicluilarlos unos meses o

unos ¿rños más tarde " (127).

En esa misma línea de análisis, advierte sr-r

criterio vacilante y pone en cluda si realmentetenía un ideal, aunclue de toclas formas, concluye,

"la rebelión estuvo siempre mal organiz,r-

cla" ( 128).

Desmont¿r el pretendido apoyo ¿1 su causa de

los mozárabes cordobeses, que se venía conside-

rando clesde Dozy y Simonet, para aclarar que fue

"uno sólo, complicado e n un ¿rsesinato(quien) ofrece sus servicios a Ibn Hafsun",129),

y de la misma manera, su llam¿rcla política exte-

rior, no consiste sino en e1 "oportunismo" de

intent¿rr aliarse con cualquier enemigo de los

Omeyas (130).

No cabe ducla cle ql1e, a f¿rlta de un análisis

más profi-rndo, la visión de Lévi-Provenqal fue des-

mitificaclora y, a partir cle ese momento, los 1ui-cios clel arabismo español sobre Ibn Flefshn van a

cambi¿rr cle forma notable. El m.1s ,o.li."i .le todos

ellos será Manuel Ocaña, en la biografía que le

¡37

Page 16: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

dedique en el Diccionat'io cle Hi¡tr.tria de España

pr-rblicado por "Revista de Occidente" (131), parael cual toda la actividad de lbn Flafsun clesde sus

ini, ios hest¿ su fi nal se limiró a

<saquear alquerías y saltear los caminos,(r32),

1o que continllará en el momenro cle su máximoesplendor, cuando

"ávido de botín... Ianzó a sus soldados a

saquear las alquerías próximas a la capital"( 13 3).

Dicha actividad única es independiente de

que desde Lrn momento determinado, en concretodesde su renuncia al ejército cordobés, se hiciera a

la idea de

"formarse un principado que estuvie se

libre del yugo árabe" ( 1 l,l).

Para Manuel Ocaña, por tanto, no hay nadade positivo en la fi¡¡ura de .Umar, al que ran sólole concede la leyenda sobre el fin de sus días:

<se retiró a la iglesia de Bobastro para bienmorir" (l l5).

Tras los ejemplos propiciados por su zrmigofrancés, Lévi-Provenqal, y su discípulo ManuelOcaña, el último patriarca del arabismo español,E. García Gómez, tendrá que olvidar el rufilloque se aprecia en la mayoría de sus obras y enjui-ciar al personaje en tono psicológico, como <per-

sonalidad mal definida y contradictoria", si bienresulta más interesante su diatriba frente a losrebeides de la época en general, sobre los cluc

dice:

.los absurdos enclaves de estos <encasrilla-

dos" eran verdaderas células cancerosas queinterrumpían ia buena salud de los tejidosgubernamentales, puesto que cortaban las

comunicaciones, estorbaban los aprovisio-namientos e interrumpían 1a cob¡anza de

los tributos, sin contar los estragos a quedaban origen, la anarquía que ocasionabany e1 mal ejemplo que consriruían" (136).

Por esas palabras es evidente que la imagennegativa continúa, pero si en Manuel Ocaña la

88

sentencia venía dada por los daños infligidos a lapoblación, en García Gómez 1o que prevalece es el

principio pequeño-burgr-rés de la superioriclad yseguriclad del Estado. Y ya en 1a década de 1os 70,con Ambrosio Huici, de la misma escuela, el dis-tanciamiento es notable , pues sin discinguir a IbnFlafgun del resto de las revuelras, ran sólo escribe:

<a pesar de sus brilianres pero desorganiza-dos esfuerzos, fue incapaz de coordinar ladisidencia general del país" (137).

Por su parte, el medievalismo español, inca-paz de aproximarse al tema, se debate en Lrn marcle dudas, de 1o que es un buen ejemplo la honra-dez de Jaime Vicens Vives, corrigiendo en Ia 2.''

ed. de su A¡troxiwaciín d la bistoria de Elpaña Ioque escribiír en la 1." unos años lnres, comenran-do de nuev<¡ sobre el problema mozárabe en éiene-raI

"clue la verclacl se halla en la comprensiónde este doble fenómeno: conversión de los

campesinos a1 Islam y disminución delpapel atribuicio a los mozárabes como ele-mento disidente en el Sur y nacionalistasen ei Norte" (138).

Ese poder de corrección no se advierte enalguno de sus colaboradores, como García Tolsá,quien toclavía 1o describe como una muestra del

"poderío alcanzado por el parrido espa-ño1", si bien, siguiendo a Lévi-Provengal,

"falto de una clara idea política,, (I3r.

En la Hi:totia cle España c'le García de Valdea-vellano se recoge bastante de Lévi-Provengal, aun-que lógicamente la influencia de la escuela de

Sánchez Albornoz es notable, ahora con la vari¿n-te del particularismo hispano:

"el particularismo hispánico, que hizo de

cada rebelde un pequeño reyezuelo, impi-dió que un gran esfi,rerzo conjunto (tam-bién con asturianos) pudiera terminar con

el poder de los emi¡es cordobeses" (1,10),

mientras que tUmar b. FIafsün vuelve a ser un

<gran guerrillero, mezcla de caudillopopular y salreador dc,aminos. que sur¿te

siempre en España cuando l-ray que comba-

Page 17: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

tir un poder político que se ha hecho inso-portable" (141).

