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2 3 Ultima página Franqueo a pagar Cuenta Nº 2 Tarifa Reducida Concesión Nº 2 Página 6/Sección 4/LA NACION Miércoles 14 de enero de 2009 ORENSE (Especial).– “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algo- dón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.” Sí, así empieza Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. ¿Quién no lo sabe de memoria y puede decirlo en voz alta y con expresividad? Pe- ro así como todos recuerdan las pri- meras líneas de ese libro, ¿cuántos recuerdan su nada hollywoodense sino realista final? “Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le había hinchado como el mundo, y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevaban al cielo. Parecía su pelo rizo- so ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasar la mano, en una polvorienta tristeza.” Y ese sentimiento se extiende, hoy, a la desaparición de muchos otros bu- rros fariñeiros, llamados así por sus trabajos en los molinos con la fariña; es decir, harina. “La tristeza que pro- voca la extinción del burro fariñeiro es infinita. Más si se tiene en cuenta que nadie hace prácticamente nada para que no ocurra. Y más aún tra- tándose de una especie que en otros tiempos fue vital para la subsistencia gallega”, dice Xacobo Pérez, presiden- te de la Asociación para la Protección y Defensa Medioambiental del Burro Fariñeiro de Galicia, Abufa, burros- [email protected]. Los datos brindados por Pérez son alarmantes. “Con suerte quedarán unos 300 burros fariñeiros en Galicia, y la Xunta, el gobierno autónomo ga- llego, no hace nada para que no se ex- tinga. Hace 20 años había unos 20.000 ejemplares de la especie que más tra- bajó por Galicia. Pero los que quedan hoy, por viejos, si son utilizados para algo es como comida para las fieras de los circos”, comenta. Terapia para mayores El desinterés e incluso el olvido se adueñaron de uno de los valores ge- néticos más importantes de la gana- dería gallega y de España toda. Antes aliado en los hogares gallegos, alegre sobre todo en los meses de primavera por su alocado celo, “el Marco Aure- lio de los Prados” para Juan Ramón Jiménez; el empleado para todo de los más trabajadores, por cargar la leña del hogar, transportar la hierba para el resto de los animales del esta- blo, soportar sacos con harina o con sargazos de la costa atlántica para después depositarlos en los campos, hoy en desuso, el burro fariñeiro no responde a la definición del dicciona- rio. Nada de “corto”, “ignorante”, “ne- cio” o “torpe”. Muy por el contrario, más que una vez, el burro fariñeiro, burro pero inteligente, aprendía el trayecto entre su establo y el molino y fue enviado solo con su carga para regresar del molino al establo gracias a su inteligencia asnal. Al margen de estas cualidades y más allá de los duros tiempos que corren para ellos, está el borrico ais- lado de la mala suerte de la especie, como el ejemplar que atesora Cándida Rodríguez Riva. “Este año ni siquie- ra la llevamos a juntar patatas, para que no se canse”, dice sobre Blanca, propiedad de sus padres, y más que hacedora de tareas domésticas, com- pañera de juegos de sus hijos, sobri- nos y amigos. Pero no todos los burros gallegos tienen esta suerte. Raza histórica no reconocida por las leyes, órdenes ni estamentos institucionales, pero sí por la tradición y el pueblo, el burro fariñeiro está en vías de desaparecer. Y para siempre. Sigue Pérez: “Una vez que se extinga será irrecuperable ge- néticamente; los que llegan a nuestra asociación tienen más de 30 años y no los podemos reproducir, por ello la re- cuperación genética es prácticamen- te imposible”. Desde Abufa, una de las prácticas para mantener activo al burro fari- ñeiro hoy es la asinoterapia para ma- yores: a través de la adopción tempo- raria de un burro, la gente, que en general está sola, sale ganando con esta ocupación. “Si para algo puede servir hoy el burro gallego es para curar. En el ca- so de Galicia, donde hay un muy ele- vado porcentaje de población mayor, como terapia para que los más grandes estén ocupados, para que tengan una responsabilidad, algo en qué entrete- nerse y por qué vivir. Porque es tener una vida a cargo”, explica Pérez. Acaso, la única intención, la de siempre, es que el burro fariñeiro no vaya a parar al moridero. “Tú, Plate- ro mío, no irás en el carrillo del pre- gonero a la marisma inmensa, ni al barranco del camino de los montes, como los otros pobres burros, como los caballos y los perros que no tie- nen quien los quiera. No serás, des- carnadas y sangrientas tus costillas por los cuervos –tal la espina de un barco sobre el ocaso grana–.” Juan Ramón Jiménez dixit. Que no se extinga el burro fariñeiro Laura Lunardelli Este año, a Blanca no la llevaron ni a juntar papas. Mejor, que descanse y juegue con los chicos de la familia (abajo) Nada de corto, ignorante, necio o torpe En España, un movimiento busca conservar al ejemplar de Platero y yo Gaturro Por Nik Batu Por Tute Jim, Jam y el otro Por Max Aguirre Macanudo Por Liniers FOTOS: GENTILEZA CANDIDA RODRIGUEZ RIVA Con nombre y apellido Primero, el avión iba a salir a las 19.15; después, a las 21; pero no, mejor más tarde, o más tarde, o más tarde... así, los pasajeros que intentaban abordar el lunes su pos- tergadísimo vuelo a Buenos Aires desde el aeropuerto de Trelew pu- dieron embarcar después de las 23. Que llovía, que no llovía, pero la pista estaba mojada; que el avión de Comodoro Rivadavia no se ani- maba a despegar, que el que venía de Buenos Aires no se animaba a aterrizar... En medio de hemerote- cas improvisadas en el quiosco de revistas, poco entusiastas jornadas de cine debate en el bar del primer piso y largas filas a la argentina, ahí estaba el músico Antonio Ta- rragó Ros con santa paciencia, ca- ra de cansado y el acordeón fuera del estuche. Lo secundaba su ban- da y evidentemente estaban de gi- ra. Tarragó Ros, como el resto de los viajeros, fue y vino por todo el aeropuerto infinidad de veces. Tal vez haya pensado en la convenien- cia de un ómnibus para seguir el recorrido argentino. El Príncipe

