triduo humildad 2010

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PARROQUIA EL SALVADOR DE BAEZA HOMILIAS CON MOTIVO DEL TRIDUO DE LA COFRADIA DE LA HUMILDAD D. MARIANO CABEZA PERALTA

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Homilias triduo humildad 2010

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PARROQUIA EL SALVADOR DE BAEZA

HOMILIAS CON MOTIVO DEL TRIDUO DE LA COFRADIA DE LA HUMILDAD

D. MARIANO CABEZA PERALTA

TRIDUO COFRADÍA DE LA HUMILDAD

DÍA PRIMERO

Les envié a mis siervos los profetas,

Un día y otro día

Pero no me escucharon ni prestaron oído:

Endurecieron la cerviz,

Fueron peores que sus padres.

Así nos hablaba el profeta Jeremías con dolor y amargura.

Es la tragedia del hombre desde que cayó en el origen de los tiempos en el pecado. Es

la tentación continua que afectó y sigue afectando al mundo, el huir de Dios, el

cerrarse a Dios.

No escuchar, endurecer, obstinarse. Todo lleva a la soledad más completa en el ser

humano. Creerse autosuficiente, pensar que uno solo lo puede todo, desconfiar de la

mano tendida. Cuando estas actitudes llevan a la persona a caer, a hundirse, no hay

nadie para levantar, para alzar.

Por eso, el tiempo de Cuaresma es una continua llamada de Dios a volver a su amor, a

volver a su regazo, como escucharemos el próximo domingo en el relato del evangelio

del hijo pródigo.

Por eso, el tiempo de Cuaresma es un momento propicio para convocar a los

hermanos de nuestra Cofradía de la Humildad, a sentarse a la Mesa del Señor para que

nos hable al corazón, para convertirnos de nuestra mala vida por medio del

sacramento de la penitencia, para alimentarnos del pan del cielo que es el mismo

Jesucristo.

Al igual que Dios nos e cansa de llamarnos, de convocarnos año tras año, tampoco

nosotros debemos de desfallecer en nuestro empeño. Es cierto que algunos no nos

escucharán y pasarán del tema, pero nuestra misión no es juzgar sino convocar,

animar y tender puentes para que todos se puedan encontrar con la gracia de Dios.

Misión esta que compromete especialmente a los que se les ha confiado la

responsabilidad de dirigir la Cofradía. Tendréis que hacerlo con la palabra y con el

ejemplo. De eso os pedirán cuentas, no sólo de mantener la Cofradía, el desfile

procesional, el patrimonio material. También del patrimonio espiritual que son cada

uno de los hermanos cofrades, y lo que vosotros hayáis hecho por ellos en el orden de

la fe y la caridad.

Pidamos en esta tarde con el salmo 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor, no

endurezcáis vuestros corazones.

Pidamos en estar de preparación lo que el Señor desea de nosotros:

El que no está conmigo está contra mi, el que no recoge desparrama.

Pidamos la humildad, la suavidad, la apertura, la escucha, la obediencia, la caridad.

Todas estas virtudes son el antídoto del pecado que supone la desobediencia, la

soberbia, el orgullo cuyas consecuencias son la soledad y la muerte.

Contemplando la imagen de nuestros titulares podemos concretar esta petición que

hacemos porque en Cristo, pobre, humilde y obediente. En su bendita Madre,

dolorosa, sumisa, y obediente, encontramos el apoyo y sostén para vivir como

cristianos.

Que ellos nos ayuden a prepararnos dignamente para celebrar las fiestas de Pascua.

Que así sea.

TRIDUO DE LA COFRADÍA DE LA HUMILDAD

DÍA SEGUNDO

¿Qué mandamiento es el primero de todos?

Buena pregunta la del escriba al Señor. Porque a todos nos gusta saber qué es

importante, qué cosas son fundamentales y primeras.

Una cofradía se rige por unos estatutos que marcan la vida, espiritualidad, acción de la

asociación de fieles cristianos, así que podemos aplicar esta pregunta a nuestra vida

cofrade:

¿Qué es lo primero y principal?