La rigidez de los esquemas, dentro del medie-valismo. se observará incluso en las historias más

renovadoras de su momento, y así, en la de Ubie-to, se mantiene que tlJmar

.le imprimió un carácte¡ nacionalista"aunclue "acabó teniendo un carácter reli-gioso al converrirse" (142),

y en la de García de Cortázar se trata el tema en

un capítulo denominado "La aparición de las

contradicciones del emirato. a través de los movi-mientos n¿rcionalistas de mozárabes y muladíes.(14i), donde se introduce la oposición campo/ciu-dad. cuando los mozárabes

<en su mayoría ciudadanos no pudieronb¡inclar a Umar el apoyo táctico que nece-

sitaba para s¿rlir de sus montañas" (doncle

siguió) "irrdeper-rdiente hasta su muerte>t44).

En lo que respecta al arabismo internacionalen 1os años 60 y 10, éste mantiene el distanci¿-miento, con \7. M. Watt, para quien los cambios

de reiigión y 1os contactos con los cristianos,

.hacen pensar que estas luchas del siglo IXno se considerab¿rn en principio comoenfrentamiento entre las dos religiones",14t),

y con Pierre Guicharcl y Thomas Glick se esbozan

teorías más complejas y novedosas.

En efecto, para Guichard y su renovadora teo-

ría de a1-Andalus constituido por estructurassociales que él llama .orientales>, el caso de Ibn

$afgnn representa algo marginal, como se deduce

de que

.reunió alrededor de él una banda declesesperados> y pese a que tuvo .eco en lapoblación indígena, cansada de la domina-ción ejercida por la aristocracia árabe"(146), es claro que represenra a la 1." de las

"dos sociedades yuxtapuestas y claramente

cliferenciadas: la sociedad indígena y lzr

sociedad árabe-beréber" (I41), a lo quellega tras el .análisis de los matrimonios, o

proyectos de los hi¡os de Ibn Hafshn-(148), concluyendo sobre el <comporta-miento del rebelde andaluz Ibn Hafsun que

parece testimoniar más bien en i.,rrár de la

existencia de prácticas exogámicas en las

poblzrciones inclígenas, netamente distintasde aquéllas -endogámicas- a ias que perma-necieron fieles 1os conquistadores árabes",149).

Es sabido que a partir de su teoría de la dobleruptura no hay continuismo posible y, en conse-

cuencia, tampoco españolidad de ningún tipo,por lo que se trata simpiemente de estructurassociales "occidentales" o feudalizantes, destinadas

a desaparecer en al-Andalus. En otra obra más

reciente vuelve a tocar el tema, y si bien basándo-

se en el famoso discurso de Ibn Flafsün transmiti-clo por Ibn 'Iclarl, acepta que los movimientos de

rebelión <presentan incontes tablemente un carírc-

ter anriárabe y a veces antiberéber>, es totalmentetajante contra los pretendidos nacionalismos:

"No se observa que esas revueltas hayan

intentado situarse al margen del contextode la civilización árabo-islámica o a reivin-dicar cualquier tradición "nacional, com-parable por ejemplo a la tradición irania o,

en el mismo Occidente , a la tradición beré-

ber que aflora en ciertos momentos de laEdad Media magrebí" (150).

Muy a su pesar, los planteamientos antropoló-gicos de P. Guichard están a un paso de la teoríade las formaciones sociales del materialismo histó-rico.

Frente a1 análisis antropológico de Guichard,T. Glick nos ofrece una explicación sociológicabasada en dos puntos fundamentales: por un lado,

a partir de las curvas de islamización de Bulliet,que é1 adelanta para al-Andalus, se trataría de una

oposición entre los conversos de primera hora yIos nuevos, hasta el punto que

<el gran número de conversos recientespodría quizá explicar e1 poder de Hafsün.Pero es más probable que las fitna del s. IXfueran la última protesta de los viejos con-versos cuya situación social iba a cambiarrepentina y radicalmente con la apariciónde masas de nuevos conversos" ( 1 5 1 ).

89

Page 18: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

El segundo punto de la propuesta es conside-

rarla como un

"conflicto social que enfrentaba a losarrendatarios y a los propietarios árabes de

la tierra", lo qr-re explica que los muladíes

hicier¿rn <callsa con mozárabes. en intereses

de clase: (pues), los mozárabes eran tam-bién arrendatarios de tierra" (152).

Pero como Ia explicación es sociológica y no

económica,

.la coalición duradera (queda) excluida porel hecho de que cada grupo estaba inmersoen la sociedad andalusí de manera distin-tá >>

mient¡as los neomusulmanes podían tenef acceso

al poder, los mozárabes, no (153).

No existen, por tanto, independencias ninacionalismos, debiéndose la revuelta muladí,

<en parte por su derecho a compartir e1

poder, así como por las recompensas econó-

micas y sociales que les ÉJarantizaba ia ley",151)'

Como se puede apreciar, Ia tec:ría del investi-gador norteamericano es atractiva y elaborada, si

bien su ratificación con las noticias qlre nos apor-

tan las fuentes sería bastante dificultosa. La obra

cle Glick, traducida este mismo año al castellano,

debería constitlrir el lógico punto final del pre-sente repaso historiográfico; pero un hecho políti-co concreto, Ia constitución del Estado de las

autonomías, incre me ntará los ingredientes delproblema (155).

Pero antes de abordar el tema, habrá quereco¡da¡ aquí que la erudición local se ha mante-nido al margen de la evolución historiográfica,deslizándose entre Simonet y la fantasía, a).canzan-

do así estos írltimos años y, por ¡anto, pudiendo

influir en algún nuevo teórico. Varios de esos

títulos son significativos, como el librito de Fer-

mín Requena, E/ etnirato nalagaeño de /u: beni Haf-¡un (156), o el del padre Agustín de Antequera,Boba¡trc¡, bastión glorioso de la independencia patria(li7), pero son cantidad (158), y no faltan relatos

piadosos vinculando Bobastro con la Guerra Civil(1 r9).

90

Con la llegada de la democracia y la tensión

por el Estatuto de Autonomía, los intereses polí-ticos y editoriales van a sacar a La luz en mlrypocos años una gran cantidad de publicaciones cle

carácter histórico, lógicamente de muy diverscr

tipo (160).

