tres niveles de procesamiento de la información

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Tres niveles de Procesamiento de la Información (El Cerebro Triuno) El cerebro reptiliano, el primero en desarrollarse desde una perspectiva evolutiva, regula la activación fisiológica, la homeostasis del organismo y los impulsos reproductores, y se relaciona a grandes rasgos con el nivel sensoriomotriz del procesamiento de la información, incluidas las sensaciones y los impulsos motrices programados. Relacionado con el procesamiento emocional, el “cerebro paleomamífero” o “cerebro límbico”, que se encuentra en todos los mamíferos, circunda el cerebro reptiliano e interviene en la emoción, la memoria, determinadas conductas sociales, y el aprendizaje (Cozolino, 2002) El último en desarrollarse filogenéticamente es el neocórtex, que posibilita el procesamiento cognitivo de la información, incluido el autoconocimiento y el pensamiento consciente, y abarca grandes porciones del cuerpo calloso, que une el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo del cerebro (MacLean, 1985) y ayuda a consolidar la información (Siegel, 1999) Así pues, se puede considerar que los tres niveles de procesamiento de la información -cognitivo, emocional y sensoriomotriz- se correlacionan a grandes rasgos con los tres niveles de la arquitectura cerebral. A partir de cada uno de estos cerebros se originan diferentes tipos de conocimiento. El cerebro reptiliano genera un “conocimiento conductual innato: tendencias de acción y hábitos instintivos básicos relacionados con cuestiones primitivas tales como la supervivencia” (Panksepp, 1998) El sistema límbico brinda un “conocimiento afectivo: sentimientos subjetivos y respuestas emocionales a los hechos del mundo” (Panksepp, 1998). El neocórtex genera un “conocimiento declarativo [enunciativo]… información proposicional respecto del mundo” (Panksepp, 1998). Panksepp clarifica adicionalmente la interrelación conductual y funcional entre estos tres “cerebros”: El núcleo reptiliano más interno del cerebro elabora los planes de acción instintivos básicos correspondientes a los procesos afectivos primitivos tales como la exploración, la comida, las demostraciones de dominio agresivo y la sexualidad. El cerebro veteromamífero, o sistema límbico, añade una

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Page 1: Tres niveles de Procesamiento de la Información

Tres niveles de Procesamiento de la Información (El Cerebro Triuno)

El cerebro reptiliano, el primero en desarrollarse desde una perspectiva evolutiva,

regula la activación fisiológica, la homeostasis del organismo y los impulsos

reproductores, y se relaciona a grandes rasgos con el nivel sensoriomotriz del

procesamiento de la información, incluidas las sensaciones y los impulsos motrices

programados.

Relacionado con el procesamiento emocional, el “cerebro paleomamífero” o

“cerebro límbico”, que se encuentra en todos los mamíferos, circunda el cerebro

reptiliano e interviene en la emoción, la memoria, determinadas conductas

sociales, y el aprendizaje (Cozolino, 2002)

El último en desarrollarse filogenéticamente es el neocórtex, que posibilita el

procesamiento cognitivo de la información, incluido el autoconocimiento y el

pensamiento consciente, y abarca grandes porciones del cuerpo calloso, que une

el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo del cerebro (MacLean, 1985) y

ayuda a consolidar la información (Siegel, 1999)

Así pues, se puede considerar que los tres niveles de procesamiento de la

información -cognitivo, emocional y sensoriomotriz- se correlacionan a grandes

rasgos con los tres niveles de la arquitectura cerebral. A partir de cada uno de

estos cerebros se originan diferentes tipos de conocimiento. El cerebro reptiliano

genera un “conocimiento conductual innato: tendencias de acción y hábitos

instintivos básicos relacionados con cuestiones primitivas tales como la

supervivencia” (Panksepp, 1998) El sistema límbico brinda un “conocimiento

afectivo: sentimientos subjetivos y respuestas emocionales a los hechos del

mundo” (Panksepp, 1998). El neocórtex genera un “conocimiento declarativo

[enunciativo]… información proposicional respecto del mundo” (Panksepp, 1998).