El mismo Señor nos da la respuesta, no tenemos que preguntar a otro, ni buscar en

otras personas. Sólo mirar a nuestro Señor de la Humildad y cuestionarlo como aquel

escriba: ¿Qué es lo primero para ti, Señor?

Escucha. En hebreo shemá. Para escuchar lo primero de todo es callar, concentrar la

atención en el que habla, tener disposición interior con el que habla.

Callar para poder oír y entender. Aquí viene entonces la Palabra del Señor a iluminar

nuestra vida, con la instrucción, con la formación, con las respuestas a nuestras

interrogantes, con la reflexión.

Conocer la Palabra del que habla es conocer mucho mejor al que nos habla.

Nos encontramos con personas que opinan sobre la no existencia de Dios, o sobre la

existencia de Dios, de cómo es Dios o que le gusta o deja de gustar a Dios, pero ni

conocen su Palabra, ni tienen experiencia personal y profunda sobre Dios.

Se puede aceptar o rechazar, se puede amar o despreciar aquello que se conoce bien,

de lo que tenemos un criterio cierto y objetivo por la vía del conocimiento y de la

experiencia.

Sino, podemos ser ese estereotipo que tanto criticaba Antonio Machado:

"Castilla miserable,

ayer dominadora

envuelta en sus andrajos,

desprecia cuanto ignora"

Hay quien desprecia a la Iglesia, a los cristianos, a la religión y al mismo Dios sin conocer

porque ni ha escuchado ni ha oído ni ha experimentado, sólo se ha dejado llevar por una

corriente o por una inercia.

En una cofradía es bueno llevar a nuestros cofrades hasta el encuentro con el Señor,

para que descubran quién es Dios: “Nuestro Dios es el único Señor” y cuando se conoce

a Dios no se le puede dejar de amar.

La razón de porqué no se le puede dejar de amar está en Dios mismo, porque El es

amor. Todas sus Palabras, todas sus acciones nos envuelven en un manto suavísimo de

amor, de perdón, de misericordia, de compasión, de esperanza. Dios es un Padre

amoroso, un Hermano que nos salva del naufragio, un Espíritu de vida y consolación.

Dios sólo puede provocar el amor en el creyente: “amarás al Señor, tu Dios, con todo tu

corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”.

Es una experiencia no sólo intelectual: escuchar y conocer. Sino también existencial:

corazón, alma y ser. Dios lo trasciende todo, entra hasta lo más íntimo del ser, para él

no hay secretos, ni oscuridades impenetrables.

Pero no se puede tener esta experiencia integral de fe y vida sino se conoce, si no se

escucha, si no hay silencio interior y disposición positiva.

La experiencia de Dios, que es lo primero, no se agota en sí misma. Cristo nos lleva a los

demás, se identifica con los demás: “lo que hicisteis con uno de estos conmigo lo

hicisteis”.

Unido a lo primero, a lo principal, “escucha y ama a Dios” está lo segundo y no menos

importante: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Una cofradía es una confraternidad, una hermandad de creyentes unidos en la fe, la

esperanza y el amor.

Qué importante cultivar este aspecto fraternal y de comunión en los tiempos en los que

vivimos donde tanta rivalidad, enfrentamientos y crispaciones vivimos. La vocalía de

caridad no puede reducirse a aportar una cantidad para obras benéficas u organizar una

comida esporádica… Hay que ir más lejos, hay que profundizar más y propiciar un

ambiente de acogida, de respeto, de potenciar a los hermanos, en definitiva de caridad

y fraternidad.

Sólo así podremos abrir los ojos al mundo y sus necesidades, descubrir el dolor que nos

rodea y padecer con quien padece, es decir, con- padecer- nos.

Que bien resume hoy el evangelio de San Marcos lo que somos, lo que estamos

llamados a ser como cofrades de la humildad, como discípulos y seguidores de

Jesucristo, como asociación pública de la Iglesia Católica, como miembros de esta

parroquia de El Salvador.

Decía el salmo 80: Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino.

Pidámoslo al Señor por intercesión de la Virgen de los Dolores a nuestro Señor de la

Humildad y que así sea.