Uno de eilos es el enfoque anclalucista, a su

vez dividido en dos claras tendencias, 1a islami-z^Íte y Ia de los próximos ai -entonces llamado-Partido Socialista Andaluz. E1 principal represen-

tante de la primera es Antonio Medina, el cual, en

un capítulo denominado "Liberación ¿írabe en

Andalucía", habienclo partido de la premisa de

que

"el advenimiento clel capitalismo en nlres-

tra historia nacional de AndalLrcía aparece

con la llegada del extranjero, de los espa-

66lgs" (161),

llega a la conclusión de que será con al-Nasir con

quien se alcance "la independencia andaluza"062), por 1o cual Ibn Flafslin no es sino un obstá-

culo para dicl-rzr indepenclencia, obstáculo que se

puede comprender por su pertenencia a la clase

superior:

"los antepasados de Ibn Afsum (rlc), que

vivían en esta zona, pertenecían a 1a cate-

goría social de grandes propietarios de tie-fras. affendadas a su vez a través de unimpuesto a numerosos campesinos inclíge-

nas" (163).

Por el contrario, para 1os anclalucistas delP.S.A., pese a que aceptan clue <con al-Andalus,se alcanzaría la más plena realización de este slr

ser (de Andalucía)" (164), la esencia andaluza se

basa en el continuismo desde Tartessos, e históri-camente se fragua en la resistencia a la domina-

ción castellana. Es por ello por lo que José Acosta

dedica su libro Anc/a/ucia. Recon:trucciín de una

identidad y lucba contra el centrali.rno (165), al periodo que va

"desde la caída de la civilización de al-Andalus. es decir. desde e1 momento histó-rico en que Andalucía pierde su autonomíapolítica y queda sometida a Lrn centro exte-

rior dominanre" (166),

Page 19: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

y sus héroes son los moriscos. En su siguientelibro, más histórico, Historia 1 nltara del paeblo

anclahz, donde la cultura andaluza parte desde ElArgar y Tartessos (167), con al-Andalus

"ha cristalizado un nuevo modo de produc-ción, que sólo puede calificarse de andalusí,

aunque se inscribe en el modo de produc-ción tributario-oriental que imperó en Tár-tessos" (1ó8).

Para José Aumente, "si hay algo que pueda

definir al pr-reblo andaluz, es la historia de sus

luchas protagonizadas y sus represiones sufridas"(169), pero, no obstante, el ejemplo históricovuelve a ser el de Ios nnnfíet en las sierras granadi-nas frente a la invasión castellana (170), mientrasque los muladíes sólo aparecen en la estableestructura social andalusí, en la cual,

"1a clase media a modo de pequeña bur-guesía- estuvo formada por los muladíes,dedicados a la artesanía y al comercio. Elpueblo bajo lo constitllían mozárabes y

beréberes, siervos y esclavos iibres (rlc),

siervos hispano-godos" (1 7 1).

Cuando se admiten las revueltas de Ia fitna,como hace Repiso, éstas serán simplemente

<no por motivos de sucesión, ni por razo-

nes políticas o militares, sino por celos

internos entre familiares, que provocaronuna de las guerras civiles más importantesde la historia de al-Andalus, (ll2).

A raíz de esas citas resulta interesante com-probar que para los andalucistas Ibn H¿rfsun es unestorbo o algo inexistente en sus historias. y esto

sólo se puede comprender porque sus fuentes de

información son las que lo convirtieron en unhéroe español, no andaluz, llegándolo a leer hasta

en un andalucista histórico. como Isidro de las

Cagigas.

También viene a ser curioso que en obrasescÍitas en contra de los andalucistas. como Ia de

Cuenca Toribio (11i), tampoco se cite a IbnFlaf¡un, aunque, por 1o general, 1os historiadoresacadémicos sí lo harán, pero advirtiéndose ya lainfluencia andalucista. De esta forma, para Cristó-bal Torres

"1os caudillos de 1a revolución andalr-rza,'Umar ibn Hafsün y sus hijos (fueron los

protagonistas de) uno de los (movimientos)más importantes de independencia y auto-nomía andaluza frente al poder central de1

Califatr¡ cordobés y clrya base fue la... ten-sión social campesina" (174),

pudiendo ver algo semejante en DomínguezOrtiz, para el cual bajo el nombre de Omar ben

Hafsun se escondía un andaluz cien por cien, a

cuya revuelta

"acudieron no sólo mozárabes perseguidos,

esclavos fugitivos, beréberes descontentos,

aventureros y asociales como proliferan en

tiempo de revuelta" sino principalmentemuladíes, pero siendo esa "falta de unidadde población de variada procedencia lacausa de la de¡rota", lo que trasciende tam-bién de forma inmediata a "que el esplen-

dor del califato fuera transitorio" (171).

Pero, por suplresto, también se trata de formamás matizada y reposada por otros alrtores, aun-qlre en Darío Cabanelas todavía se abuse de los

términos nacionalistas enjuiciándose como que

el "nacionalismo omeya, con (sus) dos fac-

tores de presión: ejército y málikismo...desencadena la reacción de mozárabes y

muladíes, los cuales, prescindiendo de sus

diferencias religiosas, se unen f¡ente al ene-

. migo común que los excluye y los hace sen-

tirse extraños en su propio país: es el alum-brar de una conciencia nacional, qlre se pre-veía ).ejana en los ¡einos cristianos delNofte" (176).