Panksepp clarifica adicionalmente la interrelación conductual y funcional entre

estos tres “cerebros”: El núcleo reptiliano más interno del cerebro elabora los

planes de acción instintivos básicos correspondientes a los procesos afectivos

primitivos tales como la exploración, la comida, las demostraciones de dominio

agresivo y la sexualidad. El cerebro veteromamífero, o sistema límbico, añade una

resolución conductual y psicológica a todas las emociones e interviene

específicamente en las emociones sociales tales como la angustia de separación/la

vinculación social, el juego, y los cuidados maternos.El altamente desarrollado

córtex neomamífero genera las funciones cognitivas superiores, el razonamiento y

el pensamiento lógico.

Page 2: Tres niveles de Procesamiento de la Información

Así pues, cada uno de los tres niveles del cerebro tiene su propia forma de

“entender” el entorno y responde al mismo en consonancia con ello. Un

determinado nivel en particular se puede volver dominante y anular a los demás,

dependiendo de las condiciones internas y de las condiciones ambientales. Al

mismo tiempo, estos tres niveles son mutuamente dependientes y están

mutuamente entrelazados.

(...)

El cerebro funciona como un todo integrado, pero consta de distintos sistemas que

están organizados jerárquicamente. Las funciones integradoras de “nivel superior”

evolucionaron a partir de [las funciones interiores] y dependen de la integridad de

las estructuras de “nivel inferior” y de la experiencia sensoriomotriz (…) Se tiene la

idea de que las áreas inferiores del cerebro se desarrollan y maduran antes que las

estructuras de nivel superior; se piensa que el desarrollo y el funcionamiento

óptimo de las estructuras de nivel superior (corticales) dependen, en parte, del

desarrollo y el funcionamiento óptimo de las estructuras de nivel inferior

(subcorticales).

En muchos sentidos, el procesamiento sensoriomotriz es fundamental para los

otros tipos de procesamiento e incluye las características propias de una

modalidad más simple, más primitiva de procesamiento de la información que

tiene sus equivalentes más evolucionados. Más directamente asociado con el

procesamiento corporal general, el procesamiento sensoriomotriz incluye los

cambios físicos en respuesta a los estímulos [entrada de información] sensoriales,

las pautas de acción fijas que se observan en las defensas, los cambios en la

respiración y el tono muscular, y la activación del sistema nervioso autónomo. Con

su base en las estructuras cerebrales inferiores, más antiguas, el procesamiento

sensoriomotriz depende en su forma de funcionar de un número relativamente

más elevado de secuencias fijas de paso. Algunas de estas secuencias fijas son

bien conocidas, tales como el reflejo de alarma y la respuesta de ataque/fuga. Las

secuencias más simples las constituyen los reflejos involuntarios (p. ej., el reflejo

rotuliano), que son los más rígidamente fijados y determinados. Más complejas son

las pautas motrices que aprendemos en los primeros años, tales como andar y

correr, y que más adelante se convierten en algo automático.

En los ámbitos cognitivo y emocional más altamente evolucionados, encontramos

cada vez menos secuencias fijas de pasos y más complejidad y variabilidad de

respuestas. Panksepp (1998) relaciona esta variación en la complejidad con el

sistema operativo de un ordenador: Las funciones superiores son características

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más abiertas, mientras que las inferiores son más reflejas, estereotipadas y

cerradas. Por ejemplo, las funciones vitales básicas del cerebro –aquellas que

regulan las funciones corporales orgánicas tales como la respiración- se organizan

en unos niveles muy bajos. Los niveles superiores permiten un control cada vez

más flexible de dichas funciones inferiores…

La flexibilidad y la abstracción de la respuesta aumentan en el nivel cognitivo

superior de procesamiento; la mayor fijeza y concreción de la respuesta aumentan

en el nivel sensoriomotriz. El procesamiento emocional quedaría en el medio (ni

tan flexible, ni tan fijo).

No siempre los tres niveles del cerebro pueden funcionar bien conjuntamente

(MacLean, 1985). Tras la ocurrencia del trauma, la integración del procesamiento

de la información a nivel cognitivo, emocional y sensoriomotriz suele verse

afectada.