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2 3Ultima página Franqueo a pagar Cuenta Nº 2 Tarifa Reducida Concesión Nº 2

Página 6/Sección 4/LA NACION Miércoles 14 de enero de 2009

ORENSE (Especial).– “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algo-dón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.” Sí, así empieza Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. ¿Quién no lo sabe de memoria y puede decirlo en voz alta y con expresividad? Pe-ro así como todos recuerdan las pri-meras líneas de ese libro, ¿cuántos recuerdan su nada hollywoodense sino realista final? “Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le había hinchado como el mundo, y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevaban al cielo. Parecía su pelo rizo-so ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasar la mano, en una polvorienta tristeza.” Y ese sentimiento se extiende, hoy, a la desaparición de muchos otros bu-rros fariñeiros, llamados así por sus trabajos en los molinos con la fariña; es decir, harina. “La tristeza que pro-voca la extinción del burro fariñeiro es infinita. Más si se tiene en cuenta que nadie hace prácticamente nada para que no ocurra. Y más aún tra-tándose de una especie que en otros tiempos fue vital para la subsistencia gallega”, dice Xacobo Pérez, presiden-te de la Asociación para la Protección y Defensa Medioambiental del Burro Fariñeiro de Galicia, Abufa, [email protected].

Los datos brindados por Pérez son alarmantes. “Con suerte quedarán unos 300 burros fariñeiros en Galicia, y la Xunta, el gobierno autónomo ga-llego, no hace nada para que no se ex-tinga. Hace 20 años había unos 20.000 ejemplares de la especie que más tra-bajó por Galicia. Pero los que quedan hoy, por viejos, si son utilizados para algo es como comida para las fieras de los circos”, comenta.