En realidad, el pánafo introduce una fuentenlleva. no utilizada hasta ei momento. si bienajenaa al-Andalus (I71).Laesperanza de que pro-cesos semejantes en otras tierras islámicas aclaren

el sentido de Ia revuelta de Ibn Safgrn es expresa-

da por Manuel Sánchez, quien conoce la últim¿bibiiografía, y en base a ella denuncia "ia oscura

senda de las "especificidades hispánicas" y anda-

lucistas" (178) y establece una de las visiones más

correctas de las que nos han llegado. Pese a ello, al

enfrentar los dos procesos, el de la época de'AbdAlláh, prácticamente tan sólo con el control de

9I

Page 20: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

Córdoba, y el inmediato de al-Nasir en que acaba

con todo rebelde, reconoce que estamos

"bien informados, ... a veces con gran pro-

lijidad, pero, sin embargo, se nos escapa

casi del todo la inteligibilidad de ambos

(procesos)" (179).

Y, para finalizar con esta revisión historiográ-

fica, diré que P. Chalmeta, editor del nuevo texto

del Muqtabis V,lo utllizó para matizaÍ importan-tes datos biográficos de Ibn $af9un (180), y delcampo del latinismo nos ha venido una excelente

información sobre la estrecha relación encrerevuelta y religiosidad popular (181), mientrasque yo mismo participé en ese cúmulo de publica-ciones de los últimos años, pero no me toca a míenjuiciarme, sino ofrecer más argumentos y mayordocumentación, que es lo que se hará a continua-ción.

92

Page 21: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

NOTAS

l. Acicrn Almansa. M., D¿ /a touqti.iltt rutt.vt/natu a /a /!tt.rrL/zdrí. en ,\li/a.ga, tomo 11 H j.ttorj,u, GranacJa, l98.1, p..18 L.

2. Como La cle Alonso García, Jorge, Otrtr heu Hafstiu (LtCídút Oruela), G¡anad¿, 1!81, quien debajo del subtitulo explicira: "novela"i pero también la cle Fernández,

Frclel, Onar útn Ha.[tín (Ilu rtiuo tristiano tntltltz ut !/em)nperio i.rlirt)ct tt:ftííil), Barcelona, 1!12, pcsc a que el

aritor la considere como <Llna brografía críticr1".

J. Alcobendas, N{., ed., lIrí/aga. lersaxajes ett st histo¡it.Málaga, l!85; la biogralía de Gómez Tcrucl, José M.",en pp. 1 53-1 56.

l. Ximénez de Rada, R., H j:trirt Arrtbtn, en Opcrt,Yt)en-cia, L!68, p. 268.

5. Nfariana, J. c|e, H)ttorit,geuera/ cle Esltaña. en Ohras,

lvfadricl, 1950, t. I, p. 216 (i.'ed. larina en 1592, rra-ducción castellana cJel autor, Toleclo, lliOl).

6. lden.p.212.,- . lltn, p. 21 1 .

ll. Cesiri, NI., tsiL/itheca Arahito-H)sptat Escrrialcnsis. t. II,Osnabrtick, l!6! (reproclucción clc la de 1760-177ti). Lo

hace n¡ori¡ cn Iluésca¡ (p. lOli), \' antecede a Conde en

romar como onomásrico el [a/b, clue identiilca con el

propio cUmar (p. l-,i). MascleLr, -J. F., Hi.rtoritz trític,z de

E:pañd 1clt l¿t t¡tltrra espaii'tla, t. XV, Madricl, 1795. Sin

tomátic¿mente lo incltLye en el mismo apartado que los

taifas, llamándolo "rey de Huéscar" (p. 6!).9. PrLblicacio en 1,320. Cito por Ia ecl. de Barcelona, 184.1,

t0

t1

l2

IJ

l.'l

ri

r. l.P. 187

Pp. 299 v 30.i.Pp. 289-291.

P. 320.P r()L)

Ademírs de las versiones ¿l francés e inglés, respectiva-

mente de Mariés, M. cle, (París, 1829) y de Foster, J.(Lonclrcs, lti5l).

1(r. Tr¿ducid¿ al castellano en Barcelona, 18.1.1.

Lr Pp. 36-3r.18. P.36.19. P.38.20. P. 10.

2r. P.14.22. P.221.21. El l.'' vol. se priblicó cn Lonclrcs-Nucva York, lti.lO. En

este trabajo se Lrtiliza Ia reimpresión de 1961.

2:i. Sobre i¿ ubicaci<in de Bol¡astro dice: "I am inclined tothink that Omar's castle r.as situatecl sonre where bet-ween Archiclona ancl Roncl¿" (not¿.16 clel Libro VI, cap.

IV. pp. ,ilr-4ifi.P.|t.P. -ii9. El subrayado es mío

P 11jP. tr16.

P.1i1.P. 4i2.P . .1.12.

P. 4i9.

33. P.146.

.111. Reeditado en iden¿. Hi:lari¿ ¿le Grauacla, canprendiclt h de

rLs clldÍrl lraúilLias. A/nería, Jaír. Granaclcr 1' lt'í/aga. t.I,París, 1852, pp. XV XXVI, doncle se acentúan los plan-teamicntos anti-árabes: "pero Los árabes, dueños del país,

no lo fueron jamás del ánimo inclom¿ble cle sus morailo-res" (p. XVI); lleganclo a caer en el r¿cismo: "las dos

razas, cristianos fieles a su ley y mulatos, peleaban en

guerra cie exterminio contril el enemigo común, que etan

Ios árabes puros" (p. XXII). Mienrras que en la IIis¡uti,tde Gr¿nada sigue desvirruando a Conde: "Aben Hafsun,

caudillo de los muzlitas, sublevab¿ la tierra cle Tolec'lo,

se proclamaba rey, y protegiclo por los reves de Asturi¡sse hací¿ clueño cle casi toda Castilia y Aragón" (t. I, p.

2r1 ).

15. "Revista Española de Ambos mundos", (nov. 1851).