EJEMPLO

Un paciente a la que se le acelera el pulso ante la visita de un hombre alto, obeso

y de mediana edad (similar en apariencia física a su tío que abusó de ella) y que

siente la sensación somática que querer echar a correr, es probable que interprete

que dichas reacciones sensoriomotrices significan que corre peligro. A continuación

puede ver que le viene el pensamiento de que “Este hombre es peligroso”. Es

probable que, a su vez, este pensamiento contribuya a aumentar la tasa cardíaca y

la tensión en las piernas y los pies, generando más pensamientos del tipo de

“Tengo que salir de aquí” y avivar las emociones de miedo y terror relacionadas

con el trauma. Estas emociones y reacciones sensoriomotrices socavan todavía

más su capacidad de valorar objetivamente la realidad actual.

El procesamiento cognitivo y el procesamiento emocional afectan fuertemente al

cuerpo, y el procesamiento sensoriomotriz afecta fuertemente a las cogniciones y

las emociones.

El procesamiento cognitivo

El término procesamiento cognitivo hace referencia a la capacidad de

conceptualización, razonamiento, adscripción de sentido, solución de problemas y

toma de decisiones. Engloba la capacidad de observar y abstraer a partir de la

experiencia, de sopesar un abanico de posibilidades de actuación, de planificar el

Page 4: Tres niveles de Procesamiento de la Información

logro de los objetivos y de evaluar el resultado de las acciones. Nuestras acciones

de adultos suelen reflejar la relación jerárquica del procesamiento cognitivo

volitivo sobre las respuestas emocionales y sensoriomotrices. Podemos decidir

(función cognitiva) ignorar la sensación de hambre y no actuar en consecuencia,

aunque prosigan los procesos fisiológicos asociados al hambre, tales como la

secreción de saliva y la contracción de los músculos estomacales. Dentro de la

teoría cognitiva, a este predomino del funcionamiento cognitivo se le denomina

“procesamiento descendente”.

Buena parte de la actividad adulta se basa en el procesamiento descendente.

Señala Schore (1994, p.139) que en los adultos las “áreas corticales superiores”

actúan a la manera de un “centro de control”, y que el córtex orbital domina la

actividad subcortical. Podemos pensar en lo que queremos hacer durante el día,

perfilar unos planes y a continuación organizamos el tiempo con objeto de

satisfacer determinados objetivos. Durante la materialización de estos planes,

podemos pasar por alto las emociones y las sensaciones (p. ej., la fatiga, la

frustración, el malestar físico). Viene a ser como si estuviéramos suspendidos

justamente encima de nuestra experiencia somática y emocional, sabiendo que

está ahí, pero sin permitir que se convierta en el determinante principal de

nuestros actos. Para la persona traumatizada, sin embargo, la intensidad de las

emociones y de las reacciones sensoriomotrices relacionadas con la traumatización

dificulta la capacidad del procesamiento descendente de dominar la actividad

subcortical.

El procesamiento cognitivo está inextricablemente vinculado a nuestros cuerpos.

Las sensaciones corporales, o “indicadores somáticos”, influyen en los procesos

cognitivos asociados a la toma de decisiones, la lógica, la velocidad y el contexto

del pensamiento (Damasio, 1994, 1999) Las sensaciones corporales de fondo que

se activan durante el procesamiento cognitivo forman un sustrato sesgante que

influye en el funcionamiento del individuo y en todos los procesos de toma de

decisiones y todas las vivencias respecto de sí mismo. (Este es un componente del

Sistema 1 de Kahneman). Si el cuerpo condiciona la razón y las creencias –y

viceversa- entonces la capacidad de introspección y autorreflexión –nuestra

capacidad de “conocer nuestra propia mente”- estará consecuentemente limitada

por la influencia del cuerpo (Lakoff & Johnson, 1999). ¿Cómo podemos, en ese

caso, abordar el conocimiento de nuestra propia mente? Si las pautas [las

características más o menos fijas] que determinan los movimientos y la postura [la

actitud] corporal influyen en la razón, en tal caso la autorreflexión cognitiva podría

no ser la única, ni tan siquiera la mejor forma de llevar a la conciencia la forma de

Page 5: Tres niveles de Procesamiento de la Información

pensar. Reflexionar sobre la postura y los movimientos del cuerpo, explorarlos y

cambiarlos puede ser igualmente valioso.