Terapia para mayoresEl desinterés e incluso el olvido se

adueñaron de uno de los valores ge-néticos más importantes de la gana-dería gallega y de España toda. Antes aliado en los hogares gallegos, alegre sobre todo en los meses de primavera por su alocado celo, “el Marco Aure-lio de los Prados” para Juan Ramón Jiménez; el empleado para todo de los más trabajadores, por cargar la leña del hogar, transportar la hierba para el resto de los animales del esta-blo, soportar sacos con harina o con sargazos de la costa atlántica para después depositarlos en los campos, hoy en desuso, el burro fariñeiro no responde a la definición del dicciona-rio. Nada de “corto”, “ignorante”, “ne-cio” o “torpe”. Muy por el contrario,

más que una vez, el burro fariñeiro, burro pero inteligente, aprendía el trayecto entre su establo y el molino y fue enviado solo con su carga para regresar del molino al establo gracias a su inteligencia asnal.

Al margen de estas cualidades y más allá de los duros tiempos que corren para ellos, está el borrico ais-lado de la mala suerte de la especie, como el ejemplar que atesora Cándida Rodríguez Riva. “Este año ni siquie-ra la llevamos a juntar patatas, para que no se canse”, dice sobre Blanca, propiedad de sus padres, y más que hacedora de tareas domésticas, com-pañera de juegos de sus hijos, sobri-nos y amigos.

Pero no todos los burros gallegos tienen esta suerte. Raza histórica no reconocida por las leyes, órdenes ni estamentos institucionales, pero sí por la tradición y el pueblo, el burro fariñeiro está en vías de desaparecer. Y para siempre. Sigue Pérez: “Una vez que se extinga será irrecuperable ge-néticamente; los que llegan a nuestra asociación tienen más de 30 años y no los podemos reproducir, por ello la re-cuperación genética es prácticamen-te imposible”.

Desde Abufa, una de las prácticas para mantener activo al burro fari-ñeiro hoy es la asinoterapia para ma-yores: a través de la adopción tempo-raria de un burro, la gente, que en general está sola, sale ganando con esta ocupación.

“Si para algo puede servir hoy el burro gallego es para curar. En el ca-so de Galicia, donde hay un muy ele-vado porcentaje de población mayor, como terapia para que los más grandes estén ocupados, para que tengan una responsabilidad, algo en qué entrete-nerse y por qué vivir. Porque es tener una vida a cargo”, explica Pérez.

Acaso, la única intención, la de siempre, es que el burro fariñeiro no vaya a parar al moridero. “Tú, Plate-ro mío, no irás en el carrillo del pre-gonero a la marisma inmensa, ni al barranco del camino de los montes, como los otros pobres burros, como los caballos y los perros que no tie-nen quien los quiera. No serás, des-carnadas y sangrientas tus costillas por los cuervos –tal la espina de un barco sobre el ocaso grana–.” Juan Ramón Jiménez dixit.

Que no se extinga el burro fariñeiro

Laura Lunardelli

Este año, a Blanca no la llevaron ni a juntar papas. Mejor, que descanse y juegue con los chicos de la familia (abajo)

Nada de corto, ignorante, necio o torpe

En España, un movimiento busca conservar al ejemplar de Platero y yo

Gaturro Por Nik

Batu Por Tute

Jim, Jam y el otro Por Max Aguirre

Macanudo Por Liniers

FOTOS: GENTILEZA CANDIDA RODRIGUEZ RIVA

Con nombrey apellido

Primero, el avión iba a salir a las 19.15; después, a las 21; pero no, mejor más tarde, o más tarde, o más tarde... así, los pasajeros que intentaban abordar el lunes su pos-tergadísimo vuelo a Buenos Aires desde el aeropuerto de Trelew pu-dieron embarcar después de las 23. Que llovía, que no llovía, pero la pista estaba mojada; que el avión de Comodoro Rivadavia no se ani-maba a despegar, que el que venía de Buenos Aires no se animaba a aterrizar... En medio de hemerote-cas improvisadas en el quiosco de

revistas, poco entusiastas jornadas de cine debate en el bar del primer piso y largas filas a la argentina, ahí estaba el músico Antonio Ta-rragó Ros con santa paciencia, ca-ra de cansado y el acordeón fuera del estuche. Lo secundaba su ban-da y evidentemente estaban de gi-ra. Tarragó Ros, como el resto de los viajeros, fue y vino por todo el aeropuerto infinidad de veces. Tal vez haya pensado en la convenien-cia de un ómnibus para seguir el recorrido argentino.

El Príncipe