16. Htstoria garcra/ de Espaia duú los tienlos lrinitiLos htstala tuterte de Feruauch VII, (1." ed. 1850-Lfi67), 2." ecl., t.

II, Barcelona, 1887.

J7. Se cita por la eci. clc Brienos Aires de l!.i6, t. I, que

reproduce Ia traducción de Castro, Federico cle, Madricl,

1 877.

38. I?uherchu srr /'histairt et /¿ /ittír¿ttu'e de /E.rltague pndant ltllo1er Age, Leiclen, 18.i9; reimpresión de la l.' ecl. de

188i, Amsterciam, 1965. En esa úl¡ima edición acepta la

propuesr¿ de ubic¿ción cle Sirnonet en las Mesas cle Villa-vercle, p.326.

19. Pp. 417-/t18v462.

'10. Cagigas, I. de las, llit¡oría.r ltnico-re/ipo.;a.; de /¿ Ed¿ll[eclid española, L Las t¡¡ozárabu (tonto l). N[x]ri<1, l)41 , p.

2i8. Sin embargo, la comparación será mantenic'la en

o¡ros autores, como Suírez Fernández, L., Hittori¿ de

E.rlaña Anrigua 1 llulia, t. I, Madricl, 197t, p. 243, y el

apasionado Marqués de Lozoya, Historia de L.::pañt, t. 1.",

Barcelona, 1977, p. 279, matizando el paralelismo con

los guerrilleros contra Napoleón, pero no con los de laépoca de Isabel ll, este autor apuesta intencionaclamentepor el texto de Dozy, antes que por "la fiialdad eruditade estudios más moclernos, (.p. 261), por lo que el perso-

naje es "uno de los más insignes héroes del nacionalismo

español en toclos los tiempos, (p. 280)..i1. Véase, por ejemplo, la expresada en La princesa de Bab)/o-

tia, en Yoltilre, Nore/as ) üteiltar, Barcelona, 197 1, pp.

429 488.P.149.Pp. )56-55r.P..15t.P. 462.

P. 5 t.l.P. 5ó7. Comparación que reco¡1e el ¡raductor en su nota

lI, llamándolo "Vr¡iato :rnclaluz,, idul, p. i84.

42

41

4.1

It46

4t-

2i.26.

2r

29

j0.

ll.12.

.1ii. P.,i56.49. P.460.i0. P.'i60.t l. P. ,i81 .

52. P. t15.

']. P 512

)t P ))h

55. Pp.512y556.

93

Page 22: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

r9

60

56. P. 555.57. P. 168.

5ii. La distinción es de Vilar, P., lnici¿úón al Locabulario de/

anál)si.¡ b.¡tírica, Barcelona, 1980, p. 169; Hobsbawm, E.

J.,Nadones 1laciotuli.¡rt¡ de:de 1780, Barcelona, I99f ,p.5 l, lo denomina "protonacionalismo".

61

62

En Ia titulad¿ "Meriem", una de sus Leyndas históricas

¡íra|¡es,Mackicl,1U18, donde lo define como "defensor de

los cris¡ianos oprimiclos".Dato: biogrífito.¡ .¡obre Owar bn Ha.Jsta, en "Crónica de

Ambos Mundos,, V (1860). BiograJ'ía de )nar Ebn Haf.raz, Apéndice 1 de la Desúptión del Reino cle Granadabajo la tlottinacióa de las Naseritas, Madrid, 1860, pp.116-16I; Ura axpediciín a /as mina.r ¡le Boba.¡tro, .LtCiencia Cristiana", IV-V (1877), y Sarurcl ben Hafsrn,

"La Ciencia Cristiana", XII (1879). Historia de los nazá-rabe.r de España dultcida de /os nejares ), iltás diltíilticls teiti-tnnio.¡ de /o: e.¡cñtare.¡ crisÍi¿nos 1, árabes. Madrid, 1901 Ge

cita por Ia reimpresión de Amsterdam, 1967).Manz¿nares del Cirre, M., Arabistas espdño/es del s).q/a

X1X, Maclrid, 1972, pp. Ii4 y 162.

BtutrtJta ,/, O u, Ll u HtJ.,t,'t. pp. E l-so. qtre creo afor-tunirda, por los argumentos que expuse en Dt /a .utqiliJÍ¿/

t¡¡tst/uaua a /a lpuca razarí, en iltá/aga, t. II, Hi¡toria,(iranacla. l!84, p¡r /t\l-491, pcsc a que acríricamentese siga manteniendo la propuesta de Joaquín Vallvé.Manzanares, M., Arabistat españole.r del .sig/o X1X, p. 1.13.

l[ozárabes, p. 52LUna expedicitht.

Ilozáral:es, p. 562./1rrz, p. XXXIV.ldm, p. LY-LIY.Idn, p. 5C)3.

lde n, p. 511.ldm, pp. 5Il, 512 y 574.ldm, p. 516.lduu, p. 5I).ldun, p. 528.Ilon, p. )1 1 .

Iden, p. 5 ,12.

Iden, pp.518-579.Ldm, p. 51 5 .

Iclut, p.582.Manzanares, M., Arabisttts apañales del sig/o X1X, p. 133.

Unos de los raros ejemplos en que esto ocurre es el de

Rodrígnez, Joaquín, Lecciones de nanología e h).rtoria geaera/

de E.;/taña, Madrid, 1850; así lo citan Cirujano Marín, P.,

Elorriaga Planes, T. y Pérez Garzón, J. 5., Hi:toriografía y

il¿/L¡aila/iytn e:palnl (1831-1868), Madrid, 1985, pp. 62-63. Sin embar¡¡o, la visión de Gayangos sí perdurará en

la emclición angiosajona, que Ia antepondrá a la de Dozy,con el cual sólo tendrá en común Ia imagen volteriana de

España; así, por ejemplo, en St. Lane-Pool, The Moor.¡ in.!ala, Londres-Nueva York, l." ed., l8il9 (1.'ed. 1880),clrLien se felicita de escribir "sobre España en sri gloriabajo los moros, no sobre España en su de¡Jradación bajo

los Borbones" (p. IX). Para éste, Ios rebeldes son árabes,

beréberes o españoles; Ibn Hafshn es el más poderoso de

ellos, pero todos son "jefes de bandidos y aventureros de

la más vil estampa, (pp. 100, 106 y 109).