EJEMPLO

Terry vino a terapia con el cuerpo “lleno de miedo”. Tenía los hombros subidos, la

cabeza encogida, el pecho tirante a causa de la respiración contenida, los ojos

moviéndose rápidamente en todas direcciones, y mostraba un reflejo de alarma

exagerado. Su experiencia crónica en relación con su cuerpo no confirmaba la

creencia “razonable” de que su traumatización había finalizado y de que en el

momento actual no corría ningún peligro. Terry dijo que sabía que estaba a salvo,

pero sentía como si estuviera en peligro. En terapia, se abordaron las sensaciones

y los movimientos de su cuerpo con objeto de desvelar su posible efecto sobre sus

creencias, además de cambiar tanto su cuerpo como sus creencias.

En el trascurso de la terapia, Terry tomo conciencia de esta interrelación mente-

cuerpo; trabajo tanto a nivel cognitivo como a nivel físico para cambiar sus

creencias “incorporadas” en base a relajar los hombros, respirar de forma más

profunda y sentir que sus piernas estaban firmemente arraigadas y sosteniendo la

parte superior de su cuerpo. Durante esta exploración, salieron a la superficie

recuerdos de la traumatización, los cuales fueron abordados y resueltos. Al cabo

de varias sesiones, Terry describió un cambio en su cuerpo y en sus creencias:

“¡Ahora tengo la sensación de que mi cuerpo me sostiene! Me siento más seguro

cuando tengo los hombros más relajados y respiro de una forma menos superficial

y menos tensa”.

El procesamiento emocional

Las emociones añaden un colorido motivacional al procesamiento cognitivo y

hacen las veces de señales que nos mueven a advertir y prestar atención a

determinados estímulos en particular. Las emociones nos ayudan a emprender

acciones adaptativas llamando la atención respecto de los hechos y de los

estímulos significativos que se producen en el entorno. (Cristal, 1978; van der Kolk,

McFarlane et al., 1996). El “cerebro emocional nos mueve en dirección a las

experiencias que buscamos y el cerebro cognitivo trata de ayudarnos a llegar a

ellas de la forma más inteligente posible” (Servan-Schreiber, 2003). Según Llinas:

“Al igual que sucede con el tono muscular, que hace las veces de plataforma

básica para la ejecución de nuestros movimientos, las emociones representan la

Page 6: Tres niveles de Procesamiento de la Información

plataforma premotriz en su condición de elementos impulsores o disuasorios

aplicados a la mayoría de nuestras acciones” (2001).

Las personas traumatizadas de forma característica pierden la capacidad de

utilizar las emociones como guías para la acción. Pueden presentar alexitimia, es

decir, una perturbación en la capacidad de reconocer y de encontrar palabras para

describir las emociones (Sifneos, 1973, 1996; Taylor, Bagby y Parker, 1997).

Pueden mostrarse distanciados y despegados respecto de sus emociones,

manifestando un afecto plano y quejándose de una falta de interés y de motivación

en la vida, y de una incapacidad para pasar a la acción. O bien sus emociones

pueden ser vividas a la manera de llamadas urgentes e inmediatas a la acción; han

perdido la capacidad de reflexionar sobre una emoción y de permitir que la misma

forme parte de los datos que guían la acción, y la expresión de la emoción se

vuelve explosiva y descontrolada.

El término procesamiento emocional se refiere a la capacidad de vivenciar,

describir, expresar e integrar estados afectivos (Brewin, Dalgleish y Joseph, 1996).

Habitualmente las emociones sigue una pauta fásica, que incluye un comienzo, un

punto medio [un desarrollo] y un final (Frijda, 1986). Pero en el caso de muchas

personas traumatizadas, el final no llega jamás. Las respuestas emocionales a

estímulos muy fuertes, tales como una experiencia traumática, no parecen

extinguirse (Frijda, 1986) –fenómeno éste que ha sido demostrado en la

investigación con animales por Leroux, quien señala que los recuerdos

emocionales pueden ser para siempre (LeDoux, 1996).

Las personas traumatizadas suelen mostrar una fijación a las emociones

traumáticas de dolor, miedo, terror o rabia. Podría haber toda una variedad de

razones para explicar esta fijación: negación o falta de conciencia respecto de la

relación entre las emociones actuales y el trauma del pasado; intentos de evitar

más emociones dolorosas; incapacidad de “pensar con claridad” (Leitenberg,

Greenwald, & Cado, 1992); o incapacidad de distinguir las emociones de las

sensaciones corporales (Ogden & Minton, 2000). Además, las emociones pueden

estar relacionadas con una amplia variedad de sucesos pasados en lugar de uno

sólo (Frijda, 1986). Todos estos elementos contribuyen a revivir de una forma

circular y aparentemente interminable las emociones relacionadas con el trauma.

Las emociones son cosa del cuerpo: del corazón, el estómago y los intestinos, de la

actividad y de los impulsos corporales. Seamos o no conscientes de estas

sensaciones internas, en ambos casos éstas contribuyen a las emociones y son el

resultado de las mismas. Las mariposas en el estómago nos dicen que estamos

Page 7: Tres niveles de Procesamiento de la Información

emocionados, la opresión en el pecho nos habla de dolor, la tensión en las

mandíbulas nos informa de que estamos enfadados, y la sensación de hormigueo

[estremecimiento] por todas partes indica miedo. Damasio apunta que las

emociones tienen dos características: primero, la sensación interna, que está

“dirigida al interior y es privada”, y segundo, la característica visible, que está

“dirigida al exterior y es pública”. (1999)

Así pues, los estados emocionales internos son vividos como sensaciones

corporales subjetivas y se reflejan en nuestra forma de presentarnos

externamente, ofreciéndoles unas señales a las personas que nos rodean respecto

de cómo nos sentimos. La rabia puede ser visible en el gesto de fruncir los labios,

cerrar los puños, ojos entrecerrados y tensión corporal general. El miedo se puede

comunicar a través de los hombros encorvados, la respiración contenida y una

expresión de súplica en los ojos, o bien a través de ponerse en guardia o apartarse

del estímulo atemorizante. Estas actitudes corporales pueden ser una respuesta

inmediata a una situación actual o un estado emocional crónico y omnipresente.

En terapia, podemos utilizar las manifestaciones físicas dirigidas al exterior para

clarificar, trabajar y resolver las emociones relacionadas con el trauma.

EJEMPLO

Una paciente que se presentó con una tensión visible a todo lo largo de los

hombros, fue guiada para que advirtiera esta tensión e indagara su posible

significado. La mujer dijo que sentía como si la tensión fuera una especie de rabia

contenida –una percepción profunda y clara deducida a partir de la conciencia de

su cuerpo más que de ninguna actividad mental. Esta observación le condujo a

darse cuenta de la creencia errónea de que no tenía derecho a sentir ninguna

agresividad hacia su padre, que había abusado de ella. Trabajar la rabia a través

de la propia tensión corporal (realizando lentamente el movimiento que la tensión

“quería” generar, procesando los recuerdos, creencias y emociones asociadas, y

aprendiendo a relajar la tensión) le ayudó a esta paciente a expresarse de una

forma más plena y resolver las emociones relacionadas con su experiencias

traumáticas pasadas.

En el ejemplo anterior, resultó eficaz trabajar la emoción de la paciente al mismo

tiempo que el componente cognitivo de la emoción.

Ahora bien, a pesar de la inextricable imbricación de las emociones con el cuerpo y

con las cogniciones, cuando las emociones relacionadas con el trauma como, por

ejemplo, el terror, se asocian con una sensación corporal como, por ejemplo, el

Page 8: Tres niveles de Procesamiento de la Información

temblor, el paciente es alentado a diferenciar las sensaciones y los movimientos

corporales de las emociones. En estos casos, ayudamos a los pacientes a

diferenciar el procesamiento emocional del procesamiento sensoriomotriz.