Menéndez y Pelayo, M., t. I, M¿drid, 1956 (reproduce la

1." ed. de 1880), p. 728.

81. Guillén Robles, F., hlálaga nasrlnata. Suesos. dilt)g¡¡e¿a-

des. cielcias 1 /eÍra.s ua/agteña.\ durdDte la Edad NIedia,

Málaga, 1957 (1.'ed. 1880), p. XX.84. P.32.ii5. Aguado Bleye, P., h[arral de historia de E.;paña, r. I,

Prebistaria, Edade.r Antigra 1, ilIedia, Mad¡id, 10." ed.,1967, pp. 418,419,422 y 426.

86. Ballesteros y Beretta, A., Histaria dt E:faña 1 n ittfheu,iaeu l¿t histaúa un)t,ersal, vol. II (1.'' ed. 1922). 2." ed.. Bar-celona, 1!4,i, p. 11.

87. .Se había convertido en un cent¡o de ascerismo, y lilmisma hija de Umar, la virgen Argéntea, daba ejemplosde piedad, fomentando la vida del claustro en el palaciode su padre", (p. 61).

88. Barcelona, 1." ed.; crto por la,1." de I94i en la mismaciudad.P. ll.P. 36.P.41.P. 42.

Se puede entender a Altamira, Rafirel, como un prece-dente, si bien su texto es menos explícito, :fhe V/estern

Calilthate, en Gwatkin, H. M., \X/hitney, J. P. Tanner, J.R. y Previté Orton, C. -Jí., eds., The CanbriJ.qe Xlediew/Hi.rtar1, Ctmbriclge, 1.'' ed., 1!22, reeci., 197ó, vol. III,GernarT an¿l the \Ve.¡Íern En!ire, pp. .10!-1.i2, especial

mente pp. 116-421.Monroe, J. T., Aníritt Caitrl ), las esndios arabistas, en

Estudios sobre /a obra de Anírica Ca.¡tro, dir. por LaínEntralgo, P., Madrid, 1971, p.357.

6).646t.66.

67.

68.

6L).

70.

7r.12.

11.

t5.16.

11.

78.

19.u0.

81.

89

9i)

9I92

9a

102.

103.

10,1.

101 .

106.

107.

r 08.

L 09.

L 10.

L1l.lt2.113.

r14.l l5.I 16.

91

95. Véase n. 2.

96. Sánchez Aibornoz, C., La E:!aña ntsr/n¡rtna segín /o.t

autore: i.¡lantita: 1 cristianos nedieL-ales, (1." ecl. 1946), ,1.'

ecl., Maclrid, 197.i, t. I, p. 30.

97. P. 1t.9U. Véase, en traducción castellana, Hegel, G. W.F., Lettiu-

nes :obre la fi/asrfía de la his¡oia utiursnl, Madrid, 1980,

P6799. Sánchez Albornoz, C., La España xtusrlnnna. pp. 3-.i0.

lOO. Ideru, p. I)Ll0l. De /a )ntasiín i:lánica al estado coatinenta/ (Entre Ia Lrea

ciín 1t el ura1,o1, Seviila, 197,i, p. 18.

La E'paia ,,tr,trlt.ata. p. 2-4.Iden, p. 315.Minorlas... I. Las mz'írabes (Tono 11, Madrid, 1947.P.t9i.P . 2)9.P. 210.Pp.24I y 282, n. 11.p ) 1f

P.240.P. 243.P.244.P. 216.

P. 241 .

P. 2l i.En Madrid, con eL subtí¡ulo: Aportaciones a la cle/initaciínde la Jrantera de/ Andalm (en:ayn de etnografía ¿nrlaltz¿xrcd)etal).

117. Ed. cit., pp. 12-18.L 18. 3 vols., París-Leiden, l9to-1967.119. El Cai¡o, 1938. La 1." ed. castellana, Madrid, 1953

82

94

Page 23: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

120. P. 33 cle La .l." ecl. dc 1969.

121 . F,:pdit t¡¡l:r/t¡t¿u¿ h,t:tt l¿r uila de/ nliftn tle Círdobd(-l l-10.) 1t, t. IV cle h IIi.¡¡oria da España. clir. porNfenénclez Pidal, R., Nlad¡icl, i.'ed., 1961, p. 2.i'i. Ls

interesante obseLr'¿L L¿ evolución clel pensamiento de

Lévi-Prove ngal sc¡bre el t.m¿, \ .r que en cl rtittlo'( )nar

b. Haf:m de 1¿ l.'ecl. cle LEulrlopí¿lie dt / [:/a¡u, aclenás

c1c scguir 1os criterir¡s nacionalitarios clc Dozy, acepta los

del tradicionalismo español, ¿firn¡anclo que tras su con-

vcrsión al cristianismo. "sería cleclaraclo no sol¿mente el

jelé clel nrovimiento n¿cionalista español, sino tembién el

canpeón cle una verd¿der¿ c¡uzada intcrior contra el

Islan¡", Leltlen París. t. tII, 191ó, p. 1 019.I 22. P. I 96.

121. P. 21 1.

12.i. P. 198.

r2t P.199.

126. P. 200.

l2r. P. 2.1.1.