En nuestra jerga, el procesamiento emocional hace referencia a vivenciar, expresar

e integrar emociones, en tanto que el procesamiento sensoriomotriz alude a

vivenciar, expresar e integrar percepciones sensoriales/físicas, sensaciones

corporales, la activación fisiológica y el funcionamiento motriz. Esta diferenciación

entre estos dos niveles de procesamiento es importante dentro del tratamiento del

trauma, dado que los pacientes no suelen discriminar entre las sensaciones

corporales asociadas a la activación fisiológica o al movimiento y la vivencia [la

sensación o impresión] emocional, lo que puede conducir a la intensificación de

unas y otra. Si las sensaciones corporales (p. ej., temblor, pulso acelerado) se

interpretan como si se tratara de una emoción (p. ej., pánico), cada uno de estos

niveles de experiencia -sensoriomotriz y emocional- aumenta de un modo artificial

y excesivo, y agrava al otro.

Tanto el pulso acelerado como el pánico se exacerban cuando se vivencian

simultáneamente. Si a ello se añade la cognición bajo la forma de una creencia

como, por ejemplo, “No estoy a salvo”, la sensación física y la emoción se

intensificarán adicionalmente. En esta situación, la activación fisiológica puede

aumentar vertiginosamente rebasando el margen de tolerancia de la persona, y la

capacidad de integración se verá debilitada. La activación fisiológica se puede

abordar, y con frecuencia reducir, separando [anulando la asociación,

diferenciando] la emoción relacionada con el trauma de la sensación corporal en

base a prestar atención exclusivamente a las sensaciones físicas asociadas a la

activación fisiológica (sin atribuirles ningún sentido o significado ni ninguna

emoción en particular). Después, una vez que la activación fisiológica vuelve a un

nivel tolerable, el paciente puede analizar los contenidos emocionales de la

experiencia traumática e integrar una y otros.

EJEMPLO

Un veterano de Vietnam, Martín, vino a terapia para “deshacerse” de sus

pesadillas y de su sensación de sentirse emocionalmente desbordado de una

forma crónica. En el transcurso de la psicoterapia sensoriomotriz, Martín aprendió

a percibir la activación fisiológica mientras la experimentaba a nivel corporal.

Aprendió a prestar una atención activa al pulso acelerado y a las sacudidas y los

temblores que sintió por primera vez a raíz del combate original y que después

revivía con demasiada frecuencia en el contexto de la vida cotidiana.

Page 9: Tres niveles de Procesamiento de la Información

A lo largo de varias sesiones de terapia, Martín fue aprendiendo a describir sus

sensaciones corporales internas, advirtiendo el hormigueo en los brazos que

precedía a las sacudidas, la ligera aceleración del pulso y el aumento de la tensión

en las piernas. A medida que se fue desarrollando su capacidad de observar y de

describir sus sensaciones corporales sujetivas, gradualmente fue aprendiendo a

aceptar estas sensaciones sin tratar de inhibirlas.

El terapeuta le instruyó para que se limitara a rastrear [seguir el rastro de] estas

sensaciones a medida que iban progresando o “sucediéndose” a través del cuerpo.

Cuando el paciente se vuelve plenamente consciente de dichas sensaciones

internas, con frecuencia las sensaciones por sí solas suelen transformarse de forma

espontánea en otras sensaciones más tolerables (Levine, 1997) Martín aprendió a

seguir con plena conciencia la secuencia de sensaciones a medida que iban

progresando a lo largo de su cuerpo, hasta que las sensaciones volvían

espontáneamente a la normalidad. El paciente advirtió que las sacudidas se iban

disipando gradualmente, el pulso finalmente volvía a su línea de base, y la tensión

en las piernas se liberaba por sí sola. Después de que aprendiera a calmar su

activación fisiológica de esta forma, la terapia procedió a abordar las reacciones

emocionales relacionadas con el trauma.

El procesamiento sensoriomotriz

En la práctica clínica de la psicoterapia sensoriomotriz, distinguimos tres

componentes generales dentro del procesamiento sensoriomotriz: las sensaciones

corporales internas, las percepciones procedentes de los sentidos y los

movimientos.

Las sensaciones corporales internas

El término sensación corporal interna hace referencia a las miles de sensaciones

físicas generadas continuamente por los movimientos de todo tipo dentro del

cuerpo. Cuando se produce un cambio en el cuerpo como, por ejemplo, un cambio

hormonal o un espasmo muscular, este cambio se puede sentir como una

sensación corporal interna. Las contracciones intestinales, la circulación de fluidos,

los cambios bioquímicos, los movimientos asociados a la respiración, o los

movimientos de los músculos, los ligamentos o los huesos, todo ello genera

sensaciones corporales internas.

Page 10: Tres niveles de Procesamiento de la Información

Las personas con trastornos de origen traumático adolecen tanto de “sentir

demasiado” como de “sentir demasiado poco” (Van der Kolk, 1994). Suelen vivir

las sensaciones corporales internas como algo irrefrenable y perturbador. La

“subida” de adrenalina o las sensaciones de tener el pulso acelerado o de tensión

corporal, se perciben agudamente y se vuelven más desconcertantes cuando se

interpretan como indicadores de un peligro actual. Y a la inversa, es muy común

que las personas traumatizadas sufran una incapacidad de ser conscientes de las

sensaciones corporales, o bien una incapacidad de expresar las sensaciones físicas

con palabras, lo que se conoce como alexisomia (Bakal, 1999; Ikemi y Ikemi, 1986)

La ausencia de sensaciones corporales y la interpretación subsiguiente (p. ej., “me

pasa algo”; ”No siento el cuerpo”; ”Me siento como si estuviera muerto”) pueden

ser tan perturbadoras como el exceso de sensaciones.

Las percepciones procedentes de los sentidos

A veces llamada exterocepción, los nervios sensoriales de nuestros cinco sentidos

reciben y transmiten información procedente de los estímulos del entorno exterior.

El proceso de recogida de información a través de los sentidos se puede considerar

integrado por dos componentes: el acto físico de percibir y la percepción individual

de los datos sensoriales (Cohen, 1993). Las percepciones sensoriales pueden

dominar la capacidad de las personas traumatizadas de pensar racionalmente.

Dado que se basa en la comparación de la entrada sensorial con los marcos de

referencia internos, nuestra percepción –y por consiguiente nuestra conducta- es

autorreferencial [hace referencia o remite al propio sujeto y a la propia

experiencia] (Damasio, 1994). Nuestras creencias y nuestras reacciones

emocionales a los estímulos sensoriales similares anteriores condicionan nuestra

relación con los estímulos actuales. Sin las expectativas que influyen en nuestra

predisposición [priming, imprimación, aparejo] perceptual, cada experiencia

sensorial sería nueva y nos veríamos rápidamente desbordados. En lugar de ello,

clasificamos la entrada de datos sensoriales en unas categorías aprendidas. Ratey

señala que “constantemente estamos imprimando [aparejando] nuestras

percepciones, adaptando el mundo a lo que esperamos recibir y, por consiguiente,

haciendo que [el mundo] sea lo que percibimos que es” (2002).

Esta función de imprimación se vuelve desadaptativa en las personas

traumatizadas, que repetidamente advierten y registran estímulos sensoriales que

son reminiscencias del trauma del pasado, con frecuencia no advirtiendo los

estímulos sensoriales concomitantes que indican que la realidad actual no reviste

ningún peligro.