12¡i. P.2ll.129. Pp. 23i-)i6.l.i0 Pp.238 2.10.

lll. O(cañe)J(iménez), NI.,t[.t ut,tr hn IlaJ:rtt, en Dicciouarit

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pp. il.l1-836.]j2. P. I lili.l. P. slt.rj]. P. 83.1.

1]5. P. ril6.I.16.Garcí¿ Gómez, E., lúrullctiín ¿ su tracltrcción clc Lér i

ProvenEal, E., E:ptña nrsrlmtua, p. XXII.lll. Huici lv{irancl¿. A., Th Il¡eritt Perittttle ttJ Stú\. cn

'l'ht Ctubilgt II).¡tor) 4 ]sh¡¡t, t. 2, Cambriclge, 1970. p.

lfi

ll8. (1." ed.. Barcelon¿, l9i2). Con¡entario a la 2." ecl., en

nuo'a ec1., Nfadrid, 19r0, p. l6li y se reproduce eL textcr

deL¿1.',enp.61.139. G¿rcía Tolsá, -1., L',s t¡t¡tsl/tnaut.¡. en H).¡/til¿ sotial 1 econí

ntta le L:ptia 1' Antír)ca. dir. por Vicens Vivcs,.J., t. I,(1.' ed.. 1951), l.' ed. revisad¿ 1' ampliacla, Barcelona,

19r1. p. 22.1; o Uclina Martorell, F., cluien revisó la ed.

clel t. II, L¿ Altt Ldtd llerlia (.tig/o.r \¡ a/ Xlll)de Ia Hl.r-

ttria tle Etpaíia. Grrn¡ hi:torj¿ geutra/ cle /os ptreb/os hisptíú

ra.r. clir, por G¿rcía Pericot, L., sobre el tex¡o cle la 1.'ed.de GonzáLez Palencia, A., en la 'i." ed., Barcelona, 1910,

cluien toclirvía habla de l¿ "rebelrón nacionalista en el

clistrito cle Regio". p. 152.

ll0. Valdeavell¿no, L. G. clc, His¡ori¡ de E.tlttñd. L De los ori-

¡1utt: rt ld Bala Ll"td lleJia. 1." Prrre. Madricl,:i.'' cc1.,

1968 (1." ecl., 1!52), p. .'tr L.

riL. P..irt.1,12. llbieto Arteta, 4., Etlad l[cdia, en Ubieto, A.. Reglá, J.,

Jover, J. N{.'v Seco, C.., Iulrodlcciítt¡ t /¿ historia de

Esptiitt.E)rcelona (1.'ecl., l96l), 10." ed., 197,i, pp. 93-

)4lll. G¿rcía cle Cortáza¡. J. A., It ípttzr rtttclietal, vol. II cle la

Hi.¡¡tri¿ tle Esptit t\lJagrdrd, clir. por Artola, M.,Nl¿drid, l9ll, p. 97.

1.1.1 Pp 99 100.

171. ÍI)tturia fu L:pña i.tl'íruit,z, X{aclricl,2." ed., 1971 (1." ed.,

lfj0 y original inglés, Eclimburgo, L96i), p. ,i5. Aun-

que algún autor, corno Dulourq, Ch. E., insiste e n la

potencialiciacl del cristianismo oculto, Lrz coexisltttct c/e:

c/:rítien.¡ e! ¡l¿s amtl.nnas clan.¡ rtl-Ardtt/ls et dax.t le ilIdgh-

rtb at X." .¡)ic/e, en Occideu el Orienl att X." sii¡le. Acte.¡ c/tt

IX," Cougri.t Je /a Saciítí des Hi.¡tor)etts lIídiít'i.¡re.¡ Je

/'Enseigrurent Srpírierr Puhlic (Dijor.2-1 jt)u 19781,

París, 19;9, p.2L,i.1,16. Guicharcl, P., t\/-ÁuJalr.¡. Estrl.tl/rd aatrapulígica da rra

.tacied¿l i.¡/,íniu en Occideute, Barcelona, I)16, pp. 276-

141

1i8llc)L)O

rtl

23 t-.

P . 219.P. 238.

Pp.116-1.1;.N,ti.\.\tzuc( ú / Is/an ,ntda/or.¡. Vlll."-dibtt X." .ri!¡/¿, cn

Bcnnassat, 8., His¡oire dt\ E:1)L/:1nr/.t. r. I, \,'l.r XVIL',l¿,L,. P¡r¡. loxs. I,f

,. U | _E2.

Glick, T. F., Islrtui, ancl Chris¡ian Spaiu in the Earllt\l)dlle Agu, Princenton, 1979; existe una recien¡e t¡a-clucción cas¡ell¿na que no caml¡ia nada al respecto, Cdr-tianol 1, tttt:r/nt¿nes en la E:pañd nedieta/ (7I l-l2t 0),Madricl, 1991, p.,10, trad. p. 13.

Li2. P. 189, ¡r¿d. p. 2.i9.

Ltj. P. 189, tracl. p. 21!.1i,1. P. 11i9, trad. p. 21li.I55. L¿s noveclaclcs que presenta Collins, R., IJdr\ ,\[uliettl

Spdit, Llnitl, iu I)it.'er.ti11. 100 l()()0, Lonclrcs, 1981, son

casi nulas, salr'r¡ str hipercrítica cle las frLentes, que lelleva a considerar los datos tlc la Crríuica Anútitta sobre I¿

exhunr¿ción del cacláver, y los relativos a la construcción

cle una iglesia, como rumores para desacrcditarlo a Los

ojos cle sus seguidores o cle los muladíes en general. En

consecuencia, 1as revueltas no consistirían en rLn "rcvi-v¿I" del cristianismo, sino en un¿ reacción ante la pers

pectiva c1e una más profrLncla islamización clc al-Andalus.