Page 11: Tres niveles de Procesamiento de la Información

Los movimientos

Los movimientos se incluyen en el nivel sensoriomotriz del procesamiento de la

información, en razón de su componente somático evidente, aunque los lóbulos

frontales del córtex, más que las áreas cerebrales subcorticales, se relacionan

estrechamente con el córtex motor y el córtex promotor y son los responsables de

muchas formas de movimientos. Las mismas áreas del cerebro que generan la

razón y nos ayudan a resolver problemas, también están implicadas en el

movimiento. Por consiguiente, el movimiento ha configurado y continúa

configurando nuestras mentes (Janet, 1925), y viceversa, como lo expresa LLinas:

“La mente… es el producto de unos procesos evolutivos que han tenido lugar en el

cerebro en nuestra condición de criaturas que nos movemos activamente y que se

desarrollaron de los [niveles más] primitivos a los más altamente evolucionados”

(2001, p. ix, las cursivas son nuestras). El movimiento es esencial para el

desarrollo de todas las funciones cerebrales: sólo los organismos que se mueven

de un lugar a otro necesitan un cerebro; los organismos que se mantienen

estacionarios no (Ratey,2002)

Todd (1959) insiste en que la función precede a la estructura: el mismo

movimiento hecho una y otra vez acaba modelando el cuerpo. Por ejemplo, cuando

las contracciones musculares que preparan para los movimientos defensivos se

repiten muchas veces, dichas contracciones se transforman en unas características

físicas que afectan a la estructura corporal, lo que, a su vez, afecta adicionalmente

a la función. Durante un largo período de tiempo, esta tensión crónica interfiere en

la alineación y el movimiento natural del cuerpo, genera problemas físicos

(principalmente dolor de espalda, cuello y hombros), e incluso contribuye a

mantener las correspondientes emociones y cogniciones. Señalan Kurtz y Prestera:

“Estas pautas físicas se vuelven fijas con el tiempo, afectando al crecimiento y a la

estructura corporal, y caracterizando ya no sólo el momento en cuestión, sino a la

persona. En lugar de una simple decepción momentánea, la postura abatida de

desesperanza podría ser indicativa de una vida entera de interminables

frustraciones y amargos fracasos” (1976).

Los movimientos y las posturas reiteradas contribuyen, pues, a mantener las

tendencias cognitivas y emocionales al generar una posición desde la cual

únicamente son posibles las emociones y las acciones físicas pre-seleccionadas

(Barlow, 1973). Con frecuencia advertimos la actitud propia del reflejo de alarma

en los pacientes traumatizados: los hombros levantados, la respiración contenida,

Page 12: Tres niveles de Procesamiento de la Información

la cabeza hacia abajo y en dirección a la cintura escapular, de forma similar a “a

un ciervo bajo la luz de los faros”. La acción del reflejo de alarma altera la

alineación equilibrada entre la cabeza y los hombros y habitualmente es

transitoria, pero si esta reacción normal a un estímulo novedoso repentino se

vuelve crónica, la propia organización física puede predisponer a la persona a

sentir emociones de miedo y desconfianza, y pensamientos de peligros inminentes

de forma crónica.

TENDENCIAS DE ACCIÓN COGNITIVAS, EMOCIONALES Y

SENSORIOMOTRICES

Una tendencia de acción es una propensión a llevar a cabo o materializar una

acción determinada. Las tendencias de acción se forman en los niveles cognitivo,

emocional y sensoriomotriz. Las tendencias se derivan de la memoria

procedimental de los procesos y funciones, que se refleja en las respuestas

habituales y las conductas condicionadas (Schacter, 1996). El aprendizaje

procedimental incluye iteraciones [bucles, circuitos cerrados] repetidas de los

movimientos, percepciones, procesos cognitivos y emocionales, o de

combinaciones de estos elementos (Grigsby y Stevens, 2000). Los hechos

originales a partir de los cuales se han aprendido estos procesos y hábitos

personales automáticos suelen haberse olvidado. Las acciones que son aprendidas

procedimentalmente “no precisan representaciones mentales, imágenes,

motivaciones ni ideas conscientes o inconscientes para poder operar” (Grigsby y

Stevens, 2000).

Al operar de forma no consciente, el aprendizaje procedimental en los tres niveles

de procesamiento de la información se transforma en tendencias de acción

automáticas que se convierten en organizadores cruciales de la conducta. Mucho

después de que hayan cambiado las condiciones ambientales, permanecemos en

un estado de (pre)disposición [readiness] a realizar las acciones mentales

(cognitivas y emocionales) y sensoriomotrices que fueron adaptativas en el

pasado.