P. 22i.L)6. Antequera, 1959.

1j7. Antequera, 1960.

158. Requena, F., frlacliu Rzrya, Antecluera, 195r, PP. .19-iO

cleclicaclas a Ibn Hafiun; clel mismo La f'ortt/eza de Boln.¡-

lro, uI3olerín cle la Ásociación Española cle Amigos cle los

Cas¡illos", i1 (l)61); Franquelo, R., Unar ihr Haf:rtt,

"Jábega", 8 (197'i), pp. 20-2'1; deL mismo' BobasÍro,

"Jábega", 1i (1976), pp. )6-42; y la biogralía citada de

Gómez Teruel, J. M., Onar iba Hafsln, en Alcobendas,

M., ed., ilIilagt. Per.ronaje.¡ et¡ sl historia, Málaga, 198i,pp. Li3-1i6.

1i9. Como el lrtfornte del Rvda, Fr"t1'Jrar Bart)s¡a de Ardale.¡

.¡ohre la Rast¿maciín d¿ la Erttita de Vi/la'-erde, publicado

por Leria de Ia lLosa, S., con el título de A Nrustra S¿iur¿

/¿ S¿tüísin¡a Vit'gtn de V)//arercle patrana de Arda/es. Máltga,1!6r.

160. Las obras clue se suelen citar como precedentes se atienen

más a los problemas de su momento. Así, la de Lafuente

Alcirntara, MrgrcI. H)storitt tle Gran¿¡la, contfirendient/u /a

de su¡ c¡t¿tlru prot,iu)as. Alnterí¿. Jaín. C)ranada 1' lIáLrga,t. I, París, 1852 (pero escrittr en 18,i3), es 1a historia deL

cliiunto Reinci de Granada que acababa de desaparecer

por la reforma aclministrativa dc la déc¿d¿ ante¡ior.Mient¡as que Ia dc Guichot, Joaquín, H)stor)a geura/ de

Anda/uí¿ de:de /os tienQos n¿át ret¡ott¡.¡ h¿sta 1810,SevtIIa-

Madrid, t. I y lI, Lu69; t. III, 1810, como advierte el

int¡oductor, Asensio, J. M., es una historia de especiali-

95

Page 24: Umar ibn Hafsun. Un problema historiográfico,  Manuel Pedro Acién Almansa

zación, semeiante a las clue se venían htrcienclo de los

condados ingleses; t. I, p. XIV. Esta írltima n¡ezclaindiscriminadamente a Conde con Dozy, mientras que Ia

de Lafuente se ve afectada por el mozarabismo ya aludiclocon motivo de su Distttryt.

161. Medina Molera, 4., Histaria u¿ttiotal de Andahcía 1, el

arda/trcisna, vol. I, D¿ la Prebistoria al ulifato an¿/a/ní,

Sevill¿, 1979, pp. 61 v 63.

162. P.120.161. P.90.16,1. Aume nte, J., Nacionalisno anda/uz, Granada, 1980,

p.17.165. Ba¡celona, 1978.166. P.9.167. Barcelona, 1919, pp. ll -I).168. P. 35. Como el lector habrá advertido, siguiendo a Samir

Anin.16t1. La "Cue.¡titiu Naciaxa/" ¿¿rdr¿/aza 1/as )nterese: de t/ase,

Mad¡id, 1978, p. 52.L7O. P. t2.171. N¿cian¿/isno andaln,p. 18.172. Repiso, F., Histaria básiu de Axda/ucía. Sevilla, 1979,

p.t8.173. Cuenca Toribio, J. M., Aila/rcía. Una iutrodrcciír¡ histó-

rica,Córdol¡a, 1979.l7.1. Torres Delgado, C., A/-Andalrs: rna cfui/izatiín, en

Lacomba, J. A. (coord.), Aproxinaciín a la histor)a ¿le

Andalncfu, Barcelona, I979,p.63. En semejantes rérmi-

nos independentistas se expresa Moreno Alonso, M., His-tar)d geileral tle Andalucía, Sevilla, 19tt1, p. 1.i9.

175. Domínguez Ortrz, A., And¿hcía ayer 1, hoy, Barcelona,

1983, p. 65.

176. Cabanelas, A., Ixtrodtttiín bistírica. Andaltcía b¿sta

1492, en Andaluía, t. I, Madrid, 19t30, p. 80.

177. Es la de Ya'qhbr sobre Ifriqiyya, utilizada por MarE¿is,

G., La Bírberie uustlrt¿te et /'Orient au ilIo1,e¡ Age, París,

1946, p. 68, cluien traduce sobre los clanes indígenas:

"ils sont, dans leur propre pays, comme des dérasinés".

178. Sánchez Martínez, M., Apogeo 1, crisis del Estado cordabí.r,

en Histaria de Antlaluía, vol. I, D¿ 'fartessos a/ lsl¿nt ( -

l03l ), Barcelona, i9iJ0, p. 244; y A/-And¿/rs. 711

l03I, en Histaria de E.rpaíla. J. La Alt¿ Edad ilIulia. Vi.¡i-

gadas. árabes jt púnero.r reinas cristianos. Historia 16, Extra

XV, octubre i980, pp. 51-53.

l7). Apogut 1 u'isi:, p.24).I80. Preú:ione.¡ at'erca ¿le cLlnrtr b, Hrtfstrn, er Atta.r de las ll Jor-

n¿da.¡ de Cr/tura Ar¿¿be e lslánin l1!80), Madrid, l!f35,pp.163 175.

I8I. G)\, J.,-/rdíos j, cri.rriaaas en Hispania (:. VIII 1'1X1, "His-pania Sacra" XXXI (1978-79), en especial el apartaclo

Al-Andalu¡ en rebel¿lía, pp. 82-85.

T

96